THE LIBRARY OF THE UNIVERSITY OF CALIFORNIA LOS ANGELES HISTORIA CRITICA DE LA LITERATURA ESPAfiOLA. HISTORIA CRIT1CA DE LA LITERATURA ESPANOLA, POR DON JOSE AMADOR DE LOS RIOS, IM>IVIIM u DE M'MI-.KU DE LAS REALES ACADEMIAS DE LA HISTORIA v NOBLES ARTES DE SAN FERNANDO, DECANO DE LA FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETT.AS DE LA UMVERSIDAD CENTRAL, ETC. TOMO II. MADRID. IMPRENTA DE JOSE RODRIGUEZ, FACTOR, NUM. 0. 1MO*. Es propiedad del autor, quien se rescrva cl derecho de traduccion y de cxtracto. Library ADVERTENCIA. Consignamos en la Introduction las razones que nos forzaban a es- tudiar, con mayor esmero y cuidado del que ban mostrado hasta ahora cuantos trataron de nuestra historia literaria, el largo pe- riodo que media desde el gran desastre del rey don Rodrigo hasta el momento en que empiezan a ser escritas las producciones del arte vulgar en el habla de las regiones centrales de la Peninsula. Sobre la afrenta del Guadalete (deciamos) se levanta una nueva monarquia, destinada a restituir a Espana su libertad, su indepen- dencia y su poderio en la mas tremenda y tenaz lucha que ban visto los siglos. Fdrmase en esta lucba el pueblo espanol, propia- mente dicho: ella es el campo siempre abierto, donde se forta- lecen las creencias, donde nace y florece su patriotismo, donde se crea finalmente su caracter: por eso es la epoca mas intere- sante de su historia y la que mas debe llamar la atencion de la critica '. Partiendo de este principio, no podiamos jnenospreciar, sin roe- recer titulo de frivolos e inconsecuentes, el glorioso y dificil perio- do que se inaugura con eltriunfo de Covadonga y se cierra con la conquista de Toledo, la cual tiene por coetanea la mas prodigiosa, aunque transitoria, de Valencia. E1 examen de los poetas, fildsofos Pig. XCIX. VI e historiadores que florecieron en la antigiiedad, el estudio de los historiadores y primeros poetas del cristianismo, y el no menos in- teresante de los claros varones que ilustran los tiempos visigodos (anadiamos sobre este punto), nos abriran el camino para penetrar en la oscuridad de los primeros siglos de la reconquista, donde aprenderemos a quilatar maduramente, y ajenos de arbitrarias teo- rias 6 sistemas preconcebidos, asi los elementos que sobreviven a la gran ruina del Guadalete como los que van surgiendo dia tras dia en medio de los grandes conflictos de la sociedad cristiana, ora la consideremos en las libres montanas de Asturias y Aragon, ora bajo el yugo del Islam a orillas del Betis. Cuantas investigaciones nazcan y se deriven de este estudio con relacion al arte, seran consideradas por nosotros como cuestiones de origenes, y caeran por tanto en la primera parte de nuestra Hisloria critica, ya se refieran a las fuen- tes de las formas artisticas 6 populares de la poesia y de la historia, ya a las de los romances espafioles y de la lengua castellana ' . Y era tanto mas necesario fijar nuestras miradas en tan poco es- tudiado periodo, cuanto que son mayores y mas trascendentales los errores, que cunden por desgracia entre los doctos, suponiendose, 6 mejor diciendo, dandose por cosa indubitada que los cristiarios acogidos a las montanas de Asturias; aquellos beroes que salvaban la independencia de Espafia, fundando sobre mas anchas y durade- ras bases una nueva monarquia; aquellos prelados y sacerdotes que arrojados de sus sillas y de sus hogares, buscaron asilo una y otra vez en los valles de Cangas y en las gargantas del Infiesto, llevan- do alii, como en sagrado deposito, los tesoros de las ciencias, de las letras y de las artes, tales como liabian sido defmidas y enseiia- das por el grande Isidore; aquellos reyes, que mientras con animo infatigable defendian y ensanchaban el nuevo imperio, mostraban su generosa iluslracion, ora levantando bellas basilicas, en que se reflejaba poderosamente el arte latino-bizantino cultivado en la ciu- dad de los Concilios, ora fabricando riquisimas preseas para el cul- lo, donde se recogian e incrustaban con plausible celo inextima- bles reliquias del arte griego y romano, ora acaudalando las basili- cas y monasteries, verdaderos centres de ciencia y de cultura, con numerosos libros de literatura profana y sagrada, 6 ya en fin exei- tando a los mas doctos al util cultivo de las letras,... habian caido Til rn total barbarie, pennaneciendo largo tierapo sin artes ni litera- tura *. Esta aseveracion, desmentida por tantos hechos y monumentos, enteramente desconocidos de los que la ban emitido y sustentado, estaban exigiendo saludable correctivo. La tradicion de las letras y de las artes no se interrumpe en el suelo de Asturias, donde logra salvarse, con la independencia del pueblo espafiol, la civilizacion hispano-latina, representada en Sevilla y Toledo por los Leandros e Isidoros, los Eugenics e Ildet'onsos. Demostracion irrecusable de esta verdad hemos presentado ya al mundo artistico en el ensayo bistdrico-critico, dado a luz el afio ultimo con el titulo de El Arte latino-bizantino enEspana y las coronas visigodas de Guarramr: abrigamos aliora, respecto del mundo literario, la esperanza de que suspenderan al menos su juicio los hombres doctos e imparciales, deteniendose a considerar, en vista de los estudios que en el pre- sente volumen ofrecemos, lo que fue y signified en sus primeros dias bajo todos conceptos, la obra inmortal de la reconquista, y lo que signified y todavia significa en la historia de la civilizacion es- panola. Y cuando, tras estas consideraciones de drden tan superior, repa- rabamos en la necesidad, por extreme imperiosa, de seguir paso a paso y reconocer en su vario desenvolvimiento el genio artistico- literario deEspafia, para quilatar debidamente, segun en lugar pro- pio observamos, las leyes internas, a que sujeta su existencia, y las vicisitudes y accidentes que atanen a la realizacion de sus creacio- nes, no podiamos ya abrigar duda alguna en que solo adoptando el metodo realmente histdrico, era hacedero echar durables cimien- tos a esta parte de nuestra Historia critica, enlazando de una ma- nera indestructible la gran manifestacion latina con la manifestacion que tiene por instrurnento el babla de Berceo y del Hey Sabio, de Mena y de Santillana, de Lope y de Cervantes. La dificultad de llegar felizmente a la meta indicada, parecia ser mayor a medida que se mostraba a nuestra vista mas erizada de errores y contradicciones la unica senda que a ella conducia: con el anhelo de la verdad y con la firme conviccion de que no serian de todo punto esteriles nuestras vigilias, hemos atendido a dar \ Enrique Tomas Blucklc, Historia de la civilization de Inglaterra, to- mo II, cap. I. Londrcs, i86l. VIII cima si estas arduas tareas, procurando despojarnos en nuestras in- vestigaciones de toda formal predilection y de todo espiritu de escue- la. A los hombres doctos que buscan la verdad, ajenos de todapreo- cupacion y exentos de toda idea d teoria por ellos irreflexivamente halagada, sometemos pues gustosos el resultado de los trabajos comprendidos en este voliimen, sin duda los mas improbos por su naturaleza de cuantos puede ofrecer una historia critica, respecto de cualquiera de las literaturas modernas. Seguros estamos de que, si no aplauden y siguen en toda ocasion nuestros juicios y opinio- nes, sabran al menos mirar indulgentes nuestras inadvertencias 6 extravios, en gracia del anhelo y de la buena fe, con quehemos so- licitado el acierto. HISTORIA CRIT1CA E LA LITERATURA ESPAflOLA. I.' PARTE. TOMO l|. CAPITULO XL ESCRITORES DE LA INVASION MAIIOMETANA, JUAN HISPALENSE. CIXILA. ISIDORO PACENSE, etc. Primeros estragos de la conquista. Armanse los judios para oprimir d los cspauoles. Esperanzas defraudadas de estos sobre la permanencia de los arabes en Espana. Su establecimiento. Caracterde la invasion mahome- tana. Pueblos que vienen d la Peninsula. Resultado de la conquista. Capitulaciones. Su indole y naturaleza especial. Cristianos reducidos & servidumbre: los mozdrabes. Cristianos independientes: monarquia astu- riana. Su constitucion. La nobleza. La potestad real: don Pelayo. Rdpidos progresos de las armas cristianas. Paralelo entre los mozarabes ylos cristianos independientes. Recbazan unos y otros la influencia mus- limica. Califato de Cordoba. Abd-er-Rahman. Cardcter de la civiliza- tion musulmana. Su ineficacia para infundir su espiritu a la de otros pueblos. Polilica de Abd-er-Ralunan. Ingenios espanoles del siglo VIII. Juan Hispalense. Cixila. Isidore Pacense: sus obras. Cardcter de es- tos escritores. Conturbacion de la Iglesia. Elipando. Ethorio y Bea- to. Resumen. oiete largos siglos habian vivido los espanoles eii servidumbre, desde la ultima guerra de Augusto, sin que pudieran dar testi- monio de aquel indomable esfuerzo, que oblig<3 a la Ropi'ibliw romana a decretar su exterminio, para lograr la dominacion do la Peninsula Ib^rica. Mas si a costa de su indepcndencia ronsi- guieron las Espauas el fruto de la civilizacion del antiguo mundo, y si esta misma civilizacion, modificada y dirigida pnr ol 4 HISTORU CKhlCA OF. I.A LITERATURA ESI'ANOLA. mo a un fin mas alto, habia ternplado la barbaric de los visigo- dos, (jue suplantaron a Roma en la domination de Iberia, rota ahora por el alfange mahometano aquella pesada coyunda, iban a rcnacer pur una parte los antiguos instintos guerreros de los pri- mitives pobladores, despertando por otra la bravura de aquel pue- blo, que habia levantado el imper-io de su espada sobre el trono de los Cesares. Costosa era sin embargo aquella manera de renacimiento, y tristo el espectaculo quo presentaba la monarquia, temida antes de las naciones. Sola y odiada en medio de los pueblos que habia li- ranizado con la fuerza y envilecido con la servidumbre, faltabanle on aquel instante supremo sus naturales ayudadores. El no resis- tido valor de sus guerreros, la generosa magnanimidad de sus eaudillos y dc sus principes, el terror prestigioso de su nombre, que basto a domar en otro tiempo dilatadas regiones, la doctrina de los obispos catolieos, la adhesion fraternal de la grey hispano- latina, la intcligente devotion de los hebreos, la sumision de los esclavos idulatras , todo le faltaba para afrontar en larga y renida eontienda la pujanza de los mahometanos; y abandonado en mi- tad de su disipacion y de sus crimenes, cayfr aquel soberbio im- perio que se juzgaba eterno, derribado por el dedo del Altisimo, para ejemplo de pueblos que, olvidadas las virtudes nacidas dc la religion y de la moral, se acuestan en los placcres de los vicios, despertando en las angustias de la muerte. Derramandose por todas las provincias de Espafia, despues del iriunfo de Jerez [19 de julio 711], no hallaban las escasas huestes de Tariq-ben-Zeyad 1 , enviadas por Muza-ben-Nosayr solo para tontar nueva fortuna 2 , valladar que refrenarasu pujanza: enojado 1 Segun los m;is aulorizados historiadorcs arabes, componianse las falan- gM dc Tariq <\c side mil eombnlientos, casi todos africanos, los cualcs pasa- ron nl Eslrccho en cuatro navios do mcrcaclcros que habia facilitado ol con- fMi-Xo- yad, quicn Iraia c-ncargo do hacor solamcnte lo que en aralte se llama una (,a- ma 6 razzia t _* ji, s'j ji. \ El convcni-j ciilrc Teodjiniro y Abia-I-azis ci'lobra-lo on Uriliucla [An- fi HISTORIA CIliTlCA DE LA LITERATURA ESPASOLA. Tres anos no cumplidos bastaron a consumar la obra comen- zada en las sangrientas jornadas de Guadalete [Guad-al-Leccaj; Espana, que al decir de los mismos arabes aventajaba la bondad de la Siria en cielo y tierra, la blandura del Y6men en la benig- nidad de su clima, la dulzura de la India en sus aromas y sus flo- res, la abundancia del Hegiad en sus frutos y la riqueza del Ca- tay en sus preciosas minas *, cruzada sin cesar por las terribles lalanges mahometanas, veia saqueadas 6 incendiadas sus mas no- bles ciudades, despojades sus templos, vilipendiadas sus virgenes, en infamantes suplicios sus ancianos, y en triste esclavitud sus mas valientes hijos 8 . Las riquezas en tantos siglos amontonadas riola] comprehdia tarabicn las ciutladcs de Valencia, Alicante, Mula, Bocsara, Ota y Lorca, sicnclo notable la tcmplanza dc las capilulaciones, efccto del va- lor y la pcricia de Teodomiro (Conde, Domin. de ios drabes, pag. 50 del to- mo I). Pueden verse en Casiri (tomo II, pag. 106), donde se inserta el texto, y su extracto en la Cronica del Moro Rasis (Mem. de la Real Acad. de la Hist., tomo VIII, pag. 79). Esta sombra de soberania duro solo hasta la venida a Espafia de Abd-er-Rahman I, que procure dcstruir cuantos obstaculos sc opo- nian a la unidad de su nuevo imperio. El Pacense, a quien en el tcxto aludi- mos, elogia en efccto sobremanera el talcnto e instruction de Teodomiro, di- cicndo: (cfuit enim scripturarum amator, eloquentia mirificus, in praeliis ex- pedilus,)) etc. (Num. XXXVIII). 1 Vease cl cap. XX del lib. Ill del arzobispo don Rodrigo, que luvo pre- sentos los liistoriadores mahometanos, y el VIII de la Domination de los dra- bes por Conde, de quien ban tornado csta pintura la mayor parte de los histo- riadores del presenle siglo, si bien cargandole al propio ticmpo dc acusacio- nes y dicterios. 2 He aqui las dolorosas clausulas en que Isidore Pacense, condenada lara- paz codicia de los primcros conquistadores, nos reficre como el insaciable Mu- za, elegidos los mas nobles ancianos de Espafia que habian escapado al hierro musulman, partio en busca del Califa Al-walid, llcvando consigo inmensos tesoros: Muza explclis quimlccim mensibus [Sel.de 713] a Principis iussu [de Al-walid] praemonilus, Abdallazis filium linquens in locum suum, leclis HispaniaeScnioribus, qui cvascrant gladium, cum auro, argenlove, trapczita- rum studio comprobatos, vel Insigniorum ornamenlorum, etc... Ulit Regis re- patriando sese praescntans,)) etc. (Chron., EraDCCLI). Uno dc los historiado- rcs arabes mas digno de rospclo, cuyo teslimonio tcncmos abajo presenle, -ob- serva, al tocar cstcpunto, que Muza (dlcvaba consigo cien mil prisioncros cntre hombrcs, mujercs y nifios, con cuatrocienlos varonos dc la sangrc real ))'le los godos.n PARTE I, CAP. XI. ESCR1TOIIES DE LA IISVASION MAHOMETAN. 7 por reyes, prelados y magnates visigodos, hartaban apenas la sed de oro de los conquistadores '; y aun las ciudades y los monu- mentos que las encerraban, derivation suntuosa de la grandeza romana, daban pabulo a su furor y a su codicia 2 . No parecia 1 Sin el Icstimonio, no sospechoso, de los historiadorcs arabcs, nos seria hoy de todo punto imposible el format idea de la riqueza allegada por los vi- sigodos en alcazares (aulas rcgias), palacios episcopales (alrios) y basilicas. Ebn Alwardi, en su Perla de las maravillas, Bayan-Almoghreb, Abdelmelic- Ebn-Habib, Allaitz-Ebn-Sad, Ebn-Hayan, Al-maccari, Aben-Adhari y otros, en sus historias, noshan trasmitidoen efecto las mas interesantcs noticias res- peclo de los tesoros de Toledo, corte de los rcyes visigodos, cuyos maravillo- sos palacios describen llenos de admiracion y dc entusiasmo. Por ellas se con- firma ampliamcnte cuanto el grande Isidoro nos ensefia sobrc el fausto y la opu- lencia de la corte visigoda en su Libra de las Etimologias: las preseas y vasos de oro y plata llenaban un aposento del sunluoso alcazar; cicnto setenta coro- nas y diademas dc oro, exornadas de picdras preciosas, hallaba Tariq en el referido palacio; y en medio de tanta riqueza brillaba un Psalterio de David, escrito en laminas de oro (bracteae) con caracteres yunanies (griegos) y agua dc rubi disuelto, faltando palabras para dcscribir la prodigiosa Mesa de Sa- lomon, cuajada de perlas y esmeraldas, incrustada de gruesos rubies, zafiros y topacios, y ornada de trcs coronas 6 collaresde oro, guarnecidos de aljofar. IS'i fue menor la magnificencia de las basilicas, donde reyes, prelados y mag- nates, ofrcndaban de continue coronas, baltcos, columbas, cruces, atriles y todo genero de vasos para el culto, labrados de oro y enriquecidos de picdras preciosas; todo lo cual ban comprobado, con grande y vcrdadero inlcres para la historia, los dcscubrimienlos licchos en 1858 y 1859 en las Huertas dc Cuarrazar (partido de Guadamur, provincia de Toledo), que mucho ticmpo despues de terminados estos estudios hcmos procurado ilustrar en cl libro publicado por la Real Academia de San Fernando, bajo cl titulo de El arte latino-bizantino en Espana y las coronas visigodas de Gtiarrazar (1861). Dado* alii a luz los lextos originales, tornados de los historiadorcs arabcs, juzgamos innccesario cl reproducirlos en estc sitio. Dc lodo rcsulta que sorprendidus los mahometanos por lantas riquezas, dieron rienda suelta a su codicia, lle- gando hasla trcinta el numero de carros de oro, plata y todo linajc dc pedre- ria, como rubies, zafiros, perlas y esmeraldas, que presento Muza-ben-Nosayr al Califa Al-walid, lo cual no le libcrlo de las sospechas que le seiialaban como ocultador de grandes tesoros. 2 Pintando cl arzobispo don Rodrigo el doloroso cuadro dc la invasion mahomctana, escribia; uSancluaria dcstruunlur, ccclesiae diruuntur; cl quac laudabant in cymbalis, provocant in blasphemiis: lignum salutis a sanctis eiicitur. Noncsl, quiaspiciat, ulsalvclur; solemnia pcnitus ccssaverunl, el cc- clesiac organa in blasphemiam transicrunl. Non ost qui iubilct in ccclesiis, *t 8 H1STORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPA?OLA. sino que enviados por la Providencia para castigar las torpczas de aquella sociedad, envejecida por los crimenes y los vicios, dupli- eabari a sabiendas la dureza, haciendo mas sensible el castigo de los que, sin virtud bastante para defender los profanados hoga- res, traian a la memoria, en medio de su envilecimiento, la li- bertad y poderio de sus mayores. Y para colrno de humillacion y de ignominia, no apurada aim la amargura del vencimiento, contemplaban los espanoles levanta- do sobre sus cabezas cl azote de una raza, perseguida antes y pros- erita, la cual pagaba en un solo momento las ofensas de muchos siglos. Faltos sin duda de presidios para las ciudades vencidas y las que temerosas de mayor estrago les abrieron sus puertas, armaban los arabes a, los descendientes de Judah, confiandoles la custodia de las mismas ciudades, mientras volaban a nuevas conquistas; y aquellos bombres que fueron los primeros a despertar la codicia de los mahometanos, brindandoles con las riquezas de Espana, no ol- vidados de las persecuciones de Sisebuto y de Egica, ofrecieronse facilmente a ser instrumento de opresion, sin reparar en que grabada profundamente esta injuria en la memoria de los cristia- nos, debia ser terrible la expiacion, trasmitida de edad en edad la obligacion de la venganza ' . subsannat confcssio Machometi. Defocdat abusio ornamenta, ct vasa sancta con- taminant alieni: religionem devorant inimici et omnis habitatio desolatur, cum occiditur habitator. Civitates ignominiis consumuntur ct quaeque viridia suc- ciduntur. Adeo enim pcstis invaluit, quod in tota Hispania non remansit ci- vilas cathcdralis, quac non fuerit aut inccnsa aut dirula (Lib. Ill, cap. XXI). Adelante vercmos como aun en los dias en que los mahometanos aspiran a cmular la grandeza de los monumcntos espanoles, los destruyen para apli- carlos a la construccion de sus mezquitas, alcazares y fortalezas. 1 Vease lo que sobre la conducta observada por los judios, dice el moro Rasis (41. a Parte de su Crdnica, Mem. de la Real Acad. de la Hist., tomo VI, paff. 67 y siguientes). El arzobispo don Rodrigo, tratando de la perdida de Cordoba, escribia: Iudaeos autem, qui inibi morabantur, cum suis arabi- bus, ad populationcm et custodiam Cordubae dimiserunt (lib. Ill, capftu- lo XXII). Y al hablar de la toma dc Malaga, Murcia y Granada, afiade so- bre Sevilla: Ipse autem, captam Hispalim de iudaeis et arabibus populavit, 't inde ivit Beiam et non dispendio simili occupavit (Id., cap. XXIII). Mcn- cionando por ultimo la conquista de Toledo, observaba: Taric autem ex ara~ quos secum duxerat, et iudacis quos Tolcti invencrat, mnnivit Tole- PARTE I, CAP. XI. ESCRITOKES DE LA INVASION MAHOMET ANA. 9 Creyeron sin embargo los espanoles, al caer sobre las desam- paradas provincias las huestes dc Tariq y de Muza, que pasando, cual veloz torrente, aquel enjainbre de trlbns feroces, que todo lo asolaba y destruia, y saciada ya la avaricia de los caudillos que les arrebataba sus tesoros, tornarianse al Africa los vencedores, pa- gados de lajnaudita presa hecha en las Espanas. Alentaba esta es- peranza la misma sana y crueldad de los conquistadores, no com- prendi6ndose que empezaran por esquilmar y destruir el suelo don- de intentaban asentar su poderio, los que no se habian raostrado avaros en las capitulaciones otorgadas a los vencidos: confirmaba aquella sospecha el corto numero de los combaticntes traidos del Africa, y coutribuia por ultimo a darle color la misma necesidad en que los capitanes mabometanos se habian visto, de poner en manos de los hebreos la guarda de las fortalezas, atentos solo a evitar el alzamiento de los pueblos, que dejaban a las espaldas en sus triunfantes expediciones. Mas cuando aplacado el primer dcs- 6rden de la conquista, vieron pasar a las costas de la Be"tica nue- vos eje"rcitos, y supieron los castigos impuestos por los Califas a Muza y Abda-1-aziz, acusado el primero por su rapacidad y perse- guido el segundo por atribuirsele el proyecto de coronarse rev de Espana; cuando tras estos amires contemplaron en el gobierno a los walies Ayyub-ben-Habib, Al-Horr-ben-Abd-er-Rahman y As- samh-ben-Maleq, los cuales procuraban no solamente afianzar la conquista, dando forma a la administracion publica, sino llcvar tambien al otro lado de los Pirineos las armas musulmanas; cuan- do recibieron, por ultimo, la nueva de que los Califas confirma- ban los asientos y capitulaciones, concedidos por sus generates a las ciiidades de la Peninsula, perdida ya la ultima esperanza de salvacion, comprendieron todala magnitud delinfortunioque sobre ellos pesaba, condenados a tan largo como enojoso cautivorio ' . turn)) (Id., cap. XXIV). R. Dozy, cuya Hlstoria de los Musulmanes de Espana llcga a nosotros al imprimir cstos capitulos, admile sin conlradiccion cstos hcchos y les atribuye la influencia dcbida (tomo II, cap. II). Rcspccto del re. sultado que produce en los espafioles cl iudiscroto comportamiento dc los hebreos, puede consultarse cuanto observanios en cl Ensayo I de nueslrns Es- tiidios histuricos, polilicos y lilerarios sobre los jitdios de Expand. \ Convenienle juzgamos advcrtir, y ya qucda indicado, quo ui r\ niisino \0 HISTOIUA CRlTICA DE LA LITER ATUKA ESPASOLA. En efeclo: los dcscendientes del falso profeta, que habian suje- lado al carro de sus victorias la mitad del mundo, tenian resuelto iiiriquecer sus dominios con las celebradas tierras de Anddlus *, Muza-ben-Nosayr, ni el conde don Julian, ni los hijos de Witiza sospecharon siquiera quepudicse ser facil laconquista del imperio de Ataulfo. Los magna- tes visigodos solo pensaron en vengarse de don Rodrigo, a quica veian como usilrpador: Muza, lleno de desconfianza y ajeno del proyecto que por lo co- mun se le atribuye, tcmia provocar el enojo de reyes tan podcrosos, limitan- dose una y otra vez a simples expediciones. De los hijos de Witiza dice el ar- zobispo don Rodrigo, narrado su proyecto de traicion, el cual no pasaba de apodcrarse del reino, muertoel hijo de Teodoredo: Non enim crcdebant quod possent, vel vellent arabes patriam rctinere (Lib. Ill, cap. XIX). Importa pues notar, para comprender como es posible tan inverosimil catastrofe, que hundido en la corrupcion, que en el anterior voliimen bosquejamos, y per- dido el antiguo esfuerzo de sus fundadores, no podia ya el imperio visigodo con su propio peso, y vino a tierra al primer empuje de sus enemigos. Lo in- esperado de la invasion y la rapidez de la conquista la presentaban como efi- mera y pasajera; y solo al cxcitar la codicia de los Califas orientales con sus inauditas riquezas, pudo temer Espana la perdida de su libertad y la servi- dumbre de sus hijos. i Comun opinion ha sido, aun entre los mas doctos, tracr el nombre de Andalucia de los Ydndalos, formando la palabra Vandalosia y de esta aquella. Asi lo crcycrou el arzobispo don Rodrigo (Hist. Wand., cap. XXII), Rodri- go Sanchez de Arevalo (Hist. Hisp., I. a pjxrte, cap. VII), Antonio de Nebrija (In praef. Decad.), Ambrosio de Morales (Cronica gen., lib. XI, cap. XIII), Mariana (Hist, general, lib. I, cap. IV), y con ellos los cxtranjeros Volfango Lazio, Grocio, y olros no mcnos celebrados por su erudicion en la republica de las letras; y asi lo indica tambicn en nucstros dias el ya citado R. Dozy, estableciendo sin embargo comocierto que nacido aqucl nombre entre los mu- bulmanes, debc buscarse en sus historiadores la razon dc su exislencia. Ha- bicndo pasado al Africa los vandalos por la anligua Traducta, segun exprcsa Gregorio Turoncnsc, tomo aquella peninsula el nombre dc Anddliis, quo con- servado hasla cl dcscmbarco de Tarif, dio motivo a que se aplicase esle nom- bre a toda Espafia. D'>zy acota con El-Razi, Bayan Almoghreb, y cl autor del Ajbar Machmua, todos escritores arabes (Reclierches sur riiistoire polilique et litteratre d'Espagne, scgunda cd., pags. 310 y 311). Muy rcspetable nos pa- rcce la opinion de eslc orienlalisla; mas tcniendo en cucnta que todos los es- critores coclancos a la invasion y a la permanencia dc los vandalos en las re- giones mcridionales dc Espana, dan a estas constanlcmenlc el nombre AcBeli- c, y no hallandosc ni en los coucilios ni en las leyes dc los visigodosmcncion alguna dc aquella pcrcgrina denominacion, que tampoco sc cncucnlra en el iso, lostijjo dc visla dc la invasion muslimica, no parcccra capiicliosa la I'ARTE I, CAP. XI. ESCIUTORES DE LA INVASION MAHOMETANA. \\ consideradas por ellos como las puertas de Europa; y no olvi- dando el precepto del Koram, que ordenaba la gucrra santa, creian llegado el momento de someter a su Imperio la otra mitad del Universo. ccllaced guerra (decia Mahoma) a cuantos no crean en Dios, ni en el ultimo dia; a cuantos no consideren como ve- dado lo que Dios y su aptistol les ha prohibido, y a cuantos no profesen la verdadera religion entre los hombres de las Escritu- wras. Hacedles guerra hasta que paguen el tribute con sus pro- pias manos y scan enteramente sometidos *. Impulsados por ;sle mandamiento, en que so condenaba igualmente a los id61a- ras, a los judios y a los cristianos, habian pues sojuzgado los .'alifas todos los pueblos, adonde enviaron sus banderas, exten- (icndo el dominio de su religion con el dominio de su espada. Mas la misma rapidez de las conquistas, que en menos de uu iglo habian acometido y consumado, llegaba a desnaturalizar .quella temible propaganda: faltando brazos para realizar tan ,randes empresas y tiempo para que los pueblos dominados ac9p- aran la religion de Mahoma, vi6ronse los mismos Califas forza- Jos a componer sus ej6rcitos de hombres de todas creencias, tem- v>lado ya el primer vertigo del fanatisrno, y un tan to sobrepuesta .a dominacion politica a la dominacion religiosa. Esto, que habia sucedido en el Asia cristiana, donde hal!6 el Islam mayor resis- duda que sobrc cl particular abrigamos, resistiendosc a nucstra razon cl quo solo sc conservara para conocimicnto de los arabes el indicado nombrc y con cl la tradicion de los vandalos, olvidados mas hacia de trcscienlos afios. Mas natural sc ofrcce (y este diclamen sigucn notables arabistas) que el nombrc dc Andalucia sc tomara de la voz arabiga And d los 6 Anddlus, ~JjjjM, con que sc dice designaron los mahomctanos las licrras occidcnlalcs del contiucnlc curopeo, cuya parte postrema era Espaiia, que recibio en su tolalidad cl indi- cado nombrc. (Vc'ase el Xerif-al-Edrisi, apellidado cl Nubicnsc, Description dc h.tpana, climas IV y V, I. a Partc, y las Historias de Al-Anddlus por Abou- Adhari, Dcscripcion dc Al-Andalus y sus antigiicdades, ad inil.). Rcducido cl dominio sarraceno a la Betica, hubo dc fij.irse por ultimo en clla esta dcno- minacion, vulgar ya en tiempo del arzobispo don Rodrigo. A esta opinion sc inclinaron don Nicolas Antonio en el sigloXVII.y cl Maestro Florcz y cl eru- dito Casiri en el pasado (Expand Sagntda, tomo IX, trat XX\ T III, cap. IV; Bibl. Vetus; Bibl. Arabico Htsp.) i Sura IX, vcrs. 2. 12 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. tencia que los alfanges agarenos, se reproducia con grandes cro- ces en el Africa, tierra fecundada con la sangre de los marli- res de Cristo y alumbrada por la doctrina de los Tertulianos y. Agustinos. Caando avasallado el Egipto, cayeron las huestes niahometanas sobre aquel extendido continente, para arrebatar al Imperio bizantino una de las mas preciadas joyas de su insegura tliadcma, y a la monarquia visigoda una de sus mas f6rtiles pro- vincias *, no solaraente era profesado el cristianismo en las popu- losas ciudades dominadas por los griegos y los godos, sino que penetrando mas alia del Atlas, luchaba contra la idolatria y el ju- daismo, desvaneciendo al par las supersticiones de los adoradore? del fuego y de los astros. Los amires del Africa, que recorrieron victoriosos desde las fronteras de Egipto al Estrecho de H6rcules y desde las playas del Mediterraneo a las regiones etitipicas, si lograron no sin dificultad eciiar sobre la cerviz de tantos pueblos el yugo de los Califas, no pudieron imponerles en un solo dia la mentida f6 de Mahoma, como que siendo imposible desarraigar las creencias por tantos siglos abrigadas, se hubieran estrellado to- dos sus esfuerzos en aquella temeraria empresa, aventurando sin duda el fruto de sus victorias * . A.sf, aunque eran emprendidas todas las guerras en nornbro del principio religioso, consignado en el Koram; aunque los que se tenian por verdaderos creyentes clamaran con el entusiasmo de, \ Scfialando cl arzobispo don Rodrigo la extension de la destruida monar- quia de Recaredo, escribia respecto de las posesiones visigodas del lado alia del Estrecho: Et in Africa et una provincia decem civilatum, quacTingitania dicnbalur, ad gothorum dominium pcrtinebat (Lib. Ill, cap. XX). Esta pro- vincia se extcndia dc mar a mar y era la antigua donacion hccha por el cm- perador Olhon, como en su lugar manifcstamos con Tacito (tomo I, cap. I, pagina 27). 2 No deb-; olvidarsc quo la posesion de Africa costo a los seclarios de Mahoma cinco cxpcdicioncs, habiendose mencster el espacio dc scscnta y siete afios para domeiiar las tribus quo tenian su asiento en las vertienlcs del Atlas. Muza, ultimo dc los amires quo dieron cima a esta conquista, despues de habcr empleado el terror, logro alraerlos a su-dominio, halagando sus an- ti^'uas supcrsticioncs de raza y aun afectando sus costumbres (Veasc sobre ffclo punlo el cap. II del tomo II de la Hixloria dc Espana de Mr. Rossccuw '!< Saint-Hilaire). PARTE I, CAP. XI. ESCIUTOUES DE LA INVASION MAHOMETANA. !.'{ los primeros dias del islamismo \elcombatel \elcombatel \elpa- raisul \el paraisol, ui se ejecutaban ya los grandes proyectos militares de los Califas con la intolerancia religiosa de los que re- cibicron de Mahoma el legado de extender su falsa prcdicacion por medio del hierro, ni hubiera sido tampoco realizable, sin tro- car el curso natural de las cosas, que ej6rcitos compuestos en su mayor parte de hombres que abrigaban creencias religiosas con- trarias al mismo Koram, aparecieran cual facil y adecuado ins- trumento del fanatismo musulman, caracter distintivo de la pri- mitiva propaganda. Esta inevitable declinacion del fanatismo, que parecia preludiar en cierto raodo la ulterior separacion del elemento politico y del olemento religiose, habia pues dado un caracter humano a las conquistas de los arabes, quienes fijando la vista en las riquezas materiales de las naciones, pensaron mas bien en su despojo que en redimirlas del error en que las suponian. Tal habia acontecido en Africa, y no otra cosa sucede respecto de las Espanas: cuando la venganza 6 la perfidia abrieron a las armas mahometanas el Estrecho de Hercules, no solamente era muy reducido el numero do los arabes que pasaron a las costas de la Betica l , sino que cl grueso de los ejercitos de Tariq y de Muza distaba mucho de profesar el culto de Mahoma. Allegados de multitud de gentes, rontabanse al propio tiempo en sus filas las reliquias de los wan- dalos y los bizantinos, los presidios de las ciudades visigodas del liloral tingitano, los id6Iatras berberiscos de las vertientes del Atlas y los gentiles que habian sobrevivido a los sacudimientos del antiguo mundo; filiandose tambien bajo sus banderas, ganosos de mejor fortuna, los descendientes de Judah, arrojados a aque- { Dando cucnta Aben-Jaldon dc las falanges dc que Tariq era caudillo, escribe: Tariq-ben-Zeyad recibio de Muza el mando de Tanja, donde sc ins- tal6 con doce mil berberies (africanos) y vcinlisiete arabes, encargados dc enscfiar a aqucllos neofilos el Koram y la ley. Estos debieron ser los pri- meros arabes que pasaron cl Estrecho. No puede decirse lo mismo de las fa- langes de Muza; y sin embargo cs licito asegurar que era por extrcmo rcdu- cido cl numero de los arabes que.se conlaron cntre los dicz y ocho mil com- haticnlcs que Irajo it Espana en 712. 14 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. Has costas por la espada de Tito l . Hombres de tan contraries orf- genes ydistintas religiones fucroffpues los que derrocaron en tan breve te"rmino y con ocasion tan liviana el trono visigodo -: ni los traia contra Espana el fanatico ardor de la creencia musulmana ni , apegados naturalmente a las que ellos recibieron de sus padres, hubieran consentido, sin propia exposicion, en arrancar de nues- tro suelo el labaro de Constantino, abrazado por Recaredo y re- verenciado por la nacion entera. Arraigado profundamente en esta el catolicismo, tampoco hubieran cometido los amires del Africa la punible torpeza de comprometer a sabiendas el fruto de sus victorias, deslustrando asi a los ojos de los Califas sus niere- cimientos en la conquista de la envidiada Anddlus, que parecia compendiar todas las grandezas y maravillas de la tierra. No fue, no pudo ser por tanto el espiritu de la primitiva propaganda el que animaba a las falanges de Tariq, de Muza y de Abda-1-aziz, al someter al poderio de Damasco la Espana de Rodrigo : su con- quista, perdido ya el caracter religioso de aquellas grandes em- presas, que habian llenado de consternacion al mundo cristiano, 1 Vease el cap. I de nuestros Estudios historicos, polfticos y literarios so- bre. lotjudios de Espafia, Ensayo I. Respecto dc los demas pueblos que traje- ron los arabes a Espana, conviene advertir que no solamente los ya mencio- nados, a que se deben afiadir los sirios, egipcios y persas, que scguian sus banderas, sino tambien crecido numero de gcrmanos y eslavos caulivos, pa- ganos del nortc, y hasla cristianos de Italia y de las costas adriaticas aumcn- taban sus formidables falanges (Saint-Hilaire, Hist, de Espana, lib. Ill, capi- tulo II). Esta contradictoria variedad de razas no podia ser prenda de unidad en la conquista, ni aun siquicra garanlia de orden en la posesion del territo- rio, como adelante advertiremos. 2 El diligente Garibay, aunque dcsprovisto de los estudios realizados en los ultimos tiempos, decia al narrar la conquista: Mas quiero advertir a los lectores que no es verosimil, ni yo tengo por cosa verdadcra, que cstas gentes llamadas morot, que de Africa pasaban a Espana, eran todas ellas sc- guidoras de lasccta de Mahoma, sino siibditos y vasallos de los reyesmaho- ))metano8 (Comp. hitt., lib. VIII, cap. I). Vease pues como ha bastado el buen sentido para comprcnder que no pudo llevarse a cabo la conquista dc Espana, sino con los medios posibles en lo humano; de dondc debian deri- varse las condiciones naturales dc su rcalizacion en lo social, lo politico y lo rioso. PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMETAISA. 15 quedd, a pesar del precepto del Koram y del ardiente fanatismo de los primeros Califas, reducida a la simple adquisicion del tcr- ritorio, donde solo era posible establecer con aquellos medios una dominacion material y politica. Tales son pues los fundamentos histtiricos de la conquista maho- metana y las razones que explican la conducta de los sectarios de Mahoma, al asentar su planta en el suelo de la Peninsula IbeYica, por mas que se haya hecho moda en nuestros dias el admirar y encomiar su tolerancia, para exagerar ciegamente su cultura. Al conceder a los espanoles el ejercicio de su religion, dejandoles una sombra de libertad en la administracion interior de los mu- nicipios, cedian los amires al torrente de las circunstancias en que se hallaron al emprender la conquista, y al peso incontrasta- ble de las condiciones con que podian asegurarla. Reservandose el imperio de las armas y el gobierno supremo de la republica, sujetaron a su dominio la poblacion cristiana, que halagando fuerza de sacrificios pecuniarios las miras interesadas de los ven- cedores, no repard en empobrecerse, con tal de conservar la f6 de sus abuelos y el ejercicio por extremo restringido del culto cattilico *. Como al caer sobre Espana los barbaros del Norte, de cuya ferocidad triunfaron los visigodos, se habia salvado la Igle- sia del contagio del arrianismo, asi en mitad de aquella pertur- bacion que habia quebrantado los fundamentos de la sociedad, lograba tambien salvar por de pronto el dep6sito que le estaba encomendado, perseverando la organizacion del sacerdocio y de la liturgia en la misma forma ordenada por los concilios de To- ledo*. Bajo estas condiciones, que debian ser alteradas por los 1 Adelante volveremos a tocar mas latamente cstc punto: por ahora nos cumple sin embargo afiadir que en Cordoba, asiento de los amires y silla dos- pues del Califato, solo vino a quedar a los cristianos, con mengua de las ca- pitulaciones, una iglesia, siendo destruidas todas las restantes. Era aquella la catedral, consagrada bajo la advocacion del martir San Vicente; pcro no tar- daron mucho en ser despojados primero dc la mitad y luego del todo de nquel templo querido, que se converlia, como otrosmuchos, en mezquita. En cam- bio lograban que se les permitiese reedificar algunas de las basilicas dostrui- das, bien que no sin el pcligro que en su lugar veremos. 2 Se ha crcido y afirmado por muchos escritores nacionalos, oxngcrando 16 HISTORIA CRlllCA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. extraordinarios sacudimientos de la anarquia, que devora en bre- ve ft los conquistadores, y por el excesivo ardor religiose de Jos cristianos, pareci6 consolidate la obra de Tariq y de Muza, ol- vidado ya el estrago de los combates y desvaneoida toda espe- ranza de salvacion abrigada por los espanoles. Mas no era igual la suerte que alcanzaba ft los cristianos, for- zados ft sufrir el yugo de los amires: mientras que lloraban en dura esclavitud aquellos desafortunados guerreros, ft quienes el furor de los vencedores perdonaba la vida en el trance de las ba- tallas *, recibian los titulos de prolegidos y confederacies los que se sometian voluntariamente 6 capitulaban en sus ciudades y for- las palabras del arzobispo de Toledo arriba trascritas (pag. 7, nota 2), que dcsde la invasion mahometana no quedaron en Espana ni obispos ni santua- rios. A desvanecer este error acudio ya con notable copia de docuraentos el docto Florez en varies pasajes de la Espana Sagrada, y mas de proposito en el tomo V, trat. V, cap. V, dondc con la autoridad de irrecusables documen- tos y cl testimonio de Elipando, San Eulogio, Alvaro Cordobes, Samson y otros escritores coetaneos, demostro la vcrdad del hecho que aseveramos en el texto. De notar es no obstante (y en este punto no reparo Florez) que por ofecto de aquella misma organizacion vino a quedar la Iglesia sometida a do- lorosa servidumbre. Propio derecho de los reyes habia sido en la monarquia visigoda la convocatoria de los concilios y la aprobacion de los obispos (Con- cilio XII, can. VI y otros): reservado este derecho primero por los amires, re- presentantcs de los Califas de Oriente, y despues por los Califas de Cordoba, era un verdadero elemento de opresion, que producia con, el tiempo los mas afrcntosos resultados. De ello nos dara tristes ejemplos cl capitulo siguientc, pudicndo desde luego asegurarse quo si las capitulaciones mahometanas de- jaron alguna libertad al culto, avasallaron vergonzosamente a la Iglesia Ca- tolica *. i Expand Sagrada, tomo V, trat. V, cap. V, pag. 307. Largos afios despues de tcrminados cslos estudios, llega a nuestrasmanos la Historia de los Musulmanes, dada a luz por 11. Dozy (1861): este escritor, nada i-ospechoso tocante a los cristianos, segun despues vcrcmos, dice res- peclo del punto aqui tratado lo siguicnte: E1 cullo era ;libre, pero la Iglesia no lo erau (tomo II, pag. 16), rcconocicndo y ponicndo de relieve la dura y vergonzosa scrvidumbrc, a que se la sujetaba, como resultado del derecho conscrvado por los Califas cri orden a los concilios y a los obispos. No olvi- demos las onsccuencias de oste hccho, capital en la hisloria dc los mozarabos. PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMETA1SA. 1*7 talezas *. Eran los primeros conducidos en gran numero a la c6rto do los Califas, como trofeo do las victorias logradas sobre los es- panoles, y condenados por tanto a expiar en tierra extrana su es- fuerzo y patriotismo 2 : los segundos, que formaban la parte prin- cipal de la poblacion cristiana, conservaron en cambio sus pro- piedades, bien que gravadas sucesivamente de excesivos tributos, llevando mas adelante el nombre de mozdrabes, con que los reco- noce la historia 3 . A. estos pobladores cristianos, que se ostentan en mitad de los musiimes, cual unicos depositarios de las tradiciones de la monar- quia visigoda, se dirigen todas las miradas del historiador y del filo'sofo, al contemplar la gran catastrofe de aquel renombrado Imperio. Profanados 6 destruidos los principales templos del cato- licismo, que ya fueron convertidos en mezquitas, ya prestaron sus 1 Los arabes daban, con efecto, el nombre de adzimma [iL/ jjl] y moaltid f ,XLx/l a los cristianos que en virtud de las capitulaciones rcconocieron su seiiorio: tambien los apcllidaban etches f^ 6 ] infieles; agemies f barbaros, ramies [~ -Jn romanos y kuttes [ JbyOn godos, danJo a co- nocer de csta manera el diferente orfgen de una y otra raza. Debe adverlirse que el lilulo de romanos fue aplicado dcsde luego a los cristianos indepen- dienles. 2 Ya va indicado arriba: cuando Muza fue llamado a Damasco por el Ca- lifa, dcinas de los inmcnsos tesoros que habia sacado de Espaiia, llevo con- sigo trciuta mil caulivos crislianos, segun afirman los mas autorizados histo- riadores arabes, contandose entre ellos cuatrocientos godos de la primera no- bleza, los cualcs aparecicron en lacorte de los Califas lujosamente ataviadosy ornadas las siencs con riquisimas coronas de oro. Este cjcmplo de Muza, que recuerda las fastuosas ovaciones dc los consules y empcradores romanos, no carccio de imitaciones, por desdicha de los espanoles que aun osaron rcsistir el impetu de la morisma. 3 Mucho se ha disputado para fijar el origen de la palabra mozdrabe 6 muzdrabe: los latinistas ban crcido que se componia de las voces mixtus y arabs, dc donde salia mixti-arabes, y de aqui mozdrabes, dcsignando as cierta mczcla de arabes y cristianos que rechaza la ortodoxia de estos inora- dores: los orientalistas la tracn del parlicipio mostarab [^_sj*-. i.u^.j] , deter- minando la manera dc vasallaje que los cristianos rcconocian bajo la domi- nacion musulmana. La voz mostarabe significa arabizado. TOMO II. 2 18 HISTORIA CRlTICA DE LA LITEUATURA ESPAINOLA. despedazadas reliquias para erigir otras nuevas *; reducidas al in- terior de las iglesias las ceremonias del culto, quo debian tam- bien celebrarse a pucrtas cerradas; y prohibida por ultimo toda procesion religiosa 6 publica muestra de cristianismo 2 , revelan 1 La historia de las artes es sin duda una de las mas claras fuentes, adon- de neccsita acudir el vcrdadero investigador para comprobar a menudo los hechos que se consuman en las esferas sociales y politicas. Examinadas las primitivas mezquitas debidas a la dominacion m'ahomclana, que han llega- do felizmente a nuestros dias, descubrimos en cllas no solamenle la forma ge- neral de las basilicas cristianas que prcceden a la invasion, sino tambien los capitelcs, basas, columnas, frisos y demas ornamentos que las cnriquecieron, conforme nos habia enscfiado el docto Isidoro. Guiados por cste cstudio, rea- lizado en nuestra Toledo Pintoresca, y ampliado al clasificar el Arte mudejar (Discurso leido ante la Real Academia de San Fernando, 18b'9) e ilustra la his- toria del Arte latino-biz-antino en Espana (Mem. de la Real Academia cilada, i861), nos es posible comprender de una parte el estrago causado por los in- vasores en la Peninsula, y de otra la influencia que el arte cristiano, dcriva- cion indubitable del antiguo, ejerce en los mahometanos que dominan nues- tro suelo, desde los primeros dias de la conquista. La Espana visigoda (de- ciamos) alesoraba grandiosos monuincntos de la civilizacion romana; la Republica y el Imperio la habian enriquecido a porfia con suntuosas cons- wtrusciones; Cordoba, Merida, Sevilla, Italica, Zaragoza y Toledo se engala- naban todavia con sus magnificos anfiteatros y sus circos, con sus alcazares y pretorios, con sus regaladas termas y soberbios arcos de triunfo; Segovia y Tarragona, Evora y Braga ostcntaban los magnificos templos y los gigan- tescos acueductos que desafian aun la safia de los siglos; el Tajo y el Anas, cl Betis y el Ebro veian domada su corriente bajo el peso de inmensas y ro- bustas fabricas, destinadas por la arrogancia de sus autorcs a permanecer Henhieslas in saecula mundi. Todo pregonaba a vista de los conquistadores la grandeza y majestad de Roma, heredada y aun cxagorada con el egemplo de Bizancio por los reycs visigodos; todo vino a herir al par su imaginacion lozana y juvcnil, naciendo en su pecho el vago anhclo de unir aquellos nue- vos tesoros (romano-latino-bizantinos) a los ya recogidos en sus pcregrina- ciones triunfalos del Orientc (Discurso sobre el arte y eslilo mudejar, pagi- nas 10 y il). Qucdcn pues rcconocidos estos hechos, de suma importancia para dcterminar lo que dcbiu la civilizacion espanola a los mahomclanos en los primeros ticmpos dc su dominacion, y para nosotros dc exlremado precio, porquc sc enlazan eslrechamente con la historia dc las letras. Adclante nos serd dado explanar estas indicaciones. 2 Uno dc los documcntos diplomaticos que prueban la exactitud de estos licchos, es sin duda la escritura 6 cartn de juzgo, publicada por Sandoval (en su flixtoria de los cinco obispox, pig. 80) y otorgada en Coimbra en la era 772 PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMET AISA. 10 sin embargo los mozarabes en la firmeza de sus creencias, en su organizacion, en sus costumbres, en su literatura, el sello carac- teristico de aquella civilizacion, que habia producido tan eminen- tes varones como los Isidoros, Eugenios 6 Ildefonsos. Llamados a sostener en ol campo de la inteligenoia, la misma Incha comenzada ya por el hierro de los que proclamaban en las montanas de As- turias su antigua independencia, acrisolabase en ellos, con la contradiccion y la desgracia, el sentimiento religiose hasta pro- vocar el martirio; y celosos de la herencia de sus padres, custo- diabanla con esraerada solicitud en medio de los peligros y sobre- saltos del cautiverio, para devolverla a sus hermanos, llegado el momento del triunfo. Pero si importa mucho considerar la peregrina constitucion de los mozarabes bajo la dominacion mahometana, si es de sumo in- tere's seguir todos sus pasos hasta verlos acaudalar en Toledo con las reliquias de las letras visigodas a los cristianos que rescatan aquella famosa ciudad del poder de los mahometanos, y perecer en Ctirdoba y Sevilla bajo el despiadado alfange de los almoravi- des i, no menos interesante y sorprendente es el contemplar en un rincon de la antigua Cantabria un punado de hombres, que resueltos a morir antes que doblar el cuello a la coyunda sarra- cena, inauguran la mas grande y tenaz lucha que refiere la his- toria del g6nero humano. Al grito de independencia, que' resuena mas tarde en la Pena Horadada y en San Juan de Jerusalem, dando nacimiento a dos distintas monarquias, se echaban los cimientos a una constitu- cion, cuyas bases debian diferir en gran manera de las que ha- de Cristo [afio 147 dc la Egira] por Albohacen-ben-Muhamad-Alhamar-bcn- Tariq. En cste raro cscrito, de cuya autenlicidad se ha dudado sin el dcbido fundamenlo, sc decia: ((Christian! pectent duplicilcr quam mauri, et de ecclesis per srngulas XXV pcsantes de bono argento et per monasleria pec- tent L pesantes Presbyter! non faciant suas missas nisi portis cerratis...n Solo a los mozarabes de Cordoba, de quienes hablaremos con mayor deteni. miento en el siguienle capitulo, Cue concedido el privilegio de convocar a los fleles al toque de campana y conducir piiblicamente los cadavcres al cemen- terio. 1 Vease el capitulo sifuiente. iO HISTOIUA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. bian servido de fundamento a la monarquia visigoda: acogidos a la aspereza de las montanas corto numero de oristianos, a quie- nes hacia su pobreza mas dura 6 insoportable la opresion de los musulmanes, mientras permanccian los ricos en las provincias sojuzgadas, gozando de sus bienes bajo el seguro de los pactos *, echaban alii los firmes cimientos de la nueva sociedad politica, que debia tener con el tiempo prodigioso desarrollo, hermanados todos los intereses, antes enemigos 6 ri vales, y concertadas las li- bertades publicas con la suprema autoridad de los reyes. A.quellos hombres, hijos ensu mayor parte de la primitiva raza espaiiola 2 , 1 Uno de los mas doctos investigadores de las antigiiedadcs cspanolas, tratando de ks capitulaciones concertadas con los mahomctanos, dice al lie- gar a Toledo: Muerto ya el rey don Rodrigo, destrozado el ejercito y con el, como es natural, la flor de la nobleza de la corte, qne era Toledo; puesto todo el reino en confusion y llenandole de terror y cspahto los vencedores, ^quepudo hacer csta ciudad sino capitular la entrcga, especialmente vivien- do en Toledo enfbnces, como sucede siempre en las cortcs, la gente mas rica, mas arraigada en el pais, mas acostumbrada al rcgalo y al ocio, y por con- siguiente la m.is debil y afeminada?... Y cstas capitulaciones, ^por quiencs se otorgarian sino por la primera nobleza goda, para poner a cubierto sus mujeres, sus hijos, sus casas y haciendas?... Huirian sin duda algunas gen^ les a otras tierras asperas y fragosas; mas la mayor parte de estas serian pobres, que nada abandonaban, singularmente no habiendo ya rey ni cabeza, a quien seguir (Burriel, Memorias de las santas Justa y Rufina, Mss. de la Bibl. Nacional), La servidumbre sarracena peso en cfccto principalmente so- bre los que no podian rcscatar con el oro la dureza dc la opresion; y como los pobres y dcshercdados, demas de la grey esclava, cran en su mayor parte los descendientes de la raza hispano-latina, de aqui el que excluidos de hccho de las capitulaciones, buscasen alivio a la persecucion mahomctana en las mon- tanas del Norte, inaccesibles a las falanges sarracenas. 2 Sobre lo que dejamos indicado en la nota anterior, sera oportuno reeor- dar la forma en que los mas granados historiadores reficren el alzamiento de Pelayo. Mariana escribe: En el valle que hoy se llama Cangas y entonccs uCanica, toco tambor y Icvanlo cstandarle. Acudio de todas paries gcnte po- bre y desterrada, con esperanzadc cobrar la libertad, etc. (Lib. VII, cap. I). Y hablando de la persecucion que dispusicron lucgo los mahomctanos, prosi- gue al mcncionar las ciudades, requcridas y conjuradas por don Pelayo para que no faltasen a la causa comun: Los mas, por menosprecio del nuevo rey y por micdo ds mayor mal, se qucdaroncn sus casas: quorian mas cstar a la wmira y aconsejarse con el tiempo, que haccrse parte en negocio tan dudoso. PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMET ANA. 21 no podian en efecto admitir por base do su nueva 6 indispensa- ble organization las antiguas leyes, quo ponian todas las honras y distinciones en manos de los visigodos; y cuando divulgado su extraordinario heroismo con la fama de Covadonga, acuden los descendientes de "Wamba y Recaredo a segundar los generosos esfuerzos de Pelayo, caducada ya la posesion del territorio, que era necesario recobrar al precio de la sangre, ni pudo sostenerse el privilegio de raza, que sobrevive a Receswinto, ni en medio de los conflictos que amenazaban sin tregua a tan alentados guerre- ros, podian hallar entrada odiosas y delete" reas distinciones. Siendo una la necesidad apremiante de todos, y uno el pensa- miento que los congrega bajo los pendones de Pelayo, uno fu6 tambien el titulo de toda honra para lo presente y de todo en- grandecimiento para lo futuro: el valor, unica prenda que subli- maba entre si y estrechaba de una manera indestructible los vin- culos que unian a aquellos paladines de la religion y de la patria, llegaba a ser el titulo preferente de toda propiedad y el solo y desembarazado camino de toda nobleza. Asi el que era ayer oscu- ro, pobre y plebeyo, compraba hoy en medio del combate el lustre, la hidalguia y la riqueza, que lo elevaban manana a la gerarquia de los condes y de los magnates: asi el siervo, que siguiendo las huellas de su senor, llegaba al real de los cristianos sujeto toda- via a su tutela, conquistaba hoy con el esfuerzo de su corazon la libertad ardientemente deseada, y escribiendo manana con el hier- Narrando el peligro de Pelayo, al acercarse alvallede Cangas las huestcs de Alcaman, compuestas en no pequefia parte de cristianos visigodos, capitanea- dos por don Opas, aiiade: Fuera locura hacer rostro con aq^ella gentc des- >,'armada y ciscada de micdo, al enemigo feroz y cspantablc por tantas victo- rias como tcnia ganadas (Id., id., cap. II). Ahora bien: ^pucde aplicarse ninguna de estas calificaciones a la opulcnta nobleza visigoda, queproscguia gozando en las ciudades de sus codiciadas riquczas?.,. Y si no es dado coine- ter a sabicndas error scmejante, ^como se hade atribuir a la raza visigoda la gloria de haber lanzado elgrito dc indepcndencia en el valle de Cangas?... Ni como se hade repetir la afortunada frase dc Mariana, cuando dice quc de la ascpuUura dc aquella gentc nacio y se Icvanto una nueva y santa Espaiia, a no rcconoccr quc habia cambiado del todo la base de aquella sociedad, en la forma quc vamos establcciendo? 22 HISTORIA CRtTICA DE LA LITER ATUKA ESPANOLA. ro de su lanza la ejecutoria de su hidalguia, erigiase tal vez en tronco y raiz de una familia de heroes. Estos y no \otros son, en nuestro juicio, los fundamentos so- bre que se levantaba la nueva sociedad, rompiendo todo forzado enlace con la antigua monarquia visigoda. Todas las tradiciones politicas se habian quebrantado: todos los derechos debian pues emanar de nuevas fuentes; y si en aquella sociedad asi reconsti- tuida, donde era el simbolo de la potestad real una espada y el reino un campamento, alcanzaban los descendientes de la nobleza visigoda preponderancia 6 valia, debido era exclusivamente a su denuedo personal, y no a la antiguedad y lustre de su linaje. Aquella aureola que ostenta siernpre el valor, aquel noble ascen- diente que rodea a los varones de levantado corazon y grandes pensamientos, y aquella aura popular que llevan tras si las em- presas dificiles, acometidas y realizadas en bien de todos, eran los unicos fiadores de la gratitud y del respeto con que recibia la muchedumbre los servicios de sus primeros capitanes, colman- dolos siempre de larga y segura recompensa. Estos capitanes, ya salidos de la raza hispano-latina, que recobraba al cabo su dignidad y su antigua bravura, ya de la raza propiamente goda, que despertaba tambien de su letargo, formaban la base durable y esclarecida de la nobleza espanola 1 .Habia la visigoda estribado i He aqui el sentido en que dijimos en el capitulo anterior que habia pe- recido en Guadalete la odiosa ley que no habia logrado borrar la generosidad de Receswinto. Este origen inevitable y popular de la nobleza propiamente espanola, fue reconocido constantcmcnte por los hombres de mas alto naci- miento: prescindiendo de las declaraciones del Rey Sabio, hechas enlasPar- tidas sobre las fuentes de la hidalguia (Partida II, tit. XXI, ley II), sera bien traer a la memoria el juicio que sobre la nobleza heredada y la adquirida formaron ya en el siglo XV dos personajes tan ilustres como el infante don Pedro de Portugal y Fernan Perez de Guzman, scfior dc Batres. El primero decia en sus celebradas Coplas del menosprecio et contempto del mundo, al re- prender el vano orgullo de los nobles: Todos soinos fijos del primrro padre; todos IrjyriiMis ygual nasf iini^nto; todos avemos :i Kv por uiadrc; todos fjivmcis un acabaiiiicnto. Todoi tcneraos bieti flaco tiniicnlo; todos seremos en breve so tirrr.i, PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMETAN A. 23 principalraente en la opresion y envilecimiento del pueblo ibero, que al verse por ella despojado de sus riquezas, Ilor6 en vano su orfandad y aniquilamiento ' : la que se creaba en las montanas de Asturias fundabase por el contrario en la libertad de aquel pue- blo, cuyo rescate era la mas alta empresa de su valor y el fin su- premo de sus deseos y esperanzas. Tenia la primera cerrados to- dos los caminos a la raza vencida, y conservabase ajena de toda mezcla, escudada en sus inmunidades y privilegios: hija al par la segunda de la estirpe romana y de la visigoda, emanaba de un solo principio, teniendo en consecuencia abierlos todos los sende- ros al mismo pueblo, de cuyo amor y respeto pendia la sancion de sus legitimos titulos. Este consorcio y pacto espontaneo, que se perpetua en la duracion de aquella guerra dos veces santa, pues que iba a rescatar la patria y la religion del poderio de los sarracenos, hallaba firme 6 indestructible apoyo en el pensamiento y necesidad comun, que reunian bajo una misma ensena a los guerreros de Pelayo: Dios y liber fad eran las palabras misterio- sas escritas en la bandera que habia triunfado en Covadonga, y Dios y libertad debia ser el simbolo de aquella civilizacion, que se levantaba sobre tan anchos cimientos, iluminando al propio el proprio noblesfe meresQimiento, e quien al se piensa, yo pienso qae yerra. El segundo asentaba, al dcfinir la nobleza en sus Claras varones de Espana, poema todavia peregrino entrc los erudites : Digo que la gloria inata e de los padres trayda, non es tal nin tan beata, como la ques adquerida: nin por nuestros padres quiso darnos Dios el parayso; mas por buena ct saacta vida. La autoridad de estos magnates no puede ser sospechosa, probando que des- pucs de setecientos afios estaban abicrtas al pueblo las mismas puerlas, que le llcvaron a las mas alias gcrarquias del Eslado. En efecto, en el siglo XV no se habia operado aun el fatal divorcio de grandcs y pequefios, que hundio mas tarde la monarquia cspafiola en la dolorosa postracion dc que no ha po- dido todavia levantarsc. Algunas de estas observaciones han visto antes de ahora la luz publica (Discursos acadtmicos, 1800). 1 Veanse los capitulos VIII y IX del anterior volumen 24 HISTORIA CRiTICA DE LA LITER ATURA ESPANOLA. tiempo sus oreencias, sus costumbres, sus artes y sus letras, y brillando tras largas contradicciones en los vencedores estandar- tes de Isabel y de Fernando, clavados ocho siglos despues en las torres de Granada *. Lograban desde luego estas dos ideas su representacion sensi- ble, coronando aquel ediflcio la potestad suprema del Estado, que halla su mas firrae y constante auxiliar en la potestad de la Igle- sia. Dado el grito de independencia, necesitabase, para vivir, de un caudillo de acrisolada virtud y de probado esfuerzo, que re- flejando el espiritu de todos, encaminara a un solo fm.todas las 1 Algunos escritores cxtranjeros (entrc los cuales se cuenta ya el entendi- do Dozy) observan que la conquista mahometana no fue, generalmente ha- blando, una gran calamidad, no habiendo echado en Espafia muy profundas raices la religion crisliana. El hecho puede tener algun valor (y lo tiene en efecto) en cuanto se rcfiere a los esclavos, perseguidos por los concilios como paganos (V. el cap. "VIII del tomo anterior, p. 331) y alosvisigodos.lanzados en todo linaje de abusos, escandalos y torpezas, contraries al espiritu y letra del EvanjeUo, segun oportunamente demostramos (V. el cap. X del tomo pre- cedente). Pero no puede decirse otro tanto, sin complcta injusticia e ignoran- cia hislorica, de-la grey de cuyo seno habian salido primero los Yuvencos, Prudencios, Draconcios y Orosios, y mas adelante los Eutropios, Leandros, Isidores y Eugenios. La raza hispano-lalina, que habia realizado la gran tras- formacion dc que fue teatro el lercer concilio de Toledo, a costa de la persc- eucion y del martirio, no merece en verdad que se dude dc la sinccridad y fir- meza de sus crecncias, confundiendola con la raza visigoda y la descreida grey de los esclavos. Para ella, firme en la fe quo Iff habia alentado y fortale- cido en medio de tantas calamidadcs, era la conquista mahometana la mayor afrenta que podia afligir al cristianismo; y como le faltaban las riquczas con que saciar la rapacidad de los muslimes, templando la scrvidumbre, solo hallo remedio a sus males, asi rcligiosos como politicos, bajo aquclla bandera, en que resplandccian los nombres dc Dios y libertad, sintesis \vneranda de sus crecncias y dc sus aspiracioncs. La observacion a que nos referimos, decla- rando impolentc a la raza visigoda, cuya corrupcion era causa principal, si no unica, de la espantosa dccadcncia en que se habia aniquilado su imperio, es una prucba eficacisima, aunquc indirccta, de que la insurrcccion crisliana fue dcbida a lit raza hispano-latina, dcslinada a consumar en Covadonga, con la Irasformacion social y polilica del pueblo cspanol, el triunfo religioso, solem- nizado en Toledo por la varonil elocuencia de Lcandro. Dcspucs vcremos co- mo el lorrenle de los hechos dcspierta en Cordoba el sentimiento religioso dc la raza visigoda, hermanandola con la hispano-lalina, cual succdia ya en As- turias, bien que por causas difercnlcs, aunquc no dc olra csfera. PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMETANS. 25 empresas, moderando todos los impetus y distribuyendo con mano justa y equitativa lag recompensas y los castigos. Renacia la au- toridad real, como un hecho espontaneo; y Pelayo, a quien ape- llidaron los arabes Belay-el-Rumi, que habia encendido aquolla guerra, que parecia traer su origen de las familias visigodas, en quienes residio" siempre el derecho de elegibilidad a la co- rona * , y que era por ultimo tenido por el mas digno, vi6se in- vestido con dicba potestad, vinculando en sus deudos aquel dere- tiho, gozado antes por la primera nobleza de los godos 2 . Aspira- 1 Sobre este punto no existe evidencia historica: los cscritores de la edad media asicntan que era Pelayo hijo de Favila, duque (dux, gobernador) de Cantabria, y como tal visigodo. Sin embargo el nombre de Pelagius cs ente- ramente latino, segun ha observado antes de ahora un distinguido escritor frances de nuestros dias. El referido historiador escribe: Bien que le nom du due Favila (Faftla dicen los primitives Cronicones), pere de Pelayo, soil evi- dentment gothique, le nom dc Pelagius, dont les espagnols ont fait Pelayo, n'est par moins evidentment romain. Dailleurs le surnom de el Roumij (le ro- main)queles arabes joignent toujours nunom de Bela'i (Pelayo) indique assez qu'il etait considere par les deux nations comme espagnol indigene, titre auquel il due sans doute les sympathies des asturiens et de cantabres (Saint Hilaire, Hist. d'Espag., lib. IV, cap. I). Estas indicaciones no carecen en verdad de fundamento; y cuando reparamos por una parte en el empeno con que se hizo a San Leandro y a San Isidore nada menos que descendientes del ostrogodo Teodorico (V. el cap. VII del anterior voliimen), y eonsideramos por otra que el primer cronista cristiano que consigna el nombre de Pelayo y seuala su ascendcncia, florece en la corte de Alfonso el Magno, principe que se preciaba de heredar la magnificencia de los reyes visigodos y de restaurar su imperio (V. adelante el cap. XIII), no juzgamos tan probado como ciertos historiadores suponen, el origen godo de Pelayo. Como quiera, es bien consi- derar, aun dada la naturaleza del alzamienlo de Cangas, tal como lo dejamos considerado, que no podia ser obstaculo a la exaltacion de Pelayo el llevar sangre real goda en sus vcnas, pucs que no es posible borrar en un solo diacl prestigio de tantos siglos; y quilatadas las demas prcndas que le daban el primer lugar entre los sublcvados de Aslurias, no era del todo indiferenle aquella circunstancia. Los arabes no le llaman nunca elkutt,c\ godo. 2 El sabio don Alberto Lista, a quien, como va iiulicado en otro lugar, dc- bemos no pequcna partc de nucstra cducacion literaria, asienta que cste cam- bio se introdujo a imilacion dc los francos: aEstas mczquinas y limiladas monarquias, elcctivas en su principle, aunque dcntro de una familia, cos- tumbre que tomaron de los francos, abandonada la librc elcccion dc los vi- 26 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. base igualmente al triunfo de la religion, cuya cautividad era llo- rada por grandes y pequenos; y recogida en el seno de las mon- tanas la parte mas eiitusiasta del clero, mientras salvaba en aque- llas fraguras sus venerandas tradiciones, con los tesoros de las ciencias yde las letras, revestiase de nuevoespiritu,excitando con su voz y con su egemplo el denuedo de aquellos campeones de la libertad, cuyas armas bendice en el momento del combate. Her- man adas en esta forma la politica y la religion; borradas del todo las antiguas distinciones de raza, que precipitaron la decadencia de los visigodos, y unidos estrechamente por la ley suprema de la necesidad cuantos acuden al hertiico llamamiento de Pelayo, se inaugura pues la grande obra de la reconquista; y los que des- preciados por los amires cual foragidos, eran considerados como indignos de ejercitar su valor ', afianzaban con una y otra victo- sigodos, reconocian a la vcrdad una aristocracia (Discurso sobre el cardcter del feudalismo en Espana). Lista se apoya al emitir esta idea, en la existencia de la ley, en que los francos establecieron esta manera de eleccion, ley citada por los PP. Benedictines en el tomo IV de sus Historiens de France. Pero por grande que sea elrespeto, con que pronun'ciamos siempre el nombre de tan docto escritor, no podemos asentir a esta opinion suya; pues que a nueslra vista aparcce y aparccera siempre como una consecuencia naturali'sima del estado de los cristianos que fundan la monarquia asturiana, y de los diferen- tcs elementos que se asocian bajo las bandcras de Pelayo, el cambio que se introduce en el derecho de eleccion a la corona. No habiendo en la nueva mo- narquia ninguna familia que pudiera considcrarse igual a la del vencedor de Covadonga, y alterada totalmcnte la constitucion de la noblcza, no solamente es la rcstriccion de la elegibilidad un hecho espontaneo, sino que sobre seral- tamcnte impolilica, hubiera sido por dcmas injusta la prosecucion de la cos- tumbre visigoda. La experiencia de los ultimos afios de aquella monarquia debio ser tambien de gran provecho en tan angustiosos mementos, pues mas bien que en disputar sobre dcrechos que habian naufragado en Guada- lete, se pcnsaba en asegurar la existencia de todos bajo el mando del mas digno. \ Los historiadorcs arabes que mencionan estos sucesos, les dan muy poca importancia. Ahmsd-el-Mokri, citado por MM. Lcmbke y Romey dccia: E1 xprimcro que acaudillo a los cristianos tras su dcrrota fuc Belay dc los Astu- riches, pueblo de Chaliquiya [Calicia], que huyo en tiempo de El-IIhorr- bon-Abd-er-Rahman de Cordoba, donde estaba en rchencs (Mss. de Gotha, fol. b8C). Ebh-Hhayan-cbn- Ahmed escribia en el siglo XJ: <(En tiempo dc PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMETAISA. 27 ria la monarquia asturiana, infundiendo extraordinario aliento a los que en las Cordilleras de los Pirineos imitaban su heroismo, y arrebatando diariainente al dorainio mahometano nuevos castillos y fortalezas. No habian trascurrido cuarenta anos desde que Bclay-el-Rit- mi sacudio" el yugo del Islam, cuando aquellos guerreros, cuyas huestes engrosaban sin cesar cristianos fugitives, extendian sus talas y correrias hasta las orillas del Duero [Extrema Durii], llenando de terror a los agarenos, que despertaban al cabo de su ciega confianza, para caer en mayor asombro, al contemplar el exterminio de los suyos donde quiera que aparecian las ensenas cristianas. Alfonso 1, a quien venera la posteridad con el renom- bre de Catolico, heredando el generoso espiritu de Pelayo, ar- rancaba en Galicia al yugo de los sarracenos las ciudades de Tuy, Lugo y Orense; los despojaba mas al Occidente de Oporto, Yiseo y Braga, y cayendo sobre el centro de la Peninsula, apoderabase con igual fortuna de Astorga, Valladolid, Simancas y Zamora, tomando por asalto a Sepulveda, Avila y Segovia, 6 imponiendo la misma suerte a Lara, Osma y Saldana. Sobrecogidos de es- panto los sarracenos al estruendo de sus victorias, no solamente huian despavoridos delante de sus banderas, sin osar ya resistir su incontrastable impetu, sino que apellidandole con supersticioso terror El hijo de la espada i , dejabanse conducir como rebanos nAmbisa-bcn-Sohhim aparecio en Chaliquiya un caudillo de los infieles, re- ducido al ambito de un pefiasco, en el cual se oculto con trescientos hom- bres. Acosaronle por todas paries los muslimes hasta que perecio su gente de hambre y de cansancio. Qucdaronle tan solo treinta hombres y diez mu- jeres, que se alimentaban de miel labrada por las abejas en las hendiduras de las pefias. Dcspreciaron los musulmanes tan escaso niimero; pues ^que wpodian treinta infieles?... Y sin embargo su numero y su pujanza fueron cre- ciendo maravillosamento) (Mxs. de Golha, fol. 343). Los demas historiado- res que mcncionan estos hechos, usan casi del mismo lenguaje, como puede verse en la edic. de Almaccari, hecha en Leyden por Mr. Dugat en i859 (to- mo II, pag. 671) y en la del Bayan Almoghreb (ib., II. a Parle, pag. 14). Al- maccari cita a Isa Ebn Ahmed el Razi, y el Bayari se apoya en la rclacion de Abdelmelic Ebn Habid, a quicn antes mencionamos. ! ^_j\ Ebn-el-Saif. Vino dcspues (escribe cl Lagui) Alfonso 58 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. 4 los valles de Asturias, donde pagaban con su esclavitud la ser- vidumbre antes impuesta a los cristianos *. Tal era la situacion de Espana al mediar el sigio YIII, como [Adfunch] el terrible, el matador de las gentes e hijo de la espada; y abrio villas y castillos y nadie oso afrontarlo. Padecieron por el millares de )>muslimes el martirio del hierro, quemandoles sus casas, sin que fuera posi- ble fiar en el (Yease Borbon, Cart. XXII, pag. i76, citada tambien por MM. Romey y Rosseuw Saint Hillaire). d Es este un hecho digno de tenerse rauy en cuenta, porque contribuye a explicar un acontecimiento posterior, que ha sido un misterioparamuchos his- toriadores: tal es en efecto la guerra de los siervos, acaecida en el reinado de Aurelio y mencionada por los primitivos cronistas cristianos (Crow. Albeld., num. LIV; Id. de Sebast., num. XVII). Estos siervos, reducidosa su primera esclavitud por la industriade Aurelio [eius industria capti inpristinasunt ser- vitute reducti], son en su mayor partelos cautivos hechos en sus terribles ex- pediciones por Alfonso el Catolico, quien hubo sin dudade repartirlosa los ca- pitanes, que le siguen en sus correrias, contra los cuales sesublevaron [domi- nis suis contradicentes]. La generosidad de los cristianos y el noble empeno de extender su religion, dieron lugara que, a.bjurada por gran numero de estos cautivos la secta de Mahoma, fueran recibidos sus hijos en el sacerdocio cris- tiano, segun se advierte en muchas escrituras de aquel tiempo. Esta manera de esclavitud se renovaba sin ccsar con los cautivos de guerra, vendidos sub corona. Deadverlir es sin embargo que la servidumbre personal sepropagaba a las monarquias cristianas en la forma y con las divisiones que ofrecia durante la visigoda. De siervos fiscales, siervos eclesiaslicos y siervos de particulares nos dan razon numerosos documentos de aquellos dias, ensenandonos al par que existian hasta cuatro linajcs de servidumbre en las clases ya indicadas. Contraiase en efecto la servidumbre personal, demas del cautiverio de guerra ya citado, por nadmiento, por imposition de penas [obnoxiatio, obiurgatio] y por deudas. Pero si hizo la monarquia visigoda tan fatal legado a las de As- turias y Leon, robusteciendose la idea de la esclavitud por la misma condi- cion y ley de la reconquista en sus primeros siglos, arraigando de cada dia el sentimiento religioso, fueaflojando naturalmente la servidumbre, multiplican- dose los medios de rcdimirla; y cuando las armas cristianas logran inclinar a su lado la balanza de la guerra y dcja de ser la esclavitud triste patrimonio de los vencidos, no solamente se hace llevadera aquella varia prestacion per- sonal, sino que va dcsapareciendo por si misma, ingrcsando en el estado llano los que de ella se redimian. Observacion importanli'sima es por ultimo en nuestra historia que la servidumbrc personal no envilece al hombrc, y que ob- tcnida la emancipacion, no le inhabilita para los cargos publicos ni los mas altos honorcs de la repiiblica; circunstancia que tenia lugar aun cntrc los cris- tianos sujctos al yugo sarraceno. Servando, que alcanza por cierto triste ce- PARTE I, CAP. XI. ESCRITORE9 DE LA INVASION MAHOMET ANA. 29 inevitable consecuencia de la conquista llevada a cabo en sus pri- raeros anos por los araires de Africa. Divididos forzosamente los cristianos en dos grandes familias, cuya suerte era de todo punto desemejante, por mas que sus deseos y aspiraciones tuviesen un mismo norte, distinto es el caracter que cada cual efrece a la con- templacion de la critica, y muy diverse el ministerio que iban a desempenar una y otra en la grande epopeya de la civilizacion espanola. Yeianse los mozarabes dominados por la fuerza; y no abrigando esperanza de labrar con sus propias manos la libertad que ambicionaban-, cerrado ante sus ojos todo porvenir de bien- andanza 6 engrandeciraiento, volvianlos a lo pasado para templar con los recuerdos de sus mayores la ansiedad presente, que to- mando asi mayores proporciones, exaltaba al par en ellos el sen*- timiento patri6tico y el sentimiento religioso, impulsandolos, tal vez sin advertirlo, en el camino de su perdicion y ruina. Gozaban los cristianos independientes de una libertad cual nunca la habian logrado los espanoles, como que tenia por fundamento el peligro comun y la imperiosa necesidad de asegurar con los esfuerzos do todos'la salvacion de la monarquia, creada en medio del naufra- gio universal de la Peninsula. Era su porvenir tan ancho y hala- giieno como la esfera a que se levantaban sus esperanzas: pre- tendian arrojar de toda Espana a los hijos del desierto, que les tenian usurpadas las mas ricas provincias; y en esta colosal em- presa, fomentada sin tregua por la religion y el patriotismo, en- sanchabase el circulo de sus legitimos deseos a cada paso que ade- lantaban en la reconquista, siendo mayor el entusiasmo que en- cendia sus corazones a medida que se aumentaban los obstaculos en su comenzada carrera. lebridad entrc los mozarabes, como despucs vcrcmos, siendo liijo dc siervos de la iglesia de Cordoba, sube a la dignidad de Conde de los Cristianos en la anligua colonia patricia; hecho que contradice, si no destruye, la general creencia de que obtuvieron siempre aquella dignidad los descendicntes de la nobleza visigoda. No terminaremos estas indicaciones sin consignar que cnlre los diferentes generos de servidumbre, Cue la mas dura y ennjosa la del caw- tiverio de guerra, que era en suma terrible rcpresalia dc la que padccian los prisioneros cristianos. 30 HISTORIA CHtTICA DE LA LITERATURA ESPAflOLA. De esta manera, mientras se consumian los mozarabes, aque- jados de angustias y sobresaltos; mientras viviendo moralmente en lo pasado dirigian todas las fuerzas de su inteligencia a reco- ger y conservar las reliquias de la cultura hispano-visigoda, y raientras estudiaban con ardiente solicitud aquella literatura, a que habia infundido su generoso aliento el doctor de las Espanas, sin romper en modo alguno con las tradiciones populares de la pasada edad, que abriga y fomenta la Iglesia, viven los cristia- nos independientes una vida propia, y cambiadas ya fundamen- talmente las bases de su constitucion social y politica, comunican & su naciente cultura un caracter distinto del que la antigua pre- sentaba. For eso los mozarabes pueden s61o aparecer en la histo- ria como un pueblo que en triste cautiverio apuntala inutilmente el edificio de su pasada civilizacion, por todas partes desmoronado y reducido a escombros, en tanto que los cristianos independien- tes abren de nuevo las zanjas del grandiose monumento que de- bia ser coronado ocho siglos mas tarde, tras los esfiierzos y sa- crificios de cien generaciones. Los unos caminan inevitablemente a su aniquilamiento: los otros abren cada dia nuevas sendas de prosperidad y de grandeza: aquellos, no pudiendo soportar los males de su precaria existencia, llegan a un momento en que contemplan en su misera realidad las cosas del mundo, y hablan y escriben de ellas con la claridad y energica elocuencia de quien tiene abierto ante sus plantas el sepulcro: estos, fija su mente y su corazon en la grande obra por ellos comenzada, s61o ven en la guerra el medio de redimir la religion y la patria de la afrenta en que yacen, yhaciendo de la guerra el unico ministeriode su vida, constituye el exterminio de los enemigos de su Dios y de su li- bertad su unico y exclusivo pensamiento. He" aquf naturalmento explicado el fenomeno moral que durante los siglos VIII y IX ofrecen a la contemplacion de la historia y de la filosofla uno y otro pueblo. Los cristianos independientes, que logran en esta 6poca extender sn dominio por la dilalada faja formada por las Cordilleras del norte, sin otro pensamiento quo la guerra, sin otra idea que la rcconquista, ni dan tregua a las arrnas, ni pueden entregarse al pacifico ejercicio de las letras, faltandoles el tiempo para oonsignar en breves clausulas la me- PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMET AISA . 51 moria de las grandes empresas llevadas por ellos a feliz te"rmino y remate. Animados, sin embargo, de inmensa f6 y profunda gra- titud, no olvidan que deben a Dios las victorias recibidas de sus manos, ni menos que son dignas de alabanza las proezas de sus caudillos; y en el augusto recogimiento de sus templos, levanta- dos y enriquecidos con los despojos do otras civilizaciones, ar- rancados tal vez de sus enemigos l , y en el movimiento alegre de sus reales, donde brillan al par su valor y su entusiasmo, ya ele- van al Hacedor Supremo ardientes himnos de amor, inspirados por el sacerdocio, que flel a la tradicion cat61ica sostiene y duplica en esta forma el vigor de sus creencias, ya rinden en belicosos \ Es de suma importancia para comprender el caracter y espiritu de esta primera edad de la reconquista, el estudio de los monumcntos arquitectoni- cos levanlados en los valles y montafias de Asturias por los succsores de Pe- layo. Derivacion dc aqucl arte que habia producido en Toledo, Merida, Cor- doba y Sevilla las famosas basilicas, las aulas y atrios de reyes, prelados y magnates, en cuyas reliquias aprendemos ahora a quilatar las descripciones debidas a la pluma de Isidore y sus discipulos, ofrcccn a la contemplacion del arqueologo los templos de Oviedo y de Priesca, de Tufion y de Valdedios, de Santa Maria de Naranco y de San Miguel de Linio, el sucesivo estado de aquella cultura, que amasandose con los despojos de otras civilizaciones, as- piraba a conquistar legitimos tftulos de originalidad para los siglos futures. La observacion atenta del verdadero arqueologo descubre en aquellos monu- mentos, cuya rudcza los hizo despreciables para los criticos de otros dias, y cuya rareza les dio el nombre de asturianos (Jovellanos, Disc, sobre de Ven- tura Rodriguez), diversos miembros ornamentalcs, que no solo revelan la tradicion del arte latino-bizantino, tal como se cultiva duranle la monarquia visigoda, sino que manifiestan claramentc haber exornado otros monumentos mas antiguos. Tal sucede, entre otras basilicas, con las notabilisimas de San- tullano en Oviedo y de Santa Cristina en Lena, cuyos estudios ban comcn- zado ya a ver la luz piiblica en los Monumentos arquitectonicos de Espana. El arte, uno sicmpre en su csencia, aunque vario en sus manifcslaciones, pre- senta en estos monumentos, asi como en los que de ellos se dcrivan, los mis- mos procedimicntos y caracteres que reconocemos en los de la pocsia, ora la consideremos bajo las bovedas del tcmplo, ora on los campamcntos cristia- nos; y bajo esta rel.icion trascendental, dificil cs dar paso alguno en la histo- ria de las letras espanolas, sin que nos veamos forzados a cstableccr juicios comparatives, que probando la unidad de las artcs, nos convcnzan de la con- formidad dc sus varias manifcstacioncs con los elemcntos que la sociedad en- trafia y con el sucesivo desarrollo de su cultura. 32 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATDRA ESPAfiOLA. cantares el tribute de su adrairacion y su carino a los denodados guerrerosque los guian y alientan en mitad de los combates, dan- do asl vida y naciraiento a aquelta espontanea y generosa poesia que en siglos posteriores debia formar la historia hero" ica del pue- blo castellano *. Los mozarabes que ven, por el contrario, ago- tarse toda su vitalidad en, la mortifefa y angustiosa inaccion a que los procura reducir la politica de los Califas; que destinados a vi- vir en el lecho de Procusto, s descchando las nuevas opinioncs que trae al campo de las letras. Como quiera (y esto es de suma importancia para la autoridad y significacion dc la Chronica que vamos :i exa- 52 HISTORIA CRlTICA DE LA L1TERATURA ESPASOLA. los ultimos instantes del Imperio visigodo, contempla con pro- fuiida amargura su aniquilamiento; mas lleno de admiracion y de sorpresa, al considerar la rapidez con que los sectaries de Maho- ma habian sometido al yugo del Islam la mitad del mundo, com- prende que hay en aquel pueblo algo grande; y procurando re- conocer el origen de su poderio, sigue en todas paries sus san- grientas huellas. Su Chronica, que abraza desde la Era de 649 a la de 792 [611 a 754], encierra por tanto la historia del pueblo sarraceno desde el momento en que invade la Siria, la Arabia y la Mesopotamia [61 8] hasta el s6ti mo de Yusuph, vige"simosegundo y ultimo de los amires que gobernaron la Peninsula en nombre de los Califas de Damasco. Enlazada la narracion de estos hechos con la historia del Im- perio bizantino y con la visigoda, no en balde ha merecido el obispo de Paz Augusta que se le tenga por continuador del gran- de Isidore: su Epitome comienza en el reinado de Heraclio, donde puso fin a sus tareas histtfricas el docto prelado de Se- villa. Pero al dar el Pacense semejante latitud al cuadro que intentaba desarrollar, fij6 principalmente sus miradas en los su- cesos que provenian de la invasion sarracena, considerando los acontecimientos anteriores como preludios de la gran calami- dad que habia caido sobre Iberia, calamidad llorada por 61 en la misma forma que habia llorado Idacio su ruina, al ser despeda- zada por los barbaros del Norte. Debe, sin embargo, notarse que en la brevedad con que recorre aquel importante periodo de la monarquia visigoda, no olvida rendir el homenaje de su admira- cion a las vivisimas lumbreras que habian iluminado la Iglesia, y con ella la civilizacion espanola: el respetado autor de las Etimo- logias, a quien en medio del naufragio universal celebraba Espa- rainar), Dozy reconocc que fue escrita en medio del conflicto produeido por la conquista mahometana; y aunque sicndo por extreme benevolo con el Is- lam, no descubre en las clausulas de Isidoro todo cl dolor que nos revelan, y le supone mas favorable a los musulmancs que todos los escritorcs espa- fioles anteriores al siglo XIV, todavia admite que no carece de patriotismo, deplorando les malheurs de l'Espagne, y ssendo la domination arabc pour lui la domination des barbares, efferum imptriunin (loco cilato). PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMET ANA. 53 na como claro maestro *, despertaba su entusiasmo con la pro- funda y sazonada doctrina de sus numerosos libros: Braulio, obispo de Zaragoza, que despues dc San Isidore excedia en ciencia y vir- tud a todos los obispos de Espana, le infundia la mas alta vene- ration con la elocuencia de sus epistolas, ad airada por Roma, madre y senora de las ciudades 2 ; Tajon, docto en el estudio de las letras profanas, aparecia a su vista como el acendrado inte>- prete de las Escrituras 3 ; Eugenic cautivaba su afecto con la pie- dad de su alma y la elevation de su talento; Ildefonso le arreba- taba con la pureza y elegancia de su estilo, mereciendo que le apellidase boca de oro 4 ; Julian excitaba su respeto por la solidez y brillo de sus doctrinas, aceptadas y aplaudidas dentro y fuera de Espana 5 ; Felix, ultimo de aquellos iluslres prelados que res- plandecen en los concilios, le ofrecia flnalmente en su gravedad y prudencia digno modelo de sacerdotes 6 . Asi pues consignaba en su Epitome la deuda de amor y de respeto que Espana tenia con- traida con tan esclarecidos varones, perpetuando la fecunda tra- dition de su saber y sus virtudes 7 . Mas si logra divertir un momento con estas apacibles memorias 1 Isidorum Hispalensera melropolitanum Pontificem, clarum doctorcm Hispania cclebrat)) (Num. VI). 2 ((Braulius Caesaraugustanus..., cuius eloquentiam Roma, urbium mater et domina, postmodum per cpistolare eloquium satis est mirata (Num. IX). 3 Ordinis litteraturae imbutus et amicus scripturarum (Num. XH1). 4 Pracmitente tune Sanctissimo Ildefonso, meliflue ore aureo in libris di- versis eloqucnte, alque De Virginitate nostrae Dominae Marine semper virgi- nis nitido politoque cloquio, ordine synonymiae perfioronte, etc. (Num. XXII). 5 lulianus... omnibus mundi partibus in doctrina Christ! manet praecla- rus (Num. XXIII). Veanse tambien los mimeros XXVI y LXXX del mismo Epitome. 6 Felix, Urbis Regiae Toletanae Sedis episcopus, gravitatis et prudentiae excellenlia nimia pollct (Num. XXIX). 7 Este hecho es de extraordinaria importancia, pues que basta a desva- necer el vulgar y muy generalizado error de que la invasion mahometana re- dujo a entcra oscuridad la nacion cspafiola. Lejos de apagarse toda luz. vive en mcdio dc la servidumbre, bien que no ajena do zozobra, la qne habia en- eendido goneroso el grande Isidore, y se propaga, segun ya indicamos y com- prueban los siguicntes estudios, a las cdades venideras. 54 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPAI^OLA. la acerbidad de los males que tenia delante, no por eso es licito olvidar que escribe bajo la dolorosa impresion producida en su animo por la invasion mahometana, recordando a menudo, eon sus vigorosas y aun hiperbtilicas imagenes la elocuencia de los II- defonsos y Julianes, y augurando las dolorosas laraentaciones del arzobispo don Rodrigo y del Rey Sabio. Narrando la p6rdida de Toledo, exclama, poregemplo: XXXYI ...Asi, no solamente la Espafia Ulterior, sino tam- bien la Citerior hasta C6sar-Augusta, antiquisima y muy flore- wciente ciudad, abierta en breve por manifiesto juicio de Dios, es wdespoblada por el hierro, el hambre y el cautiverio. Destruye [Muza], entregandolas al fuego, hermosas ciudades; a los Se- wiiores [ancianos] y poderosos del siglo crucifica> despedaza al wgolpe del pufial a los j6venes y los ninos de pecho; y mientras a todos estimula [a rendirse] con terror semejante, llenas de es- panto demandan anhelosas la paz algunas ciudades que perma- wnecian libres, y aconsejando y burlando, con astucia [las] en- gana ! . Ni perdonan la solicitada tardanza: antes bien donde, wimpetrada la paz, dominados por el miedo se muestran rehacios [en someterse] y huyen de nuevo a las montanas, perecen de whambre y varia muerte... XXXYII Qui6n podra narrar tantos conflictos? ^Qui6n enu- wmerar tan imprevistos naufragios?... Porque si todos los miem- bros se trocasen en lenguas , todavia no pudiera bastar la natu- raleza humana a decir los desastres de Espafia, ni tantos y tales infortunios. Mas para que en breve espacio indique al lector todos los azotes [que la afligen], dejadas las innumerables matanzas wdel siglo que desde Adam hasta ahora por inflnitas regiones y ciudades produjo en el mundo el enemigo impuro; cuanto pade- ci6 hist6ricamente la cautiva Troya; cuanto en vil servidumbre agobi6 a Jerusalem, cumplidas las prcdicciones de los profetas; cuanto por los dichos de las Escrituras sufri6 Babilonia; cuanto llev6, fmalmente, a cabo Roma en el martirio, decorada por la 1 Antes habia calificado los paclos concedidos por los maliomelanos con el nombrc de pace fraudiflca, manifcstando asi la fe que Ic inspiraban: dcspucs veremos hasta que punto le asistia la razon. PARTE I, CAP. XI. ESCR1TORES DE LA INVASION MAHOMETANA. 55 wnobleza de los Ap6stoles... todas y tantas cosas experimentu, asi en lo que atane a la honra como en lo que se refiere a la. wafrenta, la desdichada Espana, otro tiempo deliciosa, misera del wtodo ahora 1 . Ni le afligen menos profundamente la devastacion que ejecutan los amires en la Peninsula y los estragos de la guerra civil, que, desolando las Espanas, asientan a Abd-er-Rahman en el trono de C6rdoba. La crueldad y rapacidad de Muza-ben-Nosayr, que des- pues de entregar al fuego las mas hermosas ciudades [civitates decoras], cruciflcando a los ancianos y a los magnates, y dego- llando a las jo" venes y a los ninos, saca de Espana inmensos teso- ros 2 : la codicia de Al-Horr-ben-Abd-er-Rahman, quepersigue, encarcela yatormenta a los africands, para arrebatarles las rique- zas allegadas en el tiempo de la conquista, con lo cual da prin- cipio a las enemistades que ensangrientan despues el suelo de Iberia 3 ; la dureza de Assamh-ben-Maleq, que grava el pecho de los cristianos para llevar las armas sarracenas al otro lado de los Pirineos, donde halla su muerte 4 ; la inhumanidad con que Am- bisa-ben-Sohim-el-Kelbi duplica los tributes que esquilmaban a los mozarabes, contribuyendo los vivos por los muertos, cual si estos existieran 5 ; y finalmente el odio y furor con que los mis- mos capitanes mahometanos se persiguen, combaten y degiie- \ Aunque podamos ser tildados de insistentcs, parecenos muy oportuno trasladar las palabras con que cl arzobispo don Rodrigo refierc csta dolorosa situacion dc las Espanas: Quicquid ilia Babylon magna inter regna sacculi a Cyro etDario subvcrsa pertulit, nisi quod perpctuo cxtcrminio solum a bestiis ct serpentibus habitatur: quicquid domina provinciarum Roma ab Alarico, ct Athaulpho Gothorum regibus, ct Giscrico Vandalorum principe cst perpessa: quicquid Hierusalcm iuxta dominicam prophctiam lapide super lapidcm non rcliclo suslinuit diruta ct inccnsa: quicquid Carthago nobilis a Scipionc Ro- mano dircptionc, ct inccndio passa fuit, hoc misera Hispania omnium cla- dium coniectis miscriis [cst] expcrta (Lib. Ill, cap. XX). La imitacion no pucde scrmas tcrminante: en su dia vcremos como csta pintura, ya tradicio- nal, sc amplia en la pluma del Rcy Sabio. 2 NameroXXXVIIl. 3 NumcroXLlV. 4 Numero XLVIII. ii Numero LII. 56 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAfiOLA. llan, destruyendo en medio de sus rencores las ciudades y forta- lezas que perdonti el acero de Tariq, de Muza y de Abda-1-aziz, y descargando el azote de su ira sobre los indefensos cristianos..., todos estos lamentables accidentes de la priraitiva domination ara- biga despiertan en el obispo de Paz Augusta honda amargura, que se refleja en cada una de sus paginas, dando a toda la Chro- nica pate"tico y singular colorido. Sin duda esta circunstancia, no indiferente por cierto cuando se trata de la indole y caracter especial de cada ingenio y de cada obra literaria, ha sido causa de que algunos criticos mo- dernos le tilden de apasionado y por demas declamador, po- niendo en tela dejuicio su autoridad, y recurriendo a otras fuentes historicas para comprobarla. Pero no se ha considera- do, al lanzar esta acusacion sobre el unico escritor, que en medio de tantas calamidades os6 tomar la pluma para trasmitir su me- moria a los futuros siglos, que aun dadas aquellas dotes carac- teristicas que le hermanan interiormente con los ingenios espano- les de todas edades, en la ingenuidad con que reconoce en Ab- da-1-aziz las nobles prendas que le costaron la vida, en la solici- tud con que elogia la severidad y justicia de Yaliya-ben-Zalema, quien oblig6 a los muslimes a que restituyesen a los cristianos los bienes de que en tiempo de paz los habian despojado, y en la llaneza con que aplaude y ensalza las virtudes de otros capitanes y personajes mahometanos, ofrecia el Pacense claro e" irrefragable testimonio de la rectitud de su alma, siendo inevitable el dolor de que aparece esta poseida, al ver la patria bajo el yugo de un pueblo enemigo de su Dios y de su independencia. No exijarnos al obispo de Paz Augusta lo que no es licito exigir de nadie, humanamente hablando: el tono que da al Epitome que ha llegado & nuestros dias i , ponie"ndonos de relieve sus in- 4 \ Isidore Pacense (a quien, conforme va indicado, numero no desprecia- ble de cscritores apcllidan de Bcja), segun sc deduce de sus palabras, cscribio otro Epitome relative a las g-uerras civiles de los mahometanos y a las perse- cuciones que ejccutaron cstos contra cl culto catolico. De esta obra dccia en la Era 780 [afio 742]: Sed quia ncquaquam ca ignorat omnis Hispania, ideo ilia minime recenseri lam tragica bella ista decrcvit historia; quiaiam in alia Epitome, qualiler cuncta cxtitcrunt gcsla, patcutcr ct paginaliter manet nostro PARTS I, CAP. XI. ESCRltORES DE LA INVASION MAHOMETAN . 57 timas afecciones y deseos, nos pinta con toda verdad al historia- dor cristiano del siglo "VIII, que vive en pesado cautiverio. Su es- tilo, agriamente censurado por los latinistas, aunque apasionado y cargado a veces de epitetos graficos y pintorescos, no puede ser ya florido y elegante, como el de San Julian, a quien mas se se- meja entre los discipulos de Isidoro, ni ostentar la ruda sencillez y llaneza de que en mas cercanos tiempos se reviste la historia: su lenguaje, puesto que alterado y corrompido por la ignorancia de los trasladadores ', hallabase no solamente a incalculable distancia de la antigiledad clasica, sino tambien de la no lejana Era de los Eugenios e" Ildefonsos. Y sin embargo, Isidoro Pacense se precia, como aquellas ilustres lumbreras de la Iglesia y de la civilizacion espanolas, de conocer la historia y las letras de la antiguedad, haciendo oportuno alarde de estas nociones en el Epitome que es- gtylo conscriptan (pags. 316 y 317 de la ed. deFlorez). Yen la Era 781 afiadia: Quisquis vero huius rei gesta cupit scire, singula in Epitome temporum le- gal, quam dudum collegimus, in qua cuncta reperiet enodata; ubi et praelia Maurorum advecsus Cultum dimicantium cuncta reperiet scripta, et Hispaniae bclla eo lempore imminentia releget annotata (pags. 318 y 3 19 de id.). Debe- mos notar que don Nicolas Antonio sospecha que puedan ser dos diferentes Epitomes; pero atendida la oportunidad de la cita del mismo Pacense y el sen- tido de sus palabras, no parece caber duda en que se referia a un solo trabajo. i Para prueba de las inexactitudes y errores dc las copias que ban llega- do a los tiempos modernos, bastard solo Comparar la edicion de Florez (Es- pana Sagrada, tomo VIII, apend. II) con la de Sandoval, quien publico cste Epitome por vez primera (Pamplona, 1615), 6 la de Berganza, que lo incluyo en su Ferreras convencido (Madrid, 1729). El Maestro Florez, que tuvo pre- sentes estas circunstancias, no vacilo en declarar que la mayor culpa de los defcctos que al Pacense se atribuyen, provino de los copianles, no siendo posible admitir [fuera de los errores que subsana] que un prelado que se cria y educa en la escuela de los Isidoros, Eugenios y Julianes, cayera en tantos cxtravios, por mas que se suponga adulterada la lengualatina a mediados del siglo VIII. Las obras escritas afios adelante convencen sin duda de lo contra- rio: la del Pacense, de que vamos hablando, sc dio ullimamente a la es- tampa con este litulo: Epitome Imperatorum vel Arabum Ephemerides, atqtie Hispaniae Geographia, uno volumine collecla. Sandoval lo habia imprcso con el siguicnte: Isidori Pacensis Episcopi Epitome Imperatorum et Arabum tina cum Hispania Chronicon, ex codice gothico complutensi et oxomensi (Hist, de lot cinco obispot, pag. 1). 38 HISTOR1A CRtTICA DE LA LITERATURA ESPAfiOLA. tudiamos, al propio tiempo que refleja el estado de la literal ura eclesiastica, revelando sus ya inequivocos caract6res. Como Ya- lerio y Cixila, admite efectivamente en la prosa el ornato de las rimas, y como uno.y otro las emplea principalmente en aquellos puntos, donde procura excitar la admiracion 6 el entusiasmo de sus lectores *. Y ya sea esto primor del arte, segun queda repe- tidas veces apuntado, ya efecto de la necesidad de prestar a la adulterada lengua latina algun aliciente extraordinario, 6 ambas cosas al par, justo nos parece observar que imprime al estilo y lenguaje del Pacense uri caracter especial, conforme ban notado antes de ahora diferentes criticos, habiendo dado ocasion a que el diligente Yaseo, que se aprovecho' sobremanera del Epitome, le tuviera por un verdadero portento 2 . Paguemos pues el tribute de respeto que merece al obispo de Paz Augusta, por haber consignado en sombrio, desconsolador y desapacible cuadnvpero verdadero y ene"rgico, la funesta situa- \ La corrupcion con que ha llegado a nuestros dias el Epitome del Pa- cense, hace todavia mas peregrina csta manera de ornato. Al narrar los es- tragos producidos por los sarracenos, cuando invaden las Espanas, escribia: ((Durn per supranominatos missos Hispania vastaretur, et nimium solum hos- tili, verumetiam intestino furore confligeretur , Muza et ipse ut misserrimas adiens gentes per Gaditanum fretum columnas Hcrculis pertendentes et quasi fumi indicio portus aditus demonstrantes , vel claves in manu transitum His- paniae praesagantes, vel reserantes, iam olim male direptam et omnino impie adgressam perditans penetrat. Y despues: Civitates decoras igne concre- mando precipitat: seniores et potentes saeculi cruci adiudicat: iuvenes atque lactantes pugionibus trucidat,n etc. (Num. XXXVI). En todo el Epitome se nota el mismo compaseamiento de las frases, el cual prueba, como en Cixila y Yalerio, deliberado y constante proposito, si bicn no siempre es uno mismo el primor de la rima, conforme al precepto de las Etimologias. Vease la Ilus- tracion num. I de cste voliimen. 2 Las palabras de Juan Vaseo son: Porlentum potius dixerim quam Chronicon: adeo prodigiose scribit et gothice potius quam latino. Certe mihi tanquam in novo quodam et inaudito idiomate desudandum fuit, ut intellige- rem (Chron., cap. IV). Si este erudito escritor hubiera conocido la cdicion de Florez, no habria encontrado tanta dificultad para cntcnder al Pacense. Sin embargo, segun observa don Nicolas Antonio, copio del referido Epitome (des- de los anos de 612 hasta 747) lo mas sustancial de su cronica (Vibli. lib. IV, cap. III). PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMET ANA. 59 ci<>n de Espana en la primera mitad del siglo YIH, reconociendo al propio tiempo que no en las bellezas de estilo y de lenguaje, sino en la exactitud y veracidad del cuadro estriba su principal me'rito. Pero no olvidemos advertir, para ser justos, que como siempre que el sentimiento es verdadero, tal vez se escriba histo- ria, tal vez poesia, halla la expresion mas propia y adecuada, re- salta en el Epitome del Pacense cierta unidad peregrina entre el doloroso fondo de la historia yja forma de que esta aparece re- vestida. El obispo de Paz Augusta tiene tambien en esto no pe- quena semejanza con el prelado de Aquas Flavias: Idacio, sin tiempo ni sosiego para trazar su Chronicon sobre la pauta de los antiguos historiadores, ni para imitar siquiera al espanol Orosio, trunca y quebranta su narracion, como se aniquilaba y derruia el Imperio romano bajo la muchedumbre de los barbaros: Isidoro, en medio del clamor y duelo universal de los cristianos, opri- midos bajo el yugo del Islam, tampoco alcanza aquella paz del animo que habia menester para seguir las huellas del historiador de Wamba, respondiendo en sus oscuras y dificiles clausulas al lastimoso caos en que veia sepultada la renombrada monarquia de los visigodos. Esta tribulation, que asi conmueve y quebranta los fundamen- tos de la sociedad, debia tambien por desgracia alcanzar a la re- ligion, reflejandose en la esfera del dogma. Cuando se destruye y desaparece lo existente; cuando en mitad del comun naufragio faltan generosos pilotos, que aspirando a un solo fin, Ileven de consuno la nave de la Iglesia y del Estado a puerto seguro por entre sirtes y escollos, si no flaquea ni se entibia la f6, que brilla por el contrario con mas vivos resplandores, buscanse con este'ril afan nuevos caminos de explicar sus misterios, cayendo a menu- do en la prevaricacion 6 en el abismo. No otra cosa sucede a Eli- pando, varon nacido de la antigua estirpe visigoda ', que sube a la silla de Toledo por los anos 782: este prelado, insigne por la austeridad de su vida y celebrado ya por su ingenio y ardiente 1 Elipandus ex antiqua gothorum gcnlc progualus crat (Mariana, Anna- Hum Hispaniae, lib. VII, cap. VIII). 60 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. celo contra los errores de Migecio ', cediendo tal vez a las ins- tancias de Felix, obispo urgelitano 2 , dejandose dominar de los extravios de los cordobeses 3 , 6 lo que parece mas cierto lleva- do de la novedad, peligrosa como todas las novedades, del mo- noteismo mahometano , no s61o admiti6 la here"tica doctrina de que era Cristo hijo adoptive de Dios, renovando asi la impiedad de Nestorio 4 , sino que defendie"ndola con excesivo 1 Vease la carta que dirigio a este hereje, publicada por cl Maestro Flo- rez en el Aptndice num. X del tomo V de l&Espana Sagrada (pag. 524), don- de trata de la Historia de Elipando y Egila (pag. 507 y sigs.). Migecio cayo en los grotescos errores y delirios de afirmar que David era el Padre Eterno; que la segunda persona de la Trinidad no era laengendrada por el Padre, sino la que descendia del linaje de David, y que la tercera era San Pablo, anadien- do que los sacerdotes no debian tenerse por pecadores, y que si lo eran, no podian acercarse al altar; con otras extravagancias de igual jaez y naturale- za. Derramado el error en aquellas raismas comarcas donde habia florecido la doctrina de Isidoro [inter Ispalitanos], acudia Elipando a extirparlo, no sin desplegar en la citada epistola grande erudicion y ardorosa elocuencia. Pero contaminado ya con la heregia de la adoption de Cristo, a que nos referimos, sucedio al metropolitano de Toledo lo que al loco de Cervantes, malogrando su ingenio, su erudicion y su elocuencia, bien que alcanzando singular renom- bre en la historia de las prevaricaciones humanas. 2 El celebrado Jonas Aurelianense, en sus libros Adversus Claudium Tau- rinensem, se expresaba del siguiente modo: Quidam Felix nomine, actu in- felix, Urgellitanensis civitatis episcopus..., iuncto scelerato errori Elipando Tolctanae urbis Episcopo, secundum humanitatem esse proprium filium Dei, sed adoptivum praedicare ausus est; et hac virulenta doctrina uterque Hispa- niam magna ex parte infecit.w 3 El primero que indica esta idea es Alcuino en su epistola al mismo Elipando: Maxime [dice] origo huius pcrfidiac de Corduba civitate proces- sit. Alvaro Cordobes, de quien hablaremos en breve, parece rechazar esta acusacion, dando por autor al mismo Elipando, cuando escribe: Eo tempore quo Elipandi lues vcsano furore nostram vastabat provinciam (Cart. IV, num. 27). Si hubiera tenido en Cordoba nacimiento la lierejia, no dijera Al- varo lues Elipandi, etc., lo cual parece dcmostrar que cl error vino dc fuera, siendo Elipando su propagador por lo menos. Sin embargo, como observa el mismo Alvaro, produjo, hasta ser condcnado, no poco dafio en aquella pro- vincia. 4 El docto Mariana cscribia al proposito: Dcl trato y conversacion con los moros, era forzoso se pegascn a los christiarios malas opiniones y dafia- ds. En particular eslos dos prclados [Felix y Elipando] despertaron y pu- PARTB I, CAP. XI. ESCRITORES DB LA INVASION MAHOMETANA. 61 calor, pugnd por iraponerla a todos los prelados que vivian bajo el dominio de los arabes , aspirando tambien a introdu- cirla en la ya creada monarquia asturiana *. Doblaronse algunos a la autoridad del raetropolitano de Toledo; y cundiendo el contagio hasta Sevilla y Braga, al propio tiempo que inficionaba a Ascario, obispode la ultima ciudad, excitaba la piedad de Theudula, que tenia su catedra en laprimera, para que movido del celo de las Escrituras, saliese a la defensa de la ver- dad, comprendiendo cuanto importaba a la sazon conservar la pureza 6 integridad del dogma cat61ico 2 . Rechazaban igualmente la herejia desde las montanas de Lie"bana y de Asturias [783] Beato y Etherio, quienes irritando con su ene"rgica y abierta con- tradiccion al desvanecido metropolitano, dieron motivo a que ful- minase contra ellos agria y punzante censura en una epistola, di- rigida al abad Fidel, que fiie" tal vez el primer prelado de Obo- na 5 , carta que era mostrada al presbitero y al obispo por el mis- wblicaron los errores de Nestorio, que en el tiempo pasado por diligcncia del wconcilio Ephesino fueron sepultados, como quien aviva las centellas y que- ma passada (Hist. gen. de Espana, lib. VII, cap. V11I; Annalium Hispaniae, id., id.). 1 Elipando dirigio sus tiros tan altos que aspiro a contaminar con su er- ror a la reina Adosinda, esposa de Silo. Mariana dice: En particular preten- dio enlazar en aqucl error a la reina Adosinda, mujer que fuera del rey Silon. Ella, corao prudentisima y muy santa, respondio que no le tocaba juzgar de aquelladrferencia, etc. (loco citato). Lo mismo ban repelido todos los que trataron hasta ahora deeste punto (Espana Sayrada, tomo V, trat.V, cap. Y), refiriendose a las palabras de Elherio y de Beato, que en las notas siguientes trascribimos. 2 El referido Alvaro Cordobes afiadia en la carta citada: Vester nunc re- quisitus Episcopus Theudula, post multa et varia de proprietate Christi vcne- randa eloquia, tali fine totius suac dispositionis conclusit Epitoma, ut diccrct: si quiscarncm Christi adoptivam dixcrit Patri, anathema sit. Tambien hace mencion el mismo Alvaro dc otro escritor que con el nombre de Basilisco im- pugno, aunque incidcntahncnte, la herejia de Elipando, inserlando en la epistola ya citada un breve fragmenlo de la refutacion indicada (Vease el nii- mero 28 de la dicha carta, pag. 123 del tomo XI de la Espana Sagrada). 3 Fue cl monaslerio de Obona fundado por el principe Aldelgastro, hijo de Silo, en la Era DCCCVIII (ario 770), regnante principe noslro Silone cum uxore sua Odosinda (EspaAa Sagrada, tomo XXXVII, pag. 308). 62 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. mo abad en 785. Pero no perdieron estos su entereza por los dic- terios de Elipando, ni les quito la injuria recibida la circunspec- cion y templanza que asunto de tanto peso demandaba i . Los que unidos por la f6, no habian temido oponer juntos el pecho a la herejia, acudieron a pulverizar en un solo escrito la expuria doc- trina predicada por Elipando en el centre de Espana, y sostenida por Felix en aquella parte de Cataluna que la espada de Carlo- Magno acababa de arrancar al imperio de los muslimes. Aplaudido por los hombres doctos, a quienes no habia inficio- nado el error, estimado por extreme en toda la edad media, y respetado en los tiempos modernos, cual precioso monumento en que se refleja una de las mas dolorosas aberraciones del ingenio humano, ha llegado felizmente a nuestros dias aquel peregrino escrito, que tuvo el privilegio de salvar nuevamente la pureza del dogma catdlico, mas que nunca adulterado en medio del univer- sal naufragio de las Espanas 2 . Declarando que no aspiraban a \ Beato y Etherio se quejaban de la torcida conducta de Elipando en esta forma: Legimus litteras Prudentiae tuae anno praesenti, et non nobis sed Fi- deli Abbati, mense Octobri in Era DCCCXXIII clam subsigillo directas: quas ex relatu advenisse audivimus, sed eas usque sexto kalend. Decemb. minime vidimus. Cumque nos ad fratrem Fidelem, non litterarum illarum compulsio, sed recens religiosae Domihae Adosindae perduceret devolio, audivimus ip- sum libellum adversum nos et fidem nostram cuncta Asturia publice divulga- tum, etc. (Lib. I De Adoptione Christi filii Dei, ad init.). Debe advertirse que Elipando declaraba en la Eplstola 6 libelo, a que Etherio y Beato aluden, que eran estos herejes, ignorantes en la fe y discfpulos del Antecristo (hacre- ticos, ignaros fidei, atque Antichristi discipulos). 2 Morales, Mariana, Gabriel Vazquez, Jacobo Cristero, don Nicolas An- tonio, Rodriguez de Castro y otros dieron noticia de este tratado de Etherio y Beato, mencionando el antiquisimo codice que guarda la Bibl. Tolet. (manu gothica scriptum), cl cual sin embargo no pasa dc principios del siglo XI 6 fines del X, segun noto ya cl docto Perez Bayer (Bib. Vetus, lib. VI, cap. II, pag. 443). Lleva la marca Cajon 30, num. i3, y el ti'tulo Liber Etherii ad- versus Elipandum, y es en vcrdad uno de los mas preciosos monumcntos pa- Icograficos de laindicadaepoca. El tratado se dio a luz difercntes veces, apa- reciendo (primumex BibliolhccaTolctana in lucem depromptus) en 1077, for- mando parte de la Maxima Itibliotheca Veterum Patnim, tomo XIII, pag. 353 y siguientes. Don Nicolas Antonio, dcmas de la edicion de Paris, cita otra de MDCXV1 (Inglostadii, in 4.): nosotrosnos valemos dc la lugdonense indi- cada. PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMET AN A. G3 escribir unpanegirtco, y si un verdadero apologttico *, dividian su tratado en dos libros, consagrado el primero a exponer el sim- bolo de la f6, conforme a las defmiciones del concilio de Nicea, y consignando al par el henHico dogma de Elipando, y destinado el segundo a tratar de Cristo y de su Iglesia. Jesus duerme en la nave (decian al metropolitano de Toledo), y levantado a deshora incontrastable viento, nos veriios arrebatados de un lado a otro por las olas, luchando con la borrasca: ninguna esperanza do salvacion hay para nosotros, si Jesus no despierta; y con el cora- zon y la palabra necesario es clamar para decirle: Salvanos, Se- wor: que pereeemos. Y entonces se Ievant6 el Serior, que dormia ennuestra nave, porque estabamos con Pedro; y mand6al vien- to y al mar, y la tormenta se troc6 en entero reposo. Desde en- tonces, por la misericordia de Dios, no se conturba esta que Pe- dro guia, sino esa que Judas gobierna. Fiados en la sinceridad de su doctrina y en la santidad de sus fines; animados de aquel ferviente celo que distinguio 1 en otro tiempo a los Padres de la Iglesia y habia resplandecido en Ilde- fonso; en6rgicos, insistentes, vigorosos, como la verdad que sus- tentaban, acometen pues Etherio y Beato al metropolitano de To- ledo, que en vano intenta guarecerse bajo la autoridad, mafiosa- mente invocada, de Isidore y Eugenio, de Ildefonso y Julian 2 , ha- 1 He aqui las razones en que se fundan: Scripsimus hunc apologelicum non panegyrico more adlocutionis mendacii, nee obscurantibus fumosorum cloquentiae sermonum; sed puris scnsibus, ut omnes, qui audierint, intelli- gere possint. Apologeticum est excusatio, in quo accusantibus respondetur in defensionem sui. Et ideo criminantibus respondimus, et nos ab haeresi pur^ gatos, Deo inluminante, invenimus. Panegyricum et licenliosum et lascivio- sum genus dicendi in laudibus rcgum, in cuius compositione niullis mcnda- ciis adulantur. Non enim nos mendacium in apologeticis nostris in laudetn cuiuslibet regis terreni componiraus; sed fldem veram, quam ab ipsis disci- pulis Veritatis hausimus (Lib. II, ad init.). De suma importancia es para nuestros estudios el advertir que Ethcrio y Beato, al definir el apologtlico y cl paneglrico, copiaban al pie de la letra las palabras de Isidoro: este gran mars- tro habia dicho, dcfiniendolos: Apologcticum est excusatio, in quo solent quidam accusantibus respondere. Pancgiricum est licentiosum et lascivio- sum genus dicendi in laudibus regum: in cuius compositione homines multis mendaciis adulanlur (Ethim., lib. VII, cap. VII, De generilms opusculonim). 2 Elipando se concepluaba, cual motropolitano de Toledo, hcrcdcro dc la 64 HISTORIA CHtTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. condole zozobrar en el pie"lago de las Santas Escrituras, a que se habia imprudentemente arrojado. Pero si ganaban el lauro por ellos noblemente apetecido, acrisolando en la grey cristiana la creencia cattilica, preconizada en Nicea por el grande Oslo y acla- mada en Toledo por el ilustre Leandro; si raostraban una vez mas que mientras los errores y peligros de la moral 6 del dogma na- cian 6 hallaban calor en la raza visigoda *, tenian escudo y de- fensa en la hispano-latina todas las verdades que manaban de las purisimas fuentes del Evangelio, daban tambien en su lenguaje y en su estilo, no insignificante testimonio del doloroso estado a que se veia reduoida la antigua cultura de las Espanas. Etherio y Beato no carecian por cierto de brillantes dotes literarias, preciandose de seguir las huellas de Isidoro y de sus discipulos; pero si como el Pacense y Cixila, tienen por de legitima ley el peregrine ornato doctrina de Eugenic, Ildefonso y Julian, cuya fuente henios reconocido en Isidoro: asi se muestra escandalizado de la contradiccion de Etherio y Beato, diciendo a Felix: Nunquam est auditum ut libanenses toletanos docuissentw (Esp. Sag., ut supra, pag. 536). Hablando de Isidoro en su Epistola ad Albi- num, le apellidaba iubar Ecclesiae, sidus Hesperiae, doctor Hispaniae, pre- tendiendo cohonestar su error con la autoridad que alcanzaba el libro de las Etimologias (Id., pag. 547). De aqui nacio, como cuerdamente nota Mariana, que a tos antiguos santos que alegaban los errados [Elipando y Felix], y de cuyos dichos se valian [de Eugenio, Ildefonso y Julian], cargo Carlo-Magno- en la carta que escribio a Elipando, diciendo que no es maravilla los hi- jos se parezcan a los padres (Hist. gen. de Esp., lib. VII, cap. VIII). En la consideracion literaria importa mucho notar cuan grande era la fuerza de la tradicion, y cual la autoridad que alcanzaban, aunen medio de la aberration y el desorden, aquellas grandes lumbreras de la cultura hispano-latina. I Vease lo que dejaraos advertido en los capitulos IX y X de esta primera parte sobre la corrupcion personal del clero, los alentados de Sigcberto.que le hacen indigno dc la catedra de Toledo (Concil. XVI, 693), y la desatenta- da conducta de don Oppas, que no solo escandalizo a sus coetdneos, sino tam- bien a los siglos futures (Espana Sagrada, tomo V, trat. V, cap. IV, pagi- nas 297 y 303). No sea esto decir que fue negado a los visigodos el conoci- mieato de la verdad: los nombres de Massona y Juan de Biclara, que pronun- ciamos con respcto, al tratar del III concilio toledano, y el mismo de Theu- dula, citado arriba, prueban que si arraigaron en la raza visigoda los peligros de la hcregia y de la prevaricacion, no por eso dejo de ilurainar a sus hijos la vcrdadcra luz evangel ica. PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMETANA. 65 de las nmas, que iba desfigurando cada vez la prosa; si haciendo gala de aquel primor ret6rico, muestran el imperio que lograba en ellos la tradicioh, tambien descubren claramente que era de todo punto imposible el conjurar la ruina de aquella literatura, que siguiendo las leyes generales de la civilization, caminaba a una trasformacion completa ' . Beato daba asimisrao insigne prue- ba de su erudition en las Santas Escrituras, confesada por todos los escritores modernos, al comentar los misteriosos libros del Apocalypsi *. 1 Hemos notado ya como en Cixila y en el Pacense se perpetiia y aun va toraando creces el ornamento de las rimas, que agrupan principalmente en aquellos pasajes de mayor interes e importancia. Etherio y Beato adoptan el misrao sistema, y desde los primeros parrafos de su tratado leemos: Sed ubi negavit, Christus ligatus tenebafwr: ante praesidem staba/: alapis et colaphis caedebafwr: conspueba/r. Nox erat, tenebrae erant, in praetorio erat: ancilla ostiaria ostium clausum teneba/. Adhuc spiritus santus plenius Petro non fue- rat dadtx. Ubi vero confesstts est Christum filium Dei, non erat ligatws. lesus nequc sol: sed multitudo sequebatur cum, quorum mortuos susciiabat, cae- cos illumiiiflZw/, leprosos mundafca/, daemones effugafraJ, et diversas infirmi- tatcs curafra/, etc. (Lib. I, parr. II). Facil nos seria presentar otros muchos egemplos, donde las rimas sc repiten con la misma insistencia: comprobado el hecho, bastenos dejar rcconocido el curso de la tradicion, para oblener en el momento oportuno las legitimas consecuencias que en el texto indicamos. 2 Menciona, aunque de pasada, don Nicolas Antonio los comentarios In Apocalypsin, refiricndose al docto Mabillon, quicn habia expresado el dcseo dc que se diesen a la estampa, como antes lo hizo el jesuita scvillano Luis de Al- cazar (/ Apocalipsin, pag. 89). El entendido don Jaime Villanueva trae en su Viaje literario & las Iglesias de Espana noticiacxacla y un tanto circunstancia- da de dos preciosos codices del Comentario del Apocalipsi de Beato, exislentes en las catedrales de Urgel y de Gcrona. El primer Ms. es un vol. fol. en per- gamino, exornado dc grandes miniaturas, en que se rcpresentan todas las vi- siones de San Juan, y parece de mediados del siglo X (tomo XI, carta LXXXV, pags. \~\ y 281): casi iguales condiciones ofrecc el scgundo, bien que cs to- davia mayor el niimero de las miniaturas, y ticne la circunslancia de conser- var los nombres del copiante y del pintor, y el ano en que sc acabo aquel pe- regrino trabajo. Villanueva dice: A1 fin de la ultima columna sc lee con letras mayusculas: Senior presbiter scripsit. Sobre la il (con que termina) hay una linca de mayusculas que dice: Dominus Abba liber fieri precepit. Y en otra, dcbajo de dicha letra, se lee: Ende pintrix el Dei aititrix frater nEmeterins et presbiter, invent portum volumine, VI feria, II nonas lulias. In TOMO II. 5 66 HISTORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Hallaba pues el error de Elipando merecido correctivo en el mismo suelo en que habia comenzado a hacer tan doloroso estra- go, salvando una vez mas la elocuencia cristiana la pureza del dogma cattilico; pero faltando ya la autoridad suprema de los concilios que habian dado unidad y fijeza a la creencia, si produjo la clara facundia de Etherio y de Beato el saludable efecto a que aspiraba, no por eso abandonaron Felix y Elipando la herejia, que eundiendo del lado alia de los Pirineos, llegaba por ultimo a escandalizar los oidos del pontiflce Adriano, despertando al par la piedad del ilustrado principe que iba a cenir en breve la corona del Imperio. Califlcada pues la herejia por Adriano I, reprobada en los concilios de Ratisbona [792], Francfort [794] y Aquisgran [799], y combatida nuevamente por tan esclarecidos varones eo- mo Pedro, obispo de Milan, Paulino de Aquileya, y el renombra- do Alcuino, era flnalmente condenada en Roma por Leon III, que- dando, como natural consecuencia, quebrantada la indtimita en- tereza de Felix y de Elipando l , y acrisolada de nuevo la verda- is diebus erat Fredenando Flagini et Avillas Toleta civitas, ad debellando Mauritaniae, Era millessiraa XIII [afio 975] (tomo XII, Cart. XCI, pagi- nas Ii8 y H9). La Real Academia de la Historia ha adquirido en los ultimos ahos otro codice, que pertenecio al monasterio de San Millan de la Cogulla, de letra del siglo XI, y enriquecido de miniaturas e iniciales de colores: Cue escrito (dempore Benedicti, Abbalis VIIII SanctiEmiliani, per Albinum mona- chura eiusdem, in JEra MCCXVI (afio H78). La Biblioteca National posee fi- nalmente otro Ms. del Apocalipsi, por extremo curioso e interesante, que es el mismo examinado por Morales en San Isidoro de Leon, adonde lo hubo de ofrendar sin duda Fernando I, quien tanto enriquecio aquella iglesia, y en cuyo tiempo se escribe. Estos dos codices procuro describir don Jose Eguren en su Memoria de los cddices notables conservados en los archives ecle&iasticos, pre- miada por la Biblioteca Nacional. Beato dividio su Comentario en doce capi- tulos, y segun advierte en varios pasajes, lo escribio desde 784 en adelante, terminada sin duda la controversia de Elipando, y lo dedico a Etherio, a cuya instancia lo compuso. i Felix abjuro una y otra vez la herejia, quedando por ultimo despojado de la silla de Urgel, depcndiente de la autoridad de Carlo-Magno. Creese que Elipando reconocio tambien su error, volviendo al scno del catolicismo (Flo- rez, Clave Historial, siglo VIII). Los leclorcs que desearen mas pormenores sobre esta tribulacion dc la Iglcsia espanola, pucden consultar cl tomo V dc la Expafta Sagrada, dondcse publican muy importantcs documentos ineditos PARTE I, CAP. XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMETANA. 