t '\' . ^^ WM:^^cv :fe':-5 ■' -' ( ',1 >* ^•'^f .. '^J^ *í/^..«^ ^lpl^$v-l':: i-"*3fíV ^?^Er^i-\<- aitoiteM BAKCIWFT LIBS»RY ' ^,. SOBRE las ütímerRí^ íampaña^ EN LA \v s^asaüB^ ©I! HiA asriDiaiPisBriDasícsiüi DE .vW|B^<^f^<#^VVVvw. DISCURSO PRELIMINAR. JLiOS ínclitos varones qe el diez y ocho de setiem- bre de 1810 destrozaron las cadenas de nd^estra es- clavitud colonial, son bien dignos de preclara nom- bradia i acredores a nuestra gratitud i sinceras ala- banzas. Ellas no pueden ser menguadas por las faltas qe el ojo escudriñador de la istoria alcance a descubrirles, no en la justicia de su causa, no en la rectitud de sus intenciones, ni en el deno- dado valor con qe acometieron tan osada empresa, sino en su consiguiente inesperiencia para mandar i dirijir la rejeneracion de un pueblo ispano-ame- ricano, qiero decir, educado esclusivamente pa- ^^r — 2— ra la mas dura servidumbre política, i destinado se- gún la confesión de uno de nuestros mas conspicuos opresores, a vejetar en la oscuridad i abatimiento (a). Podrán también aber carecido de previsión, por qe las almas nobles i candorosas suelen fiar dema- siado en los dictámenes de su conciencia pura, i en el éxito i resultados de sus grandes acciones. Qien qiera qe pretenda juzgarlos no debe adelantar aqe- 11a época, para apreciarlos con nuestras ideas i nues- tra esperiencia, sino colocarse en ella i tomar en cuenta sus antecedentes; solo así podrá abilitarse para pronunciar un fallo imparcial. Si desde la eterna mansión en qe descansan ya casi todos esos próseres americanos, les es permiti- do contemplarla actual situación de su Patria, cuán- ta será su satisfacción i complacencia al verla na- ción independiente — rota por mano de la augusta i católica señora doña Isabel 2.^ la dominación qe le impusiera el napoleónico nieto déla primera — tra- tando de igual a igual con la poderosa Albion i otras potencias de primer orden— gozando de pro- funda paz bajo laéjidade instituciones las mas li- berales posibles — marchando a la vanguardia de las Repúblicas ermanas con paso firme i acelerado, acia la prosperidad, i por último, acia la realización de los altos fines qe ellos se propusieron en 1810. Era, sin duda, uno de ellos la erección de este templo para qe sus ijos viniesen a iniciarse en los sublimes misterios de aqellas ciencias qe forman, conservan, i enriqecen a los Estados, qe multiplican las relacio- (a) Proclama del virei don Fernando Abascal. Lima, 1810. — 3— nes entre los ciudadanos, i los elevan asta la con- templación de su Omnipotente Criador. ¡Puedan estas pajinas recordar algunos de sus eróicos esfuer- zos, i escitar el debido reconocimiento en su poste- ridad! Pueda ella conociendo el punto de partida i el escabroso camino recorrido, apreciar justamente el bien qe oi posee, los cruentos sacrificios qe a costado, i la necesidad de velar incesantemente so- bre su conservación! Aunqe toda colonia en mi opinión tiene derecho natural i perfecto para emanciparse, desde qe por su crecimiento adqiere el poder i por su ilustración la voluntad para acerlo, i aunqe las establecidas en el continente de Colon an demostrado bien clara- mente ser ésta una verdad inconcusa elevada ya a echo istórico; con todo, se me agradecerá qe espre- se aqí los motivos qe, independientemente de los qe tenian las Américas por el sistema opresivo qe las rejia, i solo con relación al estado peculiar de su Metrópoli en aqella época, impelieron a Chile a la formación de su primera Junta. Me valdré de las mismas espresiones en qe los alegó el primer Congreso contestando al virei de Lima en 6 de no- viembre de 1811. ^'Resonaban todavía en nuestros oidos los últimos estruendos de las armas qe acababan de atacar las costas orientales de este continente (b), i servia de lenitivo a sus terribles ecos, el del nombre de Na- poleón Bounaparte, qe escuchábamos como el del primer aliado de la nación, i del íntimo amigo de (b) La invacion de los ingeses a Buenos-Aires. nuestros reyes, cuando repentinamente sucede el mas inesperado trastorno. Se nos ofrece un grupo de desengaños, perfidias i errores: un conjunto de echos, de los qe cualqiera bastaria para acernos tem- blar, i abrazar asombrados todos los medios de se- guridad qe ocurriesen a una imajinacion conster- nada. El suceso de Aranjuez, el del 2 de mayo, las Cortes de Bayona, la ocupación de Barcelona i de- mas plazas fuertes, la rejencia de Murat, las órde- nes de los ministros para qe se sometiesen estos do- minios al del tirano: todo esto i mucho mas se agol- pó sobre nuestras almas asustadas i las agobió. Se siguen las insurrecciones de los pueblos de España, asesinatos de gobernadores, intrigas de jenerales, avisos del Enviado español en los Estados- Unidos para qe nos precavamos de los emisarios de la Fran- cia; órdenes de la Junta de Sevilla i de la Central para qe velásemos sóbrelos qe nos mandaban. Nos mirábamos por todas partes anegados en peligros e incertidumbres. El estado de la Península era un problema: perturbada la comunicación no solo por embarazos reales, sino por el interés de adulterar las noticias, exaj erando unos las ventajas, otros las desgracias de la Metrópoli, debíamos racionalmen- te esperar qe la resolución fuese una escuadra ene- miga qeconel desengaño nos trajese las cadenas, o un ejército capitaneado por algún falso amigo, qe a protesto de conservar la dominación de Fer- nando, tratase de establecer la suya. En medio de este melancólico caos volvia Chile los ojos al rede- dor de su orizonte, i no divisaba sino tinieblas i precipicios, i buscaba ansioso una autoridad en qien residiese la facultad de reunir sus esfuerzos. De na- da le servia tener recursos para mantenerse fiel en todo evento, sin una atinada dirección que los icie- se útiles. ¿I en donde encontraría este Fénix? No señor, no lo descubríamos. Un sujeto qe revestido de aqel carácter qe llama la consideración, jun- tase en su persona valor, ciencia, opinión, pruden- cia y la confianza, no lo abia. El qe por acaso te- nia las riendas del Gobierno, carecia de vigor i co- nocimientos. Los qe por sus grados podrían aspirar a sustituirle, son precisamente los mismos qe oi tie- ne V. E. a la vista: un solo cuarto de ora de trato» descubre su absoluta ineptitud, i ace la apolojia de Chile. Los qe vendrian de España es preciso ablar sin embozo. ¿Seria justo, seria prudente, con- vendría someterse ciegamente a personas de qienes no se tenia confianza, ni se debería tener? Las au- toridades de donde emanaría la suya, estaban con- testadas por algunas provincias, con las qe íbamos a chocar por solo un acto qe indirectamente repro- baba su conducta. Las Juntas de Sevilla i Central, el primer Consejo de rejencia, se sucedían con una celeridad qe no indicaba tener el voto de la na- ción. Estos mismos podian mui bien ser sorprendi- dos por ombres astutos qe obtuviesen despachos cu- ya certeza no podiamos comprobar. A mas, podian recaer las gracias en sujetos qe iciesen de ellas el mismo abuso qe en España acababan de acer de sus facultades otros qe les eran tan superiores en dignidad, concepto, fortuna, i motivos de gratitud a un soberano, qe vendieron escandalosamente i con menos esperanza qe la qe estos podian figurarse — 6— al venir a unos destinos, qe preferian a la gloria de servir a su patria oprimida, y qe publicamente se lamenta de la falta de oficiales, i de cuya defensa pende la suerte de estos paises, porqe allá debe ase- gurarse i no aqí, donde los traeria al parecer el de- seo de encontrar un asilo. Conjetura obvia qe bas- tarla para acerlos mirar en poco i perder toda su autoridad, o a lo menos la parte esencial de ésta, qe estriba en el concepto qe los qe obedecen, forman de la capacidad i virtud de qien los manda, i en la estimación qe acen de sus personas." Estas poderosas razones presentadas a la consi- deración del Consejo de Rejencia qe por el cauti- verio de Fernando gobernaba las Españas, en el oficio de 2 de octubre de 1810, con qe se le acom- pañó la acta de instalación de la Junta, i las qe fueron reforzadas en un folleto qe publicaron en Cádiz los chilenos qe allí residían i ocuparon asien- tos en las primeras Cortes (c), fueron bien acojidas por aqel cuerpo, i motivaron la Real orden de 14 de abril de 1811, aprobando el movimiento del 18 de setiembre. El istoriador Torrente a proposito de esta R. O. dice: "De este modo sancionaron la revolución de Chile, i para darle mayor peso, co- municaron al virei del Perú aqella famosa resolu- ción qe llevaba el sello del pérfido triunfo de los re- voltosos" (d). El marqes de Casa Irujo embajador (c) Motivos qe ocasionaron la instalación de la Junta de Gobierno en Chile, i el acta de la misma — Cádiz — Imprenta de la Junta Superior de Gobierno, año de 1811. (d) Historia déla Revolución ispano— americana — Tomo 1.° páj. 208, — 7— español cerca de la corte del Janeiro, en carta de 14 de diciembre de 1810, conducida por la fraga- ta Vigai^rena, felicitó también al nuevo gobierno por su 0717 oso pat7'iotis77io, SU prudcTicia i su moderación. Lisonjeados los miembros déla Junta i los ciu- dadanos mas notables por su edad, representación, fortuna e influencia social, con tan esplícita apro- bación de las primeras autoridades españolas, se adormecieron sobre el cráter del volcan qe ellos mis- mos se abian abierto, i no divisaron los peligros qe les amenazaban, ni se apercibieron para defender su eróica empresa. Tan seguros se creian, qe no trepidaron en desprenderse de trecientos veteranos escojidos con oficiales decididos por la revolución, para auxiliar al gobierno revolucionario de Bue- nos-Aires — qe le permitieron levantar bandera de recluta, qe llevó cerca de dos mil ombres al otro lado de los Andes bajo la dirección del activo te- niente don Manuel Dorrego — qe cambiaron casi to- da la pólvora qe existia en almacenes, por azogues para el beneficio de las minas, cuya comisión ob- tuvo el capitán don Francisco Calderón. Es verdad qe en Santiago se levantó un batallón de granade- ros con 600 plazas — un escuadrón de Dragones con 300, i una brigada de artillería — qe se criaron al- gunos rejimientos de milicias i se llenaron las vacan- tes de oficiales qe tenian los antiguos, todo esto ba- jo el plausible pretesto de defender el pais contra el poder del Emperador Napoleón; pero como un ataqe por esta parte sino imposible era remotísimo, i como no se qerria talvez alarmar a los españoles, esa fuerza se organizaba descuidadamente, o se — 8— aprestaba para lucir en las grandes paradas, mas bien qe para resistir en duras batallas. La azonada militar del 1 .° de abril capitaneada por el español don Tomas Figueroa, qe el nuevo gobierno acaba- ba de acender a comandante del batallón de Con- cepción, i la primera sangre derramada en la revo- lución, si dispertó algún tanto los ánimos i alteró esa fatal seguridad, embanderizó también los parti- dos, sembró las semillas de la discordia, qe pro- dujeron después tan deplorables consecuencias, i enervó en gran parte el espíritu revolucionario. Fá- cil seria, pero innecesario por ahora esplicar estas anomalías. El astuto i suspicaz virei del Pera don Fer- nando Abascal espiaba con ávida atención los pa- sos del nuevo gobierno, i aunqe no se fiaba en las protestas de fidelidad, ni respetaba la aprobación dada por la Rejencia, lo descuidaba escribiéndole notas en qe se gloriaba de su buena fé, onor i aber- tura en sus procederes (e), i como, según se espresa el istoriador citado su situación fuese en aqella época su- mamente embarazosa, i qe su atención se aliase dis- traida para reprimir los movimientos abiertamente os- tiles del mismo Perú y Quito, ubo de disimular por entonces las tropelias de los chilenos, permitiendo la continuación del comercio de qe tanto necesitaba (f). Suspendo por un instante el ilo de mi discurso pa- ra preguntar al apasionado escritor Torrente: ¿Cuá- les eran las tropelias de los chilenos qe disimulaba el virei del Pera? Encuentro su respuesta en la pá- (e) Monitor araucano núm. 16. (f) Torrente ib.páj. 102. — 9— jiña 21 del tomo 1.^ de su citada obra qe dice. "Fué ;; entonces cuando se decretó la dotación del clero ;; sobre el tesoro publico, proscribiendo toda clase ;; de derechos inerentes al servicio de la iglesia, la ;; libertad de los ijos de los esclavos, la abolición de ;; rejidores perpetuos, los qe en lo sucesivo deberían ;; ser elejidos popularmente todos los años, la supre- ;^ sion de plazas inútiles, la reducción de sueldos a ;; los empleados, la abolición del impuesto conocido ;; con el nombre de licencia, a la qe estaba sujeto ;; todo el qe salia del pais, la libre facultad de sem- ;^ brar tabacos, la creación de jueces qe decidiesen ;; todas las causas sin tener qe recurrir a la Penínsu- ;; la, el nombramiento de subdelegados o correji- ;; dores por elección popular, el establecimiento de yy escuelas de matemáticas, de dibujo milita?^ i de otras pp varias clases, i la organización de cuerpos militares ;; con el carácter de activos." ¿Podría esperarse qe un ilustrado escritor del siglo 19 aliase estos pun- tos dignos de acusación i de ser castigados por el vire i? ¿I sobre un pueblo abandonado por su me- trópoli, entregado a su propio destino, i natural- mente encargado de su defensa? Era un crimen o una tropelia siqiera la supresión de plazas inútiles, la reducción de sueldos i el establecimiento de otras economías? ¿Lo era el nombramiento de jueces i sub- delegados qe no podian venir de la madre patria? Lo era la creación de escuelas? Con estas inculpa- ciones comprueba Torrente el sistema colonial es- pañol qe él i otros paisanos suyos an pretendido negar, i el qe deseaban continuar aun después de concluida la guerra i establecida de echo la inde- —10— pendencia. E entrado en esta digresión para mani- festar el poco crédito qe merece este istoriador, cuan- do pretende apreciar los echos de nuestra revolución, i para justificarla mas i mas, como igualmente las contradicciones qe se notarán entre esta memoria i aqella istoria. Continúo — Corria el primer año de nuestra revolución, per- diéndose el tiempo mas precioso para proveer a su defensa, i gastándolo en medidas subalternas, de resultados dudosos, sino perjudiciales a la causa proclamada. El 2 de mayo de 1811 se encontraron en la capital varios diputados para el Congreso qe se abia convocado, i pidieron ser incorporados en la Junta de Gobierno, a imitación de lo qe acababa de acerse en Buenos- Aires, espejo entonces de nues- tros ombres de estado, i modelo qe pretendian co- piar aun con sus mismas deformidades. Aqí como allí se formó, pues, un gobierno multipersonal, dé- bil por falta de unidad, e incapaz de dictar resolu- ciones prontas i acertadas; pero mui a propósito pa- ra enjendrar i desenvolver un fomes de discordia, para poner en acción las aspiraciones i todas aqellas concausas qe tan fatales consecuencias debian pro- ducir mui pronto. Ya el 6 de junio se izo indispensable la instala- ción del Congreso para qe nombrase un poder eje- cutivo mas concentrado, i con todo no pudo serlo de menos personas qe cinco. Abia en aqel cuerpo soberano individuos mui respetables por sus luces, por su ferviente patriotismo i por su enerjia para proponer medidas de suma importancia; pero la ma- yoría era compuesta de ombres pacatos, ignoran- —li- tes en la ciencia de gobierno, i bastante débiles para constituirse en instrumentos de otros mas atrevidos i notoriamente afectos al réjimen colonial. La revo- lución retrogradaba bajo su influencia, i sus primeros campeones apoyados en el retiro de trece diputados de las provincias del Sur, qe protestaron contra los actos del Congreso, i en la activa juventud, busca- ban los medios de operar una reacción jeneral i si- multánea en las provincias. Ella se efectuó en la ca- pital el dia 4 de setiembre i en la Concepción el 5. Esta fué encabezada por el doctor don Juan Mar- tínez de Rosas, uno de los primeros i mas sabios promotores de la revolución; el mismo qe siendo vocal de la primera junta habia sofocado la azona- da del 1.° de abril, i el qe cargaba con el mayor compromiso acia el gobierno español. Al frente de la de la capital se puso don José Miguel de Carre- ra, joven de superior capacidad por sus talentos, dis- tinguidos servicios en los ejércitos españoles y espí- ritu emprendedor. Acababa de llegar de Europa en el navio ingles Standart, traia el empleo de sár- jenlo mayor de caballería, certificados mui onro- sos, i conocimientos importantes para su patria en aquella época. Venia poseído de aqel entusiasmo por la libertad y de aqel odio a la tiranía qe aji- taban a los americanos residentes en España, como qe habían visto mas de cerca el poder opresor i la apurada situación en qe se aliaba: como qe conocían qe malograda la ocasión, tarde o nunca volvería a presentarse para sacudir su yugo. Encontraba a Chi- le en una crisis de transición, triunfando los contra- revolucionarios apoyados en la mayoría del Con- —12— greso, en el batallón del Rei acuartelado al efecto, i en la brigada de artillería, ambas fuerzas mandadas por los españoles Diaz Muñoz i Reina, qe gozaban de crédito i consideración. Los mejores patriotas fluctuaban en la incertidumbre, deseaban con ansia la reacción; pero ninguno qeria capitanearla, correr los riesgos i cargar con los compromisos. Carrera se les presentaba como el hombre mas aparente para la ejecución, por su osadia i valor, i menos temible para sus aspiraciones, por estar recien llegado, i no aber contraido aun muchas relaciones después de su larga ausencia; pero jénios como el de Carrera no son ciegos instrumentos, no ejecutan órdenes ajenas, sino qe las dan, no se subordinan sino qe mandan. Así es qe pronto se vio elevado a la primera silla, i desde entonces comenzó a desplegarse el espíritu público, a ablarse de libertad e independencia, a organizarse los cuerpos militares, a construirse el armamento qe podia hacerse en el pais, como siete mil qinientas lanzas, municiones, tiendas de campa- ña, cuarteles, a componerse mas de tres mil fusiles i a montar un tren respetable de artillería — Se man- dó comprar a Estados Unidos una imprenta i se dictó una Constitución Política, qe la istoria juzgará algún dia, no solo por los principios en qe estaba basada sino también por el modo en qe fué san- cionada i promulgada, i cuyo trabajo será impor- tante para dar a conocer el estado de nuestros cono- cimientos políticos en aqella época. Yo no lo em- prendo ahora, por el crédito del pais, i porqe con- sidero este punto como uno de aqellos errores qe se cometen en la juventud i es vergonzoso confesar en --is- la vejez. En el diario del jeneral Carrera se encuen- tran estas palabras. "Accedí gustoso a ella, porqe en materias políticas cedo al dictamen de los señores H. P. Z. S. I. i otros de esta clase." Desgraciadamente para la suerte futura de la pa- tria, aqellas importantes providencias se interpre- taron como dirijidas a asegurar el poder en una per- sona i su familia, i sirvieron para qe ombres mez- qinos i aspirantes burlados sembrasen el desconten- to, sonasen la alarma, fraguasen varias conjuracio- nes bajo planes orribles de asesinatos, enervasen la acción gubernativa, i continuase la indefensión del pais. Aunque don José Miguel de Carrera no des- mayaba en medio de tantas contrariedades, debió mi- rar el resultado de sus eróicos esfuerzos con aqel sentido dolor qe esperimentaba el inmortal Was- ingthon en iguales circunstancias, i decir con él. "Na- da me es tan sensible como esos celos intempesti- vos contra el poder militar, i este es el mayor mal qe temen los mejores i mas puros patriotas qe me acompañan las consecuencias serán fatales a la causa común." La pronta venida de la imprenta, de ese precioso instrumento de la ilustración universal, de ese fiel conservador del pensamiento, como la saludó el sabio chileno Camilo Henriquez, redactor del primer pe- riódico qe vio la luz en Chile, comenzó a llenar Su grandiosa misión, discutiendo los primeros ele- mentos de la ciencia de gobierno, revelando la dig- nidad del ciudadano al esclavo qe se manumitía, levantando las aspiraciones de los pueblos a la inde- pendencia, noticiando el continuo movimiento de —14— las naciones, descubriendo nuevos goces al espíritu, inflamando el patriotismo de mil modos, i vatici- nando muchas veces el futuro destino qe aguarda- ba a la joven América; empleando siempre un jui- cio correcto, i emitiendo sobre cuestiones nuevas i para nosotros difíciles, ideas elevadas qe oi mismo parecerían frutos sazonados de nuestra avanzada in- telijencia. Por ejemplo aqella tan ventilada en este último año del Congreso Americano, ocupó también la atención de aqel ilustrado patriota, i en el nú- mero 28 de la Aurora de 20 de agosto de 1812 se espresó asi — "Alguna vez un congreso jeneral ame- ricano, una gran dieta, no ara veces de centro? Eso está mui distante i será una de las marabillas del año de dos mil cuatrocientos cuarenta; pero yo no soi profeta. La América es mui vasta, i son mui di- versos nuestros jénios, para qe toda ella reciba le- yes de un solo cuerpo lejislativo. Cuando mas pu- diera formarse una reunión de plenipotenciarios para convenir en ciertos puntos indispensables; pe- ro como los de mayor interés i necesidad son una protección recíproca i la unidad del ñn e intentos, i todo esto puede establecerse i lograrse por medio de enviados de gobierno a gobierno, no parece ne- cesaria tal asamblea. Ella verdaderamente se pre- senta a la fantasía con un aspecto mui augusto, pe- ro no pasará de fantasía. El abad de Saint Fierre deseó cosas mui buenas, pero no se realizan los pro- yectos mas útiles." Mientras tanto, abiamos descorrido el velo y des- cubierto el objeto de nuestras nobles aspiraciones, i el virei Abascal veia ya claramente la necesidad ^is- cle atajarlas i comprimirlas; i a pesar de qe su si- tuación continuase siéndole embarazosa, i qe siempre se aliase distraida su atención, mandó emisarios se- cretos a las provincias del Sur para qe promovie- sen la desunión i desconfianza. Foreste medio lo- gró ejecutar un trastorno en la fuerte plaza de Val- divia, destituyendo la Junta patriótica qe la manda- ba, i subrogándola con otra qe se llamó de guerra, i qe entró a gobernar aqella provincia en 16 de marzo de 1812. Sus miembros eran oficiales de aqel batallón, educados bajo el réjimen colonial i sus mas ardientes sostenedores. Según las instrucciones qe esta Junta abia recibido del virei, izo qe la guar- nición jurase de nuevo las reales banderas; procla- mó a Fernando 7,^ por su absoluto soberano, a la rejencia de Cádiz como su único representante, i al Exmo. señor don José Miguel de Carrera como Capi- tán Jeneral i Presidente de Chile, Acordó partici- párselo incontinenti i pedirle encarecidamente la re- mesa del situado, diciendo qe solo qedaban en aqe- llas arcas siete mil pesos. Abascal pensó con este arbitrio tentar la fidelidad de Carrera, presentarle un prospecto de engrandecimiento personal sin co- rrer los azares de la revolución, i neutralizar a Chi- le o separarlo de la jeneral conflagración qe ajitaba a todo el continente. La Junta Suprema de San- tiago presidida por el mismo Carrera contestó a la de Valdivia— ''No emos podido menos qe resen- ;; tirnos i cubrirnos del mayor dolor i vergüenza V al llegar a la proclamación de la Rejencia de Es- ;; paña i de un Fresidente en el reino — otra es la ;; opinión de la Fatria — otro su orden, otro su go- —16— ;; bienio, i otras sus intencionos En Chile no V ai Presidente, ni el Reino se somete a la Rejen- ?; cia de España. Su situación, su orden i su poder ;; están revestidos de las nulidades i vicios qe pro- ;; clama Valdivia contra su Junta, i por los qe la ^; destruyó." (g) Continua exortando a la unión i conformidad de sentimientos, i anunciando la re- mesa de caudales para el sosten de la guarnición, i de manifiestos i relaciones oficiales sobre los úl- timos acaecimientos. Se pide algún armamento del qe sobraba en Valdivia i era necesarísimo en la ca- pital, i al capitán don José Verganza para elevar- lo a comandante jeneral de artillería. La fragata Nueva Chilena volvió trayendo por contestación la noticia del pronunciamiento de aqella Junta, sepa- rándose de Chile i sometiéndose a la autoridad del virei de Lima. En atención a estas fatales ocurrencias, el go- bierno supremo acordó qe su presidente don José Miguel Carrera pasase a Concepción con el obje- to de restablecer la armonía alterada allí por cau- sas análogas, de reorganizar la fuerza veterana es- purgándola de algunos oficiales sospechosos, como el sarjento Mayor don Ramón Jiménez Navia, el capitán de granaderos don Juan Francisco Sánchez i otros, i para tomar cuantas medidas fuesen apa- rentes para reducir a la refractaria Valdivia. Es- te importantísimo viaje no se llevó a efecto por el descubrimiento de una nueva conjuración. Así pu- do Abascal sin ser casi sentido, poner en ejecución (g) Aurora núm. 21. —17— el plan qe tenia concebido con mucha anticipa- ción. Remitió al archipiélago de Chiloé al teniente coronel don Ignacio Justis como Intendente, i lue- go después al brigadier don Antonio Pareja, viejo marino distinguido en el combate de Trasfalgar, donde se alió mandando el navio Argonauta, qe abia venido de España nombrado Intendente de Con- cepción, i al qe aora destinaba el virei para Jeneral del ejército qe debia invadirnos. Le acompañaban algunos oficiales, i traia, según unos, 200 mil pe- sos i según otros solo cincuenta mil, i los demás re- cursos necesarios. Encontró en Chiloé una sala de armas bien provista, numeroso parqe de artillería i las correspondientes municiones. La primera pro- videncia qe tomó este jeneral, fué remitir a Valdi- via al coronel don Manuel Montoya con alguna fuer- za, para qe tomase el mando de la provincia, pues la calidad de ser criollo don Lucas Molina qe es- taba a su cabeza, le inspiraba desconfianza. Man- dó levantar un batallón con el título de volunta- 7 ios de Castro, qe confió al mando de don José Ro- dríguez Ballesteros, i aumentó la brigada de artillería. Al paso qe adelantaban estos preparativos, crecía la audacia del virei, i alzaba la máscara con qe abia procurado cubrirse. Dirijió a nuestro gobierno una nota llena de insultos i amenazas, como si con ella qisiese intimidarlo i justificar su aleve invasión. Pa- ra deliberar sobre el contenido de esta nota, se ce- lebró el 17 de noviembre una reunión de las cor- poraciones de Santiago, es decir, de los cabildos se- cular i eclesiástico, délos tribunales de justicia i de los prelados de los conventos de regulares, cuerpo —18— al qe entonces era costumbre consultar en nego- cios de arduidad e importancia, o con el qe los go- biernos pretendian escudar sus resoluciones o divi- dir su responsabilidad. La mayoría de esta Junta encontró en la lectura de la espresada nota bastan- tes motivos para declarar la guerra al Perú, i los qe alio consignados en un largo i elaborado discurso qe tengo a la vista; pero como en la discusión se descu- briese qe el pais no estaba apercibido para entrar en la lucha, qe carecia de armamento, de municiones i demás recursos indispensables, se concluyó por abor- dar qe se difiriese la declaración asta mejor oportu- nidad, o qe se disimulasen agravios qe no podian ser castigados. Si en vez de esta menguada resolu- ción, se ubiese investido con amplias facultades al Jeneral Carrera, único ombre, en aqel tiempo, ca- paz de poner en movimiento los medios de defensa qe el pais poseia, i si la opinión pública le ubiese prestado su apoyo, ¡cuantos males se abrian aorrado a Chile i a casi toda esta parte de América! Pero al contrario, se continuó la táctica de presentarlo como aspirante i como tirano: táctica fatal qe mas de una vez a empapado en lágrimas i sangre el sue- lo americano, qe a retardado su libertad i el sólido establecimiento de las instituciones republicanas. E conocido entre nosotros algunos ombres qe podrán aber tenido deseos de ser tiranos, pero ninguno qe tuviese las calidades necesarias para establecer una tiranía duradera, i por eso los emos visto desapa- recer de la escena como fugaces meteoros: mien- tras qe el solo temor nos a arrastrado muchas ve- ces a la anarqía, situación mucho peor, porqe cau- —19— sa mayores desgracias en un dia qe en años la ti- ranía, i porqe ésta es siempre el último resultado de aqella. Así caen los pueblos incautos en los la- zos qe con exajerada previsión qieren evitar. E recorrido mui lij era mente algunos sucesos an- teriores a la época en qe principia esta memoria, porqe lo e creído necesario para su mejor intelij en- cía, i porqe juzgo qe los pocos escritores qe se an ocupado en ellos, los an comprendido mal o los an desfigurado. Torrente, escribiendo desde España so- bre relaciones apasionadas, i elbueno i octojenário Padre Guzman desde el retiro del claustro sobre rumores vulgares, an redactado muchas veces con- sejas mas bien qe echos istóricos. ¿I qe diré de al- gunos estranjeros qe sin visitar el país, o mirándo- lo desde la ventana de una posada o desde el bor- do de un buqe, escriben istórias ridiculas, en las qe si ablan de nuestro ejército, lo ven armado con yugos de buei, i cafiones de madera (\\) o si pintan nuestros usos, costumbres i trajes de oi, copian a Feuillé, Tresier, Vancouver o La Perouse? Para qe este escrito pueda ser apreciado en su justo valor, advertiré qe lo e formado teniendo a la vista mu- chos documentos auténticos e inéditos, cuanto corre impreso, los diarios de don José Miguel de Carre- ra i otros oficiales chilenos i españoles, el fresco re- cuerdo qe aun conservo de acontecimientos qe pre- sencié, i por último, el testimonio de los compañeros de armas qe qedan todavía en pié, como monumen- tos vivos de nuestras glorias, i a los qe debemos con- (li) Universo Pintorezco — Historia de Chile por César Famin. templar con admiración como fragmentos escapa- dos del naufrájio o salvados de la vorájine revo- lucionaria. Digo con admiración, porqe ¿cuál es el patriota de algún mérito qe no aya sobrellevado las fatigas i azares de tan dilatada i cruel guerra, qe no aya vagado en el destierro, o no aya aspirado el aire infecto de las cárceles? Yo el menor de todos ellos e pasado por tan estrañas vicisitudes, qe muchas veces me e comparado al leño caido en el torren- te, ya sumerjido en el fondo, ya fluctuando en la superficie, ya arrojado a una orilla para ser lleva- do con mas fuerza a la opuesta, asta qe varado en algún islote qeda en reposo, mientras qe no le arran- ca un nuevo aluvión, para llevarlo al océano inson- dable. Aber podido resistir, ala acción voraz de las revoluciones, es una conocida protección de la Divina Providencia. Rindámosle nuestras umildes gracias por abemos permitido sobrevivir asta estos dias felices, gozar el fruto de tantos eróicos sacrifi- cios, i caminar en paz acia nuestro último destino. -^21— CAPITULO I. Desembarca en el Puerto de San Vicente la espedicion invasora al mando del Brigadier Pareja — Se apodera de Talcauano i Concep- ción — Llega la noticia a la Capital i entre otras providencias se nom- bra Jeneral a don José Miguel de Cairera-<-Sale a campaña i encuen- tra a vecinos de Concepción qe emigran trayendo loa caudales de la Tesorería — La fuerza qe los perseguía es tomada en Linares — Se reúne i organiza el ejército en Talca. El 26 de marzo de 1813 a las 4 de la tarde, an- claron en el puerto de San Vicente, situado a es- paldas de Talcauano i a tres leguas de distancia de la ciudad de Concepción, dos fragatas, dos ber- gantines i otros tantos buqes menores, qe trasporta- ban la espedicion destinada por elvirei del Perú para invadir a Chile, i qe venia a las órdenes del Brigadier español don Antonio Pareja. Abia zar- pado de Chiloé el 13 i el 23 de Valdivia; i se com- ponia de dos batallones de infantería de aqella isla, uno de la última plaza i una brigada de artillería, subiendo su total fuerza a dos mil trecientos setenta ombres de todas armas, numeroso tren de artillería, i sus competentes municiones. Inmediatamente do- ce lanchas armadas pusieron en tierra la primera división a las órdenes de don José Ballesteros, para qe tomando posiciones protejiese el desembarco de las otras, el qe se efectuó en toda la noche. Desta- — 22~. carón una partida de 50 infantes al mando del te- niente don Pablo Vargas para reconocer el terre- no, la qe acercándose a las alturas de Talcauano, fué recibida con algunos tiros de dos cañones de a 24 qe se abian colocado en aqellos momentos. Se replegó la fuerza sobre San Vicente; pero su co- anandante Vargas se pasó a los nuestros, i dio noti- cias circunstanciadas de la misteriosa espedicion. El Gobernador del Puerto, coronel de milicias don Rafael de la Sota, conoció por esta relación qe no podia resistir, i determinó retirarse por mar dejan- do clavadas o inutilizadas las piezas de artillería. El alférez de Dragones don Ramón Freiré se enca- minó por tierra, i a poca distancia encontró al co- misario del ejército real don Juan Tomas Vergara, qe iba de parlamentario a Concepción. El Intenden- te de la provincia coronel don Pedro José Bena- vente, al primer anuncio de buqes a la vista, abia mandado batir la jenerala, i formar en la plaza las fuerzas qe tenia disponibles, qe consistian en 350 in- fantes del batallón fijo, dos compañías de milicias qe se le abian agregado en reemplazo de las qe abian ido a Buenos-Aires, 200 dragones i cien artilleros: el resto de estos cuerpos guarnecía las plazas de la frontera. Dispuso también la reunión de las milicias de caballería de los partidos inmedia- tos, i despachó 80 ombres i dos piezas de artille- ría en auxilio de Talcauano. Luego qe el Jeneral Pareja tuvo en tierra todo su ejército, le dirijió la siguiente proclama. ^'Soldados: ya están vencidas las dificultades i mo- lestias del viaje. Todo lo a allanado nuestro ardoi* í constancia; i estando reunidos en este sitio, es tiem- po de principiar a ejecutar lo qe os anuncié en Val- divia. El feliz éxito de tan noble i atrevida em- presa depende principalmente de la puntualidad i observancia de los preceptos de vuestros oficiales. Prestad, pues, una ciega obediencia en cuanto con- cierne al servicio, porqe sin ella no podréis jamas sentir las inefables emociones del triunfo. Sobre el campo del onorqe estáis pisando, abéis de recojer los lozanos laureles qe an de inmortalizar nuestros nombres en los fastos de la istoria de esta Amé- rica. Dentro de mui pocas oras se manifestará la senda porqe debéis marchar. Creo qe los penqistos se rindan con docilidad a mis insinuaciones de paz, i entonces abréis alcanzado una victoria tranqila i apacible, sin qe las lágrimas umedezcan vuestras mejillas, ni la sangre de vuestros ermanos tina vues- tros reconciliadores aceros. Pero si para tormento de mi paternal amor se obstinasen en desatender mis insinuaciones, ¡qé teatro de calamidades i desastres presentará a sus ojos la venganza! — Soldados, mo- derad por aora los ímpetus de vuestros pechos mar- ciales, i no desesperéis de qe se restablezca el tro- no de la eqidad i justicia, por los medios de la mo- deración i mansedumbre qe e adoptado al presen- te; i cuando la necesidad precise a echar mano de la fuerza, no peleéis sin acordaros de qe en los cam- pos de batalla resplandecen con mejor brillo las vir- tudes de los éroes, i economizad en cuanto sea po- sible la sangre preciosa de vuestros ermanos, pa- rientes i amigos. San Vicente i marzo 27 de 1813"— Antonio Pareja. —24— A las nueve de esa misma noche se recibió en Concepción al parlamentario Vergara, el qe condu- ela comunicaciones para los cabildos eclesiástico i secular, Obispo e Intendente, i en lasqeseproponia, qe si la fuerza se rendia inmediatamente, i se recono- cía la absoluta soberanía de Fernando y.