f LIBRARY ^ UNivERsmr OF CMIFORNIA SAN DIEGO r,j ANTOLOGIA DE POETAS HISPANO-AMERICANOS. ANTOLOGIA POETAS HISPANO-AMERICANOS PUBLICADA POR LA REAL ACADEMIA ESPANOLA TOMO II, CUBA.— SANTO DOMINGO.— PUERTO RICO.— VENEZUELA. MADRID KST. TIP. «SUCESORES DE RIVADENEYRA* IMPRESORES DE LA REAL CASA Paseo de San Vicente, niira. 20 1893 INTRODUCCION. IV. CUBA (l). Fue de las tierras descubiertas por Colon en su pri- mer viaje; y en las paginas de su Diario de Navegacion quedo consignado con rasgos de espontanea poesia el (i) Ademas de los numerosos trabajos que se citaran en el curso de este estudio, hemos tenido a la vista los muy importantes, muy completes y bien digeridos que ha remitido a la Academia Espanola la Comision de Li- teratos Cuban?)s nombrada para este fin por el Gobernador general de la Isla, Teniente General de Ejercito, D. Camilo Polavieja, en 1891. Compu- sieron esta comision los senores D. Nicolas Azcarate (Presidente), D. Jose Maria Cespedes, D. Jose de Armas y Cespedes, D. Saturnino Martinez, don Jose E. Triay, D. Rafael Montoro, D. Luciano Perez de Acevedo, D. Ri- cardo del Monte, D. Domingo Figarola y Caneda y D. Manuel S. Pichardo (Secretario). No es facil encarecer debidamente el esmero, el buen gusto, el metodo severe y el imparcial criterio con que la comision cumplio su tarea, la cual se compone de dos partes diversas: una Biblioteca Sclccta I/is- pano Ciibana de Prosista.^^ que en esta ocasion no ha podido ser utilizada por las razones expuestas en el primer prologo, pero que qucda en la Academia para utilidad de los estudiosos y base de futuros trabajos; y una Antologia de Poesia Cubana, con noticias biograficas de cada uno de los ingenios. Nuestra coleccion estaba formada, y escrito nuestro prologo, antes de co- nocer tan rico caudal de materiales, pero afortunadamente nos ha alcanzado el tiempo para aprovecharle, ya en adiciones, ya en rectificaciones. De la Antologia hemos excluido d los poetas vivos, y si en las composi- TOMO II. a asombro que le produjeron las bellezas del suelo y cielo de aquella isla. Pero el descubrimiento y conquista de la Espanola primeramente, y luego el de Yucatan y Mexico, fueron haciendo olvidar 6 dejando en puesto muy secundario a Cuba, por dirigirse a otra parte la co- rriente de emigracion y la sed de aventuras. Tiene, pues, Cuba escasa y no muy interesante historia durante los tres primeros siglos de la dominacion espanola; y ni su importancia comercial ni su brillante produccion lite- raria comienzan hasta fines del xviii, y mas fijamente en el primer tercio del xix, en que consumada la indepen- dencia del continente americano, vino a quedar Cuba como principal reliquia de nuestro vastisimo imperio co- lonial, y a ser atendida de un modo especial por.nuestros gobernantes. Del regimen moderno de Espana en sus Antillas ban solido formarse muy duros y apasionados juicios: no es del caso atacarle ni defenderle, pero como fieles historiadores hemos de consignar, que a despecho de la decantada tirania militar, y a despecho de las gue- rras civiles, que ban empapado de sangre aquel hermoso suelo, todavia Cuba, en poco mas de ochenta anos, ha producido, a la sombra de la bandera de la Madre Pa- tria, una literatura igual, cuando menos, en cantidad y calidad, a la de cualquiera de los grandes Estados ame- ricanos independientes, y una cultura cientifica y filo- ciones que insertamos de los muertos, no coincide siempre nuestra eleccion con la de la Junta Literaria de Cuba, algo ha de concederse al gusto indi- vidual, sin menoscabo de la altisima estimacion que merecen esfuerzos tan meritorios y que tanto ban de contribuir a la buena inteligencia entre los espanoles de uno y otro lado de los mares. La discreta noticia preliminar de esta compilacion manuscrita, en que se trata de los origenes de la poesia cubana antes de Zequeira y Rubalcava, fu^ obra del elegante critico D. Ricardo del Monte. Ill sofica que todavia no ha amanecido en muchos de ellos. Sena temeridad atribuir tales progresos al lazo politico que sigue uniendo a Cuba con su metropoli europea, pero tambien seria insensato suponer en los espafioles un proposito deliberado y tenaz de matar los germenes de civilizacion en sus provincias ultramarinas, cuando vemos florecer bajo el regimen autoritario de nuestros Capitanes Generales, no solo la poesia con Heredia, Milanes, la Avellaneda y Luaces, sino la filosofia y las ciencias naturales y economicas con Varela, Luz Caba- Uero, Saco y Poey. Es cierto que el esplritu general de los literatos y de los hombres de ciencia en Cuba ha solido ser sistematicamente hostil a Espana y manifes- tarse francamente como tal; pero aun esto es indicio de no haber sido tan grande la represion de las ideas como se pondera, a no ser que supongamos muy torpes 6 muy inhabiles a cuantos se han empenado en atajarlas el paso e impedir su difusion. Y ciertamente que si comparase- mos (dicho sea sin ofensa de nadie) el cuadro de la lite- ratura y de la ciencia en la espanola provincia de Cuba, con el que ofrece la vecina isla de Santo Domingo 6 las no muy distantes Repiiblicas de la America Central, para no hablar de Bolivia y otros estados del Sur, quiza resultase muy dudosa esa virtud mortifera que se atri- buye al regimen colonial. Y si extendiendo todavia mas la consideracion, reparamos que Cuba, con territorio re- lativamente tan exiguo, y con historia tan moderna, vale y representa en la historia del pensamiento americano, tanto como Mexico, Colombia 6 el Rio de la Plata, y mas que Venezuela, el Ecuador 6 el Uruguay, quiza sa- quemos por ultima consecuencia que no tienen tanta razon algunos hijos de aquella isla para avergonzarse de IV no haber sacudido el yugo de la tirania iher-a cuando se emanciparon los demas crioUos, puesto que, a lo menos bajo el aspecto intelectual, no se ve que hubie- ran ganado mucho en el cambio. Pero dejando a un lado tales disquisiciones, que son siempre miiy resbaladizas y deben huirse cuidadosa- mente en obra que quiere ser de paz y concordia como la presente; y ateniendonos al aspecto meramente este- tico, empecemos por consignar la penuria de la litera- tura cubana en todo el primer periodo de la dominacion colonial. Nada importa a nuestro proposito averiguar si la raza indigena tenia 6 no aptitudes poeticas y algiin genero de cantos, porque esta raza, como todas las que poblaban las Antillas, se extinguio completamente en los primeros dias de la conquista, y no pudo dejar ele- mento alguno para la vida social de la colonia. Entre los conquistadores tampoco hubo quien celebrase las em- presas del adelantado Diego Velazquez de Cuellar, a quien, no obstante, Juan de Castellanos dio lugar en su panteon de Varones Ilusires de Lidias^ consagrandole Integra una elegia, que es la septima. De los primeros y timidos ensayos de la musa cubana puede encontrarse noticia, ya en el curioso libro de don Antonio Bachiller y Morales, Apuntes paj'a la historia de las letras y de la Instruccion Piihlica en la isla de Cuba (i), ya en la erudita introduccion que D. Antonio Lopez Prieto puso en 1881 a su Parnaso Ciibano (2). (i) Habana, imprenta de El Tiempo, i860. (2) Parnaso Ctibano. Colecciun de Poesias Selectas de Autores Cubafios desdc Zegucira a nuestros dias, precedida de una inlrodticcidn historico-critica sohrc cl desarrollo dc la poes'ia en Cuba. Habana, editor Miguel de Villa. Tengase en cuenta tambien el Estudio sabre el movimicnto cientifico j lite- El poema mas antiguo compuesto en Cuba, aunque no por autor cubano, de que dan noticia, es el Espejo de paciencia en octavarima, que escribio en 1608 Silvestre de Balboa Tro^^a y Quesada, natural de la Gran Canaria y vecino de Puerto-Principe, con motivo de una inva- sion de piratas franceses en el puerto de Manzanillo. Transcribe este poema de circunstancias el obispo Mo- rell de Santa Cruz, en su inedita Historia de la isla y catedral de Cuba. Los fragmentos que hemos visto del poemita de Balboa denuncian a lo menos un versifica- dor castizo y facil, y no gongorino, a pesar del tiempo en que escribia. En elogio de su obra compuso un soneto el regidor de Bayamo, Juan Rodriguez de Cifuentes. En el siglo pasado habia, aun en el interior de la isla, algunos improvisadores que hacian facil ostentacion de su ingenio en decimas y romances, naturalmente afeados con resabios de mal gusto y con los vicios que nacen de la falta de estudio y comunicacion literaria. Entre ellos se cita, principalmente, al medico y farmaceutico de la villa de Santa Clara, D. Jose Suri y Aguila (1696- 1762), que puso en verso los preceptos de su profesion, y que tenia ademas la rara habilidad de componer de repente loas para las procesiones y festividades religiosas, reci- tandolas delante de las imagenes. De estos romances lau- datorios solo hemos visto uno dedicado a la Piirisima Concepcton^ que no solo prueba la ardiente devoci6n del humilde poeta, sino la facilidad y donaire con que versificaba. En Santa Clara vivian por el mismo tiempo otros dos glosadores 6 copleros de menos merito, don rario de Cuba, obra postuma de D. Aurclio Mitjans. (Habana, imp. dc A. Al- varez y Compaiiia, 1890.) VI Mariano Jose de Alva y Monteagudo, y D. Lorenzo Martinez de Avileira. No mayores alientos parece haber tenido una poetisa habanera, anonima, que en tiempo de la invasion inglesa de 1762, compuso un poemita ti- tulado: Dolorosa y tnetrica expresion del sitio y en- trega de la Habana^ que se conserva manuscrito en nuestra Academia de la Historia. Una relacion del mismo acontecimiento en decimas prosaicas y ramplo- nas escribio el presbitero D. Diego de Campos, mien- tras que en Espana celebraban con mas numen el he- roismo de Velasco y Gonzalez algunos poetas nuestros,. descollando entre ellos D. Nicolas Fernandez de Mo- ratin, aunque en esta ocasion no estuviese tan inspirado como en otras (i). Al siglo XVIII pertenecen hechos tan decisivos para el progreso de la cultura habanera, como la fundacion de la Universidad y el establecimiento de la primera im- prenta. La Universidad fue erigida por Bula de Inocen- cio XIII en 12 de Septiembre de 1721, con los mismos privilegios y gracias que tenia la de Santo Domingo: la cedula Real de aprobacion es de 5 de Enero de 1728 y los Estatutos de 27 de Julio de 1734. Pero dedicada es- pecialmente a la ensenanza de Teologia y Canones, no pudo sentirse su influencia en los progresos de la amena (i) Como poeta improvisador y jocoso obtuvo celebridad, a mediados del siglo XVIII, Fr. Jose Rodriguez, mas conocido por el pseudonimo de Capacho, de quien se citan unas decimas dando cuenta de su viaje a Mexi- co, otras sobre las excelencias del niimero siete , un Vcjamcn a la Univer- sidad, etc., etc. Pasa tambien por autor de la mas antigua obra dramatica escrita en Cuba: El Principe jardinero y fingido Cloridano; pero si hemos de estar a la autoridad muy respetable en estas materias de don Cayetano Alberto de la Barrera, esta comedia es de D. Santiago de Pita, y con su nombre la hemos visto en ediciones sueltas del siglo pasado. VII literatura; ni tampoco era institucion destinada a fomen- tarla el Colegio Seminario de San Carlos y de San Am- brosio, fundado en 1689, con dotacion pobrisima, y que solo comenzo a tener importancia en el breve periodo en que se encargaron de el los Padres de la Compania de Jesiis (i), adquiriendola ma^^or despu^s de la reor- ganizacion que de el se hizo en 1769 con estudios bas- tante amplios de Gramatica, Retorica y Filosofia Ra- cional y Experimental, que protegio y fomento luego en gran manera el insigne obispo D. Juan Jose Diaz de Espada y Landa, bajo cuyos auspicios la filosofia mo- derna hizo su entrada triunfal en las aulas de la Habana con los presbiteros D. Felix Varela y D. Jose Agustin Caballero. Una sola imprenta, la de la Capitania General, existio al principio, y no con grande actividad, a lo menos en materia de papeles literarios (2). No se conoce ninguna [ edicion anterior a 1720. Los origenes del periodismo se remontan al afio 1790, en que comenzo a publicarse £/ Papel Periodica^ en cuya redaccion tomo parte alguna vez el capitan general D. Luis de las Casas (fundador de la Sociedad Economica), y colaboraron aetivamente el ya citado presbitero Caballero, el medico propagador de la vacuna, I). Tomas Romay, y el poeta Zequeira, de quien hemos de hablar inmediatamente. Los versos de El Papel Per 16 dico suelen llevar pseudonimos como los de Pilestmolpos, Ismael Raqiieme^ el Ltiisiano; y aun- (i) Vease la excelente Vida del presbitero D. Felix Varela, por Jose Igna- cio Rodriguez ("Nueva York, 1878). (2) Dicen que en Santiago de Cuba se introdujo la imprenta en 1698; pero debio de durar poco, y no conocemos, ni aim en cita 6 referencia,. ningun impreso de aquellas oficinas. Se restablecio en 1792. VIII que, por lo general prosaicos y triviales, no dejaban de tener alguna cosa estimable conforme al gusto del siglo XVIII, ni desmerecian mucho de los que se estam- paban en los periodicos literarios de Mexico, Lima y Santa Fe de Bogota, como primicias de la cultura ame- ricana. Una especie de noble emulacion y generoso en- tusiasmo reinaba entonces entre nuestras colonias, y los progresos en la ensenanza y en los metodos eran tan patentes, y tan vivo en las clases acomodadas el anhelo de instruirse, que Humboldt noto con sorpresa el nivel intelectual a que habia ascendido la sociedad de Mexico y la de Caracas. El padre del periodismo en el Virreinato de Nueva Granada fue precisamente un cubano, Manuel del Soco- rro Rodriguez, antiguo carpintero de Bayamo, mulato segun dicen, literato y artista autodidacto ^ que llego a ser bibliotecario de Bogota, y fundo alii, en 1791, El Papel Periodico de Santa Fe, en 1806 El Redactor Americano^ y en distintas fechas otras publicaciones con que contribuyo mucho a la general cultura. Fue tambien versificador fecundisimo y bastante correcto, aunque extraordinariamente prosaico. Vergara (i) le atribuye mas de seiscientas poesias entre impresas y manuscritas. Yo no he visto sus poemas Las Delicias de Espafia, y El Triuiifo del Patriotismo^ pero en cambio poseo, gracias a la buena amistad literaria de D. Miguel Antonio Caro, una vastisima coleccion de epigramas ineditos de Rodriguez sobre todo genero de asuntos, asi literarios como politicos y morales. Algunos no ca- recen de gracia, y todos ellos dan completa idea del g(5- (i) Histoiia de la Literatura en Nueva (xvanada, paginas 232 a 238. IX nero de poesia casera en que principalmente descollaba Rodriguez. Esta poesia abundo bastante en Cuba, y segun el testi- monio de los Sres. Bachiller y Morales y Lopez Prieto, muy conocedores de las antiguallas literarias ae la isla, es frecuente encontrar en las colecciones de papeles varios «ridiculas letrillas, satiras mas 6 menos intencio- nadas, pesimos sonetos y groseros epigramas», en suma todo genero de composiciones baladies, destinadas a dar pabulo a la murmuracion y a entretener el ocio de las tertulias en tiempos en que la vida tenia tanto de insi- pida y monotona. Pero ya en las odas y eglogas de El Papel Periodico^ de la Habana, se ve el intento de dar a la poesia mas elevado empleo; y algun infeliz ensayo ^pico del mismo tiempo como Las glorias de la Ha- bana^ del Conde Colombini (entre los arcades de Roma Aufidio Pileyo), tambien manifiesta (i) noble tendencia a enaltecer los progresos del comercio y de la industria, las tareas de las Sociedades Patrioticas, el desarrollo de la Beneficencia; temas muy del gusto del siglo XVIII, y ciertamente mas humanitarios que poeti- cos, pero de todas suertes mas laudables que la decima chocarrera, 6 el vergonzante libelo, 6 las mil fruslerias y nonadas en que otros empleaban miseramente el arte de versificar. Hasta ahora hemos encontrado versos y no poesia. Los dos primeros poetas de Cuba, rigurosamente ha- blando, son el coronal D. Manuel de Zequeira y Arango y D. Manuel Justo de Rubalcava; cuya apari- (i) Este poeina, ya muy raro, se imprimio en Mexico en 1798: las notas son interesantes. cion puede decirse que coincide con el gran sacudi- miento politico de 1808, que desde la Metropoli se pro- pago tan rapidamente a las colonias; si bien en Cuba no produjese por entonces mas efecto que el de avivar y enardecer el entusiasmo patriotico, del cual estos y otros poetas de menos nombre se hicieron interpretes, publicando gran numero de versos inspirados por los triunfos y reveses de la causa espafiola durante laguerra de la Independencia, a cuya santa causa Servian tam- bien con ardientes papeles en prosa el celebre medico Romay y otros escritores politicos. La obra literaria de Zequeira y Rubalcava en Cuba^ fue de algiin modo analoga a la del P. Navarrete y sus discipulos en Mexico, si bien en los cubanos se observa en general entonacion mas robusta y grandilocuente, y mayor tendencia al cultivo de la oda heroica que al de la poesia moral y filosofica. De los dos poetas, Zequeira es el mas notable, y a haber nacido en otra epoca, con mas ocasiones de completar su educacion literaria y pu- rificar su gusto, se hubiera levantado bastante de la me- diania, de que hoy no es posible sacarle, a pesar del nu- mero, valentia y entusiasmo belico de sus cantos. Era, ante todo, un ferviente patriota, espanol hasta los tue- tanos, como lo eran aun todos los cubanos en aquella epoca feliz. Este vigoroso sentimiento de raza es el alma de sus creaciones, ora describa en octavas reales la Batalla naval de Cortes en la Laguna de Mexico^ ora enaltezca, remedando la pompa de Quintana y de Gallego, el Dos de Mayo y el Primer sitio de Zara- goza. Falta mucho a estas composiciones para la per- feccion clasica, pero no le falta a Zequeira el os magna sonatiiriim ; y de todos los cubanos anteriores a Heredia, XI es, sin duda, el mas poeta. El canto epico, aunqiie des- igual, se recomienda por algunas brillantes descripcio- nes, pero en las odas hay inspiracion mas sincera, estilo mashecho, y cierta fervida animacion en el conjunto. jLastima que estas composiciones versificadas en gene- ral con tanto brio no esten inmunes del vicio que ya he- mos notado en los poetas mexicanos del mismo tiempo, es a saber, de algunos resabios de pronunciacion ame- ricana, de donde resultan endecasilabos que positiva- mente no lo son si se leen como es debido, por ejemplo^ este que viene a estropear una de las mejores estancias de El Dos de Mayo: Cual sobre pdlidos espectros huella En otro genero ha sido muy celebrada una oda hora- ciana de Zequeira, A la Pina. «Apolo la inspiro y la embellecieron las Gracias», dice Luaces, y otro lite- rato cubano llevo la hiperbole hasta compararla con un poemita griego. Nosotros la encontramos bastante cla- sica y mas sobria de lo que pudiera esperarse de la ha- bitual manera de su autor, pero no quisieramos ver en ella ni la odorifera planta fumigable (hablando del ta- baco), ni el dulce zumo del sorbete iiidiano^ ni las de- licias recopiladas en el nectar de la piua, ni mucho menos el llamarla ohelisco rural] rasgos prosaicos unos, gongorinos otros, e incompatibles todos con la idea de la pureza clasica (i). (i) Nacio D. Manuel de Zequeira y Arango en la Habana, el 28 de Agosto de 1760, e hizo sus estudios en el Seminario de San Carlos. Desde 1780 se dedico a la carrera de las armas, sirviendo primero en el reginiiento de in- fanterla de Soria. En 1S15 era Gobernador militar y politico de Santa Marta, yen 1816 Teniente de rey de la plaza de Cartagena de Indias. Cuando su ca- XII Rubalcava no tuvo, como Zequeira, la suerte de que sus poesias fuesen coleccionadas por mano inteligente, y ban andado dispersas y aun confundidas con las de sii ainigo (i). Fue inclinado al genero biicolico, y ademas de una traduccion de las eglogas de Virgilio, que (segiin rrera militar se presentaba mas brillante, una afeccion mental vino a herirle en Matanzas en 182 1. Arrastro su desdichada vida hasta el 18 de Abril de 1846, en que fallecio en la Habana. La primera y la major edicion de sus Poesias es la que hizo imprimir en Nueva York, 1829, el presbitero D. Felix Varela. En la publicada en la Habana, en 1852, por su hijo D. Manuel Ze- queira y Caro, se alteraron por motivos politicos algunos versos. (i) El siguiente soneto, bastante popular en Cuba, y que no carece de merito ni en el pensamiento ni en la diccion (salvo los dos intolerables epitetos riihiciindo y furihiindo), se atribuye por unos a Zequeira y por otros a Rubalcava: Sone que la fortuna, en lo eminente Del mas brillante trono . me ofrecia El imperio del orbe, y que cenia Con diadema inmortal mi augusta frente. Sone que hasta el Ocaso desde Oriente Mi formidable nombre discurria, Y que del Septentrion al Mediodia, Mi poder se adoraba humildemente; De triunfantes despojos revestido Son^ que de mi carro rubicundo Tiraba Cesar con Pompeyo uncido : Despertome el estruendo furibundo, Soltd la risa. )• dije en mi sentido : «Asi pasan las glorias de este mundo.v Nacio D. Manuel Justo de Rubalcava en Santiago de Cuba el 9 de Agosto de 1769, y estudio en el Colegio de San Basilio el Magno, de aquella ciudad. Siguio, como Zequeira, la carrera de las armas, y en 1793 tomo parte en la campana de Santo Domingo. Tambien residio algun tiempo en Puerto Rico. Murio en su ciudad natal el 4 de Noviembre de 1805. Su poema La imierte de jfiidas , no fue impreso hasta 1830: hay una segunda edicion de 1847 con biografia del autor y observaciones criticas, por D. Pedro Santa- cilia. En 1848 se imprimio por diligencia de D. Luis Alejandro Baralt, en Santiago de Cuba, un cuaderno de 100 paginas, titulado Poesias de D. Ma- ymel Jusio Rubalcava. Es muy discutible la autenticidad de algunas de estas composiciones. Citase como poeta de la misma escuela que Zequeira y Rubalcava, aun- XIII creemos) se ha perdido, dejo algiin idilio original, y va- rias silvas descriptivas, a la verdad bastante prosaicas. La elegia d la noche y el poemita La inuerte de ^udas, estan mejor escritas, pero tampoco bastan para darle alto puesto en el Parnaso cubano. Su nombre estarla casi olvidado, a no ser por algunos sonetos, entre los cuales me parece muy ingenioso y galante ei titulado A JVise b 01' dan do iin rajnillete. Entretanto pululaban los copleros de circunstancias, asiduos cultivadores de la decima, que es el metro po- pular en Cuba; y a la publicidad de sus expansiones vino a abrir camino la libertad de imprenta decretada por las Cortes de Cadiz en 1811. Muchas publicaciones efimeras y baladies, aparecieron entonces : Cartera de SeJioras, Correo de las Dainas ^ Diario Civico, E.I Es- qiiife , creciendo luego su numero y tambien su im- portancia durante el periodo constitucional de 1820 a 1823, al cual pertenecen La Lira de Apolo, El Mos- quito, La Minerva, Biblioteca de Damas, El Revisor Politico y Liter ario, El Hombre Libre, El Espaiiol Li- bre, El Americano L^ibre, El Amigo de la Constitucion, El Amigo del Pueblo , descoilando entre todos El Argos, dirigido por el poeta colombiano D. Jose Fernan- dez Madrid, con quien colaboro el argentino Miralla (conocido