67 dera f6 de los Isidores 6 Ildefonsos, que iba a ser en breve sellada con la sangre de los martires. Lejos pues de haber roto aquella desconsoladora aberracion los vinculos que unian a los cristianos, s61o contribuyo" a estrechar- los, exaltando con el triunfo de la verdad su entusiasrao religioso. Mas no porque fueran esteYiles los esfuerzos de Felix y Elipando para sembrar la cizana, creyendo acaso hacer el bien, dejan de revelar el miserable estado de la Peninsula Ibe"rica en la segunda mitad del siglo VIII. Sernejante extravio, que se ha considerado principalmente como una prevaricacion hija de la vanidad y so- berbia de los prelados que siguen tan perniciosa doctrina, cor- responde en el 6rden moral a la gran catastrofe que lloraba la nacion entera en el 6rden politico, y advierte al historiador y al fi!6sofo que no era este el unico peligro, a que estaba expuesta la fti de los mozarabes, bien que exaltada sin cesar por los males del cautiverio. S61o un camino podia conducir por entre innumerables escollos a puerto de salvation en medio de aquella borrasca y de los nue- vos conflictos, con que la sagaz politica de los Califas amenazaba a los cristianos sometidos al yugo del Islam; y este camino fiie" se- guido con tan extraordinario aliento, que ni escollos ni abismos pudieron contener a la generosa grey que, oprimida bajo insufri- ble coyunda, todo lo sacrificaba en aras de la libertad de su con- ciencia. Ya lo hemos indicado: sin mas armas que la f6, ni otro guia que la tradition recibida de sus may ores, rechazando toda in- fluencia contraria a la religion y a la moral que de ella emanaba, y se reproducen otros dc no menor cstima. Entre ellos merecen especial con- sideracion los Fragmentos de algunos escritores antiguos e.rtranjeros, que em- piezan a la pagina 561. El ultimo es un pasaje De geslis Caroli Magni r anales cscritos 'en verso por un pocta sajon del siglo IX. Este da a Felix por autor dc la herejia, diciendo: Cclsa Pyrinaei supra iuga condita montis I'rlis est Orgellis, Praesul cui nomen Felix I'r.u-fiiii. Hie haeresim molitus condere pravam, Dogmata tradcbat 1 idi-i contraria Sanctac, Affinuan.s, Christus Dominus, quia corporc JiinijHo K-t homo dignatui I'uri, non pro|)rias ex hoc, .Scd <]uoU adoptivus sit Filiui Umnipolcotis, etc. "68 HISTOFUA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. se aprestan los mozarabes a sostener una de las mas her6icas lu- chas que ofrece la historia de los tiempos medios; y si no. pueden la f6 y la tradition darles sobre los sectaries de Mahoma el mismo triunfo, alcanzado dos siglos antes contra los secuaces de Arrio, revistenlos de aquel invencible espiritu que animaba a los cristia- nos independientes, habielidose menester al cabo del exterminio para sofocar su perseverancia religiosa y domenar su patriotismo. Contemplemos este interesante y maravilloso espectaculo en el capitulo siguiente, no sin dejar antes consignada una observacion, interesante por extremo para los estudios que vamos realizando. Cuantos escritores florecen en los primeros dias de la servidumbre mahoraetana, debian su educacion literaria a la decadente monar- quia visigoda, apareciendo filiados en la triple escuela de los Brau- lios, Eugenios y Paulos Emeritenses, que reconocia su centro y cabeza en la escuela de Sevilla, fundada por Leandro e Isidoro 1 : cuantos cultivan las letras, tras estos primeros mementos de zo- zobra, lejanos mas cada dia de aquella fuente, viven s> motafdilon, anapesto-yambo , y ^jj>jj> mafuldtu, epitrito 4. 6 spondeo-trocheo. En la composicion de los pies entran seis elementos figurados, que son: i. .jj tan: ,j-^*- v -^r- sdbabjafif, 6 cuerda ligera. 2. .ji tana: c |^*- ) ^^ sAbab tz-aquil, 6 cuerda grave. 3. /r--' tanan: fjZ? >^Jj wdtad machmti, 6 palo conjunto. 4. ^LJ' tani. (J^jj^ ^j wdtad mafruc, 6 palo disyunto. 5. .j^J tananan: ^j*~ wL3 fasila sogra, 6 pequeuo tabique (se- paracion). 6. ,-^J tanananan: ^vf "^>^ fasila cobra, 6 gran tabique. Es de notar que los arabes llaman al verso ^^~> bait 6 tienda de campa- na, y comparando su extructura a la de una tienda, ban dado a los elementos desu versificacion dcnominaciones tomadas de las paries que compusieron aquclla mansion primitiva. Los ocho pies referidos formaron por efecto de la variedad de su combinacion 6 disposicion respecliva, diez y seis melros primilivos, llamados jsr? bahr, plural, \js^. bohur, cuyos nombres tecnicos son: 1. Jj^JJ! cl tha- wil 6 el prolongado. 2. Jo,xJ! el madid 6 el cxtcnso. 3. -la~~^ el basith 6 el amplio. 4. ^-3^1 el wafir 6 cl cxhuberante. 5. J^l el cd- TOMO li. 6 82 HISTOR1A CRiTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. AI-Hakem, Abd-er-Rahman II y Mahommad , todoshabian aspira- perfccto. 6.^=s-r! cl hdchaz 6 el lirico. 7. V~M^ el rdchaz- 6 el tremulo. 8. J.-'Vl el raml 6 el breve. 9. sJ^Jl cl sari 6 el veloz. 10. ~j~~l cl monsdrih 6 el movil. H. .iJux-M cl jaftf 6 cl levc. 12. %Lis*Ji cl modhari 6 asimilado. 13. w^^_^JUJ! cl moctadhab 6 el con- V ciso. 14. ^jL-^s-^l el mochtattz 6 el cortado. 15. v__^.LiLx 6 verso se componc dc dos mitadcs 6 hemistiquios, lla- mados p'*^* tnisra , hoja de puerta, 6 Jaw xathr, mitad; y todo el de ocho 6 scis pies, partidos igualmente cntre los dos hemistiquios. Por LiU cafia 6 rima cnlicndcn los arabes todo lo que hay cntre las dos ultimas letras quiescentes del verso, y en ciertos casos hasta las dos letras quicscentes y la vocal que precede a la penultima quiescente. La rima se di- vide en cinco especies, segun el numero de letras movidas que hay entre las dos ultimas quiescentes, que son los limites de ella: la l. a tiene lugar cuando las letras movidas son cuatro; la 2 a cuando son tres; la 3. a cuando dos; la 4. a cuando una, y la S. a cuando el verso acaba en dos quiescentes, como en ' ilis ulli. Y excilandole en la raisma Eptstola a la controversia, afiadc: 0ui aculo capite pugnet, hostcmquc non solum vulncrct, scd detruncet; de quibus Vir- gilius dicit: Teiitonico ritu toliti tnri|Uerr calcllis. 104 HISTOR1A CRiTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. si en el Libro de las Centellas [Liber Scintillarum] acopia e" ilustra la doctrina moral de la Iglesia con suma discrecion y ta- lento, en el Indiculo luminoso desplega todo el caudal de sus es- tudios escriturarios, y pone igualmente en contribucion las obras de los Padres, no sin que entre todos contemple, como lumbrera y norte, al docto Isidore de Se villa *. En las edicionesad usum Delphini se leen arabos versos del siguiente modo: Nee visu facilis, nee dicta affabilis ulli. (&neid., lib. Ill, v. 622). Tentonico ritu soliti torquere cateias. (/<*., lib. VII, v. 741). ' Ni debe tampoco perderse de vista que era Virgilio igualmente estudiado de los personajes, a quienes Alvaro se dirigia. El ya citado Eleazaro, que si habia caido en error, no podia ser tachado de ignorante, trae a la discusion aquellos famosos versos de la fig logo III (v. 90): M. Qui liavium non odit, amet tua carinina Maevi, etc., que veremos adelante recordados por otro cordobes ilustre. Merece pues con- signarseesta singular predileccion que logra Virgilio entre los escritores cris- tianos del siglo IX, porque parece ya predecir su grande influencia en las literaturas meridionales. 1 Beatus et lumen noster Isidorus le apellida repetidamente, y otro tanto hacen todos los escritores del siglo IX. El Libro de las Centellas es una com- pilacion vaciada en el molde del Libro de las Sentencias del mismo San Isido- re, que como hemos antes manifestado (cap. IX), habia sido imitado ya por Tajon a fines del siglo VII. Alvaro tuvo presente para este precioso libro, todavia no dado a la estampa,*demas de las Sagradas Escrituras, las obras de San Clemente, Origenes, San Atanasio, San Ambrosio, San Hilario, San Geronimo, San Agustin, San Gregorio y San Cesario, no perdiendo de vista al gran doctor de las Espafias. Josefo y Eusebio, asi como las Vidas de los Padres (Vitae Patrum), le ministraron testimonios y ensenanzas historicas que avaloran por extreme tan precioso tratado. Componese este de ochenta y un capitulos (Espana Sagrada, tomo XI, cap. II), y han llegado fclizmente a nuestros dias los dos preciosos codices que con nombrc dc goticos cita el P. Florez (ut supra), conscrvado el primero en la Bibliotcca Nacional, donde lo examino aquel iluslrado agustino, y el segundo en la Real Academia de la Historia con los Mss. de San Millan, adquiridos por este sabio cuerpo (Mem. Hist. Esp., tomo II, pag. XI). Tambien sc guarda en la Biblioteca Na- cional la copia del siglo XIV, citada por Florez (Id.,idr, pag. 50). PARTE I, CAP. XII. ESCRITORES CRISTIANOS DEL CALIFATO. 103 A.1 considerar pues las fuentes en que Alvaro recoge la doc~ trina, comprendemos sin dificultad alguna cuan distante se ha- llaba de aquella ignorancia y rusticidad tan exageradas por su modestia: al examinarle bajo el aspecto meramente literario, ad- vertiremos cuan severe anduvo consigo mismo quien no esquivaba a los demas aplausos y alabanzas. Amaestrado Alvaro en el len- guaje de la controversia, segun queda arriba insinuado, abra- zaba la causa de los martires con el mismo ardor con que habia pugnado en pro de la verdad y pureza del dogma; y dirigie"ndose probar que la persecucion, llorada por el cristianismo, nacia ex- clusivamente de la opresion ejercida por los mahometanos, cuya religion era, demas de esto, viva y clara ofensa de la moral ense- nada por el Salvador, predicada por los aptistoles y defendida por la Iglesia, bosquejaba el lastimoso cuadro de la sociedad cristia- na, despedazada por la ambicion y la ignorancia, y expuesta a los tiros de las artes politicas de los Califas y al escarnio y conti- nua befa del populacho mahometano * . Era el objeto del Indiculo el mismo propuesto por Eulogio en el Memorial de los Santos: uno y otro aspiraban a sacar triun- fante del vituperio, con que se intentaba abrumarla, aquella su- blime abnegacion de los que, menospreciando las cosas del mun- do, sellaban con su sangre la santidad de sus creencias; y sin embargo de esta identidad de fines y de la paridad de los estu- dios, a que juntos habian dado cima, distintas eran las dotes que resaltaban en ambos escri tores. Eulogio, aunque apasionado siem- pre y fogoso en el instante de la contradiccion, jamas abando- naba la ternura de su alma, anhelando no tanto convencer por medio del raciocinio, como persuadir y avasallar el animo por me- dio de la simpatia : Alvaro, arrebatado siempre, tirante como el arco, a que no da tregua la mano del ballestero, terrible en el ataque como esforzadoy firmo en la defensa, dirige a todas par- tes con igual impetu sus golpes; y despojandose, tal vez sin ad- vertirlo, de aquella flexibilidad y sencillez que imprimen en la fraso de Eulogio apaciblo candor y frescura, produce constantcmente 1 <iles los esfuerzos de Eulogio y de Al- varo: vistas sus obras por los verdaderos cristianos como la apo- logia del martirio, encendieron mas y mas la f6 de sus corazo- nes, exasperando de nuevo a los mahometanos, quienes, cual va insinuado, llegaban a pensar formalmente en la completa extir- pation de los mozarabes. La repentina muerte de Abd-er-Rah- man, interpretada por estos corno un castigo del cielo, parecia prometer algun respiro, esperanza que fu6 en breve desvane- cida por Mahommah, quien irritado de la perse verancia de los cristianos, resolvio" vencerla con todas sus fuerzas *. Renacia 1 Alvaro, que en esta forma se dolia del olvido de las letras latinas, no dejaba de reconocer la facundia y sonoridad de la lengua arabiga, declarando no obstante, que poseian los sarracenos el insensible sonido del bien hablar, careciendo del bucn sentido de laverdadera elocuencia, con lo cual hacian tambiea insensible la agradable armonia de su lengua. (dnscnsibilem redden- tes linguae arabicae plausibilem sonum (Ind. Lum., num. XXVII). El Indlculo luminoso, que fue cscritoen 854, quedo sin terminar, 6 no se ha trasmitido a nosotros el libro II, que penso anadirlc Alvaro (Veanse los nums. I, XI y XXI). Tambien promelio componer otro libro contra el Koram, cuando al rechazar sus torpczas, decia: Quae omnia in alio opcre enucleatius et li- matiori invectione, si Deus vitam concesserit, disseremus (num. XXIV). 2 El primer testimonio que dio Mahommah de la adversion que profcsaba a los cristianos, fue el de arrojar de su palacio en el primer dia de su reinado a todos los mozarabes que cjercian en el algun oficio 6 ministcrio, sujetando- los al censo comun, si no abjuraban del crislianismo. De esla manera, no solo los inhabilitaba para ejercer oficios publicos cerca de su persona, sino que los despojaba de los cargos militares, que habian tenido en los anlcriores califados. La prevaricacion de unos y la exallacion de otros fue la primcra consecueucia de esle acucrdo, contrario en vcrdad a la politica dc los Abd-er- Rahraanes (Mem Sanct., lib. Ill, caps. I y II). 108 H1STORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAiSOLA. de este modo aquella tenaz lucha; y en mitad do los conflic- tos y vicisitudes que rodeaban a la grey de Cristo, de cuyas .filas salian diariaraente invencibles atletas, Ileg6 a Eulogio el so- lemne momento de sellar con su propia sangre la sinceridad de sus predicaciones y la verdad de sus escritos. El infatigable pres- bitero, a quien el pueblo y clero de Toledo habian ofrecido la catedra de Eugenio y de Ildefonso, azotado cruelmente y herido el rostro por la envilecida mano de un eunuco, era conducido al suplicio, glorioso t6rmino de sus penalidades, por haber patro- cinado la f6 de Leocricia, llamada por la Providencia a com- partir con 61 los ultimos laureles del martirio [859]. Alvaro, en quien esta irreparable p6rdida produjo amargo sentimiento, mien- tras recogian los cristianos con tierno respeto los despojos raor- tales de su sabio araigo, colocandolos en la basilica de San Zoilo, donde habia profesado el sacerdocio l , escribia en breve y dolo- roso epitome su egemplarisima vida, quilatando dignamente su talento y sus virtudes, y cerrando con su martirio la pat6tica his- toria, trazada por la pluma del mismo Eulogio 2 . Al pagarle este merecido y carinoso tributo, recordaba Alvaro que habia cultiva- do la poesia, y ejercitando de nuevo las reglas m6tricas, restau- radas por Eulogio, entonaba en ardiente himno, que repetian los fieles bajo las btivedas del templo, las alabanzas de su vida y muerte, coronando estas singulares muestras de su dulce y acri- solada amistad con no menos laudatorio epitafio, a que anadia, fmalmente, sencilla-y apasionada suplica, escogi6ndole por su in- tercesor y patrono 3 . { Despues fueron trasportados con el cucrpo dc Leocricia a Asliirias por solicitud de Alfonso III, el Magno, quien los mando poner, dentro de prc- ciosas areas, al lado del cucrpo de Santa Leocadia, en la Cripta de la Cdmara Santa, construida junto a la catedral de Ovicdo por Alfonso el Casto, y en- grandecida dcspues por Alfonso VI. En 1340 fueron trasladados a la referida Camara, donde en la actualidad se vcneran (Monumentos Arqtiitecttinicos de Espafta, Monografia de la Cdmara Santa de la catedral de Oviedo, II. a Parte). 2 Vita vel Passio Sancti Eulogii, auctore Alvaro Cordubensi. 3 El himno In diem Sancti Eulogii, su Epitapltium y la Orutio Alvari, de que en este lugar hablamos, fueron publicados por Ambrosio dc Morales en la edicion de las obras de San Eulogio (Alcala, 1574), reproducidos despues por PARTE I, CAP. XII. ESCIUTORES CRISTIANOS DEL CALIF ATO. 109 Al llegar & este punto, conviene fijar por un momento la vista en las obras poe"ticas de Alvaro que han logrado salvarse de la oscuridad de los siglos; porque son el mas seguro comprobante del anhelo y respeto con que, en medio de la servidumbre, acep- tan y siguen los mozarabes la tradition de los estudios. Declara Alvaro que restableci6 Eulogio las leyes de la metrificacion, ya olvidadas en su tiernpo; y esta declaracion honrosa para su docto amigo, poni6ndonos de relieve la infelicidad y postracion a que habian venido los estudios, por la e"poca a que se reflere y por el linaje de tareas en que Eulogio a la sazon se ocupaba, prueba con toda evidencia, que a pesar de ser conocida la doctrina de Isido- ro, se hubo raenester del egemplo de los poetas profanos y sa- grados para practicarla *. Alvaro, que recibe con veneracion y carino las reglas de Eulogio, juzgando peligroso echarse en bra- zos de los poetas del siglo de oro de las letras latinas, busca en- tre los cantores del cristianisrao digno modelo, a que amoldar sus Francisco Escoto (Francfort, 1608), e incluidos con la Vida del mismo santo en la magnifica edicion de los PP. Toledanos (tomo II, pag. 394 y sigs.). El P. Florez los inserto asimismo en el Apend. VI del tomo X de la Espana Sa- grada; tomo dcdicado exclusivamente, asi como el siguiente, que cncicrra las obras de Alvaro y de Samson, a los mozarabes cordobeses. 1 Las reglas que Alvaro atribuye a Eulogio fueron escritas por este du- rante su prision: lbi (in carcere) metricos, quos adhuc nesciebant sapicntes Hispaniac, pedes perfectissime docuit, nobisque post egressionem suam os- tendit (Vita vel Passio, num. IV). Pero aunque csta manifestacion es de su- ma importancia para fijar la epoca en que Alvaro compuso las poesias que de 61 se conservan, siendo por tanto posteriorcs al ano 851 , no dcbe entenderse con toda latitud, so pena de cacr en lamentable contradiccion. Los sabios de Espana, tales como Esperaindeo, Eulogio, Samson y el mismo Alvaro, cono- cian todos, estudiaban y citabari con frecuencia la memorable obra dc las Eti- mologias; y explicandose en los caps. XV, XVI, XVII y XVIII del lib. I de una manera amplia y salisfactoria cuanto tiene relacion con la metrica lati- na, no hay razon para suponer que fuera esta desconocida dc los eruditos hasta los tiempos, a que Alvaro so refiere. Su testimonio prueba si, el aban- dono en que los buenos estudios habian caido por efecto de la politica malio- metana, y que tal vez no se aplicaba ya la doctrina del doctor dc las Espafias, a cuya reslauracion se dirigieron sin duda los esfucrzos de Eulogio, amplian- dola oportunamcnte y uniendo a la teoria cl egemplo de los anliguos poetas, traidos por cl a Cordoba. MO HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. inspiraciones; y detenierido sus miradas en las poesias de Euge- nio, acatalas corao norma y dechado, y cifra toda su gloria en se- guir sus aplaudidos vuelos. Pero si imitandole en casi todas sus producciones, va tan ade- lante que no s61o toma de 61 los asuntos de que trata, sino que llega a convertirse en mero copista, segun ensena el Carmen Phi- lomenae *, careciendo de la sensibilidad y ternura que habian caracterizado al discipulo de Braulio, no le es posible dar a sus poesias aquel vivo interns y patelica entonacion, que hemos apre- ciado en las de Eugenio. Inclinado en esta forma a la imitacion, como consecuencia natural de sus estudios, mientras reconocia, la superioridad de los poetas sagrados de siglos anteriores, y vene- { Aun a riesgo de ser prolijos, parecenos oportuno citar aqui algun egem- plo dc estas imitaciones. Eugenio habia dicho en el C.armen Philomelaicum: Vox, Philomela, tua cantus edicere cogi'f lude tui Inudem rustica lingua can//. Vox, Philomela, tua citharas in carmine vinci'r. Et superat mini musica flabra niod/.t. Vox, Philomela, tua curanim semina pell/r, Reoreat et blnmUt nnxin corda son/.!, etc. Alvaro escribe: Vox, Philomela, tua metrorum canuina vinciV Et superat minV flnmina mngna mml/.<. *Vox, Philomela, tua dulcis super orgnna petgil, Cantica nam suave fulgide magna cam'. Vox, Philomela, tua superat sic guture musas, Ut cithcras vincal sibila ter..., etc. No creemos necesario seguir copiando, pues aunque la composicion de Al- varo tiene por desgracia no pocas lagunas en la unica edicion que de sus ver- sos existe, bastan los ya transcritos para cumplida comprobacion de nuestro aserto. Re^pecto de la imitacion de los asuntos, sera bien advertir que San Eugenio hizo, demas de los versos citados, otras tres composiciones a la Go- londrina, habicndo cantado las quejas de su enfermedad (Querimonia aegritu- dinis propriae),\A venida de su vcjez (De adventu propriae senectutis) y la bre- vedad de la vida (De brevitate huius vitae). Alvaro compuso las efemcridcs de sus dolcncias (Ephemerides aegritudinis propriae), su propio lamento (La- mentum melricum proprium), y para seguir en todo las huellas de Eugenio, canto repclidas veces, a la golondrina (hirundo), y tuvo tam!)ien presentes los versos In BlblioUiecam , al escribir los que dirigio a Lcovigildo con el mismo propusito (/ Bibliotecam Leovigildi). La tradicion de los estudios no podia scr mas cficaz, ni la imitacion mas directa c inmcdiata. PARTE I, CAP. XII. ESCR1TORES CRISTIANOS DEL CALIFATO. ill raba, a pesar de su ortodoxia, las obras do la antiguedad clasica, admitia en sus metres la rima, prodigada en todos sus escritos ', y daba el nombre de Cintia al astro de la noche, introduciendo asi el uso de la mitologia en la poesia cristiana 2 . Y sin embar- \ Demas de la rima que nacia de la figura homoteleuton, de que hemos dado noticia (Cap. IX, nota 57), uso ya Alvaro la consonancia tal como la emplearon despues los poetas vulgarcs, bien que no con la insistencia que en estos se advierte. Al final de la composicion In laudem Crucis, se lee: Perfida disccdat turba fuscata dolore: . A^uiina exullet Chri.sti florenti Aecort, El sinogoga suo reced.it nunc furva colors: Ecclesia iubilet clarenti fulva color;, Quam Christus pulcro semper sihi iungit amort. Al terminar los versos In laudem B. Hyeronimi, decia: Optima factwa Domini, decus atqae figura, Deliciis plena paradisi, luxque sereno, FulgeDS fulgore niiiiio, perfecto decora'. Forma vicufi superos, super astra fui'./i, Cunctis splendorem mirantibus atqae decorem Effigies pr/ma recidisti lapsus ad into: Te deieciifi, quid te super astra tul/.<7reco-romana, Y como hemos ya advertido, se mos- traba grandemente apasionado de Virgilio, y docto en el conoc'imiento de otros muchos poetas latinos, tales como Horacio, Persio, Marcial y Juvenal, cuyos versos cita con oportunidad y no mal gusto. i No es licito pasar adelante sin advertir que la mayor parte de los escri- tores que se han referido a las obras de Alvaro Cordobes, para apreciar el esta- do de las letras, durante el siglo IX, han dado muestra de conocer unicamentc el pasaje que se refiere al olvido de lalengualatina, citado desde el siglo XVI por el doctor Aldrete en sus Orlgenes de la espanola. El detenido cstudio de las obras del mismo Alvaro y de su amigo Eulogio persuade hasta la eviden- cia de que, si lamentaron estos ilustres varones el fatal efccto producido en la grey cristiana por las leyes y la politica de los Califas, aspiraron a restaurar con sus esfuerzos intelcctuales cl empafiado brillo de las letras latinas, man- teniendo asi vivo cl espfritu de aquella nacionalidad, cuya deslruccion am- bicionaban los descendientes dc Abd-er-Rahman I. Los escritores que lanto en Espafia como fucra dc ella, han tenido por linico fundamento de sus juicios, respecto al estado de la cultura mo/arabe, cl pasaje aislado do Alvaro Cor- dobes, no han podido abarcar el conjunto de aquella misma cultura, desco- nocicndo enteramentc las causas dc las quejas dc Alvaro y dc la terrible lu- cha que tiene por ultima formula cl martirio. PARTE I, CAP. XII. ESCRITORES CR!STIANOS DEL CALIFATO. H3 El martirio de Eulogio, a que sigui6 en breve la maerte de Alvaro [861], dejaba en lastimosa orfandad a la grey cristiana, que rendida al peso de sus infortunios, caia por ultimo en honda postracion y abatimiento. Ninguno de los que habian florecido al lado de tan doctos agitigrafos, alcanzaba la autoridad ni la cien- cia bastantes a sostener por mas tiempo aquella hertiica lucha. El problema estaba resuelto: los sucesores del grande Abd-er- Rahman, impoteutes para reducir a una sola familia las multipli- cadas razas que poblaban su territorio, 6 inhabiles para fundar la unidad politica y religiosa del Califato por aquel principe ambi- cionada, habian dado virtualmente cima a la infanda obra que de- bian en breve c/msumar los destructores del misrao Imperio de los Califas; y vencedora por estos inesperados reveses aquella despia- dada y ya vengativa politica, daba en Servando a los mozarabes desalmado opresor, quien para conservar la dignidad de Conde, a que habia subido desde el tugurio de los siervos ' , y con ella el favor del Califa, curaba s61o de humillar la quebrantada entereza de los suyos, aniquilandolos y destruy6ndolos. Completaba este miserable cuadro la menguada pravedad de Samuel, obispo de Elvira, y sobre todo la crueldad y doblez de Hostegesis, obispo de Malaga, deudo de Servando, y como el predilecto de la c6rte mu- sulmana; pues no contento este mal pastor con ensangrentarse, cual rabioso lobo, en sus propias ovejas, sembraba tambien entre ellas con torpe mano la cizana de la herejia 2 . 1 Vease la nota 1 . a dc la pag. 2f> de csle scgnndo voliimcn. 2 No solamcnlc debemos al abaci Samson las noticias dc esta nueva tri- bulacion que cayo sobre los catolicos en la scgunda mitad del siglo IX, sino ol rctrato, bicn rcpugnantc por cierto, de aqucllos dos pcrsonajes, fautores y ca- bczas de la opresion y la herejia, en que csta se apoya. Hoslegcsis es acusado dc simoniaco, exactor violcnto y sacrilego de las tercias, opresor de los sa- cerdotcs, u quienes azota y decalva, cuando no le pagan los ccnsos que ar- bitrariamcnte les impone, < impure y libidinoso sodomila: su anhelo por li- sunjear los deseos de la cortc musulmana, le lleva al punlo de enganar ;i los crislianos, para que sc prestaran a la formacion de un encabczamienlo gene- ral, promotiendoles interceder por ellos (quasi pro cis oraturus) y pntregiin- dolo dcspues a los sarracenos, a fin de que ninguno sc liberlara ile los itn- pnostos nuevamenlc invcntados. Servando, que cs calificado por el mismo Samson dc malvado, soberbio, mal nacido, avariento y cruel, hacia tributa- TOMO II. 8 H4 HISTORIA CRlTICA DE LA L1TERATURA ESPAflOLA. Pero del centre mismo de los oprimidos alzabase entre tanto la voz del presbitero Samson, abad primero del monasterio de Pe- namelaria y rector despues de la basilica de San Zoilo, para re- chazar los errores difundidos por aquel indigno prelado; y aunque no le era ya posible devolver a los verdaderos cat61icos el vigor perdido, pens6 el generoso presbitero en preservarlos de aquella activa gangrena, que amenazaba de muerte a la raza mozarabe. Cimentado, como Eulogio y Alvaro, en el conocimiento de las Sagradas Escrituras, docto, como ellos, en el estudio de los Pa- dres, y admirador de las letras latinas, cuyas inmortales obras recibe sin duda de sus manos, entra Samson en lid abierta con Hostegesis y sus numerosos secuaces; y condenado y absuelto su- cesivamente por los obispos de los dominios musulmanes [862 y 863], arrostra con entero corazon la persecucion y el destierro. Desde Tucci [Martos], donde halla acogida, mientras se do- blan a la astucia del heresiarca hombres tan ilustrados como el presbitero Leovigildo, lanza en 864 su formidable Apologttico, maquina de guerra, en que usando de todas armas y empleando todos los tonos, ya ataca a Hostegesis, confundi6ndole y ame- nazandole con la autoridad y pureza de la doctrina que hace pu- blica y ostensible su vergonzosa ignorancia de las Escrituras, ya le abruma bajo el peso del ridiculo, burlandose de su impericia literaria, ya en fin moteja la tosquedad y extravagante rudeza de su diccion y de su estilo. Maravillaos! Maravillaosl (prorumpia). Decidme, os ruego, oh doctos varones, que sabeis quilatar el lenguaje de las escuelas con los dichos de este autor de la nueva lengua, ^dtinde apren- di6 estas cosas? ^Bebitilas acaso en la Tuliana 6 Ciceroniana fuente? ^Trajo estos nombres, inusitados a nuestros oidos, si- guiendo los egemplos de Cipriano, Gertinimo y Agustino? 46 lo rias las iglcsias y altares, ponia enventa el sacerdocio y despojaba los tem- plos de las sagradas oblaciones. En su ciego y servil afan de cnriqueccr el Erario sarraceno, a costa de los cristianos, aconsejo a Mahommad que impu- siera, solo a los mozarabcs de Cordoba, la contribution de cien mil sucldos, con lo cual obligo a muchos a renegar del cristianismo, para sustraersc a tan pesadas cargas. Es sobre estos puntos notabilisimo el proemio del libro II del Apologttico de Samson (Espana Sagrada, tomo XI, pag. 375). PARTE I, CAP. XII. ESCR1TORES CRISTIANOS DEL CALIFATO. ^5 que es mas cierto, dict61os la necedad, siendo maestro el propio corazon?... Si laoscura niebladela ignorancia (anadia, apostro- wfando al mismo Hostegesis), ocultando los g6neros de los nom- bres, pronombres y participios, escondi6 las personas y tiempos de los verbos, debieras imponer silencio a la trompeta de tu in- articulada voz, con el candado de los dientes, y no mandar a los siglos futuros tus irrisorias cartas, cuajadas de vanidades. Por- que, ere" erne: estas tinieblas de la ignorancia se disipardn algun dia, y volvera aun a Espana el conocimiento del arte gramatico; y entonces sera ya a todos patente de.cuantos errores eres es- clavo tii, que juzgas hoy ser conocidas las letras por los hom- bres estupidosl... Ni es ya agradable reprender a cada paso su rusticidad (exclamaba por ultimo, dirigie"ndose a los lectores), cuando es publico que 61 6 pocas 6 ningunas cosas escribe sa- cadas de la raiz de la ciencia, sino al ciego acaso. Porque el que iio acert6 a guardarse de los vicios, tampoco alcanza a poseer la pureza de la lengua romana. De donde debe decirsele con Virgilio: Ame de Mevio el verso desabrido Quien de Bavio no odiare la poesia: Las raposas ayunte en el egido Y ordene los javatos d porGa '. Era en verdad el Apologttico el mas cumplido proceso, asi de la protervia de Hostegesis contra el abad Samson y los cristianos, 1 Apolog., lib. II, cap. VII. Debemos notar aqui que estas impugnacio- nes litcrarias son muy frecuentes en el Apologttico, obra de que solo se con- servan los dos primeros libros, si ya es que llego a escribirse el tercero, como prometio ol mismo Samson. Este, segun previnimos arriba, cila la Egloga III de Virgilio, versos 90 y 91 , que dicen: Men. Qui Barium non odit, amet lua carmina, Marvi. Atquc idem iungat rulpes et inulgeat bircos. La version que ponemos de cstos versos, esta tomada de Las Bucdlicas de Virgilio, Iraducidas en verso castellano, por don Felix Maria Hidalgo (Sevi- Ha, 1829). De observar es, respecto del abad Samson, el empcuo que pone en conservar la pureza de la lengua y la majestad dc la clocuencia romana, cuya posesion niega a Hostegesis, raanifestando asi que se conceptuaba como heredero de la tradicion literaria, que hemos visto personificada en Eulogio y Alvaro. H6 INSTOR1A CRITICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. corao de su ignorancia literaria y de los errores 6 impiedades por el propalados: defendia el obispo, y creianlo eficazraente sus pro- s6litos, quo tenia el Hacedor Supremo figura humana; y colocan- dole en lo mas alto del cielo, desde donde contemplaba todas las cosas fuera de ellas, aiiadia que estaba al par dentro de las mis- mas por sutilidad [per subtilitatem]; cumulo de absurdos que ha- llaba digna corona en la grosera suposicion de que no en las pu- risimas entranas de la Yirgen, sino en su corazon habia Dios to- rnado carne, al descender entre los hombres '. Contra estos deli- rios obtenia pues insigne triunfo el abad de Penamelaria, ayu- dandole por una parte la misma verdad que defendia, y dandole por otra segura victoria la extraordinaria superioridad de sus co- nocimientos literarios. Pero escudado en la dignidad que indigna y torcidamente ejercia, y sostenido por la c6rte mahometana, cu- yas rairas politicas halagaba la discordia de los cristianos, lejos de rendirse Hostegesis a la luz del Evangelic, respetando las vene- randas decisiones de la Iglesia, obstinabase mas y mas en sus ex- tra vios, buscandoles nueva manera de defensa. Consumianse en esta forma las fuerzas que debieran dirigirse al sostenimiento de la causa comun; y trocado en odio irreconci- liable el primer desvio de los contendientes, ofrecianse en lasti- moso espectaculo a sus naturales enemigos, quienes, si no logra- ron recoger todo el fruto de su politica, veian sin duda con pla- cer agotarse en semejantes lides aquel sublime espiritu, que habia revestido de indomable heroismo el pecho de los martires. La Era del combate habia, sin embargo, ya pasado; y si en mitad del cansancio y postracion de los mozarabes ardia aun la llama del patriotisrno; si era la historia del martirio padron eterno que debia fomentar en secreto la animadversion de ambas razas, haciendo de todo punto irrealizable la total fusion intentada por los Califas 2 , ni fu6 posible que triunfara la idea cat61ica en la \ Apolog., lib. II. 2 Desde este momenlo podia prcdccirse la sucrto final de los mozara- bes. Los raahometanos no guardaron ya gencro alguno dc considcracion con aquella desventurada grey, sicndo en verdad digno dc notarse que aun los cscritores mas dispucstos a disculpar el intolerable despotismo de los Califas, acusandu el supuesto fanatismo do los m.irlircs, se vcau forzados a reconoccr PARTE I, CAP. XII. ESCRITOHES CR1STIANOS DEL CALIFATO. 117 c6rte de los Abd-er-Rahmanes, ni que produjera aquella angus- liosa y rafscra situation hombres del temple superior de Alvaro y de Eulogio, ni que tuviese por ultimo en el terreno de las le- trasotros inte"rpretes que los que realmente la representaban. El impulso dado por aquellos senalados varones respecto de los estudios clasicos habia, no obstante, despertado el amor a la literatura latina; y al lado del abad Samson, quo sobre obtener el lauro de tetilogo, anheltf tambien la gloria de poeta, distinguie'- ronse a mediados y fines del siglo IX el presbitero Leovigildo, ar- riba citado, y el archipreste Cipriano, celebrados ambos de sus coetaneos. Distintas son no obstante las obras de uno y otro que ban llegado a nuestros dias: Leovigildo, que alcanza la terrible persecucion ejecutada en los cristianos, y que se duele acaso de que oculten los sacerdotes las insignias de su noble ministerio, escribe bajo el titulo De Habitu Clericorum un erudito libro, ex- plicando con multiplicados textos de la Sagrada Escritura la sig- nification mistica del traje sacerdotal: Cipriano consagra sus ver- sos, como el abad Samson, a derramar algunas flores sobre la tumba de sus hermanos. Habia el rector de San Zoilo celebrado .sobre sus sepulcros las virtudes de los abades Ofilon y Atanagildo y del presbitero Valentiniano ': Cipriano paga igual tribulo a Samson, que fallece en 890: Quis quantusve fuit Samson clarissimus abba, csta verdad. El ya citado R. Dozy escribe al proposito, reconocido el cfeclo de aquella tirania que hunde en la miscria a la grey cristiana: Dcs le IX C sie" cle, les conqueranls de la Peninsule suivaient a la lettre le conseil du Calife Omar, qui avail dit assez criiment: Nous devons manger les Chretiens et nos descendants doivenl manger les lours tant que durera I'islamisme)) (Hist, des Musulmans d'Espagne, tomo II, pag. 50). 1 No crecmos fucra de sazon cl trasladar aqui alguna de cstas pocsi'as, ;i fin de que sea algun tanto conocida la musa de Samson, quien se preciaba de cultivar csmcradamente, como va notado, las lelras latinas. He aqui el epi- tafio dc Ofilon (Espana Sagrada, tomo XI, pag. 527): OfTilo hie iriiui rcrsus iu pulvere dorm if. Fallen tern mundnin olim qui inente subfgt'r: FlngrJntes dapes ii-ni-.it, et pocula fulra, hil'i -.tuin virgu lualrn* vitare celidruin. l-jiiilftur tails inultoruin lingua sacvrdoi; Dptetur \!li, rt carli portin dart. H8 HISTORU CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Cuius in urna manent hac sacra membra in au/a, Personal Hesperia illius famine fota. Flecte Deum precibus, lector, nunc flecte peroro, Aetbera ut culpi* valeat conscendere tersz's. Discessit longe notos plenusque dierum '. Llorando asimismo sobre las reliquias de la virgen Hermildo, recuerda la firmeza de Juan, segundo de los martires de C6rdoba, que ilustran aquella edad calamitosa: Carceres, et dira loannes ferrea vincla Christi amore tulit: hac functus in aula quiescit *. Pero al propio tiempo que asi pareoe heredar el espiritu reli- gioso del estilo y leng-uaje dc estos escrito- .PARTE I, CAP. XII. ESCniTORES CRISTIAIS'OS DEL CALIFATO. 121 peraindeo, Alvaro y Eulogio estaba subordinado & la grande idea que habia agitado sus plumas, al promover y alentar sin tregua ni descanso el entusiasmo de sus compatricios, debiendo desapa- recer ante la arrebatada entonacion de su elocuencia toda otra consideration de la critica. For eso Alvaro, que demas del Indi- culo lummoso, escribe otras producciones ajenas al martirio, aunque apura toda su erudicion, no alcanza en ellas el digno lauro que aquella obra le conquista: por eso el Apdogttico de Samson, que puede por su origen ser considerado como la primera conse- cuencia de la muerte de Eulogio, aunque nutrido y vigoroso, ca- rece ya de la espontaneidad que admiramos en la historia y de- fensa de los martires; y por eso, en fin, aparecen faltos de calor y de vida los escritos de Leovigildo y Cipriano, distantes de aque- res consisten: 1. En usar los verbos deponenles como activos y suponer ac- tivos los deponentes con harta frecuencia, como se nota, por egemplo, en detestor, opinor, sequor, etc., y en narro, laudo, expecto, etc. 2. En apo- copar 6 sincopar las palabras, como en anathema, anathematus, conicio, adi- cio, etc. 3. En trocar la significacion de las voces, como impetro por effla- gito, praecido por flnio, etc. 4. En alterar el uso de las particulas y el mo- vimiento sintaxico de los verbos, como en coelo tenus f terra tenus, por usque ad celum, usque ad terrain, etc., y en visionem fruere por visione fruere, mihi attinet por me attinet, etc. 5. En concerlar los plurales neutros con verbos en singular, como en saecla recurrit, membra est, vaticinia cecinit, tartara ser- vit, etc. 6. En adulterar la terminacion de los nombres, como en acucia por acumen, infamium por infamia, contumelium por conlumelia, etc. 7. En alri- buir a los nombres de la cuarta dcclinacion las desinencias de los dc la se- gunda, como en censos, actos, aestos, etc. 8. En usar la parlicula in en las voces, a que se preflja, sin modificacion alguna, como en inlumino por illu- mino, inrideo por irrideo, inlttdo por illuilo, inreparabilis por irreparabilis; y 9. En hacer frecuente alarde de los hispanismos quanti sacerdoles, quant i partibus por quot sacerdotes, quot partibus, etc. A estos defectos, que por su rcpeticion imprimen ya un scllo cspecialisimo en las obras de los mozarabcs cordobeses, pueden anadirse otros no tan comunes, aunque de la misma im- portancia: tal sucede con la alteracion de 16s gencros en las voces claustra, dogma, divitia, valva, etc., que consideran no pocas veces como femcninas, dandoles las terminaciones de la primera declinacion; lo cual, unido a la sin- gular ortografia, y u la admision de voces de origen griego, quo ban pcrdido ya su primitiva forma, completa la fisonomia exterior de estas pcrcgrinas obras. Esto ultimo sucede con frecuencia en los epitafios. 122 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPAfiOLA. lla inraensa hoguera, que habia iluminado con sus inmortales res- plandores la 6poca de la persecucion mahometana i . Daban pues las letras claro testimonio del sucesivo estado de los cristianos desde los primeros hasta los ultimos dias del si- glo IX, habiendo ostentado el triste privilegiq de brillar con ma- yor fuerza, precisamente cuando mas proxima estaba su ruina. - Pero si resfriado, ya que no ahogado del todo, aquel sentimiento de dignidad 6 independencia que habia engendrado el martirio, apenas quedaban entre los mozarabes senates del pasado entusias- mo patrititico y religioso, justo es repetir que no por eso habia perecido en ellos el noble instinto de la nacionalidad, siendo acaso este el principal fruto obtenido de aquella formidable lucha. Mos- trabase semejante antipatia en las guerras civiles, que por el mis- mo tiempo estallaron entre las diversas razas que poblaban la Es- pana arabe, guerras que llenando por largos anos de luto las mas populosas ciudades, debian trasmitir los odios de mozarabes, mu- ladies y mahometanos a las generaciones futuras. Y cuando der- rocado el Califato de Cordoba con la muerte de Almanzor [Mo- hammed-ben- Abdalah] , escudo y guarda del trono de Hixem II, difunden las terribles correrias del Cid y los triunfos de Alon- so "VI inusitado pavor entre los reyezuelos que habian repartido entre si la herencia de los Abd-er-Rahmanes; cuando para librarse del continue peligro en que vivian, llaman estos en su ayuda a los almoravides, abrie"ndoles el Estrecho de Hercules, exaspera- dos por las eternas violencias y vejaciones, y envidiando la suerte \ No debemos pasar en silencio que a principios del siglo X [926] volvio Cordoba a ser teatro de la eutereza y abnegacion crisliana con el martirio del nifio Pelagic, cuya sobrenaiural heroicidad dio aliento al presbftero Ragel para escribir su peregrina historia (Espafta Sagrada, tomo XXIII, apendi- ce IV). En ella parecio recobrarse por un instante el espiritu de Eulogio y de Alvaro, que salvando el Pirineo fue a buscar asilo, mediado ya aquel siglo, en el monasterio de Gandersheim, inspirando a la monja Hrotsuitha una de sus mas estimadas produccioncs (Ed. prim, de Nuremberg, 1501, por Con- rado Celtes). El martirio de Pelagio, asi como el de Dominico Sarracino, acaecido anos adelante, no tuvo sin embargo influencia alguna en los moza- rabes, pues que uno y olro eran cautivos cristianos, y no vasallos dc los re- yes de Cordoba. PARTE [, CAP. XII. ESCRITORES CRISTIANOS DEL CAL1FATO. 123 de sus hermanos de Toledo y Zaragoza, hacen los mozarabes desesperado esfuerzo para sacudir el yugo de sus nuevos y mas crueles opresores, aventurandose a impetrar el auxilio de los prfncipes cristianos, a quienes auguran 6xito feliz en aquella osa- da empresa. Oytilos Alfonso I de Aragon, e" inflamado su belico esfuerzo por la grandeza de la hazana, movi6 sus huestes contra la morisma, que enervada algun tanto su primitiva ferocidad, gozaba los de- leites de la B6tica en sus encantados verjeles: los temidos estan- dartes del cristianismo pasearon en son triunfal las comarcas de Valencia, Granada y Cordoba, sin que osaran los africanos afron- tar en campo abierto aquellas numerosas huestes. Mas aunque engrosadas estas con diez mil combatientes mozarabes, vi6se por ultimo el rey Alfonso forzado a restituirse a su reino, sin otro efecto que el de seguirle doce mil familias cristianas, dejando la gran masa de la poblacion expuesta al barbaro, bien que moti- vado, encono de los almoravides. Grande, terrible como nunca fu6 la persecucion que estos eje- cutaron en los desvalidos: degollados 6 muertos en espantosos su- plicios los mas principales, sobre quienes recaia la sospecha de aquella gran conspiracion que puso en tan grave conflicto el po- derio del Islam; y decretada por el vengativo Ali-ben-Yuzeph la extirpacion de la mala stmiente, fueron declarados esclavos cuan- tos infundian recelo a su opresora politica, y conducidos violen- tamente al Africa [1124], donde los estaban esperando may ores desdichas *. Derramados los restantes en el interior de la moris- ma, para borrar del todo en ellos la idea de la nacionalidad, mi- 1 Los Anales primeros Toledanos dicen, despues de rcfcrir con enojosa brevedad la cxpedicion del rey don Alonso I de Aragon, en la Era MCLXI: Passaron los mozarabes a Marruecos ambidos (por fuerza), Era MCLXII. Orderico Vidal, que dio algunos pormenores de aquella rcgia corrcria, puso la expulsion de los mozarabes en mauritanas y berberiscas, no cabc dudarque alude a los descendicntcs de los mozarabes, arrojados por el alfange de AH a las playas africanas. PARTE I, CAP. XII. ESCRITORES CRI3TIANOS DEL CALIFATO. 125 pureza de sus creencias, la energia do sus sentimientos y la clari- dad de su ingenio, excitando ahora profunda simpatia en cuantos, libres del ciego espiritu de las sectas filostificas 6 religiosas, con- templan con el desinteresado anhelo de la verdad aquel doloroso espectaculo ! . Cuando las vencedoras falanges de Fernando III sometieron al senorio de Castilla la mayor parte del Andalucia, si existian algunas familias cristianas en el territorio arrebatado a la raorisma, no hal!6 aquel piadoso monarca en las ciudades de Jaen, Cordoba y Sevilla verdadera grey mozarabe que recordara en ellas la existencia de las razas hispano-latina y visigoda 8 . \gotadas 1 Dimos a conocer en la Revista espafiola de ambos mundos (noviembre de 1854)estosestudiosenlos historicos que sacamos a luz bajo el titulo de Mozd- tabes, mudejares y moriscos: un aiio despues publicaba nuestro entendido ami- go don Pedro de Madrazo el tomo de los Recuerdos y Bellezas de Espana rela- tivo a Cordoba, y estuduindo alii las artes del Califato, planteaba la cuestion del marlirio en terminos muy semejantes a los empleados por nosotros. Para cste docto academico no es la heroicidad de los mozarabcs hija del fanatismo, ni indigna del respcto de los historiadores ilustrados (cap. II, pags. 124, 133 y 140): el sacrificio voluntario de los marlires es el inevitable resultado de la politica delos mahometanos, y representa, como para nosotros, la pro- testa del sentiraiento patriotic y del espfritu de raza contra la opresion llo- rada por Alvaro y Eulogio. Cuando preparamos estos capitulos para la pren- >.-i, llegan a nuestras manos dos Discursos, leidos ante el claustro de la Uni- fersidad de Granada, debidos a los profesores de la Facultad de filosofia y le- tras, don Manuel de Gongora y don Francisco Fernandez Gonzalez, nuestro amado discipulo, en los cuales se vindica igualmente la memoria de los mar- tires con erudicion abundante y selecta (1861): la Real Academia de la His- toria abre al propio tiempo concurso sobre la de los mozdrabes, manifestando asi cuan interesante y digna del estudio juzga la suerte de aquclla grey des- vcnturada, a quien ha perseguido por ultimo la ojeriza de las sectas con el injusto fallo que rechazamos en csta parte de nuestra Historia crltica. Felici- temonos por no haber sido los postreros en tomar parte en csta revindicacion tiistorica, recordando para terminar, que ya en 18(50 expusimos ante lacitada Heal Academia de la Historia estas mismas doctrinas (Discurso de contesta- tion, leido en la reccpcion de don Tomas Munoz y Romero). 2 Ambrosio dc Morales, Cordnica general, lib. XVII, cap. XII, asegura que no hallo San Fernando en Andalucia ninguna familia mozarabe, si bicn en algunos pasajes de la misma Cordnica habia dejado entrevcr lo conlra- rio: tal sucede, por cgcmplo, cuando al dar razon de los libros y monu- mcntos que habia tenido presentes para cscribirla, mcnciona el codice dc las 126 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. sus fuerzas, despedazadas y aventadas las miseras reliquias de godos y romanos, se perdian por ultimo entre los musulmanes para la historia y para la civilization los tesoros literarios tradi- cionalmente guardados por los discipulos de Esperaindeo, mien- tras consentia la Providencia que hallaran asilo en las montanas de Asturias las doctrinas de los sucesores del grande Isidoro, des- tinadas a fructiflcar en el seno del cristianismo durante la edad media. Prosigamos tan interesante estudio en el capitulo siguiente. obras de Alvaro conservado alii [en Cordoba] desde los cristianos mozarabes wque lo escribieron (Proe. al lib. XI); y no otra cosa pudiera deducirse al verle copiar algunas inscripciones que adelante mencionaremos, para demos- trar que prosiguio en la Colonia Patricia de los romanos el culto cristiauo, y que desde el tiempo de los godos existio su iglesia (lib. Ill, cap. VIII). Sin embargo, son dignas de tenerse en cuenta las palabras del arzobispo don Ro- drigo, cuando refiere como fue rcpoblada Cordoba por los cristianos: Tanta est Urbis illius abundantia, amoenitas, et ubertas, quodaudito praeconio tan- tae urbis ex omnibus Hispaniae partibus habitatores et futuri incolae, relic- tis natalibus sedibus, quasi ad regales nuptias cucurrerunt, et sic incolis con- tinuo est repleta, quod domus habitatoribus, non habitatores domibus defe- cerunt (lib. IX, cap. XVII). Don Rodrigo no menciona pues a los mozarabes eutre los nuevos pobladores. Ni tampoco el rey don Alfonso el Sabio en la Estoria de Espanna, donde narra detenidamente estos hechos y los relativos a la conquista de Sevilla, cuyo repartimiento ejecuta por mandamiento de su padre, los nombra una sola vez; lo cual nos convence de que, si podia exis- tir en Andalucia alguna familia, en que se conservase aun sangre mozarabe, ninguna importancia ni signification tenia ya, como pueblo, aquella grey desventurada. Ni vale acotar, para probar lo contrario, con el tcstimonio del autor del Carthay, cuando dice que cercada Cordoba por Fernando III, le die- ron los cristianos que estaban en la Axarquia, enlrada en la ciudad (pag. 183 del texto arabe, cd. de Tornberg, y 302 de la trad, portug. de Moura); pues que el referido historiador habla en efecto de los cristianos que habiendose apoderado dc la Axarquia por la torre oriental, que lleva aun nombre del Colod.ro, tornado de su escalador, sufrieron alii heroicamente largo asedio has- ta que los socorrio San Fernando, quien por la distancia (pues se hallaba en Benaventc) y por la crudeza del invierno (que fue de grandes nieves y aguas) tardo mucho mas de lo que deseaba. Los cristianos referidos permanecieron en la Axarquia, y la tuvieron por suya dcsde ocho de enero hasta la fiesta delos apostoles Sant Pedro et Sant Pablo, 29 de junio de 1226 (Esloria de Espanna, 6 Cronica General, ed. de Ocampo, Zamora, 1541). CAPITULO XIII. PRIMEROS HISTORIADORES DE LA RECONQUISTA. SEBASTIAN, SAMPIRO, PELAYO, EL SILENSE, etc. Los cristianos independientes. Progresos de la reconquista. Alfonso II. La cdrte de Oviedo. Alfonso el Magno. Primeros ensayos historicos. Sebastian de Salamanca. Su Chronicon: exdmen del mismo. La Chro- nica Albeldense. Su exposicion histdrica y critica. Sarapiro: su Chronica. Juicio literario de la misma. Don Pelayo de Oviedo y el monje de Silos. Andlisis y juicio critico de ambas Chronicas. Conquista de Toledo. In- fluencia de este suceso en la civilizacion espanola. Chronicas latinas del siglo XII. La Gesta Roderici Campidocti. La.Historia compostelana y la Chro- nica Adephonsi Imperatoris. Hisloriadores religiosos : Grimaldo, Renallo, Rodulfo y Juan Didcono. Observaciones generales sobre el desarrollo de la historia en estas remotas edades. Dejamos bosquejado el lastimoso cuadro que ofrece al historia- dor y al fi!6sofo la raza hispano-goda, somelida al yugo del Is- lam, justiflcando con este interesante estudio cuantas observacio- nes llevamos hechas, respecto de la excesiva infltiencia que en los ultimos tiempos se ha pretendido dar a los arabes en la civiliza- cion espanola desde el momento de la conquista. Cordoba, asiento de los Califas, se ha mostrado a nuestros ojos como centre y tea- tro de ambas culturas: alii hemos contemplado la gran lucha que se traba y sostiene entre el mundo moral de Oriente y el mundo moral de Occidente, entre el Koram y el Evangelio; y combatida 128 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. por la astucia y despedazada por la fuerza la nave, generosa y virilmente defendida por los Eulogios y los Alvaros, la hemos visto fmalrnente arrojada tras largas tempestades a las abrasadas are- nas del Africa, donde no habia ya amparo ni salvacion para aque- llos desventurados naufragos, que abrazados a la cruz, resistie- ron con tal constancia el furioso embate de enemigas olas. La raza mozarabe se extingue y desaparece por efecto del edicto de Ali-ben-Yuzeph ', como tres siglos y medio adelante desaparece el pueblo hebreo de la Peninsula Ib6rica, y como ciento diez y ocho anos mas tarde se extingue la grey musulmana, vencida y postrada del todo en los ultimos dias del siglo XV por la espada de los Reyes Cattilicos. Pero si en tan porfiada contienda sucumbe bajo el imperio de los muslimes esta parte tan desdichada como noble de los anti- guos pobladores de Espana, sin que le sea dado recabar con las armas la independencia de sus mayores, ni ose en medio de los disturbios, a que la arrastran las discordias sarracenas, capita- near ninguna iusurreccion, prueba evidente de la postracion ma- terial en que vivia 2 , no por eso fueron est^riles su abnegacion y \ Para completar en lo posible los documentos relatives a este hecho im- portantisimo en la historia de la civilizacion espanola, parecenos bicn recor- dar aqui el testimonio de la Chronica Adeplwnsi Imperatoris, en que All (Rex Half) aconseja a su hijo Yusuf (Texufinus) algun tiempo despues del refcrido ediclo, que cuantos cristianos pudiera aprehender, los enviase al Africa: ~Vi- ros bellatores christianorum et mancipia, et pueros et mulieres honestas, ct puellas quascumque ceperis, mitte trans mare (Lib. II, num. V, XLH de la Chronica). Tras estos notabilisimos hechos, que descubren la polilica de Ali, encaminada al exterminio del cristianismo, narra la Chronica la venida a Es- pana de los muzmotos, y consignados los estragos que ejecutan en Sevilla y otras ciudades fucrlcs (civitates munilas) y poblaciones de la Belica, dice: Et occiderunt nobiles eius et chrislianos, quos vocabant muzarabes..., qui ibi crant ex antiquis temporibus, et acccpcrurit sibi uxores corum, ct domos et divitias (Id., num. CI). Ilefiriendose por ultimo a los cristianos llevados por Ali y su hijo al Africa, observa: Quo temporc (H47) multa millia mililum et pedilum christianorum, cum suo episcopoct cum magna partc cloricorum, qui fuerant dc domo Regis Hali el filii eius Tcxufini, transicrunt mare, et ve- ncrunt Tolctum. La poblacion cristiana huia pucs de las regiones andaluzas, donde era ya imposible su existcncia. 2 El doclo Mr. Rosseuw de Saint Hilairc observa sobre estc punlo: Dans PARTE 1, CAP. XIII. PRIMEROS HISTORS. DE LA RECONQl'ISTA . 129 su patriotismo, excitando la memoria de su esclavitud y la fama do sus infortunios el ya probado esfucrzo de aquellos incansables guerreros, quo iban palrao a. pal mo reconquistando el perdido ter- ritorio de la Peninsula. Grandes habian sido, en efecto, los pasos dados por los cristia- nos independientes durante aquel largo periodo de tribulacion, de prueba y de agonia para los mozarabes. Desquiciado en Guadalete el trono de Ataulfo, y despedazada la piirpura de Recaredo en los horabros del rey don Rodrigo, cuya progenie visigoda ha sido puesta en duda j , ni hallan respiro los que responden al grito Salvador de Pelayo en la apremiante necesidad de la guerra, ni logran tampoco en aquellos supremos instantes tregua ni descanso, para proseguir cultivando las artes de la paz> lejanas siempre de los campamentos. Habianse recogido sin embargo en las enrisca- das montanas de Asturias, con las reliquias de los santos y las preseas de los templos, las inmortales obras de Isidore y de sus discipulos; y si no era posible en medio de tantos azares y peli- gros volver tranquilamente la vista a los estudios de las letras, que s61o debian reanudarse de lleno, cuando, constituida ya la nueva republica, hallaran aquellas verdadero asilo en el retire de los claustros, conservabase alii con plausible anhelo la vividora semilla, que debia fructificar en breve, como fructific6 dos siglos antes en los Padres de la Iglesia espanola. toute 1'hisloire de 1'Emirat nous ne trouvons pas 1'exemple d'une population mozarabe, qui ait su conquerir son independance. II leur faut, pour remon- tcr au rang de peuple libre, 1'appui de la conquele chretienne (Histoire d'Espayne, lib. V, cap. I). 1 Estas dudas trascienden a los historiadores arabes. El celebrado Almac- cari, tantas veces citado, aludiendo al libro de Aben Hayyan que lleva por titulo Al-Muclabis, escribe en el Kitab-Ndfh-Attyb: Reficren que Ruderic (6 wLuderiq) no fue de los hijos de los reyes, ni de puro linajc del pueblo godo (lib. II). Aben-Adhari, en las Historias de Al-Anddlus, cuya traduccion da a luz en Granada nuestro amado discipulo don Francisco Fernandez y Gonzalez, aiiade: Yen los libros agemies [romanos 6 latinos] sc lee que Rodrigo no era de casa real, sino ambicioso usurpador,)) etc. (pag. 11). Ni el Pacense, ni despucs de >'! don Rodrigo, haccn sin embargo alusion alguna a cstc oiigen de Rodrigo, manifestando unanimes que cifio la corona, hortanle Senat* (Isid. num. XXXIV; Rodrig., lib. Ill, cap. XXVII). TOMO II. 9 130 HISTORIA CRlTICA DE LA LITBRATURA ESPAfiOLA. Pero si no es posible en el tumulto de las armas proseguir con entero reposo las meritorias tareas de los Eugenios 6 Ildefonsos, de los Braulios y los Paulos, cuando peligra el dogma cat61ico en raanos de Elipando y de Felix (ya lo hemos demostrado), resuena desde las montanas de Li6bana y de A.slurias, para defender su pureza, la fogosa elocuencia de Etherio y de Beato; y aquellos en- tendidos escritores, que destruyen con la fuerza de su palabra la herejia del metropolitan) de Toledo, muestran por una parte que no yacia en olvido la ensenanza de las Sagradas Escrituras, y descubren por otra que no les eran peregrinas las obras de los fi- 16sofbs, oradores y gramaticos de la antigiiedad clasica, conser- vando fidelisimamente la tradicion isidoriana '. Ni enmudeciti tampoco la docta musa del cristianismo en los momentos en que bubo menester de el la la piedad de los reyes para legar a la posteridad la memoria de las nuevas basilicas crigidas al Salvador y consagradas por los obispos desterrados de ?us provincias; y si no bril!6 entonces con aquella claridad que habia ostentado en las producciones de Eugenio y de Ildefonso, guard6 al menos solicita las formas, de que se habia revestido, ensenando asi que aun en medio de los conflictos y sobresaltos que la rodeaban, no le era dado abdicar de aquella preciosa con- quista, que debia trasmitir, mas 6 menos adulterada, a los siglos venideros 2 . No se ahogaban por cierto en medio de tantos afanes los ge>- 1 Hemos notado ya respecto de Isidoro corao los impugnadores de Eli- pando siguen cxtrictamente su doctrina, copiando las deftniciones literarias de las Etimologias: notable es lo que el mismo Beato escribe respecto de los filosofos, oradores y gramaticos de la antigiiedad y de las Ictras profanas (sc- culares litterae), refiriendose a los misterios del cristianismo: Hoc Plato doc- tus nescivit; hoc Tullius eloquens ignoravit: hoc fervens Demosthenes nun- quam penitus indagavit. Aristotelica hoc non continct pineta contorta; Cris- sippi hoc non retinet acumina flexuosa. Non Donat! ars artis regulis inda- gata nee totius grammaticorum oliva disciplina. Claro y cvidente parece que quien de esta mancra califlca a los escritores de la antigiiedad, ya por autoridad propia, ya siguiendo la dc Eucherio, a quien menciona, debia co- nocerlos y estudiarlos (Kspana Sagrada, tomo IX, pag. 133). 2 Veaseel sigoiente capitulo, y para mayor amplitud la Ilustracion !. de este volumen. PARTE 1, CAP. XIII. PRIMEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA. 131 raenes de las oiencias ni de las letras, ni menos llegaba a que- brantarse la veneranda tradicion de los estudios; pero dominados los cristianos independientes por la fuerza de los sucesos y por la necesidad constante de asegurar su existencia, ensanchando los liinites de la naciente monarquia, solo fu6 y debiti ser la guerra su ocupacion diaria y preferente rainisterio, causandonos verda- dera maravilla el espectaculo que presenta la dificil obra de la reconquista en aquel trabajoso y largo periodo, Conveniente es consignarlo desde luego: si los ej6rcitos de Pelayo y de Alfonso el Cat6lico ballan a los mahometanos divididos por el fuego de la anarquia, logrando a raerced de sus discordias echar-los cimien- tos al nuevo imperio, instituido ya el Califato, que ostenta una srie de prlncipes, a quienes no puede negar la historia el galar- don de los republicos ni el lauro de los guerreros, crecen, con las angustias de los cristianos, las dificultades de la colosal em- presa, que animados de la mas alta esperanza habian acometido, siendo por tanto mas dignas y meritorias la fe" y la perseverancia que en medio de tantos peligros los alientan y sostienen. Y es todavia mayor la gloria de aquellos esforzados paladines de la re- ligion y de la liber tad, cuando se considera que durante la 6poca mas floreciente del Imperio arabe-espanol se afirman y ensanchan por todas partes los dominios cristianos; 6 impotentes para repri- mir sus progresos, miran los Califas levantarse sucesivamente nuevos Estados, que robustecidos por una y otra victoria, van cer- cenando de dia en dia el territorio de sus provincias, repeli6ndo- los de mar a mar sobre las regiones meridionales. Hay, sin embargo, un momento, en que los her6icos esfuerzos de Abd-er-Rahman III y las cien victorias de Mahommad-ben- Abdallah, valeroso caudillo que restaura y mantiene sobre sus herculeos hombros el Imperio de los arabes, reducen a los cris- tianos al ultimo extreme. Pero al cabo la mano invisible y ornni- potente que pelea en Covadonga por la salud de Pelayo y de los suyos, derrocaba en la colina de los Buitres (Calat-al-Nazor) al coloso del Mediodia; y mientras herido por el hierro cristiano ex- piraba Almanzor en Medinaceli, era la c6rte de los Califas presa de horribles convulsiones, en que se desvanecian, como el humo, la cultura y gloria de los Abd-er-Rah manes. Eclipsado el astro 132 HISTORIA CRlTICA DE LA LlTERATURA ESPAflOLA. del Califato en el punto mismo en que parecia mas radiante y es- plendoroso, caia pues desplomado el senorio de los Ommiadas, cuando amenazaba aherrojar de nuevo la Peninsula entera al car- ro de sus triunfos; y perdido ya todo equilibrio entre el cristia- nismo y el Islam, eran diariamente despojados los sarracenos de extendidas comarcas, volando por ultimo los estandartes de Al- fonso VI sobre los muros de Toledo. Extraordinaria fu6 la importancia de tan memorable aconteci- miento en la historia de las armas espanolas, y no menor efecto produjo en la historia de la civilizacion, modificando hasta cierto punto cuantos elementos de cultura abrigaban los cristianos in- dependientes. Mas ^cual habia sido hasta darle cima, la suerte de las letras en aquellos Estados, que habian llevado tan laboriosa existencia? Los que se han propuesto escribir sobre los orfgenes de la literatura castellana, propiamente hablando, s61o han visto oscuridad y tinieblas en aquel largo periodo de la restauracion oristiana, s61o han tenido lastima 6 desden para las obras dadas a luz en medio de tantos conflictos; y sin embargo en ninguna parte se veia bosquejada con mas propio colorido la sociedad que las produce. Porque debe tenerse muy en cuenta: asi como en las creaciones de las artes se va reconociendo por ventura que no se interrumpe en modo alguno la tradicion de los antiguos tiem- pos *, asi tambien en los frutos de las letras ha debido descubrir- se esa misma flliacion y procedencia, y que alterados por la fuerza de los hechos los elementos externos que las constituyen, van de \ Conocidos son, cuando damos a la prensa estos capitulos, los estudios que hemos realizado respecto dc las artes visigodas en el libro del Arte latino- bizantino en Espana, ya antes citado; mas para que no se juzgue que apela- mos solo a la propia autoridad, trasladaremos aqui las palabras del respc- table historiador dc la Arquitectura espaftola: Los naturales del norte de la ))Peninsula (dice) y los que a su lado buscaron un asilo contra la persecucion dc los arabes, al emplear este gencro de arquitectura (el de los primeros tem- plos edificados por los reyes de Astiirias) no hicieron una nueva adquisicion: wconservaron solo la hcrencia de sus padres, que les habia sido directamente trasmitida: la poseian sin interrupcion, sin quo el tiempo, ni la distancia hubieran podido altcrarla (Caveda, Ensayo Hist, sobre la Arquitectura es- paftola, cap. IV). PARTE I, CAP. XF1I. PR1MEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA. 133 dia en dia modificandose sus caract6res, hasta producirse, res- pecto de los raedios expositivos, una trasformacion completa, quo reflejando todavia con mayor fidelidad la cultura cristiana, perso- nificara en la esfera de la inteligencia los repetidos triunfos alcan- zados en el campo de batalla. Mas los que ban tenido en poco las producciones de aquellas lejanas edades, no repararon por cierto en que, sobre no alegar mayores titulos de cultura literaria las demas naciones de Euro- pa, que recibian por el contrario no exigua ensenanza de la Pe- nfnsula *, desde el momento misrao en que le proporcionan sus victorias algun respiro, comienza a germinar de nuevo la semilla de las letras y de las artes en el suelo de Asturias, recogie"ndose al abrigo de los monasterios erigidos por la piedad de aquellos re- yes y caudillos, que sin descenir el hierro ni arrimar la espada, ambicionaron tambien la gloria pacifica, que debia inmortalizar sus nombres, no menos que sus her6icas proezas 2 . Asi Alfonso I, terror de los mahometanos, mientras arrebataba al poder del Is- lam numerosas ciudades y comarcas, restituia a sus desiertas si- lias los obispos, y dotaba sus iglesias de preseas y libros para el culto, ganando con justicia, no s61o el nombre de Vencedor, mas 1 Vease el cap. XV del prescnle volumen. No se olvide entre tanto que comprendiendo el Imperio visigodo ;del lado alia del Pirineo toda la Galia Narbonense, echo alii profundas raices, conio en toda Espafia, la civilizacion que personiflcan Isidore y sus discipulos, y que no destruidas por la conquista sarracena las instituciones dcbidas al IV concilio toledano, debieron fructificar los germenes de cultura que encerraban, en aquellas venturosas comarcas que iba a inmortalizar en breve la musa de los trovadores. 2 Hemos notado en el anterior capitulo que cl principe Aldelgastro fundo el celebrc monastcrio de Obona en el afio dc 780 (Era 818): en el testamento 6 cscritura de fundacion, despues de dar razon de los bienes que le adjudica, leemos: Damus... et lectionarium, et responsorium, ct duos psalteries et uno Dialogorum (son los de San Gregorio), et passionarium, ct una Regula de or- dine Sancti Benedicti (Espafia Sagrada, tomo XXXVII, pag. 308). Antes habia hecho Alfonso el Catolico analogas donacioncs, al fundar cl monasterio de Covadonga (afio 740, Era 778), mencionando otros monasterios, tales co- mo el de San Miguel y el de San Vicente murlir (Id., id., pags. 303, etc.). Como vercmos luego, cslas fundacioncs, por el cstado general de la civiliza- cion y por la significacion do la regla de San Bcnito, tenian exircmada im- portancia en cl fomcnto dc la cultura. 134 HISTORIA CRlTfCA DE LA LITERATURA ESPATSOLA. tambien el de Calolico, que le enlazaba directamente con la civi- lization representada por Leandro e" Isidoro: asi Alfonso II, hala- gado igualmente por sus numerosos triunfos, mientras congrega Carlo-Magno en su c6rte a los mas distinguidos varones de su tierapo, dando vida a aquella especie de renacimiento literario que apenas deja huellas despues de su muerte '; mientras Al-Hakem y Abd-er-Rahman II engrandecen con suntuosas fabricas de ma- ravillosa arquitectura la ciudad de Ctirdoba, prosiguiendo res- pecto de las letras y las ciencias la obra inaugurada por el primer Califa 2 , atiende con extremada solicitud a exornar de palacios, banos y acueductos su nueva ctirte de Oviedo; y al paso que res- taura con extraordinaria magniflcencia el templo de San Salva- dor, levantado por Fruela, su padre, erige a su alrededor otras no menos celebradas basilicas 5 , congregando en su c6rte cuan- tos prelados buscaban asilo en los vatles de Asturias, huyendo de la persecution mahometana. Oviedo, que segun la expresion de los Padres del concilio celebrado en 811, se alzaba en lugar \ Les lettres encouragees et renouvellees en France par Charle-Magnc, raais trop exclusivement consacrees a un seul objet, n'eurent pas le temps de jeter des racines: elles ne produisirent presque aucun fruit: elles se retrouve- rent apres ce grand effort, telles qu'elles etaient auparavant, et dans le me- me etat d'inertie et de nullite (Ginguene, Hist. Lift. , mcncionado por Casiri (Bibt. Arabico-Hisp., arts. Abu-Bokir Alkadih, y Abu Abdallah I)en-Alkhathib). PARTE I, GAP. XIII. PRIMEROS H1STORS. DE LA RECONQUISTA. 155 cobrar, con desdoro del cristianismo, el reino, de que le habia despojado entre tanto^Ordono el Malo, muriendo al cabo em- ponzonado por la alevosia de Gonzalo, duque de Galicia. Todavia en la infancia al cenir la corona, veia Ramiro llegar las hordas normandas hasta los monies del Cebrero (Alpes monies Ecebra- rii); y vencedor mas larde del alevoso duque, desplegaba lanla allaneria, mendacidad 6 ignorancia, que hacie"ndose insoporlable a los condes de Galicia, Leon y Caslilla, perdia al fin la coro- na [982]. Enlre lanlo corrian los sarracenos impunemenle las lierras crislianas, siendo necesarios nuevos prodigios para salvar- las de enlera perdicion y ruina *. Cienlo diez y seis anos abraza pues esle curioso monumen- lo, tan digno de respelo bajo el aspeclo hisWrico como de apreciacion y esludio bajo el literario *. Brillando en 61 aquel mismo espirilu que anima la Chronica de Sebastian, moslrabase no obslante encerrado y constrenido en la rudeza de las formas, que a pesar del visible y constante empeno de los eruditos por conservar la tradicion de los estudios, iban de dia en dia degene- rando bajo el poderoso influjo de los nuevos y mas eneYgicos ele- mentos, que habian surgido del seno mismo de la sociedad, para aspirar en instante no lejano al mas decisivo triunfo. Pero si esta creciente degeneracion es nolable respecto del estilo, por de- mas desalinado y pobre, aparece lodavia mas sensible respeclo del lenguaje, donde si no abundan las rimas tanto como en las Chronicas anteriores, apenas se encuentran ya vestigios del ele- gante hinerbaton que tanta majeslad habia dado a la lengua de Ci- ceron y deTacilo. Todo manifiesla y prueba, al examinar el Chro- nicon de Sampiro, que si en el de Sebaslian y el Albeldense 1 Rex noster coelestis misit in agarcnos infirmitatem ventris, el nemo ex eis vivus remansit, qui rediret in patriam, undo venerat (Num. XXIX y ul- timo). 2 Ocupa en el tomo XIV dc la Espafia Sagrada de la pag. 452 a la 472 inclusive. Como lo habia hecho respecto de las anteriores da el CL. Florcz nolicia (pags. 438 y sigs.) dc las ediciones de Sampiro, hcclias en los anos de 1615, 1727, 1729 por Sandoval (Pamplona), Ferreras (Madrid) y Ber- ganza (Madrid), asi como dc los Mss. que le sirvieron para rectificarlas. iS6 HISTORIA CRtTICA DE LA L1TERATURA ESPAfiOLA. sentimos palpitar bajo la rudeza latina un nuevo idioma, a que am- bos historiadores aluden con frecuencia * , es ya a fines del siglo X un hecho demostrado la existencia de aquel romance, que engen- drado en medio de los conflictos y penalidades de otros dias, reve- laba en la lentitud de su formation y desarrollo la inmensa fuerza y majestad de la prodigiosa cultura, que habia dado su lengua a todas las naciones. Pero si con tanta claridad ensena este primitive mo- numento de la historia nacional que, asi como se habia trasformado moral y politicamente la sociedad espanola, iban cambiando hasta los medios de lenguaje (el cual debia ostentar en breve diferen- tes, bien que analogos caract6res, en las distintas comarcas de la Peninsula), no por eso dejaba de ser el latin la lengua escri- ta, gozando el envidiable privilegio de interpretar, aun en los ul- timos instantes de su imperio, los dolores y alegrias de aquel pueblo, no salido aun de la primera infancia de su regeneracion en la vida de azares y peligros que atravesaba. Dos historias, escritas a principios del siglo XII, venian a mos- trar que se habia consumado eii Espaiia el acontecimiento de mas bulto y trascendencia de cuantos influyeron hasta entonces en el progreso de la reconquista cristiana. La primera, debida a Pela- yo, obispo de Oviedo, estaba destinada a proseguir la obra de Sampiro, comenzando en el reinado de Bermudo II y terminando con el fallecimiento de Alfonso YI, conquistador de Toledo: la se- gunda, compuesta por un monje de Silos, cuyo nombre no ha lle- gado por desgracia a la posteridad, tenia por objeto la vida y ha- zanas de aquel esclarecido monarca 2 . Pero si tomabael ultimo la 1 Como en lugar oportuno vercmos, tan to el Chronicon de Sebastian co- mo c\Abeldense ofrecen repctidos y claros teslimonios de csta observacion cri- tica, y el dc Sampiro los presenta inequfvocos desde las primeras lineas. La progresion se hace mas sensible en los Chronicones posleriores, segun opor- lunamente iremos notando. 2 Demas de estas dos Cr6nicas, escritas dcspues de la mucrle dc Alfon- so VI, cila Sandoval la de un don Pedro, obispo de Leon, autor quehisto- riaba tambien la vida del mismo sobcrano (Chronica de Alfonso VI, a no 1 106). Pcllicer y don Nicolas Antonio crcycron que cste don Pedro era cl monje dc Silos (Anales, pag. 173; Bibliot. Vet., lib. VII, num. XXXY11I). Pero no <-s posiblc admilir scmejanlc opinion, pues sicndo don Pedro obispo de Leon PARTE F, CAP. XIII. RIMEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA . 137 pluma para celebrar los triunfos del afortunado principe qiie ha- bia sometido a su imperio la antigua c6rte de los visigodos, lle- vado Pelayo de un pensamiento mas general, 6 vencido acaso del empeuo de recobrar la preponderancia, perdida por Oviedo a me- dida que se habia ido ensanchando el territorio cristiano, no s61o abarcaba el espacio mencionado, sino quo atendiendo a formar un cuerpo de historia con los Chronicones de Isidoro, Sebastian y Sampiro, osaba adulterarlos, introduciendo en ellos sucesos mas 6 menos verdaderos, bien que favorables siempre al referido pro- ptisito. Causa ha sido semejante conducta de que los hombres mas doctos en el estudio de la historia no hayan vacilado en dar a este obispo el titulo de fabuloso *; pero si no puede menos de ser ya ea tiempo del rey don Alfonso, lo cual comprueba la Chronica de don Pe- layo (Num. XIII), y apareciendo el autor dc la Silense como tal monje, pa- nada toda la vida del rcy (toto vitae suae curriculo), epoca en que la Chroni- ca se compone, no es dable convcnir en la hipotesi de estos escritores, por ser contraria a la verdad historica. Observando por el contrario que el cn- tendido sevillano Pero de Mexia, en su Silva de varia leccion, manifesto haber visto una Chronica de Alfonso VI, debida a don Pedro, obispo de Leon (Par- tc l. a , cap. VHI): y unido esto a los asertos de Sandoval, no queda duda de que ha existido una obra diferente de la del monje de Silos, relativa al rei- nado del venccdor de Toledo, y atribuida al obispo de Leon, u coetanco. Cumplenos declarar por ultimo que ban sido esteriles todos nuestros esfuerzos para lograr esta Chronica, si bien en algunos mementos hemos abrigado gran- dcs esperanzas. El error dc Pellicer y de don Nicolas Antonio, quo proviene sin duda de haber dado demasiada fe a don Lorenzo Padilla y al P. Higuera, parccia apoyarsc en la idcnlidad del objeto de la Chronica del Silense y dc la inscrita al obispo referido. 1 El crudito Mariana dccia, en testimonio publicado por el Mtro. Florez, respecto del obispo don Pelayo: Qui ubi Sampirus finem fecit, ipse initio sumpto ad obilum Alfonsi VI, qui Tolelum cepit, Chronicum perduxit, fa- bulis foedum, undo fabulosus vulgo cst diclus (Espana Sagrada, tomo XIV, pag. 440). Las fibulas dc que habla aqui Mariana, se refleren principalmen- te, segun notamos en el texto, a los tiempos primitivos de la reconquista, cuyos Chronicones adultero de una mancra lastimosa. De esto hallamos pal- maria prueba en el codice F. 134 de la Biblioteca Nacional, donde sc contie- ne la obra de don Pelayo bajo este titulo: ((Liber Chronicorum ab exordia mundi usque Era MCLXX.n El rcferido Ms., que lo esta eo grueso pcrgamino, ftil. m. ados columnas y letra al parecer del siglo XIII, dcspucs de la Era 158 H1STORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. condenado por la critica, aim reconocido en 61 cierto buen deseo, justo es tambien considerar que no existiendo el mismo empeno de la consagracion de Pelayo y de la oracion que hace por su alma, mencio- nada por Florcz en el torao IV de la Espana Sagrada, encierra los tratados si- guientes: 1. El prologo de Pelayo, en que da cuenta de su coleccion, atribuyendo al Pacense el Chronicon de San Isidore de Sevilla, y asegurando que San Ju- lian, metropolitano de Toledo, se acogio a Asturias con don Pelayo, llevando consigo la famosa area de las reliquias: qui archam cum sanctorum pigno- ribus, que nunc Ovetensis ecclesia gloriatur, cum rege Pelagio secum in As- turiis transtulib) (fol. I). 2. Ortographia lunioris Isidori (fol. 4 al 8 v.). 3. Liber Chronicorum gentis romanorum brevem temporum per genera- tiones et regna [Esta fuerade su sitio] (fol. 8 al 18 v.). 4. Historia fob.; Generationes Moysi; De Salomonis penitentia, etc. (fo- lio 18 a!23 v.). 5. Ordo annorum mundi brevi collectus a Beato luliano Pomerio, Tole- tanae sedis archiepiscopo (fol. 18 al 24 v.). 9. Chronica wandalorum regum (al fol. 26 v.). 7. Suevorum Chronica (al fol. 28 v.). 8. Chronica regum gothorum a Beato Isydoro, Hispalensis ecclesiae epis- copo, ab Athanarico rege gothorum primo usque ad Catolicum regem Bam- banum scripta (al fol 42 v.). Aqui aparece ya anadida la parte a que aludio sin duda don Alfonso el Magno, en su carta a Sebastian, que termina con la division de los obispados atribuida a Wamba, obra sin duda alterada por Pe- layo, segun nos revela la nomenclatura geografica, en que se nota ya la for- macion del romance. 9. El Chronicon de Sebastian, sin titulo (que empieza con el rcinado de Ervigio), donde inter cala la escritura de las reliquias de los santos y otras noticias y documentos dc no mayor autenticidad historica (fol 42 v. al fol. 48). 10. El Chronicon de Sampiro, donde introduce todo lo relativo al primer concilio de Oviedo, en que supone la creacion de aquella iglesia en metro- politana, dando ocasion a que se haya negado la autenticidad de dicho conci- lio (foL 54 al 64). H. El Chronicon de Pelayo en la forma en que lo dio a luz el Mtro. FIo- rez (Espana Sagrada, tomo IV, pag. 480): comprende dcsde el fol. 64 al 69 v. Terrainado estc Chronicon sc Icon varias bulas de Urbano II; el Chronicon turonen&e (fol 72 al 101 v.); algunos dccretos de Fernando I; los capi'tulos De regularibus canonicis, remilidos por Guillermo, obispo de Jerusalem, al mis- mo Pelayo; la historia De arcae Sanctae translation, que publico el P. Risco en el tomo XXXVII de la Espana Sagrada, pug. 332, con el uombre del re- PARTE I, CAP. XHI. PRIMEROS H1STORS. DE LA REC01SQUISTA. 159 respecto de los sucesos cercanos a la 6poca en que florece, es dig- no en ellos de mayor consideracion y cr6dito. Bermudo II aparece no obstante a sus ojos como un rey im- pio, sacrilego, incestuoso y tirano, imputandole atrocidades y crimenes que, 6 nunca sucedieron, 6 habian acontecido un siglo antes de su reinado 1 . Para castigo de estos crimenes (propter peccata principis Veremundi) consentia Dios las victorias de Al- manzor (a quien da Pelayo el titulo de rey), llenando de luto y desolacion a los cristianos, que en medio de su orfandad salvaban de nuevo en las montanas de Asturias las reliquias de los santos y los cadaveres de sus reyes. Leon, Astorga y Coyanza eran des- truidas por el hierro del mahometano, y devastadas todas las re- giones circunvecinas, resistiendo unicamente aquella deshecha borrasca los castillos de Gordon, Alba yLuna. S6loponia t6rmi- no la piedad divina a tantos estragos con dano y muerte de los sarracenos, que agitados de intestines disturbios, comenzaron a venir en decadencia. Con tanta rapidez y oscuridad exponia Pe- layo los multiplicados tnunfos de Mahommad-Ebn-Abi-Amer-Al- manzor, ultima gloria y sosten del Califato de Cordoba, sin ofre- cer otra mas cabal idea de aquellas terribles expediciones, que conturbaron por el espacio de veinticinco anos [977 a 1002] la Espana cristiana. Breves lineas encierran los reinados de Alfonso Y, en que era derribado aquel terrible coloso, y de Bermudo III, en que toma- ba consistencia el senorio de Castilla, centro future del imperio y de la nacionalidad de los espanoles. Las hazanas de Fernando I, apellidado el Magno, detienen algun tanto las miradas de Pelayo, calificandole de hombre bueno y temcroso de Dios, y presen- tando como tributaries suyos a los r6gulos mahometanos, que se ferido prelado; y el tcstamento de don Alonso el Casio. Todo el codice consta de 117 fols., con preciosas vifietas en los principios de los capitulos 6 croni- cas, muy interesantcs en vcrdad para nuestra historia indumenlaria. 1 Tal sucede en efecto con la anecdota relativa a Ataulfo, oblspo dc San- tiago, a quien supone haber castigado Bermudo, soltando contra el un toro bravo, succso que los autores de la Historia Compostelana (lib. I, cap. II) cuentan en la Era do DCCCCIV, H6 anos antes del en que ompezo a reinar el referido Bermudo. 160 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. habiaa levantado sobre las ruiaas del Califato; circunstancia que deja sin embargo en absolute olvido. No mayor extension da el obispo de Oviedo a los demas acontecimientos que ilustran aquel largo reinado: la restauracion de Lamego, Viseo, Coimbra y otras rauchas ciudades y castillos de la antigua Lusitania; la desastrosa rauerte de Garcia de Navarra; la traslacion del cuerpo de San Isi- doro de Sevilla a la ciudad de Leon, suceso notable bajo muchos conceptos en la historia de la civilizacion espanola; y la division del reino entre Sancho, Alfonso y Garcia, son los puntos princi- pales que raenciona Pelayo, quien tocando con igual rapidez la guerra civil, que tiene incremento en las batallas de Llantada y Vulpillera (Plantata y Golpiliera) y termina con la tragedia de Zamora, llega por ultimo a la segunda e"poca del reinado de Al- fonso VI. Dueno este principe de los reinos de sus hermanos, prese"ntale Pelayo enviando a Roma sus embajadores, a fin de impetrar de Gregorio VII la introduccion del rito romano (romanum myste- rium); error tanto mas digno de censura, cuanta mayor pudo ser la intervencion del obispo de Oviedo en el concilio de Burgos, donde con ofensa de la ortodoxia espanola, fue" impuesto el ex- presado rito a los reinos de Leon y de Castilla *. Congregados en- tre tanto numerosos eje"rcitos (multa agmina), renovaba Alfonso las victorias de su padre, y despues de diferentes campanas de feliz 6xito, hacia tributaries a los reyes mahometanos, coronando todas sus empresas la conquista de Toledo, la cual ponia bajo su dominacion las comarcas que se extienden desde Atienza y Medi- naceli hasta el Tajo, y las que abrazando no pequena parte de la Extremadura lusitana se dilatan desde Ciudad-Rodrigo, Coria y Plasencia hasta la antigua c6rte visigoda. Pelayo enumera las ciudades, villas y fortalezas de mas nombradia, que vinieron en- tonces a poder de Alfonso; y dando incomplcta y vaga idea de la entrada de los almoravides, se detiene breves instantes a ensal- zar la piedad y justicia de aquel soberano, que procura pintar con estos rasgos: Fu6 (dice) tanta la paz de su reinado, que uua \ Vease el capftulo If dt>l siguicatc voliimcn, donde volvcreraos a tralar estc asunto con mayor dctenimiento. PARTB F, CAP. XIII. PIUMEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA . 161 sola mujer podia llevar oro 6 plata en la mano por toda Espa- na, asi habitada como inhabitada y tanto por los monies como por los campos, sin quo hallase quien la tocara ni hiciese dano alguno. La ultima dolencia del conquistador de Toledo, a quo une Pe- layo el milagro de San Isidore de Leon, en que aparece como tes- tigo y actor al propio tiempo; la noticia genealtigica de los hijos del rey; su muerte y entierro, cierran pues la Chronica del obis- po de Oviedo l , quien en la arbitraria manera de exponer e" in- terpretar los aconteciraientos que abraza; en la oscuridad, en que deja envueltos los mas importantes pasos de la reconquista, y en la parcialidad, con que absuelve 6 condena a los reyes que men- ciona, esta manifestando que no le animaba el sencillo anhelo de la verdad, ni tenia por unico fin de sus tareas el verdadero engrandecimiento del pueblo cristiano, cuya prosperidad 6 des- gracia no eran ya exclusive norte de sus vigilias. Pero estos de- fectos capitales, que daban a la historia un caracter distinto del que hasta entonces habia ostentado, no aparecian en modo alguno compensados por las dotes literarias de Pelayo, si bien no puede negarsele cierto linaje de inventiva, de que hubieron de sacar harto provecho otros escritores de mas cercanos dias 2 . Ni el es- 1 Este Chronicon ocupa en cl tomo XIV de la Espaiia Sagrada desde la pag. 480 a la 490, ambas inclusas. Como respecto de los yareferidos, da Flo- rez curiosas noticias de las ediciones que hasta su tiempo se habian hccho, corrigiendo los errores en que el autor cac, ya a sabiendas, ya inadverlida- mente. 2 Prescindiendo de las fibulas de que plago los ChrorMones, propagadas a los narradorcs de otros siglos, existe un libro atribuido al mismo Pelayo, el cual tiene por objeto la historia de Avila, y Cue traducido al castcllano en 1353. No se conserva, que sepamos, el original; pero si la version, de que en la Bihliotcca Nacional se guarda copia del siglo XVII, sacada en Avila por Luis Pacheco, rcgidorde la inisma ciudad. El Ms. indicado tiene por titulo Historia antlgua de Avila, y empicza en esta forma: En el nombrc de Jesu nChristo, Amen. Aqui sc face rrclasion de la primera fundacion de la Cibdad de Avila ct de los nobles barones que la vinieron a poblar, et corno vino a ella el sancto home Segundo et en que tiempos arrivo ende, ct como este sancto home fue companero del bienavcnturado Sant-Iago, cabdicllo dc las Espannas. Dando nolicia en scguida dc la ropoblacion hecha por don Al- TOMO II. 11 162 HISTOR1A CIltTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. I ilo ni el lenguaje del obispo de Oviedo (que escribiendo su Chro- nicon por los anos de 1119 y preciandose de entendido, debiaas- pirar a competir con los monjes de Cluny en el cultivo de las le- tras latinas), se levantan de la humilde postracion en que estas yacian, vencidas ya en el aprecio de la muchedumbre por los nue- vos idiomas que habian surgido de sus respetables ruinas, recla- raando cierta representacion literaria. fonso VI y de los privilegios que le otorga, menciona los caballeros que de diversns partes envio con aquel objcto dicho rey, los cuales hallan junto a Arevalo al obispo don Pelayo, que se encaminaba a Toledo, comen en su compaiiia y le suplican (des fablasse de tircoles et de so facienda et fa$anas et de su fijo Alcides.n El obispo da principio a esta tarea con la historia de los famosos Geriones, narra despues los amores de Hercules con la fermosa Avila, oausa de la fundacion de aquella ciudad, que toma su nombrc, y expone los hechos memorables de los hijos de la misma poblacion, sembrando esta parte de maravillosos sucesos, y terminandola con la muerte del noble Blas- co Jimeno, ejecutadapor mandado dedon Alfonso de Aragon; dondese ve al- terada la cronologia aun de la misma leyenda, titulo que se da a toda la obra. Al final de ella sc encuentra una legalizacion autorizada por Fcrnan Blas- qucz, notario de puridad, en que consta estar bien y fielmente sacada la co- pia del original, que se guardaba en el archivo del Concejo, afiadiendose: La qual leyenda fue corregida et emcndada a fin del mes de Febrero de mill ct trescientos ct cinqiienta et tres anos, et finca escrita et pendolada ensetenla ct ocho fojas de pliego de pergamino con sello e seiial de nuestro seuor el rey en plomo a la rredonda, pendiente de cuerda de sirgo vermejo con el se- Ho e senal de ell noble ct honrrado Fernan Blasquez. En otra nota se lee: (tAcavose descrivir en la dicha ciudad de Avila, savado vispera de Pasqua dcl espiritu Sancto en veynte dias del mes de Mayo ano de mill y seiscien- tos afios, para mi Luis Pacheco, regidor de la ciudad de Avila. Tiene el codice referido la marca G. 1 13, y encierra ademas un tratado sobre el mo- do de armar caballeros, y varias noticias de la Orden de la Vanda, en 114 titulos. Si, como se pretende, dicha libro fuese parto de don Pelayo, no pue- dc qucdar mas justificado el titulo de faluloso, con que se le distingue. El P. Ariz, en su Historia de las Grandezas de Avila, inserto esta leycnda con el titulo siguicnte: Dc la poblacion de Avila segun la conto el obispo don Pelayo dc Oviedo, en lenguagc antiguo, a los que iuan a poblarla, en Arebalo. Sin embargo dc invocarla como autoridad historica, lo cual no abona su crilica, suprimio el P. Ariz la introduccion novelesca del Ms., que adiciono y cnmcndo a vcces a su capricho. Lacatedral de Oviedo guarda un prccioso Ms., designado con el tilulo dc Libro Gotico, muy digno dc estima- tion bajo su aspeclo arqucologico; pero no libre de los alrcvimicntos histori- pos del buon obispo, comoprucba el examen qire dc el hemos hccho. ! PARTE 1, CAP. XIII. PRIMBROS HISTORS. DE LA RECOJIQUISTA. 163 Mas docto en los estudios do la antigiledad, mas esmerado en el uso de la lengua latina, y mas sano y abundante en el acopio y exposition de los hechos, se muestra a la contemplacion de la critica el monje de Silos, bien quo dominado por el ardor de las creencias religiosas, se incline tal vez en demasia a lo extraordi- nario y maravilloso, en que interviene la Omnipotencia divina. No logra la posteridad por complete la Chronica de este respetable varon, careciendo precisamente de la vida de Alfonso VI, objeto capital de sus tareas *; mas la parte que existe, aunque destina- da a servir de meros preliminares, tejiendo la genealogia de aquel celebrado monarca, no s61o es dignade examen por ofrecer claro testimonio de la direccion que iban tomando los estudios, sino que merece tambien singular estima por haber contribuido a restable- cer los Chronicones, adulterados en su tiempo por el obispo don Pelayo, y muy especialmente el de Sampiro, que insertaba inte- gro en su historia 2 . Doli6ndose de la total decadencia de las ar- tes liberates con la invasion sarracena, en que desaparecieron estudio y doctrina, faltando escri tores y quedando ignoradas las hazanas dignas de eterna memoria, tomaba el Silense por guia a San Isidoro de Sevilla 3 , y mencionando la dominacion de los visigodos, a quienes limpiaba Leandro de la*impiedad arriana, ensalzaba el valor y la f6 de Recaredo y de "Wamba, que pos- trando la ferocidad de los francos, llevaban al colmo de su gran- Antecristo (Marmol, Hist, de la Rebel, y cast, de los moris., lib. II, cap. I). 1 Remitimos a los lectores a las notas 1 y 2 de las pags. 95 y 103 del an- terior capitulo. Las obras de San Eulogio fueron conocidas en vida del mismo santo por los cristianos de Toledo, quicues le ofrccieron, en premio a su saber y virtud, la mitra dc dicha mctropoli. No se olvide que el celcbrado codice del rico Himnario hispano-latino, que en su lugar propio cxaminamos (cap. X, pag. 457, Ilustraciones del anterior volumen) fue escrito durante el siglo X, 6 en la primera mitad del XI, en la ciudad de Toledo, dominada a la sazon por la dinasti'a de los Beni-Dhi-n-num. Compuesto el prologo, al tiempo dc trasla- darse cl Himnario, por el mozarabe Maurico, a ruego de Veroniano, pruubase que se proseguia cultivando en la ciudad dc los Concilios la pocsi'a latina dc la misma suerte que lo habian hecho los discipulos de Isidore, y sobrc todo te- niendo muy presente su doctrina, como dejamos ya comprobado (pag. 475 y 476 de las citadas Ilustraciones). La Bibliotcca Capitular dc Toledo posec otros codices liturgicosdeigual epoca, quo produccncl mismo convcncimiento. HO HISTOR1A CRtTICA DE LA LITER ATURA ESPAflOLA. de la liturgia espanola, 6 intentando condenar ea consecueacia a doloroso olvido cuantos inonumentos habian producido la litera- tura y la poesia religiosa de las edades precedentes. Dominaba a la c6rte roraana el gran pensaraiento de uniformar el culto cat61i- co en todos los pueblos occidentales; y firme Gregorio VII en este proposito, lograba por ultimo reducir a los muros de la ciudad, donde habia nacido, aquel venerando rito, que fu6 otro tiempo res- petado desde Narbona a Cadiz y desde Lisboa a Barcelona *. Triunfante de la repugnancia de los espanoles, que segun adver- tiremos al estudiar la edad primera de la poesia castellana, so ma- nifestaba con singular energia en los cantos populares, no sola- mente poblaba el cluniacense Gregorio de monjes de su propia con- gregation numerosas iglesias de la Peninsula, sino, lo que era mas trascendental para su cultura, lograba tambien que fuese abolida en los dominios de Alfonso VI la letra hispano-latina, co- nocida universalmente, asi como el rito igualmente desterrado, con el titulo de toledana 6 isidoriana*. \ Veanse el capitulo X y las Ilustraciones del tomo I. 2 El arzobispo don Rodrigo parece inclinarse a creer que la letra isid&ria- na 6 toledana es la misma inventada por el obispo Ulfilas 6 Gudila, cuando es- cribia, al raencionar la conversion de los godos: Ecclesias construxerunt et sacerdotes evangelicos habuere specialesque litteras, quas eis cum lege Gudi- la, eorum episcopus, tradiderat, habuerunt, quae in antiquis Hispaniarum ct Galliarum libris adhuc hodie supcrextatit; et est littera, quae dicitur toletanan [Rerum Hisp. Gest. chr., lib. II, r cap. 1]. Debemos observar, sin embargo, para desvanecer el error en que han caido, siguiendo estas palabras, notables historiadores de nuestros dias, que la letra de que se valian los escritores do la epoca visigoda era la latina, segun prueban todos los monumentos lilolo- gicosde aquella edad y persuaden las palabras de San Eugenio, cuando en cl epigrama De Inventoribus litterarum decia: Quas Latin! scriptilamus edijit Nicostrata. A pesar de esto, es comun entre los eruditos dar cl nombre dc gdtica 6 ulfl- lana a la letra de la edad referida, que en la del arzobispo don Rodrigo lleva- ba todavia el titulo de toletana. San Eugenio mcncionaba cstos caraclcrcs, diciendo: Guldla proinpiit Getarum qtui rideuiai ultiinn. Esle verso no prucba que semejantes caractercs sc emplcascn por los escri PARTE I, CAP. XIII. PRIMEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA. \H Quo estos extraordinarios sucesos debian ejercer alguna influen- cia en la civilizacion espanola, no hay para qu6 dudarlo cuando se repara en la universalidad y trascendencia de seraejantes dis- posiciones. Reflejaronse estas sin duda en las esferas literarias: acaudalabanse con nuevas producciones los estudios sagrados, y tal vez recibian nuevo incremento los clasicos, nunca olvidados en el suelo espanol, segun queda hist6ricamente comprobado: co- braban acaso las escuelas clericales mayor iraportancia con el egemplo de aquellos monjes, que obedeciendo los mandatos de la Santa Sede, traian a Castilla con el predominio de la curia roma- na, la ciencia atesorada en sus celebrados monasterios. Pero si por este camino se generalizaba algun tanto el conocimiento de las artes liberates, estiraulando a nuestros prelados en el cultivo de la filosofia y de la elocuencia ' , si segundaba en cierto modo la solicitud de los cluniacenses las ensenanzas difundidas por Isidore en el libro inmortal de las Etimologias, no podia cundir esta in- fluencia mas alia de la esfera de los eruditos; mientras preludiaba claramente el primer divorcio entre doctos y vulgares; divorcio a que daba no pequeno impulso el extraordinario conjunto de cir- cunstancias, asociadas a la conquista de Toledo. Reflejabanse estas mas directamente en las esferas de la politi- ca, y trascendian no sin algun efecto a las de la lengua hablada por la muchedumbre, cuya existencia aparecia ya desde siglos anteriores como un hecho indudable, conforme nos ban demos- trado en el terreno de la erudicion los monumentos historicos 2 . tores hispano-latinos: lo que manifiesta clararaente es que la letra ulfllana aparecia la ultima en cl ordcn cronologico. Al investigar los origenes y for- macion dc los romances hablados en la Peninsula, tocaremos estc punto con mayor espacio (llust. II). 1 Entro otras pruebas que pudieramos alegar, citaremos las palabras con que Nufio Alfonso, uno de los autores de la Historia 6 Registro composlela- no, refiere cl establecimiento de la escuela en que el mismo se educa, debido al obispo don Diego Gclmirez: wClericos... alios a diversis parlibuscolligens. locato de doctrina eloquentiae magistro et de ea quae discernendi facultatom plenius administrat, utnos ab infantiac subtraheret rudimentis, suo nos com- mcndavit impprio (lib. I, cap. XX). Esta escuela sc planteaba en 1 105. 2 Bn su lugar hallaran los Icclores todos estos datos, por oxtrcmo cficaces 172 HISTORIA CRlTICA DE LA LITER ATURA ESPA^OLA. Al grueso de los ej6rcitos de Alfonso YI, compuestos de gallegos, leoneses, astures, alaveses y castellanos, liabia reunido la fama de aquella b61ica empresa crecido numero de aventureros navarros, aragoneses y catalanes, pasando los Pirineos con igual proptisito no escasas companias de francos, gascones y provenzales, con quienes habian tornado plaza algunos aleraanes, italianos y grie- gos, ganosos tambien de senalarse en tan meritoria cruzada. Al caer el reino de Toledo en poder del rey de Castilla, recibian, ya dentro de la ciudad, ya en las villas y pueblos del contorno, he- redades y privilegios todos aquellos guerreros; y hermanados con los mozarabes, que obtenian el gobierno de la ciudad, y puestos en comunicacion con los judios y sarracenos, que conservaron en la misma su religion, sus leyes y sus antiguas propiedades, natu- ral parecia que trayendo al habla comun alguna parte de sus res- pectivos idiomas, cobrase aquella nueva fisonomia, muy princi- palraente en la c6rte de Castilla, asentada ya, como dejamos ad- verlido, en la antigua ciudad de los Concilios *. Mas si el vulgar romance espanol, hablado al propio tierapo por astures, leoneses, castellanos, aragoneses y navarros, con los ma- tices que en su lugar notaremos, pudo acaudalarse algun tan to al ponerse en contacto con los romances de los ultramontanos, lo cual ha dado origen a muy aventuradas hipo'tesis 2 ; si es conveniente para estudiar el desarrollo de la lengua vulgar, unidos a otros testimonies no menos fehacientes (Ilustr. II. a de este volumen). 1 El erudito don Pedro Jose Pidal parece opinar, con el autor dela Pa- leografia Espanola, que tuvo nacimiento el habla castellana en la ciudad dc Toledo (Recuerdos de un viaj$d Toledo, Revisla de Madrid); pero con solo te- ncr presentcs los testimonios que dejamos expuestos y en su lugar amplia- remos, se demuestra que el idioma vulgar existia en siglos anteriores. Lo que pudo suceder, al reunirse dentro de los muros de Toledo tan difercntcs pueblos, fue que se desarrollara y enriqueciera aquel naciente idioma, toman- do ya caracteres mas fljos y detcnninados y prcparandose a dejar la rustici- dad con que habia nacido, segun antes de ahora observamos (Est. hist., pol. y lit. sobre los judios de Espanc, Introd.). 2 Cuando trazamos cstas Hneas, no podiamos sospechar que las indica- eioncs historicas del P. Burriel, dadas a luz por Terreros, podian producir la tcoria que el docto Damas-Hinard anuncia y explana en la Introduccion a su Voeme du Cid (Paris, 1858). Exccdicndo dc los juslos limites, no sola- PARTE I, CAP. XIII. PRIMEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA. i73 el seguir desdc aquel momento con singular cuidado todos los pa- sos que da, y reconocer todos los obstaculos quo vence hasta quo dotado do mayores brios pugna por erigirse en lengua literaria ; si son por ultimo dignos de maduro estudio los esfuerzos que ha- ce para conquistar la consideracion de los eruditos, que lo vieron en su cuna con entero desprecio 6 indiferencia, adictos siempre at uso de la lengua latina, no podia esta ser tan facilmente despo- jada de la posesion do todos los conocimientos humanos, en que habia estado por tantos siglos, ni desechada tampoco por la Igle- sia, que la reconocia como unico int6rprete del culto. Active, grande y poderoso el influjo del clero en las costumbres de la so- ciedad espanola, conservaba por el contrario el latin su antiguo ascendiente; y restaurado en parte con la doctrina de los monjes de Cluny, ofrecia nueva resistencia al triunfo decisivo de las ha- blas romances, que se habian levantado a un mismo tiempo de sus ruinas ! . Asi, mientras disputaba a las ultimas el dominio de < mcnte hace derivado y tributario del frances cl arte espanol, y por tanto hijo dc la literatura ultramontana cl Poema del Cid, sino que pone tambien en la lengua espanola el sello de la francesa; y no contento con tan amplia con- quista, extiende a toda nuestra civilizacion ese derecho de paternidad, no perdonadas las antes ni las costumbres. La pretension es tal y tan exccsiva, que por mas ingenio, por mas erudicion, por mas ciencia que el entendido Damas-Hinard despliegue para legitimarla (d'histoire ct la logique seront les plus fortes contra ella, valiendonos de sus propias palabras. Por de pronto, conviene fijar la vista en los estudios que dejamos realizados, para que com- prendida la fuerza indestructible de la tradicion respecto de todos los elemen- tos de cultura, atesorados en nuestro suelo desde el momento en que empieza la ultra dc la reconquista, no conccdamos tan facilmente su anulacion ante cualquiera influencia exlrana. Tampoco nos llevara cste convencimiento, na- cido al propio tiempo de la historia y dc la fllosofia, a rechazar ciegamente toda influencia por el esteril placer de negar la verdad, ni por la indiscreta satisfaccion de un patriotismo exagerado. Concedemos, 6 mejor dicho, halla- mos al declinar del siglo XI y principiar del XII, esa influencia francesa en el suelo de Castilla: la vemos reflejarse en las esfcras dc la ciencia y del artc erudite; pero dc aqui a convcnir en las conclusiones oblcnidas por cl doc- to Damas-Hinard, hay muchas millas dc distancia, y contra cllas protcs- tan, no solamentc los estudios rcalizados, sino cuantos adclantc exponcmos. Veanse en efecto los capilulos siguientes, con todas las Ilustracioncs del pre- sente volumen, y los primeros capi'tulos de nuestra II. a Partc. \ Vease la Uustracion II. 8 del presentc volumen. 274 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. los cantos populares, en la forma que demostraremos en breve, era empleado por los doctos en la interpretation de las Sagradas Escrituras y en los estudios morales, siendo unico instrumento de la historia, cuyo dominio conserva hasta los primeros dias del si- glo XIII, y revelandonos con entera claridad el empeno que ponia en sostener el disputado imperio de la inteligencia. Varias son las obras hist6ricas, pertenecientes & esta edad, que han llegado a la moderna: entre todas ocupan sin embargo lu- gar preferente por su extension 6 importancia literaria las sefia- ladas con los titulos de Gesta Roderici Campidocti, Historia Compostelana y Chronica Aldephonsi Imperatoris. Escrita la pri- mera tal vez en vida del conquistador de Toledo, no excede la se- gunda de la mitad del siglo XII, apareciendo la tercera particle ya el mismo siglo. Todas encierran interns extraordinario; y sin embargo, merece la primera fijar con preferencia las miradas de la critica, no solamente por ser el primer libro histtirico en que se toma por he"roe un caudillo particular de la reconquista, sino por- que es este heroe el mas popular, ya que no el mas amado del pueblo espanol, bastando su nombre y sus hazanas despertar en todas edades el valor y el patriotismo, e" inspirando siempre a la musa de Castilla nobles y varoniles acentos '. Pero el Rodrigo Campeador de la Gesta lalina, si no es con- trario ni desemejante al Cid de la tradicion poe"tica de los caste- llanos, apareciendo en aquel libro peregrine como el primer guer- rero de su tiempo, unico digno de hombrearse con los reyes, y llevando a cabo con sus propias fuerzas empresas tales que los mismos reyes no osaban imaginar, justifica plenamente el amor y la admiration que el pueblo espanol le profesa, revelandonos al par las causas que le muevqn a personificar en 61, asi sus espe- ranzas y sus deseos, como sus odios y sus protestas. La Gesta Roderici Campidocli tieue todo el valor y el caracter dc un mo- numento hist6rico 2 . No conocemos por desgracia el nombre dc \ Veansc los caps. II, III, IV, XI, XX y XXIII dc la II." partc dc esta Hintoria y en la III.* cl cx.imen del tealro espanol. 2 Fue descubierto estc prccioso libro por cl erudite Mtro. Fray Manuel Risco, conlinuador dc la Espaiia Sagrada, en la bihliotcca dc San Isidro dc PARTE I, CAP. XIII. PRIMEROS II1STORS. DE LA RECONQUISTA. 17K su autor, ni es posible ya determinarlo: escribe, porque cayendo las cosas teraporales facilmente en olvido, merced a la prodigiosa instabilidad de los anos, pucden s61o conservarse en la memoria las guerras llevadas a cabo por Rodrigo Diaz, bajo la luz de las letras '; y realizado ya su prop6sito, declara con meritoria inge- nuidad que si es exigua su ciencia, rudo su estilo, y breve su narracion, le anima el noble celo de la verdad, al tejer la histo- ria del heYoe siempre vencedor y nunca vencido 2 . Era pues la Gesta Roderici Campidocti el primer libro en que se recogian las relaciones palpitantesde aquellas grandes bazanas, que iban a revestirse en breve con las galas de la idealizacion, acariciadas por la fogosa fantasia de los castellanos. Hijo y su- cesor de Diego Lainez, que ilustra la sangre de Lain Calvo, Leon, en un cod. 4., escrito en vitela durante el siglo XII, que enccrraba las obras siguientes: 1. Historia a B. Isidoro luniore Hispalensi edita; 2. Pro- logus Isidori ex libris cronicis breviter itdnotalis; 3. Hisloria Galliae, quae temporibus divae memoriae P rind pis Bambae a domino luliano, Tolelanae se- dis episcopo, edita /; y 4. Gesla Roderici Campidocti. Este interesantisimo Ms. , desconocido de los escritores que florecieron en Espaiia desde el si- glo XIII, conforrac advierte el mismo Risco (Prol. p. VII), ha tenido hasta nuestros dias varia fortuna: negado por Masdeu, a quien los canonigos regla- res dc San Isidro no quisieron mostrarlo, fue tenido en grande estima hasta la suprcsion dc las Ordenes rcligiosas, en que vino a poder del doctor Guiller- rao G. Heine, que visitaba nueslras provincias: cste lo llevo consigo a Lisboa y de alii a Berlin, su patria. Muerlo el doctor a principios de 1848, y llegada a noticia dc la Real Academia de la Historia la del paradero de tan estima- ble joya histories, puso tanta diligencia en su adquisicion que logro al cabo rcscalarlo, cabicndo al ilustrado joven don Antonio Cavanilles la honra de traerlo a Espafia en 1852. Guardase pucs en tan rico deposito, que poscia ya una estimable copia, hecha en el siglo XV, la cual ofrece al fol. 86 v. la ci- tada Gesta Roderici Campidocti (Est. 3, gr. 4. a , G. I.). 1 Las palabras tcxtuales son: Quoniam rcrum tcmporalium gesta immcn- sa annorum volubilitatc praetereuntia, nisi sub notificationis spcculo denoten- tur, oblivioni proculdubio traduntur, idcirco Roderici Didaci nobilissimi, ac bellatoris viri prosapiam, et bclla ab eodem viriliter peracta, sub script! luce contineri, atque habcri decrevimus (num. I). 2 Quod nostrae scicntiac parvilas valuit, eiusdcm gesta sub brcvitatc, el certissima verilate stylo rudi exaravit. Dum autem in hoc saeculo vixit, sem- per de adversari is secum bcllo dimicantibus triumphum nobilom ohtinuit, ct numquam ab aliquo dovictus fujt (num. penult). 17C HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA$OLA. conquistando a los navarros los castros de Obernia y de Ulver y venctendolos en campo abierto, criase Rodrigo bajo los auspicios de don Sancho, rey de toda Castilla y dominador de Espana, cu- ya mano le cine el cingulo de la milicia, iniciandole en la guerra con el triunfo obtenido en Grados contra el rey don Ramiro de Aragon, muerto en tan memorable batalla. Creciendo el amor del rey y las virtudes be"licas de Rodrigo, instituiale don Sancho cau- dillo de su eje>cito (principem super omnem militiam), confiando- le en Llantada y Vulpillera el regio pendon, que excediendo a to- dos sacaba una y otra vez triimfante, y veiale pelear en Zamora contra quince caballeros, no sin lograr la victoria, como la alcan- zaba en breve sobre Ximeno Garc6s, uno de los mas generosos varones de Pamplona, y sobre el regulo de Medinaceli, a quien costaba la vidaaquella empresa. Muerto don Sancho, recibelo Alfonso YI por vasallo con ex- tremado amor, y desposandolo con Ximena, su prima, hija de Diego, conde de Oviedo, enviale a Sevilla para recoger las parias que el rey moro de aquella ciudad le tributaba y defenderle del rey de Granada, que aun auxiliado de los condes Garcia Ordonez, Lope Sanchez y Diego Perez, era derrotado por Rodrigo, cayendo en su poder los referidos pr6ceres, a quienes pasados tres dias, concede la libertad, pero no las riquezas ganadas en el combate. Cargado de cristianos y sarracenos despojos, rico con los tributos y los dones del rey de Sevilla, restituiase a Burgos el hijo do Diego Lainez, a tiempo que el rey don Alfonso partia con pode- roso ej6rcito contra las tierras de la morisma. Con envidia, que iba a tener grandes creces en lo venidero, contemplaron los cor- tesanos sus victorias: doliente Rodrigo, permanecia no obstante en Castilla, bien que no sin provecho y gloria de su patria, pues que invadido el territorio crisliano por el rey de Zaragoza y ex- pugnado el castro de Gorrnaz, corria luego en su ayuda, y recha- zados los moros, revolvia sobre las lierras de Toledo y hechos alU hasta siete mil cautivos, tornabaso a sus hogares, enno- blecido con el aplauso de los castellanos. Mas no asi de los pa- laciegos (curiales regis), quienes sabcdores del nuevo triunfo, atribuian a Rodrigo depravados intcntos, logrando malquistarle con el rey, hasta el punto de arrojarle este de sus Estados. PARTE I, CAP. XIIF. PR1MEROS H1STORS. DE LA RRCONQLISTA. 177 Comenzaba dcsde aqucl raomcnto la vida do azares y avonluras quo iba a encontrar digna corona en la conquista y pososion do Valencia. No sin tristeza de sus amigos, salia Rodrigo do Castilla, y dirigi6ndose a Barcelona y de alii a Zaragoza, hallaba en esta ciudad honrosa acogida en el rey moro Almuctamir, quien irmer- toa poco, partia su reino entre Almuctaman y Alfagib, sus hi- jos, divididos muy luego por terrible discordia. Don Sancho de Aragon y el conde Berenguer de Barcelona favorecian a Alfagib, rey de Denia: Uodrigo Diaz ayudaba a Almuctaman, rey de Za- ragoza. La guerra estalla, las empresas, algaras y rebates se su- ceden con rapidez, hasta que venidos a las manos ambos ejercitos ante los muros de Almenara, derrota Rodrigo con gran mortan- dad y riquisima presa al rey de Denia y sus aliados, aprisionando al conde Berenguer, a quien pasados cinco dias restituye la liber- tad, mientras 61 recibe en Zaragoza los honores del triunfo. Col- mado de riquezas por Almuctaman, considerado como escudo y senor de todo el reino (dominator totius regni), no olvidaba Ro- drigo lo que debia a su patria, ambicionando volver a Castilla. Juzgo cumplidos sus deseos al avistarse ante los muros de Rueda con Alfonso VI, a quien Albofalac, su alcaide, habia traido enga- nado con la promesa de entregarle aquel castillo; mas dudando de la sinceridad del Emperador ' , mientras acometia este y daba feliz remate a la conquista de Toledo, tornaba Rodrigo a Zarago- za, y llevando nuevamente sus armas contra Alfagib, asolaba y destruia las montaiiosas comarcas de Morella. Unidos segunda vez los reyes de Aragon y de Denia, salian en busca del castella- no, encontrandole orillas del Ebro, donde trabado el combate, caia en manos de Rodrigo la flor de la nobleza aragonesa, quo era conducida a Zaragoza como trofeo de tan gran victoria -. { Dehe advertirse que tanto en la Crdnica del Silense como on la (iesla Roderici Campidocti, monumentos coetaneos y cscritos sin duda antes dc 1 120, en que Alfonso VII toma nombre de Emperador, es designado Alfonso VI cn el iudicado titulo, que hubieron de darle sus vasallos, conquislada Toledo. No consta sin embargo que se ungiese, como lo hizo su nicto. 2 El autor dc la (testa determina los nombres de eslos personajcs, fijando al parsu naluraleza y condicion con circunstancias espcciahsimas (1'ag. XXV de laed. de Risco). Sin hallarse muy inmcdialo a los hechos, y muy bien in- TOMO 11. 12 178 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPAflOLA. Muerto entre tanto Alrauctaman, suc6dele su hijo Almuzahem, en cuya c6rte vive Rodrigo Diaz, siendo objeto de gran venera- tion, porel espacio de nueve aiios. Al cabo vuelve a Castilla, donde es recibido honrosa y alegremente (honorifice et hilari vul- tu) por don Alfonso, quien para asegurarle de su afecto, le daba hasta seis castros fronterizos d , concedi^ndole formalmente lapro- piedad de cuantas fortalezas y tierras rescatase en adelante del poder mahometano 2 . Contabase a la sazon la Era de H27 (ano 1089): raientras Alfonso partia a combatir los dominios del Islam, puestos al me- diodia de la Peninsula, tornaba Rodrigo a sus correrias en tier- ras de Valencia, y esparciendo por todas partes el terror de su nombre, hacia en breve su tributario al rey de aquella ciudad, suerte que igualmente cabia al r6gulo de Murviedro (Muro vetulo). Cercado entre tanto por Yuzeph, principe de los almoravides, el castillo de Aledo (Halageth), resolviase a socorrerlo el Empera- dor, mandando a Rodrigo que acudiese tambien con los suyos a la empresa: por mala inteligencia lleg<3 el Campeador a deshora, circunstancia que aprovechada por los envidiosos (invidentes) para acusarle de malo y traidor (traditor et malus), daba por resulta- do la confiscacion de.todos sus bienes, con la prision de su espo- sa6 hijos, cruelmente ejecutada 3 . En vano Rodrigo envia a la c6rte de Alfonso uno de sus guerreros (quemdam militeh suo- rum) para explicar su conducta, y en vano protesta con formal juramento hasta cuatro veces de su leal tad, retando a sus acusa- formado de testigospresenciales, no era posible tantaexactitud y fidelidad. 1 Gormaz, Ibia, Campos, Egufia, Briviesca (Bcrvesca) y Langa (quae cst in extremis locis). 2 Es de notarsc que al mencionar el autoresla concesion, observa que fue sigillo scriplam et conflrmatam, manifestando por tanto que se cumplieron to- das las formalidades de la ley y de la costumbre. En 28 dc julio de 1075 ha- bia obtenido Rodrigo Diaz analogo privilegio, rcspecto de sus bienes patrimo- nial es. 3 lussit ei auferre castella, villas, ct omnem honorem, quern de illo tene- bat. Necnon mandavit inlrare suam propriam haereditatem et, quod deterius est, suara uxorem et liberos in custodra illaqueatos crudelitcr retrudi; et au- rum, ct argentum, et cuncta, quae de suis facultatibus invenire potuit, omnia accipere mandavit (pag. XXIX de la ed. de Risco). PARTE I, CAP. XIII. PR1MEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA. 179 dores: el rey es inflexible & tan nobles disculpas, consintiendo uni- camente en que su mujer y sus hijos pudiesen acompanarle en el destierro 1 . La fortuna le habia hecho a la sazon dueno de inmensas rique- zas, hallada orillas del mar (Pelope) una cueva llena de oro, pla- ta y ricos panos de seda: con tal auxilio emprendia nueva s6rie de hazanas, que ganandole la obligada amistad de los reyes de Denia y de Valencia y haciendole senor de numerosas fortalezas y castillos, forzaban por segunda vez al teraeroso Alfagib a solicitar la proteccion y alianza del rey de Aragon y del conde de Barcelo- na. Obtenia en efecto la del conde, no exceptuado esta vez de la liga el rey de Zaragoza, deseoso como aquellos de alejar de sus tierras huesped tan enojoso y molesto, y demandado al par, aun- que inutilmente, el concurso del jnismo rey de Castilla. Junto a Calamocha (Calamoxa) seavistan ambos campos: el conde Beren- guer, ya vali6ndose de Almuzahem, ya directamente, injuria y de- safia a Rodrigo, quien pagando denuesto por denuesto, termina su gallarda replica con estas palabras: Yen, no tardes: recibiras de mi la soldada que suelo darte 2 . La lid se traba al cabo: Ro- drigo es herido en lo mas recio del combate; pero indomable co- mo siempre, vence y destruye al conde y sus protegidos, cayendo en sus manos el mismo Berenguer y hasta cinco mil de los suyos: humillado el altivo conde, conc6dele el Campeador la libertad, y negandose a recibir el rescate de sus caballeros, envialos tambien agasajados y contentos a sus tierras, haciendo por ultimo durade- ras paces con el senor de Barcelona. Noticioso Rodrigo, por cartas de la reina de Castilla, de que se disponia Alfonso a partir contra la Betica, obedece la invita- cion de aquella augusta senora, y camina a su encuentro desde < Vcrumtamcn et uxores et liberos ad cum redire permisit (id., id., pa- gina XXX). 2 Eslas cartas dc duclo son fehaciente testimonio del cslado dc la lengu castellana en el siglo XI, y dan a conocer perfeclamentc las costumbrcs mill- tares de aquella apartada edad, en que tanta y tan dccisiva influcncia alcan- zaba la representacion personal de cada caudillo. Adclantc (Ilustr. II. a ) vol- vercmos a tenerlas presentes bajo el primer concepto, no olvidandolas tampoc bajo el segundo, al cxaminar el Poema del Cid (II.* Parte, cap. Ill y IV). 180 HISTORIA CRlTICA DE LA L1TERATURA ESPANOLA. Liria, hallandole en Martos: el rey tenia asentado su real en la parte de la sierra; Rodrigo lo pone en la llanura, locual irrita por extreme a don Alfonso, quien pasado el peligro y de vuelta ya para Toledo, maltrata en Ubeda con airadas palabras al Campea- dor, quien oy6ndole silencioso y recordando las artes de sus ene- migos, abandonaba los reales en medio de la noche, dirigi6ndose a mas andar a tierras de Valencia. Fatigando las villas y castillos, imponiendo tributes a las ciudades y su amistad a los reyes cris- tianos y sarracenos de aquellas comarcas; haciendo terribles en- tradas por tierras de Calahorra y Najera para tomar venganza del conde Garcia Ordonez, y apoderandose donde quiera de panes y vendimias, preparabase Rodrigo para la grande empresa de Va- lencia, ciudad que habia caido en poder de los almoravides (bar- barae gentes). Las dificultades parecian invencibles; mas apode- randose uno tras otro de los castillos circunvecinos, que fortifica contra la ciudad, logra al cabo estrecharla a tal puuto que mue- ven los cercados tratos de rendicion, fljando un plazo para verifi- carla, si no eran socorridos. Los eje"rcitos almoravides, que acuden en su ayuda, esquivan la lid; el plazo cumple y no rendidos los sitiados, resu61vese Rodrigo a tomar la ciudad a viva fuerza. Tie- ne el castellano en el hambre eflcacisima ayudadora; y llegado el momento de dar el asalto, nada resiste a la pujanza de sus solda- dos, quienes entran a saco la ciudad, postrando a los pies del Campeador inmensas riquezas i . \ Algunos cscrilores que se precian de haber leido la Gesta Eoderici, asienlan que habiendo pedido capitulation los valcncianos, les conccdio el Campcador condiciones gcnerosas.entrando eu la ciudad al mcdiar Julio de 1094. La Gesta, antesde contar la rendicion, y hablandodel plazo sefialado al efcclo por Rodrigo, plazo que alcanzaba usque ad mensem Augustum, dice: Transaclo igitur meuse augusto, etc. ; y dada despues a conoccr la siluacion de Valencia, aquejada por ol hambre, y el socorro inulil dc los almoravides, querelardo la cnlrega non modico lempore , anadc: (cValcntiam solilo morefor- tius ac robustius ex omni parle debellavit, camque expugnatam tandem gla- dio virilitcr ccpil: captumquc continuo depraedatus esl (Pag. L de la ed. de Risco). Enumeradas las riquezas rccogidas en el saco de la ciudad, observa: ((Tantam igitur, ettam pracliosissimam in urbc hac adquisivil pccuniam.quod ipsc ct universi sui facti sunt divites, cl lociipleles ullra quam dici potesb). PARTE I, CAP. XIII. PRIMEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA. \8\ El ruido de aquella grande empresa, que inmortaliza el nombrc deRodrigo, encendia la ira de Yuzeph, rey de los almoravides, quien enviaba a Valencia al frente de infmita rauchedumbre a su sobrino Mahommad, para que apoderado del Campeador, lo lleva- se vencido y en cadenas a su presencia. La victoria coron6 de nuevo los estandartes de Rodrigo, y destruido ante los rauros de la ciudad del Turia el ejeYcito africano-, gozo tranquilo por el es- pacio de cinco anos [1094 a 1099] de su envidiada conquista, au- mentandola cada dia con la de otros castillos, entre los cuales tu- vo en mucho los de Almenara y Murviedro. Tres anos defendi6 Ximena del poder de la morisma la ciudad de Valencia, muer- to Rodrigo, mostrandose digna esposa del Campeador y acen- drado modelo de las heroinas castellanas: estrechada al cabo por duro asedio de siete raeses, deraandaba al rey de Castilla pronto socorro con el obispo de la ciudad; y aquel principe, que habia mi- rado siempre a Rodrigo con no disiraulada ojeriza, acudia rapida-* mente (veloci cursu) a salvar a sus hijos y a su viuda de la escla- vitud 6 de la deshonra, siendo recibido por Ximena con extrema- do gozo y alto reconocimiento (pedes osculans). No hallando Alfonso entre sus caudillos ninguno capaz de conservar la con- quista del Campeador, desalqjaba la ciudad, entregandola a las lla- mas, en tanto que Ximena llevaba en funebre cortejo el cuerpo de Rodrigo a San Pedro de Cardena. He" aqui en rapido sumario la Gesta Roderici Campidocti. En ella, aunque abrigando la conviccion de que no encierra todas las hazaiias del he" roe *, aprendemos a conocer aquella ins61ita bravura que venciendo lo imposible, vibra ene"rgicamente en el Insistimos en notar estas circunstancias, para desvanecer todo error, nacido de una lectura precipitada. 