** i la autori- dad del virei del Perú don Fernando Abascal, serian conservados todos en sus empleos i onores, se respe- tarían las propiedades, i abría completo olvido de lo pasado. El Intendente pidió el término de diez dias para responder, exijiendo qe mientras tanto la división permaneciese acampada en Ualpen i ofre- ciendo proveer de todo lo necesario para su subsis- tencia. El parlamentario contestó, qe ni uno solo se podia conceder, qe debia decidirse en aqella mis- ma noche, porqe de lo contrario, al amanecer del si- guiente dia se romperían las ostilidades. Se le res- pondió qe iba a conovocarse incontinenti una Junta de los oficiales de la guarnición, i de los cabildos eclesiástico i secular, i qe según su acuerdo se da- ría la contestación. Durante la conferencia con Ver- gara, las ijas del Intendente qitaron la escarapela españolado su sombrero, qe abia dejado en la an- tesala i le pusieron una tricolor. Cuando lo tomó para retirarse, notó la ocurrencia, i la celebró con risas. Este sujeto era de trato amable, suaves mo- dales i bastante talento. Muí distinta conducta ob- servaron después sus compañeros de armas, casti- gando con brutal saña los actos mas indiferentes de las señoras patriotas. La mayoría de la Junta convocada, la componían antiguos oficiales del rei, clérigos viejos i vecinos —25— pacíficos, qe deseaban con ansia someterse al in-» vasor i sustraerse a los azares de una revolución, qe allá en sus adentros la imajinaban tan orrorosa como la francesa. Para coon estar su decisión ya for- mada, pidieron noticia del estado de la fuerza dispo- nible, i a su vista dictaminaron por el sometimiento. No esperó Pareja la contestación del Intendente, i en la madrugada del 27 marchó a posesionarse de Talcauano, ocupando las alturas qe lo dominan, i las qe estaban desamparadas porqe su guarnición era mui corta para defender una línea tan estensa. El Intendente conociendo el estado de la opinión i la superioridad de las fuerzas invasoras, determi- nó emprender su retirada al interipr de la provin- cia, i para ello mandó empaqetar los caudales exis- tentes en la tesorería qe debían salir al cargo del ministro interino don José Jiménez Tendillo, con una peqeña escolta de dragones. Dispuso qe el co- ronel Sota pasase a la Alameda, donde estaba acam- pada la fuerza, para qe obrando como segundo de don Ramón Jiménez Navia qe mandaba el batallón de infantería, replegasen la división sobre la plaza de la ciudad. Jiménez Navia sospechado siempre de cobarde, esperaba una ocasión favorable para co- meter la mas orrenda traición. Llamó a un sarjento por compañía i les mandó qe iciesen arrojar la cu- carda tricolor i proclamar al reí. Lo mismo izo don Pedro Lagos qe mandaba a los dragones, i el coman- dante de la artillería — El capitán don Juan José Benavente trató de resistir el mandato; pero el sol- dado Domingo Leiva, llamado por apodo triqinlo- co, le descargó un culatazo de fusil por la espalda, —26— i con la ayuda de otro soldado aseguraron su perso- na. Sota escapó para dar el aviso, i el Intendente viendo perdida toda esperanza, montó a caballo pa- ra retirarse con los patriotas qe estaban reunidos en la plaza — Allí se presentaron algunos sacerdotes i vecinos ancianos, pidiendo qe no se les abando- nase a la rapacidad de los soldados sublevados, i qe se tratase con el jeneral enemigo para sacar algún partido ventajoso. Tuvo qe qedarse el Intendente para sufrir con su pueblo el yugo opresor; pero mandó a su ijo el cadete don Manuel José para pre- venir a Tendillo qe continuase la retirada de los caudales acia la capital. Dudaba éste cumplir la orden porqe no se le comunicaba por escrito, mas don Juan de Dios Martínez escribano de Cabildo, certificaba aberla oido, i el capellán de dragones don Pedro José Eleizegui, i otros patriotas le obli- garon con ruegos i aun con amenazas a cumplirla. Tendillo era patriota, pero la responsabilidad afec- ta a su empleo, las fianzas qe abia rendido, i la familia i propiedades qe dejaba, debian de asustar- lo, o de producir esa perplejidad. Se resolvió al- cabo a marchar escribiendo antes a su mujer qe lo acia obligado por la fuerza. En la tarde del 31 del mismo mes de marzo recibió en Santiago don José Miguel Carrera la noticia de la invasión, e inmediatamente convocó a los demás miembros del gobierno, al Senado i a los jefes militares. La pri- mera providencia qe se tomó fué la de encargar a Carrera la defensa de Chile, nombrándole jene- ral en jefe de su ejército. El Senado cedió al go- bierno todas sus facultades, i éste llamó incontinen- —27— ti la milicia, despachó órdenes para poner a Val- paraiso en estado de defensa,^ i embargar los buqes pertenecientes al Perú. Se publicó un liando ala luz del farol de la retreta, declarando la .guerra al virei, proibiendo toda comunicación con aqel pais, i ame- nazando con la pena de muerte al ciudadano qe in- frinjiese esta orden, o qe fraguase noticias falsas di- rijidas a entibiar o desanimar el patriotismo. Al mismo tiempo se levantó en la plaza la orea, i se acordó imponer una contribución estraordinaria de cuatrocientos mil pesos. A las diez de la noche es- taba la capital en movimiento: volaban correo^ en todas direcciones: los vecinos se agrupaban en las calles i plazas: sus semblantes manifestaban sus opi- niones: los patriotas asustados, los realistas ocul- tando mal su contento. La guerra i todos los erro- res qe la acompañan eran el tema de discusión en los corrillos i tertulias. La mas notable se reunió en ca- sa de don Diego Larrain, i entraron en ella los om- bres mas influentes por relaciones de familia, por sus caudales, i por su representación en la sociedad. Allí se protestaba olvidar rencores; se lamentaba el tiempo perdido i la injusta desconfianza qe se abia mantenido déla capacidad, patriotismo i actividad de Carrya; pero allí se desesperaba también de la salvación de la Patria. El obispo Andreu i Guerre- ro, uno de los concurrentes, fué rogado para pasar a casa del jeneral a inqirir los medios de defensa con qe contaba, i las medidas qe abia adoptado o pen- saba adoptar. Su respuesta les tranqilizó algún tan- to i pudieron entregarse al sueño con sus ánimos mas sosegados. —28— Carrera sí qe no dormía. Gravitaba sobre sus om- bros una grande responsabilidad, como qe a su vi- jilancia i esfuerzos estaban confiados los futuros des- tinos de Chile. Trabajó toda esa noche en su ga- binete, i al amanecer del 1.'' de abril estaba pron- to para marchar. Nuevas ocurrencias le detuvieron asta las 6 de la tarde, ora en qe salió acompañado del Cónsul jeneral de los Estados Unidos Mr. Joel Roberto Poinsett, llevado por la amistad i por el deseo de conocer el pais, i del capitán don Diego José Benavente, con 12 soldados, un cabo i un sar- jento de Usares de la Gran Guardia Nacional. E aqi el ivúcleo del ejército qe debia defender. la re- volución. ¿Qé iba a acer el jeneral con este mi- serable acompañamiento? A galopar una parte del dia i escribir la otra — despachar i recibir correos — nombrar en cada departamento juntas de auxilios compuestas de los mejores patriotas — alejar de los lugares a los ombres desafectos — ^poner las milicias sobre las armas — escojer de cada rejimiento 50 om- bres para formar los escuadrones de la Guardia jeneral qearganizaba Benavente, i por último a pre- parar vaga] es, víveres i demás auxilios necesarios parala rápida marcha de las fuerzas qe debían sa- lir déla capital. El dia 2 se alojó en una qínta in- mediata a Rancagua, i allí reunió a todas las per- sonas qe podían serle útiles. En un cuarto peqe- ño situado en el estremo de un largo corredor, es- cribia Carrera oficios en limpio qe otro copiaba pa- ra el archivo, e inmediatamente seles daba direc- ción. El Cabildo estaba reunido en el otro estremo: a la luz de una vela qe un rejídortenia en la ma- —29— no leia su presidente los qe se dirijian a la corpo- ración, e incontinenti les daban cumplimiento, por medio de sus ajenies qe montados esperaban órde- nes. Lo mismo se acia en los demás pueblos, i mu- chas veces se suspendía la marcha para establecer el escritorio bajo un árbol o a la orilla de algún rio. Por fortuna el jeneral era joven; no le faltaba una chispa del jenio délos Alejandros, Césares i Bonapartes, i podia trabajar con tanto tesón, casi sin descansar un momento. A cada paso se encontraban patriotas emigrando de Concepción, qe comunicaban noticias circunstan- ciadas del enemigo, i qe poseidos de un doble es- tímulo, servían también de auxiliares importantes. El primero se encontró en la Angostura de Paine i fué el licenciado don Manuel Vázquez deNovoa, oí decano de la Corte Suprema, i entonces asesor de aqella Intendencia. Se le nombró auditor del pro- yectado ejército, i desde el instante comenzó a au- xiliar los trabajos de la secretaría. El día 3 en San Fernando se reunió el coronel don Rafael de la So- tta, qe abia defendido a Talcauano i presenciado la defección de las tropas qe mandaba Jiménez Na- via. El 4 en Curicó 22 patriotas entre militares, clé- rigos i empleados, i 14 dragones qe escoltaban los treinta i seis mil pesos qe conducía Jiménez Ten- díllo, i qe en aqellas circunstancias eran un podero- so auxilio, pues los gastos se acian del bolsillo par- ticular del jeneral. El 5 llegó a Talca el teniente coronel de las milicias de la Laja don Bernardo O'Híggins, qe venia uyendo desde los Ánjeles, donde dejaba al obispo Villodres trabajando con empeño —30— i con un descaro poco conveniente a su alto i santo ministerio, para mover los ánimos a favor de los rea- listas. El mismo dia se recibió un oficio del Inten- tiente de Concepción participando aber rendido la plaza bajóla capitulación siguiente: I."" Reconocer ia Junta de Rejencia establecida en la Península i la autoridad delvireidel Perú. 2.° Jurar la Cons- titución española promulgada en Cádiz. 3.° Comple- to olvido de las opiniones i conducta anterior. 4." Conservar los empleos civiles i militares a los qe Voluntariamente continuasen en el servicio, sin po- der obligar a ninguno a tomar las armas contra la Capital. 5.° Comercio i comunicación franca con el resto del Reino, i O."" participar esta capitulación al gobierno. En virtud de ella, ocupó el jeneral Pa- reja la ciudad de Concepción el dia 1.° con todas las tropas qe abia desembarcado i con las qe le en- tregó el traidor Jiménez Navia, subiendo su fuerza total a 3570 infantes, 300 artilleros para el servicio de 36 piezas de 4, 6, i 18, i 250 dragones. Alli en- contró repuesto considerable de fusiles, lanzas, sa- bles i pistolas, i allí levantó un empréstito forzoso de 80 mil pesos. Se supo también aber llegado a la villa de Lina- res una partida de 23 dragones mandada por el al- férez D. José Mari a Rivera, qe venia en persecución "délos caudales. Se aprestó la fuerza qe abia dis- ponible para sorprenderla, i consistía en los 12 sol- dados de la Gran guardia qe era la escolta del je- neral, en los 14 dragones emigrados i en 50 mili- cianos de caballería con ocho oficiales de todas cla- ses, bajo las órdenes del teniente coronel O'Higgins. —31— El titulado cuartel jeneral qedó enteramente des- guarnecido. Salió esta división de Talca a las 6 de la tarde, i al amanecer del dia 7 desempeñó comple- tamente su encargo. Los 23 soldados aumentaron nuestras filas, i el oficial se puso en prisión. O'Higgins marchó al Parral con el objeto de reunirías mili- cias, recojer ganados i otras provisiones i apode- rarse de las personas sospechosas. El ayudante ma- yor del rejimiento de Lautaro don Juan Felipe Cár- denas abia sido mandado a Cauqenes con igual des- tino, i la buena disposición del Subdelegado don Juan de Dios Puga, i del teniente coronel de milicias don Fernando de la Vega, valió la retirada a Talca de 1800 milicianos. El coronel don Antonio Merino trabajó con la misma actividad en Quiriue, i se apo- deró del sarjento Juan Félix Arraigada i dos drago- nes qe abia mandado Pareja con 600 pesos en pla- ta para comprar caballos. Los alférez don Jerónimo Villalobos, i don José Ignacio Manzano consiguieron retirara estaparte del Maule cinco mil bacas, algunos carneros, muías i caballos, qitando así tan importantes recursos al ejército enemigo, i dándolos al nuestro. Pensaba el jeneral apoderarse de Chillan antes qe loiciese Pareja; pero éste tenia allí activos par- tidarios qe mui pronto juntaron las milicias, acor- donaron el rio Nuble, i le sirvieron de vanguardia mientras qe él apresuraba su marcha, anticipan- do partidas volantes i órdenes enérjicas, empleando unas veces las amenazas i otras la seducción. El dia 8 abia ya salido de Concepción con toda su fuerza, la qe aumentaba a cada paso con las milicias de los partidos al sur del Itata. —32— El dia 9 solamente llegaron a Talca 80 usares qe escoltaban al obispo Andrea i Guerrero, qe venia a predicar la justicia de nuestra defensa, i a confortar el patriotismo de los campesinos con sus sencillas i enérjicas pláticas. Esta partida reunida alas dos qe mandaba O' Higgins, elevaba nuestra fuerza vete- rana allí ombres, con laqenadapodia emprender- se. Fué necesario repasar el Maule, i dejar abando- nadas al enemigo las provincias de mas allá, qe de- bian proveerle de ombres fuertes, sumisos, é incli- nados alas armas, i de toda clase de recursos. Nos contentamos con guardar algunos bados del rio i los barcos de pasaje con las milicias, i con disponer qe O' Higgins ocupase la fuerte posición de Bo- badilla — Se despachó también a la nueva Bilvao al patriota Barrios para construir embarcaciones chatas de grande capacidad en qe pudiese pasar nuestro ejército cuando llegase la ocasión. Por fin el dia 12 llegó el cuerpo denominado la Gran Guardia Nacional con su comandante don Juan Antonio Diaz Muñoz i 230 ombres armados sola- mente con espada, pues el gobierno les abia qitado los fusiles para con ellos armar otros cuerpos: pro- videncia desacertada porqe los qitaba a manos ex- pertas, para confiarlos a milicias sin instrucción ni disciplina. Como esta tropa estaba aun organizada en dragones, pudo mandarse desmontar para qe sir- viese de infantería, qe era el arma mas escasa i necesaria. El 13 ubo grande alarma en Talca, causada por el falso aviso de aber pasado el Maule dos columnas enemigas, i de qe se dirijian por el oeste de Rio- Cía- —33— ro con el objeto de sorprender a la artillería qe ve- nia en camino. Se puso en movimiento acia aqella parte toda la fuerza disponible; pero si mui pronto se tocó el desengaño, se vio otro de mayor trascen- dencia, cual era el poco auxilio qe se podia esperar de las milicias de caballería por su indisciplina. Al dia siguiente entró la artillería, qe consistía en 16 piezas de campaña pésimamente montadas i en 200 soldados: 400 muías i 70 carretas transporta- ban los pertrechos, escoltados por algunas compañías de milicias — Todo venia al mando del coronel don Luis Carrera. Inmediatamente se mandaron tres pie- zas a Bobadilla al cargo del sarjento mayor don Ipólito Oller, acompañado de 200 milicianos de Cauqenes qe abia traído el comandante Urrea, i qe debían emplearse como trabajadores en las fortifica- ciones, pues no tenían armas, ni podían servir para otra cosa por su inmoralidad. El 18 a las 11 de la mañana entró el batallón de granaderos con 600 plazas mandado por su sarjento mayor don Carlos Spano, i seguido por los rejimien- tos de milicias de caballería Príncipe, Princesa í Maipú con 1500. Llegó también el brigadier don Juan José Carrera, qe abia qedado de vocal de la Junta de Gobierno i encargado de activar las providen- cias concernientes a la guerra. Abandonó este im- portante puesto por parecerle menos onroso qe el mando de un batallón, i dejó qe se llenase por alguno qe no fuese militar, qe no tomase, ínteres en las glo- rias de su ermano, o qe le mírase con recelos, i qe por consiguiente no pudiese prestar a la Patria el ser- vicio qe de él se exijía. Llegó también el coronel de —34— Injenieros don Juan Mackena nombrado cuartel Maestre jener al. Estando ya reunidas todas las fuerzas qe se espe- raban, i acampadas en el estenso llano denominado Cancha-rayada, se organizó el ejército nombrán- dole Restaurador i partiéndole en tres divisiones. La primera se compuso de 200 granaderos, las mi- licias qe abia retirado de Cauqenes el teniente co- ronel Vega i las partidas i piezas de campaña qe te- nia el de igual clase O' Higgins en Bobadilla: esta se puso al mando del coronel don Luis Carrera. — La segunda la formó el resto del batallón de granade- ros, cuatro piezas de artillería i el rejimiento de Maipú, mandada por el brigadier don Juan José Carrera i se situó en Duao. — La tercera la forma- ban la Gran Guardia, la Guardia jeneral, 4 piezas de campaña i los rejimientos del Príncipe i Princesa a las inmediatas órdenes del jeneral en jefe i acom- pó a una legua de distancia de la 2.^ Veinte dias abian bastado para reunir estas fuerzas en las már- jenes del Maule, a 80 leguas déla capital, i para qe un pais desarmado i adormecido en fatal seguri- dad, se presentase en actitud ostil, e infundiese al- gún respeto a su falaz i orgulloso enemigo. — El je- neral don José Miguel Carrera dice en su Diario: *'No abia un momento de descanso. La instrucción de las milicias — la organización del ramo de acienda — la creación de una provisión jeneral i los acopios para ella — la adqisicion de caballos i de toda clase de va- gajes — el reconocimiento de los lugares qe iban a ser el teatro de la guerra, i de los qe no se tenia siqiera un croqis — la correspondencia q^ se llevaba con el —35— gobierno, con los jefes de partidas, i con innumera- bles comisionados — la secreta con los ajenies em- pleados cerca del enemigo, i la persecución de los bandidos qe se abian levantado en aqellos campos, todo esto causaba un trabajo mui pesado, máxime careciendo de auxiliares útiles," CAPITULO II. Ocupa el jeneral Pareja las provincias del Sur de Maule— Avanza una división de 400 ombres a reconocer la situación del «jército restau- rador — Despacha un parlamentario, i mientras se le recibe rompe las ostilidades — Para castigar esta falta, se destina una partida a la sorpresa de Yerbas-buenas — Sus consecuencias — Marcha el ejér- cito sobre el Maule — Segundo parlamentario proponiendo una en- trevista délos jenerales — Contestación con qe concluye esta ne- gociación. El dia 15 de abril estaba reunido en Chillan to- do el ejército enemigo, reforzado por 500 milicianos del batallón de esta ciudad al mando de don Cle- mente Lantaño, i por el rejimiento de caballería qe reunió don José María Arriagada, con el qe —36— ascendía toda su fuerza a 5500 ombres. Abia qe- dado en Concepción el obispo Villodres encarga- do del mando político i militar, i lo desempeña* ba con una actividad extraordinaria, apurando las remesas de pertrechos, visitando todos los días los cuarteles, i organizando un batallón de vecinos ba- jo el nombre de la Concordia, Se removieron tam- bién todos los gobernadores de departamentos, i se tomaron cuantas medidas eran necesarias para ase- gurar la dominación española. — Es preciso confesar qe el espíritu revolucionario no abia penetrado as- ta las masas de la población, i qe ellas eran influi- das por los principales acendados, por respetables eclesiásticos, i particularmente por la comunidad de relijiosos del convento de Propaganda; individuos todos nacidos en la Península, muí considerados por su vida asta entonces ejemplar i evanjélica iqe en todos sus discursos i en todos los actos de su mi- nisterio no cesaban de invocar los venerandos nom- bres de relijion i reí. Con tan poderosos auxiliares, se logró fascinar a la mayor parte de la población campecina. El jeneral Carrera izo avanzar la 1 / división si- tuada en Bobadilla sobre la villa de Linares, i fué él mismo acompañado del coronel Mackena, i escol- tado por la Guardia jeneral i una compañía de la Nacional, a reconocer aqellas situaciones, i a bus- car una ocasión en qe ensayar nuestras armas con ventaja, para entusiasmar a nuestros bisónos solda- dos i abatir el orgullo de los enemigos. Encontró la villa ocupada por 400 ombres al mando de don Ildefonso Elorreaga, qe eran parte de la vanguar- dia, i qe todo el grueso del ejército estaba a una jor- nada de distancia. Conocida su superioridad, man- dó replegar todas las fuerzas al norte del Maule, i despachó a la capital al coronel don Antonio Men- diburu, para qe instruyese al gobierno de estas ocurrencias, i le representase la necesidad de man- dar los batallones milicianos de voluntarios i pardos. La división de Elorreaga se acercó al rio el 28, con el objeto de reconocer nuestras posiciones, lo qe era imposible por los bosqes qe las circundaban; pero pensaba facilitarlo bajo la seguridad qe debia darle el parlamentario don Estanislao Várela, qe pasó al mismo tiempo, enviado por Pareja para intimar a Carrera la rendición, i para acerle propuestas ven- tajosas a su persona, de parte del virei. Mientras se leia el oficio, Elorreaga rompió el fuego sobre nuestras centinelas, i nos mató dos del rejimiento de San Fernando. El jeneral justamente indignado con este procedimiento irregular, i conociendo lo qe debíamos esperar de invasores qe no respetaban las leyes de la guerra, determinó vengar este agra- vio, sorprendiendo la misma división qe debia acam- par esa noche en unos cerrillos distantes una legua del rio; i mandó al parlamentario qe fuese a Tal- ca a esperar la respuesta. Al efecto se alistaron 200 granaderos, 100 usares de la Gran Guardia i 300 milicianos a las órdenes del coronel don Juan de Dios Puga, qe debían marchar favorecidos por la oscuridad de la noche. Este jefe no entendió bien las órdenes qe se le dieron; así es qe no encontran- do a Elorreaga en los cerrillos, marchó asta la ca- pilla de Yerbas-buenas donde se abia replegado, i — 3a-r en donde abia sentado sus reales todo el ejército ene- migo. Esta capilla estaba situada en un campo abier- to i llano; tenia a un costado la casa del cura i a otro una cerca de ramas, dejando descubierto el frente, i aciendo una figura qe encerraba un. espa- cio, como de media quadra. Allí estaba apiñado to- do el ejército; el jeneral con su estado mayor dor- mía en la casa i corredor, i en la capilla se abian depositado las municiones i la caja militar. No te- nían grandes guardias, ni abian tomado mas me- didas de seguridad, qe algunos centinelas en el mis- mo campo: tal era el desprecio con qe nos mira- ban, o mas bien, tales eran sus conocimientos en castrametación. Me aorraré el trabajo de contar es- ta célebre función de armas, copiando el parte qe de ella dio al gobierno el Jeneral en jefe, i el qe se publicó en el Monitor Araucano extraordinario de 2 de mayo de 1813. ExMO. Señor. "Todos saben qe las principales armas de la im- potencia de los tiranos, son la intriga, la perfidia i la mas negra alevosía. Por oi tenemos una de las infinitas pruebas de esta verdad." ^'Cuando nos aliábamos con el parlamentario de Pareja don Estanislao Várela, llegaron sus avanza- das en numero de 400 ombres i empezaron a tiro- tear nuestras centinelas qe estaban al otro lado del rio Maule. En consecuencia de este atentado, qise volverles la mano, i para ello dispuse qe después de oraciones saliesen 200 granaderos, 100 naciona- 1^^ i 300 milicianos de caballería a atacarla pri- —39— mera fuerza qe estaba en Yerbas-buenas. Llegaron al campo enemigo a las tres de la mañana sin ser sentidos asta el qien vive de las centinelas. Contestó el alférez Rencoret la Patria i muera el rei con una descarga cerrada. Avanzaron los granaderos man^ dados por el teniente retirado don Santiago Bueras, por el espresado Rencoret, i por el norte-americano don Enriqe Ross, qe sirve de aventurero. También lo izo el capitán de la Guardia don José María Be- navente, i parte de los soldados qe mandaba. El denuedo de la tropa fué imponderable. Icieron uir al enemigo, le tomaron toda su artillería, qe se com- ponía de siete piezas, le mataron 300 ombres i mu- chos oficiales. Según las señas i papeles qe les sa- caron de los bolsillos, se creen muertos el jen eral de la segunda división don José Berganza, el Inten- dente Vergara, el comandante de los dragones, el mayor jeneral, i entre otros muchos, afirman algu- nos, el jeneral en jefe." *'¿Qien podría persuadirse qe el ejército enemigo estaba todo reunido? Constaba de dos mil ombres de fusil i de cuatro mil de caballería, Los pocos solda- dos nuestros fueron suficientes para destrozarlos, to- marles el campo i llegar al estremo de qe abiéndoles intimado la rendición el capitán Benavente, contes- taron estar rendidos, i qe no se les iciese mas fuego." "Los incomparables granaderos llevaban la muer- te por cualqiera parte donde qerian, burlaban a los enemigos asta el estremo de tomarlos por los cabellos, tirarlos al suelo i allí acabarlos a bayo- netazos." "Se dispersaron por el campo a matar i saqear —40— piratas, í otros tiraban las piezas para retirarlas del peligro qe esperaban cuando el enemigo cono- ciese la poca fuerza qe le atropellaba." "La muerte del tambor qe imposibilitó el reunir- los, fué la causado qeno acabasen con todo el ejér- cito del gran Pareja, en el qe solo se oia el mue- ra el rei de los valientes defensores de nuestra Pa- tria, i el perdón i ayes de los aventureros. "Abian ya arrastrado a brazos los cañones casi asta el punto de salvarlos, cuando despertando el enemigo cargó sobre los nuestros aciendo fuego de fusil i de canon, qe les obligó a retirarse con los despojos i fusiles. Un solo granadero trajo cinco, i e dado la orden qe se le paguen a 16 pesos siendo completos, i a 12 sino lo están. Otros an sacado on- zas de oro, relojes, sables i vestuarios completos: asta las botas les qitaron de los pies. Por esto co- nocerá V. E. lo serenos qe ocupaban nuestros sol- dados el campo qe acababan de ganar. "Qiero ser injenuo para acer a estos el onor qe justamente se merecen, i para qe esta lección sirva de ejemplo. Si no se divierten en el saqeo i obran unidos, ellos solos acaban con el ejército real, i ya estaria el nuestro en marcha para la Mocha sin el menor obstáculo. Sin embargo, espero qe así suceda en el momento qe reciba el refuerzo." "Viva V. E. seguro qe no tenemos qe envidiar el valor délas mejores tropas del mimdo, i no ol- vide jamas el particular mérito qe an contraidoel capitán don José María Benavente, el teniente Hue- ras, el alfezez don Manuel Rencoret i el america- no don Enriqe Ross." —41--- **No se an portado con menos bizarría, el tenien- te coronel don Manuel Serrano, el teniente don Ni- colás Carrera i el coronel del rijimiento de Lauta- ro don Juan de Dios Puga, qe mandaba los 300 milicianos." "Todos los oficiales, sarjentos, cabos i soldados an echo prodijios de valor. Cuando aya tomado mejo- res informes, i el nombre de otros oficiales qe no tengo presente, con las demás noticias necesarias, entonces mandaré un exacto detalle de todo. En- tre tanto reciba V. E. 31 prisioneros, i la gloria de saber qe tiene la Patria brazos esforzados i pa- triotas decididos qe la pondrán a cubierto de las tentativas de los tiranos." "Por ultimo i en consecuencia de todo incluyo a V. E. el parte del comandante jeneral de la van- guardia don Luis de Carrera, para qe V. E. con- firme el concepto de onor i gloria qe debe tributar- se en obseqio de los valientes defensores, i restaura- dores invictos de los imprescriptibles derechos de la Patria." Dios guarde a V. E. muchos años. Cuarteljene- ral en Talca abril 29 de 1813 — Exmo. señor — José Miguel de Carrera, Este parte fué dictado en los momentos qe se re- cibian los primeros informes, i por consiguiente a- dolece de algunas inexactitudes, las qe posteriormen- te se corrijuieron. El mas distinguido i notable entre los muertos, fué el Intendente de ejército don Juan Tomas Vergara, qe desnudo salió al corredor de la casa a los primeros tiros. El comandante de artillería don José Berganza fué echo prisionero —42^ por el capitán Benavente i entregado al alférez de Maipú don José Molina para qe lo retirase a la grupa de su caballo. Después se salvó llevándose prisionero a su conductor. Todo el ejército estaba reunido, i costando de la fuerza antes referida, no podian ser solo dos mil ombres, ni siete piezas de artillería, pues sacadas estas, icieron fuego de canon sobre los qe las llevaban. Los 300 milicianos no llenaron su de- bef , ya fuese porqe su coronel Puga fué levemente erido i prisionero por algunas oras, o ya porqe se dispersaron por falta de disciplina. Mui pocos fue- ron nuestros muertos, eridos 25 i prisioneros ciento, qe fueron destinados a un pontón fondeado en Tal- cauano. A pesar de la] confusión i aturdimiento en qe qedü el enemigo, mandó partidas qe picaban vi- vamente nuestra retaguardia, asta qe se incorporó a la división de don Luis Carrera, qe abia pasado el Maule para protejerla. Fueron de mucha trascen- dencia las consecuencias de esta jornada. Adqirió tanto entusiasmo nuestro ejército, cuanto fué el de- saliento del enemigo. El istoriador Torrente dice — "Aunqe de ningún modo fué ésta bochornosa a las pp armas del rei, se debe considerar sin embargo co- ;; mo el orijen de todas las desgracias qe esperimen- ;; taron sucesivamente. La falta del Intendente Ver- ;; gara era demasiado sensible, para qe las opera- ;; cienes de Pareja no se resintieran de ella. El ejér- ;; cito creia qe la referida sorpresa abia sido obra ;; de la traición, i de ningún modo del acaso o del ;; descuido. . . .Continuó la desconfianza de los sol- ^; dados asta el estremo de figurarse aliar la doblez, ;; el engaño i la perfidia en todos los pasos qe daban —43— ?; sus respectivos comandantes .... su acalorada ima- ;;jinacion, (la de Pareja) le acia ver anticipadamen- ;; te los tristes efectos: desconcertado su ejército ;; en el momento mas favorable para aber cantado ;; la victoria, preveia su ruina, cuando mas debia ;; contar con un triunfo seguro: ya se creia estar en- ;; vuelto entre las bayonetas de un enemigo astuto, ;; qe aprovechándose de aqel fatal contratiempo no ;; tardaria en consumar con un golpe de arrojo la ;; derrota principiada por la insubordinación i des- ;; confianza." "Estos graves cuidados, i el duro pesar qe dila- ;; ceraba su corazón, alteraron de tal modo su salud, ;; qe asaltado de una maligna fiebre inflamatoria, ;; izo desde el principio desconfiar de su vida"^ — (g) Todo esto valió la sorpresa de Yerbas-buenas, i abria valido la total ruina del ejército invasor, i completo escarmiento del virei, si en el nuestro no ubiéramos tenido también males qe deplorar. Permítaseme contar una anécdota qe aunqe de un carácter particular, servirá para avaluar algunos actos administrativos de aqella época. La misma noche i después de aber salido la división destina- da a Yerbas-buenas, recibió el jeneral una orden del gobierno solicitada por el cabildo de Santiago, para qe se remitiesen presos a los capitanes don Jo- sé Maria i don Diego Benavente, como enemigos de la revolución, según lo abian manifestado en cierta conversación. Esta abia sido tenida encasa del ca- nónigo don Juan Pablo Fretes dias después de lle- (g) Istoria de la revolución ispano americana — tomo 1.** páj.— 370 y 71. —44-- gados de Buenos- Aires, i fué sobre dos puntos. 1 .° La victoria de Tucuman, obtenida por el jen eral Bel- grano, i la qe ellos atribulan a la ineptitud e inca- pacidad del jefe enemigo, a la resolución de los abi- tantes de aqella ciudad, qe abian obligado a Belgra- no a parar su retirada, o a un milagro qe obraba la Providencia en favor de la libertad de América; i el 2.^ sobre la formación del actual gobierno de Bue- nos-Aires, obra de una asonada militar capitaneada por San Martin, la cual se qiso justificar con una suscripción encabezada con los nombres de los tres individuos qe componían el gobierno, resueltos a mandar con cualqiera numero de votos qe obtuvie- sen; pues no se recibían a favor de otras personas; i aun así se abia obligado a los transeúntes a poner su firma. — Frotes era porteño, tenia relaciones con individuos del Cabildo, qe pertenecían a cierto club o corrillo, qe acia consistir el patriotismo en enco- miar a los porteños, i en procurar qe los chilenos los siguiesen ciegamente; para aqellos individuos era crimen no fraternizar con ellos en todo i para todo. Eljeneral contestó al siguiente dia, aciendo obser- vaciones sobre la orden i diciendo "qe estaba mui satisfecho del patriotismo de los Benaventes, i qe a uno de ellos se debia el espléndido triunfo de las Yerbas-buenas." Si ese uno ubiera caido muerto, o qedado prisionero, ¿cuál abria sido la suerte del otro? Talvez abria vagado en el destierro con la orrible ijnputacion de traidor a su Patria, o talvez, sustraí- do a los azares, peligros i fatigas de la guerra, aca- bada ella, abria gozado de bienes i consideraciones como muchos otros. El 30 por la tarde se avistó el enemigo amenazan- do pasar el rio Maule por el vado del Andaribel: pero al anochecer acampó frente a los altos de Qeli. Nuestra primera división observaba sus movimien- tos, i aun izo pasar una guerrilla de 30 dragones al mando del teniente don Francisco Molina, qe lo in- comodó bastante, manteniéndolo en continua alar- ma i qitándole algunos caballos i vacas. El grueso de nuestro ejército se situó en Cancha-rayada, a retaguardia de la ciudad de Talca, i este movimien- to acabó de desconcertar a Pareja, pues lo atribu- yó aestratajema para dejarle franco el paso del rio, e imposibilitar su retirada en un evento desgraciado. Así fué qe se mantuvo en sus posiciones. El dia 3 de mayo ocupaba la primera división el punto llamado el Fuerte, i allí se presentó el tenien- te coronel don José Urtado, conduciendo el siguien- te oficio del jeneral enemigo al nuestro. *' Obligado por superiores encargos a proceder en mi comisión, de modo qe en cuanto sea posible evite la efusión de sangre, proponiendo al intento el me- dio de terminar la discordia de opiniones con qe se contrarían los reinos del Perú i Chile, igualmente perjudicial a uno i a otro, porqe separados de la uni- dad, qe solo puede acerlos felices, les priva de auxi- liarse con ventajas, como lo an echo asta los desgra- ciados momentos en qe fué desconocida la injusti- cia, con qe los primeros revolucionarios de éste pro- curaron separarse de los mas sagrados deberes al reí nuestro señor i a la nación, alucinando a sus abi- tantes con máximas las mas nocivas al estado i o- puestasa su misma felicidad; accedí gustoso a la —46— propuesta qe me izo don Estanislao Várela, qien con mi permiso pasó a ese cuartel jeneral para tratar de una composición, qe no a tenido efecto, no sé si por- qe U. S. la aya desatendido, o porqe se valiese él de aqel medio, como estratajema para acorde mi per- miso un uso mui diferente del qe me dio a entender. Los informes qe posteriormente se me an echo de su despreciable carácter, me lo acen creer así, mas bien qe pensar qe U. S. mirase con indiferencia las ven- tajas qe por su medio le propuse, instruyéndole ver- balmente de mis sanas intenciones, al mismo tiem- po qe de las amplias facultades con qe el Supremo Consejo de la Rejencia a autorizado al Exmo. señor virei del Pera i éste a mí, para convenir a ambos rei- nos, sin el menor desdoro de los jefes de éste; antes sí concediéndoles todo el onor qe qepa en la posi- bilidad, i el mas elevado a aqellos qe contribuyan a unas miras tan propias de la umanidad." •*No es, pues, efecto de pusilanimidad, ni mucho menos falta de vigor i fuerzas para contrarrestar las qe U. S. manda, lo qe me movió entonces a aqel paso: cuento en el dia con las qe sobran para impo- ner la lei a esa provincia, aun prescindiendo de las qe aguardo en breve de Lima, ademas de las qe de aqella capital a esta ora deben aberse destacado pa- ra Valparaíso i Coqimbo: sí únicamente tentar el último recurso de bondad i de paz, repitiendo a U. S. por última vez el medio de procurarse el reco- nocimiento de la nación entera, qe no podrá menos de recomendar el sublime mérito de U. S., si acce- diendo a mi propuesta, conviene en personarse con- migo bajo las seguridades de estilo, para tratar en —47— el pareje qe se señale, de la indicada composición, a fin de evitar los estragos qe son consiguientes a la guerra, entre individuos qe por ningún título deben considerarse enemigos, siendo propiamente ermanos, ij(>s de una madre, qe mira a todos con igual afecto, i sabrá olvidar j onerosamente cualqier defecto, en qe ayan incurrido. Don José Urtado es oficial qe destino a la conducción de este pliego, a qien en toda forma de derecho autorizo para el efecto; de- biéndosele guardar los fueros qe por derecho dejen- tes corresponden a un parlamentario; i espero dentro de cuatro oras su vuelta con la contestación qe sea servido darme. Dios guarde a U. S. muchos años — Orilla del Maule mayo 3 de 1813 — Antonio Pare- ja=Sr. D. José Miguel Carrera," El parlamentario fué recibido con la debida con- sideración, comió a la mesa del jeneral i se le notó mucha ansiedad por conocer nuestra situación; pero solo alcanzó a descubrirla decisión i enerjia de nues- tros ánimos. Por él se supieron algunos pormenores de la acción de Yerbas-buenas, i por su relación, di- ce el jeneral Carrera, conocí qe don José María Be- naventefué el oficial qe ejecutó i vio con mas serenidad lo sucedido en la madrugada del 29 — Se le despachó con una contestación moderada, adiriendo a la en- trevista, pues convenia ganar tiempo para qe llega- sen los refuerzos qe se esperaban cada momento — Pronto volvió con otro oficio, exijiendo en reenes al coronel don Luis Carrera, como única persona qe al jeneral i a sus oficiales les prestaba seguridad. Sor- prendido Carrera con esta solicitud, ofendido de tan injusta desconfianza i mas fuerte ya con la llegada —48— del batallón de Infantes de la Patria qe mandaba don Santiago Muñoz Bezanilla, aunqe solo constaba de 250 plazas, i con las noticias últimamente recibidas del campo enemigo, determinó cerrar esta nego- ciación dirijiendo el siguiente oficio — "Nada ai mas corriente i observado en tiempo de guerra qe darse personas en reenes de una i otra parte. Esta facultad está circunscrita a ciertas i de- terminadas leyes. La propuesta qe en esta virtud me ace V. S. en su oficio qe con fecha de ayer acabo de recibir, es tanto mas estraña i fuera del orden, cuanto se anticipa V. S. a elejir determinadamen- te un oficial de mi mando qe según el aprecio qe concibo de su mérito, en unión con los estrechos vín- culos de la sangre, es absolutamente insubrogable por falta de eqivalente en los de las tropas de V. S. Por consiguiente no puedo ni debo acceder a un partido de esta clase, sin desdoro de la recta razón i sin romper abiertamente los diqes de los verda- deros derechos de igualdad. Si V. S. tiene qe tra- tar algunos asuntos concernientes a la actual gue- rra, podrá acerlo en el lugar i términos anterior- mente estipulados, bajo la seguridad i confianza qe e protestado a V. S., en la intelijencia qe para ello es preciso qe olvide i se sacuda de las espresiones qe repite en todos sus papeles, anunciando qe el con- venio qe se aga a de ser compatible con los dere- chos del rei i de la nación. Reconozca V. S. qe uniformemente a qebrantado con escándalo i vitu- perio de la umanidad, el derecho natural i divino, desde qe pisó el puerto de Talcauano, i qe asi V. S. es en todo rigor de justicia el qe debe sujetarse a —49— la lei qeyo tenga a bien imponerle a nombre de mi* gobierno, ya sea por medio de la fuerza, ya sea a discreción decidida. Esta es la verdadera coinciden- cia i compatibilidad con los pactos qe pueden ce- lebrarse. De otra suerte, resuélvase V. S. a proce- der ostilmente, qe estoi dispuesto a acerle conocer asta donde llega la intrepidez, el valor i esfuerzos de los qe pelean por ser libres i vengar a toda cos- ta los insultos i agrabios qe a recibido la Patria." "Me alio con la noticia de qe una división del mando de V. S. atacó, sorprendió i tomó prisione- ra una partida de 25 soldados con su comandante don Juan de la Cruz Villalobos, qe de mi orden se aliaba en la boca del Maule. . Este procedimiento tan estraño i reprensible, sobrevino en circunstan- cias de estar en suspenso todo movimiento ostil, ín- terin se consideraban las propuestas echas a nombre de V. S. por el órgano de su parlamentario don José Urtado. Un atentado de esta naturaleza sirve de un nuevo comprobante, qe acredita a todas luces la no- toria justicia con qe emprende la Patria su defen- sa; i si V. S. no se comporta i trata mejor en lo sucesivo de la observancia de los derechos comunes de la guerra, i de poner en libertad a los prisione- ros qe indebidamente padecen, será V. S. respon- sable en razón de represalias, de las funestas con- secuencias qe orijine su conducta irregular, con la qe proteje i autoriza la infracción mas escandalo- sa i degradante." "Dios guarde a V. S. muchos años. Cuartel jene- ral en el campo de la Rayada mayo 6 de 1813 — José, Miguelde Carrera — Señor don Antonio Pareja." — SO- CAPITULO III, El ejército real abandona sus posiciones sobre el Maule i emprende su retirada — El de la Patria pasa este rio, i destina una división para picar su retaguardia: ella le hace varios prisioneros i le qita los ganados — Se reúne todo el ejército en Buli, i se intima rendi- ción a Pareja qe ocupaba la villa de San Carlos — Continúa éste su retirada i es alcanzado a una legua de distancia — Batalla de San Carlos — Su resultado — El enemigo se encierra en Chillan. Decia mui bien nuestro Jeneral, qe la intriga, la perfidia i la alevosía, son las primeras armas de los tiranos. Mediante ellas se abian apoderado los saté- lites de Abascal de la fuerte plaza de Valdivia, de Talcauano i de Concepción: bajo la salvaguardia de parlamentarios nos abian asesinado varias cen- tinelas i sorprendido una partida de tropa en la bo- ca de Maule: una traición abia el 2 de mayo pues- to en poder de la fragata corsario Warren, la Per- la i bergantin Potrillo qe se armaban en Valparaí- so con el objeto de bloqear a Talcauano, i cortar los recursos qe por alli podian venir de Lima. Mas la Divina Providencia qe nunca deja sin castigo las acciones contrarias a la justicia, preparaba uno ejem- plar de la misma naturaleza de la ofensa, i sin la menor excitación de nuestra parte, con lo qe se prue- ba cuanto corrompe el mal ejemplo, i cuan im- prudente es en los qe mandan presentarlo a los qe —51— obedecen — Estando formado el ejército invasor ida- da la orden para pasar el Maule, un batallón de chilotes arrojó las armas, diciendo qe aqel era el tér- mino de sus empeños; qe se les abia traido enga- ñados asegurándoles qe venian a tomar posesión del pais, qe debían entregarles sus mandones; i qe aora veian al contrario qe ellos^ eran entregados por trai- dores. Estas ideas cundieron en los demás cuerpos, i la insubordinación fuéjeneral. La lectura del úl- timo oficio del Jeneral Carrera i los términos enér- jicos en qe estaba concebido, acabaron de confimdir a Pareja, llegando a sospechar qe su orriblelifcua- cion era conocida de nosotros i qe podiamoá lener secreta intelijencia en su campo. Determinó pues retirarse mas precipitadamente de lo qe convenia a su propia seguridad, i se retiró en efecto de un mo- do tan vergonzoso como abia sido amenazadora i arrogante su entrada. A los vecinos del Parral les abia antes arengado en estos términos. "Parece qe la Providencia detiene las aguas, para qe con la comodidad de un paseo i por medio de mis fieles pueblos llegue a libertar la capital de la opresión a qe la an reducido algunos infames insurj entes. Tres oreas fijaré en Santiago para colgar a los au- tores de tantos males." Aora estos mismos vecinos le veian pasar tendido sobre unapariuela, separa- do de su ejército i por caminos escusados i a des- oras, para no llamar la atención, i viendo en to- das partes peligros qe aumentaba su imajinacion exaltada. Sin embargo, qeria coonestar su retirada atribuyéndola a un convenio celebrado con nosotros; patraña qe en el momento era desmentida por su pre- cipitadafuga, i por nuestra inmediata persecución; El 9 de mayo llegó a Talca el teniente coronel don José Antonio Cotapos al mando de 250 om- bres, qe se denominaban batallón de Voluntarios déla Patria, i de los qe podia esperarse por lo pron- to mui poco auxilio por su falta de disciplina. El mismo dia se organizaron cuatro brigadas de la caballería de milicias, compuesta cada una de 600 ombres, i se licenciaron los restantes como inne- cesarios i qe Gonsumian casi todos nuestros recur- sos. Fueron cubiertos sus aberes asta el dia— i re- ducida esta arma a 2400. Se dio la orden de mar- cha i se proibió a los oficiales llevar eqipajes. El 11 durmió la 2.'' división en Duao, la 3.