principalmente por dos buenas traducciones, una de la elegia de Gray, y otra de las Cartas de yacopo Ortis, de Foscolo), y El Observador Llabanero, perio- dico de mas graves aspiraciones, en cuya redaccion to- maron parte filosofos, economistas, jurisconsultos y que de menos talento, a D. Manuel Maria Perez y Ramirez, autor del poema sacro Emanuel , de que s61o hemos visto algiin fragmento. XIV naturalistas, como Varela, Escobedo, Govantes, Saco, Poey, etc. La poesia, aunque por lo comun debilmente representada, fue cobrando fuerzas a favor del general movimiento de las ideas, y del ejemplo de los foraste- ros Madrid y Miralla; y produjo algimos ensayos clasi- cos apreciables, como los de D. Prudencio de Echava- rria y O'Gavan, conocido principalmente por la Sdtira que en 1820 publico contra el estudio preferente del Derecho roinano en nuestras aulas. De tales poetas a Heredia el transito parece dificil, y sin embargo, cronologicamente aparecen colocados en el mismo piano, solo que Heredia era gran poeta, y los otros no pasaban de medianos versificadores. Heredia es, hasta la hora presente, el primer lirico del Parnaso cubano: a lo sumo la Avellaneda, que mas pertenece a la literatura general espanola que a la particular de la isla, podra disputarle, y en mi concepto arrebatarle, la preeminencia. La fortuna de los versos de Heredia ha sido, por lo menos, igual a su merito. Es quiza el poeta americano mas conocido en Europa, y el que de la critica europea ha obtenido mas unanimes y caluro- sos elogios desde Lista hasta Villemain y Ampere. Son patentes y notorias sus incorrecciones y desigualda- des, pero nadie le ha negado el genio. La escuela lirica a que pertenecio no es la de nuestros tiempos, y sin embargo, un corto niimero de versos su^^os, sobre- viviendo al naufragio de sus restantes producciones, de- safian impavidos todos los cambios de gusto y ostentan la misma belleza que el dia en que nacieron. Algo de pe- renne e inmortal debe de haber en ellos. Con esta admiracion, puramente literaria, que es en los espanoles tan viva como en los americanos (y no que- XV remos alegar mas prueba de ello que el brillante estudio del Sr. Canovas del Castillo) (i), ha venido a mezclarse desgraciadamente en el animo de los hijos de Cuba mal avenidos con la unidad nacional, un elemento politico que tuerce y vicia la imparcialidad del juicio estetico, y acaba por comprometer la fama del raismo poeta, exal- tandole hiperbolicamente en aquello que tiene menos digno de aplauso si se le compara con otros grandes poetas americanos. El nombre de Heredia no es para los separatistas cubanos el nombre de un poeta insigne, cuyo puesto esta inmediato al de Quintana y al de Ga- llego, sino que es un simbolo, una banderarevoluciona- ria, la estrella solitaria en cielo tempestuoso, el com- pendio y cifra de todos los rencores contra Espana. La vida del poeta justifica plenamente tal represen- tacion : hijo de un magistrado liberal aunque servidor de la causa espanola, sintio desde laninez el fanatismo de las ideas revolucionarias: a los veinte anos cons- piraba ya contra la madre patria, y en 1823 emigraba a los Estados Unidos, y de alii a Mexico, en 1^25; sin que tornara a ver su isla natal, sino por breves dias, en 1836, dosaiios antes de cerrarse la carrera de su breve y tempestuosa vida. Si su accion politica no puede equi- pararse con la de otros conjurados contra la Metropoli, su accion literaria fue mas continua, mas eficaz que la de otro ninguno, porque a todos superaba en talento. Si el espectaculo de la anarquia de Mexico, donde fue ma- gistrado algunos anos, pudo templar en algo la exalta- cion de sus ideas, ni aun tiempo hubo para que esta nueva disposicion de su animo se mostrase en sus obras (l) Rcvisla Espanola Je Amho', Mundos , 1855. XVI poeticas u)- ''^El torbellino revolucionario (escribe el mismo Heredia) me ha hecho recorrer en poco tiempo una vasta carrera, y con mas 6 menos fortuna he sido abogado, soldado, viajero, profesor de lenguas, diplo- matico , magistrado ,- historiador y poeta a los veinticinco anos.» Con recordar que murio a los treinta y cinco, bien puede inferirse que alguna cosa falto siempre a la disci- plina y buen concierto de sus ideas, no menos que a la perfeccion de su gusto. Del Heredia poeta revolucionario, queda mas la ma- lefica influencia que la poesia misma, y aun la influencia se ha disminuido mucho despues que esos versos no corren manuscritos con el aliciente de la prohibicion, sino que se imprimen libremente. Todo americano de gusto, por muy resabiado que este de los odios fratrici- das cuya semilla esparcio Heredia, y cuyos frutos (i) De intento decimos en siis obras poeticas, porque de otro genero hay un testimonio irrefragable, por mucho que duela a los separatistas cubanos, que s61o podran desvirtuar su fuerza suponiendo en Heredia^na doblez y falsfa indigna d« su buen nombre e impropia de su caracter franco y arrebatado. Es su carta al general Tac6n de i." de Abril de 1836, en la que seleen tex- tualmente estas palabras: «Es verdad que ha doce anos la independencia de Cuba era el mas ferviente de mis votos, y que por conseguirla habria sacri- ficado gustoso toda mi sangre; pero las calamidades y miserias que estoy presenciando hace ocho anos han modificado mucho mis opiniones, y veria como un crimen cualquiera tentativa para trasplantar a la feliz y opulenta Cuba los males que afligen al continente americano jCuan diverso hombre de aquel que en su frenesi revolucionario de 1823 no retrocedia ni aun ante la idea del asesinato politico! jOh piedad insensata )' funesta! iAy de aquel que es humano )• conspira! Largo fruto de sangre y de ira Cogera de su misero error De traidores y viles tiranos Respetamos clementes la vida, Cuando un poco de sangre vertida Libertad nos brindaba y honor ' XVII de maldicion hemos visto despues, tiene que confesar que los versos mas endebles de Heredia son sus versos politicos. No constituyen excepcion ni la Epistola a Emilia ni el Hiinno del Desterrado, cu5'as ultimas es- trofas han sido una especie de canto de guerra: Que no en vano entre Cuba y Espana Tiende inmenso sus olas el mar. Sin negar la energia y vehemencia de algunos rasgos, raezclados con otros muy falsos y declamatorios, toda- vi'a lo que mas agrada en estas composiciones es la parte elegiaca y personal del poeta, la esplendidez de su fan- tasia descriptiva, la nostalgia incurable del desterrado que lamenta la ausencia del sol terrible de Cuba, entre los hieloG y las nieblas del Norte: Enfurecido Hrama el viento invernal: sobre sus alas Vuela y devora el suelo desecado El hielo punzador. Espesa niebla Vela el brillo del sol, y cierra el cielo Qve en dudoso hori/cnnte se confunde Con el obscuro mar. Desnudos gimen Por doquiera los arboles la sana Del viento azotador. Ningiin ser vivo Se ve en los campos. Soledad inmensa Reina y desolacion Mis ojos doloridos No veran ya mecerse de la pal ma La copa gallardisima, dorada Por los rajos del fol en Occidente; Ni d la sombra del platano sonante El ardor burlard del Mediodia , Inundando mi faz en la frescura Que espira el blando cefiro. Mi oido, En lugarde tu acento regalado, xvm Tan solo escucha de extranjero idioma r>os barbaros sonidos Si algiin genero de inspiracion hay en las composicio- nes filibusteras de Heredia sera, aunque masdebil y apa- gada, aquella intima y melancolica poesia, que delante del Niagara le hacia recordar Las palmas jay! las palinas deliciosas Que en las llanuras de mi ardiente patria Nacen del sol a la sonrisa y crecen, Y al soplo de las brisas del Oceano Bajo un cielo i)urisimo se mecen y que en una imitacion de Legouve le movia a interca- lar estos versos deliciosos de que no hay rastro en el original: ,^ iOli! no me condeneis a queaqui gima, Como en liuerta de escarchas erizada Se marchita, entre vidrios encerrada, La planta esteril de distante clima. Heredia es, ante todo, poeta de sentimiento inelan- colico y de exaltacion imaginativa, combinada con un modo propio y peculiar suyo de ver y sentir la natura- leza. En este punto no tiene rival en America ; pero como cantor de la independencia aniericana va despues de otros muchos, y cuando se lee, por ejemplo, su oda a Bolivar, despues de haber leido la de Olmedo, no puede caber duda sobre el diverso temperamento de ambos poetas, nacidos, el uno, para la oda heroica, y el otro, para la elegia. La originalidad de Heredia es indudable, pero no XIX resalta de un modo vigoroso sino en dos de sus compo- siciones: El Niagara y El Teocalli de Cholula. La opi- nion general, que no trato de contradecir, pone sobre todas la primera; y ia quien no asombra, en efecto, aquella elevacion gradual ymajestuosa con que el poeta se levanta desde la esfera de la contemplacion fisica hasta la intuicion del total destino humano y del par- ticular suyo; y como, desde la revelacion de Dios en las maravillas de la naturaleza, desciende a las agitaciones y flaquezas de la conciencia propia ; y el arte soberano, la divina condensacion lirica con que acierta a congre- gar, en tan breve espacio, un cuadro descriptivo en que nada falta ni nada sobra de cuanto puede tener expre- sion y alma en el estupendo fenomeno que se nos pone delante de los ojos; una meditacion moral altisima y se- rena contrastando con la efervescencia de los versos anteriores, que parecen remedar el bullir y el estrepito de la ingente cataiata; y una suave y languida tristeza que templa la austeridad del conjunto y no permite ol- vidar al hombre en el pensador y en el poeta? (i). Todo con cierta grandiosa unidad de composicion que con- trasta con el desorden habitual en Heredia , pero que se explica por el hecho de que el poeta, siguiendo el procedimiento que tanto recomendaba Quintana, habla trazado primero en algunas lineas de prosa, en una carta que todavia existe, el croquis de la oda. """oo (i) Ha de advertirse que son muchas, y en general desacertadas, las co- rrecciones que Heredia introdujo en esta Silva al reimprimirlaen la edici6n de Toluca (1832). En la primitiva de Nueva York (1825) no estdn ni el vorlice hirvienle , ni la fiierza cldstka, ni otras frases afectadas 6 de mal gusto que intercal6 despucs por evitar mas ligeros descuidos 6 dai- mas va- riedad 4 la diccion po6tica. XX Pero reconociendo todos los mdritos de esta soberbia inspiracion , de esta «catarata de poesia»; mi particular preferencia recae masbien sobre El Teocalli de Cholula, que encuentro mas exenta de todo resabio de declama- cion, mas esmerada en los detalles, y tan suavemente graduada en su majestuoso y reposado movimiento: ver- dadera poesia de puesta de sol a un tiempo melancolica y esplendida. Si en alguna parte dio indicio Heredia del aquietamiento, que la mano del dolor y del desengaflo comenzaba a labrar en el, mitigando sus hervores de mozo, trayendole a una mas recta contemplacion del mundo y de la historia, fue de cierto en esta composi- cion magistral, en que por otra parte desarrolla en toda su plenitud el admirable don que tuvo de la descripcion sinteiica , asi como Andres Bello poseyo, en mas alto grado que ningun otro poeta castellano, el de la descrip- cion analitica^ el de la paciente y minuciosa represen- tacion poetica de los detalles (i). Aunque estas dos poesias suyas, especialmente el Teocalli^ scan de lo mas puro y correcto que nos dejo Heredia, y rara vez tro- piecen en ellas el gusto ni el oido con disonancias ni as- perezas, siempre la lengua que habla Heredia parece pobre y timida comparada con la de Bello , de quien puede decirse que robo a los poetas latinos el arte miste- rioso de los epitetos animados y de las asociaciones su- gestivas, todo aquel artificio de diccion docta y laboriosa que Petronio compendiaba bajo el nombre de curiosa felicidad de Horacio. Para esto sirvio a Bello su admi- (i) Vease finamente expresada esta diferencia en un articulo de D. Rafael Pombo sobre Poesia descriptiva ameticana. (^Anuan'o de la Acadeniia, Co- lombiana. Am rtV 1874.) XXI rable cultura de humanista que Heredia no piido gran- jear, ni mucho menos acrisolar, en vida tan corta, erran- te e infeliz como fue la suya; oponiendose a ello por otra parte su bravia e impetuosa naturaleza, que no le dejaba reparar mucho en el modo de decir las cosas, con tal que las dijese de un modo energico y resonante. Pero no se ha de creer que Heredia, aunque poeta personalisimo en sus ideas y afectos, y gran pecador contra la pureza de la lengua y del gusto, deba ser te- nido por poeta romantico. Su puesto esta en otra es- I caela que fue como vago preludio, como aurora tenue ' del romanticismo. Es cierto que algun.a vez imito a lord Byron , trasladando a nuestra lengua con sumo vigor j el terrible sueno en que la fantasia del poeta britanico pinto la desaparicion de la luz en el mundo; pero lo que mas parece haberle complacido en Byron es el tipo del pirata ideal, el alarde de una personalidad indomita y selvatica sublevada ccJntra todas las leyes humanas y divinas: Sera mi asilo el mar. Subre su abismo De noble orguUo, y de venganza Ueno, Mis velas desplegando al aire vano. Dare un corsario mas al Oceano, Un peregrino mas a su Hondo seno. De la opresion sangrienta y coronada Ni temo el odio ni el favor impetro: Mi rojo pabellon sera mi cetro, Y mi dominio mi cubierta armada. Pero fuera de esta semejanza, mas bien moral que li- teraria, y en rigor aparente, puesto que el alma tierna y afectuosa de Heredia, victima solo de sus quimeras politlcas, tenia poco que ver con el feroz egoismo de Byron (el cual, por otra parte, tecnicamente conside- XXII rado, mas pertenece a la escuela clasica de su pais que a la romantica), el romanticismo, propiamente dicho, tiene poco que reclamar en los versos de Heredia, cuya verdadera filiacion esta evidentemente en aquella es- cuela sentimental, descriptiva, filantropica y afilosofada que, derivada principalmente de la prosa de J. Jacobo Rousseau, tenia a fines del siglo xviii insignes afiliados en todas las literaturas de Europa, y entre nosotros uno no indigno de memoria en Cienfuegos, que si hu- biera acertado a escribir como acerto a pensary a sentir, hubiera sido gran poeta. Cienfuegos es el principal responsable de los defectos de Heredia, como ya noto D. Alberto Lista (i), pero tambien es justo referir a el algunas de sus buenas cualidades. Todos los neologis- mos, todas las extravagancias de construccion, todas las metaforas incoherentes que se ban notado en Heredia estan puntualmente en Cienfuegos; pero esta tambien su robusta entonacion, su habilidad en el uso de los cortes ritmicos y de las pausas, y en otro orden de co- sas que no toca a la pura tecnica, su vaga sensibilidad y su melancolia, aunque Heredia sea siempre mas ardiente y viril, y Cienfuegos mas enfermizo y nebu- loso. El Desamor, por ejemplo, es una mezcla de Cha- teaubriand y de Cienfuegos, muy digna de estudio. iQue mas? Hasta en El Niagara le persigue la memoria de su autor predilecto, en cuya lectura estaba tan em- papado, que le acontecia imitarle sin quererlo. Cienfue- gos habia dicho en su poema La Primavera (que tienei (i) Vease su famosa carta de i.° de Enero de 1828 a D. Domingo del Monte, reproducida en algunas ediciones de las poesias de Heredia y en varies estudios sobre este poeta. XXllI grandes bellezas descriptivas, ahogadas por insiifribles rasgos de sentimentalismo): lY por siempre sin fin esteril llama En mi pecho ardera? iNunca una amante Dara empleo feliz a la ternura De un triste corazon a quien inflama Todo el dios del amor; que ni un instante Vivira sin amar? iDo esta, oh natura, Tu ley primaveral? En vano, en vano De un nuevo Abril renacera florido, De un amor y otro amor Yo no culpable, Yo solo en juventud jay me! perdida, Entre tanto contento Mi soledad y desamor lamento. (Yo liesquerido , Sin hijos, sin esposa: Nunca sera mi primavera hermosa! Y dice Heredia: jAy! agostada Siento mi juventud, mi fa/, marchita, Y la profunda pena que me agita Ruga mi frente de dolor nublada. Nunca tanto senti como este dia Mi soledad y misero abandono Y lamentable desamor ;Podria En edad borrascosa Sin amor ser feliz? jAy! desterrado Sin patria, sin amores, Solo miro ante mi llanto y dolores! El modelo no puede ser mas evidente, pero la origi- nalidad de Heredia es tan vigorosa, que aim viendose en el rastros del estilo de Cienfuegos; de la ultima manera de Melendez (verbigracia, en la elegia /Adios, amada^ adiosf llego el momento , que recuerda en seguida el Adios, voy d partly^ bdrhara arniga ); del estro pa- XXIV triotico de Quintana (verbigracia, en la oda A ios Grie- gosen 1821); y aundelamansadulcedumbre deLista(por ejemplo, en la oda A la Religion^ dictada por el mismo genero de cristianismo sentimental y teo-filantropico que inspire la bella oda A la Beneficencia y El Triunfo dc la Tolerancia) ; y habiendo traducido e imitado tanto de la literatura francesa y aim de la inglesa e ita- liana, de Millevoye, de Arnault, de Legouve, de De- lavigne, de Lamartine, de Young, de Campbell, del falso Ossian, de Pindemonte, de Foscolo (algunas veces sin declararlo), todavia queda en el un sello de in- dependencia y de vida poetica propia, la cual se cifra en la expresion de su caracter ardiente, apasionado, vehementisimo y sensual (cien veces reflejado en sus , poesias); y en sus descripciones, no muy pacientes, pero /' si muy brillantes, de naturaleza americana, que eran ' entonces una singular novedad en el arte, por mas que Chateaubriand hubiese comenzado a introducirlas en la prosa. jMentira parece que de la misma fragua de donde sa- lieron El Tcocalliy El Niagara^ saliesen tantos versos incorrectos, vulgares e insipidos como afean la volumi- nosa coleccion de Heredia, demasiado voluminosa para su buen nombre! Los versos eroticos, sobre todo, deben desecharse a carga cerrada 6 poco menos. Son ardien- tes y sinceros en su sensualidad; no son versos de pura imitacion; expresan a veces la embriaguez del deleite, pero no la expresan poeticamente. De ellos ha dicho el Sr. Canovas : «Son cartas de amor que ganarian mu- cho con estar en prosa. » Y yo anado, aunque parezca paradoja, que quiza Heredia amo demasiado para ser buen poeta amatorio. De tal modo le domina el tumulto de los sentidos, que apenas deja espacio libre para la aparicion, siempre lenta y laboriosa, de la forma artistica que, cuando el espiritu no la emancipa, permanece como soterrada y envuelta en el momento erotico, el cualpor si solo no tiene valor ni eficacia poetica alguna, como no sea para el propio individuo. En cambio, Heredia aparece gran poeta siempre que describe, y esto aun en composiciones que por lo de- mas no merecen grande alabanza. Algunos hermosos fragmentos como La Teinpestad^ La Muerte del Toro, etcetera, forman digno cortejo a sus dos obras maes- tras ; y las traducciones son, en general, recomen- dables, salvo alguna como La Novia de Corinto, de Goethe, en que no pudo consultar directamente el ori- ginal ni apropiarse su recondita belleza (i). En cam- (i) Nacio D. Jose Maria de Heredia en Santiago de Cuba, de padres do- minicanbs, el 31 de Diciembre de 1803; hizo sus estudios de Humanidades y Derecho en Santo Domingo y en la Habana, demostrando extraordinaria precocidad intelectual: dicen que componia versos a los diez anos. En J826 se graduo de Bachiller en leyes, y comenzo a ejercer en Matanzas la pro- fesion de abogado. Por haber tornado parte en una conspiracion separatista, fue condenado a destierro perpetuo de la isla en 1823. Residio tres unos en los Estados Unidos, y de alii paso a Mexico, doncie ocupo sucesivamente los cargos de Olicial de la Secretaria de Estado, .luez de primera instancia, Fiscal de la Audiencia, y, finalmente, Magistrado. En 1836 el Capitan ge- neral D. Miguel Tacon le permitio volver por algunos ineses a Cuba, donde continuaba residiendo su familia. De vuelta a Mexico, se encargo de la direccion de la Gaccia OJicial Aq la Repiiblica; pero su salud estaba tan que- brantada, que hubo de retirarse a! poco tiempo a Toluca, donde fallecio el 21 de ?iIayo de 1839. Su muerte t'ue ejemplar y digna de un varon piadoso, y sus Liitinios versos atestiguan la sinceridad y firmeza de su fe calolica, que no le habia desamparado ni aun en medio del torbellino revolucionario. Hay diez 6 doce ediciones de las poesias de Heredia, publicadas unas en America y otras en Europa. La de Nueva York, J 825, y la de Toluca, 1832, son las linicas que el autor dirigio por si mismo, debiendo advertirseque la ina3'or parte de los pocos ejemplarcs de la segunda que pueden encunlrarse XXVI bio con la poesia inglesa cobro mucha familiaridad en sus liltimos aflos, y no puede negarse que esto contri- buyese en gran manera a extender el campo de sus ideas, si bien no modifico esencialmente su gusto, ni aparto su estilo de la tradicion de Cienfuegos y Quintana, que ya en Cuba y en Espafia, estan mutilados, faltandoles las composiciones revo- lucionarias, que Heredia incluyo solo en los ejemplares destinados a Me- xico. De las posteriores, la mas completa y esmerada es la de Nueva York, 1875, publicada por D. Nestor Ponce de Leon, con una biografia de Here- dia escrita por D. Antonio Bachiller y Morales, trabajo apreciable, peroque tenemos por muy incompleto. La verdadera biografia de Heredia esta aun por hacer, y SfJlo puede escribirse en America, donde existen sus publica- ciones en prosa, que apenas son conocidas aqui, y gran niimero de cartas suyas quedeben de tener grande interes a juzgar por las muestras que he- mes visto. Seria de desear que este trabajo se hiciese con la mayor impar- cialidad posible, y que acompailase a una edicion completa de sus obras, que todavia no existe. :>:lni§00^ GHJiiq i^i El primer tomo de la de Ponce contiene los versos liricos, y el Segundo tres tragedias traducidas 6 imitadas, el Abufar, de Ducis; el Tiberio, de Chenier, y el Sila, que es de Jouy, aunque no se indica el autor. Todas ellas se repre- sentaron en Mexico: el Tiberio lleva una dedicatoria a Fernando VII llena de feroces insultos. De otra tragedia suya, titulada Los uliimos roinanos, no conocemos mas que el titulo: consta ademas que tradujo Mahoma 6 el Fa- natismo, de Voltaire; Cayo Graco, de Chenier, y Saul, de Alfieri. En 183 1 publico en Toluca cuatro tomitos de Lccciones de Historia Universal, sobre el modelo de las que habia compuesto en ingles el profesor Tytler. Son ma- chos los peri6dicos que redacto 6 en que colaboro: la Bibliotcca de Damns, El Iris, La Mlscehlnca, El Indicador dc la Federacion Mexicaiui Entre los criticos extranjeros que han hecho plena justicia al merito poe- tico de Heredia, hay que citar al insigne Villemain {Essais sur le genie de Pindare et sur la poi-sie lyriquc , 1859, paginas 580-586), y al ingles J. Ken- nedy en su libro muy curioso y no bastante conocido entre nosotros, Modern Poets and Poetry of Spain (London, 1852), paginas 265 a 290. Kennedy puso en ingles algunas poesias de Heredia, y antes se habia hecho en los Estados Unidos una traduccion de El Niagara, que Kennedy califica