1 El autor dccia al acercarse a la Era MCXXVII: Bclla autem et opinio- nes bcllorum, quae fecit Rodericus cum militibus suis, et sociis, non sunt omnia scripta in hoc libro (pag. XXVI de la ed. de Risco). Al llegar a la muerte del heroe, aiiadia: uUniversa autem bella, quae Rodericus cum sociis suis fecit, et ex eis triumphum obtinuit, et quot villas, et vicos dcxtcra va- lidissima cum gladiis, et cunctis armorum generibus dcpracdatus est, atquc omnino destruxit, seriatim nan-are perlongum essc viderctur, ct forsitam Ic- gentibus in fastidiura vcrtercturw (id. pag. L1X). 182 HISTORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPAJiOLA. pecho castellano, despertando su entusiasmo 6 impulsandolo a las mas alias empresas. Narracion tan sencilla como pobre 6 ing6- nua, por mas que anhele su autor dar brillo a su lenguaje y em- bellecer su estilo con el ornato de las rimas, tan preciado & la sazon por los eruditos * , es sin embargo la Gesta uno de los mo- numentos mas estimables del siglo XII. Revelandonos a Rodrigo Diaz de Yivar, tal como le concebian los hombres doctos, no mar- chitados aun los laureles de Valencia, mu6stranos ya todos los g6rmenes porticos que, al bosquejar la noble figura del Cid, iba a desarrollar en vario campo la musa popular de Castilla, como depositaria de sus sentimientos y de sus creencias 2 . Sin la Gesta Roderici, monumento realmente histtfrico, serianos imposible qui- latar las verdaderas creaciones del arte castellano, tal como en breve lo realizaremos, y mas todavia penetrar los arcanos que ofrece en aquellos apartados siglos la historia de Espana. 1 Debc advertirse que, a pesar del manifiesto empefio que pone el autor de la Gesta por aparecer elegante en el estilo y fiel a la tradicion latina en el lenguaje, no puede sustracrse al universal influjo que iban alcanzando las hablas vulgares, cundiendo esta influencia no solamente a la frase y al sen- tido de las palabras, sino a la extructura misma de la diccion, principalmente en cuaulo se refiere a los nombres geograficos. En orden a las rimas, puede asegurarse sin recelo, que es la Gesta el libro en que mayor ostentacion se hace de este ornato durante el siglo XTI, no habiendo parrafo donde no abun- den, en la forma que en las Ilustraciones consignaremos. 2 El Rodrigo de la Gesta se halla en efecto animado de los altos senti- mientos que idcaliza en breve la musacastellana: sus triunfos y victorias vie- nen siempre de la mano deDios (triumphum et victoriam sibi a Deo collatam); sus votos y de los suyos, lograda la victoria, se vuelven siempre a Dios (de victoria eisdem a Deo collata, Deum tola mentis devotione glorificaverunt): apoderado delas villas, ciudades 6 castillos, purifica y consagra lasmezquitas al culto cristiano, 6 construye otras nuevas, con suntuosidad de verdadero principe (ibidem sancti loannis Ecclesiam miro construi opere fecit; Ecclesiam Sanctae Mariae Virginis ad honorcm eiusdem Redemptoris nostri Genitricis, miro et decoro opere construxit): su fidelidad para con Alfonso le lleva al punto de jurar hasta cuatro veces su inocencia, y su respeto al de oir sus de- nuestos (iratis et non blandis verbis), sin desplcgar los labios. En breve com- prenderemos como estas dotes tienen su apoleosis en los can tares del pueblo, no sin dejar aqui nolado que la Gesta no em plea una vez siquicra cl nombre ilc Mio Cid, tan familiar en cl Poema. De estc hccho obtcndrcmos dcspucs sus legitimas consecucncias. PARTE I, CAP. XIII. PR1MER03 IHSTORS. DE LA RECONQUISTA. 183 Ni son do menor efecto en esto punto la Ilistoria Compostela- na y la Chronica Aldephonsi: escrita la primera por mandado del celebre don Diego Gelmirez, que logra excesiva influencia en la suerte del Estado, durante las disensiones de Urraca y de Alfonso de Aragon, fu6 debida a Munio Alfonso, Hugo y Giraldo, can6ni- gos de aquella iglesia, actores y testigos de los sucesos, criados y devotos del obispo, y como tales tildados, no sin justicia, de par- cialidad en la apreciacion de los acontecimientos por ellos narra- dos i . Redactada la segunda conforme al testimonio de los que presenciaron los hechos, ofrece interns mas general, como que tiene por objeto el reinado del esclarecido principe, a quien dan supoderio y sus victorias titulo tie Emperador de las Espanas 2 . Es la Historia Compostelana a nuestros ojos, el espejo de to- das las inconsecuencias, torpezas y afrentasde la hija del conquis- tador de Toledo, y de las pretensiones desmedidas, los conflictos y persecuciones del primer arzobispo de Santiago: presenta la Chro- nica al j6ven soberano cauterizando con mano poderosa las heri- das de la anarquia, extendiendo los limites de su floreciente im- perio y preparandose a nuevas empresas, que debian llevar la gloria de su nombre mas alia de los mares. La una abraza en rapido compendio las vidas de los mas famosos prelados de la iglesia compostelana; y llegando a los tiempos del referido Gelmi- 1 Reconociendolo asiel Mtro. Florez, al dar a luz este importante monu- mcnto, decia: Sobre esto debe tenerse presente el fin de la misma obra, que fue referir los hechos del prelado, que actualmente vivia; y para realzar a uno, es cosa muy regular (freciiente debio decir) y casi inevitable tirar a desairar al contrario, 6 dar a sus lugares mas vivcza de la que, fuera de la ucontraposicion, correspondia (Espafia Sagrada, torao XX). Aunque no es posible adihitir estos principios de cri'tica hislorica, basta la declaracion de Florez, para manifestar, ya que no lo ensenara la lectura y estudio de la His- toria, que no fueron sus autores tan imparciales como el interes de la verdad demandaba. Munio Alfonso y Hugo fueron elevados, sin duda en premio a sus tareas y verdadcro merito, a la dignidad de obispos, el primero de Mon- donedo y el segundo de Oporto [Iii3]: Giraldo, que continue} la Historia, si- guio como canonigo, en la iglesia de Santiago. 2 El autor dice: ((Sicut ab illis qui viderunt, didici et audivi, describcra ratus sum (In prohemio). Despucs procuraremos fljar el momcnto en que esta Chronica fue escrita. 184 HISTORIA CHtTICA DE LA LITERATURA ESI'ANOLA. rez, cuenta menudamente en tres voluminosos libros los acaeci- mienlos mas notables, en que intervino, ya como obispo, ya como dignatario del Estado, terminando en 1139, poco antes de su muerte. La otra comienza en 1126, en que fallece doiiaUrra- ca, y alcanza en dos libros hasta la renombrada empresa de Al- meria, puesta en verso por el autor, & fin de evitar el cansancio de la prosa *; peregrino poema que procuraremos examinar en el siguiente capitulo. No carece la. Historic* Compostelctna deciertas pretensiones de estilo y de lenguaje, hijas sin duda de la especial situacion de sus autores, dos de los cuales habian recibido la eii- senanza literaria del lado alia de los Pirineos 2 ; pero si se hace en ella cierto alarde de elocuencia, mas declamatoria que stilida y verdadera, con frecuente gala de conocer las obras de la antigiie- dad clasica 3 , no accrtaron aquellos a darle la regularidad y sen- 1 Nunc ad maiora conscendenles, versibus, ad removendum variatione carminis tacdium... diccrc... disposuimus (num. II). 2 Hug-0 y Giraldo, si bien parccc haber pasado muy en su juventud a Es- paiia. Vease la Noticia Prtvia que puso el Mlro. Florez a la Hist. Compost. 3 En cl libro I, escrilo por Munio Alfonso y Hugo, hablando de los ma- re?.ntes genoveses y pisanos, se dice: Ibi namque optimi navium artifices, naulaeque peritissimi qui Palinuro A Eneae naturae non cederent, habebanturw (cap. CIII). Nadie ignora que Palinuro era el piloto de Eneas. En el libro II, dcbido ya a Giraldo, escribe este, narrando su propia cmbajada al pontifi- cc romano: Tam difficile, tamque periculosum erat per regnum regis Ara- goncnsis, immo per medium Scyllac atque Caribdis transirew (cap. X). Mas adelantc, pinlando el jiibilo, con que cl pueblo de Santiago rccibio al obispo Gelmirez, vuelto de la prision en que dona Urraca le tenia, cxclama: ((Quan- tum tamen gaudium, quanta laetitia in univcrsis fuerit, Maronis facundia, refcrendo, succumberet... Gaudel tola civitas et quasi superato Caribdis nau- fragio, tripudiatw (cap. XLII). Y rcprobando en cl mismo libro (cap. LIII), la vcleidad dc dicha reina, observaba, cilando a Horacio: Nempc verum est illud poclicum: I.'N- .mil ! i iinliiiiu rccens, servabil odurcin ti i.i ilin. (Epilt. Hl>.,rpist. 11. t. 09 /GO). En cl libro III, condcnando la codicia que suponc en Alfonso VII, prorum- pia cl mismo Giraldo: Idcm Imperator, non minus aestuans a more pccuniae quam Crasus, Dictator Homanus, cuius crat condilio quoscumquc captospro p^cuiiianxlorquprecliusliliamproauro clargento vcnutularc, ctc.(cap. LH1). So vc iues en oslos y olros pasajcs que pudicramos acumular, que no so- PARTE F, CAP.XJII. PRIMEROS HISTORS. DE LA RECONQUISTA. 185 cillczde plan que advertimos en la Chronica; prendas quo com- pensan con usura la llaneza y humildad de su incorrecto lenguajc y poco atildado estilo. Uno y otro raonumento exceden no obs- tante a cuantas Chronicas se escribieron hasta la 6poca del ar- zobispo don Rodrigo, en cuyas manos, segun adelante veremos, cobran los estudios histtiricos extraordinario vuelo *. H6 aqui pues el camino que llevaba hecho desde que abando- nando los Necrologies, Cartularios y Santorales, empieza la historia a ser cultivada por los cristianos independientes bajo los auspicios de Alfonso el Magno. Pero si despierta vivamente la atencion de la critica el examen de todos estos primitivos monu- raentos, porque nos descubren en su ruda ingenuidad los temo- res, deseos y esperanzas abrigados por los espanoles respecto de la reconquista, no olvidemos que ligada esjrechamente la vida de nuestros padres con la vida religiosa, debia rendir la historia el mismo culto a la virtud paclfica fle los claustros que al herois- mo de los campamentos. Llevado de este noble impulse, escribe Grimaldo, al declinar el siglo XI, la Vida de Santo Domingo de Silos, a quien admira y venera en el retiro del monasterio, como era admirado el conquistador de Valencia en el tumulto y trafago lamentcla poesia, sino tambicn la mitologia y la historia antigua eran fami- liarcs a los autorcs de la Historia Compostelana. I Entre los dcmas Cronicones, escritos desde el siglo XI a principios del XIII, y por tanto antcriores a las historias del arzobispo don Rodrigo, merecen citarse el compostelano, que llcga a H26; el Iriense, compuesto en los ultimos dias del siglo XI; los Analcs complutcnses que abrazan hasta cl afio de H20: el Burgense que alcanza hasta J212; el Lusitano, escrito des- pues de la batalla de las Navas, en el cual se usan por vez primera las voces Andalucia y andalucft [Endalucia y endeluces]; los Analfs Compostelanos, que seadelantan hasta la toma de Sevilla [1248]; y el Coimbricense, aiiadido has- ta principios del siglo XV, todos los cuales dio a luz el crudito Florez, prin- cipalmente en el tomo XXIII de la Espana Sagrada. Tambicn el diligentc "Vi- llanueva rccogio en su Viaje literario otros monumcntos de cste genero, debidos a tan lejanas edades, y relativos a la historia de Aragon y Catalufia. Posteriores a dichos cronicones y aun coetaneos suyos.se encuentran algunos cnsayos castcllanos, cslabon que ata las ya cxaminadas con las priraitivas cronicas vulgares. De ellos tratarcmos oportunamcnte, al cstudiar en cl si- guiente volumcn el segundo desarrollo que ofrccc cl cullivo de la historia. i88 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAflOLA. del mundo: Grimaldo recoge las tradiciones palpitantes de sus he- chos y milagros, que debia inspirar siglo y medio adelante la sim- patica y erudita musa de Berceo *, como acopiaba el autor de la Gesta Roderici las inmortales hazanas, cuyo relate inflama a la musa popular de Castilla. Inducido de igual prop6sito, traza Renallo Gramatico, por los anos de 1106, la Vida y Pasion de Santa Eulalia, renovando la memoria de su invencible fortaleza en medio de los tormentos del martirio 2 . Rodulfo, monje de Carrion, movido de hondo respeto, recoge al comenzar el segundo tercio del mismo siglo, la devota relacion de Algunos milagros deSan Zo?//o,patrono de su monas- terio s ; y Juan, diacono de Leon, compendia por ultimo la Vida de San Froilan, celebrado obispo de aquella diticesi 4 . De esta manera fortalece aquella sociedad, que vivia por la patria y por la religion, tan altos sentimientos en medio de los azares y cen- flictos de una lucha sin verdadera tregua; azares y conflictos que si no la apremiaban ya y reducian al extreme de otras edades, eran sin embargo suflcientes para tener exaltado el entusiasmo belico de la muchedumbre, excitado al propio tiempo por el au- torizado egemplo del sacerdocio. 1 Con el titulo de Vita Beati Dominici confessoris Chrisli, fue publicada esta obra en 1736 por fray Sebastian de Vergara, precedida del poema casteUa- no de Gonzalo de Berceo que tiene igual objeto, y de los Mirdculos romanza- dos del mismo santo, escritos por Pero Martin a fines del siglo XIII. De estas producciones trataremos en lugar oportuno, sefialando entonces lo que debio Berceo a la historia de Grimaldo. Tambien se conserva de este erudito monje otra obra historica con este titulo: aTranslatio corpons Sancti Felicisex Castro Bilibiensi in percelebre monasterium S. AEmiliani Cucullatin (Espana Sagrada, tomo XXXIII, apend. VIII). Cita esta obra don Nicolas Antonio (Bibl. Vet., lib. VII, cap. I), manifcstando no conocer la vida de Santo Domingo. 2 Vita vel Passio Sanctae Eulaliae (Espana Sagrada, tomo XXIX, apcn- dice III). Recuerdese el himno que Prudencio le consagra, dado a conocer por nosotros en lugar oportuno (tomo I, pag. 233). 3 Quaedam miracula Gloriosissimi Martyris Beati Zoyli.,., a Rodulpo eius- dem monanterii monacho scripla (Espana Sagrada, tomo X, apend. IV). 4 Vita Sancti Froylani, Episcopi Legionensis (Espana Sagrada, t. XXXIV, Apend. VIII). En el archivo de la catcdral dc Leon se cuslodia una excelente Biblia, escrita por estc mismo Diacono, dondc existe la expresada vida entre los libros dc Job y dc Tobias, lo cual depone de la autentieidad del Ms. PARTfi I, CAP. XIII. PRIMEROS H1STORS. DE LA RECOMQLISTA. 187 Bajo dos aspectos se habia mostrado no obstante la historia en el largo periodo que dejamos recorrido: renaciendo en mitad do los prodigies del valor y del heroisrao de los cristianos, cuyas ha- zanas tenian cumplido logro con la ayuda del Dios por ellos de- fendido, ostentabase desde esta nueva infancia sencilla, candoro- sa, cr6dula, como la poesia popular, que se mece en la misma cuna, y amante, como ella, de lo sobrenatural y maravilloso; pero stibria, leal y circunspecta, si cree lo que la religion le consiente y le aconseja el patriotismo, ni se complace en la invencion de hechos inverosimiles 6 absurdos, ni los adultera y tuerce a sa- biendas para lograr particulars 6 interesados fines. Mas no dis- tante aim de su primitive cauce, extraviase ya al impulso de la pasion, que la tuerce y amolda a sus parciales miras, quebran- tando deliberadamente la verdad con grave ofensa de su noble ministerio y no despreciable dano de los elevados sentimientos, que a pesar de semejante adulteracion, la alientan y caracterizan. Los ensayos de Sebastian, del autor de la cr6nica llamada Al- beldense, de Yigila y de Sampiro, habian tenito por norte unico la gloria comun de la patria, que era en suma la gloria de la verdad, tal como les fu6 dado comprenderla: Pelayo, primer transfuga de aquella inge'nua cohorte de historiadores, s61o tiene delante el engrandecimiento especial de su diticesi; y a esta idea, hija sin duda de un sentimiento generoso, todo lo sacrifica sin es- crupulo, como si pudiera cohonestarse tan reprensible proceder con la pretendida rectitud de su empresa. Confundidas 6 supues- tas las fuentes de los acontecimientos por 61 ingeridos en la his- toria, viciada la cronologia, jque" f6 podia darse a los trabajos de Pelayo, quien llevaba su osadia hasta el punto de atribuir a los veraces cronistas que le preceden, sus peligrosas invenciones? Poco debi6 ser el efecto de estas en su tiempo, cuando entre las cr6nicas generales, unicas sobre que podia reflejarse, no trascen- dieron a la del Silense; y sin embargo, acogidas mas tarde por el obispo do Tuy, que no mostrti por desgracia mayor conciencia histtirica, se propagaban a los futuros siglos, dando finalmente por resultado la escuela de los Higueras, Ramirez de Prado y Ta- mayos de Salazar, que plagaron de fibulas y patranas los glorio- sos anales de la reconquista. 188 H1STORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Con estos esenciales peligros, que llegan a imprimir cierto se- llo a las crtinicas espanolas, aun en la edad de oro de las mis- mas, reve"lanse otros caracte"res, que refirie'ndose principalmente a la expresion literaria, debian tambien perpetuarse y dar entrc nosotros determinada fisonomia a la manifestacion hist6rica. Des- de el plausible ensayo de Sebastian, mostr6se esta adicta a la forma dramatica, que derivada de la antigiiedad clasica, traia consigo la sancion de los sabios; y procurando por este medio poner de realce los personajes, cuyas hazanas bosquejaba, paso engalanada de arengas y conciones a manos de los cronistas vul- gares, llegando con el trascurso de los tiempos a ostentar en la pluma de Mariana, Mendoza y Melo este antiquisimo ornato, como una de sus mas preciadas joyas *. Semejante anhelo por conser- var en medio de la inexperta rudeza de aquellos dias la degene- rada herencia de otras edades, aparecia con no menor fuerza res- pecto de las formas de lenguaje, segun nemos apuntado en el examen de cada una de aquellas venerandas crtiriicas, cuyo estu- dio es bajo este aspecto de suma importancia; porque abriendo a nuestros ojos la verdadera senda de nuestra olvidada cultura, aparta de ella toda idea de imitacion, extrafia a los elementos que habian podido desarrollarse en el seno del cristianismo, duranto el largo y dificil periodo por nosotros examinado. Pero este constante afan por ennoblecerse con los recuerdos y despojos de un arte, cuya verdadera grandeza no podia ser com- prendida en el tumulto del hierro que agitaba la sociedad espa- fiola, contrasta sobremanera con los medios de expresion, naci- dos en el seno de la misma, 6 desenvueltos por las sucesivas cir- cunstancias en que se halla colocada. Al lado de aquellos alardes de erudicion clasica, hacese casi siempre larga muestra de cono- cimientos biblicos, apareciendo, cual va repetidamente notado, unos y otros revestidos de caprichosas rimas, ornato que, menos frecuente en los ultimos cronicones, si se exceptda la Gesla Ro- derici Campiducti, contribuye tambien a revelarnos la direccion que iban tomando los estudios. Porque necesario es reconocerlo: \ Esta obscrvacion quedara plcnamcntc comprobada con el exumcn su- ccsivo dc la forma hislorica, cuyos priracros pasos dejamos scfialados. 1'ARTE I, CAP. XIII. PRIMEROS HISTORS. DE LA RECONQl'ISTA. J89 el gran coloso de la antigiiedad, si llega a oscurecerse cntre las tinieblas de la edad media, no se revela de nuevo a las naciones modernas en un solo raoraento, cual sin justo criterio se ha pre- tendido: su reaparicion es lenta y gradual, como lo es el progreso de la civilizacion, que va de nuevo ilurainando con sus inmorta- les resplandores. Mas estas observaciones, que por una parte com- prueban cuanto expusimos al hacer el paralelo entre los cristianos independientes y los mozdrabes, tienen por otra su mas seguro comprobante en el estudio de los monumentos porticos de los si- glos VIII, IX, X, XI y XII, libertados por fortuna de las tinieblas del tiempo y de los peligros dela incuria 6 de la ignorancia; dificil, pero no infecunda tarea, a que dedicamos el siguiente capitulo. CAPITULO XIV. POETAS Y ESCRITORES DEL SIGLO IX AL XII. SALVO, GRIMALDO, etc.; PERO ALFONSO, PEDRO COMPOSTELA- NO, etc. La historia y la poesia. Relacion de esta con las costumbres. Poesia sa- grada: himnos religiosos. Salvo, Grimaldo, Philipo Oscense. Sus obras. Caracteres fundamentales de la poesia religiosa. Su popularidad. Poesia herdico-religiosa. Poesia her6ico-hist6rica. Examen de los prin- cipales monumentos trasmitidos & nuestros dias. Canto elegiaco de Bor- rel HI. Fragmento del poema de la conquista de Toledo. Cantar de Ro~ drigo Diaz. Versos laudatorios & Berenguer IV. Poema de Almeria. Poesia vulgar: memorias hist6ricas de suexistencia. Separacionde la poe- sia latino-erudita y de la meramente popular. Epitafios latinos. Sus ca- racteres.- -Algunos autores de los mismos. Su influencia en los cantos populares. Los refranes: su importancia y su forma. Doble direccion de los estudios clericales. El himno Ad Pueros. El poema De Musica del monje Oliva. Aparicion del elemento oriental en la literatura latino-ecle- siastica: el converse Pero Alfonso. Su Disciplina Clericalis. Pedro Com- postelano. Su tratado De Consolatione Ralionit. Exposicion de su argu- mento. Diferente senda seguida por doctos y vulgares. La poesia popu- lar aparece dotada de vida propia. La historia, cultivada por el pueblo que se congrega en Astiirias a la voz de Pelayo, ha aparecido a nuestros ojos como un himno de guerra, que interrumpido a intervalos por grandes calamidades y conflictos, se alza con nuevo ardor y mayor entusiasmo hasta preconizar la victoria. Dos grandes sentimientos le han servido de i92 HISTOR1A CRlTICA DE LA LITER ATURA ESPAISOLA. base y nortc a un mismo tiempo: la religion y la libertad se han ostentado para ella, cual doble y sagrado emblema, animando a la sociedad cristiana, vencedora de la morisma en el oriente, el nor- te y el ocaso; emblema que apareciendo igualmente consignado en los cantos populares, era el mas vivo reflejo de las creencias y esperanzas de la nacion entera. Necesario es dejarlo asentado desde luego: la historia que alienta en aquellos dias la obra de la reconquista, canonizando al par las prodigiosas hazanas de reyes y magnates, vive en estrecho mari- daje con la poesfa; porque traida la nacion al estado de pueblo pri- mitivo en medio de la gran catastrofe que la despedaza, mientras busca el sacerdocio en el recuerdo de lo pasado consuelo a las tri- bulacioucs presentes, ha rnenester alrededor de su cuna genero- sos cant ores, que adormeciendo sus pesares, despierten su virili- dad y enciendan su f6 y su patriotismo. Presentaba la Espana cristiana en toda la extension de sus Estados el mismo espec- taculo, ofrecido por los pueblos de la antigiiedad en sus primeras edades: cantando 6 escribiendo, inspirandose en lo presente 6 volviendo la vista a lo pasado, eran sus cantares y sus cronicas incentivo poderoso al heroismo; y ya bosquejando simplemente la verdad, ya rodeandola de maravillosas ficciones, en que resplan- decen aquellas dotes internas que hemos reconocido una y otra vez en el genio portico de las Espanas, parecia recordar en unos y otras la infancia de las letras griegas y latinas,trayendo tambien a la meraoria las peregrinas costumbres de otros pueblos * . i Mas adclante tendremos ocasion de reconocer la influencia rcciproca que cjcrccn la pocsia y la historia en cl desarrollo de nuestra cultura: por ahora solo observaremos que este mutuo influjo se opera de la misma sucrte en todos los pueblos: desde los cantares de las guerras eternas ("GnS^D D i mSN) y e ^ himno de Lamec, cuyos vcstigios hallamos en los primeros ca- pitulos del Genesis, hasla los areitos de America, de que nos dan cumplida nolicia los historiadores primitivos del N'ucvo Mundo (Oviedo, Historia Natu- ral y gcMral de las Indiat, sacpc); dcsdc los libros dc Hesiodo hasla los can- tos heroicos de los bardos, 6 las poeticas tradiciones de Odino, en todas paries descubre la crilica cse estrecho maridaje de la pocsia y la hisloria, que solo puede debilitarsc 6 rompcrse, cuando han heclio ya los pueblos largo camino por las vias dc la civilizacion. Insislir mas sobrcpunto tan ilustrado nos pa- rccc en consccucncia ocioso y por dcmas inncccsario. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL SIGLO IX AL XII. 193 S61o eran entonces posibles dos ge"neros de cultivadores de las lotras humanas, destinados unos y otros a lograr el mismo pro- posito, bien que siguiendo diferente camino: retraian los pri- meros, valie'ndonos de la oportuna expresion de la ley de Parti- da, los hechos dignos de imitacion y de alabanza 1 : versificaban los segundos los extraordinarios sucesos que excitaban la univer- sal admiration, y rindiendo este digno tributo al valor 6 a la vir- tud de los vivos, legaban a la posteridad cl mas laudable y fruc- tuoso egemplo. Historiadores y poetas abarcaban pues en sus producciones, rudas y sencillas, la guerra y la religion, hablando en diverse tono a las diferentes clases de la sociedad un mismo lenguaje. En esta doble y simultanea- manifestation del arte, que por un lado se apoyaba en el lejano recuerdo de su pasado esplendor, y aspiraba por otro a nueva vida, asi en los valles de Asturias y Leon como en las vertientes orientales del Pirineo, situacion que debe ser profundamente meditada para apreciarla en todo lo que significa y vale respecto del estado intelectual del pueblo cristia- no, mostrabase la poesia en relation estrecha con las costumbres; y mientras, atesorando cada dia nuevos elementos, servia de in- t6rprete dentro y fuera del templo al sentimiento religioso, exci- taba el b61ico esfuerzo de los campeones de la cruz, 6 ya pene- trando en el hogar dom6stico, revelaba las flaquezas del espiritu en los errores lastimosos y vanas supersticiones, que afeaban y tal vez extraviaban la creencia. Observacion es digna de todo estudio: la Iglesia, que durante el Imperio visigodo procur6 desterrar del pueblo cat61ico las re- probadas practicas del gentilismo, limpiandole al propio tiempo de las torpes 6 inmundas aberraciones, a que le arrastraban los niagos, encantadores, sortilegos y adivinos, que plagaban la na- tion espauola 2 , vi6se forzada a condenar una y otra vez tamanos abusos, trasmitidos de edad en edad con el auxilio de los cantos populares. \ Parlida II, tit. XXI, Icy XX.* De esla ley volveremos-a tratar opor- hmamente. 2 Vease el cap. X. dc esta I.* Partc, pags. 447 y sigs. TOMO II. 13 194 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Depositaria de la doctrina evange"lica; fortalecida con los es- critos de Isidore, donde se retrataban todos aquellos extravios y practicas gentilicas con vivisimo colorido; alentada por el noble egemplo de Etherio y de Beato, propugnadores afortunados de la herejia y de la superstition, no podia la Iglesia consentir que arraigase entre la grey de Pelayo aquella vil cizana; y si, al inau- gurarse la reconquista, acudi6 beneTica y celosa a evitar sus pro- gresos en medio de los campamentos, luego que pudo levantar su voz, y ser oida y respetada en los concilios, dirigi6se con decidido ernpeno a exterminarla. No otra cosa nos advierten los sinodos de Leon [1012], de Santiago [1031 y 1056], y de Oviedo [1050], en que doli6ndose de los estragos, producidos en la moral por las artes goe~ticas, ya vedan severamente a los cristianos los Padres congregados en aquellos concilios el hacer 6 tomar parte en cual- quier linaje de augurios 6 encantamientos; ya les prohiben dar cr6dito a los adi vinos que explicaban en misteriosos cantares, por el curso y aspecto de los astros, las cosas futuras; ya amonestan y mandan al clero que llame a la penitencia a los que se ejercita- ban en semejantes enganos ' . Y no se manifestaba menos celosa para extirpar las costum- bres gentilicas arraigadas siglos antes, cual ya sabemos, en el suelo de la Peninsula: mas dominado del prestigio que llevaba tras si cuanto procedia de la antiguedad clasica que tan pode- roso influjo venia ejerciendo en las esferas de las letras, las ar- tes y las costumbres, por una contradiccion harto notable en el constante estado de exaltacion religiosa, en que vivia el pueblo cristiano, llevabale su propia credulidad a dar valor y acceso a 1 Entre estas disposiciones meflecen singular mencion el canon V del con- cilio dc Santiago, y el VI del de Oviedo. En aquel se lee: Item interdicimus ut nulluschristianus auguria el incantationes faciat, nee pro luna, nee pro se- mina, nee animalia immunda, nee mulierculas ad tetas alia suspendere, quae omnia cuncta idolatria est (Aguirre, tomo III, pag. 200 y 220). En este: Statuimus ut omncs archidiaconi et presbilcri... vocent ad poenitentiam adulteros, incestuosos, sanguine mixtos, fures, homicidas, maleflcos et qui cum animalibus se inquinantu (Id., id., pag. 210). Es notable la categoria en que cstan colocados los magos (malefici), que segun ya sabemos, ejercian las arles goeticas, por medio de misteriosos y horribles cantarcs. PARTE F, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL SIGLO IX AL XII. 195 los delirios y torcidas imaginaciones de los quo,' alentados sin duda por el nocivo egemplo de los judios y aun de los arabes, se tenian por magos y encantadores *. Doloroso es reconocerlo: aquellas mismas supersticiones, practical y ritos paganos, anate- matizados ya en tierapo de Recaredo, eran por esta senda tras- mitidos en fatal presente las generaciones futuras, causandonos verdadera sorpresa, ora el hallar, andados largos siglos, condena- do como execrable abuso el llanto y lugubre ruido, con que hombres y mujeres corrian a las iglesias para solemnizar, no sin publico escandalo, los funerales de sus deudos 2 ; ora el ver repro- ducida la terrible sentencia de excomunion, tantas veces lanzada contra los sortilegos, magos, encantadores y adivinos, y contra los que, llevados de ciega ignorancia, demandaban el auxilio de aquella arte ignorainiosa 3 . 1 Estos extravios eran inevitables; pero no por eso resaltara menos el ce- lo de la Iglesia, contrastando la doctrina que procura sostener y difundir con la admitida sobre estas materias por los filosofos arabes. Un escritor de aque- lla misma edad y nacion, cuya obra era traducida al latin en el siglo XIII, escribia, al dar noticia de las escuelas cordobesas: Tunc erant septem magis- tri de grammaticalibus, qui legebant quotidie Cordubae; et erant quinque dc logicalibus, continue legentes; et tres de naturalibus, qui similiter quolidie legebant; et duo erant magittri astrologie qui legebant quotidie de astrologia; et unus magister legebat de geometria; et tres magistri legebant de phisyca; et duo magistri legebant de musica (de ista arte quae dicitur organum); et irex magistri legebant de Nigromantia et de Pyromantia et de Geomantia. Et unus maffister legebat de artenotoria, quae est ars et sciencia sanclaw (Virgi- lii Cordubensis Philosophia, Bibl. Tolet., plut. XVII, num. IV). Se ve por tanto que admitidas por la filosofia arabe la astrologia, la nigromancia, la pyromancia y la geornancia eomo otras tantas disciplinas, diferia absoluta- mente de la filosofia cristiana, que conservando la tradicion de San Isidoro, condenaba y proscribia, como supersticion lo que en las escuelas cordobesas seensfenaba como ciencia. A fines del siglo XI y principles del XII comen- zaron a viciarse algun tanto las nociones puras de la filosofia aristotelica, se- gun hemos observado ya (cap. VIII, pag. 356, nota 2 y pag. 362, nota 2) y csplanaremos en lugar oportuno. 2 Concilio de Toledo, celebrado en 1323: vea.se el cap. XXIII do la II. a Par- te, tomolV. 3 Concilio Complutense de 1335. Concilium petcre vH onmdem igno- miniosam artem quomodolibct exercerew (Vease el cap. XXIII dc la II.' Parle). J96 HISTOniA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Mas si ofrece el mas alto interns para toda crltica trascenden- tal, cuando estudiamos las relaciones que en tan lejanas edades descubrimos entre la poesia y las costumbres populares, el reco- nocer la existencia y trasmision sucesivade tales extra vios; si es por lo mismo en gran manera sensible el que no se haya perpe- tuado hasta los tierapos modernos ninguno de los cantos que los acompanaban, justo y de senalada importancia es tambien declarar que no comprendian ya los concilios, como en siglos anteriores, al clero en sus anatemas, mereciendo por el contrario singular ala- banza la entereza con que reprobaba agiieros y supersticiones, aun en los mismos soberanos *. Y no sea esto decir que fuera el clero esencialmente ilustrado en la 6poca, de que vamos hablando: las mismas sinodos arriba citadas, nos ensenan en la solicitud con que atienden los obispos a prevenir que no pudiera cenirse rnitra abacial quien no supiese explicar fielmente el misterio de la Tri- nidad, ni fuese entendido en cdnones y Sagradas Escrituras, que al mediar ya el siglo XI, dominado tal vez por los abusos de la fuerza, no consideraba el raonacato las sillas de los Eutropios, Fructuosos y Yalerios como premio y galardon de las ciencias y las letras, por mas que fuera todavia unico depositario de letras y de ciencias: las mismas sinodos nos avisan, al prescribir que no fueran investidos con las 6rdenes sacerdotales los que ignorasen el salterio, los himnos, los eanticos, las Epistolas, las oraciones y los Evangelios, de que habia caido en doloroso desuso el estudio de estas interesantisimas partes de la liturgia, siendo indispensa- ble el restaurarlo 2 . Adormianse en verdad ambos cleros en el cul- tivo de las letras sagradas hasta el extremo de despertar el noble 1 Los autorcs de la Historia Compostelana decian, hablando dc Alfonso de Aragon: Ipse nimirum mente sacrilegio polutes nulla discrctionis ratione formates, aug-uriis confidens et divinationibus, corvos ct cornicef posse no- ccrc irracionabiliter arbitrates, etc. (Lib. I, cap. 64). La condenacion no puede ser mas terminantc. 2 El concilio de Santiago ordenaba que los monjes aprendieran perfccta- mcnte toturn psalterium canticorum et himnorum, partem ct officium dc martyribus)) (can. II). Lo mismo prcscribia el can. V del concilio de Oviedo, y no otra cosa vemos despues en cl can. V del de Coyanza: Archidiaconi totum psallerium, himnos et cantica scianti) (Aguirre, tomo III, pag. 2 JO). PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCR1T. DEL SIGLO IX AL XII. 197 celo de los concilios; pero la misma solicitud de los Padres mos- traba claramente que no decaida un s61o punto su ardiente f6 re- ligiosa, ni anublada la pureza do sus doctrinas por sombra alguna de herejia, aparecia como legitimo representante de aquella con- Irastada cultura, cuyo desarrollo y progreso debia foraentar pre- cisamente con los mismos estudios que se le recordaban 6 impo- nian, para ejercer su alto ministerio. Eran los salraos fuente inagotable de grandes pensamientos, y encerraban los himnos, segun demostramos antes de ahora, la sublime historia del martirio, precioso tesoro aumentado sin ce- sar por la piedad y devocion de los caMlieos: cantados los prime- ros diariamente, y entonados los segundos todos los domingos por clero y pueblo, conforme al rito que llevaba el nombre de to- ledano 1 , familiarizabanse cada vez mas pueblo y clero con aque- llas elevadas ideas y altos pensamientos; y enriquecida con ellos su memoria, mientras se ejercitaba el segundo en el cultivo de las disciplinas liberates, para interpretar y trasmitir aquellas fe- cundas ensenanzas, arraigabase en el primero, con la veneracion tributada a estos caros objetos, el vivo deseo de hacer practica- mente suyas tan peregrinas armonias. Fortiflcado en tal manera aquel comercio intelectual, establecido por la Iglesia visigoda, habia pues dado el clero insignes pruebas de su amor a las letras, antes y despues de los concilios de Santiago y de Oviedo, hallaudo en 61 la poesia religiosa senalados int6rpretes que trasmitian a la posteridad en paginas de marmol la pureza y vigor de sus creen- cias. No son numerosos por desgracia los monumentos de este g6nero que ban burlado las injurias de los siglos; pero en la ins- cripcion con que don Fruela exorn6 eltemplo de Santa Cruz, eri- gido por 61 en Cangas; en los titulos de admirable composition, con que el rey Casto decor6 la basilica de San Salvador, y mas adelante las de San Julian (Santullano) y Santa Basilisa; en los versos, con que recuerda la Iglesia de Leon la munificencia do \ El canon III del referido concilio dc Santiago disponia que se canturan omnibus dicbus dominicis omnes himnoso y esta dclerminacion era couforuie a lo dispuesto por los concilios visigodos, como pucdcn vcr los lectores en las llustracioncs y cap. X del anterior volumcn. i98 HISTORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPAffOLA. Ordono II, y en otras muchas leyendas de igual antigiiedad 6 in- ter6s, recogidas por nuestros historiadores eclesiasticos *, puede apreciar la critica los pasos que fueron dando las letras y la poesia sagrada en medio de la forzada oscuridad 6 ignorancia de aquellos siglos, teniendo siempre encendido el fuego de la tradition, que vivifica todos los demas elementos de cultura, siendo tambien el alma de los estudios clericales. Mas al lado de estos monumentos de ignorados autores, con- serva la historia ya respecto de los valles de Asturias, ya de las vertientes centrales del Pirineo, 6 ya de las coraarcas orientales, los peregrinos nombres de algunos poetas sagrados, no indiferen- tes por cierto en la de las letras patrias. Licito creemos mencionar entre ellos a Romano, prior del monasterio de San Millan, que florece por los anos de 871 , a Salvo, abad del Albeldense, que pasa deesta vida en los priraeros dias del siglo XI, a Grimaldo, monje de Silos, que vive y muere en la segunda mitad de la misma cen- turia; y a Philipo Oscense, conocido en aquella edad con el codi- ciado titulo de Gramatico. S61o puede sin embargo consignar la historia que escribi6 Romano y compuso sus poesias sobre la pauta de los salmos, y que dotado Salvo de rara erudicion, logrti dar a sushimnos y demas versos por elcompuestos, singular 6 inusitada elegancia 8 . Con mas for tuna respecto de Grimaldo y de Philipo, \ Veanse los nums. Ill, IV y V de la Ilustracion I.* El Silense escri- bia, hablando de don Alfonso el Casto: Aedificavit etiam spacio unius stadii ab Ecclesia Sancti Salvatoris templum Sancti luliani et Basilisae, adnectens hinc et inde titulos, mirabili composilione togatosn (Chron., num. XXVIII). Sobre este misrao punto pueden verse Yepes, Sandoval, Sigiienza, Davila, Berganza, Florez y otros varios historiadores de arzobispados e iglesias par- ticulares que seria largo cnumcrar en este sitio. 2 Espana Sagrada, tomo III, pag. 331. Aguirrc incluyo en el tomo III de los concilios la vida de este celebrado abad de Albelda, en la cual se ascgura que era vir lingua nitidus ct sciencia eruditus, elcgans sentcnciis, ornatus verbis. Scripsit (afiadese) sacris virginibus rcgularem libcllum, ct eloquio ni- tidum ct rei veritatc perspicuum. Cuius oratio nempe in himnis, orationibus, versibus, ac missis, quas illustri ipse sermone composuit, plurimam cordis ccmpunctioncm ct magnam suaviloquenliam legcntibus, audientibusquc tri- buit. Esle elogio fuc tambien inscrlo por Mircu en su traludo De Scriptoribus PARTE 1, CAP. XIV. POETAS Y ESCR1T. DEL SICLO IX AL XII. 190 si no es dable quilatar ahora todos los himnos debidos a su piado- sa musa, 16granse en la Vida de Santo Domingo Manso algunas de sus producciones, donde brillando la f6 que los animaba, ponian de manifiesto las no vulgares virtudes poeticas que les granjea- ron en su tiempo el titulo de elocuentes y la estimation de los que se preciaban de entendidos. Es la mas imporlante de las compo- siciones debidas a Grimaldo cierta manera de himno, con que ter- mina el proemio de la citada Vida, himno en que compendiando las alabanzas de Santo Domingo, acaba por invocar el favor de Cristo, unico principio y norte de la felicidad humana. Oigamos estos peregrinos acentos, que deseubren tambien a nuestra vista los primores de forma, con que el arte se iba sucesivamente en- galanando. Grimaldo cantaba asi las perfecciones del restaurador de Silos: In nostris tenebri* . oritur spes maxima lucw: Actus Dominico . nostros recreante beato: Qui fulsit facU's . ut lucifer ortus in astrw; Ecclesie speculam . fons vivus scema virorwm: Ingenio clara . cuncto moderamine compt: Nobilis irat* . virtutum culmine celsas: Prospera despexjf . nee non adversa subegif. Solers versutw . simplex pietate benignis: Gratuito castw* . previso famive cautas. Imperio cassa* . opressit demonis iras. Y celebradas las maravillas, obradas por su intercesion, se di- rigia al Salvador de esta manera: Tu Deus es nosier . similis non noscitur alter: Et nos ingente* . es dignum reddere grate*, Quod nos dignam multis decorare triumphis Ac vitae portas . non nobis pandere cessaj. Laus tibi necne dec . maneat pragmatica virtu*. Gloria sit perp . mundane iure supersta<: Agnis nos misce . venialia crimina dele. Tecuin mansuro* . fac nos regnare beato*. Detersis lacrimw . cantemus cantica laudt, ecclesiasticis, pag. 102, con este titulo: Vila Salvi, abbalit albeldettsit (al. al- baidentit), inccrto auctorc. 200 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPAflOLA. Quae dum fine c&rent . caelestia gaudia comment, His precibus nostro. lesu placabilis adsis. A estas poesias, escritas sin duda realizada ya la conquista de Toledo *, hubieron de preceder los himnos compuestos para la ca- nonization del mismo santo [1076], y conservados mas adelante en su propio rezo. Es entre todos digno de especial mention el ultimo, compuesto por Philipo Oscense 2 . Escrito en versos tro- caicos y dimetros yambicos, esto es, de ocho y siete silabas, ofre- ce ya en el cruzamiento de sus rimas singular egemplo de la for- ma en que la poesia vulgar tal vez empleaba a la sazon, y debia emplear en siglos posteriores, estos ornamentos tan preciados en la edad media. Hecha la invocacion y ensalzadas las raras virtu- tudes del celebe'rrimo prior de Silos, eleva al Salvador la siguiente suplica: Ipsum, Christe, te precamur, Patronum da misem, Per quern cuncta restinguamw* Incentiva sceleris, Atque laeti conscendflmw* Celsi plagas etherfs. Y volvie"ndose despues a Santo Domingo, anade: sacerdos gloriosa, Gemma Chris to placite, Hac in die pater pi Gregem tuum \ Asi parece deducirse de los datos siguientes. Grimaldo paso de esta vi- da en 1090, segun afirma el editor de su Vita Beati Dominici, y. en 1085 se conquisto la ciudad de Toledo. Diciendose en el cap. XXV del libro II de di- cha Vida quc Pedro de Llantada, libertaA) por el santo de las cadenas en que los moros le tenian en Murcia, llego a la ciudad regia en el espacio de doce dias (prospere duodecimo die Toletum, regiam urbem, pcrvenil), se ve claro que alcanzo Pedro la liberlad despues de reconquistada la corte de los visigodos, y que se escribio csta anccdota de 1085 a 1090, epoca en que pudo eolbponerse tambicn la Vida de Santo Domingo: por manera que si los versos quc terminan el proemio se escribieron, como parece probable, despues de acabado todo el libro, la demostracion no pucde ser mas satisfactoria. 2 Vcase el num. XVIII de la J.* Iluslracion. PAIITE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL SIGLO IX AL XII. 201 Neque in ea pcrturbetur, Tua canens meri/a. Solvat neius delictorum Tua supplicaUo: Tergal sordes viciorwm Frequens intercessfo, Quae nos tandem dignos reddut Superno palats'0. Quo caelestis lerusalem Mirantes insignia, Semper Christo digna laudum Solvamus preconta, Cuius Jure dilatatur Orbe toto gloria. Desarrollabase por este camino la poesia sagrada dentro del templo, aumentando cada dia sus tesoros las mismas circunstan- cias en que se vi6 la Iglesia espanola desde las jornadas de Gua- dalete. Sometida la liturgia a la mas extricta unidad por el IV con- cilio de Toledo, habia sido uniforme el canto religiose en todos los dominios visigodos, no pudiendo ser alterado, bajo pena de excomunion, sin el acuerdo y expreso mandamiento de los Pa- dres 1. Mas fraccionado el territorio con la invasion sarracena, si Iogr6 salvarse el dogma en medio de tamano conflicto, por mas que la Iglesia se mantuviese fiel y devota & sus antiguas tradiciones, no le fu6 dable guardar del todo ilesas las ceremonias del culto, per- dido ya aquel luminoso centra de doctrina: excitados la devocion y el entusiasmo religioso por los grandes sucesos, posteriores a la conquista, en que intervenia el favor del cielo; adherida la adora- cion de la muchedumbre a nuevos objetos en cada uno de los Es- tados que iban surgiendo del universal naufragio de la monarquia visigoda; y canonizados por el amor y respeto de cada localidad aquellos varones, cuyas virtudes refluian en bien de la patria, ya por robustecer las creencias religiosas, ya por contribuir con su abnegacion a tener encendida la hoguera del heroismo, abrie- ronse a la poesia sagrada otros tantos veneros, consagrando la \ Vcansc las lluslraciones del tomo preccdcntc, dondc hcmos tralado dc proposito cstas materias. 202 HISTOR1A CKtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. profundidad y candor de sus creencias en cien y cien himnos la gratitud y admiracion de los pueblos cristianos. Quebrantada asi, como inevitable consecuencia de los grandes hechos de la recon- quista, la aiitigua unidad del canto religiose, cundia a tal punto la libertad en esta parte de la liturgia, que demas del primitive Hispano-lattno-visigodo, en todas partes respetado, posey6 cada ditfcesi y cada ciudad, cada parroquia y cada monasterio, desde las vertientes orientales del Pirineo a las postreras costas de Ga- licia, diverse himnario, que enriquecido por las mas varias inspi- raciones, reflejaba como en clarisimo espejo, revelando vivamente las creencias y las esperanzas, acariciadas en una y otra comar- ca, aquel estado de incertidumbre y de angustia, en que s61o pre- domina el esfuerzo individual, que precediendo a la conquista de Toledo, tenia signiflcativa personification en los fueros munici- pales l . Dos ideas fundamentales Servian no obstante de vinculo a la poesia sagrada, como Servian de indestructible lazo a la politica, estableciendo su unidad sobre mas stilidas bases que la prescrip- cion material del IV concilio: gemia la Peninsula bajo el yugo del 1 Digno es de advertirse que por una singular coincidencia, nacida del mismo proceso de la reconquista, existe entre los fueros municipales y los himnos locales la mas estrecha semejanza de fines, representando bajo diverso aspe.cto el mismo estado de cultura. Hijos los fueros del extraordinario pro- greso de la reconquista, al extenderse desde principles del siglo X en dilata- das comarcas, de Oriente a Occidente, acuden a satisfacer parcialmente la necesidad de la defensa del territorio que se va nuevamente poblando, res- pondiendo a la necesidad superior de la defensa de la patria: fruto los him- nos locales de aquel necesario fraccionamiento, interpretan y satisfacen los senlimientos que evoca la devocion a cada paso de la reconquista, al hallar consagrados, con una tradicion piadosa 6 una maravillosa aparicion, los mis- mos lugares que rescata el acero y revindica el patriotismo, correspondiendo al universal, y cada dia mas poderoso sentimienlo de la religion, que consti- tuia uno de los mas firmes polos de la civilizacion espanola. No cs pues ma- ravilla que al fijar nucstras miradas en lo que son y reprcsentan los cxpresa- dos himnos, descubramos claramente relacion tan importante con los indi- cados fueros, que tan estrecha armonia determinan entre los clemcntos socia- les y los elcmeotos de cultura intelcctual, atcsorados y claborados en nucslro suelo. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL SIGLO IX AL XII. 203 Islam, y habia lanzado para sacudirlo noble grito de guerra en nombre de la religion y de la patria; y dominada por este doble sentimiento, segun dejamos ya advertido, ningun elemento de vida podia abrigar la sociedad espanola que no se encarainara al triunfo de una y otra. Alimentaronse pues los himnos religiosos de aquel mismo espiritu; y fecundando en medio de su prodigiosa variedad tan elevadas ideas, buscaron en el cielo dos poderosos intercesores, que vinieran al miindo a personiflcarlas. La idea pa- cifica y consoladora de la religion, acogitise a la Madre de Jesus, fuente inagotable de piedad y simbolo de amor inefable; y toman- do mil apacibles formas, ensalzti en innumerables canticos el nom- bre de Maria: la idea de la patria, encendida por los grandes pe- ligros y victorias del pueblo cristiano, fij6se en el antiguo patron de las Espanas, cuyo sepulcro era venerado en Compostela desde el reinado de don Alfonso el Casto; y mientras le tomaban los ej6rcitos por capitan y adalid contra la morisma 4 , celebrabale la Iglesia en multiplicados himnos, en que pintando sus milagrosas apariciones, mostrabase aniinada de aquel mismo ardor b61ico, que resplandecia en medio de los campamentos. i Es de suma importancia para comprender el profundo respeto y la acen- drada fe con que los cristianos aceptaban la mediacion dc Santiago en los combates y empresas guerreras, el recordar entre otros pasajes de los primi- tives cronicones, la relacion del milagro, acaecido a tiempo en que Fernan- do I tenia cercada a Coimbra. Venido a Composlela un peregrine griego (gre- cus ut credo, dice el Silense), e iniciado algun tanto en el habla vulgar, oyo a los naturalcs apellidar al apostol patron y caudillo desus huesles. Negoelpe- regrino, no solo que Sanfiago hubiera sido militar {equitem), sino que hubiesc cabalgado; pcro llegada la noche, y con ella la hora de la oracion, wperegri- nus subito in extasi raptus, ei apostolus lacobus, velut quasdam claves in manu tenens apparuit, eumque alacri vultu alloquens, ait: Heri, pia vota precanlium deridens, credebas me strenuissimum militem nunquam fuisse: Et haec dicens, allatus est magnac slaturae equus splendidissimus ante fores Ecclesiae, cuius nivea claritas totam, aperlis portis, perlustrabat Ecclesiam. Quern apostolus ascendens, ostcntis clavibus, peregrino innotuit Conimbriam civitatem Fernando Rcgi in christianum circa tertiam horam se daturam (num. LXXXIX). Coimbra se enlrego a Fernando I, el percgrino vio con asombro vencida su incredulidad, y el pueblo cristiano se fortalccio con cste milagro en la devocion de Santiago, que pcrsonificaba por ultimo en el grilo do, guerra nacional, trasmitido hasta nuestros dias. 204 H1STORIA CRtTICA DE LA LJTERATURA ESPAfiOLA. Eran ambas manifestaciones de la poesia sagrada generales en los dominios de la Cruz, como que recibian en todos igual culto la inmaculada pureza de Maria y la protectora intercesion de Santia- go; pero si en todas partes resonaba el templo con aquellas ala- banzas, que parecian coronar el ediflcio de la piedad cristiana, en todas ofrecian tambien el mas peregrino contraste los himnos con- sagrados a uno y otro objeto, contraste hijo en verdad de la dife- rente naturaleza que los inspiraba. Apacibles, dulces y delicados los unos, elevaban el espiritu por senda matizada de flores a las consoladoras regiones de la esperanza: ardientes, vigorosos y ar- rebatados los otros, exaltaban el patriotismo de la muchedumbre con el fuego de la creencia, y santificaban el valor her6ico que abatia en cien combates los estandartes sarracenos. Medianera entre Dios y los hombres, veia la Iglesia a la Yirgen Maria como eficacisima abogada, y llena de f6 en su maternal proteccion, sa- ludabala conestos 6 analogos acentos: Tu parui et magni, Leonis et agni, Saluatoris Xripsti Templum excicisti, Sed Virgo intacta. Tu roris et floris, < Panis et pastoris, Virginum regina, Rosa sine spina, Genitrix est facta. Tu ciuitas regis iusticte, Tu mater es misericordz'e; De lacu fecis et misen'e Teophilum reformas graciV. Te celestis collaudat curia. Que es Dei mater et Mia: Per te reis donatur uenta, Per te bonis fulget gloria. Virgo, maris Stella, Verbi Dei cella, Et solis aurora: Paradisi porta, Ex qua lux est orta, Natum tuum ora. PARTE I, CAP. Xir. POETAS Y ESCRIT. DEL SIf.LO IX AL XII. 205 Esta dulcisima plegaria, mil y mil veces entonada ante los al- tares *, iba a resonar en la lira de los poetas de Castilla, trasmi- ti6ndose de generacion en generation a las edades modernas: Gon- zalo de Berceo y don Alfonso el Sabio en el siglo XIII, Juan Ruiz y Pero Lopez de Ayala en el XIV, Alfonso Alvarez de Villasandino, el Marques de Santillana y Fernan Perez de Guzman en el XV, repetian en el mundo aquellos simpaticos y amorosos cantares, que hallaban misterioso eco en el pecho de fray Luis de Leon y de San Juan de la Cruz, conmoviendo la musa varonil de Calde- ron y derramando paz y consuelo en medio de las tribulaciones que afligieron a nuestros padres y todavia nos afligen. Faro cons- tante de amor y de esperanza, amparo y refugio de tristes y me- nesterosos, fu6 pues la dulce Madre del Salvador inagotable fuento de inspiraciones, descubierta a la grey cristiana por la carinosa solicitud de la Iglesia,- quien al mismo tiempo que hacia resonar las b6vedas del templo con aquellas tiernas plegarias, ensenaba a modular los her6icos acentos, con que solemnizaba la intervention del Ap6stol en las victoriosas lides contra los mahometanos. Diri- giendo su voz al pueblo espanol, exclamaba: Gaude, felix Hispanic, Lactis exultans menlibus, Tui duels solemnfa Dignis cantando hudibus. Hie est ille magnt'/Zcux Miles, potens certamn; Primus pal ma glor/?cs Apostolorum agm *, etc. 1 Los himnos a la Virgen son innumerables: heraos prefcrido este por la dulzura, conqueesta escrito, y por su autenticidad respetablc. Veasepor com- pleto en la Iluslracion I. a num. XXVIII y en la oportuna lamina su cxactisi- mo facsimile. 2 Tambien son muchos los himnos de Santiago, y todos animados del mismo pensamicnto. Tamayo de Salazar, cuya critica sobradamente credula ha desautorizado su Martyrologium Hispanum, inserta algunos do estos canti- cos, sobre cuya antigiiedad no queda duda alguna, asi por su cspiritu como por la forma poctica de que se revisten. Voase su tomo VI, pag. 010 y si- guicntes. Los que inserlo Arevalo en su Hymnodia (pags. 24 i, 302 y 303) nos pareccn mds modernos. Pero no solamente fue en Espaiia el apostol 206 HTSTOniA CRtTICA HE LA LITERATURA ESPAflOLA. Personiflcados, dentro del templo, los dos sentimientos funda- mentales del pueblo cristiano en aquellos multiplicados canticos, dbnde reconoce la critica los naturales progresos de las formas po6ticas, tales como se iban derivando de siglo en siglo, ya res- pecto de la metrificacion, ya de las rimas, bubo de ejercer este saludable egemplo fuera del sagrado recinto la mas activa y fruc- tuosa influencia. El pueblo, a quien las no interrumpidas tradi- ciones de la Iglesia habian acostumbrado a tomar no pequena parte en las ceremonias del culto *; y que acrisolado en la f6 de sus mayores por tantas calamidades, atribuia siempre las victo- rias alcanzadas sobre los musulmanes a la Clemencia divina, y miraba todos sus desastres cual merecido castigo *, asi como pro- Santiago objeto de la poesia popular latina: extendida en toda la cristiandad la devocion que su sepulcro inspiraba, venian de todos los pueblos gran nu- mero de peregrines a Compostela, los cuales alimentaban su entusiasmo con himnos de amor y de respeto, dirigidos al patron de Espafia. Entre los que se conservan, debe citarse el Canto de ultreya (de peregrinacion) conservado en la Histoire litteraire de France (tomo XXI): comienza asi: Ad honorera regis suinmi, Qui condidit niniiia, Venerantes iuvilemua lacobi magnal/a: De quo gaadent cadi cires In suprema cur/a, ' Caius fcsta gloriosa Meminit Kccles/n, etc. Como notaran los lectores, tiene este himno el mismo movimiento que la mayor parte de los compuestos en aquellos siglos, constando de versos tro- caicos y dimetros-yambicos; observacion que no conviene olvidar en los es- tudios que vamos haciendo. { Vease el cap. X, ultimo del anterior volumen, y sus Ilustracioncs. 2 Ya hemos visto repetidamente como toda victoria viene de la mano de Dios: comun es tambicn, al narrarse en los cronicones coetancos los desastres sufridos por los cristianos, el hallar la frase peccatis exigenlibu/t , asi como la de volcnte divina dementia, para anunciar los triunfos. En la Crdnica latina de Alfonso VII se da mas cuerpo a esta creencia, dicicndose por egemplo, al referir la rota de Fraga, donde quedo muerto Alfonso el Batallador [1136]: wPeccatis exigentibus, oraliones eorum non sunt exauditae ante Deum, quia Gabriel Archangelus, summus Nunlius Dei, non tulit eas ante tribunal Chris- li; ncqne Michael, Princeps militiae caelestis, missus cst a Deo ut cos aditiva- PARTE I, CAP. XIV. POET AS Y ESCR1T. DEL SlfiLO IX AL XII. 207 curaba, al entrar en los combates, puriflcarse de sus pecados por medio de la penitencia, asi tambien enlonaba, obtenido ya el triunfo, fervoroso himno de gratitud, dictado exclusivamente por el sentimionto religioso. Ni puede esto causarnos maravilla, cuando se repara en el fin dos veces santo de aquella guerra, y se comprende la especial or- ganization de los ejeYcitos cristianos: llamado el clero a bendecir las armas de los paladines de la Cruz y a pelear tambien contra los sectaries de Mahoma, no solamente compartia con grandes y pequenos los trabajos y fatigas de los campamentos, sino que se- nalandose por su valor en mitad de las batallas, enaltecia y con- sagraba despues con la autoridad de la religion su propia gloria, que era la gloria del cristianismo. Asi, los que al salir de sus castillos y fortalezas contra los pendones sarracenos, llevaban de- lante de sus huestes las cruces de sus prelados, como segura prenda de victoria, tornaban a sus hogares, precedidos de aque- llas veneradas senas, cantando al par las alabanzas del Hacedor Supremo, 6 inflamando a cuantos los escuchaban con el mas no- ble entusiasmo patri6tico *: asi, estrechados con nuevos vinculog ret in bellow (num. XXII). Y narrando los fracasos que en 1139 experimen- taron los salraantinos, escribe: Ter contigit eis ista, quia in suis viribus confldebant, non in Domino Deo, et ideo male perierunt (num. LV). Lo mis- mo se repite, antes y despues, en todo genero de documentos relativos a la reconquista. i Entre otros documentos que pudieramos citar aqui, comprueba la ya indicada Crdnica de Alfonso VII todos estos asertos con la relacion de los h6- chossiguientes: hablando dc la victoria de Almonte (Almont), escribe: Chris- tiani acceperunt aurum multum et a r gen turn et cquos ct mulos, et camellos, ct opes magnas, et conversi venerunt Toletum et dicebant hymnumn (nuroe- ro LV1I). Ganado el Castillo de Aurelia (Oreja) en H39, dice: 0mnis exerci- tus, et principes et duces reversi sunt, unusquisquc in sua [domo], canentes el laudantes Deum: quia facta est magna victoria in manu pueri sui Aldefonsi rmperatoris)) (num. LXXI). Y al contar el triunfo alcanzado por Munio Al- fonso en los campos de Almodovar del Campo (de Tendas) el ano 11 42, afia- de: ((Corpora Regum iussit Munius Aldefonsus involvi in pannis scricis op- timis, et posuit ea in quodam campo viridi, et rcliquit cum eis sarracenos, qiii custojiirent usque inde tollerentur: et conversi in castris, hymnum cane- hantn (num. LXXIX). Facil fuera aducir otros rasgos de csta pcregrina cos- tumbre, que tanta infiucncia debio ejcrcer en el nacimiento y desarrollo de la 208 HISTOR1A CRtTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. los dos grandes sentimientos quo hemos reconocido ya como ba- ses fimdamentales de la reconquista, daba la poesia sagrada sus multiples formas, heredadas de la antiguedad, a la poesia her6i- ca, imprimie'ndole al salir al mundo, el mismo caracter que habia ostentado dentro de las raisteriosas basilicas asturianas. Llegaban por esta senda a ser dos veces populares los eleraen- tos porticos, que sobrevivieron a la catastrofe del rey don Rodri- go; y los cantares btlicos, que celebraban las proezas de los pa- ladines de la patria, se hacian comunes a clero y pueblo, asi como lo eran tambien los himnos que ensalzaban las virtudes de los Santos. Este singular maridaje, que estrechaban grandemente el general y constante peligro de la republica y las victorias logra- das en su nombre, explicaba y determinaba al par aquella fisono- mia especial que ostentan los cantos hertiicos en la edad de que tratamos, cuyo sello hemos hallado igualmente en los monumen- tos de la historia. jNi que" otra cosa podia significar en las poesias latino-populares el no interrumpido recuerdo de las formas y el frecuente uso de la erudicion clasica, ajena de todo punto a la muchedumbre, para quien aquellas se escribian? Semejante fen6meno, visto con absoluta indiferencia, 6 mas bien no quilatado cual merece, por cuantos ban tratado hasta aho- ra de los origenes de las letras espanolas, debi6 mostrarles que no habie"ndose eclipsado del todo el astro de la antiguedad durante los tiempos medios, hubiera bastado el estudio de aquellos documentos po6ticos para resolver numerosas cuestiones, suscitadas por la vanidad 6 el capricho, y sostenidas y enmaranadas por la mas in- justificable indolencia. Y es lo mas notable que esta influencia de la literatura clasica, por mas lejana que a nuestros ojos aparece, tiene sobrada fuerza, no s61o para comunicar determinado movi- miento a los estudios eruditos, segun adelante probaremos, sino para dar tambien singular impulse a la poesia latino-popular en el instante mismo en que se estaban ibrmando las lenguas vul- gares y aun largo tiempo despues dc constituidas. poesia heroico-vulgar, dcsdc los tiempos primitives de la reconquista; pero creemos suficientes los alegados para demostracion dc nuestras observaciones en este punto. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL SIGLO IX AL XII. 193 Solo eran entonces posibles dos generos de cultivadores de las letras humanas, destinados unos y otros a lograr el raismo pro- p6sito, bien que siguiendo diferente camino: retraian los pri- meros, valie"ndonos de la oportuna expresion de la ley de Parti- da, los hechos dignos de imitacion y de alabanza 1 : versiflcaban los segundos los extraordinarios sucesos que excitaban la univer- sal admiration, y rindiendo este digno tributo al valor 6 a la vir- tud de los vivos, legaban a la posteridad el mas laudable y fruc- tuoso egemplo. Historiadores y poetas abarcaban pues en sus producciones, rudas y sencillas, la guerra y la religion, hablando en diverse tono a las diferentes clases de la sociedad un mismo lenguaje. En esta doble y simultanea manifestation del arte, que por un lado se apoyaba en el lejano recuerdo de su pasado esplendor, y aspiraba por otro a nueva vida, asi en los valles de Asturias y Leon como en las vertientes orientales del Pirineo, situation que debe ser profundamente meditada para apreciarla en todo lo que signiflca y vale respecto del estado intelectual del pueblo cristia- no, mostrabase la poesia en relation estrecha con las costunlbres; y mientras, atesorando cada dia nuevos elementos, servia de in- t6rprete dentro y fuera del templo al sentimiento religioso, exci- taba el belico esfuerzo de los campeones de la cruz, 6 ya pene- trando en el hogar dom6stico, revelaba las flaquezas del espiritu en los errores lastimosos y vanas supersticiones, que afeaban y tal vez extraviaban la creencia. Observacion es digna de todo estudio: la Iglesia, que durante el Imperio visigodo procur6 desterrar del pueblo caWlico las re- probadas practicas del gentilismo, limpiandole al propio tiempo de las torpes 6 inmundas aberraciones, a que le arrastraban los magos, encantadores, sortilegos y adivinos, que plagaban la na- tion espanola 2 , viijse forzada a condenar una y otra vez tamanos abusos, trasmitidos de edad en edad con el auxilio de los cantos populares. 1 Parlida II, til. XXI, ley XX.* De esta ley volvcromos :i tratar opor- tunamente. 2 Vease cl cap. X. do esta I.* Parte, pags. 447 y sips. TOMO H. 15 194 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESI'ANOLA. Depositaria de la doctrina evang61ica; fortalecida con los es- critos de Isidore, donde se retrataban todos aqaellos extravios y practicas gentilicas con vivisimo colorido; alentada por el noble egemplo de Etherio y de Beato, propugnadores afortunados de la herejia y de la supersticion, no podia la Iglesia consentir que arraigase entre la grey de Pelayo aquella vil cizana; y si, al inau- gurarse la reconquista, acuditi benSfica y celosa a evitar sus pro- gresos en medio de los campamentos, luego que pudo levantar su voz, y ser oida y respetada en los concilios, dirigi6se con decidido empeno a exterminarla. No otra cosa nos advierten los sinodos de Leon [1012], de Santiago [1031 y 1056], y de Oviedo [1050], en que doli6ndose de los estragos, producidos en la moral por las artes. goelicas, ya vedan severamente a los cristianos los Padres congregados en aquellos concilios el hacer 6 tomar parte en cual- quier linaje de augurios 6 encantamientos; ya les prohiben dar cr^dito a los adi vinos que explicaban en misteriosos can tares, por el curso y aspecto de los astros, las cosas futuras; ya amonestan y mandan al clero que llame a la penitencia a los que se ejercita- ban en semej antes enganos l . Y no se manifestaba raenos celosa para extirpar las costum- bres gentilicas arraigadas siglos antes, cual ya sabemos, en el suelo de la Peninsula: mas dominado del prestigio que llevaba tras si cuanto procedia de la antiguedad clasica que tan pode- roso influjo venia ejerciendo en las esferas de las letras, las ar- tes y las costumbres, por una contradiccion harto notable en el constante estado de exaltacion religiosa, en que vivia el pueblo cristiano, llevabale su propia credulidad a dar valor y acceso a 1 Entre estas disposicioncs merecen singular mencion el canon V del con- cilio de Santiago, y el VI del de Oviedo. En aquel se lee: Item interdicimus ul nullus christianus auguria et incantationes facial, nee pro luna, nee pro se- mina, nee animalia immunda, nee mulierculas ad tctas alia suspendere, quae omnia cuncta idolatria cst (Aguirre, tomo III, pag. 200 y 220). En este: ((Statuimus ut omnes archidiaconi ct presbitcri... vocent ad poenitentiam adulteros, incestuosos, sanguine mixtos, fures, homicidas, maleflcos et qui cum animalibus sc inquinant (Id., id., pag. 210). Es notable la calegoria en que cstan colocados los magos (malcflci), quo segun ya sabemos, ejercian las artcs gouticas, por medio de misteriosos y horribles can tares. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. 'DEL SIGLO IX AL XII. 195 los delirios y torcidas iraaginacionos de los que, alentados sin duda por el nocivo egemplo dc los judios y aun de los arabes, se tenian por magos y encantadores *. Doloroso es reconocerlo: aquellas mismas supersticiones, practicas y ritos paganos, anate- matizados ya en tiempo do Recaredo, eran por esta senda tras- mitidos en fatal presente a las generaciones futuras, causandonos verdadera sorpresa, ora el hallar, andados largos siglos, condena- do como execrable abuso el llanto y lugubre ruido, con que hombres y raujeres corrian a las iglesias para solemnizar, no sin publico escandalo, los funerales de sus deudos 2 ; ora el ver repro- ducida la terrible sentencia de excomunion, tantas veces lanzada contra los sortileges, magos, encantadores y adivinos, y contra los que, llevados de ciega ignorancia, demandaban el auxilio de aquella arte ignominiosa 3 . 1 Estos extravios eran inevitables; pero no por eso resaltara menos el ce- lo de la Iglesia, contrastando la doctrina que procura sostener y difundir con la admitida sobre estas materias por los filosofos arabes. Un escritor de aque- lla misma edad y nacion, cuya obra era traducida al latin en el siglo XIII, escribia, al dar noticia de las escuelas cordobesas: Tunc erant septem niagis- tri de grammaticalibus, qui legebant quotidie Cordubae; et erant quinque de logicalibus, continue legentes; et tres de naturalibus, qui similiter quotidie legebant; et duo erant magistri astrologie qui legebant quotidie de astrologia; et unus magister legebat de geometria; et tres magistri legebant de phisyca: ct duo magistri legebant de musica (de ista arte quae dicitur organum); et tres magistri legebant de Nigromantia et de Pyromantia et de Geomantia. Et unus magister legebat de artenotoria, quae est ars et sciencia sanctaw (Virgi- lii Cordubensis Philosophia, Bibl. Tolet., plut. XVII, num. IV). Se ve por tanto que admitidas por la fllosofla arabe la astrologia, la nigromancia, la pyromancia y la geomancia como otras tantas disciplinas, diferia absoluta- mente de la filosofia cristiana, que conservando la tradicion de San Isidoro, condenaba y proscribia, como supersticiorvlo que en las escuelas cordobesas se ensefiaba como ciencia. A fines del siglo XI y principles del XII comen- zaron a viciarse algun tanto las nociones puras de la filosofia aristotelica, se- gun hemos observado ya (cap. VIII, pag. 356, nota 2 y pag. 362, nola 2) y esplanaremos en lugar oportuno. 2 Concilio de Toledo, celebrado en 1323: vease el cap. XXIII delall. 8 Par- te, toraoIV. 3 Concilio Complutense de 1335. ((Concilium pctcre vcl eamdem igno- miniosam artem quomodolibet exercere (Vease el cap. XXIII de la II.* Parle). <96 IIISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Mas si ofrecc el mas alto inter6s para toda critica trascenden- tal, cuando estudiamos las relaciones que en tan lejanas edades descubrimos entre la poesia y las costumbres populares, el reco- nocer la existencia y trasmision sucesivade tales extravios; si es por lo mismo en gran raanera sensible el que no se haya perpe- tuado hasla los tiempos modernos ninguno de los cantos que los acompanaban, justo y de senalada importancia es tambien declarer que no comprendian ya los concilios, como en siglos anteriores, al clero en sus anatemas, mereciendo por el contrario singular ala- banza la entereza con que reprobaba agueros y supersticiones, aun en los mismos soberanos *. Y no sea esto decir que fuera el clero esencialraente ilustrado en la e"poca, de que vamos hablando: las mismas sinodos arriba citadas, nos ensefian en la solicitud con que atienden los obispos a prevenir que no pudiera cenirse mitra abacial quien no supiese explicar fielmente el misterio de la Tri- nidad, ni fuese entendido en cdnones y Sagradas Escrituras, que al mediar ya el siglo XI, dominado tal vez por los abusos de la fuerza, no consideraba el monacato las sillas de los Eutropios, Fructuosos y Yalerios como premio y galardon de las ciencias y las letras, por mas que fuera todavia unico depositario de letras y de ciencias: las mismas sinodos nos avisan, al prescribir que no fueran investidos con las tirdenes sacerdotales los que ignorasen el salterio, los himnos, los eanticos, las Epistolas, las oraciones y los Evangelios, de que habia caido en doloroso desuso el estudio de estas interesantisimas partes de la liturgia, siendo indispensa- ble el restaurarlo 2 . Adormianse en verdad ambos cleros en el cul- tivo de las letras sagradas hasta el extremo de despertar el noble \ Los autores de la Historia Compostelana decian, hablando dc Alfonso de Aragon: Ipsc nimirum mente s'acrilcgio polutws nulla discretionis rationc formatM*, auguriis confklens et divinationibus, corvos et cornices posse no- cere irracionabiliter arbitrates, etc. (Lib. I, cap. 64). La condenacion no puede ser mas terminante. 2 El concilio de Santiago ordenaba que los monjes aprendieran perfecta- mente wtolura psalterium canticorum et himnorum, partem ct officium dc martyribus)) (can. II). Lo mismo prcscribia el can. V del concilio dc Ovicdo, y no otra cosa vemos despues en el can. V del dc Coyanza: Archidiaconi totum psalterium, himnos et cantica sciant (Aguirre, tomo III, pag. 210). I'ARTE I, CAP. XIV. POET AS Y ESCIUT. DEL SIGLO IX AL XII. 197 celo de los concilios; pero la misma solicitud de los Padres mos- traba claramente que no decaida un s6Io punto su ardiente f6 ro- ligiosa, ni aaublada la pureza de sus doctrinas por sombra alguna de herejia, aparecia como legftimo representante de aquella con- trastada cultura, cuyo desarrollo y progreso debia fom'entar pre- cisamente con los mismos estudios quo se lo recordaban 6 impo- nian, para ejercer su alto ministerio. Eran los salraos fuente inagotablo de grandes pensamientos, y encerraban los himnos, segun demostramos antes de ahora, la sublime historia del martirio, precioso tesoro aumentado sin ce- sar por la piedad y devocion de los cattilicos: cantados los prime- res diariamente, y entonados los segundos todos los domingos por clero y pueblo, conforme al rito que llevaba el nombre de to- tedano *, familiarizabanse cada vez mas pueblo y clero con aque- llas elevadas ideas y altos pensamientos; y enriquecida con ellos su memoria, mientras se ejercitaba el segundo en el cultivo de las disciplinas liberates, para interpretar y trasmitir aquellas fe- cundas ensenanzas, arraigabase en el primero, con la veneracion tributada a estos caros objetos, el vivo deseo de hacer practica- mente suyas tan peregrinas armonias. Fortiflcado en tal manera aquel comercio intelectual, establecido por la Iglesia visigoda, habia pues dado el clero insignes pruebas de su amor a las letras, antes y despues de los concilios de Santiago y de Oviedo, hallando en 61 la poesia religiosa senalados int6rpretes que trasmitian a la posteridad en paginas de marmol la pureza y vigor de sus creen- cias. ^ 7 o son numerosos por desgracia los monumentos de este g6nero que han burlado las injurias de los siglos; pero en la ins- cripcion con que don Fruela exorn6 eltemplo de Santa Cruz, eri- gido por 61 en Cangas; en los titulos de admirable composition, con que el rey Casto decor6 la basilica do San Salvador, y mas adelante las de San Julian (Santullano) y Santa Basilisa; en los versos, con que recuerda la Iglesia de Leon la munificencia do 1 El canon III del referido concilio dc Santiago disponia quo se canlaran ((omnibus dicbus dominicis omncs himnos y.csla dclcrminacion era confurmo a lo dispucsto por los concilios visigodos, como pucden vcr los loclorcs en las llustracioncs y cap. X del anterior voluiuen. J98 H1STORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Ordono II, y en otras muchas leyendas- de igual antigiiedad 6 in- ter^, recogidas por nuestros historiadores eclesiasticos *, puede apreciar la critica los pasos que fueron dando las letras y la poesia sagrada en medio de la forzada oscuridad 6 ignorancia de aquellos siglos, teniendo siempre encendido el fuego de la tradicion, que vivifica todos los demas elementos de cultura, siendo tambieu el alma de los estudios clericales. Mas al lado de estos monuraentos de ignorados autores, con- serva la historia ya respecto de los valles de Asturias, ya de las vertientes centrales del Pirineo, 6 ya de las comarcas orientales, los peregrinos nombres de algunos poetas sagrados, no indiferen- tes por cierto en la de las letras patrias. Licito creemos mencionar entre ellos a Romano, prior del monasterio de San Millan, que florece por los anos de 871 , a Salvo, abad del Albeldense, que pasa deesta vidaen los primeros dias del siglo XI, aGrimaldo, monje de Silos, que vive y muere en la segunda mitad de la misma cen- turia; y a Philipo Oscense, conocido en aquella edad con el codi- ciado titulo de Gramdlico. S<31o puede sin embargo consignar la historia que escribi6 Romano y compuso sus poesias sobre la pauta de los salmos, y que dotado Salvo de rara erudicion, Iogr6 dar a sus.himnos y demas versos por 61 compuestos, singular 6 inusitada elegancia *. Con mas fortuna respecto de Grimaldo y de Philipo, \ Veansc los nums. Ill, IV y V de la Ilustracion I. a El Silense escri- bia, hablando de don Alfonso el Casto: Aedificavit etiam spacio unius stadii ab Ecclesia Sancti Salvatoris templum Sancti luliani et Basilisae, adnectens hinc et inde titulos, mirabili compositione logatosn (Chron., num. XXVIII). Sobre este misrao punto pueden verse Yepcs, Sandoval, Sigiienza, Davila, Berganza, Florez y otros varies historiadores de arzobispados e iglesias par- ticulares que seria largo cnumerar en este sitio. 2 Etpafta Sagrada, tonio III, p;ig. 331. Aguirre incluyo en el tomo III de los concilios la vida de este celebrado abad de Albclda, en la cual sc asegura que era vir lingua nitidus et sciencia cruditus, clegans senlenciis, ornatus verbis. Scripsit (afiadese) sacris virginibus regularcm libcllum, ct eloquio ni- tidum et rei veritate perspicuum. Cuius oratio nempe in himnis, orationibus, versibus, ac missis, quas illustri ipsc semionc composuit, plurimam cordis compunctionem el magnam suaviloquenliam legentibus, audicnlibusque tri- buit.)j Esle elogio fuc tambicn inscrto por Mirco on su tratadu De Scriploribus PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL SIGLO IX AL XII. 190 si oo es dable quilatar ahora todos los himnos debidos a su piado- sa rausa, 16granse en la Vida de Santo Domingo, Manso algunas de sus producciones, donde brillando la f6 que los aniraaba, ponian de raanifiesto las no vulgares virtudes poe"ticas que les granjea- ron en su tiempo el titulo de elocuentes y la estimacioii de los que se preciaban de entendidos. Es la mas iraporlante de las compo- siciones debidas a Grimaldo cierta manera de himno, con que ter- raina el proemio de la citada Vida, himno en que compendiaado las alabanzas de Santo Domingo, acaba por invocar el favor de Cristo, unico principio y norte de la felicidad humana. Oigamos estos peregrines aoentos, que deseubren tambien a nuestra vista los primores de forma, con que el arte se iba sucesivamente en- galanando. Grimaldo cantaba asi las perfecciones del restaurador de Silos: In nostris tenebrw . oritur spes maxima IUCM: Actus Dominico . nostros recreanle beato: Qui fulsit factw . ut lucifer ortus in astm; Ecclesie speculum . fons vivus scema virorum: Ingenio clartu . cuncto moderamine coraptui: Nobilis iratu . virtutum culmine cels: Prospera despextf . np.c non adversa subegi/. Solers versutw . simplex pietate benign*'*: Gratuito cast* . previso famive cautu*. Imperio cassas . opressit demonis ira*. Y celebradas las maravillas, obradas por su intercesion, se di- rigia al Salvador de esta manera: Tu Deus es nosier . similis non noscitur alter. El nos ingenU* . es dignum reddere graU, Quod nos dignara multis decorare triumphu Ac vitai; porla* . non nobis pandere cessa*. Laus tibi necne decut . maneat pragmatica virlut. Gloria sit perp . mundane iure superslet: Agnis nos misce . venialia crimina dele. Tecum mansuro* . fac nos regnare beato. Detersis lacrimt . cantemus cantica laudt, ticis, pag. 102, con eslc lilulo: Vita Saint, uMalis ulbcldcmis (al. at- baidcnsit), inccrtu auclurc. 200 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. Quae dura fine c&rent . caelestia gaudia complen/, His precibus nostm. lesu placabilis adsis. A estas poesias, escritas sin duda realizada ya la conquista de " Toledo *, hubieron de preceder los himnos compuestos para la ca- nonizacion del mismo santo [1076], y conservados mas adelante en su propio rezo. Es entre todos digno de especial mencion el ultimo, compuesto por Philipo Oscense 2 . Escrito en versos tro- caicos y diraetros yambicos, esto es, de ocho y siete silabas, ofre- ce ya en el cruzamiento de sus rimas singular egemplo de la for- ma en que la poesia vulgar t,al vez empleaba a la sazon, y debia emplear en siglos posteriores, estos ornamentos tan preciados en la edad media. Hecha la invocacion y ensalzadas las raras virtu- tudes del celeb6rrimo prior de Silos, eleva al Salvador la siguiente suplica: Ipsum, Christe, te precamur, Patronum da miseris, Per quern cuncta restinguamus Incentiva sceleris, Atque laeti conscendoma* Celsi plagas etherw. Y volvi6ndose despues a Santo Domingo, anade: sacerdos gloriose, Gemma Chris to plact/a, Hac in die pater pt Gregem tuum 1 Asi parece deducirse de los datos siguientes. Grimaldo paso de esta vi- da en 1090, segun afirma el editor de su Vila Beati Dominici, y en 1085 se conquisto la ciudad de Toledo. Diciendose en el cap. XXV del libro II de di- cha Vida que Pedro de Llantada, libertado por el santo de las cadenas en que los moros le tenian en Murcia, llego a la ciudad regia en el cspacio de doce dias (prospere duodecimo die Toletum, regiam urbem, pervenit), se vd claro que alcanzo Pedro la libertad despues de reconquistada la corte de los visigodos, y que se escribio esta anecdota de 1085 d 1090, epoca en que pudo componerse lambien la Vida de Santo Domingo: por manera que si los versos que terminan el proemio se escribicron, como parece probable, despues de acabado todo el libro, la dcmostracion no pucde ser mas satisfacloria. 2 Vcase el num. XV11I de la l. a llustraciori. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL S1GLO IX AL XII. 201 Neque in ea perturbetur, Tua can ens meri/a. Solvat nexus delictorwwi Tua supplicatio: Tergal sordes \\ciorum Frequens intercessfo, Quae nos tandem dignos reddat Superno palatio. Quo caelestis Jerusalem . Mirantes insignia, Semper Christo digna laudum Solvamus preconia, Cuius iure dilatatur Orbe toto gloria. Desarrollabase por este camino la poesia sagrada dentro del templo, aumentando cada dia sus tesoros las mismas circunstan- cias en que se vi<3 la Iglesia espanola desde las jornadas de Gua- dalete. Sometida la liturgia a la mas extricta unidad por el IV con- cilio de Toledo, habia sido uniforme el canto religioso en todos los dominios visigodos, no pudiendo ser alterado, bajo pena de excomunion, sin el acuerdo y expreso mandaraiento de los Pa- dres i. Mas fraccionado el territorio con la invasion sarracena, si Iogr6 salvarse el dogma en medio de.tamano conflicto, por mas que la Iglesia se mantuviese fiel y devota a sus antiguas tradiciones, no le fu6 dable guardar del todo ilesas las ceremonias del culto, per- dido ya aquel luminoso centra de doctrina: excitados la devocion y el entusiasmo religioso por los grandes sucesos, posteriores a la conquista, en que intervenia el favor del cielo; adherida la adora- cion de la muchedumbre a nuevos objetos en cada uno de los Es- taclos que iban surgiendo del universal naufragio do la monarquia visigoda; y canonizados por el amor y respeto de cada localidad aquellos varones, cuyas virtudes refluian en bien de la patria, ya por robustecer las creencias religiosas, ya por contribuir con su abnegacion a tener encendida la hoguera del heroismo, abrie- ronse a la poesia sagrada otros tantos veneros, consagrando la 1 Veanse las Ilustraciones del tomo prcccdentc, dondc liemos tratado dc proposito cstas malcrias. 202 HISTOR1A CRtTICA DE LA. LITERATURA ESPANOLA. profundidad y candor de sus creencias en cieu y cien himuos la gratitud y admiration de los pueblos cristianos. Quebrantada asi, como inevitable consecuencia de los grandes hechos de la recon- quista, la antigua unidad del canto religioso, cundia a tal punto la libertad en esta parte de la liturgia, que demas del primitivo Jlispano-latino-visigodo, en todas partes respetado, posey6 cada di6cesi y cada ciudad, cada parroquia y cada monasterio, desde las vertientes orientales del Pirineo a las postreras costas de Ga- licia, diverso himnario, que enriquecido por las mas varias inspi- raciones, reflejaba como en clarisimo espejo, revelando vivamente las creencias y las esperanzas, acariciadas en una y otra comar- ca, aquel estado de incertidumbre y de angustia, en que s61o pre- domina el esfuerzo individual, que precediendo a la conquista de Toledo, tenia significativa personification en los f ueros munici- pales *. Dos ideas fundamentales Servian no obstante de vinculo a la poesia sagrada, como Servian de indestructible lazo a la politica, estableciendo su unidad sobre mas s61idas bases que la prescrip- tion material del IV concilio: gemia la Peninsula bajo el yugo del { Digno es de advertirse que por una singular coincidencia, nacida del mismo proceso de la reconquista, existe entre los fueros mttnicipales y los himnos locales la mas estrecha semcjanza de fines, representando bajo diverso aspecto cl mismo estado de cultura. Hijos los fueros del extraordinario pro- greso de la reconquista, al extenderse desde principios del siglo X en dilata- das comarcas, de Oriente a Occidente, acuden a satisfacer parcialmente la nccesidad de la defensa del territorio que se va nuevamente poblando, res- pondiendo a la necesidad superior de la defensa de la patria: fruto los him- nos locales de aquel nccesario fraccionamiento, interpretan y satisfaccn los sentimicntos que evoca la devocion a cada paso de la reconquisla, al hallar consagrados, con una tradicion piadosa 6 una maravillosa aparicion, los mis- mos lugares que rcscata el acero y revindica cl patriotismo, correspondiendo al universal, y cada dia mas poderoso scntimienlo de la religion, que consti- tuia uno de los mas firmes polos de la civilizacion espauola. No es pues ma- ravilla que al fijar nuestras miradas en lo que son y reprcsentan los cxpresa* dos himnos, descubramos claramentc relacion tan importante con los indi- cados fueros, que tan eslrecha armonia dclcrminan entre los clementos socia- les y los clcmenlos de cultura intelcctual, atcsorados y claborados en uucstro suelo. I'AHTE 1, CAP. XIV. I'OETAS Y ESCR1T. DEL SIGLO IX AL XII. 203 Islam, y habia lanzado para sacudirlo noble grito de guerra en nombre de la religion y de la patria; y dominada por este doble sentimiento, segun dejamos ya advertido, ningun elemento de vida podia abrigar la sociedad espaiiola que no se encaminara al triunfo de una y otra. Alimentaronso piies los himnos religiosos de aquel mismo espiritu; y fecundando en medio de su prodigiosa variedad tan elevadas ideas, buscaron en el cielo dos poderosos intercesores, que vinieran al mundo a personificarlas. La idea pa- ciflca y consoladora de la religion, acogi6se a la Madre de Jesus, fuente inagotable de piedad y simbolo de amor inefable; y toman- do mil apacibles formas, ensalzti en innumerables canticos el nom- bre de Maria: la idea de la patria, encendida por los grandes pe- ligros y victorias del pueblo cristiano, fij6se en el antiguo patron de las Espaiias, cuyo sepulcro era venerado en Compostela desde el reinado de don Alfonso el Casto'; y mientras le tomaban los ej6rcitos por capitan y adalid contra la morisma ', celebrabale la Iglesia en multiplicados himnos, en que pintando sus milagrosas apariciones, mostrabase animada de aquel mismo ardor b6lico, que resplandecia en medio de los campamentos. 1 Es de suraa importancia para comprcnder el profundo respeto y la acen- drada fe con que los cristianos aceptaban la mediacion de Santiago en los combates y empresas guerreras, el recordar entre otros pasajes de los primi- tivos cronicones, la relacion del milagro, acaecido a tiempo en que Fernan- do T tenia cercada a Coimbra. Venido a Compostela un peregrine griego (gre- cus ut credo, dice el Silense), e iniciado algun tanto en el habla vulgar, oyo a los naturales apellidar al apostol patron y caudillo de sus huestes. Nego el pe- regrino, no solo que Santiago hubiera sido militar (equitem), sino que hubiese cabalgado; pero llegada la noche, y con ella la hora de la oracion, peregri- nus subito in extasi raptus, ei apostolus lacobus, velut quasdam claves in manu tenens apparuit, eumque alacri vultu alloquens, ait: Heri, pia vota precantium deridens, credebas me strcnuissimum militem nunquam fuisse: Kt haec dicens, allatus est magnac slaturae equus splendidissimus ante fores Ecclesiae, cuius nivea claritas totam, aperlis portis, pcrlustrabat Ecclcsiam. Quern apostolus asxicndens, ostentis clavibus, peregrino innoluit Conimbriam civitatem Fernando Rcgi in christianum circa tertiam horam se daturam (num. LXXXIX). Coimbra se entrego a Fernando I, el peregrino vio con asombro vencida su incredulidad, y el pueblo cristiano se fortalecio con este milagro en la devocion de Santiago, que pcrsonificuba por ulliino en el grito de guerra nacional, trasmitido hasla nucstros dias. 204 HISTORIA CRITIC A DE LA LITERATURA ESPASOLA. Eran ambas mauifestaciones de la poesla sagrada generales en los dominios de la Cruz, como que recibian en todos igual culto la inmaculada pureza de Maria y la protectora intercesion de Santia- go; pero si en todas partes resonaba el templo con aquellas ala- banzas, que parecian coronar el edificio de la piedad cristiana, en todas ofrecian tambien el mas peregrine contraste los himnos con- sagrados a uno y otro objeto, contraste hijo en verdad de la dife- rente naturaleza que los inspiraba. Apacibles, dulces y delicados los unos, elevaban el espiritu por senda matizada de flores a las consoladoras regiones de la esperanza: ardientes, vigorosos y ar- rebatados los otros, exaltaban el patriotismo de la muchedumbre con el fuego de la creencia, y santificaban el valor heroico que abatia en cien combates los estandartes sarracenos. Medianera entre Dios y los hombres, veia la Iglesia a la Yirgen Maria como eficacisima abogada, y llena de f6 en su maternal proteccion, sa- ludabala conestos 6 analogos acentos: Tu parui et magni, Leonis et agni, Saluatoris Xripsti Templum. excicisti, Sed Virgo intacta. Tu roris et floris, Panis et pastoris, Virginum regina, Rosa sine spina, Genitrix est facta. Tu ciuitas regis iusticte, Tu mater es misericordfc; De lacu fecis et miserte Teophilum reformas gractV. Te celestis collaudat curia. Que es Dei mater et filt'a: Per te reis donatur uenta, Per te bonis fulget gloria. Virgo, maris stella, Verbi Dei cella, Et solis aurora: Paradisi porta, Ex qua lux est orta, Natum tuura ora. PARTE I, CAP. XIV. POET AS Y ESCRIT. DEL SIf.LO IX AL XII. 205 Esta dulcisiraa plegaria, mil y mil veces entonada ante los al- tares *, iba a resonar en la lira de los poetas de Castilla, trasmi- tindose de generation en generacion a las edades modernas: Gon- zalo de Berceo y don Alfonso el Sabio en el siglo XIII, Juan Ruiz y Pero Lopez de Ayala en el XIV, Alfonso Alvarez de Villasandino, el Marqu6s de Santillana y Fernan Perez de Guzman en el XV, repetian en el mundo aquellos simpaticos y amorosos cantares, que hallaban misterioso eco en el pecho de fray Luis de Leon y de San Juan de la Cruz, conmoviendo la musa varonil de Calde- ron y derramando paz y consuelo en medio de las tribulaciones que afligieron a nuestros padres y todavia nos afligen. Faro cons- tante de amor y de esperanza, antparo y refugio de tristes y me- nesterosos, fue" pues la dulce Madre del Salvador inagotable fuente de inspiraciones, descubierta a la grey cristiana por la carinosa solicitud de la Iglesia, quien al mismo tiempo que hacia resonar las btivedas del templo con aquellas tiernas plegarias, ensenaba a modular los her6icos acentos, con que solemnizaba la intervencion del Ap6stol en las victoriosas lides contra los mahometanos. Diri- giendo su voz al pueblo espanol, exclamaba: Gaude, felix Hispanic, Laetis exultans menlibus, Tui duels solemnta Dignis cantando laudtfca*. Hie est ill' 1 magnificug Miles, potens cerlamine; Primus pal ma glort/Zcw* Apostolorum agmintf ', etc. 1 Los himnos a la Virgcn son innumerablcs: hcmos prefcrido oste por la dulzura, con queesta cscrito, y por su autcnticidad respetablc. Veasc por com- pleto en la Ilustracion I. 8 num. XXVIII y en la oportuna lamina su exactisi- mo facsimile. 2 Tambien son muchos los himnos dc Santiago, y todos animados del mismo pensamicnto. Tamayo de Snlazar, cuya critica sobradamente credula ha desaulorizado su Martyrologium Hispanum, inserta algunos de estos canli- cos, sobre cuya antiguedad no queda duda alguna, asi por su cspiritu como por la forma pootic.i de que sc revisten. Vease su tomo VI, pag. IIuic Mediua-Coelim, Tahvera, Conimbria plaudat, oAbula, Sccobia, Salmantica, Publica Septem, >Cauria, Cauca. Colar, Iscar, Medina, Caiiales, riiiiiis. et Ulmctuin, Magcrit, Atenlb, Hipa, II-IIIM i cum llnvin lapiduin, Valcranica, Maura, >Ascalona, l-'ii.i. Consocra, Maqueda, Butracuin Victor!, sine line, sun modnlantur nvantes. Aldephonse, tui resonrnt super astra triumphi. El arzobispo don Hodrigo guarda silcncio sobrc el orfgcn de cstos versos; pcro por la forma dc la cita y por la inscripcion lateral quo conservan, no me- nos que por lo inusilado dc estos documcntos en sus historias, nos persuade de que el Poema de doudc los tomo, era en su tiempo todavia muy familiar cntre los eruditos. 2 Vease el cxainen de la Gesta Roderici Campidocti, hccho en el anterior capitulo. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL SICLO IX AL XII. 2i3 tar, en que se compendia su hercMca historia; obra escrita sin duda, corao la Gesta latina, en los primeros anos del siglo XII, y que en sus formas artisticas recordaba vivamente la antigua tra- dicion de los hiranos religiosos, cantados en las basilicas espaiio- las por clero y pueblo cattilicos l . Sin exceptuar ni aun la crtinica de Leon (dice un entendido critico que public6 esta poesia en 1847) es acaso la mas anti- gua de todas las fuentes [que se refieren al Cid]; y su lengua erudita, menos accesible a las invenciones del pueblo, la seuci- llez de su estilo, su espiritu genuino y verdaderamentehist6rico, la constituyen seguramente en uno de los documentos mas pre- ciosos que ban llegado a los tiempos modernos 2 . La tradicion que le da vida, es en efecto tan inmediata a los hechos, como la que sirve de base a la ya citada Gesta, con la cual se confor- ma por extremo, manifestando sin duda que, como el la, pre- cede al Poema del Cid, y acaso a la misma Leyenda, de que trataremos en los primeros capitulos del siguiente volumen: 1 Es en efecto digno de tenerse muy prcsente que abundan en el Himna- rio hispano-latino 6 visigodo, de que dimos cuenta en el tonio anterior (capi- tulo X < Ilustraciones), los himnos escritos en versos saflcos y adonicos. Entre los generates que incluimos en las Ilustraciones (num. Ill), se hallan hasta cinco, los cuales con mayor 6 menor exactitud ofrecen las referidas formas; tales son: In Sacratione Baselicae; In Aniversario Sacrationis Baseli- cae; De profectione exercitus; Le Kubentibus y De Infirmis. La tradicion en eslc, como en todos los puntos que vamos tocando, no pucde ser mas respe- tada ni vigorosa. 2 Du Mcril, Poesies populaires latines, pag. 286. Estc erudilo dcclara que el codice donde con otras veintisicte piezas, algunas de ellas poclicas, sc contiene la Cancion latina del Cid, pertenecio al monaslerio de Hipoll, sicndo tal vez escrilo por sus monjcs en el siglo XIH. Pertenecio a Baluzio, secrelario de Pedro de la Marca, y se cuslodia en la Biblioteca Imperial do Paris con el num. 5132. Du Meril dio a conocer en el analisis que hace dc este Ms., las principalcs poesias que contiene, tales como el canto de la tuma de Jerusalem, que empieza: Ilierasalem, laetarc; Quarc flebaa i.nn aniare. etc...; un himno medio borrado; reglas en verso sobrc el horoscopo; ;i la muerte dc un gran capitan, terror dc la morisma (vease la nota \ dc la p;ig. 21 1); y un pocma dc que solo cxislcn fragmcnlos. 214 H1STOIUA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. Rodrigo *, que recibe en su juventud el titulo de Campeador (Campi-doctor), llena con la fama de sus proezas toda Espana, y ni los reyes mahometanos, ni los condes y magnates del cristia- nismo son bastantes a contrastar su pujanza, que excitando la ar- diente veneracion del pueblo, enciende tambien el entusiasmo del poeta. Era en verdad el autor del Cantar referido un erudito; pero inspirado por un sentimiento esencialmente popular, y escri- biendo para la muchedumbre , si respetada la tradicion artistica atesorada por la Iglesia, y no olvidaba las nociones clasicas ad- quiridas en las escuelas, recordando los heYoes y poetas de la an- tiguedad 2 , preferia a las de los primeros las hazanas del Cam- peador, y declaraba que no cabrian en mil libros, cantandolas el mismo Homero: al cabo, aunque confesandose impotente.para tan alto asunto, daba al viento las velas, como temeroso navegante, apostrofando asi al mismo pueblo, para quien no habian sido es- teYiles los triunfos de Rodrigo: Eia!.i. laetando, populi catcrvae, Campi-doctoris hoc carmen audits: Magis qui eius estis ope, 20 Cuncti venite!... Esta notabilisima estrofa que basta a caracterizar tan peregrina 1 Conveniente juzg-amos notar que tampoco es designado en este Cantar el hijo de Diego Lainez con el sobrenombre del Cid, que le distingue en el Poema y en los Romances, constituyendo su mas glorioso titulo para el pue- blo castellano: como en la Gesta, se le designa linicamente con el nombre de Rodrigo y el aditamiento dc Campeador (Campi-doctor); circunstancias que tendremos muy presentes al estudiar la Leyenda y el Poema, para determi- nar el momento en que cada cual aparece en la repiiblica de las letras. 2 La Cancion prlncipia de este modo: I-.iV... gestorum possumus referre Paris et Pirrhi nee non el AEnar, Multi poetae |iluriinum iti laudc Qu.ie conscripserr. Sed paganoram quid iurabant acta, Oum iain villeicant retustatc inulto? etc. Vease lo rcstante en la Ilustracion I. a , num. XXI, y notese entre tanto como se reflcja aun en esta poesi'a popular la tradicion de los esludios clasicos, quo tanta fuerza y prcstigio conservan entre los eruditos durante los siglos que vanios recorriendo. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCIUT. DEL SIGLO IX AL XII. 215 poesla, determinando el objeto popular que la inspiraba, senala perfectamente la 6poca y el pais en que fu6 compuesta; pues que suponiendo vivos a los quo le conocieron y fueron favorecidos por el Campeador, parece no dejar duda de que no estaba muy dis- tante la llorada muerte de aquel h6roe '. Dada a conocer su ju- [ Esto teniamos escrito, acordes con el docto Du Merit, cuando llego a nucstras manos cl erudito opuscule, que con cl titulo de Observaciones sobre la poesla popular dioa luzdon Manuel Mild y Fontanals en 1853. 1 distin- guido catedratico de Barcelona, opinando que la Cancion del Cid fue escrita en Cataluiia, tal como existe, supone que es en parte resumen y en parte Ira- duccionde otra poesla mas popular, probablemente castellana (pag. 62 y 63). A la verdad no alega ninguna razon concluyente; y lo senlimos, porque hubieramos descado que labrasen en nosoiros sus conjeturas entcro con- vencimiento. Respecto del primer punto se apoya ya en razon del Ms., en que [el Cantar] se halla, ya en la innecesaria mencion que hace de las hues- tesde Lerida, ya principalmente en el sentido de tierra de raoros (y nodeCas- tilla como cree Du Meril) que se da a la palabra Hispania, segun el uso de Cataluna, y en los dictados honon'ficos con que se menciona al conde de wBarcelona, inoportunos al parecer en una cancion en que se trata de celebrar a su enemigo.w En primer lugar conviene advertir que el argumento delco- dice nada prueba: en Castilla y aunen Andalucia se conservan y aun se escri- bieron muchos libros en lengua lemosina, cuyos originates son visiblemenle cutalanes, cosa que nadie ha puesto en duda; y siendo el Campeador perso- najetan celebreque salvo lafama de sus proezas el Pirineo, nada absolula- mentc tiene de particular que generalizada la Cancion en los dominios cristia- nos, seescribiese tambien por un monje de Ripoll en el siglo XIII. La mencion dela hueste de Lerida no es, en nuestro concepto, innecesaria: Alfagib rey de Denia, lo era igualmente de Lerida y de Tortosa, como nos enseiia la Gesta Roderici (Alfagib Leridac et Tortosae rex); y en este caso no era ni po- dia ser nolicia peregrina esta mencion, tratandose de los cjercitos de Alfagib y de Berenguer, cuando otro tanto sucedia en Castilla con todas las ciudades populosas que, como Lerida, acudian con su hueste y pendon a los rcales de los rcyes. 1 poeta quiso pintar aqui la grandeza y poderio de los encmigos del Campeador para realzar su victoria; y a la vordad que fue parco, porquo sobre dominar Alfagib en muchas ciudades poderosas, era Ramcgi Berenguer seiior de otros muchos condes, que no se hubieran pasado en silcncio por uu pocla Catalan, y de que hace, al narrar estos hechos, especial merilo la Gesta latina. La observacion rclativa al noinbre de Hispania, no tiene ya fucrza u principios del siglo XII: en losprimeros dias dc la rcconquisla, cuando cl ter- i it.>i j.) cristiano eslaba rcducido por una parte a la anligua proviiicia de Ga- licia, en que sc coinprcudian las Abturius, y por otra a la Marca 6 Septi- 2 1C HISTOR1A CRlTICA DK LA LITEKATURA ESPANOLA. ventud, ponderada la predilection con que le veia el rey don Sancho, que le conc&lia principatum primae cohortis, y conde- nada la envidia de los cortesanos [compares aulae] que le mal- mania, se dio en efecto el titulo de Hispania (Spanid) a Ins regiones domina- das por los sarracenos, lo cual dejamos comprobado con el cxamen de los Crorticones; pero luego que las victorias de los reyes cristianos arrancaron a la morisma gran parte del territorio, comenzaron a llamarsc naturalmente se- fiores de Espafia, siendo este dictado muy corriente y admitido tanto respcc- to de los cristianos como de los sarracenos, en la epoca en que el Cantar del Campeador hubo de escribirse. Asi leemos en las Chronicas de don Pe- layo y del Silense que fue Alfonso VI protector de las iglesias espanolas [Ecclesiarum Hispaniensium], y que llevo el titulo de emperador de Espana [Hispaniae Imperator], habiendose apellidado su padre por excelencia el rey espanol [Hispanus Rex] despues de las grandes victorias que le hicieron arbi- tro de la Peninsula: asi en la ya citada Gesla Roderici se apellida al rey don Sancho Rex (otius Castellae et dominator Hispaniae, llamando a los reyes ma- hometanos que auxilian a Juzeph, principe de los almoravides, reges Hispa- niarum, reges Hispaniae indistintamente. Lo mismo hallamos en la cronica latina de Alfonso VII, donde se le dan constantemente los nombres de rey de los espanoles [Rex Hispanorum] y emperador de las Espafias [Imperator His- paniarum]; siendo evidente que no solo la tierra de moros, sino tambien la de cristianos, y en especial la dominada por castellanos y leoneses.era apellidada Hispania, al escribirse la Cancion del Cid. En cuanto a los dictados honor ificos, solo se dice en la poesi'a que rendian tributo al conde de Barcelona los ma- dianitas, denominacion con que las cronicas coetaneas, principalmente la Gesta Roderici, scfialan constantemente a los almoravides; y este hecho gcne- ralmenle conocido, ni pone ni quita honra en la cancion a Ramon Berenguer, siendo ademas muy oporluna su mencion para pintar al principe, contra quien iba a pelcarRodrigo, y de quiea la Gesta, el Poema y las Crdnicas le hacen veacedor. La victoria lograda sobre el debil, no es verdadera victoria: en vez de enallecer, humilla a los heroes. Manifestado que no son bastantes los ar- gumentos, en que el docto Mild se funda para suponcr cscrilo en Catalufia el Cantar del Campeador, pierde gran parle de su fuerza la observacion de quo sea resuincn y traduccion de otro escrito en castellano, aunque no lo juzgaria- mos imposible dcntro dc la misma Castilla. Ki asentimos tampoco a la obser- vacion que el entendido profesor de Barcelona deduce de estos versos: Caesnrauguitae ohsidcbnnt colrnm, Qaod idhuc n.auri vacant Almenaruffl, manifestando que cl pocta habla de los hechos como acaecidos en ticmpos algo lejanos (Id., id., pag. 63). El poeta se refiere aqui al caslillo de Alme- nara, situado entrc cl Scgrc y el Cinga, pertenecicnlc a Almuctaman, rey de PARTE 1, CAP. XIX. POETAS Y ESCRIT. DEL SIGLO IX AL XII. 217 quistan con Alfonso VI hasta el punto de lanzarle de sus domi- nios, refie"rense las proezas quo lleva a cabo Rodrigo en el des- tterro, cuya fama enciende nuevamente elenojo del rey, quien grandemente airado [nimis iratus], ordena que sea degollado, luego que vencido por sus condes, caiga en manos de sus huestes. Praecipiendo quod, si foret capttw, Sit iugulatti*. Alfonso envia con esto propdsito al conde don Garcia para que le combata, punto en que no estan acordes elCantar y la Gesta; pe- ro la victoria queda cual siempre por el Campeador, quien apode- randose del castillo de Cabra, hace prisionero al sober bio magna- te [comitem superbum] , acreoentando al par su nombradia entre todos los reyes de Espaiia, que le temen y le rinden tributo: Unde, per cunctas Hispaniarum paries 90 Celcbre nomen eius inter omnes Reges habetur, pariter timente*, Numus solvents. Cercado por ultimo el castillo de Almenara por el conde de Barcelona, aliado de Alfagib, rey de Denia y senor de Le"rida y Tortosa, enviales Rodrigo raensajeros para que desistan de aquella empresa; mas negada semejante demanda, apre"stase & combatir- los, ordenando que se armen sin mas tardanza sus soldados. He" aqui como pinta el poeta la figura del Campeador: Zaragoza, ascdiado por Alfagib y Berenguer y socorrido por Rodrigo: de ma- nera que habiendo sido conquistado este Castro y ascgurada su posesion, con todo el pais aledafio.por Alfonso el Batallador de 1118 a 1133, y diciendose 'ii los cilados versos que hasta ahora (adhuc, cuando se escriben) le daban los inoros nombre de Almenara, indicando asi que 6 lo poseian 6 no se hallaban muy distantes de el, lejos de hablar el poeta dc hechos lejanos, los deberia te- ncr muy inmcdiatos, no excediendo acaso su narracion de los treinta y cuatro aiios que siguen al fallecimiento del Cid, observacion que en lugar oportuno veremos robustccida por otras nuevas. Constando por ultimo, que los soldados del Campeador fucron, como el castellanos, no hay razon plausible para su- poner que el populi catervae se rcfiere a olro pueblo quo el dc Castilla, favo- recido principalmcnte por el horoe dc Vivar. Asi las observaciones del digno profesorde la universidad dc Barcelona, lejos de modificur, han vcnido a ro- Imsteccr nucstros aserlos. 218 HISTORIA CRtTICA DE LA LITER ATURA ESPA^OLA. Primus et ipse indutus lorica, HO Nee meliorem homo vidit ilia; Romphaea cinctus, auro fabrefacta Manu magistra, Accipit hastam rairifice factam, Nobilis silvae fraxino dolataw, 115 Quam ferro forti fecerat limatam, Cuspide rectam. Clypeum gestat brachio sinistro, Qui totus erat figuratus auro; In quo depictus ferus erat draco 120 Lucido modo. Caput munivit galea fulgent, Quam decoravit laminis argmino de la faction, a que Rodrigo sepreparaba;y no rnenos sensible el que no se conserve la relation de sus maravillosas expediciones en las comarcas de Zaragoza y de Valencia, que como la Gcsta nos ad- vierte, hallan corona en la conquista de la ultima ciudad, uua de las mas grandes hazanas de la edad media. El espiritu, altamente castellano, que se relleja en los versos existcntes; el amor que el poeta parece profesar al he" roe, trocado ya en admiration casi re- ligiosa, no rnenos que la singular corrcspondentia y concord ia que entre el Canlar y la Gcsta rosaltan, sobre manifeslar (jue I'ARTE F, CAP. XIV. IHDETAS Y ESCKIT. DEL SKII.O IX AL XII. 210 ambos autores se inspiraron en unas mismas fuentes, cercanos ambos a los hechos que procuran perpetuar, hace mas lastimosa la pe"rdida indicada, no siendo ya posible formar el juicio compa- rative, a que sin duda hubieran convidado estos monumentos, con los poemas castellanos que en breve examinaremos. Pero la mala suerte del Cantar del Campeador cupo tambien a otras poesias hist6ricas del mismo siglo, entre las cuales no es licito olvidar la Cancion escrita en elogio de Ramon Berenguer IV [1139 & 1162], ni mucbo menos la obra designada generalmente con el titulo de Poema de Almcria. Escrita la primera en la Es- pana oriental, s61o ha llegado a nuestros dias su introduccion, donde brillando el mas vivo entusiasmo, se descubre la venera- cion.que supo aquel principe -infundir en sus vasallos, merced a sus virtuosas y loables acciones. Oigamos las estrofas con que empieza. Fulgent nova per orbem gaudi'a, Nova mundum replet laetitia, Unde Christo Regi sit gloria. Novus solis emicat radiw*, Nitens omni sidere clariw*, Cui non est similis aim* *, etc. Debida a la Espana central la segunda, es muy distinto el tono que nos ofrece, como que tenia diferente objeto, no escribie"ndose ya para ser cantada, bien que se dirigiera a narrar una de las mas alias, dificiles y aplaudidas empresas de las armas cristianas. Asiento y guarida de piratas, que llevaban el terror a todas las regiones del Mediterraneo, infestando asimismo las costas del Atlantico, era Almeria una de las ciudades mas poderosas y te- midas de la morisma, cuando rnovidos de los frecuentes rebatos, con que los inquietaban, enviaron los genoveses al rey de Leon \ Descubrio csta espccic de oda cl diligente academico Villanucva cntrc los pocos, pero prcciosos codices, conservados en la Biblioleca de Ruedn. Contiencse en un volumen, que encicrra los tres libros dc San Isidore De Sum- mo Bono, los Soliloquioi de San Agustin, y un opusculo De vitiis el virlutibut. Lastima es que solo hallara Villanucva cl fragmento, que trascribimos en la Ihistracion I. a , num. XXIII, y publico en cl tomo XV, pag. 173 del \iaje li- ter ar to. 220 HISTOUIA CIliTICA UE LA LITERATURA ESPAfiOLA. y Castilla sus embajadores, para suplicarlo que destruyera aquel nido de corsarios. Halagado Alfonso por la grandeza de la haza- na, a que prometian acudir los genoveses con horabres, armas, naves, ingenios y dinero, congregaba bajo sus banderas a los re- yes de Aragon y Navarra y a los condes de Barcelona y Monte Pesulano, y penetraba con poderoso ejeYcito en los dominios sar- racenos, poniendo cerco a la temida ciudad, que venia por ultimo a poder de sus huestes. Tal era el asunto que el autor de la Crdnica latino, de Alfonso VII se propuso tratar en verso, para divertir el hastio de sus lectores, y mostrarse acepto a los ojos del Emperador *, siendo en verdad no poco sensible el que no se haya conservado integro tan peregrino poema 2 . El largo frag- mento, publicado por nuestros anticuarios, contiene sin embargo la enumeracion de los ej6rcitos, y la pintura de los caudillos, que tomaron parte en tan gloriosa conquista; manifestando que si al referir, como simple historiador, us6 acaso excesiva llaneza de estilo, dejandose dominar con sobrada frecuencia del influjo que ejercia la lengua vulgar en el desalinado latin de los erudites, { EI poeta dice en el prefacio a este proposito: Scribere noi nostri debemus et Iinperatoris Praclia famasa, quoniam non sunt traediosfl. Optima tcriptori, si complacet Imperatori. Reddantur iura, quod scribal bclla (ulitra. Dextra \aboranlis sperat pia dona Tonantis, Et Bellatom donuia petit omnibus \mri s. Es evidente que estos versos, y por tanto toda la Chronica, se escriben en vida del mismo Emperador, 6 lo que es lo mismo antes de \\ 57: lengase en cucnta esta notable circunstancia, que es dc mucho efecto para los cstudios que despues hacemos. 2 Algunos eruditos que le citan, suponen que solo tenia por objeto estc pocma la descripcion de los caudillos que tomaron parle en la cmprcsa de Almeria, fundandosc en las palabras que pone el autor antes del prefacio: wVersibus... qui duces vel francorum, vel hispanorum ad pracdiclam obsi- dionem vencrc, diccre hoc modo disposuimus. Mas narrandose ya en lo que se conserva la toma de Andujar (vers. 284 y siguientes), y rcfiriendosc igual- mcnte la primcra tala hccha en los, campos sarraccnos (vers. 288 y siguieu- tes), y la rcndicion de difcrentes castillos (vers. 301 y siguientcs), parecc iir dudablc que se prosiguicra en lo pcrdido la historia del asedio y conquista de Mmeria, a la cual sc rcflercn cimnlos dan cslc tilulo al indicado pocma. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL SIGLO IX AL XII. 221 elevandose ya & cosas mayores [ad maiora conscendens], no ol- vidaba el cronista que debia hablar el lenguaje del poeta. Sin du- da sorprendera esta observacion a los que sepan con cuanto des- den han tratado nueslros doctos este poema, y que siguiendo la autoridad de don Nicolas Antonio han calificado de barbaro a su autor, anadiendo que habla con boca de hierro *; pero libres nosotros, hasta donde nuestra razon alcanza, de estas preocupa- ciones de escuela, que s61o tinieblas han derramado en el campo de la critica, y atentos principalmente a quilatar con el espiritu de los siglos las virtudes intrinsecas del ingenio espanol, no va- cilamos en afirmar que bajo esta ponderada rudeza de la metrifl- cacion y del lenguaje, propia y caracteristica de la edad que his- toriamos, resaltan aquellas mismas dotes poe"ticas que forman de antiguo la verdadera fisonomia de nuestros vates, abundando al par las pinceladas que revelan su inge'nita osadia, y aun su exal- tacion hiperbolica. Brillan estas sobremanera, tanto en las com- paraciones como en la descripcion de los personajes, poseyendo el autor el dificil arte, precioso en todos tiempos y literaturas, de trazar con breves, pero vibrados rasgos, una Ggura completa. Como egemplo de lo primero, seranos licito citar los siguientes versos, en que pinta el afan de los cristianos por medir sus armas con los muslimes: 36 A canibus cervtw velut in silvis agitatw* Desiderat fontes, di mittens undique monies, Plebs hispan0rm sic praelia sarracenortm Exoptans aeque, non dormit nocte dieque. 6 estos, en que hiperbdlicamente da a conocer la muchedum- bre de los cristianos: Si caeli stellas, turbati vel inaris undo*, Si pluviae gutta*, camporum necnon et herboa, 155 Ordine quis noss/, populum numerare valeret. \ Don Nicolas Antonio dccia: Id ccrte monumentum est quovis prelio (lignum barbari quantumlibct, et si artcm quacras, fcrrei oris poctastri (Bi- bliol. Vet., lib. VII, cap. IV, num. LXXVII). Siguiendole al pie de la Jetra, dijo Florez: Su estilo es duro y aspero, como de poeta barbaro y de boca de hierro (Etpafia Sagrada, tomo XXI, pdg. 319). 222 HISTORIA CRlTlCA DE LA LITEHATURA ESPAfiOLA. Para prueba de lo segundo, traeremos aqui el retrato que hace del conde don Ramiro, capitan de los leoneses: Forma praeclarws, natus de semine regwm, 90 Est Christo charws, servans moderamine legm. Flos erat florwm, munitus arte bonorum; Armis edoctws, plenus dulcedirte tolas, etc. este de Pedro Alfonso, caudillo de los asturianos: 115 Nulli moestus, in cunctis extat honestus, Fulget honestflte, superatque pares probitaJe: Pulcher ut Absalon, virtute potens sicut Samson, Instructusque bom's, documenta tenet Salomons. Y no es menos notable la pintura de Martin Fernandez de Hita, a quien siguen sus propios vasallos: 146 In vultu niveus, membris et corpore largws, Formosus, forlis, probus est, et cura cohorts: Diffugiunt mauri, cum vox tonat, pavefactz. Pero si estos afortunados rasgos fueron desdenados por los que, intolerantes por demas con las generaciones pasadas 6 esclavos de las formas exteriores, tan diiramente trataron al autor del Poema de Almeria, no mas razon tuvieron para olvidar las pintorescas descripciones de las huestes de cada reino 6 provincia, descrip- ciones en que sobresalen granderaente las cualidades caracteristi- cas de cada una. Al mencionar la gente de Galicia leemos: Mille micant scute, sunt arma potenter acute, 55 Et plebs armato, nam cuncta manet galeate: Ferri tinm/s, equorum nempe rugitus Surdescunt monies, exsiccant undique fontes, Amittit lellus, pascendo, florida \ellus, etc. Asi habla despues de los leoneses: 70 Eius iudic/o patriae leges moderanfr; Illius auxih'o fortissima bella paran/r: Ut leo devincit animalia, utque decora, Sic cunctas urbes boc vinxit prorsus honor*. Y mas adelante de los asturianos: Irruit in terra, non ultimus, impiger astur: PARTE 1, CAP. XIV. POETAS Y E?CR1T. DEL SIGLO IX AL XII. 223 Haec gens ezosa nulli manet, aut taedi0*a; Tellus atque mare nunquam valet hos superare; Viribus est tortis, trepidans non pocula mortis: 103 Aspectu pulchra, spernit suprema sepulchra; Venandi facilis, venando nee minus apta, Rimatur monies, agnoscit et ordine fontet Yitare gleba*, ac ponti despicit unda; Vincitur a nullo quidquid ccrnit superando, etc. De los castellanos decia: 125 Post haec Castellan procedunt spicula m\\le, Famosi c\\es per saecula longa potent**, Illorurn castra fulgent caeli velut astro: Auro fulgebant, argenlea vasa ferebant; Non est pauperta* in eis, sed magna facultas, 130 Nullus mendicM* atque debilis, nee male tardw*; Sunt fortes cuncti, sunt in certamine tuff. Armorum ianla stellaruin lumina quanta. Y para terminar esta pintura, anadia finalmente: Illorum lingua resonat quasi timpano tuba. Prolijos seriamos si prosiguie"ramos citando pasajes, donde co- mo en los ya transcritos, resplandecen las virtudes po6ticas, que debe la sana critica reconocer en el autor del Poema de Alme- rt'a, por mas que los medios artlsticos de que se vale, no aparez- can ni puedan aparecer en sus manos cual deciles instruments. Justo nos parece sin embargo anadir, que aun en medio de la lu- cha en que le contemplamos, conserva y hace gala de las nocio- nes clasicas, recibidas en las escuelas, raezclando en peregrino consorcio la erudicion gentllica con la erudicion escrituraria 1 . i Rcspecto de la influcncia romana, que en todas partcs nos ofrccc el mas profundo scllo, conviene advertir, que asi en la Crdnica de Alfonso VII conio on el Poema de Almeria, llevo el autor su respeto a la antigiiedad hasta el punto de usar, para designar a los condes 6 gobcrnadores dc las provincias, los titulos dados por la Rcpublica y despues por el Impcrio a los que scnala- ba el Senado para el mando. Asi leemos, hablando de los Strenunt nine srquilur tnrbim Consul FcHinioclai. 224 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA?iOLA. Al enumerar las huestes de Extremadura, cuya gente Opperit... terram velut innumerata locusta, caracterizaba en esta forma al conde don Ponce, su caudillo: Virtus Samsonw erat hie et gladius Gedeom's; 165 Compar erat lonathae, praeclarus lesu Nave. Gentis erat rector, sicut forlissimus Rector- Dapsilis et vera*, velut insuperabilis Ayaa;, Non cuiquam cedit, nusquam bellando recedit. No de otro modo se reflejaba constantemente en las obras del arte la luz de la antigua civilizacion; fenoraeno importante que se opera tambien en las demas naciones neo-latinas, ejerciendo so- bre sus literaturas igual 6 muy analoga influencia l , y que tiend^e Y tratando de don Ramiro de Guzman, a quien apellida fios florum, ha- llamos: Consult 1 cum tanto, Legio bella requirit. Al mencionar a Pedro Alfonso, caudillo de los asturianos: Nondum Consul erat, meritis tamen omnibus est par. Y refiriendose a su vuelta, despues de la empresa de Almeria: In reclitu factus Consul, sic Consutis actus Ob'tinuit meritis... Mencionando al conde don Ponce, decia el autor por ultimo: Pontius hie Consul fieri, etc. Es pues evidente el empeiio de conservar y trasmitir, no solo la mcmoria de los heroes griegos y latinos, atesorada en los libros poeticos, sino la de los antiguos oficios mencionados en las historias, por mas distanles que cs- tuvieran realmente de representar las dignidades, derivadas de la monarqui.i visigoda 6 nacidas de las necesidades de la reconquista. Lo mismo nos ense- iian olros monumentos anteriores y posteriores. 1 Entre otros muchos testimonies dignos de consideracion, citaremos el Cantor de Gesta, escrito en el primer tercio del sigio X (924) y entonado por los modeneses contra los hiingaros, que los asediaban. Esta cancion conscr- vada por Muratori (De Rerum Italicarum Scriptoribus, XL) y cuyas rimas compara Sismondc de Sismondi a las asonancias cspanolas (///.>/. de la litter, du Midi de I' Europe, tomo I, cap. I), comienza asi: O in. qui serras annit ista rnoen/'a PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCRIT. DEL S1GLO IX AL XII. 225 a manifestarse eii nuestro suelo asi en las obras escritas para los que so preciaban de doctos, corao en las canciones destinadas a la muchedumbre. Pruebas irrecusables de uno y otro heraos en- contrado en d-Cantar del Campeador y en este Poema dela conquista de Almeria; pero al lado de esta influencia general y duradera, considerada por toda crltica filos6fica, bajo multiplica- dos aspectos, cual ley superior de las civil izaciones raeridionales, cumplenos observar que descubrimos en el ultimo poema cierto anhelo de noble y generosa emulacion, establecida por el poeta entre los caudillos espanoles y los he'roes de los pueblos que ha- bian pasado los Pirineos, para segundar la empresa de Almeria; emulacion que descubriendo la influencia accidentalmente ejercida en las esferas eruditas, iba a trocarse muy luego en ing6nua y patriotica protesta, al reflejarse en los cantos populares ' . El em- perador don Alfonso iguala con sus hechos la fama de Carlo- Magno: 5 Facta sequens CaroU, cui competit aequiparari: Gentesfuere pares, armorurn vi coaequale*. Gloria beUorum gestorum parfuit horum. Soli dorlnire, moueo, sed vigilu.'... I) urn Hector rigil exlilit in Troi'a, NOII earn cepil frauduleuta Graecfu. J'riuiii quiete donnieiiti- Tro.u, Laxavit Siiion fnllax clauslru i>rrfidn,etc. La tradicion se propaga, como en Espaua, a los siguientes siglos, y asi ve- mos en el Pantheon de Godofredo de Vitcrbo, recugido tambien por Murato- ri (lomo VII, pag. 462) que al mcncionar a dmrado III dice: I)r xtera Conradi gladio coiiforiiiis Arhilli, Sigiiifero Tcuicutc Dm is caput jmputat illi. Multimoda tuae cacde data, sumptoque troph^eo, Conradus virtute dalnr m.iior Machabco. Consilio Seneca, specie Paris, Hector iu armU, etc. Lo mismo hallamoscn las cancioaes franco-latinas dc estos tiempos, sicndo f.K-il cmprcsa el amoutonar las citas. 