^ en Pa- redones i la vanguardia en Linares, abiendo pasa- do el rio en el mismo dia. Una división de 250 om- bres al mando del capitán don Diego Benavente, fué destinada a picar la retaguardia del enemigo, i antes de 20 oras, le abia qitado mas de dos mil bacas, 20 soldados veteranos qe las escoltaban, multitud de milicianos dispersos, de mujeres i de vivanderos, es decir, toda aqella cola qe arrastra siempre un ejército. Entró al pueblo del Parral, oras después de aberlo dejado Pareja, i se encontraron varias ca- mas calientes tod avia, porqe los oficiales qe en ellas dormian acababan de fugar — en una se alió la ca- saca de un teniente coronel, una bolsa tabaqera, i otras prendas, qe acreditaban la prisa con qe se abia echo el escape. El grueso del ejército abia llegado a Linares en completo desorden, causado por un fuerte aguacero? de los qe frecuentemente caen durante el invierno en ^53— aqellas rejiones, sin qe pudiesen evitarlo los pocos oficiales qe cumplían con su deber, pues los mas se abian dispersado o dejado la formación para bus- car algún abrigo. ElJeneral enjefe no se desmon* tó en toda la noche, acuartelando los cuerpos, pro- porcionándoles víveres i forrajes. Estos cuidados em- pleados con tanta solicitud i personalmente, le cap- taban el afecto de los patriotas, entusiasmaban al soldado i estimulaban al oficial. El 14 la vanguardia reunida a la división de Be- navente, llegó al estero de Buli, en donde se icie- ron 60 prisioneros, i se tomó un carro cargado con eqipajes de oficiales. En un baúl se encontraron pocas^ prendas de vestuario, pero bastantes paqetes de pas- tillas de olor, presa, qe si daba motivos para reir, los daba también para infundir en el soldado des- precio por enemigos tan afeminados i muelles. Tai- vez pertenecerian ellas a algún joven candoroso qe creyendo la facilidad con qe se pintaba en Lima la conqista, las traia para la de las damas. El enemigo ocupaba la villa de San Carlos distan- te dos leguas. Allí mandó el comandante jeneral don Luis Carrera a su ayudante don Manel Vega, conduciendo una intimación, i fué recibido con cor- tesanía i aun agasajado. El Intendente de ejército don Matias de la Fuente i varios otros oficiales le aseguraron qe abia en su jefe la mejor disposi- ción para tratar con el nuestro; i estas finj idas dis- posiciones tenian solo por objeto ganar tiempo. En esta noche i en la siguiente madrugada llegaron to- dos nuestros cuerpos, abiendo algunos marchado 18 leguas en un dia, i en medio de fuerte lluvia. Una espesa niebla envolvía nuestro campo, i un eonti^ nuo tiroteo resonaba en todo él, causado por las descargas de los fusiles qe se acian para limpiar- los, i para prepararse al ataqe qe debia seguirse mui pronto. Como se supiese qe la caballería enemiga se abia dispersado, salió la vanguardia con el objeto de in- terponerse entre San Carlos i el rio Nuble, i de este modo cortar la comunicación con Chillan. Mas an- tes de acercarse a aqella villa, se vio qe el enemigo la estaba evacuando, pues al mismo tiempo qe en- traban nuestras avanzadas por el lado del norte, las partidas de la retaguardia enemiga salían por el sur. Continuó su marcha la vanguardia i antes de una legua le dio alcance, i le presentó la batalla a pesar de su peqeña fuerza, pues solo costaba de una compañía de infantería, dos piezas de campaña, el escuadrón de Usares de la Gran Guardia, i el de la guardia jeneral. El enemigo qe vio este arrojo, qe divisaba talvez los movimientos del grueso de nues- tro ejército, i qe la posición tomada por nosotros al flanco derecho, indicaba la intención de dejar el fren- te libre, i poder cortar su retirada, determinó for- mar un cuadro de toda su infantería, qe consistía en 4 batallones, aunqe diminutos, sostenidos por 36 pie- zas de artillería con las qe rompió un fuego activo. Las dos nuestras fueron desmontadas mui pronto, i sin embargo, continuamos firmes sufriendo sus fue- gos para dar tiempo a qe se reuniesen las otras divisiones. Principiaron a llegar después de una ora, corriendo ansiosas a tomar parte en la acción, sin entrar en la colocación qe se les mandaba, toman- do la primera qe se les presentaba i rompiendo un fuego inútil i desordenado — Dos brigadas de caba- llería se destinaron a formar a retaguardia del ene- migo, marchando fuera del alcance de sus tiros; pe- ro no sabiendo calcularlo i recibiendo algunas balas, se dispersaron completamente, dejando sin efecto este importante movimiento. Como nunca podria yo contar ciertas circunstan- cias peculiares de esta jornada, mejor qe lo izo el Je- neral Carrera en su diario, escrito de su puño i letra, sobre la misma escena, i con la intención de qe le sirviese solo para auxiliar su memoria, me parece in- teresante acer aqí algunos estractos. ''En este estado, no necesitábamos de otro esfuer- zo para rendir al enemigo; pero aun no seria tiem- po, ni merecerían los chilenos semejante triunfo. El comandante jeneral de la 2.'' división era celoso de los onores del de la vanguardia, i creyó qe yo de- tenia su marcha para qe triunfase aqel solo. Lle- no de ignorancia i de insubordinación, apenas formó en batalla i me separé de él, cuando mandó atacar a la bayoneta marchando a toda carrera; pero no abian avanzado cien pasos, cuando empezaron a su* frir las descargas de artillería, cuyo efecto unido al cansancio los dispersó en una qebradilla qe estaba al pie de la posición del enemigo." "Los Infantes de la Patria, qe formaban la izqier- da de la línea, icieron lo mismo. La artillería de la 2." división mandada por el capintan Gamero i el te- niente García, se desmontó e inutilizó como la de la vanguardia; i estos bravos sentados sobre sus inú- tiles cañones miraban con serenidad el peligro. To- —56— da la infantería aunqe dispersa mantenia un fuego arbitrario pero vivo." "El resto de la 3/ división marchaba con pasos de plomo a pesar de las repetidas órdenes qe le despachaba para avanzar. Llegó al ponerse el sol, amenazó por el flanco derecho sin acercarse o espo- nerse, sin cumplir con lo qe se le abia mandado, i por consiguiente sin ningún provecho. Los oficiales del batallón de Voluntarios se dieron por enfermos, a excepción de Cotapos, i de Cruz qe fué muerto por uno de sus, mismo soldados i por casualidad. Aunqe cinco dias antes abian recibido en Talca su arma- mentó en buen estado, apenas tenian de servicio es- te dia 16 fusiles." *'Envano procuraba reunir la infantería i formar la línea: la mayor parte de los oficiales eran bisónos, i contribuían solo a aumentar el desorden. La os- curidad déla noche izo cesarlos fuegos de ambas partes. El aterrante desorden i el cansancio de una tropa, qe en tres dias abia caminado 40 leguas, atra- vesando ríos i esteros caudalosos i sufriendo una llu- via continua, i el trabajo de todo este dia, me deci- dieron a retirarla a San Carlos para refrescarla, de- jando sobre el enemigo la Guardia Nacional i la jeneral, para'qe observasen sus movimientos." "La vanguardia i la caballería del centro icieron docientos prisioneros qe se pusieron esa noche en la cárcel, i setenta eridos entraron al ospital i se aten- dieron lo mejor posible. No abia mas cirujano qe don José Olea, de escasísimos conocimientos en su facultad." "Toda la noche se trabajó en reunir la tropa i ei^ —57— acomodar los fusiles para atacar el dia siguiente. Nuestro armamento era tan malo, qe en pocas oras de fuego se inutilizaba: el de este dia abia durado seis. — La caballería estaba absolutamente cansada. Examinada la artillería se encontró qe solo cinco piezas estaban en estado de servicio — las municio- nes de fusil podian solo bastar parados oras de fue- go — Los víveres i forrajes eran escasísimos en aqel pueblo qe acababa de abandonar el enemigo." "Al amanecer se dio la orden de marcha. Salió la guerrilla de Molina destacada de la vanguardia, i la seguí con ésta inmediatamente. Poco abia mar- chado cuando me dieron parte qe el enemigo se abia retirado en la noche, burlando la vijilancia del co- mandante de la Guardia Nacional. Su dirección era acia el Nuble, rio bastante caudaloso en esta es- tación, distante cuatro leguas i en camino a Chillan. Se aceleró la marcha i se activó la de las otras di- visiones. Pintar el desorden de aqella tropa al tiem- po de la formación: el atolondramiento de los ofi- ciales, i la confusión de todos i en todo, seria esponer la verdad. Solo diré qe en aqel momento auguré mal del destino del ejército i del de la Patria." "El comandante jeneral de la 2.^ división, el Cuar- tel Maestre i casi todos los jefes principales, me pe- dían con toda instancia qe repasase el Maule para reorganizar el ejército. Me aseguraban qe la tropa estaba aterrada i disminuida: el brigadier don Juan José Carrera me dijo qe se le abia dispersado mucha fuerza de los granaderos, con los capitanes Portales i Xuñon: qe la caballería tenia una baja escandalo- sa: qe no abia suficientes mmiiciones; i últimamente 8 —58— qeno debia dar un paso adelante sin celebrar jun- ta de guerra. Traté de convencerlo aciéndole com- prender qe el enemigo aun mas aterrado, se retira- ba porqe se creia incapaz de contenernos: qe tam- bién se le abia dispersado su caballería, i qe en todo demostraba su ineptitud, i qe debíamos aprovechar- nos de circunstancias qe se presentaban tan fovora- bles. Qe mi plan era de entretenerle encerrado en Chillan, i marchar con la vanguardia a Concepción, dejando el centro al sur de Itata i una división de observación en San Carlos. Concluí asegurándole qe este plan lo llevaba adelante, i qe no importaba qe me abandonasen algunos: qe no acia junta de guerra i qe echaba sobre mí toda la responsabilidad." Reconocido el campo qe abia ocupado el enemi- go el dia anterior, se encontró desmontada una pie- za de a 4, algunos pertrechos i varios cadáveres, en- tre ellos uno de ermosa figura, blanco i qe pare- cía de persona de distinción. Le conocieron varios ser el de un joven de Concepción llamado Pichóte. Se vio qe el lugar en qe se formó el cuadro era una peqeña eminencia, midiendo cada costado co- mo tres cuartos de cuadra, i debiendo ser compues- to cuando menos de mil qinientos ombres, i no de qinientos, como asegura Torrente para realzar el mérito de las armas españolas. Con la misma in- tención aumenta nuestras fuerzas a doce mil om- bres, cuando de todas armas no podíamos formar un tercio. La acción de San Carlos fué mal comprendida i peor pintada por amigos i enemigos. Aqellos qe- rian qe una caballería de milicias, qe por primera —59— vez entraba en formación: qe por primera vez oia el estruendo del cañón i el silvido de las balas, rom- piese un fuerte cuadro de infantería flanqeando por numerosa artillería, operación de las mas difíciles aun para la mejor caballería del mundo. Estos, co- ronan de laureles a Sánchez por una defensa sin peligro, porqe su gruesa artillería detenia a sus combatientes a una distancia en qe no podían co- rresponder sus fuegos: por una corta retirada a paso de fuga, sin ser sentido, i por su encierro en Chillan, único, preciso i forzado asilo qe pudo tomar. Si la ubiera emprendido acia la costa, como parecía mas necesario, abria tenido qe atravesar caudalosos rios, espesos bosqes i estrechos desfiladeros, i en ese ca- so su ruina era inevitable, pues aunqe nuestras tro- pas fuesen indisciplinadas, Sánchez no era un Jeno- fonte ni mandaba griegos, para superar tantos obs- táculos. Es preciso confesar qe el enemigo debió su salva- ción en San Carlos, 1.° aqe la caballería no cum- plió con la orden de formar a su retaguardia, con lo qe viéndose cortado i sin prospecto alguno de esca- pe, se abria rendido sin disparar un fusil, i 2.° a qe el jefe qe qedó observándole en la noche, a pesar de aber sabido su movimiento, no tomó providen- cias para perseguirlo, ni aun dio aviso al Jeneral en jefe. — El mismo Torrente confiesa qe "si los in- surj entes se ubieran presentado a las orillas del rio Nuble abria sido inevitable la ruina de los realistas." Tan exacta es esta observación, qe la sola guerrilla de Molina, llegada a esta situación a las diez del dia 16 precipitó el paso de la retaguardia, aciendo qe —60^ dejasen abandonadas 4 piezas de artillería i muchas municiones, aogándose varios soldados. Situaron una división a la orilla sur del rio, i en las casas de la señora Santa María, para estorbar- nos el paso si lo intentábamos; i a pesar de la se- guridad qe les daba su posición i el rio, fué desalo- jada al momento por el teniente García qe manda- ba dos piezas de artillería, i corrió también a encer- rarse en Chillan. Aqella noche acampó nuestro ejército a inmedia- ciones del rio i Molina guardó el bado por donde abia pasado el enemigo. Consecuente al plan indica- do arriba, la vanguardia salió el 17 con dirección a Concepción reforzada con algunos fusileros i con 4 piezas de artillería. Los restos de los rejimientos de milicias de Santiago i Melipilla se empleron en con- ducir prisioneros i la artillería qe se abia inutiliza- do. — Se nombró ^1 coronel don Luis de la Cruz comandante jeneral del cantón del Nuble, con la división qe debia qedar en observación de Chillan, i qe debia componerse de los Voluntarios e Infantes de la Paria, de la compañía voluntarios de Talca i de los rejimientos de Linares, Parral, San Carlos i Qi- riue, qe debia reunir al efecto. Se le previno qe en ningún evento debia comprometer una acción, i qe en caso de ser atacado se replegase sobre Talca, donde roandaba el coronel don Juan de Dios Vial, aqien con la misma fecha se le prevenía también estuviese pronto para auxiliarle, i si las circunstan- cias fuesen apuradas continuasen retirándose acia la capital, pues el ejército vendría inmediatamente en su socorro. Las guerrillas del capitán don Joaqín Prieto i del teniente Molina, qe tenian la fuerza de cien ombres, pasaron el rio con el fin de acer un reconocimiento sobre Chillan, llamar la atención del enemigo i ocul- tar nuestros movimientos. Estas atrevidas partidas se acercaron tanto a aqel punto, qe salieron 400 om- bres bien montados en su persecución. Ellas se re- tiraron en el mejor orden, i aunqe se les tomaron dos prisioneros, ellos icieron su escape en la misma noche, trayendo la noticia de la grave enfermedad qe aqejaba al jeneral Pareja. El coronel don Bernardo O' Higgins fué destina- do con 30 fusileros i varios oficiales a someter la frontera i reunir su rejimiento déla Laja — El de igual clase don Fernando Vega marchó a Cauqe- nes i don Francisco Barrios a Qiriue con igual ob. jeto. El dia 20 pasó la vanguardia el rio Itata, i allí se le reunieron varios patriotas qe andaban escondi- dos por los montes. Las noticias qe ellos comuni- caron, impelieron al comandante jeneral don Luis Carrera para intimar a Concepción qe se rindiese, enviando de parlamentario al ciudadano don Juan Estevan Manzano. El jeneral en jefe despachó tam- bién al capitán don Diego Benavente a Chillan insinuándole a Pareja por ultima vez la necesidad de rendirse, pues Concepción iba a ser ocupada; qe de este modo no debia tener esperanza de recibir auxilios de Lima, mientras qe nosotros los esperá- bamos por momentos déla capital; i qe asi no le qedaba mas recurso qe acojerse a la jenerosidad americana. Benavente fué recibido a una legua de Chillan por una partida, i vendados los ojos le con- dujeron por entre mil rodeos i centinelas, qe se multiplicaban para dar la idea de un campo es- tenso i de fuerzas numerosas. Sánchez le recibió en medio de todos los oficiales, i contestó qe participa- ría estas ocurrencias al jeneral, i él resolverla lo qe creyese conveniente, despachándole sin mas contes- tación. — Era el caso qe Pareja se aliaba actualmen- te agonizando. El capitán Prieto con 60 usares de la Gran Guar- dia, se adelantó a la Florida para reunir aqel reji- miento i preparar cuarteles i víveres. — Manzano vol- vió con favorable contestación, pues Concepción pro- metía someterse; i el coronel don Antonio Mendi- buru avanzó con cien ombres a tomar posesión de la ciudad. El centro pasó también el Itata i se situó en la acienda déla señora Mardones. 63— CAPITULO IV. El Jeneral Carrera ocupa a Concepción i toma a Talcaiiano, con varios buqes surtos en la baía — Se apresa la fragata Tomas qa conduela auxilios de Lima — Las plazas fronterizas i pueblos inte- riores se someten al Gobierno patrio — Se organiza una fuerte di- visión, se acen marchar dos cañones de a 24 i las tropas sobre el Itata — El Jeneral en jefe pasa a Talca a mover una división — La del coronel Cruz cae prisionera. Si las autoridades civiles de la ciudad de Con- cepción abian prometido someterse a nuestro ejér- cito, las militares estaban mui distantes de acerlo, sin probar antes el éxito de las armas, o sin pro- curarse los medios de escape. Mas la primera no- ticia qe recibieron de las fuerzas con qe avanzaba el coronel Mendiburu, les causó tanto terror, qe sin esperar su aproximación, emprendieron su retira- da a Talcauano, dejando los almacenes de guerra intactos i cuatro piezas de artillería volante. Desva- necido este primer pavor, volvieron sobre la plaza de la ciudad con el objeto de retirarlas, mas los sol- dados qe solo divisaban un prospecto de fuga, cuida- ron poco del armamento i dedicaron el corto tiem- po qe se les presentaba a saqear las casas de los vecinos patriotas. A las 12 del dia 25 de mayo entró el Jeneral en jefe a la ciudad, seguido de una peqeñaescol- —64-- ta, e inmediatamente despachó al capitán don Jo- sé María Benavente a Talcauano para qe intima- se rendición al coronel Tejeiro qe era el Goberna- dor. Igualmente escribió al obispo Villodres rogán- dole qe volviese a su silla i a empuñar el cayado que Dios abia puesto en sus manos para apacen- tar una grei de cristianos, i no de ombres de tal o cual partido político — Este contestó con ipócrita umildad, pero sin aceptar el llamamiento; i aqel di- jo qe para rendirse necesitaba tener a la vista la fuer- za qe lo atacaba. El parlamentario fué tratado mui cariñosamente por el mayor jeneral don Ignacio Jus- tis, qe no séporqe razón se aliaba allí asilado, i por el traidor Jiménez Navia, Monreal i otros oficiales: ellos se desacian en protestas de amistad i sumisión, por- qe veían difícil poder salvarse. Se publicó en Concepción un bando llamando a todos los dispersos i a los chilenos qe servían en las filas enemigas, i ofreciéndoles indulto i a mas una gratificación de diez pesos al soldado de infantería i diez i seis al de caballería qe se presentase con su armamento. Surtió tan buen efecto esta medida, qe antes de dos días abiamos aumentado nuestras fuer- zas con 200 dispersos, cien pasados de Talcauano i 400 fusiles. El 28 el jeneral en jefe acompañado de su amigo el señor Poinsett, i escoltado por la guerrilla del capitán Prieto, practicó un reconocimiento de las posiciones qe ocupaba el enemigo, el qe presentan- do algunas fuerzas sobre las alturas, disparó varios tiros con un cañón de a 2. En la noche avanzó to- da la división compuesta de 700 infantes, 300 caba- —05— líos i 4 piezas de artillería. Al amanecer del 29 las guerrillas de Prieto i de don Ramón Freiré se aproxi- maron a la línea enemiga, al mismo tiempo qe se le intimaba de nuevo. Contestó pidiendo cuatro oras de plazo para celebrar junta de guerra. Conociendo qe el fin principal era apresurar su escape, se mandó cargar a las espresadas guerrillas, i a 200 infantes alas órdenes del teniente coronel Muñoz Bezanilla, con 2 cañones dirij idos por el capitán Gamero i el alférez don Pedro Nolasco Vidal. Mui luego obli- garon a retirarse a 150 ombres qe ocupaban las al- turas de la izqierda, i las de la derecha fueron tam- bién ocupadas por el resto de nuestra infantería i un cañón mandado por el capitán don Juan Moría. La caballería formaba nuestra reserva. El enemigo se retiraba acia el pueblo, manteniendo siempre un fuego activo, aumentado por el de las lanchas cañone- ras i botes armados, qe desde la baía enfilaban nues- tra línea. Nuestra artillería los respondía con buen suceso: Moría echó a piqe un bote, i Gamero hizo bastante estrago sobre una de las lanchas. Después de cuatro oras de acción, se mandó bajar sobre el pueblo, el qe fué tomado mui pronto a pesar de su tenaz resistencia. El capellán don Juan Manuel Be- navides con algunos granaderos qe qisieron seguir- le, avanzó en medio del fuego acia la bandera, la arreó i despedazó, porqe no creía posible sacarla entera. Se persiguió al enemigo asta la playa del mar, por donde tenia preparada su retirada, i se sacaron a muchos de la misma agua. Los jefes lle- garon a bordo de la fragata Bretaña armada en corso. 9 --66— En los botes qe pudieron aberse a la mano, se em-» barcaron nuestros bravos i abordaron a las lanchas cañoneras para con ellas atacar a la fragata si no se rendia: mas ella se hizo ala vela, aunqe vientos contra- rios la mantuvieron algún tiempo a la vista del puerto. Como en este punto se abian refujiado muchos de los ombres que abian prestado auxilio a Pareja, i co- mo la resistencia abia sido tenaz, i sin esperanza al- guna de éxito favorable, no pudo evitarse el sa- qeo de algunas casas, aunqe moderado por la virtud de nuestros soldados. Hicieron 150 prisioneros en- tre ellos siete oficiales, i a ninguno atrepellaron ni aun insultaron ; conducta qe contrastaba noble- mente con la qe ellos observaban con los nues- tros. En el pontón San José encontramos a 60 gra- naderos, 30 usares i otros tantos milicianos qe nos tomaron en Yerbas-buenas, en el estado mas la- mentable de desnudez i estenuados por el ambre. El entusiasmo i alborozo con qe nos recibieron es- tos infelices no puede pintarse. El Jeneralen jefe en el parte qe dio al Supremo Gobierno i se publicó en el Monitor Araucano de 15 de junio dice — "Nuestra pérdida en esta acción ha sido solamente de un granadero i un nacional. La del enemigo no puedo detallarla; pero sí asegu- ro a V. E. qe mis soldados esta vez no han infe- rido el menor daño a los prisioneros; lo qe prueba qe son tan valientes como jenerosos, i qe los exe- sos qe hace cometer a la tropa la falta de ilustra- ción, en ninguna parte secorrijen con mas facili- dad qe en el ejército de Chile." "En este puerto e encontrado cuatro buqes ene- —67— migos, que son la Meantinomo, la Palafox, los Cua- tro amigos, i la Bretaña, de los cuales la última a qerido salir i aun no lo a logrado porqe los nortes se lo impiden. Ya e echo armar las lanchas caño-» ñeras para tomar este buqe, i luego aré bajar a tie-' rra a los oficiales pasajeros, traidores i prisioneros qe aya a su bordo. También nombraré una comisión para formar los inventarios correspondientes a estas presas, i de los demás efectos del ejército enemigo^ Los prisioneros qe nos hicieron en Yerbas-buenas ya están en mi poder i luego serán otros tantos de- fensores de la Patria, pues tengo bastantes armas, vestuarios i municiones." "La artillería qe desmontaron los enemigos vola abultarla cuanto antes, i dejando arreglados los fuer- tes partiré volando a Chillan a concluir con los miserables restos del ejército del virei de Lima." "Aqí e encontrado gran cantidad de fusiles, sali- tre refinado, víveres i otros muchos artículos qe vienen mui bien en las presentes circunstancias." Dios guarde a V. E. muchos años. Campamen- to de Talcauano 29 de mayo de 1813, alas cinco de la tarde. — José Miguel Carrera. En el mismo dia se nombró Gobernador del puer- to al teniente coronel Muñoz Bezanilla, qedando de guarnición el cuerpo qe mandaba. Se comisio- naron al coronel don José Samaniego i al licencia- do Novoa para formar los inventarios de la fábrica de salitres establecida en Tumbes, i de los buqes apresados. El señor Poinsett se encargó volunta, riamente de restablecer las baterías, i se mandó qe en todas ellas permaneciese enarbolada la bandera española, por si venían algunos buqes de Lima con- duciendo auxilios para los realistas. Tomadas estas i otras providencias consiguientes, volvió el Jeneral en jefe a Concepción para tratar de los preparati- vos necesarios para atacar a Chillan, único punto en qe tremolaba la bandera de la tiranía, i donde con toda celeridad i empeño se fortificaba. Las pla- zas fronterizas a los indios, los puertos de mar i todos los pueblos interiores estaban libres i man- dados por patriotas fieles. — Una campaña de 20 días, en estación lluviosa, abia bastado para recu- perar el estenso territorio qe ocupan oi las dos pro- vincias de Maule i Concepción, cortado por rios cau- dalosos, estrechos desfiladeros, caminos cenagosos, i defendido por un ejército qe siempre fué superior al nuestro en infantería veterana, en artillería i en viejos i esperimentados oficiales. El Jeneral Carrera trabajaba con su acostumbra- da i extraordinaria actividad, en la organización del ejército, aumentándolo con reclutas, armándolo i vis- tiéndolo con los recursos qe abia encontrado, e ins- truyéndolo mañana i tarde. No descuidaba por eso los demás ramos de la administración, i todos re- cibían movimiento de su infatigable celo. Publicaba bandos para contener los desórdenes qe se iban in- troduciendo en los pueblos, i nombraba jueces ínte- gros qe oyesen las qejas de los ciudadanos e impu- siesen severas penas. Un antiguo subdelegado de Qiriue fué el primero qe sufrió el correspondiente castigo. Se ponían bajo custodia los omb res sospe- chados de aber auxiliado al enemigo, o de mante- ner comunicación con él. ^69— La fortuna concurría también a coronar tantos es- fiíerzos. El 7 de junio se avistó en Talcauano una ermosa fragata, qe aparentando desconfianza, vol- tejeaba sin qerer fondear, a pesar de qe veia fla- mear en las fortalezas la bandera española. Inme- diatamente se despacharon ocultas partidas de tro- pa qe patrullasen por la costa para impedir toda comunicación con ella. En una de sus bordadas so- bre Tumbes echó un bote con un oficial i 4 mari- neros, el qe fué apresado. Por él se supo qe era la fragata Tomas, procedente del Callao i transportan- do auxilios para el ejército real. En la misma no- che salieron las dos lanchas cañoneras, una man- dada por el teniente de artillería don Nicolás Gar- cía, ábil i esperimentado piloto i oficial de valor acreditado: la otra por don Ramón Freiré, qe tam- bién abia navegado algún tiempo i qe principiaba ya a distinguirse por ese valor qe después i en tan- tas ocasiones amostrado. Acompañaban a las lan- chas algunos botes armados ¿^ la lijera. La fragata abia echado esa noche sus anclas en el puerto del Tomé, i al amanecer se vio con las cañoneras a su costado. Los pormenores de este apresamiento i su importancia, se rejístran en el parte siguiente — ExMO. Señor. "Ayer se avistó la fragata Santo Domingo de Guzman, alias, la Tomas, del dominio de don Ja- vier Manzano. Anoche se me avisó por el coman- dante de este puerto, qe por un oficial i cuatro ma- rineros qe abian desembarcado en Tumbes, se sa- —70-— bia venían a su bordo treinta i ocho oficiales i cien mil pesos para refuerzo del ejército de Pareja. En aqella ora monté a caballo i vine a tomar todas las providencias necesarias para qe no se volviese del Tomé, donde estaba fondeada. Ya abian salido las cañoneras i varias falúas armadas. Oi al amanecer le intimaron la rendición, a la qe se sometió sin per- der momento; bien es qe no abia otro arbitrio. Ya an bajado a tierra el brigadier Rábago, el coronel Olaguer Feliu, el marino Colmenares, el artillero Montuel, el oficial Villavicencio qe antes sirvió en Valparaíso, un ijo de Ballesteros, i entre muchos otros, Grajales i el ministro Marin qe sirvió en Val- divia. E averiguado asta el momento qe son trein- taidos oficiales i mas de cincuenta mil pesos con bastante tabaco en polvo i rama. La fragata en- trará dentro de dos oras i entonces averiguaré la verdad i aseguraré los intereses de modo qe no pa- dezcan detrimento, sacando lo mui necesario para gratificar la marinería norte americana, qe ace im- portantes servicios a la Patria con el mayor gusto i desinterés." *'Segun me dice Rábago, echaron toda la corres- pondencia al agua, i e mandado botes para qe agan esfuerzos por sacarla. Está a la vista una goleta qe entrará en todo el dia: viene cargada de tabaco. Solo falta qe venga la fragata Cayuca, qe trae de Valdivia veinte i cuatro mil pesos i qinientos fu- siles — Luego qe acabe de asegurar estas presas i es- te puerto, partiré para Chillan a concluir nuestra afortunada campaña. Perlas cartas qe e podido ver, aunqe mojadas, sé qe este es todo el gran re- ^71— fuerzo qe debia esperar el Jeneral Pareja, porqe el virei no tiene un ombre ni medio real con qe contar. Se lamenta mucho de sus miserias i del tris- te estado a qe lo reduce Goyoneche con su retira- da o su derrota; pero sin embargo manda modelo de la pirámide qe se a de levantar en memoria de su rei i de la gloria de sus armas. — Por no retar- dar a V. E. esta noticia tan satisfactoria, no espero la lista de cuanto contiene la fragata; pero irá en primera oportunidad. Si V. E. vé los sujetos tan indecentes qe vienen para levantar tropas en esta provincia, se estremecerá al pensar lo qe debíamos esperar de ombres tan viles. Todos son europeos i algunos ya an estado en Santiago." Dios guarde a V. E. muchos años. Talcauano 8 de junio de 1813 a launa i cuarto de la tarde — Exmo. Señor — Jost Miguel Carrera, Estos prisioneros fueron tratados con la mayor consideración, alojados cómodamente en el palacio de los obispos, i auxiliados con todo lo necesario. De sus eqipajes solo se estrajeron las armas i algunos papeles. Los de mas graduación i los qe manifes- taban mejor educación, eran admitidos al trato fa- miliar de nuestros jefes. Ellos pasaron a la capi- tal bajo su palabra de onor, conducidos por el coro- nel Samaniego, también europeo i bien conocido por sus modales caballerosos. Dos oficiales tomaron par- tido en nuestro ejército, aunqe con intención ruin i villana como lo descubrieron después. Otros po- co acreedores a distinción siguieron la suerte de los demás prisioneros. Los qe llegaron a la capital fue- ron ospedados en casas de vecinos respetables, i col- —72— mados de atenciones singulares; parece qe qeriart conservarlos como salvaguardia para un caso des- graciado. El coronel O'Higgins participó desde la fronte- ra el feliz éxito de su espedicion; i tener reunidos mas de mil ombres de milicias, con un cañón de cam- paña i dos pedreros. Se le despacharon al momen- to algunos artilleros para el servicio de estas pie- zas i cien dragones al mando del teniente don Es- tevan Manzano. Se previno al comandante de la 2.