de excelente. A la diligencia de este erudito ingles se debe el haber notado los originales de muchas composiciones traducidas 6 imitadas, cuyo origen no se expresaba en la edicion de Toluca. Y dice con mucha razon: «// is much to be regrcttad that Heredia did not distinguish his original compositions in all cases from i)nitations, as there is no statement zvith regard to this one, of its ha- XXVII en su tiempo habian sido asiduos lectores de Young y de Thompson. La superioridad de Heredia sobre el resto de los poe- tas cubanos de la escuela clasica es tan abrumadora, que ha perjudicado sin duda a la modesta fama que me- recen algunos contemporaneos suyos, especialmente el pulcro y elegante Delio (D. Francisco Iturrondo), que quiso remedar las silvas americanas de Bello en una que llamo Rasgos descriptivos de la natiiraleza citba- na, la cual naturalmente pierde mucho cotejada con su modelo insuperable; y el consumado humanista y bi- bliografo D. Domingo del Monte, amigo de Gallego, de Lista y de Gallardo, y Mecenas generoso de toda la ju- ventud literaria de la isla. Pero segun el criterio estricto de la patria geogn'ifica que adoptamos en esta obra, no pueden figurar en la serie de los poetas cubanos, ni Itu- rrondo ni Del Monte, puesto que el primero habia na- e,Gido en Cadiz, si bien residio en America. desde los seis atios; y el segundo era venezolano, de Maracaibo; aun- que apenas hubo entre los nacidos en la grande Antilla, quien tanto se afanase por su progreso y cultura, asi I'ing taken Jyom anothci- nutlior The intercut of literature require that such ackno-ivledgcmeiits should be uniformly made, that we should knoiv gold from imi- tations, and give every one his right and place.» - Yo creo, sin embars^o, (]ue esta omision, lo mismo en Heredia que en Pe- vsado y otros de aquel tiempo, nacia de abandono mas bien que de mala conciencia literaria. El mimo Kennedy lo reconoce: ^Heredia's original poems, many of them written to, or respecting his near relatives or other friends, betoken so much true pcetic feeling, as well as flow of poetical ideas, that ■ive cannot supose the neglect of wich rve have complained to have been more than an oversight. He might even in some cases have lost remembrance of his obligations, and repeated from memory wheti he thought he was writing from inspiration He had, however, in early life so many privations to endure, that we may not be surprised at his inexactness in minor mattcrs.y> XXVIII economica como intelectual. Era Del Monte hombre jiiiciosisimo, de vasta leccion y gusto inuy acendrado, gran celador de la pureza de la lengua castellana, y de la conservacion de sus antiguos tesoros, e hizo en Cuba tan buen servicio como el Conde de la Cortina en Mexi- co, oponiendose a la irrupcion de los barbarismos locales y recomendando el estudio de los clasicos castellanos, de cuyas obras llego a reunir copiosa biblioteca. Por los anos de 1830 a 1840 su casa de Matanzas era una espe- cie de tertulia literaria, 6 mas bien de academia, por donde pasaron todos los hombres eminentes de Cuba, y en donde algunos puede decirse que se educaron. No sabemos si las ideas politicas de Del Monte diferian mu- cho de las que entonces desgraciadaraente dominaban en el animo de la mayor parte de los cubanos literatos: su intimidad con Heredia y Luz Gaballero, y la especie de destierro en que vivio en Madrid desde 1844 hasta su muerte, acaecida en 1853, inducen a creer que no; pero lo cierto es que no se le puede acusar de ningun pecado contra el patriotismo literario. Sus agradables romances sobre costumbres del campo de Cuba son de la mejor escuela peninsular, y asi en ellos como en sus satiras y epistolas, y en las traducciones que hizo de al- gunas elegias italianas de Monti, campea la diccion mas tersa y castiza. Su predilecto entre los poetas espanoles modernos era D. Juan Nicasio Gallego, y a la diligen- cia de Del Monte se debio la primera, aunque incom- pletisima, edicion de los versos del cantor del Dos de Mayo, publicada en Filadelfia en 1829, y que es ya pere- grina entre los bibliofilos. Con Del Monte contribuyeron a difundir sanos prin- cipios literarios varios humanistas y poetas de mediano merito, entre los ciiales recordamos a D. Ignacio Val- des Machuca {Desval)^ imitador de Melendez Valdes y de Arriaza en un tomo de poesias ligeras que titulo Ocios poeticos (1819) y traductor 6 mas bien refundidor de las Cantatas de Juan Jacobo Rousseau (1829); al profesor de Filosofia D. Manuel Gonzalez del Valle, que publico en 1827 un Diccionario de las JMitsas, donde sc explica lo mas importante de la poetica teorica y prdctica ; al celebre abogado D. Anacleto Bermu- dez {Ftleno)\ a D. Jose Policarpo Valdes {Polidoro)^ y a otros varios que, sin ser poetas de profesion, hicieron alguna vez elegantes versos, con la facilidad que para hacerlos suele tener toda persona culta en los paises de lengua espanola, y especialmente en America. Algu- nos de estos ingenios, y otros ya citados, como Iturrondo {Delio), tomaron parte en la Corona Funehre a la me- moria del ilustre Obispo de la Habana, Espada y Landa (1834), y en la Aureola poetica que dedicaron las Mu- sas del Alinendares a Martinez de la Rosa con motivo de la promulgacion del Estatuto Real. De estos y otros muchos versificadores, que considerados como tales no tienen importancia, aunque a veces la tengan muy grande en otros estudios, como el eminente naturalista D. Fe- lipe Poey y el bibliografo y anticuario Bachiller y Mo- rales, pueden verse noticias y muestras en el Parnaso Cubano. El clasicismo de Del Monte era amplio y tolerante como el de Lista : asi es que el alento los primeros ensa- yos romanticos en Cuba, y bajo su proteccion comenzo a desarrollarse el talento poetico del principal represen- I tante de la escuela, Jose Jacinto Milanes. Este simpa- \ tico e infeliz poeta, que empezo tan bien y acabo tan ' XXX desastrosamente, entorpecida su razon por las nieblas de la locura, y mucho antes por las del mal gusto, tuvo en su corta vida literaria dos periodos, que importa dis- tinguir para que sea recto el juicio que sobre sus versos recaiga. Hay un Milanes de los primeros tiempos, nu- tridg con el estudio de Lope de Vega, y como el espon- taneo, tierno, fluido y sencillo, el Milancs de La ma- drugada y de La fuga de la tortola, aquel de quien deci'a Zenea: «Sus versos se deslizan como el agua que apenas hace ruido: son como lasperlas desprendidas del hilo en que estaban ensartadas y que caen sobre un plato de oro.» Este dulce Milanes, poeta de sentimiento can- doroso y casi infantil, es el linico que para la posteridad importa: tiene su fisonomia propia, que es la ingenuidad lirica; su peculiar modo de sentir la naturaleza: Vedla rejuvenecerse, Vedla rodar en el rio, Brillar pura en el rocio, Con los arboles mecerse; Arrastrada en el reptil, Fiera y alzadaen el bruto, Dulce en el colgado fruto, Risuena en la ttor gentil Tiene tambien su peculiar esfera de sentimiento; y la vaga melancolia romantica, al pasar por sus labios, toma un no se que de languid© y femenino, que agrada por el contraste con la intemperancia frenetica que en su tiempo dominaba: «Si en un ramo miro a solas Dos aves cantar querellas, Si relucir dos estrellas, Si rodar dos mansas olas, Si dos nubes enlazarse XXXI Y por el cter perderse, Si dos sendas una hacerse, Si dos monies contemplarse, Me paro, y con ansiedad, Recuerdo que a nadie adoro, ]\Iiro tanto enlace v lloro Mi continua soledad> A este suave poeta, que, con parecer tan inocente y aninado, no dejaba de encerrar, en el sencillo cuadro de un idilio, toda una sintesis del amor y de la naturaleza, sucedio otro Milanes insoportable, despeiiado en todos los abismos de un incorrecto y callejero romanticismo, con Candidas aspiraciones de reforma social. La lectura de Espronceda, que era sin duda el poeta que menos cuadraba a su indole, le fue, por muchas razones, fu- nesta. Se enamoro de lo que Espronceda tiene menos digno de imitacion y de lo que menos podia el imitar, y vicio torpemente su indole poetica propia, por entre- garse a la fascinacion que sobre el ejercia la acre poesia socialista de El ^'^crdugo^ El Reo de Muertc y El Mcn- digo. Entonces brotaron de su pluma aquellos increibles abortos de una demencia literaria, que desgraciada- mente era precursora de otro genero de demencia: La Ramcra^ A una inadrc impiira^ El Exposito, La Cdrcel^ El Liijo del rico^ El Ehn'o, El Bandolero , lucubraciones en que compite lo vulgar y grosero del pensamiento con la forma desalinada y a veces soez y chavacana, corao si el autor hubiese olvidado de repente hasta las nociones mas triviales de versificacion y estilo poetico. Dejadas todas estas aberraciones en el olvido que me- recen, bastanle a Milanes, para perpetuar su nombre, cinco 6 seis de sus primeras poesias liricas. Fue tambien XXXIl poeta dramatico, y de los mas estimables entre los pocos que ban ensayado este genero en America; no porque tuviese grande habilidad en la traza de sus planes, ni conocimiento ni practica de la escena, sino porque te- nia pasion y fuego, y habia aprendido el arte de dialogar en nuestros antiguos dramaticos, y especialmente en Lope de Vega. Ei Condc Alarcos es un drama de con- textura muy endeble y viciosa, que seguramente no po- dria sostenerse en las tablas, pero que leido agrada como una leyenda lastimera 6 una patetica elegia; si bien algo le dana, como a todos los dramas compuestos sobre el mismo asunto, desde Lope, Guillen de Castro y Mira de ^lescua hasta Federico Sclilegel, la comparacion con la sublime y tragica grandeza del antiguo romance, donde un juglar inculto se levanto, por la sola fuerza del sentimiento, a bellezas dignas de Euripides. Pero asi en III Condc Alarcos como en otros ensayos de Milanes, verbigracia, El Poeta en la cortc^ el proverbio dramatico A huena hainbvc no hay pan diiro (cuyo protagonista es Cervantes,) y la agradable imitacion de Lope que titulo Por cl puente 6 por el rio^ hay, no solo buen sabor de diccion, sino ambiente espaiiol de los tiempos clasi- cos, y una especie de adivinacion del Madrid de capa y espada; que es rara, por no decir unica, en obras de poeta americano, y que parece fenomeno de atavismo mas que resultado del estudio. Algo de esto hay tambien en las leyendas y cuentos en verso que escribio imitando a Zorrilla, pero en general valen menos. Hizo tambien cuadros dialogados de costumbres con el titulo de El Mir on cubano (i). (i) Xacio D. Jose Jacinto Milanes en Matanzas, e! dia i6 de Agosto XXXIII Todavia mas desdichada que la suerte de Milanes fue la de otro poeta contemporaneo suyo, en quien extra- ordinarias circunstancias personales han venido a real- zar un merito positive y real, siquiera haya sido desati- nadamente exagerado. Gabriel de la Concepcion Valdes, mas conocido por su pseudonimo de Pldcido (que tomo, segun parece, de una novela de Mme. de Genlis), era un poeta de color, hijo de padre mulato y mujer blanca: era ademas exposito, ejercio un oficio mecanico, no tuvo mas cultura que la que el infeliz pudo granjearse en lecturas desordenadas de los primeros libros que le caian en la mano: participo, pues, de algunos de los privilegios del genio inculto, cuya aparicion es ya tan rara en nuestras sociedades; y para que nada faltase a la extraila novela de su vida, fue conspirador y murio fusi- lado. Todo esto, aunque sus versos valiesen menos de de 1814. No concurrio a mas escuelas que la deprimeras letnis: sus estudios literarios fueron de indole privada, puesto que desde su adolescencia vivio entregado a las prosaicas operaciones mercantiles. Del JNIonte dirigio sus primeros pasos , y le ayudo mucho con sus consejos y con sus libros. Desde 1837 comenzaron a aparecer sus versos en El Aguinaldo Hahanero, en El Album, en El Plantel, en La Cartera Ciihana, etc. En 1843 sintio los primeros amagos de la terrible enfermedad que obscurecio su inteiigencia y le llevo a la tumba despues de un martirio de veinte aiios. Fallecio el 14 de Noviembre de 1863. La primera edicion de sus Obrus (poesias liricas, teatro y algunos articu- los en prosa), divididas en cuatro voliimenes, fue publicad.1 en 1846 en la Habana por un hermano de! poeta, y es ya muy rara. La que tengo a la vista es la segunda, de Nueva York, 1S65, en un solo pero grueso volumen en 4.", a dos columnas, «corregida, aumentada y precedida de un nuevo prologo del editor sobre la vida y escritos del poeta » (Nueva York, Juan F. Trow y C*, 1865). La biografia, auiique enfatica y nebulosa, contiene algunas observaciones crlticas no despreciablcs. Del Federico Milanes, que la firma, conozco varias satiras y otras poesias de cierto merito, insertas en El Parnaso Cubano. Sus mejores versos son quiza los que compuso en el aniversario de la muerte de su hermano. XXXIV lo que valen, haria interesante a Pldcido como curiosi- dad antropologica y como tragico ejemplo de las desdi- chas humanas y objeto de piedad y conmiseracion para toda alma generosa: la relacion de sus ultimos momen- tos conmueve, y prueba que nada tenia de vulgar el hombre que supo morir tan resignada y cristianamente, con grandeza de animo y sin jactancia. No es de admi- rar, pues, que al juzgar al poeta, y esto no solo en Ame- rica, donde su apoteosis servia para otros fines, sino en Espafia, donde el noble instinto de la raza se puso desde el primer moment© de parte del poeta sacrificado, la balanza de la critica se haya torcido siempre del lado de la indulgencia, hasta tocar los limites del ditirambo. Un poeta espontaneo, ignorante de todas las cosas di- vinas y humanas, y por anadidura negro, 6 a lo menos pardo, era un hallazgo inestimable para los que de buen grado cifrarian su ideal artistico en un genio que no su- piese leer ni escribir, aunque solo en esto se pareciese al divino Homero. La idea, pues, tan absurda como frecuente en Espana, de la incompatibilidad entre el genio de la poesia y la meditacion y el estudio, ha ser- vido admirablemente a la fama de Pldcido^ no menos que su muerte tragica, muy propia tambien para confir- mar otra vulgaridad muy corriente, sobre todo en los tiempos romanticos, cual es la del lazo estrechlsimo y fatal entre el genio y la desdicha. Ni Pldcido era genio, ni poeta enteramente rudo, ni el color de su cara se trasluce en sus versos, ni sus deli- rios politicos, 6 mas bien los rencores de casta, que le arrastraron al patibulo, tienen que ver con el poco 6 mucho talento poetico que Dios le hubiera concedido. Es sin duda, hasta la hora presente, el mas notable de XXXV los poetas de color^ lo cual no quiere decir que pueda aplicarsele lo que se dijo de Juan Francisco Manzano (i): «Es el mejor de los poetas negros y el peor de los poe- tas blancos» (2). Blanco 6 negro, Pldcido^ aunque muy distante de Heiedia, de Milanes, de la Avellaneda, de Luaces y de Zenea, para no citar a otros, tiene su valor propio y su representacion en el Parnaso cubano. Quien escribio el magistral y primoroso romance de Xicotencal, que Gongora no desdenaria entre los suyos, el bello soneto descriptivo La Muerte de Gessler, la graciosa letrilla de La Flor de la cafia y la inspirada plegaria que iba recitando camino del patibulo, no ne- cesita ser mulato ni haber sido fusilado para que la posteridad se acuerde de el. Es cierto que la mayor parte de sus poesias, con excepcion de las citadas y de otras cuatro 6 cinco, son un farrago ilegible que, en honra de su autor, debiera quemarse; pero aun en lo (i) De este poeta, que no era mulato como Placido, sine negro de raza pura y cocinero de oficio, nada hemos querido insertar en esta Coleccion porque lo interesante en el no son precisamente sus versos, sino su color y el esfuerzo con que, merced al cultivo de la poesia, fue limando los hierros de su esclavitud hasta lograr la emancipacion, que le costearon varios ami- gos de las letras. El tomito de sus Poesias L'lricas se imprimio en 182 1, y escasea mucho. Hay otras composiciones posteriores en varios periodicos de la isla, y por la rareza del caso lian sido traducidas algunas de ellas al frances per Schoelcher en su libro Abolition dc I'esclavage (1840), y todas al ingles por R. R. Maddens (^Thc Poems by a slave in the Island of Cuba recently libe- rated, translated from the Spanish, by R. R. Maddens, M. D London, 1840). Lo mas curioso que este libro contiene es una especie de autobiografia de Manzano. Entre los versos tiene i-elativo valor, para hecha por un infeliz esclavo, la oda A la inusica. Hay curiosas noticias de el y de otros negros y mulatos poetas en el opiisculo de D. Francisco Calcagno, Poetas decolor (La Habana, 1878). (2) La Poesia Lirica en Cuba, por D. Emilio M. Gonziilcz del Valle, se- gunda edicion. Barcelona, 1884, pag. 171. XXXVI peor hay, por lo menos, condiciones de versificador ga- llardo, y casi siempre puede entresacarse aqui un verso, aculla una estrofa, que dan testimonio del don innato que Pldcido tuvo de la armonia y de la imagen. Las com- posiciones de circunstancias que con tan desdichada fer- tilidad produjo, las odas a la reina Cristina y a la reina Isabel, los cantos encomiasticos de sus innumerables Mecenas, proceres cubanos 6 simplemente hacendados y capitalistas, suelen ser disparates, pero disparates sonoros. El autor muchas veces no sabe lo que dice, pero casi siempre halaga el oido, y cuando describe 6 compara parece otro hombre. Sus cualidades son casi todas exteriores, pero muy brillantes, y si se repara que Pldcido era improvisador de oficio, no habra reparo en tenerle por uno de los poquisimos improvisadores que ban tenido la suerte de dejaralgo digno de la posteridad. Derrocho la mayor parte de su vena en asuntos trivia- les 6 en versos de encargo, y tuvo que ser con frecuen- cia un zurcidor de palabras huecas, contagiado con todos los vicios del mal gusto colonial y de la rima ca- sera, pero alguna vez, en circunstancias solemnes y te- rribles de su vida, fue honrado con las visitas, aunque fugaces, de una musa mas alta, la que le inspiro el soneto Patalidad y la Plegaria. Por ella pudo decir Pldcido; non omnis inoriar. De su falta de cultura se ha hablado mucho; ya en son de elogio, ya de vilipendio. Ni lo uno ni lo otro me- rece: la ignorancia no es buena inspiradora para nadie, ni fue en Pldcido tan absoluta como se pondera. A si que hubo descubierto alguna facilidad para la versifica- cion, tuvo amigos y protectores como Gonzalez del Valle, Valdes Machuca, y, segun creo, el mismo Del XXXVII Monte, que le pusieron en la mano buenos libros de poesia castellana, unicos que el podia leer. Es cierto que por sus manos pasaron las obias de Martinez de la Rosa, la coleccion selecta que formo Quintana de los poetas castellanos, la Corona funebre de la Duquesa de Frias, otros versos de Gallego, y, en los ultimos tiem- pos, las obras de Zorrilla. De todo esto ban quedado manifiestas reminiscencias en sus composiciones, donde suele intercalar versos enteros de sus poetas favoritos, a quienes, por otra parte, dejo memorias en su testa- mento, encargando, ademas, a un amigo suj^o que hiciese imprimir con letras de oro una de las odas de Quin- tana, como ultimo testimonio de su admiracion a nues- tro gran lirico del siglo xviii. Todo esto prueba que Pldcido, aunque en otras cosas fuese un giiajiro a medio pulir, estaba muy versado en la literatura poetica de su tiempo, de donde toma, ade- mas, su corta erudicion, el caudal de nombres propios, historicos, mitologicos y geograficos, de que hace in- fantil alarde en sus versos. Distaba mucho, por tanto, de ser un poeta espontaneo ni popular, y la linica seme- janza que pudo tener con los rapsodas y juglares anti- guos fue su vida de improvisador errante y aquella es- pecie de mendicacion literaria con que ayudaba a su pobre subsistencia. Era mas bien un hombre de semi- cultura, en parte sana y clasica, pero poco acomodada a su indole: hombre de buena memoria y de ingenio vivo, en quien se estampaba como en blanda cera cuanto oia 6 leia, aspirando a remedar las bellezas de los grandes maestros, como lacayo que se viste con las ropas de su seiior. No sabemos que poesias dara la raza etiopica entregada a si misma, pero de fijo seran muy XXXVIII diversas de los amanerados cumplimientos, insulsas fa- bulas y epigramas chavacanos con que Pldcido inun- daba los diarios de la Habana y de Matanzas, y de las odas pindaricas que disparaba en todo natalicio, boda 6 fiesta de personas principales. El poeta enteramente lego y rudo, el salvaje de genio, si es que ha existida alguna vez, no es ya fruta de nuestros tiempos: hoy el poeta mas ignorante no puede ser ignorante mas que a medias, lo cual, bajo el aspecto poetico, es sin duda peor que la ignorancia absoluta, puesto que en tal poeta apareceran realzados y subidos de punto todos los vicios del gusto, todas las corruptelas y vulgaridades del me- dio ambiente, contra cuya malefica influencia solo una cultura solida y vasta puede ser eficaz remedio (i). (i) Gabriel de la Concepcion Valdes naci6 en la Habana el i8 de Marzo de 1809, era hijo ilegitimo de un mulato y de una bailarina de teatro, y fue expuesto en el torno de la Casa de Misericordia. Ya hemos indicado las principales circunstancias de su desdichadisima vida. Ejercio varies oficios, pero con mas constancia que otro ninguno el de peinetero, distinguiendose por la artistica habilidad con que labraba el carey. La poesia, a la cual debid efimeros triunfos, fue a la postre causa de todas sus miserias, lanzandole a la vida errante de improvisador, que arrastro por varias partes de la isla en un estado de penuria proximo a la indigencia. Tropezo con amistades sos- pechosas que, torciendo y explotando malamente su indole apasionada y la fiativa aspiracion a grandezas, que suele ser distintivo de los talentos este- ticos algo desequilibrados, le hicieron afiliarse en tenebrosos conciliabulos y pronunciar execrables juramentos, segun el mismo indica en este soneto memorable, aun mas que por lo malo, por la barbara ferocidad que respira: A la sombra de un arbol empinado, Que esta de un ancho valle a la salida, Hay una fuente que i. beber convida De su liquido puro y argentado; AUi fui yo por mi deber llamado, Y haciendo altar la tierra endurecida, Ante el sagrado codigo de vida, Extendidas mis manos hejurado: «Ser enemigo eterno del tirano, Manchar, si me es posible, mis vestidos Con su execrable sangre, por mi mano XXXIX Todos los poetas hasta aqui mencionados son cuba- nos en el mas estricto rigor de la frase, no solo como naturales de Cuba, sino como formadosy educados alii y sometidos en mayor 6 menor grado a la influencia del gusto local. Por el contrario, la grande alma poetica que ahora se ofrece a nuestra contemplacion, aunque sea honra imperecedera de America por su origen, per- tenece enteramente a Europa por su educacion y des- arroUo, y ocupa con justicia uno de los primeros lugares »Derramada con golpes repetidos ; Y morir a las manos de un verdugo, Si es necesario, por romper el yugo,» La conspiracion en que se dice que Placido