1 Voansc los primeros capitulos del siguienlc volurncn, domic procurainos explicar el efecto producido en cl pueblo caslellatio por la politica de Al- fonso VI. TOMO U. 226 HISTORIA CRiTICA DE LA LITEKATURA ESPANOLA. Si Alvar Fanez, prez del nombre tolcdano, a quien ponia el Cid sobre todos sus guerreros, hubiese vivido en tiempo de Oli- veros y Roldan, aim cuando tuviera el tercer lugar entre aquo- llos campeones, no habrian resistido los agarenos el yugo de los francos: 215 Tempore Roldani, si tertius Alvarus esset, Post OliverMwi, fateor sine crimine rerum, Sub iuga francoruw fuerat gens agarenorwm. Y mientras era la guerra contra los sarracenos noche y dia arabicionada por el pueblo espanol, cual alimento de los j6venes, florida dote de las ancianas, norte de los adolescentes, luz de los sacerdotes y rocio vivificador de los varones, y era costumbre el ' pelear y larga cruz y gloria al par de los cristianos el combate, sin amenguar el valor de los francos, para quienes es la lid paz [lisfrancis pax est], establecia el poeta la diferencia que mediaba entre ellos y los espanoles, al tomar parte en las cruzadas, dicien- do con exactitud hist6rica: 46 Francorum sors et, maurorum pessima mors est. Pero si no parece licito al estudiar la literatura latino-erudita del siglo XII, desconocer que siguiendo las leyes de su propia na- turaleza, aspiraba, como en todas edades, a reflejar en si las va- rias adquisiciones, mas 6 menos dificilmente logradas por los doc- tos, necesario es repetir, al sefialar sus caracte"res en la indi- cada centuria, que domina en ella sobre toda influencia la tra- dicion de la antiguedad clasica, por mas que aparezca debili- tado este superior impulso por la accion constante de la guer- ra, terrible azote de aquellos tiempos. Mas aunque ministraba el egomplo de los vates griegos y latinos varios y repetidos re- cuerdos a los cantores 6 yoglares de pdnola (que con este nombre comenzaban a ser designados en la lengua del vulgo los poetas eruditos), aunque no so habia interrumpido ni un solo instante la cadena de la tradicion, no bastaba esta a restablecer las olvida- das leyes del buen gusto ni alcanzaba aqucl a revelar las vcrdade- ras bellezas del arte clasico,siendo uno y otra ineficaces para res- tituir a las formas su antigua majestad y lozania, forzadas las 1'AIITE I, CAP. XIV. POKTAS Y ESCIUT. DEL SIGLO IX Al. I1X. 227 letras a seguir el natural sendero de la civilizacion que repre- sentabau. Forraaban, digamoslo asi, estos cantos latino-populares la linea divisoria entre la verdadera poesia erudita y la poesia traditional, que anidaba en el seno del pueblo; y multiplicados ya y divididos en gran raanera los intereses que antes mantuvieron unidas todas las clases del Estado, comenzaban estas a expresar sus afectos en diferentes lenguajes, inclinandose mas de dia en dia aopuestos y aun contrarios campos. Tal se advierte sobre todo en el Poema de Almeria: popular por su objeto y mas aun por el espiritu que le anima, no slitia. cnim clcricum disciplinatum (pag. 6). I'ARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCR1T. DEL SIGLO IX AL XII. 243 su autor no comunes virtudcs '. Fu6 por tanto la obra de Pero Alfonso en la historia del arte una verdadera aparicion, que re- cabandole la estima y el respeto de los hombres ilustrados, debia asegurarle distinguido lugar no solamente en el suelo de Espana, sino tambien en las naciones extranjeras 2 . Reducida no obstante su influencia en los moraentos en que se did a luz, al circulo es- M 1 Per Alfonso se distinguio tambien como poela latino. En el capitulo 6 fabula XXXIII, ultima de la Disdplina Clericulis, se halla el cpitafio si- guienle, muysuperior por cierto a la mayor parte de las pocsias del siglo XII: Tn prope qai transis, nee dicis avrto, resiate; Auribus in conlis haec mca nerva tene: Sum quod erii, quod es ipse fai, derisor nmare Mortis dura licnit. pace iuvante frui. Sed veniente nece, postquain sum raptus aiuicis Alque nit-is fainulu orba parente domus. Me contexit humo deploravilque iaceiitem, Inquc meos cineres ultima dona dedit, Inde mei vultus corrodit terra nitorem, Quaeque fuit formae gloria magna, cadit; Meque fuisse viruin nequeas agnosccre, si Jam Ad visiini fuero forte retectus humo. Ergo Drum pro me cum pura mente precare, Quntinus arterna det milii pace frui, Et quicumque rogat pro me, comportet id unum, Utmecuiu mnneat in regione poli. (Ed. de Paris, 1824, pags. 196 y 198.) 2 Solamente en lengua francesa conoccmos trcs versioncs de la Disdplina Clericalis: dos en verso y una en prosa. Data esta del siglo XV, siendo atri- buida por Mr. Meon a Jean Miellot: las poelicas fueron publicadas, una en 1760 por el arudito Barbazan, reimprimiendose en 1808 con notables adicio- nes; otra en 1824 por la Sociedad Bibliografica francesa, con el original lati- no (tomo II). En la primcra no consta el nombre del autor; pero si en la se- gunda rcpelidas vcccs, leyendosc por ultimo: Pierre* Anfnrt qai Cut le livrc Moslra qu'il dereit escrivre. (Pag. 5.) liarbazan hallo el Ms. dc quo se vale, en la abadia dc San German. Cilaron y aplaudieron desde los siglos medios este peregrino libro dc Per Alfonso muy doctos cxlranjcros, entre los cualcs cs digno de mencionarse Vicente Bcau- vais, quien en su Speculum historiale copio divcrsos pasajes dc la Disdplina (pag. 119 a 139); y celebraronla asimismo otros mas modernos, tales comu Uartoloccio, Wolfio c Hyde en sus Bibliotfcas, y Trilomio en su libro Dt Scriptoribus ecclesiasticis. 244 H1STORIA CRlTlCA DE LA LITERATURA ESPAKOLA. trecho do los cruditos, pas<3 todo el siglo XII, sin quo fructificara aquella semilla, destinada a florecer mas tarde en el campo de las literaturas vulgares, se^undado ya el feliz ensayo del sabio rabi- no por otros no menos meritorios y fecundos. Preciosas SOP la mayor parte de las fabulas y ap61ogos que exornan la Disciplina Clericalis, formandoperegrinotejido con las maximas, proverbios y sentencias, que constituyen el fondo de la doctrina; pero no te- niendo la forma simb61ica su natural desarrollo en la 6poca de que vamos tratando, par6cenos oportuno dejar para aquel instan- te la exposicion y juicio de las diversas trasformaciones que expe- rimenta hasta tomar plaza en la historia de las letras vulgares. Quede sin embargo ascntado que es Pero Alfonso el primer es- critor hasta hoy conocido, que intenta dotarlas del elemento oriental, iiidependiente de los libros biblicos, y que es su Disci- plina Clericalis la primera obra que le abre camino para pene- trar en las literaturas modernas, refrescando, digamoslo asi, la ya vieja savia de los estudios eclesiasticos. Con proptisito muy scmejante, bien que adoptando distinta for- ma literaria, se escribia,al mediar del referido siglo XII, un inte- resante tratado con el titulo Consolatione Rationis, en que re- cordando sin duda el libro De Synonimts, debido a San Isidoro, seguianse con mayor exactitud las huellas de Boecio, repetidas veces imitado por los eruditos. Era autor de esta obra, compuesta de dos dil'ereutes libros en que alternan verso y prosa, Pedro Compostelano, quien dedicandola a Berenguer, arzobispo de San- tiago ', intitulabase en ella maestro, ydeclaraba que sehabia con- sagrado desdc sus ticrnos aiios [a teneris annis] al estudio de la i Bercnguer, obispo de Salamanca dcsde H37, subio a la mctropoli dc Compostcla algunos anos adclante, clegido ab omni clero, ab omni populo, y gobcrno aquella iglcsia durantc el reinado del Emperador Alfonso VII. En la Era 1200 (afio \ 162) habia ya fallecido sn sucesor don Pedro Elias (Davi- la, Teatro ecles., tomo I, pag. 50): por manera quo dado que cstc prelado ocu- para la silla solo cinco afios, podria fijarse la muertc de Berenguer en cl de ^ 157, con lo cual no salia del reinado de Alfonso. Si csta deduccion parecic- re fundada, no admiliria ya duda quo cl libro dc Consolatione Ralionis fue cs- crito de H40 a H57, confirmandosc asi la indicacion que en el texto hace- mos a este proposito. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCIUT. DEL SIGLO IX AL XII. 245 gramatica, la logica y la retoriea *. Corpo Boccio y San Isidoro, supone Pedro quo so le aparecen en suefios, bajo la forma do hermosas j6venes, el Mundo y la Naluraleza, invitandole la se- gunda a los gooes y placeres,con quo brinda al horabre el prime- ro, y pintandolo la grandeza do los elementos, la variedad casi infinita de los animales y yerbas quo produce y nutre la tierra, y la no menos maravillosa raultitud de aves quo surcan el espacio. No terminada esta poetica enumeration, en quo se reconoce ya, asi como en los libros de Pero Alfonso, cierto influjo de la filoso- fia arabiga 2 , introducese en la escena la Razon, virgen muclio 1 El codice original, lleva en la Bibliotcca del Escorial la marca R. ij. 14, y contiene, demas de cste peregrino tratado; i. In Moysen V libri Beati Isidori Ispalensi (incomplete); 2. varios capilulos del libro lliesu Nave (al folio 25 v.); 3.varios fragmentos de tratadosteologicos, como De abfiominan- dasuperbia; Detristi memoria dampnatorum, De divinoiudicio, etc. (al fol. 30 v. y 33 v.); 4. otros fragmentos de analogas matcrias (al fol. 72 v.); o. Liber predicandi arte magistri Alani; 6. un scrmonario. Todos eslos opuscules estan escritos de letra de los siglos XI y XII. Los libros de Pedro Compostelano co- mienzan al fol. 34 v. , extendiendose hasta el 54: la letra no es ya isidoriana, y en nueslro concepto pertenece a la segunda mitad del siglo XII 6 principios del XIII, si bien aparecen retocados algunos pasajes, en especial los versos, du- rante el siglo XIV, lo cual ha dado molivo al error de Perez Bayer, adoptado por Rodriguez de Castro, suponiendo quo se escribio en dicha epoca. Ticnon el siguicntc encabezamiento: (dncipit [liber] Magislri Pelri Composlelani in honorem domini Archiepiscopi Compostelani)): Coiiipost- servaciones cxpuestas, al indicar en el presente capitulo el caracter supersli- cioso que habian tornado en Cordoba los expresados estudios, conforme a las declaraciones de Virgilio (pag. 195 nota 1), nos advierten no obs- tante que no podian los escritores cristianos, sin exponerse a las censuras justisimas de la Iglesia, aceptar de Reno las artes profesadas por los maho- metanos, ni aun recibir sin reserva los Comentarios de Averroes, que florecc mediado ya el siglo XII. Sobre este punto tendrcmos ocasion de llamar re- petidamente la atencion de los lectores en todo el proceso de la Historia critica. \ Debe notarsc aqui que en vez de la Astronomia tenia ya lugar en cl cuadrivio la Astrologia, lo cual prueba la influcncia que las preocupacioncs orientales iban alcanzando en la sociedad cristiana y principalmente en los que se preciaban de doctos. Vease sobre esta materia lo que dijimos en cl ca- pilulo VIII, pags. 358 y 360. Sin embargo, todavia no sc habian admilido, ni llegan tampoco a admitirsc en las escuclas clericales las cicncias que segun el testimonio.no sospechoso y ya arriba alegado, de Virgilio Cordobes, secn- senaban en Cordoba. I'ARTK I, CAP. XIV. POET AS Y ESCRIT. DEL S1GLO IX AL XII. 247 Sti//a manu, quamvi* pravis blanditur ocelli*, Cum mcllis calico, inversa vice, dando \enenum, Siroitim modulis rapfcn*, cap/en* cor, etc. Obs6rvese de paso la especial y complicadisima disposicion de las rimas. La Razon prosigue dando al autor saludables avisos; mas despertandose de repente la Came y con el la la Lujuria, la Avaricia, la G ula y los demas vicios que perviertcn la humanidad, procuran veneer en cruda contienda a las virtudes, apareciendo como arbitra la misma Razon, que sin abandonar un punto a Pe- dro, le alienta y conforta, inclinandole a la contemplacion de las cosas celestiales. La descripcion de los goces del paraiso, en que se recuerdan algunos felices rasgosde Draconcio *,y la pintura de la beatitud de los santos, las alabanzas de Dios y de su Madre y la explicacion de los principales misterios del cristianisrao , oeu- pan no pequena parte de la obra en que, tratando la Razon las mas arduas cuestiones filosdficas y teo!6gicas, tales como las del libre albedrio, la santidad, el pecado original, la concepcion de la Vir- gen Maria y la union hipostatica, produce y labra entera con- viccion en el animo del hombre, que desligado asi del amor ter- reno, s61o cura ya de la felicidad eterna. For esta breve exposicion del argumento se comprendera como Pedro Compostelano justified el titulo de su obra y hasta qu6 punto imito el tratado de San Isidore, que dejamos oportunamen- teanalizado 2 . Los medios empleados en el De Consolatiune Ralio- nis, sou no obstante mas amplios, hacieiidose gala de una erudi- i Para prueba de csta observacion, nolarcmos que despues dc dar a cono- cer la purcza del paraiso, asegurando que: Pioii Vrnus iucedit, uon uieuibra libidiue uotu Luxuriaiitur; ei inunda indnrut dulmlinc (oto, afiudc: Non ilii termrum niolus, uon imbcr l>nndat. Srtl requies prrln 1.1 dies, pax vera redunJal. Eslibi tpleudor, rd uon m,,ivrialis, .v <1 lux et lumen, Urus ot lux spiriln- . .Nnii lux ista capil occasuin, urliula im//a Nrscil, el rdy|itit vettigia n in lime! iitla. (Vol. 4!) v.) 248 HI5TOIUA ClUllCA DE LA .LITERATURA ESPAfiOLA. cion que presupone largos estudios y aspirandose igualmente al lauro de te6logo, fi!6sofo y poeta. Al considerarle bajo este ultimo punto de vista, observa el unico eseritor que ha examinado antes de ahora tan singular monumento, no dado todavia a la estampa, que era digno de lastima el que apareciesen envueltos los versos, que exornan ambos libros, en el pueril y embarazoso ge"nero de rimas que dejamos subrayadas; pero sobre ser estas un or- nato caracteristico de la poesia latina en la e"poca en que escribe Pedro Compostelano, senalan el desarrollo que habia tenido el ar- te me"trica en manos de los eruditos, y por aumentar notable- mente las dificultades de la expresion, hacen mas estimables los aciertos de su musa. Entre otros muchos pasajes que pudieran citarse, creemos suficiente para ilustracion de estos asertos,el en que explica la concepcion de la Yirgen. Dice asi: Ut proprior solis radiis lux vitra subintra/, Sic \iterum Rector Superm mox Virginis intra/; Ut dominus clausis foribus loca discipulorwm Ingredt/wr, sic Rex orilur de Matre bonorum. Ut rubus ardens, non tamen urilur igne, Sic igitur Christus oritur de Virgine digne . Area Dei similis fit ei, dum manna tenebat, Et tabulas pro lege datas, virgamque krebat: Virgo parens, sed peste carens, fit filia tandem; Sic Deitas, sed \evitas habitavit eamdem. Debe por ultimo notarse que en esta manera de libro 6 poema didascalico, consagrado principalmente al esclarecimiento del dogma caWlico, se hace frecuente uso de los nombres mitoltigi- cos, no sin que se mencionen y celebren las doctrinas de los fil6- sofos de la antiguedad, cuyas obras eran tenidas en grande es- tima por los cristianos *. Prueba es esta clara y terminante i Tal succdc con las de Aristotclcs: las alusiones mitologicas sc hallan dcsde los primeros versos. Asi principia el primer libro: Cum vitio nupcr proprio caro victa ptrarct Iralnm, nee mcnle ralum, cor ad ima inororf. Et leTi/a.f in nientc siVoi excedere melas .\'. !.-rri n:c reincret r'prrlitndcrp atia>. PARTE I, CAP. XIV. POETAS Y ESCKIT. DEL SIGLO IX Al, XII. 249 dc cuanto llevamos aflrmado respccto de la tradition clasica, quo lejos do extinguirse, como generalmente se ha creido, iba dejan- do en todos los monumentos de aquellos siglos sus luminosas hue- Has. Pero segun lo hemos repetido tantas veces, todos estos ele- raentos aparecen siempre dominados por la idea fundamental, que venia sirviendo de base al arte cristiano desde la 6poca de Yuvenco y de Prudencio: como en los templos erigidos por la fe" , se ilustran acaso las portadas, frisos y capiteles con los despojos de la arquitectura del antiguo mundo, sin que puedan dominar ni alterar siquiera la armonia del conjunto, asi en las producciones literarias sirve de lazo y trabazon a las reliquias del grande arte hom6rico, salvadas en medio de tantos trastornos, el gran pensa- miento religioso que sobresale y campea sobre todos los elementos de vida abrigados por la nacion espanola. Que esta herencia era natural y legitima, basta solo para comprobarlo la historia de las literaturas meridionales, que trayendo como la nuestra, sus prin- cipales origenes de la gran fuente de la antiguedad, revelan en todos sus monumentos el mismo sello y caracter, que se vincu- lan en las obras de los doctos hasta consumarse en los siglos ve- nideros la memorable reaction, conocida en los fastos de artes y letras con el titulo del Renacimiento. Mas al decidirse esta inclinacion de los estudios (ya lo hemos dicho), operabase el primer divorcio entre la literatura latino- eclesiastica y las vulgares; y mientras la primera, que unicamen- te podia ya vivir con el recuerdo de lo pasado, iba poco a poco perdiendo su importancia en el desenvolvimiento de nuestra cul- tura ', cobraban las segundas mayor vitalidad y fuerza, encami- Et Venerii procul a Soperis rubrica tumu/ru/n Inferret, iiec abhorreret mens turpia mullum, etc. Citaprincipalmcnte en los versos a Marie, Saturno, Neptuno, Vulcano, etc. \ No sea esto docir que decayesen rcpentinamente los estudios eruditos: de esta cpoca en adelante se encuentran algunos pocmas latinos, no solamen- te didacticos, sino tambien historicos. Entre los primeros pueden citarse los proemios de la Coleccion de Cdnones guardada en la Santa Iglesia dc Urgcl, publicados por Villanueva (Viaj. Liter., tomo XI, pag. 248 y siguicntes), no siendo mcnos notable el Poemade Benevivere, en que se cclcbra la fundacion do cstc monasterio por don Diego Martinez do Villamayor, obradcbida a Pas- 250 HISTORIA CRtTICA DE LA LITER ATURA ESPANOLA. nandoso, aunque por distinto cauce, a fecundar las dilatadas co- marcas, donde arraiga y florece el arbol corpulento y frondoso, a cuya sombra majestuosa debian cobijarse el rey Conquistador y el rey Sabio, Ausias March y Juan de Mena, Lope de Vega y Cervantes. Varia, complicada y no facil de trazar, pero interesan- te por extreme es la historia de las diferentes edades y de las trasformaciones sucesivas, que en ellas experimenta la literatura nacional, destinada por la Providencia a enriquecerse con el abun- doso y multiple tributo de otras literaturas desde el momento en que, dotada de vida propia, aspira a representar digna y genui- namente todos los intereses y todas las aspiraciones de la civiliza- tion espanola, Dispongamonos pues a emprender, echado ya el cimiento al indestructible edificiodenuestracultura, y reconocidos casio, primer abad dedicha casa. Guardase este raro monumento en la Real Academia de la Historia entre otros codices, traidos de Bcnevivere; y carcce de principio, tratandose en el cuerpo del poema de las virtudes de don Diego, su valia, su poder, y su piedad; y narrandose la fundacion,dotacion, cleccion de abad, y confirraacion apostolica, amonestase por ultimo a seguir honesta y santa vida, dandose noticia de la cristiana muertede don Diego, de la adop- cion que hace Alfonso VIII del monasterio y de la visita, con quele honra y favorece. Termina asi: Permtneaut sancli, qoi loca sancta coliint, Quain meruit territ Uidaco sit gloria cells; Cum Xpo. viv.it, cui j>ia vita fuit Explicit. Tambien mcrece especial rccuerdo la Relation de los desonlenes y homici- dios perpetrados en cl monasterio de Serrateix en 1251 , inscrta por Villanucva en el tomo VIII de su Viaje, pag. 274, ap. XXIX. Es notable qucmicntras en el Poema de Denevivere apenas se hace uso de las rimas, se cmpleen en csle los versos llamadosleoninos, tales comocnla mayor partede las poesias del si- glo XII se encuentran. Pero estas obras no salian ya del circulo de los dodos (clerigos), siendo muy cscasa su influcncia en el movimiento general dc las letras, si bicn no dcja dc reflejarse.como en su lugar nolarcmos, en las poesias popularcs. Oportunojuzgamos manifestar flnalmcntc que los poetas crudilos cultivaron por cstos ticmpos cierto genero dc poesia salirica, la cual hubo do conlribuir enalgun modo al dcsarrollo de los cantares y diclados dcescarnin, y dc los rimos de dethonra, de que en siglos posteriorcs hacen mencion his cronicas y aun los nionuinealos poeticos. Vease con cstc proposilo la Ilus- Iracion I. a , num XXV de sus documcntos litcrarios. PARTE I, CAP. XIV. POKTAS Y ESCRIT. DEL S1GLO IX AL XII. 251 en el largo trascurso de doce siglos los caract6res fundamentales del ingenio ibero, tan grata como dificil tarea. Mas s&mos antes permitido abrazar de una sola mirada el extenso cuadro que de- jamos bosquejado, a fin de obtener por completo el legitimo fruto de nuestras largas vigilias, probando asi con cuanta razon, obe- deciendo al pensamiento trascendental de reconocer bajo todas sus fases al ingenio espanol, uno, integro e" ide"ntico desde que da las primeras senales de existencia hasta nuestros dias, hemos as- pirado a bosquejar toda sn historia, para corresponder dignamen- te a las exigencias de la filosofia y de la critica. CAPITULO XV. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA MANIFESTACION LATINA. APARICION DE LA LITERATURE VULGAR. Rdpida djeada sobre la literatura hispano-latina. Principalcs caracle>es del ingenio espanol en todas sus edades. Aparicion del elemento hebrai- cooriental. Su introduccion en la elocuencia y poesia cristiana. Refle- jase en la hispano-latina. Varia suerte de las letras despues de la inva- sion sarracena. Contribuyen algunos varones respelables a su restau- racion en Italia y Francia. Acuden a nuestras antiguas escuelas doc- tos extranjeros. Efectos de este comercio literario. Restablecimiento de las disciplinas clericales y de la nocion aristotelica. Antagonismo en- tre la civilizacion y poesia ardbiga y la espanola. Desarrollo de la poesia latino-eclesiastica en todas sus fases. Aspiran las hablas vulgares al do- minio de la poesia popular. Reducese el latin d la categoria de lengua muerta. Espontaneidad de los cantos populares. Errores de los criticos sobrc este punto. Influenciaarabiga e induenciafranco-provenzal: verda- dera epoca en quo una y otra pueden insinuarse. Progresos de las poesias populares hasta ser escritas. Su divorcio con la latino-eclesiastica. Su propension d representar nuestra nacionalidad literaria. Unidad del inge- nio espanol en sus difercntes manifestaciones. Ljlevaraos recorrido el dilatado espacio do docc siglos, periodo en quo hemos visto consumarse las mas grandes revohtcioncs poli- ticas y sociales, percibiendo en medio do tan memo-rabies trastor- nos los ppregrinos ecos de la musa espanola, quo ya lamcnta la 23 1 HISTOIUA CHtTICA DE LA L1TERATURA ESI'ASOLA. p6rdida de la libertad y ruina del mundo antiguo, ya solemnizael triunfo del cristianismo, santificando el valor y la sublime entere- za de los mar tires; ora defiende la integridad y pureza del dog-ma contra los embates de la herejia; ora limpia y purifica de todo contagio de gentilidad las costumbres publicas y privadas, exal- tando el entusiasmo religioso bajo las btivedas del templo; y ora en fin reanima y fortifica el espiritu de independencia, fundiendo en uno los dos grandes sentimientos que Servian de base a la regeneracion total de la nacion espanola. Abrazando ese largo y dificil periodo la historia de una sola lengua escrita, comprende, sin embargo, la de dos diferentes literaturas. La literatura genti- lica (clasica) y la literatura cristiana (romantica) tienen por uni- co medio de expresion en el suelo de la Peninsula Iberica la len- gua del Lacio, que perdiendo sucesivamente su magnificencia y esplendor en medio de la oscuridad de los siglos, no puede ya sostener su imperio sobre la muchedumbre, reducida al cabo al dominio de la Iglesia y siendo exclusivo patrimonio de los doctos. Este momento solemne, en que, amasados con sus ricos despojos, aparecen los idiomas vulgares para disputar a la lengua latina su antigua supremacia, interpretando con mayor ingenuidad los re- gocijos y dolores, los deseos y esperanzas de grandes y peque- nos *, es indudablemente de suma importancia en la historia dd arte moderno, porque dandonos el primer testimonio de su exis- lencia, nos advierte al par que ha dejado de ser popular el ha- bla de Ciceron y de Virgilio, para merecer el significativo titulo de lengua muerta. Mas si domina, mientras vive, en ambas literaturas, merced a la omnipotencia de la Republica y del. Imperio romano y a las venerandas tradiciones del cristianismo, no se olvide que la his- toria de la literatura latina, propiamente hablando, no fue", ni [ivido ser completa en las Espanas, bien que no por esto hubieron de aparecer menos scnsibles las consccuencias que en ellas pro- 1 Veanse las Iluxtraciones (num. II), dondc, sogun dcjumos advertido, procuiMinos dar loda la extension quo realmenlc exige, a la invcstigacion do los origcnes y formacion dc las Icnguas romances, cuya apuricion historicu li'-tuos rcconucido ya en los capitulos prccodcnlcs. PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBHE LA MAMK. LAI. 255 dujo. Cuando, vcncidos en dcsastrosa y porfiada lucha los anti- ques moradores de Iberia, logro atarlos a su coyunda de hierro el Senado de Roma, largo era el trecho andado por aquella lite- ratura, que al enriquecerse con los envidiados lesoros del Atica, perdia no pequena parte de su native vigor 6 independencia. Nin- guna muestra de su lozania y frescura habian dado hasta enton- ces los ingenios espanoles en el cultivo de las letras latinas: opri- midos, ahogados bajo el peso de una dominacion militar, cuyos mis celebrados y virtuosos caudillos hacian alarde de crueldad sin egemplo *, falUMes animo para protestar siquiera contra las violencias que los aniquilaban; y enojados profundamente contra el nombre romano, negaronse a modular, asi sus himnos de vic- toria como sus cantos de dolor, en aquella lengua que les impo- nia, con la dureza de las armas, la politica del Senado. Reparadas mi tanto por la mano de los Ce'sares las graves ofensas que exa- cerbaban su espiritu, halagados por los dones de la paz (ya lo hemos visto en lugar oportuno), brotaron por todas paries cultiva- dores de la poesia y de la elocuencia, y a los toscos y desalinados poetas de Metelo, ludibrio de la culta Roma, vinieron a reempla- zar en breve generosos cantores, cuyas sublimes y desusadas ar- monias atraen sobre Espana, si no el respeto, la estimacion al menos de la Senora de las gentes. Pero al verificarse este cambio, importantisimo como trascen- dental en la historia de la civilizacion espanola, no solamente ha- bia perdido el arte romano la viril energia de sus primitivos him- nos guerreros, no solaraeute se habia confesado mcro imitador dc las letras helenicas, sino que decaida ya la tribuna, con la destruc- cion de la Republica, y abandonada la poesia en brazos de la sa- tira con la corrupcion de las costumbres, estaba ya herido de muerte *. S61o alcanzaron pues los ingenios espanoles a lamentar 1 Uecuerdese cuanlu sobrc estc punto dijimos en el cap. I, y con cspe- rialitlad dcsdc la pag. 13 en adelante. 2 Mr. W. F. Hegel, coincidicndo en eslas ideas, dice: E1 arte olasico tcrmina con la satira: no pudiendo ya dominar la idea, la combatc... La v>satira es la forma de transicion, con que du fin el arte latino (('.urmi de EslliMica, tomo II). 5aC HISTOR1A CIltTICA DE LA UTERATUUA ESPAJ50LA. la postracion moral y politica del pueblo, cuya grandeza los ad- miraba, dolie"ndose de la esclavitud de aquella literatura, cuyas bellezas saboreaban tal vez demasiado tarde: oradores, aspiraron a dar nueva vida a la tribunal poetas, pensaron restituir su an- tiguo vigor al sentimiento de la libertad, enervado por los deleites y embotado por los crimenes *: historiadores, procuraron desper- tar, con las severas y magnificas tradiciones de la Republica, el amortiguado patriotismo: preceptistas, acudieron a conjurar la ruina del arte, que flel reflejo de la sociedad, se precipitaba, como ella, en insondable abismo: fil6sofos, contemplaron, vacilantes entre los caducos sistemas que aceptan y reprueban al par, la horrible ansiedad que devoraba al antiguo mundo, y aspiraron, mas generosos que discretos, a concertarlos y hermanarlos, pre- sintiendo acaso la universal trasformacion que habia comenzado a realizar la doctrina del Crucificado. No otro parecia ser el empeno contraido por los ingenios es- panoles desde el punto en que Porcio Latron abre en Roma su celebrada escuela de retorica, siendo aclamado cual digno maes- tro de la juventud dorada, hasta que dadas ya a luz por Quinti- liano sus aplaudidas Instituciones, ejerce el magisterio en la mis- ma capital Antonio Juliano. Mas asi como al arrimar el hombro para sosteuer el vacilante ediiicio de la literatura greco-latina, novieron que, apoyandose principalmente en el sentimiento de su propia nacionalidad, solo podian contribuir a su mas pronto fra- caso, tampoco advirtieron que desplomado ya, no habia fuerzas humanas para restituirle su antigua majestad y su pristina belle- za. Dirties sin embargo la misma independencia de su caracter alta significacion en la historia de aquella literatura, que falta de fuer- zas para defender sus conquistas, y combatida al propio tiempo por incontrastables elementos, cedi6 al impulso de su fogosidad, olvidada al cstruendo de los aplausos, con que saludaba la capital del mundo los nornbres de Porcio Latron y Marco Anneo, Lucio Anneo y Lucano, la gloria de Ciceron y de Yirgilio. De exiguo valor serian para nosotros scmejantes hechos, si al examinar las obras de tan renombrados ingenios, s61o bellezas 1 Terujusc prcscntc la causa del suplicio dc Seneca y dc Lucano. lARTE I, CAP. XV. CONSIU. GEN. SOBRE LA MAMF. LAT. 2!>7 hubie"ramos encontrado en ellas, dejandonos llevar de la corriente de los que canonizan sus extravios para sacarlos limpios de toda culpa en la decadencia de las letras latinas i . Esta manera de juz- gar podia unicamente producir lamentables contradicciones, re- uunciando a los medios de expliear la indole propia de aquella elocuencia y de aquella poesia, destinadas a trasmitir & las gene- raciones faturas sus peregrines ecos, por entre las grandes revo- luciones y trastornos que estaban amenazando la existencia del an- tiguo mundo, fin principalisimo de nuestras vigilias. Porque ni la aspereza y arrebatada facundia de Porcio Latron, ni la fogosa osa- dia 6 hiperb61ica exuberancia de Lucio Anneo S6neca, ni la pin- toresca y encendida grandilocuencia de Lucano eran en ellos pren- das absolutamente personales, dando por el contrario inequivoco testimonio de la energica nacionalidad espanola, que s61o habia podido manifestar de esta forma su vitalidad y su fuerza en el gran concurso de los pueblos, sujetos por Roma al carro de sus triunfos. Aquellas cualidades intrinsecas, connaturales 6 inherentes a la vida de la musa ibe*rica; aquellas dotes especiales que apare- cen a la contemplacion de la critica, independientes de toda in- fluencia momentanea; en una palabra, cuanto constituye y da fi- sonomia a la originalidad oratoria y po6tiea de los ingenios cor- dobeses, al ser comparados con los aragoneses y aun con los se- villanos, digno era por cierto de madura consideration, pues que, revelando aquella manera de orientalismo, que habia echado rai- ces en el suelo de la Be"tica 2 , y sobreviviendo a las trasforma- ciones de la sociedad, debia reproducirse, despues de muchos si- glos, con igual energia, tanto en los can tores latinos del cristia- nismo como en los poetas castellanos, constituyendo asi la unidad 1 Tal succde principalmente con los cruditos Mohedanos y con cl dili- gente abate Lampillas; pcro ni la acriraonia de Tiraboschi, a quicn cl ultimo impugna, ni la insistencia de Mr. Nisard, que sigue, aunquc bajo distinto aspecto al historiador italiano, ban podido apartarnos dc la imparcialidad que nos sirve de norte: quien todo lo niega (dice el proverbio), todo lo concede, dcspojandosc aderaas de los medios de hallar la verdad, a que debc aspirar toda critica ilustrada y fllosofica. 2 Veanse el cap. I, pag. 8,y el cap. Ill, pag. 121 del anterior volumen. TOMO II. 17 258 HISTORIC CRlTlCA DE LA L1TERA1URA ESPAflOLA. interna del arte espanol, amplisiraa 6 indestructible base de la na- cionalidad literaria de la Peninsula Ib6rica. Prueba y justifica la exactitud y oportunidad de estas observa- ciones, el breve paralelo que en su lugar hicimos, de las princi- pales dotes que resplandecen en tan senalados escritores con las que brillan en el c6lebre Juan de Mena, preciado ornato de la erudita c6rte de don Juan II, y en el esclarecido don Luis de Gtingora, padre de la escuela culterana *; paralelo que tendre- mos tambien ocasion de establecer respecto de otros ingenios en el proceso de la historia, y que ban podido hacer con ppco es- fuerzo los lectores, al reconocer la indole y genial fisonomia de los escritores cristianos del Califato. Y es lo notable que no s61o respecto de los ingenios que nacen en el suelo de C6rdoba, llama- dos a ejercer cierta influencia revolucionaria en la historia de la elocueucia y de la poesia espanola, existe esa prodigiosa seme- jauza, cualesquiera que sean el tiempo y las circunstancias que los separen : la comparacion establecida entre Marcial y Lupercio Leonardo de Argensola, Coluraela y Rioja, Silio Italico y Pedro de Quir6s, presentando a estos cultivadores de la poesia latina y castellana cual celosos partidarios de las tradiciones artisticas, y devotos imitadores de la belleza de las formas clasicas, enseiia de una raanera clara y distinta que no alcanzan los cambios religio- sos, sociales y politicos a borrar los rasgos peculiares que ani- raan encada coraarca de las Espanas al ingenio espauol, cuyas di- ferentes cualidades constituyen en raaravilloso conjunto el gran caracter de nuestra literatura 2 . Estos lazos secretos, que dan a su historia un fondo de admi- rable unidad, en medio de la variedad extraordinaria de elemen- tos que van sucesivamente acaudalandola, no se rompen ni debi- litan, al dejar de ser la lengua latina inte"rprete del arte gentili- co, para sorvir d)} instrumento a la nueva elocuencia y poesia, que iban a recibir el nombre de cristianas. Predicada la doctrina cat6lica en el idioma hablado de uno a otro confm del Imperio, debia ser este el medio mas adecuado de que se valicran los Pa- < Cap. Ill, pag. 140 y siguicntes. V. cl cap. IX de lalll. a Parto. 2 Cap. IV, pag. 102 y siguientes. PAKTE I, CAP. XV. CONS1D. GEN. SOBRE LA MANIF. LAT. 239 dres de Occidente para defensa de la misma doctrina, al empren- derse aquella lucha gigantesca entre el politeismo y la sublime ensenanza del Crucificado; lucha que exaltando la fe" de los con- fesores y los martires, no solamente levanta la elocuencia a las desconocidas regiones, adonde jamas habia llevado su vuelo, sino que en el dia del triunfo produce tambien los primeros cantos de la musa sagrada. Hallo esta legitimada la Icngua de Iloracio, y consagrtila tambien en cien y cien himnos, que reflejando viva y poderosaraente el amor y la esperanza del mundo cristiano, se revistieron de las formas artisticas creadas por la gentilidad, bien que purificandolas de la repugnante groseria y torpeza con que las habia manchado el monstruo del sensualismo ' . Cupo entonces a los ingenios de Iberia la gloria de ser los pri- raeros a tomar parte en el nuevo y maravilloso concierto, levanta- do en todos los angulosde latierra, para solemnizar la gran victo- ria del Evangelio; y alrespetuoso y grave acento de C. Vecio Aqui- lino siguie"ronse en breve los apasionados cantos de Aurelio Pru- dencio, que ya ensalzando la virtud de los martires, ya pintando las luchas interiores del alma, venian a demostrar que no se habia apagado la luz que ilumina los simpaticos versos de Marco Vale- rio, cuando, lejano de las liviandades de los hombres, hablan en sus labios la verdad y la fllosofia 2 . Inflamada mas tarde la elo- cuencia de Orosio por las calurnnias del paganismo, y exaltada la musa de Draconcio por la crueldad de los barbaros y la pertinacia de la hcrejia, mientras son acusados por los rettiricos modernos de afectada hinchazon y oscuridad, dandoles el mote de africa- nos y revelaban en sus Hislorias y en sus Poemas que habian so- brevivido a la gran catastrofe del mundo gentilico el genio im- petuoso y la rica imaginacion de los S6necas y de los Floros 3 . Mas esta ardiente cuauto generosa inclinacion do los ingenios espafioles a lo grande y lo maravilloso, debia aparecer en los cul- tivadorcs del arte cristiano, nuevamente excitada por un elemen- \ Hecoidamos at^iii el laslimoso cuadro quo en cl cap. V bosqucjnmos, valieiuloiios para cllo dc las dcclaraciones dc los Padres. 2 Veasc el cap. Ill, cilado arriba. 3 Cap. VI, pag. 26* y siguientes. 260 HISTOKIA CKlTICA DK LA L1TEHATUIU ESPAflOLA. to, de todo punto dcsconocido de los poetas y oradores de la gen- tilidad, quo alegando legitimos titulos a la estimacion de doctos e" ignorantes, estaba llamado & ejercer no escasa influencia en el desarrollo de las modernas literaturas ' . Tal era el elemento he- braico-oriental, traido al seno de las naciones occiden tales por los ap6stoles del cristianismo. Iniciado ya en la elocuencia sagrada desde el primer instante de la predicacion evangelica, habiase ge- neralizado con el asiduo estudio y contemplacion de las Santas Escrituras; y penetrando al cabo en el terreno de la poesia, lle- gaba a imprimir deterrainado caracter a los himnos religiosos. Un pontifice y poeta espanol del siglo IV, a quien debi6 la Iglesia senalados servicios, fue" el primero, segun en su lugar adverti- mos, que introduciendo en la liturgia el canto de los salmos, abri6 de lleno las puertas de la literatura latino-eclesiastica a las inspi- raciones orientates, dando egemplo en sus numerosas poesias, inauguradas con una oda en alabanza de David [in laudem Da- w'dis], de aquel linaje de imitacion, que debia refrescar y aun dar nueva vida & los caducos elementos del arte gentilico. Recibida pues esta legitima y saludable influencia por el cantor de la Vir- (jinidad 2 , por el virtuoso San Damaso, cundia naturalmente a todos los escritores cristianos, que contemplando en el Nuevo y Viejo Testamento las verdaderas fuentes de la elocuencia y de la poesia sagrada, acudieron a ellas para beber la luz que ambicio- naban. Este nuevo faro, que brilla de lejos a los ojos de Yuven- co, cuya musa procura empapar sus alas en las corrientes del Jor- dan 3 , resplandece con mayor fuerza & vista de Aurelio Clemente, ilurnina las pat6ticas pinturas de Draconcio, y anima por ultimo la vigorosa frase de Orosio, infundiendo nueva fuerza a la pere- grina llama del orientalismo, que habia brillado en las regiones 1 Cap. IX, juicio sobre las obras de San Julian, pag. 404. 2 Este pocma dc San Damaso no se lialla cntrc sus obras: cilalo San Gc- ronimo en el num. XII de su Epistola ad Eustochium (que cs la XXll. a dc la cdicion dc Verona), rccomcndando encarecidamente su leclura. ....I'nro mrntetn riget anine aanentii Diilcii lordnnis, ut Christo digita loquamur. (In praefatione Hist. Chrisli, vs. 34 y 3b.) PAJITE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MAMF. LAT. 26! de la B6tica desde la mas remota antigiiedad, 6 iluminado, cual v& oportunamente advert ido, el genio de los S6necas y Lucanos. Pero si sorprendemos ya en las obras de estos cultivadores do las letras cristianas, al lado de aquellas dotes caracteristicas del ingenio espanol, esos decisivos rasgos del genio oriental, quo fe- cundan 6 imprimen ' nuevo sello a las formas exteriores del arto gentllico, mas sensible se muestra aun este interesantfsimo mari- daje, al fijar la vista en las producciones del episcopado hispano- visigodo. S61o el estudio de las Sagradas Escrituras habia po- dido sostener en su mayor pureza el dogma cat61ico contra los combates y persecuciones del arrianismo; y s61o en el estudio del Evangelic y de la Biblia hal!6 la elocuencia las armas de fino tem- ple que habia menester para alcanzar la gran victoria, solemni- zada en el tercer concilio Toledano. Preparada esta por los nobles esfuerzos de Justo Urgelitano, Apringio Pacense y tantos otros como en tan memorable lid defendieron la integridad de la creen- cia *, adquiria el elemento biblico entera supremacia en la lite- ratura hispano-eclesiastica, que reanimada al par con los estudios griegos, traidos al centre de la Peninsula por la autoridad y egemplo del gran Leandro, aparece a los ojos de la critica en cierta manera de renacimiento. Hermanados, fundidos por la re- ligion el genio espanol y el genio hebraico oriental, asociaronse estrechamente la hipe"rbole de David y la hipe"rbole de Lucauo, y comunicaron a la entonacion poe"tica y oratoria especial fisono- mia, que a pesar del decidido empeno del grande Isidoro, para restablecer la nocion pura del arte y de la ciencia del antiguo nmndo, no solamente llego a reflejarse en Sus propias obras, sino que trascendi6 con extraordinaria fuerza a las de sus discipulos 2 . 1 Cap. VII, pag. 304 y siguicnlcs. 2 Sobrc todas las obras de San Isidoro que por cl proposito didactico que las guia, tienen mas exactitud que gala de lenguajc, rcsalta el libro titulado Synonima, cuyo argumcnto y cuyo merito reconocimos oportunamcnlc (ca- pitulo X). Escrito con cierto intento oratorio, parecio esle servir, como antes notamos, de modclo al libro de Virginitale, debido a San Ildcfonso, cnya vphcmencia y cxtraordinario arrebato estan revelando la influcncia biblica, a que en cste lugar nos refcrimos. Ya sabcn los lectores que San ildcfonso dio, como su maestro, cl litulo De Synonimtx a cslo peregrine tiatado. 2C2 HISTOR1A CRITIC A DE LA LITER ATURA ESPAffoLA. No otros son en verdad los fundamentos do la elocuencia de Ilde- fonso, Julian y Yalerio, cuya fogosa imaginacion se derrama en frecuentes antftesis, osadas metaforas y exagerados y aim violen- tos similes, excediendo los limites de la pasion y del sentimiento, y ostenlando, especialmente los dos primeros, exuberancia tal de voces y conceptos, que no sin alguna razon han merecido la nola de verbosos, hinchados y declamatorios * . No alcanza la posteridad a comprender c6mo se manifestti en las poesias de estos ilustres varones la doble huella del genio es- panol y del arte oriental, pues que sus versos no han llegado desgraciadamente a miestros dias, segun en su lugar propio ad- vertimos: los de Eugenio III, asi como los numerosos himnos can- tados por Iglesia y pueblo desde Narbona a Cadiz y desde Finis- terre a Barcelona 2 , ensenan sin embargo a conocer c6mo amal- gamados perfectamente aquellos imporlantisimos elementos bajo las formas exteriores de la poesia greco-latina, constituyen el fondo principal de su caracter, y c6mo solemnizando todos los actos de la vida publica y llorando todas las calamidades de la grey cattilica, prometian trasmitirse a las edades futuras con nue- vo y mas popular desarrollo. En esta manera se iba consolidando el arte cristiano-latino, euya esfera de actividad se ensanchaba notablemente, merced a los fecundos esfuerzos del doctor de las Espanas, cuando extra- viado tan generoso impulso por la escandalosa corrupcion de la monarquia visigoda, vino la invasion mahometana a paralizarlo un punto, bien que recobrara muy en breve sus antiguos senderos. No se intemimpiti en efecto, ni pudo interrumpirse la tradicion biblica de los estudios, como no se borraron tampoco los recuer- dos del arte greco-latino, atesoradas las sublimes ensenanzas de las Sagradas Escrituras, y consignados los canones de Horacio y Quintiliano en cl gran libro de las Etimologias. Quebranttise la unidad de aquella literatura, asi como fue despedazado el territo- rio; pero los dolorosos ecos de Isidore Pacense, de Etherio y de 1 Cap. IX, pag. 306 y siguicntes. 2 Veasc la disposition, que sobrc la unidad del canto religioso y do los himnos dido cl IV concilio do Toledo, en las llustracionet del totno I. I'ARTE I, CAP. XV. CONSID. (;E>. SOBRE LA MAMF. LAT. 203 IJeato, mostraron en medio do la conturbacion quo el peso do la gran catastrofe de'Guadaletc no habia sido bastantc a sofocar el sentiraicnto patri6tico, ni el sentimiento religiose, brillando mas tarde con toda pureza en la arrebatada elocuencia do Esperaindeo, Eulogio y Paulo Alvaro, padres y maestros de aquellas escuelas cristianas *, cuya evang6Lica sencillez conlrastaba por extreme con la pompa mundanal de las escuelas del Califato. Digno es por cierto de toda consideracion y estudio: el arle cristiano-latino, nacido para difundir, exaltar y defender la doc- trina evang^lica, personificaudo, digamoslo asi, la gran revolucion moral operada en el mundo, sostenia en el suelo de Cordoba a mediados del siglo IX la mas porfiada lucha para sacar limpia de toda mancilla su autigua independencia, apoyandose al par en el elemento hebraico y en el elemento greco-romano, y presentando en sus cultivadores las mismas cualidades intrinsecas que ha- bian resplandecido en los Latrones y los Se"necas. Y para que resaltara mas aquella semejanza, el pate"tico y varonil acento dc los discipulos de Esperaindeo parecia anunciar el total aniquila- miento de las letras mozdrabes, asi como los cantos de Lucio Anneo y de Lucano mostraron al mundo que la gran literatura del siglo de Augusto se precipitaba en espantosa decadencia 2 . Lenta y dificilmente se reponian las letras entre los cristianos independientos, entregados al ejercicio de la guerra, necesidad \ Como tuvimos ocasion de indicar en cl cap. Xll (pag. 78 y siguientes), cxistian ostas escuelas en las basilicas y monasteries, ya dentro de la ciudad tic Cordoba, ya en sus alrededores. Las mas celcbradas fucron las dc San Ci- priano, San Acisclo, San Zoilo y los santos Fausto, Yanuario y Marcial, re- pctidamcnte citadas por San Eulogio, Alvaro y Lcovigildo (Memor. Sand., lib. II, caps. I, V, VIII, IX y XII; Vita B. Martyr., Eulog., num. II; De lla- Iritu ctericorum, Espafia Sagrada, tomo XI, pag. 522). No mcrccieron menor aplauso los monasteries Tabancnsc, Culeclarense y Penamclariense, dondc no solo florecieron doctos varoncs (Memor. Sand., saepe), sino que brillaron tambien en el cullivo dc las sagradas cscrituras insigncs virgencs, talcs co- mo Aurea y Columba, Digna y Pomposa, siguicndo cl noble egcmplo do Florentina. Sus nombres, gloria de las escuelas que inmortalizan Espcrain- doo, Alvaro y Eulogio, iluslraron taml)ien los anales dol marliriu (Yeasc la i iota 1 do la pag. 92). 2 Cap. XII, pag. 110 y siguienlcs 264 H1STORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. suprema del Estado: mas ni seextingui6 en la muchedumbre el ar- dor poe'tico que hemos reconocido, al bosquejar la historia del arte latino-popular bajo el imperio visigodo f , ni se olvidaron tampoco los eruditos de las ensenanzas de las pasadas edades. Exaltadala priraera por las hazaiias de sus caudillos, las celebr6 en sus hira- nos guerreros, a la antigua usanza de espanoles y visigodos, so- lemnizandolas al par con aquella manera de danza btlica, a que habia dado Isidoro el nombre de chorea 2 : forzados los segundos a conservar la tradicion de las letras latino-eclesiasticas, reanu- daban los estudios histtfricos bajo los auspicios de los principes, aspirando a restablecer el decaido influjo de las nociones clasicas conservadas en el memorable libro de los Origenes. Pero es lo notable que al propio tiempo que aparecian fuerte- mente eslabonados en el suelo de la Peninsula Ib6rica los elemen- tos de cultura, a tanta costa allegados, contribuian nuestros in- genios a cimentar del lado alia de los Pirineos el cultivo de las disciplinas liberates, no sin mostrar que alentaba todavia en ellos la musa de los Prudencios y Draconcios. Ni puede causarnos ma- \ Cap. X, pag. 447 y siguientes. 2 El docto obispo de Scvilla observaba, cstableciendo la diferencia que existe cntre el coro y la chorea: Chorus est multitude in sacriscollectus, dic- tus chorus quod initio in modum coronae circa aras slarcnt et ila psallcrent... Nam chorea ludricum canlilenae, vel saltationes clasium sunt (Ethymol. , lib. VI. cap. XVIII, de Officiis). Digno cs de consignarsc que esta manera de ftaltaciones guardan estrecha analogia con la renombrada danza prima de los asturianos, cuyo'on'gen sc remonta, en sentir de respetables anticuarios, a las mas remotas cdadcs. Acompanada del canto, que interrumpe a menudo el grito tan perogrino como caracten'stico del Ijujii, prolongado hastaperder- sc en los ecos de la monlafia, rcvela sin duda en su pausado y sencillo con- trapds grande antigucdad y cierto aire belico; siendo reputada como el habi- tual cnsayo de una falange indestructible, muy conforme con la manera de pclear dc los pueblos primitivos. Este sello especial ha dado ocasion a que se busquc su origen en la antigucdad cellica, dc que hemos reconocido en Asturias notables monumentos; pero si no es posible llegar a una dcmostra- cion historica en csle punto, reducido el procedimiento dc la danza prima d formar los hombrcs un circulo, cogiendo en la mano diestra su propia p6rtiga 6 garrote, y asicndo con la siniestra el del compafiero, y ejecutando asi bai- Ic y canto, es evidente que guarda intima relacion con la chorea, descrita por Snn Isidoro, si ya no es cntcramente la misma. PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SODRE LA MANIF. LAT. 26i> ravilla esta influencia, cuando recordamos que sujeta no exfgua parte de las Galias a la dominacion visigoda, habia fructificado en ella la doctrina de Leandro y de Isidore, sometidas a una mis- ma ley politica y religiosa las dilatadas regiones que se extienden desde el Loira al Estrecho Gaditano. Unidas por estos antece- dentes histtiricos, a que no eran del todo ajenos los origenes de los moradores de una y otra vertiente del Pirineo, origenes que debian reflejarse en breve en las esferas de la literatura vulgar *, no podia ser en modo alguno repugnante el que perpetuadas las escuelas jsidorianas en las ciudades hurtadas al yugo sarraceno, cundiese de nuevo a las vecinas comarcas de la Galia Narbonen- se, y de alii a las demas naciones de Europa, la ciencia atesorada por los sucesores de los Taj ones y los Braulios. Sin apartar la vista del siglo IX, ilustrado por la ciencia y la virtud de los mozarabes de C6rdoba, registramos ya en la his- toria literaria de Francia y de Italia nombres de insignes espa- noles, cuyo saber era en una y otra nacion grandemente admi- rado, haciendo mayor su merecida nombradia la misma oscuridad 6 ignorancia, en que yacia a la sazon casi toda Europa. Tales son entre otros Teodulfo, obispo de Orleans, catedra a que lo eleva Carlo-Magno, al llamarle a su ctirte para dar cima con el cele- brado Alcuino a los grandes proyectos cientiflcos y literarios con- cebidos por aquel principe *; Claudio, maestro del palacio impe- \ Es digno dc tomarse en cuenta el estudio que respeclo de cstc punto expone Mr. Fauriel en su Hisloire de la Poesie provenfale (tomo I, cap. VI), porque explica de un modo salisfactorio, ya que no concluyentc, la cstrecha analogia que existe entre la lengua y poesia provenzal y la lengua y litera- tura catalana. Al reconoccr los origenes de los romances hablados en la Pe- ninsula, nos harcmos cargo de csta racional tcoria con mayor cspacio. 2 Tiraboschi, apartandose del rcspctable Mabillon (Analcct., tomo I, pa- gina 426), del crudito Quadrio (Stor. ogni poesie, tomo II, pag. 86), y del di- ligenlisimo Pagi (In not. ad Ann. Baron., anno 835), asicnta y soslicnc con grande aliinco que fue Teodulfo italiano (Sloria della Letter. Hal., tomo Iff, lib. Ill, pag. 201). Siguelc en este punto Gingucne, aseguraudo que era dc origen godo (Hist, litter, d' Italic, tomo I, cap. II); mas las investigacioncs hcchas por cl abale Lampillas no dejan lugar a la duda sobre la patria do Teodulfo, pucs que se apoyan en datos irrccusablcs, sacados dc sus propias obras (Sagyio Stor. apolog. della teller, tpayn . , (omo II, Discrtac. VI, III). 26f mSTOIU.V CRtTICA UE LA DTEKATURA ESl'ASOLA. rial, enviado por Ludovico Pio al obispado de Turin, para quo derramase entre los italianos la luz de las letras sagradas *, y Prudencio Galindo, elcvado a la silla de Troyes por su virtud y su sabiduria 2 . Ejercieron todos tres senalada influencia en el pa- Lampillas alega tambien la autoridad de autorcs respejobles y nada sospe- chosos, quienes de la misma suerte que Mabillon, Quadrio y Pagi, aseguran que vio Teodulfo la luz del dia en Espafia: enlre otros cita a los autores de la Gallia Christiana, que se expresan del siguiente modo: Theodolphus golhis Septimaniam, aut partes Hispaniae, Septimaniae vicinas incolentibus edi- tus (tomo VIII, pag. 1419). Rccordando pues que la Septimania compren- dia desde los confines de Francia hasta el Llobregat, se deduce que Teodulfo fue natural de Cataluna 6 de otra region de Espafia confinante con ella. Los autores de la Gallia Christiana publicaron tambien el siguiente epitafio de Teodulfo: Non noster genitus, noster babeatar alumnus. 1'rotulit bunc Hesperia, Galtia sed nutriit. 1 El abate Tiraboschi dice sobre este punto: Claudio..., come racconta Giona Yescobo di Orleans (Praefat. ad litt. de cultu Imaginum) c successore inmediato de Tcodolfo, nato in Ispagna e vissuto qualche tempo a lacortc di Lodovico, ove dicesi ancora ch'egli tenesse scuola, sembrando, die qualche perizia avesse nella sposizione delle sacre scritture, fu per opera dello stesso Imperatore consecrate vescobo di Torino, affinch potesse nellc scienze sacre istruire i popoli Italiani, Che in esse parevano aUora assai rozzin (Star, delta Lett, ital., tomo III, lib. Ill, pag. 210). No muy amigo de las cosas de Es- pafia, procuro el mismo Tiraboschi atenuar esta confesion, afeando dura- men tc cl error dc Claudio, respeclo del culto de las imagenes (ut supra). El docto Juan Alberto Fabricio lamentaba en su Biblioth. mediae et infimae la- tiiiitatis el que no se hubicran dado a luz todas las obras de este espafiol ilus- tre, conscrvadas en las Bibliolecas Valicana, Colbertina, Parisiense, etc. Es en efecto sensible, scgun se deduce del P. Felipe Labbc (Dissert, hist, script, ecclesiast.), Ricardo Simon (Hist. crit. Novi Testamenti), Mabillon (Analectae. tomo I), Le Long (Bibliolh. exeget.), y otros, que no se haya podido fljar el numero de las obras debidas a Claudio. Las mas notables, fuera del Apo- logeticus adversus cullum imaginum que le dio Iristecclcbridad, son: Explana- tiones in Evangelium Sancti Mathei, libri tres; Commentarium in Epistolatn ad Romanos et in dttas ad Corinthios; Expositioin Venthaleucum; Id in libros lu- dicum, Ruth, etc.; y finalmcntc Commentaria in Psalmos et concordiam Evan- t jclistarum. Tambien sc le alribuye una Chronica con cl tilulo De sex mundi aetatibus, si ya no es, como algunos quieren, que sea esta obra mero com- luMidio de la misma cronica, abrazando haslacl nacirnienlo del Salvador (Ro- ilrigucz de Castro, Mibl. de escrit. cspafiolcs, tomo II, pag. 434). tj El diligentc Andres Du-Saussay, obispo de Ful, se cxprcsa del si- PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MA1S1F. LAT. 267 sajero restablecimiento do los estudios latino-eclesiasticos, olvida- dos de nuevo en medio de las discordias que despedazaron el im- perio de Carlo-Magno; pero mientras se agostaban, antes de flo- recer, aquellas precoces plantas que parecian haber brotado llenas de vida, patrocinaba la Iglesia los piadosos acentos de Teodulfo y de Galindo; y desaprobando los errores de Claudio, a quien las supersticiones paganas de los italianos condujeron al extravio de los iconoclastas, guardaba entre sus mas preciados tesoros los himnos de los dos primeros, introducie"ndolos al cabo en la litur- gia *. guiente modo, hablando de Prudencio Galindo: Este espafiol, condeco- rado con las vestiduras sagradas e ilustre principalmente por el celo de la religion y por su ciencia en las Santas Escrituras, refugiado en Francia para evitar la sana de los sarracenos, cautivo el amor y la admiracion universal al punto de que fallecido Adalberto, obispo de Tro- yes, fue elegido por clero y pueblo prelado dc la misina ciudad, ilus- wlrando, como luz colocada en candelero, no solo esta Iglesia, sino toda la Francia, con el egemplo de su santidad y con los rayos de su divina sa- biduria. Fue honra y delicia de los obispos de su tiompo, defensor de la pu- reza de la fe y iinico oraculo de la sabiduria sagrada (Martyr. Francor . , dia XVI de abril). Nicolas Camuzat (Sacrar. antiquitat. Tricasinae dioecesis), y despues Barthio (Advers. , lib. XVIII, cap. II), dieron a luz las pocas poe- sias que se conscrvan de Prudencio Galindo, habiendose pcrdido parte de los himnos religiosos, a que parece referirse el obispo de Ful en el elogio de que tomamos las lineas que anteceden, si bicn el abate Le Boeuf, al final del tomo I de su Crltica de los anales Berlinianos, puso algunos breves ex- tractos de ellos. Los versos dados a luz por Camuzat fueron puestos por el mismo Prudencio al frente de un Libra de Evanyelios, regalado por el a su Iglesia (Histoire Utter air e de la France, tomo V, pag. 253). { Enlre las numerosas po'jsfas de Teodulfo, mcncionadas por Tiraboschi y ordenadas en dos libros difcrentcs por el celcbrado obispo de Orleans, se cuenta el himno que entona la Iglesia en la procesion del Domingo de Ra- mos, escrito durantc la prision en que Ic tuvo Ludovico Pio en cl Castillo de Angers. Principia asi: Gloria, lain rt honor tib! sit. Rex Christe Redemplor, Cui pulchre decas prompsit Hosanna piain: Israel ei lu Rex, Daridis el inclyta proles: Nomine qui in Domini, Rex bencdicte, vcnis. (Lib. II, carm. III.) Ginguonc dice quo en cstc himno, compucslo en la prinifrn mitad del si- 2G8 H1STORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Y no solamente llevando a otras regiones la ciencia acaudalada en sus escuelas daba Espana claras senates de que aim agobiada bajo el peso de la morisma, no se habia extinguido en ella la pe- regrina civilizacion, iluminada por el genio de los Leandros 6 Isi- dores. Llamado de la fama de aquellos celebrados gimnasios, es- tatuidos por el IV concilio de Toledo, acudia, durante el mismo siglo IX, el benedictino Usuardo a recibir en ellos fructuosa en- senanza, y doblaban los Pirineos con igual proptisito en el si- guiente el italiano Gualtero y el francos Gerberto, a quien eleva- ba la Iglesia en 999 al gremio de sus pontiflces, con el nombre de Silvestre II. Osado y tal vez censurable parecera sin duda en nosotros el que, separandonos de la comun creencia, nacida en las leyendas de la edad media, y acariciada hasta nueslros dias por los que se precian de mas doctos y competentes en materias de critica, pongamos aqui en duda que las escuelas arabigas tu- vieron la gloria de haber formado la educacion literaria de Ger- berto. Pero ni la verdad hisWrica nos consiente patrocinar tan aventurado aserto, ni fuera tampoco ya cordura, realizados los precedentes estudios, el confundir las disciplinas liberates, culti- vadas en las basilicas, monasteries y catedrales cristianas, con las artes ensenadas en C6rdoba y Sevilla por los sarracenos hasta el siglo XII. Bueno sera advertir desde luego que no existe documento al- guno coetaneo que justifique plenamente la suposicion que com- batimos; y no es para olvidado el saber ante todo que en ningu- na parte de sus numerosas epistolas, ni en las demas producciones que se ban trasmitido a nuestros dias del mismo Silvestre, se hace mencion alguna de su permanencia y vida escolastica entre los arabes. Fue el primero que entre sus coetaneos apunt6 la sospe- cha de que habia cultivado las artes magicas, Sigeberto Gembla- cense; y reconocida la superioridad cientffica que le lleva al pon- tificado, cundi6 en medio de la ignorancia que lloraba Europa, glo IX, se cncucntran las rimas', pero no con entcra exaclitud, pues solo on <:1 primer verso sc comclc la ligura homoeptoton (Voasc la Ilitslracion I. a de esle voliimcn). Los himnos cclesidsticos de Prudencio Galindo no llcgaron a . scr tan gcncralmente adoptados. PAIITE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MAMF. LAT. 269 aquella singular creencia, dando origen a las fantasticas narra- ciones que al medlar del siglo XIII toman plaza en las historiaa eruditas *, y que aun consideradas cual simples leyendas, logran entrada en las obras de los doctos, contribuyendo a extra viar en nuestros dias los fallos de la critica, adulterada la verdad his- t6rica 2 . Cierto es por desgracia que no ha carecido este error de raices en nuestro suelo, reconocida porautores muy autorizados laveni- dade Silvestre a la Peninsula, y tenida por cosa indubitable desde el siglo XVI su educacion cientiflca en las escuelas mahometanas. Expusi6ronlo asi distinguidos historiadores del pontificado, asen- tando con extremada certenidad que habia salido de ellas con- ))sumadisimo en todas las artes de humanidad y en muchos se- wcretos de naturaleza 3 ; y a tal punto llegaba el imaginar, que 1 Aludimos al Speculum historiale del celcbrado maestro de San Luis, Vicente Beauvais, libro ya citado y que fue remitido por el mismo rey de Francia a don Alfonso el Sabio, y conservado con grandeestima en la libre- riade la Rcina Catolica, segun enlugar oportuno consignaremos. Beauvais narra, cntre olras maravillas relativas a los seeretos aprendidos por Gcrberto de los sabios musulmanes, la expcdicion subterranea que hizo eh Roma, donde hallo magnificos salones, iluminados de infinitas lamparas y llenos de estatuas de marmoles y oro, en cuyas sienes brillaban coronas de oro y rica pedreria, manifestando que murio a poco, no sin que en su fin influyera el efecto de su propiamagia. Dos siglos despues se ailrma y repite sin genero de rebozo que Gerberto ambitione et diabolica dominandi cupiditate impul- sus... Pontificatum..., adiuvante diabolo, consecutus est (Platina, Hist. Pont., Vita Silvestris II). 2 Villemaiu, Tableau de la Litteralure du Moyen age, tomo I, pags. 122 y 123 de la cdicion de 1852. Veansc las notas siguicntes. 3 A Platina, que florcce de 1440 a 1481, siguio Antonio de Florencia, afirmando que venido Gcrberto a Espafia, permanecio enlre los mahomctanos, estudiando en sus escuelas por cspacio de cuatro aiios, con estas palabras: quadriennium etiam ita imbibit ut illas artes, quas liberates vocant, iam du- dum oblectas, in Galliam revocaret (Pars, hist., tit. XVI, cap. 1). Recibida esta noticia cntre los erudites del siglo XVI, que vieron a Antonio Florenti- ne como infalible oraculo, cxtcndiose en breve con grandes aumcntos. Gon- zalo de Illescas, autor por otra parte digno de respelo, llegaba en cfeclo a sentar los ascrtos que en el texto acotamos (Hist. Ponlif., lib. V, cap. I). Con el se abroquelaron otros muchos historiadores, copiando casi al pie de la letra sus palabras. 270 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATUIIA ESPAflOLA. s6lo falt6 ya decir los nombres de los maestros y los libros que le sirvieron do texto en la ensenanza, para que tuviese digna corona la leyenda. Pero en que" escuelas arabes estudi6 Gerberto? Deterrainarlo era empresa dificil; y divididos los intereses, ya se adjudic6 esta gloria & Sevilla, ya se atribuy6 a C6rdoba, ya en fin se conce- di<3 a Toledo; perplejidad que manifestaba sin mas probanza lo aventurado de cualquiera de las expresadas afirmaciones *. En cambio documentos aut6nticos y autores coetaneos declaraban la ocasion, el momenta, y el patrocinio bajo que habiapasado elfu- turo Pontifice los Pirineos, y daban a conocer d6nde, c6mo, bajo que" direecion y en compania de quie"n habia hecho sus estudios, calificandolos al propio tiempo. Gerberto, iniciado en el cultivo de las letras en el monasterio de Aurillac, fue" enviado en 964 por el abad Geraldo de San Sereno a Borrel II, conde de Barcelo- 1 El mas antiguo de los cronistas de la edad media que apunto la especie que tan extraordinario incremento recibe despues, fue el monje Abdemaro: cste trajo a Gerberto desde Francia a Cordoba: "causa sophiae primo Fran- ciam deinde Cordubam, lustrans, etc. (Labbe, Bibliot. nova, Mss. libr. t. II, pa- ginalSl): desconocicndo tan singular testimonio, afirmaba el yacitado Plati- oa, y con el Antonio de Florencia, Estella y otros, que vino a Sevilla: His- palim civitatem Hispaniae, bonarum artium causa pervenit; Ut bonarum artium operam daret, primo ad Hispalim, Hispaniae urbem, accesit. ullis- paniam petiit, veniensque Hispalim, quae nunc Sibilia vocabatur, ibidem diu mansit)), etc. Divididos los escritores del sig-lo XVI en dos bandos, dispularon largamente sobrc estepunlo: Bravo, y los cordobeses insistieron en dar a su palria esta gloria (Catdl. de los obispos de Cord., pag. 214): lllescas, Morga- do, Caro y otros la adjudicaron a Sevilla (loco citato; Historia de Sevilla, li- bro I, cap. XIII; Antigiiedades deSevilla, lib. I, cap. XIV). Ycomo si no fucra ya bastante esta divergencia dc pareceres, cl docto Villemain, que no hallo sin duda coinprobada la pretension de cordobeses y sevillanos, escribio al in- tenlo que voulant [Gerberto] etendre ses connaissances et s'enfoncer dans les arts profonds de l'0rient, se rend a Tolede. La (prosigue) pendant trois ans, il eludia les mathcmatiques, I'astrologie judiciaire et la magie, sous de* docteurs arabcs (Tableau de la litterature au moyen age, t. I, pag. i22). En la siguicnle pagina, no salisfecho de los tres aiios dc Toledo, anadia: Cet liomme qui ctaitallc etudier a Cordoue les raervcilles de rOrienl)), etc. ^En ijue escuelas arabes estudio pueg el honrado Gerberlo?... Dejemos la averi- a los fllo-arabistus, y prosigamos nuestro estudio. PAKTK I, CAP. XV. C01SSID. GEN. SOBRE LA MANIF. LAT. 271 na, para que estudiase en sus dominios las disciplinas liberales *: encomendabale el conde al obispo Ilatto, que lo era do Ausona (Yich) desde 960, gozando merecida reputation por su talento y por su doctrina 2 ; y hermanado en su escuela con Joseph, Lu- pito y Bonfilo, a quienes guarda toda su vida entranable afecto, mostrabase grandemente aprovechado en las artes ing^nuas, y muy principalmente en las ciencias matematicas 3 . 1 Hugo, abad del monasterio Flaviaccnse, dc quien afirma el docto Ma- billon que ninguno de los anliguos escribio con mayor esmero de Gcrberto, (nullus veterum acuratius de eo scripsisse) decia al proposito: Hic in coenobio sancti Geraldi, apud Aureliacum, nutritus fuit, grammaticaque est eruditus, ct ab abbate loci Borrello, Citcrioni Hispaniae Duci, conmrissus ut inartibus erudieretur,)) etc. (Labbe, Bibliot. nova Mss. Ubrorum, t. I, pag. 157). Otroes- critor francos, no menos sabio que el referido Mabillon, el celebrado abad de Loc-Dieu, valiendose del teslimonio del Chronicon Aureliacense, que como tan domestico Iocs de excepcion, obscrvaba igualmente que despues de es- tudiar en Aurillac la gramutica, fue cnviado Gerberto por Geraldo de San Sereno al conde Borrell de Barcelona)), etc. (Hist. Eccle$iast,\ib. LVII, parrafo XX). Mabillon refiere este hecho al afio de 964. 2 El referido Hugo decia, prosiguiendo la narracion indicada: Et ab eo [Duce Borrello] Haittoni, cuidam episcopo, traditus est instituendus (loco ci- tato): lo mismo rcpite el Chronicon Aureliacense alegado por Fleury (idem, idem). Respecto del afio en que Hatto fue elegido obispo y de cual fue su silla, remitimos a los lectores al t. XXVIII de la Espana Sagrada, obra postu- ma del sabio Florez, donde con abundante copia de datos se fijan de una ma- nera irrecusable (pag. 92 y siguientes). Hatto, scgun el docti'simo testimonio de Mabillon arriba indicado, llevaba ya cuatro afios dc gobernar la silla de Ausona, cuando el conde Borrell II Ic cncomcndo la educacion cientifica de Gerberto. 3 Hugo Flaviaccnse decia en el referido Cronicon Virdunense: ((Apud quern [Haittoncm] plurimum mathcsi sluduit [Gerberlus]. Y cl abad dc Loc- Dicu, repetia, siguiendo sicmpre al Chronicon Aureliacensc: E1 conde Bor- rell de Barcelona, le dio por maestro un obispo, Hamado Haiton (Hatto), con wel cual aprendio las matematicas, en cuya ciencia salio docto (ut supra). Desconociendo el caballcro Tiraboschi todos estos testimonios, y poco benevolo con los espanoles, ya fuesen arabes ya cristianos, afirmo que Gerberto sc habia ejercitado solo en el monasterio de Aurillac ne buoni studi; y pcrdida asi toda briijula, anadia al mismo tiempo que dcseoso de tratary conocer los hombrcs mas famosos por su ciencia, fue a Roma con Borrello conte di Barccllona, e con Aitone, vcseobo di Ausona in Calalognau, que eran due, di essi (Star, delta litter, Hal., t. Ill, lib. Ill, cap. IV). Fijados los hechos, 272 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Permaneci6 en aquel gimnasio hasta el afio 970, en que dis- pnesto a pasar a Roma Borrel II, Ilev6 consigo al obispo Hatto, corao prelado tan principal, y este al monje Gerberto, como uno de sus mas ilustrados discfpulos *. ConocitMe alii y tuvo ocasion de admirar su ciencia Adalbero, obispo de Reims, quien deseoso de bacer participe a sii clero de la doctrina por Gerberto ateso- rada, brindabale con la escuela catedral de su diticesi 2 , donde lograba tener por discipulo, entre otros distinguidos varones, al no puede mostrarse mas claro el extravio de Tiraboschi, a cuya erudicion no pudieron ocultarse sin duda las mismas fuentes historicas, adonde habian acu- dido los respetables Maurinos, cuando al tratar de la educacion literaria de Silvestrell, escribian: Is, testeHugone Flaviacense, inChronicone Verdunen- si, incoenobio S. Geraldi apud Aureliacum nutritus, grammaticaque erudi- tus, et ab eius loci abbate commissus Borrello, Citerioris Hispaniae Duci, ut in artibus erudieretur, atque ab eo Aittoni Ausonensi episcopo traditus est, apud quern plurimum mathesi studuito (Recueil des Historiens des Gaules et de la France, t. IX, pag. 271 .) Consle sin embargo que el autor de la Histo- ria literaria de Italia no dijo que Gerberto estuviese en Cordoba, ni en Se- villa, ni en Toledo. f 1 Vcrum praedicto Duce [Borrello] cum episcopo [Haittone] Romam eun- te, idem [Gebertus] cumeis profectus [esl] (Hugo Flaviacense, loco citato). A esle hechono opuso, como se ha visto, dificultad alguna Tiraboschi; pero sin decir como Gerberto habia conocido al conde, ni al obispo, y dejando por tanto en tinieblas esla parte dc la historia, que tan doctamente ilustraba: los filo-arabigos no se han curado de estas circunstancias; y sin embargo, rcpa- rando en que Gerberto paso los Pirineos bajo los auspicios de Borrell II en 904, y que en el otoiio de 970 estaba ya en Roma con los expresados perso- najes (Espana Sagrada, tomo XXVIII, pag. 96), es evidente que solo per- manecio en Espana por el cspacio de seis afios. Si atcndiendo a satisfacer todos los deseos de estos escritores, scnalasemos Ires anos para los esludios des arts profonds de Toledo (Villemain); cuatro para las artes liberates de Se- villa (Plalina, Antonio de Florencia, etc.), y trcs por lo menos para las den- das esludiadas en Cordoba (Abdemaro, Bravo, etc.), resultaria casi duplicado esc periodo. Pero no aumentemos el embarazo de los que asi sc han aparta- do de la vcrdad hislorica, contentandonos unicamente con fijar los hechos. 2 Mcncionado el viaje a Roma, aiiade Hugo Flaviacense: Et proptcr ac- tus notissimus, ab eo Ottoni regi est intimatus, et cum Adalberone, Remensi episcopo, Reims venit (loco citato). Gerberto volvio a Roma con el mismo prelado, no sicndo ya tan interesantes para nuestra investigacion los dcmas sucesos publicos dc su vida. PARTB I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MANIF. LAT. 273 prfncipe Roberto do Francia; gloria que alcanz6 tambien mas ade- lante respecto deOthon III, no sin propio engrandecimiento. Las sillas arzobispales de Reims y de Ravcna fueron premio a los des- velos del esclarecido discipulo de Hatto, abrie"ndole al cabo el ca- mino de la tiara. H6 aqui pues In que respecto de la educacion y vida literaria de Silvestre II nos advierten los unicos documentos dignos de cre"dito que ban llegado a nuestros dias: por su propia declara- cion, consignada en sus cartas, nos es dado tambien anadir que ya en la escuela de Reims, ya en la c6rte de Hugo Capeto, ya en el consejo de Teofania, recordaba el discipulo de Hatto con noble gratitud la memoria de aquel ilustre obispo, que animado de me- ritorio celo, le habia mostrado el camino de la ciencia; y mientras era tenido en medio de la barbarie de su siglo por encantador y hechicero, dirigia una y otra vez notables epistolas a Bonfilo y Lupito, elevados ya a las sillas de Gerona y de Barcelona, pidie"n- doles diferentes tratados, asl de aritmttica como de astrologia '. Cansado de guerras y trastornos en el suelo de Italia, echaba de menos la tranquilidad gozada al lado de aquellos varones en el 1 En la Epistola XXV, dirigida a Bonfilo, dccia en efccto: Dc multiplica- tione ct divisione numerorum losephus Hispanus sapiens, sententias quasdam edidit; eas pater meus Adalbcro Remorum archiepiscopus vestro studio ha- bcre cupitw (Hist. Franc. Script., tomo II, pag. 794). En otra Epistola (la XVII) a Geraldo, abad de Aurillac, le habla del mismo libro, adquirido ya por el abad Guarncrio (pag. 792). En la XXIV escribia a Lupito entre otras cosas: wltaquc librum de Astrologia, traslatum a te, mihi petenti, dirige (pagina 793). Convienc advcrtir en este lugar que la palabra astrologia aim determi- naba entonces principalmcnte la ciencia aslronomica, pues aunque cxistia ya entre una y otra la difcrcncia que senala San Isidoro en el cap. XXVI del li- bro III de los Orlgenes, no tcnia aun la primera la supcrsticiosa importancia que recibc dc manos de los orientales desdc el momento en que toma el nom- bre dc jtidiciaria. Silvestre II da razon del genero dc astrologia que cultiva, cuando en la Epistola CXLVIII promote a Rcmigio, monje de Treveris, un libro que escribia a la sazon sobre la esfera (Spherae librum), en cambio dc una copia de la Achileida. Es importante adverlir que en ninguna de sus nu- merosas cartas alude al arte notoriao de adivinanza, que era tcnida entre los musulmancs por ars et stientia sancta (cap. XIV, nota i dc la pag. 195), ni menos ri la alquimia, en quo sin autoridad ni buen consejo, sc ha prdendido suponerle tambien iniciado. TOMO II. 18 274 HISTORIA CKtTICA DE LA LITERATURA ESPAJiOLA. tiempo de sus estudios; e" incitado por los amistosos ruegos del abad Guarin, llegaba a pensar se"riamente en restituirse a Espa- na para consagrarse de lleno, en el seno de sus antiguos amigos y coudisdpulos, al cultivo de las ciencias *. Si pues estas, y no otras, son las ensenanzas que nos minis- Iran los rnas autorizados testimonios y las mismas cartas de Ger- berto; si en ningun pasaje de ellas se hace mencion, no ya de las escuelas arabigas de Toledo, C6rdoba 6 Sevilla, en que inde- terminada y vagamente se dice haber estudiado, pero ni aun de los libros y doctrinas mas celebrados de los sarracenos; si en cambio de esta oscuridad absoluta sabemos positivamente quie"n le envia a la Peninsula, quien le instruye en el conocimiento de las matematicas y de las demas disciplinas liberates, donde resi- de, con quie"n se hermana en sus estudios, inclinados antes y des- pues a la erudicion clasica 2 , y con quie"n y cuando sale de Espa- na, c6mo hemos de suponerle literariamente educado por los arabes, arrebatando ciegamente esta legitima gloria a las escue- 1 Sobre estos ultimos hechos pueden consultarse las Epistolas XLV, LXXII y XCI. En ninguna de cuantas escribe se hace mencion, ni aun rc- motamente, dc los arabes ni de sus escuelas, lo cual no se comprenderia a ser cierta la suposiciou que desvanecemos, sin atribuir a Silvcstre II ingralitud iuaudita. 2 Tengase en efecto muy prcsente que, hablando en difercntes epistolas de las antes liberates y de las letras, lejos de hacer mencion de las arabigas, pago el tributo de su admiracion a las clasicas: entre otros pasajes que pu- dieramos citar, recordamos el siguiente, tornado de la Epistola LXXXVII, en que califica dignamente a Ciceron. Dice a Constantino, cscolar Floriacen- se, como lo fue Hugo, su mas autorizado cronista: Comittentur iter tuum tulliana opuscula et De Republica et In Verrem, et quae pro defensione mul- torum plurima Romanae eloquentiae parensconscripsit (pag. 809 de los Hist. Franc. Script.). Quicn de esta manera juzga a Marco Tulio, pudo dar atina- das Icccioncs de Relhorica, dc que cscribio en efecto un breve tratado, segun inani fiesta a Bermudo, monje de Aurillac (Rec. des Hist, des Gaul, et de la Franc., opisl. XXII deltomo IX, pag. 279). Mas no se pierda dc vista que la supcrioridad alcanzada por Silvestre sobre sus coctaneos, aquclla que le hizo ser tcnido como socio de Salanas (diabolum secutus), consislia principalmcn- t en el conocimiento de las matcmdticas, cieneia que, segun vademostrado, ostudio bajo ol magistmo do Hatto, obispo dc Ausona (apud.quom plurimum matlicsi sludiiil). PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MAMF. LAT. 27J> las cristianas? jC6mo hemos de olvidar que al adoptar, sin el de- bido examen, semejante opinion, se ha perdido de vista lo que eran entre los muslimes las disciplinas Uberales?... Cuando el monje Gerberto atraviesa los Pirineos, para buscar la luz que ambicionaba (ya lo hemos insinuado y conviene aqui repetirlo), no solaraente se habia doblado entre los musulmanes la filosofia aristot61ica a las exigencias de una teologia sistematica y enmaranada, como lo fu6 desde su cuna la de los sectarios de Mahoma 1 , sino que alteradas las mismas artes que le Servian de fundamento, habian tornado plaza entre ellas la nigromancia, la piromancia y la geomancia, a que servia de corona el arte no- toria, adulterando mas y mas la nocion pura de la filosofia del Estagirita 2 . Conservada esta en cambio en los libros de Ca- siodoro, y trasmitida despues a los del celebrado doctor de las Espanas, hallabase connaturalizada en las escuelas clericales, que sobreviviendo & la destruccion de la monarquia visigoda, ha- bian resplandecido en las regiones orientates de la Peninsula a vista del mozarabe San Eulogio 3 . Hermanados alii los estudios de las siete disciplinas con los de la literatura greco-romana (por mas degenerada que se la suponga), de la misma suerte que 1 Vease lo que sobre cste punto expusimos en el cap. XII, pags. 78 y 79. 2 Al examinar en el siguiente voliimen la memorable epoca de don Al- fonso el Sabio, tendremos nueva y mas oportuna ocasion de explanar estos asertos: conveniente nos parece sin embargo recordar lo expuesto en la nota 1 de la pag. 195, en el capitulo precedente. 3 Para comprender hasla que punto es cxacta esta observacion, bastard recordar la Vida de San Eulogio, debida a Alvaro Cordobes, y la Eptstola A Wiliesindo, escrita por el mismo santo en 851. De uno y otro documento, que en lugar oportuno quedan citados (cap. XII), se deduce claramente que asi los monasteries como las iglesias de la Espaila oriental cran otros tantos centros dc cultura. Paulo Alvaro, despues dc indicar, con el testimonio de Eulogio, la acogida que tuvo este en dichos monasteries, afiade: In quibus multa volumina librorum repericns, abslrusa, et penc a mullis remota, hue [Cordubam] remeans, suo nobis regrcsu adduxit (Vit. B. Mart. Eulog., nu- mero IX). Los principales monasteries fueron: el de Leire [Legercnsc], el dc Cillas [Celense], el de Urdax [Uurdaspalense], y el dc Igal [Igalense] (Epit- tola ad \\ilicsidum, num. XIII). Eulogio recordaba con extraordinario en- tusiasmo estos asilos de la virtud y de la cicncia, donde habia hallado en toda su purcza la cicncia y la tradicion isidorianas. 276 HISTORIA CUJTICA DE LA LITERATURA ESPAfiOLA. a raediados del siglo IX enriquecia el discfpulo de Esperaindeo a sus compatriotas con las obras de los historiadores y poe- tas de la antiguedad clasica, llevaba Gerberto en el ultimo ter- cio del siguiente al centre de Europa aquella olvidada doctri- na, que introducida de nuevo en los estudios latino-eclesiasticos, venia a compartir el dominio de la inteligencia con la doctrina catolica, propagandose de edad en edad a los tiempos modernos. Asi pues, no a la Espana arabe, que no podia dar puro lo que s6lo habia podido alcanzar adulterado, sino a la Espana cristiana e" independiente debi6 la Europa del siglo X la restauracion de la filosofia aristote'lica; empresa que mientras era acusado en Italia el gramatico Yilgardo de hereje, por rendir el tribute de su admi- ration a las obras inmortales de Horacio y de Virgilio * , acar- reaba a su autor, como hemos advertido, el titulo de nigromante, de que apenas pudieron libertarle ni la cogulla ni la purpura 2 . \ Los escritorcs eclesiaslicos ponen el nombre de Vilgardo en el numero de los herejes, asegurando que se dejo engaiiar del demonio en figura de Virgilio y de Horacio, persuadiendole, y creycndolo el infeliz, que era de fe quanto se hallaba en sus obras (Florcz, Clave Hist., siglo XI, art. Herejes). Esta curiosa anecdota basta para dar a conocer el estado de ignorancia en que se hallaba a la sazon cl suolo clasico de las letras; no siendo para olvidado que aun en los mismos instantes en que Carlo-Magno habia procurado en si- glos precedentes restaurarlas, prohibia Alcuino que se leyesen en la escucla de Tours, una de las mas florecientes creadas por aquel Emperador, las obras de Virgilio, por el temor de que su lectura corrompiera el corazon de los discipulos de Sigulfo (Hist, litter, de la France, tomo IV. Disc, sur 1'ctat des lettres au VIII. e siccle). Pueden compararse estos hechos con los que dejamos reconocidos, asi respeclo de los mozarabes como dc los cristianos indepen- dientes. 2 La poslcridad ha hecho justicia a Silvestre II, trocando en respetuoso afecto la fanatica aversion, de que nos habia Sigiberto Gemblacense y sus imitadores; y en lugar del dictado denigrante de hechicero, le adjudica el hon- roso titulo de restaurador de los estudios ftlosdftcos y eclesidsticos. La decaden- cia a que estos habian venido en Roma, no podia ser mas lamentable desde principles del siglo IX: Eugenio II ordenaba en el concilio dc 826, a fin de rcparar la ignorancia general, y sabedor de que non magistros neque curam inveniri pro studio lilterarum, sc estableciesen oporlunamcnte tales maes- tros y doctorcs qui studia litterarum liberaliumque arlium ac sancta... dog- mata asidue doceant (Collect. Concil., tomo XIV, pag. 1008): Leon IV, con- PAKTE 1. CAP. XV. COISSll). GEN. SOBRE LA MAN1F. LAT. 277 Hacia pues Espana al decliriar del siglo X a las demas nacio- nes este inestimable presente, que en el constante flujo y reflujo de las ideas y de los estudios debia recibir cien anos adelante, no sin algunas creces, de manos de los monjes de Cluny, merced a los afortunados esfuerzos de Fulberto de Chartres, Lupo de Ferrieres, Lanfranco, Anselrao y tantos otros esclarecidos varo- nes como ya en el episcopado, ya en el retire del claustro, se firmando en 853 los decretos del sinodo precedente, atendia, viendo ya im- posible la restauracion de las siete disciplinas, a que si liberalium artium praeceptores, ut assolet raro inveniantur, tamen divinae Scripturae magistri et institulores ecclesiastic! offtcii nullactenus dcssint))(Id. id., pag. 1014). Se- mejante olvido de los estudios, creible solo por la autoridad de los documen- tos en que se encuentra consignado, crecio durante el siglo X hasta el ver- gonzoso extreme de declararse en el concilio de 992 que apenas se hallaba en la capital del mundo quien tuviera noticia de los primeros rudimentos de las letras (Baronio, Annul. Ecclesiast., afio referido). Contra esta inca- lificable postracion, hija de la afrentosa corrupcion del clero romano en el citado siglo, parecio pues protestar el ilustrado Silvestre II, introduciendo en la Iglesia un nuevo metodo escolastico, segun el sistema de Aristoteles 6 de sus interpretes, metodo que vario el aspecto de los estudios (Ful. Laur. Selvagio, Part. IV, ad initium). Los que ban pretendido que esta restauracion fue debida al egemplo y a la doctrina de los arabes, perdieron sin duda de vista, 6 no tuvieron noticia de laabsoluta ignorancia de las artes liberates en que yacia Europa, al acometer Gerberto la noble empresa de restaurarlas: la doctrina y ciencia de las escuelas clerico-monacales de Espana, siendo la ciencia y la doctrina de las Elimologias, debio ser y fue, en efeclo, una gran novedad en el mundo de la inteligencia; y sin necesidad de acudir a la adul- terada filosofla de los mahometanos, reslituyo a los estudios eclesiaslicos la luz dc la filosofla aristolelica, con la nocion pura de la ciencia de la anti- giiedad, olvidada del todo en medio de la repugnante simoniay de las torpcs liviandades del siglo X. Desde la epoca de Silvestre II no se interrumpe ya por forluna la tradicion de las artcs libcralcs, pareciendonos exacta y lumi- nosa la aseveracion de un critico dc nuestros dias, quicn no vacila en asegu- rar, como hemos apuntado, que dorninaron desde entonces.exclusivamcntc el pensatnicnto humano dos libros: la lliblia y Aristoteles. Que el nombrc dc San Isidore alcanzo en Italia desde la epoca de Silvestre II celebridad cxtra- ordiuaria, lo prueba la honrosisima mencion que de el hace cl inmortal Dan- te, diciendo en cl canto X del Paradiso: Vrcli ollrr fiaiiicggiar I'ardriitr spiro b'liidoro, etc. , etc... 278 HISTORIA CRlTICA DE LA UTERATURA ESPASOLA. consagraron al culto de las artes liberales, siguiendo las huellas de Silvestre II. Mas si custodiaban los cristianos independientes, cual precia- dos tesoros, las reliquias de la literatura hispano-latina, procu- rando fortalecer cada dia su no interrumpida tradicion, no menos empeno parecian poner en rechazar toda influencia mahometana que la adulterase 6 corrompiera. La repulsion, el antagonism*) de ambas razas, de ambas creencias y de ambas civilizaciones ha- bia sido corapleto: la guerra llevaba consigo el exterminio de los vencidos, siendo la esclavitud 6 la muerte la dura alternativa en que uno y otro pueblo se habian colocado, al acometerse aquella porfiada contienda, que s61o podia tener fin con el aniquilamiento de uno de ellos *. Y tan grande, tan profunda era la aversion con que miraban los descendientes de Pelayo cuanto se referia a los sectaries de Mahoma, que no solamente talaban sus campos, asolaban sus ciudades y reducian & escombros sus fortalezas, sino que destruyendo con igual sana sus mezquitas, degollaban & los sacerdotes y doctores de su ley, entregando & las llamas cuantos libros arabigos les caian en las manos 2 . Barbaro era sin duda \ Apenas hallamos clausula en los primitivos cronicones, donde no se re- fleje vivamente este singular cstado de ambos pueblos; y casi todos los triun- fos narrados por los cristianos, ya se hayan oblenido en campo abierto, ya en las ciudades arrebatadas al Islam, se solemnizan con esta 6 analogas frases: 0mnes quoque arabes occupatores supradictarum civitatum interfi- ciens; eosque expugnatos interfecit [Rex]; arabes gladio intcremit; sar- raceni detruncantur; omnes viros bellatores gladio interfecit, ipsamque ci- vitatem usque ad fundamenla destruxit; bellatores eorum omnes interfecit' reliquum vero vulgus, cum uxoribus et filiis sub corona vendidit (Chron. Sebast.; Chron. Albeld.; Chron. Samp., etc.). 2 Entre otros testimonies que pudieramos alegar en comprobacion de es- tos asertos, prcferimos los siguientes, tornados de la Chronica latina de Alfon- so VII, porque refiriendose a una epoca posterior a la conquista de Toledo, prueban quo aun iniciada la polftica de tolerancia, dc quo, hemos hecho me- rito, rclativa a los mahomelanos que se sometian al poder del cristianismo, prosiguio siendo irreconoiliable, respccto de los que vivian bajo el Islam, el odio primitivo deimbas razas. Hablando pues de la expedicion que en 4136 hizo el indicado monarca a las tierras de Andalucia, sc lee: 0mnes Syna- gogae eorum [maurorum], quas invenicbant, destructac sunt. Sacerdotes vcro et leges suae doclores, quoscumquc inveniebant, gladio Irucidabanl. Scd ct PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MANIF. LAT. 279 semejante proceder, que hallando egemplo en la extraviada piedad do Recaredo, tenia por desgracia despues de rauchos siglos au- torizados y contagiosos imitadores *; pero cualquiera que sea el fallo de la critica hisLOrica sobre esta conducta de nuestros ante- pasados, siempre aparecera probado queesa misraa intolerancia dc la religion y de la polilica excluia en aquella edad toda influen- cia literaria, punto principalisimo de las presentes investigacio- nes: siempre resultara que odiando los cristianos tan profunda- raente a los sarracenos, ni pudieron apreciar entonces los elemen- tos de culture., con tanta laboriosidad acopiados por los Beni- Omeyas de C6rdoba, ni menos recibir para ornamento de los can- tos populares las complicadas forraas de un arte, tan antipatico para ellos, como les era aborrecida la civilizacion que represeri- taba. H6 aqui por qu6, al hallar generalmente admitida por es- critores nacionales y extranjeros esa influencia a priori, que de- bia en este concepto dar vida al arte vulgar espanol, hemos visto vulneradas todas las leyes de la sana critica, juzgando indispen- sable el renovar estos estudios y darles toda la amplitud nece- saria para obtener la luz apetecida 2 . libri legis suae in Synagogis igne combust! sunt (num. XIV). Y refiriendo otra cntrada hecha en i 138, dice: Et miserunt ignem in omnibus villis quas- cumque inveniebant et Synagogas eorum destruxcrunt et libros legis Maho- mcti combuscrunt igne. .. Omnes viri doctores legis, quicumque inventi sunt, gladio trucidati sunt (num. LX). En cambio los arabes apellidaban a los crislianos hijos de perros, filii canum (Id., num. tXXVIII). Tengase pre- sente que esto sucedia ya en cl segundo tercio del siglo XII. i Los lectores iluslrados rccordaran aqui cuanto dejamos expuesto en 6r- den a la conducta de Recaredo, al mandar entrcgar a las llamas los libros ar- rianos, escritos en el idioma de Ulfilas (tomo I, cap. VIII, pag. 339). En cuanto a los imiladores, no se ha menester grande esfucrzo para adivinar que aludimos al acto deplorable que presencio Granada en 1499, siendo reducidos a cenizas por mandato del cardenal Cisneros todos los Mss. arabigos halla- dos en podcr de los moriscos. Los hechos que nos refieren las cronicis primi- livas se explican por elodio de musulmanes y crislianos, cuando ardia mas viva la guerra dc religion y dc liberlad, y arrcciaban cada dia los pcligros: conquislada la ultima metropoli de los Boni-Naser, no so onmprondp aquel Injo le crucldad, sino por un cspiritu dc Tanalismo que deslustra no poco la verdadcra gloria de Cisneros. 1 Cap. XII, pag. 80 y siguicnlcs. 28U HISTOKIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. Este'riles hubieran side todo linaje de tareas que no se funda- ran directamente en la tradicion hist6rica del arte latino-eclesias- tico, absolutamente desconocido 6 despreciado por los que se pa- gaban de entendidos. Porque no s61o debia descubrirse en sus peregrinos monumentos la indole y caracter propio de aquella so- ciedad, doblemente agitada por el anhelo de la religion y de la independencia, y objeto primordial de nuestras vigilias: en ellos se hallaba tambien consignada la nueva fisonomia que iban to- raando las formas exteriores del arte, aun considerado en manos de los eruditos, sorprendi6ndose al par las modificaciones que ad- mitia sucesivamente la lengua latina en el ultimo periodo de su existencia, como idioma hablado. Los nuevos elementos, laboriosa y lentamente desarrollados por el arte cristiano, pareoian llegar a completa granazon, prontos ya a desprenderse del arbol que los alimentaba, para fecundar nuevos terrenos. Tal sucedia en efecto con el metro y la rima: la existencia del primero habia sido una necesidad de la poesla cristiana des- de el momento en que, pidiendo esta sus preseas al arte gen- tilico, anunciaba a los hombres el triunfo de la Iglesia: la apa- ricion de la segunda era un hecho espontaneo, hijo igualmen- te del olvido de las armonias pros6dicas de Ciceron y de Ho- racio, y del frecuente recuerdo de dos prerogativas de la gran literatura greco-romana 1 . No puede el primero sustraerse en modo alguno a las condiciones que dominan a la segunda; y su- jeto como ella a la* leyes del canto, se altera y modifica confor- me a las variaciones locales y sucesivas de la musica, bien que conservando siempre el sello de aquel arte, de donde traia su pro- cedencia. La rima, vaga, imperfecta y poco armdnica al prin- cipio, penetra del mismo modo en la poesla y en la prosa; y or- ganizandose poco a poco, se ostenta al cabo perfecta y rica do consonancias, que multiplicadas en los hemistiquios y finales de los versos, da a la poesia latino-eclesiastica extraordinario brillo exterior, exornando sus cien combinaciones melricas, ya en los Veasc la Hunt radon I. a del presente volumcn. PAKTE I, CAP. XV. CONS1D. GEN. SOBRE LA MAN1F. LAT. 281 himnos religiosos y misticas leyendas, ya en los poemas hertiicos, ya en los didacticos y morales i . Semejantes obs'ervaciones, que abrazan el largo periodo quo media desde la 6poca de Draconcio 2 hasta fines del siglo XII, prueban de una manera inequfvoca que el desarrollo artistico de la poesia y literatura cristiana fue" en Espafia, lo mismo que en todas las regiones meridionales, consecuencia natural 6 inevitable de los distintos elementos asociados en ella anles de la formacion de las lenguas romances. Y si en su manifestacion exterior daba palpable testimonio del ge"nero de obstaculos que habia necesi- tado veneer, mostrando al par la senda recorrida para llegar al estado en que la vemos durante el referido siglo XII, ens6uanos el estudio de los elementos interiores que la constituyen, cuan profundamente se habia conmovido aquella sociedad y ctimo se habia operado su trasformacion social y politica, merced a la exal- tacion, ya que no a la renovacion completa, del sentimiento pa- tritHico y del sentimiento religioso. Punto es este a cuya ilustracion hemos consagrado nuestroses- fuerzos, dandole en el capitulo precedente toda la importancia que realraente tiene: la poesia religioso-popular de los Isidores y Eu- genios se habia encaminado principalmente a la reforma y puri- ficacion de las costumbres gentilicas, que sobrevivian a la ruina del mundo pagano: alguna vez dirigia tambien sus beneTicos acentos a despertar en el pecho de visigodos 6 hispano-latinos el amorti- guado fuego del patriotismo; pero emanando siempre de la Igle- sia, si revelaba el consorcio celebrado entre esta y los poderes de la tierra, si aspiraba a reflejar los intereses generales del catoli- cismo, no le habia sido posible interpretar los deseos de la na- cion entera, ni formular tampoco sus legitimas esperanzas, en medio de sus grandes tribulaciones y desastres; pues que ni se habia consumado aun la catastrofe de Guadalete, ahogandose en sus oiidas la tiranica division de razas, ni habia resonado en las montanas de Asturias el grito Salvador de los guerreros de Pc- 1 Vease cl capitulo anterior y la Ilustracion I. a 2 Huslracion l. a 282 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPA?iOLA. layo, que fundaba un solo -pueblo con una sola familia l . La poesia de los cristiaaos independientes, sin que dejara de cobijarse bajo el manlo del sacerdocio, recibia directamente el impulse de la muchedumbre, y traia en todos sus cantos el pro- fundo estigraa de aquella nacionalidad politico-religiosa, fundada en Covadonga: ya impetrando el favor del cielo con pdblicas y solemnes rogativas 2 , ya bendiciendo al Dios de los ej6rcitos por las victorias recibidas de su mano, ya celebrando el valor de los soldado* y caudillos que rescataban del poder mahometano el perdido territorio, siempre se mostraba en corapleta consonancia con la sociedad, cuyo espiritu fortalecia y exaltaba. Adherida en el templo a la doble idea de la religion y de la guerra, simboli- zaba el amor y la piedad del pueblo en la bellisima figura de la Madre del Salvador, fuente inextinguible de salud y de gracia; y como dejamos advertido, hallaba en el venerado patron de las Espanas brillante representacion del entusiasmo belico, 6 impene- trable escudo contra la morisma. Del templo salia de nuevo aque- lla peregrina musa a encender en mitad de los campamentos la hoguera de la f6 y del patriotismo; y si perdia, al dar este paso, alguna parte de sus preseas, cobraba sin duda mayor fuerza y energia en brazos de la muchedumbre, que al tributarle univer- sal aplauso, la recibia cual digno inteYprete de sus afectos y 1 Recuerdese el estudio que hicimos en el cap. X de la poesia latino-po- pular durante la monarquia visigoda: veanse igualmente las Ilustraciones del tomo I. 2 De las empleadas por la Iglesia visigoda tienen ya conocimiento los lectores: respecto de la reconquista es en verdad doloroso que no se haya trasmilido a nueslros dias ninguno de estos cantos suplicatorios (al menos que nosotros sepamos): la costumbre quedo no obstante arraigada profunda- mente en la Iglesia, que al cabo llegoa establecer la siguiente formula: Deus qui beatum lacobum Apostolum tuum, Hispaniae patronum miscricorditor contulisli; ot saepc, illo visibililer apparcnle, infidelium supperbiam polentis- sime superasti; concede Clemens famulo tuo Regi nostro... et cxercitui ca- tholico, sub eo militant!, optatam victoriam ct triumphum ad laudem ct glo- riam tuamn (Bibl. Escur.,cod. a, IV, 7. fol. 49 y 50). Esta oracion quo se liacia en los dominios crislianos desde el momento de dcclararsc la guerra sanla, prueba lambicncuaiitodijimos en el ultimo capitulo respcclo de la idea- lizacion poclica del patron dc las Espanas, que a continuacion recordamos. PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SORRE LA MAMF. LAT. 283 creencias. Asi pues, descansando primero en el seno de la Igle- sia, y halagada despues por los ejercitos cristianos, extendia su imperio a las plazas publicas; y do meramente religiosa que fue en otra edad, llegaba a merecer el tftulo de herdico-religiosa, ostentandose por ultimo (lejana ya del teraplo, mas dentro siem- pre de la religion) con el nombre de herdica ' . A tal grado llegaba la poesia latino-popular entre los cristia- nos independientes, cuando, efecto natural de la ley del progreso que impulsaba en su desarrollo las nuevas hablas que hemos sen- tido germinarbajo las rudas y descompuestas clausulas,ora de los narradores, ora de los mismos poetas, se levantaban aquellas a pedir una representacion escrita en los diferentes angulos de la Peninsula Ibe"rica, donde habia tornado ya especial fisonomia ca- da una de las lenguas romances. No es vulgar empresa la de fi- jar ahora el momento en que este singular fendmeno viene a rea- lizarse, dada la dificil y lenta elaboracion de las referidas hablas, hija al par de largos siglos, de innumerables vicisitudes y de mul- tiplicados elementos 2 . Cumplenos observar no obstante, respecto de la elaboracion indicada, que habia seguido en el suelo espa- nol este desenvolvimiento de las lenguas romances la misma ley superior de la reconquista, y que dividida la Peninsula, segun dejamos ya notado 3 , en tres grandes fajas, donde van alteran- dose y modificandose, conforme a las diversas influencias que re- ciben, llega para aquellas el instante supremo en la historia de la civilizacion ib6rica, en que separandoso por diferente sendero, parecen todas proclamar su mutua independencia. Tan memorable suceso, que a no estar comprobado por la histo- ria habria de ser admitido como hipot6tico por la filologia, debiti senalar en la creciente de las monarquias cristianas de Oriente, Norte y Ocaso, uno de aquellos acontecimientos decisivos, que fi- jandopara siempre el predominio desus annas, imprimieran tam- bien peculiar fisonomia a la nacionalidad de cada uno de los pue- blos mencionados. ^Pudo consumarso esta manera de trasforma- 1 Veasc el cap. XIV. 2 1 1 list radon II. a 3 Cap. XIII. Veasc la llutlracion II. a del prcscnlo vulunion. 284 H1ST01UA CRlTlCA DE LA LITEIUTURA ESPA^OLA. cion al pi6 de los muros de Toledo?. . . Sin duda aquella famosa cruzada, que se componia de soldados de toda Espafia, y que lle- vando en sus huestes numerosos aventureros de las naciones del mediodia de Europa, reconocia por cabeza al rey de Castilla, era una de las mas altas ocasiones que se habian menester para que ostentaran las referidas lenguas, habladas en un mismo recinto, sus varios y genuinos caract6res;pero si pudo haber un momento en que, acercandose y confundi6ndose entre si, trocaran mutua- mente sus galas y preseas, ni pudieron desnaturalizarse hasta el punto de perder su individualidad, por mas que venido el instante de la separacion,resultaran reciprocaraente acaudaladas,ni les fue tampoco hacedero borrar el sello de los especiales elementos que en cada nacion y comarca habian contribuido a descomponer la lengua latina, por mas que todas girasen dentro de un mismo circulo, como hijas de una misma madre. Pero lejos de ser esteril tan ansiado como memorable suceso (ya lo dejamos consignado), apresur6 el no dudoso y visible desenvolvimiento de los romances hablados en la Peninsula, impulsandolos tal vez a solicitar la ya indicada representacion por medio de la escritura. Tres habian sido entre tanto los principales romances nacidos en el suelo espanol de aquella larga, constante y progresiva ela- boracion, cuyo primer momento fuera por extremo temerario se- nalar en el cuadrante de los siglos: brot6 en la Esp'ana central el que ha merecido por excelencia nombre de castellano; mostrtise en la oriental el que lleva titulo de Catalan, y alguna vez ha sido, aunque impropiamente, designado con el de lemosino; y surgi6 en la occidental el determinado con el de gallego. Tuvieron todos diversas ramiQcaciones *, y todos aspiraron a lograr desde su in- fancia representacion verdaderatnente literaria. ^Mas era esto po- sible en aquellos instantes? ^Podian las hablas vulgares aplicarse diroctamente ft la poesia de los erudites, sin que fueran antes instrumento de la esencialmente popular, nacida en los campa- mentos, en los mercados y en las plazas publicas?... Cuestioii es esta de suma importancia, que dejan ya resuelta los hechos his- 1 I lustration ll. a del toiuo prcsoute. PARTS I, CAP. XV. CONSID. GF.N. SOBRE LA MANTF. LAT. 285 t6ricos *, y que, aun careciendo de tan preciosos datos, podria ser convenientemente ilustrada por la critica. Poco se ha raenester meditar en efecto para comprender quo las hablas vulgares, formadas a despecho de la tradition latina, necesitaban pasar, antes de merecer la estimation de los doctos, por dos distintos periodos, en que sosteniendo la competencia con el idioma que habia sido en tantos siglos depositario de las cien- cias 6" interprete de los sentimientos de la rauchedumbre, bajo las alas de la Iglesia, no s61o alcanzasen a borrar de aquella su omni- modo predorainio, sino a desvanecer en los hombres entendidos la repugnancia con que hubieron de ser vistas por ellos en los primeros dias de su existencia. Oportuno juzgaraos repetirlo con un respetable critico de nuestros dias: Los habitos del cul- to hacian al latin la lengua natural del clero: los magistrados le demandaban el conocimiento de las leyes y la inteligencia de sus facultades, y comenzada por su estudio la education de todos los literates, conservabanle el involuntario amor que se tiene a las ideas y a las cosas que forman la primera ocu- pacion de la vida 2 , constituyendo en tal manera cierto linaje de antagonismo, de que s61o podian triunfar con el tiempo los nacientes idiomas. La poesia popular, que scMo pudo hablar des- de su cuna el lenguaje del vulgo, hallaba en ellos por el contra- rio nuevo y adecuado instrumento para formular sus inge"nuos y sencillos cantares; y una vez apoderada de aquel medio por todos admitido, ni se curaba de reconocer su legitimidad 6 belleza, ni anhelaba otra cosa sino el ser entendida de todos, por mas ruda y grosera que apareciese. Apasionada, sin embargo, del mismo instrumento que estaba llamada a perfeccionar con su frecuente cultivo, so adhiere a el de una manera franca y decidida, y al propio tiempo que procura enriquecerlo con nuevas conquistas, aspira a darlc duradera preponderancia sobre la lengua de los discretos. Reducida esta de dia en dia a mas estrecho cfrculo, ya por efecto de la ignorancia de unos, ya como consecucncia de los es- 1 Veasc en el capilulo anterior la pig. 228 y siguicntes. 2 Du Meril, Poesies populaires latines, Fntrod. 286 IIISTOIUA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. fuerzos hechos por otros para resucitar los cstudios elasicos, eran cada dia.oidos con mayor aplauso los cantos populares, llegando la hora en que despertaran el afecto, ya que no la admiracion de los semidoctos, quienes deseando trasmitirlos a la posteridad, acudian por ultimo a fijarlos por medio de la escritura. Era este en verdad el primer paso que daban las lenguas romances para vincularse en el aprecio de las generaciones venideras, conser- vando las inspiraciones espontaneas de la religion y del patriotis- mo, como era tambien el primer esfuerzo que hacia el arte de los vulgares ' para remontarse a las esferas eruditas. Entraba sin propia conciencia en una segunda edad, que debia por cierto ser poco duradera, pues que pretendiendo ya desde aquel punto po- seer mas preciadas joyas, volvia de nuevo sus miradas a la tra- dicion latino-eclesiastica, no extinguida entre los discretos, la cual le conducia en breve a larga distancia del terreno en que debia ostentar sus nativas galas. Pero como acontece de conti- nuo en las esferas de artes y de letras, cuanto perdia el arte vul- gar de su primitiva ingenuidad y entereza, lo iba ganando en el atildamiento de las formas, recabando al cabo para las lenguas romances, y muy principal mente para la hablada en la Espana central, el titulo de lengua literaria. No era en consecuencia posible que desecharan los doctos el natural despego con que veian la lengua y poesia de los popula- res, hasta que, consagrados tambien a su cultivo, les fu6 ya dado alcanzar el aplauso que ambicionaban. PeVo no porque existiera semejante divorcio dej6 de apoyarse la poesia de la mu- chedumbre en las tradiciones que habian servido de fundamento, asi respecto del fondo como de las formas, al arte latino-eclesias- 1 Oportuno parecc advcrtir que hemos usado hasta aquf y usamos ahora dc csla donomiriacion on cl mismo scntido que gcncralmenle se le ha dado por los doctos, y para conlraponerla a la de lileratura lalina; pero abarcan- do en este primer momenlo del nuevo arte todos los gcrmcncs que dcbinu fccundarsc mas tardc en distintos campos (el popular y el erudilo). Dia lle- gara en la historia de las letras palrias, en que la exprcsada dcnominacion signifique la ultima degencracion dc la poesia popular, correspondicndo a las trasformaciones poli'ticas y socialcs operadas en nucstro suclo. Voasc la Ilus- Irncion IV." dc eslc tomo. I'ARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MANIF. LAT. 287 tico. Oportunamente examinamos c6rao la poesfa heroico-religio- sa, escrita en la lengua de la Iglesia, llevando desde el templo at centre de los ej6rcitos cristianos los elementos artisticos, se ha- l)ia ofrecido cual vincalo visible entre los himnos de aquella y los cantos meramente vulgares '. Esta manera de trasmision, tanto mas natural y sencilla cuanto era mayor la identidad de la creencia y de las esperanzas de grandes y pequenos, hallaba nue- vas sendas en todas las manifestaciones de la literatura erudita: inscripciones publicas, epitafios, refranes (ya lo hemos dicho an- tes de ahora), todo servia de egemplo sensible a los poetas del vulgo para modelar sus cantares, recogiendo en estos monumen- tos abundantes lecciones de piedad y de patriotismo; bases indes- tructibles de la civilizacion de nuestros abuelos y clarisimas fuen- tes del arte creado para representarla *. Ni podia tampoco ser mas legitima tan peregrina herencia: la poesia, que reconoce sus ver- daderos origenes en el continue comercio, sostenido por tantos siglos entre la Iglesia y los fieles, recibiendo los degenerados me- tros latinos con la imperfeccion propia de quien s6lo podia qui- latarlos y trasmitirlos por medio del canto, sorprendia las rimas de la literatura eclesiastica en el instante en que parecian tomar extraordinario incremento; y aceptandolas cual preseas de buena ley, ya conservaba el primer ornato de las silabas finales, que puede tal vez mirarse como principio y raiz de las asonancias, ya seguia el curso natural de aquel desarrollo artistico, que daba por resultado, tanto en ella como en la poesia latina, el perfecto consonants 3 . Asi pues, teniendo por instrumento las lenguas romances, na- cidas de la ultima descomposicion del idioma del Lacio, y revis- ti6ndose de formas artisticas, que eran tambien ultima degenera- cion de la m6trica greco-latina, mostrabase la poesia vulgar en completa armonia con el estado de aquella civilizacion, amasada 1 Caps. XIII y XIV. 2 Veanse sobrc cstos ascrlos las Ilustraciones . 3 Estc dcfarrollo se comprende con toda claridad cxaminando las tablas rimicas que hemos pucsto en la llustracion I. a de este voliimcn, haciendo aplicacion de ellas a los monumcntos poeticos rccogidos en la inisma. 288 H1STORIA CRlTtCA HE LA LITERATURA ESPAflOLA. con los magnificos despojos del antiguo mundo; y aunque deri- vada, en sus terminos de expresion, de un arte que habia flore- cido en remotos tiempos, no carecia del envidiable galardon de la originalidad, pues que no scjlo eran las mencionadas formas patri- monio de la literatura cristiana desde la epoca memorable de Yu- venco, sino que fecundadas segunda vez por el espiritu de liber- tad 6 independencia que anidaba en nuestros mayores, revelaban en su misma tosquedad que habian echado profundas raices en el suelo de Espana, para vivir con nueva y no menos gloriosa vida. H6 aqui c6mo, al quedar reducida a la categoria de lengua muer- ta, perdia la latina el imperio antes ejercido sobre la muchedum- bre, cediendolo a los nuevos idiomas formados de sus propias re- liquias; y c6mo al reconcentrarse otra vez en las escuelas de mo- nasterios y catedrales, para reponerse de semejante perdida con el recuerdo de la tradicion greco-romana, dejaba la literatura ecle- siastica en completa holgura a la poesia 'popular, que ensanchan- do de dia en dia la esfera de sus triunfos, hacia alarde de en6r- gica vitalidad e independencia. Cuando reconocidos con verdadero espiritu filostifico todos es- tos pasos, nos paramos a considerar el empeno con que la mayor parte de los criticos, asi nacionales como extranjeros, procuran hacerla tributaria de otras literaturas, aun antes de tener vida, no s61o nos juzgamos obligados a rechazar tan err6neos asertos, sino que es para nosotros un misterio obcecacion tan lastimosa. Concede la historia a los pueblos mas incultos de la antigiiedad cantos primitives, inspirados unicamente por el instinto poetico: los aborigenes de Italia ensalzan las victorias de sus caudillos en multiplicados himnos guerreros J ; los bardos celebran en versos heroicos las proezas de sus mas ilustres varones al dulce compas de la lira 1 ; los antiguos pobladores de Iberia conservan la memo- ria de sus padres en largos y seculares poemas 3 ; y en mas cer- 1 Niehhur, Hist. Rom., tomo I de la version francesa. 2 Bardi quidcm fortia virorum illuslrium facia heroicis compos! la vcrsi- lijs cum dulcibus lyrac modulis cantilarunl (Amiano Marcelino, Rerum Ges- tarum, lib. XV, cap. IX, num. 8). 3 Tcngasc prcscntc lo que en el cap. 1 dc csta l. a Parle obscrvamos so- PARTE I, CAP. XV. CONSID* GEN. SOBRB LA MANIF. LAT. 280 canos tiempos, bien que en im estado todavia mas agreste, con- signan los moradores del Nuevo Mundo los hechos notables do sus caciques y senores en sus belicosos mitotes y funerales areytos l , 6 ya trasmiten de padres a hijos los habitantes del archipieMago Fi- lipino en sus fogosos tagumpays la historia de sus mas afamados capitanes, recordando al par en sus dalaos los trofeos alcanzados sobre sus enemigos 2 . Y mientras a nadie es permitido, sin pasar plaza de indiscrete, poner en duda la originalidad de todos estos cantos, al tratar de los origenes de la poesia espanola, perdiendo la senda de la verdadera investigacion, llega el extravio de los criticos hasta el punto de hacerla forzosamente derivada de otras poesias coetaneas, senalandole diversas y encontradas fuentes, y cayendo por tanto en lamentables contradicciones. Dos son no obstante las opiniones mas generalmente propala- das: pretende la primera encontrar en la poesia de los arabes el modelo, a que respecto del metro y de la rima se ajustaron los can tores vulgares para componer aquella suerte de himnos reli- giosos y guerreros, que tomando al cabo por medio de expresion los* nacientes idiomas, han llevado por excelencia el titulo de ro- mances: intenta la segunda hallar en la poesia provenzal el tipo bre el particular con la autoridad de Estrabon: vease tambien la Ilustra- tion U. a del presente voliimen. 1 Oviedo, Historia general y natural de Indias, I. a Parte, lib. V, cap. I; Parte II. a , lib. XXV, cap. IX, y en otros lugares en que cxplica las costum- bres primitivas dc los americanos. Vease la edicion de la Academia de la His- toria, hecha bajo nuestro cuidado (1851 a 1855). 2 Digna es de tencrse presente la clasiftcacion que los indios tagalos ha- cian de sus diversos cantares, unica expresion de su naciente cultura. El nom- bre generico de toda cancion era avit; las rclaciones poeticas, en que se con- signaban los hechos historicos, se denominaban pamalbal; el canto de los re- mcros daytiiray; el de las fiestas y borracheras hilirao; el de las bodas diona; el de los funcrales sambit, ombayi, 6 sambitan; el religioso divang; el de la cuna liilina e hinlt; el acordado de varias voces yndolanin; el desordcnado ba- latong; cl melodioso y suave caguinguing; y finalmente el desacordado, a que mezclaban terribles aullidos, tangloyan. Los himnos de gucrra y de victo- ria llevabanlos nombrcs notados en el tcxto, senalandosc todo cantar antiguo con el titulo de talindax (Vocab. de la leng. tagala dc los PP. Juan de Norc- da y Pedro de San Lucar, Manila, 1754). TOMO II. 19 290 HISTORIA ClUTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. inmodiato de la versification empleada por los primeros poetas erudites 6 yoglares dc pdnola, adelantandose a resolver, que no s61o adoptaron la medida, sino hasta la colocacion de sus ver- sos '; opinion que ha tornado no ha raucho grandes creces, hacie"ndose extensiva a toda la poesia ultramontana 2 . Los que han seguido la filiacion arabiga, parecen haberse fundado en la vulgar creencia de que s61o con la invasion sarracena volvie- ron ;t ser gratos para los pueblos occidentales los encantos de las musas, ahogados del todo por los gritos de la escuela y por el estruendo de las arraas los generosos instintos de la sociedad es- 1 Moratin, Orlgenes del teatro espanol, nota 6. a 2 Como habran comprendido sin duda los lectores, nos referimos a la teoriasustentada en la Introduction a la traduccion francesa del Poema del Cid, porelmuy erudito Damas-Hinard ( V, pag. XXXIII y siguientes). Con tanto acopio de erudicion como ingenio, pero sin que logre traer la conviccion a ningun lector realmente iniciado en el estudio de la metrica y de la prosodia espanola, intenta eldistinguido traductor manifestar, tomando poregemplo el Poema del Cid, que su versificacion es derivada de las canciones de gesta ftan- cesas, adelantandose a sentar estos asertos: Consacre par les romans carlo- vingiens de la France du midi et du nord, avant de passer dans notre Pocme [du Cid], le mot gesta ou geste (narration historique en vers) indique aux cri- tiques espagnols que, pour voir d'oii vient leur versification, au lieu de tour- ner un regard superstitieux vers 1'Orient, ils feraient mieux de regarder de ce cole des Pyrenees)) (pag. XXXIV). Ni alOrientc ni al otro lado de losPirineos han menester volver sus miradas los criticos espanoles que en algo tengan la historia, para hallar las verdaderas fuentes de la metrificacion, adoptada por los cantores vulgares y recibida mas tarde por los erudites. Como los provenzales (de quienes especialmente trataremos), los italianos y los mis- mos franceses, gozan nucstros padres por derecho propio la herencia legili- ma de la gran civilizacion roniana, guardando acaso el tesoro de la tradicion con mas fidelidad que otros pueblos, merced a los nobles inslituidorcs quo siguen las huellas del grande Isidoro, llcvando una y otra vez su influencia del lado alia de los Pirineos. Acaudalados con todos los metros latinos, guar- dados por la Iglcsia en sus riquisimos llimnarios, ^que neccsidad tenian los espafiolcs de mend i gar fuera lo que tenian en casa con tanta abundancia? Pero al estudio especial de todos cstos puntos hemos consagrado las llustracio- nes del presente voliimcn, y no hay para que altcrar el plan de nueslros tra- bajos, por mas que las nuevas tcorias que diariamenle se anuncian sobre la historia dc la Peninsula Iberica, en todas sus manifestaciones, nos fuercen alguna vcz u scr insistenles. PARTE r, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MAMF. LAT. 291 paiiola: los que han abrazado la genealogia franco-pro venzal, pro- curan apoyarse principalmente en la prioridad de esta poesia so- bre todas las modernas; y al mismo tierapo que niegan a las de- mas nacioues la facultad del canto, concedida aim a los pueblos mas barbaros, condenan a nuestros padres a ser los ultimos que despiertan del pretendido letargo, en que todas yacian *. Mas no se han menester herculeos esfuerzos para probar lo aventurado, injusto y arbitrario de semejantes asertos, si bien por lo arraigados y extendidos piden de suyo ser tornados en cuenta, y por lo contraries a la verdad y ofensivos al sentido his- t6rico de la nacion espanola merecen ser ampliamente refutados y dignamente desvanecidos; tarea que adelante realizamos para completar los presentes estudios a . Bueno sera, no obstante, ma- nifestar desde luego que ambas opiniones flaquean por su base, cuando se fija la vista en los estudios que llevamos hechos; pues que los monumentos, en su lugar examinados, prueban que lejos de haber caido Espana durante la monarquia visigoda en el dolo- roso cuanto inverosimil estupor que suponen los arabistas, nunca habia recibido la poesia tan ardiente culto, llegando a degene- rar este en verdadero frenesi 3 : prueban asimismo con no menor evidencia que no interrumpida, al derrocarse aquel Imperio, la tradicion de eruditos y populares, si pudo la musa cristiana di- rigir su vuelo a distintas esferas, en vez de enmudecer con el estruendo de las annas, recobraba en mi tad de las lides mas vi- goroso acento 4 . Los pueblos que, como el espaiiol, descansan en un pasado lleno de gloria 6 iluminado por la antorcha de la religion, en cuya defensa militan; que han logrado una ma- nifestation literaria tan rica, varia y majestuosa como la que ilustran en tantos siglos los nombres de S6neca y Lucano, Mar- 1 Villeraain, Tableau de la litter, du Moyen age, tomo II de la eel. dc 1852, lee. XV. 2 Veanse en toda su extension las Ilustraciones IV. * y V.*, dondc ayu- dados de la historia y de la filosofia, procuramos ilustrar cstas importantcs cucsliones, relativas a los origencs de la litcratura vulgar espanola. 3 Cap. X, pag. 147 y siguientes. -i Cap. XIV, pag. 202 y siguientes. 