^ división situada en las márjenes del Itata,qe le au- xiliase en caso de peligro; prevención mui oportu- na, pues el enemigo intentó un golpe de mano, qe por este medio fué frustrado, tropezando con la fuer- za qe iba en auxilio. Se supo qe el teniente coronel don Francisco Cal- derón abia llegado a Talca con 300 ombres perte- necientes a los diferentes cuerpos del ejército, i se ordenó al coronel Vial comandante de este cantón marchase con toda su división a tomar el mando del de Nuble, pues su comandante Cruz se qejaba amar- gamente de la deserción qe esperimentaba en el ba- tallón de Voluntarios. El Jeneral ofició al Gobierno recomendando la aprensión de estos desertores i su pronto envió al ejército para qe fuesen castigados; aciéndole presente qe la induljencia con qe eran re- cibidos i la impunidad en qe qedaba este grave de- lito, alentaba a otros a cometerlo. En el campa- mento de aqella división se abia castigado con el último suplicio a un soldado cabeza de un motin con- tra sus oficiales. En la villa de la Florida se estableció un presi- —73— dio para asegurar a los ombres sospechados de mantener correspondencia con el enemigo i a otros reos de poca importancia. Se elijió este lugar por estar mas próximo i a retaguardia de nuestro ejér- cito. Estaba a las órdenes del subdelegado don Jo- sé María Victoriano. Se nombró en la ciudad de Concepción una junta de gobierno compuesta de tres individuos, siendo uno de ellos el venerable Arcediano don Salvador Andra- de. Aunqe parecía poco a propósito para el caso i en tiempo de guerra, el nombramiento de un eclesiásti- co, era tal la opinión i respeto qe le profesaba todo el pueblo, qe fué recibido con entusiasmo. Por otra parte, solo se exijia de este Gobierno la conser- vación del orden i la remesa de algunos auxilios, i para este servicio era el mas aparente. Se exaj eraba tanto la solidez de las fortificacio- nes construidas en Chillan, qe pareció indispensa- ble trasportar artillería de grueso calibre para des- truirlas; pero conducirla por aqellos caminos corta- dos por ondas qebradas, por lodazales profundos i por empinadas cuestas, i en la ríjida estación del invierno, parecía empresa mui difícil si no imposi- ble. Mas las dificultades no arredraban al Jeneral Carrera: arrostrarlas i vencerlas fué casi siempre su destino i su gloria. Se pidieron a Talca desca- ñones de a 18 i se sacaron de Talcauano otros dos de a 24 montados sobre carros construidos a propó- sito, tirados por muchas yuntas de bueyes, acompa- ñados de peonas provistos de err amientas para la composición de los caminos, i bajo una competen- te escolta. Para describir las fatigas de esta marcha, 10 —74— i para recomendar el mérito especial de los con- ductores, seria necesario un largo capítulo; pero no puede pasarse en silencio el mui distinguido qe entonces contrajo el alférez de milicias don Bernar- do Barrueta, oi capitán reformado e inválido, i por el qe fué después empleado en otros servicios de igual importancia, qe siempre desempeñó satisfac- toriamente. El Jeneral recibió comunicaciones del Supremo Gobierno, en las qe le mandaba, i aun rogaba mui encarecidamente, qe apresurase la conclusión de la campaña contra Sánchez, para acudir a la defensa de las provincias del norte, amenazadas por el Jeneral Ossorio qe abia intimado rendición al puerto del Uasco, i por Pezuela qe debia dirijirse a Valpa- raíso. Se le pedia también todo el armamento so- brante para organizar fuerzas qe pudiesen tentar una resistencia provisioria. Esta falsa alarma la abia causado la fragata Bretaña, qe en su fuga de Talcauano i en su bajada para el Callao, iba de- rramando por la costa falsas noticias i finjidas inti- maciones; i qe, los qe las recibían no eran capaces de someter a un racional criterio, ni aun examinar su oríjen i probabilidades. Inmediatamente se dieron órdenes para la pron- ta salida de la fuerzas estacionadas en Concepción, i para qe el coronel O'Higgins se aproximase al Diguillin. El Jeneral en jefe partió para Talca acompañado solamente del capitán Benavente, de su ayudante Barnachea i de seis soldados, inqie- to i desazonado por la demora de la división qe mandaba el coronel Vial, al qe se le abian impar- —75— tido repetidas órdenes para reunirse con la del co- ronel Cruz, especialmente en la comunicación de 19 de junio, en qe se le decia — "En el momento de recibir V. S. esta orden, se pondrá en marcha con la división de su mando; i en el caso de no poderla mover toda, ni la artillería gruesa, por fal- ta de bagajes, lo verificará V. S. aunqe sea con un solo ombre i se dirijirá por Longaví asta reu- nirse con el coronel Cruz." — El 26 encontró el Jeneral a esta división en la Ovejería, distante de Talca dos leguas i media, i después de reconvenido m jefe como correspondía, se le mandó avanzar con toda rapidez. ElJeneral pasó a esta ciudad pa- ra tomar otras providencias, i volvió a alcanzar la división el día 30 en el lugar llamado los Carriza- lillos, donde se abia acampado por la lluvia Este mismo día fué atacada la división del coro- nel Cruz, cerca de San Carlos, i prisionera toda ella a excepción de una partida qe mandaba don José Ignacio Quezada. El capitán don Pedro Vic-» toriano encerrado en las casas de Arraigada, izo una eórica defensa matando en la primera descarga a 8 soldados i al guerrillero Chaves, asta qe rodea- do por los enemigos i tomadas las puertas i venta- nas e incendiados los techos, propuso una capitula- ción onrosa qe le fué concedida para ser inmedia- tamente qebrantada. Esta primera ventaja enva- lentonó a los encerrados en Chillan, i los animó para enviar fuera algunas otras partidas; pero la destinada a San Javier cayó en manos del tenien- te Molina i fué completamente destruida cerca de Larqui, escapando vivos solo 15 prisioneros sin mas —76— desgracia de nuestra parte qe una erida recibida por Molina en la mano derecha. La prisión de Cruz i Victoriano fué cantada por los españoles como un espléndido triunfo, debido a las altas combina- ciones estratéjicas de Urrejola i al valor imperté- rrito de Elorreaga i Quintanilla, cuando solo fué obra de una venta o traición, qe de ora en ora ponia en su noticia el estado, movimientos i fuerza de la di- visión. Los nombres de Alarcon, Arraigada, frai- le Serrano, Acuña, Bustos, Moreno i Cerda, deben ser condenados a perpetua infamia, por aber abu- sado tan vilmente de los favores i acojida qe les dispensó el coronel Cruz. Este digno patriota i su segundo Victoriano fueron conducidos a Chillan desnudos, insultados groseramente i encerrados en inmundos calabozos. Este contraste obligó a nuestras divisiones a mar- char con toda cautela, avanzando simultáneamen- te para acer en un dia i en un punto dado su jun- ción. El 5 de julio pasó el Itata por el vado del Roble el grueso del ejército, el coronel O'Higgins por otro de mas arriba, i la división de Talca alo- jó en Changaral. *-77- CAPITULO V. Se reúne todo el ejército en los altos de Callanco: llegan las piezas de a 24 i se pone el sitio a Chillan — Acciones del 3 i 5 de agosto; incendio de la Pólvora — Este accid^^nte obliga a levantar el sitio — Emprendida la retirada, sale el ejército enemigo, presenta batalla, intima rendición, i con la enérjica contestación qe se le da, vuelve a sus atrincheramientos — Continúa la retirada. El dia 8 de julio de 1813 las divisiones qe abian pasado el Itata, se reunieron i acamparon en las casas de Fonseca, distantes dos leguas de Chillan; i la qe conducia de Talca el Jeneral en jefe, ade- lantó una partida de cien ombres al mando del ca- pitán don José María Benavente, sobre el Nuble, para ocupar el paso de Cocharcas. Los coroneles don Luis Carrera, Mackena, O'Higgins i el cónsul M. Poinsett, escoltados por 180 fusileros, practicaron un reconocimiento de la plaza i de las alturas qe la dominan: i aunqe el enemigo salió a estorbarlo, re- trocedió con la muerte de dos soldados i otros tan- tos prisioneros, siendo uno de ellos oficial armero. En la noche del 10 ocupamos los altos de Callan- co a una legua de Chillan, posición por si bastan- te fuerte; i a la madrugada del siguiente dia avan- zó el coronel O'Higgins con su división i despiezas de a 4, al mismo tiempo qe las guerrillas de Prie- —Ta- to i Serrano marcharon a las orillas del Nuble, para protejer el paso del Jeneralen jefe. Llegó éste a las once del dia, i sin desmontarse avanzó asta el pun- to qe ocupaba O'Higgins; porqe el enemigo se abia presentado en bastante numero; pero luego retro- cedió — Logrado el objeto i reunida la división de Talca, todas nuestras fuerzas se replegaron sobre Callanco. En la noche esperimentamos un recio tem- poral de viento i agua, qe echó al suelo nuestras tiendas i mojó nuestro armamento i municiones: era el preludio de los qe debíamos después sufrir, i qe nos abian de causar mayores males qe las balas ene- migas. Permanecimos diez dias en estas posiciones esperando la llegada de la artillería gruesa, pero manteniendo bloqeada la plaza i sosteniendo conti- nuos ataqes de guerrillas. La de Molina solia com- prometerse tanto, qe obligaba a darle auxilios de los cuerpos, siempre listos para este caso. La fuerza de Caballería se minoraba por momen- tos, asi por las deserciones, como por la falta de fo- rrajes. De la capital no nos venían los auxilios pe- didos, i los qe podía dar la Concepción eran inefi- caces. Una partida de Dragones mandada para bus- carlos cayó en poder "de los ermanos Espinosa, i la conducían prisionera a Chillan, cuando fué recobra- da por otra nuestra, trayendo presos a estos traido- res; los qe fueron juzgados i sentenciados, uno al su- plicio i otro a prisión durante la guerra. Nuestra situación comenzaba a ser angustiada, i era indispensable apresurar su desenlace. El dia 22 movimos nuestro campo para estrechar el sitio, llevando los dos cañones de a 18 qe vinieron de Tal- ca, i sabiendo qe los de a 24 estaban ya a tres jor- nadas. Acampamos a las márjenes del Maipon, a im cuarto de legua de la plaza, en un terreno lla- no pero tan cenagoso, qe las ruedas de los cañones se enterraban asta la mitad; los caballos se atolla- ban i el lugar en qe nos acostábamos qedaba mar- cado con la figura de nuestros cuerpos — Las gue- rrillas avanzadas comunicaron qe el enemigo salia por la parte del sur, i un espí a lo confirmó, agre- gando qe era con el fin de sorprender la artillería de a 24 qe estaba en Larqi. El coronel Carrera marchó con una división a protejerla, i el 25 tuvi- mos el gusto de verla llegar salva después de aber vencido dificultades sin cuento. En la tarde del 26 nuestras guerrillas tomaron posesión de dos alturas qe qedan a tiro de cañón de la plaza; i en la media noche se construyó una ba- tería con salchichones, sacos de cuero i algunos de lona, qe se abian echo con las tiendas de campa- ña despedazadas por el temporal. El 27 se mandó a la plaza al teniente coronel don Francisco Cal- derón, conduciendo un oficio para el cabildo, en el qe se le pedia inñuyeseen la terminación de la gue- rra, pues si el ejército real se obstinaba en conti- nuar ocupando la ciudad i en defenderla contra to- da probabilidad, seria preciso destruirla. No se es- cribió a Sánchez, porqe se abia negado a contestar una nota anterior. El parlamentario volvió sin res- puesta; pero al dia siguiente la trajo don Antonio Adriazola, i aunqe parecia por escrito contraria, de palabra aseguraba la disposición qe abia para entrai* en algún convenio. Conduela también una nota de Sánchez para el señor Poinsett, en qe le reconvenía por la parte activa qe tomaba en la guerra, sien- do un ájente u oficial de una potencia amiga de la España — Nada se le contestó. Rompió el fuego nuestra batería i vimos con sa- tisfacción qe nuestras balas no solo alcanzaban sino qe traspasaban la plaza. Por uno qe se abia sali- do de ella supimos el efecto de nuestros prime- ros tiros, pues ellos abian muerto a un carretero qe estaba trabajando, i se abian llevado por delan- te el rollo o picota plantado en medio de la plaza. Algún daño abian causado también en el castillo de San Bartolomé, qe se abia construido al sur de la ciudad, iqe nuestros soldados llamaban el Brujo, por lo escondido qe estaba a nuestra vista. Se trató de asaltarlo en la noche, pero se suspendió la or- den, conociendo qe nuestras tropas a pesar del va- lor i entusiasmo qe manifestaban, no estaban to- davía en el estado de disciplina qe exije una ope- ración tan importante. El coronel O'Higgins con 300 soldados i el capitán don J. M. Benavente con 80, fueron destinados a entrar a la ciudad por el sur i norte, con el objeto de incendiar algunas ca- sas, para acer efectiva la amenaza al cabildo, para imponer a los abitantes, i para aclarar el camino a nuestros sucesivos ataqes. Al amanecer se reti- raron estas partidas, i aunqeel enemigo amagó per- seguirlas, se contuvo al reconocer las fuerzas qe las sostenían. El 2 de agosto en la noche el coronel Mackena con 500 infantes mandados por don Carlos Spano, i 4 piezas de artillería dirijidas por el mayor Oller —81— i capitán Camero, avanzó a tomar la altura mas inmediata al pueblo; i al amanecer del 3 estaba ya defendido por una batería construida del mismo modo qe la primera; i mui temprano se presento una columna enemiga corriendo i con los fusiles a la espalda, dando a entender qe venia uyendo i a entregarse. Spano se apercibió para recibirlos co- mo correspondía, i cuando estuvo mui cerca i co- nocida ya la estratajema, mandó romper el fuego i se trabó una acción mui viva. El Jeneral en jefe ordenó qe la caballería atacase por el Tejar ama- gando cortar la retirada, i qe el coronel Carrera con 400 infantes flanqease al enemigo por la de- recha—Estos movimientos practicados con toda exactitud, le obligaron a emprender su retirada, i fué perseguido por nuestras tropas asta dentro de las calles; pero desgraciadamente con mas arrojo qe orden, i con un entusiasmo loco, qe no les deja- ba oir la voz de sus oficiales; i así se malogró la preciosa ocasión de rendir ese dia la plaza. Tuvimos qe lamentar la muerte del sarjento mayor de ar- tillería don Ipólito Oller, qe aunqe español, nin- gún chileno le excedía en patriotismo: la del capi- tán de la misma arma don Joaquín Alonso Game- ro, oficial igualmente distinguido por su valor i se- renidad, i la del capitán de milicias don Juan José Ureta. Tuvimos también considerable número de eridos, qe pasaron al ospital de la sangre, situado al sur del rio, i a cargo del cirujano don Manuel Julián Grajales, español qe abia sido echo prisio- nero en la fragata Tomas, enemigo acérrimo de la revolución, pero de sentimientos tan nobles i filan- 11 —82— trópicos, qe cuidaba a los enfermos con un amor í celo superiores a todo elojio. La pérdida del ene- migo debió de ser mayor, pues peleaba a campo descubierto i en columna. El bravo oficial qe lo comandaba don Lucas Molina, cayó muerto al prin* cipio del combate. La Guardia j ene ral al mando de Benavente sos- tuvo esta mañana un ataqe contra la división de Oíate, qe venia de la montaña conduciendo auxi- lios para la plaza, i le hizo algunos prisioneros. Los estaba examinando el Jeneral en jefe, cuando re- cibió aviso de una nueva salida del enemigo por el Tejar i por otros puntos, pero qe no se dirijia alas fortificaciones, sino qe formaba sus divisiones con orden i sosiego. Solo un punto de nuestra línea fué atacado, i abria sido tomado sin el empeño i denue- do del valiente Barrueta, qe lo sostuvo asta qe el capitán Moría con 2 cañones i cien infantes llegó en su auxilio. La artillería enemiga manten ia un fuego activo, pero su infantería permanecía forma- da i descansando sobre sus armas: parece qe es- peraba alguna orden, o alguna oportundad favorable para principiar su ataqe. Mui pronto se la presen- tó la mas espantosa catástrofe. Una bala de cañón despedazó un armón, incendió la pólvora qe con- tenia, i ésta la demás qe abia en nuestra princi- pal batería, los cañones qe estaban cargados, i aun las cartucheras de los soldados. El grande i prolon- gado estruendo, la espesa i elevada columna de fuego i umo, i los lastimeros ayes i movimientos desordenados de tantos infelices qe corrían abrasa- dos, presentó al enemigo la ocasión de atacar, i —sa- lo izo con tanta precipitación i arrojo, qe los qe mirábamos desde lejos creíamos imposible resistir- le. Mas la Providencia abia conservado salvos al capitán Moría, i a los oficiales Millan, Laforest, Cabrera i Vázquez para qe con su valor i sangre fria evitasen la ruina total del ejército. Sobre todo don Antonio Millan qe cargando un cañón con cuanta metralla podia contener, i disparándolo en mejor oportunidad, izo espantoso estrago en la co- lumna mas avanzada, i la obligó a retirarse. El teniente don Francisco Barros con los granaderos qe podian seguirle, saltó las trincheras i persiguió al enemigo asta dentro de la población, apoyado por las partidas de caballería que estaban a la re- taguardia de la batería. — Quiero ablar de mí mis- mo i solo para confesar una falta. Cuando vi el vol- can que reventó en el centro de nuestra batería, porqe tal debió parecerme la esplosion de la pól- vora, prorrumpí en una fuerte esclamacion, i de- sesperé de qe nos salvásemos. El ayudante de asamblea don Diego Guzman, me reconvino por una conducta qe pudiera inspirar desaliento en la tropa -qe tenia á mis órdenes. Reconvención bien merecida, qe aprecié entonces i asta oi agradezco. Apesar de la retirada qe se tocaba en nuestro campo, las partidas tardaron en efectuarla, i algunas, como la del teniente de Dragones don Venancio Es- canilla, se presentaron por la parte del sur, des- pués de atravesar toda la ciudad. Cargamos en ombros á nuestros eridos i qemados, qe fueron co- mo cien soldados, el digno coronel Spano, i los subalternos Rencoret i Currel. Era casi imposible ^84— reconocerlos por su aspecto: todos parecían negros africanos en el color i en sus cabellos rizados por el fuego — Se dio sepultura a los muertos, entre los qe se aliaban el alferes Zorrilla i el cadete Fernandez, Reconocidas las municiones qe nos qedaban, se encontraron solo once mil cartuchos de fusil, mui pocos de cañón, i estos de grueso calibre. Se des- icieron algunos para proveer a las piezas volantes; pero como se esperasen de Concepción i Talca, adon- de se abian pedido con anticipación, se determinó continuar el sitio, despachando sin embargo, con to- da delijencia, al coronel Mendiburu i al mayor de órdenes Calderón qe apresurasen su venida. Este comunicó desde Itata, qe el convoi qe venia de Concepción habia caido en manos del guerrillero Estevan Carrasco, qe lo habia conducido a Chillan. , El dia 5 a las dos de la tarde izo el enemigo otra salida jeneral, i a pesar de su arrojo i de nuestros apuros, no alcanzó mas ventaja qe acernos qemar mucha parte de nuestras escasas municiones. La batería mas avanzada fué defendida con eroismo por el coronel don Luis Carrera, cuya erguida i no- ble cabeza, siempre descubierta, sobresalía de los atrincheramientos, i parecía mas bien nuestra en- seña. Después de cuatro oras de fuego activo se re- tiró el enemigo, i fué perseguido como otras veces, es decir, asta dentro de la población, pero con mas ímpetu qe disciplina i como siempre sin otro prove- cho qe dejar bien puesto el onor de nuestras armas, e imponer algún respeto, i disfrazar en lo posible nuestra apurada situación. Con este objeto, sin du- da, i no con esperanza de buen suceso, se intimó ^85— rendición a la plaza por medio del teniente coro-^ nel don Raimundo Sesé, ofreciendo qe se dejaría reembarcar a las tropas venidas de Chiloé i Val- divia, i qe se les proporcionaría trasportes, i todos los auxilios, siempre qe entregasen inmediatamen- te las armas. El parlamentario fué recibido bajo todas las formalidades acostumbradas, i aumenta- das con mil estratajemas, para confundir su ima- jinacion, i acerle creer la existencia de numerosas tropas, e inespugnables fortificaciones. No se le dio contestación; pero después la condujo el padre Fr. Francisco Armirall, secretario de Sánchez, el que presentó contrapropuestas, reducidas a qe el ejér- cito de la Patria repasase el Maule, qe el territorio situado al sur qedase ocupado por los realistas, i qe ubiese armisticio asta tanto llegase la aprobación del virei del Perú. Nuestro jeneral desechó estas proposiciones e insistió en las primeras, fundando su ventaja en razones tan fuertes, i espresadas con aqella persuasión i afabilidad qe le era característi- ca, qe icieron vacilar el juicio del fraile parlamen- tario, i aun le ganaron su afecto particular, como después lo probó. Partió a comunicar a su jefe el resultado prometiendo emplear su influjo para un abeniniiento. A la media noche se presentó el te- niente coronel Carvallo trayendo un oficio en qe Sánchez se negaba a todo, i reconvenía porqe ba- jo la salvaguardia de los parlamentos se adelantaban las obras; lo qe era enteramente falso — A muchos parecerá estraña, talvez ridicula, la frecuencia con qe cruzaban los parlamentarios el campo de los combatientes; pero debe considerarse qe las noticias —86— qe recíprocamente se daban, eran tan exajeradaSy i los recursos con que cada bando contaba para sos- tener la guerra estaban tan cerca de agotarse, qe se sentía por ambas partes la necesidad de finali- zarla, i el principal elemento qe la sostenía era la decisión, la enerjia i casi puede decirse la terqedad de ambos jefes. Por una parte se veia a la Patria personificada en Carrera, por otra al rei en Sán- chez. Sus voluntades eran leyes qe sancionaba la opinión. Nuestra situación era verdaderamente orrible. Los cuerpos disminuidos en mas de la mitad de su fiíer- za: el ospital no podia contener el numero de en- fermos: la caballería desmontada; los caballos muer- tos llenaban el campo: las provisiones de guerra i boca escasísimas: los auxilios qe de una parte se esperaban abian caido en manos del enemigo, i los qe se aguardaban por otra no parecían: la estación continuaba rigurosísima, i este cúmulo de desgracias acian insostenible el sitio. En la noche del 7 prin- cipiamos la retirada, replegándonos de un punto en otro; i aunqe el enemigo observó el movimiento, na- da intentó para estorbarlo. Si el 8 izo una salida i ocupó los lugares qe abiamos abandonado, muí pronto los desocupó también. El mayor jeneral Vial partió para Quiriue llevando los enfermos a ombros de los milicianos desmontados. El 9 en la noche todo el ejército se situó en las alturas de Callanco, venciendo mil dificultades para conducir la artille- ría por fangales i acería trepar, a brazos de ombres. Al amanecer del 10 todo el ejército realista sa- lió al campo, i al favor de una niebla espesa se —87— aproximó al nuestro. Disipada algún tanto a las 7, vimos su formación en batalla. Un parlamentario se adelantó a traer la siguiente intimación. *'Aunqe pudiera sin esta formalidad destruir las miserables reliqias del ejército del mando de V. S. por la protervidad con qe se a negado a un par- tido ventajoso, respecto al estado de abatimiento en qe se aliaba al tiempo de mi propuesta, no es con- forme a mi umanidad, ni a las piadosas intenciones del jefe qe espedicionó con el qe está a mis órde- nes. Con todo, es indispensable qe Y. S. se entre- gue a discreción, porqe de lo contrario seré inexo- rable en acer sufrir todo el rigor de las leyes mili- tares, dentro de tan pocos momentos como son los qe necesito para vencer la corta distancia qe nos separa. Aora es cuando debe acreditar V. S. la uma- nidad de su corazón evitando su muerte i la de to- dos los infelices qe lo acompañan, como inevitable efecto del superior número i valor de mis tropas, qe solo aguardan la señal de atacar para darla. Dios guarde a V. S. muchos años. Campamento del ejército real agosto 10 de IS13 —Juan Francis- co Sánchez Mientras se contestaba este oficio nuestras tropas formaban la línea con un entusiasmo i decisión ex- traordinario, i qe parecia aumentarse por la deses- peración, o por el deseo de poner término a tantas fatigas. El brigadier don Juan José Carrera infla- mó tanto el ardor de sus granaderos, qe abiéndose llevado aguardiente, reusaron tomarlo diciendo qe no necesitaban de ese estímulo para pelear, i qe si lo aceptaban podia acerle faltar a la subordinación —88— i al exacto cumplimiento de lo qe se les mandase. La Gran Guardia, qe era el 2." cuerpo veterano, ma- nifestaba igual decisión, a pesar de qe solo tenia cuatro subalternos en sus filas, pues los demás ofi- ciales i jefes se abian dado por enfermos. Se llamó al comandante de la guardia jeneral para qe toma- se el mando. El Jeneral en jefe dio al parlamentario la si- guiente contestación. "Las miserables reliqias del ejército de la Patria esperan con la mayor impaciencia el formidable ejér- cito qe manda V. S. Ojalá ubiera escusado la for- malidad del parlamentario, paraqeubiese llegado cuanto antes el momento mil veces deseado. La muerte con qe V. S. me amenaza, es el mayor pre- mio qe podria recibir por mis fatigas: moriremos to- dos defendiendo la libertad de nuestra Patria. ¿Po- drá aber mejor recompensa para ombres qe no tie- nen otro interés qe el bien de su pais? No: yo no soi mercenario i debe creérseme. Ya qe V. S. me desafia a sangre i fuego, admito la proposición, i asi lo e echo saber a mi ejército, i lo aré también a mi gobierno para qe pueda obrar arreglado a los principios adoptados por los emisarios de la Gran Rejencia española — Tenemos precisión de escarmen- tar a los malvados con el terror: es contra nuestro carácter, pero ya es indispensable. Solo siento qe V. S. se qede encerrado en la desgraciada Chillan, i no venga a participar de las glorias qe oi adqi- rirá su resuelto ejército; pero su alma es sensible i no podrá ver la destrucción de mis desgraciados soldados. —89— Dios guarde a V. S. muchos años. Campo de Ca- llanco agosto 10 de 1813. — José Miguel de Carrera. Era tanta la exijencia del enemigo, o le corria tanta prisa nuestra destrucción, qe despachó a Pas- qel de 2.° parlamentario para reconvenir por la vuel- ta del primero qe era Urtado. Delante de ellos mis- mos se dio la orden para acería guerra sin cuartel, se les notificó qe si venia algún otro enviado seria decapitado, i se les dejó en libertad para qe recono- ciesen nuestras posiciones i el estado de nuestras tropas. Después de su despedida, se izo una salva de 21 cañonazos para celebrar el próximo fin de la campaña, a pesar deqe nuestras municiones no nos permitian esta profusión. Esperábamos i esperará el lector una batalla mortífera, después de tan fuer- tes amenazas, de superioridad tan reconocida de par- te del enemigo, i de valor tan preconizado. Pero todo fué una pura fanfarronada: el ejército enemi- go nos volvió la espalda: nuestras guerrillas le pi- caron la retaguardia con solo el objeto de burlarlo disparando coetes, i continuamos nuestra retirada sobre el rio Chillan. Los pocos bueyes i muías qe teníamos icieron varios viajes, i asi gastamos parte de ese dia i toda una noche para poco mas de una legua de marcha en medio de una fuerte lluvia. El cañón de a 24 qe nos qedaba se atolló en un pan- tano i no ubo fuerzas bastantes para sacarlo. Se izo reventar i se incendió su cureña, los palos de las car- pas i otros artículos qe no podíamos transportar. El dia 14 llegamos a las orillas del Itata en el lu- gar de Qinchamali, i como este rio estaba muí cre- cido tuvo qe pasarlo en una peqeña i mala balza, 12 —90— la división de 400 ombres destinada a Concepción. El centro del ejército se dirijió a Qiriue, adelantan- do cien ombres para protejer al capitán Prieto, qe escoltaba el peqeño convoi qe nos venia de Talca. Así concluyó este sitio, corto en tiempo pero mui dilatado en sufrimientos de todojénero. Si dejamos el campo surcado por las sepulturas de patriotas, i sembrado de esqeletos de caballos i de otros des- pojos, también arrancamos algunos laureles, qe no por culpa nuestra se marchitaron pronto, como tam- poco lo fué qe tan eróicos esfuerzos qedasen estéri- les. Algún dia la severa istoria desenvolviendo los echos, descorriendo el velo qe cubre todavía las fal- tas cometidas en la revolución, i llamando ajuicio a las cosas i a los ombres, ara justicia a los éroes de Chillan — El poeía chileno qe se apoderase de es- te episodio de nuestra revolución, encontraría en él los materiales de una interesante epopeya: sublimes destellos de patriotismo, rasgos de jenerosidad, vir- tudes cívicas. Veria brillar no pocas de las pren- das de un valeroso i avisado caudillo en don José Miguel Carrera; veria bosqejado el indomable valor de un Ayaxensu ermano don Luis; iqizá no echa- ría menos tampoco la envidia i las bajas pasiones de algún Tersites. —91— CAPITULO VI. Los realistas conspiran en Concepción — Ellos estienden sus opera- ciones por toda la Provincia, i nos obligan a diseminar nuestras fuerzas — Se apoderan de la plaza i puerto de Arauco — Varios ata- qes parciales — Con los recursos qe pudo proporcionar Concepciojí i los pocos llegados de Talca, se abre de nuevo la campaña — Se reúnen varias divisiones en el Roble i son sorprendidas — Se mudan posiciones — Acción de Trocayan, Ai pueblos como ai ombres qe parecen naci- dos para ser infelices, o para confirmar la doctrina de los fatalistas. Concepción es uno de ellos. Sus primeros fundadores escavaban los cimientos junta- mente con sus sepulcros: sus hijos crecian en medio de sitios i combates, i sus nietos an sido diezmados bajo la cuchilla de sus mismos projenitores. La na- turaleza, a pesar de un clima benigno i puro cielo, lo visita cada tercio de siglo con alguna de aqellas plagas asoladoras qe recuerdan a los umanos la frajilidad de sus obras. Tiembla la tierra para des- plomar sus edificios i se levanta el mar para sumer- j irlos: muda su localidad i su sistema de gobierno i no alcanza a sustraerse a su cruel destino. Tantas i tan duras vicisitudes deben aber influido sobre el carácter de sus abitantes, dotándolos de una de- cisión i enerjía, para no retroceder al aspecto de los peligros. Si la revolución política los dividió en --92-^ dos bandos, cada uno siguió el suyo con tesón, pres- tando servicios activos i con entera abnegación de sus particulares intereses. De ese pueblo agricultor i pobre sacaron siempre los realistas importantes auxilios, i los sacó también el ejército de la Pa- tria. Esta vez iba a reponer los qebrantos sufridos en Chillan i a apurar una situación por sí bastante angustiada. Acababa de descubrirse una conspira- ción fraguada por los realistas, i la estén sion de sus planes i los nombres de los cómplices abian qe- dado ocultos con la precipitada fuga de los principa- les fautores. La enerjía del vocal déla Junta don Julián Uribe i la actividad del comandante mi- litar don Pedro Nolasco Vidal abian logrado des- cubrirla, i estaban contraidos a poner la ciudad en estado de defensa. Se abian cortado las calles con fo- sos i trincheras: abocado cañones en ellas, i reunida la guarnición i los patriotas en la plaza. Nuestros es- pías abian indicado esta conspiración, i comunicado qe se organizaba una fuerza en Ualqi para cooperar a ella, al mando de su antiguo cura el español don Gregorio del Valle, sacerdote indigno, ministro de sangre i esterminio mas bien qe de relijion i paz. Se abia también interceptado una carta a García Molino datada en Chillan a 19 de agosto en la qe se decía — "Para su satisfacción le digo que a esta ora se trata de prender en Concepción a la Junta i a don Francisco Calderón qe fué a traer 200 ombres de refuerzo para el ejército ester minador, los qe se sublevaron antes de llegar a la Florida, con la no- ticia de aber sido destruido el ejército chileno." Con estos antecedentes el Jeneral en jefe apresuró —93— su marcha a Concepción, mandando antes al co- ronel O'Higgins por detras de la Florida i al capi- tán Benavente por Pichaco para dispersar la fuer- za del cura Valle, i para prender una partida de de- sertores qebajo el nombre de realistas andaban co- metiendo robos. Ambos objetos se lograron fácil- mente. Sánchez libre de nuestra presencia en Chillan, con sus tropas mejor paradas qe las nuestras, co- mo qe abian pasado en buenos cuarteles la dura estación del invierno, con partidarios activos i prác- ticos del territorio, i con medios abundantes de mo- vilidad, despachó peqeñas partidas en todas direc- ciones, qe dividiesen nuestra atención i nos priva- sen de todo recurso. Don Juan Antonio Oíate con cien fusileros i otros tantos milicianos se dirijió a Qiriue para apoderarse del convoi qe venia de Talca, pero fué vergonzosamente rechazado por el capitán don Joaqin Prieto. Este dia prestó im- portante servicio el norte americano Alfonso Benet, i la' guarnición cuando se vio atacada izo severa justicia en el traidor Mariano Alarcon, qe estaba preso en la cárcel. Temió Prieto qe volviese el enemigo con mas fuerza, i como ignoraba el au- xilio qe le iba de la segunda división, se reple- gó con todo el cargamento sobre Cauqenes, don- de se aliaba el coronel Vial con los enfermos. In- mediatamente se atrincheraron en la plaza, precau- ción mui oportuna, pues a los pocos dias los ata- có el mismo Oíate con 400 ombres i dos piezas de artillería; i a pesar de qe nuestra fuerza solo as- cendia a 150 soldados de todas armas, sostuvo un —94— fuego activo por siete oras, i obligó al enemigo a abandonar su empresa. Por la parte del sur corrían los realistas con mas libertad, como qe sabian qe en Concepción carecía- mos de medios para perseguirlos. Con la poca pól- vora i plomo qe pudo sacarse del comercio, de los buqes balleneros i aun de las casas de los vecinos, i con las balas en qe por fuerza se izo trabajar a un errero español, logramos proveernos de algunos cartuchos, i con los caballos de los ciudadanos i de los oficiales, se abultaron algunas partidas para auxiliar al coronel O'Higgins estacionado en Rere, i para reducir la plaza de Arauco sublevada en esos dias, i por la qe el enemigo iba a abrirse comunica- ción con Chiloé i aun con el Perú. Esta medida era urjentisima i llamó la preferente atención del Jeneral. Despachó al coronel de milicias don Fer- nando Urizar con 25 soldados; luego le siguió el te- niente don Gregorio Allende con 40, i después don Juan Luna i don Pablo Vargas con dtros tantos. Al mismo tiempo salieron de Talcauano el bote del resguardo i dos lanchas armadas con un cañón, al mando de don Rafael Freiré, para protejer el paso del rio Carampangue. El enemigo lo defen- día con un cañón de a 4 montado en una carreta, con 14 fusileros i con cerca de docientos milicia- nos montados . Es preciso confesar que nuestros oficiales no cumplieron con su deber, o no compren- dieron la importancia de la empresa qe se abia fiado a su valor i pericia, pues sin tentar una ac- ción, i desobedeciendo las órdenes mui terminan- tes de ocupar a Arauco cambiaron de dirección, i —95— por el Araqete se dirijieron a la plaza de Santa Juana. Cuando se esperaba el parte de la reduc- ción de aqella, llegó el de ésta, i aunqe abia sido feliz, por aber echo prisionera toda la guarnición, inclusos cuatro desertores nuestros, i aber muerto 14 enemigos, el Jeneral recibió la noticia con el mayor disgusto, i aun qiso someter a un juicio al jefe responsable; pero la necesidad i ciertas circuns- tancias icieron callar a las leyes. El coronel O'Higgins avisaba qe el enemigo se aumentaba en la frontera, i qe su fuerza no era bastante para contenerlo, como igualmente a las partidas de bandidos qe se iban levantando bajo su protección. Qe en Uilqilemu se le abia presen- tado con fuerza mui superior, i qe aunqe el te- niente don Ramón Freiré con solo seis dragones abia derrotado su vanguardia, matándole al oficial i dos soldados, se abia visto en la necesidad de emprender su retirada, corriendo él (O'Higgins) gran peligro por haberse roto la cincha de su mon- tura, i qe a punto de ser prisionero, lo habia sal- vado el artillero Gabino González dándole su ca- ballo, i escondiéndose él en un bosqe vecino. Inme- diatamente se le despacharon 25 hombres con al- gunas tiendas de campaña; don José María Bena- vente le entregó en Tubuqen 80 fusileros i dos ca- ñones: i don Diego pocos dias después en Qilacoya 50 granaderos i 50 nacionales. Reforzado O'Hig- gins con estos oportunos auxilios, pudo tomar la ofensiva, i pasó a situarse en Uiqilemu avanzan- do 50 ombres sobre Gomero. El enemigo habia también reconcentrado sus fuerzas, en este punto, i —96— atacó a esta partida, mas ella se defendió retirán- dose por escalones asta qe se juntó con el grueso de la división. Entonces se trabó una acción jene- ral de la qe salimos completamente victoriosos, qe- dando por trofeos en el campo realista 20 muertos» De nuestra parte tuvimos solo uno, i otro prisione- ro qe se dijo después abia degollado Qintanilla a las pocas cuadras de distancia, solo porqe no an- daba a pié tan de prisa como ellos a caballo. — El íntimo conocimiento qe desde mi juventud tuve de este sujeto, me ace dudar de este echo, qe a ser cierto, seria una prueba mas de lo qe la guerra ci- vil desnaturaliza al corazón umano. — Sin embargo de esta ventaja O'Higgins retrocedió asta Ualqi, porqe ella le permitia conceder algún descanso a los caballos. En San Pedro, antiguo fuerte situado a orillas del Biobio i frente a Concepción, se presentó alguna fuer- za enemiga i muchos indios araucanos, qe impru- dentemente abian sido llamados en su auxilio. Di- go imprudentemene por no decir otra cosa, porqe el auxilio qe prestan los bárbaros es siempre funes- to a los mismos qe lo an solicitado. El Jeneral de- terminó dar un golpe de mano qe pudiese escar- mentarlos, i al efecto mandó traer algunos botes de Talcauano, se embarcaron en ellos cien ombres al mando de los subtenientes Allende i Vargas, i al amanecer del dia 13 de setiembre les cayeron en- cima, mataron a 12 i los demás se pudieron salvar, merced a sus buenos caballos. La división del centro estacionada en Qiriue, re- cibió orden para repasar el Itata, dejando 150 om- — 97— • bres bien montados para pro tejer los convoyes qe pudiesen venir de Talca i qe siempre andábamos esperando con ansiedad, situarse en Bulluqin, i echar algunas guerrillas por el Itata arriba, para lla- mar la atención del realista Elorreaga, i facilitar la pacificación de las fronteras. Para coadyuvar al mismo plan, i para socorrer a las guerrillas de Cárdenas i Barrueta, estrecha- das por fuerzas mui superiores, salió de Concepción don José María Benavente con 130 ombres i un ca- ñón de montaña. Situado en la qebrada de los Ri- jos, mandó avanzar sobre la Florida las guerrillas de Barrueta i don Pablo Vargas, las qe fueron ata- cadas por 1 00 fusileros i 200 milicianos, qe aun lo- graron cortarle su retirada. Estos bravos oficiales pelearon con gran denuedo, i se retiraron con orden, a pesar de aliarse ambos eridos gravemente. Vargas en una pierna i Barrueta en una nalga, de lo qe as- ta oi a qedado inválido. Un dragón recibió también una erida mui extraordinaria: la bala le entró por la boca, i le salió por el carrillo, i sin embargo no tu- vo lesión en los dientes ni en la lengua: sanó per- fectamente en pocos dias. El 5 de octubre entró en Concepción el convoi tan anunciado i tan ansiosamente deseado. Consistía en cerca de 30 mil pesos en efectivo, algunas municio- nes, víveres i vestuarios. La mitad de todo se abia dejado a la división del centro. El obispo auxiliar Andreu i Guerrero llegó también protejido por la escolta de dicho convoi. El enemigo abia destina- do a don Clemente Lantaño con 400 ombres para qe se apoderase de él en las vegas del Itata; pero 13 —os- la fuerza qe lo escoltaba i un movimiento de la di- visión Benavente qe se izo desde Diueno, le impu- ^eron respeto, i aun le icieron temer el ser cortado. Llegada la 2/ división al Membrillar, fué sitia-^ da por las fuerzas enemigas qe mandaba Urrejola: un propio despachado por el coronel Merino desde Qiriue participó esta ocurrencia al Jeneral en jefe; i como también supiese éste qe las tropas qe abian vuelto de Buenos- Aires i estaban en Talca al man- do de su comandante don Andrés del Alcázar se re- sistian a pasar el Maule por no tener órdenes del Gobierno, como no abia esperanza de mas auxilios de esta parte, ni de sacarlos de la exausta Concep- ción, fué indispensable ponerse en campaña con to- da prontitud i en cualqier estado. La guardia je- neral con algunos dragones marchó por el camino de la Patagua a reunirse con la división de Diueno, para volar en socorro del Membrillar: alas 36 oras estaban en los altos del Qilo i sus partidas avan- zadas sobre Ranqil. Noticioso Urrejola de este mo- vimiento, levantó el bloqeo del Membrillar, i se di- rijió al vado de Qinchamali, dándonos la preferen- cia para atacarnos. Don Juan José Carrera avisó a Benavente esta operación, lo qe izo qe éste se replegase acia la Florida, donde se reunió con el Jeneral én jefe. Mientras tanto el coronel 0'Hií?gins con .500 fu- sileros, cinco piezas de artillería i algunas milicias se movia desde Yumbel sobre el Itata, observado de cerca por el español Elorreaga, qe esperaba para atacarlo la reunión con Urrejola. Se dio orden a O'Higgins de dirijirse a los Pantanillos, para donde —99— marchaban las fuerzas de los dos Benaventes, i ca^ si a un mismo tiempo icieron su reunión el dia 15. Todas formaron una división bajo el nombre de oh- servacion, a las órdenes del coronel O'Higgins qe se movió a tomar posiciones sobre el Itata. KllO a las 4 de la tarde acampó en una loma larga qe tiene su cabeza sobre este rio, i guarda el vado del Roble. Al frente estaba situada una partida ene-* miga con un cañón, qe disparó algunos tiros, i le fue-^ ron contestados por el capitán Moría con dos pie- zas qe allí se colocaron. El resto de la artillería i la infantería acampó en la loma, la caballería en un bajo a la parte del norte, i varias partidas se des- pacharon a guardar la orilla del rio desde la acien- da de la señora Mardones asta el bado de la Piedra, es decir una distancia de una legua acia arriba i otra acia abajo poniendo también a nuestra espalda una gran guardia. Aquí debíamos permanecer en co- municación con el centro, qe esa noche debia qedar en Bulluqin, mientras el Jeneral en jefe acompa- ñado del capitán don José María Ben avente, vol- viese a Concepción para mover con toda dilijencia a la retaguardia, i entonces marchar sobre Chillan a ponerle nuevo sitio. A media noche cayó en manos de don Ramón Freiré un espía qe se em- pleaba de correo entre Concepción i Chillan, i qe es- ta vez llevaba la correspondencia de don Julián Ur- meneta i las señoras Reyes, en la qe avisaban nues- tro movimiento. Visto por Urrejola nuestro campamento, conci- bió el atrevido intento de sorprendernos en él esa misma noche. Al efecto dejó a nuestro frente a Ola- te con un canon, algunos