tomo parte, y sobre la cual reina todavia grande obscuridad (como sobre otras muchas cosas de la historia contemporanea ce Cuba, donde el espiritu recto y amante de la justicia no sabe muchas veces a que atenerse en medio del laberinto de opuestas pasiones y relatos contradictories), no parece haber tenido rela- cion directa con las conspiraciones separatistas de los crioUos. Fue mas bien una conspiracion de negros y mulatos contra la raza blanca de la isla, con intento de hacer de Cuba otra repiiblica de Haiti. Quiza Placido^ en sus visiones literarias, sonaba con ser el Toussaint Louverture de esta republi- blica. El despertar fue terrible: Placido murio fusilado en Matanzas con otros diez companeros, ei 28 de Junio de 1844. Autores muy graves, muy espimoles y muy informados de las cosas de la isla, sostienen que hubo en aquel proceso espantosas iniquidades juridicas, y no falta quien niegue hasta la existencia de semejante conspiracion. Lo cierto es que Placido murio pro- testando de su inocencia. De sus versos hay muchas ediciones, hechas , ya en Paris, ya en los Es- tados Unidos, ya en la isla de Cuba, y aun alguna en Espana. Las dos mas copiosas (jojala no lo fuesen tanto ! ) son la de Nueva York de F. J. Vin- gut, en dos tomitos, 1856, y la de la Habana, 1886, publicada por D. Se- bastian Alfredo de Morales, con el formidable aumento de doscientas diez composiciones ineditas. Placido ha tenido el honor de ser traducido inte- gramente al frances : imaginese lo que habra quedado de una poesia, casi siempre extericjr, y desnuda y vacia de todo pensamiento {Palsies completes de Placido traduites par D. FonUiine , nvec unc preface de Louis jfoitrdan, Paris, 1863). Algunas poesias suyas pueden leerse tambien en aleman y en ingles. en el Parnaso espanol de la era romantica. Su nombre esta en boca de todos, aunque quiza su merito absolute no ha3"a sido tasado siempre tan alto como debe serlo; por la vulgar prevencion 6 antipatia contra la literatura femenina, prevencion que, sea cualquiera su funda- mento u origen, resulta irracional y absurda cuando recae en obras de valer tan alto que nadie piensa en preguntar el sexo de quien las hizo. Lo cual no quiere decir tampoco que, tratandose de D/ Gertrudis Gomez de Avellaneda, a quien bien se entendera que aludimos, vayamos a dar por buenos aquellos insulsos apotegmas que en su tiempo, y aun despues, ban tenido la suerte de ser tan repetidos como suelen serlo todas las neceda- des con aparato de ingeniosas: «jEs mucho hombre esta mujer! No es una poetisa, es un poeta.» La Avellaneda era mujer y muy mujer, y precisamente lo mejor que hay en su poesia son sentimientos de mujer, asi en las efusiones del amor huraano como en las del amor di- vino. Lo que la hace inmortal, no solo en la poesia ll- rica espafiola, sino en la de cualquier otro pais y tiempo, es la expresion, ya indomita y soberbia, ya mansa y re- signada, ya ardiente e impetuosa, ya mistica y profunda de todos los anhelos, tristezas, pasiones, desencan- tos, tormentas y naufragios del alma femenina. Lo fe- menino eterno es lo que ella ha expresado, y es lo caracteristico de su arte: la expresion robusta, grandi- locueilte, magnifica, prueba que era grande artista y es- piritu muy literario quien acerto a encontrarla, pero no espiritu que hubiese cambiado de sexo ni renegado de la envoltura en que Uios quiso encerrarle. Faltaria algo a nuestra lirica moderna si la Avellaneda no hubiese traido a ella con tanto brio y tanta sinceridad, esta nota XLI originalisima, sin romper con ninguna convencion lite- raria ni social, pero sorteandolas habilmente. Bajo tres distintos aspectos puede ser considerada la Avellaneda, si atendemos a los diversos generos que cultivo: lirica, drama, novela. Como novelista cae real- mente fuera de nuestra jiirisdiccion, y por otra parte solo pueden hacerse de ella elogios miiy relativos, sobre todo si se la compara con sii gran contemporanea fran- cesa, a la cual parece haberse propuesto por modelo, si bien en otras ocasiones prefirio a Dumas 6 a Victor Hugo. Es la parte de sus obras que hoy resulta mas an- ticuada, menos personal, mas Uena de sentimientos fal- sos yde un gusto que tiene para nosotros la desgracia de ser viejo sin ser todavia venerable por su antigiiedad. Ni Sab^ ni Espaioltno, ni Giiatimotzin^ tienen grandes probabilidades de llegar a la posteridad. Los cuentos 6 novelas cortas valen algo mas, pero ni se observa en ellas una manera muy propia y definida, aunque prueben siempre el talento de su autora; ni dejan de revelar en lo mejor que tienen, el predominio de la fantasia lirica e idealista que era tan poderosa y exuberante en la Ave- llaneda como tenues sus dotes de observacion social. Brilla, pues, mas en la leyenda 6 conseja romanticai maravillosa y extraordinaria que en la novela propia- mente dicha; pero nunca su prosa esta a la altura de sus versos. En cambio su teatro es notabilisimo, y no alcanza toda la fama que merece. En la elocuencia tragica no cede a ninguno de sus contemporaneos, y en correccion y buen gusto los aventaja a casi todos, salvo Hartzen- busch. Tiene su manera original, intermedia entre la tragedia clasica y el drama romantico, tomando de la XLII una la pompa y majestad, de la otra la variedad y el movimiento. Se han notado en Alfonso Miinio reminis- cencias del estilo de Quintana, en Saul imitaciones de x\lfieri, en Baltasar analogias con el Sardandpalo, de Byron; pero todos los elementos ajenos estan fundidos en un sistema dramatico propio, que si no puede darse por forma unica y definitiva de la tragedia moderna, pa- rece a lo menos la unica forma en que la tragedia neocla- sica francesa 6 italiana puede resucitar. El tercer acto de Alfonso Miinio^ lleno de misterioso prestigio y de terror tragico, es al mismo tiempo admirablemente tea- tral, y si el efecto escenico decae en el cuarto, no decae ni un punto en todo el drama la arrogancia del estilo y plenitud de la versificacion, cualidades que con mas ri- queza de lirismo se ostentan igualmente en Saul. Bal- tasar es obra maestra, no solo por la ejecucion brillan- tisima, a la vez que madura y reflexiva, sino por la pro- fundidad del pensamiento historico y por la grandeza misantropica del personaje principal, que puede ser her- mano 6 pariente del Sardanapalo byroniano, pero que de fijo no es trasunto de el. Sardanapalo, epicureo ele- gante, dandy tragico como otros heroes de Byron y como Byron mismo, es en la tragedia inglesa el simbolo de la degeneracion todavia interesante de una grande y generosa raza, en que el valor no se extingue, sino que por intervalos chispea y arroja lumbres, prestando a los mismos vicios aspecto de elegancia y de nobleza. Pero Baltasar es mas solemne, tragica y expiatoria figura, es una especie de ateista mistico, como noto Valera; en- carna de un modo mas alto el hastio y el pesimismo ro- manticos, que enervan e incapacitan para la accion; y es a un tiempo representacion simbolica del Oriente de- XLIII crepito y de la humanidad sin Dios. Todo el drama se cierne en una esfera casi mistica, y una especie de te- rror religioso embarga el animo, viendo patente el cum- plimiento de la justicia providencial. El vigor del estilo corresponde generalmente a la sublimidad de la con- cepcion. Como poetisa llrica, la Avellaneda ha sido magistral y definitivamente juzgada por nuestro D. Juan Valera, y a nadie, y menos a un discipulo suyo, como el que esto escribe, identificado casi siempre con sus ideas criticas, puede ocurrir la mala tentacion de afiadir 6 restar nada en tal estudio, uno de los mas esmerados que ban salido de su pluma. No solo concede el Sr. Valera a la Ave- llaneda la primacia que ya la otorgo D. Juan Nicasio Gallego «sobre cuantas personas de su sexo ban pulsado la lira castellana, asi en este como en los pasados si- glos», sino que llega en su razonado entusiasmo basta declarar que nuestra poetisa no tiene rival ni aun fuera de Espafia, a no ser que retrocedamos basta las Safos y Corinas de los mas gloriosos tiempos de Grecia, 6 bus- quemos en la Italia del Renacimiento la gentil figura de Victoria Colonna; y aun advierte el Sr. Valera que los versos de la Avellaneda, como nacidos en edad mas re- flexiva y de mas complicacion de ideas, estan libres de aquella serenidad eterea pero algo fria que tienen los de la Marquesa de Pescara; y mueven mas bondamente el alma por la contraposicion entre el ideal soilado y la prosaica realidad de las cosas. Tres son las principales fuentes de la inspiracion de la Avellaneda, el amor bumano, el amor divino y el entu- siasmo por el arte de la poesia que ella profesaba. En sus versos se ve reflejada, no ya esta 6 aquella fase del xn\ amor, como acontece en otros poetas eroticos, sino «el amor en todas sus manifestaciones y desenvolvimien- tos». «Sus versos (anade el Sr. Valera) son la historia psicologica, intima y honda de esta pasion de su pecho. Hasta el mismo desaliento, la desesperacion byroniana, el hastio que a veces la inspiran, nacen de esta pasion mal pagada, de esta sed inextinguible que no halla donde calmarse en la tierra; de este afan de adoracion y de afecto que no descubre objeto adecuado y digno a quien adorar y querer Ciertamente, si en Espafia no vivie- semos en un periodo antipoetico hasta lo sumo los versos amorosos de la Avellaneda serian populares, se sabrian de memoria y se oirian en los labios de las mas lindas mujeres, porque lo merecen, tanto como los de la moza de Lesbos alia en la antiguedad.» Desde «el amor indeterminado, sin objeto aun, pero vehemente y deli- cadisimo» hasta «el paso mas doloroso y terrible de la pasi6n», hasta el amor ofendido, humillado y escarne- cido que levanta la voz con acentos de inmortal arro- gancia mezclados con otros de tierna sumision enamo- rada, no hay cuerda del alma que no vibre potente y sonora en las canciones de la excelsa poetisa, que en lo elocuente, fervoroso y sincero de la expresion apasio- nada, no cede a ninguno de los romanticos, ni a Alfredo de Musset en Francia, ni a Espronceda entre los nues- tros. * Seccion riquisima en las poesias de la Avellaneda constituyen sus versos religiosos: de imitacion biblica los de sujuventud, en los cuales no solo hay extraor- dinaria pompa de imagenes y grandilocuencia y va- lentia, sino elevadisimos conceptos teologicos expues- tos con rara precision: misticos 6 afines al misticismo XL\- los de su vejez, en que su fe, siempre ardiente y ro- busta, fue tomando caracter mas intimo y abisman- dose cada vez mas en el torrente de la contempla- cion. La diferencia entre ambos periodos piiede reco- nocerse tomando por tipo del primero el asombroso canto A la Cruz ^ en que el beneficio de la Reden- cion humana esta considerado principalmente desde el punto de vista social 6 historico, y como tipo del se- gundo los versos que se tit u Ian Dedtcacion de la lira a Dios. En persona tan enamorada de su arte como ella lo fue, el concepto mismo de la poesia tenia que ser fuente de altisima inspiracion lirica, y si he de decir lo que siento, mas poeta resulta la Avellaneda en su oda A la Poesia y en sus octavas Al getiio poetico^ que en las com- posiciones harto numerosas que de su pluma brotaron con ocasion de tal 6 cual acontecimiento ruidoso, 6 as- pirando con vanidad femenil, harto disculpable aun en persona de tan vigoroso entendimiento, al caduco laurel de los certamenes, que casi siempre conseguia, y a la verdad conestrictajusticia, puesto que aun sus composi- ciones menos espontaneas e inspiradas suelen ser decha- dos de limpia y castiza locucion poetica, tan entonada y robusta como la de Quintana, y poco distante de la in- tachable correccion de Gallego, que eran los poetas a quienes principalmente habia tomado por modelo en sus composiciones de aparato, pues en las personales e inti- mas, ya de amor, ya de venganza, 3^a de devocion, no puede decirse que imitara a nadie, y es tan grande como cualquiera. Fue ademas insigne traductora de poe- tas modernos, especialmente de Lamartine, }'• domino todos los primores y artificios de la versificacion cas- XLVI tellana, ensanchando sus limites con felices atrevimien tos (i). Entre los innumerables poetas cubanos posteriores a la Avellaneda, tres nos parecen dignos de especial memoria: Joaquin Lorenzo Luaces, Juan Clemente Ze- nea y Rafael M. de Mendive. Luaces (2), aun juzgado en la incompletisima coleccion de sus versos publi- cada en 1857, nos parece el tercero en merito entre los poetas de la isla, inferior a la Avellaneda, a quien por todo genero de razones corresponde el primer lu- (i) Naci6 dona Gertrudis Gomez de Avellaneda en Puerto-Principe, el 23 de Marzo de 1814, aunque ella tenia la debilidad de quitarse dos aiios, por lo cual la fecha esta equivocada en casi todas las biografias. Su vocacion lite- raria fue precoz e irresistible como la de Heredia y otros cubanos. En 1836 vino a Espana, y en 1839 aparecieron sus primeros versos con el pseudo- nimo de La Peregrina, en La Aureola, periodico de Cadiz, que dirigia don Manuel Canete. Paso algunos anos en Andalucia y luego se establecio en Madrid. Fue casada dos veces, la primera con D. Pedro Sabater, la segunda con el coronel D. Domingo Verdugo, en compania del cual volvio a visitar la tierra americana. Su vida fue una cadena de triunfos literarios y de pesa- res domesticos, que han dejado honda huella en sus poesias. Fallecio en Ma-, drid el i.° de Febrero de 1873. La primera edicion de sus versos liricos se hizo en 1841 con un prologo de D. Juan Nicasio Gallego, la segunda en 1850. Hay una coleccion de sus obras publicadas en 1869, que se titula t:o;«/i/^'/(i, pero que dista muohisimo de serlo. Sus obras dramaticas fueron Alfonso Munio, titulado despues Mwiio Alfonso (1844), El Principe de Viana (idem), Egilona (1845), Saitl (1849), Recaredo (1850), Baltasar (1858), y en diversos tiempos, Errores del Corazon^La Vcrdad vence apariencias, La Aven- turcra, La Hija del Rey Rene, T^a Hija de las Jlores, Ordculos de Tal'ia los Duendes de Palacio, etc., etc. Ademas de sus novelas Sab, Guatimotzin y Espatolino, corapuso gran niimero de leyendas que pueden verse en los to- mos IV y v de la edicion citada. Tales son El artista barqucro, La velada del helecho., La bella Toda^ La niontaha inaldita, La Jlor del Angel, La ondina del lago azul. La datna de A 7nboto, Una anecdota de la vida de Cortes, El atna blanca, La baronesa de Youx, El cacique de Turmeque. (2) Nacio en la Habana el 21 de Julio de 1826 y fallecio el 7 de No- viembre de 1867. Empezo y no termino la carrera dc Leyes, dedicandose luego a las tareas literarias. XL VII gar: inferior tambien a Heredia, pero superior a todos los restantes. Su entonacion es la de Quintana, 6 mas bien la de Tassara, cuya infliiencia en la poesia aineri- cana ha sido extraordinaria. Versificador robustisimo Luaces, y enamorado en demasia de la pompa }'■ rotun- didad del periodo poetico, suele abusar de su fuerza y caer en lo enfatico y declamatorio, que son el escoUo del genero en que principalmente hubo de ejercitarse. Pero es grande la pujanza de su fantasia e irresistible el empuje con que corre en sus estancias el raudal de la palabra sonora, venciendo todas las esqniveces y reparos del gusto. La sobriedad era incompatible con su indole, pero en medio de su abundancia despilfarrada y viciosa, y del continuo alarde que hace del vocabulario descrip- tivo, tiene, no obstante, relativa correccion de gusto y de lengua, muy rara en los poetas cubanos de la ultima era. Por naturaleza propende a las regiones mas elevadas del arte lirico, y nunca esta mas a sus anchas, que cuan- do puede cantar asuntos tales como la Caida de Mtsso- longhi^ El ultimo dia de Babilonia^ el Canto de Kaled 6 la Oracion de Matatias, envolviendo en los recuerdos orientales y clasicos, pensamientos de revolucion mo- derna. Polonia, Irlanda, Grecia, eran para Luaces y sus amigos simbolos de la protesta cubana, y tenue embozo para sus continuas excitaciones a la guerra. Y aten- diendo solo al efecto artfstico, hay que declarar que la suspicacia vigilante de la censura presto buen servi- cio al numen de estos poetas, forzandoles a buscar para su detestable propaganda medios y recursos ingeniosos, trasladando 6 traduciendo su pensamiento a otro molde est^tico, con lo cual logro a veces realizacion mas se- rena y mds lirica el mismo espiritu que> desbordado XLVIII luego y libre de toda traba, no ha sabido engendrar otra cosa que vulgares explosiones de furia y de en- cono (i). Buena prueba es de ello el infortunado vate JuanCle- mente Zenea, fusilado en los fosos del castillo de la Ca- bana el 25 de Agosto de 1871. Sus injurias rimadas con- ) tra Espafia no aumentaran ciertamente la gloria de su '' nombre: lo que la protege y conserva son sus versos ele- giacos, pocos en numero, pero que apenas tienen rival en la literatura cubana. Entre todos descuella un ro- i mance magistral, Fidelia^ con visibles reminiscencias del ; Souvenir^ de Alfredo de Musset, que era el poeta predi- ■ lecto de su alma: Tomamos jay! por testigos De esta entrevista suprema, Unas aguas que se agotan Y Unas plantas que se secan; Nubes que pasan fugaces, Aves que rapidas vuelan, La miisica de las hojas, Y el perfume de las selvas. Zenea, a pesar del cortisimo numero de composicio- nes que nos ha dejado, dista mucho de ser un modelo de correccion ni de tersura. Prescindiendo de sus com- posiciones politicas y sociales, que son a toda luz las mas debiles (salvo la titulada En dias de esclavitud)^ tiene aiin en sus poesias intimas y de sentimiento trozos (i) Hay una pequena edicion de las Poesias de jf'oaqubi Lorenzo Luaccs (Habana, 1857). Faltan en ella, por ser posteriores, algunas de sus mejores odas, Vaysovin, A Field, Al Trabajo, La Oracion de Matatias se lee en el libro titulado Noches literarias en casa do Nicolas Azcarate. Habana, 1866. Elizo tam" bien algunos ensayos dranidticos, siendo el principal la tragedia Aristodevio. XLIX en que la obscuridad e incoherencia de las imagenes, mal encubierta por la valentia de la versificacion, prue- ban que el poeta no llego a depurar su gusto ni a veneer las dificultades de la forma, ni a librarse del contagio y preocupacion de la falsa grandeza; sirvan de ejemplo estos versos: Del adulterio la pesada nave Sufriendo el huracan de la perfidia, En las aridas costas del infierno Su lugubre velamen recogia. jAlla va la ainistad! — gritaron todos, Y un buque a! lejos descubrio mi vista Como el ala del pajaro marino Del horizonte trasponer la linea. Ni blanca estela ni sonoro ruido Formaba en tanto la ligera quilla, Y Uegamos al golfo del recuerdo Con rumbo hacia las playas de la vida Pero aun estos pecados de gusto no son de poeta vul- gar, y cuando Zenea sigue sin afectacion ni esfuerzo el. natural impulso de su musa melancolica y doliente que parecia presagiarle a toda hora su lugubre destino, pro-, duce, aunque con intermitencia y en corto niimero, ver.- sos inmortales que van derechos al alma y en los que la perfeccion parece espontanea: jSenor! jSenor! el pajaro perdido Puede hallar en los bosques el sustento. En cualquier arbol fabricar su nido Y a cualquier hora atravesar el viento! Y el hombre, el dueno que a la tierra envias Armado pnra entrar en la contiendn, No sabe a! despertar todos los dias En que desierto plantara su tienda Si Zenea hnbiera escrito siempre asi, poco le faltan'a para ser otro Lamartine, pero aunque tal grado de acierto sea raro en el, basta que alguna vez le tuviera para que viva en la memoria de ias gentes como tantos otros poetas que viven por una sola coinposicion 6 por una sola estrofa. iQue acento tan penetrante y languido, que suave ne- gligencia y que misteriosa vaguedad final la de los ver- sos que siguen: Cuando emigran las aves en bandadas Suelen algunas al Uegar la noche Detenerse en las costas ignoradas Y agruparse de paso a descansar. Entonces dan los anades un gnto Que repiten los ecos, y parece Que hay un Dios que responde eii lo infinite Llamando al hijo errante de la mar Una especie de presentimiento funebre envuelve to- dos los versos de Zenea, aun antes de llegar al grupo de las diez y seis composiciones escritas en su prision y que sus editores ban reunido bajo el titulo de Diario de un Mdrtir. Habia nacido para poeta elegiaco, y el beso de la muerte sello misteriosamente hasta sus cantos de amor, infundiendoles una gota desus reconditas tris- tezas: No se do llevaran la barca mia La onda, el viento, el que la mar gobierna, Ni donde el ancla arrojare algiin dia Desde esta orilla hasta la orilia eterna Iras conmigo en lo mejor de mi alma, Iras hasta que rujan iracundos Vientos que en raudo giro se revuelven, Y Uegue yo por fin a aquellos mundos De donde nunca los viajeros vuelven. «El caracter dominante de las poesias de Zenea es la melancalia (dice el critico que mejor las ha juzgado). LI Las tardes de los tropicos se reflejan en ellos con sus medias tintas crepusculares, con sus grandes sombras invasoras del espacio y del alma, con sus nubes esplen- didamente tristes, con sus colgaduras funerarias del iado de Occidente, con su inmenso cielo mas azul y mas dilatado que a ninguna otra hora de la vida (i).» Son ra- ras las poesias de Zenea de que no pueda decirse con el mismo poeta: Es el canto de la tarda, Es la voz de los sepulcros (2). Menos monotono y mas correcto que Zenea, aunque inferior a el en intensidad de sentimiento, menos pom- poso y declamatorio que Luaces, aunque tambien de estro menos viril e imaginacion menos ardiente, D. Ra- fael Maria de Mendive, que ha poco descendio al sepul- cro, era el mas elegante y delicado de cuantos en estos ultimos tiempos ban hecho versos en Cuba. Nuestra li- teratura le debe una traduccion poetica de las Melodias Irlandesas, de Tomas Moore, y en sus versos originales (i) D. Rafael M. Merchan en el Rcperlorio Cdovibiano (revista de Santa Fe ■, su articulo so- bre El Orgullo Literario y otros rasgos de su pluma muestran la elevacion de sus ideas criticas. LXXVII en una misma composicion, y se deja arrastrar por la corriente de la amplificacion desordenada, permanece clasico por la correccion y pulcritud, ya que no por la sobriedad del estilo; y hasta por cierto aparato retorico en que se traslucen los habitos de colegio y de foro, juntamente con los de atildado y ceremonioso hombre de mundo, como el era, al decir de los que le conocie- ron. Deben citarse con particular elogio las tres com- posiciones tituladas A la Condesa de Cuba en la muerte de su padre, El Verano en la Hahana, y A la miierte de Heredia, incluida esta ultima en la primitiva Ame- rica Poetica, con grande elogio de su colector D. Juan M. Gutierrez. En tanto que Mufioz del Monte y otros dominicanos honraban el nombre de su patria en regiones que poli- ticamente eran ya extranjeras, en la isla amenazaba ex- tinguirse toda cultura bajo el peso de la salvaje domi- nacion galo-etiopica. Pero es tal la fuerza de resis- tencia que posee nuestra raza, que aun en las condicio- nes mas ominosas da muestras de