292 HISTOIUA CUiTlCA DE LA LITERATURA ESPASOLA. cial y Columela, Yuvenco y Prudencio, Orosio y Draconcio, Leandro 6 Isidore, Eugenic y Julian; que ban desartollado ento- da su extension las fuerzas creadoras de su genio nacional,osten- tandole siempre dotado de verdadera originalidad y grandeza, llegados al momento supremo de una trasformacion intelectual, que se refleje activamente en las regiones de las artes y de las letras, no buscan fuera de si los ge>menes de aquella nueva vida, ni se olvidan de sus mayores hasta remedar en otras naciones los habitos y costumbres que constituyen su entidad, como tales so- ciedades. Pueden oscurecerse aquellas antiguas glorias, merced a profundos y sucesivos sacudimientos y aun catastrofes: pueden las formas de expresion perder su belleza exterior, modificando- se sucesivamente, en virtud de esos mismos acaecimientos, hasta exigir una trasformacion completa, en armonia con la operada al propio tiempo en el mundo de la moral y de la politica; pero sin renunciar nunca a su propia vitalidad, sin borrar de si la sagra- da marca de los siglos, girando siempre dentro de aquella mis- ma 6rbita, donde hal!6 el primer molde literario el genio de la nacion, y repeliendo en consecuencia todo elemento contrario 6 peligroso a su natural, aunque lento y dificil desarrollo. No otra es la ley que rige a la poesia de los cristianos inde- pendientes en las diversas edades por que va pasando, hasta que, extendiendo los romances vulgares, hablados ya de largo tiempo, su dominio a los semidoctos, llega al instante de ser escrita. Y si tanto en los poemas, meramente latinos, como en los vulgares que de aquella apartada 6poca ban llegado a nuestros dias, ha- llamos no escaso sabor de orientalismo, fruto es, segun queda re- petidamente insinuado, no s61o de aquel primer influjo que ejer- cen en las regiones de Iberia sirios y fenicios l , sino del mas di- recto, del mas inmediato y por tantos conceptos legitimo de las Sagradas Escrituras; base indestructible de la creencia, y luz que brilla igualmente en la musa de Yuvenco y Draconcio, de Euge- nio y de Conancio, y en la elocuencia de Leandro e" Isidore, de Ildefonso y de Valerio. No es pues licito el buscar en la poesia de arabes 6 de lemosines las formas artisticas de aquellos primitives \ Cap. I, pag. 8 de csla I." Partc. PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MAISIF. LAT. 293 cantos nacionales, contraries, interior y exteriormente conside- rados, al genio peculiar do ambas musas, sin caer en repren- sible error, y sin olvido manifesto de todo fundamento histo- rico. Dia llega por cierto en que esa doble influencia, generalmente presentida, mas no determinada todavia crono!6gicamente por ninguno, de una manera incuestionable, en la historia de nuestras letras *, se insinua en ellas clara y distintamente; y mengua seria entonces de la sana critica el desconocerla 6 rechazarla, despo- jandose de los raedios de explicar uno de los mas sorprendentes y fecundos desarrollos de la civilizacion espanola. Pero cuando esto se verifica, sobre haber experimentado ya la poesia escrita de los vulgares una trasformacion importante, lleva andado largo camino, despues de merecer el nombre de erudila; imica situa- cion en que le era dado recibir toda influencia esencialmente li- teraria 6 filos6fica. La del arte indo-oriental, que como la de los trovadores provenzales, solo pudo penetrar en la literatura cas- tellana a mediados del siglo XIII 2 , se habia ya indicado a prin- cipios del XII en la latino-eclesiastica con los doctos trabajos del celebrado converse Pero Alfonso, quien atento a ser util al gre- mio cat61ico, en que se habia inscrito, puso en la lengua do la Iglesia la peregrina coleccion de ap61ogos que procuramos quila- 1 Terminados tcniamos cstos estudios, cuando Mr. Adolfo dc Puibusquc dio a luz su docta y elegante traduccion del Conde Lucanor, precedida dc un excelente discurso sobrc la introduccion del apologo dc Orienle en Occidenlc (Paris, 1854). n ella, si bicn no Hega a cstablecer bajo todas sus relacioncs la tradicion literaria de la forma simbolica, resuclve accrtada y magistral- mente may intercsantes cuestioncs, abriendo el camino a la verdadera inves- tigacion critica. Mr. dc Puibusque no vacila en adjudicar a Espaiia la gloria dc haber traido al seno dc Europa el apologo oriental; justicia que si no sc nos habia rchusado antes dc ahora, tampoco se nos habia hecho noble y pa- ladinamcnte. Micntras prosiguiendo nucstros estudios, llega el momento do mcncionar con mayor espacio el erudito discurso de Mr. Puibusque, ju/ga- mos convenicnte rendirle el homenaje de nuestra gratilud, por cl loable cclo con que ha procurado tratar punto de tanta importancia en la historia dc nucslras letras. 2 Vease cl cap. IX del siguicntc volumen. 294 HISTOR1A CIllTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. tar en el capltulo precedente, distmguie"ndola con el titulo de Dis- ciplina Clericalis i . Siglo y medio trascurre sin que hallemos en las letras espaiio- las, cultivadas por los que se pagaban de entendidos, huella al- guna del arte oriental 6 simbo'lico, siendo necesario avanzar to- davia hasta la segunda mitad del XIV para encontrar en el idioma castellano las estiraadas fabulas de Pero Alfonso 2 . Mas este apartamiento que esteriliza por tantos anos respecto de la litera- tura vulgar los laudables esfuerzos de aquel diligente cultivador de la oriental y de la eclesiastica, tenia orfgen en el mismo esta- do a que habia venido la ultima, con el naeimiento y natural pro- greso de las lenguas romances, que aspiraban desde la cuna a ser las unicas que representaran la nacionalidad literaria de nuestros abuelos. Ya lo dejamos apuntado y conviene aquf repetirlo: la Iglesia espanola, que inmutable como el dogma sobre que su cons- titucion estribaba, no podia admitir las referidas lenguas por'in- te"rpretes de la liturgia, se habia visto forzada desde mediados del siglo XI a usar de toda su autoridad, para que se conservara por ambos cleros el degenerado latin de las escuelas 3 : sus repetidos mandates, segundados por las colonias cluniacenses, que pasan los Pirineos bajo los auspicios de Alfonso VI, producian al cabo una reaccion favorable a los estudios, renovandose en ellos las 1 Dccimos que puso en la lengua de la Iglesia, porque al comenzar cl prologo parece dar a entender que escribio antes en olra este peregrino libro, con las siguientes palabras: Deus in hoc opusculo mihi sit in auxilium, qui mihi librum hunc componere et in latinum convertere compulit. Aunque al- gunos sospcchan que pudo ser el romance vulgar, tenemos por mas fundado que fuera esta su lengua materna la hebrea, cultivada a la sazon con sumo esmero por los mas doctos rabinos de Aragon y de Castilla. 2 La traduccion castcllana del precioso libro de Pero Alfonso es absolu- tamentc desconocida en la republics literaria. Descubierta por nosolros, asi como otros muchos monumcntos de la poesia y de la clocuencia espanola, nos rescrvamos darla a conocer en lugar oportuno de la presente Historia crflica. 3 Entre otras disposicioncs que pudieramos alegar, debe recordarse el ca- non ya citado antes de ahora, en que los Padres del concilio de Santiago or- denaron que no sc cligicson abades, sin que antes probaran que sabian cx- plicar las Santas Escrituras [10o6]. PARTE I, CAP. XV. CONSUL GEN. SOBRE LA MANIF. LAT. 295 nociones de la antigiiedad clasica en la forma que heraos recono- cido,al examinar los libros de Pedro Compostelano '. Pero a me- dial que los estudios eclesiasticos se reponen y cobra con ellos mayor lustre la ya muerta lengua latina, se estrecha el circulo de sus cultivadores, creciendo la distancia que los separa de los poetas vulgares, desdenandose, ya que no repeli6ndoso mutua- mente; y este aislamiento, que solo podia cesar cuando llegaran las nuevas literaturas a ser patrimonio de los doctos, poniendo cierto limite y valladar entre discretes y populares, hacia infe- cundas y frustraneas todas sus reciprocas conquistas. No olras son las principals causas que contribuyen a encerrar por tanto tiempo dentro de la esfera de las letras latino-eclesias- ticas los elementos indo-orientales, traidos al seno de la civili- zacion espanola por el con verso Pero Alfonso: la poesia vulgar, todavia en su cuna, cuando la Disciplina Clericalis se escribe, s61o podia alimentarse del sentimiento religioso y del sentirniento patrititico que le habian dado vida. Eran la piedad y la guerra las imicas fuentes de sus inspiraciones; y atenta s61o a fortificar la creencia y a preconizar las victorias alcanzadas en su nombre so- bre la morisma, ni cumplia a su alto ministerio el desvanecerse con extranas conquistas y preseas, ni le era dable tampoco mu- dar de indole y naturaleza, sin perder en un solo dia aquella ene"rgica vitalidad, que aun despues de hecha erudita, debia ca- 1 Cap. XIV. Una observacion general, relativa a la poesia latina, com- prueba con mayor exactitud estas observaciones. Mientras decae y sc pierdc cada dia mas, en las obras cscritas en prosa, el uso del hiperbaton, segun hemos repetidamente advertido, se csfuerzan los mclrificadores en haccr gala de su empleo, no parcciendo sino que rcstaurada esta nocion con el cstudio de los clasicos, fiaban todo el exito de sus pocmas a su mas frecuente ejerci- cio. Una diferencia capital se descubre no obstante cntre las producciones de los clasicos y las obras de que tratamos: en aquellas cede el hiperbaton a la naturaleza musical de la prosodia, aumentando en consecucncia las belle- zas del lenguaje: en estas satisface solo a la realizacion de un preccpto, mas respctado que comprendido, produciendo a veces oscuridad y enmarauando casi siemprc la frasc. De cualquicr modo la observacion cs digna de consig- narse, y su comprobacion tan facil y scncilla, como que basla solo para pro- ducirla la lectura de algunos versos (Vcansc los citados en el capitulo ante- rior y los mas de la Ilustracion I.). 296 HISTOR1A CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAfSOLA. racterizarla, soraetiendo a su imperio cuantas ideas y formas li- terarias y artisticas vinieran al suelo de la Peninsula. Dajo estas condiciones y auspicios llegaban pues a fijarse por raedio de la escritura los cantos de la musa popular, dando prin- cipio a la inextimable se"rie de monuraentos, que reflejando viva- mente la cultura de nuestros mayores, forman la historia de la raanifestacion del genio espanol en las lenguas romances, so- bre las cuales predomina al cabo la castellana, hablada en las regiones centrales de la Peninsula *. Con su examen empren- deremos tambien nosotros la dificil y larga tarea, a que sirven de indispensable y naturalisirao cimiento cuantos estudios lle- vamos hechos, abrigando la seguridad de que, asi como lo he- mos realizado respecto de las latinas, hallaremos plenamente conflrmadas en la exposicion critica de las obras escritas en lenguas vulgares, las observaciones y principios fundaraenta- les que dejamos asentados en 6rden a la indole del ingenio es- panol, uno siempre en su esencia, bien que vario en sus acciden- tes exteriores. Ni pudie"ramos en esta parte temer la nota de in- consecuentes, cuando al recorrer con investigadora solicitud las diferentes edades, por que va pasando desde que da senates de vida bajo la protectora salvaguardia de los Cesares, hasta que to- ma por inslrumento los idiomas vulgares, le hemos visto siempre consecuente con los principales caract6res, de que hace gala al aparecer en medio de los antiguos pueblos, mostrandose al par en absoluta consonancia con las distinlas necesidades experimen- tadas por la sociedad y en estrecha armonia con las manifestacio- nes de las demas artes 2 . Sin renunciar por tanto a su propia esencia, sin abjurar pobre 1 Introduccion, pags. C y siguientes. 2 Esle ascrto tiene su mas completa confirraacion en la hisloria de las bcllas artcs, que como la poesia, estan llamadas a revelar con toda fuerza y exactitud el progrcsivo estado de la cultura de cada pueblo. A falta de una historia tan completa como sin duda exige nueslra patria, remitimos a nues- tros lectores al ya citado En&ayo Histdrico sobre los diversos yineros de Ar- quitectura empleados en Espana, donde bajo elaspectode esta arte hace el docto academico, don Jose Caveda, important^ observaciones (Caps. II, III, IV, V, VI y VII, Madrid ,1848). PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MANIF. LAT. 297 y mezquinamente de su originalidad en todas partes consignada, imposible era que intelrumpiese el ingeoio espanol su curso gra- ve y majestuoso, arrastrando por el contrario en su impetuosa corriente cuantos ricos y extranos veneros llegaron a acaudalarlo. No olvidemos tarapoco respecto de esta ley suprema de la litera- tura espanola, que siendo una misma la ocupacion de la sociedad entera, antes y despues del triunfo alcanzado en la forma ya indi- cada por las lenguas romances, ocupacion en que estribaba gran- demente su felicidad futura, uno debiti ser tambien el interns que dominara en las creaciones del arte, llamado a representar la vida intelectual del pueblo, por mas que entrando en las vias del ver- dadero progreso cientifico y literario, pudieran aquellas modifi- carse en ciertos y determinados accidentes. Esta unidad y conse- cuencia del ingenio y del arte espanol, si es licito llamarlo asi, forman pues la mas amplia base de sus producciones, y deben servir de seguro norte a los fallos de la critica, si ha de merecer el titulo de filostifica, logrando al propio tierapo llegar al t6rmi- no de tantos ambicionado, si bien de nadie hasta ahora conse- guido. Tal ha sido en verdad nuestro constante anhelo, al examinar en el largo espacio que llevamos andado las obras producidas por las letras hispano-latinas en medio de tantos contratiempos y vi- cisitudes. Ni el vano proptisito de ostentar una erudicion laborio- samente allegada, ni el infecundo afan de establecer inverosf mi- les teorias, nos ban movido por ventura a dar a las presentes in- vestigaciones la. extension que han recibido de nuestra pluma. Para apreciar dignamente lo que habia sido , era y debia ser el ingenio espanol, parecianos de todo punto necesario el conocerlo por entero, evitando asi el peligro en que han caido casi todos cuantos dentro y fuera de Espana han escrito de nuestra litera- tura, dejando por resolver multiplicados problemas, y su historia lastimosamente aceTala ' . i Notable es en verdad que el ultimo escritor cxtranjero que ha procu- rado trazar la Historia de la literatura espatiola, cl muy crudilo Mr. George Ticknor, arraslrado en la general Corriente, haya incidido en cstc censurable error dc critica. Al aparcccr su obra en la rcpublica dc las letras, dcciamos, 298 HISTOR1A CKlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Que hemos alcanzado alguna parte del fin propuesto lo prueba con la posible evidencia la seYie de observations que constituyen estos estudios: de ellos se desprende sin g6nero alguno de dudas ni perplejidades, que si ban sido varies y encontrados los inte- reses que agitan durante muchos siglos el suelo de la Peninsula; si ban conturbado profundamente grandes cohflictos y afrentosas catastrofes a sus moradores; si, en una palabra, se ban visto sus bijos sometidos por la mano de la Providencia a todo linaje de in- fortunios, siempre se ha reflejado en las creaciones del arte esa unidad interna, esa entidad especialisirna, ese quidhispanum, que dando perenne testimonio de la ene"rgica vitalidad del sentimien- to, debia trasmitirse con igual fuerza a las generaciones futuras, para infundir su genuina y vigorosa iisonomia a nuestra nacio- ualidad literaria. Deraostrar la forma en que este hecho se verifica respecto de los primeros monumentos escritos de la poesia vulgar; descubrir esas relaciones interiores del arte y de la idea que domina en las mas apartadas 6pocas, objeto es ya de Jos siguientes volume- nes, donde aspiraremos, como hasta aqui, a seguir fielmente ba- jo todas sus fases el vario y complicado desarrollo de la civiliza- cion espanola. No hay para qu6 detenernos a manifestar sin em- bargo, que preferiremos constantemente a todas las demas la manifestacion literaria, y que s61o acudiremos a las ciencias 6 a las artes para demandarles auxilio, cuando no alcancemos a ex- accrca de su plan, lo siguiente: Mr. George Ticknor, desentcndiendose de la averiguacion filosofica de los origenes de la literatura espanola, no ha wrcparado en quo iba su historia a carecer de vcrdaderos cimientos, apare- Nciendo a la vista de los hombres entendidos como una obra lastimosamenle acf.fala. Dcsprovisto del poderoso auxilio que habria cnconlrado sin duda en semejantes especulaciones, ni le es dado explicar de una niancra scn- wcilla y satisfacloria el nacimicnto de la poesia espafiola, ni acierta :i fijar sus primcros pasos, ni sospecha siquicra sus primitivas trasformaciones, dojan- do en las tinieblas y oscuridad en que yacian, aquellos prcciosos nionumen- tos de nuestra cullura (Revista Universal, tomo II, pag. 282). Al ccnsu- rar pues cl plan adoplado por Ticknor, claro y evident^ era que nosotros habi'amos intcntado cchar m:is anclia base a las invcsligaciones critico-litera- rias, sin que por esto abrigaramos la vana presuncion dc habcr logrado com- plclo acierto. PARTE I, CAP. XV. CONSID. GEN. SOBRE LA MANIP. LAT. 299 plicar do otra manera lo quo son, lo quo valen y lo quo repre- sentan por si las obras del ingenio, cuando tienen por instruraento y t6rmino de exprcsion la palabra. Cumplenos hacer, antes de terminal*, una declaracion impor- tante: hasta ahora hemos considerado, en conjunto las produccio- nes del ingenio espanol, ya hayan sido fruto de los hijos de la antigua BtHica, ya de la Lusitania, y ora hayan florecido orillas del Jalon, ora a las margenes del Turia: todas lograban en la lengua latina, asi en los dias de su mayor grandeza como en su lenta y sucesiva decadencia, un solo medio de manifestation, ca- minando en consecuencia por el mismo sendero; mas esta unidad exterior no podia menos de alterarse con la aparicion de las ha- blas vulgares, llegando a quebrantarse enteramente, luego que obtienen las mismas el lauro de ser escritas. Todas habian alegado hasta entonces iguales titulos para alcanzar la preferencia como lenguas literarias; pero erigida Castilla por larga serie de acae- cimientos en centro del Imperio cristiano, y confbrme 6 semejante del todo su viril y armonioso idioma al hablado en la mayor parte de las regiones centrales de la Peninsula *, ostentabase al cabo como el mas digno iut6rprete de la nueva literatura, ya cultivada por eruditos y populares, dejando a los demas romances reduci- dos, con el trascurso de los siglos, a la simple categoria de dia- lectos. Asi que, sin despojar a Galicia y Cataluna de la gloria que realmente les corresponde en el desenvolvimiento de la poesia national 2 ; sin condenar tampoco a sus mas seiialados ingenios a \ Vease la Ilustracion II. a , dondc procuramos sefialar las comarcas don- de fue hahlada desdc su cuna la lengua que llcva por excelencia tilulo de caste liana. 2 No juzgamos ocioso el notar aqui que al mcncionar a Galicia, tencmos tambien en cuenta a Portugal, cuya literalura, por mas que cl ciego cspiritu debastardos inlereses ose contradecirlo, reconoce las mismas leyes fundamon- tales que la espafiola, como nacida en su propia cuna y alimentada de su pro- pia sangre. Ni puedc con mas razon dcsgajarsc del arbol dc la nacionnlidad espanola la poesia catalana, cualquicra que sea el empeno dc separar ss des- tinos del resto dc la Peninsula. Lo que la Providencia ha consenlido y la his- toria revela con luz clarisima, no ha dc somcterse al capriclio de inlcrosndos calculos, ni permaneccr cnvucKo en el error, .aunque haya oste nacidu cnlrr 300 H1STOR1A CRlTICA DE LA L1TERATURA ESPANOLA. un ostracismo injusto y arbitrario, dirigireraos principalmente nuestras fuerzas a examinar y quilatar toda suerte de obras es- critas en el habla de Lain Calvo y Nuno Rasura, como que en ellas contemplamos el firrae y duradero cimiento del raagnifico 6 inmortal edificio, en cuya cupula resplandecen las figuras de Gar- cilaso y de Herrera, de Lope de Yega y de Calderon, de Maria- na y de Cervantes. La exposicion histtirica, a cuyo te"rmino llegamos, ha menester por ultimo, como natural complemento, el desarrollo de ciertas cuestiones que hemos tocado de pasada, atentos a no producir oscuridad ni embarazo, ya al verificar la analisis de las obras, ya al deducir de ella la doctrina. Naciendo todas de la materia mis- ma que tratamos, encaminanse todas directamente a su ilustra- cion, formando en consecuencia parte principalisima de la Histo- ria crttica. Refie'rense, no s61o a la poesia escrita durante los si- glos "VIII, IX, X, XI y XII, tomando en cuenta los origenes lati- nos de las formas artisticas; no s61o a la derivacion y moldea- miento, si es dado decirlo asi, de las lenguas romances, y con ellos al estudio y quilatacion de los medios expositivos de la poe- sia vulgar escrita, sino tambien a la investigacion de las formas que reviste la verdadera poesia popular, cuya nocion anda entre los doctos por demas desnaturalizada, considerando al par como elementos del arte, en cuya elaboracion alcanzan parte muy ac- tiva todas las clases de la sociedad , los refranes 6 proverbios vul- gares, reliquias de la antigua sabiduria y piedra de toque de la moral practica de los pueblos. Entranadas estas cuestiones en cuantos estudios llevamos rea- lizados, solicitaban naturalmente completa ilustracion, tanto para desenvolver las teorias indicadas respecto de los referidos puntos, sabios. La lilcratura portugucsa y la catalana, cnlazadas cstrcchamcnte cou la que nace, crece y se desarrolla durante la cdad media en el centre de las Espanas, no pueden ser olvidadas por nosotros, sin rcnunciar a sabicndas a los fines trasccndentales a que aspiramos: justo cs asignar por cl contrario on el flujo y reflujo de las ideas y de los sentimientos, ya de las cxlrcraidades al centre, ya del centro a las extremidades, el lugar que rcalmenle alcanzan en cl dcsenvolvimiento de la civilizacion cspanola; y a este proposito nos oncaminaremos cada vez que lo exija cl desarrollo lustorico. PARTE I, CAP. XV. C01SSID. GEN. SOBRE LA MANIF. LAT. 30i cuanto para abrir y dejar del todo llano y libre de obstaculos el ca- mino quo debemos seguir en la investigacion y examen de los mo- numentos de la literatura vulgar, al estudiarlos en relacion con todos los elementos de cultura atesorados por nuestros mayores. A uno y otro fin trascendental atendemos pues en las siguientes Ilusfraciones, quo siguiendo la comun corriente y en el general lenguaje de los eruditos podriamos designar bajo el titulo de OH- genes, si no penetrasen mas profundamente en el campo de la antigua civilizacion las raices de la gran nacionalidad literaria, que tiene por legltimos inte'rpretes en tan apartadas edades a S6- neca y Lucano, a Isidoro 6 Ildefonso, a Mena y Santillana, a Cal- deron y Quevedo. Ni dejaremos tampoco la pluma sin consagrar algunas lineas a desvanecer los errores 6 templar al menos las pretensiones por extremo ambiciosas de los que, desconociendo la generosa idea que el pueblo ibero abrigaba respecto de su noble origen *, y ol- i Si bicn tendremos ocasion de ampliar adelantc este aserto, parecenos oportuno llamar aqui la atencion de nuestros lectores respecto de su impor- tancia, en orden a los primeros tiempos de la reconquista y a las obras lite- rarias hasta ahora examinadas. Mientras todos los historiadores modernos han apurado el diccionario de sus respectivas lenguas para calificar de bdr- baros y suponer hundidos en el mayor embrulecimiento a los paladines de la religion y de la patria, que heredan la inclita empresa de Covadonga; mien- tras desdenando las producciones literarias que revelan el angustioso, pero no despreciable estado de su cultura, han exagerado los criticos de nuestros dias la pobreza y ruda ingenuidad de sus cronistas y poetas, hasta declararlos in- dignos de toda consideracion y estudio, aquellos paladines, aquellos histo- riadores y cantores sagrados y profanes, que han yacido en absoluto menos- precio, daban claro y elocuentisimo testimonio de abrigar el noble sentimien- to de su orfgcn, declarandose una y otra vez como representantes y herede- ros de la raza lalina y de la civilizacion que su nombre revelaba. Dominados de este anhelo y llcvados del incontraslable imperio de la tradicion clasica, cuyo profundo sello hemos descubierto en todas paries, dcsignaban los dis- cipulos del grande Isidoro, como lo habia hecho este al comcnzar del si- glo VII, con titulo de bdrbaros a cuantos no pertenecian a su raza ni a su civilizacion, sin exceptuar a los misinos Califas que mayor impulse dieron en el suelo de Cordoba a la tan celebrada de los arabcs. Este hecho constante- mcnle reproducido, asi en los cronistas como en los poetas y aun en los do- cumentos cancelarios, contribuye pues eflcazmcntc a formar concepto del 302 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAflOLA. vidando tal vez que bajo el aspecto de la nacionalidad ocupa la literatura espanola cl primer puesto i , la condenan desde an- tes de nacer a ser derivada y tributaria; y como ha tenido y tiene todavia entre los doctos excesivo predominio la creencia, ya por nosotros contradicha, de que es la poesia de los trova- dores primera fuente de la castellana, justo nos ha parecido dar fin y remate a las indicadas Ilustraciones, tratando de prop6sito esta cuestion para averiguar lo que es, vale y significa en nuestro suelo la influencia de la poesia provenzal, no sin que en los mo- raentos oportunos y cuando lo pide el desarrollo de la historia la admitamos con imparcial espiritu y procureraos determinarla y reducirla a sus justos y verdaderos limites. Entremos pues en el particular estudio de los puntos mencio- nados. que nuestros mayores tenian de su propia significacion e importancia, manifestando una vez mas la aversion con que veian cuanto podia ofendcr la antigua nacionalidad por ellos inmediataraente representada. "Veanse en la Ilustracion II. a del presente volumen los oportunos comprobantes, al es- ludiar la formacion de las hablas vulgares. { Federico Schlegel, Historia de la literalura anligua y moderna, tomo I, cap. XI. Vease nuestra Introduc., pag. II. ILUSTRACIONES. i, SOME LA POESIA ESCR1TA EN LOS SIGLOS VIII. IX, X, XI Y XII. ORIGENES I \ I I \.i- DEL METRO \ DE LA RIHA. I. Caestion intrincadisiraa ha sido para los eruditos la averiguacion de los origenes de las formas poeHicas de las modernas literatu- ras; y no menos quo los criticos extranjcros ban disputado los espanoles sobre este punto. Mas ha surgido en medio de lanta controversia la luz apetecida por los verdaderos investigadores?... Las tcorias preconcebidas poruna parte, la diversidad deestudios por otra, y las preocupaciones de escuela, obstaciilo insuperable a toda razonada discusion, ban sido causa bastante a que, lejos de ilustrarse semejante raateria, hayan aparecido tantas opinio- nes, sistemas y teorias como escritores la ban tratado, olvidado a la continua el desarrollo natural de la civilizacion, y menospre- ciadas por tanto las enseiianzas de la historia. FUG" por otra parte empeno comun de los erftinos del pasado si- 304 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPA1SOLA. glo el rechazar, como cosa vana y contraria a las bellezas de la poesia, el ornamento de la rima, no curandose mas de recono- cer las sendas verdaderas, pordonde se habia derivado & los can- tos vulgares la metrificacton, empleada durante la edad media y trasmitida & los siglos modernos. Teniase por servil sujecion el uso de aquella: calificabasele de pueril, insipida, frivola 6 inarm6- nica; tildabasele de barbara, y en medio de este universal despre- cio, dabase por cierto que, asi como los feudos y los duelos, de- bia su origen & los pueblos del Norte '. Esta aversion, hija al par de la intolerancia y del exclusivismo de los erudites, haciendose extensiva d la antigua metriflcacion, ya desdenada desde la 6poca del Renacimiento greco-latino (sigloXV alXYI), lanzando el des- precio sobre las formas po6ticas del arte nacido en la edad media, debia llevar y Ilev6 en efecto los que en Espana se preciaban de doctos hasta las lindes del mismo absurdo, dando a la metrifica- cion y a la rima bastardos origenes, y perdie"ndose con los escri- tores extranjeros en mil encontradas hiptitesis 2 . No negaremos nosotros que en el cumulo de opiniones asenta- das con el referido prop6sito, se descubre alguna parte de ver- dad, principalmente respeeto de las literaturas orienlales, desig- nadas en general como unicas fuentes de la rima, punto que asl como el de la metrificacion, tocaremos en lugar oportuno con el detenimiento que en nuestro sentir requiere 3 . Pero concretando- nos ahora a la investigacion de los origenes latinos del metro y de la rima, base principal y verdaderamente hist6rica de estos ornamentos artisticos de las poesias vulgares, cumplenos ante to- do recordar cuantos hechos dejamos reconocidos en el estudio de la manifestacion latina del genio espaiiol, siendo estos el mas se- 1 Mr. Du Bos, Reflexions critiques sur la poesie etlapeinlure, Part. I. ere , sect. XXXVI. 2 Aludimos a las contradictories teorias de los eruditos Bembo, Massieu, Huet, Fauchet, Quadrio, Pasquier, Marvesein, la Ravallier y tantos otros co- mo ban tratado dc los origenes de la rima, al considerarla en las modernas literaturas. Estas teorias fueron seguidas en nuestro suelo por los escritorcs del pasado siglo, entrc quienes pueden citarse por su autoridad Sanchez, Lu- yando, Scdano y aun el bencdictino Sarmiento. Vease la llHStracion HI.* 3 Veasc la ya indicada Ilustracion num. III. PARTE I. ILUSTR. OHIO. LAT. DE METRO Y RIMA. 305 guro comprobante y guia de la verdad, que sinceraraente anhe- lamos. La analisis de las obras de S6neca y Lucano, Marcial y Colu- mela nos ha ensenado que fu6 cultivada por los espanoles la li- teratura romana, ejerciendo en ella no escasa influencia: las for- mas poe"ticas adoptadas por tan celebrados vates eran las mis- mas empleadas por Horacio y "Virgilio, sin que intentaran un solo momento sustituirlas con otras, por mas grande que fuese el ins- tinto de independencia que los animaba. Ni hemos perdido de vista, al examinar las producciones de Yuvenco y Prudencio, de Orencio y Draconcio, honra de las letras cristianas, que desde el instaute en que la doctrina del Crucificado triunfa de la gentili- dad, aquella dulce y melancolica musa que buscaba su inspiracion ora entre los gemidos de las virgenes llevadas cruelmente al mar- tirio, ora en las soledades misteriosas del yermo, exhal6 sus in- usitados ayes en versos latinos, donde no pudiendo ya tener en- tero cumplimiento las leyes de la antigua me'trica, hubieron de introducirse tales alteraciones, que fueron bastantes a revelar el portentoso cambio operado en el mundo. Caminaba en esto la poesia de acuerdo con las demas bellas ar- tes, segun hemos advertido antes de ahora ': la arquitectura, des- tinada a escribir en monumentos de piedra la historia de los pue- blos, fiie" acaso la primera que en este movimieuto traz6 la nueva seuda que debian seguir sus hermanas. No pudiendo satisfacer en modo alguno los templos del paganismo las necesidades del culto y rito cristiano, que por tan diferentes caminos se apartaba de la teogonia griega y latina, menester era que se empleasen nuevos medios para llenar cumplidamente aquellas coudiciones de la reli- gion y de la creencia. Perseguida primero la Iglesia de Cristo, buscu asilo en los lugubres subterraneos de las calacumbas: libre al lin y triunfante de sus perseguidores, halhj en las basilicas se- guro albergue, hasta que desplomados sobre el Imperio romano los pueblos del Norte, y envueltos en la comun ruina los antiguos templos del paganismo, comenz6 a levantarse de entre sus es- combros un nuevo arte, nacido para trasmitir a las generaciones \ Cap. V del presenle voliimcn. TOMO II. 20 300 HIST01UA ClUTICA DE LA LITEBATURA ESPAflOLA. futuras ol vacilante estado de aquella sociedad, donde caducaban las costumbres, las leyes y las creencias ante el sublime simbolo del G61gota. Destruidos ya los templos de las falsas deidades, y despedaza- dos sus raentidos simulacros, huytise cuidadosamente de toda imi- lacion interna y ritual de los primeros, empleandose sin embargo en las nuevas basilicas sus ornamentos y despojos. No era en verdad posible que los cristianos, vistos antes con aborrecimiento y entregados con frecueucia a la sana de los verdugos y de las fieras, pudiesen improvisar una arquitectura, distinta de todo pun to de la cultivada por los gentiles, al ser declarado el cristia- nismo como religion del Imperio. Las columnas, los capiteles, los frisos y molduras que exornaban ya el templo de Jupiter, ya el de Saturno, ora el de Minerva, ora el de Diana, formaron pues el caudal de aquel peregrine arte, que aspiraba a ser original, acomodando los referidos ornatos a sus religiosas creaciones. To- do lo cambiti, en efecto: la planta y distribucion se sometieron al orden gerarquico de la Iglesia y a la solemnidad de sus ceremo- nias: las columnas se agruparon para recibir los arcos que divi- dian entre si las naves, -simbolos de la de San Pedro; los frisos y molduras que habian decorado los suntuosos pdrticos de los id<5- latras, se distribuyeron y derramaron por el ediflcio; encerran- dose fmalmente dentro de sus muros todas las galas, de que en el exterior habian hecho fastuoso alarde los templos paganos. Asi, aunque valiendose de otros elementos, hijos de otra religion, y creados para satisfacer otras necesidades, logr<3 el arte cristiano ser altamente original, llenando cumplidamente todas las condi- ciones de su existencia, y abrigando desde aquellos primeros dias los fecundos g6rmenes que debian desarrollarse en siglos veni- deros. No de otra suerte conquistaba la litcratura latino-eclesiastica las formas poelicas del arte clasico, que habian de atravesar las tinieblas de la edad media, para servir de ornato a las poesias vulgares. Los versos exametros y pentametros, que a tan alto punto se habian sublimado en la lira de los romanos; los saficos y adonicos, los trocaicos, los yambicos, los dimetros y tetrame- tros yambicos, los octonarios y tantos otros metros como respon- PARTE I. ILUSTR. ORIG. LAT. DE METRO Y RIMA. 307 dieron ya a los acentos del patriotismo, ya a los dulces 6cos del amor, durante el siglo de oro de las artes y de las letras latinas, debian pues someterse a la imperiosa ley que reducia todos los elementosde cultura del mundo antiguoa un centro comun, para encaminarlos, modificados ya, por nuevos senderos. Aquellos poetas del cristianismo, nacidos despues de la gran ruina de las letras, tan doctamente lamentada por Quintiliano, sin curarse de inventar nuevos sistemas m6tricos, sin aspirar tarapoco a resti- tuir su perdido esplendor a la musa de la gentilidad, acudieron, - oomo los arquitectos cristianos, a demandarle sus galas y suntuo- sos atavios, para acomodarlos a sus misticos himnos y fervorosos cantares, hijos de la mas pura f6 y ardoroso entusiasmo. Y he" aqui c6mo sobreviven a la destruccion del arte clasico y so trasmiten a los futures siglos sus formas po6ticas: porque asf como en las basilicas y templos cristianos se habian incrustado los gallardos frisos y graciosas molduras de la arquitectura ro- mana; asi como sus columnas y capiteles se habian acomodado a distintos usos, ora perdiendo algunos de sus mas airosos perfi- les, ora siendo reducidas a unas mismas dimensiones, asi tambien los versos greco-latinos encuentran en los monumentos de la poe- sia cristiana asilo y sagrado, sin que sean parte a adulterar su esencia, como no habian sido bastantes a desnaturalizar los tem- plos del Dios unico las joyas y preseas de los templos, donde re- cibreron culto las mentidas deidades. Las formas, la ornamenta- cion, digamoslo asi, de que una y otra arte se valen, son hasta cierto punto gentilicas: la esencia, el espiritu de ambas es alta- mente cristiano. Apoderados los poetas cristianos de la metrificacion latina, quo habia ya perdido gran parte de su cadencia y armonia, no cantaron para halagar ni deleitar a los menos, como lo habian hecho la mayor parte do los poetas gentilicos: sus acentos, que derramaban sobre todos el balsamo de la paz y de la esperanza, no demandaban el pasajero aplauso de los doctos: repetidos por el pueblo bajo las misteriosas bdvedas de las basilicas, propagaban- se de generacion en generacion en mil y mil himnos; y purifica- das asi las formas de la musa profana en el crisol de la Iglesia, limpiabanse por ultimo de toda sospecha de gentilismo. Ningun 308 HISTORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. documento puede ofrecerse en comprobaoion de esta verdad mas claro y luminoso que el inextimable Himnario-latino-visigodo, a cuyo estudio y quilatacion consagramos el capltulo X del anterior voliimen y sus llustraciones. Apenas se hallara en la metrica del Lacio combinacion que no tenga alii uno y otro egemplo; y si no se guardan todas las leyes de la pros6dia y del ritmo, olvidan- dose alguna vez los canones de la lengua, mu6strase tal empeno en conservar la tradicion del arte, que no sin razon puede el Himnario ser considerado, respecto de las formas po6ticas, como la realizacion de la doctrina expuesta por el doctor de las Espa- iias en sus Origenes '. No ha raenester afortunadamente esta ob- servacion de nuevas coraprobaciones, sobre la lectura de los him- nos conocidos por nuestros lectores, quienes no tendran por cierto a maravilla que se trasmitan esas mismas formas a los siglos ve- nideros, examinadas ya las vias por donde se deriva a la litera- tura latino-eclesiastioa de los siglos VIII, IX, X, XI y XII el co- nocimiento vago, indeciso y lejano, pero respetuoso, de la civili- zacion del antiguo mundo. Esta enseiianza, tenida en menos por nuestros eruditos, hasta el punto de perderse en est6riles y aun absurdas investigaciones, de que adelante trataremos, se confir- ma de una manera indestructible con los documentos literarios que a continuacion incluimos, si bien debemos declarar que, al recogerlos, hemos atendido principalmente a su importancia his- torica. Notable es sin embargo la variedad de metres que ofrecen, emanados todos de la antiguedad clasica, y todos cultivados en siglos posteriores, asi por los que se precian de doctos y siguen empleando la lengua latina, como por los que desposeidos de aquellos cstudios se coutentan con expresar sus ideas en los idio- mas vulgares. De lo primero es claro testimonio la Hijnmodia Hispanica, dada a luz por el diligentisimo Are" valo, y compuesta en su mayor parle de cantos religiosos, escritos no solamente despues de la invasion sarracena, sino aun despues del siglo XII: de lo segundo testitican las primitivas poesias, asi castellanas co- mo catalanas y gallegas, que ban llegado a los tiempos modernos. 1 Lib. I, cap. XVI. I'ARTE I. ILUSTR. GRIG. LAT. DE METRO Y RIMA. 309 Un hecho debemos consignar sin embargo: mientras la Iglesia, sin olvidar los restantes, parece dar la preferencia a los metres epta y octosilabos para los himnos sagrados, valiendose igual- mente de los sd/icos-adonicos y propios endecastlabos, reciben los exdmetros y pcntametrus grande estimacion de manos de los poetas latino-populares ; y dedicados casi exclusivamente 4 los cantos historicos, son distinguidos con el titulo de herdicos, cons- tituyendo la principal riqueza de la versificacion en los siglos, a que nos varnos refiriendo. De versos exametros 6 pentametros se compusieron, en efecto, la mayor parte de los poemas religiosos y profanos, que tenian por base la narracion hist6rica: en exa- metros y pentametros se habian escrito y siguieron escribi6ndose casi todas las inscripciones publicas y los epitafios, 6 iguales for- mas presentaron en general los proloquios, adagios 6 refranes, destinados a andar de boca en boca, ya como expresion de pen- samientos morales, ya de avisos higi^nicos, ya de preceptos reli- giosos i . Perpetuabase y extendiase en tal manera la metrificacion lati- na entre los eruditos, comunicandose por ultimo a los vulgares, quienes no conociendo por principios las leyes a que se ajustaba, solo pudieron apoderarse de ella de un modo incompleto, em- pleandola como medio de manifestacion, autorizado con el egem- plo de los doctos y ya universalmente aceptado. Atendiose sobre todo a satisfacer las necesidades del canto rudo, como las cos- tumbres de aquellos siglos de hierro, y sujeto a tantas modifica- ciones como diversidad de inflexiones y de tonos recibia la voz en cada comarca, siendo el oido el unico vehfculo que existia entro eruditos y populares, no escritos todavia los nacientes idiomas. Tal es la razon Pilosoflca que explica satisfactoriamente la vague- dad, informidad y rudeza de los metros empleados en los prime- ros monumentos escritos de la poesia vulgar, donde los yoglarcs de ptiiola (poetas que escribian sus versos) debieron sin embar- go aspirar a perfeccionar, en cuanto la oscuridad del ticmpo lo conseutia, aquellos elementos artisticos, ya recibidos direclamentc i Vcasc la llustracion V. a 310 H1STOR1A CRiTICA DE LA LITER ATURA ESPA1SOLA. do los doctos, ya trasmitidos por los yoglares de boca (cantores del vulgo). Iguales sendas habia recorrido la rima, que solamente llega a regularizarse y perfeccionarse en la segunda mitad del siglo XII, como consecuencia legitima del estado de cultura de los pueblos meridionales. Ni griegos ni romanos necesitaron de este singular ornamento para dar a sus versos cadencia y armonia, ya durante el siglo de oro de las letras hele'nicas, ya de las latinas. Habianlo al parecer adraitido las ultimas en los primeros dias de su exis- tencia, eonservandose algunos vestigios en las obras de Quinto Ennio, respetado por unos como fundador de la poesia romana, y acusado por otros como destructor de sus primitivos cantos nacionales * . El padre de la elocuencia latina recogi6 en su Tus- culana I. a los siguientes versos, en que se reconoce esta gala, heredada tal vez de los antiguos abongenes: Coeluin nitescere, arbores frondescere, Viles laetifice pampanis pubescere, Rami baccarum ubertate incurvescera. Y estos, insertos en la misma obra de Marco Tulio: Haec orania vidi inflaman, Priamo vi vitam evitcrt, loris aram sanguine turpart. Mas si la imitacion he!6nica hizo olvidar estas preseas de la pri- mitiva poesia del Lacio, qued6 al arte (representado ya en la tri- buna, ya en la lira) el uso de estos ornamentos, autorizados por los que aspiraron al titulo de legisladores con los nombres griegos do fyoioTrOwTov, homoyoptoton, y fyotoTeXeuTov, homoyoteleuton, figuras que mas generalizadas despues, recibian entre los latinos las denominaciones de simililer cadens y similiter desinens. Fu6 su influencia en la antiguedad reconocida respecto de la elocuen- cia y la poesia, no desdenandose los mas elevados ingenios de em- plear un primor de arte, que parecia anadir nuevos quilates a sus producciones. Citanse de Ciceron algunos pasajes, donde se vale 1 Nicbhur, Historia Romana, lomo I, pag. 241, eel. dc Brusclas. PARTE 1. ILU3TR. ORIG. LAT. DE METRO Y RIMA. 311 do esta licencia, y reprodiicense tambien algunos versos de Hora- cio, Yirgilio, Propercio y Ovidio, en que se coraete: el preceptor de los Pisones, usando en la oda I. a del libro I (Ad Maecenatem) del similiter desinens, escribia: Metaque fervidis Evitata rolls, palmaque nobiUs, Terrarura domino* evehit ad Qcos: Hunc si nobilitt/rt turba quiritum. Ilium si proprio condidit horreo, Quidquid de lybicw verritur arei*. Y empleada despues en varias composiciones y pasajes la mis- ma figura, hallamos: Trahuntque sicww machinae carina*. . Nee prata cams albicant pruinfc.. Aut flore terras quern ferunt solutae. . Tu pias laetw animas reponi*.. Aut in umlirus/.s' Heliconis ori, Aut super Pindo, gelidove Haemo. Valie'ndose del similiter cadens, decia en la celebrada Epistola ad Pissones: Non satis est pulclira esse poemata; dulcia sunto Et quocumque volent, animum auditoris agwn/o. El celebrado cantor de Eneas sembraba sus inmortales produc- ciones de versos, en que aparece uno y otro primor, autorizando- los por tanto con su egemplo, en esta forma: Poculaque invents acheloia miscuit u \/\. Totaque thurifero Pancliaia pinguis arent. Hie vero subitum, ac dictu mirabile monslrum, Confluere et lenU' uvam demittere ramt, etc., etc. y produciendo a veces la rima perfecta en los hemistiquios, co- mo en I nunc et \erbis virtutem illude suprrWs. Cornua vclatarum obvertimus antennarm. Propercio, en sus Elegtas y en otros lugares de sus obi*as, ha- 312 HISTORU CRfTICA DE LA LITERATURA ESPAffoLA. cia igual rauestra, ya en los finales, ya en los hemistiquios de los versos; tales son: Non humani sunt partus talia dona, Ita novem menses non peperere bona. Nee tibi Thirrena solvatur funis arena. Quin etiam absew/t prosint tibi, Cinthia, venti. Dulci ad hesternas fuerat mihi risa \\icernas. Y Ovidio, finalmente, en su Ars amandi: Quod coelura siellas tot habet Roma puellas, etc. Observan algunos criticos que estos poetas se recrearon con se- mejantes exornaciones '; pero es indudable que no llegaron a for- mar un completo sistema rimico durante la edad de oro de las le- tras latinas, de lo cual nos convence la sobriedad con que apare- cen usadas ambas figuras en los mas faraosos poetas. No asi ya bajo el imperio de Neron, 6poca de visible decadencia, en que se trueca aquel primor del similiter desinens y similitcr cadens en li- cencioso abuso, despertando el caustico humor de Persio 2 ; abuso que va en aumento con la progresiva corrupcion de las letras, ora entre los doctos, ora entre los populares, siendo excesivo en los tiempos de Adriano [117 a 158] y de Aureliano [270 a 275], se- gun testifican en las Vidas de estos C6sares el diligente Espar- ciano y el no menos estimable Flavio Yopisco 3 . Y no era dable \ Juan Wander Does, Notae in Propertium, lib. I, cap. Ill; Lefranc de Pompignan, Malanges des traductions, Icttre sur 1'art des vers; Gingucnc, Hist- Litter, fltalie, tomo I, pags. 238 y 480. 2 Sat. I. a 3 Esparciano, despues de dar razon de los libros oscurlssimos (catacria- nos), que Adriano escribe uAntimachum imitandon, inscrla los versos que el mismo Cesar dirigc a Floro ("Vease el lomo I, p, Vnui homo mille, mille, millr, millr decollaviinu*: PARTE I. 1LUSTR. ORIG. LAT. DE METRO Y RIMA. 313 otra cosa en el desvanecimiento general de los estudios y el co- mun olvido en que iba cayendo la musical pros6dia de aquella lengua, que habia Meg-ado a ser idioma universal de todas las na- ciones. Sobre los escombros de tan colosal Imperio se habia le- vantado, en la forma que en su lugar notamos *, el astro bri- llante del cristianismo; y duenos sus cantores de la metrificacion latina y de la prosa, engalanada asimismo con el atavio de las rimas (quo no otro resultado vino a dar el uso frecuente de aque- llas dos figuras), dejaronse llevar en la corriente, no curandose de devolver a la lengua de Ciceron y de Yirgilio el noble y sen- cillo artiflcio que habia sublimado sus graves y majestuosas ar- monias. Discordes andan los criticos al trazar la senda seguida por este peregrino ornamento, que debia al cabo aparecer como una ne- cesidad imperiosa de las modernas literaturas: opinan unos que se propag6 & las letras cristianas con el egemplo de los poetas que en la c6rte de Adriano florecieron: piensan otros que hal!6 mo- delo en la prosa de Apuleyo, imitada por San Cipriano; y asien- tan otros, finalmente, que no se introdujo en la literatura ecle- siastica hasta el pontificado de Gregorio Magno, a quien se atri- buye no con gran fundamento la composicion de las Sequentia . Los que han sustentado la ultima opinion, desconocieron sin duda multitud de hechos anteriores a la e"poca de San Gregorio, que todos prueban la existencia de la rima en la literatura cristiana Millr, millr, mille, bibat qui mille mille occidlt; Tanluin Tin! babet nemo quantum sanguinis fudii: la segunda aludia a la de los francos y persas, rccordando la anterior del si- guiente modo: Mille Francos, mille Sarmatai serr.rl occidimna: Mille, mille, mille, mille, mille Pera quaerimai. No se olvide que Aureliano muere a manos de Mnesteo, cuando se prepa- raba para la guerra persica. Entre los citados documentos se hallan alg-unas epistolas del mismo Anreliano, y con otras la que dirige a su Vicario en el Imperio, para que refrene la soltura de los soldados (manus militum), dondc en breves h'ncas contamos hasta diez y seis rimas. Adclanlc volvcremos a to- mar en cuenta estos peregrines cantarcs. 1 Cap. VI. 314 HISTOR1A CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA?50LA. ya desde el siglo IV de la Iglesia. Prescindiendo de los numero- sos egemplos que nos ministran las obras en prosa de San Agus- tin, traeremos a este sitio un testimonio debido a su docta plu- ma, el cual es de sumo peso para nuestras investigaciones. Tal sucede al primer canto 6 himno Contra Donatistas, que empieza del siguiente modo: Omnes qui gaudetis pace modo veruni indicate: Abundantia peccatorum solet fratres conturbare; Propter hoc Dominus noster voluit nos premonere, Comparans regnum coelorum reticulo misso in mare. Congregati multi pisces omne genus hinc et inde, Quos cum traxissent ad littus, tune coeperunt separare: Bonos in vasa miserunt, reliquos malos in mare, etc. No queda pues duda alguna de que en este cantico aparece ya aquella nueva joya de la poesia eclesiastica, que exornaba tal vez las Sequentia *; debiendo observarse (con la particular es- tructura de los versos y la division uniforme de los hemistiquios propia para facilitar el canto) la manera en que se emplean las rimas y el caracter que las mismas ofrecen, como aplicacion y consecuencia del similiter cadens y del similiter desinens de los latinos. Igual fisonomia siguieron presentando en siglos poste- riores. Asi pues, destinada a cantarse desde sus primeros dias; des- poseida de la ene"rgica y variada prostfdia latina, 6 hija al par del 1 Adelante daremos a conocor algunas Sequentia de la Iglesia cspanola. Mr. Philarete Chasles, en sus Etudes sur le premiers temps du Christianis- me et sur le Moyen-Age, al tratar de estos primitives cantos de la Iglesia, opi- na que el celebrado canto del Dies ifae representa la protesta de los cristianos contra las persecuciones, de que frecuentemente eran victimas en una epoca en que no se habian desarraigado aun entre los catolicos las preocupaciones del gcntilismo. De esta manera se explica en efecto la confusion dc la his- toria sagrada y dc la profana que en este himno se advierte, y que como sa- ben ya los lectores sc propaga a las siguientes cdades, asi rcspecto de la pocsia como de la historia. 1 indicado himno comienza asi: Dies irar, dies ilia Solvet saeculum in farilla. Teite David cum SihylU, rtc. PARTE I. ILUSTR. ORIG. UT, HE METRO Y RIMA. 315 Africa, del Asia y de la Europa, apoderdse la poesia cristiana de aquel raro ornato, ostentandolo como una de sus mas vistosas preseas. Que hubo de cundir a nuestra Espana por aquellos dias, no hay para qu6 ponerlo en tela de juicio, cuando existian en la Peninsula las misraas causas quo iban desarrollando en todas paries este elemento artistico, y cuando enseuandonos la histo- ria que di6 abrigo nuestro suelo a predilectos discipulos de San Agustin, sus imitadores, hallamos empleadas las rimas por his- toriadores y poetas, elevado a canon el principio de que eraana- ban. No otra cosa puede deducirse al examinar el gran libro de las Etimologias, donde explicado con egemplos el uso de las figu- ras homoeptoton y homoeteleuton, segun advertimos al tratar de las poesias de San Eugenio y de las obras del monje Valerio 1 , se autoriza y recomienda con el egemplo a la juventud dedicada a los estudios, quien lejos de ver un defecto en la repeticion pe- ri6dica y corapasada de las desinencias y cadencias, la consider^ sin duda cual ultimo apice de la perfeccion literaria. S6lo de esta raanera puede coraprenderse c6mo se encuentran tantos vestigios de las rimas en las obras en prosa, escritas en Espana durante la dominacion visigoda, y c6mo usadas ambas figuras por los vates cristianos, que ilustran nuestra patria ya desde la 6poca de Dra- concio 2 , llegan a ser una necesidad de la prosa y de la poesfa, 1 Vease el cap. IX. 2 Para prueba de esta observacion, bastard pasar la vista por el poema De Deo, dondc por efecto dc la aplicacion de las referidas figuras se hallan no pocos versos rimados. Pondremos aqui algunos egemplos de rimas perfectas, dcsde los primeros del poema: Lux opu auclor/j priraura, candorqne padorii. In corpus solidanfw aquae, nervique ligon/ur. Ron semper (aril and* maris, non semper adunV. Mors iniiiiilaiiTuM requirs ett cert.i laborum. Continuant qao deumijue nocet privomque lionumi/ne. T't se poenileant sceleris mala vota norum Et nora succedant atiiiiinrnin cordia piorum, etc. Rex icterne Deus, auctor reclorque serenui. Quern trcniit omne so/uni, qui regis igne pofum, Posthac semper trii, qai est raodo, Tel fuerii. Fdcil nos seria multiplicarTas: las rimas imperfcctas son todavia mas frc- cucntes, parcciendo oportuno citar algunas: I'rima diet lux est trrt", mors una tcnrbri.'. 316 HISTORIA CRtTICA DE LA. LITERATURA ESPANOLA. reflejandose vivamente en los himnos populares, segun dejamos declarado en el cap. X y las Ilustraciones del anterior volumen. No eran por tanto las rimas que hallamos en las production es de San Isidore, San Ildefonso y San Julian, efecto del acaso, se- gun se ha sospechado por algunos eruditos: 6ranlo si de la apli- cacion de un principio de arte, asentado y reconocido en la anti- giiedad, principio que habia tornado gran precio con la decaden- cia de las letras latinas y necesario olvido de la eufonia y prostidia de la lengua, y que respetado por los maestros de las disciplinas liberales, debia elevarse a sistema, caracterizando muy principal- raente las inspiraciones de las musas *. A este fm se encaminaba el arte en casi todos los pueblos meridionales, cuando escribiti el monje Yalerio sus notables opuscules, raostrando tal insistencia en este prop6sito, que Ileg6 a cometer en un parrafo, no muy extenso, veintidos veces la figura homoeptoton 6 similitcr dcsi- nens, empleando en no escaso numero la designada con el nom- bre de homoeteleuton 2 . Lnx fulgor coeti, lux ct priu.ordia mandi. Lux honor agricolii, requies lux omnibus arur/-. Ac dominntu Ipsa dies tcr Flammis on Orflcia sldlis Tempera dis Limitibus fix aqua glomrratis fontibus alma am ineruit oquilur 324 HISTORTA CRtTI CA DE LA LITER ATUUA ESPA1SO LA. v.idunt fucnt gatidet ferit propcratur sum rvsount meret fugil concinatur gcrunt mutat pros let vertit agnoscitur spernunt tcnebat delet cedit tollitur brant dat damnet domuit gratulatar gUsonnt dicat posset accepit traditur fugiunt rutilat remanet cogitavit circundatur nose unt imperat babel amavit fatur ducunt fulgeat para ret coepit confiteattir fucrunt extat salutct vexit prefertur quacrunt micat speret curnl probatur desccndunt portal proraittet sallit delectatur reponunt properat nuncict rait testa tur pergunt beatifical armct deseruit nasceretur consccndunt poterat veniet dcspexlt depravatUr rcquirunt rccondebat iubet subegit sordidatur dedcrunt laborat videt plangit invenitur poscunt congratulat studct rescrvavit mollitur redcunt vocat amittet procedrt dilatatur certabunt recusat reddet dormitavit creditur dicunt scpultat indiget evenil vocatur acucrunt iudicat caret deserit mutatur ebunt mundat duceret regit plangitur crcdunt. crcdat. santificarct. despicit. praedatur. Varias rimas pcrfectas quc resnltan del uso do ambas figuras. Eh ago. ovantes En ari. sacrata miratur virago famulantcs. dcbellari beata reseratar propago En atitla. exaltari fata honoratur imago tutantia opcrari properata praedatur. vorago infantia ignari damnata Lit atus. compago. fragantia saciari provoeata praefatus En ale. tcmperantia. delectari inviolata lauilatns tale En ara. sublimari. dolata ratus inmortale araara En arm-. limata prolatUK fatalc ignara varius galcata patratus fcralc avara clarius armata. pracnotatus vale chara contra ri us En ails. ornatus acquale pracclara. funerarius pictatis decoratns coningale En arc. Sagittarius honestatts datus imleale marc adversarius. sacratis dignatus carnale chare En arum. natis cruciatus. Rptrltule avarc earum bonitatis En aude. vitale. a mare catenarum satis gaudc Lit ante*, sociarc amarum probatis laude hortantes soecularc praeclarum praclatis plaude pigritantcs cxulare moabitarum castitatis. fraudc laudantcs expoliarc charum En atur. audc. glorincantcs supperare ismaclitarum cantatur En cbal. Ucry mantes vastare praedarum supcratur ferebat trrpidantcs pa rare francigeoarum. famulatur logebat corifortantcs altarc En ata. moderatur ridrbat dantes faiuiliarc. nata praocatur despiciebat PARTE I. ILUSTR. ORIG. LAT. DE METRO Y RI MA. 325 faciebat parcente En eNt. fugitur En oro. gaudebat dicente moestas mollitur ploro tenebat timente honestus uritur decoro pollebat mente questus funditur laboro videbat dolcntc modestus seqaitar. ignoro premebat solvcnte festus l.'t OllUt. choro frangcbat. fremente. inhoncstus. coronal imploro. En el. En .-IK i. En ctur. consonat En oruni. Dei argenti detur donat honorum lidei duccnti oriretur intonat illorum quiei potcnti emcrgeretur rcsonat multorum diei prudenti terrerctur reponat. gestorum ei armenti confremetur En ora. virorum met ingcnti exequctur mom cupidorum spei loqucnti procedetur maiora priorum specie!. capicnti sublimctur. decora sarracenorum EH eU. serpeiiti. En Ills. meliora stultorum gregis En entum. dapsilis plora egrorum protcgis centum insuperabilis aurora laborum. regis parentum iuvenilis canora En oa. legis vcutum placabilis sonora. taediosa tegis. cruentum similis En ore. formosa En ell. adventum vilis decore exosa asella docamentum aprilis. flore famosa. puclla fraudulentum. /:/< inu. colore En OH tee*. Castdla En cnufl. iliirtrina dolore postcs Stella alicnus dhina fore hostes. bella Xemenas disciplina errore En o(a. cclla scrcnus carina more devota sella strcnuus regina honore mota procclla egcnus vespertina pavore lota mella amocnus pcregrina pastore fota loquella millcnus. latina a more. ignota Compustella. En erls. matutina En orls. vota En COM. pueris spiua. Doris tola Sireoa seris En loin. roris rcmota. amoena I'eris spinis pastoris En ulta. plena imilirris divinis imperatoris ausculta sercna miseris reginis bella tor is suffulta pocna fueris doclrinis oris multa millcua amavcris finis Salvatoris indulta centena. cris disciplinis uxoris sepulta En < n-i geris. matutinis nitoris inciili.i cnsi En erunt. pcrcgrinis. canoris occulta. legioneosi pcrierunt En Ite. incantatoris En unduN. densi exierunt venite ardoris. ' iocnndus ovetensi tacucrunt plaudlte En orla mundns infensi petierunt auditc tentoria facundus astoriccasi persolvcrunt psalite lusoria inmundus inmcnsi elcgcrunt apcritc cmporia vagabundus barchinoncnsi. missorunt tolitc gloria vcreconrtiis En cnte. intravcrunt lite meritoria rubicundus. nitcntc firraavcrunt ite. historia En UM(. canentc cognovcrunt En liar. niemoria locusta vidcntc rcmanscrunt. clauditur Victoria. fusia 326 H1STORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. venusta En uta. locuta virtuti muti arbusta nnta tuta. uti nuti, etc. vetusta argnta i-'n mi. persecuti onosU. diruta saluti acuti He" aqui piies c6mo aquellas figuras que, ya demandaban la re- petida semejanza de las silabas 6 letras finales de varias palabras, ya exigian la terminacion de las clausulas en una misma desinen- cia (per unum casum), producen al cabo las rimas, llegando a ser olvidadas de los eruditos luego que se obtiene el complete re- sultado que el arte ambicionaba. Las fuentes, los origenes de la rima, tal como aparece en la segunda mitad del siglo XII, esta- ban por consecuencia en la literatura latina, asi como lo estaban tambien los origenes del metro: una y otro nacen de la decaden- cia y ruina del grande arte, inmortalizado por Horacio y Yirgi- lio; y dotados ambos de nuevos elementos de vida, se comunican a las poesias vulgares como legitima herencia. Mas este fentime- no literario, comun a todas las literaturas que surgen de los es- combros del Imperio romano ' , llamara mas especialmente nues- \ Los criticos modernos, y entre ellos el renombrado Mr. Philarete Chas- les, opinan en efccto que es la rima en los ticmpos medios el caracter distin- tivo de las literaturas del Mediodia, mientras lo fue la aliteracion de las del Norte; pareciendo dar a este raro ornamento un origen propiamente germa- nico. Bueno sera observar, na obstante, que si bien aparccio la aliteracion como vinculada en las poesias septentrionales, era ya un primor de arte co- nocido en la antigiiedad por griegos y romanos. Dieronle unos y otros el nom- bre de Paromoyon (itap6[j.otov), 6 Paromaton como la apellida San Isidoro (Ethym., lib. I, cap. XXXV), empleandola con alguna frecuencia. Entre otros egemplos citaremos este: Macbina multa, minax minatur maxima muris; 6 este, no menos conocido de los latinistas: O Tite, tnle Tali tibi tanta tyranne tulisti. San Isidoro obscrvo tambien que se uso en principio, medio y fin de los versos, como en: Siera srclens, super anna... Quavqitc lacus, late liquidos qnaeque asprra dumii. Sola mibi tales casus Cassandra canebat. Empleada pues en la antigiiedad, derivosc a las literaturas cclesiasticas, que ofrcccn por cierto nolabilisimos egemplos dc su uso, tales como el poc- PARTE I. ILUSTR. ORIG. LAT. DE METRO Y R1MA. 327 tra atencion, estudiados ya en la /lustration siguiente los orige- nes y formation de las lenguas romances que se hablan en la Peninsula Ib6rica '. R6stanos solo decir algunas palabras respecto de las poesias que a continuacion insertamos. Varios son los objetos que nos proponemos al reunirlas en este sitio, explanadas algun tanto por medio de oportunas notas las observaciones que sobre la poesia de los siglos VIII, IX, X, XI y XII hiciraos en el capitulo XIV. Es el mas importante ministrar a los lectores, con raonumentos de una antigGedad tan respetable y reconocida, eficaces pruebas de los pasos dados por el arte en aquellas remotas edades, confir- mando al par cuanto dejamos dicho respecto del espiritu que le animaba. Tras esta consideration critica, relativa al fondo, sur- gen naturalmente otras no menos interesantes, que se refieren exclusivamente a las formas; y desde la inscription sepulcral de Cadiz, 6 la monumental puesta por don Favila en el templo de Santa Cruz de Cangas, hasta la suscripcion metrica de las escri- turas y los versos de escarnio del siglo XIII, hallaran los hom- bres ilustrados tacitamente escrita la historia de la mefrification y de la rtroa, de la misma manera que hemos procurado trazarla en la exposicion hist6rica y ampliarla en estas Ilustraciones. Asi, las poesias que siguen a estas lineas, ya bajo el aspecto religiose, ya bajo el histtirico, ya en fin bajo el artistico y literario, son la medida del estado intelectual de nuestros abuelos en los tiempos en que se componen, y abriendo a las investigaciones de la criti- ca ancha y segura senda, conducen como por la mano a la apre- ciacion de los origenes y nacimiento de las poesias populares. No cumple a nuestro proposito exhibir en este lugar ciertos monumentos peregrines de la poesia castellana, porque esto ata- ne ya directamente a su historia, tarea reservada para otro vo- liimen; mas a fin do que se comprenda c6mo tiene desde luego cultivadores la poesia popular en los diferentes dialectos hablado* en Espana, y en especial en el Catalan y en el galleyo, que dcs- ma lilulado Pugna Vorcorum y la tigloga dc Hugo Elnoncnsc, dirigi'la u Car- los cl Calvo. i Vcasc In Iluslracion num. M. 328 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. pues de haber alcanzado, ya en el suelo donde se desarrollan, ya en las comarcas a que se propagan, verdaderas 6pocas literarias, se ban trasmitido a nuestros dias, nos ha parecido oportuno po- ner al final las dos composiciones senaladas con los nums. XXXV y XXXVI, escritas sin duda en la segunda mitad del siglo XII. Respecto de la autenticidad de los monumentos referidos, con- vendra observar que no heraos dado plaza a ninguno que pueda inspirar fundado recelo: rauchos centenares de inscripciones y epitafios bemos allegado y examinado con este intento; pero de- mas de no sernos posible pasar de un numero prudencial, para no hacer interminable esta Ilusiracion, s61o debiamos compren- der aquellos que estan reputados como otros tantos monumen- tos hist6ricos. Algunos hemos copiado nosotros mismos de lapi- das originales; otros ban sido tornados de antiquisimos c6dices, y todos lie van a la cabeza la fecha en que hubieron de escribirse, y al pi6 la obra u obras en que se ban publicado antes de ahora. En el 6rden de la colocacion nos hemos atenido enteramente a la cronologia, si bien hubie'ramos podido seguir, no con mal acuer- do, el que dimos a la exposicion critica en el ya mencionado ca- pitulo XIV. III. 116 aqui ya estos apreciables monumentos: I. SIGLO VII (ano 659). Inscripcion sepulcral de Cadiz. Parva dicata Deo, permansit corpore Virgo: Hie sursum rapta caelesti migrat in aula. Obiit iunia* decimo quartove calendar: Hie et queruU* JEra. de tempore mortis DCLXXXXV11. PARTS I. ILUSTR. ORIC. LAT. DE METRO Y RIM A. 329 II. SIGLO VDI (720 a 730). Inscription monumental de la ermita de San Juan, en Santibaiiez, restaurada por Ambrosio de Morales ! . Omnipotens ingressam clemens rcspice nostrum Quisquis servu* cenesserit, abeat filiw*, Meus pia iuvaf it, ibi quod poposcerit, impetraM . in. (737.) Inscription de la iglesia de Santa Cruz de Cangas, fundada por don Favila 5 . Resurgit ex preceptis divinis haec macina sacra, Opere suo comptum fidelibus vote*. Perspicue clareat hoc templum obtutubus sacm, Demonstrans (Iguraliter signaculum almae Crucw. Sit Christo placens haec aula ob Crucis tropheo sacrata Quam famulus Fafila sic condidit fide provocato, Cum Froiliubfl coniuge ac suorum prolium pignera nato, Quibus Christe tuis muneribus sit gratia plena, Ac post huius vitae decursum perveniat misericordia longa. Hie valeas Kirio sacratas ut altaria Christo. Diei revoluti* temporis annis CCC. 1 Cordnica general, lib. XIII, cap. XVI. 2 Ambrosio de Morales atribuyo csta lapida al conde Teobaldo, pcrse- guido por Carlos Martel; pero el diligente Pellicer (Anal, de Esp., lib. "VI, num. XXIII y siguientes), juzga que perlenece a Grimaldo, cl jovcn, hijo de Teobaldo, y desterrado tal vez por Carlo-Magno: la inscripcion seria en con- secuencia del ano 813, opinion que sigue Masdeu (Hist, en'/., tomo XII, nu- mero CII). 3 Morales, Cordnica general, lib. XIII, cap. IX; Espaiia Sagrada, touio XXXVII, pags. 86 y 87. 330 HISTORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPA1SOLA. Seculi etate porrecta per ordinem sexta Currentc Era septingentessima septuagessima quinta '. IV. (774 a 783.) Inscripcion monumental de San Juan Evangelista, en Pravia 2 . TICEFSPECNCEPSFECIT ICEFSPECN INCEPSFECI CEFSPECNI RINCEPSFEC EFSPECNIRPRINCEPSFE FSPECN IRPOPRINCEPSF SPECNI RPOLOPRINCEPS PECNIRPOLILOPRI NC EP ECNIRPOLIj^ILOPRI NCE PECNIRPOLTLOPRINCEP SPECNI RPOLOPRINCEPS FSPECNIRPOPRINCEPSF EFSPECNIRPRIN C E P S F E CEFSPECNIRINCEPSFEC ICEFSPECNINCEPSFECI TICEFSPECNCEPSFECIT 1 Enlrc la copia dc Morales y la de Risco hay algunas varianlcs, bicn fjuc dc poca importancia: atnbos vicron no obstantc la lupida original. 2 Morales, Cordnica general, lib. XIII, cap. XXIV; Espana Sayrada, to- mo XXXVII, pag. 111. 3 Dcmas dc estc porcgrino labcrinto, dondc con raulliplicada repelicion lecmos Silo Princepx fecit, comcnzando la leccion en la S central, parucenos bion trasladar aqui cl quo hallamos en un precioso codice de la Biblioteca Es- curialensc (IJ. Q. 25), copiado en 1763 por el diligenlc Palomarcs (Acad. do la Hist., A. 2. lam. 40), el cual, siguiendo cl mismo ordcn, dice: Adefonsi PARTE I. ILUSTR. ORTG. LAT. DE METRO Y RIM A. 331 V. SIGLO IX (893). Inscripcion dedicatoria de la primitive iglesia de Valde-Dios, en el concejo de Villaviciosa '. Larga tua pietas Deus clareat ubique, Salvatque saepe impios larga tua pittas. Principi* librum, manifestando haber pertcnecido dicho codice a Alfonso cl Casto, 6 tal vez al Mag-no. Helo aqui: m u r b i 1 s i P i c n c i P * s 1 i b r u m u r b i 1 s i p i c n i n c i p i s 1 i b r u r b i 1 s i P i c n i r i n c i P i s 1 i b r b i 1 s i p i c n i r p r i n c i P i s 1 i b i 1 s i P * c n i r P i p r i n c i P * s 1 i 1 s i P i c n i r p i s i P r i n c i p } s 1 s i p i c n i r P * s n s i p r i n c i P i s i p i c n i r p i s n o n s i p r i n c i P i p i c n i r P * s n f o n s i p r i n c i p i c n i r p i s n o f e f n s i p r i D c i cnir^isnofedefonsi^rinc nir/?i sno fedAde fons i p r in c n i r j? i snofedefonsi/>rinc i c n i r p i snofe fons i^rinci p icni r p isno fons i p r inc i p ipicnirpi snonsi/)rinci;>i s i^icn ir^i snsij^rinc i;?is Isipicnir^ isi/?rinci/?isl ilsi/)icnirj9i/?rinci;?is li bilsi/?icnir^rincipisl ib rbilsipicnirincipislibr urbilsi/)icninci^isl i b r u murbils i;)icnci/>isl ibrum 1 Moral, Cordn. gen., lib. XIV, cap. XXIII; Espaiia Sagrada,i. XXXVII, 332 H1STORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Fatentur ista viri, dant plausus agmina passim, Extinta quod vivices, fatentur ista viri. Sis favens misero, parcas citra raerito bono, Clernentia qua superas, esto favens misero. Memet netnpe dira collidunt funera mentis, Sanciatque culpa memet nempe dira. Clareat nunc tua fructuosa gratia clemens, Quae sublevet elisum, clareat nunc tua. Pietas adsitat, tovensque tegmine cunctos Coelico salvificans, pietas adsitat. VI. (898). Epitafio y losa funeral de Wifredo, el Velloso '. 1. Hie dux cum prole situs est Guifrede Pilose, pag. 21 9^. Oportuno juzgamos advortir, como una nueva prueba de la fuerza que conserva la tradicion de los esludios, quo el poeta a quien Alfonso el Magno encomienda la redaccion de esta inscripcion votiva, tuvo presenle al escribirla el egemplo de los vates, que floreccn durante la monarquia visigo- da. San Eugenio, que era en el mismo siglo IX dechado de los poetas cor- dobeses, segun hemos dcmoslrado Iratando del celebrado Alvaro (cap. XII, pag. 110), habia empleado en el epitafio de su padre el mismo arlificio que hallamos en la Inscripcion de Valdedios, del siguiente modo: Ecce patet u'/ilu<, et sacri ianua lempli: Reddite vota Deo, eccc patct aJilus. Hanc in lionore Dei, supple* Evantius aulam Sacram fubricaus Itanc in honare Dei; Hie palrios cinercs pracciso nurmore clauMl, Servet ut Omnipotent hie jiatrios cineres. Nicolac genitor, pro te devolio sumina esl, Hie tibi fructus erit Nicotae genitor. lure men tua sitnt, quo non serente, nee cssem, tied qui sum fatror, iun men lua sum. Los caracleres de la inscripcion voliva de Valdedios, grabada en nna hcr- mosa tabla de marmol bianco, y examinada por nosotros en nucstro viajc arqueologico de Asturias, son verdaderamente latinos y por extreme gallar- rios y bicn trazados, lo cual no es indifcrenle para la hisloria de las Iclras, como tampoco para la de las artes. 1 Bofarrull dice habcr copiado cslos cpilafios, partc dc la losa que exislc PARTS I. ILUSTR. ORIG. LAT. DE METRO Y RIMA. 333 A quo dota/ux locus cst hie, et edifica/u. 2. Conditur hie primw* Guifrcdus Marchio cclsu*, Qui comes atque potent fulsit in orbe manens, Hancque domum struxt'l, et structam sumptibus au\/V. Vivere dum valui/, semper ad alta tulif. Quern Deus etlierm nexum sine fine coreis Annual in solio vivere sidereo. VII. SIGLO X (940 a 942). Epitafio de Armengol, conde de Ausona (Vich), hijo del condc Suniario '. Hie Ermengandus Sunierii nobile pignws Perditus jheu! gla.di0 hac requiescit humo. Hunc fera mors raputY, quae nulo parcere novt'/, Parce Deus farnulo, conditor alme, tuo, VIII. (957 a 962.) Epitafio de Wifredo, conde de Besalu, hijo del coride Miron, enter- rado en Santa Maria de Ripoll *. Post quoque Guifredws crudeli morte redemptK*, Nobilis atque comes, qucm tulit atra d\es. Hoc iacet in lumulo compressus cespite duro, Confert opem misero Christe Deus famulo. aun en cl scpulcro, y parte dc un codice del archive dc Ripoll, escrito en el si- glo XII, dondc so lee cste epigrafe: Haec sunt mctra domini Guifredi, co- mitis, scripta super tumulum ipsius. Ambas leyendas sc contienen en estc Ms. (Bofarrull, Condes de Barcelona vindicados, tomo I, pag . 42). 1 Tornado del Necrologio dc Ripoll, asi como los dos siguienlcs, quc ha- llo Bofarrull en el Carlulario Verde, pcrtcneciente al mismo monastcrio (Bo- farrull, Cond, de Bare, vind., tomo I, pag. 116). 2 Bofarrull, Cond, de Bare, vind., tomo 1, pag. 94. 334 H1STORIA CRlTlCA DE LA LITER ATURA ESPAflOLA. IX. Epitafio del conde Suuifredo de Urgel, corapuesto por Oliva, obispo de Ausona (Vich) '. Contegil hie tumulus Sunifredi nobile corpus, Qui comes egregzus splenduit atque pt'ws. Bellipotens fortis, metuendus et acer in armis, Terribilis reprobzs et decus omne silt's. Quisquis ades, lector, supplex die: parce, Redemptor, Hanc miseras famulwm, fer super astra luum. X. (976.) Lapida sepulcral de la iglesia de San Andres de Cordoba *. Hie Speciosa condita Quintaque sexagessima Simul cubat cum filia, Era subivit lunera, Tranquilla sacra virgine, Post quam mater millessima Quae novies centessimo Quarta recessit ultima. XI. SIGLO XI (1018). Epitafio y canto elegiaco de don Ramon Borrel III s . 1. Marchio Raymwndus nulli probitate secwndws 1 Bofarrull, Cond. de Bare, vind., torao I, pug. 93. 2 Esta inscripcion, como acrcdita su fecha, pertenece a los cristianos mo- zarabes, probando que no se habia extinguido aun a fines del siglo X cl fue- go encendido por Eulogio y Alvaro (Morales, Cordnica gen., lib. XVI, capi- tulo VI). 3 Fue entcrrado en cl anliguo claustro de la caledral de Barcelona (Puja- dcs, Crtn. Univ. de Catal., lib. XV, cap. XLl I; Bofarrull, Cond.de bare, vind., tomo I, pag. 221). ^ PARTE I. ILUST. ORIG. LAT. DE METRO Y R1MA. 335 Quern lapis isle legit, Agarenos Marte subegit, Ad cuius nutum semper solvere tribrm; Huic requies Aetur, moriturus quisque prew/wr. 2 . Ad carmen populi flebile cuncti Aures nunc animo ferte benigno, Quot pangit merilis vivere laudes Raimundi proceris patris et almi. 5 Bellis terra potens ubere gaudens, Quo nunc Hesperiae vulnere languens, Cui turris patriae est lapsa repn*. Grandis bonestato, mngnaeque vir pietato, Dum sibi posse fuit, vivcre dum \\cuit. Quern nobis darum genuit gens francigenar;, Rectorem \\i\enttm, dogma, decusque senum, Gervassii festo cessit fragilique senectae. Virtus celsa Y)ei propitietur ei. Annum centessimwrn duo, septies addito donuin. Mille quibus sories, quae fuit Kra scfes. XIII Kids iulii obiil Stephanus, Era MCLXX: I'elagius Fernandez iussi* fieri, Petrusquc notav/. \ Expand fiagrada, toino XV, pag. 41. PARTE I. ILUSTR. OR1G. L.VT. DE METRO Y RIMA. 347 XXIII. (H59.) Versos laudatorios en honra adesrne, nom tinheradesrne. De la vinherades, de ca filhdrad< j s, 1 Esta pocsia fuc conservada por Mr. Fauchet (De la langueet de la poe- sie francaite), y ha sido rcproducida por Raynouard (Choix des poes. prov., t. II, pag. i44), y por otros cscritores de nuestros dias. 2 Brito, Hlstoria del Cister, lib. VI, cap. I; Sarmiento, Mtmorias para la hiitoria de la poesla y poetas espunotcs, pag. 223. PARTE I. ILUSTR. ORIG. LAT. DE METRO T RIMA. 3;>9 :; Ca aniahia tudo en soma. Per mil goivos trebelliando Oy, oy vos Lombrego Algo rem se cada folganca Asmei eu: perque do terrenlio 10 Nom alii tal perchego. Ouroana, Ouroana, oy tern per cerlo Que tninha vida e viver Se alvidrou per teu alvidro, perque em cabo que eu ei de la Chebone, sem referta lo Mas naom he" perque se ver. XXXVII. Himnoen loor de San Ildefonso . Celsi confesom Ildefonso dandum. Festum venerandum Urbs Toleti, gaude, Nobis, ut est moris Prole gloriosa, Adest celebrandMfli. Tanta patris \audi- Laudibus canon's Ubique famwa. Nobis est instandum, Patrono applawde, Debitum honor/* Urbs imperioaa, 1 Breviario antiguo de la iglesia de Toledo; Tamayo de Vargas, Mar- tyrol. Hispan., torao I, pag. 258. Este himno debio componcrsc porlos afios de 1302, en que se instituyo solemnemente la festividad de San Ildefonso, segun nos ensefia el canon XI del concilio de Penaftel, habido ea dicho ano bajo la presidoncia del arzobispo don Gil de Toledo. Termina asi el referido canon: Statuimus el ordinamus ut per totam Toletanam provinciam cius (S. Ildephonsi) festivitas tamquam praecipue, seu dupplici officio solcmniter ce- lebietur)) (Aguirrc, tomo III, pag. 540). Tanto en cste como en cl himno Ad matutinos, que empieza: Laude drv'iM Himuos drcanlrmiu Et inente lota Fntuin i clrlirrnui, clc.. se encucntran ya completamcnle dcsarrolladas las riinas, y dispuestas dc tal manera que exceden en el artificio a cuanto ha llegado a nuestras manos es- critoen lengua vulgar, razon por que nos ha parecido convenienle cerrar con estacomposicion el presente estudio sobre los origenes latinos dol metro y de la rima, fljatido principalmente nueslras miradas, desde el siglo VIII, en las formas de la poesia latino-eclcsi.istica. 360 HISTORIA CRtTICA DE LA L1TERATURA ESPAflOLA. Et pro cunctis aude Decus tuae \audi, Esse pretiosfl. Instat charus iste Ildefonse, two* Pie liunc cxuudi. luva prece pia: Sit laas Patri, decus Fat iuvet, ut suot, Nato, par his unus Nos Virgo Mario. Spiritus, his aequus Ildefonse, Chrate Ferat, ut his unus. Amen. ILUSTRACION II SOBRE LOS ORfGENES Y FORMACION DE LAS LENGUAS ROMANCES. LENGUA CASTELLANA. I. Muchas son y harto contradictorias las teorias sustenladas por los escritores, asi propios como extranos, que han procurado in- vestigar los origenes de las lenguas habladas en nuestro suelo, y principalmente de la castellana. Cediendo acaso mas de lo justo a la aficion de estudios especiales, base dado excesiva importan- cia a ciertos y determinados elementos que, si contribuyeron en algun raodo a enriquecer nuestro idioma, no ejercieron en su for- macion tal ni tan directa influencia como se ha pretendido. Aquellos que debieron su educacion literaria a los estudios clasi- cos, llevados del profundo respeto que les inspiraba la antigiie- dad griega y romana, nada 6 muy poco hallaron en nuestro ro- mance, donde no se ostentara el sello de las lenguas de Demtiste- nes 6 de Marco Tulio: los que lograron el conocimiento del arabe y del hebreo, creyeron por lo contrario reconocer en todas partes los vestigios de estos ricos idiomas, que han merecido ser clasifi- cados entre las lenguas sabias *. Ni faltaron tampoco criticos que, 1 Una y otra manera de considerar los origenes de la lengua cspaiiola prosigue dominando entre los doctos que en nuestros dias han tratado (an importanle materia. Son fiadorcs de esta verdad, entre otros discursos lei- dos en las juntas publicas celebradas por la Real Academia dc la Lengua, los muy notables debidos a don Pedro Felipe Monlau y a don Sevcro Cata- lina del A mo, profesor el primero de latin y lenguas romances en la escucla 362 HISTORIA CUtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. atribuyendo antiguedad no facil de justiflcar a la vascuence, la presentaran corao autorizada y (mica fuente de la espanola, cer- rando asi los ojos a la razon y a la historia l . Autores ha habido finalmente, que trayendo de las lenguas llamadas teut6nicas los origenes de nuestro romance, dieron ya por resuelta tan ardua cuestion, cuando se habian colocado a incalculable distancia del acierto 2 . Esta manera de proced6r en la averiguacion de los origenes de la lengua espafiola ha dado pues margen a diferentes sistemas, ninguno de los cuales puede llenar plenamente los fines de la sa- na critica, pues que reconoci6ndose al par en el romance cas- tellano vestigios de multiplicados idiomas, natural parecia que se hubieran llamado a juicio los diversos pueblos, a que perte- necian aquellos, lograndose tal vez de este modo penetrar en el oscuro laberinto que se ofrece a nuestra vista, aun despues de consumadas las referidas tareas. Y no sea esto decir que escri- de Diplomatics, y catedratico el segundo de lengua y literatura hebrea en la Facultad de Letras de la Universidad Central. Sostiene aquel la tesis de que solo del latin nacio el romance castellano: proponese demostrar este que si el diccionario de la lengua castellana tienc mas de latino que de semi- wlico, la gramatica de la lengua castellana tiene mas de semitica que de la- tina. Leyo Monlau su discurso en 27 de junio de 1859: hizolo Catalina en 25 de marzo de 1861, apareciendo en consecuencia los trabajos de uno y otro muchos afios despues de realizados estos nuestros estudios. Dan ambas obras motive no escaso a la meditacion, mostrando en sus autores esqui- sita erudicion y perspicuidad nada comunes aun entre los doctos; pero cami- nando cada cual por opuesto sendero, si ilustran con oportunas observacio- nes y sostienen con alto ingenio sus respectlvas tesis, justo es tambien re- conocer que ceden a veces mas de lo que el interes de la ciencia filologica pide, al irnperio de sus predilectos estudios, halagados sin duda por el anhelo de arrojar nueva luz sobre el dificil punto, de que (ralan. \ Hucrta, Espana primitiva; Salcedo, Memoria Ms. sobre el ortgen de la len- gua castellana; Larramendi, Imposible vencido, dedicat. Estas opiniones son no obstante muy antiguas. Uno de los mas diligentes literates del siglo XV, traduciendo al castcllano la Divina Commedia del Dante, escribia: Algunos dicen que la lengua que primero los regnos de Castilla tenian, era vyscai- na; pero yo nuncalo vi en lugar abtentico (Bibl. Escur., S. 13, fol. 40). 2 Munarriz, Trad, de la Reltirica de Blair, tomo I, lecc. IX, pag. '225 y siguientcs; Sistncmdi, Hixfoire rle la IHlerature dit Midi, tomo III, cap. XXIIF. I'ARTE I. ILUSTR. OKIG. Y FORM. DE LAS LENG. ROM. 363 tores tan doctos como Aldrete, Vald6s, Morales, Cobarrubias, Herrera, Saavedra y tantos otros como en los ultimos siglos pro- curaron ilustrar el importantisimo punto de quo tratamos, care- cieran de erudition ni de talento para dar cima a este g6nero de investigaciones: toda la dificultad ha consistido en que, acarician- do sobremanera ciertas ideas dominantes en sus respectivas 6po- cas, olvidaron las vicisitudes y contradicciones que experiment6 la nation espanola hasta tbrmar su lengua, y no tuvieron presen- te que siendo toda lengua hablada el molde vivo y progresivo de una civilization, s6 HISTORIA CRlTICA DE LA LITER ATUKA ESPANOLA. Otros diversos idiomas debieron hablarse en lo restante del territorio espanol, donde se reflejaria sin dada la influencia de los pueblos celtas que-doblaron los Pirineos, estableci6ndo- se a una y otra margen del Ebro, y derramandose despues a otras diferentes regiones de la Peninsula. Pero todas estas parciales influencias hubieron de someterse a la mas activa y general de Cartago, que daba, cual va indicado, nueva fuerza al elemento oriental ya iniciado en la Peninsula, provocando por ultimo larga y tenaz lucha, de que salia vencedora la raza de Ja- fet, postrados una y otra vez los descendientes de Siqueo y de Asdrubal ante las aguilas romanas. Fu6 Espana en consecuencia de aquella gran lucha una provin- cia latina. Mas no sin resistir el yugo de sus dominadores, pues que segun dejamos consignado ', se hubieron menester doscientos anos para senorear la antigua Iberia, que ofrecia abundante incen- tivo al pueblo rey, rico de gloria y avaro de placeres, para correr en busca de ellos al suelo de la Peninsula pirenaica: fijando su asiento multitud de familias patricias, ya en la Tarraconense, ya en la B6tica, multiplicaron en breve los municipios y colonias de las dos Espanas, conforme queda en otro lugar advertido 2 ; y al cabo la religion, las costumbres, las leyes, las artes y las letras de los dominadores eran patrimonio de los vencidos, dulciflcando al par sus costumbres e" inclinandolos a su adopcion y cultivo. La arquitectura y la estatuaria, bartimetro infalible del estado de cul- tura de los pueblos, escribieron en elocuentes paginas de piedra el portentoso cambio que se habia verificado ya en las dos Espanas con tan intimo y largo comercio; y aun cuando carecieYamos del claro 6 irrecusable testimonio de las obras debidas a los oradores, historiadores y poetas que produjeron ambas en esta 6poca 3 , bas- tarian sin duda aquellos monumentos, asi como las innumerables inscripciones publicas, los epitafios y monedas que han llegado a nuestros dias, para demostrar cuan grande fu6 en la Iberia la in- fluencia de Roma y de su cultura. 1 Tomo f, cap. I, pag. 12. 2 Vease el cap. I, p;ip. 20. 3 Veanse los caps. I, II, 111 y IV. PARTE I. ILUSTR. GRIG. Y FOIlM. DE LAS LENG. ROM. 367 Natural parece, dada esta general inlluencia, que asi alcanzaba a la esfera de las artes como a la de las letras, el que se refle- jara igualmente en la de la lengua, hablada por los moradores de las Espanas; y demas de la observacion fllostifica, nacida de los hechos indicados, existen las terminantes declaraciones de los his- toriadores. Aserto es de Estrabon, &, quien hemos citado ya en diferentes pasajes, que celtas y turdetanos (en especial los que moraban orillas del Betis) tomaron enteramente las costumbres romanas, no acordandose ya del prirnitivo lenguaje, y apellidan- dose estolados 6 togados, denominacion que se hizo tambien ex- wtensiva a los celtlberos, tenidos otro tiempo por los mas fleros 6 inhumanos *. Y narrando la division de las provincias ib6ricas entre el Senado y el Emperador Augusto, aseguraba mas adelan- te, al determinar el territorio senalado al ultimo de los tres lega- dos consulares: Regia el tercero y comprendia las comarcas me- diterraneas, pueblos ya pacificos y de mansas costumbres, los cuales se habian vestido con la toga la manera y forma de Italia: tales son los celtiberos y los que junto & ellos moran de la una y otra parte del Ebro hasta la marina. Es pues innegable, reci- bido tan veraz testimonio, que cuando este c61ebre getigrafo visit6 las Espanas, vivian ya more romano y hablaban la lengua latina la mayor parte de sus pueblos. Comprendianse efectivamente en di- cha relacion toda la B6tica, parte de la Lusitania y toda la Cel- tiberia, incluso el antiguo reino de Murcia; pero digno es de ad- vertirse que se resistian aun a recibir las costumbres y la lengna de sus dominadores algunas provincias septentrionales. Confirmase la manifestacion del docto getigrafo de Augusto con el dicho no menos fehaciente de Julio C6sar: asentaba este afor- tunado caudillo y eminente historiador en sus doctos Comenla- rios, que habiendo celebrado en C6rdoba una asamblea, a la cual \ Turdctani aulcm, maxitne qui ad Boetim sunt, plane romanos morrs assumpserunt, nc sermonis quidem vernaculi memorcs, ac plcriquc facti stint tatini, ct colonos acccpcrunt romanos: parumve abost quin omnino romani sunt facti...: et qui hanc formam scquuntur hispani, stolati sen togali ap- pellantur, in quibus sunt celtiberi, quondam omnium maximc fcri inhuma- niquc liabiti (De Reruin Geograflcarum, lib. Ill, p:iy. 224 do la cd. lat. d< Amsterdam). 368 HISTOHIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPAfiOLA. HaiTui a los moradores de la B6tica, di6 a lodos en general (ge- neratim) las gracias: a los ciudadanos romanos (dice) porque habian procurado conservar en su poder la ciudadela; a los es- wpanoles porque habian expulsado las guarniciones [enemigasj; a los gaditanos porque habian frustrado los intentos de sus ad- versarios *. Semejante confesion de aquel grande horabre, que manifest6 haberse valido de inte'rpretes siempre que aren- g6 a los moradores de las Galias 2 , sobre ser de mucho peso y autoridad en estas investigaciones, se halla confirmada por su lugarteniente y continuador, Aulo Hircio Pansa, quien in- serta parte de la arenga, con que C6sar (concione advocata) re- prenditi publicamente la volubilidad y punibles excesos de los sevillanos 3 . Ensenaba Hircio en este memorable documento que no solamente comprendian sin int6rpretes los moradores de aque- lla comarca la lengua latina, sino que habian quebrantado a sa- biendas las leyes romanas, poniendo sus manos en los sacro- wsantos magistrados del pueblo y atentando en el mismo foro contra la vida de Casio, lo cual les afeaba Cayo Julio, compa- rando su conducta con la de los pueblos barbaros, que ni ha- blaban la lengua del Lacio, ni seguian las coslumbres de Italia 4 . Parecen pues demostrar estos y otros muchos testimonies que facilmente pudieran aducirse, que Ileg6 a ser en la antigua Iberia constante y general el uso de la lengua latina, como indeclinable consecuencia de la politica inalterable del Senado, antes deahora examinada 5 . Mas para que no se nos tilde de parcos en las prue- bas, bien sera anadir otras que no son en verdad menos aut6nti- { Caesar, concione habita Cordubae, omnibus generatim gratias agit: ci- vibus romanis, quod oppidum in sua potestatc studuissent habere; Hispanis, quod praesidia cxpulissent; Gaditanis, quod conatus adversariorum infregis- sent, seseque in libertatem vindicassent (De Bella civili, lib. II, cap. XXI). 2 De Bello Gallico, saepe. 3 Cap. XLII, ad flncm. 4 Vos, iure gentium et civium romanorum institulis cognitis, more bar- barorum Populi Roman! magistratibus sacrosantis manus semcl et saepius ad- tulistis: et luce clara Cassium in medio foro ncfarie interficere voluistis, etc. (Id., id.). 5 Tomo I, cap. f, p;ig. 13 y siguientcs. PARTE I. ILUSTR. ORIG. t FORM. DE LAS LEKG. ROM. 3(J9 cas. Escribiendo a Marco Tiilio desde C6rdoba el ilustre Asinio Polion, gobernador de la B6tica, expresabase respecto de su re- emplazo del siguiente raodo: Lo que dije en C6rdoba/)0r media de una arenga, nadie lo pondra en duda: que yo a ninguno ha- bia de entregar la Provincia, sino a quien viniese provehido por la auloridad del Senado '. Bosquejando Araiano Marcelino las costumbres de los antiguos espanoles, y condenando las tropelias, cometidas en las provincias por los agentes imperiales, escribia, narradas ya algunas vejaciones de gran bulto: Con igual mal- dad cierto agente publico de Espana, convidado ico, ya producto de este, del latin y del visigo- 1 De notar es que el mismo Santo menciono Icrmhiantemente esa lengua barbara, cuando refiriendose a los mauritanos, que pertenecian al Imperio vi- sigodo, dijo: Barbara lingua mauros appellantur (apellantes) (Ethym., li- bro IX, cap. II, Gentium vocabulis). 2 Ha sermon! vere latino ac pure succesit mixtus quidam ex latino et pe- regrino (De causis corruptions artium, lib. I, Basilea, 1555). 3 Or {genes de la lengua castellana. 4 Adelante volvcremos a tocar este punto: no debe ignorarse sin embar- go que el mismo Isidore de Sevilla nos da alguna noticia de la descompo- sicion que iba teniendo el latin en el antiguo Lacio, senalando con nombre do itala lingua a la que se hablaba en aquella peninsula, y anadicndo rcs- pocto dc la pronunciacion de algunas voces, que habian trocado el valor de cicrtas letras, tales como la z por la d, sicul solent itali (escribe) dicere ozzfc pro hodien (Etlnjm., lib. XII, cap. VII, lib. XX, cap. IX). PARTE 1, ILUSTR. ORIG. Y FORM. DE LAS LENG. ROM. 383 do, debieron influir, aunque sin escribirse, en la corruption de la misma lengua romaua, por mas que la Iglesia y los doctos tra- bajaran para conservarla. Ni es dable suponer otra cosa, cuando se considera que aquellos ind6mitos conquistadores que habian trastornado los destinos del mundo y de quienes se dice que traje- ron a las regiones occidentales de Europa el sentimiento de la in- dependencia individual, no podian respetar en comun ni recibir leyes gramaticales, cuyo valor ni estimaban ni comprendian, apa- reciendo a su vista como despreciables 6 insignificantes trabas. Aquel empeno que pusieron los principes oslrogodos y visigodos en remedar la majestad romana, si tuvo en las costumbres el de- cisive efecto que dejamos probado ' , y pareciti consagrar, con el aplauso de las artes esc6nicas, la degenerada lengua del Lacio, ni fu6 bastante a salvar su pureza del naufragio y universal ruina del Imperio, ni pudo tampoco obligar del todo a la muchedumbre, trasformandola de improvise y hacie" ndole guslar las elegancias de Horatio y de Virgilio, de Ciceron y de Tacito. El tiempo, que habia dado extraordinario triunfo a las tradiciones clasicas por mano de San Isidore, consumaba por ultimo aquella inevitable y natural fusion y mezcla de lenguajes, presupuesta por nuestros eruditos; fusion en que predominaban constantemente la riqueza y vigoro- sa vitalidad del latin, que absorbiendo los antiguos restos de los idiomas celtibe'ricos, originariamente hermanos, era hablado ex- clusivamente en los concilios, en las escuelas clericales y monas- ticas, y universalmente escrito en todos los angulos de la mo- narquia. Tal es la ensenanza que debemos a la filosofia y a la historia, pareci6ndonos tan arbitraria 6 insostenible la opinion de los que suponen haberse conservado por la muchedumbre, durante la do- mination visigoda, la integridad y pureza de la lengua latina, co- mo la de los que despojan a esta de la influencia legltima que tu- vo y debi6 tener en aquella 6poca, cual micleo principal del idio- ma hablado, y como unica lengua escrita. \ Veasc cl cap. X. 384 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. IIL Experimentaba entre tanto la Peninsula Ibe"rica un cambio trascendental, que debia reflejarse naturalraente en las esferas de la leugua. Ya hemos visto el universal trastorno que produjo la invasion sarracena, y c6mo las antiguas razas de visigodos y ro- manos, a quienes habian separado leyes opresoras y arbitrarias, ora obligadas del comun peligro y unidas por una sola creencia, constituian un solo pueblo bajo las ensenas de don Pelayo, ora so- juzgadas por la fuerza, conservaban en el centro del Islamismo la religion de sus mayores *. No otra fue" la suerte de los cristia- nos libres y de los cristianos mozdrabes. Apelando los primeros al juicio de las armas, y negandose, en aquellos dias, a todo co- mercio con los sarracenos, robustecieron en el centro de las mon- tafias, con el amor de la patria sojuzgada, el carino a las cos- turn bres y a la lengua hablada 'y escrita por sus padres; unico resto de su anterior .grandeza, que halagaba los origenes de la raza hispano-latina, no desplaciendo ni contrariando ya las tradi- ciones de la raza visigoda. Reducidos a un estrecho circulo, ni comprendieron siquiera la necesidad de reconocer la lengua de los invasoreSj rechazando, como cosa contaminada y peligrosa, cuan- to provenia de los enemigos de su Dios y de su patria. Sobrevi- via de esta manera la lengua del Lacio, aun en raedio de su cor- rupcion, a la ruina del Imperio visigodo; y destinada a perpetuar las veneradas tradiciones de la Iglesia, continuaba siendo culti- vada por los eruditos en la forma que hemos probado con irre- cusables documentos *. Ni dejaron los reyes y magnates de la monarquia asturiana, entre quienes nace muy luego el no cumplidero intento de restau- rar la grandeza de los visigodos 3 , de emplear aquel degenerado idioma en todo linaje de documentos publicos: fundaciones de basilicas y monasteries, privilegios de cabildos yabaigos y prelados, quienes aspiraban a conservar con el cultivo de la historia la tra- dition de los estudios y el lenguaje cancilleresco, te>mino medio entre la lengua escrita por los eruditos y la hablada por el vulgo; y esta diferencia, que se reconoce con la simple comparacion de cronicones 6 instrumentos cancelarios, viene a dar cuenta, aun en aquella primera 6poca de la reconquista, de la inevitable y nueva fusion que iba ya operandose entre todos los elementos de expresion, existentes al verificarse la invasion sarracena. De esta nueva 6 inevitable fusion debian irremisiblemente surgir las len- guas, que ban recibido por antonomasia titulo de romances, bri- llando entre todos el castellano. Inundada en tanto la mayor parte de Espana de ejercitos ma- hometanos, engrosados por di versos linajes de gentes ', no habia sido posible a los mozdrabes contrastar su pujanza; y si merced a las circunstancias especiales que concurrieron en la conquista, pudieron conservar la religion de sus mayores en la forma que antes de ahora hemos manifestado 2 , vi6ronse al fin contrariados por la politica de los Califas, que ya emplea la seduccion, ya usa de la fuerza, para lograr sus intentos. Cuando examinamos la si- tuation de mozarabes y sarracenos, respecto del estudio que va- mos haciendo, conviene sin embargo tener muy en cuenta un he- cho, no alegado todavia por la critica, y cuya exposicion hemos dejado de proptisito para este sitio. Adnjiranse los historiadores de que por los anos de 730 pusiera Juan Hispalense la Biblia en lengua arabiga, sin alegar prueba alguna de la aventurada conse- cuencia que intsntan deducir de este suceso, asegurando que ya el idioma de los Leandros, Isidores 6 Ildefonsosni se usaba ni se entendian 3 . Dimos al final del capitulo XI, arriba mencionado, la explication mas racional e hist6rica que puede tener este hecho, de cuya posible existencia deponen los documentos en dicho lu- gar exhibidos : cumplenos ahora manifestar en sentido opuesto, \ Vcnse cl cap. XI. 2 Ibidem. 3 Mariana, lib. VM, cap. II. PARTE I. ILUSTR. OR1G. Y FORM. DE LAS LENG. ROM. 387 que ya catorce aflos antes se habian visto los amires en la nece- sidad de admitir la lengua latina, no solamente para celebrar to- do g6nero de transacciones con los vencidos, lo cual se continu6 en siglos posteriores respecto de los principes cristianos, sino tambien para acunar las monedas, que daban testimonio de su dorainacion en Espana. Al ano 98 de la h6gira, que abraza desde 24 de agosto de 716 a 12 de igual mes de 717, pertenecen en efecto varias monedas ardbico-latinas, cuya importancia nos mueve a poner su descrip- cion en el Aptndice I de este segundo tomo. De ellas se deduce pues, que lejos de la pretendida oscuridad en que se supone en- vuelta a la raza mozarabe, hasta el punto de abandonar al primer amago el habla de sus abuelos, hubieron los vencedores de res- petar su lengua, adoptandola para los instrumentos publicos, prueba evidente de que la politica reconocid la inmensa diflcultad y aun el peligro de intentar desarraigarla en aquellos primeros momentos de la conquista. Este dificil cuanto arriesgado empefio no llega a formularse hasta el califado de Hixem II, segun deja- mos ya advertido '; pero si los efectos producidos por la ley que prohibe a los mozarabes el uso de su native idioma, obligan- dolos a educar sus hijos en las escuelas musulmanas, son consi- derables respecto de la muchedumbre, ya hemos visto cuan ter- rible fu6 la reaccion engendrada por ella en el sacerdocio; reac- cion que terminando en el martirio, da nuevo aliento a los estu- dios latinos durante el siglo IX. S61o despues de reconocidos los nobles y fecundos esfuerzos de Esperaindeo, Eulogio y Alvaro, puede comprenderse c6mo en medio de aquella espantosa persecucion se cultiv6 la lengua del Lacio, tal vez con mayor esmero y elegancia que en las co- marcas dominadas por los cristianos independientes; y sin em- bargo las pat6ticas declaraciones de Alvaro a mediados de aquel siglo, y los causticos epigramas del abad Samson, lanzados con- tra el obispo Hostegesis a fines del mismo 2 , no dejan duda algu- na de que, despreciada por la juventud el habla de sus antepasa- \ Cap. XII. 2 Ibidem. 388 H1STORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAJXOLA.' dos, y olvidados los buenos estudios por el clero, debiti caer el latin en triste corruption y abandono. De ello parece darnos cer- tidumbre el testimonio del fi!6sofo Yirgilio, que florece en Cor- doba entrado ya el siglo X, el cual menciona en sus aforismos 6 raaximas disciplinarias dos maneras de lenguajes latinos, em- pleado el uno por los doctos y hablado el otro por los legos (lai- cis), segun la traduccion latina de su Philosophia '. Todas estas consideraciones nos convencen de que siendo mas numerosas y de mayor bulto las causas que debilitaban de dia en dia la sociedad de los mozarabes, debieron ir en aumento la cor- ruption y el olvido de la lengua, cultivada con tanto amor por los discipulos de Esperaindeo hasta el casi universal destierro de aquella infeliz raza, acaecido, segun oportunamente advertimos, en 1124 2 . Mientras por estas sendas desaparecia del califato cordobe"s la lengua escrita por tan ilustres varones como produce el cautive- rio, no quedando a lapostre vestigio alguno de aquel idioma, na- cido de la confusion y mezcla del latin y del arabe,qu6 influencia pudo tener el Qltimo en el idioma usado por los cristianos, que descendiendo al cabo de las montanas, procuraban dar cima a la grande obra de la reconquista?... Punto es este que ofrece toda- via algun aliciente al estudio, por haberse confundido con sobra- da frecuencia el estado de los mozarabes con el de los cristianos libres, dando origen semejante error a lastimosas contradiccio- \ La traduccion latina del libro de Virgilio Cordobes, hecha en 1290, se- gun leemos al final del codice toledano, dice: llle est vituperandus, qui lo- quitur latinum circa romanfium, maxime coram laicis, ita quod ipsimet in- telligunt totum; et ille est laudandus, qui semper loquitur latinum obscure, ita quod nullus intelligat eum nisi clcricus; et ita dcbent omnes cleric! loqui lalinum suum obscure in quantum possunt, et non circa romanciumv (Biblio- tcca National, cod. S. 164, fol. Co v.). Sarmicnto, que inscrto cslas palabras on sus Memorias para la Mstoria de la poesiu (pags. 104 y 105), no advirtio que fueron traducidas del arabc, acaso cualro siglos despues de haberse escrito en esta lengua, lo cual pudo contribuir sin duda a darles scntido distinto del que en el original tuvicron. Sin poscer csle, scria avcnturado cl atribuirlcs inlcligoncia mas decisiva, segun lo hizo el indicado Sarmiento. 2 Ibidem, al Anal. PARTE I. ILUSTR. ORIG. Y FORM. DE LAS LENG. KOM. 389 nes. Mas seguidos ya por nosotros los pasos de aquel pueblo, ar- mado en raasa en defensa de su libertad y sus al tares; examinada la raanera laboriosa en que va recobrando el territorio y asegu- rando en 61 su dominacion, facilmente se comprendera lo que sig- nifica esa influencia, reconocida a hullo y no determinada toda- via ni en la historia de la lengua, ni en la de la literatura espa- nola. Los cristianos (decia el sabio Lista) reconquistaron la Es- pana del mismo modo que muchos siglos antes la habian con- quistado los roraanos: a saber, exterminando la poblacion ene- miga y fundando colonias en los pueblos, que se sometieron construian de nuevo. Eran guerreros y colonos: con una ma- ono guiaban la yunta y con otra aseguraban la empunadura do la espada, dispuesta siempre contra cualquier ataque imprevisto de los moros '. Esta situacion politica, que no encontrara aca- so otra igual en los tiempos antiguos ni modernos, manteniendo la division profunda de religion y de raza entre moros y cristia- nos, no podia menos de abrir insondable abismo entre ambas na- ciones. Ya lo hemos dicho y conviene recordarlo 2 : mientras te- mieron los cristianos ver desbaratada por la morisma la obra que tantas lagrimas y tan grandes sacrificios les habia costado; mien- tras no pudieron abrigar la confianza de sus propias fuerzas (to- dos los monumentos lo publican), no solamente no admitieron el trato y comunicacion de los sarracenos, sino que se vicron for- zados a rechazarlos, como unico medio de no caer nuevamentc bajo su dominio. S6lo cuando no inspiran ya los ej6rcitos musul- manes aquellos ternores y sobresaltos; cuando el poderio de los cristianos contrasta y ticne a raya sus asoladoras invasiones; cuando se ven ya pobladas y defendidas las comarcas arrancadas a su imperio, comienza a extinguirse algun tanto el odio de los primitivos tiempos de la reconquista. Entonces se admite en las villas y ciudades cristianas un linaje de vasallos, hasta aquelht 6poca no conocidos, que son designados en la historia con el nom- bro de mudejares. \ Memoria sobre el caracler del feudalismo en Espaiia, Revista Inivertal. tomo It, pag. 1. 2 Voasc cl cap. XIII 390 HISTORIA CRlTICA DE LA L1TERATURA ESPANOLA. Pero cuando esto sucede, las lenguas que ban recibido titulo de romances, si no estaban completamente desarrolladas, iban llegando a tal estado de robustez, que no dejaban ya duda de los diferentes caracte"res que debian ostentar en breve. Razon cum- plida de su existencia habian dado tambien desde los primeros dias de la reconquista: persuadelo asi en primer lugar el examen de los documentos diplomatics, cuya signiflcacion dejamos apun- tada, y pru6balo en segundo el estudio de los primitivos cronico- nes, Prescindiendo de la notabilisima inscripcion de Santa Cruz de Cangas [759], en que se advierten ya, corao en otras rauchas posteriores, solecismos 6 idiotismos que revelan la influencia po- pular *, seranos licito fljar en efecto nuestras miradas en los pri- vilegios otorgados por Alfonso el Catdlico a Santa Maria de Co- vadonga [740, 741], que son los documentos mas antiguos de la monarquia asturiana, llegados a nuestros dias: en ellos, notada la angustia literaria de Avito, presbitero de raza latina que los redacta, leemos estas frases: Edificamus Ecclesiam Sancte Ma- rie de Covadefonga et transtulimus in ipsam imaginem Beate Marie de Monte Sacro: damus... duas campanas de ferro... Ires casullas de sir go: donamus vobis Ecclesiam Sancte Marie de Punferrato et Ecclesiam Sancti Andree de Benavente et... Sanc- ti Pantaleonis de Onis... Sancte Marie de Covadefongav 2 . Mas adelante hallamos el privilegio de fundacion del monasterio de Obona [780], otorgado por el prinoipe Adelgastro, hijo del rey \ Tenemos verdadera satisfaccion en hallar confirmado este aserto en la Contestation dirigida por el docto don Juan Eugenio Hartzenbusch al acade- mico Monlau: En la iglcsia de Santa Cruz de Cangas (observa), dedicada al culto por el rey don Favila en el ano de 739, leyo y copio Ambrosio de wMorales una inscripcion grabada alii en piedra, donde se decia ob cruets tro- npheo en lugar de ob crucis trophaeum, y cum pignora en vez de cum pignorl- nbus, amen de olras locuciones sin concierto ningunow (Discursos de la Real Academia de la Lengua, tomo 11, pag. 342). Esto mismo sucede en escritu- ras coctancas: en una de concierto entre Fromistano y ciertos monjes, que fundan con el y amplian la basilica dc San Vicente en lo que despues Cue Oviedo, leemos: In istum locum veniens cum haberes sues..., istum locum quern dicunt Oveto... prius erexisli et aplanasti ilium una cum servos tuosn (EspnAa Sagrada, tomo XXXVII, pag. 310). 2 Id., id., pag. 303. PARTE I. ILUSTR. ORIG. Y FORM. DE LAS LE1SG. ROM. 391 Silo, y en 61 las siguientes clausulas: Concedimus in ipso mo- nasterio Sancte Marie de Obona per suos terrainos antiques, per illo no qui vadit inter Sabadel et villa Luz, et inde ad illam mol- lera de ilia strada de Patrunel, et inde per i//a via que vadit ad illo caslro de Pozo et per ilia via que vadit ad Petra tecta; et per Petra et deiude per ilia strata de Guardia et inde per ilia arelia de Branas; et per ilia Brana de Or dial et per illas mes- tas de Fresnedo et per Conforquellos, et inde ad illo rio de Ri- villa et ad illo Pozo de Trave et per Pena Malore et per Pena Sarnosa et per illo moion (molon) de inter ambos rios et per Lumbillas et per Pena de Felgueros et per Fontanel el per illas penas inter Villaluz et Sabadel et ad illo rio, quod prius dixi- mus... Y anade: Damus siquidem in ipsa domus Dei... viginti modios de pane et duas equas et uno rocino et una mulla et tres asinos... et una capa serica, et tres calices, duo de argento, et unum de petra... et una cruce dc argento et duas de ligno et quatuor frontales de serico et duas campanas de ferro, etc. El principe suscribia este documento, diciendo: Et ego iam dicto Aldelgaster Siliz, una cum uxore raea Brunildi.., conGrma- mus, etc. '. No cabe pues dudar un solo instante, al leer es- tas clausulas, que ni regimen, ni concordancia, ni desinencias, ni preposiciones reconocian ya las leyes gramaticales aun en ma- nos de los aulicos, raostrando en contrario fuerza tan irresistible el habla de la muchedumbre, que no s61o destruye la sintaxis, sino tambien la forma de la diccion, la cual habia respetado por cierto San Isidore. Y es de advertir que fechado el testa- mento de Aldelgastro * en 780, aparece ya en 61 formado el pa- tronimico, caracteristico de nuestra Espana; recuerdo de indu- bitable, aunque remota, influencia hel6nica y circunstancia bas- tante a revelarnos,'con otras no menos signiQcativas, que no eni- 1 Id., id., pag. 306 y siguientes. 2 DC notar cs que la voz tettamentum tiene en todas cslas escriluras el valor de donation 6 TRIVILEGIO de concetion, que solo picrde cuando las cx- prcsadas donaciones se van haciendo en la hora de la mucrte. Sobrc este pun- to pucdo consullarsc a Florcz (Esparto Sagrada, saepc). 392 H1STOR1A CRITIC A DE LA LITERATURA ESPANOLA. pezaba en el siglo VIII la descomposicion del latin, trayendo el romance mas lejana procedencia ' . Las pruebas de su natural desarrollo no escasean en el refe- rido siglo VIII, ni en los siguientes IX y X, examinados con este prop6sito los documentos diplomaticos que a todos tres se refle- ren -; y merecen en verdad llamar la atencion las declaraciones 1 Esta observacion, relativa al nombre patrommico, es de no escasa im- portancia, cuando pueden fijarse perfectamenle las fechas; y abundan por cierto los testimonios en que esto se verifica. Para no dar excesivo bulto a esta parte de nuestras tareas, nos limitaremos ahora a notar que no se in- terrumpe el uso del indicado nombre en el siglo Vlll, y asi leemos, mediado yael IX (833), aplicandolo hasta para designar villas 6 castros: Per illam viam de termino de Amaia Roiz, et... terminos de Fortuneo et de Vela et per terminum de Gutierrez, cum azoreras, etc. (Espana Sagrada, tomo XXXVII, pagina 32i). 2 A pesar de que juzgamos suficientes para la demostracion historica que vamos haciendo, las citas expueslas, no tenemos por impertinente el anadir algunas, que amplien, si es posible, nuestras observaciones. Don Alfonso el Casto decia en su tcstamento (81 8): (iWitericum cum fllios suos, quos adqui- simus de Sisenando vel de suos germanosn; Alfonso el Magno, en 905, refi- riendose en su teslamento a la misma iglesia de San Salvador de Oviedo, de- claraba que le concedia usque ad exitum mentis Naranci ab integro cum braneas prenominatas Por tales, Gramoneto, Cogullos, Obrtasn; y despues daba relacion de las.poblaciones 6 parroquias de Luco, Andorga, Nora, Quiloiw, Domela, Villa Magostel, Kelienes, Orealiz, Petrafita, Bellina, Buslello, Cros, Silvatosa, Pelroso, Pinieras, Area, Atnbas, Bdrcena, etc. Don Fruela II au- mentaba en 912 cstas donaciones, haciendo propiedad de San Salvador la iglesia de Santa Maria ude Manozes, Deganeca, quae dicitur Villar, ecclcsiam Sancte Marie de la Barca, etc., con las de los pueblos y posesiones de Are- nas, Tablato, Moral, Covas, Colinas, Vallebonas, Notimas, Balelas, Brana Ma- nn, Vallemia, Valle Salceto, Regaria de Ponton, Linares, Penalva, Petrose- la, Vallemalo, Carvallo, Portella, Forca de Liniata, Villamaior, Gdrgula, etc.; y finalmcnle don Ramiro, hijo dc Alfonso III, donaba en 926 a San Salvador Santa Maria de Ovana, rio Caon, Elmon, Santa Maria de Zazo, y dc Mian, Santa Eulalia de Velamio, villa de Caslello per prado, villa Lebia, villa quae dicitur Rio, villa Margollas, Santa Maria de Meldes, San Juan de Ola, Santa Maria de Leia, con los rios Tocon, Navia y Medo (Espana Sagrada, to- mo XXXVII, pags. 314, 330, y 348 y siguicnlcs). Como se ve habia desa- parccido ya de la lengua popular todo vesligio de desinencia, y las preposi- ciones habian tornado el valor que todavia conservan, apareciendo ya clara y tlistintaincnle el uso del urticulo castellano. PA11TE I. ILUSTR. ORIG. Y FORM. DE LAS LE1SG. ROM. 393 que no sin frecuencia hallaraos eu algunos de estos autnticos testimonios. Severino y Ariulfo, obispos que lloran sus sillas en el cautiverio mahometano, al donar a la iglesia de San Salvador de Oviedo en 853 el monasterio de Hermo, decian por egemplo: Facimus cartulam testamenti, NOSTRO VOCABULO, Santa Maria de Hermo, quod fundavimus in Asturias territorio de Camesa in valle qui DICITUR Quo. Y despues: Donamus... in territorio de Campo Braneas pascua, quas VULGUS DIGIT SELES. .. et altera ubi DICITUR PITELLA et alteram ubi DICITUR FONTEFIUGIDA, etc. '. Am- pliando Ordono I las donaciones hechas por sus predecesores a la iglesia de Oviedo, observaba en el privilegio, otorgado a la mis- ma en 857: Donamus... in latere Nauranci villam quae DICITUR LINIO et aliam quae DICITUR SUEGO... in rivulo qui DICITUR MERA ec- clesiam Sancti Michaelis de Conforcos et Buslos PRAENOMINATOS LOARRIO et LONGE-BRANAS... loca etiam designata in terra quae DI- CITUR QUIROS... terra quae VOCATUR MERUEGO... villa quae DICI- TUR MEISGOR... monasterium Sancti Petri de Asperella, carnice- rias, etc. 2 . La existencia de la lengua romance era por tanto un hecho no solamente consentido, sino reconocido y confesado esponlaneamente durante el siglo IX, como lo habia sido en el VIII, viendose forzados los notaries, cancilleres y donadores a darle entrada en los documentos oficiales, para que tuviesen es- tos la debida firmeza respecto de las tierras, muebles y animates por los mismos mencionados. Mas no s61o debia mostrar su creciente vitalidad en los docu- mentos diplomatics, cuya misma naturaleza parecia acercarlos a la muchedumbre: su influencia, conforme repetidamente insinua- mos, al estudiar los primitives historiadores de la reconquista, su- be tambien hasta los mas doctos cultivadores de las letras, con- traponi6ndose de un modo peregrine a la tradicion clasica por ellos constantemente respetada. Sebastian, primero de los referi- dos cronistas, decia una y otra vez, movido de aquella inevitable fuerza: Prae rumptum montis, qui VULGO APPELLATUR AMOSA; iuxta praedium quod DICITUR CASEGADIA; in lerritorio deCA>r.AS, in 1 Espafia Sagrada, vol. cital., p.ig. 319 y siguicntcs. 2 Id., id., pag. 323 y siguicnlcs. 394 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAflOLA. Ecclesia Sanctae Eulaliae de Velapnio; Bardulia quae nunc APPEL- LATUR CASTELLA; in loco qui VOCATUR LUTOS, etc. En la Chronica Albeldense, escrita con mayores pretensiones latinas, leemos asi- mismo: win locum LIGNO DICTO; in locum CANICAS APELLATUM, ha- llandose escritos muchos nombres propios de ciudades y castros de igual forma que la muchedumbre los pronunciaba, tales como Cordoba, Vallerra, Pontecorvo, etc. Sampiro, mas explicito y popular en esta parte, observaba a menudo: uSublancium, quod nunc A POPULIS SUBLANCIA DICITUR; urbes... Zemora,Seplimancas, et Domnas; casteilum, quod DICITUR QUINTIA LUBEL; locum qui DICITUR ALTREMULO; locum, qui DICITUR MINDONIA; valle quae DICI- TUR YUNCARIA; rivulo, qui DICITUR CARRION; loco DICTO TEJIARE; Na- geram, quae ab antique TRICIO VOCABATUR; loco qui DICITUR DOM- NOS SANTOS; civitatem... quae nunc TALAVERA a populis VOCITA- TUR, etc. C6mo podra apartarse la vista de tan claros testimo- nies, cuya eflcacia histdrica debe ser mayor a medida que consi- deremos el esfaerzo hecho por los doctos para conservar la ya imposible purezade la lengua latina?... Las declaraciones de los cronistas que suceden a Sebastian, la Cronica Albeldense y Sam- piro, son todavia mas frecuentes, y si cabe mas expresivas *, lo 1 Pelayo, por egemplo, menciona al Vierzo, Viseo y otras ciudades y comarcas con los nombres de Berizo, Viseo, etc., cuando antes se habia es- crito Bergidum, Veseum, etc.; y en el Silense se lee Canyas por Canicae, Nd- jara por Tricio, Ledesma por Letesma, Tudela por Tutela, etc. Y para mayor comprobacion de los progresos de las lenguas romances en esta edad, decia el mismo monje, hablando de un peregrine: uQttum nostra loquella iam pau- lisper utereturn; y citando la antigua Compluto declaraba: ((Civitatem com- plutcnsem, quae nunc Alcala vocaturn, etc. Entrado el siglo XII, son to- davia mas terminantes y expresas estas menciones: en la I list aria Compostela- na, de que tratamos ya, se hallan con alguna frecuencia las frases vulgari appellations, Inline ventilavit, nostro vocabulo vocilatur, etc., las cuales aluden sin duda al dialecto gallego, ya existcnte, pues que en las primeras paginas de dicha Hist or ia leemos: Quod gallaico vocabulo nuncupatur (num. V). En la Gesta Roderici Campidocti, demas de las frecuentes declaraciones de: cas- trum qui dicitur Almanara; castrum qui vocatur Alcald; locum qui dicitur Calamoxa; in montana de Alpont; locum qui dicitur Horlimana; in montana de Morella, etc., daba claro tcstimonio del estado de la lengua castellana, cuan- do al dcsafiar cl coude Ramon Berengucr al Campeador, Ic dice: Eris lalis PARTE I. 1LUSTK. ORIG. Y FORM. DE LAS LENG. KOM. 395 cual ratifica en nosotros el convencimiento de la preponderancia que el habla vulgar iba obteniendo, hasta quo llega por ultimo a ser escrita. Sin violencia es pues licito deducir, hecho el examen de estos documentos, que aquellos lenguajes, no extirpados en el suelo espanol por la omnipotencia de la Republica y del Imperio roma- nos; reoonocidos terminantemente por el inmortal Isidore, y acau- dalados en vario sentido desde la invasion de los barbaros, ama- sados ahora nuevamente en medio del gran conflicto de las Espa- nas, comenzaron a producir su legitimo fruto desde el momento en que Ianz6 Pelayo el grito de independencia, apareciendo ya con la especial fisonomia que debian ostentar en siglos posterio- res. Legitima nos parece bajo este punto de vista, aunque no del todo aceptable,la consecuencia obtenida por los latinistas, quienes miran corao accesoria y muy secundaria en la formacion de los romances espanoles, y en especial del castellano, toda influencia que no provenga de los tiempos antiguos. Las lenguas vulgares se formaban en efecto, como natural y precisa consecuencia de los elementos congregados durante muchas centurias en el suelo espanol, del raismo raodo que iban tomando cuerpo 6n las deraas naciones raeridionales. Mas no porque reconozcamos esta verdad, sera licito rechazar la parte que pudo tener la presencia de los pueblos orientales en el desenvolvimiento y futura perfeccion de dichos idiomas. Moraba entre los cristianos desde los primeros tiempos de la Iglesia la raza hebrea, depositaria do la industria y del comercio, qualem dicunt in vulgo castellani AI.EVOSO... Tandem vcro facieraus dc te al- boroz.n Al rcplicarle Rodrigo, anadia: Falsissime... dixisli quod fcci ALE- VE ad forum Caslellatv, etc. (pags. XXXVII y XXXIX de la ed. de Risco). La Chronica de Alfonso VII, de que tambien hemos hablado, ofrece aun mayor niimero de testimonies: en ella, sobre hallarse, como en todas las cronicas precedcntcs, multitud dc giros puramente castcllanos, se encuentran cstas clausulas: uQuod nostra lingua dicimus algaras, nostra lingua Xcrcz; turrcs quae nostra lingua alcazarcs vocantur; insidias, quas noslra lingua dicit ccla- das, etc. Y a flncs del siglo XI prescntaba la historia rcligiosa en la Yiiln de Santo Domingo de Silox los mismos comprobantes, dicicndose en clla: i/, gari loqutionc; vulgo.,. diet sold; dicilur vulgari loqiitioncn, etc. 390 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. durante la dominacion visigoda: su abyeccion y servidumbre po- litica antes y despues de la invasion sarracena, alejando de los cristianos independientes todo temor y desconfianza respecto de la seguridad de la patria, estrechaban la comunicacion y trato de uno y otro pueblo, siendo las artes de los judios verdaderamente necesarias a leoneses, castellanos, aragoneses y navarros, segun latamente probamos antes de ahora ! . For este camino la lengua hebrea, madre y raiz de todas las semiticas, conservada en su antigua pureza por los Aben Hezras y Mayemonides, aunque adul- terada por la muchedumbre, debi6 ejercer no poco influjo, si no en el naciraiento, en el desarrollo al menos de las lenguas ro- mances; influjo que se hace grandemente sensible cuando, lla- raando a si en las Academias de Toledo a los mas doctos rabinos de toda Espana, consagra el Rey Sabio la lengua de Castilla al cultivo de las ciencias, ensanchando sobremanera, cual notare- mos luego, los horizontes del ya acaudalado idioma de Berceo y de San Fernando. Y si al hacer estos estudios, no es posible desentenderse del pueblo hebreo, tampoco nos parece justo negar a los arabes lo que de derecho pueda corresponderles. No les conoederemos la irreflexiva supremacia que les atribuyen los filo-arabigos, reco- nocido el apartamiento, 6 mas bien el irreconciliable antagonismo que separa la civilizacion mahometana de la representada por los Alfonsos y Ramiros, durante los cuatro primeros siglos de la re- conquista. Una de las puertas, por donde bubo de entrar la in- fluencia de su lengua en las romances, fu6 sin embargo la raza mozarabe, destinada a engrosar el numero de los vasallos de los reyes cristianos, a medida que iban ensanchandose las fronteras de las nuevas monarquias y salia aquella del cautiverio. Millares de familias, apagado ya el fuego del martirio, eran trasladadas desde el suelo de C6rdoba al de Aragon y Navarra en H24 por don Alfonso el Batallador, despues dc malograda su expedition contra los almoravides 2 ; y recibidos en el seno del cristianismo 1 Estudioi hisMricos, pol/ticos y literarios sobrc los judios de Espana, cn- sayo I, capitulo II. 2 Garibay, Comp. ttitt., lumo III, lit). XXUI, cap. VIII. PARTE I. ILUSTR. ORIG. Y FOHM. DE LAS LENG. ROM. 397 los mozarabes de Toledo a fines del siglo XI, pasaban en 1147 de esta parte del Mediterraneo, y se guarecian en la misma ciu- dad, crecido numero de los cautivos llevados a las costas del Afri- ca por la venganza de Aly-ben-Yuzeph, y perseguidos de nuevo por la crueldad de los muzmotos 1 . Cundian entre tanto los vasallos mudejares, merced al espiritu de templanza que sucedia por intervalos a la exasperacion del odio inveterado entre cristianos y sarracenos; y a la sombra de aque- lla ilustrada proteccion, que daba asiento en nuestras ciudades a los sectarios de Mahoma, nacia cierta manera de lenguaje, que diferente al par del arabigo y del castellano, era designado con el norabre de aljamia. Muchos son en verdad los documentos que justifican este aserto, trascendiendo la influencia de los raudeja- res a las esferas de las artes, donde llegan a producir una mani- festacion arquitecttinica, digna de ser maduramente estudiada 2 . Entre los testimonios escritos que pudie"ramos traer al proptisito, pare"cenos conveniente preferir por su especial condicion y natu- raleza la llamada Crom'ca poefica de Alfonso XI: enviando el re- ferido raonarca un mensajero al rey moro Albohacen, pone el poe- ta en su boca estos versos: VoS, escudero, Sabedes bien la arabia: Seredes bien verdadero De tornarla en aliamia. Departierdes el lenguaie Por castellano muy bien: Levat delante mensaie Al rey inoro Albofacen s . Asi pues, justo nos parece reconocer, que viviendo nuestros 1 Cron. de Alfonso VII, num. CI, y nueslro cap. XII. 2 Cuando cscribiamos cslas lincas, no habiamos realizado el csludio lio- cho en nucstro Discurso de reception en la Real Academia de San Fernando, sobre el extilo mudejar en arqiiilectura (Madrid, iOdejuaio ISofl). Los lec- torcs que dcscaren mayor ilustracion sobre este punlo. puodcn consullar cl cxpresado trabajo, dado a luz en dicho ano. 3 Bibl. Excur., cod. Y. Ill, 9. 