milicianos para qe icie- sen muchos fuegos, i pasasen la palabra cada cuarto de ora, cajas para qe tocasen la retreta, i cuanto mas era necesario para representar un campo bien defendido. El con toda su fuerza subió asta Cerro- negro, donde se juntó con la división Elorreaga, i am- bas se encaminaron a tomar nuestra retaguardia. El toqe de diana fué la señal de ataqe, cayendo sobre la gran guardia, la pasaron toda a cuchillo, solo es- caparon el teniente Valenzuela qe la mandaba i el centinela Miguel Bravo qe dio la alarma i qedó en- tre los muertos con tres cridas en la cabeza. Nues- tras tropas aunqe completamente sorprendidas, to- man sus armas i se forman en varios pelotones, por qe todavía no podia conocerse el verdadero punto de ataqe, pues de todas direcciones se veia fuego. El Jeneral en jefe dormia en el campamento de la caballería i abiéndose levantado a los primeros tiros, vio qe al comandante don Diego Benavente le mataron su caballo en el momento de montar, y qe a pié corria a subir la loma, seguido por los dra- gones qe abian perdido sus caballos. Qiso él acer lo mismo, pero le detuvo su ayudante don Pedro Bar- nechea, llevándolo por otro lado qe le pareció mas seguro i donde se encontró cortado, i atacado de mui cerca por algunos milicianos. Descargó sobre el ofi- cial qe mas se le acercaba una pistola, qe por ca- sualidad estaba sin bala, pero con la pólvora sola le abrasó la cara. El recibió una lanzada en el cos- tado, llevó un golpe en una pierna, i su buen ca- ballo dos cridas. No encontró mas medio de salva- ción qe arrojarse al rio a nado, repasarlo mas aba- —101— jo, i dirijirse a la 2/ división — El usar Uribe i el mi- liciano de San Fernando José Antonio Orostiza, no le desampararon un momento, le cubrieron con sus cuerpos i le sacaron salvo. Su mayor de órdenes don Francisco Calderón qedó cortado por una partida de caballería; i el Jen eral araucano Venancio Coi- güepan qe nos acompañaba, abiendo sido echo pri- sionero fué amarrado i azotado; pero escapó poco después. Mientras tanto el campo se sostenia con todo de- nuedo. El teniente de artillería don Nicolás Garcia acia con dos cañones, un fuego vivísimo sobre la principal columna; i un piquete de milicias de Con- cepción al mando del sarjento don Nicolás Maru- ri, parapetado de unos peñones, ayudaba eficazmen- te a la artillería — Organizada en este punto la defensa ocurrieron a él, O'Higgins, Prieto, Benavente, i des- de entonces comenzó a establecerse el orden, i a concebirse esperanzas de triunfo. Pendía solo de un momento de resolución, desvanecido el pabor qe abia in fundido la sorpresa, i la voz de tan bravos oficia- les lo consiguió al cabo. Dada la orden de cargar a la bayoneta i rota la marcha, el enemigo empren- dió su retirada. Don José María Benavente.con la caballería qe pudo reunir se puso en su persecución i la fuga fué jeneral i precipitada, dejándonos dos cañones, 130 fusiles, algunos cajones de cartuchos a bala, i no de fogeo, como asegura Torrente para disminuir la vergüenza de sus armas, 17 prisione- ros i 80 muertos en el mismo campo, fuera de los qe qedaron por los bosqes i se aogaron en el rio, atra- vesándolo a nado. Por nuestra parte tuvimos 20 so 7- —102— dados muertros, i bastantes eridos, entre ellos el co- ronel O'Higgins en una pierna, el comandante Be- iiavente en la tetilla izqierda i el alférez Benett o Benites en el pecho: recibieron contusiones el ca- pitán Moría, el teniente don Juan de Dios Ureta, i el capitán de milicias don Martin Prast. Pudo contribuir a la precipitada fuga del enemigo el aberse presentado en una altura el teniente don Ramón Freiré con su guerrilla, i aunqe no podia penetrar la línea amenazaba acerlo. También pu- do tener noticia de la fuerza qe venia del centro en nuestra ayuda a las órdenes del capitán don Pedro Valenzuela. No podiamos cantar victoria, ni entregarnos a la celebración de un triunfo tan espléndido, por qe creíamos perdido a nuestro Jeneral en jefe. Al- gunos le abian visto comprometido en la pelea, otros echarse al rio delante de una partida contra- ria, i nadie daba noticia de su paradero. Por fin llegó un propio avisando qe venia de la segunda división con socorros. Fué jeneralmente gratificado por los oficiales i festejado a su modo por los sol- dados. El entusiasmo subió de punto cuando se le vio llegar salvo, victoriando i felicitando con som- brero en mano a sus valientes compañeros. No copio aquí el parte del Jeneral en jefe porqe no lo tengo orijinal i el qe se publicó lo creo si no mutilado a lo menos algo inexacto, como escrito en los primeros momentos, en medio de la algazara, i de los dolores qe debían aqejarle después de tantos tra- bajos sobrellevados en esa mañana. Solo diré qe recomienda a toda la división, i mui especialmente —103— al coronel O'Higgins, a quien proclama como el primer soldado de Chile. Puede verse dicho par- te en el Monitor Araucano número 87 de 30 de octu- bre de 1813. Tengo que confesar aquí otra falta mia, o mejor di- ré una acción vil, qe el trascurso de treinta i dos años no a podido borrar de mi memoria, ni el mas sin- cero arrepentimiento de mi conciencia. ¡Pueda esta confesión aliviarme de su peso! Cuando principia-* bamos la persecución se presentó un realista vic- toriando al cura Valle qe eqivocaba con el tenien- te García, porqe estaba vestido con un capote ne- gro. Yo descargué al pasar un sablazo sobre la ca- beza de este infeliz, i lo tendí en el suelo: luego oi un tiro de pistola, volví la cara i vi qe un muchacha sirviente de Prieto le abia acabado de matar. Es- ta muerte innecesaria cae bajo mi responsabilidad, i no e podido contarla en el número de los actos qe las leyes de la guerra justifican, ni creo qe pueda servirle de disculpa el acaloramiento del combate, o el dolor con qe me aqej aban mis cridas. Cuando volví al campo vi a la mujer de un solda- do qe próxima ya a ser madre, armada de una ba- yoneta guardaba a los prisioneros qe tenia echados bocabajo — Una joven de 15 años qeno sé porqe motivo seguía a la tropa, estaba traspasada en el vientre por una bala, lo qe después le valió el apo- do de la abaleada. Al tercer dia nos vimos obligados a trasladar nues- tro campamento a la laguna de Aben da ño, porqe el olor qe exalaban los ombres i caballos muertos en el bosqe, lo acian insoportable i porqe esta posición, —104 — aunqe fuerte, no tenia objeto militar. Fuimos a si- tuarnos mas arriba frente a la confluencia del Itata i el Diguillin. El cuartel maestre Mackena vino allí para dirijir la fortificación del campo, qe consistia en un parapeto de ramas i la tierra sacada de un foso esterior de una vara de ancho i otra de profun- didad — Lo mismo abia echo en la 1.^ división situa- da en Bulluqin — El enemigo respetó estas débiles trincheras. El capitán don Pedro Valenzuela con cien grana- deros repasó el Itata, para observar la ribera norte del Nuble, guardarlos partidos de San Carlos i Pa- rral, i protejer los convoyes qe siempre esperába- mos de Talca, porqe creíamos qe nuestra apurada situación, nuestra ambre i desnudez, el gran servi- cio qe estábamos prestando al frente del enemigo, la escasez d« municiones i de caballos, debían te- nerse muí presentes por los gobernantes del otro lado del Maule. Jamas nos abríamos podido imaji- nar entonces qe se nos abandonaba intencionalmen- te porqe en ello se interesaba un fin político, cuan- do el menos advertido debia conocer qe destruidas nuestras fuerzas, sucumbía el país i se frustraban to- dos los planes concebidos, a no ser qe fuese uno vol- ver o la dominación española, loqe no podia sospe- charse de patriotas tan acreditados i comprometidos. -En Trocayan fué atacado Valenzuela por fuer- zas muí superiores, al mando de Oíate. La acción fué muí sangrienta, duró 4 oras, i cayeron muer- tos el digno capitán Valenzuela, su segundo el va- liente Valverde, el onrado Ortiz, 10 soldados, i tu- vimos eridos 23. Qedaron también sobre el campo —105— 27 enemigos, i tocaron la retirada cuando ya abia- mos consumido nuestras municiones, i cuando to- das las esperanzas se libraban a las bayonetas. El mando de estos bravos recayó en el mui joven sub- teniente Manterola, qe lo sostuvo con acierto, em- prendiendo su retirada sobre Cauqenes. Allí recibió orden del Gobierno para pasar a Talca, de lo qe no se dio noticia al Jeneral; así es qe qedaron desaten- didos puntos mui importantes, i cayeron en poder del ememigo muchos correos qe marchaban bajo el supuesto de estar guardados por esa fuerza. 14 —106— CAPITULO VII. El Gobierno supremo se traslada a Talca, su objeto aparente, i el real — Oficia al Jeneral Carrera para qe renuncie el mando del ejérci- to, lo mismo qe sus ermanos — Nueva conspiración a favor de los rea- listas — El enemigo embarca en Arauco a varios prisioneros — Se repliega todo el ejército sobre Concepción i se le incita a qe deser- te — El señor Cienfuegos va de plenipotenciario — Se recibe del man- do el señor O'Higgins — Ace salir a los Carreras de Concepción i caen en poder del enemigo. E llegado a una época de nuestra istoria, cuyo recuerdo conmueve todavía mi patriotismo, i para cu- ya relación se encuentra embarazada mi torpe plu- ma. Qisiera pasarla por alto, pero temo dejar una laguna qe dificulte laintelijencia de sucesos impor- tantes. También con este silencio podría estraviarse el juicio de futuros escritores, qe a falta de mejor guia, intenten talvez seguir mis pasos. Correré por este desagradable campo a largas jornadas, sin pene- trar mucho en sus intrincados laberintos, i fijando solo la consideración sobre los puntos mas pro- minentes. El Jeneral Carrera tenia enemigos, como los tie- ne siempre el qe manda, máxime en tiempo de tras- tornos políticos, i cuando cada cual se cree con de- recho i con aptitudes bastantes para llenar los uecos qe deja una revolución. Si el común peligro qe to- dos corrían con la invasión de Pareja, abia acalla- —107— do las animosidades, de ningún modo abia estingui- do las particulares ambiciones. Ellas parecían revi- vir con nuestros primeros triunfos, i con las comu- nicaciones en qe el mismo Jeneral daba segurida- des, para alentar el patriotismo vacilante de los pue- blos. La victoria qe parecía próxima era el prospec- to del establecimiento de un gobierno tranqilo, i las glorias qe adqiriese el Jeneral i la opinión qe le granjeasen, el muro impenetrable qe lo defendiese, i cerrase a otros el camino al poder. Era preciso para esto contenerlo en su carrera, i arrebatarle el fruto de sus trabajos. La obra parecía fácil, pues los re- cursos qeeljenio encuentra en todas partes, i los sucesos qe sabe proporcionarse por sus meditacio- nes, se creian elementos a disposición de cualqiera; i la alta reputación qe en el ejército i en todo el pais, se abia ganado el Jeneral por sus talentos, por su actividad i por sus modales, podia ser destruida con la calumnia. Los realistas ayudaban a fraguarla, pa- ra desacerse del enemigo qe mas temian, i para sem- brar la discordia, medio el mas eficaz para alcanzar su triunfo. El Gobierno supremo se componía a la sazón de tres ciudadanos mui distinguidos por sus virtudes, por su patriotismo, i por sus sanas intenciones. De- ploraban mas qe nadie los males qe la guerra atrae sobre los pueblos, deseaban ardientemente darle fin, i soñaban con planes de ventura pública qe solo la paz podia desarrollar. Se les izo concebir qe Carre- ra era un obstáculo permanente a la felicidad del pais, i qe su destrucción era la obra mas importan- te qe la Providencia abia confiado a sus manos. Lie- —ios- nos de esta idea sujerida por la mas refinada mali- cia i acojida con el mayor candor e inocencia, de- terminaron trasladar su corte a Talca, para estar mas próximos al teatro de la guerra, i la establecieron en aqella ciudad el dia 20 de octubre de 1813. Ar- dían sus cabezas por dictar algunas providencias acertadas, pero si en ellas sobraban canas respeta- bles, podia decirse a lo menos qe no abia en ellas un átomo de la del gran director de campañas Car- not: sus capacidades no correspondían a sus inten- ciones, ni sus conocimientos gubernativos a las ne- cesidades: asi es qe complicaban mas i mas los ne- gocios qe pretendían espedir. Su primera providen- cia fué notificar al Jeneral enemigo su llegada, anun- ciándole los auxilios qe traian de tropas, de vestua- rios i salchichones, la fuerza qe qedaba guarnecien- do la costa asta Copiapó, i la qe abia venido de Bue- nos-Aires (150 cordoveses), i concluyendo con inti- marle qe rindiese las armas i seria tratado con j ene, rosidad. Sánchez contestó burlescamente, diciendo qe mui poco le imponian las fuerzas qe venian, i las qe qedaban diseminadas en 300 leguas de distancia, i menos todavía el qe estuviesen vestidas o desnu - das: qe estrañaba sí se condujesen seis mil salchi- chones de tan lejos, cuando las cercanías de Chi- llan oíveci^n fajina para circunvalar todas las pla- zas fuertes del mundo. Pero como Sánchez conocía perfectamente el objeto principal del Gobierno en su venida a Talca, concluía atacando la reputación del Jeneral Carrera, a cuya inmoralidad i tiranía atri- buía la prolongación de la guerra i la desolación de aqellas provincias. Qe estaba vendido a los franco- —109— ses según constaba de documentos qe abia inter- ceptado, i qe se aliaba pronto a manifestar al indi- viduo qe S. E. comisionase para su examen. Qe en ellos se descubría el triste fin qe preparaba al pais i a sus gobernantes, si ubiese logrado triunfar de las armas del rei. Digno es de notarse qe estas co- municaciones se abrían sin noticia del Jeneral en je- fe, i qe solo mucho tiempo después, i cuando no era posible mantenerlas ocultas, se le mandaron copias por el capitán Letelier. El Jeneral Carrera suplicó encarecidamente qe se nombrase una persona de la confianza del Gobierno para qe fuese a examinar esa correspondencia interceptada; pero no se accedió, a pretesto de qe no se daba crédito a la noticia i en realidad para dejar en pié la calumnia — Casi lo mis- mo se izo con cuanta correspondencia dirijia el ene- migo para qe cayese en manos del Gobierno, i muí particularmente con una carta suscrita por el In- tendente de ejército don Matiasdela Fuente. Sobre tales documentos i sobre los recelos qe cau- saba a la libertad el qe las principales armas es- tuviesen en manos de una sola familia, fundó el Go- bierno la medida de separar del ejército al Jeneral Carrera i a sus ermanos i amigos. Con fecha 9 de noviembre le pasó un oficio para qe renunciase el mando, asegurándole qe seria "reemplazado por un „ militar de conocimientos, patriota, sin paríentes, „ sin intereses en el pais, i por consiguiente libre de „ toda facción." Aunqe en dicho oficio no se indi- caba el candidato, por cartas se anunciaba al coro- nel arj entino don Marcos Balcarce, qe abia venido de Mendoza al mando de los auxiliares cordoveses. —lio- Carrera estaba preparado para recibir un golpe de ingratitud, i aun de degradación para su persona, des- de qe abia visto a sus enemigos particulares influ- yendo en los supremos consejos; pero se sublevó su patriotismo con la noticia de qe un estranjero, cuya oja de servicio no anotaba las campañas de su pro- pia nación, iba a ser exaltado sobre todos los chi- lenos. Consultó esta ocurrencia al Gobierno i ca- bildo de Concepción, a los jefes militares i a los prin- cipales patriotas. Despachó al capitán don José Ma- ría Benavente a Diguillin para participarla al co- ronel don Bernardo O'Higgins, i para decidirlo a consentir en qe lo pidiese por sucesor, como perso- na qe daba garantías al Gobierno i al ejército. To- dos unánimemente respondieron qe debia negarse Carrera a renunciar, i qe elevase al Gobierno las enérjicas representaciones en qe se esponian las fa- tales consecuencias de un paso tan desacertado e inoportuno. El Jeneral conoció el compromiso en qe abia entrado el Gobierno, i la impo3Íbilidad en qe se abia colocado para retroceder, comprendía también qeno era conveniente deber el mando a los qe debían obedecerle, i oyendo solo los dictáme- nes de su patriotismo, convino en renunciar si O'Hi- ggins era nombrado para subrogarle. El 27 de noviembre se firmó en Talca el decreto de destitución de los Carreras, i el de nombramien- to de sus sucesores, i se despacharon como correos de gabinete a los oficiales Echagüe i Gaona para conducir los pliegos en qe se comunicaban a todos los jefes. He aqí desde ellos — "Después de aber consagrado a la salvación i íe- ^111— V licidad de la Patria todo jéiiero de sacrificios, ;; creeríamos no aber llenado nuestros deberes, i aber ;; echo traición a los derechos del pueblo, si desen- ;; tendiéndonos de sus clamores no tratásemos de res- yy tituirle a la libertad qe corresponde, separando las ;; armas de la sola familia en qe se aliaban concen- ;; tradas. Para esta obra grande emos contado con yy la protección de Dios, con la buena fe i sanidad yy de nuestras intenciones, con el onor de los mis- ;; mos interesados i con la ayuda de todos los ombres ;; de bien i amantes de su Patria. Asi es qe para qe yy tengan pronto cumplimiento los decretos espedi- yy dos con esta fecha, separando al actual Jeneral en yy jefe, i al brigadier don Juan José de Carrera, con- ;; tamos con qe V. S. cooperará en cuanto lesea po- ;; sible, i qe estos negocios qe no tienen por objeto ;; ribalidades, ni venganzas, i qe son mas convenien- ;; tes a los interesados qe al mismo común del pue- ;; blo, se terminarán con el onor qe corresponde, ;; i ellos pasarán tranques a gozar en su retiro de yy una felicidad qe jamas podrían aber conseguido yy de otro modo." "Dios guarde a V. S. muchos años. Talca 27 de noviembre de 1813 — José Miguel Infante — Agus- tín de Eizaguirre. — José Ignacio Cienfuegos — Al coronel don Pedro José Benavente." "Satisfecho el Gobierno de qe V. S. está bien impuesto de todo lo qe espusimos al Jeneral en je- fe en oficio reservado de 9 del corriente a fin de qe renunciase el mando del ejército, i se separase de su familia toda la fuerza militar, como lo desea ardientemente el pueblo i es de justicia, parece qe —112— no tenemos mas qe añadir, porqe ya V. S. cono- cerá qe esta medida a ningunos es mas ventajosa qe a los qe pudieran creerse agraviados i qe el Go- bierno no presume tales." ''Cuando llenos de consideración acia V. S. i su familia, meditábamos sobre estas ocurrencias, el co- mandante de artillería don Luis nos a sacado de du- das. El a venido a espresarnos qe el Jeneral en jefe i V. S. qieren separarse i desean qe el mando delejér- cito se ponga en el coronel O' Higgins, i el del batallón de granaderos en el coronel Spano. Esto mismo emos determinado, i por consiguiente no emos esperado, ni debe aber obstáculos qe impídanla ejecución de lo resuelto." "Estamos persuadidos de qe se agraviarla V. S. si se creyese qe esta resolución tan frecuente en to- dos los paises, i mucho mas en un Estado libre, fue- se dolorosa para V. S., principalmente no fundán- dose en delitos o defectos personales, sino en la ne- cesidad de qe todas las armas no se alien en una familia, i V. S. no aria justicia a nuestra dignidad i buena fe, si temiese pasar al punto de Chile qe mas le acomodase. En cualqier lugar del Estado debe V. S. estar seguro de qe lejos de inferírsele daño alguno, se le mirará con el aprecio qe mere- cen su graduación i sus servicios." "Dios guarde a V. S. muchos años— Talca 27 de noviembre de 1813 — José Miguel Infante — Agustin de Eizaguirre — José Ignacio Cienfuegos — Al briga- dier don Juan José Carrera.^' El mismo dia se firmó una proclama, i se circuló a todos los comandantes para qe aciendo formar —lis- ia tropa de su mando, se lea públicamente ante ella en la forma de ordenanza." En dicha procla- ma se decia entre otras cosas, "Desde entonces pi- ;; dio al Jeneral en jefe le pasase una razón mui ;; circunstanciada i mui por menor, de todos los su- ;; cesos de la campaña, i de todos los individuos ;; qe en ella se ubiesen distinguido, no llevando ;; otro objeto qe darles el premio qe correspon- ;; dia; i aunqe asta oi no se a pasado^ e ignoramos „ por la distancia el mérito de muchos de vos- ;; otros, ya se an dado las órdenes correspondien- ;; tes al nuevo Jeneral en jefe i a todos los co- V mandantes elevando por su escala a los ;; empleos i grados correspondientes a los dignos ;; sarjen tos, cabos i soldados qe se ayandistingui- ;; do" — El objeto de esta proclama era destruir la reputación de uno, i recomendar al otro a la esti- mación de los soldados. Mientras tanto la situación del ejército era apura- dísima: carecia de elementos para mantenerse en campaña, i se le abandonaba para tenerlo mas su- miso, o para obligar a qe lo entregase el Jeneral a discreción. Se mando, pues, qe se replegase so- bre Concepción, qedando el capitán don Ramón Frei- ré con 90 ombres, qe pudieron montarse, para sa- car de las aciendas de los vecinos algunas cargas de vino, único articulo qe abundaba i qe podia ser cambiado por otros de primera necesidad. Esta par- tida fué atacada en Cuca por otra enemiga de su- perior fuerza, i sin embargo logró derrotarla acién- dole 3 prisioneros, i recibiendo tres desertores. Por ellos se supo qe nuestros prisioneros en Chillan iban 15 W.114— para Arauco a ser embarcados. Salió inmediata* mente el coronel Urizar con 100 fusileros para Re- re, donde abia sido subdelegado, i donde se creia qe tenia mucho partido; pero nada izo, i el digno coronel don Luis de la Cruz con diez oficiales fué metido a bordo del bergantin Potrillo para ser so- terrado en las orribles Casas-matas del Callao. Ya qe el Jeneral no pudo salvarlos, trató de procurar- les algunos auxilios, i solo pudo remitir una letra por 700 pesos de don Carlos Spano, contra un fraile qe se los debia. El teniente de dragones don Estevan Manzano apresó la partida de bandidos qe capitaneaba Dá- maso Fontalva, el qe fué pasado por las armas en Concepción. El coronel O'Higgins estaba alojado en casa del Jeneral Carrera; i aunqe éste le rogó qe se recibie- se del mando, lo reusó con una modestia, si no sin- cera bien aparentada. El coronel Mackena no lo- gró decidirlo con la prisa qe él deseaba, i por lo tanto fugó de Talcauano con el teniente García en el bote del resguardo, i por la boca del Maule en- tró a Talca, en donde con su exaltación i compro- misos contraidos, acabó de precipitar al Gobierno i de encender la tea de la discordia. Ya se olvidó a los españoles i solo se pensó en destruir a los Ca- rreras. Se decidió por fin O'Higgins a marchar a Talca, prometiendo qe emplearía todo su influjo i su talento para acer qe el Gobierno desistiese de su temerario empeño, i qe solo en el caso de no conseguirlo echaría sobre sus débiles ombros el car- go del ejército, siempre qe Carrera continuase apo- —115— yáridolo con sus consejos. Ofreció por último volver dentro de ocho días, i marchó escoltado por las gue- rrillas de Serrano i de Manzano el dia 10 de di- ciembre. El enemigo se gozaba en nuestra división, i se enseñoreaba de toda la Provincia i particularmente de la feraz i abundate frontera araucana — En ella solo se le oponia la guerrilla de Cárdenas, qe sos- tuvo con valor los ataqes de los Robles, Tarpellan- ca i üalqi; pero le parecía mas pronta i segura nuestra ruina, fomentando una orrorosa conspira- ción qe al favor de nuestras disensiones, i del des- aliento en qe suponía al Jeneral i a las tropas, nos asesinasen en medio de la noche. Ella fué de- nunciada por el ciudadano don Javier Solar, qe abla sido convidado I a qlen creían realista porqe su ca- rácter pacifico, talvez tímido, le mantenía siempre en el retiro, i separado de los negocios políticos- Contaban los conspiradores con la fuerza del bata- llón de milicias de Concepción, con la partida qe ocupaba a San Pedro, i con otra qe desde Chillan abla de aproximarse I emboscarse en la montaña inmediata. El capitán de Dragones retirado don San- tiago Tlrapegul, qe por enfermo estaba arrestado en su casa, era la cabeza de esta conjuración. Se puso en prisión a los principales conspiradores, i se nombraron jueces para la instrucción del proce- so a los licenciados don Manuel Novoa, don Juan Estevan Manzano I don Vicente Agulrre. El mula- to Narciso Cigarra I el miliciano Juan Alvarado confesaron de plano, I fueron convictos I ejecutados en la plaza pública el referido Tlrapegul, José Ma- —116—- ría Reyes, Tadeo Revolledo, Mateo Carrillo, An- tonio Lobato e llano Vallejo. Otros fueron deste- rrados a la isla de la Qiriqina i a Valparaiso. El Gobierno aprobó esta sentencia en los términos si- guientes — *'Se a recibido la copia de la sentencia qe V. S. pronunció contra los conspirantes del 22 de diciem- bre i la providencia destinando a la Qiriqina a los sospechosos. Convencidos del patriotismo i enerjia de V. S. descansamos con seguridad en las dispo- siciones qe toma para castigo de los malvados e im- pedir el mal qe debe recelarse de los sospechosos. Dios guarde a V. S. muchos años — Talca 24 de ene- ro de 1814 — Agustín de Eizaguirre — José Miguel Infante — Al brigadier don José Miguel Carrera- Cuando el Jeneral Sánchez supo en Chillan el descubrimiento de la conspiración, escribió al Go- bierno i al Jeneral Carrera amenazando qe usarla de represalias en la familia del Jeneral O'Higgins qe tenia en su poder — Carrera le contestó con to- da enerjia, diciéndole qe la verdadera represalia qe podia tomar era castigando a los malvados; pero qe si lo acia con inocentes señoras, la represalia caerla también sobre su mujer i sus ijos qe se alia- ban en nuestro poder — El cambio de estas comu- nicaciones produjo después el canje de estas fa- milias. Las guerrillas qe escoltaron a O'Higgins asta Talca, volvían para Concepción, i fueron atacadas en el momento de pasar el Itata. El teniente Man- zano fué gravemente erido en una pierna i echo prisionero. Serrano i Molina pudieron escapar. —117— Qedó el ejército en completa incomunicación con Talca, privado no solo de auxilios, sino asta de la correspondencia epistolar. El Jeneral Carrera no desmayaba por eso, sinoqe cada dia trabajaba con mas celo i actividad, para qe su sucesor pudiera abrir la campaña con ventaja. Cargó en Talcaua- no varios buqes con salitre de la fábrica de Tum- bes qe despachó a Valparaiso. Se procuró caballos para montar una división de 300 ombres, para qe al mando de don Diego José Benavente limpiase i mantuviese la línea del Itata. El espíritu de parti- do fascina siempre la razón, i traduce los actos mas virtuosos i nobles en echos criminales. Así se preten- dió descubrir en los trabajos del Jeneral Carrera el deseo de conservar el mando, i de apercibirse para resistir al Gobierno. Este dio asenso a tantos in- fundados rumores i vio en peligro su medida favo- rita. Mandó al vocal don José Ignacio Cienfuegos como plenipotenciario cerca del Jeneral Carrera, para qe con el influjo qe le daban sus virtudes i su elevado carácter, le persuadiese a dejar el mando. Fué recibido el 24 de enero con el respeto qe se merecia, i con sorpresa vio la resolución en qe es- taba Carrera de entregar el mando al mismo señor vocal: como lo participó al señor O'Higgins en car- ta del 29, diciéndole: "pero es de suma necesidad ^; qe V. E. sin perder un momento, se ponga en í; camino para acerse cargo de estas tropas qe es- yy tan sumamente disgustadas i en punto de qe se yy disipen con indecible perjuicio de la Patria. Don ?; José Miguel a qerido entregármelas, pero yo igno- ;; ro las ordenanzas militares, no tengo conocimien- —118— ;; to de los oficiales, i el enemigo está niui inmedia- » to, por lo qe no me atrevo a acerme cargo de ellas, ;; le e suplicado espere dos o tres dias Ínterin V. E. ;; llega a ésta." Pero los enemigos del Jeneral Carrera, ni aun estos tres dias qerian esperar para dar rienda suel- ta a sus pasiones. Rodearon al digno cura; trastor- naron su juicio con mil embustes i le aconsejaron providencias desacertadas: crecióla confusión. A su sombra se tramó una revolución en el ejército i sien- do descubierta en tiempo, desertaron varios de sus autores, entre ellos el teniente de granaderos don José María Benavides con sesenta i nueve soldados. El Jeneral Carrera dio orden a Benavente para qe los apresase en el paso del Itata, i casi al mismo tiempo la recibió del Jeneral O'Higgins paraqe los protejiese. En este conflicto Benavente avisó a Be- navides la proximidad de una partida enemiga, i le rogó qe se le reuniese, bajo la seguridad de ser pro- tejido. Este desconfió de la sinceridad del aviso, i fué atacado por los realistas en el vado de la Mag- dalena, de donde pudo apenas escapar, para reci- bir el asenso a capitán. La división de Talca, respetable por su fuerza de mil qinientos ombres de todas armas, i por los auxi- lios qe trasportaba de caudales, víveres i caballos, avanzaba lentamente asta Qiriue, al mando del nue- vo Jeneral O'Higgins. Recibió aqí al presbítero Uri- be enviado por Carrera para noticiarle el estado de Concepción i para suplicarle qe apresurase su mar- cha, pues su presencia era urjentísima para resta- blecer el orden i contener a los díscolos. Se resolvió —119— al fin; i el 30 de enero fué recibido por Benaven- te en el Itata, i escoltado asta Penco, donde reci- bió la orden del dia en qe se le daba a reconocer como Jeneral en jefe, i la siguiente carta confidencial. ^'Concepción 31 de enero a las 7 de la tarde — Amado amigo: qeda en mi poder su apreciable de ayer — Celebro en mi alma su próxima venida, úni- ca esperanza para aqietar mi espíritu i asegurar los progresos del ejército." *'Aqi ai cosas nunca vistas i tan particulares, qe o nos aran rabiar, o será preciso echarlas a la risa." ''Luego ablaremos. Su familia está mui buena — - Mis ermanos saludan a V. Traiga mui buen viaje, i disponga de su apasionado i fiel amigo — José Mi- guel de CarreraP El señor O'Higgins contestó de oficio lo siguien* te — "En este instante qe acabo de llegar a esta pla- za, recibo el suyo de V. S. del dia de ayer con la orden del mismo dia en qe me da a reconocer como Jeneral en jefe del ejército restaurador por dispo- sición del supremo Gobierno del Estado de Chile. Debe serle a V. S. reconocido por aberle sosteni- do sus armas con onor i ventaja, E tomado el peso del mando del ejército porqelas diferentes circuns- tancias así lo exijen — Dios guarde a V. S. muchos años — Penco, febrero 2 de 1814 — Bernardo O'Hi- ggins y Este mismo dia se juntaron los dos Jenerales. La entrevista fué noble i franca del lado de Carrera, fria i reservada del de O'Higgins. Se conoció qe no- volvia el mismo ombre qe abia ido, pero no por eso sufrió la menor reconvención de parte de la jus- — 120— ticia ni de la amistad. Al dia siguiente se pasaron los inventarios de cuanto se contenia en almacenes, i el estado de la fuerza, formado según los estractos de la revista de comisario. Ascendía a dos mil tre- cientas plazas de todas armas, en el cuartel j ene- ral, en las guarniciones i en las partidas de guerrillas. "Fué con efecto error clásico, dice Torrente, el „ qe cometió Carrera en entregarse inerme a sus „ desapiadados enemigos, privándose del auxilio de ;; tres mil veteranos, qe estaban prontos a sacrifi- ^; carse por su conservación. Ignoraba dicho Carre- ;; ra qe en tiempos de revolución, es victima del ;; partido triunfante qien depone las armas El ;; partido qe se ensalza sobre las ruinas del caido, ;; trata de asegurarse en el poder sin escrupulizar ;; en los medios, i considera el bien de la Patria ;^ como el último eslabón de sus proyectos. Así su- ;; cedió en Chile: todos los amigos de Carrera fue- ;; ron perseguidos; los oficiales qe mas se abian dis- ;; tinguido a su lado fueron acechados con la mayor ;; desconfianza; aun los mas indiferentes qe abian ;; servido a sus órdenes qedaron postergados; se dio ;; libertad i protección a los qe abian sufrido per- ;; secuciones durante su gobierno: el mismo José y) Miguel Carrera i su ermano Luis llegaron a ser ;; insultados por sus adversarios. . . . Efectivamente no bastó qitar el mando a los Ca- rreras, sino qe se qiso también acerles tragar todo el cáliz délos odios injustos — No se les permitió en- tregarse al descanso, ni solazarse con sus amigos en el retiro — Se les intimó su separación de la ciudad, i su marcha a la capital por caminos cubiertos de —121— enemigos i sin franqearles una escolta competente. Fuese ya el temor qe les inspiraba la influencia de estos antiguos jefes, o la notoria injusticia con qe ge les perseguía, o lo qe es mas cierto, la realiza- ción del plan mas cruel qe contra ellos se abia con- certado, se les obligó a emprender un viaje precipi- tado qe los llevase prontamente al sacrificio. O'Hi- ggins abia recibido del Gobierno la orden siguiente— ^'ReservadoT "El oficio apertorio qe va incluso para qe des- pués de cerrado se entregue a don José Miguel Ca- rrera, instruirá a Y. S. de la determinación qe emos tomado de nombrarle diputado de este Gobierno cerca del de las Provincias Unidas del Rio de la Pla- ta. De todos modos conviene qe él no permanezca en Concepción por mas tiempo, i admita o no el nue- vo empleo, V. S. le obligará a qe salga de allí den- tro de tres dias. Dios guarde V. S. muchos años. Talca i febrero 12 de 1814 — Agustín de Eizaguirre — José Miguel Infante. En cumplimiento de esta orden, O'Higgins a pre- testo de disgusto de los oficiales, i de representa- ción qe le abian dirijido paraqe pusiese en pris^ion a los Carreras, escribió a don José Miguel el 1.° de marzo a las 9 de la noche un oficio, para qe antes de amanecer el dia siguiente saliese de la ciudad, i en carta particular le ruega qe cumpla puntual- mente, pues de lo contrario teme por su vida. Ca- rrera le contestó, despreciando las amenazas de sus pretendidos enemigos; pero protestando su obedieu- 16 —122— cia. "Mi marcha, le dice, i la de todos los qe mé acompañan está acordada para mañana, i a pesar de qe me abia propuesto no privar al ejército del me- nor auxilio, me veo en la necesidad de suplicar a V. me franqee seis caballos para mis criados." Sa- lió, pues, para Penco viejo en donde debia reunir- se toda la carabana, i el dia 3 dirijió a O'Higgina este ofiííio — ExMO. Señor. "Desde anoche sabia qe el correo Elgueta abia vuelto a Concepción, porqe el enemigo a cubierto con bastante fuerza las riberas del Itata asta su embo- cadura. Mandé un espía qe llegó asta Rafael i con- firma esta noticia, añadiendo qe no ignora mi mar- cha un solo individuo de la campaña. Andrade ase- gura ser cierto todo lo espuesto, i qe el enemigo tie- ne emboscada una fuerza con el objeto de sorpren- derme. E mandado otro espía sobre Coelemu i bo- ca del Itata qe debe estar de vuelta al amanecer de mañana.^' *'La guerrilla del alférez Bíanzano apenas cuen- ta 23 ombres mal montados i municionados. Somos muchos los ciudadanos qe marchamos espuestos a ser víctimas, por los avisos qe dan los muchos trai- dores qe se pasean en Concepción i no debemos con- tinuar la marcha asta qe sea de un modo qe nos ase- gure no caer en manos de nuestros opresores. Dios guarde V. E. muchos años. Penco, 3 de mar- zo de 1814 — Jost Miguel de CarreraP Toda esta previsión no era bastante a libertar a los dos ermanos Carreras, al coronel don Estanislao Portales, a once oficiales mas, a doce vecinos i dos sacerdotes qe se abian reunido en Penco. Ellos es- taban vendidos por el mismo secretario de O'Higgins don Manuel Vega, como se jactó cuando se pasó al enemigo. Así es qe al amanecer del dia 4 fueron sorprendidos en su mismo alojamiento i casi bajo los fuegos de la fortaleza, por las partidas de los chi- lenos realistas Lantaño i Reyes. El ijo de Dáma- so Fontalva iba a asesinar a don Luis, i lo estorvó el cabo chilote Marzan, poniéndose por delante co- mo valiente i jeneroso enemigo. El alférez don José Ignacio Manzano qedó cubierto de puñaladas para morir al dia siguiente. Siete soldados fueron degollados en sus mismas camas, i otro llamado Araya, dentro de un orno en qe se abia refujiado: los qe qedaron con vida fueron tratados cruelmen- te, i robados todos los eqipajes, a excepción de los de los Carreras qe se llevaron a Chillan para ser re- matados en pública almoneda. Los pormenores de este lamentable suceso, del recibimiento de los ilus- tres prisioneros por el Jeneral español, déla cau- sa qe se les siguió en Chillan como rebeldes, de los insultos qe diariamente se les acian, daria ma- teria para mi episodio interesante i patético, qe rom- piendo la monotonía de esta memoria, llamase la atención de los lectores a consideraciones profundas. Pero esta materia no a entrado en mi presente plan. Baste saber qe los realistas cantaron este triunfo, como el mas espléndido, pues en sentir de Torrente su fiel intérprete, "a estos ombres se debian indu- ;; dablemente los progresos de la insurrección .... .;; Pocos revolucionarios a abido qe ayan prestado —124— ;; servicios mas distinguidos a la sacrilega causa de p:> la independencia americana; i menos todavía los ;; qe ayan esperimentado una ingratitud tan negra ;; de parte de aqellos mismos por cuya seguridad e ;; interés abia espuesto repetidas veces una vida, qe ;; consagrada a objetos mas justos, le abría asegura- ;; do un lugar de preferencia en el templo de la ;; Fama/' De cuantas imputaciones a echo al Jeneral Ca- rrera esa negra ingratitud, ningunas son tan noto- riamente injustas, como la protección qe daba a los ladrones, i la dilapidación de los caudales públicos. En cuanto a lo primero basta ver el castigo por él impuesto a Prado, Castilla, Donoso, Bañares, Fon- tal va, Bravo, Fuentes i tantos otros como puede cer- tificar el actual Decano de la Exma. Corte Supre- ma, entonces auditor de guerra i asesor de Concep- ción; i en cuanto a lo segundo es constante qe el Je- neral solo fué gratificado en el tiempo de su man- do con tres mil pesos para los gastos de una mesa, qe siempre estuvo puesta para todos los jefes i ofi- ciales, i qe algunas cantidades qe él tomó para au- xiliar las necesidades del ejército, se mandaron pa- gar de sus bienes, por el señor O'Higgins cuando le perseguía. Tengo en mi poder una orden contra su padre i a favor del señor Urrutia por mil pesos. Se prueba también la economía i orden con qe manejó los caudales públicos, con el siguiente resu- men de las cantidades qe entraron a la comisaria del ejército en tiempo de su mando. Los patriotas retiraron de Concepción $ 35.000 Se tomaron en Talca de varios enemigos. 