su ingenita nobleza, y tarde 6 temprano vuelve a afirmar su nativa indepen- dencia y su propio y peculiar caracter. Tras veintidos afios de tirania los haitianos fueron arrojados del territo- rio, y D. Juan Pablo Duarte fundo en 1844 la Republica dominicana. Duarte (que habia recibido su educacion en Espana), antes de ser el Salvador y reconquistador de su pueblo, fue maestro de sus conciudadanos. Cuando no habi'a escuelas ni bibliotecas, ni medio alguno de cultura, el hacia venir anualmente de Barcelona colec- ciones de libros que repartia entre sus amigos, y dedi- candose privada y gratuitamente a la ensenanza de las matematicas, no menos que d la de la esgrima y tiro, LXXVIII educaba en silencio una generacion que habia de recon- quistar virilmente en los campos de batalla la indepen- dencia de su patria. Duarte hizo versos alguna vez, aunque no presumia de poeta (i); pero el mas fecundo y afamado versificador de este tiempo fue un maestro de escuela, D. Manuel Maria Valencia (2), que, andando el tiempo, Uego a ser director del Liceo Nacional de Santo Domingo, Minis- tro de Justicia e Instruccion Publica, y clerigo en sus ultimosdias, despues de haber enviudado. Dotado de facil y prosaica vena, grande improvisador de decimas chistosas e inocentes por el gusto del siglo pasado, cam- bio de rumbo mas adelante haciendose poeta sentimen- tal, romantico y quejumbroso. Los infortunios de que se quejaba eran reales, pero ni la naturaleza ni el arte le ayudaban para su expresion, y result© palabrero y ado- cenado, como es de ver en sus composiciones, Una no- che en el teinplo^ En la muerte de mi padre ^ La vis- pera del sincidio, escritas ademas con notable incorrec- cion gramatical y aun metrica. El ciego improvisador D. Manuel Fernandez; un jo- ven capitan venezolano, al servicio de la republica, don Juan Jose Illas, autor de una menos que mediana ele- gia sobre el terremoto de 1842; un frances, profesor de idiomas, Chevremont Darvigny, que hacia con facilidad versos romanticos en su nativa lengua y compuso un poemita {Gregorienne) a la muerte del obispo Gregoi- re;y finalmente, D. Manuel del Monte, que versificoal- (i) Unas redondillas suyas se insertan en la Rescna Histdrico-Critka^-^d. citada. (2) Xacio en 1818, murio en 1870. LXXIX ternativamente en frances y en castellano, son los uni- ces ingenios que en todo el periodo de la dominacion haitiana ha podido descubrir el celo de la Comision literaria de Santo Domingo, que con tan copioso cauda| de noticias ha facilitado nuestra tarea. Los diez y siete primeros anos de la Repiiblica, des- de 1844 a 1 861, fueron de laborioso y durisimo apren- dizaje, y poco 6 nada favorables al desarrollo de la amena literatura. Existia una sola imprenta de caracter oficial, de la cual salian periodicos politicos y otros semiliterarios, como El Dominicano (que fue el mas antiguo de todos), El Oasis, Las Flores del Ozai?ia, El Progreso, El Eco del Pueblo. Mas adelante aparecio en Santiago de los Caballeros el Correo de Cibao. En la capital se establecio un teatro, y se fundaron algu- nas sociedades de aficionados, como la titulada de Los Amantes de las Letras. Aquella generacion produjo bastantes poetas. De ellos vive aun el abogado D. Felix Maria del Monte, que con el seudonimo de Delio 6 con su propio nom- bre, ha publicado muchas composiciones liricas, varios dramas y una zarzuela, Ozama. Entre los muertos hay que citar al fabulista D. Felipe Davila y Fernandez de Castro; a D. Javier Angulo Guridi, periodista que vi- vio muchos anos en Cuba, y afiliado en la secta mas6- nica, canto al Grande Arqiiitecto del Universo; a Dofia Encarnacion Echevarria de Del Monte, que alguna vez en la poesia domestica encontro rasgos ingenuos y faci- les, y a D. Nicolas Urena y D. Felix Motta, que valen algo mas. El magistrado Ureila, conocido por el seu- donimo de Nisidas^ tuvo el merito de introducir el color local en la poesia dominicana, cantando las cos- tumbres de los giiajiros en romances y decimas, a imita- cion de lo que habian hecho D. Domingo del Monte, Velez Herrera, Teurbe y Tolon, y otros escritores de costumbres del campo de Cuba; pero la ejecucion de tal proposito resulta muy debil y por todo extremo in- ferior a la de los poetas cubanos. Hizo tambien pasto- relas^ que son graciosas imitaciones de la poesia ana- creontica del siglo pasado, y una oda A la paz del campo, en liras ; debil y remota reminiscencia de fray Luis de Leon. Don Felix Mota, que combatio con las armas la anexion a Espana, y fue fusilado con otros veinte companeros en 4 de Julio de 1861, era tambien poeta de tendencias clasicas. Su oda La Virgen de Ozama esta en saficos adonicos bastante correctos y de efecto agradable. Tambien termina con saficos no mal hechos su poesia La Vida. En cambio, otras com- posiciones suyas, como El Blasfemo, pertenecen a la ultima y depravada manera de Milanes. La influencia de los poetas cubanos ha predominado siempre en Santo Domingo, como era forzoso que su- cediese, dada la vecindad y la superior cultura. Asi es que la poesia dominicana reproduce, aunque en peque- iio, los cambios del gusto en la grande Antilla espafiola, y solo en nuestros dias comienza a adquirir cierta au- tonomia. Lo que pasma es que haya podido desarro- llarse, aunque sea en reducida escala, en el estado de continua perturbacion en que ha vivido aquel desdi- chado pais hasta estos ultimos anos. A una serie de re- voluciones y tiranias militares sucedio la anexion a Es- pana, tan desatentada e impolitica de nuestra parte como lo habia sido en la centuria pasada el abandono de la isla, que no acertamos ni a conservar ni a perder a LXXXI tiempo; a la anexion una guerra impopular y esteril, que unida a la del Pacifico, estuvo a punto de hacernos perder en la America espanola el prestigio y la con- fianza que nos habia dado el grande acto de la retirada de Prim en Veracruz. Y tras este parentesis de cinco anos y de inmensos desaciertos, que fueron triste prelu- dio de la insurrecion de Cuba: nuevo abandono del pais por los espanoles,y restablecimiento de la Repiiblica Dominicana para ser de nuevo consumida y destrozada por las facciones. Y, sin embargo, la musa castellana nunca ha dejado de levantar su voz sobre este horrido tumulto, y cada vez ban sido mas poderosos sus acentos. Para encon- trar verdadera poesia en Santo Domingo hay que llegar a D. Jos^ Joaquin Perez y a D.^ Salome Urena de En- riquez (^Herminid): al autor de El j unco verde , de El voto de Anacaona y de la abundantisima y florida Qiiis- qiieyana\ en quien verdaderamente empiezan las ./^/z- tasias indigenas^ interpoladas con los Ecos del destierro y con las efusiones de La viielta al Jiogar: y a la egregia poetisa, que sostiene con firmeza en sus brazos femeni- les la lira de Quintana y de Gallego, arrancando de ella robustos sones en loor de la patria y de la civilizacion, que no excluyen mas suaves tonos para cantar delicio- samente ia llegada del invierno 6 vaticinar sobre la cuna de su hijo primogenito (i). Pero ambos poetas viven por fortuna de las letras, y (i) Pocsias dc Salome Ureha dc Ifcnr'iquez , colcccionadas por la Socicdad liter aria Amigos del Pais y pnblicada por la viisma con la coopcracidn dc va- rios mnnicipios,!iociedadc5 c individiios parlicularcx. Santo Domiiii^o, imp. dc Garcia hermanos, 1880. TOMO !!• / Lxxxir el plan de esta coleccion nos obliga con harto senti- miento no solo a prescindir de sus versos, sino a limi- tarnos a esta rapida mencion de sus nombres; y ni aun esta hubieramos hecho a no ser tan desconocida en Eii- ropa la literatura dominicana. De los que ban fallecido, todavia reclaman alguna mencion D. Manuel Rodriguez Objio (1838-1871), ar- diente poeta politico, que paso emigrado la tercera parte de su vida y murio fusilado; D. Jose Francisco Pichardo (1837- 1873), que vivio doliente y pobre en Venezuela, y manifesto en sus versos con sinceridad, aunque no con mucho estro poetico, su deplorable es- tado de salud; D. Juan Isidro Ortea (por seudonimo Dioris), facil y gracioso versificador, cuya poesia Siie- fios, tiene cierta languidez crioUa y suave mecimiento como de hamaca; D. Pablo Pumarol, malogrado poeta festivo. Al movimiento literario de estos ultimos anos, que fue mayor despuds de larevolucion de 25 de Noviembre de 1873, ban contribuido varias sociedades artisticas y literarias^ tales como La Republicana, heredera de la de Los Amantes de la Liiz^ en Santiago de los Ca- balleros, y otras de menos nombre en Puerto Plata y otras poblaciones. A todas ellas aventajo la de Amigos del Pais ^ que desde 1877 establecio conferencias lite- rarias, costeo varias publicaciones importantes, como la de las Poesias, de la senora Urefia, y la de la Historia de Santo Domingo^ de D. Antonio del Monte y Tejada, y tuvo por organo un periodico titulado El Estudio. Fundaronse tambien varies establecimientos de educa- cion, entre ellos la Escuela Normal y el Institute Pro- fesional de la Republica. Se abrio a la comun lectura LXXXIII una Biblioteca, a la ciial sirvieron de base los selectos libroslegados en su testamento por el academico Baralt, que habia sido Consul de Santo Domingo en Madrid. Y finalmente, en 1874 aparecio la primera coleccion de poetas nacionales, bajo el titulo de Lira de Oiiisqiie- ya (i). Hasta entonces rarisimo era el poeta domini- cano que hubiese hecho coleccion de sus versos. La mayor parte de sus producciones yacian dispersas en los periodicos antes citados, y en otros, tales como El Sol, El Laborante, El Universal, El Nacional, La Opmion y El Centinela. Con todos estos estimulos la literatura empieza a co- brar brios en Santo Domingo, y no solo existen, entre los poetas jovenes, aventajados representantes de las principales tendencias liricas que tienen secuaces en Espafia y en la America espafiola, singularmente el rea- lismo y el humorismo de los Pequenos poemas de Cam- poamor; sino que pueden citarse ensayos dramaticos y algun poema historico de asunto indigena. Nadie puede exigir modelos de gusto a una literatura naciente, y formada en condiciones tan adversas. Lo que de todo eso haya de quedar, solo la posteridad puede (i) No hemos llegado a ver esta coleccion, formada por D. Jose Caste- llanos, pero suponemos que serviria de base, en la parte relativa a Santo Do- mingo, a \7). Avicrica poetica, de D. Domingo Cortes (Paris, 1875), donde figuran los siguientes poetas dominicanos: Manuel Maria Valencia, Javier Angel Guridi, Felix Maria del Monte, Ni- colas Urena, Felix Mota, Jose Maria Gonzalez, Josefa A. Perdomo, Manuel de Jesiis de Pena y Reinoso, Jose Francisco Pichardo, Manuel Rodriguez Objio, Jose Francisco Pellerano, Jose Joaquin Perez, Miguel Roman y Ro- driguez, Manuel de Jesiis Rodriguez, Federico Enriquez y Carvajal, Juan Isidro Ortea, Salome Urciia de Enriquez, Francisco Javier Muchado, Apo- linar Tejera. LXXXIV decirlo. Pero lo que segura y positivamente quedara es el memorable ejemplo de un punado de gentes de san- gre espanola, que olvidados, 6 poco menos, por la me- tropoli desde el siglo xvii, como no haya sido para rei- vindicaciones tardias e inoportunas: coexistiendo y lu- chando, primero, con elementos exoticos de lengua, despues con elementos refractarios a toda raza y civili- zacion europea: empobrecidos y desolados por terre- motos, incendios, devastaciones y matanzas: entregados a la rapacidad de piratas, de filibusteros y de negros: vendidos y traspasados por la diplomacia como un hato de bestias : vejados por un caudillaje insoportable y victimas de anarquia perenne, ban resistido a todas las pruebas, ban seguido bablando en castellano, ban lle- gado a constituir un pueblo, y hastahan encontrado, en medio de las duri'simas condiciones de su vida, algun resquicio para el ideal, y tarde 6 temprano ban tenido poetas. Lo pasado es prenda de lo futuro, aunque boy se ciernan negras nubes sobre Santo Domingo y el por- venir de nuestra raza parezca mas incierto alii que en ninguna otra parte de la America espanola (i). (i) Este capitulo, tan incompleto y breve como es, no hubiera podido es- cribirse en Europa sin el eficacisimo auxilio de la Comision nombrada por la Repiiblica Dominicana, y compuesta de los Sres. D. Francisco Gregorio Billini, D.^ Salome Urena de Enriquez, D. Federico Enriquez Carvajal, D. Pantaleon Castillo y D. Cesar N. Penson. Ademas de una discreta y erudita Rescha Historico-Critica de la Pocsia en Santo Domingo , ha remitido esta Comisi6n en esmeradas copias una abundante y selecta coleccion de poesias dominicanas, y aunque por vivir la mayor parte de sus autores no han podido figurar en nuestra coleccion, nos parece util dar el indice com- plete de estos poetas para utilidad y guia de futuros investigadores de la historia literaria de Quisqueya: Dona Salome Urena de Enriquez. — Encarnacion Echavarn'a de Delmonte. — Josefa Antonia Perdomo. — Altagracia y Luisa Sanchez. — Elena Virginia LXXXV VI. PUERTO RICO. La pequena y pobladisima isla de Borinquen, cu^^a tranquila prosperidad en los tiempos modernos con- trasta con el infelicisimo destino de Santo Domingo, pertenece al niimero de aquellos pueblos afortunados de quienes puede decirse que no tienen historia. Traida a la civilizacion por aquel romantico viejo Juan Ponce de Leon, que se perdio por las soledades de la Florida buscando la fuente de la Juventud, no Uamo en los pri- roeros tiempos la atencion de los conquistadores mas que por sus veneros auriferos; y explotados estos vino a caer en el mismo olvido que Cuba, Jamaica, la Espanola y demas Antillas, que parecian dominio insignificante puestas en cotejo con las grandezas y maravillas del continente americano. Puerto Rico no tuvo universidad como Santo Domingo y la Habana, y todavia en 1765 no poseia mas centros de instruccion que algunas escue- Ortea. — D. Francisco Munoz del Monte. — Felipe Davila Fernandez de Cas- tro. — Manuel Maria Valencia. — Javier Angulo Guridi. — Felix Maria del Monte. — Felix Mota. — Nicolas Urefia. — Manuel de Jesiis Heredia.— Jose Francisco Pichardo. — Manuel Rodriguez Objio. — Manuel de Jesus de Peiia y Reinoso. — Francisco Gregorio Billini. — Jose Joaquin Perez. — ]\Ianuel de Jesiis Rodriguez. — Federico Enriquez y Carvajal. — Juan Isidro Ortea. — Francisco Javier Machado. — Apolinar Tejera. — Miguel Alfredo Lavastida. — Nicolas Heredia.— Federico Garcia y Godoy. — Jose Dubcau. — Cesar Ni- colas Penson. — Pablo Pumarol. — Eniilio Prudhomme. — Enrique Enriquez. — Gaston Fernando Deligne. — Juan Elias Moscoso. — Arturo 1>. Pellerano. — Jose Otero Nolasco. Aiiadense tambien algunas coplas, decimas y otras mucstras de poesia popular, 6 mas bien vulgar. LXXXVI las de primeras letras en la capital y en San German (i). Estas circunstancias, unidas a la casiincomunicacion en que vivia Puerto Rico respecto de las demas colonias espanolas, bastan para explicar la ausencia de tradicio- nes literarias en la isla durante tres siglos. Ponce de Leon habia tenido por cantor de sus haza- iias al indispensable Juan de Castellanos, en los siete cantos de su Elegia sexta , que es, por cierto, de las mas agradables de leer. El unico recuerdo literario que el nombre de Puerto Rico sugiere en nuestra edad clasica bastaria, sin em- bargo, para envanecer a un pueblo de historia raenos modesta. Desde 1620 hasta 1625, segiin unos, 6 1627, segun otros, estuvo el baculo episcopal de la pequena Antilla en manos del gran poeta de la Grandeza Mexi- cana, de El Siglo de Oro y de El Bernardo, que des- pues de haber regido la Abadia mayor de Jamaica tal como de sus letras y celo piadoso podia esperarse, paso a gobernarla diocesis de Puerto Rico, cuya jurisdiccion, mucho mas extensa que al presente, comprendia las is- las de Margarita, Trinidad y San Martin, y las pobla- ciones de Cumana, Cumagote, Nueva Barcelona, San Felipe, Santo Tome de Guayana y otros lugares de Costa Firme. Recientes investigaciones hechas en la (i) La Instruccion piiblica en Puerto Rico Mcinoria escrita por Gabriel Ferrer Hertiandcz^ y laureada con primer premio en el Certamen celebrado por el Ateneo de esta citidad en Diciembre del am 1884. — Puerto Rico, itnp. de Jose Gonzalez Fojit, 1885. Memoria sobre el estado actual de la Instruccion puhlica , su pasado y medios para su mejoramicnlo futnro, por jSIartin Trav'icso y Quijano, doctor en Mcdi- cinay Cirujia. Prcmiada con mcncion ho?iorifica en cl Certamen del Ataaco de 1884. Mayagiiez, Tip. Comercial, 1885. LXXXVII isla (i) permiten adicionar algo las noticias que en 1821 estampo nuestra Academia al frente de su edicion de El Siglo de Oro. No solo consta que Valbuena asistio en 1622 al concilio provincial de Santo Domingo, sino que la Iglesia de Puerto Rico le debe especial gratitud por haberla dejado heredera de toda su fortuna, que al parecer era cuantiosa. «Pretendi6 Valbuena (dice don Diego Torres de Vargas, cronista y canonigo de la ca- tedral) hacer un convento de monjas Bernardas en el Viso, y aunque envio muchos frutos y dineros en los navios que salieron aquellos anos de este puerto, los mas se perdieron; con que conociendo que Dios nues- tro senor queria que se gastase la renta en utilidad de la parte donde se ganaba, mudo de parecer, y habiendo fallecido el ano 1625, mando su hacienda a la Iglesia, con encargo de que se labrase una capilla de San Ber- nardo para sagrario, y en ella se colocasen sus huesos, dotando la lampara del aceite que pudiera gastar cada ano, y en cada primer domingo de mes se le dijese una misa cantada, y el dia del senor San Bernardo otra, con sermon y visperas, como todo se hace. Los oficiales de la Real Hacienda pusieron pleito al testamento de di- cho obispo, por decir que no era valido su otorgamiento; y S. M. mando se diese la hacienda a la Santa Iglesia. » Las misas siguen diciendose, y celebrandose la festi- vidad y visperas, pero no hay tumulo ni inscripcion que exactamente indique el lugar donde descansan las ceni- zas del poeta, que en Puerto Rico retoco el Bernardo (i) Vease el folleto de D. Manuel Fernandez Jiincos, D. Bernardo de Balbuena, obispo de Puerto Rico. Esiudio bio,i^rifico y critico. Puerto Rico, iin- prenta de las Bellas Lctras, 1884. Y tambien la Biblioteca Ilistorica de Puerto Rico, de Tapia y Rivera, pag. 463. t.xx.wiri y escribio su prologo, enlazando asi en cierto modo la gloria de su nombre con la de la isla, y haciendola so- nar por todos los pai'ses donde se habla 6 entiende la lengua castellana. Una calamidad, que lo fue juntamente para Puerto Rico y para su prelado, el asalto y saqueo de la isla por una expedicion de piratas holandeses que incendiaron el palacio episcopal y las escrituras de la Iglesia en 1 625, nos ha privado, a la vez que de la mayor parte de los documentos concernientes a la prelacia de Valbuena, de muchas obras que desde Mexico traia preparadas para la publicacion, y de las cuales solo conocemos los titulos que conserve uno de sus panegiristas, el licen- ciado Miguel de Zaldierna: la Cosmografia Universal^ el Divino Cristiados (que seria probablemente un poema analogo a los de Ojeda y Jeronimo Vida), la Al- teza de Laura (que quiza fuese una novela pastoril 6 amatoria) y el Arte Niievo de Poesia, donde daria sin duda libre expansion a aquel criterio casi romantico que 5'a campea en su juvenil Compendio apologetico en ala- banza de la poesia. A esta perdida aluden aquellos sa- bidos versos de Lope de Vega en el Laurel de Apolo: Y siempre dulce tu memoria sea, Generoso Prelado, Doctisimo Bernardo de Balbuena. Tenias tu el cayado De Puerto Rico, cuando el fiero Enrique, Holandes rebelado, Robo tu libreria; Pero tu ingenio no, que no podia. Sin detenernos en estas dulces y gloriosas memorias, hay que pasar rapidamente por el sigloxviii, en que no LXXXIX se cita ni una sola obra puerto-riquena por el asunto, ya que no por el autor, a excepcion de la Historia gco- grdjica, civil y natural de la is la de Puerto Rico, de Fr. Iiiigo Abad y Lasierra, que ha sido continuada y anotada con solida erudicion en nuestros dias por don Jose Julian de Acosta (i). Ni siquiera hemos podido averiguar la fecha precisa de la introduccion de la im- prenta en aquella colonia (2). Solo sabemos que en 18 14 existia ya una publicacion periodica, El Diario Econo- inico, merced a la generosa iniciativa del ilustre inten- dente D. Alejandro Ramirez, uno de los grandes bien- hechores de la Isla, y en quien propiamente empieza su desarrollo y prosperidad. Ramirez, de quien D. Alejan- dro Tapia ha escrito que «organiz6 la administracion, creo la riqueza, amortizando el funesto papel moneda que mataba el credito publico, abrio puertos al comer- cio, y facilito la inmigracion extranjera», fue tambien el fundador de la Sociedad Economica de Amigos del Pais, bajo cuyos auspicios se abrieron catedras de fran- ces, ingles, dibujo y matematicas, y mas adelante, de cosmografia, quimica agricola y botanica. Al mismo tiempo comenzo a mejorarse y difundirse la instruccion primaria, y se hicieron laudables ensayos para aclima- tar otras ensefianzas superiores, ya en el Seminario Conciliar de San Ildefonso, fundado en 1830 por el obispo D. Pedro Gutierrez de Cos, ya en el Licco de (i) Puerto Rico, imprenta y libreria de Acosta, i866, en 4.