398 HISTOIUA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPAflOLA. raayores por largos siglos en contacto con ambos pueblos orien- tales, ambos debieron acaudalar con los despojos de sus lenguas las que se forman y desarrollan en la Peninsula. Mas oportuno es repetirlo: ni el hebreo ni el arabigo pudieron, en los primeros dias de su existencia, cambiar la flsonomia de aquellos idiomas que, teniendo por base la gran riqueza de la lengua romana, debian mostrar (aun ya forraados y cultivados en siglos posterio- res por los doctos) el estrecho parentesco que con aquella los li- gaba. Ni debe tampoco perderse de vista que ostentando en ta- les momentos las lenguas romances, sobre toda otra influencia, el vigoroso estigma de la latina, segun vamos reconociendo, hu- bieron por el contrario de contribuir a malear y desnaturalizar en parte a las orientales, principalmente a la hebrea, llegando la corrupcion al punto de excitar el patriotismo de rabinos tan doc- tos como Jonah ben Ganaj y David Quinji, quienes hicieron en el siglo XII los mayores esfuerzos para restituirla a su antigua pu- reza *. Y no dejaba por ultimo de cundir el conocimiento de las indicadas lenguas romances a las comarcas dominadas por la mo- risma: entre otros documentos que nos seria facil alegar, citare- mos el pasaje del Poema del Cid, en que los infantes de Carrion, pagando torpemente la hospitalidad que les brindaba el rey moro de Molina, intentan darle muerte y son descubiertos por uno de sus familiares: 2676 Un moro latinado bien ge lo entendi6: Non tiene en poridat, dixolo d Aben Galvon: Acaiaz, curiate destos, cd eres mio sennor: Tu muerte oy conseiar d Jos Infantes de Carrion. Ni sucedia cosa diferente, bien que en opuesto sentido, res- pecto de los cristianos: narrando el Rey Sabio la conquista de C6rdoba, decia por egemplo, en boca de Diego Martinez, el ada- lid que dirige la sorpresa de la antigua silla del califato: Si non podiermos echar las escaleras de cuerda, echaremos estas de fuste; et punemos de sobir por ellas, et scan los primeros los meiores algarauidos que fueren entre nos, et vayan vestidos co- mo moros, por tal que si fallaren con los moros, que los non 1 Etliid. liixt., polft. y Uler. sobre los jitdios de Expand, Ens. IF, cap II. PARTE I. ILUSTR. ORIC. Y FORM. DE US LENt. ROM. 399 conozcan *. Dos siglos adelante nos dicen las cr6nicas, que lle- gado el condestable Ruy Lopez Davalos a vista de Setenil, fab!6 vardbigo el Ilam6 al cadi, que era alcayde de la villa, e" el fab!6 al condestable, etc. *. For manera que asi mahoraetanos como cristianos entendian y hablaban mutuamente el romance y el dra- be, cosa harto natural en el trascurso de tantos siglos de lucha y de frecuente comercio. Pero estas observaciones, conveniente nos parece repetirlo, no bastau para establecer una teoria, mas 6 raenos favorable al des- arrollo de los idiomas vuJgares, siguiendo estos el curso de los grandes sucesos, que vienen a fljarlos, labrando su sucesivo per- feccionaraiento 5 . IV. Hay en efecto una 6poca en las naciones, que fundan su civi- lizacion sobre las ruinas del mundo romano, en que & pesar de haberse adulterado la preciosa herencia de la lengua latina, tanto por el trascurso de los tiempos como por los elementos contraries * 1 Crdnica general deEspana (Estoria de Espanna), III.' Parte, fol. 409 de la cdicion de Zamora. 2 Crdnica del conde don Pero Nino, II. a Parte, cap. XLII. 3 Importante juzgaraos consignar aqui, para manifestar hasta que punto pudo influir la lengua arabiga en la formacion de los romances espanoles, que en los Predmbulos de la ya citada traduccion dc la Divina Commedia, obra que en su In jar examinaremos, maniflesta su autor que todas las palabras que empiezan con cl articulo al, tales como alcuza, alfajor, aljamel, albanal, alcacel, albarran, alcoba, alcor, alfolt, algibe, etc., eran usadas al comenzar del siglo XV, en que la expresada traduccion se hacc, allende el puerto dc Muradal, siendo desconocidas para todos los castellanos que no hubicscn pe- nelrado en Andalucia (Bibl. Escur., II. S. 13, fol. 40 y siguientes). No debe olvidarse sin embargo que en los primitives cronicones sehallan algunas pa- labras de origen arabigo, asi como azeipha (ejercito), algara, alcaide y alca- zar, si bien pudiera, no sin fundamcnto, tcncrsc la ultima por originaria del arx latino. Notable es por ultimo que en el Poema del Cid solo sc hallen veintiscis palabras de indudable estirpe arabiga, lo cual prucba cl poco efecto ico; y hermanandose este en breve con el habla de Castilla, grave y sonora desde los primeros instantes de su existencia, como el sonido de la trompeta [quasi tympano tuba], reconoce'en ella cierta supremacia, que se extiende muy luego a las demas regio- nes centrales. Mas apartada del comercio de la Espana Central, refugio un dia y asilo de los suevos, sometidos al Imperio visigodo por la for- tuna de Leovigildo, conservaba Galicia en su degenerado latin el sello de aquella raza septentrional, no olvidada del todo la primi- pag. 95). Pucde verse el indicado Aptndice; y respccto de la propagation del Catalan a las tierras de Valencia, cumplenos obsPtvar por ultimo que existen alrededor de esta capital algunas poblaciones. compuestas originaria- mente de aragoneses, donde se habla hoy (y se hablo siempre) el romance aragones (caslellano). i Puede consultarse respecto del caracter del romance 6 dlalecto bable el Discurso preliminar que puso don Jose Caveda a la Coleccion de Potslas As- tiiriana.?, dadas a luz en Oviedo el afto de i839. Lastima es no obstante que sus obscrvacioncs no tengan aplicacion a poesias de la cdad media, compues- tas en aquel rlialccto, de las cuales no puede asegurarse que se haya trasmi- lido alguna a los tiempos modernos, conforme manifestumos en carta dirigi- da a don Fernando Jose de Wolf sobre los Romances tradidonales de Astt'i- rias, dada a luz en la revista berlinesa Jahrtxc* fur Romanische un Englis- che literatur (1801), y en la Revista Iberica. Sobre el dialecto bable debemos no obstante a la fineza del distinguido escrltor don Gumersindo Laverde Ruiz un numeroso glosario de las voces pertenccicntes al mismo romance, que va ;i lodo audar desapareciendo en los valles de Asturias, dondc impera desde la edad media en las caiiciones popularcs cl habla de Castilla. Adelante tcn- drcmos ocasion dc locar de nuevo cstc punto. 404 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. tiva influencia de las colon las he!6nicas que toman asiento en sus costas; y claba al cabo origen al dialecto dulce y enfatico que lleva todavia su nombre. Tres eran por tanto los principals romances que resultaban do todos estos lenguajes,exceptuado siempre el antiguo euscaro, de todos desemejante, segun arriba insinuamos: tales son en efecto el Catalan, el castellano y el gallego, destinados por la Providencia a tener representacion e" importancia en la historia de las letras espanolas. Nacidos todos casi a un mismotiempo,si bien no puede disputarse la prioridad al que se habla en los valles de Asturias, de cuya existencia deponen los ya citados documentos del siglo VIII, iban a tomar todos estos romances, antes que declinase el XI, mayor fuerza y colorido, merced al extraordinario incremento que recibe desde fines de la anterior centuria el Imperio cristia- no, erigida en el primer terciode la XI. a la monarquia castellana, y acatada como sefiora por los reyes mahometanos, que se ha- bian levantado en Toledo, C6rdoba y Sevilla sobre las ruinas del califato. Un hecho en verdad de suma trascendencia en la civiliza- cion de nuestros padres venia entre tanto a dar mayor impulso a los referidos romances, conforme en lugar propio apuntamos *. Volaban en efecto los pendones victoriosos de Alfonso VI sobre el alcazar de Toledo, y aquel suceso trascendental, que trocaba el aspecto de la politica cristiana, era el instante supremo, en que poni6ndose en combustion todos los elementos de cultura abri- gados de anttguo en nuestro suelo, y fundidos con otros elemen- tos extranos, tomaban mas segnira y decisiva fisonomia los ro- mances hablados en el suelo de Iberia, apareciendo ya dotados de suficiente vigor para dominar sin ri vales > Florecia el primero en las regiones orientales del Pirineo, propagandose adelante a las islas Baleares y al litoral del Mediterraneo y dando vida al mallorquin y al valenciano: senoreaba en toda la Espana Central el segundo, absorbiendo al cabo, si bien con la lentitud y por las causas que en la exposition hist6rica iremos apuntando, los dialectos de As- turias yLeon,de Aragon y Navarra,6 imponiendo su nombre a la \ Cap. Xni, pags. IC8 y 172. PARTE I, 1LUSTK. ORIG. Y FORM. DE LAS LEKG. ROM. 405 lengua espauola; y fructificaba en las coraarcas norte-occiden- tales el tercero, derramandose al condado de Portugal, erigido a poco en monarquia, y teniendo la gloria de prestar nacimiento a la lengua ilustrada por el genio inraortal de Camoens *. Aspiraron desde aquel momento todos estos romances a la con- sideracion de lengua literaria, mientras procuraba conservar el la- tin escrito su antiguo imperio, scgun hemos notado al estudiar el desarrollo de la poesia durante los siglos IX, X, XI y XII. Naci- das las lenguas vulgares para alcanzar dominio absoluto entre doctos 6 ignorantes, empenan efectivamente en cada region ge- nerosa lucha hasta lograr el ambicionado triunfo, consignando al cabo por medio de la escritura los deseos y esperanzas de la mu- chedumbre. Desdicha ha sido no s61o de la poesia popular, cu- ya existencia va indefectiblemente unida a la de la lengua, mas tambien de la semi-erudita, que determina el primer paso dado por los vulgares hacia las esferas literarias, pero desdicha exten- siva a todas las literaturas modernas, el que no se haya trasmi- tido a nuestros dias niuguno de los monumentos de aquel prime- ro y laborioso periodo; pues que desdenados por los que se pa- gabau de doctos, imicos posesores a la sazon de la escritura, no i El diligente Duarte Nunez, que dio a luz en 1(506 (Lisboa) sus Orige- nes de la lengua portuguesa, asigno a esta los mismos que dio el doctor Ber- nardo de Aldrete a la castellana; y aunque es palpable la'scmejanza de uno y otro idioma, dcbe advertirse (que las difercncias que entre ambos se notan, provienen sin duda de los distintos elcmcntos que los modificaron en su for- macion y desarrollo. Conquistado Portugal y poblado por gallegos, natural fue que se hablara en aquellas comarcas un mismo idioma, lo cual sc com- prucba por las cscrituras y dcmas documcntos diplomaticos de una y otra comarca, y aun por las poesfas debidas a la edad media. Cultivada no obs- tante la lengua portuguesa coti mayor empcfio durante el siglo XVI; consa- grada al estudio de letras y ciencias, ydeclarada nacional, fue acaudalandoso de dia en dia hasta llegar al eslado de virilidad y riqueza en que la pusieron los Saa de Miranda, Figucroa, y sobre todos cl esclarecido Camoens; riqueza que ostenta hoy en ambos mundos. La gallega, que, segun advcrtiremos on su dia, fue un tiempo inlerprete de las musas, quedo entre tanto reducida ;1 la esfera de dialecto. Pcro no por eso debe pcrder la gloria de haber sido ina- dre de la portuguesa, dc que parecio qucrcr despojarh cl entendido Duartr Nufiez. 406 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. llegaron desgraciadaraente a fijarse. Son no obstante las primeras obras'que pareoen obtener esta honra, claro testimonio de los no- tables, bien que espontaneos, esfuerzos hechos durante aquellos dias para venir al t6rmino apetecido, aun a pesar de las contra- riedades de la politica y de los cambios introducidos por la curia romana en la Iglesia espanola, a que se sigui6 en breve, segun. dejamos insinuado, la arbitraria abojicion de la letra g6tica,reem- plazada por la galicana en los dominios de Castilla, si bien ani- mara a los PP. del Ccncilio de Leon el noble anhelo de que no hu- biese division entre lo? ministros de la Iglesia i . Mas por efecto mismo de estas novedades, hubieron sin duda de hallar mas facil desarrollo \a.slenguas romances, salvados inopinadamente losan- tiguos obstaculos que a su acrecimiento se oponian. Apareci6 entre todas la castellana, si no con mas vitalidad y fuerza, enriquecida al menos con may ores acopios, pues que de i Statueru:;t a* scriptores de cetcro gallicam litteram scriberent et prac- termitterent tolet'aSim in officiis ecclesiaslicis, ut nulla essel divisio inter ministros Ecck r .i%e Dei (Cone, de Leon, Aguirre, tomo III, pag. 228; Lucas Tudense, Chron. mund., P. IV. a ; el arzobispo don Rodrigo, Dereb. Hispan., lib. VI, cap. XXX; Burriel, PaJeografia espaftola). Dcbe advcrtirse sin em- bargo que este decreto del coricilio legionense no produjo el efecto instanla- neo que se ha supuesto por algunos historiadorcs y aun cn'ticos. Sarmiento, por egemplo, afirma, y lo copian y exageran algunos doctos, que todo ins- Mtrumento escrilo en caracter gotico (isidoriano 6 toledano debio decir) cs an- terior a 1091, 6 lo mas a H00 (Mem. para la hist, de la poes. esp., nunis. 281 y 282). El estudio que hasta ahora llevamos hecho, y sobre todo las fc- chas que hallamos en mtfchos codices, realmente isidorianos, examjnados por Florez, Palomares, Villanueva y otros, nos aulorizan para creer que el resultado de aquel canon fue mas lento de lo que se ha pensado, porquc no era posible que en toda Espafia aprcndiesen a escribir la letra galicana en un solo dia jovenes, adultos y ancianos. Esta observacion se confirma con docu- mcntos litologicos importantes: en Toledo existc, por cgcmplo, una lapida escritacn 11 06 (cpitafio de Zabalab, num. XXVI de la anterior Ilustracion) con los antiguos caractercs isidorianos, bien que ya dcsfigurados; y en una Memoriu cronoldgica dos Condes de Castella, inserta en el lomo I, Parte I. a de las de la Real Acadetnia de Cienda* de Lisboa, se copia otro cpilafio Illas, Morillas, Faunete, etc. En el fuero original de Scpulveda (1076): Qui escodrinar voluerit pro furlo, vadat ad iudicem, et petal el sayon de wconceio, et escodrinet, ct si lo illo fallarct, vel se no a... (hay laguna) furto et novenas a palacio: et si nib.il invenerit, illos de ilia casa non fa- ciant magis iudicio. En el fuero de \alle, concedido por el conde don Ra- mon, marido de dona Urraca, en i094, se hallan por ultimo pasajcs como este: Barones de Valle faciant ilia serna de palacio, II dies ad relvarc, et bimalla et seminala ct sccalla, et carreala ad ilia era, et trillala ct lexalla. llla scrna scdcat in Salmas, et dent ad illos laboratores pan et vino et came qui xantaru (Mufioz, Coleccion de Fueros, etc., pags. 257, 283 y 332). Aho- 410 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. EscribieYonse en ella desde entonces los contratos y escrituras, los privilegios y cartas pueblas, los fueros y owienamientos mu- uicipales, concebidos antes en el barbaro latin de la curia, cuyo uso qued6 exclusivamente reservado a los documentos meramente eclesiasticos l . Grandes fueron los progresos que per efecto de este saludable cambio hizo en breve la lengua castellana, segun se deduce del examen de los documentos de aquel tiempo; de- biendo llamar la atencion entre todos la traduccion del Fuero Juzgo concedido por el Key Santo a los pobladores de C6rdoba, y mas adelante a los de Sevilla y Murcia 2 . Pero estaba reservado a don Alfonso su hijo el levantar aquel ra bien: si en estos documentos diplomaticos, expedidos en vida de Alfon- so VI por sus cancilleres y los de sus hijos, vemos triunfar del latin el ro- mance castellano, ^como no hemos de admitir que sucediera otro tanto en ol Fuero de Avitts, dado por el conquistador de Toledo, ya al terminar del siglo 6 al comenzar del siguiente?... Reconocida en los documentos cancela- rios de los siglos VIJI, IX y X la influencia activa y directa del romance vulgar, la cual se percibe de igual suerte en Aragon y Navarra, era natural su acrecimiento y desarrollo en el XI; y los documcnlos alegados son en ver- dad satisfactorios. La chancilleria real no puede ya resistir el peso dc tanlas influencias; y desde el reinado de Alfonso VJI cede al torrcnte popular, y mas abiertamenle durante el largo imperio del triunfador de las Navas dc Tolosa. \ Conviene consignar sin embargo que en todo cl siglo XII aparecen en Castilla, Aragon y Navarra multitud de documentos eclesiaslicos bilingiies y aun castellanos, los cuales, sirviendo de medianeros en las transacciones de la vida, persuaden al par de la supremacia que iba logrando la lengua espa- iiola. Ni se limitan tampoco a una sola esfera social, segun mostramos en cl Apendice I. 2 Algunos escri tores modernos ban dudado de que se tradujcra cl Fuero Juzgo en vida del Rey Santo, mientras no pocos de los siglos XVI y XVII abrigaron la peregrina pretension de que la traduccion castellana era del ticm- po dc los visigodos. A fin de acabar de una vez con los crrores dc unos y otros, copiarcmos aqui la clausula del privilegio que acompano a la conce- sion del Fuero Juzgo, como fuero especial de Cordoba: Statuo ct mando quod Liber ludicum, quod ego misi Cordubam, translatetur in vulgarem, et vo- cctur Forum de Corduban, etc. Esta disposicion sc dictaba en Toledo a 8 de ahril de la Era 1270, afio 1241. Tambicn sc ha pueslo en tcla de juicio cl quo sc emplcara en Caslilla, durante el reinado de San Fernando, cl lenguajn vulgar en los instruments publicos. Pero cslc ascrlo no mcrccc rcfutacion. PARTE I. ILUSTR. ORIG. Y FORM. DE LAS LENC. ROM. 411 naciente idioma a un alto grado de esplendor, presentaodole, no ya como indocil y grosero instrumento, sino como lenguaje culto de las ciencias. Gloria cs estaen verdad, de que s61o puede hacer gala la nation espanola, en medio de las tinieblas que envolvian el resto de Europa; fentimeno extraordinario que no se ofrecera tal vez a la contemplation de la crltica en la historia de la civi- lization de los demas pueblos. Aparecia en efecto el castellano enriqueciendo las nociones cientiflcas heredadas de la Iglesia, con la ciencia de hebreos y arabes, nacioues ambas adelantadas en las especulaciones filostificas; y empleaba para conseguirlo el idio- ma vulgar, apenas ensayado en el cultivo de la prosa, elevandolo al terreno de las abstracciones metafisicas '. Este empeno del Key Sabio, colmado de sazonados y abundan- tes frutos, no podia dejar de iraprimir a la lengua castellana nue- vo caracter: abrie"ndole de lleno los tesoros de la hebrea y de la arabiga, cuyos rafts ilustres cultivadores congregti en Toledo, lle- gaba aquel raomento (que ban pretendido reconocer los orienta- listas en cada paso de nuestra cultura), en que puede fijarse do- cumentalmente la influencia de ambas lenguas en la espanola. Todas las voces que componian el lenguaje cientifico de aquellos dos pueblos, todas las formulas de ideas hasta entonces no cono- cidas por los castellanos, vinieron pues a engrosar los veneros del idioma vulgar, que en las traducciones y comentos de los mas sabios Pildsofos y expertos naturalistas cultivaban hebreos y ara- bes, bajo los auspicios de aquel gran rey. Pero como si no fuera bastante la proteccion y estimulo que hallaban en 61 las ciencias y las letras; como si no le contentaran los esfuerzos de tan en- tendidos filulogos, dirigia y enmendaba don Alonso todos aque- llos trabajos, quitando de ellos las ra^ones que entendie eran sobeianas et dobladas et que non eran en castellano derecho, ct poniendo las otras que entendie que complia; et quanto el len- guaie, endereqabalo 61 por si 2 . 1 Estudiaremos todos cslos libros, dc quc dimes algnna cuenta en nues tros Extudios histtiricos, politico* \j lilerarios sobre los judios dc Espana, en los capilulos X, XI y XII dc nucslra II.* Parte, ullimos del tonio III. 2 Libra de la Esphera, prohcmio. I>on Alfonso no solanicntc ofrcciacsla 412 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. De este modo llega pues la lengua castellana a conquistar en el siglo XIII la propiedad en6rgica, la sencillez decorosa y las graciosas y pintorescas maneras de decir que tanto la ava- loran; de este modo comienza a mostrar su majestad y sus fuerzas, vali6ndonos de la frase del docto Antonio de Nebrija *, y se presta igualmente a la narracion histtirica y a la discu- sion filostifica, a la descripcion po6tica y a la expresion didac- tica. Pero ya narre, ya discuta, ya describa, ya ensene, siem- pre se palpa en ella, desde entonces, la influencia de los orien- tal es, que se insinua al mismo tiempo y por la misma senda en la literatura y en las artes, contribuyendo poderosamente a caracterizarlas 2 . Tan grandes, tan extraordinarios fueron los progresos que hizo durante el imperio del Key Sabio la len- gua espanola, que respetables criticos ban abrigado vehemen- tes dudas sobre la autenticidad de las producciones literarias a este monarca atribuidas. Mas los que asi han pensado, ol- vidaron que el inmortal c<3digo de las Partidas era obra del rey don Alfonso; obra admirable en cuanto a la manera de tra- tarla, si se considera la 6poca en que se escribio'; mas admira- ble aun en cuanto al lenguaje, superior en gracia y energia a todo lo que se public6 despues hasta mediados del siglo XY 5 . insigne muestra de respeto a la lengua nacional de Caslilla, declarandosc el primero de sus cultivadores: obedeciendo el pensamiento politico de su pa- dre, que se refleja al par en todas las esferas, exigia en la Icy dc Partida, en que define qudl deue seer el Chanciller del rey et que cosas perlenescen al su offtfio que supiese leer el ecrebir tambien en latin como en romance,... et leer el escrebir conviene que sepa (anadia) en latin et en romance, porque las car- las quel mandare fafer, sean dictadas el escriptas bien et apuestamente (Par- tida II, tit. IX, ley IV). Observese no obstante que don Alfonso, como tan ilustrado, si bien daba al romance la preferencia en todo lo que se referia a. la vida interior de su pueblo, no se olvidaba de que era el latin la lengua de la Iglesia y el unico medio de comunicacion con las dcmas naciones. 1 Arle de la lengua castellana, prol., Salamanca, 1492. 2 Remilimos a nuestros lectores al estudio del arte simbdlico y diddctico- simbdlico, que caractcriza uno de los mas imporlanles subciclos de nucstra historia literaria (Caps. IX al XIX de la II. a Parte, y principalmenteel X). 3 Lisla, J)iscurso sobre la utilidad del estudio de la lengua latina (Sevi- lla, 184G). PARTE I. ILUSTR. OR1G. Y FORM. DE LAS LEISG. ROM. 4(3 Tales son pues los origenes de los romances hablados en la Pe- ninsula Ibe"rica, y tal la formation de la lengua castellana, quo Ileva por excelencia nombre de espaiiola: semejante 4 tin rio de caudalosa corriente, donde se congregan lejanos y gruesos ma- nantiales, ostenta durante la domination romana, & pesar de los diferentes lenguajes que & su lado germinan, la majestad de estos famosos conquistadores; enturbiada despues por las avenidas del Septentrion, comienza & decaer de su grandeza y brillo literario, sin quesean bastantes a conservar su integridad ni la predileccion de la Iglesia, ni el respeto de los doctos; adulterada con la mezcla de las distintas gentes que acuden a poner su piedra en la grande obra de la reconquista; revuelta por las inundaciones orientales, cont6mplase al fin como lengua propia; y fruto de tan contrarios elementos, se muestra animada por el genio de todos, sin que re- conozca no obstante sus mismas leyes. Acariciada ya por los doctos, acaudalada con nuevos y copiosos raudales, y empleada en el cultivo de las ciencias, llega por ultimo a constituirse bajo seguros canones, para competir en las edades venideras y veneer en energia las mas cultas, siendo, como decia al terminar del siglo XV un doctisimo italiano, la mds elegante y fecunda de to- das las modernas '; y apareciendo grave, religiosa, honesta, al- ta, magnifica, suave, tierna, afectuosfsima y llena de sentimien- tos, y tan copiosa y abundante, que ninguna otra puede gloriarse de esta riqueza y fertilidad mds justamente. No sufre (anade el elocuente Hernando de Herrera) ni permite vocablos extranos y wbajos, ni regalos lascivos: es mas recatada y observante [que la wtoscanaj: que ninguno tiene autoridad para osar innovar algu- na cosa con libertad; porque ni corta ni anade silabas a las dic- wciones, ni trueca ni altera forma; antes entera y perp^tua, mues- tra su castidad y cultura y admirable grandeza y espiritu, con que excede sin proportion & todas las vulgares 2 . A. tan alto punto llega pues aquel embrion informe que, ela- borado por tantos siglos, nemos visto surgir de entre las nieblas 1 Marinco Siculo, De Reims llisp. mem., lib. V, cap. do lingua qua mine tilmiliir hispani. 2 Aiwtacionex dc Garcilaxo, Spvilla, 1580. 414 HISTORIA CRtTlCA DE LA LITERATURA ESPANOLA. de la edad media, centre de tantas y tan grandes contradiccio- nes. Investigados sus origenes, ponderada con toda circunspec- cion la influencia que en su formacion tuvieron las diversas gen- tes y naciones que dejaron en el suelo de la Peninsula Ibe>ica huellas de su cultura; reconocidos por fin sus caracteres en la 6poca en que es elevado a idioma oficial y considerado como ins- trumento y lenguaje propio de las ciencias, r6stanos s61o bosque- jar su historia. Perocomo no pudiera esta trazarse, sin el examen de los monumentos que ban de formar la de nuestra literatura, fuerza es suspender aqui esta no facil tarea, para irla desempe- nando a medida que lo exijan los estudios que nos proponemos llevar a cabo en los siguientes volumenes. No dejaremos sin em- bargo de anadir en este, para mayor esclarecimiento de cuanto va dicho, las ilustraciones que hallaran los lectores en el Aptn- dice I. 1LUSTKACION III. SOBRE LAS FORMAS ARTfSTICAS DE LA POESiA VULGAR ESCRITA. METHOS Y IUMA8 YULGARES. I. INotamos en la I. a Ilustracion del presente volumen el empeno con que los criticos y poetas del pasado siglo desecharon, cual vano y de bastardo orfgen, el ornamento de las rimas. Mas no se crea que semejante aversion, hija acaso del exclusivismo 6 in- tolerancia con que veian los doctos cuanto se apartaba de la imi- tation greco-roraana, tenia s61o raices entre el vulgo de los eru- ditos: escri tores de alias prendas y claro talento tronaron tain- bien contra este caracteristico ornato de las poesias vulgares, asentando que el ritmo y la armonia son luz que brilla siempre, inientras que la rima es s6lo un relampago pasajero, y llevando tras si con el peso de su autoridad el asentimiento de la muche- dumbre. Para justificar tan aventurada pretension, sacaron a plaza los egemplos que la historia de la literatura presentaba; y logrado con esto el aparente triunfo, olvidtise, como en otro lu- gar dijimos, que la misma historia, asi invocada, era la mas con- traria prueba de tan peligrosa doctrina. La Sophonisba y la Ita- lia liberata del Trissino, la Aminta del Tasso, el Pastor Fido de Guarino, la M trope de Maffei, con otras selectas produccio- nes del arte italiano, fueron invocadas por los encomiadores del verso suelto, quienes acudiendo a buscar en las demas literatu- ras de Europa nuevos egemplos en que apoyarse, raanifestaron en el afancon que acomctieron esta singular tai-ea, el poco funda- 416 HISTORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPAfiOLA. mento de sus rarones. Las obras de Juan Antonio Baif, nacido a fines del primer tercio del siglo XVI; las de Est6ban Jodelle y Nicolas Rapin, sus coetaneos, y fmalmente las traducciones de la Iliada y la Odisea, debidas a Mousset, que habia precedido a los mismos *, llamaron la atencion de los eruditos, por el mero he- cho de estar escritas en verso libre, lo cual no ha sido, sin em- bargo, suficiente a rescatarlas del olvido en que ban vuelto a caer con sobrada jiisticia. Mas afortunados, al poner en contri- bucion la literatura inglesa, lograron los enemigos de la rima es- cudarse con el Paraiso per dido de Milton, c61ebre poeta que flo- reciti a mediados del siglo XVII, y cuyas gloriosas huellas siguie- ron mas adelante, respecto del verso bianco, el ilustre Addison y los no menos celebrados vates Tompson, Dryden, Ayre, Ros- common y Hume. El verdadero triunfo, alcanzado por Klopstok en su inmortal Messiada, cuyos diez primeros cantos vieron la lue publica en 1762, vino tambien a fortalecer la creencia de los adversarios de la nma, quienes en las bellas poesias de Bod- mer, Wieland, Rost, Schmidt, Gellert, Gesner y Kleist hallaron motivos para condenarla con mayor ahinco. Despreciada en tal manera por los criticos, y desechada al par por tan insignes poe- tas, habria tal vez quedado reducida al dominio de los copleros esta preciada joya de la poesia moderna, si hubiera podido cadu- car en Italia la gloria del Dante, Petrarca, Ariosto y Tasso; si los nombres de Racine, Corneille, Crebillon y Yoltaire hubieran desaparecido de la historia literaria de Francia; y si en Inglater- ra y Alemania no hubieran brillado tan esclarecidos ingenios co- mo los Oppitz, Schedss, Pope, Neukirch, Gunther, Hagedorn, Canitz y otros de igual fama, que escribieron sus poesias en ver- sos rimados. La influencia de la critica ultramontana hubo tambien de sen- tirse en nuestro suelo; y como no era dado ni a la poesia ni a la literatura desasirse del yugo en que las habian puesto los galo- clasicos, no s61o encontrd esta moda del verso bianco eruditos ap6stoles, sino tambien ardientes cultivadores. Distinguiose en- Saint Auhjgnc, Traitt de foppinion, tomo I, pag. 279. PARTE I. ILUSTR. FORM. ART. DE LA P. VULG. ESC. 417 Ire los mis autorizados, segim ya advertimos *, el docto don Agustin Montiano y Luyando, quien para evitar la nota de inno- vador, invoc6 los nombres de Garcilaso, Bermudez, Yiru6s, Jau- regai, Padilla, Quevedo y otros, manifestando con el traductor de la Aminta que el porrazo del consonante desanimaba y en- durecia el metro, precisandole y atandole; por lo cual seguia la nrespetable prdctica de los latinos, que tan pasmosamenle escri- nbieron, sin necesitar de la rima, que nacid despues entre los vafricanot, en sentir de algunos, y se derivd a nosotros con su /;'a/0 4 . \si se pretendia anudar el arte de los Horacios y Vir- gilios, respecto de esta forma exterior, con el arte doblemente imitador del siglo XVIII, perdi6ndose dolorosamente de vista la historia del espiritu humano; asi se olvidaban los costosos triun- fos alcanzados por los mas grandes poetas espanoles, quienes des- de la cuna de nuestra literatura habian usado sjempre el instru- mento de la rima. Pero si en Montiano y Luyando es reprensible la facilidad con que se dej6 avasallar por la moda de los eruditos extranjeros, in- tenlando con la doctrina y el egemplo introducir en nuestro Par- naso una libertad, disfrutada st> 426 HISTOKIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Korain a ser recitado dia y noche por los que abrazaran la nueva creencia, adopts en 61 Mahoma las formas tradicionales de la poe- sla, tal como fu6 do antiguo cultivada por su pueblo, canonizan- dolas en cierta manera y trasmitie'ndolas a los siglos futuros. Enriquecidos sus sucesores, no obstante, con los despojos del Oriente, y acaudalados con las conquistas hechas por ellos sobro las demas naciones ', llevaronse las formas poeticas a un grado de sorprendente complication artistica; y sometidas a multiplica- das, bien que invariables leyes, mostraron que se hallaban ya a larga distancia de su cuna. Tales las encontrti sin duda el docto Jalil-Enb-Ahmed-el-Farahidi, que ilustra la corte de Arun-al- Raschid , segun oportunamente observamos 2 ; y no en otro es- tado se encontraban, cuando aplacado el primer furor de la conquista, comenzaron a brotar en el suelo de Espana las flo- res de la poesia arabe. No es de este lugar el hacer ostentosa muestra de los ingenios que, siguiendo el arte de Jalil, honra- ron en Espana la musa del desierto: Abul-Walid-enb-Alkortobi y Ozman-ben-Rabiah-al-Andalusi consignaban, sin embargo, a principios del siglo X (922) en dos diferentes historias de los poetas arabico-hispanos, que era ya en dicho tiempo muy cre- cido el numero de estos ; y los historiadores cristianos que es- cribieron en mas cercanos dias 3 nos manifiestan de una manera palmaria que no se apago en nuestro suelo, si bien hubo de mo- dificarse notablemente, el genio portico de los descendientes de Mahoma. No es para nosotros un misterio la forma en que aspira la civi- lization arabiga a imponer en Cordoba su yugo a la raza mozara- be, obedeciendo los intentos de la politica de los Califas, inaugu- rada por Abd-er-Rhaman, asegurado este ya en el trono 4 . Tam- \ Veasc el cap. XI. 2 Cap. XII, pag. 80, etc. 3 Casiri, Hiblioth. Hisp.-arabica; Hammer Purgstall, Historia de la litera- lura drabe. Como indicamos en la [ntroduccion se csperan ya por los amantes de las letras los Estudios criticos // literarios sobre los drnbes de E&pafta, que liene anunciados el profesor de lileratura dc Granada, nuestro amado discipulo, don Francisco Fernando/ y Gonzalez. 1 Vcansc los caps. XI y Xlf. PARTE I. 1LUSTR. FORM. ART. HE LA P. VULG. ESC. 427 pooo desconocemos los estragos quo semejante propdsito llcga a producir en la juventud cristiana, arrancada violentamente al hogar paterno, para ser educada en las escuelas mahometanas. Pero si al escuchar los lamentos de Alvaro Cordobe"s y al recorror las paginas dolorosamcnte c61ebres de San Eulogio, nos es dado coraprender el punto adonde se enderezaba la politica sarracena y el camino que llevaba esta hecho, al recibir la muerte el fogoso discfpulo de Esperaindeo, tarabien nos muestra la historia del raartirio la reaccion profunda consumada en los mozarabes a me- diados del siglo IX; reaccion que hace ineficaz toda influencia en la masa inteligente y noble de aquellos moradores. No acometeremos, sin embargo, la vana empresa de sacar al pueblo cristiano que gime en el cautiverio de C6rdoba, limpio de toda influencia sarracena, ni tratandose de los origenes de las formas po6ticas, podremos olvidar tampoco el testimonio del refe- ridoA.lvaro,quiendeclaraen las ultimas lineas, hoy existentes, del Indiculo luminoso, en sulugar correspondiente examinado *, que era el comun de sus j<3 venes compatriotas diestro en el uso de la melrificacion y de las rimas arabigas 2 .Mas luego que, siguiendo el curso de los desastrosos acontecimientos que arrastran a su to- tal ruina aquella grey desventurada, nos advierte la historia que esa misma influencia qued6 encerrada y circunscrita a los muros de C6rdoba, y que cuando a principios del siglo XII pudo propa- garse al territorio independiente de los cristianos, tenian estos formadas ya sus lenguas romances, guardando en sus monumen- tos histtiricos la memoria de sus cantos populares 3 , natural y 16gico nos parece el asegurar que no fue" la poesia de los maho- 1 Vcasc el cap. XII. 2 Alvaro Cordobes decia, dcspucs dc lamcntar el estrago quo liizo en la juventud mozarabe la forzada imitacion y aprendizaje de la literatura sarra- cena: > dc Lsi/aua. Ens II, cap I 430 HISTOR1A CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAINOLA. tructible la historia de las formas po6ticas, y explicar satisfacto- riamente c6mo deben ser consideradas, no cual servil imitation 6 pr6stamo de otros pueblos, sino cual legftima 6 indeclinable he- rencia de los siglos. Pruebas abundantes de esta verdad nos ofre- ce la exposicion histtirica que llevaraos hecha, y no menores tes- timonios hemos recogido en las Ilusfracionesl. del I y de este II tomo, al estudiar el desarrollo y progreso de las formas poeticas de la literatura latino-eclesiastica: alii hemos visto adoptados los metros de la antigiiedad clasica con tanto respeto como imperfec- Cion y radeza, efecto natural de los grandes trastornos por que habia ido pasando la tradicion viva del arte: alii hemos visto na- cer las rimas como inmediata consecuencia del olvido de las ar- monias prosddicas de la lengua del Lacio, y como espontaneo t'ruto de la aplicacion de dos figuras creadas por el arte hom6ri- co, figuras cuyo uso es comun todas las naciones meridionales, produciendo en todas analogos, si no id6nticos resultados: alii fmalmente hemos apuntado la manera en que metro y rimas pu- dieron trasmitirse de los doctos & los populares, siendo la misma Iglesia, depositaria y conservadora de toda nocion artistica, el mas poderoso y eficaz vehiculo de aquella trasmision, tan natu- ral como poco estudiada y menos comprendida. Muchas veces lo llevamos dicho: el pueblo que ama y respeta al mas alto pun to cuanto ainan y respetan la Iglesia y sus ministros; que tributa igual veneracion que sus reyes y sus pr6ceres & los objetos que excitan la veneracion del clero, cum clericis voces modulando in Dei laude, para valernos de la expresion del cronista *, no pue- 1 Crdn. Sil., num. CI1I. Tan grandc y trascendeutal cs en efecto la parti- cipation que da la Iglesia a los fieles en la liturgia, durante toda la edad me- dia, que el autor de la Estrella del Cielo, prccioso Ms. dc principios del si- glo XVI, dccia hablando de la cducacion de los ninos: Quando son ninos 6 mochachos no ha de aver enlre ellos difcrencia en la doclrina: quiero decir que no mires ententes qual ha de ser clerigo 6 qual casado, porquc en lodo eslado y condition se devc procurar el leer y escre- vir y mediano ente ndimiento DE LO QUE EN LA IGLESIA SE CANTA (Bibl. Escur. , IV, b. 27, cap. 41). Observese quo esla ensenanza del canto sigue siendo elcmento eilucador respect" del punblo, y quo su infliioncia Cue poi tnnlo acliva y direrla. PAItTE I. 1LUSTR. KOIIM. ART DE LA P. VULC. ESC. 431 de en raodo alguno rechazar las ensenanzas quo recibe en coraun bajo las btivedas del templo, si bien al sacarlas al mundo las al- tere y desfigure. Semejantes conquistas son para 61 de tan buena ley, que no le es dado vacilar en hacer de ellas publica ostenta- tion, asimilandoselas por completo, al considerarlas cual digno inteYprete de sus alegrias y do sus dolores. Claro es y evidente que esta dificil inquisicion y trabajosa pes- quisa, segun apellidaba el celebrado Marque's de Santillana a la investigaeion de los origenes de los metres erapleados por los ro- raancistas *, ha menester comprobarse con el estudio compara- tive de los monumentos latino-eclesiasticos y de los primeros mo- numentos escritos de las poesias vulgares. Mas cuando tornados aquellos en cuenta, de la manera que pueden hacerlo nuestros lectores % fijamos la vista en las mas auliguas poesias castella- nas que ban salvado las tinieblas del tiempo, esta misma compa- racion nos abre camino para llegar sin grave fatiga al termino deseado. Aun anticipando algunas ideas y noticias propias del si- guiente volumen, conforme al plan que en nuestros estudios se- guimos, dirigiremos pues nuestras miradas a los cinco monumen- tos de mas respetable antigiiedad que tienen por instrumento el idioma del Rey Sabio. Tales son los dos libros de Los Reyes Ma- gos 3 , la Vida de Santa Maria Egipciaqua, la Cronica 6 Le- yenda 4 y el Poema del Cid, venerables primicias de un arte, 1 Carta al Condestable, num. IX. 2 llustracion I.* dc estc volumen. 3 Refiriendonos ahora unicamente a las formas arli'sticas, no crccmos oportuno dar aqui descripcion alguna del poema dcscubicrto por nosotros en la Biblioteca Toletana, quc tiene por asunto el viaje y prcsentacion a Hero- dcs dc los Reyes Magos. Cuando expongamos nucslro juicio critico sobre tan peregrine monutnento de la primitiva poesia escrita, no solo advertiremos la diferencia que existe entre cl y el dado a luz por don Pedro Jose Pidal con ol titulo de: Los tres Reys d'Orienle, sino que procuraremos presenlar un exac- to facsimile, con particular noticia del c6dice - que lo conlienc. 4 Hablamos dc un raro monumento lilerario, dado a conoccr por don Eu- crcnio de Ochoa, publicado en Paris por el diligcntc Mr. Michel, y roprodu- cido en Alemania por cl docto critico don Fernando Jo^sc de Wolf con el ti- lulo de: Crdnica rimada de las aventuras del Cid, y mas tardo por el diligenti- !>imo don Aguslin Duran en su Romancrro. Al tratar do Ins primoros monn- 432 IHSTOR1A CRlTICA DE LA LITEKATUItA ESPANOLA. t que recibiendo generoso impulse de manos del c!6rigo de Berceo, debia hallar inusitado desarrollo de sus formas en la ctirte del tercer Fernando, y muy principalmente bajo los auspicios de su primoge'nito el d6cimo Alfonso. Veamos en efecto cual es la ensenanza que respecto de sus formas artisticas debemos a estos monumentos. El metro y la ri- ma aparecen en ellos informes, toscos y groseros, luchando al par con la rudeza de la naciente lengua y con su inexperiencia propia; pero dando cuenta de sus verdaderas fuentes y descu- briendo en su ing6nua tosquedad las leyes a que unicamente po- dian estar sujetos. Dos son las formas principales del metro en tan peregrinas poesias; formas que fueron en todas las naciones meridionales consagradas a celebrar los hechos dignos de eterna fama durante el lento desarrollo del arte latino-eclesiastico, cons- tituyendo al nacer las lenguas vulgares todo el caudal artistico de la epopeya. Sin otra norma que la del canto, 6 de una reci- tation semejante a la de las oraciones, sequentia y prosas de la Iglesia *; sin otra medida que la determinada por el aire musi- cal, a que se ajustaron; sin otro juez que el oido, sujeto siempre a los varios accidentes de la educacion y de una organization mas 6 menos privilegiada, pasaron dichas formas a ser patrimo- nio de los populares, fijandose despues en alguna manera por los semidoctos, y recibiendo por ultimo cierta perfeccion de mano inentos escritos de la poesfaespanola, estudiaremos detenidamente este,que cs sin duda Uno de los mas peregrines que han llegado a nuestras manos. 1 Aunque se ofrecera adelante ocasion de hablar de la influencia de las prosas eclcsiasticas en la poesia erudita, y de consignar lo que este nombre significa enlre nuestros melriflcadores de la edad media, no juzgamos fuerade sazon el dar aqui algun egemplo de estas singulares composicioncs rimicas, que abundan por cierto en nuestros ritualcsde los referidos tiempos. Oigamos pues como priucipia la del oficio del Beuto Raimundo Rolensc (dc Rueda): Corus i'.it- tibi, Clirisle, adsit rum Irtitia, Ccinlis, oris im-los proinnl dulci cum melixlia. iir .inl.iri et letari mine clchet l.n-li p... Sic Br.ili Huimiiiitli celelirrnt snlemjinid, 1 'mi . vita ifdiuiii.i ipirilali f*ratia, )'i4i-&uliiluin t>ibi datum rrxit hat- custodi, rtc. (Villanueva, tomo XV, pag. 329 ) PARTK I, IMJSTll. FORM. ART. DE LA P. VULG. ESC. 433 do los erudites, quienes para imprimirles el sello de sus estudios, upelaron de nuevo a la imitacion do los modelos latinos. Tres son en consecuencia las edades que importa observar en su historia para comprender dignamente este desarrollo. l. a La en que hermanadas con las hablas vulgares , sirven de instru- mento a la rauchedumbre (ajena a toda aspiracion literaria) para acomodar al canto sus ideas y sentimientos. 2.* La en que for- madas ya las referidas hablas, cautivan, asi como estas, la aten- cion de los que ban aprendido a escribir sin deliberado intento erudito, mereciendo ser reducidas a escritura, ora como tales me- tros, ora como simple prosa, sin otro deseo que el de conservar de una manera mas estable lo que s61o so habia hasta enlonces fiado a la memoria. 3. a La en que generalizadas ya las lenguas romances a todas las clases de la sociedad, deponen los doctos el desden natural con que hasta alii las consideraron, adoptando con ellas los metros populares, que en cierto modo habian cano- nizado, con el mismo empeno que ponian en el cultivo de los in- dicados idiomas. Formas po6ticas 6 idiomas caminaban pues por id^ntico sende- ro, no pudiendo ser ahora propiamente conocidos sus peculiaresca- ract6res hasta el segundo perlodo de su existencia, que empezaba precisamente en el instante de ser escritos. A. tal momento nos llevan los poemas arriba mencionados, siendo la confirraacion mas satisfactoria de estas observaciones: sus metros, derivacion pal- maria de los exdmetros y pentdmetros latinos, asi como tambien de los tetrdmetros ydmbicos u octonarios, segun nos prueba el sapientisimo Antonio de Nebrija ' , tienon desde diez hasta diez y ocho silabas, manifestando asi la inseguridad yfalta de (ijeza de los medios de apreciacion, de que los can tores del pueblo dispo- uian, aun llegadaesta segunda edad del arte. Pero tan extraor- 1 No solamentc hablando de los versos de diez y seis silabas, hallo Ne- brija razon para buscar su origen en la antigucdad latina: Todos los versos (decia), cuantos yo he visto en el buen uso dc la Icngua castellana, sc pue- wlcn'rcducir a seys generos; porque 6 son monometros 6 dimctros 6 com- pucstos dc dimetros c monomelros, 6 tn'metros 6 tetramctros 6 adonicos scncillos 6 adonicos doblados (Arte de la lengna castellana, lib. II, ca- pitulo VIII). TOMO II. 28 434 HISTOFIIA CRfTICA DE LA LITER.VTURA ESPAISOLA. dinaria variedad, si bien puede reputarse capricho del mal edu- cado oido de aquellos cantores, no carece de cierta ley que viene a dar razon del especial origen de los citados metres, agrupan- dose a cada tipo un numero determinado de los castellanos , con- forme a la naturaleza misma de sus hemistiquios. No debe negarse que muchos versos no siguen en los poemas de que tratamos esta disposicion general ; mas siendo ella la unica relacion que puede establecerse con cualesquiera-otros versos, ajenosde nues- tra poesia, claro es y evidente que bastara a legitimar la filiacion de aquellos metros que ofrecen mayor regularidad y mas cons- tante semejanza en los mencionados monumentos. A. Ires principales tipos se reducen los que en ellos encontra- mos, fijandose en silabas pares, como mas adecuadas a la recita- cion musical y mas propias del canto, insistiendo casi siempre en hemistiquios de diferente naturaleza. Tales son los metros de diez y ocho silabas, cuyo hemistiquio de nueve se ha confundido por algun critico moderno con los versos de ocho ', los de diez y seis, a que el gran canciller Pero Lopez de Ayala apellida, en la forma que en la siguiente Ilustracion notamos, versetes de antiguo ri- mar, recibiendoen el siglo XV el nombre de pits de romance*; y los de catorce, que divididos por un hemistiquio de siete, lo- graron en la poesia erudita de Castilla mayor fortuna que los de- mas, asi como la habian tenido en la latino-eclesiastica , y la al- canzaron al par en la provenzal y la francesa, y poco tiempo des- pues en la italiana 5 . Oportuno juzgamos observarque estos metros, 1 Mr. George Ticknor escribe sobre la Vida de Santa Maria Egipfiaqtia: E1 oautor usa de versos cortos de ocho silabas, aunque con alguna irregulari- dad,etc. (Hist, de la literatura Espafi. epoc. I, cap. II). Prescindiendo dc que Ticknor solo ha podido conocer este poema en la forma en que se ha pu- blicado, observarcmos que aun asi rnidio unicamente los cualro primeros versos por el citados, sin advertir que por terminar en agudo, tenian una silaba menos. De esle error pudo salir con haber medido algunos mas versos. 2 Nebrija dice: El tetrametro iambico que llaman los latinos octonario e nuestrospoetas pies de romances, tiene regularmenlc diez y seys silabas. E llamaronlo tetrdmetro, porquc ticne cuatro asientos; octonario, porque tiene oocho pies (Arte de la lengua castellana, cap. VJII). 3 No crccrnos dcsaccrlado advertir que csle cs el metro, en que sc hallan PARTE I. ILUSTR. FOKM. ART. DE LA P. VULG. ESC. 435 ruda imitacion de los pentdmetros, se asocian con los de die/ silabas, ya emanados de los exdmetros, ya de los octonarios, admitiendo al par el consorcio con los de quince, trece y doce, y escritos los pocmas del ciclo carlovingio, que se ban conscrvado en la lengua de los trovadores. La literatura francesa no sc ha desprendido todavia del penlametro, que, como la espanola, acogio en su cuna. Digno es de tenerse en cuenta que el primer poeta vulgar queflorece en Sicilia, lo cmplea tam- bien en la unica obra suya que ha llegado a nosotros: Ciullo d'Alcamo, a quien aludimos, decia: Ro*a freca nuleutissiiua | capari in ver 1'eitale, !. Jonae te dessiano | pulcelle e maril.ite; Traheiuc cleste fucora; | se teste a bolontate, etc. (Allacci, Poeli Antiqui, pag. 408). No ignoramos que algunos escri tores, tales como Mr. Ginguene (Histoire lilt, d'ltal., tomo I, cap. VI), quieren dividir estos versos por su primer he- mistiquio, para obtener metros de siete silabas, como lo han hecho con el Tes&oreto de Bruneto Latino; pero csto mismo puede hacerse con todos los versos pen tame tros de cualquiera lengua y edad, por consentirlo asi su ex- tructura, puesque constan dc dos partes absolutamente iguales. Asf se ve por cierto en los versos de Pietro Jacobo Martelli, quien procuro introducir de nuevoen la literatura italiana los pentdmetros, los cuales recibieron entonces nombre de martelianos. Este poeta decia en su tragedia titulada Perstlides: Siete vni care inura | dore fui prigionera, Scnza brainir fra Ucci | la liberta premiera. Los csfuerzos de Marteli fueron incficaccs, puesque ya habia llegado a su mayor pcrfeccion la metrica italiana. Muchos afios despuesde trazadas estas lincas, se da a luz en Paris la traduccion del Poema del ('.id, debida al docto Damas-Hinard y ya antes citada. En su Introduction, escrita con sumo inge- nio, intcnla probar que los metros castellanos son hijos de los franccses, como lo intenta respecto de la lengua, del arte y de ft civilizacion; pcro con pocafortuna. Damas-Hinard pretende, fijandose principalmente en los versos de catorce sllabat, que son imitacion dc los alcjandrinos francescs, a tos cua- les da solo doce; y como para obtener el forzadisimo rcsultado a que aspira, necesita quitar y poner silabas en los hemisliquios,segun mejor le place, aca- ba por dcsnaturalizar la poetica y la lengua castcllana, dandonos vocalesmu- das y declarandolas a su arbitrio. Pero eso no puede consentirlo ningun oido espanol; en nuestro parnaso tiencn todas las voces graves entcro valor al fi- nal de uno u otro hemistiquio: lasagudas ganan gcneralmcnte en esta situa- cion una siluba, y las csdrujulas lapicrdcn; mas sin allcrar la naturaleza del 436 HISTORIA CRlTlCA DE LA LITERATURA ESPAftOLA. rechazando toda amalgaraa con los de diez y ocho, menos culti- vados por la musa espauola. Los egemplos de otros raetros, rela- tives a esta primera 6poca de la poesia escrita, no pueden autori- zar a la critica para fundar teoria alg-una, pareci6ndonos aventu- rado cuanto sobre este punto se asiente, pues que sobre ser excepciones, s61o provienen dichos versos de la incuria 6 de la ignorancia de los cantores del vulgo, 6 acaso tambien de los pri- moros copistas. Inseparable ornato de la metrificacion moderna, se muestra la rima en estos peregrinos poemas con los mismos caracleYes que hemos reconocido en los monumentos de la poesia latino-popular y latino-eclesiastica, recogidos en lugaroportuno. Ya exornando los hemistiquios y finales de los versos, como en los metres lla- mados Iconinos; ya colocada solamente en los finales, como en los pentdmetros , a que se ha dado el poco justificado nombre de atejandrinos, ofrece analogo desarrollo al que dejamosestudiado, al examinar los mencionados monumentos del arte erudito ; no pareciendo sino que al escribirse los cinco poemas castellanos, de que vamos tratando, eran sorprendidas las formas de la poesia la- tina por los indoctos cantores del pueblo en el punto de aspirar a su mayor perfeccionamiento. Por eso advertimos que resultando del uso de las dos figuras homoeptoton y homoeteleuton cierta especie de asonancia que satisfacia indudablemente el oido de los discretos ', hubieron tambien de darse por contentos los popula- res con aquella incompleta armonia, mientras procuraban al mis- mo tiempo alcanzar la mas perfecta del consonante. Mas asi como metro. Y estoes comun a todo linaje de versos, y ha sido observado, ya ins- tintiva, ya deliberadamente en todas edadcs, porque es ley superior de lalen- gua espanola, como lo es de la italiana, de que son prueba los citados ver- sos de Ciullo, cuyos primeros hemistiquios resultan esdriijulos y graves, por lo que tienen aquellos quince y catorce silabas. Mr. Damas-Hinard, pudo ver lo que sobre este punto habiadicho ya en el siglo pasado el erudito Sar- micnto (Mem. para la Hist, de la Poes., num. 438); pero en este caso no ha- bia lugar a la teoria que sosticne, ingeniosa es cierto, mas contraria al genio dc la lengua espanola, y a todas luces repugnante a la vcrdad historica, quo solo puede dsscansar cnla tradicion, tal como la dejamos reconocida. 1 Veansc las tablas dc la lluslracion /. a PARTE I. ILUSTR. FORM. ART. DE LA P. VULG. ESC. 437 en esta priraera 6poca de la poesia escrita no es posible determinar con todo acierto la ley seguida por los vulgares para colocar la rima, tampoco nos es dado seiialar la norma que adoptaron en el uso de consonancias y asonancias ; pues que ambas galas apare- cen a nuestros ojos de una manera promiscua. Juicioso creemos apuntar sin embargo, que en una y otra se nota ciert4 progresion, scmejantea la que llevaban los modelos lalino-edesidsticos y/a/t- no-populares *; progresion inequivoca, encuanto a la exornacion de los metros, que ostentando primero la rima en finales y he- mistiquios, acaban por tenerla unicamente en los finales. Tan ade- lante se Ileg6 en esta parte, que ya en la Crdnica 6 Leyenda de las Mocedades del Cid se hallan muy raros versos rimados, como los leoninos, contandose en todo el Poema dos s61os *. Pero to- das estas observaciones recibiran mayor ilustracion, exponiendo algunas breves muestras de la metrificacion y de la rima, emplea- das en los referidos poemas. Veamos, en efecto, c6mo cmpieza el descubierto por nosotros en la Biblioteca Toletana, que nemos designado con el titulo de los Reyes Magos: Deus Criador qudl maraue/a!... non s6 qudl es achesta slre/a: Agora primas la e \\cida: poco ticmpo a que es nacieto. Nacido es el Criador, que es de las gentes Senior... Non es uerdad, nin s6 qu6 digo: todo esto non ual uno tigo, etc. 1 Veansc cl cap. XIV y la Ilustracion citada arriba. 2 Sobre serrnuy reducido el mimero de los versos rimados more leonino on la Crdiiica 6 Lcycnda du las Mocedades del Cid, dcbemos observar que ilichas rimas insistcn principalmcnte en la asonancia. Asi lectnos: l.ien.i un cauallo prccia>/o r 1111 ainr rn In niiino. Muc iii> ('logo .i cattellanoi, que oyeron cite mandot/n. K traen los uasa/los > qoanlo tienc en la> ina<. K Iraen los gtnados e|u*atos aadau por el tampo. Los unicos versos del Poema, donde la rima se halla dispucsta en esta for- ma, dicen: Vos que por mi dexade* | caias et hr.tedadei. Los que el debdo aiedes | trrremos ciieiDO la acnrtetlei. Para nosotros aparcce indudable que era cstc un progreso del arle poclica, por m;is que todavia se muestrc en el estado de rudczn, en que la vcmos en el Poema y en la llamada Crdnica. Los versos llamados leoninos son ya en uno y olro monumento vcstigios mas casuales que deliberados. 438 H1STOR1A CRtTICA DE LA LITERATURA ESPA$OLA. Y hablando despues de la presentacion de los Reyes a Hero- des, leemos: Rey unic es nacido, | ques senior de terra; Qui mandard el seclo | en grand pace sines guerra. Es assi por vertad?... Si es, Rey, por caridaf. Et cuemo lo sabedes, et aprouado lo Auedesl etc. El librode Los Tres Reys d'Oriente, no mas uniforme en cuan- to al metro, nos ofrece analogos egemplos: Los Reys sallen de la cibdaf, et catan a toda part: E vieron la su estre//a tan luciente 6 tan bella, Que nunqua dellos se partii nailns I por ,uii4ir.-. 416 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. No pareci6 convenir con este dictamen el segundo, hallando en los asdepiadeos el tipo que buscaba para senalar la fuente de los melros referidos, y citando la oda de Horacio dirigida a Mecenas, que empieza: Mecenas atavis edite regibus '. Mas respetando en gran manera la autoridad de estos escritores del siglo XV, y aun reconociendo en la poesia latina la fuente y raiz de la mayor parte de nuestros metros , seranos licito obser- var que hallamos .no poca analogia entre los versos de maestria mayor y los hebraicos del Poema del Axedrez , debido al cele- brado Aben-Hezra , segun antes de ahora hemos advertido 2 , y puede notarse en la lectura de los que , al hablar de las rimas orientates, citamos 3 . Esta opinion, que se funda en la prodigiosa A todos los nainorailos | trovadores Fresentandoles, demando [ tal question. Que cada uno prorando | su entencion, Me diga que cual primero | destos lue: Si amor, 6 si esperanza, | 6 si (V, Fundando la respuesta | por razon. Arte de la leng. cast., lib. II, cap. VIII. Es notable que ni este escritor ni Juan del Enzina hagan memoria alguna 3 Y do esta rnanera los c/uaternarios 6 de ocho silabas: Siempre se me uernd miente Desta serrnna ualiente, Gadea de Rio-frio, etc. Y con pie quebrado: Gratia plena sin manciella, Aungada, Por la tu inched, sefiora, Faz esta marauiella Senalada, etc. Ni olvidti tampoco los eptasilabos: Del 3ngel que ;i ti uino, Gabriel sancto e dino, Truxot' mensag diuino: Dixote: Ave Maria. Ensayando liiialmente los versos de seis silabas, con un bor- doncillo de cuatro, en esta forma: Todos bcndigamos A la Virgen Sancta: Sus gosos digamos, Et su vida, quanta Foe", segund fallamos Que la estoria canta, Vida tanta. El archipreste de Hita contribuy6 pues eficazniente a enrique- cer las musas caslellanas '; y casi todos los poetas del siglo XIV 1 Dcbemos notar aqui que cl archipreste de Hita mostro alguna vez de- seos de ensayar los metres de once silabas; pero tan infelizmenlc como se ve en la Cantiga de loores de Santa Maria, inscrla en la pag. 277 de la cdicion de Sanchez. Esta composicion, que empicza con cstos graciosos versos: Quiero irgnir a ti. flor de Us floret; Siempre deiir cantar de In* loorci, solo ofrece otros dos, que constcn, ya en la ultima cstrofa, si bicn ol scgun- do cs de los que los cruditos Hainan por fisjja de gaitn gallega. Sufro grand ni.il, tin mrmcer aturrlo: Kbiriliu till, porquc jiieuao scr luuerto. 454 HISTOHIA CRlTlCA UE LA LITERATURA ESPASOLA. adoptaron los mismos metres, segun demostraremos al trazar la historia de las letras en el expresado siglo. No apartaremos de 61 la vista sin coraprobar la observacion que al mencionar al canci- ller Pero Lopez de Ayala dejamos expuesta, respecto de los ri- mos de arte mayor 6 de cuatro cadencias. Este poeta que, como el archipreste, emplea los versos de diez y seis y catoroe silabas en su Rimado del Palacio, exornandolos en los hemistiquios, dis- pone los mencionados versos de doce en este linaje de coplas: Qiiando enoiado | 6 flaco me siento Tomo grand espacio | mi tiempo pasar En faser mis rimos, | si quier fasta oiento; Ca tiran de mi | enoio 6 pesar: Pues pasa mi uida | asi como uiento, Oy si non crds, | sin ma's y tardar For me consolar, | este es fundamento, Non espender tiempo | en ocio 6 uagar. A la mi Senora, | la Virgen Maria SaludS siempre | con grand deuocion, Ca esta me uale, | uali6 e ualdria, E si yo le fuesse | deuoto uaron, Que non me enboluiese | en uida tan fria Como fasta aqui, | por mi ocasion Veui en este mundo, | do mas peoria For ende senti | con tribula9ion, etc. Debe tenerse presente que el canciller Ayala alude aqui a su prision en Inglaterra, de resultas de la batalla de Najera, donde cay6 en poder del principe de Alencastre, ayudador del rey don Pedro. Su egemplo en el cultivo de estos rimos debi6 ser de mu- cho peso para los poetas de la c6rte de don Juan I y Enrique HI, por la autoridad que el canciller alcanzaba entre los eruditos. Me- dio siglo despues apenas habia en la c6rte de Castilla quien no se preciara de atildado poeta, a egemplo de don Juan II y de su pri- vado don Alvaro de Luna. Todos los metros y combinaciones ri- micas cultivadas por el Rey Sabio y sus imitadores fueron, a ex- ception del endecasilabo, empleados por los versificadores de aquel tiempo, quienes les anadieron otras nuevas galas tomadas de los lemosines, imitados a la sazon y protegidos por los reyes de Ara- gon y por don Enrique de Villena. S61o Fernan Perez de Guzman y el marquees de Sanlillana haciart grandes est'uerzos para intro- PARTE I. ILUSTR. FORM. ART. HE LA P. VULG. ESC. 455 ducir en el parnaso castellano los versos do once silabas, dis- puestos al itdlico modo 1 , lo cual reconocieron ya Hernando de Herrera 2 y el erudito Argote de Molina 3 . Mas & pesar de los deseos de aquel ilustre magnate y del anterior egemplo del rey don Alfonso, del infante don Juan Manuel y de Micer Francisco Imperial, no lograron estos suplantar los de macstria mayor, aplaudidos por el doctor Lopez Pinciano, a fines ya del siglo XVI, como el verdadero metro heniico de Castilla *. Y no fu6 de mayor consecuencia en este punto el continue co- inercio literario que durante el siglo XV tuvieron nuestros eru- ditos con los poetas catalanes, quienes desde la 6poca de Alfon- so II [1162 a H96] conocian y ejercitaban el arte lirico de los Irovadores, cuya mas usual y preciada forma eran los endecasi- labos 5 : ni entre los poetas de la corte de don Enrique III y don Juan II, cuyas obras compi!6 Juan Alfonso de Baena, ni en los cancioneros de Hernando del Castillo, Juan del Enzina, Ramon de Llavia, don Pedro de Urrea, Fray Inigo Lopez de Mendoza y otros muchos dados a la estampa a fines del siglo XV 6 princi- pios del siguiente, se encuentran los versos endecasilabos, orde- nados d la manera italiana. Esta metrificacion con todo su cor- tejo de estanzas, liras, silvas, octavas, sonetos y sextinas, etc., s61o llega a tomar verdadera carta de naturaleza en Espana, cuando consumado ya el renacimiento formal de las letras y de las artes, son en toda Europa admiradas y dignamente quilatadas las bellezas de la literatura clasica, y deslumbrados los erudites por sus brillantes resplandores, se acomete la titanica empresa de atar la civilizacion moderna & la civilizacion del mundo anti- guo, perdi6ndose de vista, 6 mas bien desdenandose del todo, cuantos elementos de cultura habia abrigado en su seno la edad media 6 . 1 Prohemio de la Comediela de Ponya. 2 Anotacior.et de Garcilaso, pag. 75, Scvilla, 1580. 3 Discurso sobre la antigua poesln cash-liana, num. XX. 4 Filosofia Antigua, cpist. VII, Madrid, 1506. o Millot, Hisloire lilteraire (It's troubadours, lomo I, pap. 131. G Hemilimos a nucslros Icctorcs a la Introduction, dondc hajo cl aapcclo do la crilica tocamos ya cstc puiilo. En su liig;ir Iciidra cl dcbitlo dcsarrollo. 456 H1STOR1A CKiTICA DE LA L1TEHATURA ESPANOLA. En este mornerito aparecen pues en la arena literaria Juan Bos- can de Almogaver y Garcilaso de la Vega. Mas sin el segundo, hu- bieran tal vez fracasado los intentos del primero, que ni poseia el ingenio ni la autoridad del marques de Santillana, cuyos esfuer- zos habian sido de poco efecto en este empeno. El superior talen- to de Garcilaso, auxiliado de Mendoza, Centina, y otros no me- nos celebrados poetas, triunf6 al cabo de la resistencia de Crist6- bal de Castillejo y de sus numerosos partidarios, admitiendo la poesia espanola los metros de la toscana. Desde esta 6poca se inauguraba en el suelo de Castilla un nuevo sistema de metrifi- cacion, sin que se olvidaran tampoco las bellisimas combinacio- nes de la maestria real, bajo cuya bandera se habian filiado des- de los tiemposde don Juan,hijo del Infante don Manuel, las quin- tillas, las redondillas, d6cimas ' y letrillas, que pasan despues con el romance a constituir la mayor riqueza m6trica del teatro es- panol. La decadencia en que se precipitan las letras a mediados y fines del siglo XVII, produce por ultimo aquel revuelto caos de versos felicianos, encadenados, retrtigrados, poliglotos, forzados, laberintos, 6cos, centones, ovillejos y otros mil juegos de mat gusto, consignados por Caramuel en su Rilhmica y propios s61o para patentizar la corrupcion y ruina del arte. V. Cuanto llevamos expuesto basta, en nuestro juicio, para dar a conocer, asi las formas de que se reviste la poesia espanola, teniendo por base principal y medio comun de expresion la len- gua que lleva por excelencia titulo de castellana, como los ele- mentos artisticos que sucesivamente la van acaudalando. Dete- nernos a senalar menudamente las causas de estas diversas tras- formaciones, indicando al par los caracteYes especiales de cada uno de los metros adoptados por nuestra literatura en sus respec- 1 Aunque la dtcima, tal como hoy se escribe, no se perfecciono hasta la epoca de Vicente de Espinel (mcdiado ya el siglo XVJ), debemos advertir aqui que existe desde el siglo XIV, segun en su dia notaremos. Era el agru- pamiento dc dos quintillas, unidas con cierto artificio. PARTE I. 1LUSTR. FORM. ART. DE LA P. VULG. ESC. 457 tivas edades, sobre ser ya asunto propio de la historia, tal como la comprendemos, s61o contribuiria a dar excesivo bulto a estas Ilustraciones, perjudicando al 6rden y claridad de los estudios. Nosotros, si bien damos cierta preferencia a la idea y al senti- miento sobre las formas exteriores, no podemos en raodo alguno olvidar el estrecho consorcio que existe entre uno y olro elemento del arte, plenamente convencidos de que la aparicion de una nue- va forma es sintoma inequivoco de alguna modificacion mas 6 menos fundamental y profunda en su historia. Asi que, recono- cidos los origenes y bosquejado ya el desarrollo artistico de la poesia vulgar desde el instante en que se escribe hasta la 6poca de su decadencia, consumada en el siglo XYII, conveniente juz- gamos dejar aqui la pluma, no sin que en vista de la ensenanza que debemos a estas investigaciones, volvamos a lamentar la des- denosa indiferencia de los que pagados s61o de las bellezas cla- sicas, condenaron a olvido y menosprecio las formas de la litera- tura patria, perdiendo asi el camino en la investigacion de sus origenes. Indignados acaso contra los extravios y licencia del mal gusto, intentaron los eruditos del pasado siglo proscribir la rima para salvar el metro; pero no advirtieron que era imposible alcanzar con las pros6dias modernas aquella musical y armoniosa cadencia de los versos griegos y latinos que se proponian por modelos. Los que en Espana acogieron esta idea, perdian al propio tiempo de vista que, sobre carecer de la cuantidad silabica, poseyendo s61o el acento, contaba unicamente la lengua castellana para compen- sar aquella falta, las terminaciones uniformes, cuya prodigiosa abundancia la hacen aparecer sin embargo como una de las mas ricas y propias para la poesia, de cuantas debieron su nacimiento a la latina. Lo infecundo de los ensayos hechos por los Montia- nos, Sedanos y Gravinas, prueba mas que todo cuanto pudiera anadirse, que no era aquella la senda por donde podia el metro reconquistar sus bellezas. La rima que, segun dejamos manifes- tado, es su inseparable companera desde los primeros albores de la poesia, y que reaparece en la literatura latino-eclesiastiea como una de las condiciones a que esta se sometc en su decadencia, continua siendo, del mismo modo que en la edad media, una de 458 HISTORIA CRlTICA DE LA L1TERATURA ESPAPiOLA. las mas vistosas galas de las poesias vulgares. Apesar de cuanto se ha dudado sobre su procedencia, y de la aversion con que la vieron los criticos arriba mencionados, podemos decir de ella, como el tierno y melanc61ico Tibulo decia de su araada: Perfida, sed quamvis perfida, cara tamen '. 1 No ignoramos ni debemos pasar en silencio quo algunos eruditos coe- taneos senalan como una de las fuentes de las rimas modernas los antiguos cantos de los celtas, cuyos bardos, segun la docta opinion de 0-Flaherty, Wiser, Keating, Linch y otros, escribieron en versos rimados las genealo- gias, hazanas y guerras de sus pn'ncipes y caudillos. Saberaos tambien que entre los fragmentos citados por estos escri tores, pone 0-Flaherty algunos pasajcs tornados de los canticos de Amergin, bardo espafiol, hermano de Ha- remon, primer rey de Irlanda [2292 de la creacion]; siendo la ri ma el mas ostensible ornamento 6 acaso el unico artificio de sus breves periodos. No desconocemos, por ultimo, que fueron estos primitives poemas la base de las tradiciones religiosas y politicas trasmitidas por los fileas y feardanas de los scoto-milesios, tradiciones que dicron por resultado el famoso libro de Tea- mor, intitulado Psaltuir Theawair, y el no menos celebrado Psaltuir Cashil, en cuya formacion tuvo alguna parte San Patricio. Pero aun cuando conce- damos que los antiguos gaulas, celtiberos y celti-turdetanos exornaran sus cantos de mas 6 menos armonicas rimas; aun cuando demos por sentado que las leyes y poemas, citados po'r Estrabon y mencionados ya por nosotros en lugares oportunos, ostentaran iguales atavios, siendo estos generales a todos los pueblos que moraban en nuestra patria antes de las dominaciones punica y romana, todavia debemos reparar en que olvidadas, ya que no borradas del todo, las primitivas costumbres de los celtiberos; dominados 6 descom- puestos, aunque no erradicados, sus idiomas por la energica lengua del Lacio, que habia dcsechado aquel ornamento, conforme demostramos en la Uuslra- cion I. a , y ahogado por su magnffica literatura todo germen de literatura na- cional, llcgaron a interrumpirse aquellas tradiciones que en el suelo dc Irian- da y en otras comarcas pudieron resistir el choquc poderoso de la civiliza- cion latina; no descubriendoseen esta parte punto alguno decontacto entre los primeros pobladores de Iberia y los fundadores de las monarquias cristianas. La tradicion dc la rima, tal como aparecc en las lilcraturas modernas, rcco- noce olro muy distinlo on'gen: en nuestro concepto no hay explicacion mas salisfactoria, historica y filosoficamenlc considcrada, que la adoptada y cx- pucsta en cslos csludios. ILUSTRACION IV. SOBRE LAS FORMAS DE LA POESfA POPULAR. LOS ROMANCES '. I. Jnfimos son aquellos trovadores que sin ningunt 6rden, regla nin cuento fagen estos romances 6 cantares, de que las gentes do baja e" de servil condition se alegran 2 . De esta manera califi- caba el erudito don foigo Lopez de Mendoza a los poetas popu- 1 En febrero dc 1840 prescntamos a la Real Academia Scvillana de Buo- nas Letras un largo discurso sobre los Romances castellanos, el cual tenia por objeto investigar sus origenes y trazar su historia hasla nuestros dias. En aquel ensayo scguiamos el mismo plan que hemos adoptado en las prcscntcs tareas; mas como por formar escrito separado no pucde adaptarsc cntera- mcnte al sislcma que requiere una obra como la historia dc nucstra litera- tura, no nos cs dado reproducirlo por completo. La misma diferencia do pro- posito, los estudios posteriormente realizadospor nosolros y los trabajos saca- dos a luz desde aqucl ticmpo, especialmcnle por nuestres doctos amigos don Agustin Duran y don Fernando Jose de Wolf, nos han obligado tambien a modificar algunas doctrinas, dando mas importancia a cicrtos elemcnlos que en nuestro primer ensayo se tocaban de pasada, mientras hemos abreviado y resumido ciertos puntos, alii tratados extcnsamentc. Y como pudicra sor que la Real Academia detcrminase algun dia dar a luz dicho discurso, he- mos creido conveniente el hacer aqui esta adverlencia, .i fin de que no apa- re/ca veleidad ni conlradiccion entre lo que hoy imprimimos y oscri.bjamos en 1840. 2 Curia al Condtst.. num IX 460 H1STOKIA CRlTICA DE LA L1TERATUUA ESPANOLA. lares, despues de haber dado el titulo de sublimes a los griegos y latinos, y designado con el de mediocres a los que procuraban seguir sus huellas, cultivando las lenguas modernas. N6tase por las palabras trascritas, que siendo a principios del siglo XV vistos con entero desden de los erudites los cantores del vulgo, ninguna ley de las impuestas a las poesias de los primeros era por los se- gundos acatada, contentandose unicamente con llenar las condi- ciones del canto, halagando los instintos de la muchedumbre ig- norante, y teniendo en pocq los reflnados primores artisticos del metro y de la rima. Mostrabase el marques de Santillana poco afecto a este g6nero de romances y cantares, nacidos s61o para las gentes de baja condicion, siendo tal vez semejante despego causa inmediata de que no tratara aquel magnate de investigar sus origenes con la diligencia que empleti respecto de otros pun- tos de nuestra poesia. A la verdad no era posible a los trovado- res de la c6rte de don Juan II el empenarse en este linaje de ta- reas, cuando aspiraban por todos caminos a conquistar asi las galas de otras literaturas como la erudicion de los antiguos tiempos. Quedaba solamente consignado en la famosa Carlo, al Condes- lable el divorcio que existia entre vulgares y discretos, habiendo menester la critica penetrar en las nieblas de siglos anteriores para desvanecerlas con su antorcha. Muchos y brillantes eran los vestigios que por todas partes descubria: leyes, poesias y cr6ni- cas, mostraban a cada paso la existencia de aquellos cantares y romances, unica historia de la muchedumbre, que los repetia en- tusiasmada y que los guardaba en su memoria como inaprecia- ble tesoro. Ardua era sin embargo la empresa: los primeros co- mentadores del marques 6 la esquivaron 6 la acometieron desma- yadamente. Nada decia don Tomas Antonio Sanchez sobre la poesia lirico-popular, no creyendola acaso digna de fijar sus miradas: to- das sus investigaciones se encaminaron exclusivamente a ilustrar la historia de los poetas doctos. Contentandose el diligente Sarmien- to con apuntar la antiguedad a que se remontaban, en su con- ccpto, los cantos referidos, s61o advirtid que babian sido aquellos rnas de una vez danosos a la verdad hisltirica, senalando de paso la epoca en que en su entender se fijaron los que han llegado d PARTE I. ILUSTR. FORMAS DE LA POESIA POPULAR. 401 nuestros dias '. La cuestion histoYico-artistica permaneeia pues Intacta, desconoci6ndose los origenes do aquella forma tan pere- grina y espontanea corno caracteristica de los primitivos cantos populares; mas los estudios de los orientalistas vinieron al pare- cer a derramar alguna luz sobre tan importanto matcria, rcsol- vicndo, en sentir de aquellos, todas las dudas y dificultades que pudieran ocurrirse. Recibi6se como opinion mas autorizada la del entendido don Jos6 Antonio Conde,quien en el pr61ogo de su Domination de los arabes did a los romances origen puramente musulman, ha- ci6ndolos nacer de la division por sus primeros hemistiquios de los versos de diez y seis silabas, que aquellos cultivaban 2 . Conde traducia los metres compuestos por Abd-er-Rahman I y dirigidos A una palmera, del siguiente modo: Tu tambien, insigne palma, | eres aqui forastera; De Algarve las dulces auras | tu pompa halagan y besan: En fecundo suelo arraigas | y al cielo tu frente elevas, Tristes Idgrimas lloraras, | si cual yo, llorar pudieras, etc. s En estos versos, donde pareci6 conservar la extructura y la rima de los arabes, creyd encontrar dicho orientalista la fuente unica de la forma m6trica mas popular entre los espanoles. Si- guitile en los Origenes del tealro espanol don Leandro Fernan- dez Moratin, manifestando que s61o se sabia que los castella- nos tomaron de los arabes esta combinacion mOESIA POPULAR. 465 deraasiado en el canto de San Agustin Contra donatistas, mode, lo de versos octonarios, altamonte popular en las regiones occi- dentales *, todavia sobran en el Himnario hispano-visigodo egemplos que nos autorizan para creer que siendo todos sus can- ticos patrimonio de la rauchedumbre, aprenditi esta en ellos a modular ya los versos de diez y seis, ya los de ocho silabas, que se hacen tan connaturales a nuestra lengua, como ban observa- do antes de ahora doctos investigadores V Ni tampoco faltan las pruebas de esta verdad en los himnos compuestos despues de la invasion mahometana: antes bien, segun pueden notar por si los lectores, prosigue en esos cantos, con la raisma fuerza que ne- mos reconocido en todas partes, la tradicion del arte lati no; y ora sean empleados para repetir las alabanzas do la Madre del Verbo y la piedad de los Santos, ora para celebrar las victorias de la Cruz y el heroisino de los caudillos cristianos, ofrecen el sello ya del verso quaternario, ya del octonario, revelando en lo exornen pasajcs dignos del siglo de oro de las letras latinas, insiste en el siguicntc bordon 6 cstribillo: Cr.is amet qoi nunqnam amavit. Oni(|ne amavit, eras amct. Y comienza asf: Vcr nnvuin, Ter iam canendum: Ver renatus nobia eat. Vrre concordant amorrs, Vere nubunt alitcs; II ncinus contain rrsnlvil Ex mnritis iinbribus, rtr. En los momentos en que imprimimos estos cstudios, se da a luz una ele- gante version parafrdstica del Pervigilium, debida al crudito acadcmico don Juan Valcra. I l.ila incluido en su aprcciablc Historia Universal el ontendido cuanto laborioso don Salvador Constanzo (tomo V, pag. 123), haciendo am- bos un verdadero servicio a las letras. 1 Estiidiesc no obstante su cxtructura (pag. 314), y di'gase de buena fc si sc ha mencster inucho csfucrzo para llcgar desdc estc canto a los metros de romance, aun tenida en cucnta la disposicion de las rimas, que obedccen a las leyes constantemente seguidas por los cultivadorcs dc la poesi'a latina, S una y otra vez mcncionadas por nosotros. 2 Sarmienlo, Memorias para la hutoria de. In poeaia y pottat rspanolcs, numcro 422. TOMO II. 50 466 H1STORIA CRtTICA DE LA L1TERATURA ESPAKOLA. uno ii otro sentido el movimiento de los metres de maeslria real) tales como en la anterior Ilustracion qucdan considerados i . Con- veniente juzgamos, demas de los egemplos que hallaran nuestros lectores en la exposicion histtirica 2 , el trasladar aqui otros nue- vos, & fin de completar en lo posible estas observaciones; y como abundan por extremo en los himnos consagrados & la Yirgen, bien sera recordar alguna de las salutaciones que el devoto amor de nuestros padres le dirige. Asi empieza en efecto una de las mas populares en toda la edad media: Ave, Regina coelorum, Ave, Domina angelorum; Salve, radix; salve porta, Ex qua mundo lux est orta: Gaude, Virgo gloriosa, Super omnes speciosa, etc. A En este himno, esencialmente espanol pues que pertenece al Himnario mozdrabe, satisfecha la necesidad del canto 3 , resulta pues dispuesto el verso de ocho silabas en la forma que se cul- tiva de muy antiguo en nuestro parnaso. Conveniente es anadir que escritos por lo general estos metros 1 Pagina 447 y siguieutes. 2 Vcansc en las Ilustraciones del tomo I, los himnos In Restauratione Baselicae, In Ordinatione Regis, Generalis de Infirmis con otros muchos dc igual naturaleza que van acolados en el indice del Himnario alii incluso, y i".n el presentc voliimenlos mencionados en las pags. 200, 2H; dcbiendo no- tarse muy cspecialmente los caracleres que ofrece el segundo dc estos dos ul- timos, que es en suma un canto popular-historico. 3 Mlstsa golhica seu mozdrabe, Angelopoli, 1770. Tenemos vcrdadero placer en manifcslar aqui que, ya en laimprenta esta Iluslracion, llega a nucstras manos el muy erudito e ingeniosisimo discurso leido ante la Real Academia de la Lcngua, al tomar posesion de su plaza de numero, por el aplaudido autor dc El Trovador y de Simon Bocanegra. Tratando de la poesi'a popular, sc buscan los origenes dc sus metros en la poesia latino, acudiendo al primitive Himnario visigodo respecto de los versos dc ocho silabas (pags. 1(J y 17 del cxpresado Discurso). No hay para que dccir que, si bien se aparlan <>.ti alguuos accidcntes de nueslro sislcma, nos parecen las razones alegadas por cl autor dc estc discurso dc gran peso y consislcncia. PARTE I. 1 1. IS I. KOHMAS DE LA POESIA VULT.AIt. 467 coino octonarios, nos acercan por si solos a la idea quo nos ofre- cen los pits de romances, tales como los describe el renombra- do Antonio de Nebrija. La rima aparece en el los, cuando cou- certada en pareados, como en el himno trascrito; cuando repetida hasta seis 6 mas veces; cuando agrupada de seis en seis 6 de ocho en ocho versos quaternaries, 6 cuatro octonarios, que es lo mas frecuente. De esta manera ofrecen por una parte cabal razon de su origen, y muestran por otra cuan activa y eficaz (como tan natural y legitima) debiti ser la influencia de estos himnos, res- pecto de los metres castellanos ' . Y lo mismo decimos de las rimas: hermanada por algun liempo, 6 con mayor exactitud, siendo una misma la poesia canlada y la poesia escrita, hasta el punto en que comien- za esta a despertar la estimacion de los eruditos, unas de- bian ser tambien en ambas las formas de la rt'ma, usando- se al par asonantes y consonantes, segun anteriorraente va demostrado. Mas luego que se opera el primer divorcio en- tre vulgares y discretes, y llega la poesia latino-eel esiastica \ Noes fuera de proposito notar que los literalos cxlranjeros Ad. Helffe- rich y G. Clermont en un breve Aperyu de I'histoire des langues nto-latints en Espagne que dicron a luz en 1857, duranle su permanencia en Madrid, do- minadospor la fuerza de los hechos, se apartaron de lacomun corriente de los criticos extrafios, confesando paladinamente que la romance cspagnolc de- rive de I'hcxametre latin, qu'ellc a modi fie a sa maniere (pag. 50). Esta conclusion, aunque no conforme con nuestro sistema, cs muy importante y la rccomendamos a los criticos que se obstinan en tracr los metres de que ahora tratamos, de olras literaturas neo-latinas. Ni es tampoco de menor efeclo para desvanecer el error de los que por buscarlo todo fuera de Es- pana, suponen que no se cultivaron en la literatura cclesiastica los metros octonarios, el recordar aqui el cpigrama 6 cantar picaresco 6 de cscarnio que homos copiado cnlre los rcfranes latino-populares, rccogidos en la Ilustra- cion I. 8 (pag. 35 f), el cual empicza: In taberna bibo solus, etc. Estos versos, construidos ya more hitpano, manificstan hasta que pnnto habia desapareci- do de las esfcras populares la idea de la musical prosodia greco-latina, y co- mo pudo influir la poesia cclesiastica, nacida para el canto y acenluada con- forme a esta ley suprema, en la formacion de los metros populares, probando que los octonarios rclesiasticos fucron sin duda el modclo m.is dirccto e in- mcdiato de los romances. 468 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATUKA ESPAflOLA. al estado de perfection que nos ensenan los monumentos del siglo XII en 6rden a las rimas, queda el asonante corao for- ma propia de la poesia vulgar, mientras se hace el consonant* gala exclusiva de la erudita, que solo por acaso admite ya la asonancia. Cierto es que no faltan criticos que, al encontrar esta rara exception en las poesias de Berceo, pretendan deducir de ella un principio general, asentando que las referidas rimas imper- fectas podian ser en rigor consideradas como origen del aso- nante '; pero sobre haber cerrado los ojos al estudio de las formas artisticas, tales como aparecen en los poemas anterio- res a Berceo, y principalmente en la Crdnica 6 Leyenda de las Mocedades y en el Poema del Cid, donde constituye la asonancia la regla y es la excepcion el consonants, no puede ser mas peregrina la idea de buscar los origenes de una for- ma imperfecta precisamente en las obras, en que hace el arte los mayores esfuerzos para perfeccionar esa misma forma. La razon y la historia, contrarias de todo punto a esta originalisima teoria, ensenan lo contrario, bastando algunos egemplos para comprender la diferencia, que realmente existe entre las rimas anteriores a la 6poca del c!6rigo de Berceo, y las que se emplean por 61 y los que siguen sus huellas. La comparacion se referira ahora unicamente a los versos de diez y seis silabas u ocfonarios, objeto de estos estudios: en la Cronica 6 Leyenda de las Mo- cedades del Cid, leemos: Et dixo Diego Laynes: | Sennor, pldseme de grade. Armanle mucho apriessa | el cuerpo et el caua//o: Quando guiso caualgar, | assom6 el castellano; A re^ibirle sale el rey | con muchos fijosdatyo: Adelant, dixo d Rodrigo: | ^por quo" detardades iantol Iguales caract6res presenta todo el Poema, segun hemos nota- do en otro lugar y se volvera a advertir en su examen. Berceo empleaba este metro del siguiente modo, exornandolo ya de per- fectas consonancias: \ 1 Vease la pig. 441, nota 2, do la Iluttracion anterior. PARTE I. ILUSTR. FORM AS DE LA POESIA VULGAR. 469 S6 e&ta pedra que vedes, | yace el cuerpo de Sant'Oria Et el de su in ad re Amunna, | fembra de buena memoria: Fueron de grant abstinenoia | nesta vida transitoria,. For que son con los angeles | las sus almas en gloria. El Key Sabio en una de sus mas interesantes elegias, escribia a fuer de poeta erudito, los mismos raetros, bien que rimados en agudos : Los obispos et perlados | cuyde que metian paz Entre mi et el mio h'io, | como en su decrelo yaz: Ellos dexaron aquesto I et mctieron mat assaz, Non a escuso, raas & voces, | bien commo el annafil faz '. Y en sus celebradas Cantigas de la Vtrgen los usa tambien, aunque alternandolos a veces con los de trece sllabas, en esta forma : Et d'aquest un grand miragre | uos quer en ora conlar Que a R6yna do ceo | quis en Toledo mostrar En o dia que Deus | foi coronar Na sa festa, que no mes | d'Agosto iaz *. El canciller Pero Lopez de Ayala, que en una requesta soste- nida contra fray Diego de Valencia, poeta como 61 del siglo XIV, calificaba los octonarios de versetes de antiguo rimar, los escri- bia en esta forma : Desirte be una cosa | de que tertgo grand espanto. Los juicios de Dios alto | ;,<|iii<'ii podria saber qudnlo Son oscuros de pensar, | nin saber dellos un tanto? Quien cuydamos que v4 mal, | despues nos pares^e sancto J . 1 Vease el cap. IX dc la II.* Parte. 2 Cud. Escur., Cantiga XII. 3 Los refcridos versos dicen: Dnailo rl etlylu | any cniin nfatlii, Quieroroj, ami go, | de mi cnnfeMar Qae ijuaml Turttro escryplo | ai fur prcMitada, I,, y. r.i en un libra, | do fuera fIUr Vertetei alguuoi | de antigua riinir. Oe los qnlef lurgo | mucho mr pague; E sy rudoi too ] a *oi rruf.irr Que con piciencia | voi plvg* rscucbnr. Los verseles (\uc cila, son los comprendidos en la copla 1291 y hiole si- guicntcs del Rimado del Palacio, que en su lugar cxaniinnmos. 470 HISTORIA CRlTlCA DE LA LITERATURA ESPAJSOLA. Ya hemos visto c6rao el archipreste de Hita cultivo" tambien esta suerte de rimos, deducie"ndose sin violencia alguna, dados estos irrecusables testimonios, cuan fragil es la referida opinion sobre los origenes de la asonancia. Esta, que por su propia naturaleza bastaba a literatura cclesiastica en Francia, en Espana y en olras naciones meridionals, dijo igualmentc: Gesta Christi, Gesta Romanorum, Gesta danorum, clc., etc., ma- nifcstando en todas partcs la misma aplicacion y proccdcncia. 2 Vease el cap. XIII. 474 H1STORIA CRtTICA 1)E LA LITER ATURA ESPA^OLA. linaje de narraciones poe"ticas. Esta observacion, que tiende a precavernos de notables errores, merece ser ilustrada con algu- nos datos histtiricos, de cuya apreciacion resulta naturalmente demostrado que la voz romance signific6 en Espana por mucho tiempo todo escrito en lengua vulgar, aplicandose tambien con entera propiedad a las obras eruditas. No por otra razon vemos que dice Berceo: Aun raerced te pido por el tu trobador: Qui este romance fizo, fu6 lu entendedor, etc.- 1 Y lo mismo sucede en el Poema de Apolonio: En el nombre de Dios et de Santa Maria, Si ellos me guiasen, estudiar queria Componer un romance de nueva maestria, etc. 2 Siendo pues evidente que ni la esencia ni las formas de estas poesias tienen punto alguno de contacto, a excepcion de la len- gua, con las poesias populares, de que vamos tratando, no puede quedar g6nero de duda en que la palabra romance abarcaba toda suerte de composiciones po6ticas en idioma vulgar. Don Alfon- so el Sabio, que tanto aprecio hizo de los cantos populares, dandoles una y otra vez entrada en sus historias, segun en sa- zon oporluna raostraremos, decia al definir en las Partidas qu6 walegrias deue usar el rey a las vegadas, para tomar co- norte en los pesares et en los coibdados, lo siguiente: A.le- grias y ha otras, sin las que dexiraos en las leyes ante desta, que fueron falladas para tomar ome conorte en los coibdados et en los pesares, quando los ouiesse: et estas son oir cantares et sones de estrumentos, iugar axedrez, 6 tablas 6 otros iuegos se- meiantes destos: eso mesmo decimos de las estorias et de los ro- vmances et de los otros libros que fablan daquellas cosas, de que los omes resciben alegria et plager 3 . S61o cuando erapieza a, reflejarse en el parnaso castellano la influencia de extrafias poe- \ Looren de Nuestra Senora, copl. CCXXX1I. 2 Copl. 1. 3 Partida II, tit. VI, Icy XXI. PARTS I. ILUSTR. FORMAS DE LA POESIA VULGAR. 475 sias, merced al ilustrado anhelo del Key Sabio, y comienzan a generalizarse entre los eruditos los nombres de dictado, faction, cantiga, etc., & que so agregan mas tarde los de decir, reqiles- ta, esparza y otros varies, tornados asimismo de ajenas litcratu- ras, oslentan los antiguos cantares de gesla, como unica y ex- clusiva, la denominacion de romances ', con que a fines del pri- mer tercio del siglo XV eran designados por el marque's de San- tillana. Antonio de Nebrija y Juan del Enzina les conservan la misma denominacion ya al mediar el reinado de los Reyes Cat6- licos, bien que diferiendo en la manera de escribirlos. Atento el primero a sus origenes latinos, despues de definir el metro de diez y seis sflabas del modo que manifestamos en la anterior Ilustracion 2 decia: Como en este romance antiguo: Digas tu, el ermitano, | que fa^-es la santa vida, Aquel <;iervo del pie" bianco | ^ddnde fa?e su raanida? 3 Hablando el segundo de las diversas especies de coplas cono- cidasenel parnaso castellano, observaba: fi si es de quatro pi6s puede ser cancion, 6 ya se puede llamar copla; 6 aun los ro- vmances suelen yr de quatro en quatro pi6s, aunque no van en vconsonanles sino el segundo y el quarto pie" 4 . De esta contra- 1 Do observar cs que a pcsar de la declaracion de Alfonso X prosiguie- ron los doctos empleando esta voz para designar sus poemas, escritos en cas- tellano. El beneficiado de Ubeda, en el que escribio sobre la Vida de San Ildefonso, d fines sin duda del siglo XIII, del cual daremos oportuna razon en el siguiente volumen, decia en una de sus primeras coplas: Drurlo creer el que el romanet retire. El archipreste de Hita, casi un siglo despues de escribir el Rcy Sabio [1330], observaba tambicn: Kri dr mill et trecientos t srienta rl ocho ino Fur compurito el romonc* por mucbo* males t ilai'ios, rtr. (Copl. IfiOS; vease el cap. XVI de la II. m Parte.) Don Alfonso seguia usando en cambio la denominacion dc cantor de gfsta en el mismo sentido qne antes cxprcsaba, sogun veremos luego con la auto- ridad dc las Partidax. 2 Pag. 434, nota 2. 3 Arte Ae la leng. eatt , lib, II , cap. VIII. t Artf de poesfa caslellana, cap. VIII. 476 HISTOFUA CRtTICA DE LA L1TERATURA ESPASOLA. diccion puede racionalmente deducirse que en la segunda mitad del siglo XV se habian ya dividido los versos octonarios por sus hemistiquios, produciendo cada dos una cuarteta de romance, tal como hoy se escribe, sin que por esto deba rechazarse, respecto a e"poca anterior, el aserto de Nebrija. El erudido Mr. Jacobo Grim, en su Silva de Romances viejos ', y el entendido Mr. Do- zy, en sus Recherches sur I'histoire politique et litter air e de I'Espagne pendant le moyen dge 2 , ban adoptado la misma teo- ria, aim desconociendo tal vez la autorizada opinion del ilustre maestro de la Reina Cat61ica. Por nuestra parte no hallamos di- ficultad alguna en recibirla bajo el punto de vista meramente his- tdrico, pues que nos abre expedite camino para resolver la tan debatida Question de los origenes de esta forma me"trica, popular por excelencia. El egemplo de Antonio de Nebrija y la declaracion de Juan del Enzina nos indican, demas de lo dicho, que cuando uno y otro escribieron era el consonante la forma unica de este linaje de cantares, de que las gentes de baja e servil condition se alegra- ban, comenzando a ser yacultivados por los eruditos, circunstan- cia que no han querido reconocer algunos escritores de nuestros dias 3 .0tros deducen, tocante al primer punto, que todos los ro- 1 Viena, 1815. 2 Leyden, 1849. 3 En efecto, es vulgar la suposicion de que durante el siglo XV ningun poeta erudito cultivo esta forma h'rico-popular; pero contra dicha opinion ci- taremos aquf tres poetas castellanos y uno aragones, que convencen de su cxactitud. Diego de San Pedro, que se educa en los reinados de Juan II y En- rique IV, floreciendo en el de los Reyes Catolicos, aludia a los muchos que habia hecho en su juventud, del modo siguiente (Faber, Floresta, tomo I, pag. 152): E aquelloi romances, frrhos Por moslrar el inal all/. Para llorar mis tlrsperhof, jQui leran sine prrlrcchos Con que tireu contra inif... Mas cxplicito, y emplcando ya dichos metros, decia Fray Inigo Lopez de Mendoza, en su Vida de Cristo, al pinlar cljtibilo de la novena orden celes- tial (que son los seraftnes) en el nacimiento del Salvador: liofn rmicslrcn rn In tirrra. PARTE I. ILUSTR. FORM AS DE LA POESIA VULGAR. 477 mances de la edad media estaban rimados en consonantes riguro- sos, teniendo por seguro que ss la vida santa, Aquel (jiervo del pie" bianco | idtfnde fa9e su morada? Por aqui pass6 esta noche | una ora antes del alua f . Juan del Enzina, despues de manifestar c6mo se rimaban los romances, anadia que los del ttempo viejo non yvan por verda- deros consonantes 2 ; y Alonso de Fuentes, dando a la asonancia en la epistola dedicatoria de su Libro de los quarenta cantos el nombre de consonantes mal dolados, declaraba que habian sido Et en el limbo alt-grin: Fieita fagan en el (ielo Por el p.irlo de Mnria, etc. Juan del Enzina escribia y publicaba en 1496 varios romances, siendo muy de notar el que dedica d la conquista de Granada, que empieza: jQue et de li, decon>ol>do, I,)IM- ei de li. rry de Granada? etc. Don Pedro Manuel de Urrea lloraba al condestable de Navarra de este modo: F.I famoto rn tndai coiat, Magninco et efor^ado, EsforQado Conde>lable. De KaTnrra inlilolado, etc. (Cancionero, fol. 30.) En su lugar aduciremos nuevas pruebas para desvanccer este rancio prror. Veaseentre tanto el Cancionero general (Valencia, 15H), donde cxisten trein- ta y siete romances de pootas enulitos del referido siglo. \ Cap. VI. 2 Cap. VII. 478 HISTOIUA CRlTICA DE LA LITERATIM A ESI'AJlOLA. estos erapleados en dichos cantos, para que se semejason mas a los romances antiguos. Resta agora, decia por el autor destos cantos, satisfazer a algunos que son mas amigos del consonante con sayo y capa que les hiriera los oidos que no del proptisito de la historia, que no dexan de poner objectos en ellos, diziendo que fuera mejor compostura seguir el hilo de sus consonantes limados 6 trabados (y algunos, segunY. S. apunta, lo ban ya dicho). Y a estos digo que el intento deste auctor fiie" querer mostrar estas historias con el origen destos cantos viejos; y que toda aquella cosa que se contrahace y asimila a otra, sera mas perfecta quanto mas se llegase 6 paresciese a aquella, de quien se saca. Y assi imitando estos cantos de los nuestros antiguos, aquella rusticidad de vocablos y consonantes mal dolados *, les da la auctoridad y le"xos que les quitaren los consonantes tra- vados 6 limadosw 2 . No es ya posible abrigar dudas legitimas so- bre la forma primitiva de las rimas populares, debiendo por tanto ser considerado el empeno que ponen los eruditos del siglo XVI en el uso de las asonamias, no como una faz nueva, y si como una restauracion de las indicadas formas. Mas si todavia cupiese algun recelo sobre cuanto arriba mani- festamos respecto de los primeros instantes de la poesia popular, nos bastaria, para disiparlo, el traer aqui la autor idad de un mo- numento literario del siglo XIII, en donde explicandose la dife- rencia que existe entre la prosa y la poesia, se da cabal idea de las rimas imperfectas. Hablamos del Libro del Tesoro, obra no- tabilisima que procuraremos examinar en lugar oportuno, y que ya fuese debida al Key Sabio, ya a su hijo don Sancho, en lo cual andan discordes los pareceres, no puede ser de mas peso en la 1 Dozy, que usa extremada severidad en materia de crilica (Recherches ur I'histoire pol. el lilt. d'Espagne, pag. G95), y dcspues Wolf (Studien der Spanischen und portugiesischen nationalliteratur, pag. 325), Icycron equivoca- damentc consonantes mal dotados; y aunque eslalcccion noes enteramente .ibsurda, dcbieron reparar tan doclos escritores en que teniendo la voz dola- do\OL signiftcacion de perfeccionado, limado, quiso decir y dijo Alonso de Kuentes que los consonantes mal dolados cran los no limados, los no perfec- ts, osto os: los asonantes. 2 Loc. oil., ad ftnem, Sevilla, 15aO. i-Aitii: i. ii.rsut. FORMAS iii: LA POESIA VULGAR. 479 inateria: La carrera de fablar en prosa (dice) es larga et liana, asy como es la comunal manera del fablar de las gentes; mas el sendero de fablar en rima es mas eslrecho et mas fuerte, asy como que es (jercado et engerrado de muros et do setos; que quiere desir de puntos et de cuento et de cierta medida, de que ome non puede nin deue traspassar; ca el que bien quiere rimar, Hconviene conlar los puntos et sus dichos en tal manera que scan wacordados en cuento et que los unos non ayan mas que los )>otros: et convie"nete mesurar que las dos postreras sylabas scan semeiantes, et al mcnos la vocal de la sylaba que vd ante la nposlrimera; et conviene que contrapasen los acentos et las vo- ces, asy que en las rimas se acuerden en sus acentos, ca ma- ngtier que las letras se acuerden, sijn facer las sylabas cor las, la rima non sera derecha, si el acento dcsacuerda* '. Claro aparece en esta breve y exactisima teoria de la metrificacion mo- derna, que aun reducido el uso de las semi-desinencias 6 aso- nantes & los yoglares de boca, eran sus cantos conocidos de los doctos, no esquivando dar noticia de ellos de la misma suerte que lo hizo en las Partidas don Alfonso, y dos siglos despues el sa- pientisimo Nebrija. Otra ensenanza no menos digna de tenerse en cuenta y relativa a las rimas antiguas, debemos a.este varon respetable. Preten- den probar algunos crfticos extranjeros, y entre ellos el renom- brado Wolf y el diligente Dozy, que ignorando los primeros edito- res de los Romanceros que era rasgo caracteristico de toda la antigua poesia romana 6 neo-latina el considerar la asonancia fe- menina (grave) como masculina (aguda); en lugar de conservar las segundas, las convirtieron en femeninas por medio del pro- cedimiento tan sencillo como ridicule de anadir en todas paries una e muda. De esta manera (anade Dozy) se escribi6: amare, nmale, pane, hane, Juane, y otras mil formas que jamas existie- ron fuera del caletre de editores ignorantes *. Por mas respe- table que sea para nosotros la opinion de estos doctisimos escri- tores, y en especial la de don Fernando Jose" de Wolf, que fitf el 1 Partc flF, cap. X. 2 Rechrrches $ur histoire. clc.. pag. 615 480 HISTORFA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAJiOLA. priinero en enunciarla ' , nos sera licito manifestar que anduvieron sobradamente duros con los primeros editores de nuestros Ro- manceros, perdiendo de vista que alguna razon debian tener para proceder en tal manera, oyendo can tar frecuentemente los mis- mos romances que daban a la estampa. A. la verdad nosotros, que percibimos las armonias de la lengua castellana por lo menos tan distintamente como estos escritores, no concebimos c6mo pu- dieron ajustarse a la misma canturia y llenar de igual suerte el contrapas 6 ritrao de la musica las voces vdn , usaie , delant, traen, mds,naturales,6 varon, monies, nos, ciclatones,sol, taia- dores, etc., sin que hubiera necesidad de suplir en algun modo lo que faltaba a las dicciones agudas. Y de que esto era asi, pres- cindiendo ahora de la formacion de multitud de palabras, que con el tiempo dejaron de ser graves, demas de las preciosas declara- ciones del libro del Tesoro ya alegadas, depone el docto Antonio de Nebrija, como irrecusable testigo, cuando despues de explicar los origenes de los pits de romances, anadia, dados ya a conocer con oportuno egemplo: Puede tener este verso una silaba menos, wquando la final es aguda, como en el otro romance : Morir se quiere Alexandre | de dolor del cora9on: Embi6 por sus maestros | quantos en el mundo son. Los que lo cantan, porque hallan corto y escaso aquel ulti- mo espond6o, suplen, 6 rehacen lo que falta por aquella figura que los gramaticos llaman paragoge , la qual... es anadidurade silaba en fin de palabra; e" por coracon 6 son, dizen corazone 6 sone 2 . No fu6 pues simple ni ridiculo capricho de los primeros editores de los Romanceros, sino deseo de ser fieles a la tradicion musical de estos cantares, lo que los movi6 y aun obligti a tras- mitirlos a la posteridad, tales como llegaron a su tiempo, siendo evidente que bajo este punto de vista son merecedores de galar- don, en vez de vituperio. La e que ha parecido a Dozy falta gro- sera, lejos de ser muda y por tanto de mero adorno, tiene en la historia de esta forma de la poesia popular una significacion im- 1 Wiener Jahrbiichcr, tomo 117, pags. 118 y 119. 2 Art. de la leng. cast., lib. H, cap. VIII. ISTBRIA CIITICA DE LA LITERATURE ESPANOLA. lento. ASTIK1UO. h ! n.na yerbaenel cam.po que se J .1 J lla.ma la bor. ra _ T; to da mu ger que la 2 pi _ sa lue.go se sii te ppe_ na _ da Allegretto. MAIIJZ ^ CASTEI1ANO. lion son hue nas fe _cho_ri _ as . quel os 73 *^ ho _ mes de le . on que los ho.mes de Le_ r -* e- - on fie ran el ros _ troa y no el -Et pe ehoaun in -fan zon y noelpechoaunin fan zon CATALAN, loderato . A la vi _ la de lo.lo-san'hi ha tres es_tu_di- _ants tyu'ense j^ueixenels es.liiLdispe ra ser ne ca_pe. ^T d;|J . llans pe ra sep ne ca.pe.llans. AIRES TRADICIONALES DE LOS ROMANCES ESPANOLES. PARTE I. 1LUSTR. FORM AS UK LA POESIA VULGAR. 481 portante, la cual ha conservado respoctode los dialectos yallego y bable, hablados todavia en las comarcas norte-occidentales de la Peninsula '. Tal es en suma el desarrollo que ofrece a los ojos de la critica el metro que guarda aim en el parnaso espanol el titulo de ro- mance, metro que derivandose por iguales sendas a las poesias populares de Catalufia y Portugal, 6 ya propagandose a uno y otro extreme desde el centre de Espana , sirvi6 en una y otra parte de adecuado instrumento a los cantos de la muchedumbre. Lastima que al comenzarse a Qjar los castellanos, fuesen vistos con absoluto desden los catalanes y Portugueses, habiendo sido necesario llegar a nuestros dias para que estos peregrinos roman- ces, hasta ahora desconocidos, hayan despertado la curiosidad y i For las causas que vcran los lectorcs en el Aptndice II, y para no repc- tirnos, sin necesidad, suprimimos aqui todala explanacion que tcniamos dada a esta parte del prcsente estudio, remiliendonos al lugar indicado. Encuanto a la razon que durante la cdad media, obligaba a los cantores de nuestros ro- mances a completar el numerode silabas de los pies 6 hemistiquios agudos, parecenos bicnobservar no obstante queestribabaen la naturaleza misma del canto. La voz insistia siempre en los finales de cada frase musical, que se dc- terminaba precisamcnte en las rimas 6 asonancias, y prolongandose a placer de los cantores, daba a este primitivo aire, canturia 6 tonada un movlmienlo uniforme y aun monotono. Conservado tanto en las montaiias de Asturias, en las llanuras de Castilla, en las campinas de Andalucia (pais donde tienen to- davia profundas raices las tradiciones heroico-caballerescas), como en las re- giones orientales y occidentales de la Peninsula, digno es sin duda dc ser co- nocido por su agrestc melodia y nativa Crescura el cxpresado aire, dc cuantos aprecien la poesia popular espafiola, con las singulares variantes que ofrece en cada comarca.comprobante inequivoco de las que experimcnto la letra al fl- jarsc en cada region. A la amabilidad del maestro Saldoni, que se ha presta- do a poner en la escritura musical corricntc la tonada que mas dc una vcz hcmos oido on los campos de Andalucia y dc Castilla, y a la intcligencia del profesor del Conscrvatorio, don Jose Inzcnga y Castellanos, que ha largos afios se ocupa en formar, no sin fortuna, prcciosa Co lection de cantos y bailet popu- lares de Expand, y que nos ha facilitado los de Asturias y Cataluna, debomos pues la salisfaccion de ofreccr a nuestros lectores en lamina especial estimn- bles mucslras de dichos cantos tradicionales, talcs como hoy se entonan. Esl sin perjuicio dc dar a conoccr oportunamentc la musica, con quo sc cantaron rii los siglos XV y XVI. TOMO II. 51 432 HisrouiA ciinicA DE LA LITEKATUUA ESPANOLA. promovido los estadios de doctos investigadores *. El hecho { sin embargo, es de suma importancia, conflrmando la espontancidad do esta forma en toda la Peninsula Iberica y ministrando nuevos argumentos contra los que por el vano anhelo de dar a luz nue- vas teorias, han acudido ya a esta, ya aquella literatura, para buscar los origenes de los romances castellanos. Pero no sola- mente hubieron de renanciar al verdadero estudio de la forma los que asi procedieron, deslambrados sin duda por algunas analo- gias mas 6 rnenos directas : dando por resuelta de un modo tan decisivo la cuestion artistica, propiamente hablando, no se cura- 1 El diligente cuanto malogrado Almeida Garret, honra dc la moderna lileratura portuguesa, formo y dio a luz un copioso Bomanceiro, en que reco- irio la mayor parle de estas poesias populares, hasta ahora despreciadas de los doctos. Lo mismo ha hecho respecto de Cataluna don Mariano Aguilo, con tanto amor a las letras como perseverancia en su estudio, habiendo allegado copia notable de romances catalanes y mallorquines, algunos de los cuales llevan el sello de una antigiiedad respetable. El digno profesor de la Univer- sidad de Barcelona don Manuel Mila y Fontanals, previniendoen parte tan pa- triotico pensamiento, ha publicado algunas muestras de este gencro de poesias en lengua catalana, si bien no se descubre en todas ellas la antigiiedad que en las recogidas por el seiior Aguilo (Observations sobre la poesfa popular, 1854). Tambien nosotros, largo tiempo despues de hechos estosestudios, ho- mos recogido en los valles y montanas de Asturias no escaso ramillete de oslas flores populares, dando a luz una parte, para que scan gozadas de los doctos, segun en otro lugar advertimos. Y tan popular y espontanea Cue esta forma en el suelo espanol que no laesquivaron tampoco nuestros vascos: Ar- gote de Molina cita en efecto (Discurso sobre la poesia castellana, num. V), un romance en euscaro, relativo a un acontecimiento acaecido en 1321; y antique solo se rcmonte en su forma actual al siglo XVI, en que lo recogio Estebande Garibay, todavia este egemplo nos induce a creer que no fue es- ta combinacion metrica de la poesia popular espaiiola extrana a la lengua vizcaina. Comienza asi: Mill.i urte igarota: I ra IK re videan. Guipuzcotarrac aartudiru: (iazteluco echean, etc. Copiolo, con otros muchos can tares vascuences.en superegrino libro titula- n los rayos de su purisima luz, las conduce en nombre de Dios a la victoria 6 al martirio. Ni podia ser de otro modo, cuando el sentimiento religioso , cobijando todos los dernas elementos de vida que abrigaba el pueblo espanol, em el mas fuerte y durade- ro vinculo de aquella sociedad, que en sus grandes peligros y tri- bulaciones, apelaba ya por medio del fuego, ya por medio del hierro, al juicio divino , no enooutrando en. la tierra otra mas alia y suprema sancion de la justicia humana. Fueron tambien los romances religiosos, asi como respecto de las cr6nicas los cantares de gesla, seguro comprobaute y vivo reflejo de las leyendas y vidas de santos, en que los escritores eclesiasticos recogian y acopiaban las tradiciones piadosas de eada villa, ciudad 6 comarca, enriqueciendo con estos tesoros sus pre- ciosos Legendaries y Sanfora/es.Inte'rpretesdel pueblo queseha- bia agrupado alredodor de la cruz para rescatar su libertad y re- conquistar sus hogares; hercderos de los himnos eclesiastioosna- cidos en cad a local idad ', guardan los romances historic^- reli- giosos la mas estrecha armonia con los historico-politicos. l)i- manaban estos del sentimiento patrititico, y tenian por aspiracion y norte la felicidad terrena:eranaquellos hijos del sentimiento re- ligioso, y se encaminaban a preparar, aim a cosla de pcnalidadcs y sacrilicios, la felicidad de la eterna vida. linos y olros formabaii pues la verdadera historia del pueblo espanol en Jiquellos dias dr heroismo; y ajenos 4 toda imitacion, respecto de las ideas quo los animaban, vano hubiera sido el intento de sujetarlos a oxlranos y aim anlipaticos modrlos, tocantea las forinas do que so rovistieron. \ Vt'-asc ol cap. XIV. |>;if. 201 y sijjiiionto. 488 HiSTOiuA citrncA DE LA LITEHATURA ESPA.NOLA. IV. Distintas en gran manera son las fuentes hist6ricas de los ro- mances caballerescos: reflejando el espiritu feudal, que tan hon- das raices habia echado entre los pueblos septentrional es, pro- ceden de las novelas y libros de caballerias, ge"nero de literatura que estribando en la antigua mitologia de los germanos, toma grande impulso en la era de las Cruzadas, ya por fundirse con las maravillosas tradiciones del Oriente las no menos peregrinas del Norte, ya por recibir aquella poesia mas seductoras y bri- llantes formas. Existia de tiempo antiguo la teogonia caballeres- ca: los he" roes de fuerzas prodigiosas, los genios de las montanas, las sirenas, los enanos, los magos y encantadores, vestigios eran de aquella especie de mitologia, traida a las regiones septentrio- nales por Sigeo u Odino, y derramada en toda Europa por la es- pada de los normandos, quienes dieron nuevo espiritu de vida a las indicadas tradiciones, refrescando asi todos los elementos po6 - ticos de la caballeria ' . En contacto estos con la mitologia asia- tica, que guardaba con ellos estrecha semejanza, merceda su co- mun origen, se arraigan y fortifican entre los paladines del San to Sepulcro, enriqueci6ndose con nuevas ficciones y revisti6ndose de fastuosas galas, cuyo extraordinario esplendor deslumbra a la muchedumbre, menoscabando acaso la gravedad del sentimienlo caballeresco. Cuando tracemos la historia del arte en el siglo XIV, ten- dremos ocasion de explicar con todo el detenimiento que pun- to de tanta importancia exige, ctimo'y en qu6 sazon se in- troducen en la literatura erudita de los castellanos estos ele- mentos de extrana cultura 2 : respecto de la poesia popular, a que especialmente se refieren las presentes investigaciones, licito nos parece advertir que no Iogr6 tenor grande significacion el es- piritu caballeresco, tal como se habia desarrollado en el resto de Kuropa, hasta la mencionada 6poca. Oponianse a ello las mismas I Mr. Foderico Schlcgel, Hist, de la liter, ant. y mod., tomo I, cap. VII. 2 Caji. XXIV de la M. a Partc, I del II Subciclo. PARTE I. ILUSTR. FORMAS DE LA POESIA VULGAR. 489 circunstancias que habian concurrido a fundar las nuevas monar- quias, impulsandolas en su progresivo engrandecimiento. Mien- tras que era en las demas naciones la constitucion del feudalismo consecuencia inevitable del estado a que vinieron despues de la invasion y establecimicnto en ellas de los barbaros; mientras des- pedazadas por laanarquia, se erigia aquel liranico poder en me- dio del destirden universal, a nombre de la libertad 6 indepen- dencia de unos pocos, siendo el mas duro instrumento de la opre- 'sion ejercida por el fuerte sobre el de"bil y el menesteroso; mien- tras, en una palabra, era el capricho del hierro la (mica ley po- sible, fiadas a ella la seguridad piiblica y la seguridad dome"stica, creabase en Espana bajo la sombra del trono, regulador constanle de todos los elementos sociales, un solo espiritu de nacionalidad, caminando grandes y pequenos a una misma meta, de todos co- nocida y vista por todos como el t6rmino legitimo de sus mas elevadas esperanzas. Recordemos sobre este punto el estudio que llevamos hecho hasta ahora: la literatura que nace en nuestro suelo es entcra- mente espontanea, como lo es tambien la que surge en mitad do aquel espantoso estado de fuerza y de violencia en que se ani- quilaba Europa: los cantores populares de la Peninsula Ibrica solemnizaban al propio tiempo las hazanas de nobles y pecheros, de caballeros y magnates, como que todos contribuian al mismo fin y obraban todos en bien de la independencia y engrandeci- miento comun, alentados por un mismo sentimiento religiose: los poetas populares de los demas pueblos celebraban y excitaban con sus cantos la generosa protesta de los que, dotados de nobles y humanitarias ideas, se habian levantado para recbazar con el hierro la opresion del hierro, formando aquella resistencia arma- da que debia recibir el nombre de caballeria. Sus inspirations buscaron natural apoyo en las antiguas tradiciones de los septen- trionales, que habian canonizado el valor individual de sus pri- mitivos h6roes; y la poesia caballeresca sc extenditi rapidamenlc a lodas las comarcas oprimidas por el feudalismo, como nuncio de la futura libertad y emancipation de todas. Mas impreso ya desde la prodiglosa victoria de Covadonga de- terminado sello A la civilizacion espanola, sello que no podia me- 490 H1STOKIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. nos de aparecer en la literatura y mas principalmente en la poe- sia de la muchedumbre, si era popular la caballcresca en las re- giones avasalladas por el terror del feudalismo, exigua represen- tacion e" importancia podia lograr en el suelo de la Peninsula IbeYica, donde nunca fiie" posible a aquel sisteraa echar extensas ui prof'undas raices. S61o en un momento de lamentable contur- bacion y cuando se amortigua, merced a guerras civiles y fratri- cidas, el sentimiento patrititico; s61o cuando se desploman sobrc nuestro suelo falanges de aventureros, que arbitros del trono de Gastilla en Calahorra y Montiel, se reparten las riquezas y el po- derio, haciendo tristemente famoso el advenimiento al trono de Enrique II, se insinua en la literatura docta y se refleja en la poe- sia popular la influencia de los libros de caballerias i . Desde esta e"poca comienzan pues a cultivarse en Castilla los romances designados con el titulo de caballerescos; pero como natural consecuencia de cuanto llevamos observado, s61o ballan favorable acogida entre los cantores que sin ningun or den, rc- (jla nin cuento consagraban su musa a las gentes de baja & ser- vil condition, aquellos asuntos que estaban mas en armonia con las tradiciones y costumbres de nuestros may ores. Por esta cau- sa, como observa cuerdamente nuestro sabio amigo don Agustin Duran, ni los libros del Santo Grcal y del Key Artus, ni los de Merlin 6 Isaias el Triste producen romance alguno, que se haya al menos trasmitido a nuestros dias: por esta causa llegau a go- zar de no escasa popularidad y estima los romances tornados del ciclo carlovvingio, a que sirve de base la famosa Crdnica de Tur- pin y la Ifistoria de los cuatro hijos de Aymon, donde se cuen- tan prodigiosas hazanas, acometidas y llevadas felizmente a cabo \ Picscrvundonos, segun quoda apuntado, dar toda la extension dcbida ;i cslas invesligaciones en lugar oporluno, sera bion observer aqui que eslc paso es lanlo mas natural en el siglo XIV, cuanlo mas estrocho ora todavia ol consorcio cnlre grandes y pcqucnos. Cuando se rompe osla unidad de as- piraciones y de esperanzas, sc adliiere el pueblo dc una manora inusitada a los heroes ficticios, para cacr despugs en las aberraeioncs que notaremos al liablar antiguas, si bien refrcscados con la vista y csludio dc los monumcntos gra- nadinos.)) Dc csta manera consignaba la arquitcclura en la picdra y en el es- tuco aquel prodigioso Iriunfo dc las armas cristianas que la poesia popular celebraba en sus cantares, manifcslandose la unidad del arte en sus diferentes mcdios dc exprcsion, y rcvclando asi dc consyno el scntimienlo capital, la vida cntora de la nacion on aquel momento solcmne. I'ARTE I. ILUSTR. FORMAS UE LA POESIA VULGAR. 493 las galas de la poesia de los arabes andaluces; pero sin perder su primitiva esencia, sin renunciar a su antigua representacion respecto del pueblo que los cultivaba. Histdricos, manifestaron la tenaz lucha de ambas civilizaciones: moriscos, fueron, digamoslo asf , el himno de triunfo lanzado por los espanoles en el moraento de la victoria, y el adios que daba la civilizacion caslellana a la sarracena al dirigirse esta, vencida y desterrada, al centro del Africa para ocultar alii su oprobio y su ruina. Los romances mo- riscos, que nacieron para satisfacer tan nobles instintos *, y que aparecen a nuestra vista como la formula mas exacta y completa de la opinion general de Espana respecto de la conquista de Gra- nada, comenzando a ser cultivados en los Oltimos dias del si- glo XV, llegan hasta mediados del XVII, en que degenerado y enflaquecido el sentimiento que les di6 vida, y hechos ya patri- monio de los poetas doctos, desaparecen al golpe de la satira * , eutre los escombros de la politica y el naufragio de las letras. VI. El movimiento que desde los reinados de Juan II y Alfonso V, y principalmente desde la floreciente 6poca de los Reyes Cat61i- 1 No falta quien haya supuesto que los romances moriscos son origina- riamente arabes; pero este error, que se desvanece con el simple examen de aquellos preciados cantos, ha sido ya rechazado energicamente por crilicos contcmporaneos, que como don Agustin Duran y don Angel de Saavedra (du- que dc Rivas) ban visto solo en scmcjante opinion notable falla de erudicion y de estudio. Veanse los prologos del Romancero, dado a luz de 1828 a 1832, y el dc los Romances histdricos, publicados en 1841 . 2 Uno de los poetas que mas se burlaron del abuso dc los romanctt mo- riscos fue don Luis de Gongora, quien tan dclicados, bellos y pinlorescos los liabia escrito. Entre estas sangrientas satiras es notable la que principia: Ali! mil seiioret porU, llrjcubransc ya ea carat: D.-snmlrtisr aquellos morot Y acabmse ja en umbra*. Vayaie con Diot Gazul, l.lrir r! .lialild a Celinoaja, Y vurlvaii rt* inarlol.n A quin tf Ia din prrMjd, lr. 494 H1STOHIA CIllTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. cos, tomaron en Castilla los estudios clasicos, habia carabiado en- tre tanto formalmente el aspecto de la literature y poesia erudita. Yencida esta por el arte toscano latino, con la innovacion llevada a cabo por Garcilaso, y acreditada con sus 6glogas la poesia bu- colica, que en Italia habia producido la Arcadia de Sannazaro, el Pastor Fido de Guarino y la Aminta del Tasso, se entregaron muchos poetas a la irnitacion de estas celebradas producciones. La Diana de Montemayor, a quesiguieron, con otras posteriores, las del Salmantino y de Gil Polo; el Pastor de Iberia y Ninfas y Pastoresdel Nares, tan maltratados de Cervantes ! ; el Pastor de Filida, y otras muchas novelas pastoriles en que procuraron los ingenios espanoles seguir las huellas de los italianos, vinieron a crear un raundo portico, no raenos extrano a las costumbres es- panolas que lo era el caballeresco, cuyos fantasmas Iogr6 desva- neceral cabo la prodigiosa satira del cautivo de Lepanto. Llevaba esta poesia el mismo carnino que el resto de la litera- tura: careci6ndose en las ciudades de verdadera libertad 6 inde- pendencia, efecto del estado politico de la monarquia, necesitaron los hombres pensadores que sentian arder en su corazon el fuego del genio, salir al carapo para respirar el aire libre de las flores- tas. Gozaban alii, en una vida facticia, de los placeres que les brindaba unicamente su imaginacion, placeres tanto mas pasaje- ros 6 incompletos cuanto mas distantes se hallaban de la realidad que les ofendia; y empenados en la imitacion de los clasicos, grie- gos y latinos, ya lamentaron indirectameute y bajo forraas buc6- licas la p6rdida de la libertad y los desastres que amenazaban al Estado 2 , ya contribuyeron en cierta manera a desnaturalizar la 1 El Ingenioso Hidalgo Don Quijote, Parte I. a , caps. VI y VII. 2 Desde que las Coplas de Mingo Revulgo aparecieron en Caslilla para cen- surar la conducta de Enrique IV, fue arbitrio de los poetas valerse de los pastores, cabanas y ganados para significar el abandono, la incpcia 6 Urania de los reyes, poniendo asi de resallo el estado de servidumbrcpoh'lica, a que la nacion iba sicndo rcducida. Es por cierto notable el dcscubrir en la poesia cspanola semcjante inclinacion, manifcstandose en clla en parte comproba- da la opinion de los criticos, relaliva a que el arte simbolico del Oriente nacio para^cprcsentar la protcsla pasiva de la csclavitud contra la inconlras- lable tiraaia de las castas. En ^foclo, /iie otra cosa sigrriifican osas com- I'AIUE I. ILUSTR. FUltMAS hi LA POESIA VULGAR. 