13.500 Id. en Concepción 16.600 Se tomaron en la fragata Tomas 51.000 En una letra de Carrasco contra Urmeneta por 5200 pesos 4.000 Libranzas jiradas contra la Tesorería je- neral 70.000 Producto de efectos vendidos en Concep- ción 25.000 Remesas de la Tesorería jeneral 307.300 Total.. 522.400 Con esta cantidad se pagó el ejército todo un año, alcanzando su fuerza en Talca a 9000 ombres i no bajando nunca de tres mil. Se le asistió siempre con víveres sin descuento — Se aprestaron vestua- rios, se compraron municiones i caballos, i se paga- ron los gastos extraordinarios de guerra, los sueldos civiles &c. Compárese este gasto con el echo des- pués cada año, i con el qe causan oi 2000 ombres en tiempo de paz i orden, i dígase francamente si pu- do aber la dilapidación qe se imputa. Vio- i-., >. i. vUG."^.^ CAPITULO VIII. Desembarcan en Arauco auxilios, i un nuevo jeneral realista — Los buqes de guerra bloqeau a Talcauaiior— La. división de Qiriue ocu- pa el Membrillar: sus primeras operaciones — Espedicion a Rere i nuestra derrota en Gomero. Por poderosos qe ayan sido los motivos, opuestos los principios, i profundos los odios qe dividian a los realistas i patriotas, ellos jamas pudieron, ni pueden todavía desmentir su común oríjen: los mismos vi- cios i virtudes, las mismas pasiones i los mismos mo- dos de obrar, lo revelan constantemente. Los celos, la envidia, la ingratitud, la calumnia, qe arrancaban el mando al Jeneral Carrera, qitaban también el suyo al coronel español don Juan Francisco Sán- chez. El distinguido servicio de aber salvado el ejér- cito en Chillan no pudo aorrar tamaño "ultraje a ^; un comandante tan celoso, qe a fuerza de pade- ;; cimientos, valor i constancia abia salido con onor ;; de una de las campañas mas difíciles, i qe abia sabi- ;; do de tal modo entusiasmar al soldado qe se creia ;; invencible bajo su dirección. Fué indudablemente ;; sobrecojido el ánimo del virei para qitar el man- ;; do al referido Sánchez: los cargos principales lan- py zados contra él por la malignidad de sus émulos —127— ?; recayeron sobre la inesperiencia, torpeza, xnala V dirección i falta de talento, así como sobre el abu- 7) 80 qe suponían abia echo de ascensos i gracias; ;; pero puede ofrecerse un argumento mas positivo ;; para demostrar la falsedad de aqellas gratuitas ^y suposiciones, qe el mismo resultado de su brillante V campaña, i el estado de pujanza i vigor con qe se V sostenia la causa del rei al arribo de su sucesor (h)?^ Para acer mas completa esta fatídica coincidencia» el mismo dia qe O'Higgins llegó al puerto de Pen- co para recibirse del mando, desembarcó con igual objeto en el de Arauco el brigadier don Gabino Gain- za — Ambos contaban con el favor i predilección de sus gobiernos, ambos traian los auxilios necesarios, i ambos se creían mecidos por el viento de la for- tuna, i destinados a recibir la corona de los laureles qe otros abian preparado. Gainza encontró en Arau- co a las fragatas Trinidad i Mercedes qe transpor- taban un batallón de 600 cliilottBS al mando del co- ronel don Manuel Montoya, los qe reunidos a la fuerza qe él traia, componían una respetable divi- sión — El Gobierno abia sabido con anticipación este auxilio, i comunicádolo al Jeneral junto con una pa- peleta qe decía así — Advertencias ocurrentes— lÁm^ 2 de enero de 1814. ■ — Ayer dieron la vela el bergantín Potrillo i la fra- gata Sebastiana con 1 17 (eran 200) ombresde des- embarco al mando del brigadier don Gabino Gain- za, qe van con el objeto de reunirse a las fuerzas de Chiloé qe residen en Chillan al mando del Je- (li) Torrente tomo 2." páj. 34. — ]28— neral Sánchez. Dicho Gainza lleva la investidum de Presidente i Capitán Jeneral de ese reino, i de consiguiente va a tomar el mando del ejército des- tinado a su conqista: el desembarco debe verificar- se en Arauco, en donde tienen los indios reduci- dos a su devoción, i llevan para regalarles, azú- car, tabaco i tocuyos, i para surtimiento del ejérci- to, armas, pañetes azules i colorados, veintiocho cajones de pertrechos, seis cañones i ciento i tantos mil pesos (otros dicen cincuenta mil). Esta espedi- cion tan estraña por las pocas fuerzas qe van en ella, como por el sujeto destinado a mandarlas, i combinado aqí de resultas de la llegada del Potri- llo, nos ace conjeturar de diversos modos, siendo lo qe se acerca mas a la razón el creer aya alguna intriga, pues de otro modo no era verosimil se pu- siese a un riesgo tan grande el favorito de este vi- sir — También va en su compañía con el cargo de auditor de guerra el notario de esta curia don José Antonio Rodríguez natural de la villa de Chillan, i sujeto mui semejante en su proceder al cura Bul- nes. Por lo qe respecta al estado político del Perú &c. Es copia — 2>/-. Lazo — Es copia— jE'^aña. El oficio con qe se acompañaba este papel decia — "Parece qe la Providencia se empeña en probar nuestra constancia, para acernos dignos de las glo- rias! qe sin duda nos esperan. La copia adjunta qe en el momento qe emos recibido acompañamos a V. S, le instruirá del refuerzo qe viene al enemigo. Ya lle- gó el dia de no pensar mas qe en rechazarlo a to- da costa, i sin perder un instante.^' "No necesitamos espresar a V. S. cuál debe ser —129— la actividad con qe se a de emprender el viaje de V. S. a Concepción, la toma de Arauco, o el movi- miento qe fuere mas conveniente. Nada nos es tan perjudicial como la demora: ella nos arruina." A los pocos dias se repitió otro oficio acompañan- do nuevas noticias comunicadas por la fragata Nor- te-americana Essex, qe abia ablado en la mar cou una goleta procedente de Chiloé: i en éste se repe- tían las instancias del anterior. "El Gobieraio se ci- ñe a encargar únicamente a V. S. la brevedad, ya sea en la espedicion de Arauco, ya contra Elo- rreaga, o ya para ver modo de interceptar el auxilio qe sin duda deb^ remitirse desde Arauco a Chillan," Sin embargo de órdenes tan terminantes i de ocurrencias tan exij entes, el señor 0"Higgins dejó en completo abandono la guerra con los realistas, i contrajo toda su acción sobre los recelos infun- dados qe le icieron concebir contra los Carreras i los jefes i oficiales qe se abian distinguido bajo sus órdenes. Todos fueron removidos subrogándoles con pocas excepciones ombres sin crédito por su impe- ricia i cobardía, pero recomendados por su exalta- ción i espíritu de partido. Así se vieron sucederse las desgracias; parecía qe Carrera se abia llevado consigo la fortuna. El Gobierno levantando el blo- qeo en qe abia mantenido a Carrera, abrió sus almacenes desde qe se recibió O'Higgins del man* do. — Véasela prueba en el siguiente oficio — "Nos es satisfactorio saber por el oficio de V. S. de 3 del corriente qe ya se alia en posesión del mando de todo el ejército Restaurador. Este paso tranqilo i en donde brilla el amor público de los 17 --130— qe an tenido parte en él, allana todas las dificultades qe se presentaban para dar un impulso rápido a las operaciones de la campaña/' "Nos acemos cargo del triste cuadro qe presentan la falta de víveres i dinero, caballos i desnudez de esas divisiones. En Qirigüe se alian veinte tercios de vestuarios, mas de trecientos lios de charqui i cuatrocientas vacas para remitir a disposición de V. S. Dentro de tres dias salen qinientos caballos con el mismo destino, i vacas se están juntando las qe se puedan. El 5 del corriente a salido el dinero de Santiago, qe en llegando a esta ciudad se ara de él una remesa a V. S.; i finalmente V. S. debe con- tar con cuantos auxilios pueda proporcionar todo Chile.'' - En nota posterior dice— "Dias a qe an salido pa- ra esa ciudad víveres en abundancia, vestuarios, ba- yonetas i mas de 300 caballos. Cuantos recursos tiene Chile, tantos se pondrán a disposición de V.S. en el momento qe nos avise estar francos los cami- nos, qe es lo único qe asta oi demora la salida del dinero, mas vestuarios, mas caballos i otros soco- rros." Recibido el jeneral O'Higgins de las divisiones qe ocupaban a Concepción, poseedor de los auxilios qe él mismo conducía, esperando por momentos los qe se le prometían, i reforzado con los 300 ombres montados de la división Benavente qe lo escoltaba, debió marchar para Rere inmediatamente, si se qiere, para substraer toda la fuerza al temido aun- qe finjido influjo de Carrera, i sobre todo para ata- car a la de Elorreaga, estorbar su reunión con la —131— de Gainza, i talvez acabar la guerra de un solo gol- pe. Pero se entregó a medidas subalternas, a in- trigas de facción, desobedeciendo las terminantes ór- denes del Gobierno qe ya se an visto, i perdiendo la ocasión mas oportuna i favorable qe pudo presen- társele — Gainza celebró juntas de indios, los regaló con profusión, marchó sobre Santa Juana, pasó el Biobio, se incorporó con Elorreaga, entró a Chillan^ salió al dia siguiente i se presentó sobre el Mem- brillar el 19 de febrero, a vernos por primera vez la cara, pues la gran distancia desde Arauco a Chi- llan la abia atravesado sin oir el quien vive de nues- tros centinelas. No e podido descubrir el plan qe se abia propuesto el Jeneral O'Higgins i el qe le apro- bó el Gobierno en los términos siguientes. — "Con una complacencia qe a muchos dias no te- nia el Gobierno, a recibido el oficio de V. S. nú- mero 92. Muí oportuno, mui bien pensado i final- mente mui digno de V. S. es el plan de operacio- nes qe nos detalla. Desde ahora damos a V. S. la enorabuena, i feliz Chile i V. S. mismo si se rea- liza tan completamente como esperamos/' "La unión qe felizmente estrecha oi a esos virtuo- sos defensores de la Patria, es el mejor anuncio de nuestras glorias. En el entretanto ellos se llevan toda nuestra consideración i aprecio.^' — Dios guarde a V. S. muchos años — Talca 7 de febrero de 1814 — Agustín de Eyzaguirre — José Miguel InfanteP Este plan, decia, no debió ser el qe e apuntado i qe sin disputa era el mas acertado. Debió, pues, ser el aprobado por el Gobierno i el qe se ejecutó. Vea- mos sus resultados. —132— " La corveta Sebastiana i bergantín Potrillo pasa- ron de Arauco a bloqear a Talcauano. En la isla de la Qiriqina desembarcaron su tripulación i soldados para darles refresco i acer aguada. Se concibió el proyecto de atacarla i para ello se icie- ron los preparativos convenientes, despachando al capitán don Juan Calderón con 100 ombres a Tum- bes i embarcaciones para atravesar el estrecho o sea la Boca-Chica. El 11 de febrero se puso en eje- cución la intentona, qe fué completamente frustra- da, i una precipitada fuga pudo solo salvar a los nuestros. En Concepción se creia tan seguro el triunfo, cuanto fué vergonzoso el resultado. Pocos dias después efectuaron los enemigos otro desembarco en la costa de Coliumo, e interceptaron im convoi de víveres qe nos venia de Talca; pero fué rescatado por el capitán don Ramón Freiré qe con 80 ombres abia salido a protejer su marcha. En la acienda de Ualpen pastaban 400 caballos del ejército, custodiados por una partida de drago- nes, i protejidos por la división estacionada en la inmediación de Chepe. Como esta fué una de las qe se disolvieron para mudar sus jefes, i con otros nue- vos pasó a otras posiciones, pudo Qintanilla en una noche pasar el caudaloso Bio-bio, i llevarse aqellos caballos con el sarjento i dos soldados qe los custo- diaban. . ^ . - *. La división qe abiaqedado en Qiriue a las or- denes del Jeneral Mackena, se mandó avanzar a^ta el Membrillar. Consistía su fuerza según los estados, en 800 infantes, 100 dragones, 6 piezas de artillería, entre ellas dos culebrinas de a 8, un par- —133 — qe numeroso conducido en 30 carretas i varias re- cuas de muías, i milicias de caballería. Veo también qe se conducian algunas bombas, qe talvez serian granadas, pero no sé qe llevasen algún mortero u obús para dispararlas. El coronel Mackeua en ofi- cio de 3 de febrero ace subir la infantería a mil trecientos i de ella ofrece la mitad al Jeneral en jefe para sus operaciones sobre la frontera, i para atacar a Gainza cuyo refuerzo desprecia porque no le inspira el mayor cuidado. Esta división se acanto- nó en el Membrillar el dia 14 ocupando las posicio- nes en qe estuvo antes la del Jeneral don Juan José Carrera, y reparó las antiguas trincheras. Sus pri- meras operaciones se relacionan en el siguiente parte oficial. r.i:\v:ji^m iy'':\ ^ r, "Teniendo distintos avisos qe el enemigo estaba reuniendo sus fuerzas para rodear i atacar esta división, determiné batirle en detalle o parte de sus fuerzas, así para impedir la indicada reunión, como para llamar la atención del enemigo i favo- recer las operaciones deV. S. contra la frontera, conforme me lo previene en su oficio.^' "En Caimaco al otro lado de Itata, i ala distan- cia de tres leguas de este campamento se alia situa- da la división de Urrejola, cuya verdadera fuerza no e podido averiguar, así por la variedad de lospar- tescomo por la ignorancia de los espías.'' "En Cuchacucha, acienda del citado Urrejola, dis- tante tres leguas de este punto i cerca del rio Nu- ble, tuve aviso fidedigno de estarse reuniendo fuer- zas considerables del enemigo. Determiné atacar este punto con preferencia al de Caimaco, no solo —134— por no aber rio qe atravesar, sino porqe lo escabro- so del terreno era mas a propósito paralas manio- bras de infantería, qe se puede decir es la única fuerza de esta división, por la falta de caballos, al paso qe los enemigos tienen muchos i en el mejor estado/' **A las 12 de la noche de ayer 22 dejando al mando del campamento al coronel i jefe del estado mayor don Marcos Balcarce, i llevando por segun- do al de igual clase don Andrés del Alcázar, me puse en marcha con la división de ataqe, compues- ta de 300 fusileros, 40 dragones, dos piezas de arti- llería, i varios oficiales de milicias. Poco después de amanecer llegó la división a Cuchacucha, cuyas ca- sas alió desiertas, i qe el enemigo abia repasado el Nuble. ínterin descansaba i tomaba algún refresco la tropa, se dispuso qe dos piqetes saliesen a reco- rrer el campo i recojer el ganado perteneciente a Urrejola. Este movimiento siendo observado por el enemigo desde la orilla opuesta del Nuble, repasó este rio en número de 150 ombres; pero atacado por la guerrilla del teniente coronel Bueras, se retiró a las alturas inmediatas desde donde destacaba pe- qeñas partidas a tirotear, las qe fueron persegui- das por dicha guerrilla i por un piqete de volun- tarios al mando del alférez Allende qien fué con- tuso, i cuya intrepidez i ardor de su tropa, les izo avanzar a tanto qe costó repetidas órdenes i la pér- dida de mucho tiempo el acedos volver a la división/^ ** Viendo a las 10 del dia qe el enemigo no ata- caba, ni qe se le podia alcanzar por la bondad de jBus caballos, la división se puso en retirada para resdtuirse al campo: lo qe izo sin novedad asta la mitad del camino, cuando el enemigo, abiendo re- cibido fuerzas considerables de la división de Urre- jola, i creo también de Chillan, qe solo dista de cuatro a cinco leguas, intentó cortar la guerrilla de Bueras; pero este con su acostumbrada intrepidez izo frente por todas partes asta qe fué auxiliado por las demás tropas, en particular por el valeroso sarjento mayor de auxiliares de Buenos- Aires don Juan Gregorio de las Eras, qiencon 100 ombresde su cuerpo, i bien sostenido por el capitán Vargas del mismo, avanzó en el mayor orden sobre el ene- migo, i le obligó con considerable pérdida a reple- garse a una altura inmediata qe dominaba la posi- ción qe ocupaba nuestra tropa: por cuyo motivo i por aberse inutilizado las dos piezas de artillería, abiéndose roto el eje de la cureña de una, i qe- dando atascada la lanada en el ánima cónica de la otra, determiné variar de posición, i tomar una al- tura qe flanqeaba la del enemigo. La maniobra se izo en el mejor orden, i desde el nuevo punto se de- safiaba al enemigo, qien sin embargo de tener de 500 a 600 ombres, solo trató de recojer sus muer- tos i eridos i retirarse, lo qe verificó en orden, no siendo a nosotros posible atacarlo por la falta de caballería/' * 'Después de aber acomodado en pariuelas los dos únicos eridos qe no se aliaban en estado de retirarse por sí, se puso en marcha la división para el campa- mento, donde entró a las 5 de la tarde en medio de las aclamaciones de sus compañeros, i llevando ade- lante el ganado referido, algunos caballos ensilla- —136— dos i fusiles (cuyo número aun se ignora) qitados a los enemigos." "Nuestra pérdida de solo tres muertos, ningún prisionero, i ocho eridos, los mas levemente, pare- cerá increible a cualqiera qe ubiere presenciado la viveza del fuego, qe fué por algún tiempo a me- nos de tiro de pistola." *'Como los enemigos estaban formados en pelotón, no se perdia casi tiro, i se veian claramente caer muchos, en particular por tres balas de canon qe so- lo alcanzó a tirar el capitán García." "El siguiente rasgo de valor personal no debe sepultarse en olvido. Un cabo del cuerpo de au- xiliares de Buenos- Aires Manuel Araya, viendo un oficial enemigo qe con suma intrepidez animaba su tropa^ marcha sobre él, mátalo i vuélvese montado en el caballo del enemigo a su formación. Otro ofi- cial fué muerto por la partida de granaderos man- dados por el capitán graduado don Bernardo Cá- ceres." "Como el enemigo tiene la invariable costumbre de retirar sus muertos i eridos en el momento qe caen, no es posible decir con certeza su pérdida, pero sí aseguro qe a sido muí considerable," "Los jefes de los cuerpos i oficialidad i tropa se portaron con la mayor intrepidez, i mi segundo el coronel Alcázar me auxilió infinito, particularmen- te durante la delicada maniobra de mudar de po- sición bajo el fuego del enemigo. — Dios guarde a V. S. muchos años — Membrillar 23 de febrero de 1 8 14. — Juan MachenaP Esta fué la primera función de armas del nuevo —137— jeneral Gainza, qe si no descubre su pericia mili- tar, a lo menos prueba su deseo ardiente de activar la guerra. Desde su llegada a Chillan, puso en cam- paña todas las fuerzas, estacionando en Cucha la división de Urrejola, en el Portezuelo de Duran la de Oíate, i en el Roble la de Elorreaga fuerte de 500 ombres i 8 piezas de artillería. Despachó tam- bién partidas volantes en varias direcciones. Una de ellas se apoderó del convoi qe venia de Qiri- ue al Membrillar; pero el coronel Alcázar salió con cien ombres i lo represó al amanecer del dia 25 tomando doce prisioneros i algún ganado. Por las declaraciones de estos prisioneros se supo el destino qe llevaban otras partidas, i se circularon órdenes al teniente de artillería don Pedro Trujillo qe con- ducia varias cargas de armamento para qe tomase el camino de la costa asta la boca del Maule, i al comandante de Cauqenes para qe se replegase so- bre Talca con su tropa, caudales i caballos. Igual- mente se dijo al Gobierno: "Este, Sr. Exmo. es el último esfuerzo del enemigo; así es indispensa- ble qe la guarnición de esa ciudad aga un movi- miento sobre Cauqenes i Qiriue para favorecer a esta división, el último individuo de la cual esta- rá pronto a sacrificarse en defensa de su Patria." Estas mismas ocurrencias transcribió Mackena a O'Higgins, cerrando su nota con estas palabras — "En este instante acabo de recibir el oficio de V. S. del 22 en qe me asegura qe en el caso de verificar- se la reunión de los enemigos contra esta división, mar citar ¿i inmediatamente en su socorro: ya se a reali- zado la reunión, i no dudo un momento de la ve- 18 —138— nida de V. S. para dar un golpe decisivo a nuestro indecente enemigo. "Dios guarde a V. S. Membrillar 25 de febrero de 1814 — Juan MackenaP Siguiendo el Jeneral O'Higgins el plan mui opor- tuno, muí bien pensado i finalmente mui digno de sil señoría, organizó una división de 300 soldados es- cojidosi dos piezas de a 4, para qe al mando del co- ronel de milicias don Fernando Urizar, y de oficiales de la nueva confianza, fuesen a sorprender una di- visión estacionada en Rere, i a estorbar el paso de Gainza qe lo abia realizado qince dias antes. Dicha división consistía en 130 ombres, los mas de ellos mi- licianos, mandada por un joven paisano llamado Cas- tilla, qe abia seguido a su deudo don Matías Lafuen- te i abia tomado partido con los realistas (i). El 3 de marzo a las diez de la noche cavó Urizar sobre Cas- tilla, qe estaba en completo descuido, pero qe fué advertido del peligro por el toqe de las cajas con qe se ejecutó la sorpresa, o mas bien con qe se le avisó qe Iba a ser atacado. Tomó sus medidas con toda se- renidad i acierto: no se contentó con apercibirse para la defensa, sino qe emprendió la ofensiva, I los sorprendedores fueron sorprendidos con un brusco ataqe qe en pocos momentos los puso en completa derrota. Se perdieron las dos piezas de artillería, 80 fusiles, 22,000 cartuchos, 40 tiendas de campaña, 25 cargas de víveres I 40 ombres muertos, erldos i prisioneros, entre los primeros el capitán de drago- (i) Creo qe es el mismo qe oi figura tan distinguidamente en el Perú. —139— íies don Juan Estevan Reyes. El resto de la fuerza se retiró en el mayor desorden, i el comandante se presentó solo al Jeneral, sin poder dar cuenta de lo qe le abia sucedido. La noticia de este vergonzoso suceso llegó a Concepción dos oras después de la prisión de los Carreras en Penco: dos ocurrencias qe cubrieron de luto a la población, de indignación a la tropa i de ignominia a los nuevos jefes. — "Este fué el principio, dice Torrente, de los desastres qe acompañaron al nuevo jefe insurjente en la mayor parte de sus empresas .... pues, desde sus primeras operaciones se dejó ver la falta de jenio para seguir la carrera qe le abia trazado ^xxforynidable antecesor.^' —140— CAPITULO IX. La Junta de Gobierno deja a Talca, i esta ciudad es tomada por el enemigo — El Jeneral O'Higgins sale de Concepción i se encuentra con los realistas en los altos del Qilo— Defensa del Membrillar — Reunión de las divisiones, su marcha — Derrota de Cancha-rayada. Cumplido el objeto qe abia llevado a Talca al Su- premo Gobierno, determinó volverse a la capital, dejando el ejército en manos del nuevo Jeneral O'Hi- ggins, las principales divisiones i cuerpos en las de sus parciales, i a los Carreras i sus adictos en las de los realistas o de la persecución. El coronel gra- duado don Carlos Spano qedó gobernando a Talca, guarnecida por 20 soldados de infantería, 70 de ar- tillería i 30 lanceros de milicias: 90 ombres abian marchado para el ejército escoltando un convoii40 para Santiago con S. E. Dos dias después el rea- lista Elorreaga con 150 fusileros se presentó en las márj enes del Maule, lo pasó por Paredones, dis- persando una partida de milicias allí estacionada, i marchó rápidamente sobre Talca. Desde los subur- vios izo una intimación a Spano; pero este digno jefe, mirando primero el onor délas armas de la Patria, sin medir sus fuerzas ni las del enemigo, contestó con toda enerjia qe no se rendía, i se en- —141— cerró en el cuadro de la plaza, defendido por unas malas e improvisadas trincheras. Elorreaga atacó con intrepidez, i como era secretamente favoreci- do por vecinos traidores, mui pronto se izo dueño de la plaza, de toda su guarnición i de los depó- sitos qe existian almacenados. El valiente oficial de artillería don Marcos Gamero fué muerto des- de un balcón, i el digno Spano al pié de la ban- dera, i en los momentos de arriarla, perdida toda esperanza. En un manuscrito de un oficial español qe tengo ala vista, se dice, qe por los prisioneros se averiguó qe estas muertes abian sido ejecutadas por vecinos de Talca i de ningún modo por el ene- migo, con lo qe veo confirmada la voz pública qe lo pregonó en aqellos tiempos. Esta infausta noticia llegó a Santiago juntamente con el Gobierno; mas tuvo cuidado de ocultarla para no interrumpir las fiestas decretadas para su reci- bimiento, el cual se izo a usanza de los antiguos presidentes qe llegaban de la corte de Madrid. Sin embargo de este cuidado, empezó a traslucirse en medio del refresco qe se dio en esa noche, i el pa- vor, el odio i la desesperación principiaron también a exaltar los ánimos de los patriotas. Los tres res- petables sujetos qe abian sido inocentes instrumen- tos de un partido, por cuyo servicio abian puesto al pais en tan grande conflicto, iban aora a recibir con el desengaño el premio condigno, a ser presenta- dos ante la opinión publica como ineptos para man- dar en tiempos difíciles, a ser despojados de una auto- ridad qe no abian sabido sostener, i a ser relegados a la vida privada de qe nunca debieron aber salido. —142— En la siguiente mañana algunos ciudadanos se reunieron al cabildo, i aciendo de tribuno un arj en- tino, se pidió a nombre del pueblo soberano la des- titución de la junta, i qe fuese subrogada por un solo individuo bajo el título de Director Supremo, copiando siempre i servilmente los acontecimientos de Buenos- Aires. Recayó el nombramiento en don Francisco de la Lastra, i como se aliase en Valpa- raíso de gobernador, se nombró interinamente al rejidor don Antonio José Irisarri. No correspon- de a mi propósito seguir la marcha del nuevo go- bierno, pero debo advertir qe sus primeras aten- ciones se contrajeron a organizar alguna fuerza qe pusiese a cubierto la capital, o qe pudiese reconqis- tar a Talca. Le dejaré en esta ocupación para vol- ver al sur. El Jeneral español abia desplegado una activi- dad extraordinaria, mientras qe el nuestro fluctuaba en la incertidumbre, o estaba agoviado con el peso de un ejército qe no podia o no sabia gobernar. Casi en un mismo dia abíamos sido derrotados en Go- mero, los Jeneralcs Carreras apresados o entrega- dos en Penco a tres leguas de nuestro cuartel je- neral; ocupada por el enemigo Talca, el almacén de nuestros recursos i el intermedio de comunicación con la capital, i bloqeada estrechamente la división del Membrillar. Su comandante el coronel don Juan Mackena, desesperaba déla salud de la Patria con la pérdida de Talca, clamaba por auxilios i recon- venía fuertemente al Jeneral O'Higgins por su inac- ción. En las comunicaciones oficiales echaba algún velo, pero en las confidenciales, escritas en ingles —143— por si eran interceptadas, dejaba correr mas libre- mente su pluma. Permítaseme insertar la fiel i li- teral traducción de algunas. Membrillar marzo 14. "Qerido amigo — Ni la división ni cartas de V. llegan después de su oficio del 1.° Por amor de Dios envié V. diferentes correos a pié, por los bosques o montañas. Uno de ellos qe logre escapar, me ara conocer si V. viene o no, o si V, a abandonado al pobre Chile a su destino. Tiene V. aqí la principal fuerza del ejército, mientras qe la capital está en peligro i Talca ocupada por el enemigo. Esa divi- sión nada tiene qe temer a la fuerza de Gainza i Lan- taño; i qe de ningún modo es respetable. V. mi qerido amigo es responsable a su Patria por su presente inacción, i por no marchar con esa divi- sión. Si ella viene, todo podrá mejorar, pero si no, temo qe todo sea perdido. A lo menos déme V. algún aviso, para qe yo pueda conocer los resulta- dos, i V. solo sea responsable a la Patria — Ven- ga V. por Dios, i todas las cosas irán bien. La di- visión de Gainza está acampada a mi frente del otro lado del I tata, i la de Lantaño dejó ayer a Qiriue para atacarme por éste, pero no le temo. Su amigo de V. — Mackena. Menhrillar 19 de marzo de 1814. "Mi qerido amigo. — Pido a V. en nombre de Dios qe venga con su división. En estos dos dias anterio- —144— res no a abido enemigo qe estorbe nuestra unión. Como V. no parece, toda la jente murmura i así no ai un momento qe perder. Por tanto conjuro a V. en el nombre de Dios i en de la Patria qe se nos junte inmediatamente: esta división se arruina. V. no tiene qe temer al enemigo, porqe no está en estado de atacarle. — ¿Qé dirán en Santiago de V. i de mí cuando sepan qe emos estado así cerca de dos meses, i cuando la Patria está en el mas inmi- nente peligro? Mas actividad mi qerido amigo, sino todo es perdido i esto por culpa de V. i por falta de enerjía. Ablo a V. con la franqeza de un sincero amigo, con cuyos sentimientos qeda afectuosamente -^Mackenar **E enviado a Cucha para averiguar la situación del enemigo.^' Las fuerzas de Concepción abian principiado a moverse el 10 de marzo, i emplearon asta el 16. para reunirse en el Troncón, es decir, para avanzar menos de tres leguas. De aquí pasaron a Curapa- ligüe, CoUico, Graneril lo, llegando solo el 19 a los altos del Qilo; i por consiguiente, gastaron nueve dias en vencer una distancia de once leguas, en buena estación i sin enemigo qe las incomodase. A las once del dia se descubrió una división ene- miga como de 400 ombres, ocupando fuertes posi- ciones. El Jeneral O'Higgins destiaó para des- alojarla a los dragones de la frontera divididos en varias guerrillas, una de las cuales mandaba el ca- pitán don Ramón Freiré — a los usares de la Gran Guardia al mando de su comandante don José María Benavente, i al teniente don Pablo Vargas —145— con 40 granaderos: el grueso del ejército qedó for- mado al pié de los altos. No parecía miii acertada la disposición de preferir la caballería para atacar posiciones fuertes i en cerranías: así es qe ella echó pié a tierra i avanzó con denuedo, logrando en tres cuartos de ora obligar al enemigo a retirarse sobre otra división de 300 ombres qe estaba como a distan- cia de una legua, dejando en el campo 14 muertos, 8 prisioneros, una carga de municiones i cuarenta fusiles. Toda nuestra división trepó entonces los cerros, se formó en un lugar desde donde se divisa- ba el campamento del Membrillar, i disparó algunos cañonazos para avisarle su aproximación. A pesar de la distancia de cinco leguas qe las separaba, fueron oidos, contestados, i abatidas algunas tien- das, sin duda para figurar un movimiento i llamar la atención del enemigo. Esta fué la jornada qe se decoró con el pomposo título de batalla del Qilo, de poca importancia por el leve daño qe causó al enemigo, pero de felices resultados, en cuanto le- vantó el abatido coraje de nuestros soldados, i ani- mó a los del Membrillar para acer la eróica defen- sa qe luego veremos. Abia Gainza intentado atacar nuestro ejército en detall, cuando sus dos principales divisiones es- taban separadas por grandes distancias, cortadas por elevados cerros i por el caudaloso Itata. Pu- diendo presentarse ante una de ellas con fuerzas su- periores, dio la preferencia a la qe venia en marcha i tenia qe pasar por desfiladeros; pero nuestra for- tuna qiso negarle el tino para ejecutar tan acerta- do propósito, ya qe tuvimos el desacuerdo de au- —146— xiliarle con una incomprensible irresolución. La re- sistencia qe encontró su vanguardia en el Qilo le im- puso respeto, desconcertó su plan, i lo determinó a repasar los rios Itata i Nuble, para caer con to- da su fuerza sobre la del Membrillar, qe estaba re- gularmente fortificada; mandando desde allí al ofi- cial Asenjo con 100 ombres para robar los caballos i dejando solo una partida de milicias para qe ob- servase los movimientos de O'Higgins, i aun lo con- tuviese con evoluciones eqívocas, i ataqes figura- dos. Degraciadamente se logró este objeto, pues es- te Jeneral permaneció inmóvil por dos dias, cuan- do era mas importante cualqiera operación, i cuan- do se estaba en momentos qe debieran ser decisivos. . El coronel Mackena i su jente se entregaban al mas puro regocijo, por la próxima reunión tan ar- dientemente deseada por dos meses, porqe creian qe abia cesado la continua alarma en qe abian per- manecido todo ese tiempo: cuando otra mayor i mas amenazadora vino a acibararles su contento. A las tres de la tarde del dia 20 vieron aproximar- se el ejército enemigo dividido en tres porciones, cada una de las cuales parecía mayor qe la nues- tra (j). Salió de los atrincheramientos una partida de caballería para recojer el ganado qe pastaba ba- jo los fuegos de nuestra artillería, i a los pocos ins- tantes se vio comprometida con las avanzadas de los realistas, i solo pudo efectuar su retirada bajo la protección de una pieza de a 4 qe se destacó con (j) La gaceta de Lima de 20 de abril de 1814, ace subil- la fuerza a 1244 infantes 600 milicianos de caballería i 12 piezas de campaña. —147— este objeto. La vanguardia enemiga se encaminó por una qebrada u endonada, i se presentó en la loma mas inmediata, con el estandarte' real desple- gado, cargando a marcha redoblada sobre nuestra línea, sin amedrentarse con el estrago qe le causa- ban nuestra artillería, cuyos fuegos la cruzaban, i los del reducto del Norte por cuya inmediación te- nia qe pasar. La segunda división izo alto, i aun re- trocedió para ponerse fuera de nuestro alcance al ver el destrozo causado en la primera. En estos momentos, el coronel arj entino don Marcos Balear- ce con 60 ombres izo una salida, e igualmente otra partida del reducto grande, i ambas cargaron a la bayoneta con tanto arrojo qe contuvieron la fuerza mas próxima i le icieron tres prisioneros. Se re- tiraron a sus puestos porqe divisaron qe todas las fuerzas realistas avanzaban, con el conocido intento de rodear nuestro campamento, llamar por todas partes nuestra atención, i cargar sobre los puntos qe estuviesen mas débiles. El ataqe se izo luego je- neral, i con mas obstinación qe ninguno otro de es- ta campaña. Mackena en persona pasó al reducto qe mandaba Balcarce, sacó 50 ombres i ocurrió a la .defensa de otro qe estaba mas espuesto, contra el cual se abian abocado tres piezas para apagar los fuegos de una culebrina de a 8 qe dirijia tiros certeros. La infantería con su fuego graneado sos- tenia el combate del modo mas vigoroso. La no- che i un fuerte aguacero sobrevinieron a templar el ardor de los combatientes, i a inutilizar la mayor parte de las municiones. No se sabe porqe razón el reducto del Norte paró sus fuegos cuando eran mas —148— necesarios: cuando en el grande se abia clavado una pieza de a 4 con la misma aguja, i cuando la cule- brina servida con una actividad extraordinaria abia logrado desmontar una de las tres piezas qe tenia a su frente. La división qe nos atacaba por la par- te de arriba, i qe asta entonces se abia sostenido con mas vigor, se puso en retirada, la qe se convirtió en fuga desde qe volvió la espalda. Lo mismo icie- ron las otras. La dispersión fué tan completa cual podia esperarse de la mas espantosa derrota se- guida por la mas activa persecución. La obscuridad de la noche i la copiosa lluvia, debieron infundir- les ese terror pánico, de qe no supimos o no qisi- mos aprovecharnos — Un manuscristo de un oficial realista dice, qe *'el Jeneral Gainza pasó esa noche acompañado de su edecán Tirapegui bajo un espi- no, con inminente riesgo de caer prisionero o de fina- lizar su existencia en aqella noche — Qe algunos jefes i oficiales con los soldados qe voluntariamen- te qisieron seguirlos, llegaron desordenadamente a la acienda de Cuchacucha, i qe en el mismo desorden fué la retirada al cuartel jeneral de Chillan, en don- de a los tres dias aun no se abia incorporado el to- do de la fuerza atacadora.^' Torrente pinta así esta retirada. — "Los realistas se retiraron por la noche en tanto desorden a la acienda de Cuchacucha, i des- de allí reunidos a Chillan, qe pocos abian podi- do llegar a disfrutar de aqel asilo, si O'Higgins, qe se mantuvo inerte en aqella batalla, ubiera des- tacado algunas tropas en su persecución.^' El dia- rio de un oficial nuestro dice —"Duraría como 4 oras esta acción, i si alguna partida o siqiera un tam- —149— bor ubiera salido de las trincheras a tocar marcha^ abria caido en nuestro poder toda la artillería qe abian abandonado en una qebrada como diez cua- dras distante, i todo el ejército se abria dispersa- do para no reunirse jamas/' Trofeos de esta jornada solo fueron dos cajones de cartuchos, tres armones i una cureña, i nos cos- taron la pérdida del valiente oficial Almanza i seis soldados — Fué levemente erido el coronel Mackena, i tan gravemente el distinguido teniente don Clau- dio José Cáceres qe murió dos dias después. Lo fue- ron también diez i ocho soldados. La tropa i oficia- les cumplieron con sus deberes satisfactoriamente, i en los documentos qe tengo a la vista encuentro especialmente recomendados los nombres de Alca- zar, Balcarce, Las-Heras, Cáceres, Almanza, Bini- melis, Cuevas i González. En el Membrillar no debia conocerse la verda- dera situación de los realistas, i aun cuando no los tenian a la vista, podian temer la renovación del ata- qe. Así es qe lejos de entregarse al descanso i a la celebración de su triunfo, emplearon el resto de la noche en reparar los perjuicios sufridos, i el coro- nel Mackena escribió al Jeneral O'Higgins la si- guiente esquela también en ingles — Jueves á las 2 de la mañana. "Jeneral — Vuestro camino asta este punto está li- bre de enemigos — Por amor de Dios venid oi, i con vuestra unión tendrán fin las calamidades déla Pa- tria — Nada sé de Santiago — Vuestro &c. — Mackena^ Con la lectura de esta esqela i con la relación — Í50— echa por el conductor, pudo O'Higgins creerse se- guro, romper su inercia i dar las órdenes convenien- tes para la marcha. El 21 a la noche acampó su división a diez cuadras del rio Itata, i él mismo lo pasó para conferenciar con Mackena. El 22 a las 4 de la tarde acabó también de pasarlo toda la tro- pa i se verificó la tan deseada reunión. Inconti- nenti se convocó a todos los jefes para una junta de guerra, en la qe se izo presente, qe nada se sabia de la capital, qe debia estar en el mayor abatimiento por la ocupación de Talca, qe talvez se aliaba en anarqía i sin gobierno alguno estable- cido, pues de otro modo era imposible qe no se u- biera despachado avisos u órdenes supuesto qe el enemigo no podia estorbarlo, guardando todos los pasos del Maule desde su nacimiento asta su em- bocadura, i mucho menos los varios puertos i ca- letas a qe podian arribar botes procedentes de Val- paraíso. En vista de todo esto, se acordó unánime- mente abandonar las provincias de Concepción, pa- sar el Maule i volar en auxilio de la capital, de don- de solo podian esperarse recursos para resistir al enemigo. Para ocultarle esta marcha se acordó tam- bién mandar a Chillan de parlamentario al capitán don Venancio Escanilla, bajo el protesto de recon- venir por el cruel tratamiento qe se daba a los pri- sioneros. Se dio la orden de marcha para el dia si- guiente, i se efectuó acia Changaral — movimiento qe conocido por los realistas, fué luego imitado. Ambas fuerzas corrían paralelas a pasar el Maule, creyendo qe la suerte del pais se decidirla a favor del qe lo eje- cutase primero. —151—' CAPITULO X. Sale de Santiago una división al mando del teniente coronel don Ma- nuel Blanco — Es derrotado en Cancha-rayada — Pasan el Maule los dos ejércitos — Acción de los tres Montes — Campamento de Qechere- guas — Toma de Concepción. Qeda en otra parte indicado, qe el nuevo Go- bierno o Director Supremo, contrajo su primera aten- ción a organizar en la capital algunas fuerzas, i lo izo con tanta actividad i empeño, qe antes de qin- ce dias pudo poner en campaña una división com- puesta de 670 infantes, otros tantos milicianos de caballería i seis piezas de artillería con 70 sirvien- tes. Confió el mando de ella al teniente coronel don Manuel Blanco Encalada, Si el onor, marcialidad i entusiasmo de este oficial prometían resultados gloriosos, los elementos qe entraron en la composi- ción de esta fuerza, inspiraban poca confianza a los conocedores. La tropa i oficiales en su mayor par- te eran reclutas, i los veteranos qe se abian encon- trado en Santiago, eran desertores o licenciados del ejército, calidades qe no los recomendaban, o qe servirían mas bien para introducir el desorden i de- saliento. Esta división salía también al campo sin combinación alguna con las del sur, sin conocimien- to de las últimas ocurrencias i movimientos, i por consiguiente iba a obrar con absoluta independen- cia, i a verse espuesta a ser atacada por un enemi- go activo, a qien se abia dejado medios de movi- lidad de qe nosotros carecimos siempre. "Es cosa dolorosa, Exmo. Señor, (decia el Jeneral Mackena al gobierno en su oficio de 27 de febrero) qe sien- do los enemigos solo dueños de un rincón del rei- no, tengan caballos sobrantes para sus divisiones, i qe ésta se alie enteramente a pie .... sin caballos todos nuestros esfuerzos serán inútiles, i así suplico a V. E. por lo mas sagrado, qe se remitan caba- llos con la posible brevedad.