° Antes la habia publicado Valladares y Sotoinayor en 1788, y en 1831 la reprodujo D. Pedro Tomas de Cordoba en el primer tomo de sus Mcmorias. (2) No se consigna en un trabajo que, por otra i)arte, nos ha sido dc mucha utilidad : la Bibliografia Pucrlo-Riqiicha^ de D. Manuel Maria Sama, premiada por el Atcneo de Puerto Rico. Mayagiicz, Tipografia Conier- cial, 1887. xc San Juan, establecido por los PP. Escolapios en 1837, ya en varios colegios de profesores particulares. Mas"^ adelante, por los aiios de 1845, un benemerito sacer- dote espanol, el Dr. D. Manuel Rufo Fernandez, plan- teo a sus expensas un pequefio laboratorio de fisica y quimica, y propuso a la Real Sociedad Economica la creacion de un Colegio Central preparatorio para ca- rreras academicasy oficiales; pero el proyecto naufrago, a pesar de los buenos deseos del general Conde de Mi- rasol, que a la sazon gobernaba la isla; y no produjo por entonces mas resultados que el envio de algunos jove- nes pensionados a Madrid, para dedicarse a los estudios de las Facultades de Filosofia y Ciencias. A estos jove- nes, que luego ban obtenido merecido renombre: Ro- man Baldorioty de Castro, Jose Julian de Acosta, Ale- jandro de Tapia y Rivera, se debe la iniciacion de Puerto Rico en la cultura moderna (i). Antes de 1843 Puerto Rico no podia citar ningun nombre de escritor nacido en su suelo, aunque tenia en lahistoria del arte un nombre de valor relativo, el del pintor Jose Campeche (i 752-1 809). De las prensas de la isla tampoco sabemos que hubiese salido libro alguno de importancia, a excepcion de los cinco tomos de las Memorias geogrdficas, historicas^ economicas y es- tadisticas del auditor D. Pedro Tomas de Cordoba, trabajo muy util, pero mas bien administrativo y ofici- nesco que propiamente historico. La primera produccion de amena literatura publicada en la isla, y rarisima por cierto, hasta el punto de no con- (i) Constan la mayor parte de los datos indicados, en el prologo de Ta- pia a la coleccion de sus obras,que publico en la Habana, 1862, con el titulo de El Bardo de GuatJiani. XCI signarse en la unica Bibliografia Puerto- Riqiien a que tenemos, es una traduccion de las Odas de Aiiacreoiiie y del poemita de Museo Aniores de Hero y Leajidro, que juntamente con una coleccion de 27 anacreonticas originales, las cuales llevan el titulo comun de El Beso de Abibina^-^vi^oXiCQ) en 1838 un clerigo helenista de las Islas Canarias, a quien sus ideas liberales, manifestadas cuando fue diputado a Cortes en el period© constitu- cional del 20 al 23, habian llevado a emigrar a la isla de Trinidad de Barlovento. Llamabase este incognito tra- ductor (que por el caracter erotico del libro y el carac- ter sacerdotal de su persona, solo se atrevio a estampar en la portada las iniciales de su nombre y apellido y de su dignidad de dean de Canarias) D. Graciliano Alfonso; y antes y despues del Anacreonte publico, ya en Cana- rias, ya en Madrid ^ un numero considerable de traduc- cionesen verso muy dificiles de hallar, pero que yo he podido reunir merced al concurso de buenos amigos. Tradujo, pues, todas las obras de Virgilio, la Poetica de Horacio, y los tres poemas de Pope Ensayo sobre elJiom- bre, Ensayo sobre la critica y El Rizo robado, sin otras cosas de menos entidad: en todo lo cual luce conoci- miento de muchas lenguas antiguas y modernas, variada cultura literaria, facilidad de versificador, cierta excen- tricidad y pedanterla, y un gusto tan candorosamente depravado que resistio al trato familiar con todos los clasicos antiguos y modernos. El Anacreonte y el Museo son de lo mejor 6 de lo menos malo que hizo (i); pero (i) Odas dc Anacreonte. Los Amoves de Leaiulro y Hero^ Iraducidos dc! griego por G. A. D. de C. Con pcriniso del Gobierno. Puerto Rico. ImprcJila dc Dalmau. Ano de 1838. XCII El Beso de Abibina caracteriza todavia con mas exac- titud su escuela y su manera de inofensivo erotismo. En pos de este libro tan clasico, y que seguramente no paso del circulo de los amigos del erudito Dean, aparecio en 1843 el primer Agninaldo Puerto-Ri- quefio (i), product© de una sociedad de amigos «que acordaron (segun dicen en el prefacio) componer y pu- blicar un libro enteramente indigena, que por sus belle- zas tipograficas y por la amenidad de sus materias, pu- diera dignamente, al terminarse el ano, ponerse a los pies de una hermosa, 6 en signo de carino y reconoci- miento ofrecerse a un amigo, a un pariente , a un pro- tector, reemplazando con ventajas a la antigua botella de Jerez, al mazapan y a las vulgares coplas de Navi- dad.» La idea gusto, y los Almanaques 6 Aguinaldos, creciendo en importancia y en volumen desde 1857, ban proseguido recogiendo hasta nuestros dias una gran parte de la produccion literaria de Puerto Rico. En este primer Aguinaldo colaboro, con el pseudonimo de Mario Kolhniann , el excelente escritor peninsular don Eduardo Gonzalez Pedroso, que ya entonces mostraba las altas facultades de que habia de ser memorable ejem- plo el discurso sobre los Autos Sacramentales. Los de- mas colaboradores, ya en prosa, ya en verso, fueron la poetisa D."" Alejandrina Benitez, y los Sres. L Guasp, yacobo (Pastrana), Hernando (Echeverria), C. Cabrera, Fernando Roig, Martin J. Travieso, M. A. Mateo Ca- vailhou y F. V. (Francisco Vassallo). Al ano siguiente (1844) se celebraron en Puerto Rico fiestas Reales con motivo de la declaracion de mayor edad de D.^ Isa- (i) Imprenta dc Gimbernat y Dalmau. XCIII bel II, y en el cuaderno de estas fiestas se leen tambien poesias de cinco de los colaboradores del Agtiinaldo, J. M. Echeverria, I. Guasp, Francisco Vassallo, Carlos Cabrera y Francisco Pastrana (i). A este primer despertamiento literario contribuyeron algunos estudiantes de Puerto Rico residentes en Bar- celona, dando a luz siis juveniles ensayos, primero en un Album Puerto- Riqueno ^ que no hemos llegado a ver, y luego en El Cancionero de Borinqiien (1846), que si no puede estimarse como formal antologia, pues mal pueden formarse antologias en una literatura naciente, tiene, sin embargo, la curiosidad de presentar reunidas las primacias de la poesia borinquena. Los autores que figuran en este rarolibrito, dedicado a la Sociedad Eco- nomica de Aniigos del Pais de Puerto Rico, e impreso en parte a sus expensas, son D. Francisco Vassallo, don Pablo Saez, D. Manuel A. Alonso, D. Santiago y don Juan B. Vidarte, D. F. Vassallo y D. Ramon E. de Carpegna. Salvo la buena intencion y el recuerdo sim- patico de la patria lejana, poco hay que elogiar en las paginas de este libro inocentisimo. La mayor parte de estos principiantes se malograron jovenes, y otros aban- donaron pronto el cultivo de la poesia, distraidos por mas prosaicas y lucrativas ocupaciones. De todos ellos, el malogrado Santiago Vidarte era el de mayores espe- ranzas, y su fantasia lirica Insomnio es, con todas sus incorrecciones, vaguedades y reminiscencias demasiado inmediatas, la mejor poesia deltomo, que por otra parte seria injusto tratar en serio, como obra que es de mu- (l) Fiestas Rcalcs dc Puerto Rico por el jtirninento a S. Jf. la Rcina Dona Isaf>cl II el 10 dc Fihrero dc 1844. Puerto Rico. Iinprenta d': Gimhernat^ 1844. XCIV chachos (i). Por entonces amanecio tambien laprosa de costiimbres en los artlculos de D. Manuel Alonso, que los colecciono en 1849 con el titulo de El Gibaro. Al- gunos, como La Gallera^ El Baile de Garabato, Ea pelea de gallos, no carecen de donaire, y como dato his- torico sirven todos (2). Bajo la proteccion del ilustre general que hoy pre- side la Academia Espanola, se establecio por los afios de 1850 la Academia Real de Buenas Let7'as de San yuan Baiitista de Puerto Rico^ instituto de vida efi- mera, que no sobrevivio, segiin creemos, al mando del general Pezuela, pero que en el corto tiempo que duro, procure estimular el cultivo literario, haciendo varias publicaciones y abriendo certamenes de poesia. En 23 de Enero de 185 1 leyo en ella D. Rafael Castro su canto epico a la sierra de Luquillo en octavas reales. En 19 de Noviembre del mismo afio obtuvieron premio y accesit respectivamente un poema de D. Juan Manuel Echeverria y otro de D. Manuel Felipe Castro sobre la gloriosa defensa de Puerto Rico contra los ingleses en 1797. Otro poema del mismo Echeverria sobre la victoria del Morro y heroica defensa de la ciudad de San Juan contra los holandeses en 1625, estaba desig- nado para premio en el ultimo concurso que celebro la Sociedad, en 1854, pero no llego a imprimirse en Puerto Rico, sino en Caracas (3). (i) El Cancionero dc Boriyiqiieii. Composiciones originales en prosa y verso. Barcelona, imp. de Martin Carle, 1846, 8." (2) El Gibaro. Cuadros de costumbres de la isla dc Puerto Rico, por D. Ma- nuel A. Alonso. Barcelona, por D. Juan Oliveres^ 1849. Reimpreso con una segunda parte en Puerto Rico 1879, dos tomos. (3) El Yunque. Canto epico leido por su autor R. C. en la Acadeinia Real de Buenas Let r as de Puerto Rico el dia de su recepcion en ella, it, de Enero de iS$i. xcv Mientras estos ensayos se hacian en la isla, habiase dado a conocer fuera de ella un poeta puerto-riqueno, D. Narciso de Foxa y Lecanda, oriundo de Santo Do- mingo, y educado en la Habana, por lo cual general- mente se le inclu^'-e entre los poetas de la grande Anti- 11a. Ya en 1839 habia aparecido en La Siempreviva su romance morisco Aliata^- y Zaida; pero su reputacion data principalmente de 1846, en que el Liceo de la Ha- bana premio su canto epico sobre el desatbrimiento de America por Cristobal Colon, obra correcta y bien ver- sificada, aunque ni mejor ni peor que otros innumera- bles poemas de certamen. En el genero descriptivo me- rece relativa alabanza su Canto en versos sueltos a la natiiraleza de Ctiba, si bien la imitacion de las silvas de Bello es tan directa y tan poco disimulada, que mas bien parece parafrasis, y desgraciadamente sin ventaja alguna de parte del imitador, que por centesima vez vuelve a cantarnos los nevados capos y los broches de oro del algodon, la blanca jlor y los piirpureos granos del cafe, la piira miel de las canas amarillas, el pld- tano sonante, la esplendida diadema de la piiia «reina feliz del vegetal imperio», el delicioso aroma del ta- baco, la esmeralda viviente del cocuyo, «antorcha de la noc/ie nmbria», y todos los demas lugares comunes de la flora y de la ornitologia tropical, que por lo niismo que han sido ya insuperablemente cantados, requieren en el poeta tanto tino para no empalagar ni quedar des- Puerlo Rico, imp. dc I. Guasp, 185 1. Poemas prcmiados por la Acadcmia Real de Biicnas Letras de Puerto Rico en la sesion publica que celcbro en i<) de No- viembre de 185 1. Puerto Rico, imp. dc I. Guasp, 1851. La Victoria del Morro. CaJito dedicado a los picerlo-riquchos, por D. Juan Manuel Echcvarr'ia. Cara- cas^ imp. de Carreho hcrnianos, i854- XCVI lucido en la competencia. Ha de tenerse, no obstante, a Foxa por ingenio discreto y bastante celoso de la pu- reza de la lengua, como lo mostro volviendo al yunque una y otra vez sus principales producciones; y bajo este aspecto no deja de justificar los benevolos elogios de nuestro Canete (i). En los Ahnanaqiies de Puerto Rico comenzaban a darse a conocer nuevos poetas: D. Juan Francisco Co- mas, que a los diez y nueve anos publico en Mayagiiez (1858) una coleccion en dos tomos, titulada Preliidios del Arpa; D. Ramon Marin, y finalmente D. Alejan- dro de Tapia y Rivera, de quien, por haber fallecido, y ser sin duda el mas fecundo y notable de los escritores de laisla, procede aqui mencion mas detallada. Si por la grandeza de los propositos y por la nobleza de los generos cultivados, hubiera de graduarse el me- rito de los autores, pocos aventajarian a Tapia, que procure siempre vivir en las regiones mas elevadas del arte, y a quien no arredraron ni el drama historico, ni la novela social, ni el poema simbolico (2). Precep- (i) Etisayos poi'ticos de D. Narciso de Foxa: los da a luz, preccdidos de un hrevc juicio cr'itico por D. Manuel Canete , su amigo Ildcfonso de Estrada y Ze- nea. Madrid, imp. de Andres y Diaz, 1849. Las odas Al Comcrcio \ A la fe crlstiana son sus composiciones de mas aliento, despues de las citadas. Nacio Foxa en 1822 en San Juan de Puerto Rico, y murio en Paris en 1883. (2) A continuacion incluimos un catalogo, probablemente incompleto, de las obras de Tapia: Biblioteca historica de Puerto Rico que contiene varios documefitos de los si- ghs XV, XVI, XVII y XVIII, coordinados y anotados por D. Alejandro Tapia y Rivera. (Puerto Rico, imp. de Marquez, 1854.) Esta compilacion muy litil y formada en gran parte con documentos ineditos, no es trabajo exclusivo de Tapia, sino que en ella colaboraron otros jovenes puerto-riqueiios que por los anos de 1850 a 1852 formaban en Madrid una especie de sociedad XCVIl tista y critico tambien, y no ajeno a los estiidios filo- soficos, trabajo siempre de una manera reflexiva, y gusto de razonar el proposito de sus obras. Se ve, ade- mas, que leia mucho y con provecho, y que estaba muy al corriente de la moderna literatura francesa, y aun de los libros alemanes traducidos al frances. Sus Conferen- cias de Estetica y Literatura^ inspiradas por el criterio hegeliano, asi nos lo persuaden. Pero le faltaba el quid para recoger documentos relatives a la isla, alentandoles en esta empresa D. Domingo Del Monte y D. Pedro Sainz de Baranda. — El Bardo de Gua- mani , Ensayos Uterarios Habana, imp. del Tiempo, 1862. Grueso volumen de 616 pag. en 4.°, con el retrato del autor al frente. Contiene dos dramas, Roberto d' Evrcux j BernaTdo de Palissj; La Palma del Cacique, leyenda his- torica de Puerto Rico; La Antigua Sirena, leyenda veneciana; 6 mas bien extensa novela; Vida del p'lntor ptierto-riqucfio jfose Campechc; Un alma en pena (cuento fantastico); Poes'ias y Mesenianas, Fragmentos de la Sataniada. — La Cuarterona, drama original en ires acios (en prosa). Madrid, tip. de Fortanet, 1867. — Camocns , drat7ta original en cuatro actos (en verso). Ma- drid, Fortanet, 1868. — Hero, Mondlogo tragico; con miisica de D. Mateo Sabates. Ponce, imp. de F. Vidal, 1869. — Postumo el transuiigrado. Hi.<^loria de un honibre que resuciio en el cuerpo de su enemigo. Madrid, imp. de D. J. Aguado, 1872. — Noticia liistorica de D. Ramon Power, primer diputado de Puerto Rico, con zai apindice que contiene algunos de sus escritos y discursoy. Puerto Rico, 1873, imp. de (ionzalez. — Vasco Nimez de Balboa, drama his- torico en tres actos. Puerto Rico, imp. de Gonzalez, 1873. — La leyenda de los ve'inte ahos , novela original. Puerto Rico, imp. de Gonzalez, 1874. — Cofresi, novela. Puerto Rico, imp. de Gonzalez, 1876. — La Sataniada, grandiosa cpopeya dedicada al Principe de las Tinieblas, por Crisofdo Sardandpalo. Ma- drid, imp. de Aurelio S. Alaria, 1878. — Camoens, drama original en tres actos. Rejundido y corrcgido por el autor para esta scgunda ediciun Puerto Rico, imp. de Acosta, 1878. — La parte del Leon, drama en tres actos y en prosa. Puerto Rico, imp. de Gonzalez, \?^^o.—Misceldnea, NoTclas, Cucntos, Bocetos y otros opitsculos. Puerto Rico, Gonzalez, 1880. — Confereticias sobre Eslctica y Literatura. Puerto Rico, 1881, imp. de Gonzalez. Libro de relativo me- rito, y uno de los pocos que en America se ban publicado sobre estas mate- rias. — Postuitto el transmigrado , nueva edicion, acompanada de una segunda parte, Pustumo cm'irginado (•> historia deun hombre quese traslado al cuerpo de una mujer. Puerto Rico, imp. de J. Gonzalez I'ont, 18.S2, obra postuma. De 1871 a 1875 publico una rcvista litcraria, T^a Azucena. TOMO II. , xcviir divinum; y para tan altas empresas como las que el abarco, no basta con el talento: se requiere el genio poe- tico. Y las obras de Tapia no dejan mas impresion que la de un talento claro y bien cultivado, ambicioso en demasia, con ambicion noble y bien empleada, pero con medios visiblemente inferiores a sus grandes aspiracio- nes que, de realizarse cumplidamente, le hubieran dado puesto eminente en la literatura universal. Pero de to- dos modos, siempre hay merito en poner elpunto tan alto, y hay caidas que son honrosas y respetables. Y de ellas fueron, sin duda, las del extrano escritor que se firmaba unas veces El Bardo de Gitainani, y otras Cri- sofilo Sardandpalo. Escribio miicho^ y asi tiene de todo, pudieramos de- cir con el autor del Didlogo de la lengiia. Contra lo que suele acontecer en poetas americanos, no son sus versos propiamente liricos lo mas sobresaliente. Su es- tro en ellos parece debil, de poco aliento y nada espon- taneo; y tampoco faltan tropiezos de forma, inexcu- sables. Alguna composicion ligera como La Hoja del Yagriimo 6 La Niiifa de Guainani es lo linico que puede exceptuarse, y aun alll molesta al oido la inter- calacion de consonantes agudos en las seguidillas. El mismo frecuente empleo que hace de la prosa poetica en sus fantasias y en las que llama Mesenianas^ muestra la indecision con que buscaba la forma sin encontrarla, por falta de dominio y plenitud en su vida poetica pro- pia, que era ardiente, rapida, febril, pero poco intima 3' consistente. En el teatro fue menos infeliz, aunque sus dramas son mas para leidos que para representados, y en realidad solo dos 6 tres de ellos lograron los modestos honores XCIX de una representacion casi privada. Desdefioso de los efectos teatrales como todo el que trabaja en tales con- diciones, busca el ideal en la historia, que es gran fuente de poesia humana, pero a condicion de ser respetada en su integridad y propia fisonomia, y no sustituida con arbitrarias y fantasticas interpretaciones, que convier- ten a los personajes en simbolos vaporosos y sutiles, si mill a era que luce carentiim. Si de este escollo no siempre acerto a salvarse el mismo Schiller, que era a un tiempo historiador y gran poeta, forzoso era que mas de una vez naufragase Tapia, arrojandose sin bastante meditacion a llevar al teatro figuras historicas tan varias y complejas como Camoens, Vasco Nunez de Balboa, la reina Isabel de Inglaterra, el Conde de Essex y Ber- nardo de Palissy. Hay en todos estos dramas conatos de poesia, pero nada que pueda decirse completo. En el duelo cuerpo a cuerpo con la realidad historica, el poeta resulta vencido, y a pesar de sus loables esfuerzos, rara vez llega a caracterizar con vigor a sus heroes (por lo mismo que se empefia en tomarlos de frente) ni a ha- cerlos moverse y pisar las tablas con libertad y gallardia. O cae en la biografia dramatica, en el biodrama, como dldecia; 6 asciende cual efimero globo, lleno de gas inflamable, alas regiones de la abstraccion metafisica, perdiendo de vista el campo de batalla de la vida hu- mana. Cuando escribe sus dramas en prosa, abusa de las formas propias de la discusion y del razonamiento e impropias del dialogo teatral, que ha de ser movimiento y pasion, 6 no sera nada. Cuando los escribe en verso, la locucion es armoniosa y en general pura, pero le fal- tan elasticidad y nervio. Bernardo de Palissy es su drama mejor escrito, mas fiel a la historia y al caracter del protagonista, y se recomienda por cierta grandiosa y simpatica serenidad moral. La parte del Leon ^ que es una de sus ultimas obras, parece la mas teatral de todas. En Roberto a Evreux, representada en 1859, que fue, segun creemos, la primera tentativa dramatica de al- guna importancia en Puerto Rico, la nobleza habitual del estilo, el estudio no vulgar del caracter de Isabel de Inglaterra, y el merito indudable de algunas escenas como el dialogo de Cecil y Bristol y el monologo de la Reina antes de firmar la sentencia de muerte de su fa- vorito,no compensan la falta de aquel interesromantico que hay en la antigua comedia de D. Antonio Coello Dar la vida por sic dama, tan bien analizada por Les- sing en su Dramatiirgia. Analogas al teatro de Tapia son sus novelas, formadas en gran parte de impresiones y recuerdos de sus viajes y de sus lecturas- Una de las mas originales, aunque no exenta de parentesco con el delicioso Avatar de T. Gautier, es la historia de Postumo que transmigro al cuerpo de su enemigo. Esto de las transmigraciones no era en Tapia mero recurso artistico. Quien haya leido La Sataniada y el nebuloso prologo que la precede, sabra que el poeta puerto-riquefio no se redujo a sutilizar sobre el idealismo filosofico, sino quetuvo dejos de mistico y de iluminado, y aun barruntos de pitagorico y espiritista. La Sata- niada , que modestamente llamo su autor Grandiosa epopeya dedicada al Principe de las Tinieblas^ es, sin duda, uno de los abortos mas singulares de la mania epico-simbolica, que tantos desastres produjo despues de la aparicion de la segunda parte de Faiisto ; pero aunque por lo extravagante de su concepcion y por su CI prolijidad ambiciosa e impertinente sea de los libros que nacieron muertos, sin que ha3'a poder humano que baste a resucitarlos, todavia es digna de citarse: no solo purque contiene los mejores versos de Tapia, sino por- que el haber tenido su autor a estas alturas de fin de siglo la idea de un poema teologico, cosmico y humanitario, que contuviese la ultima razon de todas las cosas de este mundo y del otro, y haber vivido y muerto con la ino- cente ilusion de haberlorealizado, es, sin duda, un caso notable, ya de genio, ya de paciencia, ya de temeridad, ya de locura. De genio ya hemos dicho que carecia Ta- pia, pero tenia cierto grado de talento poetico, amor desenfrenado al arte, mania de grandezas esteticas, y estaba contagiado, como otros muchos de su genera- cion, por aquellos pomposos aforismos de filosofia lite- raria y aquellas formulas huecas, que no son de Hegel, sino de Michelet 6 de Quinet, los cuales no dejaban en paz al poeta mientras no se habia convertido en apostol de los tiempos nuevos, y no habia escrito su co- rrespondiente Biblia de la Hiimanidad. Tapia, poseido de esta ambicion cual otro Pablo Gdmbara^ u otro He- riberto Garcia de Quevedo (para no mentar a Espron- ceda, que se salva por la belleza de los detalles, reden- cion que nunca falta a los grandes poetas), quiso hacer su Ahasvero, su Proineteo, su Diablo- Mini do. iQue digo? Mas altas fueron sus aspiraciones, y tal compara- cion le hubiera indignado. La Sataniada debia ser, y era sin duda en la mente de su autor (uno de los pocos mortales que han podido leerla entera), la cuarta epo- peya del mundo, la coronacion y el complemento nece- sario de la Iliada, de la Divina Comedia y del Faiisto; por supuesto , aventajandolas y superandolas con toda la CII ventaja que Ueva nuestra edad a las pasadas. Nada me- nos iba a encarnarse en La Sataniada que «el modo de ser espiritual de nuestro tiempo». La idea religiosa que aparece «como presentimiento en la antigiiedad, como fe viva en Dante, como tradicion 6 placido re- cuerdo en Goethe», iba a mostrarse como ideal positivo del siglo XIX en La Sataniada ^y Crisofilo Sardandpalo seria el hierofonte, el revelador del gran misterio. El autor limo su poema aflos y anos: ya en 1862 publico en la Habana algunos trozos, no poco mutilados por la censura; pero solo diez y seis anos despues aparecio en Madrid integro el gigantesco poema. Los tiempos no estaban para epopeyas satanicas ni angelicas, y todo el mundo se encogio de hombros. Nadie sabia quien era Crisofilo Sardandpalo^ ni cual era el sentido de todo aquel embolismo de las ciudades de Diablopolis y Le- propolis^ por donde desfilaban en interminable proce- sion todos los personajes de la historia universal. Si algiin aficionado leyo salpicadas algunas octavas, alabo la facilidad y la gala del versificador, y no paso mas adelante. El autor, 6 sea el lepropolitano que escribe el prologo, empieza por decir que su obra no es puramente teolo- gica como lade Dante, ni tampoco una «obra nihilista y pesimista, unilateral, y por lo tanto , incompleta» como el Diablo Miindo^ ni envuelve una dualidad sin resolucion como el Faiisto^ sino que en La Sataniada «la luz y la cruz, la ciencia y la religion, se funden para producir la transfusion del cielo en el mundo, en la hu- manidad, para que de este modo la humanidad, termi- nada su ley de evoluciones de perfeccion relativa, se torne al seno de lo absoluto, de donde nacio como idea cm palingenesica, y a donde debe volver cumplidamente realizada». Para desarrollar tan disparatado pensamiento, el autor imagina una serie de arquetipos y representacio- nes, las cuales se van desenvolviendo no en la tierra, ni en el cielo ni en el infierno, como siicede en los demas poemas conocidos hasta hoy, sino en un mundo sui ge- neris, que tampoco es mundo. Quiere esto decir que el poeta Crisofilo (que es el simbolo de la humanidad, ademas de ser el propio D. Alejandro Tapia, empleado en la oficinas de Hacienda de Puerto Rico), «no nos lleva al infierno, sino que percibe el infierno en el mundo, y funde ambas cosas dentro y fuera de lo infi- nito, prescindiendo de lugares y cronologias, y