4<)5 poesia de los populares, alejando al romance (que cmplearon tam- bien para bosquejar las fiugidas Arcadias) de sus primitivas fucn- tes. Desalqjada asi la litoratura popular de las trincheras en don- de sucesivamente habia defendido su independencja, se veia al cabo obligada ft militar bajo extranas banderas, naciendo de se- mejante servidumbre los romances pastoriles, que nada 6 inuy poco significaron directaineute en nuestra poesia, durante los si- glos XVI y XVII, respecto del estado social y politico dc Espana. No representaban ya, enefoclo, aquol 6rden de ideas y de senti- mientos que dieron vida ft los hisloricos, que prestaron algun co- lor a los caballerescos y que matizaban vigorosamente ft los mo- riscos: abjurando hasta cierlo punto de su originalidad , trazaron solo escenas campestres, pintaron los juegos, los amores y los celos de los zagales, y aparecieron, para valernos de una expre- sion po6tica, En traje pastoril, cogierulo flores '. Mas aunque por esta scnda se apartaban de su verdadero ob- jeto, no puede negarse que los romances pastoriles fueron fftcil instrumento para retratar la vida de las cabanas: aquella fresca y lozana forma, desarrollada al sembrar los trigos, no carecia por cierto de sencillez para acomodarse ft las descripciones de los pa- cilicos oteros y florestas, ni de flexibilidad para expresar los dul- ces afectos de los pastores. Ganaron por ej contrario los roman- ces castellanos, al hacerse pastoriles, mayor pompa y perfeccion rospecto de la forma, pues que habian caido en manos de los poe- l>osicioncs simbiilicas quo en el siglo XVI produce la poesia castellana? No sicndo posiblc al pueblo cspaiiol manifcstar ya su opinion dc una manera directa, como lo habia hecho en sus can tares durante los ticmpos raedios; j^ravando el Santo Oficio sobre el cora/on de nuestros padres, cotno una hor- rorosa pesadilla, solo pudieron exhalar sus quejas dc un modo indirecto, apc- lando a la vida campestrc y a los ganados, cabanas y pastores para formular su censura sobre todos los actos del gobierno. Esto es lo que, en nueslro jui- cio, representan por cgcmplo los Avitot proftlicoi que en i572 daban al rey don Sebastian varios poctas Portugueses que cscribicron en lengua castella- na, y esto nos enscfian tambicn los \risos comunicados en igual forma al rey don Felipe II. i Martinez dc la Rosa, Artf fwflica, cant. IV. 49G HISTOR1A CRfTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. tas eruditos; mas perdieron al propio tiempo no poca de su anti- gua fiierza y energia, y comenzaron, ya desde principles del si- glo XVII, a ostentar tan extranas galas y atavios, que desposeidos de su natural llaneza, cayeron al fin envueltos en la ruina total do las letras. Era esto inevitable consecuencia de las condiciones a que se sometieron: de forma popular que fueron en casi todala edad media, se habian hecho eruditos, y no sie"ndoles posible sos- tener aquel tono contrario & su Indole y a sus origenes, se hun- dieron en los mayores des varies. Los romances pastoriles, re- presentando la omnimoda influencia del arte toscano-latino en la literatura espanola, forman pues una especie de par6ntesis en la historia de la poesia popular, si bien manifiestan, aunque siempre de un modo indirecto, el estado de servidumbre a que habia ve- nido el pueblo castellano. Cuando consideramos que en la misma e" poca en que los leones de Espana rugian al par en las margenes del Albis y del Orinoco, llenando ambos mundos con la fama de sus proezas, enmudecen los antiguos juglares de boca, abandonando a los vates eruditos sus antiguos h6roes y sus mas caras tradiciones; cuando contem- plamos que aquel digno instrumento que en los pasados siglos ha- bia servido, ora para ensalzar las hazanas y las virtudes, ora para acusar a los cobardes y a los traidores, entregandolos & la execra- cion publica, no podia ya re velar lo que estaba acaeciendo en uno y otro hemisferio, fuerza es convenir en que algo fatal habia su- cedido en Espana, anunciando un pr6ximo y terrible rompimiento entre todas las clases que apinadas antes en torno de un solo es. taadarte, formaban un solo pueblo. Pero este divorcio que se vis- lumbra en los romances pastoriles, por la negacion de todo sen- timiento patri6tico, aparece ya realizado al examinar los que han merecido nombre de vulgares. VII. Mientras se apoderaban los eruditos, segun queda insinuado, tnaschdl, apellidados por los arabes con el de ( J^, mistlon; recibicndo entre los moradores del archipielago he- lenico el de Ttapotfxta, paroimia, y llevando entre los latinos los de adagium y proverbium, tienen en todas paries el mismo on'gen y desenvolvimienlo. En Espana, si bien exporvdremos adelante como y por que senda llegan a apo- derarse delas formas, con que ban venido a nueslros dias, no podian apare- cer de distinto modo: asi lo demuestra, demas de otras muchas razones filo- soficas, el titulo de refran, que ha persistido sobre cuantos llevaron en la edad media. La voz refran, que en sentir de doctos humanistas nace inme- diatamente del referanl latino, indica la relation, referenda 6 trasmision de una maxima 6 dicho que tienc por objeto el provecho inmcdiato del indivi- duo que lo repitc, y que dictado por el anhclo de la propia conservacion bus- ca (refiriendo) en el egemplo ajcno salutifcra ensenanza. Idenlico uso tuvie- ron el adagio latino (quasi circum agium) y los provcrbios dc los referidos pueblos. PARTE I. 1LUSTR. LOS REFIl. CO>SID. COMO ELEM. DEL ARTE. 507 cio de los erudites, que los celebraron en sus obras, ora expo- niendo simplemente su valor, ora ilustrandolos con doctos comen- tarios. Mas no por haberse altcrado las formas exteriores se adul- tera la esencia de la doctrina atesorada en los ret'ranes, que ilus- trados y expuestos ya por los fi!6sofos y poetas, se aplican de nuevo al uso constante de la vida. Aunque las proposiciones que el vulgo tiene (decia Mai-Lara) scan de lo mas intimo de la phi- losophia, llamaronse vulgares, por dadas ya al vulgo y puestas en vocablos resc.ebidos y entendidos comunmente, en tal manera que no es menester oir aquello de la boca del misrao maestro '. Asi pues, lejos de nacer entre las personas doctas, como el autor del Didlogo de las lenguas supone, brotaron los refranes de grie- gos y romanos en el seno del pueblo, y embellecidos luego por brillantes formas literarias, volvieron a ser patrimonio de la mu- chedumbre, pasando de edad en edad a las mas remotas gene- raciones. No por otro sendero se propagan y connaturalizan entre los pueblos de la edad media, hundida ya en lastimosa decadencia la gran literatura que reconocia su tronco y raiz en el cantor de Aquiles. Conse"rvase entre los doctos la forma, de que llegaron a revestirse en la 6poca de su mayor brillo, como se guarda y co- munica de una en otra edad la memoria del arte producido por la antigua civilizacion, cuyos lejanos resplandores se iban debili- tando poco a poco hasta perderse absolutarnente para el vulgo; pero no concibitindose por los que se preciaban do erudites otra autoridad que la conocida por el tiempo, ni otra razon que la es- cudada en nombres respetables, llegabaso al extremo de poner bajo la 6gida de la antiguedad todo linaje de sentencias, maxi- mas y aforismos, filiandolos principalmente bajo los nombres de Caton y de S6neca. Los Dlsticos del primero que dejamos ya men- cionados 2 , y los Proverbios del segundo, de que en Itigar opor- tuno daremos mayor noticia, recogiendo todo lo mas notable que en moral, en politica y aun en religion poseia la edad media, ya proviniese de griegos y latinos, ya fuera hijo de la civilizacion 1 Philosophic vulgar, prcamb. I. 2 Cap. XIV. 508 H1STOR1A CRlTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. cristiana, fueron pues el deptisito y como el arsenal, adonde los entendidos acudian para tomar lecciones de esa filosofia practi- ca, hija del natural instinto de la conservation, discipula de la experiencia y maestra de la vida. Mas llegado el instante en que la literatura latino-eclesiastica desarrolla en un sentido propio las formas 'artisticas, prohijadas por ella desde la e"poca de Yuvenco y de Prudencio *, no sola- mente aspiran los eruditos a enriquecer con el fruto de su obser- vation y experiencia aquellos estimados repertories, sino que so- raeten a nueva forma asi las maximas y avisos derivados de la an- tiguedad como los debidos a sus propias especulaciones. Penetra- ba este deseo en las escuelas, creadas en medio de la oscuridad de aquellos siglos para conservar la tradicion de los estudios; y mientras Juan de Milan acopiaba en su Medicina Salernitana cuantos principios de aquella ciencia habia dado por buenos el comun asentimiento de los doctos 2 , compilabanse por todas par- tes los proverbios y aforismos tornados de las demas ciencias, 6 ya exornados con las nuevas galas de la poesia latino-eclesiastica, se fiaban desde la juventud a la memoria como uno de los mas preciados tesoros de las letras. Ni dejaron tampoco los adagios, asi ataviados por los discretos, de hallar cabida en las obras histtiricas, prestandoles no poca au- toridad con la fuerza de la doctrina; egemplo que hubo de ser imitado mas adelante por los cronistas que escribieron en las len- guas romances. Su utilidad, universalmente reconocida, era en consecuencia el principal titulo de la estimation que alcanzaron y el unico vehiculo que los llevaba de generacion en generacion, aclimatandolos en cada comarca con nuevo y especial colorido, conforme a las necesidades de su respcctiva cultura y al caracter de sus costumbres. 1 Vease cl cap. V del tomo anterior, y la Ilustracion II. a dc cste vo- lumcn. 2 Tiraboschi, lomo 111, pags. 403 y siguienlcs; Ginguene, tomo I, p;igi- na 126. PARTE I. ILU3TR. I.OS REFR. COSSID. COMO ELEM. DEL ARTE. 509 II. A estas leyes gcnerales aparecen pues sujetos los refranes 6 adagios de los doctos en el suelo do la Peninsula Ib6rica. No ban llegado a la posteridad en el crecido niimero que fuera tal vez necesario para discernir perfectamente lo que eran y representa- ron con relacion a las ciencias de que se alimentaban; y a pesar de ello, los que se ban trasmitido a nuestros dias nos abren ex- pedite camino para reconocer el intimo enlace de sus formas y las que ostentaba la poesia latina, exornada ya do las riraas, se- gun dejamos manifestado en la Ilustracion antes citada 1 . Recogia estas venerables reliquias, de que dejamos expuestos notables egemplos, Mossen Pedro Yalle"s en su copiosa coleccion de refranes aragoneses ycastellanos,que volveremos a mencionar mas adelante; y aunque por no habej' tenido verdadero proposito artistico, no comprenditi en su libro todos los metres empleados en los latinos, bastan sin duda los que nos conserva para comprobar nuestras observaciones. "Veamos en efecto los siguientes avisos higie"nicos, formulados en versos de diez y seis, quince, catorce, trecey doce silabas, los cuales llevaii la rima en los hemistiquios: I. Post pisces nucet, post carnes caseum mmduces. II. Caseus est sanus, si flat avara maims. HI. Post prandium dorftire, post coenam mille passus ire '. IV. Stercus et urina medici sunt prandia prima. V. Ubi definit phisicw*, incipit mcdicus: Ubi deGnit medicus, incipit clerica*. VI. Surge, puer, mane si vis vivere sane; Quia per multum Aormire, non poles ad alia subi're. estos de ocho, nueve y once silabas, no menos dignos de con- sideracion por su extructura rimica: 1 Pags. 353 y siguicntcs. 2 Este refran fue convcrtido al caslcllano del siguientc modo: Deipaef de comer donnir, de ccnar pasot mill. Rccogitilo cn su coleccion, dc quo tlaromos dcspiics noticia, Loronzo Pal- mireno. 510 HISTORIA CRlTlCA DE LA L1TERATURA ESPA^OLA. I. Qualis vita finis ita. 11. Qui vadit plan, vadit sane. HI. Si Papa studeret, Papa indigeref, etc. Y no se crea que esta formula de los adagios, debida a la lite- ratura latino-eclesiastica, no se desarrolla al mismo tiempo que la raetriflcacion y la rima, cultivada por los que llevaban por ex- celencia el norabre de cUrigos: la Eistoria Compostelana, es- crita en la primera mitad del siglo XII ' , nos da testimonio repe- tido de que existian ya los proverbios ataviados de metros y con- sonancias en la misma disposicion que los compilados por Yall6s, segun convencen, entre otros que pudi6ramos alegar, los dos, con- cebidos en estos tSrminos: I. Non durat quern mors prosternare curat: Octo dies durat quod nos dolor eius adurat *. II. Sunt colla fracta multa, propter bona iacia 3 . Los testimonies en este sentido pueden facilmente multiplicar- se. Parece pues demostrado que las formas artisticas, cultivadas por los erudites, revistieron con sus galas los adagios y prover- bios, creados en estos apartados tiempos, facilitando asi su con- servacion en la memoria y su trasmision en las escuelas, circulos donde principalmente debian lograr autoridad y aplauso. Coincidia con este desarrollo y aplicacion del metro y de las rimas eruditas la formacion de las hablas vulgares, que antes de llegar a escribirse, necesitaban ser r^conocidas cual legitimo in- t^rprete de la civilizacion que les habia dado existencia. Ningun elemento de cultura podra hallarse mas estrechamente enlazado a la vida intelectual de la muchedumbre : ninguno habia que al- canzara a revelar con mas fuerza no s61o sus instintos y afeccio- nes, sino tambien sus ideas y sus creencias respecto de cuantos objetos 6 instituciones le rodeaban. No habia cambiado el pueblo espanol de situacion politica: sus necesidades, sus ocupaciones, sus esperanzas eran las mismas: la guerra, hecha en nombre de su Dios y de su libertad, continuaba siendo, cual en siglos ante- { Vease el cap. XIII. 2 Lib. I, cap. VI. 3 Lib. II, cap. LXXXVI. PARTE I. 1LUSTR. LOS REFR. COPiSID. COMO ELEM. ml ARTE. 511 r lores, el mas noble oficio de los reyes y de los magnates, de los hidalgos y de los pecheros ; y sin embargo los idiomas hablados en los dominios do Aragon y Cataluna, Castilla y Navarra, Leon y Galicia no eran ya la lengua del Lacio , cuya dominacion con- servada por tantos siglos, a pesar de la barbaric, caducaba casi al propio tiempo en todos los pueblos del mediodia de Europa. Necesitd, pues, manifestarse aquella moral practica, que re- glaba las acciones de los cristianps ya en los dias de la prosperi- dad, ya en los del infortnnio, y asi respecto de la religion como de la politica, con las nuevas formas de lenguaje que iban labran- dose en cada uno de los Estados que constituian el imperio del cristianismo ; y aunque no es posible suponer en modo alguno que durante el laborioso periodo que trascurro desde el instante en que comienza a ser olvidada por la muchedumbre la lengua latina hasta el en que se escriben las hablas vulgares, careciera el pueblo espanol de este linaje de filosofia, natural creemos que s61o al fljarse de una manera inequivoca la fisonomia de los na- cientes idiomas, se alterase radicalmente la expresion de los pro- verbios y refranes del vulgo, para ejercer sobre el mismo la sa- ludable influencia que habian alcanzado en todos siglos y na- ciones. Sin duda no hubieron menester acomodarse desde luego, como la poesta popular, al artificio que imponia a esta la necesidad ab- soluta del canto; poro nacidos para servir de instrumento & la religion, cuando exhorta y consuela; a la politica, cuando pre- viene; <5t la moral, cuando ensefia y avisa; a la razon, cuando re- conoce y quilata; ;igs. 403 y iOi. PARTE I. 1LUSTR. LOS REFR. COISSID. COMO ELEM. DEL ARTE. 5 IS ya emanando de la fuente comun do la Iglesia, cuyos himnos ofrecian multiplicados egemplos, ya derivandose a los vulgares do la misma versificacion autorizada por los oruditos, bien que descomponie'ndose 6 amolddndose do nuevo a la ley del canto, constituyeron una parte, y no despreciable por cierto, del caudal m6trico de la musa castellana. Estas consideraciones, que sin duda pudieran tener facil apli- cacion & la historia de la poesfa popular en todas las naciones, y muy especialmente en las meridionales, robusteciendo los asertos que dejamos asentados, nos llevan como de la mano & fijar la vis- ta en los multiplicados metros de quo nuestros mayores revistie- ron los adagios y refranes, a fin de grabarlos sin fatiga ni difi- cultad alguna en la memoria, donde debia fructificar esponlanea- mente su provechosa doctrina. Grande es el numero de combi- naciones me'tricas que aun despues de tantos siglos, en que de- bieron alterarse sucesivamente para irse acomodando al progresivo desarrollo de la cultura y del arte que la representa, encontra- mos en estos peregrinos monumentos: ningun metro de los cul- tivados, ya por la poesfa tradicional, ya por la erudita, se echa de menos en tan variado repertorio, mostrandose casi siempre exornados de vistosas rimas, dispuestas de la misma suerte que las de los versos llamados leoninos, para que sirviendo de cebo y descanso a la memoria, vinieran a ser fiadoras del 6xilo apete- cido en tan ing6nua ensenanza. Este artificio, que permitia siem- pre dar a la sentencia una distribucion acertada, colocando la exposicion de la doctrina en el primer hemistiquio de cada ver- so, y dejando su confirmacion para el segundo, se halla general- mente observado en los refranes que ostentan aquella gala de las poeslas modernas, ora rimen en perfecto consonante, ora tengan unicamente la simple asonancia. Y es lo notable que no s61o en los versos de sllabas pares, cuyos hemistiquios son iguales de todo punto, sino que tambien en los de silabas impares, que difieren en una comunmente, se guarda la misma ley, probando asi que admitido una vez este ornato, llega semejante forma poelica a hacerse connatural con los refranes. SIC HJSTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOJ.A. III. Yiniendo ya a dar razon de la extructura de estos, por mcdio de egemplos, los cnales hagan mas sensibles las observaciones que vamos exponiendo, comenzaremos por los versos de diez y siete silabas, que como los de quince y trece nos rccuerdan los exametros latinos: el primer hemisliquio consta de ocho y el se- gundo de nueve, en esta manera: I. Quando el vtllano esta" rico, | nin tiene pariente ni amigo. II. Si s'perdierou los aniellos | aqui fincaron los dediellos. Ill Mas quiero asno que me lieve | que cavallo que me derruoque. IV. De mala mogier te guarda | et de la buena non fies nada. V. Di tu socrelo a tu amigo j e serds siempre su captivo. 'VI. Dos amigos de una bolsa, | el uno canta et el otro Mora. VII. Al coneio et al villano, | despedaeale con la inano. VIII. Quien es farto del ayuno | non tiene coibdado ninguno. IX. Mas vale flaco en el mato | que gordo en el papo del gato. X. Daca el gallo toma el gallo, | fincan las plumas en la mano. XL Camino de Sanctiago | tanto anda el coxo como el sano. XII. Non veo maior dolor | que muchas manos en taiaclor. Convenicnte juzgamos advertir, antes de prcsentar egemplo d. otros metres, que establecida la rima al final de una y otra parte 6 hemistiquio, siempre que a'quella es masculina 6 aguda, tiene cada pi6 dos silabas menos, sin que por esto pierda su valor ni altere su naturaleza; regla general que no s61o comprende a los refranes, sino que abraza igualmente las composiciones de la poe- sfa docta, en cuanto lo consiente la colocacion de las consonan- cias, y cuya observacion, fundada en el genio mismo de la len- gua, ha extraviado.respccto de algunos metros a muy distingui- dos critioos de nuestros dias '. Los versos de diez y seis silabas u octonarios, como los apellida el docto Antonio de Nebrija, son en todo iguales a los quo se encuentran en el poema de los Reyes \ Yeas' 1 lo que dijirtios ya ea ordcn a los versos pcnlametros 6 dc catorcc siliihns, p;i. 441, etc., y mas abajo los cgomplos quo dclos mismos nos ofro- con los rofranos. I'AUTE I. 1LU3TR. LOS KEFK. COSSID. COMO ELEM. DEL AHTE. 517 May os y en l&Cronica 6 Leyenda de las Mocedades del Cid, se- yun se comprueba con el examen do los siguiente's: I. El obispu de Sand lago | uru I'espada, ural'blago '. II Quien bicn sirve, bien tlesirve: | quien bien desirve, bien sirve. HI. Guarte d'ome inal barbado | el de vientu acaunalado. IV. Abaxanse los estrados | et Gclmircz, de quien lambien se dijo: Kl nlii|iii (I.- S.HI, I |.i go | h.illrsl.i i- 1 i-ny.iilo. Vtiase lo cjuc sobro eslc pcisoiiaje nos euscfia la llitloria C.ompoxtelana, en cl cap. XIII del prcscuto vulumcii. '1 Grawutica caslelluna, cap. VIII; vcaio la pag. 13 1 do clc volumen. 518 H1STORIA CHlTICA DE LA LITER ATURA ESPA^OLA. VIII. Toc6se Marihuela | et el colodriello de fuera. IX. Sanct Johan es venido: | raal aya quien bien nos fizo. X. Si me vistes, burle"me; | si non me vistes, call6me. XI. La mogier algarera | nunca face luenga tela. XII. Quien burla al burlador | cien dias gana de perdon. Sin gran diflcultad se comprende en efecto que esta forma me" - trica esta calcada sobre el exametro latino, de igual numero, en cuyo segundo hemistiquio pens6 descubrir Sarmiento el origen de los octosllabos *. Lo mismo se advierte en los refranes que si- guen, escritos en pentametros y rimados en el centro y en los fi- nales: I. En vino nin en moro | non pongas tu thesoro. II. comet et non gimades | 6 gemit et non comades. HI. A mi fijo locano | non me lo cerquen quatro. IV. A d6 te quieren mucho | non vayas d menudo. V. En casa del ferrero | cochiello mangorrero. VI. Obispo por obispo | se"alo don Domingo 2 . VII. Fuego face cocina | que non mo9a fardida. VIII. Duerme con tu enemigo | 6 non con tu vecino. IX. Quien malos passos anda J malos polvos levanta. X. Por casa nin por vinya | non tomes mogier ximia. XI. Ensan6se el villano | et fico del su panno. XII. La tierra que me s6 | por madre me la he". . Los egemplos de versos de trece silabas no son tan comunes en la poesia escrita: hallanse no obstante en el Poema del Cid, re- cordando ya los escazontes, ya los exametros del referido nume- ro, y con harta frecuencia en los refranes, insistiendo en un he- mistiquio de seis silabas y otro de siete, 6 en uno de cinco y otro de ocho, rimados del modo que estos manifiestan: I. Mandan al gato | e el gato manda en su rabo. II. Barba mojada | tomela enxuta en la cama. III. La muger loca | por los cabos merca toca. \ Mem. para la hitt. de la poesia, num. CDX1V. 2 Este refran, quo debe su origen a la famosa anccdola dc la eleccion de don Domingo Arroyuelo, obispo de Burgos, acaecida a principles del siglo XIV, parecio ya existir virtualmenle acaso antes de la epoca a que sc rcfierc, bicn que con csla forma: A lautu por tauto | Avito licve el uiaoto. PARTE 1. ILUSTR. LOS REFR. CONSUL COMO ELEM. DEL ARTE. 519 IV. Non face poco | quicn se dcfliende de otro. V. Grano & graiio | iinclic la gallina el papo. VI. Entre guerra e paz | el quo malan y se yaz. VII. Esse pierde feriu | quc non tieiie que venda. VIII. Refilat, tortero, j quel fusso es de maderu. IX. Obras son a mores | 6 non buenas razones. X. De ome hcredado | non te verds vengado. XI. Fijo non avemos | 6 nombre le ponemos. XII. En el aldeguela | rods mal ha que non suena. Los versos de arte mayor 6 cuatro eadencias, talcs como los emplea el Key Sabio en sus Cantigas, y fueron en los siglos XIV y XV cultivados por los poetas eruditos, aparecen tambien con la rima en el priraero y segundo hemistiquio: I. Bien sabe la rosa | en que mano posa. II. Conseia d'orrella | non vale una arbella. HI. Onra sin provecbo | aniello en el dedo. IV. Ama sodes, ama, | mientrael nino mama. V. Sirve d senor noble, | magiier sea pobre. VI. Tu bamba, yo bamba, | non ay quien nos langa. VII. Tiempo tras tiempo | 6 agua trds viento. VIII. La casa es mohina | que non ha farina. IX. Esperame, muerto, | que verzas te cuezo. X. Quien te enriquecio"? | quien te goberntf. XI. Quien yerra et emienda, | d Dios se acomienda. XII. Tres macavedis! | qudn alto que ys!... Y lo misrao sucede con los endecasilabos, cuya division no es por cierto tan facil. Sin embargo, atendiendo a su especial ex- tructura, insiste la rima, ya en el hemistiquio de cinco sllabas, ya en el de siele, con su respectiva correspondcncia al final: en el primer caso el verso es sdfico: en el segundo es propio endccasi- labo, siendo imposible guardar mas exlrictamente las leyes a que se ajustan estos metros, tan abuudantes en los Ilimnos eclesias- licos, antes y despues de la catastrofe del Guadalete. Sirvan do egemplo: I. Ue luengas mares | pocas son las artes. II. Llorarte, abuelo, | agora que non pucdo. HI. A omc bueno | non Imsqucs abolcngo. IV. Burla burhindo | vase cl lobo ul asno. V. Muera Samson | c quantos con el son. . 520 HISTOIUA CRtTICA DE LA LITEKATUKA ESI'ASOLA. VI. A ruyn mocuelo | ruyn capicayuelo. VII. Non hay mejor bocado | quel furtado '. VIII. Lo que la loba face | al lobo aplace. IX. Quien & uno castiga | d giento bostiga. X. Donde no esta" su duono | esta el su duelo. XI. Duena que mucbo mira, | poco fila. XII. Bien come el Catalan, | si se lo dan. Los versos de diez silabas se parten por hemistiquios pares, co- mo los de diez y seis, catorce y doce: I. Alia van leyes | do quieren reyes a . II.- Non hay reyna | sin su vesina. III. Sofrir cochura j por fermosura. IV. Amor de niiia | agua en cestilla. V. Ma's vale trague | que Dios vos salve. VI. Yo que me callo, | piedras apano. VII. Bien canta Marta, | quando esta farta. VIII. Amor de monjas | luego de estopas. IX. Ome que presta, | sus barbas messa. X. De luengas vias | luengas mentiras. 1 Este adagio popular, nacido de la avicsa inclinacion a codiciar lo del projimo, dio sia duda motivo a aqucllos felici'simos versos dc Gar- cilaso: Florida, para mi dulce y sabrosa Mas que la fruta del cercado ageno. La poesia popular ha ministrado en todas edades ideas y senlimientos a la erudita. 2 Los antiguos cronistas, y enlre ellos el arzobispo don Rodrigo (De Re- bus Hispaniae gestis, lib. VI, cap. XXV), ascguran que cste proverbto vulgar tuvo nacimiento de la preferencia dada por Alfonso VI en 1077 a la liturgia galica (romana) sobre la espatiola, dcspucs dela prucba del fucgo y del hierro, en que alcanzo victoria el rito isidoriano, apcllidado a la sazon mozdrabe. De- bemos observar que en los Refranes del marques de Sanlillana, de donde to- raamos cstc, aparece ya modificado el lenguaje, si bien conserva su primiti- va forma arti'slica. En la Cronica general es un verso cndecasilabo de csle modo: DA quieren reyes \ alld van las leyes (fol. 312 dc la cd. de Ocampo, col. 4): en otros Mss. del siglo XIIF se lee: Alld van leys dd quieren retjs. En cuanto a su anligucdad no hallamos dificullad alguna en admitir, dados los estudios en su lugar realizados sobre los or/genes y formacion dc las Iiablas vulgares, que existia ya siglos antes dc la fecba que la forma actual presu- pone. No se olvide que rcconocida su aulenlicidad, conslituye una prucba dc grande importancia para dctcrminar la anligiicdad de los mclros popularcs en la poesia meramente tradicional; hccho que cii su lugar rccordarcmos. PARTE I. ILUSTR. LOS HEKR. CONSII). COMO ELEM. DEL AUTE. 521 No asi los de nueve, que siendo mcnos usuales en el parnaso espafiol, se dividen naturalinente eri dosgrupos de cuatro y cinco silabas, alternando en su colocacion, segun nos advierten los que siguen: I. Grand tocado | 6 chico recabdo. II. Dalle, dalle: | peor es furgarle. HI. Dins ' villa | compnnen villa. IV. Cada gorrion | con su espigori. V. Non lodas ve<;es | pan 6 nueces. VI. De padre sanlo | liju diablo. VII. Todas las aves | con sus pares. VIII. Do laics bodas | talcs lorlas. Ya se consideren los octosilabos como hemistiquio de los octo- narios, ya como dimetros ydrabicos, ya como derivation del se- gundo hemistiquio de los examelros de quince silabas, hallanse en los refranes divididos en dos paries enteramente iguales, exor- nada una y otra de asonantes 6 consonantes, en esta manera: J. De ora en ora | Dios meiora. II. Oy vc.nido- 1 e eras garrido. HI. Jura mala | en piedra caya.. IV. Parto malo | e tija en cabo. V. Muera gala, | e inuera farla. VI. A sol pueslo | obrero suello. VII. Quien destaxa | non baraxa. VIII. Cara en canto | o vifia en pago. IX. Mula blunca | 6 virj.i 6 manca. X. Mas da el duro | que el maduro. Cuando el consonante es agudo, se pierde naltiralmenle una silaba, ora en el primero, ora en el seguudo hemistiquio. Asi su- cede en: I. Anles quebrar | que doblar. II. Mas vale saber | que aver. III. Quien juro, | non me engafi6. IV. Ojo alia, | que feria va. Frecuentes sou los versos de pi6 quebrado 6 monomelros, quo se asocian a los octosilabos, como: I. Zorrilla quo mucbo larda, caza aguarda. II. Es lenida por mas casta 522 H1STOHIA CRlTICA DE LA L1TEKATUIU ESPAiSOLA. la mds cauta. HI. Toro, trucha, gallo 6 Larbo, todo en mayo. IV. Quien de Jos suyos se alexa, Dios le ilc\,-i . V. Entre gabiella et gabiella fambre amariella. , En este ultimo verso se cumple la regla establecida por Nebrija y Enzina en su Gramdtica y Poetica castellanas, citadas repeti- damente, entrando con una silaba perdida. Los eptastlabos, me- nos comunes que los anteriores, lie van la rima, unas voces en un hemistiquio de cuatro y otras en uno de tres, correspondiendo, como en todos los metros citados, al final: por tanto leemos: I. Nuestro goco | en el pogo. II. Sobre brevas | non bevas. III. De la mala | te guarda. IV. A rey muerto | rey puesto. V. Non fies | nin porfies. VI. Los fijos | son nas9idos. VII. Mis vieia, ! mds pelleia. Concie"rtanse estos versos con los de cinco silabas, formando el pie" de esos cantarcillos populares tan graciosos y flexibles que han recibido modernaraente el norabre de seyuidillas: I. Cochiello de mugeres, corta si quieres. II. Non sabe la golpeia con quien trebeia. III. Quien s'assana en la boda, pie"rdela toda. IV. Dende quieres & tienes, el terciopierdes. V. Pierde el asno los dientes, ' non las mientes. VI. Quien mala muger cobra, siervo se torna. Ni son menos notables los cxasilabos, que guardan la misma ley general en la colocacion de las rimas, tal como en: I. Su alma | en su palma. II. Quiil ores, | tal medres. PAKTE I, ILUSTR. LOS RKFR. CONSID. COMO ELEM. DEL ARTE K23 III. 6 monge, I " calunge. IV. M;uli'\;i I sin cuenda. V. Si tuerta, | non tuestra. Y otros del mismo g6nero. A voces los pies de cinco silabas estan dispuestos do suerte quo produeen una coplilla entera, en- ccrrando un solo refran 6 proverbio. Tal vemos en esla: Derramadora De la farina, Allegadora De la ceniza. Y en no pocas ocasiones acontece lo mismo con los montime- tros, do quo puedo servir de egeinplo el siguientc refran: Fijo fuyste; Padre sera's: Qual feciste, Tal avras '. 1 En la rcferida colcccion del marques de Sanlillana dice eslc refran: Fijo tret; Padre sens: Qual ficieres, Tal avras. Nosolros lo lomamos del Valeric de las Historian, lit. IV, cap. I. Como cgemplo de olros cantarcillos, citarcmos este visiblcmente iiavarro: Estella. la Bella. Pamplona, la bona, Olile et T.ifall.i La flor de Navirra. eslc, aragones sin duda, mas antiguo: Amor de Criire Non dura gaairr: Et ti dura guaire. Mala pnral fr.iirr. esle que, si bicn mucho masmoderno quclos trascri los , cs uua graciosi redondilla: Ni en iuvieruo vii'Lidcro, Ni en nloiio Minbradcr, Ni cun niee ra> Taijucrn, Ni de ruyoes c* scaur. 524 HISTOKIA CKiTICA DE LA LITERATUHA ESPAiNOLA. IV. Ahora bien: ^que mas pruebas pueden alegarse de que los re- fraiies, populares por exoelencia, siguen en toda la edad media el mismo camino que llevaba la poesia vulgar desde el momenta en que nos es dado apreciar sus formas artisticas por medio de la escritura, hasta llegar a su mas completo desarrollo?... Y deci- mos con toda seguridad durante la edad media, porque, a excep- cion de muy contados proverbios, todos los que dejamos trascri- tos estan tornados de la preciosa coleccion formada por el docto Marque's de Santillana, de 6rden del rey don Juan II, y por tanto antes de 1454, en que pas6 dicho soberano de esta vida: no po- cos fueron tambien citados por escritores del siglo XIV, como an- tiguas fabltellas, y algunos incluidos, con la misma calificacion, en poemas, crtinicas y tratados del siglo XIII *. 1 Un escritor cxtranjero de nucstros dias, a quien no puede neg-arse di- ligencia, perspicuidad, ni fortuna en la investigacion historica, afirma con- tradiciendo a Sarmiento, cuando este apela a los refrancs para probar la anttgiiedad del melro de los romances, que no existe adagio alguno, cuyos uterininos de cxpresion scan antcriores al siglo XIV, en versos trocaicos d wcatorce, quince 6 diez y seis silabas (Dozy, Recherches sur rhistoire politi- que et litteraire (TEspagne, elc., pag. 620). Muy avenlurado nos parece esle aserto, pues que abundan los testimonies para contradecirlo, y desde los pri- meros monumenlos de la poesia escrila hallamos en efeclo irrecusables prue- bas, ora respecto de los indicados mclros, ora de olros menores, entre los cua- les hallamos hasta el endecasilabo. En el Poema del Cid, leemos (verso 126): Nou ducrme sin sospccha | qui auer liene monedado. En el Poema de Alexandre, no solamente se hallan muchas maximas y sentencias que tienen caracter y valor de adagios vulgares, sino eslas notabi- lisiinas declaraciones (copl. 1743 y 2076): I. Cuemo dizcl proverbio | ijue non fia encoiierla Que en cabo de la coa | en bien se rrvierta, II. Mas los proverbios vieioa | dierapre ton verdaderos; Que cieii !<>!} rafez \ ve/icen a dm corJcros. No se pierdade vista que Juan Lorenzo de Astorga llama a eslos refrancs proverbios vieios antes de medlar el siglo XIII, en que escribe su pocma: pai-tida la misma cenluria, Irazaba el Hey Sabio su Grande el General Eslo- PARTE I. ILUSTR. LOS REFR. CONSID. COMO ELEM. DEL ARTfc. 52:i Y si estos adagios , verbos , palabras 6 relraeres , que ami despues de las diversas modificaciones quo indudablemente han experimentado en sus formas gramaticales, conservan tan incqui- ria, y en su lll. a Parln, citamlo otros rcfranos, cscribia el siguiente: hi fijo abio .ilrjjr.i al padre, Mas rl locu irMiv.i dr la madre. En los Eitablimientos de Sancti Jacoln, codice dc mediados 6 lal vez dc principios del mismo siglo XIII, sc cita la fabliella anligua do: I. Non podetnos seer melon's | tie nurssos antr^esores. (Real Acad. de la Hist., fond, dc Bencvivere). Ya al finardo aquel siglo, componia su Libra de los Castigos el rey don Sancho cl Bravo: en cste peregrino tratado , conocido apenas de los.eru- ditos, se leen entrc otros muchos refrancs, caljficados tambien de viejos los siguientes (Caps. 1, 19; 21 y 33): I. Nin -i fuego iiin i vr.i- \ con to sennor pnrt prrai. It. Las in inn-, en la nn'c.i | u Ins oios en la purrta. III. Kl liin-n psfiiiT/o renre | mala vrntura. IV. Ome aperriliido | mcdio cotnbatido. El celebrado don Juan Manuel, que florecc en la primora mitad del XIV. decia en el libro de \osCastigosdsuhijodonFerrando: uPalabra c retrayrc wantiguoesde Castiella quc: I. Quien bien sirve, hien desirve: | qnien bien desirrebien sirve.n (Cf)d. S. 34 de la Bibl. nac., cap. IV., fol. 35). Y prescindiendo de los versos, quc siguen a los apologos y egemplos del Conde Lucanor, imitados durante el siglo XIV por los cullivadores del artc simbiilico, quc en su lugar estudiaremos, hallamos en la II. * y III." Partc del expresado libro algunos refranes vulgarcs, enlre los cicnto cincucnla ptover- bios erudites, de que se componcn: tales son: I. El rry rey, (johiorno; ] rl rry non rry, noil gobirrna. II. Qaantos noinbran la Trrdal, | nan andan por IM carrrraf. No debe tampoo* olvidarse cl incquivoco testimonio que nos da cl archi- preste de Hita respeclo dc laantigiiedad de los refrancs melrificados y ri- mados: cslc cscritor, quc acopia en sus poesias gran numcro dc provcrbios y fabtiellas popularcs, cuya doctrina sirvc dc vcrdadcro csmalte a sus peligro- sas y picanles ensenanzas, nos trasmilc, cntre otros muchos, los quc sigucn I. Bl iMH-.iiitadur innln | saca la culrbra del forado. II. El s.ibio vmi-rr al lueo | con consrio. nnn r> pocn. III. Cuancio tr dan la cabliclla | acorrr con la toguirlU. IV. Moro mlo. moro malo | in,i ral rnfrrmo tjur ano. V. Ka conteio de aaifOi | fuycloor ilr enrmigo. VI. Kicarha l.i gallina J r fella MI prpila . 520 HISTORIA CRtTICA UE LA LITERATURA ESPANOLA. vocos vestigios de venerable antigiiedad, que ban sido presenta- dos cual piedra de toque de la lengua castellana, por ser nacidos y criados entre las viejas tras del fuego, hilando sus ruecas ^c6mo no ban de ser tornados en cuenta, al estudiar las formas artfsti- cas de nuestra popular poesia? ^Ni c6mo, heeho ya este examen, puede abrigar la critica duda alguna respecto del origen de estos eteraentos porticos, aventurandose a caer en reprensibles errores, por apartarse de la senda que en semejante investi- gation nos dejan ellos mismos trazada?... Repitamoslo con to- da la seguridad que nos inspira el convencimiento hist6rico: si al quilatar bajo el punto de vista meramente artistico las primicias VII. Donde te quieren mucho | non vay;is a menudo. VIII. Mas vale suelta estar | la viuda que casar. IX, Pan e vino jueja | que non camisa inirva. X. Non hay encobicrta | que a mal non revierta. El refran sefialado con el numero III se halla en algunos codices del si- guiente modo: Quando te dan lacrabiella, \ prenlla con la tu soguiella (Bibl. de Salazar, Acad. de la Hist., cod. A. 2): el X, fue citado ya un siglo antes por Juan Lorenzo de Astorga, segun va notado. En todos aparecen empleados los priraitivos metros de la poesia popular desde los de diez y siete hasta los da doce. Ponia el archipreste de Hita termino a su libro en la Era de 1381, ano de 1343; y advirtiendo, cada vez que cita uno de los preinsertos adagios, quo era antiguo relraere, vieia fabriella, vierbo 6 palabra, licito nos parecededucir que por lo menos deberian contar medio siglo de existencia en la forma, con que losrepite. Mas como por otra parte es indudable que el rcy don Sancho, al doctrinar a su hijo, alega la autoridad dc los refranes del vulgo, y califi- candolos tambien de antiguos, presenta repetidos egemplos de versos de ca- torce, quince y diez y seis silabas rimados y por rimar; como dandoles igual calificacion, los emplean otro medio siglo antes el autor del Poema dc Ale- xandre y elRey Sabio, no creemos desacerlado el concluir, que la proposi- cion del entendido Dozy no puede sostenerse. Los refranes castellanos, deque nos dan noticia los monumentos lilerarios del siglo XIII y principles del XIV, ofrecen en su cxpresion los mismos caracteres que los rccogidos a mcdiados del XV por el Marques de Santillana, debiendo observarse por ultimo que en ticmpo del mencionado archipreste de Hita se diferenciaban ya loscompucs- tos de versos largos de los formulados en metros de nueve 6 menos silabas, con cl nombre de retraeres grandes 6 proverbios chicos. Entre cslos mcnciona: I. A mal fecho | ruego, e pecho. II. Romero fito | laca (atico,etc. que gnardaii la inisuu cxtruclura en la colcccion del Marques. PARTE I. ILU3TR. LOS RKFR. C01SS1D. f.OMO ELEM. DEL ARTE. 527 do la poesia escrita, contcmplamos en ellas cl sello de la literatu- ra latino-eclesiastica, quo aim degcncrada y docaida do su anliguo lustre, revela clara y distintamonte su generosa procedcncia, al reconocer uno por uno todos los metres quo atesoran los refra- nes castellanos, no solarnente hallamos la confirmacion palmaria do esa influencia, por tantos titulos legltima, sino quo abarcando de una sola mirada la historia' exterior del arte, sorprendemos en ellos la admirable unidad quo guardan su's metros con los emplea- dos por los eruditos. Desde los versos octonarios, 6 de diez y seis silabas, usados en los poemas do los Reyes d'Orienle y de las Mocedades del Cid, hasta los dlmetros y mondmetros (de ocho y cuatro) cultivados por Jorge Manrique; desde los pie's de diez y siete, quince y trece silabas, que siendo remedo de los exdmetros latinos, se hallan en no muy apacible consorcio en el Poema del h6roe de Vivar ', 1 Dojamos ya notado en la Ilustracion II. a quc la mctrificacion de csle pcregrino poema insiste principalmente en la imitacion de los pentametros, manifestando al par que abundaban en el los pics de diez y sicte, quince y trece silabas, derivados de los exametros. Para que puedan ser comparados con los versos que en los refrancs tienen igual numero, pondrcmos aqui al- gunos egemplos. DC diez y sicte silabas: A la rxiil.i de Vivar | ovir-on la corneia Jiestrn. Que jirnli'rir Ins nacres | e mis los oio.s tie la car*. Mas rl Criador os T.ila | con todas MIS virtuilrs vanctas. At.-vos iluii.-i Ximena I con aus cnsemos de caTalgar. Que de dia nin de noche 1 Don les ili.krn arrebala, etc. De trccc, con licmistiquios de cinco y scis silabas, como en los rrfrancs: Finci'i loi jrnoio | dc coraion ro|;aha. l)c todo ccinduclio | bien los ovo baslidns. Kerlo be amidos, | dp gr.ido non a Trio nad-i 528 HISTORIA CRiTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. hasta los sueltos y graciosos bordoncillos de cinco silabas; desde los pentametros del referido poema hasta los versos de dos caden- cias de Juan del Enzina ; todas las combinaciones admitidas y practicadas por el Rey Sabio ; todas las ensayadas por el principe don Juan Manuel y el archipreste de Hita; todas las mas aplaudi- das en la c<3rte de Enrique III y don Juan II, aparecen, pues, consignadas en los refranes del vulgo, tomando asi carta de na- turaleza entre doctos 6 ignorantes. Hasta los versos endecasila- bos, que solo llegan a triunfar en el terreno de la poesia artistica, por excelencia, entrado ya el siglo XVI, tienen abundantisimos egemplos en los adagios castellanos, no dejando duda alguna la disposicion de sus rimas, sujetas al sistema generalmente obser- vado en 6rden a losdemas metros, de que si no pudieron acorao- darse facilmente a los aires nacionales l , fueron dignos inte"rpre- tes de la moral, de la religion, y aun de la politica, dando razon cumplida de los esfuerzos del rey don Alfonso, de su sobrino don Con vucitro conseio | bastir quiero dos nrclins. Por Rachel e Vidas | apriesa demandaba. Las archas aduchas, | prendet seis$ientos inarclins. Kxiilo i's de Burgos | Arlnnzon ha pasado. Morns e mor.is | avienlos de giinanriu, etc. Y hemos dicho que aparecen en no muy apaciblc consorcio, porque cs en verdad excesiva para la rccitacion de nuestros dias la difercncia que oxiste entre estos metros y aun los de doce silabas, por -mas que rcconozcan lodos un mismo origen. Tal diversidad de metros provenia sin duda de la difercnte indole prosed ica de la lengua castellana y de la latina: contaba esta, como todo el mundo sabe, con silabas largas y breves, que dando toda la flexibili- dad imaginable a sus pies metricos, igualaban un verso de docc 6 trcce con olro de catorce, quince 6 diez y sicto, siendo todos propiamente oxamclros: tenia la castellana unicamente el aeon to para determinar la flexibilidad y cn- dencia del verso, siendo de todo punto igual el valor dc las silabas; de dond<' naturalmente resultaba que la imitacion de los exametros latinos, que solo podia tencr para la muchedumbre el fiador del oido, daba nacimicnto a dis- tinlos metros, entre los cuales no fue ni podia ser en modo alguno posiblc la armonia. He aqui por que desde luego tienden todos estos versos a cons- tiluir por si diversas especies, npartandose de dia en dia dc su comun prin- cipio, segun advcrtimos cri la lluslracion antes citada. Cuando examinemos el Poema del Cid, expoiidremos nuevas observaciones rcspecto de sus formas artisticas. 1 Sarmionlo, Mew. para la Hist, de la poes., num. IJlii. PARTE I. ILUSTR. LOS RF.FR. CONSII). COMO ELEM. DEL ARTE. 520 Juan Manuel y de Micer Francisco Imperial, de Fernan Perez de Guzman y del Marque's do Santillana, cultivadores todos en los siglos XIII, XIV y XV de dicho linaje de metros. Esta misma riqueza de formas potHicas y su identidad absoluta con las empleadas en los monumentos de nuestra lileratura, unidas a la renerable antigiiedad de las formas gramaticales, hubieron sin duda de mover al benedictino Sarmiento a dar por sentado, segun al comenzar el presente estudio dijimos, que hal!6 la poesia vulgar el origen de los metros por 61 reconocidos en los adagios y refranes de la muchedumbre. Pero no s61o perdi6 de vista tan diligente investigador la tradicion verdaderamento literaria, al exponer semejante aserto, sino que incurri6 tambien en nota- ble equivocacion, al explicar la manera c6mo debieron formarsc los metros mayores de diez, doce y catorce silabas, unices que con los de once comprende en sus estudios i . Sostiene por punto general que los referidos metros resultaron de la union de dos redondillos menores, titulo que da a los ver- sos penta, exa, y eptasilabos , apelando respecto de los ultimos a la autoridad de don Nicolas Antonio, quien apellid6 a los penta- metros de Berceo con el nombre de endechas dobladas. Mas ol- videmos por un momento cuanto llevamos advertido y nos ensena la historia tocante a la filiacion de los pentametros y versos de arte mayor; apartemos la vista de la absoluta semejanza quo existe entre los decasflabos latinos ycastellanos 2 , y admitamos que los mencionados metros, por constar de silabas pares, en vez de dividirse naturalmente en iguales hemistiquios, so formen del agrupamiento de dos redondillos menores. Dado todo esto, pre- guntariamos : ^y cumo se constituyeron los exaraetros de diez y sietc, quince y trece silabas?... ^Corno los endecasilabos ya pro- pios, ya saficos, tales cual aparecen en los refranes?... <;C6mo los de nueve, que no por ser poco usados on nuestro parnaso, mere- con condenarse al olvido?... Pero concedamos tambien quo estos ultimos, aim con los caracteres especiales que en los \ sitocn Horacio la oda XIV.' del libro II, y la !. y II. m del Ul TOMO II. 54 530 HISTORIA CRlTlCA BE LA LITERATURA ESPAJiOLA. del vulgo los distinguen, provengan do versos do diez y ocho si- labas *, (3 segun la teoria de Sarmiento sean rsdondillos que unidos de dos en dos, den por resultado aquel metro. Lo que no es posible pasar por alto, lo que destruye la indicada teoria es que ni los exametros, cualquiera que sea su numero, ni los en- decasilabos, cualquiera que sea su extructura, consienten se- mejante acomodamiento 6 duplicacion de redondillos: compues- tos de hemistiquios desiguales , parte de un todo mas 6 menos perfecto, ni al componerse, ni al descomponerse, dan remota idea de la citada teoria, refirie'ndose por el contrario de una raanera terminante a los verdaderos tipos que guarda y trasraite la lite- ratura latino-eclesiastica, heredera de la gran literatura romana. Si, pues, la teoria de Sarmiento no conviene, ni puede conve- nir a todos los casos que presentan los mismos refranes, en que aspira a fundarla, ^c6mo ha de satisfacer tampoco respecto de los metros que menciona?... Sucede que tan to los octonarios como los pentametros, los decasilabos como los dimetros yambicos pueden dividirse facil y c6modamente por sus hemistiquios pares, asi en la me'trica latina como en la castellana, cumplie"ndose esta perfec- ta division en los de arte mayor, ya se les reconozca por origen el que les atribuye Nebrija, ya el que les senala Enzina, ya el que nosotros insinuamos 2 . La teoria del ilustrado benedictino, con- tradicha virtualmente por los arabistas, sobre no conducir al es- clarecimiento de la historia, aislaba del todo las formas artisticas de la poesia espanola, y desgajandolas, digamoslo asl, de la tra- dicion literaria^ venia a quitarles toda legitimidad, sin que bastara a autorizarlas el no mas fundado empeno de poner exclusivamente en los refranes la fuente y raiz de los metros cultivados por dis- cretos e ignorantes. El estudio de estos genuinos monumentos de la civilization espanola s61o puede conducirnos l<3gicamente a comprobar la teo- ria verdaderamente histtirica de los origenes y desarrollo de las formas artisticas de la antigua poesia castellana: buscar para ellos distintas fuentes que las reconocidas para esta, seria negar \ lluslration III.*, pag. 434 y sigs. 2 llualrucion ///. a , p%. 446 y 447. I'AKTE I. ILUSTR. LOS KKFIl. CONSII). COMO ELEM. DEL ARTK. 531 la tradicion : suponer que los refranes ostentaron dichas fofmas antes que la poesia y que se las comunicaron en dia determinado, seria negar la tradicion y la filosofla al propio tiempo. Los pue- blos, como los ninos, necesitan de cantos alrededor de su cuna: cuando salen de la infancia, sin olvidar esos mismos cantos, as- piran a reglar su vida por medio de maximas sencillas y prove- chosos avisos, hijos de su experiencia ; y aunque no puede rigo- rosamente considerarse el pueblo espanol en esta edad como pueblo primitivo, las grandes vicisitudes que le rodean, y sobre todo la peregrina circunslancia de hablar un nuevo idioma, le reducen en cierta manera a aquel estado, sujetando a la misma ley todos los elementos de su heredada cultura. El desarrollo de estos debia ser y fue" por tanto lento y gradual, como que venia a satisfacer necesidades sucesivas, no concibie"ndose en modo algu- no que se apuderasen los adagios y proverbios del vulgo de las formas de la poesia popular , sin que esta las hubiera antes adoptado. Ni pudiera tampoco explicarse de otra suerte esa unidad de expresion entre poesia y filosofla, que dejamos reconocida, ni raenos comprenderse c6mo alimentandose los refranes de las en- senanzas de los doctos, acuden estos sin cesar a aquellos inago- tables veneros de la moral y de la politica, para dar inusitada frescura a sus producciones. Tiene esta observacion eficacisima prueba en las obras ya citadas del Key Sabio, de su hijo don San- cho, de su sobrino don Juan Manuel, del archipreste de Rita y un siglo mas adelante en las no menos celebradas del Marque's de Santillana. Tan ilustre magnate, que tomaba entre olros varies adagios, por tema y ornato de sus composiciones, los refranes: Las paredes han oydo; Uno piensa 'el bayoe otro el que lo en- silla ; Tan luene de ojos tanto de corazon , y Uso face maestro 1 , 1 Proverbios, cap. II, pag. 38 dc las obras del Marques; Dtiir contra lot Aragoneses, que empieza con dicho refran, pag. 255; cancion amorosa, quo oomien/a Ha lirn rrrjilj opiuion nuirn Hke: Tan lasos d'ojoi . S3 2 HISTORIA GRlTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. dotaba a la filosofla vulgar de notables maximas y sentencias, cntre las cuales recibian universal aplauso: La mujer buena coro- na es del varon; La sciencia non embola el fierro de la lanza, y otras no raenos dignas de su gran reputation y larga expe- riencia 1 . V. Sujetos asi los refranes al doble comercio de populares y dis- cretos, llegaban al siglo XVI para ser-en parte modificados por los que se preciaban de poetas, Hamando al par la atencion de rauy senalados humanistas, quienes siguiendo el egemplo de don Ifligo Lopez de Mendoza, ponian todo empeno en recoger aque- llos esparcidos tesoros. Fu6 el primero que en la referida e"poca, tan floreciente para las letras, imit6 al i lustre Marque's de Santi- llana Mossen Pero Vall6s, a quien dejamos ya citado: reunia este diligente aragone's cuatro mil y trescientos adagios puros caste- llanos, con algunos pocos italianos y catalanes, poni6ndoles cier- tos preambulos y al cabo unas declaraciones de hasta ocho pro- verbios, y dandolos a luz en Zaragoza en el ano de 1549. Mien- tras acudiendo Yall6s a la memoria de la muchedumbre para dar cima a este ilustrado prop6sito, levantaba en sus refranes formi- dable ariete contra los que ban sospechado que no fu6 hablada en Tan lexos de cor&znn. (Pag 452 de dichas Obrax). Coplas al muy cxcelente y muy virtuoso sefior don Alfonso rcy dc Portu- gal, estrofa VI, pag. 25i. < El primer refran fuedebidoa la cslrora XLIV de los Proverbios (pagi- na 45 de las Obras): el sogurjdo, que aparcce bajo las formas de No embota el umber la lama al guerrero, y letras no embotan las armas, csla tornado del prologo de los mismos proverbios, dirigido al pn'ncipe don Enrique (pagi- na 24). En las carlas dirigidas a su primo Fcrnan Alvarez de Toledo, cuando estaba este preso, se Italian tambicn maximas que armadas dc metro y rima, pasan al dominio comun. Talcs son (pag. 153): I. Srr fuerlc c frrmoso | olira rf dc nainrn; Abnndarrn riqurz.is | ol>ra r* de fortuna. II. Qiialquirr cosu que pu^ieres, | |>erevcra rn la gu^rd.it. Nun fjbli-i arrcbatado, j c deuiuesira vaniilal. PARTE 1. ILU9TR. LOS REFR. COMSID. CONO ELBM. DHL ARTE. 533 A.ragou la misma lengua de Castilla, haeia en Salamanca plausi- bles esfuerzos el comendador Honun Nunez, celebrado ya pur sus comentarios a Juan do Mena, y mas todavia por su grande auto- ridad en la ensenanza de las letras humanas, por acopiar los an- tiguos proverbios del vulgo, comprandolos & subido precio y pre- parandose a glosarlos, ya en los iiltimos anos de su vida. No le dej6 la muerle llevar & cabo su intento: los refranes que andan con su nombre salian a luz en 1553 con gran copia de len- guas extrafias, como Portugueses, gallegos, asturianos, ca- talanes, valencianos, franceses, toscanos, y asimismo niuchos tan desnudos como nascjeron, harto vergonzosos y de mal exem- plo *, quedando a otros cruditos la empresa de las glosas y co- mentarios. Acometi61a pocos anos despues Juan de Mai-Lara, discipulo del mismo coraendador Griego, con no escasa fortuna: su Philo- sophia vulgar, riquisimo repertorio en que debi6 glosar sobre diez mil refranes castellanos, cuya interpretacion consulto" con rnuchos viejos y viejas 2 , no solamente daba cumplida razon de la inmensa lectura que tan resyetado humanista habia hecho do los poetas, historiadores, oradores, ftlcisofos y cosm6grafos de la antigiiedad, sino que justificaba plenamente la irnportancia atri- buida en general a los refi'anes. Apartandose de la seada comun de los compiladores que le habian precedido, sustituia al 6rden ulfab6tico otro mas racional y filos6flco, separando por materias y dividiendo en millares y centurias todo aquel numeroso aparalo do proverbios, en los cuales reconocia los mas preciosos elemen- tos de la cultura espanola. Mas no pudo tampoco Mai-Lara ter- ininar su obra, cuya primera parte, dedicada & Felipe II , y dada a la estampa en 1568, es la unica quo ba llogado 4 njiicstros dias. Entre tanto recogia en Valencia de muchos autores y conversa- ))ciones no despreciable numero de ((refranes do mesa, salud y buena crianza el diligente Lorenzo Palrnireno, 6 imprimialos t-n el siguiente ano de 1569 3 . 1 Mal-I^ira, Philotophia vulgar, preuiub. XI 2 I'rcainh. XIII. 3 Dcbemos obscrvar (juc ny fueruii csla* las umcas culeccioncs de icfra- f$34 H1ST01UA CRlTICA UE LA ItlTERATURA ESPAtSQLA. Despertada ya la atencion de los erudites sobre tan rico dep6- sito de la filosofia vulgar, hicieYonse diferentes ensayos para bus- car en las antiguas literaturas equivalencias mas 6 menos afortu- nadas, mas 6 menos racionales; y diez y ocho afios despues de aparecer los adagios de Palmireno publicaba el licenciado Alfonso Sanchez de la Ballesta su Diccionario de vocablos castellanos aplicados a la propiedad latino,, en el cual declaraba gran copia de refranes vulgares, asimilandolos a los empleados por los escri- tores del siglo de Augusto ' . Doscientos cincuenta refranes redu- cia por el mismo tiempo a igual prueba el maestro Fernando de Benavente, poni6ndolos en versos latinos; egemplo que imitado al comenzar el siglo X.YII por Alfonso de Barros en su Perla de proverbios morales 2 , daba por fruto los Proverbios concor da- dos del c61ebre maestro Bartolome' Ximenez Paten, uno de los mas distinguidos humanistas espanoles 3 . Pero quien mayor em- peno mostr6 en este linaje de tareas, mediado ya el referido si- glo, fue~ sin duda el licenciado Gertinimo Martin Caro y Cejudo, nes vulgares formadas en el siglo XVI. Conocemos, entrc olras scleccioncs de dicha epoca, dignas de recordarse: 1. Refranes glosados por Mossen Di- mas Capellan (Toledo, 1510, 4.; imprcsor Juan Varela): 2. Fdrmulas ada- giales latinas y espanolas por Juan Ruiz de Bustamante (Zaragoza, 1551, 8.; imprcsor Estevan de Najera): 3. Siete centurias de adagios castellanos (Ms., fol.)por Juan dc Melo, toledano, con un prologo de Ambrosio de Morales; y 4. Proverbios morales de Alonso Guajardo Fajardo, de Cordoba, impresosalli por Gabriel Bejarano, 1585, 8. El autor del DiAlogo de las lenguas declara tambien que recogio, estando en Roma, un copioso cuaderno, fundando sobre los proverbios que encerraba las principales observaciones sobre los origenes de la castellana: en la Biblioteca de Salazar, que hoy posec la Real Acade- mia de la Historia, existe un codice, signado M. 142, que desde el fol. 229 en adelante contiene no escaso numero de adagios vulgares, reunidos por un curioso de Valladolid en 1541; y en la misma Academia se guardan varios cuadernos de refranes, bien que recogidos en epoca mas cercana. Lastima que haya desaparecido de la Biblioteca del Escorial el Ms. j L. 16, que con- tenia, segun consta en los antiguos indices, numerosa coleccion de Refranes vulgares, acaso anleriores al siglo XVI. 1 Salamanca, 1587. 2 Madrid, 1601. 3 Bacza, 1615; Lisboa, 1617. PARTE I. ILUSTR. LOS REFIl. CONS1U. COMO ELEM. DEL ARTE. 535 quo aprovechando en sus Refrancs caslellanos y latinos gtosa- dos cuantos trabajos se habian hecho en Espana, y teniendo a la vista la aplaudida coleccion de Erasmo, lograba prestar senaladu servicio al estudio de las lenguas latina y castellana *. Cejudo s61o consideraba, sin embargo, los refranes espanoles bajo el as- pecto de la forma gramatical y rettirica, si bien daba algunas ex- plicaciones sobre su inteligencia: la gloria do haberles reoonooido su verdadera importancia tilosofica seguia perteneciendo al sevi- llano Juan de Mai-Lara. Y no sea esto decir que tan respetable hurnanista desconociera quo el estudio filologico de los refranes castellanos era en suma el estudio de la historia de la lengua: respecto de este punto, despues de tratar de su extructura y manifestar las excelencias de los proverbios vulgares, anadia: Los refranes aprovechan para el ornato de nuestra lengua y escriptura: son como piedras preciosas salteadas por las ropas de gran prescio, que arrebatan los ojos con sus lumbres; y su disposicion d& a los oyentes gran contento; y como son de notar, qu6danse en la memoria 2 . Los refranes en la oracion conccrtados (decia en otro lugar) lu- cen mucho, no como en tablilla de platero adonde no estan las piezas y joyas de oro para hermosura, sino para guarda 3 . Im- posible era en verdad que un escritor consagrado de lleno a la enseiianza de las letras humanas, perdiera de vista la cuestion de forma, punto capitalisimo ontre los erudites del siglo XVI; pero la parte mas principal de los adagios espanoles, aquella en que no habemos mtnester los latinos, griegos ni loscanos 4 , aquella 1 Madrid. 1695. 2 Preamb. IX. 3 Prcamb. X. 4 El crudito Sarmicnto intcnta dcmoslrar, con cl teslimonio del famoso Salmasio, cuyas palabras cila, que los refrains espafioles exceden a todosen agudeza (num. 419). Nosotros creemos que hay raayor cxaclilud en el aserlo dc Mai-Lara, por ser menos ambiciosu y porquc no ofende la cullura dc los demas pueblos. Sobrc esle punto juzgamos que no puede haber pre- fercncia filosofica: los rcfrancs son Hcl cspcjo del cstado iiilelcclual de c&da nacion, y serin tnas pcrfcctos cuando mas conrormes sc hallcn con dicbo es- tado, teniendo siemprc en cuenta todos los clenienlo<> que a su formacion 536 H1STOR1A CRITIC A DE LA LlTEUATUItA ESPAINOLA. que ayudaba a levantar el animo a mayores cosas, era la doc- trina. Partiendo del fondo de la civilization castellana, reflejando, como la poesia tradicional, la historia intelectual y politica de un gran pueblo, debian tener los refranes el privilegio de dar vida y color a todas las producciones del arte, fecundando al par las obras de la elocuencia y de la historia, y contribuyendo terminaremos sin dejar comprobado hasta que punto llega la unidad de expresion rcspecto de los mfranes, paiabras 6 fabliellax del vulgo en to- dos los reinos que dividieroa antiguamentc la Peninsula Iberica, siendo por tanto imposible dudar de que todas sus formas provicncn de una misraa fuente. Solo traeremos aqui con este intento algunos refranes gallegos, por- tugueses y catalanes, expresados en los primitives metros de nuestra poesia vulgar, desde los versos de diez y siete a los de ocho silabas. Gallegos: Ileus not dia COD que riamos | e non seian filbos acharroi. Mai v.iy a o passarino | que and* en mao do iiieiiino. La fezenda do crego | dala Deua e lera o deino. Non ha tat feiti^io | conio o lion .srrviriu. O lu.sto e o vino I fay o vellii uirniiio. Mitlor e pun dnro | qae figo inaduro. Of ruyn laadera ] nunqua boa rstrla. Quern mala arbela, | mays sabe cjuela. Pedra de Ygrria \ oro gotria. Ben pagado | va\ u pato. Portugueses: Ouaudo a Roca ten capelo, | code a vela e vayte a Rosrlo. A cortifa ardelhe o nianto ] fincalbe o quebrautu. SalaU ben salaU, | poco acelo o beu oleata. Uutre come as noies | e eu teiio a* rozcs. lano de uoriella | poutro de yrgua viella. O carro que canta | i teu dono avautj. Code ay muyto ri*to I ay pouco liito. Quein ten bon uino | ten bon amigo. De la ouca | mania ne jiouta. Acbu o ccgo | un dynheyro Catalanes y valcncianos: Jiou done* tant u Saul I'rrr | que apres ague* d'aiur arrrrr. Home royx < got, cerrut | avan inort que cooegut. I'era, preaec e melu | rolen lo vi fello. HI noy F el oral | diguen la ncrit.it. Per amor drl bou j llrpa lo Hop el iou. Ni pedra reduoa | ni gent de Girona. Qui nun bat rn luliol, | non but quand vol. Qui ten corps bcl, | uon cat iii.mtr!. ttarba roxa | moll vent port*. I, ui notable conforniidad, hcrniunandosc con lu ya acnalada en ordcn a 538 HISTOIUA CRtTICA DE LA LITERATUIU ESPA^OLA. los romances populares, que presupone un mismo y comun ongcn res- pecto de las formas metricas adoptadas por las lenguas romances (lo repeli- mos una y mil veces), rechaza de una manera eficaz toda teoria que sobre este punto no busque su fundamento en la historia. Aun fuera de nuestra Espafia podria tener aplicacion tan util estudio comparativo a los origenes de las literaturas meridionales; y asi rcspecto de la poesia provenzal como de la italiana y aun de la francesa, es indudable que produciria satisfactorios resultados. Los mas antig-uos refranes de todas estas lenguas tienen muchos puntos. de contacto, en su expresion, con las fabliellas y reiraeres esparioles. ILUSTRACION VI. SOBRE L.\ 1NFLUENCIA DE LOS TROVADORES PROVENZALES EN LA PRtMlTIVA POESIA CASTEI.LANA '. I. Ciuando los criticos extranjero.s , que aspiran a conocer en la presents edad los inapreciables tesoros de la literatura castellana, condenan al ingenio espanol a ser el ultimo que se levanta de eatre las ruinas del mundo antiguo ; cuando escritores nacionales de alta y merecida fama, siguiendo el impulse de aquellos, le niegan la espontaneidad y la originalidad al mismo tiempo, deri- vandola de extranas naciones, apenas acertamos a explicar la ad- miracion que en nosotros producen la sencillez , la verdad , cl vigor y la no ostentada riqueza de los primitives monurnentos de nuestras letras, acusadas desde su cuna de sonolientas 6 imitado- ras. Sube de punto la admiracion, cuando al negar la anligiiedad de nuestra literatura, poniendo en tela de juicio la legitiraidad de sus origenes, se concede que fu6 hija la poesia espanola del OH- tusiasmo b61ico y religioso de nuestros mayores, reconoci6ndose, como titulos brillantes de aprecio, esa misma originalidad y es- pontaneidad, de lleno rechazadas hasta ahora. A la verdad noes facil descubrir las causas de contradiocion semcjante; mas si al estudiarlas primicias del arte espanol, se hubiese procurado re- conocor su procedencia y establecer sus relaciones con los dcmas I I>a mayor parlc dclas ideas y noticing, rontenidas on osta vicron ya la luz publica on 1850, formando partc de la siguieutc lc*s: vpoesia etpaiiola no debt su nacimiento a la lemotina.n 540 HISTORIA CRtTICA DE LA L1TEIIATURA ESI'ASOLA. elementos de cultura que germinaban de antiguo en nuestro saelo, resultando naturalmente de este examen que era la poesia la expresion mas propia de aquella civilizacion naciente, hallan- dose de acuerdo con sus artes y sus ciencias, con sus creencias y sus costumbres, sin duda se habrian abstenido tan ilustres perisa- dores de lanzar sobre el las este injusto fallo. Acaso el respeto tributado a eruditos de pasados siglos es en este g6nero de estudios r6mora d toda especulacion y obstaculo a todo progreso en el descubrimiento de la ve*rdad, por tantos ca- minos buscada. Pero si respecto de los nacionales puede admitirse hasta cierto punto esta disculpa, teniendo en cuenta el caracter de los estudios, no militan iguales razones respecto de los criticos extranjeros. Encaminada tiempo ha la critica literaria a un fin verdaderamente filosoTico ; auxiliada poderosaraente por la histo- ria, no era de esperar por cierto que se contentase fuera de Es- pana con las antiguas conquistas, movidas por distinto prop6sito y dirigidas a di versa meta. Habiase asentado generalmente que la poesia espanola debe su origen a la provenzal 6 lemosina ; y admitida sin contradiccion alguna esta opinion, facil fu6 deducir que no s'F. DE LOS TROV. PROV. 54 f presaba del siguiente raodo: Extendie"ronse, creo, de aquellas tierras e" comarcas de los lemosines, estas artes a los galicos 6 a esta postrimera 6 occidental parte de nuestra Espana, donde asaz prudente 6 fermosamente se ban usado f . Siguie'ronle en dife- rentes e"pocas nuestros eruditos, raanifeslando su conformidad con la referida opinion bajo distintos aspectos, hasta quo don Ig- nacio Luzan , onyo cre"dito literario fu6 de grande peso en toda clasede cuestiones, parecio 1 resolver la presente en estos I6rmi- nos: Una de las primeras [artes y cienciasj a renacer fu6 la poesia en los brazos de provenzales y sicilianos, quo se ejercita- ron en ella con mucho aplauso, hasta que desterrada del todo la nbarbarie en Europa, y restituidas a su primer lustre las buenas nletras, florecieron muchos y muy excelentes poetas en Italia -, 1 Niimero X. 2 El lastimoso error do Luzan, rcspccto de la cueslion quc debatimos, le indujo sin duda a dar mayor antigiicdad .i la litcratura ilaliana quc a la cs- pafiola, equivocacion quc no podemos dejar sin corrcclivo. Aun cuando no se conccda .i nuestra pocsia cscrita mas antigiicdad quc la atribuida hasta ahora al Poema del Cid, todavia rcsultara quc cs con mucho anterior a la italiana. Los primcros versos, cscritos por los sicilianos en su Icngua nativa, se refic- ren principalmcntc al reinado dc Fcdcrico II, elcgido empcrador en 1210, y coronado en 1220, si bien pucdc suponersc algunos afios anterior a csta fecha cl cnsayo poetico de Ciullo d'Alcamo, en olro lugarcitado ({lustration Ill. a , pagina 43i). En la cortc de aqucl principc, que congrego todos los mas bri- llantcs ingcnios dp su ticmpo, tuvo c-l mismo la honra de liacer los primeros cnsayos en el idioma quo habian dc inmortaliznr un siglo despues Dante, Petrarca y Doccaccio. Pedro de las Vifias, inventor del soneto, tal como ha llcgado a nuestros dias, y mencionado por el Dante en el canto XIII de su InfternOf Cue su ministro. Solo desdc csta cpoca comenzo pues a tener vida lileraria la lengua italiana quo, como obscrva Tiraboschi (cap. Ill, lib. Ill, del tomo IV de su Storia delta Letteratura), dispulo a la provenzal el imperio de la pocsia, quedando ducfio absolute del campo de batalla, y cclipsando la gloria pasajera de los trovadorft, como oporlunaracnte asienta Ginguene, (Hist. lilt, d'ltalic, tomo I, cap. V), bien que no sigan la misma opinion al- gunos escritores de nuestros dias (Dozy, Recherches, pag. 612). No sabemos por tanto en que clase dc datos pudo fundarse Luzan, a no suponer, **n visla de la seguridad con que scexpresa, que no pudo lograr noticia alguna de los primcros monumentos de nuestras lelras, 6 que su amor a la Academia d Palermo, fundada por Federico II, y cuyo titulo ostcntabaen su PoMica, le llcvo al cxtrcmo dc olvidar la historia do su patria. Dc cualquicr modo, no 542 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPAINOLA. Espana, Francia y otras partes, que si no excedieron en gran- wdeza y naturalidad a los antiguos, por lo menos en arte, erudi- cion e" ingenio los igualaron *. Esta creencia de Luzan, quese derram6 entre los doctos de su tiempo, no podia ser admitida por la critica ; pues no solamente se hallaba desmentida por los hechos , sino que repugnaba a la razon y al sentimiento del arte ; y sin embargo un escritor de grande autoridad, como restaurador del buen gusto y corao eru- dito, venia a principios del presente siglo a darle, en cierto mo- do, nueva consistencia. No es dudable (decia don Leandro Fer- wnandez Moratin) que la poesia italiana trae su origen de la pro- venzal 6 lemosina. En cuanto a la nuestra podemos asegurar que tuvo el mismo principio, luego que abandon6 la imitacion latina... 2 . La aseveracion de Moratin no era sin embargo tan absoluta como ban pretendido los que sin examinarla detenida- mente, ban invocado su autoridad para dar resuelta cuestion tan importante : Moratin advertia, al determinar la 6poca de la in- fluencia provenzal en la poesia castellana , que bubo de ser en ella tan eflcaz como indica, luego que abandono la imitacion la- tina; prueba evidente de que este escritor reconocia una primera edad del arte vulgar, en que se habia alimentado unica y exclusi- vamente de la tradicion literaria 6 hist6rica, que dejamos con tanta amplitud determinada en todas nuestras investigaciones. Pero llevados de la comun corriente, y dominados sin duda por el prestigio de escritores extranos y acaso interesados, nada ban opuesto los eruditos de nuestros dias a la opinion general, por mas que se halle esta en abierta contradiccion con la historia. Tras los trabajos que llevamos hechos, Hcito nos parece ob- servar que semejante cuestion se halla de todo punto resuelta: el origen y el desarrollo de los metres eruditos y populares, que ostenta la poesia castellana desde la formacion de las lenguas ro- mances hasta la e"poca del Key Sabio, no son para nosotros un podemos menos de poner corrective a eslc aserto, por creerlo de todo punto inexacto, segun resultara mis ampliamente del presenle estudio. 1 Proemio a la Poetica, ed. de Zaragoza, 1737, pag. 3. 2 Ortgenes del Teatro Kxpanol, no la 6. PARTE I. ILUSTR. INF. DE LOS TROV. PROV. 543 misterio, cuando quedan apreciados y comprobados con todo linaje de docuraentos, asi en la exposition historica como en las ante- riores Ilustraciones. La insistencia de los erudilos, mas apegados de lo que fuera justo a sus anejos errores, nos mueve, no obstan- te, a entrar aqul en esta cuestion, deseosos, corao siempre, del acierto. Traeso con frecuencia para sustentarla el testimonio de escritores, que como Juan Nostradamo, Antonio Bastero, Girola- no Tiraboschi y otros ban preteudido presentar la poesia de los provenzales como unica fuente del arte moderno. Mas respecto de Juan Nostradamo ha pronunciado ya su fallo la crltica, recono- cie"ndose que reuniti en su historia, sin discernimiento alguno, relaciones absurdas, fabulosas y contradictorias, atropellando de un modo reprensible la verosimilitud y la cronologia '. El entu- siasmo que presidio & las tareas de Bastero fu6 causa sin duda de que en su Crusca procnzal, obra donde derrama no poca erudi- cion, se mostrase poco justo respecto de las demas poesias vul- gares, concediendo a la lemosina prioridad 6 influencia omnfmo- da sobre todas. Tiraboschi, llevado del prop6sitode investigar los origenes de la poesia italiana, y hallandolos entre los provenza- les, confcsaba que todas las poesias modernas reconocian igual nacimiento, si bien no tenia por menos digna de elogio la que habian ilustrado los nombresde Dante y de Petrarca. Concediam dunque a' provenzali (decia) t7 primato di tempo nella poesia nvolgare, 6 mostriamo con ci6, che paghi delle nostre glorie, non invidiamo le altrui 2 . Contra estos escritores, que habian tralado en te>minos gene- rales punto tan importante, y en especial contra Tiraboschi, que se negaba a dar a los espaftoles parte alguna en el desarrollo do la primitiva poesia siciliana, lanzd el abate Lampillas repetidas 1 Don Tomas Antonio Sanchez, Notas d la Carta del Marquts de Santi- llana, num. i02. A su autoridad podcmos afiadir el teslimonio de Tiraboschi, quien asegura que Juan Nostradamo habta sembrado d'innumerabile favole las vidas de los primeros trovadorcs (Storia delta letter., tomo IV, lib. ill, ca- pitulo II). Gingucnc, siguiendu al mismo Tiraboschi, asienla que dicha obra os mas bicn una novcla que una historia (Hitt. lilt, d'llalie, tomo I, cap. V). 2 Storia delta letter. Hal , tomo 111, lib IV, cap. IV. 5H HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOJ.A. acnsaciones, proponi6ndose demostrar que entre los principales auxilios prestados por Espana a Italia. . . para contribuir a la res- wtauracion de las buenas letras, debian sin duda alguna contarse la cultura de la lengua y poesia vulgar, de que fu6 en gran parte deudora a los principes catalanes que dominaron la Provenza, asi como a varies poetas espanoles que se ejercitaron en la poe- sfa llamada provenzal, si bien los provenzales la aprendieron de los espanoles f . Dominado tal vez Lampillas de un patriotismo exajerado, alegaba para legitimar sus opiniones fragiles argu- raentos, que si pueden acaso lisonjear el provincialismo de Cata- luna, segun se manifestti ya en el pasado siglo 2 , s61o alcanzaron a producir, despues de un maduro examen, efecto contrario a su arriesgado proptisito. Coraprendida en la aseveracion general la poesia castellana, qne toma con el trascurso de los tiempos el titulo de espafiola, me- nester era tener en cuenta todos los hechos que dieron vida a la nacionalidad central de Espana, si habia de tratarse la enunciada cuestion bajo su verdadero punto de vista. Para resolver si esta poesia debi6 6 no su nacimiento a la provenzal, necesario era considerar todas las relaciones historicas, filosoTicas y artisticas de una y otra, siendo este el unico raedio de obtener la verdad, y evitando asi los escollos en que tropez6 la critica de tantos es- critores distinguidos, y de que no nan logrado libertarse en nues- tros dias diligentes fiI61ogos y habiles historiadores. II. Dos son los mas respetables, cuyas opiniones debemos tener presentes tocante a la cuestion hist6rica: Raynouard, que en su discurso Des troubadours et des cours d' Amour, en su Choix des poesies originates des troubadours y en su Lexique Roman ha ilustrado la historia de la lengua y la poesia provenzal, dando grande autoridad a sus investigaciones; y Fauriel, que en su Histoire de la poesie provcncatft ha segundado con notable 6xito \ Saggio Storico Apologetico, tomo II, disert. VI, VI. 2 Memorias de la Real Academia de Barcelona, tomo I, Apends., pag. 561. PARTE 1. IUISTR. 1NFL. DE LOS TROV\ PROV. 545 sus laudables y propios esfuerzos, al escribir la Ilistoria de Pro- vcnza. Sostiene el primerocon no escaso aparato de erudition, quo fu6 la lengua de los trovadores fijada y perfeccionada antes de que hubieran podido fijarse y perfeccionarse las demas len- guas neo-latinas, alegando no obstante de"biles testimonios para comprobar su existencia a mediados del siglo X, bien que tenien- do como positive que el poema de Boecio, por e"! publicado, ex- cedia en antigiiedad al primer ano del XI. La prueba mas fuerte, la que en su sentir no consentia duda alguna respeclo de la prio- ridad de la lengua y por consecuencia de la poesfa de los trova- dores, era sin embargo la existencia no contrariada de las com- posiciones rae"tricas de Guillermo IX, condede Poitiers, cuyo es- tilo es tan claro, tan correcto, tan armonioso como el de los trovadores que brillaron mas adelante... Esta circunstaneia )>(anade) seria tal vez suficiente y decisiva para admilirque desde el siglo XI estaba ya fijada y aim perfeccionada la lengua de los trovadores; pero lo que mas fuerza da a la conviccion es la di- versidad de formas poeHicas, la variedad de las combinaciones del metro y de la rima, no menos ingeniosas que felizmente ar- monizadas, que son tan antiguas como los mas antiguos monu- mentos literarios conocidos. Este admirable mecanismo de la versification, la division de las piezas en estrofas, el arle de mezclar los versos de diferentes medidas, de enriquecer el ritmo por el enlace y correspondencia de las rimas, ya en la misma estrofa, ya de una en otra; y una portion de ornamentos qun se reproducen en todas sus obras, son final mente olras tan las pruebas irrecusables del estado de progreso a que la poesla, y por lo tanto la lengua de los trovadores, habia llegado murho antes que las demas lenguas neo-latinas *. Siguiendo Fauriel las mismas huellas, afirmalta, dcspuos di^ bosquejar la vida de Guillormo, que no reconocie"ndose en ^1 ninstinlo pottico pronunciado, eran sus versos prueba irrecusa- ble de que ol conde de Poitiers no podia haber sido el primero de los trovadores. Y examinadas las dos unicas composiniones amorosas de aqufl principe, que entre otras de diverso 1 Rfchercti pliilol. *ttr la long Romanf. LPX. Horn., (omn I. pag- 18. TOMO II. ?)S 546 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. pueden leerse sin repugnancia, continuaba: Puede asegurarse que en las dos piezas, que acabo de traducir, no expresaba el conde de Poitiers sentimientos que le fuesen propios, ni una ma- nera de concebir el amor que fuera la suya. Hubiera sido el ul- timo de los hombres para imaginar cosa semejantel... Al hablar asi, s61o expresaba sentimientos e" ideas generalmente admitidos en sa tiempo entre las alias clases de la sociedad, al menos en el Mediodia. Habia entonces para pintar estos sentimientos y estas ideas una poesia especial, que era ya la de los trovadores, nueva aun si se quiere, no habiendo tornado todavia todo su vuelo; pero mas antigua sin embargo que el conde de Poitiers, y formando ya un sistema original, fijo en sus puntos principa- les *. Raynouard y Fauriel, apartandose del comun sentir de los historiadores que le precedieron, remontan pues los origenes de la poesfa provenzal a una 6poca anterior a la en que florece Gilillermo [1090 a 1127], si bien no pueden menos de confesar que es este el primer trovador, cuyas obras fueron escritas. A la verdad no seremos nosotros los que nos opongamos a esta deduccion 16gica: el primer poeta que escribe sus composicio- nes, no es, ni puede ser nunca el que echa los primeros funda- mentos al arte de la nacion a que pertenece: el arte, nacido es- pontaneamenle entre la muchedumbre y conservado por la tradi- cion, llega entonces a la segunda edad de su existencia, prepa- randose para hacerse propiamente erudito; y claro es que en se- mejante situacion debe estribar en ciertas y determinadas leyes. Estas condiciones reconocemos en las obras del conde de Poitiers, quien como poeta que fija sus cantos por medio de la escritura, tiehe en breve abundantes imitadores, alentados por la proteccion de los condes de la Provenza y de los magnates que en el medio- dia de Francia intentan emular el fausto de su corte. No Iogr6 por cierto pequena parte en este desarrollo de la poesia de los trovadores, distinta ya de la cultivada por los juglares, el empe- rador Federico Barbarroja, quien por los anos de 1 1 50 comenz6 a prodigarles todo linaje de premios y de honores, estimulando- los al par con su egemplo. Preciabase Barbarroj* de discreto poe- 1 "Tomo I, cap. XIV. p:igs. 471 y 72. PARTE I. ILUSTR. INF. DE LOS TROV. PROV. 547 ta y versificador esmerado; y tomando parte en cl concierto quo leyantaban sus trovadores *, ptido en breve inocular en sus mag- nates el mismo amor a la poesia, siendo esta sin duda la 6poca en que tom6 mayor vuelo la literatura provenzal, segun observa C6sar Noslradamo al asentar, con mas seguro criterio que Juan, su tio, que por los anos de 1162 principi6 a dar verdaderos fru- tos: En este tiempo (escribe) empezti a florecer la poesia pro- venzal, honrandola con sus producciones infinilos personajes de alta gerarquia, que romanzaron, poetizaron y cantaron sus com- )>posiciones con liras 6 instrumentos; por lo cual fueron llamados nfrovadors (esto es inventores), violars, juglars, mnsars y co- vmics de las violas, flautas y demas instrumentos musicales 8 . En efecto, desde esta 6pocacobran extraordinaria celebridad los nombres de Bernardo de Ventadour, primer modelo de la poesia lirico-ertitica de los trovadores, Pedro Rogier, Guido de Guissel, Peirols de Roquefort, Arnaldo de Marveil, Beltran del Born, y tantos otros como durante los siglos XII y XIII pulsaron la lira y usaron la lengua de los provenzales, ya para cantar sus amores, ya para ensalzar las proezas de sus amigos, 6 ya en fin para der- ramar sobre sus enemigos el amargo veneno de la satira. Mas despues de haber exhalado todos los acentos del amor y de la ga- lanteria, llegaba aquella arte a fines del siglo XIII decadente y desautorizada, segun ban observado todos los crlticos y confiesan paladinamente Raynouard y Fauriel al trazar su peregrina his- toria. La poesia provenzal (dicen generalmente los historiadores literarios) naci6 en el siglo XI y so perpetuti hasta el XIII sin 1 Casi todos los escritores que han tratado dc los provenzales copian los versos dn este empcrador, en los cuales quiso mostrar su aprccio a todas las naciones que le habian favorecido en sus empresas guerreras. Comienzan di- cicndo: PllJ-mi rorjlirr fr.inrr E l.i donna catalana K 1'onrar del ginofi / B la cort de catlellanj, etc. Voltairo atribuyo equivocadampnte a Fedorico II osta eonocidn oopla (Ex- sai stir Its Moevrx, cap T.XXXII). 2 Hist. Provenzal. ano 1162 548 HISTOR1A CttiTlCA DE LA LITER ATURA ESPANOLA. progreso alguno notable... Esta literatura se exlinguio dema- siado pronto. La lengua romana desapareciti ante el brillo del toscano de Alighieri, muriendo despues de dos siglos de existen- cia, tal vez porque ningun grande ingenio la habia consagrado con sus pensamientos sublimes*) '. En vano primero Giraldo de Borneil y mas adelante Giraldo Ri- quier aspiraron a conlener su ruina y descrexlito: cuando se la- mentaba el primero de que habian caido entre los trovadores en hondo desprecio el amor y la caballeria, ninguna esperanza podia ya abrigarse sobre la restauracion cle aquella poesia, artificial- mente basada en uno y otro sentimiento: cuando recurria el se- gundo al Key Sabio, para rogarle que protegiera a los verdaderos trovadores, y con ellos el arte que les habia dado fama, mostraba claramente que ni el arte ni sus cultivadores hallaban ya en el suelo de Provenza, ni en sus feudales castillos, la antigua predi- leccion, olvidadas de todo pun to las costumbres po6ticas de los siglos precedentes 2 . Del breve sumario que acabaraos de hacer, se deduce sin nin- gun g6nero de duda que los primeros monumentos escritos de la poesia provenzal se remontan umcamente ci principios del siglo XII 6 fines del XI, abrazando la historia de este primer ciclo (que es el que realmente la caracteriza) hasta fines del XIII, en que por ultimo desaparece. Entre nosotros no ha sido posible a la critica presentar iguales testimonios para comprobar la antigiiedad de la poesia vulgar 6 castellana, fijada ya por la escritura; porque el poco aprecio en que hasta fines del pasado siglo se tuvieron sus primicias, ha sido cau- \ Duquesnel, Hixtoire desleltres, tomo IV, cap. XVIII. 2 Suplicatid que fes Gr. Riquier al rey de Castela, per lo nom de juylars 1'an LXXIil; Millot, Hist, litter, des Iroubs., arts. Giraud de Borneil y Gi- raud Riquier, tomos II y III, pags. \ y 329; Mila, Los Trovadores en Espa- ha, pag. 233. Mild, que abrc tal vez demasiado la mano en cuanto se reficre a inflnencias trascondcntalcs de la poesia provcnzal en Caslilla, anadc, dada cuenta de esta Suplicatio y de la respuesta que se pone en boca del Rey Sa- bio: Esta reglamenlacion de la clasc trovadoresca fue nids bien el teslamento de la poesia provenzal en Castilla (Id., id., pag. 240). En su lugar toca- rcmos de nuevo estos puntos bajo otras relaciones. PARTE I. ILUSTK. INKL . DE LOS TKOV. PROV. 50 sa do quo no se emprcndieran fructuosas investigaciones, toman- do cuerpo y consistencia los f'aciles erroros de otros dias. Todos los quo se dejaron llevar del aserto del Marqu6s do Santillana, perdieron sin embargo de vista que tan esclarecido pocta mani- festaba de una manera incqulvoca, en la misma Carta al C'on- destable, quo era el Libra de Alexandra el primer monumento literario de quo tenia noticia ', lo cual observti oporlunamente en el prulogo que puso al referido poema don Tornas Antonio San- chez 2 . Y si el Libro de Alexandre porleneoe, como se ha demos- trado por este docto biblu'ilogo, es, ora respecto del lenguaje, ora de las formas artisticas; presentan tantos rasgos de actualidad relativos a las creencias y a las costumbres; encierran (principalmente el ultimo) tantas y tan frecuentes alusiones a personajes poco ha fallecidos 6 existen- tes aim, que despues de un estudio detenido y filosoTico no es da- ble dudar que precedieron, cual va indicado, al Poema del Cid; opinion que apunta tocante al libro de Sancta Maria Egipciaqua y sostiene respecto a las priraeras formas de la Cronica 6 Le- yenda un entendido critico de nuestros dias ! . Mas si aun en el estado imperfecto en que han llegado a nues- tras manos revelan estos monumentos lal antigiiedad, no se olvi- do que no fueron ni pudieron ser, filosoTicamenle hablando, los primeros cantares de la musa castellana, por mas grandes que sean su ingenuidad y su rudeza: antes de escribirse esos cantos, ya lo hemos repetido, vivieron habla y poesia vulgares en contf- nua lucha con la lengua y la literatura 'do los eruditos hasta ven- eer la repugnancia de los semidoctos; fentfmeno que se reprodu- ce tambien en todas las literaturas neo-lalinas, operandose de una manera clara en la provenzal, que se nos presenta cual modelo. ^Ni c6mo era dable concebir siqniera que un pueblo de tanta vita- lidad y energia, como el espaiiol, careciera por el espacio de tan- tos siglos de todo linaje de cantos, condenado al silencio de la abyeccion y de la barbarie?... Sin embargo, casi todos los criti- cos ultramontanos afirman que hasta mediados del siglo XII no llega a ser expresion del sentimiento portico de nuestros abuelos. Y esta contradiccion que asi resalta en crden a los citados poe- mas, es mayor todavia cuando se repara en que ha sido el del Cid, compuesto sin duda antes de mediar el siglo XII, base y \ J)ozy, Heclterches sur I'hiittoire liolitiqtie ft lilterairf d'Espaynf, pagi- nas 029 y 630. 534 HISTORIA CRlTICA UE LA LITERATUIIA ESPAM>LA. motivo de semejantes observaciones. Nada, absolutamente nada dedujeron los criticos de su extraordinaria extension, ni del pror p6sito que ammo" al poeta, cualquiera que fuese la fuente de sus cantares; y sin embargo una y otra cosa debieron probarles que antes de realizarse y fijarse obrade tales dimensioned, se habrian escrito otras muchas poesias mas cortas y fugaces, destinadas, no ya a bosquejar la vida entera de un h6roe, sino a re velar un sentimiento 6 a consignar un hecho digno de imitacion y de ala- banza. Todo pues contribuye a darnos por seguro que no se halla tan clara y manifiesta, tan comprobada, como se ha pretendido, la prioridad histtirica de la poesia escrita de los provenzales sobre la poesia castellana; siendo indudable que si de la cultivada por los que algo sabian pasamos a la meramente popular, nacida es- pontaneamente entre la muchedumbre ignorante, son todavia ma- yores las dificultades para admitirla. Aunque historiadores tan apreciables como Fauriel asienten lo contrario, segun adelante advertiremos, no puede la poesia indigena de ningun pueblo su- jetarse a extranas influencias, sin abjurar de su originalidad, ni menos considerarse como hija de otra cualquiera, sin tropezar en el absurdo. Esto sucede sin duda en drden a los romances, na- cidos, cual va dicho, al sembrar los trigos; pues que los prime- ros cantos her6ico-populares que tras las victorias de Pelayo en- tonan los cristianos, ya en la descompuesta lengua del Lacio, ya en las nuevas hablas que surgen de sus ruinas, se refieren natu- ralmente a una 6poca en que carecian de comercio y comunica- cion aun con los arabes sus vecinos. III. Mas demos la prioridad histcrica, corno sin pruebas ni exarnen suliciente la ban coucedido muchos de nuestros literatos ', y en- 1 Don Luis Jose Velazquez no vacilo en afirmar qun la poesia lemosina cs lamas antiguade las vulgares, diciendo que los poclas provenzales es- pafioles dc que tenemos noticia, suben hasla el siglo XI. En el (afiadc) vi- via don Pedro I, si acaso cs el y no Pedro II, a quicn dcbcn atribuirse los PAIUE I. ILLST. INF. DE LOS TROV. PROV. b5b tremos a cousiderar el iraportante asunlo de que vamos tratando, bajo su aspoctp filosullco, para lo cual sera bien que juzguemos comparativamente la poesia provenzal y la castellana. Este exa- men uos dara sin duda la luz que apetecemos, considerando: Prirnero: ,;Cual es el caracter de la poesia de los trovadores desde los prirneros dias de su existencia? ^Que elementos la cons- tituyen? ^Qu6 principios politicos y religiosos la animan? ^Cuales son las costumbres quo reveia? Segundo: ^Cual es el caracter de la poesia espanola desde sus primeros bagidos? ^Cuales son las fueutes, donde se inspira? ^Qu6 principios religiosos y politicos, qu6 costumbres representa'.' H6 aqui, en nuestro concepto, la formula natural de esta cues- lion en el terreno de la filosofia. Seremos stibrios en la exposicion de los hechos. El primer trovador conocido entre los provenzales es, segun ya sabemos, Guillermo IX de Poitiers, cuyas poesias reunidas ban dado a luz por la segunda vez los eruditos Guillermo Holland y Adelberto Keller '. La mayor parte de estas composiciones tieneu versos provenzales de que habla Guillermo Castel. En el siglo XII los hizo MdonAlonso I de Aragon, etc. (Orfgenes de la poesia castellana, IV, pdg. 20 de la ed. de Malaga). Sensible es el vernos u cada paso obligados a rcclificar los errorcs, en que ban caido nueslros erudilos. Ni el Pedro 1 ni el II, de quienes habla Vela/quez, figuran como tales trovadores en la historia de la litoratura provenzal, sino Pedro III, celebre por las visperas sicilianas, el cual compuso una satira contra el rey Felipe, el Atrevido, y el Papa Martin IV, por haberle cste cxcomulgado y aspirar aquel a des- pojarle del trono. Pedro III murio en 1285, en que pasaron tambien de es- ta vida el Papa que le descomulgo y cl rey que vino a lanzarlc del rcino en virlud de aqucl anatcma. Tampoco PS Alfonso I cl rey trovador de este nom- bre; error a que itidujo Cresccmbeni a Velazquez, ruando le menciona con este numero en su Giunta alle vile IO y 1614. Mr. Raynouard lo inserto en la obra yacitada Des troubadours ft dex a>urs d' amour, paf, r . 105, etc : despucs le han roproducido varies. ( V. Millot, art. GuilU'rmo Cavextagmi , tomo I, p.-ig. 143. -> Cant. XVIII afiO HISTOR1A CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. los postas provcnzales durante el siglo XII. Sordelo de Goito, cu- yo corazon reparte Blacas a su rauerte entre los mas celebrados principes de su tiempo para infundirles el valor perdido, seduc e y roba a la esposa del conde de San Bonifacio, que se habia de_ clarado su Mecenas, abandonandola despues y desposandose con la hija del tirano Ezzelino. Pedro Vidal de Tolosa, a quien ape- Ilida Millot el don Quijote de los trovadores *, cae en la donosa locura de juzgarse amado de todas las mujeres, lo cual le acar- rea mil desgracias, tomando ya en edad avanzada el nombre de Lobo, y siendo cazado como tal en mitad de los monies para corn- placer a Loba de Penaulier, ilustre dama de Carcasona. lQ\iQ mas pruebas se necesitan para comprender cual era el mundo de los trovadores?... Estas extra vagancias y estos crfme- nes, que se reflejan vivamente en su poesia lirica, y que llenan el primer ciclo de su literatura, ocasionando tan desastrosos su- cesos como la famosa tragedia de Guillermo Cabestagny, lasiem- bran de monstruosas impiedades, inverosfmiles en todos tiempos y mas aun en la e"poca de las cruzadas. Sorpresa nos causa por cierto el ver en aquella edad a Bernardo de Ventadour, compa- rando los adulterinos besos de su facit dama con el inefable gozo del paraiso: fi mi baisa la boqu'els huels amadns, Don mi sembla le joy de Paradis. Y no menos admiracion nos produce Arnaldo deMarveil, quien llega al mas alto punto de la exajeracion y de la impiedad, cuan- do exclama: Que si me lais Dieus s'amor jauzir, Sernblaria'rn tan la dezir, Ab lyeis Paradisus desertz. Observemos, para no amontonar citas, que asf se manifiesta en casi todos los trovadores la verdadera falta del sentimiento: el amor que celebran en sus cantos, por mas ardiente 6 hiperbtilico que aparezca, no es la pasion noble y sublime, destinada a puri- ficar el corazon humano, santificada por la religion y escudada por el honor, ni se libra de la liviandad y la licencia, que lo man- 1 Tomo M, pa?. 271 CARTE I. ILUSTR. JNTL, DE LOS TROV. PROV. 561 chan y oscurecen: no es, conforme ha observado un escritor do nuestros dias, la llama viva de la oxistencia, sino la llama pinta- da de la moda ' ; y para valernos de la formula creada por nues- tra literatura, esta muy lejos de aparecer a la contemplacion de la critica como el cristal puro, que se empana del aliento, 6 el espejo, que no consiente dos caras 2 . Al lado de este falso idolo aparecen en la poesia de los trova- dores otros caracte'res no menos decisivos, no menos esenciales. La satira y el epigrama son las principales fuentes, donde aquella musa se inspira; la duda y el sarcasmo, aun sobre los objetos mas altos y sagrados, constituyen su natural alimento, su mas poderoso incentivo. Examinense, en prueba de estos asertos, cuantas colec- ciones se ban dado hasta ahora a la estampa; pene"trese con espiri- lu investigador 6 imparcial en el fondo de esta poesia: ^que" encon-* tramos pues en la satirica?... Sin duda se revelan en ella no pocas voces las brillantes dotes que bastaron para conquistar al terrible poeta de Aquino y al picante epigramatico de Bilbilis senalado asiento entre los vates de la antigiiedad clasica. Pedro Cardenal, el mas osado y en6rgico de todos los cultivadores de la satira pro- venzal, el que se creia nacido para amar a los hombres de bien, odiando la maldad y la injusticia, condenaba en sus celebrados sirventesios (sin vents) la falsedady la mentira, mortiferas pla- gas de su tiempo; combatia el orgullo y la vanidad de los pode- rosos, cuya falta de amor y caridad los hacia Amicx de tort, e de Dieu enemicx; y protestando contra su rapacidad y sus violencias, los presentaba a la execracion universal como Trebalh dels bos, e del layros abrici, { F. Schlcgcl, Hist, de la tit. ant. y mod., torao I, cap. VII. 2 Esta cs la formula que nucstra litcralura hcroico-popular, trasformada ya en dramatica, dio a la pasion del amor. Asi la comprcndcn Lope, Hojas, Moreto, y sobre todos Caldcron, dc quicn tomamos la primera frasc: la se- gunda pcrtenece a una obra poco conocida, debida a Antonio Enrique?. Go- mez, ingenio de raza hcbrca, en su comedia: .1 lo que obliga el honor, dada a conoccr por nosolros en los Estudios hist., pol. y lit. sobre los judios de Es- pana. Ens. Ill, cap. VIM. TOMO 11. 56 562 HISTOim CRtTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. Cautz de tolz far, e de caritat frez, Ricx en raubar, et en donar mendicx. El monje de Montaudon, cuyo nombre se ignora, entrando en el terrene de las costumbres, se mofa de las mujeres que se pinta- ban el rostro, ideando ingeniosisimo pleito entre estas y los inu- ros y bovedas de los templos, que se quejan a Dios de la injuria y despojo que les hacen, apoderandose de la pintura que en otro tiempo los decoraban. Ogier de San Donato,;con igual vena, si bien no con tanto chiste, se burla de los que prefieren las viejas a las jtivenes, manifestando que eran insufribles las primeras, por te- nirse faz, cuello y pecho de bianco y rojo, dandose cierla rnanera de barniz, con que al par estiraban las arrugas. Siguiendo otros las mismas huellas, descargaban por ultimo el azote de la satira sobre la soltura de las costumbres de los mismos juglares y tro- vad'ores, ridiculizando al par la vana ambicion de gloria y el va- lor exajerado, y echando en cara a sus enemigos la deslealtad 6 la cobardia. Sin duda, al desempenar asi este ministerio, cumplia la satira con la necesidad que le daba vida, encaminandose a la reforma de las costumbres, y revelando su corrupcion de una manera efi- caz y sorprendente; pero cuando, olvidados del todo los trovado- res del idolo convencional de su amor, insultan grosera y torpe- mente al bello sexo, acusandole, como lo hace Rambaldo de Orange, de facil, carnal y liviano, y negandola toda clase de con- sideraciones; cuando ofendidos de la incontinencia del clero, le insultan y maltratan, prodigandole los epitetos de [also, mcnti- roso y perjuro, acusandole de simoniaco 6 hipocrfta, y llegando hasta negarle el poder espiritual , justo es confesar que la satira habia roto sus diques naturales, poniendose en contradiccion con las leyes que Servian de fundamento al espiritu de la caballeria. Desprecio tal de todo lo mas respetable y sagrado de la tierra, insinuado en la poesia de los trovadores desde la e"poca de Gui- llermo de Poitiers *, movia, pues, la pluma del ya citado Pedro I Al bosqucjar la vida del primcro dc los trovadores, cscribia Fauriel, Icspucs dc contar su dcsdichada cxpcdicion a la Tierra Sanla y su vuelta a Aquilanift: Apenas llcgado, sc dcdico a componer un pocma..., que no po- PARTE I. ILUSTR. INFL. DE LOS TROV. PROV. 563 Cardenal para lanzar contra el clero rcpetidos rirventesiot, en quo a vueltas de algunas inculpaciones, tal vez merecidas, decla- raba que todo lo ponia en juego para lograr sus torpes fines, ya concediendo a unos el paraiso con sus indulgeucias, ya enviando 4 otros al infierno con sus anatemas. Para Cardenal no habia buitre que olfateara de tan lejos la came muerta como conocian a un hombre rico lasgentes de Iglesia, obligandole en el momcnto supremo a despojar a sus parientes de sus propios bienes con ilegitimas donaciones. A la impureza de las costumbres que llc- vaba a los sacerdotes desde los lugares mas inmundos al pie del altar, unian el crimen de usurpadores, habie"ndose apoderado del gobierno de las naciones con mengua y desdoro de los principes y reyes. No contento con apurar en semejante forma el dialecto del 6dio, dirigia sus tiros contra la c6rte romana, exclamando en c'ierta especie de poema, que lleva el titulo de Gesta: Lo papa veg falliir, Car vol ric enriquesir; E'ls paubres no vol veyre; Lo aver vol rcculhir, E fay se gent servir; En draps daurats vol seyre E a'ls bos rnercadiers Que dona per deniers Avesquatz e maynada, Tramet nos ranatiers, Quitans am lors letriers Que dono perdo per blada Que pau pojozada. Los cardenals ondralz Estan apparelliatz seemos, sobre las a Venturas y cl cxilo dc su cmpresa. No era en vcrdad ol asunto cosadc broma. Guillermo habia pcrdido millarcs de subditos, lo mas cscogido dc sus vasallos e inmcnsas riqucras. La Aquilaniacnlcra estaba su- midacn duclo profundo; pero Guillermo no poscia la facultad dc considorar losaconteciniientos humanos bajo su aspecto tragico. A juzjar del rcfcrido wpocma por cl tcslimonio de los conlcmporancos que hahlan dc cl, era una pintura hurlcsca del asunto, una bufonada indccenlc, mas sin duda original y alegre, pucs que no faltfS gcnlc a quicn excilo la risa (Hiil. de la poet, proven^., tomo 1, cap. XIV). SG4 H1STORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPA5SOLA. Tola la nuog e'l dia Per tost far un mercat: Si voletz avescat, volelz abadia: Si lor datz gran aver, Els vos faran aver Capel vermelh e crossa; Am fort pane de saber, A tort o a dever Vos auretz renda grossa, May que pauc dar no y noza *. Perdido una vez el respeto, cundi6 rapidamente el contagio de la impiedad, siendo Roma objeto especial de las mas agrias in- crepaciones. Guillermo Figueira se distinguia entre otrosmuchos por una terrible satira en que rogaba a Dios que aniquilara con sus rayos la cabeza del mundo cat61ico. Comienza de este modo: Mas saynts Esperilz Que recenp earn humana, Entenda mos precx, E franha tos becx, Roma, e no m'en precx, Qaar yest falsa e trefana Vas nos e vas grecx, etc. * No juzgamos oportuno seguir copiando. Delclero secular pasa- ban los trovadores al regular, censurando sus vicios con la misma agrura y encarnizamiento . Raimundo de Castelnau, motejando aspera, bien que agudamente las costumbres monacales, decia: Si monge nier vol Dieus que sian sal Per pro manjar ni per femnas tenir, Ni monge blanc per boulas a mentir, Ni per erguelh Temple ni Espital, Ni canonge per prestar a" renieu, 1 Cesta de fra Peire Cardenal, cstr. II. a y III. Raynoaard recogio casi todas las poesias satiricas de estc celebre trovador en cl tomo 1 de su Lexique Koman, pag. 437 y siguicntes. En el tomo IV de su Choix des Poesies origina- tes des troubadours puso olras quince saliras, que se compreriden dcsde el nu- mero XXXV a XLIX ambos inclusive (pigs. 337 y siguicnles). 2 Raynouard, Choix, tomo IV, pag. 310. PAFITE I. ILUSTR. INFL. I)E LOS TROV. PROV. 565 Ben tenc per fold sanli Pcir e sanh Andrieu Que sofriro per Dieu aital turmen, Si aquest s'en van aissi a salvamcn '. Y no solamente eran denostados y escarnecidos en tal mancra Ja Iglcsia y sus ministros, sino que arrebatados en aquel torrento de impiedad, trataban los trovadores la religion con repugnanto irreverencia, haciendo intervenir i Dios en sus burlas, y prot'a- nando con groseros chistes los libros sagrados y con ellos los mas sublimes misleriosdel cristianisrao 2 . |Cosa extrana!... Los poetas provenzales, que habian corrido en gran niimero a rescatar el santo sepulcro, no solamento llegan a maldecir las cruzadas, cuando reciben en las lides algun descalabro ; no solamente se desatanen improperios contra el clero, que habia predicado aque- llas guerras santas, sino que mueven su lengua sacrilega contra el mismo Dios, porque no les daba siempre la victoria; dcseando (|ue los cristianos se tornasen infleles, pues que Dios favorecia a los mahomotanos, y celebrando los desastres de aquellos y el triunfo del Ante-Cristo 3 , a quien prometen rendir culto, si les otorga clamor de sus damas 4 . Pero lo que mas sorprende y des- cubre la flaqueza y descarrio de estos cantores descreidos, es el hallar en medio de semejante cumulo de inmoralidad un fondo do supersticion no menos vergonzosa y reprensible: los poetas quo en tal forma contradicen la autoridad de la Iglesia, atreviendoso a profanar el nombre de Dios, mandan decir misas para recon-r quistar el perdido amor de sus damas, quemando cirios, y en- cendiendo lannparas con este proptisito. Oigamos entre otros u 1 Raynouard, Cfioi.c, tomo IV, pag. 383. 2 Pedro dc Corbian afinna, por egcmplo, quo todos los crislianos sabon y crecn lo quo cl angel dijo a la Virgen, cnando recibio par el oido a Dios, d quien pnrio doncella (Millot, tomo III, pag. 233): cl ya citado Pedro Cardenal declara tambien que en el di.i dol juicio probara a Dios, si se condcna, qu ucometc una gran sinrazon enperdtr loque puede ganar y en no Uenar el pa- nraiso de toda la genie que pueda, micntras ruega a la Virgea que intercede con su hijo, paraque el no sc vca en aquel trance (Id., pag. 20S). 3 Millot, art., Austau d'Orlhac, tomo II, pag. 430. 4 Id. id., art, Granel, pug. 13o. 566 HISTORIA CRtTICA DE LA LITER ATURA Arnaldo Daniel, a quien llama Pelrarca gran maestro a" amor en sus Triumphos: Mill messas naug en perferi En art lum de cer e d'oli, Che Dieus me don bon afert. No necesitamos pasar adelante. Resumamos: la satira Nevada hasta la mordacidad, elepigrama penetrando con sana en el ho- gar dom6stico y ensangrentandose en todo lo mas noble y mas santo de la tierra; la duda vertiendo su ponzona sobre la moral y sobre la religion; el sarcasmo derramando amarga hiel sobre la pura f6 de las creencias h6 aqui los mas relevantes caract6- res de la poesia de los trovadores desde el momento en que co- mienza a dar frutos, hasta fines del siglo XIII, en que termina virtualmente su precoz existencia '. Ahora bien: ,;cual es el caracter de la poesia castellana desde sus primeros albores?... ^Enqu6 fuentes se inspira?... Ya lo he- mos indicado, al reconocer sus origenes y fijar sus principios cons- titutivos. La poesia castellana tiene por fundamento la f6 politica y la f6 religiosa, porque la guerra y la religion fueron las prime- ras fuentes de sus inspiraciones y de su entusiasmo. Ni los poetas erudites ni los cantores del vulgo, animados de un solo pensa- miento 6 impulsados por la unica idea del heroismo, comprendie- ron siquiera en el suelo espanol la existencia de la duda; y hu- bieran considerado como abominable desacato, como 'verdadero sacrilegio el usar del sarcasmo 6 de la satira respecto de objetos santos, logrando unicamente universal odio y menosprecio los que con manifiesta prevaricacion hubieran osado emplear el chiste del epigrama sobre cosas que merecian veneracion profunda. Asi en el largo periodo transcurrido desde que se escriben los primeros { Largos aiios despues de trazarestas Hncas inclufamos la tcsis siguienle cntre las designadas para cl doctorado en Filosofia y Lctras. La sdtira en la poesia provenzal. Representation de la misma respecto de los sentimientos po- liticos y religiosos. Su relation con las costumbres. Diversos g&neros de sd- tira cultirada por los Irovadores. Eligiola y tratola de una manera digna cl profcsor de retorica del Instituto de Barcelona don Jose Coll y Vein (18(ii), caracterizando pcrfcclamente cste gcnero dc poesia, quizacl mas iinporlante, bajo el aspcclo trasccnclcntal, dc cuantos cullivan los Irovadores. PAflTE I. ILUSTR. INFL. DE LOS TROV. PROY. 567 poemas castellanos hasta fines del siglo XIII; periodo sobre el cual versa exclusivamente la comparacion que vamos establecien- do, para destruir la idea de esa paternidad forzada, no ofrece la poosla castellana ningun egemplo de irreverencia ni do increduli- dad, siendo la religion el numen tutelar de nuestros poetas, como lo era de los guerreros en mitad de los combates. Ni aim cuando llega la liora en quo la poesia reprende las cos- tiunbrcs generates, comprendiendo en ellas las del clero, falta a la dignidad ni al decora, ni asoma a los labios del vale la sonrisa de la ironia: s . Cuando esto sucede, no solamente llevaba la poesia popular largas edades do existencia, sino que asimilada primcro a la erudita y divorciada despues de esta, habia representado con su verdadero y propio colorido aquella civilizacion ene"rgica y viril que le presto 1 Hist, de la pocs. proven?., tomo I, cap. II. prig. 33. 1 Ilimlracion IV, prigs. 473 y sigs. ,'{ Vt-as^ la llnslracioH IV, y on su lugar cl cap. I del II suhciclo de nucs- tr.-i Il. a I'arto. TOMO II 57 578 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPAfiOLA. su aliento. ^Ni que" necesidad tenia de buscar en extranos paises fingidos h6roes, el pueblo, cuyos anales enriquecian los nombres de Bernardo del Carpio y del Cid, con las maravillosas proezas de Fernan Gonzalez, y las interesantes aventuras de los Infantes de Lara?... El insistir en este punto, sobreofender el buen sentido de los leclores, daria demasiada importancia a una opinion, hija mas bien del compromiso en que se puso Fauriel, al proclamar la in- fluencia omnimoda de los provenzales sobre todas las poesias mo- dernas, que de profundo y sazonado estudio. Las formas exte- riores de los romances tienen en el suelo espanol y dentro de la sociedad cristiana legitimas fuentes; y nadie habra que reco- nocidos los titulos, en que esa legitimidad se funda, pueda ne- garles la originalidad que, hablando siempre en el sentido tradi- cional, los distingue y avalora. V. Acabamos de examinar bajo sus relaciones hist6ricas, filos6fi- cas y artisticas esta importante cuestion, que ofrece tanto mas vivo interns, cuanto mayor ha sido la facilidad con que se ban admitido los errores, cundiendo de un modo inexplicable aun entre los criticos de mas justa nombradia, y es mas decidido aun el empeno de hacer la civilizacion espaiiola en todos conceptos derivada e" hija de sus hermanas, las demas civilizaciones meri- dionales. En la cuestion histtirica hemos probado con aut6nticos e irrefragables testimonios que la poesia castellana puede rivali- zar, cuando menos, en antiguedad con la poesia de los trovado- fes: en la fllos6fica, que siendo absolutamente diversos los funda- mentos de una y otra literatura, no fu6 humanamente posible que la provenzal diese nacimiento a la castellana: en la artist ica no puede quedar ningun ge"nero de duda de que, aun reconocida la misma identidad de origenes en la literatura latino-eclesiastica, son de todo punto distintos los medios deexpresion, de quo una y otra poesia se valen, coni'orme a sus fines particulares y a la fndole especial de cada una de ellas, durante los siglos XII y XIII. Si, pues, en ningtino de estos terrenes puede sustentarse con csperanza de buen 6xito la opinion quo combatimos, ^en qu6 clase PARTE I. 1LUSTR. IISFL. DE LOS TROV. PROV. 579 de hechos podriamos fundarnos para resolver, sin escrupulo al- guno, quo deberaos a los trovadores provenzales el precioso don de nuestra poesia?... ^Por qu6 el injustificable erapeno de hacer pedise"cuo y tributario desde su cuna un arte, quo nace al grito de libertad 6 independencia, para santilicar a un tiempo el triunfo de la religion y de la patria?... La causa de semejantes contradic- ciones (sentiriamos equivocarnos) reconoce" tres distintas fuen- tes, a saber: primera, el exclusivismo 6 intolerancia de las es- cuelas literarias: segunda, la excesiva autoridad que ciertos nom- bres ban ejercido en el campo de la critica, siendo hasta nues- tros dias verdadera re"mora de todo estudio, capaz de menoscabar su absolute imperio; y tercera, ya en la edad presente el anlielo de singularizarse en el cultivo de la critica, descubriendo nuevas sendas a la investigacion, 6 cediendo mas de lo justo al impulso de un exajerado patriotismo. Quede, pues, asentado en vista de cuanto la fllosofia y la his- toria nos ensenan, que la poesfa que lleva el norabre de castellana, no reconoce ni en el fondo ni en las formas la influencia proven- zal, hasta el memorable reinado de don Alfonso el Sabio; 6poca en que le era dado aspirar a la posesion de extranas preseas, en- riquecida ya por todas partes nuestra cultura con muy peregri- nos tesoros. Pero el examen y apreciacion de todas estas conquistas, en- tre las cuales habra do contarse tambien la de la metrificacion provenzal, materia es ya de otro linaje de investigaciones, mas propias del siguiente volumen. No dejaremos sin embargo la plu- ma, sin consignar que de las hechas hasta ahora, no s6Io se de- duce la legitimidad de los elementos que constituyen la primitiva poetira castellana, asl interior como exteriormente, sino tambien la injusticia con que se ha procedido, al hacerla on todas sus eda- des dorivada y tornadiza. APENDICES. i. SOBRB Lit FORMAC10N DE LOS ROMANCES HABLAS VULGARGS. I. MO.NEDAS A li \lil< i> I. A I I N \-. V arias son las acunadas, segun en su lugar advertimos, durante Jos pri- meros dias de la domination mahometana. Entre las quo ban llegado a los tiempos modernos, podemos ofrecer d nuestros lectores la descripcion de las dos notabilisimas, ;i que hemos aludido arriba (pag. 387). .Unas tienen en el anverso esta inscription ardbiga: , -JjjbJL) Cuya traduccion castellana es: n el nombre de Dies se acund este dinero (dinar) en Andalusen el aflo 98 de la Egira.n Este ano corresponde, segun notamos en el texto, al que se cont6 desde el 24 de agosto de 716 4 13 de agosto de 717 de la Era cristiana. En el re- vcrso se lee: Feritot sol. in Span, an, XC. La leccion de esta leyenda parece ser: l-'crili tolidi in Spania anno nonaoinla. 582 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Sin duda debe suplirse en la fecha octo, para que asi corresponda al ano de la leyenda arabiga, habiendo sido tal vez suprirnida la unidad, por- que no cupo en la orla. Se venues que, tanto en el anverso como en el reverse, se expresa una misma idea, variando s61o la lengua. En la latina se cometi6 el error de escribir feritos por feriti, trocada ya la terminacion del nominativo del plural por la del acusativo en os; y como esta forma se trasmite y conserva en las hablas vulgares, especialmente en el castellano y el gallego, no seria aventurado el suponer que aquel romance, que ha- cia decir en Asturias al monje Fromistano cum haberes suos, cum servos suos (pig. 390, nota 1), obligase d los grabadores empleados por los Ami- res d escribir feritos solidos. Ofrecen estas monedas en el centro del rever- se una estrella de ocho rayos, alusiva tal vez al Hesperus 6 estrella de V6- nus, signo con que intentaron sin duda indicar que se acunaron en la region mds occidental del Imperio. En el centro del anverso tienen esta leyenda: Mahommad, cnviado de Dios. Otras ostentan la siguiente inscripcion en caracteres latinos: Indictione undecima. La cual aparece indicada solamente con las siguientes siglas: INDIC.Xl Y d su alrededor se lee: Sid. Frt. in Spn. anno XCIIIl. Lo cual, en nuestro concepto, significa: Solidi feriti in Spania anno quatuor et nonaginta. Presentan el reverso una estrella de ocho rayos, como las anteriores; y en torno se halla escrito tambien en caracteres latinos, de no fdeil lec- tura: Non est Deus nisi Deux ..... Hay tambien otras monedas, variantes de las anteriores, en las cuales en vez del nombre de Mahommad, se vd una columna y sohre ella, al pa- PARTE I. APfcNI). FORM. DE LOS ROM. 6 HAB. VOLC. 583 rccer, un globo, signo tal vez usado por los sarraccnos para denotar su do- minacion sobre los pueblos vencidos. No olvidaremos por ultimo las monedas del mismo tiempo, tambicn bilingiies, acunadas en Africa, donde imperaban ya de mucho antes los Amires mabometanos. En el un lado tienen escrilo en lengua arabe: No es Diossino Aldh, y en el otro: Mahommad profeta de Diot. En la orla dice en caracte>es latinos: Sid. frt. in Afrk. an. XCVI1I. Solidi feriti in Africa anno octo ft nonaginta. En el opuesto lado ofrecen otra inscripcion latina de muy dificil lectu- ra. Estas monedas, acunadas en Cartago 6 en Cairwan, son de oro, asi como las demds descritas. Pero si tienen grande interns 6 importancia para el estudio, que vamos baciendo, no lo presentan menos las que en if 94 se acuriaron en la ciu- dad de Toledo por mandado de Alfonso VIII, pues que bastan para com- probar las observaciones que llevamos bechas respecto del estado relativo que en esta edad presentan ya el pueblo cristiano y el sarraceno. Asi como los Amires se vieron obligados a emplear el latin para bacer admisibles sus monedas entre los cristianos, adoptaban abora los reyes de Leon y Castilla la lengua y escritura de los drabes, para que ballasen acogidaenlre sus vasallos mudejares. La singularidad de este becbo, en,uno y otro caso, prueba cudn excepcionales eran ambas situaciones, siendo imposible que se perpetuaran. De la misma forma que los mozdrabes se doblaron en esta parte al yugo de Islam, bubieron de someterse los vasallos mudejares al cristianismo, no babiendo necesidad de que se repitiera aquel egemplo, que pudo acaso halagar el orgullo del soberano. Las indicadas monedas que publicamos ya en nuestra Toledo Pintoresca (1845) tienen pues las siguientes leyendas: en el area del anverso: jL> i~arn***r! iiju J! ,*L! .... , . f ALF. El Sumo Pontfflce de la lylesia Cristiana es el PajM roniano. ALFONSO. La orla dice asf: \ ^ j^yt ^\ ^*&\ ~.j\j rfMj ^f\ AM ^ LJL- ^ r C j^ Cuya traduccion es: En el nombre del Padre, del Hi jo y del Etpirilu Santo, Dios uno: el que cree y es bautisado, serd talvo: 584 H1STORIA CRlTICA DE LA L1TERATUHA ESPAflOLA. En el reverse: El Principe de los Catdlicos Alfonso, hijo de Sancho, ayudele Dios y prottjale. En la or la vd escrito: A I ..II JJa) y 1 '. En castellano: Se acuhd este dinero [dinar] en Toledo, ano de J232 de la Era espanola [Safar]. Todos estos monumentos deberdn formar parte de la obra que sobre las Monedas drabes de Espana escribe nuestro entendido companero don Anto- nio Delgado, anticuario de la Real Academia de la Historia, y actual di- rector de la Escuela superior de Diplomdtica. II. Romance habladaen los antiguos reinos de Aragon y Navarra. Asientan algunos escritores, asi nacionales como extranjeros, que file" la lengua hablada en Aragon y en Navarra desde los primeros tiempos de la reconquista la lemosina 6 catalana. Pero sobre haberse perdido de vista cuantos antecedentes hist6ricos se refieren la cullura de una y otra co- marca desde la mas lejana antigiiedad, no se ha tenido presente rnonu- mento alguno de cuantos podian contribuir & ilustrar esta investigacion, cortando todo iinaje de dudas y ahorrando toda controversia. Ya por lo que respecta a Aragon di6se d luz el ano de 1788 en el Memo- rial Literario, periddico no ajeno de intcres, cierto discurso an6nimo, en- caminado a desvanecer este error, probandose que nunca fue el romance Catalan lengua popular ni universal en las comarcas aragonesas: lo mismo reconocieron despues notables escritores, que se ban aplicado, no sin for- tuna, d recoger las voces aragonesas que no ban logrado aclimatarse en Castilla, constituyendo lo que se entiende por verdaderos provincialismos. (D. Mariano Peralla, Entayo de un Diccionario aragon^s-caslellatio, Zarago- za, 1836; don Gerdnimo Borao, Diccionario de voces aragonesas, Zaragoza, 1859). El romance que por efecto de los bechos ya reconocidos, nace y se desarrolla en el suelo de Aragou, lejos de asemejarse al Catalan, sc berma- I'ARTE 1. APfiMD. FORM. HK LOS IIOM. U HAB. VUL(J. 58K n;i en todo con el castelluno, si bien ostenta desde la cuna ciertos malices que dan razon del suelo que lo alimenta , del ;'i sus anliguas tradicio- nes y d los elementos que sc congregan para caracterizarlo y acaudalarlo; y que ofrece la misma elaboracion, lenta, bien que progresiva, que bemos reconocido documental mente respecto de Asturias, Leon y Castilla, prue- banlo con toda evidencia irrecusables testimonies diplomaticos, desde el instante en que existe aquella rnonarquia. Notable es entre otros que pu- dieran traerse al efecto el testamento de Ramiro I, otorgado en 1061: en el ballamos cldusulas como estas: Dono... de meas armas qui ad varones et caualleros pertinent, sellas de argento et frenos el brunias el espatas el adarcas et gelmos et lestinias et cinctorios et sporas et cauallos et mulos etequas et vacas... et uassos de auro et de argento et de cristalo... et meos uestitos et acitaras et collectras et almufellas... et totum vadat, cum corpore meo, ad sanctun Ioanem. Y luego afiade: Et illos uassos quos Sanctius filius meus, comparaverit el redimerit, peso per peso de plata... illos prendat... [el abad de San Juan] et in caslellos de fronteras de mauros qui sunt pro fa- cere, etc., etc. (Briz, Hist, de San Juan de la Pena, lib. II, cap. XXXVIII). Facil cosa*seria en verdad multiplicar las citas respecto de estos docu- inentos, que siendo verdaderamente bilingues, dan d conocer en Aragon la existencia de un romance castellanizado (si es licito bablar asi) antes de los tiempos de dona Petronila (1 137 a H64). Pero porque es mds principal y decisiva respecto de la investigacion que ensayamos, la presentacion de documentos que pertenezcan exclusivamente a la epoca de la casa de Barce- lona, y porque en este linaje de cuestiones s61o ellos pueden y deben hacer fe, parecenos oportuno poner aqui algunos testiinonios, que por referirse a las transacciones de la vida privada, en que median gentes dc clerezia, y por estar escritos en diversos puntos del indicado reino, no consienten duda de cual fue la lengua vulgar del misrao. Conveniente juzgamos anadir que abarcan casi el espacio de un siglo, tiempo en que el idioma de Castilla, aplicado a los instrumentos publicos, fue declarado lengua olicial y cancelaria. Ni esmenos digno de advertirse que el caracter especial de estos documentos explica perfectamonte la si- luacion de los aragoneses, fluotuando, al escribir, entro el babla vulgar y el idioma de la c6rte. Semejante vacilacion, que se insinua sin duda des- de el advenimiento de los condes de Barcelona al trono de los Ramiros y Alfonsos, y que toina mayor cuerpo y fuerza durante el reinado de don Jaime I, quien sobre dar la preferencia al Catalan, escribe en este romance su propia Cronica, ha podido dar origend la opinion que combalimos; pero este mismo lie'cho, dcmds de las frecuentes declaraciones que bace el rey en la misma Cronica sobre la existencia de la lengua aragonesa, al tratar de Teruel y otras ciudades de aquel reino, maniliesta que era dicbo ro- mance universal y corriente en Aragon, asi como el llamado lemosino ca- talan lo era en el principado (Cap. XI dc la II. a Partc). Vcamos, pues, los meacionados instrumentos: 580 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. Testamento de dotta Sancha de Rueda, otorgado al parecer en Zaragoza [1225]. Esta es carta de destin que fago yo dona Sancha d' Rueda, estando en mi seso et en mi memoria. Primeramente, lexo por mi alma el mi orto, que sea tenuda lampada de noite et & las h^ras deuant el altar d' Sancta Maria d' Piluet, por todos tienpos. Et lexo el campo de los Quinones, que m'end fagan por alma todos anyos una vegada, d los c!6rigos de Piluet; et lexo las mis casas con las cubas et con las areas et con quanto esta entro en las casas, que m' scan cantadas todos los anos XXX misas por mi alma. Et todo esto lexolo en poder de mi fillo don Martin: que el que lo cumpla en sus dias; et despues sos dias, que lo lexe quien el querra, que sea del linaie, et que cumpla esto. De mas lexo al capellan del Piluet XII di- neros et & los escolanos cada VI dineros: a Berola X soldos; & Sancta Maria de Villa-viella XII dineros; Sancta Anastasia XII dineros. El lexo a mi fillo don Martin la vinea de Riel et a Ferrer el campo de las Canales. Et lexo d mi filla dona Toda et d don Garcia, so marido, el campo de la car- rera de Tudela en paga de XVI cafices de trigo que me emprestaron. Et lo al que finca, quiten mis debdas, et pdrtanlo mis fillos. Esto fu6 fecto en presencia d' dona Sancha Tarin et d' don Stevan, el capellan, et d' otros buenos omes; et fueron cabecaleros don Jhoan d' la Tienda, et don Fer- tuino Navarro. Facta carta mense mandii. Era M. a CC. a LXIIj. a Marcus scripsit (Real Acad. de la Hist., BiM. de Salazar, M. 83). 