^' Poseedor, pues, el enemigo de esta inapreciable ventaja, i sabedor de la marcha de Blanco, por las comunicaciones qe mantenía con vecinos traidores de la capital, despachó con toda dilijencia las gue- rrillas de Calvo i Lantaño para qe auxiliasen a Talca en su defensa, o tomasen la ofensiva si lo aconsej abanólas circunstancias. Estos intrépidos gue- rrilleros avanzaron asta la acienda de Qechereguas, donde encontraron nuestra fuerza, i despacharon un parlamentario con un cartel de desafio en forma, pidiendo ora i campo para el combate. Blanco acep- tó el desafio, señaló el mismo campo en qe se alia- ba i la misma ora, formando inmediatamente su línea i manteniéndose así todo el resto del dia 26 de marzo. Con tan ridicula estratajema lograron re- conocer nuestra fuerza, i retirarse salvos. Esa no- che llegaron de la capital cien dragones, i el 27 continuó la marcha; pero en Pilarco se recibió ofi- cio del Jeneral del ejército, avisando su aproxima- —153— cion al Maule i previniendo al comandante de es- ta división qe no aventurase acción alguna i procu- rase solo distraer al enemigo, para qe no incomo- dase en el paso del rio. En esta virtud, Blanco de- terminó replegarse sobre Qechereguas, pero sus ofi- ciales i un clérigo qe se decia conocedor de posicio- nes militares, le dieron falsos datos, i le arrastraron acia Talca (k), cuyos arrabales se ocuparon el 29 por la mañana. Echa intimación ala plaza prin- cipió el ataqe con todo denuedo: nuestra artillería a los pocos tiros desvarató una trinchera, i el sub- teniente Palacios con 40 fusileros ocupó la Iglesia de san Agustin. En medio de la acción i cuando parecía mas próximo i seguro el triunfo, se tuvo aviso de qe una partida enemiga como de 300 om- bres venia del sur en auxilio de los realistas. Te- mió Blanco verse entre dos fuegos, i mandó tocar retirada, para formar su jente en campo abierto. Las fuerzas de la plaza i las qe venian de refuer- zo se pusieron en movimiento, i la acción jeneral se trabó mui pronto en Cancha-rayada. Algunos co- bardes con una fuga precipitada introdujeron la confusión, i la derrota fué inevitable. Nada pudo el valor del comandante Blanco, de los oficiales Pi- carte, Diaz, Allende &c. en 15 minutos estaba en poder del enemigo toda la artillería, las municio- nes, la caja militar i mas de trescientos prisione- ros. Al dia siguiente los fujitivos llegaron a la ca- pital, distante 80 leguas, i llenaron de pavor a los vecinos i al Gobierno. (k) Parte del teniente coronel Blanco — Monitor Araucano num. 32. Tom. 2.*^ 20 —154— Ese mismo dia el Jeneral O'Higgins abia acam- pado en Perqilauqen, teniendo a Gainza a tres le* guas de distancia. Esta lenta marcha era causa- da por la multitud de ganados mayores i menores qe se arreaban, porqe como no se pensaba, volver a aqellos lugares, no se qeria dejar a los realistas me- dios de subsistencia, privando también de ellos a los infelices vecinos. Las estorsiones eran orribles. El 1.° de abril acampó en la ribera derecha del Achibueno i el enemigo dos leguas al oriente cerca de Linares. Se celebró una junta de guerra para acor- dar las providencias mas convenientes, en circuns- tancias tan apuradas, i se resolvió sorprender a los realistas en esa madrugada. Al efecto se dio la or- den de marcha, la qe fué demorada, porqe el ofi- cial Vega, encargado del parqe, lo movia con mu- cha lentitud. En estos momentos, no se puede ase- gurar si por traición o por descuido, se incendia- ron algunas municiones, lo qe puso todo el campo en la mayor confusión. Ella proporcionó a varios prisioneros escaparse, entre ellos el sárjente Bena- vides, aqel ombre funesto qe después derramó tan- ta sangre i vertió la suya en el patíbulo. Este dio aviso a Gainza de lo ocurrido, i qedó frustrado el mejor plan qe podia aconsejar una situación an- gustiada. Se interceptó un oficio del Jeneral realista a Elo- rreaga, en qe le mandaba reunírsele inmediatamen- te para acabar con nuestro ejército de un solo gol- pe. Le comuinicaba también que Qintanilla prome- tia apoderarse de Concepción, i qe según las órde- nes qe abia despachado, mui luego tendria efecto. —155— El tres por la mañana alcanzamos a los llanos de Arqen, i nuestras partidas esploradoras dieron aviso de qe el enemigo se movia sobre nosotros. Nos preparamos para recibirle, pero como sus movi- mientos fuesen eqívocos, continuamos marchando con todo orden y precaución. A medio dia llegamos al Maule cerca del vado llamado de los Alarcones o del Fuerte. Observamos qe la parte opuesta era guardada por dos cañones y algunos fusileros de la guarnición de Talca. Nuestras guerrillas intentaron pasar el rio, pero fueron rechazadas. El Jeneral O'Higgins llamó a los jefes para tomar consejo: el coronel Balcarce fué de dictamen qe se forzase el paso; pero los otros se opusieron creyendo segura nuestra ruina, teniendo el grueso del ejército ene- migo tan próximo. Efectivamente en el instante se presentó a nuestra vista, i se formó en una línea mu- cho mas estensa qe la nuestra: las guerrillas cam- biaron algunos tiros, i luego mudaron de posiciones, pasando a colocarse a nuestra izqierda. La divi- sión de Mackena marchó a la parte de arriba, i de- jando nuestro campo con algunas tiendas! fogones, le seguimos con dirección al vado de las Cruces, mientras qe Gainza se dirijia rio abajo acia el de Bobadilla. Ambos Jenerales qerian atravesar este^ caudaloso rio sin qe se les disputase el paso i creian adjudicado el triunfo al primero qe lo efectuase. El sarjento mayor don Enriqe Campino con 50 granaderos montados a la grupa de otros tantos mi- licianos fué el primero qe atravesó el rio i prote- jió el paso de todo el ejército, qe se efectuó en toda esa noche i parte del dia siguiente. Dos dias per- —156— manecimos en aqel punto i el 6 acampamos en los Tres-Montes, o sitio de Guajardo. El 7 estaba al- morzando nuestra tropa cuando se tuvo noticia de partidas enemigas qe se abian apoderado de algu- nas muías i caballos. Salió el comandante Bena- vente con su cuerpo, i luego le siguieron los dra- gones de la frontera, 50 granaderos i 2 cañones. El enemigo cargó sobre estas fuerzas con el mayor arrojo, llegando a colocarse a tiro de pistola, pero abiéndosele recibido con igual ardor i viendo qe el grueso del ejercitóse aproximaba, emprendió su re- tirada precipitadamente. Tuvimos tres azares muer- tos i once eridos. Por un oficial qe icimos prisione- ro, se supo el desorden i confusión con qe Gain- za abia pasado el rio en Bobadilla, i qe si se ubie- ra avistado una guerrilla nuestra, se abria aban- donado toda la artillería; pero no estábamos nosotros para tales empresas, cuando efectuábamos el paso con iguales, si no mayores dificultades. Continuamos nuestra marcha acia Rio-Claro, siem- pre con el objeto de interponernos entre la capi- tal i el enemigo; pero éste qe conocía la importan- cia de este paso, se abia adelantado i tenia una di- visión en las casas de Parga, i otra como diez cuadras mas abajo, con un canon, guardando el camino por donde precisamente debiamos pasar. Sobre la alta barranca del rio se situó ventajosamente nuestra ar- tillería, i bajo sus fuegos dirijidos con todo acierto por el teniente don J. M. Borgoño lo atravesó la caballe- ría de Benavente, obligando al enemigo a retirarse i dejar libre el paso para todo el ejército, qe a las 4 i media de esa tarde sentó sus reales en las casas de la —157— acienda de Qechereguas. Esa noche se celebró jun- ta de guerra i se discutió acaloradamente sobre con- tinuar la retirada acia la capital, siendo esta la opi- nión del coronel Balcarce: nada se resolvió por enton- ces, i después vino a decidir la cuestión la presencia de los realistas, dándonos apenas tiempo para impro- visar unas trincheras con lios de charqi, tercios de cebo i otros artículos qe se encontraron a la mano. Todo el dia se estuvieron cañoneando los ejércitos sin ningún resultado, i a la noche nos llegó de Curi- có un convoi i la noticia del refuerzo qe venia a las órdenes del coronel don Santiago de las Carre- ras. Insistía Balcarce en la opinión de continuar la retirada, i un oficial chileno, cuyo nombre desgra- ciadamente no encuentro en el documento qe tengo a la vista, probó con tantas razones los inconvenien- tes i la ruina inevitable qe nos aguardaba en el pa- so del caudaloso Lontué, qe qedó definitivamente resuelta la permanencia en aqel punto. El dia 9 re- pitió Gainza el ataqe con igual suceso; pero a la tar- de adelantamos algunas piezas i como sus acerta- dos tiros causasen algún mal en la caballería, le obligaron a retirarse fuera de su alcance. El 10 contramarchó acia Talca. Disgustado el coronel Balcarce por el poco apre- cio qe merecian sus opiniones, i por algunos otros acontecimientos qe el Jeneral O'Higgins comunicó al Gobierno en oficio de este dia, pidió su pasa- porte para Santiago, dejando al mayor Las-Heras al cargo de la fuerza auxiliar. El coronel Mackena salió también para la capital a conferenciar con el Supremo Director sobre la situación del ejército. —158— Frustrado enteramente el plan qeGainza con tan- to juicio abia concertado i seguido con tanto ainco, i viendo qe O'Higgins se aliaba situado ventajo- samente i en aptitud de recibir poderosos auxilios de la provincia mas rica i qe menos abia sufrido las consecuencias de la guerra, determinó dejar a Talca, repasar el Maule, i establecer en él su línea de defensa; pero cuando venciendo mil dificultades se aprestaba para emprender su movimiento, reci- bió la noticia de aber caido en su poder la ciu- dad de la Concepción i el puerto de Talcauano, de estar fondeados en él la corveta Sebastiana i bergantin Potrillo, de no qedar un solo punto de aqella provincia por los patriotas, i de venir en su auxilio todas las fuerzas qe tenia diseminadas. Cuando el Jeneral O'Higgins desamparó a Con- cepción, sabia la toma de Talca, veia la necesidad de pasar el Maule para asegurar a la capital; i con todo ocultó estas circunstancias. Dejó aqella ciu- dad guarnecida con cerca de doscientos ombres, ca- si todos enfermos, i para infundir confianza en los vecinos i conciliar los ánimos divididos a causa de la deposición del Jeneral Carrera, nombró una jun- ta de gobierno compuesta de los tenientes corone- les don Santiago Fernandez, don Juan de Luna i don Diego J. Benavente. Por toda instrucción les mandó qe procurasen víveres i municiones para au- xiliarle, i qe sostuviesen la plaza a todo trance as- ta qe llegasen las fuerzas qe él enviaría para pro- tejerlos. Trabajó esta junta con todo empeño para llenar las órdenes del Jeneral. Envió un convoi con la competente escolta, qe alcanzó al ejército cuan- # —159— do iba en marcha para Maule, i no fué devuelta, para ocultar mejor el movimiento. Trascurrió un mes entero sin qe se recibiese un oficio, o una no- ticia del ejército, permaneciendo casi siempre sitia- da la ciudad por partidas volantes, por la de Qin- tanilla qe ocupaba a San Pedro, i por los buqes qe de Arauco se abian venido a cruzar sobre Tal- cauano. La peqeña guarnición acia un servicio acti- vo, i los vecinos patriotas qe tenian caballos pa- trullaban de noche sobre las avenidas principales^ Las bocas calles qe daban entrada a la plaza, se abian cortado con trincheras guardadas por cañones qe se abian montado del mejor modo posible. Todo estaba preparado para resistir aun golpe de ma- no, pues un ataqe en forma no podia esperarse, cre- yendo al ejército a veinte leguas de distancia, i al enemigo bastante ocupado en resistirle. ¡Cuan diversa era la realidad! Antes de amanecer el 11 de abril, recibió la junta de gobierno la noticia de qe una división enemiga abia acampado en la chacra de las Monjas, i se des- tinó una partida de veinte fusileros montados a las órdenes del teniente de granaderos don Juan Ma- nuel Correa para qe fuese a acer el reconocimien- to; la qe encontrando las primeras avanzadas cer- ca de Palomares se comprometió en un peqeño com- bate. Cinco soldados se pasaron al enemigo, lo qe obligó a Correa a ponerse en retirada asta el Agua- negra, donde encontró a Benavente con una pieza volante de artillería i 40 fusileros. Luego se avis- tó la fuerza enemiga en número mui considerable, i la nuestra se replegó sobre la plaza. El ataqe era —160— combinado con las fuerzas de San Pedro i Rere, i todas ellas traían una marcha simultánea. Así fué qe casi a un tiempo cubrieron las alturas de Che- pe, Puntilla i Caracol, estableciendo su cuartel je- neral en las casas de Lucares. El 12 icieron repe- tidas entradas por diversas calles, i en todas fue- ron rechazados, no atreviéndose a presentarse por aqellas qe miraban ala plaza i estaban guardadas por los cañones. La noche se pasó en continua alar- ma, amagando el enemigo por todas partes con el intento de incomodar a la guarnición, acer consumir municiones qe escaseaban mucho, i robar algunas casas. En la madrugada del 1 3 icimos una salida por el costado de la laguna de Gabilan, para dar agua a la poca caballería qe teníamos; pero el ene- migo cargó con tanto arrojo qe no logramos el ob- jeto, tuvimos tres muertos, un erido, prisionero el cadete don Francisco del Rio i dos soldados, i per- dimos también algunos caballos. No fuimos mas felices en otra salida qe icimos después por la par- te del Biobio, en la qe nos irieron gravemente al oficial de infantes de la Patria don Ramón Gil i tu- vimos también tres muertos. Se circunscribió la defensa al estrecho cuadro de la plaza, i el ene- migo emprendió el ataqe por dentro de las casas, las qe de paso eran entregadas al saqeo para sa- tisfacer la rapacidad del enjambre de guazos qe abian arrastrado de toda la campaña. A medio día llega- ron a apoderarse de la casa de los Ben aven tes qe linda con el palacio, i se trabó la pelea encima de los tejados. Por otro punto tenían la casa de los ííovoas, qe comunica con la recoba por medio de —161— una ventana, i en ella se estableció también la lu- cha. En estas circunstancias, i según se dijo, por los ruegos de la señora de don Pablo Hurtado, des- pachó el comandante realista don Matias de la Fuen- te, un parlamentario intimando rendición i ofre- ciendo una capitulación onrosa. Fué necesario acep- tarla, pues la plaza no podia sostenerse dos oras, las fuerzas qe la atacaban eran diez veces mayores qe las qe la defendían, i el ejército patriota se alia- ba a cien leguas de distancia. El resto de ese dia se gastó en concertar la capitulación, qedando por último convenido en qe a la mañana siguiente la guarnición rendirla las armas en la plaza, saldría de ella con tambor batiente, i no volverla a servir contra el rei; qe los vecinos no serian incomodados por sus opiniones, i qe el cumplimiento del pacto era garantido por todo el onor déla iiacioii española. En esta virtud se rindieron 130 fusileros, 60 lan- ceros de los Andes con sus respectivos oficiales i doce vecinos qe abian qedado en el cuadro. El onor de la nación española, representada por los realis- tas de América, fué siempre la garantía mas inefi- caz, por no decir atroz. Así es qe el mismo dia los defensores de Concepción fueron declarados reos de estado, i encerrados en estrechos calabozos o luga- res abultados al efecto, como el De profundis del convento de la Merced, mientras se preparaba la nueva iglesia de la catedral para depósito jeneral, en qe entraron ombres de todas clases, ancianos de 80 años, i niños de 15. El ayudante de plaza Man- terola, qe por su ardiente patriotismo i carácter osa- do i bullicioso, se abia granjeado el odio del par- 21 —162— tido realista fué castigado con bofetadas i palos; i tendido en el suelo con las manos amarradas i una mordaza en la boca, permaneció muchas oras, pa- ria ludibrio del soldado. Los oficiales don José San- tiago Gómez, don Juan José Qijada i don Santiago Flores curaron sus cridas en la prisión; pero don Ramón Gil murió en ella i el valiente don Juan Manuel Vidaurre sucumbió antes de entrar. Los demás fuimos tratados con el mayor rigor: por mu- chos dias fué mi colchón un pellejo de carnero, mi almoada un ladrillo i mi cobija un pedazo de ca- pote, i con todo no era de los peor parados. Las mu- jeres qe qedaron en las casas, con mil apuros po- dían proporcionarnos el diario sustento i al intro- ducirlo era desfalcado por la guardia. Esta era mui numerosa, i constantemente tenia abocados á la única puerta qe se abia dejado, dos cañones car- gados a metralla, la mecha encendida i la orden de disparar sobre nosotros al menor movimiento qe iciésemos. — La desierta isla de la Qiriqina fué tam- bién convertida en depósito de prisioneros. Se nombró una junta para instruir los procesos, pues, todos éramos considerados reos de lesa Majestad. Se aguardaba solo la conclusión de ellos, para im- poner las mas severas penas a algunos oficiales, así en Concepción como en Chillan, i para remi- tir otros a las Casas-matas del Callao. Todos su- fríamos con serena fortaleza el rigor de nuestro des- tino, i los insultos de oficiales improvisados, o de partidarios triunfantes en una guerra civil, i en qie- nes ni la educación ni los sentimientos de onor, mi- tigaban el acaloramiento de las pasiones. —ios- capítulo XI. Llega a Chile Mr. James Hillyar, encaro-ado por el virei para propo- ner un convenio — Acuerdo celebrado por el Director i Senado — Se nombran plenipotenciarios — Tratados de Lircai — El ejército realis- ta se retira a Chillan i el de la Patria ocupa a Talca — Se pone en libertad a los prisioneros — Los tratados son mal recibido por uno i otro bando. La situación del Jeneral realista era la mas *'em- ;; barazosa, desde qe con tan poca previsión abia ?/• ido a poner en Talca sus cuarteles de invierno: ?; cuando veia ya entrada la mala estación, i cuan- ;; do conocía los pocos progresos qe podian acer ;; sus armas en el tiempo de las copiosas lluvias so- ;? bre caminos interceptados por caudalosos rios, i PTen puntos qe carecían de ospitales para el auxi- p? lio de sus enfermos i eridos (1)*/' mientras por otra parte el ejército de la Patria se encontraba según la esposicion del Director Supremo, con "dos mil ^' veinte i dos fusileros, veinte cañones de todos ca- yy libres, una brillante caballería i a mas la 3."^ di- py visión, al mando del valiente i esperimentado don ;; vSantiago Carrera; la qe se componia de los in- ;; fantes i voluntarios de la Patria, infantería i arti- yp Hería de Valparaíso, cívicos de Aconcagua i Qi- ;; Ilota, qe llevaban una fuerza de mas de 700 fusi- (1) Torrente tomo 2.° páj. 44. —164— ;; leros, un tren qe iba marchando de 8 piezas de ar- ;; tilleria con su correspondiente servicio de muni- ;; ciones i tropas, los destacamentos de los rejimien- ;; tos de caballería de la capital, numero 1 i 2 de ;; Maipo i Rancagua, de Aconcagua i los Andes, ;; mas de 1500 caballos, abundantes caudales, víve- ;' res i municiones. Tales recursos (valiéndome de ;; las palabras del mismo Director) unidos al en- ;; tusiasmo i firmeza de los pueblos, ala justicia de ;; nuestra causa i a la segura protección del Dios de ;; los ejércitos, eran suficientes para qe contásemos ;; con una completa victoria (m). No era probable qe ;; nos viésemos jamas menos espuestos, ni conme- ;; jores esperanzas de un triunfo/' Sin embargo, cuan- do era tal la situación de los ejércitos velij erantes, i cuando concurrian tantas probabilidades a nues- tro favor, fué justamente cuando comenzaron a oir- se pláticas de paz. E aquí su oríjen. En los primeros dias de abril ancló en el puer- to de Valparaíso procedente del Callao la fraga- ta de S. M. B. Phaebe, mandada por el comodoro Mr. James Hillyar. Este caballero se anunció al gobierno como encargado por el virei del Perú para proponer algún convenio qe iciese cesar la guerra, i se ofreció como mediador para fin tan noble. Igno- ro si traía algunas comunicaciones o credenciales qe acreditasen ese carácter ante nuestro Gobierno, pues nunca se publicaron; pero sí e visto el oficio qe el virei dirijió al Jeneral Gainza con fecha 11 de enero de 1814, en qe le dice qe el señor Hillyar (m) Memoria sobre el estado de la guerra i la necesidad de concluirla — Santiago abril 5 de 1814. —165— "por pura bondad de su corazón amante de la uma- ;; nidad, le a ofrecido practicar con la Junta de Chi- ;; le los oficios mas eficaces para reducirla a entrar ;; enuna composición justa,' razonable i decorosa, qe ;; concilie los intereses del reino con los de Fernan- ;; do 7.° i nación española, de qe es i no puede de- ^;jar de ser parte No ai ocasión (anadia el ;; virei) mas noble i digna del corazón sensible de ;^ un jefe dispuesto 2i perdonar el estravio i agresión ^y de sus subditos, qe cuando se vé preponderante, py qe es justamente el caso en qe me alio" i en es- ta intelijencia ordenaba qe caminase Gainza de acuerdo con Hillyar. Abiendo pasado a la capital el comodoro i sien- do recibido por el Director con la mayor benevo- lencia como un mensajero de paz i un mediador re-; presentante de la gran nación inglesa, pues se avan- zó asta asumir tal carácter, se inició una negocia- ción con él, le pidieron las proposiciones qe por su parte se acian i se convocó al Senado para discutir- las. Según carta de Mackena a O'Higgins, qe ten- go a la vista, parecieron inadmisibles; pero dice qe se mostraba dócil para correj irlas o enmendarlas, i en efecto con su allanamiento celebró el Gobierno i el Senado el siguiente acuerdo. "Por la prisión de Fernando If" qedaron los pue- blos sin rei i en libertad de elejir un gobierno digno de su confianza, como lo icieron las provincias es- pañolas, avisando a las de ultramar qe iciesen lo mis- mo a su ejemplo." "Chile deseoso de conservarse para su lejítimo rei, i uir de un gobierno qe lo entregase a los fran- —166^ ceses, elijió una Junta Gubernativa compuesta de sujetos beneméritos. Esta fué aprobada por la re - jencia de Cádiz, a qien se remitieron las actas de su instalación: siendo ella interina mientras se for- maba un Congreso jeneral de estas provincias, qe acordase i resolviese el plan de administración con- veniente en las actuales circunstancias. Se reunió efectivamente el Congreso de sus diputados, qienes en su apertura juraron fidelidad a su rei Fernando 1 ,\ mandando a su nombre cuantas órdenes i títu- los espidieron, sin qe jamas intentasen ser indepen- dientes del rei de España libre, ni faltar al jura- mento de fidelidad." Asta ell5 de noviembre de 811 qedó todo en aqel estado, i entonces fué cuando por fines e intereses particulares icón la seducción déla mayor parte délos europeos del reino, fué violentamente disuel- to el Congreso por la familia de los Carreras, qe echos dueños de las armas i de todos los recursos, dictaron leyes i órdenes subversivas de aqel institu- to, sin qe ni las autoridades, ni el pueblo, ni la pren- sa pudiesen esplicar los verdaderos sentimientos de los ombres de bien, ni opinar con libertad." '*Así es como durante el tiempo de aqel despo- tismo se alteraron todos los planes, i se indicó con signos alusivos una INDEPENDENCIA qe no pu- dieron proclamar solemnemente por no estar seguros de la voluntad jeneral. Sin duda aqella anarqía i pa- sos inconsiderados movieron el ánimo del virei de Li- ma a conducir a estos paises la guerra desoladora, confundiéndose asi los verdaderos derechos del pue- blo, con el desorden i la inconsideración. Atacado —167— el pueblo indistintamente por esto, le fué preciso po- nerse en defensa, i conociendo qe la causa funda- mental de la guerra eran aqellos opresores, empleó todos sus conatos en separarlos del mando, valién- dose de las mismas armas qe empuñábamos para defendernos déla agresión exterior." "Puesto así el Gobierno en libertad i deseando elejir un Gobierno análago a las ideas jenerales de la monarqía, confióla autoridad a un Gobernador, llamándole Supremo por aber recaido en él la om- nímoda facultad qe tuvo la primera Junta Guber- tiva instalada en 1 8 de setiembre de 1810; i se pro- pone aora restituir todas las cosas al estado i orden qe tenían el 2 de diciembre de 1811 cuando se di- solvió el Congreso/' "Por tanto, aunqe nos aliamos con un pié muí respetable de fuerza, qe tiene al reino en el mejor estado de seguridad, qe diariamente se aumenta i aleja todo recelo, conviniendo con las ideas del ví- rei por la mediación e influjo del señor comodoro Mr. James Hillyar i para evitar los errores de una guerra, qe a dimanado de aberse confuaidido los ver- daderos derechos e ideas sanas, conjps abusos de los opresores, propone Chile lo siguiente/' 1.° *'Qe supuesta la restitución de las faculta- des i poder del Gobierno al estado qe tuvo cuan- do fué aprobado por la rejencia, debe suspenderse toda ostilidad, i retirarse las tropas agresoras, de- jando al reino en libre uso de sus derechos, para qe remita diputados a tratar con el Supremo Go- bierno de España el modo de conciliar las actuales diferencias."' —168— S.'' *'No se variará el poder i facultades del Go- bierno de la manera qe fué aprobado por la rejen- cia, esperando el reino el resultado de la diputación qe a de enviar a España.'* 3.'' *'Se darán todos los auxilios qe estén al alcan- ce del reino, para el sosten de la Península." 4." "Se abrirán los puertos a todos los dominios españoles, para qe continúen las relaciones mercan- tiles mutuamente/' 6." "Se ofrece al señor comodoro Mr. James Hillyar, mediador de las diferencias entre el señor virei de Lima i este Gobierno, una garantía sufi- ciente para el cumplimiento de esta transacción." 6.'' *'Siendo notorio, tanto en Chile como en Li- ma, el eficaz deseo del señor comodoro i coman- dante déla Phaebe, determinar las diferencias pen- dientes en dos Estados unidospor naturaleza i re- lijion, aceptamos su laudable mediación entre am- bos Gobiernos, i ofrecemos garantir los tratados qe por ella seagan,con la seguridad qe esté en nues- tra facultad, i siendo esto conforme substancial men- te con los sentimientos qe en conversaciones parti- culares a manifestado el señor virei al señor Hillyar, a excepción de qedar sujetos a guarnición estraña, nos ofrecemos también a reponer esta falta de ga- rantía con reenes eqivalentes. Por tanto espera Chi- le no se ponga el menor embarazo en la salida de las tropas de Lima; en cuya negativa nunca podrá convenir este reino, asi para acer una elección li- bre de sus diputados, como para evitar una anar- qía, i las disensiones interiores qe probablemente se orijinarian, qedando alguna fuerza esterior; i so- —169— bre todo porqe garantidas las proposiciones de un modo seguro, es inútil, i podria ser mui perjudi- cial mantener en el reino aqella fuerza/' 7.° "Qedarán olvidadas las causas qe asta aquí ayan dado los vecinos de las Provincias del reino, comprometidos por las armas, con motivo de la pre- sente guerra/' 8.° "El Gobierno deja a discreción i voluntad- de los Jenerales de nuestro Ejército Restaurador, acordar i determinar el punto o situación en qe an de discutirse i decidirse los tratados i demás ocurrencias de qe no se aya echo mérito, i también el qe personen la discusión, o en su lugar nombren plenipotenciario qe desempeñe a satisfacción tan im- portante encargo: i para este nombramiento se au- torizan en bastante forma/' "Convenidos los Jenerales de ambos ejércitos en los antecedentes artículos, sin variación sustancial, volverán a este Gobierno para su ratificación qe se ara en el término qe acordasen/' Santiago, abril 19 de 1814 — Francisco déla Las- tra — Dr, José Antonio Errázuriz — Camilo Enri- qez — Dr. Gabriel José de Tocoriial — Francisco Ra- món de Vicuña — Dr, Juan José de Echeverria, secre- tario. Confieso qe a sufrido mucho mi nacionalidad al insertar este documento qe e copiado literalmente de su orijinal, i qe no me encuentro con la calma necesaria para desenvolver su carácter i consecuencias. Ágalo el lector. Solo le indicaré qe en él verá pro- bado, qe el Jeneral Carrera fué el primer campeón de la libertad, como lo asenté en otra parte. Tam- 22 —no- bien debo advertir, qe no era falta de patriotismo en el Director Lastra la qe le impelió a estos tra- tados, sino qe mandaba bajo la influencia de un partido poderoso. En carta particular escrita al Je- neral OHiggins le decia. *'Esto no es para ombres de bien i de onor, sino para granjearse el descré- dito i perder su reputación. Ambicionen enorabue- na este lugar de disgustos i sinsabores, qe yo las- timaré siempre al infeliz qepor comprometimiento ocupe su asiento.'' I en el oficio de instrucciones qe le da para los tratados, le dice — "V. E. como testigo ocular i por mil otros motivos, sabrá bien sí. .... .si le aprovechará ( al enemigo) la suspen- sión, i si separado algún tiempo, podrá reacerse i regresar con dobles i mejores tropas: si las nues- tras están oi en estado de atacar con ventaja, aca- bar con aqellas i entorpecer o dificultar qe venga otro repuesto capaz de acernos sucumbir después de victoriosos V. E. es uno de los mas com- prometidos: V. E. el qe con sus acertadas disposi- ciones debe reanimar nuestra agonizante esperanza." Los coroneles O'Higgins i Mackena ascendidos a brigadieres, fueron nombrados plenipotenciarios para tratar con Gainza, i el Dr. don Jaime Zuda- ñez su consultor. El comodoro Hillyar se trasla- dó al ejército i el 26 de abril recibió un oficio de los plenipotenciarios en qe le pedian pasase a Tal- ca a presentar las proposiciones i a acordar el lugar i tiempo para las conferencias. Al dia siguiente lo contestó, diciendo qe Gainza desechaba las propues- tas como contrarias a las instrucciones qe tenia del virei;pero qe estaba animado de los mejores deseos —171 — para concluir la guerra: qe se allanata a concurrir el otro dia al lugar intermedio entre los dos ejérci- tos con solo la escolta de un oficial i 25 soldados; i qe él (Hillyar) garantia la buena fé de ambas par- tes. En esta virtud, el 28 se movió nuestro ejérci- to de Qecheregas a Pilarco, distante de Talca 5 le- guas; i el 29 comenzó la negociación cambiando al- gunas notas qe seria cansado estractar, i en las qe los negociadores representaban diversos papeles, principalmente Gainza, qe ya se manifestaba de- masiado franco, ya delicado i qisqilloso, ya sor- prendido por Zudañez qe qeria abusar de su senci- llez por verle sin un letrado qe le aconsejase, aun- qe tenia a su lado al auditor don José Antonio Ro- driguez Aldea. Por fin el 3 de mayo, en las orillas del rio Lircai, distante dos leguas de ambos cuar- teles jenerales, se firmaron los tratados definitivos, bajo las bases espresadas en el acuerdo del Senado, dándoles solo mayor desenvolvimento i aqellas con- diciones necesarias para su cumplimiento, como fijar 30 oras para la evacuación de Talca i un mes para la de la provincia de Concepción — señalar compen- saciones, i devolución de armas, ofrecer reenes &c. En el artículo S.*" se estipulaba la inmediata restitu- ción de los prisioneros, sin excepio?i alguna, la can- celación de las causas a ellos seguidas, i se recomien- da recíprocamente el mas relijioso cumplimiento de es- te articulo. Sin embargo, en artículos secretos fue- ron excluidos los Carreras, los qe debían ser embar- cados en Talcauano i remitidos a las Casas-matas del Callao; lo qe participó O'Higgins al Gobierno pi- diéndole su aprobación en oficio del mismo dia 3. —172— Estos tratados fueron solemnemente ratificados en Santiago el dia 5 por el Directorio i Senado, con solo la variación del artículo 11, resistiendo dar en reenes a O'Higgins como persona qe por su saga- cidad, i mas circunstancias ahia destruido la pertur- bación interior, i repuesto el reino en su anterior traii- qilidady i cuya ausencia podia esponerlo de nuevo (n). Gainza por su parte se resistió también a dar a los coroneles Pinuer i Montoya, qe eran veteranos i pertenecían al ejército invasor, i dio a escojer entre Lantaño, Oíate, Diaz, qe eran guerrilleros i chile- lenos. O'Higgins con fecha 7 contestó, qe^e entre- ga a su buena fe i deja a su arbitrio la elección. En otra carta del 9 se qeja Gainza áe\ abandono en qe le van dejando desde el dia en qe anunció su re- tirada, i O'Higgins inmediatamente manda a un ofi- cial Silva, o Allende con 300 ombres desarmados, 300 muías i 60 yuntas de bueyes, para qe le auxi- lien en el paso del rio Maule, En Concepción i Chillan se pusieron en libertad mas de 500 prisioneros, como 40 oficiales i varios vecinos qe se aliaban presos como reos de estado. Solo se escluyeron a los dos ermanos Carreras; pero un oficial italiano consiguió qe les qitasen los gri- llos, i se les diese licencia para acer una visita a la familia del Intendente La Fuente, qelos abia ser- vido en la prisión. En una ora consiguieron levan- tar un préstamo de 500 pesos, ya entre oficiales rea- listas, como de don Juan de Dios Campillo 50 pe- sos, ya entre patriotas como de Contreras 200. Con (n) Monitor Araucano n°. 