fun- diendo lo temporal y lo eterno». Nos hace penetrar, pues, en un infierno inmaterial que vive en la humani- dad de todos los tiempos, porque esta lo lleva en su es- piritu colectivo doble Tartaro en que hay un infierno que se \\am.3.feh'z (Diablopolis), morada de condenados dichosos, 6 que lo parecen, y otro infierno de dolor ( Lepropolis , ciudad de los leprosos), donde moran los reprobos, que lo son porque se niegan a seguir al rey de las tinieblas, y que si bien sufren, prefieren su dolor y luchan contra Satan a quien logran veneer algunas veces Esta historia y estos triunfos de Satan, cual soberano de la tierra y de los hombres: esta serie de evoluciones, de accion y reaccion de la humanidad sa- tanica, que habran de reproducirse hasta que el genero humano llegue a ser libre en el sentido de la razon, y cristiano en el de la sensibilidad, constituyen el objetivo del poema. Y aunque su accion «pasa en las regiones ideales e infinitas, no por eso se sale del mundo, porque CIV este no deja de ser parte y contenido de la eternidad y de lo infinito como tiempo y como espacio, meras rela- ciones que el esplritu concibe con este caracter. De suerte, que el mundo de que se trata es el nuestro en idea, 6 laidea-mundo, porloque ellector podra creerse en este, hallandose en el infierno sin haber salido del mundo». Tal es el pensamiento de este diabolico poema, 6 mas bien estupenda pesadilla, obra postuma de un genero muerto y que no es de temer que en mucho tiempo resucite. Treinta mortales cantos tiene La Sataniada^ donde (y esta es la mayor desdicha) abundan octavas buenas, brillantes y aun magnificas, descripciones pro- fusas, ya terribles, ya risuenas, rasgos de humor y de fuerza satirica que parecen del abate Casti, expresiones felices, caprichosos arabescos, raras fantasias, todos los caprichos de un versificador ejercitado y muy superior al que en sus dramas y en sus versos liricos aparece. Y todo esto esta alii enterrado como en un pozo; ahogado y obscurecido por la insensatez del plan, por la incohe- rencia de los episodios, por un pedantesco farrago de nombres propios y de teorias a medio mascar, y por el mas fangoso torrente de declamaciones de sectario con- tra todo lo humano y lo divino. La Sataniada es un confuso centon de todo genero de herejias, pero estan expuestas de un modo tan estrambotico, que no es de temer que hagan muchos proselitos. Lo que puede du- darse es que saque sana la cabeza el que se aventure a penetrar en semejante aquelarre. Con todos sus defectos y aberraciones de gusto, Ta- pia y Rivera, no solo por el numero y relative valor de sus obras, sino por la eficacia constante de su ejemplo cv en su vida literaria laboriosisima, y por la activa propa- ganda de sus ideales artisticos, que con todo el fervor y vehemencia propios de su temperamento ejercio hasta sus liltimos dias, ya en platicas familiares, ya en los pa- peles periodicos, ya en conferencias y discusiones de Ateneo (i); mantuvo el fuego sacro de la literatura en Puerto Rico, donde tan pocos estimulos tenia, y fue causa, ocasional a lo menos, de la aparicionde otros in- genios, la mayor parte de los cuales viven aiin. Sus pro- ducciones se registran ya en el Nuevo Cancionero de Boj'mqiien^ de 1872, ya en la coleccion de Poetas piierto-riqiiefios de 1879 (2). Entre los que han fallecido debemos citar en primer termino al malogrado D. Jose Gautier Benitez (1848- 1880), cuyo Canto a Puerto Rico^ de brillante ejecu- cion, aunque no exento de los lugares comunes de la poesia descriptiva americana, va en esta Antologia. Pero hay otra poesia suya, si menos celebrada, mas digna de serlo, La Barca^ alegoria nada nueva de la vida humana, pero tratada con cierta amplitud de sen- timiento lirico que se dilata en graves y majestuosas estancias (3). Madre de este poeta fue, a lo que entendemos, dona (i) Vease M. Fernandez Juncos , Scmblanzas pticrlo-rujuchaA. — Puerto Rico, 1888; pags. 58-95. (2) Nuevo Cancionero de Borinquen. Coleccion de pocsias cscogidas por ]\Ia- nuel Soler y Martorcll. — Puerto Rico, Imp. de Gonzalez, 1872, 8.° Poetas puerto-riqtccftos. Prodiicciones, en verso, escogidas y coleccionadas por D. Josi Maria Monje, D. Manuel M. Sama y D. Antonio Ruiz (Juihones. — Mayagiiez, Martin Fernandez, editor, 1879. (3) Coleccion de Pocsias de D. Jose GatUier Benitez. Puerto Rico, Imp. de Gonzalez 1880. Publicaci6n postuma con un prologo de D. Manuel Elza- buru y una Corona literaria en honor de Gautier Benitez. CVI Alejandrina Benitez de Gautier, que no solo es la mas antigua poetisa puerto-riquena, sino que figuro en el primitivo grupo literario de 1843. Sus versos a la Esta- tua de Colon en Cardenas y al Cable suhmarino^ son robustos y grandilocuentes; pero en otros mas intimos como Mi pensamiento y yo, y El paseo solitario^ se revelamejor su noble personalidad lirica (i). Un ano antes que Gautier Benitez nacio, y un ano despues murio, un poeta de Manatf , llamado Francisco Alvarez (i 847-1 881), cuyos versos postumos fueron co- leccionados por devocion de algunos amigos. Las poesias de Alvarez son muy incorrectas, como de quien no ha- bia recibido mas educacion que la elemental y la que pudo adquirir en vagas lecturas: el fondo es melanco- lico y algo pesimista, por lo cual se le ha comparado con Becquer, y aun con Bartrina; pero su melancolia no ha de achacarse a imitacion literaria, puesto que fue sincera como de quien, victima de pertinaz e incurable dolencia, sentia acercarse a cada momento la inevitable muerte. La Meditacion Noctiirna basta para caracteri- zarle, y es, sin duda, su mejor poesia (2). Aun restan otros nombres: D. Jose Maria Monje, correct© y frigidisimo imitador de nuestros clasicos del siglo pasado, especialmente de Moratin y Jovellanos; D. Manuel Corchado, que se dio a conocer en un con- curso de 1862, por su valiente oda al pintor Campeche; (i) Vease el estudio de D. Jose J. Acosta, Alejandrina Benitez y Arcc de Gautier. Puerto Rico, 1886. (2) Ohras Litcrarias de Francisco Alvarez. Puerto Rico , imp. de Gonza- lez, 1881. Con un prologo de D. Manuel Fernandez Juncos. Contiene, ade- mas de las poesias liricas, tres pequeTios poemas y un drama en dos actos, representado en Manati en 1881. evil y partidario luego de los delirios espiritistas, publico Historias d^ Ultra-Tumba (1872) y una especie de ro- mancero de la segunda guerra civil que llamo Pdginas sajigrientas (1875) (i); Carmen Hernandez, poetisa que dispute el lauro a Corchado, con versos de sabor clasico, en el certamen de Carapeche; y otros muchos que no ci- tamos, para no convertir este trabajo en aridanomencla- tura. Solo haremos una excepcion en pro del malogrado joven Manuel Elzaburu y Vizcarrondo, cuyo nombre no figura en las antologias puerto-riquenas, aunque lo me- rece mucho mas que otros. Apenas conozco versos suyos originales, pero dejo muy lindas traducciones de poetas franceses modernos, especialmente de Teofilo Gautier (el Madrigal panfeista, la Sinfoiiia en bianco may or ^ Lo que dicen las golondrinas ^ La nube, Jristeza en el mar ^ La Rosa-te). Y quien conozca el extrano y sutil artifi- cio de los versos originales, no dejara de dar a estos es- (i) Corona Poeiica dcdicada al Maestro Jose Campcche , pin tor pticrto-ri- queno. Puerto Rico, imp. del Boletin Mercantil, 1863. Ademas de la poesia de Corchado, que fue la premiada en este certamen, abierto por la Sociedad Economica de Amigos del Pais, figuran en el cuaderno otras de Carmen Hernandez, Alejandrina Benitez, Hcraclio M. de la Guardia (venezolano), Juan Francisco Comas, Jose Coll y Britapaja, Ramon Marin y Federico Rosado y Brincau. Historias de Ultra-Tumba. Por Manuel Corchado. Ma- drid, imp. de J. M. Alcantara, 1872. — Pdginas sangrientas. Coleccion de ro- mances escritos sobre episodios de la guerra civil, por Alejandro Benisia y Ma- tiuel Corchado. Madrid , imp. de J. Aguado, 1875. — El Trabajo, poesia (1878). Publico, ademas, algunos folletos sobre cuestiones poiiticas, sociales y re- ligiosas: Las Barricadas (Barcelona, 1870), La pena de mucrte (Barcelona, 1 871), La pena de mucrte y la prueba de indicios (Madrid , 1877), Dios, replica a Siifier y Capdevila. Colaboro en la Rcvista de Estudios Psicolugicos y en otros papeles espiritistas. Para el tcatro cscribio Maria Antonieta, cuadro dramatico original y en verso, cstrenado en Puerto Rico en 1880. Fue dipu- tado a Cortes por su isia, y muri6 en Madrid en 30 de Noviembre de 1884. Al aflo siguiente se publicd en Ponce una Corotia Poeiica a su memoria, y ademas se imprimieron sueltas otras composiciones clegiaco-laudatorias. CVIII fuerzos el debido precio y preferirlos a mucha hojarasca indigena que sin provecho abruma las colecciones cita- das (i). La literatura puerto-riquefia,3''abastante consi- (i) A continuacion damos todos los nombres de poetas que figuran en las dos colecciones ya citadas. En el Nuevo Cancionero de Rodriguez: Mucrtos: Jenaro Aranzamendi. — Manuel Alonso. — Alejandrina Benitez y de Arce de Gautier. — Manuel Corchado. — Jose J. Davila. — Jose Gautier y Benitez. — Jose Maria Monje. — F. M. de Rodriguez.- — Francisco Pastrana. — Manuel Soler y Martorell. — Alejandro Tapia y Rivera. — Francisco Vassallo. Vivos'- Juan Francisco Comas. — Jose Antonio Daubon. — Ramon Marin. — Jose G- Padilla. — Manuel Padilla. — Manuel M. Sama. — Rafael del Valle y Rodriguez. En los Poetas Pucrto-Riquchos: Muertos: Alvarez. — Aranzamendi. — Alejandrina Benitez. — Ursula Car- dona de Quinones {^Angelica). — Manuel Corchado. — Jose Jacinto Davila. — Eleuterio Derkes. — Jose R. Freyre y Rivas. — Gautier Benitez. — J. Pas- trana. — Domingo M. Quijano. — M. Soler y Martorell. — Tapia y Rivera. — F. Vassallo. — Santiago Vidarte. Vivos: Francisco J. Amy. — J. B. Balseiro. — Salvador Brau. — Cayetano Coll y Toste. — Jose Coll v Britapaja. — Antonio Corton. — Jose A. Daubon. — • J. J. Dominguez. — Manuel Duefio Colon. — Ramon Marin. — Fidela Matheu de Rodriguez. — Jose G. Padilla- — Manuel Padilla Davila. — Jose Ramon Rodriguez Mac-Carthy. — Lola Rodriguez de Tio. — Manuel Maria Sama. — Bonocio Tio Segarra. — Rafael del Valle. — Manuel Zeno Gandia. De estos poetas solo ban publicado colecciones D. Eleuterio Derkes (Puerto Rico, imp. del Comercio, 1871), autor tambien de un drama en cuatro actos y en prosa, Ernestj Li-fevre 6 cl triu7ifo del talcnto, representado en Guayamo, 1871; Lola Rodriguez de Tio (J//5 Caiitares. Mayagiiez, 1876; Claras y Nieblas Mayagiiez, 1885); D. Jose J. Dominguez, con el seudo- nimo de Gerardo Alcides (Mayagiiez, 1879), y posteriormente un cuaderno de Odas Elegiacas (Mayagiiez, 1883); D. F. J. Amy (^Ecos y Notas, Pon- ce, 1884; libro que contiene estimables traducciones de Bryant, Longfellow, Whittier, Leigh Hunt, Stedman y otros poetas anglo-americanos, y tam- bien versos castellaiios tradUcidos al ingles, entre ellos La Madrugada^ de Milanes); D. Rafael del Valle (Arecibo, 1884). Con el titulo de Notas Pcrdidas existe tambien una coleccion especial de poetas arecibehos, publicada en 1879. Para la redaccion de este capitulo hemos tenido presentes, ademas de las colecciones impresas, una manuscrita remitida a la Academia Espafiola per CIX derable en cantidad, dada la pequeila extension de la isla, es de las que mas necesitan expiirgo y disciplina. Alli, como en el resto de America, se escriben dema- siados versos, y los poetas se encuentran por docenas. Hasta pueblos secundarios como la villa de Arecibo, que apenas habra sonado en los oidos de ningiin lector europeo, poseen antologias especiales de sus ingenios. En todo esto tiene que haber mucha maleza, que solo la critica local y de todos los dias puede ir arrancando con mano fuerte. El pais que, a la hora presente, se honra con la delicada y castiza inspiracion de la autora de La viielta del pastor^ y cuenta con un conocedor e interprete de la literatura inglesa tan digno de aprecio como Amy, tiene ya derecho a ser juzgado por lo que realmente vale, y a ocupar en la literatura americana el lugar modesto sin duda, pero no despreciable, que hasta ahora con evidente injusticia se le ha negado en todas las colecciones generales formadas en las demas regiones del Nuevo Mundo. Pero si se hade evitar que las apariencias engafien, conviene que la critica (que tiene ya un organo autorizado en la Revista Piierto-Ri- queiia sostenida con loable constancia durante siete anos), sea inexorable en la aplicacion de las reglas del buen gusto, y no ceda con excesiva facilidad ni al en- greimiento local, que seria prematuro, ni a las avasalla- doras corrientes de la novisima literatura francesa, que al quitar caracter espailol a las nacientes literaturas de la comision literaria nombrada por el Capitan general Gobernador de la isla. Debo tambicn preciosos datos a ladiligencia de mi antiguo aniigo ycons- tante favorecedor, el elegante poeta venezolano D. Miguel Sanchez Pes- quera, que reside afios hacc en Puerto Rico con un cargo de inagistratura . ex America, acabarian por borrar tambien de ellas todo sello americano. VII. VENEZUELA. La antigua Capitama General de Caracas, hoy Repii- blica de Venezuela, tiene la gloria de haber dado a la America espanola, simultaneamente, su mayor hombre de armas y su mayor hombre de letras: Simon Bolivar y Andres Bello. Pero la aparicion siibita de estos dos va- rones egregios, que por breve tiempo ponen a su patria al frente del movimiento americano, ya en la esfera de la accion politica, ya en la de las ideas, contrasta, si no con la obscuridad anterior de la historia de Venezuela (que, por el contrario, es en el periodo de la conquista, de las mas varias, interesantes y novelescas que pueden leerse), a lo menos con el puesto secundario que, a des- pecho de su admirable situacion geografica, de su vasti- sima extension y de sus riquezas naturales, ocupo el territorio de Costa Firme en el cuadro inmenso de las posesiones espaiiolas. De aqui el desarrollo lento y tar- dio de la cultura, que nunca, hasta los ultimos dias de la epoca colonial, pudo competir alii, no ya con la de Me- xico 6 con la del Peru, sino con la del vecino virreinato de Nueva Granada, del cual, en parte dependia Vene- zuela hasta 1 73 1 (i). La poblacion era muy mezclada: de (i) La Capitania general, erigida definitivamente aquel ano, comprendia las provincias de Caracas (en la cual se inclui'an entonces las de Coro, Bar- CXI los ochocientos mil habitantes que proximamente se cal- culaban a principios de este siglo, segun testimonio de Humboldt y Bonpland, habia mas de 120.000 indios, diez mil de ellos no reducidos a vida civilizada, mas de sesenta mil negros, mas de cuatrocientos mil mestizos y mulatos, y solo unos 212.000 individuos de raza blanca, entre criollos y espanoles. Con elementos tan heteroge- neos y abigarrados, sin ningun centro de alta cultura que recordase los emporios de Mexico y Lima, sin uni- versidad y sin imprenta hasta muy entrado el siglo xviii, la historia literaria no puede ofrecernos mas que pagi- nas en bianco. Y sin embargo, ya entre los conquistado- res hubo quien diese culto a las musas; y Juan de Cas- tellanos, que dedico la mitad de sus elegias a sucesos y personajes de lo que hoy es jurisdiccion de Venezuela, recogiendo innumerables datos biograficos sobre los primeros colonos, encontro en la isla Margarita nada menos que cuatro poetas, y musicos tambien segun parece: Con cuyo son las damas y galanes Encienden mas sus pechos en amores AUi tambien dulcisimo contento De voces concertadas en su punto, Cuyos concentos lleva manso viento A los puntos oidos por trasunto: Corre mano veloz el instrumento quisimeto y Carabobo), Cumana (incluyendo la de Barcelona), Guayana, Maracaibo (y con ella Merida y Trujillo), Barinas y Apure, la isla dc Mar- garita, y la de Trinidad hasta que en 1797 cayo en poder de los ingleses. Sus limites, como se ve, eran inmensamente mayores que los de la prinii- tiva gobernacion 6 provincia de Venezuela, que segun la cedula de asiento de Carlos V con los Welseres en 1528, comprendia solo desde el Cabo de la Vela hasta el de Macarapana, por la costa, y por el interior hasta el ri'o Ca- sanare. CXII Con un ingenioso contrapunto, Enterneciendose los corazones Con nuevos villancicos y canciones. Porque tambien Polimnia y Erato, Con la conversacion del duro Marte, De niimero sonoro y verso grato, Tenian deste tierapo buena parte: Rara facilidad, suave trato, Y en la composicion ingenio y arte, De los cuales discipulos y alumnos Podriamos aqui decir algunos. Y aim tu que sus herencias hoy posees No menos preciaras saber quien era Bartolome Fernandez de Virues, Y el bienquisto Jorge de Herrera: Hombres de mas valor de lo que crees, Y con otros tambien de aquella era, Ferndn Mateos, Diego de Miraiida^ Que las musas tenian de su banda. (Elegia xiv, part, i.^) Los versos no pueden ser peores, pero es curioso el testimonio tratandose de 1550 proximamente. A fines del siglo xviii y principios del siguiente, en- contramos algunos versificadores gongorinos, de lo mas enfatico y perverso dentro de su genero. Al frente de la Histoi'ia de la Conquista y Poblacion de la Provincia de Venezuela^ de D. Jose de Oviedo y Banos (Madrid, '^I'^Z) (i)j escribio el licenciado D. Alonso de Escobar, canonigo de la catedral de Caracas, examinador sinodal del obispado de Venezuela y secretario del Obispo, un romanzon endecasilabo congratulando a la ciudad de Caracas en estos revesados terminos: Coronado Leon, de cuyos rizos Altivas crenchas visten el copete, (i) Reimpresa por la Bihlioteca de los Americanisfas, jMadrid, 1885. Dos tomos. Ilustrada con notas y documentos, por D. Cesareo Fernandez Duro. CXIII Gallarda novedad que su nobleza Generosa guardo para sus sienes: Ilustre concha, que en purpureas li'neas Del Miirice dibujas los relieves En cruzados disenos que se exaltan, Cuando en fuertes escudos te ennoblecen. Fertil ribera que en plateadas ondas El elemento liquido guarnece, Y en vegetales minas sus tesoros A purpura reducen lo virente; Floresta americana, de quien Flora Tiernos pimpollos libra en candideces De flores, que perdiendo la hermosura, Son frutos suaves que Pomona ofrece Por lo menos, hacia versos sonoros, aunqiie vaci'os; pero baste esta muestra. Del mismo autor hay un ri- diculo soneto con doble acrostico, al principio y al me- dio del verso. Otro de los panegiristas de Oviedo y Ba- nosfue D. Ruy Fernandez de Fuenmayor, en un soneto y en unas conceptuosas decimas. Hasta 1696 no hubo mas ensenanzas que las de algu- nos conventos. En aquel afio, el obispo D. Diego de Bafios y Sotomayor, natural de Santa F'e de Bogota, fundo en Caracas el colegio-seminario de Santa Rosa, con trece becas y nueve catedras de gramatica latina, filosofia aristot^lica, teologia, canones y musica (i). Pero los venezolanos estudiosos padecian la incomodi- dad de tener que ir a graduarse en las universidades mas 6 menos lejanas de Santo Domingo, Mexico y Santa Fe, hasta que por cedula de Felipe V, en 1 72 1 , y bula apos- tolica de Inocencio XIII, del ano siguiente, quedo con- vertido eKSeminario Tridentino en Universidad Real y Pontificia, con los mismos derechosy privilegiosque las (i) Baralt, Hhtoria dc Venezuela, 2." edicion, tomo i.", pag. 414. TOMO II h CXIV demas de America, ainpliandose el numero de sus ense- nanzas con las de Derecho Civil y Medicina. Los jesui- tas tuvieron tambien colegios, hasta su expulsion, y alii, como en lo demas de America, se les debio en gran parte la difusion de la cultura clasica. La imprenta no existio hasta 1806, en que el general revolucionario Miranda trajo una ambulante para im- primir sus proclamas, que fueron quemadas en Caracas por mano del verdugo. Hasta 1808 no empezo a salir la Gaceta de Caracas. Con tan tenues principios asombra el desarrollo que en breves anos logro el despierto y lo- zano ingenio de los criollos venezolanos. Porque no hay que olvidar que Bello, nacido en 1781 en pleno regimen colonial, se formo en Caracas; que su primer maestro de humanidades fue un fraile de la Merced, fray Cristo- bal de Quesada; que hizo los estudios de filosofia en el Seminario de Santa Rosa bajo el rectorado del presbi- tero Montenegro, «el bueno, el afectuoso, el sabio doc- tor Montenegro», como le llama Baralt ; y que en la Real y Pontificia Universidad de su patria encontro en 1797 un Dr. Escalera que le ensenase las Matematicas y la Fisica Experimental. Declamese cuanto se quiera contra la educacion clerical y espanola, siempre persis- tira el hecho de haber sido hijos de ella Bello, Ohnedo y Heredia, los tres norabres mas indiscutibles de la lite- ratura americana. Favorecida por su ventajosa posicion cerca del mar de las Antillas, que Humboldt llama «un Mediterraneo de muchas bocas»: favorecida por las reformas de Car- los HI, enriquecida por el comercio, y en trato fre- cuente, no solo con la Metropoli, sino con los extranje- ros, que, ya en los breves periodos en que el comercio cxv iue libre, yii por medio del contrabando, difundieron sus industrias, artes, ideas, libros y comodidades, Cara- cas habia Uegado a ser en 1799 una de las ciudades mas cultas del mundo americano. Entonces la visito Hum- boldt, el cual, en su Viaje a las regiones egitinocciales, declara haber encontrado en muchas familias principa- les gusto por la instruccion, conocimiento de los mode- los de las literaturas francesa e italiana, y decidida pre- 'dileccion por la musica, que servia como de lazo entre las diversas clases sociales. Y afiade que en Caracas y en la Habana creyo estar mas cerca de Cadiz y de los Estados Unidos que en ninguna otra parte de la Ame- rica espanola. Los libros corrian de mano en mano, sin exceptuar los incluidos en el Indices que solo podian entrar de contrabando, y que corriendo a sombra de te- jado iban difundiendo las ideas revolucionarias y enci- clopedistas y preparando la explosion de 1810. Pero en medio de esta fermentacion peligrosa, habia ansia de saber y evidente mejora en los estudios. Montenegro, Escalona y Echezuria, habian reformado los estudios de Filosofia, y el licenciado Sanz los de Derecho; los her- manos Luis y Javier Ustariz teni'an en su casa una aca- demia privada de literatura, en la cual leyo Bello sus primerasproducciones: su oda^ la Vaciuia^ sus traduc- ciones del libro quinto de la Encida y de la tragedia Zuliina de Voltaire. Alii se dieron a conocer tambien otros aficionados a la poesia, de quienes apenas quedan muestras, porque el archivo de aquella pequefia socie- dad desaparecio en los disturbios civiles (i). Entre ellos se citan los nombres de D. Vicente Tejera, D. Jose (i) Fuera de este grupo literario, componia versos misticos y conceptuo- sos la monja carmelita sor Maria Josefa de los Angeles. CXVI Luis Ramos, D. Domingo Navas Spinola, D- Vicente Salias, D. Jose Domingo Diaz y algunos otros. Navas Spinola tradujo la Ifigenia^ de Racine, y algunas odas de Horacio. De Ramos, uno de los firmantes del acta de independencia de 1811, conozco una version apreciable del Oh Navis, referent El medico Salias compuso el poema burlesco de La