2. Obligation otorgada en Jaca por Gil de Brun de Aysa y Azlarg, su mnjer, d favor del monasterio de Sancla Cristina [1268]: Conoscuda cosa sia & todos omnes-que nos Gil de Brun de Aysa et Az- torg, so muller, obligamosnos et prometemos et combenemos vos don Bernart d' Bescat, hospitalero de Sancta Xpina et don fray Stephan de Monbaldran et fray Martin et fray Guyllen, frayres de Sancta Xpina, quo, molan toda nostra ceuera todas oras et tots dias que moleren en aquel molin que es de Sancta Xpina, lo qual es en te"rmino de Asieso, en ribera del flumen de Aragon, entro desta presente festa de Omnium Sanctorum que primer ven, entro d seis ans primos venientes, nos facemos & uos for con- plimento en todas cosas que han costupnado de fer en lo dito molin ad atales moledores como nos. Etsi por aventura que se non facials fer lo dito complimento, nos non siarnos tenguts de la dita combinencia ni obliga- mento nin promission por ninguna manera. Son da(;6 testimonias feitas et pregadas don Pero Santiellcs, et don Pcro Guion. Fortunio de Benics, pu- PARTE I. APfcND. FORM. DE LOS ROM. 6 HAD. VULG. 587 blic de Jacca notari, mandate praedictorum, esta carta escriue iij Kalen das nouembris, Era.* m. a ccc. a sexta, et esla signal hisce (Heal Acad. de la Hist., Archivo del Monasterio de Santa Cristina de Jaca, num. 33). 5. Escritura por la cual el monasterio de Montcaragon dd en arrendamiento d don Juan de Villantteva y d don Jtisto Forniellos un campo, en el ttrmino de Almeriz [1272]. Manifiesta cosa sia atodos c6mo nos don Johan Garcey, por la gragia de Diosabbatde Montaragon, con voluntat et otorgamiento de donJoban Don- brun, prior del claustre et de don Pedro Xemeneg de Pueyo, prebost, et de todo el conuento de Montaragon damos, otorgamos et de present deliura- mos d rendo d uos don Johan de Villanuava (sic) et a uos don Just de For- niellos, et & uos don Fferric deVillacampa, vicinos d'Osca, un campo nues- tro.que nos auemos et auer deuemos en te>mino d'Almeri^, el qual campo affronta do tres paries con cequia uicinal e con campo de don Blascbo Loarre etcon campo de la Caridat d'Osca et con campo que flue" de don Be- nedeyt de PAlmunia; et assi como las auanditas affrontaciones el dito cam- po circumdan et encloden, assi damos d uos aquell d rrendo todo ab integro con entradas 6 con exidas suyas, aguas, dreytos et pcrtinencias que al dito campo pertenexen 6 deuen pertenir por qualquiere racon. En tal condi- cjon damos d uos d rrendo el dito campo: que uos et todos uestros succe- sores que por tiempo el dito campo tenrrdn 6 possediran, dedes etpa- guedes todos annos por rrendo d la prebostia de Montaragon en el mcs dagosto 1XX soldos de dineros iaqueses moneda buena. Et queremos et mandamos que ayades el dito campo plantado et replantado vinya dr buena planta bien et lealment d poder uuestro del primer mes janero que viene entro ad vn anno continuo 6 cumplido. Et uos et successores uuestros dedes todos annos d Montaragon dentro en la dita vinya dc'cima et primi<;ia de las vuas bien et lealmente. Et si por uentura uos 6 suc- cessores uuestros la dita uinya querredes uender, prirnerament lo fagades d saber al prebost que por tiempo serd en Montaragon por X dias ante. Et si comprar la querrd (bay laguna) de la dita prebostia, que la aya 6 la pue- da auer menos X soldos de tanto quanto otra persona alii dard. Et si com- prar non la querrd, dalli adelant uendades aquella d qui uos querrede?;, saluo d caualleros et infancies et 6rdenes et omes religiosos; mas uen- dades aquellas d uuestros consembles en los quales ayamos et recibamos el dito rrendo con todos los otros dreytos saluos et seguros. Et uos et suc- cessores uuestros, compliendo et observando las condicioncs etcada una de suso, queremos firmement, et otorgamos que daqui adelant ayades tingades ct possidades la dita vinya d ppropia liorcdat por dar, uender, enpenyar ct por qualquiere otra manera alienar, ct por for daquclla et en S88 HISTOKIA CIllTlCA DE LA L1TERATURA ESPANOLA. aquella todas uuestras propias uolutaes, uos et toda uuestra generation por d todos tiempos, assi corno mellor et mds sanament se puede decir 6 cntender cosa de pura donation. Et por mayor firmeca e testimonianca de las sobreditas cosas, nuestros signos acostumnados aqui possamos et fe- mos possar. Et nos auanditos Johan de Villanueva 6 don Just de Fornie- llos 6 don Fferric de Villacampa, con muytas gracias fa9iendo, recebemos de uos, senyor abbat, et prior et prebost et de todo el convento de Monta- ragon, el dilo campo a rrendo con todas et cada unas condiliones de suso ditas. Testimonias son destoque fueron presentes et rogados don Johan le- nehue et don Bartoloraeo de Gavin, vecinos d'Osca. Fey to fue" esto XVI dias entrados del mes de marco, era MCCCXII1I. Signo de Domingo D'arguis not. publico d'Osca que de mandamento de todos los sobreditos esta carta scriuitf et por abece la partid (Academia de la Hist., Legajo 6. de los documentos del monasterio de Monlearagon). 4 Carta de arrendamiento de un campo y una vina, otorgada d favor de dona, Clavaria de la Caballeria por fray Arnaldo Guillen de Davac, clavero del mo- nasterio de Sancta Cristina da Alaver, Jaca [1314]. Manifiesta cosa sia & todos c6mo yo don fray Arnalt Guyllen de Davac, clavero de Jacca de Sancta Xpina. de Alaver do a vos donna Clauaria de la Caualleria et a Valles, uro. siervo, vicinos de Jacca I campo et una vynna que son de Sancta Xpina., por de la fiesta de Pasqua florida primera pas- sada en VIII anos continuadamente conplidos et por racon de vras. labores que vos faredes nel dicto canpo, que rescebades las dos paries de los dictos fruytos et que dedes a mi la lercera parte de los dictos fruytos con la ter- cera parte de la palla. It: de .la dicta vynna que dedes et paguedes a mi en cadun anyo por el tpo. de ssusso dicto IV soldos, dineros jaqueses por la fiesta de todos Santos. Et labrado lo dicto, campo e vynna, bien e" lial- mente et pagando lo dicto lereio el IV soldos nel dicto tpo., lo dicto campo et vynna tiengades et plantedes el parcededes en la manera de susso dic- to. El nos dictos donna Clavaria el bayles lo diclo campo et vynna d'Alaver reseebimos en la forma el en la manera de susso dicla, el pagaruos bien el lialmenlc los diclos fruylos el palla el los diclos IV soldos nel Ipo. por vos asegurado el d cabo del tdrmino d'arrenderuos lo diclo campo el vyn- na meyllorados el non peyorados, et sines toda carga de rendo. Encara promelemos et convenimos en buena fee d'ir d moler a los molinos de Sancla Xpina- todo el pan que por nos serd feylo moler nin se amassar a en nuestra casa. Testimonies fueron dicto don Julyan de Castello, cappe- llan y Per d'Aslivon, vi9inos de Jacca. Feylo fu6 eslo XIIII kalcndas ma- dii, Era. a m. a ccc. a XL. a dos. E yo Gil d'Ipas, publico notario dc la ciudal PARTE I. APfeND. FORM. DE LOS ROM. (J HAU. VUl.G. 589 dc Jacca, esta carta escrivic 11 esla signal y" fecje (Acad. de la Hist., legajo num. 33 del monasterio de Santa Cristina; Jaca Huesca). La fecha de losdos ultimos documentos convencerd de que no sola- mente continud siendo el castellano el habla vulgar de Aragon, d pesar del empeno que pudo tener para introducir el Catalan la casa de Barcelo- na, sinoque se iba desarrollando y perfeccionando, si bien con mds lenti- tud que en Castilla, segun probaremos tambien con el exdmen de no- tables escritores de los siglos XIV y XV, todavia desconocidos de los doctos. Ni son menos satisfactorias las pruebas relativas al reino de Navarra. Escritos sus documentos oficiales en el degenerado latin que bemos reco- nocido en los de Aragon y Castilla hasta lograr omnimodo triunfo las ha- blas vulgares, vemos germinar en ellos y dar razon de su existencia al romance navarro, que tan estrecbamente se ligaba con el bablado en la Espaiia Central, como que sobre reconocer un mismo tronco y raiz, debia su aparicion d muy andlogas circunstancias politicas y sociales. For esto, sin apartar la vista de los fueros, otprgados por la dinastia aragonesa d las principals poblaciones de Navarra, inclusa la ciudad de Pamplona, halla- mos en ellos no solamente numerosas voces que pudieran desde luego ca- lificarse de caitellanas, sino tambien abundantisimos giros y cldusulas en- teras que bajo la corteza de un latin extremadamente barbaro, descubren un idioma nacional, cuyo desarrollo aparecia en verdadero estado de progreso. Leyendo por egemplo los fueros de Carcastillo, Encisa, Caseda y el Barrio de San Cernin (Pamplona) dados por Alfonso el Batalla- dor (H29), tropezamos frecuentemente con fragmentos, concebidos en esta forma: uCaballeros de Carocastello uaiant ilia tercera parte in fonsado cum rege, aut cum seniore: quelque remangat de ilia tercera parte, peitet fonsa- to V solidos. (iCaualcalores de Casseda qui fuerint in terra de moros, de ropas et de armas mm dent quinta. Ganato de Casseda non det herbatico. Populatores de Casseda, si fuerint alcanzados de V solidos, peitent per illos uno arrobo de triqo et uno arrobo de ordion, etc. (Mufioz, Fueros Municipals, pdgina 470 d 477). La invasion del romance vulgar en los documentos oficiales 'crece de cada dia hasta que ya, al comenzar el ultimo tercio del siglo XII, se alzn en Navarra con el dominio de la cbancilleria, asi como estaba sucediendo en Castilla. Don Sancbo el Sabio, que gobierna aquella monarquia de i I ;JO d 1i93, otorgaba d los vecinos de Arguedas en i!7i un fuero escrito en el romance navarro, b.iblado por la mucbedumbre (Yanguas, fiiccwnario dc antiguedades de Xavarra}', y desde aquel tiempo mcnudeaban los documon- tos redactados en la misma lengua, que segun en lugar oportuno obser- vamos, triunfaha despues de todas las contradicciones, suscitadas natural- mente por la dinastia francesa. Pero estas aseveracioncs necesitan compro- bacion, y ninguna mas eficaz que los documentos diplomaticos. Veamos pues los siguientos, que por pertenecer d diversas localidados y apareccr 590 HISTOniA CRfllCA DE LA LITERATURA ESPANOLA. interesados en ellos monjes y abades, pueden calificarse como testigos de exception en el proceso que seguimos: 1. Carta de venta de una heredad en el tormina de Tudullen, otorgada por do- na Urraca, hija de don Espanol, d favor del abad y los monjes de Filer o (E. 1250 A. 1212). In dei nomine. Ego dona urraca filla de don espannol con todos mis fi- llos. con vincent. et con Bertolomeu. et con domingo. todos ensembleator- gando. uendemos a uos don maurin abbad de fitero. et a todo el con- uent de fitero al present et al uenidero toda la heredat del termino de tudullen que nos caio en part por heredat entre nuestros erma- nos. de nuestro padre don espannol. et de nuestra madre dona uelli- da. hermo. et poblado. estis, malauoc. entegramientre, laurado et por laurar, uinnas. piecas. montes. fontes. prados. erbas. domos. et todo quanto ijue en el termino de tudullen auemos de nuestro padrimo- nio o deuemos auer. de cielo tro a tierra. con sos entradas et con sos essidas, per CV. M. alfonsis bonos de bon oro et de peso. Desta here- dat que de suso auemos dilo. es la una pieca en anamaca. o la penna amariella. E a afl'rontationes de todas partes los monges de fitero. La se- cunda pie9a es de ius anamaca sobre 1'oliuo. E a affrontationes de todas partes los monges. La tercera pieca es en el palombar. et es esta pieca en dos partidas. Et en la partida de suso et de juso. a affrontationes de to- das partes los monges. Et es de las uinnas la una en anamacuela. E a af- frontationes de todas partes los monges. La secunda uinna es en anama- cuela. E a affrontationes de una part don urraca la filla de don' andresa, et del otra part los monges. Et un orto en anamacuela. E & affronlationes de todas partes los monges. Et unas casas cerca las uinnas. Et an affronta- tiones de una part los monges. et del otra part la cequia. Et damos uos fidancia de saluedat a foro de tierra. Pedro martineo, ierno de dona San- cha. Testimonias per mano postas qui esto uidieron et odieron. Diag Pe- drez. et Gonzalbo ferrandez, fillo de ferrand diez. Odidoresde los monges. Don marin. Prater bernard qui esta carta escriui6. Prater Marco de alfaro. Prater Garcia de logronno. Prater arnalt zapatero. De los seglares. Pedro de don espanol. Sancho de don espanol. Facta carta sub era M. a CC. a L. a in mense augusto. Regnandoel rei don alfons, de toledo tro a calaorra. Se- nor en cerbera guillen gon9albez. Tenedor del Castiello por so mano don' urraca, so mullier. Alcalde por mano del rei don monio. Merino lop de rnues (Carta en pergarnino: Real Academia de laHistoria; Arch, de Pitero). PARTE 1. APEND. FORM. DE UOS ROM. 6 MAB. VULG. 591 2. Carta de cambio df unas (terras y riilas entre el Prior de San Esteban de Httarte y don P. de Clizaldea y su mujer, de Zamudia (E. 1262 A. 1224). In nomine domini nostri ihu. xpi. Notum sit omnibus hominibus tarn presentibus quam futuris. Quod ego F. de gueret, Prior sancti Stephani de huart, cum assensu.P. abbas legerensis, dedimus in cambio duas kafl- zadas de pieeas et III1 ariencos de uinnas. per parte que babel do. P. de cli<;aldea. et. dona S. uxor eius, in Rotis de Cumadia cum uoluntate filio- rum suorum. Daquest cambio se touieron por pagados predictos abbas, et don Fortunio de guerez. et don P. et uxor eius donna S. et filii sui. Set sciendum est quod sant Estevan debet dare el aloquerio magistri maioris, quando dujeren a fer huebras grandes de nueuo. e el comer debent dare de comun. et sant Esteuan debet dare rodio qui las curie sempre per ilia parte quam habuit de don P. et de donna S. Desto tiene ferme don F. de gueretz por ad sant Esteuan a don P. chipia. de don P. et de donna S. et de suis filiis. como fuero es en la tierra. Insuper tenet fidanca de coto de boyes a don Sancho macua de echeuerria que si alguno enbergasse en esta part destas ruedas. o qua faga que dar o que peite C. boyes. Similiter don P. et donna. S. et filii sui tenent ferme a don P. cbipia destas piecas et de estas vinnas, como fuero es en la tierra et in super tenent fianca de coto de boyes luan curia de iriurri que simul omme quisiesse enbergar en estas piecas et en estas vinnas. o quel fagan o que peite C. boyes. Actum est hoc sub Era M.CC.LXII. a in mense madii in die sancti lohannis ante portam latinam. feria II.* Regnante Rege Sancio in Nauarra. Episcopo pampilone Remigio. Testes et auditores huuis rei sunt P. ezquerra para- pilonensis canonicus. S. capellanus de sant Estevan. don P. Semenez, saccrdos. S. dordiriz, sacerdos. S. romev, sacerdos. S. orduna, sacer- dos. G. macua. F. macua. P. sarrondoa. don G. de mutiloa. hye- nego de iriuaren. G. migael. D. de cumadia. G. arceiz de echeuerria. F. de echeuerria. et multi alii. Ego P., abbas legerensis, hoc factum claudo et sigilli mei munimine corroboro et confirmo (Real Academia de la Ilistoria, archive de San Estevan de Huarte). 3. Carta de donation, por la cttal cede don Pedro de Arceiz de Arroniz varias heredadex, en terminos de Cervera \j Andion, al numasterio de Fitiro(E. 1272 A. 1234). In Cbristi nomine amen. Conoyscuda cosa sea a todos omes que esta . 592 HISTORIA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPAJsOLA. carta ueran, c6mo io don Pero arceiz de arroniz, estando en mi memoria bona, mando ct dono aqueMa heredatde Ceruera et de Andioncon sos coy- Ilacos et coanto uenia en Nauarra de Garcia Ceruera por mi alma et de to- dos mios paricntes, a dios et a sancta maria et al monest'erio de (itero. Et est mandamiento fago io, si por uentura de esta enfermedat passare de est sieglo al otro, que filios mios ni filias ni parient ninguno ni omme del sieglo non los embargue en estas beredades que sont delant non penadas, nin lis metan mala uoz. Et ningun filio mio ni fllia mea ni ningun ome de est sieglo que mala uoz quisies meter, sea maleito de dios. Et si por uen- tura escapare de este enfermedat, ueerme con el abbat et con el conuent e de la rencura que aur6 de eillos, ferme an dreito. De est mandamiento et de esta almosna que manda don Pero arceiz de arroniz a dios et a sancta maria et al monasteriode fitero son testimonias por mano puestas don San- cho sanz de buzguarret. et don Pero gomiz, el mege. don Joban guillem ~de Estela. et martin lopiz devncue. et Pere, filio de martin gomiz. Romeo de los arches, et Pero martinez de Surrusla'da. et frayre bernart de Tu- dela. et domingo de artauia, el escriuano qui todo esto escriuio, por man- damiento de don Pero arceiz de arroniz. et estos bonos omes assi se otor- garon por testimonios. Regnante Rege Thibaldo, comite de Campania ct de bria palazin in Nauarra. Petrus remigius, episcopus in pampilona. Robert de Secayna tenente castrum stelle. Raymundus Tbeobaldus, prepositus. J periz judice. martino de coyllantes, sayon. Facta carta in mense Julio III nonas eiusdem mensis. sub Era M.CCLXXII. (Real Academia de la Historia, arcbivo del monasterio de Fitero). 4. Donation de unas mitades de casas, huerto y vinas, situadas en terminos del liurgo de Arnedo y Valpina, otorgada por dona Felicia A favor del abad y mon- jes de Fitero (E. 1275 A. 1237). In nomine sancte trinitatis. Sepan todos los hommes qui esta carla ue- ran. que Io dona felicia, sana et alegre et en mi bona memoria stando, dono a dios et a sancta maria et a los monges de [itero. a los presentes et a los que son por uenir. la mcitad de unas mias propias casas que son en el burgo de Arnedo. et la meitad del orto et una uina en ualpinna. la meitad destas prenominadas casas. con el meio del orto. an allectaneos de la una part dona felicia ela misma de la otra; Joban perez, filo de Pedro doria, de la otra parte el rio. Et la deuantdita uina de la una part a allectaneos Pedro Guirald, et de la otra part, don Remir perez et de la olra part eJ rio de moreta. et de la olra la carrera que ua a quel. Et queaquestdonadio seia sano e firme a los deuantditos. monges. doles fiadores dc salucdad. a don Hoi tarin. et a don Lop. Sancboz, filo de don San de mo (bay laguna) csla meilad de las prenominadas casas. con el orto et la deuaut dita uinu. a los PARTE I. AI'f.M). FORM. DE LOS ROM. 6 HAS. VULG. 593 mouges de fltero. de qui que la demande. assi como fuero es de Arnedo. Estdeuantdito donadio. dono con sus entradas. et con sus exidas ctcon to- dos los dereitosquo io y e" et deuo auer, de jus tal conuinien^a: que si pa- rient mio uiniere a la hora de mi fin qui quiera cobrar esla deuanldita heredad, de" XL. a morabitinos a los monges de fitero. etcobre la deuant- dita heredad. E io frai migael, cellarero maior de fitero, con otorgamento del abad et delt conuent melo aquesta nicitad de cstas deuantditas casas, con el orto. et con la uina. en coinienda de dona felicia que ela la guarde et la milore et la esfruile, esta prenominada heredad. en todos sus dias. as- si que 1'Abad et el conuent. que hoi es. nin los otros queuerran en fitero non aian poder de toler esta prenominada comienda & dona felicia en todos sus dias. et ela que no aia poder de uender. ni de enpenar ni en nenguna manera aienar esta deuantdita heredad. del monasterio de fitero. mas des- puesde sus dias que la lesse solta et quita a los monges de fitero. De todo aquesto que de suso es scriplo. son testimonias por mano puestas. dambaa las partidas. Don Rodrigo steuan. et don Gil ortiz. et don Pedro Xemenez de Miraglo. et domingo, filo de Johan cid, et don Urraca steuan. et Julian bercuelas. Facta carta sub era M.CC.LXXV. Fratrer Petrus de Alfaro me scripsit in mense marcii (Real Academia de la Historia, archivo del monas- terio de Fitero). 5.' Confirmation de unaescritura, otorgada entre el Prior del monasterio de Jeta y los labradores de la misma vecindad, concfdida por don Sancho, abad de Leire (E. 1301 A. 1269), Conos9uda e manifiesta cosa sea a todos aqueyllos qui la present carta urraii. Que nos don Sanclio, por la gracia de Dios abbad del monesterio de sant Saluador de Leyre, con otorgamiento de don Saluador prior et de todo el conuent de aqueyl mismo logar, a rogarias et d mandamicnto del noble uaron don Clement de Launay, Senescalde Nauarra, damos et otorgamosel assignamos a nuestros amados labradores de Jesa et a toda lur posteridad por siempre jamas ata la fin del mundo, quo paguen a nos e a todo nuestro inandamiento et a todos nuestros successores que por tiempo seran peyta sabuda. LX. a kufices, meyotrigo meyoauena,de lamesura de Sangiiossa ca- daayno. assi que mas non sea acre^ida esta peyta deuant dita. e quitamos los tai.Mis, los quales acostumpnamos deprender ata agora. E que paguen por Opil arincada. XII. dineros de Sanchetes, moneda corrible en Nauarra. los quales dineros non puedan acrescer ni mas amenguar por ninguna ma- nera. E a la labor que uiengan al mes una in <; como an acostumpnado ata agora. E si por auentura deuenics dalgunos (labradores?) sines crcaturas o se fues a otra part todo el moble et el terrible, segunt el judicio del (abad?) e del conuent, sea dado al mas cercano parient o parienta qua TOMO II. 33 594 HISTOniA CUtTICA DE LA L1TERATURA ESPANOI.A. oviere o a todos los otros uecinos, lenient cyllos. en pic todo el dreyto da- qucylla heredad que lis sera dada. Otrosi que tiengan en pie la puent que es en agoa capdal entrctorr. e Jesa. et sinon que den su cciia al Abbad ca- da ayno. Et en testimonianca desta carta por a b c partida, Nos don Sancho Abbad e el conuent sobre ditos ponernos y nuestros sigieyllos pendientes. E io, Saluador monge del dito monasterio, por mandamiento del Abbad e del conuent escriui esta carta. et en testimonianoa de las cosas sobreditas pongo y mio signo -f- acostumpnado. Facta carta in Mense Marcii in die saucti Benedicti Abbatis. In era M.CCCI. 8 Regnando el Rey don Tibald en Nauarra. Bispo en pamplona don Pero xemenie de Gacolac. Merino en Nauarra, don Garcia lopic de Erespuru. Seynor en Xauier, don Ac,nar de Sada. Datura in monesterio Legerensi (Carta partida por A. B. C., ori- ginal en la Academia de la Historia, archivo del monasterio de Leire). El anhelo de no dar excesivo bulto a eslas demostraciones , nos veda soguir copiando documentos no menos interesanles, y como los ya trasla- dudos, pcrtenecientes a la epoca de la dinastia francesa de Navarra. No es posible negar, en su vista, sin lemeridad vituperable, que lejos de ser el Catalan 6 el francos el babla nacional de aquel reino, lo Cue, como en el suelo de Aragon, un romance muy analogo y parecido al que en Leon y Cast! I la se dcsarrolla, si bicn advirtamos al lijar las miradas, asi en los documentos aragoneses como en los navarros, ciertos cambiantes y mati- ccs, que debian trascender a las obras literarias, sirviendonos de guia para determinar en ocasion oportuna la comarca, donde cada cual se compone 6 se escribe. El estudio comparative de estos documentos sobre probar tambien, sin genero ninguno de duda, que era simultaneo y gene- ral en toda la Peninsula el predominio alcanzado por los romances vulga- res sobre el latin cancilleresco, nos lleva a reconocer los diferentes ele- mentos de cultura, que cada uno reflejaba. No para hacer un estudio tan complete como sin duda pide de suyo esta materia, sino para confirmar las observaciones expuestas, nos serd permitido formar aqui un breve cuadro, nota'ndo desde luego que la comparacion se refiere unicamente al periodo historico que abrazan las fechas de los documentos aragoneses y navarros arriba trascritos, de los cuales nos valemos exclusivamente res- pecto dc ambas comarcas: Roranncc Aragones. Castcilano. Navarro. Castcllano. destin deslino agoa agua orto huerto feito feclio noite nocbe ferme firme Jillo (ijo peytJi pecha escolano escolar boy buoy feclo fecho aqueyl aquel Iraire frade deylo dicho iruillcr nuigicr meyo medio PARTE I. APEM). FORM. DE LOS ROM. 6 HAB. VULG. 595 Itomance Aragonte. Castellauo. Navarro. Castellano. molin molino corrible corriente festa fiesta moble mueble fer facer eyllo cllo claustra claustro drcyto dreclio dito diclio lis les femos facemos lur su soldos solidos cofia aceiia niellor meior anyo anno possar poncr qoanto quanlo sen yor scnnor cst este mil y to muclio coyllavo collac.o consembles consimiles parient pariente tenrrdn tcrndn filio fijo encloden yncloycn malecto maldiclio anyo anno alectano aledanno ven vien 6 viene, etc. aienar alienar, etc. De observar es tambicn, para confirmar cuanto por punto general va indicado, en 6rden d las modificaciones que ofrece la diccion en Aragon y Navarra, que se mezclan d vecesen estos docurnentosvocablos del todo ca- talanes, tales como noiari, (notario) teugut (lenido), facials (fagades), any y anys (ano y aiios), daco (de esto 6 de eso), etc., trascendiendo esta infiuen- cia d lasintdxis, si bien la extructura y forma de la frase conserva mayor integridad, contribuyendo asi d demostrar el intimo parentesco que ligaba estos romances con el castellano. Y tanta fuerza y vitalidad entranaban desde su misma cuna estas hablas vulgares, que asi como el Catalan se propagaba d las comarcas de Mallorca y Valencia, merced a la reconquista, cundian tambien, por igual medio, especialmente ol romance aragonds, d las regiones que arrancaba de la morisma la espada de don Jaime I, tras- mitiendose a la posleridad, no sin verdadera cnseiianza. Cuando, pasadas las fronteras de Castilla y de Murcia, penetramns en la provincia de Ali- cante, y escucbamos en Aspe, Elda, Monforte y Callosa de Segura el ro- mance castellano; cuando al visitar la de Valencia, lo oimos igualmente en Chcste, Cbiva y Bunol, 6 ya dirigiundonos d Castellon de la Plana lo lia- llamos en Segorbe, Albocacer y Lucena, sobre reconocer desde luego que fueron todas cstas villas y lugares poblados en la primera mitad del si glo XIII por aragoneses, acertamos sin esfuerzo d quilatar por una partc el estado de desarrollo en que el indicado romance aparecia, al consumar- se la conquista, y la invencible resistencia que lia opuesto enesas localida- des al elemento Catalan (ya valenciano), sin que haya logrado este en tantos siglos absorberlo ni avasallarlo. De estas observaciones, bastantes d desbaratar toda teoria, que no tenga por fundamcnto la bistoria, ficil es levantarnos d mas alias consideraciones, viendo confirmado cuanto vd en 506 HISTOR1A CRiTICA DE LA L1TERATUIU ESPASOLA. su lugar expuesto respecto de la lenta y dificil elaboration, & que estd su- jeta toda trasformacion, relativa d las lenguas vivas, molde sucesivo de toda civilizacion, segun ya dejamos observado. II. SOBRE LAS RIMAS AGUDAS DE LOS ANTIGUOS ROMANCES POPULARES. I. i ublic6 en 1856 el docto critico aleman don Fernando Jose" de Wolf, en union de don Conrado Hofman, una preciosa coleccion de romances espa- noles bajo el titulo de: Primavera y Flor de Romances (Berlin, por A. Asher y comp.). Llegado & nuestras manos tan estimable libro, en que resplan- decian grandemente las dotes literarias que en nuestra Introduction reco- nocimos en el respetable bibliotecario de la Imperial de Viena, trazamos y dimos d luz en el Criteria, ya en los ultimos meses del expresado ano, un arUculo critico (que reprodujeron la Espana, la Crdnica y el Universal), ha- ciendo valer el m6rito de la coleccion y los aciertos de las investigaciones realizadas por aquellos insignes escritores. Habia sin embargo en la Introduction de la Primavera, encaminada & tra- tar del origen, forma y cardcter esencial y particular de los romances y de su respectiva clasiftcacion, algunos puntos en que no estdbamos conformes con los colectores; y llevados del anhelo de la imparcialidad, deciamos al pro- p6sito de los mismos: Respetables son en nuestro juicio las prescripcio- nes y fundamentos criticos & que los Sres. Wolf y Hofman se ban ajustado en tan utiles tareas; mas no todas sus opiniones son dignas de igual aca- tamiento. Apartandose de lo asentado por Depping, Alcala Galiano, Tapia, Gil y Zdrate y Duran, sostienen la creencia, antes de ahora anunciada por el ilustre bibliotecario de Viena (Veber di Romanzen-poesie der Spanier), y aceptada por Dozy (Recherches sur I'hist. polit, et litt. d'Espag.) de que no se comeli6 nunca en las rimas agudas del romance la figura paragoge, atribu- yendo d la ignorancia de los editores semejante ornato. Kste proceder (escriben) fu6 no mds que un producto de la ignorancia y arbitrariedad de los editores desde el siglo XVI, quienes reconocian no mds la equiva- lencia de aquellas rimas graves con las agudas, caracteristica tambien de la poesia popular, sustiluyendo estos defectos imaginarios con pecados xreales contra la etimologia y la indole de la lengua: asi que, nuestro pro- PARTE I. APEND. RIMAS AGl'DAS DE LOS AST. ROM. POP. 599 ceder de suprimir en este caso laseees afiadidas, puede llamarse en efec- to una restitutio in integrumv. A largns disquisiciones criticas pudiera dar motivo esta cuestion asi formulada, halhimlose muclias y muy valiosas ra- zones desde el exdmen de los primeros monumentos populates y escritos de nueslra poesia, para demostrar que no al capricho ni ;i la ignorancia cedieron los editores de los romanceros del siglo XVI, al escribir, por egemplo, estos versos del modo siguiente: En Burgos esta cl bucn rcy ascntado a su yanton 1 , quando la Ximcna Gomez se le vino querellare, Cubicrta toda de luto, tocas de negro ccndale, las rodillas por el suelo, comenzara de fablari, etc. Pero engraciade la brevedad, y porque no se entienda que intentamos hacer aqui alarde de estudios formalizados ya hd tiempo en obra com- petente (Historia critica de la literatura espanola, tomo II), nos limitaremos a" invocar tan autorizado y concluyente testimonio que baste el solo para cortar toda disputa. Hablamos de la GramAtlca Castellana de Antonio do Lebrija (generalmente Nebrija), irapresa en la muy noble ciudad de Sa- lamanca en 1492; libro de oro no consultado hasla ahora por los criticos en su relacion literaria Hechas estas indicaciones, exponiamos la declaracion formal del docto maestro de la Reina Cat6lica, tornado ya en cuenta en la Ilustracion IV.* (pdg. 475 y 480); y tocados otros varios puntos en que diferiamos tambien de la opinion de Wolf y dejlofman, tales como los origenes del metro pri- mitivo de, los romances, la primera' forma en quo dicbo metro aparece y la que ostentri asimismo la rima que lo exorna en los primeros dias de su existencia, puntos que resolviamos segun el estudio realizado ya por nos- otros en la Ilustracion mencionada, afiadiamos: Tras estas cuestiones, en que sentimos no estar acordes con tan sena- lados criticos, presentan la clasificacion de los romances ya arriba indi- cada. Fundanse en la conocida teoria> expuesta porHiiberen su excelente introduccion d la Cn'mica del Cid, la cual sujeta los romances consagrados d este h6roe d Ires difcrentes clases, d saber: l. a La de los antiguos, pro- piamente tradicionales y populares: 2.* La de los sacados de las viejas rr6nicas por los eruditos, en imitacion de los primeros; y 3.* La de los compuestos por los poetas corlcsanos, sin atjuel deliberado inlcnto. Wolf consigna oportunamente la aplicacion hecha por el senor Duran de esta luminosa teoria a" todos los cantos que se revision del metro y rima de los romancet, y aplaudicndo los aciertos de nucstro sribio amigo, allera 598 HISTORIA CRiTICA DE LA L1TERATURA ESPA>OLA. algun tanto su clasificacion general, considerando d aquellos bajo dos principales aspectos: i. En cuanto son verdaderamente objetivos 6 se dan por tales: 2. En cuanto se presentan puramente subjetivos 6 liricos. Comprende el primer ge"nero las especies siguientes: i. Los romances histdricos y tradicionales; 2. Los novelescos y fabulosos; 3. Los caballe- rescos; 4. Los her6icos; b. Los moriscos; 6. Los pastoriles, piscatorios, villanescos, etc. 7. Los romances de Germania, los picarescos 6 jdcaras. El segundo genero 6 el puramente subjetivo y lirico, se podria dividir en tantas especies cuantas sensaciones y pasioncs caben en el corazon 1m- mano, etc. Los Sres. Wolf y Hofman procuran justificar esta clasifica- cion, desarrolldndola en diferentes articulos que guardan el 6rden suce- sivo de la misma. Sus observaciones son prueba indubitable de larga me- ditation y de privilegiado talento: sin embargo, Hcito nos sera exponer algunas indicaciones que nos ha sugerido la lectura de dichos articulos, bien que con la brevedad que exige la extension que vd tomando, d pesar nuestro, el presente. Notando ante todo que dicba clasificacion propende d encontrar su mas segura base en la bistoria, como que sin esta principal condicion seria inadmisible, lldmanos la atencion el ballar puestos los romances iwveles- cos y fabulosos entre los hisloricos y los caballerescos, dando a entender que pudo existir, y aun que existio, entre los tiempos her6icos de la civiliza- cion castellana y los tiempos propiamente caballerescos un desarrollo de la poesia popular, independiente en cierto modo del bistdrico y del cuba- lleresco ya indicados. Plausibles son, en verdad, los esfuerzos que bacen en este articulo los compiladores para dar d su opinion la consistencia y brillantcz que osten- ta en los restantes; pero ni por su genuina representacion, ni por el mo- mento en que realmente se muestra cada genero, es, en nueslro sentir, conveniente alterar la sucesion historica de los romances castellanos, los cuales cobran toda su estima y valor de reflejar una poesia y uni Mstoria, tan dignas de estudio como las espanolas, con la mayor fuerza y el mds intimo enlace. Acomodandonos d los grandes y mas trascendentales des- arrollos de nuestra civilizacion, y considerando siempre d los romances castellanos con un valor verdaderamente historico, creemos que no hay inexactitud en ordenarlos en cinco grandes grupos, los cuales determinan de una mancra clara y distinta, y ya directa ya indirectamente, las mas importantes transformaciones de nuestra cultura y aun de nuestrasletras. Nosotros, modificando algun tanto, 6 mejor dicbo, ordenando cronologi- camente la clasificacion del sefior Duran, dividiriarnos los romances que se asocian en la forma indicada al movimiento bist6ricode nuestra palria, en historicos, caballerexcos, moriscon, pastoriles y tulaares. Los demds gene- ros que los Sres. Wolf y Hofman cornprenden en el primer miembro do su clasificacion, ofrecen ya ,un inleres. sccundario, y mds bicn que d sc- fialar epocas y desarrollos dcterminados de la poesia popular y do la cul- PARTE I. APfiM). IllMAS Af.UDAS DE LOS ANT. ROM. POP. .")90 tura espauola, contrihuyen a ilarnus a coiiocer, de un modo lambien se- cundario, las diversas modificacioncs y malices dc csas misinas trarisfitr- maciones. Siempre apareceran, pur tanlo, en segundo turmino y como paries de una subdivision menos hislurica quo litcraria. En el segun- do miembro dc la clasilieacioii liecha pur tan dodos criticos, no cabe dispulu)). Tres anos despues (1839) se daban a la eMampa en la misma ciudad de Berlin los esludins sobre las lilcraiuras nacionales espanola y portnguesa, Sttulien ztir gescliiclite der Spdnichfii tinil portttgietiixchCH nalionallilertttur, que dejamos repelidamenle cilados; y al tocar en ellos el referido don Fernando Jose de Wolf las ya mencionadas materias, esforzaba su opinion respecto de las eee paragdgicas de las rimas agudas de la poesia popular, del si- guienle modo: uEntonces (dice) se tomaron por consonanles mal dolados (dolados se lee en Fuenles) las rimas asonanles rudas de Ics anliguos romances po- pulares, consonancias cuya imperfcccion procuraron mejorar los poetas arlislicos, y las rimas con silabas finales sin lono (!!), parlicularmenle cuando a la a u a aguda seguia una < muda (!!), se miraban todavia como sordas (!!!), y por lo tanto se encuentran frecuentemente ligadas con cllas. Los romances juglarescos primilivos y populares, y parlicularmenle los del ciclo de leyendas carlowingias, prueban esto con' exceso. Tienen generalmenle estos ultimos, como cs sabido, en su mayor parte y hasla los mas largos la rirna en a aguda; pero mezclada muy frecuenlomen- le con palabras rimadas, en las cualos sigue d la a acenluada una^si- laba final mas, con una e muda (?), no escaseando aquellas, donde no es posible apocopar etimol6gicamenle esla silaba final, tales como pa- dre, madre, elc. De tal manera quo los reformadores de la rima y eili- tores posteriores se refugiaron fi la salida maravillosa de anadir & las ri- mas monosilabas y sordas (!!) una e (y no solamentc en los infinilivos en ar, nombres en al y olros parecidos, donde podia eslo juslificarse acaso elimol6gicamente, sino tambien en palaliras conjagables, como estae y haiie) para establecer cierla uniformidad en la asonancia, pues qne para ellos las rimas disilabas y mudas (!) que so ballnn en lodas las ranciones populares y de la Iglesia, no tenian ya aquel valor, si bien los musicos(?) las consideraban asi (pag. 446). En nola d esle pasajo anadia el mistno Wolf: (d)epping y Aloala Galiano se fijaron lamhien en eslas rimas disilahas sor- das (!!)de los antiguos romances populares y juglarescos; pero las decla- raron licencia poi'-ticat') modo dc bablar anliguo; y Alcalsl Galiano dice que el romance de Isabel de Liar puede servir de egemplo... Pero estc aumento no es licencia poe"tica, ni puede ser lenido cual forma de anliguas pala- bras (conjugadas), sino que emana simplcmente del uso 6 de la coslum- bre propia del canto pojiular de equiparar la rima disilaba sorda (!!) con la monosilaba (?)... llallasc con frecuencia esle aumenlo de rimas sor- 600 HISTORIA CRiTICA DE LA LITERATIM A ESPA5SOLA. das, monosilabas y disilabas, en los poemas de Maria Egipciaca y de la Adoration de los Santos Reyesn, etc. Explanada esta ingeniosa teoria, pro- sigue: Resulta de esto que deben restablocerse en una edicion critica las antiguas rimas populares en los indicados romances; pero que no dcbe disculparse ni imitarse la mala inteligencia de los editores posteriores, conservando la e, indebidarnente anadida. Mientras Dozy (repone) se conforma con mi opinion sobre estas rimas disilabas sordas (!!) y la juzga bien fundada en la poesia popular romdn- tica, Amador de los Rios en el exdmen de la Primavera me ha criticado severamente por ella, y ha procurado rectificarla con una cita de la Gra- mdtica caslellana de Antonio de Nebrija. El sabio aleman traslada el pa- saje del maestro de la Reina Cat6!ica, inserlo en la pdg. 480, y observa: E1 Sr. Amador de lo? Rios anade: Ahora bien: ,;serd posible rechazar su (de Lebrija) inequivoco testimonio como hijo de la arbitrariedad 6 de la ignorancia?... (Con cuyas palabras habia yo calificado la conducta de los edilores y todavia la califico). No sospechamos que haya quien lo in- tente. Lo que clara y palpablemente se deduce es que si antes de 1492 se cometia espontdneamente por los cantores populares la figura de que habla el sabio maestro de la Reina Catdlica, para satisfacer plenamente la necesidad del canto, sigui6se llenando este requisito de igual suerte wdurante el siglo XVI, mostrandose devotos de la tradicion los primeros editores de los romanceros, y siendo en consecuencia dignos de Ja ala- wbanza de los doctos. De todos modos el uso de las eee parag6gicas en los asonantes agudos, principalmente con relacion al canto, es un hecho al- wtamente hist6rico y de no exigua importancia en la de los romances cas- Mtellanos. A pesar de esto; y con todo el respeto debido & los senores Le- brija y Amador de los Rios, yo quedo, como ya lo he dicho, en mi opi- nion, pues me parece que estos senores, por su excesiva erudicion, no han visto el botque por los muchos drboles (den Wald vor lauter Baumen micht gesehen). 6 mds bien, Lebrija tuvo un sentimiento indeterminado de la verdad del hecho; pero por su erudicion especial lo oscurecid sobrema- nera para si y para los demas, y por su amor a" la fraseologia escoldstica lo expres6 tan oscurarnente, que ha podido ser fdcilmente mal compren- dido por aquellos que mds bien juran in verba magistri que juzgan inde- pendientemente, segun la naturaleza de las cosas. No los musicos y can- tores populares, que conforme & la analogia del canto llano, como ya he dicho, contaron solamente las vocales finales y acentuadas, con las cuales dejaron unicamente de consonar el no acentuado disilabo sordo (!!), sino los poetas artislicos que se juzgaron en su derecho, por esta especie de en- tonacion, para adoptar las rimas 6 asonancias verdaderamente sonantes (!) que mds se conformaban con su principio, dieron motivo & esta desfigu- racion de las rimas populares, por lo cual un humanista tan docto como Lebrija, tuvo luego naturalmente d tnano un nombre tfonico de la gra- nidlica cldsica (paragoga), etc. PARTS I. APtND. RIMAS AGL'DAS DE LOS ANT. ROM. POP. 601 En 6rden d la clasificacion de los romances dccia tambien, teniendo pre- sentes nuestras indicaciones arriba trasladadas: <(E1 crudito critico senor Amador de los Rios, en su ya citado juicio so- bre la Primavera, escrito con harta benevolencia 6 indulgencia, entre los puntos en que no lia convenido conmigo, ha puesto de relieve la diviuon de los romances, segun sus materias; pero su critica liene soMo por base una mala iuteligencia (de que yo efectivamente puedo tener culpa, pues a 604 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPA*OLA. magistri, y que habia aspirado de antemano d fundar tambien mi tantico de teoria sobre las asonancias de los romances viejos populares; y pues V. ahora me estimula a" que la exponga, antes de que saiga a" luz la dicha Historia, licfto me serd decir cuatro palabras en esta cuestion aun d riesgo de quitar alguna novedad d los indicados estu'dios. Bajo dos relaciones importantes debe ser examinado el punto de las ri- mas simplemente populares 6 imperfectas (las asonancias). Primera: bajo la relacion de la lengua, de que son caracteristicas y privalivas. Segunda: bajo la relacion del canto. Esto es, consideradas en si mismas conformeal desarrollo sucesivo del idioma, y en 6rden d su oficio y ministerio respec- to de los cantos nacionales, cuya trasmision de edad en edad se halla unica y exclusivamente fiada d la tradicion oral y musical, de quees prin- cipalmente depositaria la muchedumbre. Desemejante del Catalan y del provenzal en la extructura lexica, punto sobre que no se fijaron, en mi concepto, lo bastante Raynouard ni Dozy, aparece el romance catellano desde su cuna desecbando la acumulacion de consonantes, y apasionado de las desinencias graves y sonoras, que mas que a ningun otro de sus hermanos le acercan d su madre y maestra prin- cipal la lengua latina. Obedeciendo d esta ley bio!6gica y constilutiva, v6moslo en toda la edad media en continuo y no dudoso laboreo liasta fijarse definitivamente en el siglo XVI, llegando d ser el ma's abundante y rico de todos los que d la sazon vivian (Herrera, Anoladones de Garcilaso, pag. 120). Menos eliptico que el provenzal y que el Catalan, aspira en todo aquel largo periodo d mayor dulzura, sin renunciar del todo su nati- va energia, acaudalandose sin cesar de vocales, que hacen mds variada, armoniosa y llena la diccion, y como natural consecuencia mas acentuada y flexible la pros<5dia. Asi, mientras los expresados idiomas ya se contraen d las radicales, ya admiten, demds de las particulas prefijas 6 preformati- vas, algunas de las terminaciones de la lengua madre, 6 ya conservan va- gos vestigios de ellas, tiendcn constantemente las voces castellanas a ase- mejarse en su raiz y terminacion d su primitivo modelo, teniendo siempre en cuenta el tipo a que se ajustan desde el primer dia, cualquiera que sea el oficio, indole u origen de la diccion, sometida d la elaboracion ya indi- cada. Verbos, calificatives, nombres, adverbios se forman en unos y otros romances de tan diverso modo como vario es el crisol de la nacionalidad que los funde; razon poderosa y bastante a explicar la mayor concision y sobriedad que en el idioma Catalan observamos, aun comparado con la lengua de los trovadores. Para ilustrar algun tanto estas indicaciones, no llevard V. d mal que traiga aqui algunos egemplos. En la lengua proven- zal leemos: Esperam, clamam, avem, querem, demon, conosc, trobat, mutz, vedatz, ardit, mal, ardimen, juec, vilan, mtsquin, man, caval, gel, etc. (Poestas de Guillen, IX). En el antiguo castellano: esperamos, clamamos, avemos, qneremoK, demtindo, wgnosco, trovado, vedado, fardido, mato, ardimiento, fue- 0o, rillano, mexquino, mono, caiiallo, yeh, etc.: en el Catalan: aurcm, guanya- PARTE I. APfiND. RIMAS AGUDA3 DE LOS ANT. ROM. POP. 605 ran, amain, callam, pusch, desig, tornat, maravellat, mut, puni, not, fet, escut f mesquiy md, molt, furt, lin, etc.: en el habla de Castilla: avemos, ganaremot, amamos, callamos, pucdo, deseio, tornado, marvellado, mudo, punido, nado, fecho, escudo, mesquino, maiio, molt no, furto, lino, etc. Claramente se ve demostrado en tan corto numero de voces, que pudie- ran multiplicarse imsta lo iniinito, ctimo el idioma de los cantores popula- res de la Espaiia central se amolda y modela por el latino, in, is que los dos romances indicados, ley a que tambien se sujetan cuantos elementos reci- be en su seno durante el tiempo dc su desarrollo. Y que este desarrollo, en que gana la lengua majestad, dulzura, fluidez y elegancia, es por de- mas sensible, haciendo que no pueda confundirse ni en su principio, ni en sus caracte>es exleriores con el breve desenvolvimiento del provenzal y el mas lento del Catalan, nacido a ma's larga vida, pare"ceme asimismo fficil de comprobar con el exdmen de los monumenlos de la poesia castellana que son d V. tan familiares. No quisiera ganar plaza de importuno; pero en esos poemas hay notable copia de demostraciones, las cuales solicitan y traencon tanta holgura el convencimiento d nuestro dnimo, que no puedo menos de llamar la discreta atencion de V. sobre algunas. En el Poema del Cid, por egemplo, ballamos estas voces: faz, plaz, yaz, diz, dix, fix, /rax, t'/, ail, noch, cort, mont, alcanz, quant, art, nadi, allent, ond, delant, part, fart, atant, eston, estonz, etc.; que en este primitive estado tienen no poca analogia con sus semejantes en el Catalan y en la lengua de los tro- vadores: en nuestros libros porticos sucesivos hasta el siglo XVI, se van modificando con sujecion d los canones referidos, resultando ya en esta forma: face, place, yace, dize, dixe y dixo, flee y ftzo, traxe, vale, cale, noche, corte, monte, alcance, quanta, arte, nadie, allende, dd, donde, delante, parte, farto, alanio, estonce, entonces, etc. La modificacion principal, la que altera la condicion prosddica de estos vocablos, haciendolos pasar de agudos d graves, consiste en el aumento de la vocal con quo so cierran y terminan, entrando asi en la gran familia de las voces castellanas bajo la ley ma- general de sus desinencias. Y no se aumentaron estas vocales para ser mudas (sordas), ni permanecer ociosas, sino para lograr desde su apa- ricion el valor real que en la pronunciacion tuvieron y tienen hoy; para dar mayor rotundidad y cadencia d la diccion; para asemejar sus plurales mas facilmente d los de la lengua latina; siendo indudable que d no ha- berse pronunciado desde luego, en lugar de noches, artes, cortes, monies: furtos, etc., se hubiera escrito nochs, arts, corts, monts, furls, como se dijo y se escribi HISTOIUA CKtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. ron en los plurales silabas sordas ni mudas, reconociendo por tanto la mis- nia ley general a que se someti<3 el castellano en su progresivo desenvolvi- miento. Hallanse por estas razones en los mds antiguos monumentos del romance gallego con harta frecuencia las voces y rimas saniidade, malda- de, cibdade, caridade, beldade, etc. (Cantiga LXVII del Rey Sabio); siendo may de notarse que dada esta formation en el bable, hubo de seguirse en las desinencias de plural, aun respecto de aquellos vocables graves termi- nados en a, por lo cual se dijo y dice todavia: af/iies, payes, dames, testes, mantes, coses, tribunes, lletres, etc. (Caveda, Poesias Asturianas). Deduzco de lo dicbo (y no con violenciu, en mi sentir), que siendo tan distinto el genio prosodico de la lengua castellana del de los romances ca- talan y provenzal, por mas estrecho que sea el parentesco de sus origenes, no es dable someterlos a una misma teoria respecto de las rimas, sin que se corra el riesgo de hacer castillos en el aire. No lo digo yo porque tal me parezca la teoria de las rimas monosilabas y disilabas (agudas y gra- ves), d que pudieran anadirse las trisflabas (esdrujulas), tan poco usadas en la edad media; sino porque la sub-teoria de las silabas mudas, aplica- da ;i las rimas disilabas castellanas, es de todo punto contraria a ese mis- mo genio prosodico, como lo es tambien d la imperiosa ley del canto. Y paso al segundo punto, en que procurar6 ser breve. Norma muy principal de los poetas populares ha sido siempre (y lo serd mientras existan), el aire, tonada 6 canturia, d que ajusten sus versos. No entrare yo aqui en la cuestion de si los primeros que ensayaron la lengua castellana, vaciaron sus metres en una turquesa musical determinada, 6 crearon ellos la musica con que debian cantarse 6 recitarse sus produc- ciones. Para mi intento basta considerar que ya acomodaran aquellos pri- meros ensayos a una tonada anterior, nacida de los himnos belico-religio- sos, 6 de los poemas her6icos de la literatura latino-eclesiastica, ya los exornaran de nuevas canturias, se refirieron de continuo d la ensenanza traditional y respetada de la Iglesia, tomando por tipo principal el canto llano, recibido en todo el Occidente desde la epoca de San Gregorio, y ge- neralizado en la Peninsula Iberica desde la edad del toledano San Euge- nio III. Curnple tambien d mi prop6sito no olvidar que dados ya los aires 6 tonadas, se derivaban estas y repetian de unos en otros cantares, obli- gando a los poetas d adoptar la misma versification, lo cual conslituia una doble cadena tradicional de no facil destruction ni rompimienlo. Sin duda recordard V., al llegar d este punto, la Cansti de Gesta de la Cuerra de los Albifienses, examinada por Fauriel (Hist, de / poesla proi<., toino III, pdg. 145), donde terminantemcnte se expresa quo la indicada (".anno me" calcada sobre la de Antiochia, asi en su metrificacion como en su mu- sica: y no juzgo que le serd repugnante cl admilir, respecto de la poesia historica popular castellana, lo que cs ya cosa corriente en orden d los poemas heroicos de Provenza, unices que reflejan en aquel suelo el espi- ritu nacional con verdadera fucrza y colorido. PAKTE I. APKND. RIMAS AGUDAS DE LOS ANT. ROM. POP. GOT Ahora bien: volvamos la vista d la Crunica 6 Leyenda de las Moccdades y al Piiema del Cid, cantares de gcsta quo no por estar escritos dejaron tie ser recitados en las plazas piiblicas con cierta especie de tonada mds 6 mcnos ruda y primitiva, cnnservando en consecuencia la condicion y el precio de poesias esencial y formalmente populares. Bien s6 que es boy dificil, < mas bien del todo imposible, el determinar d qud g6nero de cantinela se acomodaron, reconocidas las circunstancias con que se ban trasmitido & nuestros dias; poro reparando en la naluraleza del asunto, altamente bis. toricn y nacional, y teniendo en cuenta la gran copia de versos octonarios 6 de die/ y seis silabas quo en uno y otro monumento encontramos, no seria, en mi concepto, gran desproptisito el sospecbar que pudo ser dicba canturia muy parecida d la empleada a la sazon en los romances bistori- ros, con lo cual se conforma cuanto el entendido Dozy escribe sobre la llamada Crimea Rimada, opinando que se descubrea en ella muy antiguos cantos guerreros (Reclt., pag. 628). Modeldbansc los romances sobre una canturia gravemente acompasada, dispuesta de tal modo que ballase la voz facil descanso en el primer bernistiquio de cada octonario, extendien- dose despues notablemente en el segundo que se icpetia, como d mane- ra de vuelta, con notable insistencia en el segundo bemistiquio del se- gundo octonario, 6 como pudieramos decir ahora, en el cuarto verso de cada redondilla 6 cuarteta (Vease pdg. 481, nota). Era esta canturia uni- forme en todo el poema, de donde natural mente resultaba que siendo en la musica siempre iguales los compases, y por tanto uno mismo el tiempo que debia invertirse para recorrerlos y llenarlos, tuvieron necesidad los poetns populares, que ballaron ya las tonadas establecidas, de asimilar sus melros de la sucrte que les fue mds bacedero (y esto sucede boy entre nucstros ciegos a vista de todos) d las referidas canturias, supliendo ya con la intercalacion de conjunciones, ya con el aumento de vocales finales la desigualdad de sus versos 6 los defectos metricos de sus obras, bijos de su inexperiencia. Y quo bubo de ser asi, demds de comprobarlo el uso constante do la mucbedumbre, pru6balo en mi sentir el exdmen de los ya mencionados monumenlos; porque una de dos: 6 la Crunica rimada y el Poema se compusieron en un solo linaje de metres, lo cual no puede sus- tenlarse con probabilidades de buen xito, por las razones que V. ha podido ver en mi trabajo sobre los Refranfs, 6 dada la desigualdad de sus rnetros y reconocido como becbo bist6rico el que ambas composiciones fue- ron publica mente cantadas, es indispensable ndmitir el que para dar cierta rcgularidad al canto, bubieron de -adoptarse uno <5 mds medios supleto- rios que se conformasen con el genio prosodico de la lengua castellana. firalo en verdad el aditamento de las vocales al fin de diccion, que bacien- dola mds llena y sonora facilitaba notablemenle el uso de las rirnas imper- fectas 6 populares, estableciendo cierla paridad en el numero sildbico de los bcmistiquios de un solo verso, que de otra manera serian dosiguales y, como consecuencia, ineptos para el cauto. DC aqui emanaba en la prdctica 608 HISTOIUA CRtTICA DE LA LITERATURA ESPA^OLA. de los poetas de la muchedumbre el que, recibido el principio 6 la conce- sion indicada, tuviesen por rimas propias y de buena ley las que les ofre- cian todas aquellas voces, con las cuales se equiparaban las dicciones ana- didas, cualquiera que fuese su formacion, origen 6 circunstancias particu- lares; practica seguida con tanta frecuencia y naturalidad en la Leyenda de las Mocedades y en el Poema del Cid, que no es posible desconocer su valor 6 importancia, para desatar las dudas que sobre el punto en cuestion puedan abrigarse. Dominan en la Crdnica rimada los asonantes graves, y sobre todo el de a o, que llena la mayor parte del poema. Hallanse, no obstante, varias ti- radas en agudo, 6 como dijera el perspicuo Dozy, en asonancias masculi- nas; y en las referidas tiradas habrd V. sin duda leido muchas veces el pa- saje en que las hijas de don Gomez, muerto este, vienen a pedir la libertad de su hermano, prisionero de Diego Lainez: Violas uenir don Diego | et a recebirlas sale: Donde son aquestas freyras | que algo me vienen demandar?... Prisiestenos los hermanos | et tenedeslos aca; E nos mugieres somos, | que non ay quien nos anpare. . Essas oras dixo don Diego: | Non deuedes a mi culpar. Peditlos a Rodrigo, J si vos los quisiere dar. Prometolo yo a Christus; | a mi non puede pessar. Aqucsto oyo Rodrigo, | comenzo de fablar: Mal fesistes, Senor, | de vos negar la verdat: Quo yo sere vuestro fljo | et sere de mia madre: Parat mientes al mundo, | Senor, por caridat: Non an culpa las ftjas | de lo que flso el padre. Y al narrar la expedicion de Rodrigo a Francia, aquellos versos: Apellidose Francia | con gentes en derredor; Apellidose Lombardia | asi como el agua corre, etc. Y la peticion que hace al rey de Castilla el j<5ven deBivar: Mas besso vuestras manos, | et pi'dovos un don: Que los primeros golpcs | yo con mis manos los tome. E abrirvos he los caminos, | por do entredes vos, etc. V6nse aqui como rimas concertadas con otras agudas las voces graves por su naturaleza sale, anpare, madre, padre, corre, tome', y como las pri- meras y las ultimas son conjugadas, no hay razon para rechazar la forma con que V. mismo las conserv6, al reimprimir la llamada Cr6nica; lo cual debe tambien decirse de las asonancias mature, mande, matasse y otras PA11TE I. APEM). R1MAS AGUDAS DE LOS ANT. ROM. POP. 609 andlogas existentcs en diclias tiradas, que asonan en ). Temprano dal cebada, | si el criador vos salve: | El que quisier comer | y que non cabalge (sic) ( Por lal lo face Mio Cid | que non lo ventasse nadi (436). Dicen Caslcion, | el que es sobrc Fenares (438). Mio Cid se echo en celada | con aquellos que el Irac (439). Como lo conseiaba | Minaya Albar Faiicz (441). Y en las del segundo, menos numerosas, hallamos sin salir de la prime- ra parte del episodio de los Infantes de Carrion, los siguientes: D'aqueslos averes | siempre seremos ricos omes (2561). Podremos casar con fijas | de Rcys 6 de Emperadores (2562). Dadnos nucslras mugieres | que avemos a bendiciones (2571). En las villas que les diemos | por arras el por honores (2574). Cauallos para dicslro | fuerles et corredores (2582). El rauchas vesliduras | de panos et de ciclatones (2580). Aquim' parlo de vos | como de malos e dc Iraydores (2690). Entrados son los Infantes | al Robredo de Corpcs (2707). Aqui seredes escarnidas | en estos fieros monies (2725). IOMO ii. 59 10 HISTORIA CRITIC A DE LA L1TERATURA ESPANOLA. Alii las tucllen los manlos | e los pcllizones (2730). Paranlas en cucrpos | e en camisas c en ciclatones; Espuclas licnen calzadas | los males traidores, En manos prenden las cinchas | fuertcs et duradorcs (2733). Dos espadas tenedes | fuertes c taiadores (2736). Ilelraorvos lo han | cu vistas 6 en Cortes (2743). Limpia salie la sangre | sobrc los ciclalones (2749). Ya lo sicnten ellas ( en los sos corazones (2750). Sangricntas en las camisas | et en todos los ciclatones (275 i). Ensaiado han amos | qual dara meiorcs colpes (2756). > For muertas las dexan | en el Kobrcdo de Corpes (2758). Permilido me sera aiiadir, tal como existen, algunos de estos pasajes, para que pueda formarse enlero juicio del modo c<5mo los versos graves (de rimas disilabas 6 femeninas) se asocian a los arjudos (de rimas monosilabas o masculinas). El Cid se queja en las Cdrtes de Toledo de los Infantes de Carrion, y les dice: ,; A que ra' descubriestes* | las telas del corazon? A la salida dc Valencia ] mis fijas vos di yo Con muy grande onra I et avcres a nombrc. 3275 Quando las non queriedcs | ya, canes traydorcs, ^Por quo las sacabades |.de Valencia, sus onores?... A que las feristes | a cinchas et a cspoloncs? Solas las dcxastcs | en el Robredo de Corpes A las beslias fieras j ct a las avcs del mont: 32SO For quanto les fcciestes, | menos valedes vos; Sinon recudcdes, | vcalo csla Corl. I'ueden y deben anadirse las referidas asonancias graves multitud de voces que por el mal estado en que so ha trasmilido el I'oema, no apare- cen en la iinpresion coino vcrdaderas rimas, resultando olros tanlos de- fectos, que seria error atribuir al poeta y inuy cuerdo corregir en una edi- cion critica, devolviendo a la diccicn su caracter. Tales son, entre otras corre-pondientes a la asonancia de oc; muert (v. 2GS6) por morte; fuent (2710) por fonle; fuert (2554) por forte; uluen (2706) por alone; fu6 (2775) por foe; fueren(\36i) por foren; puede y pneden (2180, 2031) por pode y jio- dcn, etc.; lodas las cuales se sujetabun por su naluralcza a la ley coinun, ya reconocida respoclo al desenvolvimiento de la lengua castellaaa.- Uien se me alcanxa quo, siguiendo le tcoria de las sllabas sordus finales, liabria de objetarse a esta demoslracion que dichas palabras conservaron, al [irununciar.se en las rimas, la condicion de agudas; pero sobre no lia- ber cspanol quo graciosamente conceda semejanle aserlo, ministra abun- ilanteb ra/ones el misino I'ocmu para probar todo lo coalrario. Las voces PARTE !. APfcND. RIMAS AGUDAS DE LOS ANT. ROM. TOP. OH graves en cueslion son de diferentcs naturalezas: hay entre ellas nombres comunes y adjetivos, en singular y plural; verbos conjugados (palabras de forma), no solo en los tiempos de indicativo|y subjuntivo, sino tam- bien en el imperative, como: tengades, tomades,'neades, etc.; nombres pro- pios, como: Calre, Santiagtie; apellidos, como: Fanez, Gomez, Ordonez y Salvadores; nombres geograTicos, como: Fenaret, Cor/**; y cuando todos estos vocablos, quo por su especial formacion ban sido en Espafla y para los espanoles sietnpre graves, se ballan concertadosf en una misma tirada de vorsos con las voces: area, tendales, mensaits, {infantes, naturales, colo- rex, infanzonfs, Cortes, wipes, corrednres, etc., no bay fundarnento alguno para suponer que todas aquellas palabras que tienen en los principios y inedios de los versos lodo el valor prosiidico quo representan, bubieron de perderlo con solo aparecer en los finales. Pero bayjmas: en tan im- portante monumento ballamos algnnas rimas que sin pronunciarlas \more hispano, ni son tales rimas ni pueden leerse, lo cual sucede por egemplo en las voces cdrcel (v. 341) y auce, variasveces repetida (v. 1o3, 2376,12379): otras mucbas mds (y esta es observacion de gran bulto en mi conceptol, que aparecicndo en el principle y medio de los versos en la forma primi- tiva sincopada (aguda), toman al final la f paragrtgica, pasando a" ser gra- ves y concertando con las rimas inmediatas, asi como: plaz, faz, alcanz, apart, delant, part, grant, val, atant, quant, etc., que para guardar la aso- nancia se escribieron, leyeron y cantaron: place, face, alcanzo, aparte, de- lante, parte, grandc, vale, atmito, quanta, etc.: otras en que se ban conser- vado claros vestigios de liaber tcnido originariamente el expresado valor rim'zo, como: plaz' (v. 547), far" (3393), casar" (3394), sonas' (2088); y otras Hiialmente que ban llcgado inlegras d nuestros dias con In forma que tomaron en el canto, como: aUmtlare (v. 336) y Trinidade (2380), a que se ure cl.otrotale de la Cn'mica rimada que V. respeto en ?u edicion de la nisma (v. 389). Todos estos hechos, encaminados A un mismo fin, apoyados en una mis- ma ley (la prosddica de la lengua castellana), bijos de una misma necesi- dad (la del canto, que cs dccisiva en toda poesia popular); todos estos cla- ros vestigios ( indubitables testimonios del aditamento de las ee en las aso- nancias agudas, trasmitidas ,'i nuestros dias indeliberadaroente, ponen de relieve la exactitud de las observaciones arriba apuntadas, manifestando'ai par que fue aquella ley cornun a toila popular poesia castellana, exornada de rimas imperfeclas, contribuyendo elicazmente al progresivo desarrollo de la lengua, lal como su especial genio prosodico lo exigia y demandaba. Y si esta ensenanza obtcnemos del exarnen de los primitivos monumen- tos escritos de la poesia popular castellana, ,;que babremos de derir de waquellos romances e cantares, de que la gente baxa 6 de servil condicion se alegrabnn?)) Por ventura se ba conservado el antiquisimo y sencillisi- mo aire de los romances y de otras cancioncillas,grandcmente acariciadas por la mucbedumbre durante la edad media; y & pesar de las diferencia*, y 612 HISTORIA CRtTlCA DE LA L1TERATUHA ESPA^OLA. con que los musicos algun tanto erudites del siglo XVI las ex-* ornaron, cs hoy cosa facil y liana discernir perfectamente cuanto el acom- pasado ritmo de aquellas canlurias exigia de los juglares de enlonces y exige dc los cantores de hoy, quesela acompanaban 6 acompanan aun con la vihuela. En orden d las cancioncillas, por lo general olvidadas, de que liago mencion en mi estudio sobre los Eefranes, quiero recordar d V. con su propia canturia, aquella, cuyo estribillo 6 primera copla dice: Yo me yba, mi niadre, a Villarrcale: errara el camino en fuerte logare. Hecogi61a en su tratado De Musica el muy docto Francisco de Salinas, aquel de quien el inmorlal fray Luis de Leon dijo Ian alias alabanzas, y di6le mayor precio, al conservar su musica tradicional, en la siguiente forma: En cuanto d los romances, por si V. no ha tenido & mano alguno de los oscritores de musica que dan razon del aire primitive, ya que ni los ha po- didooir a nueslros labriegos ni le es dado cantarlos en sus ratos de ocio (cosa en que yo me deleito algunas voces, sin poder resistir d la necesidad de aumentar la e final en los agudos), tengo por acertado irasferirlc la to- nada rnas wiligua y sencilla de cuantas ban llegado d mi noticia: Esta musica, tan poco arliliciosa como los cantos a que se asociaba, pcro acentuada y grave, como el caracter peculiar de la nacion y de la lengua, o'frcce cabales concordanoias y compases de verso d verso 6 hemitisquio, por lo cual ban bastado para trascribirla las notas de la primera parte de la canturia, equivalentes d un solo verso octonario, 6 dos pids dc los que cila Juan del Enzina. Pidi6 esa igualdad, como ya va indicado, entera corrcspondencia en los hemistiquios; y porque los que cantaban, lialla- ban corlo y escaso el segundo del octonario, suplian lo que faltaba, al cefiirse d la canturia, anadiendo la e (inal d los asonantes agudos. Admi- PARTE I. APEXD. R1MAS AGUDAS DE LOS ANT. ROM. POP. 613 tido este habitual proccdimiento, sucediti d los aulores de romances en las centurias XIV y XV lo que habia sucedido siglos atrds & los cantores de gestas; usaron asonantes graves en correspondencia con los agudos, abrigando la confianza de que no por esto dejarian de. ser cantados y te- nidos en gran precio por la muchedumbre. H6 aqui, pucs, lo que nos testifica Antonio de Lebrija y nos advierte con singular evidencia el exdmen de no pocos romances de los llamados viejos, y aun de los compuestos en la primera mitad del siglo XVI. El ilustre maestro de la Reina Catdlica no se cura de inventar en este asunlo una teoria, rods 6 menos fundada en la historia del arte y de la lengua: eipone lisa y llanamente un hecho, para cuyo conocimiento s6lo se habia menes" ter vivir en su edad y tener oidos; y en ley de buena critica no puede, d mi enlender, hacdrsele un cargo por haberlo consignado. Aunque Ian eru- dito en las letras clasicas que pnsa, no sin fundatnento, por ser en Espafia el restaurador de la lengua latina, como solo aspiraha a explicar la natu- raleza y valor de la silaba final aguda en la cunstruccion del oclonario cas- tellano, se Iimit6 a poner el cgemplo del romance de Akxandre, y para demostrar el oficio de la asonancia aguda respecto de la musica propia de aquellos cantos populares, indic6 lo que todossabian en su tiempo, sin el recelo de ser nunca desmentido. Ni fue su amor d la fraseologia cscolasti- ca causa entonces, ni lo ha podido ser despues, de oscuridad alguna: Lo- brija dice simplemente que s^ empleaba 6 cometia aquella figura que los gramdticos Hainan paragoge, la cual es anadidura en (in de palabra; y esta nocion, tan verdadera como sencilla, jainds ha podido ser facilmente mal comprendida por ningun espanol, porque es una de las primeras que se adquieren al cstudiar en la ninez la analogia de la lengua. Pareceme, pues, mi docto amigo, que no me acusara V. ahora de habcr jurado ciegamente in verba magistri. Yo concedi al dc la Reina Isabel I. a lo que se concede a" otro cualquier tesligo ocular, si bien su calidad de eru- dito daba d sus palabras extremado valor respecto del hecho consignado, no teniendo Lebrija interes alguno en que los cantores del pueblo suplie- ran 6 no las eee parag6gicas 6 finales. Pero no es s61o Antonio de Lebrija el testigo de excepcion, que en el particular puede alegarse: acaso V. lo de- clare tambien insuficiente, por ser tan dado a las letras clasicas que escri- be en lengua latina; pcro asi y todo, no lo reputo recusablc. Hnhlo del ya citado Francisco de Salinas, quien en el capitulo VI del litulo VII, pagi- na 384 de su Min Philipc ?u Libra de la Miinica tie Mltnela (Salamanca, 15o2), a cuya cabe/.n colocaba las tonadas de los romances del Conde Clarus y do los llamados vie- jos: en el folio i. insertaba la musica de aquel muy popular, una y otra vez puesto por modulo, que empicza: A las nrmas, Moriscote, | si las has eti volunlail; Y para que V. vea practicainwite como se anadia la i parag6giea, aun en las voces de forma 6 conjugadas, en que V. Italia la mayor dilicullad y repugnancia, juzgo convenienle trasferirle por facsimile el final del segundo oclonario ocuarlo verso de la ebtrolilla, que es cornosigue: LoscjueenroniS ria va Tengo para mi, seuor don Fernando, que en vista de todas cstas ra/,o- nes, y de lodos eslos lieclios, no acliacara V. a pueril dcseo de pasar por crudilo, el no baber admitido en mi arliculo sobre In Primavera la leoria de las silabas sord.is 6 mudas linales de las rimas graves que se asocian a las agudas en los cantos Iradicionales de la poesia caslellana, leoria por V. nuevumente sustentada con sus Estudios. Con estas demostraciones, que tienen en mi juicio no escaso valur hislurico, podria tambien fiicilmeute cxplicarsc el becbo y desvanecerse la rara contradiccion de liallar, scguu (jueda apuntado, esa frecuenle mezcla de rimas graves y agudas en un misino romance, feii6meno (iiosudico que so reproduce basta siele u ocbo voces en el breve romance de Isabel de Liar: Yo me estalxi en Giroinena, y treinta y nueve en el de Gayferos, tales coino V. los reproduce en la Vrima- vera (numeros 101 y ITii, lo cual supone una lirada dc setenla y ocbo octosilabos, sin conlar otros muclios cantos dc igual indole, que en mayor 6 menor extension ofrecen en sus rimas los mismos caracleres. En resumei): el uso de las eec paragogicas en los asonantes agudos do las poesias tradicionales uprincipalraeute con relacion al canto es un lieclio bistorico, y de no exigua importancia en la do los romances caslellanos. Apoyase en la indole especial y en el genio prosodico dc la lengua, y tiene confirmacion: i. Cn cl desarrollo formal de la mi^na: 2. En la necesidad 816 HISTORIA CRlTICA DE LA LITERATUUA ESPA^OLA. imperiosa de obedecer la inevitable ley del canto, cuya especial extructura y naturaleza exigia, con laparidad de los compases Gnales, la igualdad de los hemistiquios: 3. En el egemplo dc los primitivos poemas de la poesia caslellana, donde es por demds frecuenlc el uso promfscuo de rimas graves y agudas en unas mismas tiradas de versos, siendo mas natural en todos sen- tidos el que las agudas pasaran a" ser graves que no el hecbo contrario: 4. En los no dudosos vestigios que de esta fdcil y natural trasformacion exis- ten en dichos poemas, bien que FO!O la verificaban para realizar el canto ]vsjuglares de boca, vi6ndose claramente en dichos vestigios que cedieron los trasladadores & la fuerza de la tradicion, aun procediendo ya como eru- ditos: 5. En la forma en que se recogieron y se ban trasmitido d nuestros dias ciertas cancioncillas populares, de que doy d usted arriba significativa muestra: 6. En el testimonio, enmanera alguna interesado, de personas que oyeron cantar durante la segunda mitad del siglo XV los romances agudos con el expresado aditamento: 7. En el irrecusable de los maestros de musica que en los primeros tercios del siglo XVI fijaron la canturia de los romances viejos; y 8. En la frecuente mezcla, en otro caso inrnotivada y absurda, de asonantes graves y agudos (disilabos y monosilabos) que ba- llamos en una misma composicion, cuya brevedad, como sucede con la po- pularisima de A las armas, Moriscote, no podia fatigar al poeta basta el punto de bacerle trocar tan lastimosamente los frenos. Siendo la asonancia cardcter peculiar y ornato que s61o aparece en la poesia popular espanola, de donde la tomaron despues nuestros poelas ar- tisticos, no es para mi cosa extrana, que aun personas perilisimas en el conocimiento orto!6gico de la lengua castellana, perciban dificilmente sus apices prosticlicos, y llevados de su extremada erudicion, busquen una ley general, d que sujetarla, en relacion con los demds idiomas nacidos de un mismo tronco. De aqui proviene, en mi concepto, la divergenciade nuestras opiniones: estudiando V. y Dozy las condiciones especiales de las rimas neo-latinas, ban descubierto ciertos cdnones que juzgan aplicables d todas las literaturas del Mediodia; y al tropezar con las asonancias castellanas, no ban vacilado en someterlas a esa misma pauta. Necesario era sin embargo considerar lo exceptional, lo propio e" individual del idioma, que babia bas- tado para crear dentro de si mismo esas armonias imperfectas, bien que suficientes para balagar el oido castellano; y en este caso no bay duda al- guna en que se bubiera reconocido, sin grave faliga, la existencia de olro elemento generador, asi como otra ley superior de vida para las indicadas asonancias. PerdoneV., le snplico, que me baya detenido tanto. Dcseaba justificar rni opinion d los ojos de V., y seducido por la materia, be dejado correr la pluma tal vez demasiado, bien que limitdndome a extractar una de las llus- iraciones del tomo II de la Hist or ia Crliica. En mi concepto no son acreedo- res los primeros editoresde los liomanceros, d la severa censura que V. for- mula contra ellos, ni d la aids dura y dgria del senor Dozy, como no lo es PAllTE I. APfcM). niMAS Af.UDAS I)E LOS AXT. ROM. POP. 617 tampoco nuestrodocto amigo el senor Duran, por liaber reproducido en su rica y preciosa colcccion algunos de los romance? viejos con las tee parago- gicas. Veo en eslo mds biwi una prucba d) devncion y de respeto a la tra- dicion popular, que un rasgo de gro&era ignorancia, y agradezco aquella so- licitud corno verdadero servicio hecho a las letras. Sin este respelo de los j)rimeros editores seria imposible comprunder, y mas todavia explicar, con arreglo al gcnio prosddico de la lengua castelluna, lo que era y valia el uso promiscuode las rimas graves y agudas en los romances, y no ballariamos camino para llegar basta los primitives poernas, donde se ofrece exacla- rnente el cnismo fendmeno en las rimas de igual naturaleza. Hubiera deseadodecir ;i V. algunas palabras sobre los versos de arle ma- yor, pues veo que parece a V. un tanto peregrina la indicacion que bice de su semejanzacon los empleados por los bebreos en sus poemas bertficos y diilacticos. La semejanza no puede ponerse en duda; pero V. se servira recordar que yo no di opinion concluyente: dije solo que para quien uni- camenle se propusiera formar una teoria, no habia duda en que aquel raro egemplo bastaria d dar molivo d extensas investigaciones (Extudius sobre los Jttdios, pag. 35 I), y algo pudiera anadirsc en el particular que no pareciese del todocapric/w erudito (V. pag. 446, nota 3). T6ngole a V. ya fatigndo y no quiero forzarle d exclatnar: Quousque tandem, etc. Cuanlo vd dicbo queda somelido, como todas mis pequeneces, a la correccion de quien mds sabe: acdjalo V. con su habitual indulgencia, y sobre todo como prueba sincera de mi buen deseo, y aun de la obligacion, en que su bondad me liabia puesto, de arnpliar algun lanto mis palabras. Aguardo de un momen- to a otro el numero de la Revista con mi trabajo sobre los. Refranes, y reser- vandorne decir d V. algo en otra respecto de los consabidos Cuenlos, es- pero sus 6rdenes como su rnas devoto y agradecido amigo y servidor Q. B. S. M. Madrid 20 de oclubre de 1859. III. El senor don Fernando Jose" de Wolf, con la benevolencia 6 ilustracion que le dislingucn, nos dirigia en lengua castelhina la notabilisima contesla- cion que trasladamos: Senor don Jose Amador de los Rios. Madrid. Muy estimado amigo y de mi singular aprecio: Hnbiendo querido acompanar mi contestacion d sus dos ultimas con los ejemplares, impresos por separado, de su articulo so- bre los Refranes cnatellanos, y esperando recibirlos d; un momenlo d otro, he lardado en bacerlo basta abora. Por eso, ya recibidos, me doy priesa d remilirselos adjuntis, asi como un ejernphrdel cuaderno de nueslra Revixta que contiene inserto dicbo articulo. Espero pues que V. disculpara mi tar- danza, y no la tacbara de ncgligencia. Muclio bolgaria de que d V. luibiera salisfeclio la traduccion de su doolo trabajo, y su ejccucion lipogrdfica. 618 H1STORIA CHtTICA DE LA LITEKATl'RA ESPANOLA. No s6 como expresarle el placer y la satisfaccion qne mo ha proporciona- do el ver en su carta del 20 de octubre ultimo, 6 pop rriejor decir, en su muy erudito y acertado articulo critico sobre mis Estitdios, que V. lui lia- llado ese libro digno de su alencion y do su examen. Los elogios quo me prodiga,mc animan d bacerme todavia ma's acreedor a ellos. La penaque V. se ha servido tomarse de ccnsurar tan detalladamente algunos puntos, y de recliQcar mis opiniones, me convence del apreeio (jue haee de ella-; pero al mismo tiempo rne obliga a que le exponga con tod a lisura las razo- nes y dudas que aim me impiden cl que las ubandone del todo. El pun to principal en que se diferencian y apartan nuestras opiniones, es la teoria de las rimas disilabas y monosilabas, aplicada por rni y el senor Dozy d los romances viejos populares de Castilla, desecliando, como sali- da e invencion maravillosa de los reformadores de las rimas populares y de los editores po.steriores el aditamento de las eee paragogicas a las rimas monosilabas y sordas. He ponderado, con loda la ateiicion debida a su au- toridad de V. y d su profunda erudicion, los oclio argumentos, en que V. ha resumido al fin de su carta su oposicion d esta teoria; y en efeclo si el peso muy grave de tanta autoridad y de tales argumentos, no ha podido moverme desde luego a dejarla caer al suelo, no es por obstinaciou <3 ergo- leo, sino por las razones siguientes: Convencido esloy yo tambien, por un lado, de que la indole especial y el genio prosddico de la lengua castellana piden las desinencias lianas, gra- ves 6 disilabas, hasta hacerlas normales para la determination de la rnedida de los versos, y de modo, como dice Salvd (Gramdtica, ed. de Paris, 184G, pagina 392), que en las palabras que acaban por una vocal aguda, hace la MVOZ una especie de compensation duplicdndola, a fin du ijne en la segunda se vejecute la declination del tono; y pronunciarnos desden, vendrd, como si estu- viera escrito desdeen, vendrda (6 vendrao), con el acento circunflejo mds wbien que con el agudo. Mas asimismo he hallado por olro, como indnle especial y genio prosodico de tuda poesia primitiva y popular en lodas las len- guas conocidas que la lienen rimada 6 asonantada, que emplearon en un printiplo constanlemente las rimas 6 asonancias ugudas (masculinas), mono 6 disilabas,!. e. considerando tan solo la ultima vocal acentuada, y no hacien- do caso de las otras que la siguen, pues que las rimas lianas, disilabas, fe- meninas 6 ricas, son como tales, siempre el producto de la poesia artistica (Vease mi libro sobre los Lais, pdg. \1\). Ni he dejado tampoco de recono- cer efectivamerite en las poesias mas antiguas (como en los/W/fls deldd); y en las populares disonancias (como en los romances) con el uso promts- cuo de las rimas 6 asonancias mono y disilabas. Creime en vista de esto y me creo lodavia autorizado d tener cos desi- nencias todas por agudas 6 masculinas, conforme se las consideraba en tiem- po de su formation, al paso que se les daba d las agudas monosilabas, cuando se empez6d observar mas extrictamente el niimero de las silabas, el valor jtrosodico de dos de estas, haciendo la voz una cspecic de compensacion, PAKTE I. APtNU. HIMAS AGL'DAS DE LOS ANT. IIOM. I'OI'. C19 iluplica"ndolas. Y es de nolar que en las poesias mencionadas prepon- deraban tanto las desincncias agudas monosllabns, que se las podia conside- rar como las nor males t y las disilabas coino excepciunales 6 liccucias; lo quo lia inducido al seiior Damiis-Ilinard a asenlar (y con razon, Icniendo, como franccses los versos masculinos por la pauta do la medida), sobre las rimas del Poema del Cid (vease sued., pag. XXXIV), quo: la rime est totijours nmasculine, ou, en d'autres tennes, lorsque la syllabe ('male ne porle pas Dl'accent, elle vient en surplus, commc dans nos vers ftminins.n Este priiicipio dedesinencia masculina, normal en las poesias primitivas y populares, conconluba rnuy bien con la cant aria usada en ellas; pues la salmodia y el canto llano de la Iglesia seguu su origen y su indole tambiea eminenlemente populares, destinados para ser pjecutad3 por el coro coa parlicipacion de la cornunidad de creyentes, en (in por el pueblo, en con- traste con el canlo ambr.isiano 6 artislico, Servian de rnodelo para la can- turia de esas poesias. Ahoraes conocidoy admitido por lodoslos maestro* de inusica, que el canlo llano preliere y casi pide conforrne a su origen, fndo- le y objelo las dcsinencias masculinas. Asi dice por egemplo Lebeuf(Trai- te hislorique et pratique sur le chant eclesidstique, Paris 17 H, pag. 121): wOn y (daus les Epilres farcies) remarquera ce que j'ai doju dit ci dessus (paginallG) que primitivement les rimes fran<;aises qu'on voulait rnetlre en chant, etaient masculines, coinme dans PEpitrc de Saint Elienne, qui est wla plus ancienne, toutes les rimes I'elaieul. Les rimes feminines ne se vi- wrcnl chargees de chant, que lon^ temps apres; parce (jue malgre la grossic- wrete des temps, on sentait que le Vlainchunt n'allait pas si bien dessom.n Y Mr. de Cayrol dice en su Essai sur la vie et les outrages dti /'. Daire avec les Epilres farcies telles qu'on les cliantait dans lea eyl'mes d' Amiens au Xlll.e siecle. (Amiens, 1838, pag. 92, en domic liabla de las refundicio- nesde las anliguas Epistolas farcilas, licchas en el siglo XVIII. ): ciNon seu- ulement les rimes sont melangues; de |ilus, il y en a de feminities, ce qui nest coittraire aux reijlea de V ancienne Plain chanl qui s'accordait mal aicc ce vgeitre de termination.)) En (in Barbazaii (Fablieaux, ed. de Mion, to- ino III, pag. XII), dice, liablando de los poelas anti^uos: ulls ne dislin- nguaient point, commc aujourd'bui, les rimes masculine et feminine. Cctle distinction est nouvelle dans noire poesieo (y piu'dc decirse en toda poe- sia). Es caso llano lambien, que los canlos eclesiaslicos, destinados para el coro 6 el pueblo, asi como las canciones populares, repuliau la melo- dia 6 canluria, siempre con algunaquo olra variacion, sin observar riguro- samenle el nutnero de silabas: lo cual favorecia al uso proiniscuo de lermi- naciones mono y disilabas, especial men te en la poesia castcllaua, (juo, como (jueda dicho, se veia forzada, por su indole y genio prosodico, ;i dar a las terminaciones agudas el valor de dos silabas; y asi ellas se liabian de pro- longar 6 duplicar lambien en el canto, cuando se empezaron a toinar por pauta en esle los versos llanos. Sobre esle inodo de proccdcr de los canlorus populares, asi eclesiisticos 620 HISTORIA CIllTfCA DE LA LITERATURA ESPAflOLA. como Idicos, dice, por egemplo el editor de Buhez Santez Noun, on vie tie Sainte Nome, etc., mystere compose en langue bretonne anterieurement an Xll.e siecle (Paris, 1837, pa"g. XXVI): Le chant (de aquel misterio) dc- vait resembler a celui qui sert encore en Bretagne pour les legendes vcr- Msifiees que recitent les pauvres du canton, le jour de la fete patronnle. C'est une maniere de recitatif qui varie avec la mestire du vers, sans per Are rien de sa monotonie, parce que la voix du chanteur tres elevee en com- wmancant une strophe, sabaisse insensiblement el flnit dans tin ton presque s0rd. Y precisamente respecto de los romances caste llanos populares, observa el senor Duran, en la nota puesta al romance del Conde Arnaldos, que dice: Quien hubiese tal ventura, y en el cual se balla el asonante Flan- des, al paso que todos los otros son en aa agudas: Aqui en el canto debia pronunciarse Flan en vez de Flandes, como sucede aun cuando la genie 'vdel campo entona esta clase de romancesn. Cuando, empero, la poesia y la musica artislicas ibnn desarrollandose, tuvieron siempre nods influjo en la poesia y canturia populares; y por eso se introducian tambien en estas mayor regularidad y observancia mas ri- gurosa del numero de silabas y tiempos (el cual desarrollo 6 influjo debian realizarse en la poesia castellana^durante el siglo XV). Entonces fue, d mi modo de ver, cuando empezaron los poetas arlisticos y los maestros de mu- sica, atendiendo quizds por primera vez algun tanto a" la poesia popular (como el marques de SantUlana),^ introducir en las produccioncs de aquellos infimos... que sin ninguna 6"rden, etc , no s61o la rnedida regular, el numero fijo de silabas y tiempos, sino tambien la uniformidad de las rimas 6 asonancias; y como tenian por pauta las lianas, se vieron llevados (para hacerlas observer d los cantores cultos y rudos) a aiiadir esas eeee parago- gicas en las terminaciones agudas, senas mas bien inventadas por ellos, que fundadas en la etimologia, 6 justificadas por el uso comun del habla 6 la autoridad de documentos anteriores. Esle proceder es lo que Salinas (1. c.) ha liamado ad aequalitatem membra reducere, y de que, con respecto al canto de los romances, ha dicho: Ubi posterius membrum aeqttivalet wpriori, quoniam unum tempus, quod nunc silelur in fine, ab antiquis voce ncanebatur, in hunc modum, etc. En efecto, de este modo notaron desde entonces los musicos aquellas rimas 6 asonancias agudas; de este modo las entendian los erudites, como Le- brija; deeste modo las publicaron d veces los editores posteriores, siempre con arreglo al canto, al paso que olros, que no tenian este respeto, las pu- blicaron tales como las habian ballado en la boca del pueblo, t. e. mezcladas las agudas mono y disilabas, 6 como las pretendian las reglas de la gramd- tica y'del.arte, haciendolas todas agudas. Pues s61o deesle modo me parece aplicable: 1. porque tales forma s con eee parag<5gicas,"contrarias d la etimologia, d la gramdtica y al uso, como por egemplo, han-e, van-e, vendrd-e aUA-e, nose hallan en los poemas anti- guos, ni siquicralen los que llevan la consabida mezcla de terminaciones PARTE I. APEND. RIMAS AGUDAS DE l!bs ANT. ROM. POP. C2i agudas mono y disilnbas; 2. porque liasla ios romances mismos, en que ocurren esa eee paragogicas no las ofrecen en otro lugar ninguno que en las desiuencias de Ios versos alternos; 3. porque en fin en Jas poesias urtisti- cas anteriores, contemporaneas 6 posteriores (exceptuadas siempre las que remedan las furmas populares, como Ios romances, lelrillas, etc. de Ios poelas artislicos) no se encuenlra huelln alguna del uso de esas eee parago- gicas. Es cuanlo sobre la cuesiion dc las rimas rne ocurre. Al hablar de Ios ro- mances, cita V. el que dice: A las armas, Moriscote, etc., romance que no he hallado in siquiera en la gran culcccion del senor Duran. V. me obligaria, si quisiera comunicarmelo, 6 indicarme el lugar dtinde sc halla. Las indi- caciones que V. me bace sobre su monumental Hintoria de la literatura es- pafwla, me bacen esporar con impaciencia el dia en que saiga d In/.. jQue gusto me daria alcanzar su publicacion; poder aun disfrutar Ios restiltados de su profunda erudiciun, de su crilica perspicaz... pues tengo canas!... Esperando obtener su perdon de V., por haber abusado de su paciencia ya con mis exposiciones, ya con mis demandas, y verla probada por una pronta contestacion, lengo la bonra de repetirme a las ordenes de V., como su muy devoto agradecido amigo y S. S. Q. B. S. M. Fernando Jose Wolf. Viena y 7 de enero de I860. IV. Por satisfacer Ios corteses deseos de nuestro sabio amigo, y porque sus muy discretas observaciones demanduban respuesta tan pronla como cum- plida, llegada esta carla a nuestras manos, procuramos ampliar algun tanto en la siguiente cuanto en la anterior bubiamos apuntado. Senor don Fernando Jos6 de Wolf. Viena. Muy estimado amigo y de todo mi aprecio: Gracias a Dios que pued;> ya consagrar un momento a conlestar la mny aprcciada de V. fecba 7 del pasado enero, que fu6 en mi podiir con algun rolraso. Enformo y mas ocupado que de costumbre, tampo- co he podido pagar igual deuda otros distinguidos escritores, que me fa- vorecen con su docla correspondencia. He recibidn el nurnero de la Revista y con til Ios diez ejemplares separa- dos de mi articulo sobre Ios Refranen aixtellanos (Ilustracion V. a ). Doy a" V. las gracias por el csmero que lia puesto en su traduccion 6 impresion; pues que salva alguna errata de irnprenta, la ballo ajustada y correcta. Doiselas tambien, y muy curnplidas, por la benevolencia con que se ha servido acoger mis observaciones sobre las rimas de Ios romances viejos: que en verdad temia pudieran parecerle impertinentes, 6 cuando menos extempordneas. La amabilidad de V. las ha disculpado y aun hallado no del todo indignas, pues que las ha tornado en consideracion, para anadir nuevos argurnentos & la opinion que Y. suslenta; y esta circunslancia vuelve hoy ^ G22 HISTOKU CRtTICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. preslarme alien lo para cxponorlc olras uuevas objeciones, debidas d la lec- tura de su muy docta carla. Felicilome ante todo de que V., como tan entendido en nuestra espanola literatura, liaya asentido d la observation capital de qne la indole especud y el genio pros6dico de la lengua cas'.ellana piden las desinencias lianas, gravcs6 disilabas, liasta hacerlas las normales para la determinacion de la medida de los versos. Esta es sin duda la piedra fniidamenlal de lacucs- tion debatida; y partiendo de este principio, apoyado al par en la nalurale- za inlima de la lengua, y en su desarrollo liislorico, no parecera a V. rnal que yo siga creyendo y sosleniendo lo que la razon y la liistoria me cnse- fian, respecto aladitaniento de hseee paragogicas en las rirnas vulgares. Veo tambien con sincera satisfaccion (que V. sabra apreciar en lo que vale) que no contradice V. formalmenlc ninguna de mis indicaciones, ni inenos recbaza la autoridad inconlrastable de los documenlos de todos ge- neros aducidos por mi para cxplicar las palabras lestimoniales de Lebrija, reconociendo fiaaltnente el lieclio que este expone, bien que dandole una explicacion algun tanto analoga y conforms d su anterior negativa. En lodo reconozco el talento y la sinceridad que lanlo honran su dislinguulo caracler, y me apresuro a manifestarle mi gralitud, por ofrecermc la ocasiou de ampliar en cierto modo este curioso estudio. Los nuevosargumenlos que V. presenta estriban principalmente: i. En que el genio prosodico de toda poesia primitiva y popular, en todas las lenguas conocidas que. la tienen rimada 6 asonada, exige en un principio las rimas 6 asonancias agudas (masculinas mono 6 disilabasj: 2. En que segun la auloridad de respetables escritores Franceses, insislio el canto llano (y sus imitaciones) en las rirnas masculinas (agudas), de donde parece deducirse que bubieron de sujelarse d igual ley los romances viejos de Castilla: Y 3. en que s6lo cuando la poesia y lu rntisica se bacen artislicas, y se refleja su inllujo en las poesias populares, se vieron forzados sus autores para aseme- jarse d los mas cultos y erudilos, d anadir las eee paragogicas, etc. Kespeelo del primer punto abunda mi carta anterior eu prucbas que pcrsuaden de que, si es dado admitir aquel principio tocante d otras len- guas y literaturas, no tiene aplicacion direcla ni cuinplida a la lengua y li- teratura caslellanas. Recbazalo prirnero el mismo genio prosodico del babla, genio que V. reconoce; y niegalo con no menos fuerza la bistoria, compro- bada por los monumentos. Los primeros escritos de la poesia caslellana son, fuera de otras obras mas cortas y no conocidas aun, la Crtinica 6 Leyenda del Cid y el tan memorado Poeina. En estas obras, que si bien no pucden considorarse como lica artistica hasta tener influjo en la poesia y canturia populares, el siglo XV. A la vrdad esta d*>claracion bnsla d mi prop6sito, porque con ella se demostrana la oxactitud dol dicho de Lehri- ja, quo esel principal asunto de nuestra discusion; pero traldndose de le- yes pros6dicas, quiero exponer ;i V. las observaciones que de pronto rae ocurren. Es para mi demostrado que la prosodia de lodas las lenguas se elabora y fija muy principalmente por medio de la poesia, y que alcanzan parte por extremo activa en este trabajo los poelas eruditos. Claro es en consecuencia que logrando en el siglo XV mayor numero de combinacio- nes rimicas la poesia erudita castellana, debid en esta t'-poca ser mucho TOMO u. 40 T.26 HISTORJA CRlTICA DE LA LITEKATUHA ESPA^OLA. mayor tambien su influencia en la popular. Estamos de acuerdo. Pero ipodrd sacarse de aqui el principio historico absoluto do que hasta el si- glo XV no toma cardcter propio la prosddia castellana?... ^Podrd decirse nunca que no predominaban en la lengua desde su formation los sonidos finales y no finales, graves, llanos y disilabos?... La Cr6nica6 Leyendadelas Mocedades del Cid y el mismo Poema responden, respeclo de los primitives cantos populares escritos; y respecto de los erudites basta abrir por cual- quier Jado las obras de Berceo y los poemas de Alexandre, Apolonio, Fernan- Gonzalez, Yusuf, etc., para confesar que el gran caudal pros6dico del roman- ce castellano lo constituyen, en las rimas y fuera de ellas, las desinencias femeninas. Pero hay rods: fijadas en eslos poemas las leyes que constante- mente sigue la lengua, no debe olvidarse la aficion que los poetas liricos muestran a asonar sus obras (ponerlas en musica) desde los tiempos de Alfonso X: este monarca asond todas sus Canliyasd la Vlrgen; don Juan su sobrino que escribio un Arte de trovar (no hallado desdichadamente entre sus obras), dd d estas por prohemio un ap61ogo, en que se acredita cudn general era la costumbre de asonar las poesias liricas sus mismos autores (El Caballero trovador y el Zapatero de Perpinari); en todo el siglo XIV forma el arte de la musica, como el arte de la caza, el de la danza, etc., parte principalisima de la educacion de los caballeros, pudiendo asegurarse que apenas habrd cultivador de la poesia, entre los magnates castellanos de la cdrte de Enrique II, Juan I y Enrique III, que no lo sea tambien de la mu- sica. Ahora bien: si la pros6dia aparece ya determinada y aun fijada en los poemas lier<5ico-eruditos del siglo XIII, y si la musica formaba en aquella centuria y la siguiente estrecho consorcio con los cantos liricos de igual naturaleza ipor que aguardar d la XV. a para conceder alguna influencia d musica y poesia artislicas en los cantares del vulgo?... Yo no juzgo nece- saria esa influencia para el desarrollo de las asonancias en los romances viejos, dada la indole especial de la lengua; pero suponie"ndola verdadera, no creo que puede limitarse a dicha 6poca. Mas concedamoslo tambien y vengamos a determinar dentro del expre- sado siglo el instante en que la referida influencia pudo insinuarse. Desde luego ocurriria, hecho el prop6sito de la investigacion, que siendo el rei- nado de don Juan II la e"poca en que florecen un Mena y un Santillana, principales cultivadores y maestros de la lengua y gaya doctrina, no es li- cito sacar de este periodo aquella especie de ocasion (necesidad), en que la pauta de las desinencias lianas puso d los cantores rudos (populares) de ad- mitir las eee paragtfgicas para asimilar sus cantares d las canciones de los cultos (eruditos). Por manera que habiendo dado d luz Lebrija su Arte en 1492, es indudable, recibida la bipotetica opinion de V., que medio siglo antes por lo inenos estaba ya en uso el aditamento de las eee referi- das en las rimas masculinas (agudas) de los romances viejos de Castilla. Con que resulta al fin que el ilustre preceptor de la Reina Cat61ica con- sign6 un hrtclio corrienle y de todos sabido d la sazon; pero de importan- PARTE I. APEND. FUNAS AGUDAS DE LOS ANT. ROM. POP. 627 cia no pequeua en la historia de la poesia popular espanola: hecho quo recibieron despues, acataron y consagraron meritoriaraente en los Roman- ccros los editores de principios del siglo XVI, tomando las rimas, no de los poetas eruditos (que esto no puede concederse), sino de boca del pue- blo, pues que primero Lebrija y despues Salinas dicen terminanlemente: los que los canton; wee canebatur. Y te"ngase muy presente que la principal, tal vez la unica piedra de toque de toda poesia popular, priinitiva 6 no pri- raitiva, fuera del teatro, es el canto. Tocante al escrupulo (si es licito llamarlo asi) que & V. resta en lo re- lativo a las eee paragdgicas contrarias a la etimologia, debe desaparecer en parte, ya que no del todo, al considerar que esas voces son siempre en numero muy reducido, cuando las de recta derivacion, cual los infinitives y palabras verbales 6 sustantivales, nacidas del ablativo latino, forman siempre el gran caudal de las rimas masculinas sobre que versan estas ob- servaciones. El hecho sin embargo es cierto, y precisamente la cita de Le- brija lo comprueba, respecto de esas mismas voces. En cuanto & las de- ma's, no solo es cierto en los siglos XV y XVI, sino que lo es hoy, como ya dije & \. en mi anterior; y si V. pudiese dar un paseo conmigo por las fuentes publicas de Madrid, servidas por asturianos que hablan todavia un romance harto anticuado, 6 venir a la Virgen del Puerto, donde tienen sus fiestas dominicales todos los hijos de Pelayo de humilde estofa, que vi- ven en la c r- ..u O V < S 1 M 1 Ifc N = z ^ - ^ >4 ^ j rtS f- -'' s JT Z i' z* JL 2J3\^ ^ ? 1NDICE. Piginas. ADVERTENCIA V CAPlTULO XI. ESCRITORES DE LA INVASION MAHOMETAN*. JUAN HlSPALENSE. ClXILA. 1SIDORO PACENSE, CtC. PrimCFOS CStfagOS de la conquista. Armanse los judios para oprimir a" los espa- noles. Esperanzas defraudadas de estos sobre la permanencia de los a*rabes en Espana. Su establecimiento. Caracter de la invasion mahometana. Pueblos que vienen a" la Peninsula. Resultado de la conquista. Capitulaciones. Su indole y natu- raleza especial. Cristianos reducidos !i servidumbre: los moz- rabes. Cristianos independientes : monarquia asturiana. Su constitucion. La nobleza. La polestad real: don Pelayo. Ri- pidos progresos de las armas cristianas. Paralelo entre los mo- za>abes y los cristianos independientes. Recbazan unos y otros la influencia muslimica. Califato de C6rdoba. Abd-er-Rah- raan. Caracter de la civilizacion musulmana. Su ineficacia para infundir su espiritu a la de otros pueblos. Polilica de Abd- er-Rahman. Ingenios espanoles del siglo VIII. Juan Hispa- lense. Ciiila. Isidore Pacense: sus obras. Canlcler de estos escritores. Conturbacion de la Iglesia. Elipando. Etlierio y Beato. Resumen 3 CAPlTULO XII. ESCRITORES CRISTIANOS DEL CALIFATO. ESPERA- IMDEO, ALVARO, EULOGIO, SAMSOM, etc. Politica de los Califas respecto de los cristianos mozdrabes. Veda Hixem el uso de la lengua latina y obliga ;i la juventud a educarse en las escuelas ardbigas. Reaccion del sentimiento catolico. La Iglesia, el culto y la liturgia. Escuelas mahometanas: escuelas cristia- nas. Su ciencia y litcralura respectivas: distintos fines de unas y otras. El abad Esperaindeo: su Apologttico contra Mahoma. 632 HISTORIA CRl'ttCA DE LA LlTERATURA ESPANOLA. Nueva exaltncion del senlimiento religioso. El martirio. Con- cilios de Cordoba. Alvaro y Eulogio. Su autoridad e influen- cia respectode los moza'rabes. Sus obras. El Documentum mar- tiriale y el Indicttlus himinosus. Su exdmen. Cardcter de la elocuencia de Eulogio y de Alvaro. Martirio de Eulogio. Su vida escrita por Alvaro. El himno en su alabanza. Poesias de Alvaro. Efecto de la muerte de Eulogio en la raza mozdrabe. El abad Samson y su Apologetico. Cansancio y postracion de los cristianos. Leovigildo y Cipriano: sus escritos. Caracteres ge- nerales de todas estas obras. Su identidad con el estado social del pueblo que las produce. Aversion de las razas drabe y cris- tiana. Efectos de la misma. Expulsion de los moza'rabes anda- luces: su aniquilnmiento, como pueblo, en la Peninsula Iberica.. 69 CAPITULO XIII. PRIMEROS HISTORIADORES DE LA RECONQUISTA. SEBASTIAN, SAMPIUO, PELATO, EL SILENSE, etc. Los cristianos independientcs. Progresos de la reconquista. Alfonso II. La c6rte de Oviedo. Alfonso el Magno. Primeros ensayos hist<5- ricos. Sebastian de Salamanca. Su Chronicon: exdmen del mismo. La Chronica Albeldense. Su exposicion bist6rica y cri- tica. Sampiro: su Chronica. Juicio literario de la misma. Don Pelayo de Oviedo y el monje de Silos. Andlisis y juicio cri- ticodeambas Chronicas. Conquista de Toledo. Influencia de este suceso en la civilizacion espanola. Chronicas latinas del siglo XII. La Gesta Roderid Campidocti. La Historic composte- lana y la Chronica Adephonsi Imperatoris. Historiadores religio- sos: Grimaldo, Renallo, Rodulfo y Juan Didcono. Observaciones generales sobre el desarrollo de la historia en estas remotas edades ., i27 CAPITULO XIV. POETAS Y ESCRITORES DEL SIGLO IX A.L XII. SALVO, GRIMALDO, etc.; PERO ALFONSO, PEDRO COMPOSTELANO, etc. La historia y la poesia. Relacion de esla con las costumbres. Poesia sagrada: himnos religiosos. Salvo, Grimaldo, Philipo Oscense. Sus obras. Caracteres fundamentals de la poesia religiosa. Su popularidad. Poesia t her6ico-religiosa. Poesfa her6ico-bisf6rica. Exdmen de los principals monumentos tras- mitidos d nuestros dias. Canto elegiaco de Borrel III. Frag- mento del poema de la conquisla de Toledo. Canlar de Rodrigo Diaz. Versos laudatorios d Berenguer IV. Poema de Almeria. Poesia vulgar: memorias historicas de su existencia. Separa- cion de la poesia lutiuo-erudila y de la meramente popular. Epitdfios latinos.- Sus caract6res. Algunos autores de los mis- mos. Su influencia en los cantos populares. Los refranes: su importancia y su forma. Doble direccion de los estudios cleri- cales. El himno Ad Puerot. El poema De Musica del monje I MUCK. 633 Oliva. Aparicion del elemcnto oriental en la literature latino- eclesia*stics: el converse Pero Alfonso. Su Disdplina Clericalit. Pedro Composlelano. Su tratado De Consolation* Rationit.Ei- posicion de su argurnento. Diferente senda seguida por dodos y vulgares. La poesia popular aparece dolada de vida propia.. 191 OAPlTULO XV. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE L\ MANIFESTA- CION LATINA. APARICION DE LA LITERATCRA VULGAR. Ilapida ojeada sobre la literatura liispano-latina. Principals caracteres del ingenio espanol en todas sus edades. Aparicion del elemen- to hebrdico-oriental. Su inlroduccion en la elocuencia y poesia cristiaoa. Reflejase en la hispano-latina. Varia suerte de las letras despues de la invasion sarracena. Contribuyen algunos varones respetables a su restauracion en Italia y Francia. Acu- den a nuestras anliguas escuelas doctos exlranjeros. Efectos de este comercio literario. Restablecimiento de las disciplinas clericales y de la nocion aristole"lica. Antagonismo entre la ci- vilizacion y poesia nrabiga y la espaiiola. Desarrollo de la poesia latino-eclesidstica en todas sus fases. Aspiran las hablas vulga- res al dominio de la poesia popular. Reducese el latin a la cate- goria de lengua muerta. Espontaneidad de los cantos popula- res. Errores de los crfticos sobre este punto. Influencia ard- biga 6 influencia franco-pro venzal: verdadera epoca en que una y otra pueden insinuarse. Progresos de las poesias populares hasta ser escritas. Su divorcio con la latino-eclesiastica. Su propension a" representar nuestra nacionalidad literaria. Uni- dad del ingenio espanol en sus diferentes manifestaciones 253 ILUSTRACIONES I. SOBRE LA POESI'A ESCRITA EN LOS SIGLOS vm, 11, i, it Y xii. Origenes latinos del metro y de la rima 303 I. Derivacion de las formas artislicas a* la poesia cristiana id. II. Demostracion sin6ptica del desarrollo de las rimas 320 III. Monumentos poelicos que sirven dc fundamento d la investi- gacion critica desde el siglo VII al XIII. . . 328 ILUSTRACION II. SOBRE LOS OR{GENES Y FORMACION DE LAS LEN- GDAS ROMANCES. Lengua castellana 361 I. Primitives lenguajes espanoles. La lengua latina no es uni- versal ni popular en Espaua id. II. Diversos idiomas hablados durante la monarquia visigoda. . . . 375 III. Lengua hablada en los primeros dias de la reconquista 384 IV. Formacion y caricter de los romances espanoles 399 ILUSTRACION III. SOBRE LAS FORMAS ARTistiCAS DE LA POESIA TUL- GAR ESCRITA. Metros y rimas vulgares 415 I. Errores de la critica en este punto id. II. Rimas orientales ; rimas latino-eclesia'sticas 420 III. Derivacion de estas formas artisticas 4 la poesia vulgar es- 634 HISTORIA CRllICA DE LA LITERATURA ESPANOLA. crita 429 IV. Id. a la poesfa erudita de Castilla 440 V. Resumen 456 ILUSTRACION IV. SOBRE LAS FORMAS DE LA POESI'A POPULAR. Los romances 459 I. Contradictorias opiniones sobre su origcn id. II. Fuent.es latino-eclesiasticas de los metres de romance 470 III. Division historico-fllos6Gca de los romances populares. Ro- mances histdricos 473 IV. Romances caballerescos 488 V. Romances moriscos 491 VI. Romances pastoriles 493 VII. Romances vulgares, etc 496 VIII. Consideraciones generales 499 ILUSTRACION V. SOBRE LOS REFRANES, CONSIDERADOS COMO ELE- MENTO DEL ARTE. Su influencia en la poesia popular 503 I. Indole y origen de los refranes id. II. Refranes latinos de la edad media y su derivacion las lenguas romances 509 III. Refranes castellanos: diversidad de metres y rimasempleados en los mismos 516 IV. Identidad de sus formas artisticas con las de la poesia vulgar. 524 V. Primeras colecciones de refranes caslellanos y aragoneses. . . . 532 ILUSTRACION VI. SOBRE LA INFLUENCIA DE LOS TROVADORES PRO- VENZALES EN LA PRIMITIVA POESIA CASTELLANA 539 I. Diversas opiniones de los doctos sobre este punto id. II. Cuestion liisldrica 544 III. Cuestion GlosoTica 554 IV. Cueslion artistica Resumen 569 APENDICE I. Sobre la formacion de los romances 6 hablas vul- gares , 581 I. Monedas arabico-latinns id. II. Romance hablado en los antiguos reinos de Aragon y Navarra. 584 APfiNDICE II. Sobre las rimas agudas de los antiguos romances populares. 1 593 II. Carta d don Fernando Jos6 Wolf sobre esla maleria 601 III. Contestacion del senor Wolf 617 IV. Rdplica al mismo senor 621 V. Conclusion.., 628 ERRATAS QUE SE HAN NOTADO. PAGI1U. l.iM \. DICE. LEASE. VII 5 estaban estaba 26 ult. Ebh-Hhayan Ebn-Hhayan 29 26 sobre do sobre don 214 19 eius estis eius freti estis 229 8 Meus pia Mcns pia 233 15 ab anuis ab annis id. 25 hostis falsiloquis hosti falsiloquo 339 31 dona ibens dona libens 524 16 Nin 4 fuego Nin d iuego 604 17 catellano . . . . castellano SENORES SUSCRITORES A LA HISTORIA CliTICI DE LA LITERATllt ESPAMLA, S. M. la Reina dona Isabel II.', Protectora. S. M. el Rey don Francisco de Asis. S. M. la Emperatriz de los Franceses. S. A. R. el Sermo. Sr. Duque de Montpensier. S. A. R. el Sermo. Sr. D. Sebastian Gabriel. El Congreso de Diputados. El Minislerio de Fomento. El Ministerio de Gobernacion. Emmo. y Excmo. Sr. Cardenal, arzobispo de Toledo. Emmo. y Excmo. Sr. Cardenal, arzobispo de Sevilla. Excmo. e" Illino. Sr. Arzobispo de Zaragoza. Illmo. Sr. Obispo de Avila. Illmo. Sr. Obispo de Canaria. Illmo. Sr. Obispo de Cuenca. Illmo. Sr. Obispo de Jaca. Excmo. e" Illmo. Sr. Obispo de Jaen. Excrno. 6 Illmo. Sr. Obispo de Mdlaga. Excmo. 6 Illmo. Sr. Obispo de Orihuela. Excmo. 6 Illmo. Sr. Obispo de Plasencia. Illmo. Sr. Obispo de Salamanca. Illmo. Sr. Obispo de Sigiienza. Excmo. 6 Illmo. Sr. Obispo de Urgel. Excmo. e" Illmo. Sr. Obispo de Zamora. MADRID. La Real Academia dc la Historia. La Real Academia de la Lcngua. La Real Academia de Nobles Aries de San Fernando. La Real Academia de Ciencias morales y politicas. Academia de Jurisprudencia y Legislacion. Ateneo Cientifico y Literario. 638 SEfiORES SUSCRITORES. Abad de Aparicio, D. Hilario. Abrantes, Excmo. Sr. Duque de. Aguirre, Excmo. Sr. D. Joaquin. Aguirre, D. Leon. Alba, D. Joaquin Maria de. Alcanices, Excmo. Sr. Marque's de. Alenda, D. Genaro. Alvarez, D. Anibal. Alvarez, D. Manuel Maria. Andilla, Excmo. Sr. Baron de. Andrade, D. Jose Maria (de Mejico). Andres, D. Pedro.) Antequera, D. Jos6 Maria. Arino, D. Tomds. Arpa y Lopez, D. Salvador. Astuy, D. Tiburcio (de Bilbao). Aunon, Excmo. Sr. Marques de. Bachiller, D. Vicente Eduardo. Bailen, Excmo. Sr. Duque de. Barrera, D. Cayetano Alberto de la. Barrie y Agiiero, D. Juan. Barea, D. Francisco. B. Bayllier (Sres. de L6ndres). Benavides, Excmo. Sr. D. Antonio. Benameji, Excmo. Sr. Marques de. Bengoechea, D. Enrique. Benita y Olivares, D. Juan Vicente. Biblioteca del Instituto de S. Isidro. Borao, D. Ger6nimo. Blanco, D. Carlos Modesto. Blanco, D. Pedro Pablo. Brachet, Mr. F. (de Paris). Bremen, D. Jos6 Maria. Breton de los Herreros, Excmo. Sr. D. Manuel. Caballero, D. Juan Manuel. Cabezas de Herrera, D. Jos6. Calleja, D. Angel. Campillo y Casamor, D. Toribio. Canada, Excmo. Sr. Conde de la. Canga Arguelles, Excmo. Sr. Con- de de. Canete, D. Manuel. Carriquiri, Excmo. Sr. D. Nazario. Casabal, D. Zacarias. Casanova, Illmo. Sr. D. Antonio. Castelar, D. Emilio. Castellanos, Excmo. Sr. Marques de. Castro, D. Fernando de. Castro y Serrano, D. Jos6. Cea, D. N. Cerezuela, D. Fernando. Cerro, D. Julian del. Cervino, D. Joaquin Jos6. Charlain y Fernandez (de la Haba- na.) Ciscar, D. Roman. Clemente, D. Rafael. Colomer, D. Narciso Pascual y. Colomer, D. Juan. Collado, Excmo. Sr. D. Jos6 Manuel. Collantes , Excmo. Sr. D. Agustin Esteban. Conde, D. Manuel. Cordero, Sra. Viuda de. Corte Ruano, D. Juan Antonio de la. Cortina, Excmo. Sr. D. Manuel. Corvera, Excmo. Sr. Marqu6s de. Cruzada Villa-amil, D. Gregorio. Cuesta, D. Jose. Cuesta, Sra. Viuda e" hijo de. Culanda, D. Francisco. Dacarrete, D. Angel Maria. Delgado, D. Jos6. Diaz, Excmo. Sr. D. Ventura. Diaz Jurado, D. Rafael. Diaz Martinez, D. Jorje. Dieguez Reigada, D. Luis. Duran, D. Alfonso. Echevarria, D. Juan Antonio. Egana, Excmo. Sr. D. Pedro. Enriquez Ferrer, D. Francisco. Escuelas Pias de San Fernando. Escuelas Pias de San Antonio Abad. Escuelas Pias de San Ildefonso de Alcald de Henares. Escuelas Pias de IJbeda. A LA mSTOUIA CIllTICA DE Escuelas Pias de Granada. Escuelas Pias dc Guanabacoa (Isla de Cuba). Escuelas Pias de Puerto Principe (Isla de Cuba.) Estrella, D. Gnbricl. Estudios de jdvenes cscolapios de Alcala. Fernandez, D. Rafael. ! Fernandez Espino, D. Jose". Fernandez Ferraz, D. Valeriano. Fernandez Navarrete, D. Francisco. Fernandez Sanchez, D. Jose". Ferrd de Mena, D. Jose". Fort, D. Carlos Ramon. G. Castresan*, D. Manuel (de Are- quipa). Gdndara, D. Jer6nimo de la. Ganuza, D. Gregorio. Garcia Barzanallana, D. Manuel. Garcia Castanon, D. Antonio. Garcia Gallardo, Excmo. Sr. D. Ma- nuel. Garcia Ortiz, D. Jose. Garcia Santisteban, D. Rafael. Garriga, D. Manuel Ramon. Gayangos, D. Pascual de. Geofrin, D. Jos6 Maria. Goicorrotea, D. Roman. Goicorrotea, D. Francisco. Gomez de la Serna, Excmo. Sr. Don Pedro. Gomez, D. Antonio. Gomez, I). Phicido. Conzalez, D. Manuel. Gor, Excmo. Sr. Duque de. Granpere, D. Andres (de la Habana.) Guad-el-Jelu, Excmo. Sr. Marqu6s de. Guendulain, Excmo. Sr.Condede. Gutierrez de losRios, Illmo. Sr. Don Antonio. Gutierrez de la Vega, D. Jose\ Halliday, D. Fernando. LA L1TERATURA ESPASOLA. C39 llazanas, Excmo. Sr. D. Manuel Maria. Hartzenbusch, D. Juan Eugenio. Hernandez Callejo, D Andres. Herrero y Bayona, D. Francisco. Hidalgo, D. Dionisio. Holgado, D. Francisco. Huet, Excmo. Sr. D. Jose" Maria. Ibafiez, D. Teodomiro. Infante, Excmo. Sr. D. Facundo. Inzenga y Caslellanos, D. Jose". Iriarte, Excmo. Sr. D. Fermin Jos6 Isasi, Excmo. Sr. Marque's de. luste, D. Pedro (de Santiago de Chi- le). Janer, D. Florencio. Jarefio, D. Francisco. Junta general de Esladistica. Lafuenle Alcantara, D. Emilio. Laguna. D. Maximo. Lama, D. Manuel Jose" de. Lasala, Excmo. Sr. D. Manuel. Lasala, D. Fermin. Latour, Excmo. Sr. D. Antonio. Laverde Ruiz, D. Gumersindo. Leal, D. Jose" Ramon. Leming, D. Enrique. Lincle, Excmo. Sr. Baron de la. Lopez Ballesleros, Excmo. Sr. Don Diego. Lopez, D. Eduardo. Lopoz Coston, D. Jose Pascual. Loro-nzana, Illmo. Sr. D. Juan de. Lozano, I). Palricio. Lozano, D. Isidore. Madoz, Excmo. Sr. D. Pascual. Madrazo, D. Pedro de. Malats, I). Ramon Leandro. Malodc Molina, D Manuel. Marcoartu, f>. Antonio de. Martinez, D. Juan Pedro. Martinez, D. Nicanor. Martinez Pison, D. Eduardo. Mayans, Excmo. Sr. D. Luis. 640 SENORES SUSCRITORES. Mendez Alvaro, Illmo. Sr. D. Fran- cisco. Miraflores, Excrao. Sr Marque's de. Molina, D. Mariano. Molins, Excrao. senor Marques de. Moltd, D. Jose. Monlau, Illmo. Sr. D. Pedro Felipe. Montalban, Illmo, Sr. D. Juan Ma- nuel. Morales, D. Esteban. Morante, Excmo. Sr. Marques de. Morayta, D. Miguel. Montenegro, D. Juan. Montesinos, D. Cipriano. Montijo, Excma. Sra. Condesa del. Moreno Nieto, D. Jose". Moro, D. Cipriano. Munoz y Pena, D. Pedro. Munoz y Romero, D. Ionia's. Nocedal, Excmo. Sr. D. Candido. Novaliches, Excmo. Sr. Marquees de. Ojesto, D. Nicolas Maria de. Oliver y Hurtado, D. Jose. Oliver y Hurtado, D. Manuel. Olmedo, D. Manuel. Orellana, D. Luis. Orovio, Excmo. Sr. D. Manuel. Ortiz Gallardo Lopez, D. Juan. Osenalde, D. Pedro Nolasco. Ose"s, D. Bias. Osuna, Excmo. Sr. Duque de. Paclieco, Excmo. Sr. D. Joaquin Francisco. Parraverde, D. Ionia's. Paz, D. Joaquin Maria. Penuelas, D. Lino. Perales, Excmo. Sr. Marque's de. Perez Pujol, D. Eduardo. Pidal, Excmo. Sr. Marque's de. Pineiro, D. Enrique. Ponton, Excmo. Sr. Vizconde del. Poves y Quintana, D. Galo. Poupart, D. Luis. Puente Apecechea, D. Fermin de la. Quadrado, Excmo. Sr. D. Francis- co de Paula. Quintana, D. N. Quiroga, D. N. Rada y Delgado, D. Juan de Dios de la. Ramirez de Arellano, D. Feliciano. Real y Prado, D. Federico (de Bue- nos-Aires). Renduelles, D. Estanislao. Retortillo, D. Jose Luis. Revilla, D. Manuel de la. Rias, Excmo. Sr. Vizconde de. Ribero y Cidraque, Illmo. Sr D. An- tonio. Rodriguez Ferrer, D. Francisco. Rodriguez Cepeda, D. Antonio. Rodriguez, Hijos de (de Valladolid). Rodriguez Bahamonde, Excmo Sr. D. Florencio. Rodriguez Garcia, D. Vicente. Rodriguez Rubi, Illmo. Sr. D. To- ma's. Ruiz Zorrilla, D. Fernando. Sainz Aliso, D. Jose". Salmeron, D. Francisco Salmeron, D. Nicola's. Salvalierra, D. Manuel Ignacio (de Bolivia.) San Gregorio, Excmo. Sr. Marques de. San Luis, Excmo. Sr. Conde de. Santisteban, Excmo. Sr. D. Julian. Saulate, D. Salvador. Saavedra, D. Frutos. Serraclarn, D. Gonzalo. Serrano, D. Justo. Sevillano, Excmo. Sr. Duque de. Sevillano, D. Agustin. Sierra y Ramirez, D. Rafael. Silva Junior y compania (Lisboa). Solferino, Excmo. Sr. Duque de. Suarez, D. Estanislao. Suarez, D. Ignacio. Suarez Llanos, D. Ignacia. A LA HISTORIA CRlTICA OE LA LITERATURA ESPAflOLA. 641 Siiiiy.-, D. Joan. Tepa, Excmo. Sr. Conde de. Terradillos, D. Angel Maria. Toda y Tortosa, D. Francisco. Toreno, Excmo. Sr. Conde de. Tornero, D. Santos (de Valparaiso.) Torres Aguilar, D. Salvador. Uhagon y Aguirre, D. Federico. Universidad Central. Valderraraa, D. Agustin de Torres. Vallc, D. Manuel Maria del. Valles, D. Jose. Valliday, D. Fernando. Varcastil, D. Javier. VazquezQueipo, Excmo. Sr. D. Vi- cente. Vbach, D. Antonio. Vega, Excmo. Sr. D. Ventura de la Velasco Santos, D. Miguel. Veraguas, Excmo. Sr. Duque de. Verdugo Morillas (de Cadiz). Vidal, D. Antonio Domingo. Viedma, D. Juan Antonio. Villar, D. Martin. Villd, D. Jos6. Villaseca, Excmo. Sr Marques de. Viscasillas y Urrizar, D. Mariano. Zaldivar, Excmo. Sr. Conde de. Zarco del Valle, D. Antonio Remon. ALBACETE. Garcia Herranz, D. M&ximo. Sevilla, D. Jos6 Maria (Director del Instituto). ALICANTE. ALMERfA. Gonzalez Garbin, D. Antonio (Cate- drdtico del Instituto). Llorente, D. Esteban (Director del Instituto). Molina Capell, D. Caspar (Catedrd- tico de id.). Zafra, D. Antonio. BARCELONA. Vidal de Sevillano, D.Cayetano(Vi- llafranca del Panadas). BADAJOZ. Botello del Castillo, D. CdrIos(Cate- drdtico). Chacon, D. Manuel Paulino. Macias y Mendez, D. Luis. Miguel y Rey, D. Regino. Molano Martinez, D. Leopoldo. Ordonez Adrian, D. Valeriano (Di- rector del Institute). Torres Moreno, D. Vicente de. BURGOS. Garcia Rojo, D. Juan (Aranda de Duero). CACERES. Sanchez, D. Luis Sergio (Director del Institute). CADIZ. Ibarra y Manzoni, D. Aureliano (Elche). Senante, D. Manuel (Director del Pardo Figueroa, D. Mariano (Medi- Instituto). na Sidonia). Seminario Conciliar (Orihuela). TOMO II. 41 642 CIUDAD REAL. SEflOKES SUSCRITORES. Trujillo, D. Jos6 (Director del Insti- tute). Garcia Aguado, D. Ramon (catedrd- tico del Insliluto). C6RDOBA. Ariza, D. Jose Trinidad de (Baena). Abadia, D. Federico. Academia Provincial. Biblioteca Provincial. Bujalance, D. Jose Maria (La Rara- bla). Cabrinana, Excrao. Sr. Marques de. Fuente de Quinto, Sr. Baron de. Monroy, D. Telesforo (Catedratico del Institute). Muntada y Andrade (Director del Instituto). Pavon, D. Francisco de Borja. Rector del Seminario Conciliar. Torres Cabrera, Excmo. Sr. Conde de. CORUNA. Arih6, D. Francisco de P. Munoz Barroso, D. Carlos. CUENCA. Biblioteca del Instituto. Sanchez Almonacid, D. Mariano (Catedratico). Seminario Conciliar. CANARIAS. Biblioteca del Instituto (Laguna). Final, D. Fernando (Director de la Escuela Normal). Martin Mendez, D. Jose (Caii6igo de la Santa Iglesia de Canada). GRANADA. Afan de Rivera, D. Antonio (Abo- gado). Alarcon Almohaya, D. Francisco. Alcardz y Barreda, D. Jose" (Cate- drdtico). Amo, D. Mariano del (Decano de la facultad de farmacia. Arjona, D. Fernando (Director del Hospital provincial). Arroyo, D. Francisco (Catedrdtico del notariado). Borrego Prados, D. Enrique. Biblioteca del Colegio Real 6 Insti- tuto provincial. Biblioteca de la Universidad Li- teraria. Fernandez y Gonzalez, D. Francis- co (Catedrdtico de la Universidad). German, D. Victor (Abogado). Gomez de Cebreros D. Antonio (Abo- gado). Giner de los Rios, D. Francisco (Abogado). Garcia, D. Jose. Lopez, D. Francisco (Abogado). Luque, D. Jose de. Maestre de San Juan, D. Aureliano (Catedrdtico de la Universidad). Manzano Oliver, D. Francisco (Abo- gado). Medina, D. Ramon (Catedratico del Instituto). Miranda Godoy, D. Emilio. Ontiveros Romero, D. Pablo (Abo- gado). Paso y Delgado, D. Nicolas del (Ca- tedrdtico de la Universidad). Pineda y Escalera, D. Manuel (Ma- gistrado de la Audienciaj. A LA HISTORIA CfllTICA DE LA LITERATUHA ESPAflOLA. 643 Pihar, D. Bias ^Vice-presidente del consejo provincial). Perez del Pulgar, D Emilio (Aboga- do, etc., etc.). Rios, D. Diego Manuel de los (Cate- dratico del Instituto). Roda, D. Nicolds (Abogado). Ros Suarez, D. Isidro. Sierra, D. Juan (Director del Cole- gio Real de San BartolomS y San- tiago). Sicilia Martinez, D. Manuel (Aboga- do). Teruel, D. Leon (Abogado). Toledo y Munoz, D. Jos6 (Abogado, etc.) Torres, D. Juan (Rector jubilado de la Universidad). Vazquez Banos, D. Miguel. Zamora, D. Jose Maria. JAEN. Biblioteca del Instituto. Lopez Garcia, D. Luis (Catedrdtico de id.). Munoz Garnica, D. Manuel (Direc- tor de id.). LEON. Biblioteca del Instituto de Leon. Campillo y Rodriguez, D. Jos6 (Val- deras). Gutierrez, D. Dionisio (Catedrdtico del Seminario). LERIDA. Monroy y Relmonte, D. Rafael (Ins- pector de Instruccion primaria). MALAGA. Alarcon Parrao, D. Jos6 de. A. Franquelo, D. Narciso. Baca, D. Manuel. Biblioteca del Instituto. Biblioteca de la Sociedad Econtimi- ca. Biblioteca del Liceo. Carbajal Hue, D. Jos6 de. Casado, D. Jos6 Rafael. Casado y Castilla, D. Manuel. Casado, D. Josd Pedro. Crooke y Navarro, D. Francisco. Esperavd y Lozano, D. Manias (Pro- fesor del Instituto.) Franquelo, D. Ramon. Galvez, D. Jose. Guardia, D. Jose\ Gumersindo, D. Jose. Hurtado y Quintana. Huelin, D. Eduardo. Lopez, D. Alejo. Lopez Guijarro, D. Salvador. Loring, Excmo. Sr. Marques de Ca- sa. Mitjana, D. Francisco. Moya, D. Francisco. Navarro y Sierra, Don Juan. Orueta, D. Domingo Maria. Orueta, D. Ricardo de. Parlade, D. Andres. Rando, D. Felix. Reina y Munoz, D. Miguel. Rodriguez Berlanga, D. Manuel. Roose y Ordonez, D. Enrique. Romero Lopez, I). Manuel (Profe- sor del Instituto.) Rueda, D. Antonio. Sancbe/. Casado, I). Jose. Simonet, I) Francisco Javier (Pro- fesor de la Universidad de Gra- nada). 644 SENORES SUSCRITORES. Sola, D. Francisco de Paula. Souviron, D. Luis. Souviron, D. Rafael. Uriarte, D. Miguel de. Vild, D. Benito (Profesor de la Es cuela Normal). OVIEDO. Biblioteca de la Universidad. Vigil, D. Ciriaco Miguel. Frassineli, D. Roberto (Corao). PONTEVEDRA. Rodriguez, D. Juan Nolasco. SALAMANCA. Bellesta", D. Toma~s (Rector de la Universidad). Biblioteca de la Universidad. Garcia Maceira, D. Jose (Catedra- tico). Herrero, D. Manuel (Id.). Maseda Vazquez deParga,D. Pastor. Vazquez de Parga, D. Gerardo. Villar y Macias, D. Manuel (Cate- drdtico). SAN SEBASTIAN (Guipuzcoa). Aramburu, D. Manuel Antonio. SANTIAGO. Biblioteca de la Universidad. Escribano, D. Bernardo. Viirias, Excmo. Sr. D. Juan Jose" (Rector de la Universidad). SEVILLA. Alava, D. Jose Maria (Catedrdlico). Anddrica, D. Manuel (Abogado). Ariza, D. Antonio (Id.). Bueno, D. Juan Jose (Id.)- Campillo, D. Narciso. Castro, D. Federico. (Catedrdtico). Colom y Colom, D. Antonio (Id.). Collantes, D. Manuel. Diez, D. Jorge (Catedratico). Geofrin, D. Jose Maria. Lamarque y Novoa, D. Jose". Ludovic, D. Federico. Palomo, D. Francisco de Borja. Rios, D. Demetrio de los (Catedrd- tico). Rodriguez Zapata, D. Francisco (id.). Suarez, D. Narciso. SIGUENZA. Fernandez, D. Jose (Arcipreste de la Santa Iglesia). Seminario Concilfer. TERUEL. Biblioteca del Institute. Sanz, D. Ramon (Director). TOLEDO. Alcantara Rodriguez, D. Jose" Pe- dro (Capellan mayor de mozdra- bes). Barsi, D. Narciso (Vice-director del Instituto). VALENCIA. Ancboriz, D. Josd Maria (Catedrd- tico). Asenjo, D. Jacinto (id.). Nunez de Prado, D. Jos6 (Auditor de Guerra). A LA HFSTORIA CRlTICA DE LA LITERATURA ESPASOLA. 645 Heredia, Sra. Viuda de. VALLADOLID. Seminario Conciliar de San Valero y San Brdulio. Biblioteca de la Universidad. PARIS. VITORIA. Circourt, el Conde Alberto de. Rodriguez Ferrer, D. Miguel. Lecler, Mr. Victor (decano de la Facultad de Letras). URGEL. Magnabal, Mr. Joseph (subjefe del Ministerio de Instruccion publica). Seminario Conciliar. Mme. Denni Smith. Saint Hilaire, Mr. Rosseeuw (pro- ZAMORA. fesor de la Sorbona). Sr. Rector del Seminario. VIENA. ZARAGOZA. Wolf, D. Fernando Jos6 de (Biblio- tecario de la Imperial). Biblioteca de la Universidad. No habiSndose recibido & tiempo todas las notas de los comisionados de provincias y del extranjero, se proseguira la lista de Sres. suscritores en los tomos siguientes, repardndose cualquiera omision, involuntariamente co- metida. , ,- *nv i rvn ANGELES University of California SOUTHERN REGIONAL LIBRARY FACILITY 405 Hilgard Avenue, Los Angeles, CA 90024-1388 Return this material to the library from which it was borrowed. y. OCT 1 8 1993 ,593 V-J Lil v, A 001150685