42. de 10 de mayo de 1814« —173— estas cantidades auxiliaron a los infelices soldados, i ellos, qe ya sabian por el Gobernador Urrejola el destino qe les estaba reservado, se escaparon la no- che siguiente a una acienda de Benavente para de allí pasar a Talca por caminos estraviados. El 14 después de oraciones se presentaron al Jeneral O'Higgins, qe ya sabia su fuga por el aviso qe le abia dado Gainza oficialmente desde las Trancas, i por la esqela confidencial en qe le decia — "E sentido in- ;^ finito este incidente desagradable. Pero ¿a dónde V irán qe no se les eche mano? A buena jente se ;; iban con palabras deonor (o)/' Sin embargo qedó notablemente sorprendido, les mostró finjida amis- tad, i les obligó a alojarse en su misma casa para poderlos vijilar mejor. En los cuarteles se toma- ron varias providencias de seguridad, pues se temia siempre el influjo de estos antiguos jefes. En la mañana siguiente los visitó el Mayor Jeneral, i les advirtió qe no saliesen a la calle porqe sus ene- migos estaban alarmados. Después lo izo el mismo O'Higgins dirijiéndose a don José Miguel en es- tos términos— "Deba yo a V. amigo mió, entre tan- tos favores como me a dispensado, el de no salir V. ni su ermano a la calle. Los oficiales enemigos de V V. pueden cometer algún atentado, porqe con su venida están medio locos.'' Carrera le respondió: "Amigo, no aré jamas favores qe me degraden. Si me mantengo encerrado en casa de V., creerán con justicia qe tengo motivos para ocultarme, i mis ami- gos estrañarán no verme. Si es indispensable suje- (o) Araucano \\\ 180, Documeuto 23. —174— taniie, sea por la fuerza: en cuanto a los oficiales enemigos qe qieran ofendernos, corren de nues- tra cuenta. Yo tengo qe pedir aV. otro favor qe empeñará eternamente mi gratitud, i en qe se in- teresa también el crédito de Chile, i es qe pida a Gainza la causa qe se me a seguido en Chillan/' O'Higgins le contestó qe lo aria. Al dia siguiente salieron parala acienda de su padre situada en San Francisco del Monte, sin qe el Jeneral les diese el menor auxilio, ni siqiera un par de pistolas qe le pidieron prestadas, i seguidos por el alférez de dra- gones don Atanasio Yañez, qe debia espiar sus pasos con disimulo. — Los prisioneros de Concepción tuvieron orden de no poder juntarse en mas núme- ro qe tres, de andar de noche por las calles con una linterna i de no poder ausentarse sin pasaporte: los qe sin embargo, eran negados a todos los qe lo so- licitaban. Cuando Gainza llegó a Chillan, descubrió qe en el ejército se tramaba una revolución para depo- nerlo, confiar el mando a Sánchez, anular los tra- tados i romper las ostilidades. Se necesitó para des- baratarla toda la astucia del auditor de guerra don José Antonio Rodríguez, i todo el influjo de Urre- jola i Elorreaga — Se celebraron juntas secretas i parciales para iniciar a los oficiales en el misterio de los tratados, i se acordó aumentar el ejército con reclutas echos silenciosamente en las plazas fronte- rizas, recolectar caballos para ponerlos en potreros ocultos, i prepararse para abrir la campaña luego qe llegasen los auxilios de Lima. Mientras tanto, aunqe en el nuestro era igual el descontento i se —175— manifestaba con actos positivos de desobediencia i desprecio, como poner en la cola de los caballos la cucarda española, i en la cabeza de los solda- dos gorras tricolores — con todo, no se pensaba en aumentar i organizar la fuerza, en componer las armas, ni en apercibirse para el caso de ser desaprobados los tratados; al contrario, se retira- ron los auxiliares de Buenos-Aires, el Batallón de Voluntarios i las milicias de caballería, i se de- jó consumir el ejército en Talca. En la capital se ablaba i escribia contra el convenio, se qemaban bandos supremos en la plaza pública i se tenian acaloradas discusiones asta en los estrados. La cri- sis era espantosa, i el menos avisado presentia nues- tra próxima ruina, porqe era bien notoria la ma- la fe de los realistas. El mismo Jeneral O'Hi- ggins participaba de oficio. "A llegado a esta ciu- dad el licenciado don Miguel Zañartu, i mañana entrará el cura don Isidro Pineda: por la corres- pondencia qe estos señores an tenido con el Jene- ral Gainza, i qe acompaño en testimonio, qedará V. E. cierto asta la evidencia, qe los recelos qe desde el principio tuvimos de la poca fe de dicho Jene- ral, se alian oi realizados, a pretestos fútiles, ridí- culos i despreciables; qeriendo solo ganar tiempo para saber del virei de Lima, si a de dar cumpli- miento a los tratados, o si a de seguir en el propó- sito déla desolación del reino, único objeto dees- tos tiranos insaciables de envidia de los virtuosos americanos Con lo dicho solo, abria suficien- te motivo para qe V, E. inmediatamente iciese la formal declaración de guerra; pero aun ai mas, qe —176— como aqel Jeneral a tenido siempre dobles inten- ciones, a procurado en tiempo acer cuantas ostilida- des le adietado su tiranía en perjuicio de los pa- triotas de la provincia qe ocupa. La casa de Men- diburu a sido obligada por este pirata a contribuir con diez mil pesos — la de Ben avente con cinco mil, i asi sucesivamente ^'A principios de julio un americano del Norte escribe desde el Callao a otro residente en Santiago, la salida del refuerzo i del nuevo Jeneral Ossorio, i a pesar de tanta evidencia, las autoridades chilenas siguen su marcha de in- dolente apatía, o de resignada umillacion. Los mas exaltados patriotas fraguaban diversas conspiracio- nes para deponer al Gobierno i nombrar otro qe proveyese a la común defensa: en el mismo ejército se recojian firmas para dirijir peticiones. Faltaba solo un ombre de valor i prestijio qe se pusiese al frente de la opinión, i para muchos lo era solo don José Miguel de Carrera. —177 CAPITULO XII. Se muda el Gobierno Supremo en Santiago — El ejército desconoce al nuevamente formado i se pone en marcha para destruirlo — Bata- lla de Maipo entre las fuerzas Patriotas — Los realistas reforzados i al mando del Jeneral Oásorio avanzan desde Chillan — Intima la ren- dición — Se reúnen los partidos i se reorganiza el ejército — ^Defensa de Rancagua — Emigración a las provincias arjentinas. Aunqe el Supremo Gobierno al destituir del man- do a los Carreras, les abia prometido la conserva- ción de sus empleos, sueldos i onores, la seguridad de sus personas en cualqier punto de la república qe residiesen i la justa consideración debida a sus servicios — aunqe desde su destitución no abian po- dido cometer acto alguno criminal ni aun sospecho- so, por aber permanecido prisioneros del enemigo; aunqe, escapados de la prisión abian llegado a su acienda de campo, i lo abian comunicado al Direc- tor, diciendo qe no podian presentarse inmediata- mente en la capital por estar enfermos i desnudos; i aunqe S. E. con fecha 20 de mayo les abia con- testado: "Me son mui sensibles los padecimientos i malos ratos de VV. i en realidad an obligado mi consideración, qe ofrezco a VV. para todo aqello en qe no se comprometa la autoridad qe ejerzo" — »Sin embargo don Juan José abia sido desterrado 23 —178— para fuera del país, i se despacharon partidas de tropa para apoderarse de los otros dos ermanos. Estos lo supieron en tiempo i precavieron su pri- sión escondiéndose en los bosqes; pero ya fuese por el profundo sentimiento qe debia causarles se- mejante persecución i tan ingrato desconocimiento de los servicios prestados a la Patria, ya por temor de ser entregados a los realistas en virtud de los artículos secretos del tratado de Lircai, ya por sa- tisfacer a los clamores de su anciano i respetable pa- dre; determinaron espatriarse pasando la cordille- ra por el Planchón para reunirse en Buenos- Aires con su amigo el señor Poinsett e irse a establecer en Norte- América. Mas un fuerte temporal les sor- prendió en el camino, i se vieron obligados a volver a su acienda, reagravando sus compromisos este viaje, qe fué atribuido auna empresa sobre el ejército. Mac- kenalo avisa a O'Higgins en estos términos: "Des- engañados los Carreras de qe nada pueden intentar en la capital, se an dirijido acia ese ejército — Cuida- do, cuidado.'' Vueltos, pues, a su vida errante, conti- núala mas activa persecución, i para justificarla se ace correr qe su mismo padre a delatado sus orribles planes. Se pone en arresto a este venerable ancia- no, i se logra también prender a don Luis. "En estas circunstancias, (dice don José Miguel en car- ta al Padre Almirall), "mis amigos i un sin número de personas, a qienes debo afectos sin merecerlo, me visitan, me repiten cariñosas cartas, i me impelen a qe desampare los desiertos i me presente en la ciudad, prometiéndome su protección. De todo me desentiendo i solo trato de qe todos me olviden: pe- ro mis ideas se frustran, i contra mi voluntad se me arranca de mi destierro.'' — Efectivamente, el 23 de julio, dia en qe se cumplia el plazo de los edictos qe se abian fijado para llamarlo a juicio, se presenta en la plaza mayor de Santiago i algunos amigos suyos en ios cuarteles de las tropas, i la revolución qeda echa. El capitán don Ilario Vial con 50 sol- dados estaba en San Miguel rejistrando los últi- mos rincones de la acienda, i recibió la orden de retirarse firmada por el mismo Carrera. El Direc- tor qeda tranqilo en su casa^ porqe se reconoce su onradez i patriotismo, i los manejos empleados pa- ra convertirle en perseguidor. "De nadie me vengo, ni a nadie ago mal a pesar del furioso rencor con qe me an perseguido.^' (dice en carta de ese dia don José MigueL) Se izo volver al teniente coronel Be- navente, qe estaba en la acienda de don Estanis- lao Portales, para encargarle la conducción de ofi- cios para O'Higgins, participándole la mudanza de Gobierno, i para Gainza intimándole qe si no daba cumplimiento a los tratados de Lircai inmediata- mente, tuviese por rotas las ostilidades. O'Higgins determinó desconocer la autoridad del nuevo Go- bierno, i poner en movimiento su ejército para des- truirlo, i puso preso e incomunicado a Benavente, qitándole los oficios qe llevaba para el Jeneral rea- lista. — Todos los pueblos de la república obedecie- ron gustosos a escepcion de Valparaíso, cuyo go- bernador manifestó repugnancia, i fué reemplazado por don Francisco Javier Videla. La capital se convirtió en una maestranza jene- ral. Por todas partes se aprestaban armas, muni- —180— ciones i vestuarios — se recojian desertores, se aciaii i se disciplinaban reclutas. En la tesorería jeneral donde solo se abian encontrado mil pesos, se acian enterar las deudas atrasadas i los empréstitos le- vantados. Todas estas medidas eran dirijidas a po- ner el pais en estado de defensa; pues ya se sabia, como antes e dicho, la desaprobación de los trata- dos i el refuerzo qe despachaba el virei. Nadie se figuraba qe el ejército patriota abandonase su esta- ción i viniese a envolver el pais en una guerra civil, qe debía causar lamina total de la revolución; mu- cho menos cuando se abia dejado el mando al mis- mo O'Higgins, i se le prometían los auxilios pode- rosos qe la capital movida por el activo Carrera, podia proporcionar. Aun cuando aqel cerraba las vias a todo aveni- miento, este le escribía: "Mí amigo: no sé si pue- do aun ablar a Y. en este lenguaje: lo fui verda- dero i no disto de serlo a pesar de los pesares. No sé sí es V. o sí soi yo el loco i desnaturalizado chi- leno qe qiere envolver a la Patria en ruinas: lo cier- to es qe no procederé i qe Y. no debe proceder, sin qe antes nos estrechemos e indaguemos la verdad. En manos de Y. i mías está la salvación o destruc- ción de un milloQ de abitantes qe tanto an trabaja- do por su libertad. Maldecido sea de Dios i de lo§ ombres el qe qíera acer infructuosos tantos sacrifi- cios. Salvemos a Chile o seamos odiados eternamen- te.^' Por sí esta carta no era bastante a decidirlo, se mandó cerca de él una comisión compuesta del co- ronel don Antonio Ermída i del teniente coronel don Ambrosio Rodríguez, qe tampoco surtió efecto. —181-=. *'Empero (dice Torrente) preponderando en el citado caudillo (O'Higgins) el odio qe profesaba al nuevo Dictador, parece se puso de acuerdo con di- cho Gainza, i aun se aseguró qe éste le abia pro- metido 500 ombres para reforzar su partido, si bien la circunstancia de no aberse llevado a efecto puso en duda aqella imputación; i abandonando sus po- siciones en las riberas del Maule, se fué aproximan- do a Santiago, aumentando su ejército en el trán- sito con sus violentas proclamas i enérjicas disposi- ciones (p)." También dudo yo del auxilio qe se di- ce prometido por Gainza, i aceptado por O'Hi- ggins, pues aunqe se contó en aqel tiempo como cier- to i qe la propuesta se abia echo por medio de don Domingo Luco qe vino a Talca desde Chillan, no e encontrado documento alguno qe lo confirme. El seis de agosto salió de Talca don Andrés del Alcázar con 250 dragones i dos piezas de artillería mandadas por don Nicolás García — el 9 don Enri- qe Larenas con 400 ombres del batallón auxiliares, i 200 infantes de Concepción — el 10 don Juan Ra- fael Bascuñan con 470 granaderos i el 13 el Jene- ral con el resto de la fuerza. En esos mismos dias se aliaba Elorreaga en el Parral con los 500 ombres qese decían prometidos, i abia llegado a Chillan don Mariano Ossorio con el batallón europeo de Talavera, con un cuadro de oficiales para los escua- drones de Abascal qe mandaba Qintanilla, i para los úzares de Barañao con artillería, caudales, mon- turas, vestuarios i pertrechos. O'Higgins en su mar- (p) Istoria de la revolución ispano-américana — Tomo 2.** páj. 48. —182— cha iba recibiendo continuas noticias del movimien- to de los realistas, ya por don Ramón Urrutia qe se correspondia con su ermano don Juan, ya por don Antonio Merino, Vallejo, Echagüe, Mardones, Echaurren i Palacios; pero nada podia conmover la inflexibilidad de su resolución. Por fin el aciago dia 26 de agosto de 1814 se avistaron las fuerzas de am- bos caudillos en el llano de Maipo, cruzaron sus espadas i corrió la sangre de ermanos. Carrera llo- ró sobre los trofeos de su victoria, i abrió los brazos a su contrario, qe todavía se negó a entraren ellos. Al dia siguiente recorría el campo el comandante Benavente para recojer los eridos i dar sepultura a los muertos, cuando por el lado de Cerro-negro se oyó el sonido de una corneta, cuyo instrumento no se abia adoptado entre nosotros. Reconocida esta ocurrencia se encontró al oficial don Antonio Pas- qel, qe conducia la intimación de Ossoriopara qe se le rindiesen las armas, i muchas proclamas anun- ciando la vuelta del rei Fernando a España, i otros papeles seductores. Este parlamentario, ignorando los deberes de tal, orgulloso con los refuerzos qe abia recibido su bando, i gozándose en el descalabro qe acababa de esperimentar el nuestro, se atrevió a ablar al Jeneral Carrera con desprecio i groseria, por lo cual se le puso en prisión, i se contestó a Ossorio con el trompeta, en los términos qe me- recía su arrogancia, i qe pueden verse en el moni- tor araucano núm. 75 de 2 de setiembre de ]814. El Jeneral realista miraba nuestra lucha fratricida i aguardaba su resultado para caer sobre el vence- dor, Pero O'Higgins no se confesaba vencido i qe- —183— ría o aparentaba volver al ataqe. Al cabo la razón recuperó su imperio, i se izo la reconciliación: am- bos jefes pasearon las calles engarzados del bra- zo, i se dedicaron a la reorganización del ejército, con tanto empeño, qe antes de 15 diaspudo poner- se en campaña la mayor parte de él. Era el plan del Jeneral Carrera, defender el paso del caudaloso Cachapoal, i en caso de ser for- zado por el enemigo, replegarse sobre la Angostu- ra de Paine; para lo qe se mandó fortificar con dos baterías, qe a toda prisa levantaban los peones del canal de Maipo, qedando siempre otro punto de defensa en este rio, i en último caso el llano del mismo nombre, i sobre el qe podíamos presentarnos mas fuertes en caballería. Mas el Jeneral CHigro-ins se obstinó en preferir a Rancagua, i como esta elec- ción fué la qe decidió el destino i fin de aqella gue- rra, i de la qe se a pretendido acer responsable a Ca- rrera, para cumplir con el primer deber del isto- riador i dar a cada uno lo qe le corresponda, se me permitirá copiar los documentos siguientes — Numero 327. "Exmo. Señor — Las reflexiones qe ace el tenien- te coronel don Bernardo Cuevas en carta qe a V. E, adjunto, sobre el interés qe debe tomar el enemigo en posesionarse de la villa de Rancagua, son mui conformes a razón i a lo mismo qe otra vez tenia insinuado a V. E. en este particular. El punto de Rancagua es de suma importancia para aqel, i para nosotros no ai otro igual en todo el reino. Se puede —184— acer en él una vigorosa defensa sin esponer mucha tropa, ni aventurar la acción, aun cuando nuestra fuerza sea la qinta parte menor. Estamos todavía en tiempo de poderlo salvar; pero para ello se an de activar tanto las cosas, qe antes de dos dias pue- da marchar el ejército acia aqel destino/' "Dios guarde a V. E. muchos años — Maipo se- tiembre 14 de 1814 — Bernardo O'HigginsP Setiembre 14 — ^ de la mañana. "Señor don José Miguel de Carrera — Mi amigo: nos toma el enemigo el único lugar de defensa, el punto de Rancagua: desde el momento qe suceda, casi preveo la infeliz suerte de Chile — Las Angostu- ras de Paine no son suficientes para contenerlo: ai otro camino por Acúleo, qe aunqe difícil para arti- llería gruesa no lo es para la de montaña, i dirijién- dose por él pueden dejar burlada la división de An- gosturas. — Ya es tiempo de reunir el gran ejército. V. debe ocupar el lugar de jeneralísimo: es preciso salvar a Chile a costa de nuestra sangre: yo a su lado serviré ya de edecán, ya dirijiendo cualqiera división, peqeña partida, o manejando el fusil: es necesario para la conservación del Estado no per- donar clase alguna de sacrificios. El influjo de V. en el ejército; alguno peqeño mió reunido, será al- guna ayuda. Si aguardamos al enemigo en el lla- no de Maipo, soi de dictamen es ventajoso a los piratas, así por el mejor manejo de armas en las nuevas tropas in vaseras, como porqe las nuestras se corromperán en Santiago i se desertarán a sus ca- ./'/. COlüíTESTACIO:^ Santiago, noviembre 5 de 1844. No me creo capaz de desempeñar el cargo qe V. S. en uso de las facultades qe le concede la lei orgánica de la Universidad, se a dignado confiarme, i qe me comunica en su nota de ayer. Sin embargo lo acepto para manifestarle mi. sumisión, i para esti- mular a los jóvenes literatos, qe podían retraerse en otros años de emprender iguales tareas, siesta ubiese recaido en persona de vasta instrucción i ciencia, qe le abilitasen para un tra- bajo clásico, a qe no se debe aspirar en la infang¡a de nuestro cuerpo literario. '^^ Es verdad\qe tengo sobre muchos la ventajcu'^t aber pre- senciado los mas gloriosos echos de aricas ocuírridos en las pri- meras campañas ^ la guerra de úuestrarikdependencia, cuvos campeones o testigos van desaparecieniÉr tapidamente, sin legar a futuros escritores los preciosos materiales qe poseian para la istoria, o cuando mas dejándolos consignados en recuerdos tradicionales qe se adulteran o desfiguran cada dia; pero tengo también la desventaja de enconcharme todavía mui próximo a los . lj^± A personajes qe intervinieron en esos echos, i aunqe procuraré des- nudarme de toda pasión para apreciarlos cuando sea indispensa- ble, seré tahez juzgado con prevención por aqellos qe desean siempre ensalzar a sus amigos i deprimir a los qe no lo fueron, Ajyesar de mis diarias i multiplicadas ocupaciones j empren- deré el trabajo con suma desconjianza, sin pretensiones lite- rarias, relatando sucesos qe presencié, en el lenguaje sencillo de un soldado i con la veracidad de un ombre concienzudo; pero con cauta prudencia para no erir el amor propio de algunos, aunqe en cierto modo pueda padecer la rigorosa exactitud istóri- ca, puesju^go qe no todo i en toda ocasión puede decirse. Conformándome con la respetable indicación de V. S. contrae- ré mi atención sobre algunos sucesos acaecidos en la época qe me señala, i ojalá qe el resultado de mi empeño pueda en algu- na manera corresponder al juicio demasiado onroso con qe el mui superior de V. S. se. digna favorecerme. Dios guarde a V. S. — D. J. JBenaveíite. Señor don Andrés Bello Rector > de la Universidad de Chile, 5 —1 So- sas — Rancagua es el punto qe debe decidir nues- tra suerte — No qiero demorar el correo — A dios, mi amigo, soi el de siempre — Bernardo O'Higginsr En otro oficio del 18 dice qe "con mil ombres de infantería, trescientos de caballería de fusil; igual numero de lanceros, la culebrina de a 8 i el obús, yo soi responsable a qe el enemigo no penetrar ct{en Ran- cagua) jamas!' En otros dos del 21 desde el mis- mo Rancagua: *'Si llega el caso qe toda la fuerza del enemigo, avance sobre esta villa, i yo presuma con fundamento qe no pueda resguardarla con la qe está a mi mando, aré la retirada asta la Angostu- ra en los mismos términos qe V. E. me ordena en carta de oi, aunqe el verificarlo con orden es lo mas dificil para nuestras tropas por su impericia mili- tar. Estoi cierto de la actividad infatigable de V. E. i qe solo su celo podrá salvar a la Patria en las críticas circunstancias. Es ciertamente este punto el mejor qe presenta el reinó para acer una defen- sa con ventajas, i seria mui sensible perderlas; pe- ro si las circunstancias así lo exijen i la pruden- cia lo dicta, me veré en la precisión de retirarme asta encontrar el refuerzo.'' I el 22 asegura aun mas qe "si el enemigo no avanza con todo su ejército an- tes de dos dias, podemos decir qe nos acemos im- penetrables en este ¡Junto i de consiguiente qeda ase- gurada la defensa del reino." No pudo el Jene- ral Carrera resistir a tanto empeño, u oponerse a tantas seguridades como daba O'Higgins, ya fue- ra porqe llegase a desconfiar del acierto desús pla- nes, ya por no disgustar a un jefe con qien acaba- ba de reconciliarse. Apesar de sus convicciones i sin 24 —186— revocar por un momento las órdenes dadas, qedó fija- do el punto de Rancagua para la defensa, i por con- siguiente para nuestra ruina. El 28 de agosto estaba ya fuera de Chillan el Je- neral Ossorio con todo su ejército, qe constaba de la fuerza i divisiones siguientes — Vanguardia, Batallón de Carvallo 502 Id. Chillan de Lantaño 600 Escuadrón de Qintanilla 150 Milicias de caballería 200 Cuatro piezas de artillería con 40 Total 1492 Primera división. Batallón de Ballesteros 800 Id. de Concepción 600 Cuatro piezas de artillería con 40 Total 1440 Segunda división. Batallón de Chiloe — Montoya 1000 Cuatro cañones 50 Total 1050 —187— Tercera división. Talayera — Maroto 600 Real de Lima 200 Úzares 150 Seis cañones eon 70 Total 1020 Los dragones de la frontera i algunas milicias de caballería escoltaban los bagajes, subiendo la total fuerza del ejército a mas de cinco mil ombres. Para resistirlo solo contaban los patriotas con los desmo- ralizados restos de las tropas qe abian combatido en Maipo, con algunos reclutas de 15 dias, i con un armamento tan malo qe qedaba inútil en dos oras de fuego. Su fuerza i orden era el siguiente. Primera división de OHiggins. Artilleros para el servicio de 6 piezas 84 Infantería num. 2 177 Id num. 3 470 Dragones 280 Milicias de caballería 144 Total 1155 —188— Segunda división de don Juan J . Carrera, Artilleros , 84 Infantería núm. 1, o granaderos 625 Caballería de Milicias 1153 Total 1861 Tercera división de don JLuis Carrera. Artilleros 30 Infantería 1 95 Gran guardia con fusiles 83 Id. lanceros 607 Total 915 Toda esta fuerza ascendía a 1466 infantes, a 363 dragones, 200 artilleros i 1900 milicianos de caballe- ría, es decir a casi la mitad délas fuerzas realistas i de mui inferior condición — Abíamos tenido qe atender a la costa, porqe el mismo O'Higgins avisó qe dos buqes de guerra, abian echo un desembarco en Topocalma, i por eso se envió al teniente coro- nel don Manuel Serrano a Melipilla con 116 fusi- leros. Dejamos también en la capital al capitán Bustamante con 140 infantes i a don F. Gorigoi- tia con 150 lanceros para qe formasen en Maipo nuestra reserva. El 30 de setiembre envió Ossorio un oficio de intimación fechado en San Fernando i dando 4 dias de término para su contestación, cuan- do sabíamos qe se aliaba con toda su fuerza en la —189— Reqinua, casas de Valdivieso. Acababa de recibir or- den del virei para qe se reembarcase con el batallón Talayera i alguna otra fuerza, i se dirijiese a Puertos intermedios para reforzar el ejército del alto Perú, qe se aliaba en peligro por algunas revoluciones i por el ejército vencedor en Montevideo, qe avanzaba sobre él. Esta orden puso en conflictos a Ossorio, porqe era difícil su ejecución i le arrebataba la victoria qe tenia casi en su mano. Se resolvió, pues, a desobedecerla i esa misma noche icón el mayor silencio se puso en marcha acia Cachapoal, para pasarlo en la punta de Cortes. O'Higgins no creyó este movimiento i por eso en los mismos instantes contestó al coronel Benaven- te— ''Está bien qe V. S. espere en ese punto al Jeneral de esa división, con respecto a qe ya an variado las circunstancias, pues el enemigo no avanzará al Ca- chapoal, porqe ya vio ayer el resultado qe podia tener si tal cosa pensase. Oi a mandado un guaso condu- ciendo un pliego para el Gobierno, el qe e remitido sin perder momentos, pues pienso qe todo lo ace de miedo." Sin embargo, Ossorio pasó el rio al amanecer del I."" de octubre en el punto indicado, i sin ser senti- do por el capitán Anguita qe guardaba el vado. Reci- bida la noticia por O'Higgins, se dirijiócon su división acia el rio: previno al brigadier don Juan José Carre- ra qe estaba en las casas de Valenzuela se le incor- porase con la suya, i por medio de su ayudante Ga- rai lo participó al Jeneral en Jefe qe se aliaba en los Graneros, añadiendo qe la dirección del enemisto era acia este punto, i qe los dragones i milicias de Acon- cagua le picaban su retaguardia. El Jeneral envió a su edecán don Rafael de la Sota con la orden qe —190— toda la fuerza se pusiese en retirada sobre la Au- gostura, aun cuando fuera preciso abandonar algu^ na artillería — Sota no pudo comunicar esta orden por estar ya encerradas las divisiones en Rancagua. Avanzaba la 3.* acia la plaza, cuando se notó qe una fuerte columna marchaba por su izqierdacon direc- ción a la Angostura. Salió el coronel Carrera a con- tenerla, i en Pan de Azúcar se descubrió qe era la del coronel Portus qe uia del enemigo — Se descubrió también por la derecha otra columna enemiga i se destacó al teniente coronel Benavente con un escua- drón, elqe logró acería retroceder. Nuestras primeras divisiones estaban pues, en- cerradas en la plaza, bajo unas malas trincheras, i tenian avanzadas algunas piezas de artillería a una i dos cuadras de ella, parapetadas también con líos de charqi. El enemigo las atacaba en esta forma^ Elorreaga i Qintanilla con su caballería por la Ca- ñada — los batallones de Carvallo i Lantaño por la calle de Cuadra, los de Ballesteros, Montoya i Na- via por la Merced i el de Maroto por San Fran- cisco. El fuego por una i otra parte era vivísimo, i- desde el principio abia el enemigo cortado las acequias qe daban agua a las manzanas déla pla- za, desbordándolas por las calles de afuera para anegarlas. El capitán Maruri izo una resuelta salida, tomó una batería enemiga i pasó a cuchillo a 86 ta- laveras qe la guardaban. Los capitanes Millan i Ca- brera acian prodijios de valor en sus baterías. Las fuerzas de Maroto trataron de atacar por la calle de san Francisco i sufrieron tanta pérdida, qe se dis. persaron, a excepción de la 6."* compañía qe man- —191 — daba el feroz Zambruno: por otro punto avanzó Ba- rañao con su caballería sin reparar en las trincheras, i obligado a guarecerse en una calle atravezada, desmontó su jente, la izo subir a los tejados i acer fuego con sus tercerolas. Casi lo mismo icieron el comandante Velasco i el capitán Ordoiza. Los ofi- ciales Pino i Benavides abrian forados en las mu- rallas i avanzaban con intrepidez. Pero los valien- tes patriotas resistian por todas partes. En la noche viendo Ossorio la bien sostenida defensa, i qe ella se prolongaría por mas tiempo, i oprimido con el peso de responsabilidad por su desobedecimiento a la orden del virei, determinó retirarse para repa- gar el Cachapoal, i llegó a dar la orden por con- ducto de Urrejola: mas los jefes le representaron qe si la retirada era sentida por la plaza i por la ca- ballería qe estaba fuera, serian completamente des- truidos en el pasaje del rio. Este justo temor les dio la victoria. La tercera división ocupaba la parte norte de la Cañada, tenia[algunas bocas de calle guardadas por sus dos cañones i sus pocos infantes. La caballe- ría apoderada de los potreros]de Olivos i otros, echaba abajo tapias con el objeto de allanar el campo para el combate. A media noche se presentó a nuestro Je- neral un valiente dragón, qe disfrazado i por los albañales abia salido de la plaza, conduciendo un peqeño papel escrito por O'Higgins con estas pa- labras. "Si vienen municiones i carga la 3.* división, todo es echo." El Jeneral contestó con lápiz: "Muni- ciones no pueden ir sin bayonetas. Al amanecer ará- sacrificios esta división," i de palabra agregó al dra- —192— gon. *'Diga V. qe esta división no puede encerrar-» se en la plaza; pero qe mañana atacará para qe salgan las de adentro." — Qien conozca la plaza de Rancagua, su estension, las avenidas qe tiene, i qien contemple qe estaba sitiada por 5000 ombres como antes se a dicho, o cuando menos por 3500 vetera- nos a qe lo rebaja un manuscrito de Qintanilla, y con una numerosa artillería — qien aya visto la fuer- te posición de la Angostura de Paine, i el Maipo en los primeros dias del desyelo de las nieves, podrá apreciar debidamente las órdenes del Jeneral Ca- rrera, i el ridículo cargo tantas veces repetido por no aber entrado a Rancagua con la 3/ división. Ella ejecutó, pues, en la mañana del dia 2, el movimiento acordado, atacando a las fuerzas de Elo- rreaga, Qintanilla, Barañao, Lantaño i Asenjo qe estaban situadas en la Cañada i qe fueron reforzadas por otras divisiones, dejando solo partidas i algu- nas piezas de artillería para mantener el fuego so- bre la plaza. El coronel Carrera con los fusileros i con los dos cañones volantes, tomó las calles qe salen a la cañada, i sostuvo todo el fuego de la in- fantería enemiga. El coronel Benavente contuvo a la caballería i su ermano el teniente coronel re- chazó un escuadrón qe nos atacó por la retaguar- dia; pero no era dado a estas fuerzas el acabar con las contrarias; solo se trataba de llamar su aten- ción para qe saliesen las qe estaban encerradas i ellas no se movían. A la una de la tarde se observó un profundo silencio en la plaza, seguido de repiqes de campanas; lo qe nos izo creer qe abia sucumbido. Emprendimos nuestra retirada con ór- — 193— den; pero en la mayor consternación i desaliento. Apenas salíamos de los callejones, cuando fuimos alcanzados por el teniente D. Gaspar Manterola avisando la rendición, i señalando los grupos de ofi- ciales i soldados, algunas mujeres i niños, qe en me- dio de la desesperación abian salido de la plaza atro- pellando las fuerzas enemigas. Los oficiales Ovalley Yañez qedaban en ella apoderados de la asta de bandera para no rendirla mientras tuviesen vida. El capitán D. José Ignacio Ibieta rotas las dos pier- nas, puesto de rodillas i con sable en mano, guar- daba el paso de una trinchera, asta qe sucumbió bajo innumerables golpes, a pesar de qe el mismo Ossorio abia mandado dejar la vida a un oficial tan valiente. Siento no dejar consignados en este es- crito los nombres de las demás víctimas del patriotis- mo, porqe nuestra violenta retirada, nuestra disper- sión por pueblos distantes i el descuido de los qe qedaron prisioneros, a sido la causa de qe no se alie una relación individual de ellas i qe no pueda yo aora rendir este peqeño omenaje a su eroismo i este corto lenitivo al dolor de su pérdida. Si la salida de la plaza se ubiera echo cuatro oras antes, i si ubiéramos podido prolongar la defensa siqiera por 15 dias, en las fuertes posiciones qe te- níamos a nuestra retaguardia, ¡cuantos males se abrían aorrado i cuantas glorias podíamos aber al- canzado! Pero ya era tarde i nuestra situación me- lancólica i desesperante. Se qiso tentar la defensa de la Angostura, para lo qe se mandó acer alto a la tropa i avanzar la reserva qe debia estar en Maipo; pero ya no se cumplían órdenes i todos corrían des- 25 pavoridos. El capitán don Patricio Castro encarga- do de sostener con una fuerte partida la retirada, tuvo qe emplear su sable para contener a los sol- dados en su fuga. En el manuscrito de un coronel español qe ten- go a la vista se dice "Después de 32 i media oras de fuego, los sitiados atropellan a los sitiadores i sa- len, dejando en este acto cien ombres muertos i 90 prisioneros. La plaza qeda llena de cadáveres, lo mismo qe las calles i patios de las casas A la verdad, la batalla de Rancagua debe ser memora- ble en la istoria — un activo i tenaz fuego, un umo denso i oscuro qe despedían los edificios incendiados — los alaridos i qejas de los moribundos — la feroci- dad de las tropas demasiado encarnizadas qe no daban cuartel — aqel clamor de unos pidiendo la vi- da i de otros qe les acabasen de matar para concluir sus penas — Todo esto formaba el cuadro mas orri- ble i patético — Se calcularon los muertos de una i otra parte en 1.300 i los prisioneros en 800. . . .Los talaveras cometieron orrores en esta acción; pero es preciso considerar qe todos fueron sacados de los presidios españoles." El Jeneralen jefe llegó a la capital al amanecer del día 5, i encontró qe el Gobierno abia mandado reunir los soldados, muías i caballos qe se aliaban en ella, i empaqetar 300 mil pesos de la casa de Moneda, para qe marchasen acia Aconcagua al cargo del capitán Barnachea i don Antonio Merino. Se comunicó orden al gobenador de Val- 2>araiso para qe en los buqes qe ubiese listos, se embarcasen todos los artículos de guerra i marcha- —ios- sen a Coqimbo, i qe la guarnición saliese por tierra acia Qillota. Al gobernador de los Andes se le pi- dieron mil muías, i se ofició al comandante de los auxiliares cordoveses para qe retrocediese asta Cha- cabuco. Se nombró gobernador de Santiago al co- ronel de milicias D. Rafael Eujenio Muñoz, para qe mantuviese el orden en la ciudad, i la entrega- se a los realistas. Pero la plebe cometió algunos excesos saqeando los cuarteles i la administración del estanco, en qe abian valores como de 200 mil pesos. Pensaba el Jeneral qe podia reunir en Aconca- gua mas de mil ombres, i qe con ellos i con el auxi- lio de los pueblos del norte, se sostendria la guerra por mucho tiempo, o a lo menos el necesario para qe nos viniesen auxilios de las provincias arjentinas. Pero la multitud de familias patriotas qe emigraban para Mendoza; el triste cuadro qe representaba su marcha; la desobedencia de muchos jefes de fuerza; la dispersión de las de Valparaiso en Qillota, la pérdida de los caudales por la sublevación déla es- colta i de algunos vecinos, i la aproximación de Elorreaga i Qintanilla con 400 ombres, — ^todo esto izo indispensable renunciar a aqel plan i seguir ia emigración. — Se situó en la ladera de los Pa- peles al coronel Benavente para qe la protejiese, i mui cerca de allí, 40 fusileros al mando del te- niente Jordán, lograron contener a las avanzadas enemigas. Las partidas de retaguardia escalaron la gran cordillera el dia 12 juntamente con el Je- neral en jefe — echamos las últimas miradas de des- pedida sobre los fértiles valles de Chile, i nos aban- —196— donamos al destino, resignados a comer el pan de la emigración qe tantas amarguras encierra, i las qe no debemos olvidar jamas, para mejor apreciar el qe oi disfrutamos. --197— ADTKRTEJSrCIA. Esta sencilla relación a sido compuesta en medio de graves i multiplicadas ocupaciones. Empredí es- te trabajo por el solo deseo de cumplir con la designa- ción onrosa qe izo de mí el Rectpr de la Univer- sidad, i sin mas pretensión qe la de ser creido. Así es qe en el desempeño de mi tarea, e procurado ceñirme escrupulosamente a los documentos autén- ticos qe poseo relativos a la materia, a riesgo de qe- brantar a veces la unidad de la relación, i de acería otras fastidiosa i pesada. Mucho mas lo abria sido talvez, si los ubiese relegado a notas o a un apéndi- ce final. El futuro istoriador no necesitará tanto de las reflexiones políticas i morales qe el asunto su- jiere de suyo, como de datos fidedignos — E ma- nifestado a muchas personas los documentos qe cito, i estoi pronto a mostrarlos a todas aqellas qe deseen consultarlos o asegurarse de su existencia. —198— índice DISCURSO PRELIMINAR. Páj. 1 CAPITULO I — Desembarca en el Puerto de San Vicente la es- pedicion invasora al mando del Brigadier Pareja — Se apo- dera de Talcauano i Concepción — Llega la nolicia a la Ca- pital i entre otras providencias se^ nombra Jeneral a don Jo- sé Miguel de Carrera — Sale a campaña i encuentra a veci- nos de Concepción qe emigran trayendo los caudales de la Tesorería — La fuerza qe los perseguía es tomada en Linares — Se reúne i organiza el ejército en Talca 21 CAPITULO II — Ocupa el Jeneral Pareja las provincias del Sur de Maule — Avanza una división de 400 ombres a reconocer la situación del ejército restaurador — Despacha un parlamen- tario, i mientras se le recibe rompe las ostilidades — Para cas- tigar esta falta, se destina una partida a la sorpresa de Yer- bas buenas — Sus consecuencias — Marcha el ejército sobre el Maule — Segundo parlamentario proponiendo una entrevit^ta de los Jenerales — Contestación con qe concluye esta nego- ciación 35 CAPITULO III — El ejército real abandona sus posiciones sobre el Maule i emprende su retirada — El de la Patria pasa este rio, i destina una división para picar su retaguardia: ella le ace varios prisioneros i le qita los ganados — Se reúne todo el ejército en Buli, i se intima rendición a Pareja qe ocupaba la villa de San Carlos — Continúa éste su retirada i es alcan- zado a una legua de distancia — Batalla de San Carlos — Su resultado — El enemigo se encierra en Chillan 50 CAPITULO IV — El Jeneral Carrera ocupa a Concepción i toma a Talcauano, con varios buqes surtos en la baía — Se apresa la fragata Tomas qe conduela auxilios de Lima — Las plazas fronterizas i pueblos interiores se someten al Gobierno patrio — Se organiza una fuerte división, se acen marchar dos caño- nes de a 24 i las tropas sobre el Itata — El Jeneral en jefe pa- '^ ea a Talca a mover una división — La del coronel Cruz cae prisionera. 63 CAPITULO V — Se reúne todo el ejército en los altos de Ca- llanco: llegan las piezas de a 24 i se pone el sitio a Chillan — Acciones del 3 i 5 de agosto: incendio de la Pólvora — Es- te accidente obliga a levantar el sitio — Emprendida la reti- rada, sale el ejército enemigo, presenta batalla, intima ren- dición, i con la enérjica contestación qe se le da, vuelve a sus atrincheramientos — Continúa la retirada "77 CAPITULO VI — Los realistas conspiran en Concepción — Ellos estienden sus operaciones por toda la Provincia, i nos obligan a diseminar nuestras fuerzas — Se apoderan de la plaza i puer- to de Arauco— Varios ataqes parciales— Con los recursos qe —199— pudo proporcionar Concepción i los pocos llegados de Talca, ee abre de nuevo la campaüa — Se reúnen varias divisiones en el Roble i son sorprendidas — Se mudan posiciones — Acción de Trocayan • . i ,91 CAPITüTO VII— El Gobierno Supremo se traslada a Talca, su objeto aparente, i el real — Oficia al Jeneral Carrera para qe renuncie el mando del ejército, lo mismo qe sus ernaanos — Nueva conspiración a favor de los realistas— El enemigo embarca en Arauco a varios prisioneros — Se repliega todo el ejército sobre Concepción i se le incita a qe deserte — El señor Cienfuegos va de plenipotenciario— Se recibe del man- do el señor O'Higgins— Ace salir a los Carreras de Concep- ción i caen en poder del enemigo 106 CAPITULO VITI — Desembarcan en Arauco auxilios, i un nue- vo jeneral realista — Losbuqes de guerra bloqean a Talcauano — La división de Q,iriue ocupa el Membrillar: sus primeras operaciones — Espedicion a Rere i nuestra derrota en Gomero. 126 CAPITULO IX — La Junta de Gobierno deja a Talca, i esta ciu- dad es tomada por el enemigo — El Jeneral O'Higgins sale de Concepción i sp encuentra con los realistas en los altos del Qilo— Defensa del Membrillar — Reunión de las divisiones, su marcha — , 140 CAPITULO X — Sale de Santiago una división al mando del te- niente coronel don Manuel Blanco — Es derrotado en Cancha- rayada — Pasan el Maule los dos ejércitos — Acción de los tres Montes — Campamento de Qechereguas — Toma de Concep- ción 151 CAPITULO XI— Llega a Chile Mr. James Hillyar, encarg-ado por el virei para proponer un convenio — Acuerdo celebrado por el Director i Senado — Se nombran plenipotenciarios — Tratados de Lircai — El ejército realista se retira a Chi- llan i el de la Patria ocupa a. Talca — Se pone en libertad a los prisioneros — Los tratados son mal recibidos por uno i otro bando 163 CAPITULO XII — Se muda el Gobierno Supremo en Santiago — El ejército desconoce al nuevamente formado i se pone en marcha para destruirlo — Batalla de Maipo entre las fuer- zas Patriotas — Los realistas reforzados i al mando del Jeneral Ossorio avanzan desde Chillan — Intima la rendición — Se reur nen los partidos i se reorganiza el ejército — Defensa de Ran- cagua — Emigración alas provincias arjentinas. . • . . . 177 -200— ERRATAS. Páj. Lin, Dice. Lee. 19 , 21 Tresier Frézier 41 28 corrijuieron corrineron 51 6 enlregarles entregarle 55 29 capintan capitán 56 11 , mismo mismos 59 16 m tóflanqeando flanqeado 60 .'émpleron emplearon 70 22-' ' ' Paria ^:|aíferia 74 26 de la tíg'las 75 22 eórica eróica 76 19 junción reunión 82 -22 oportundad oportunidad 84 12 delijencia dilijencia • 96 21 imprudentemene imprudentemente 102 1 muertros muertos 128 13 combinado combinada 147 6 causaban causaba 148 27 abian abri%n 154 30 comuinicaba comunicaba 163 6 recibido recibidos JV^ -•^KX Í.^&'' -"^^^ ..^ „.> '^ ' 'M * t^"^' ^'r %.^iCÍ ^-^' m^^£i 7 ; 'f<,K^ > J -■'7 ' ^■'í^íí^ .4.