Medtcomaquia, en el gusto prosaico de Iriarte. Se citan un ensayo dramatico de D. Jos^ Domingo Diaz, Ines, y otro de Gonzalez, titu- lado Anibal. De Tejera, uno de los proceres de la in- dependencia, no se conoce con certidumbre poesia al- guna, puesto que, de las dos que el Sr. Calcano pone a su nombre en el Parnaso Venezolano (i), la Pardfrasis del Miserere es mucho mas antigua que Tejera, y estaba impresa en las rimas de tan conocido autor como Ge- rardo Lobo, desde 1717 por lo menos; y la traduccion, muy popular en Venezuela y Nueva Granada, y aun en Espafia, del soneto frances de Hesnault, ElAborto^ anda tambien en litigio, y se le ban atribuido diversos padres. Como se ve, todos estos ingresos pertenecian a la es- cuela literaria del principio del siglo, y su poeta predi- (i) Parnaso Venezolano. Coleccion de poesias de atdoresvenezolanos desde tne- diados del siglo xviii hasta miestros d'las, precedida de una introdiiccion acerca del origen y progreso de la poesia en Venezuela, por D. Julio Calcano, individuo correspondiente de la Real Acad emia Espahola Caracas, 1892. (Se ha publi- cado el primer tomo y esta proximo a ver la luz piiblica el segundo.) Esta coleccion, mas completa y esmerada que otras anteriores, ha sido formada por el inteligente y laborioso secretario de la Academia Venezolana, para auxiliar los trabajos de la nuestra. Vease ademas: Biblioteca de Escritores Venczolanos Contevipordjieos , orde- nada con noticias biograficas, por D. jfose Maria Rojas^ Ministro pletiipoicncia- rio de Venezuela en Espaha. Paris, sin fecha (iiSjo?). Parnaso Venezolano, publicado en Curazao (Antilla Holandesa) por la casa editorial de A. Bethencourt en muchos voliimenes pequenos. CXVII lecto parece haber sido Arriaza, que en 1806 visito a Caracas como oficial de marina, y sin duda concurrio a la tertulia de los Ustariz. Sus versos, tan populares en America como en Espana, se pegaban dulcemente al oido, y es fama que dejaron huella aun en el mismo cla- sico y severisimo Bello. La gran figura literaria de este varon memorable basta por si sola para honrar, no solamente a la region de Venezuela, que le dio cuna, y a la Repiiblica de Chile, que le dio hospitalidad y le confio la redaccion de sus leyes y la educacion de su pueblo, sino a toda la Ame- rica espanola, de la cual fue el principal educador: por ensenanza directa en la mas floreciente de sus republi- cas: indirectamente y por sus escritos en todas las de- mas: comparable en algun modo con aquellos patriarcas de los pueblos primitivos, que el mito clasico nos pre- senta, a la vez filosofos y poetas, atrayendo a los hom- bres con el halago de la armonia para reducirlos a cul- tura y vida social, al mismo tiempo que levantaban los muros de las ciudades y escribian en tablas imperecede- ras los sagrados preceptos de la ley. Acerca de Bello se han compuesto libros enteros, no poco voluminosos, y aun puede escribirse mucho mas, porque no hay porme- nor insignificante en su vida, ni apenas materia de es- tudio en que el no pusiese la mano. Sus timbres de psi- cologo, de pedagogo, de jurisconsulto, de publicista, de gramatico, de critico literario, no han obscurecido (por raro caso) su gloria de poeta, vinculada, no en raptos pindaricos ni en creaciones muy originales, sino en unas cuantas incomparables traducciones, y en un numero todavia menor de fragmentos descriptivos de naturaleza americana, donde el estudio de la diccion poetica llega CXVIII a un grado de primor y perfeccion insuperables, y en los cuales renace la musa virgiliana de las Georgicas para cantar nuevos frutos y nuevas labores y consagrar con su voz las virgenes florestas del Nuevo Mundo (i). (i) Nacio L>. Andres Bello en Caracas, en 29 de Noviembre de 1781. Desde su ninez se deleitaba en la lectura de los clasicos de nuestra lengua, especialmente de Calderon y de Cervantes. Hizo sus estudios de latinidad y filosofia en el convento de la Merced, en el Seminario de Santa Rosa y la Unlversidad de Caracas, con los maestros que en el texto quedan citados; obteniendo ruidosos triunfos escolares. Comenzo por dedicarse a la ense- nanza privada, contando entre sus discipulos a Bolivar. El trato de Hum- boldt, a quien acompano en algunas de sus excursiones, le abrio nuevos horizontes cientificos. Concurrio a la tertulia literaria de los Ustariz, y por recomendacion suya obtuvo el cargo de oficial de secretaria en la Goberna- cion y Capitania general de Venezuela, y luego el de secretario de la Junta Central de la Vacuna. En tal situacion le sorprendieron los sucesos de 1808 y 1 8 10. En los primeros momentos no se mostro muy fervoroso partidario de la independencia americana; pero es imputacion conocidamente calum- niosa, y que amargo en extremo su vida, la de que hubiese revelado al gober- nador Emparan las tramas de los insurgentes-. Basta el hecho de haber sido enviado Bello a Londres en iSiocomo comisionado de la Junta de Caracas, juntamente con Simon Bolivar y Lopez Mendez, para convencerse de la plena confianza que en el tenian los fautoresdel movimiento revolucionario. Los comisionados caraquenos ajustaron una especie de convencion oficiosa con el gobierno ingles, que bajo capa fomentaba la insurreccion de nuestras colonias, y Bello continuo en Londres como agente de sus paisanos desde 1810 hasta 1829. Durante aquellos aiios, que fueron para el de penalidades y estrecheces, complete su educacion, ya en las bibliotecas, ya en el trato de doctos varones ingleses y espanoles, como James Mill, lord Holland, D. Jose Maria Blanco (White), y D. Bartolome J. Gallardo. De entonces datan sus primeras investigaciones sobre filologia castellana y sobre los monumentos poeticos d3 la Edad Media. En 1823 publico, asociado con el colombiano Garcia del Rio, una revista titulada Bibliotcca Americana 6 Miscelanca de Li- teratura, Artesy Ciencias, y en 1825, con el mismo Garcia del Rio y los espa- noles Mendivily Salva, otra mas extensa e importante, el Repertorio Ameri- cano. En la una 6 en la otra estan sus mejores poesias, juntamente con nu- merosos articulos en prosa, algunos de ellos de gran novedad, erudicion e importancia, entre los cuales merecen especial recuerdo las Indicaciones so- bre la conveniencia de reformar la ortografia, y el tratado dc/ uso anligiio de la rima asonante en la poes'ia latina de la Edad Media y en lafrancesa. En 1829 se decidio a abandonar el cargo de secretario de la legacion de Colombia, ex IX Su prosa no es brillante, ni muy trabajada, pero es modelo de sensatez, de cordura y de caudalosa doctrina. Escribia como hablaba, ensefiando siempre, con mara- villosa claridad y orden didactico, como quien va mas atento al provecho comiin que a la vanaostentacion del que ejercia en Londres, y a aceptar las proposiciones del Gobierno de Chile, que le norabro oficial mayor del ]\Iinisterio de Relaciones Exteriores. En aquella Republica encontro Bello su segunda patria, y el medio mas ade- cuado para el completo desarrollo de su accion educadora, por la cual se le compara con D. Alberto Lista. Ya en el Colegio de Santiago, ya en su propia casa, comenzo a dar cursos de humanidades, de filosofia moral, de derecho de gentes y derecho romano, ejerciendo ademas el magisterio de la critica en el periodico oficial titulado El Araucano. Dos materias solicitaron con preferencia su atencion por ser de utilidad mas inmediata en un estado naciente: el Derecho Internacional, como base para el arreglo de las rela- ciones exteriores, y la Gramdtica de la lengua patria, que estaba afeada en Chile con mas barbarismos y corruptelas que en ninguna otra parte de America. Sus excelentes libros didacticos sobre una y otra materia no han envejecido aiin, y mas 6 menos modificados continuan sirviendo de texto en todo el continente americano. Corono vida tan aprovechada y fecunda con dos empresas a cual mas gloriosa: la creacion de la Universidad de Chile, de la cual fue primer rector en 1843, formulando su ideal cientifico en un admirable discurso inaugural; y la redaccion del Codigo Civil Chileno (modelo de otros de America), que se promulgo en 14 de Diciembre de 1855. El credito de su sabiduria y rectitud era tal en sus liltimos anos, que se le escogio como arbitro en cuestiones internacionales, como la del Ecuador y los Estados Unidos en 1864, y la de Colombia y cl Pcrii en 1865. Fallecio el 15 de Octubre de aquel mismo ano, dejandoel nombrc mas vene- rable en la historia americana. El desarrollo de la civilizacion chilena es en gran parte obra suya. En sus mocedades pago algun tribute a las ideas del siglo xviii; pero en Chile estuvo siempre del lado de los principles catolicos y conservadores y de la tradicion espafiola, que revive poderosa y lozana en sus escritos, cuya coleccion es el principal monumento de la cultura ameri- cana. Esta coleccion oficial, publicada en cumplimiento de una ley de 5 de Septiembre de 1872, debe de constar, por lo menos, de 12 volumcnes; pero scjlo puedo dar razon del contenido de los diez primeros, unicos que han llegado a mis manos. El primero contiene la Filosofia del euLendimicnto, el segundo los Esludios sobrc cl poema del Cid, el tercero las Pocsias, el cuarto la Gramatica caslellana, el quinto los Opusctilos gramalicales, el sexto, s6p- timo y octavo los Opusctilos criticos y litcrarios, el noveno los Opusculos cxx saber propio. En su espiritu recto, y bien equilibrado, se juntaban dichosamente la audacia especulativa, que abre nuevos rumbos, y el sentido de la realidad, que convierte y traduce la especulacion en obra util. De los resulta- dos de su varia y rica cultura personal, adapto a la cul- jiiridicos y el decimo el Derecho inter nacional. La publicacion comenzo en 1881 y continuaba en 1886. La Vida de D. Andres Bello, publicada en 1882 por el laboriosisimo inves- tigador literario D. Miguel Luis Amunategui, uno de los discipulos predi- lectos que Bello dejo en Chile, es uno de los trabajos mas completos que en su linea pueden encontrarse sobre ningun autor castellano, y compile en riqueza de materiales con las mejores biografias inglesas. Realzanla gran numero de cartas literarias y politicas de Bello y de sus amigos, y varios opusculos importantes, que no ban encontrado lugar en la coleccion de las Obras por estar incompletes 6 por cualquier otra causa. En esta biografia amplio y refundio Amunategui los varios estudios biograficos que antes te- nia publicados sobre su maestro; pero todavia en las introducciones a losdi- versos tomos de las Obras ha encontrado muchoque aiiadir a la Vida. Hay otro libro indispensable para el conocimiento de la biografia y delas ideas de Bello, si bien debe ser consultado con prudente cautela, porque su autor, hombre de talento vigoroso, pero acerrimo secuaz del positivismo filosofico, juzga a su antiguo maestro desde el punto de vista de su es- cuela 6 secta, y unas veces pretende hacerle suyo, y otras le trata con seque- dad y dureza como a enemigo de «/;? emajicipacion ijitclecUiah ^ tirando a disminuir 6 desvirtuar su merito e influencia. Me refiero a los Recuerdos literarios de don J. V. Lastarria (Santiago de Chile, 1878). Acerca de Bello y sus obras, comienza a formarse lo que los alemanes llaman una literatura. Para los trabajos anteriores a 1881, nos remitimos al esmerado catalogo que form6 D. Miguel Antonio Caro en el Homenaje del ^Rcpertorio colombia7iot> a la mcmoria de Ajidres Bello en su centenario (Bo- gota, 1881), al cual pueden anadirse ya muchos articulos. Pero pocos tan dignos de memoria como el admirable prologo del mismo Caro a la edicion (por otra parte muy incompleta) de las Poesias de Bello, publicada en 1881 en la Coleccion de escritores castcllanos; y los Estudios gramaticales 6 introduc- cion a las obras filolugicas de Bello, por el escritor colombiano D. Marco Fidel Suarez, en la misma Coleccion. (Madrid, Dicienibre, 1885). Entre nosotros contribuyo mas que nadie, a la justa estimacion del nombre de Bello, don Manuel Canete en varios opusculos criticos, especialmente en el discurso que leyo en sesion piiblica de la Academia Espanola en el aniversario del nacimiento del poeta (1881). CXXI tura chilena los que en su tiempo eran adaptables; y por eso, mas que en la filosofia pura, insistio en sus aplicacio- nes; mas que en el Derecho Natural, en el Derecho posi- tive; mas que en la filologia propiamente dicha ni en la alta crltica, en la gramatica. Los tiempos lo pedian asi, y el se acomodo sabiamente a los tiempos, comenzando el edificio por los cimientos y no por la cupula. Poco le importo ser tachado de pedagogo timido, de intolerante purista, de enemigo de la emancipacion intelectual. Sin imponer cierto genero de disciplinaaustera es imposible ensenar a hablar, a pensar, a leer, a un pueblo que acaba de salir de la menor edad. Otros, por desgracia de las republicas americanas, siguieron distinto camino; y con aprender el frances y olvidar el latin y el castellano; con maldecir de las instituciones coloniales por el mero he- cho de ser espanolas, y con calcar servilmente las de los Estados Unidos, dieronse ya por suficientemente eman- cipados e imaginaron haber llegado de un salto a lo que, si no se conquista por esfuerzo propio, racional y meto- dico, y en virtud de evolucion no forzada, sera siempre vana apariencia de libertad y cultura, y trampantojo sin realidad ni eficacia. Por haber sido la ensenanza de Bello el mas fuerte dique contra toda novedad temera- ria: por haber respetado en el Derecho el elemento tra- dicional y la eterna fuente de la sabiduria escrita del pueblo romano: por haber sido toda su vida conserva- dor a la manera inglesa, como Jovellanos entre nos- otros; por haber representado en America el tipo mas puro de la educacion clasica, y la mas alta magistratura en lo tocante a la lengua, fue aquel gran maestro bianco de las iras de todos los insurrectos literarios, de todos los niveladores democraticos, y hubo quien, como el fa- CXXII moso argentine Sarmiento, se atreviese a pedir en letras de molde su perpetuo ostracismo de America por el crimen capital e inexpiable de saber demasiado y de ser demasiado literate. Afortunadamente, Bello habia ido a sentar su catedra en un pueblo americano que, menos dotado de condi- ciones brillantes que cualquier otro, a todos aventaja en lo firme de la voluntad, en el sentido grave y maduro de la vida, en el culto de la ley, en el constante anhelo de la perfeccion y en la virtud del respeto. No llego a edu- car poetas, porque la tierra no los daba de suyo, pero educo hombres y ciudadanos, y su espiritu continiia ve- lando sobre la gran republica, que por tantos anos ha sido excepcion solemne entre el tumulto y agitacion esteril de las restantes hijas de Espana. No procede juzgar aqui a Bello como escritor poli- grafo; pero no seria justo, tratandose de tal varon, re- cordar solo su gloria de poeta. Es cierto que sus versos ban de ser en definitiva lo que de sus obras conservara valor absoluto, porque la misma indole didactica de los demas trabajos de Bello, y el constante progreso que va renovando las materias sobre que principalmente ver- san, acabara por relegarlos a la historia de la ciencia: unica inmortalidad que pueden esperarlos libros doctri- nales cuando desaparecen de la comun enseiianza. Pero hoy todavia son utiles y ensefian mucho ; y por otra parte seria dificil caracterizar el arte docto y laborioso de los versos de Bello, sin representarnos primero, aunque sea de un modo general, el mundo de ideas que removio su espiritu, y el rico fondo de cultura, sobre el que pudo echar raices y brotar lozana, con pompa de flores y de frutos, la planta de su exquisita poesia. CXXIII Bello fue filosofo: poco metafisico, ciertamente, y prevenido en demasia contra las que llamaba qutmeras ontologicas^ de las cuales le apartaban de consuno el sen- tido de la realidad concreta, en el miiy poderoso, su tem- prana aficion a las ciencias experimentales, la estrecha familiaridad que por muchos afios mantuvo con la cul- tura inglesa, el caracter especial del pueblo para quien escribia, y finalmente, sus habitos de jurisconsulto ro- manista y sus tareas y preocupaciones de legislador. Pero fue psicologo penetrante y agudo; paciente obser- vador de los fenomenos de la sensibilidad y del entendi- miento ; positivista mitigado, si se le considera bajo cierto aspecto, 6 mas bien audaz disidente de la escuela escocesa en puntos y cuestiones muy esenciales, en que mas bien parece inclinarse a Stuart Mill que a Hamil- ton. En la Filosofia del Entendiiniento^ que es sin duda la obra mas importante que en su genero posee la lite- ratura americana (dicho sea sin menoscabo del aprecio que nos merecen los ensayos de algunos pensadores cu- banos), predomina sin duda el criterio doctrinal de la escuela de Edimburgo, como podia esperarse de la fe in- quebrantable de Bello en las creencias primordiales del genero humano y en el testimonio de conciencia; pero hay patentes desviaciones que ponen el libro a dos pasos de la doctrina contraria, como si en el espiritu de su au- tor combatiesen reciamente la audacia especulativa y la prudencia practica. Su doctrina sobre la nocion de causa, que para el no es ni principio universal ni principio ne- cesario con necesidad absoluta, sino que se confunde con la ley de sucesion y conexion de los fen6menos, pa- rece identica a la que en la Logica de Stuart Mill se pro- pugna; salvo que Bello, como creyente religioso, afirma. CXXIV a despecho de su sistema, la realidad de la causa primera, libre e inteligente, ordenadora del mundo, al paso que Stuart Mill, solo como posible acepta el antecedente in- condicionado y universal. La idea de sustancia queda tambien vacilante en el sistema de Bello, quien propia- mente no reconoce mas percepcion sustancial que la del propio yo, duda mucho de la existencia de la mate- ria, no repugna la hipotesis de Berkeley, segiin la cual los modos de las causas materiales son modos de obrar de la energia divina, y existen, por tanto, originalmente en la sustancia de Dios bajo la forma de leyes generales; y llega, aunque sea por transitorio ejercicio 6 gimnasia de la mente, a conclusiones resueltamente acostnistas que, negando la sustancialidad de la materia, convierten el universo fisico en «un gran vacio poblado de aparien- cias vanas, en nada diferentes de un sueflo». Pero no con- siste en estas rafagas de escepticismo la verdadera ori- ginalidad de la filosofia de Bello, el cual, por otra parte, siguiendo la buena tradicion hamiltoniana, defiende vi- gorosamente contra el Dr. Brown la percepcion intui- tiva y la unidad de la conciencia; consiste, sobre todo, en sus magistrales analisis, de los cuales puede servir de tipo el que aplica a la memoria y a la sugestion de los recuerdos, y especialmente a las que llama ajiamnesis 6 percepciones renovadas, y que el distingue sutilmente de los demas elementos que concurren al fenomeno de la memoria. Su doctrina del m^todo inductivo, aunque derivada evidentemente de fuentes inglesas, muestra que estaba profundamente versado en la filosofia de las ciencias experimentales. Bello no dejo escrita su filosofia moral, que a juzgar por ciertos pasajes de un articulo suyo contra la teoria cxxv de Jonffroy (i), quiza no hubiera salido exenta de todo resabio de utilitarismo, si bien interpretado en el mas noble sentido, y disculpable en quien habia recibido, muy mozo aiin, la influencia directa de Bentham, cuyos manuscritos tuvo que descifrar por encargo de James Mill, durante su permanencia en Inglaterra. Pero si no ha dejado ningun libro de Filosofia del Derecho, es in- signe a lo menos como tratadista de Derecho de Gentes. \^os Prmcipios de esta ciencia, que publico en 1832 y fu6 retocando y mejorando mientras le duro la vida, han sido obra clasica en America, han corrido en Espana bajo el nombre del peruano D. Jose Maria Pando, que se los apropio casi a la letra; y hoy mismo conservan todo el valor que puede tener un manual de esta clase des- pues de los profundos cambios que el Derecho Interna- cional ha experimentado en estos liltimos anos (2). Sir- vio debase a este, como atantos otros libros de Derecho Internacional, la obra de Vattel, pero fue Bello de los primeros que sintieron la necesidad de reformarla, re- uniendo y metodizando la doctrina esparcida en volu- minosas colecciones de jurisprudencia mercantil y en repertorios diplomaticos: empresa tan arida y prolija como util, en que precedio a Wheaton, y en que, a des- pecho del trabajo de compilacion, no se echa de menos nunca ni el juicio sereno, ni la claridad de metodo, en extremo adecuado a la enseiianza, ni la propiedad ypu- reza del lenguaje, que tan desatendida suele andar en (i) Opusculos litcrarios y criticos, tonio i.°, pag. 337-386. (2) A suplir estas cleficiencias se encaminan las notas y apendices con que el profesor colombiano, D. Carlos Martinez Silva, ha ilustrado t\ Derecho internacional Aq. Bello en la edicion de Madrid de 1883 {CoIecciJn de escrito- rcs castellanos). CXXVI esta clase de libros. La ciencia espanola, que despues de sus grandes teologos del siglo xvi, fundadores de esta rama de la ciencia juridica y precursores de Grocio, apenas podia contar entre sus sucesores mas nombres dignos de consideraciones que los de Finestres, Dou y Abreu, ni mas tratadista sistematico que Olmeda, puro abreviador y expurgador de Vattel, tuvo por primera vez en el manual de Bello un claro, elegante y compen- dioso resumen, si no de los principios abstractos de la ciencia, a lo menos de su parte positiva y de las practi- cas y convenciones mas generalmente admitidas entre los pueblos cultos. Mucho mayor esfuerzo, y tal que por si solo bastaria para inmortalizar la memoria de un hombre, fue la re- daccion del Codigo Civil Chileno de 1855, anterior a todos los de America, salvo el de la Luisiana; y uno de los que, aun obedeciendo a la tendencia uniformista que tuvo en todas partes el movimiento codificador de la primera mitad de nuestro siglo, hacen mas concesiones al elemento historico y no se reducen a ser trasunto servil del codigo frances. Seccion de las mas numerosas e importantes forman en el conjunto de las obras de Bello las relativas a cues- tiones filologicas: su celebre Gramdtica de la lengua castellana (1847), sin duda la que en nuestro siglo ha obtenido mas reimpresiones y ha servido para estudio de mayor numero de gentes y ha logrado comentadores y apologistas mas ilustres (i): su Andlisis ideologica de (i) Sobresalen entre ellos D. Rufino J. Cuervo y D. Miguel Antonio Caro, que en repetidas ediciones de Bogota han dado nuevo lustre a los tra- tados gramaticales de Bello. CXXVII los tiempos de la conjiigacion casiellana, que con ser tra- bajo de sus primeros anos, anterior a su viaje a Ingla- terra (si bien no publicado, y sin duda con grandes en- miendas, hasta 1841), no deja de ser el mas original y profundo de sus estudios lingiiisticos: sus Principios de ortologia y metrica (1835), definitivos en cuanto a la doctrina general, y universalmente admitidos hoy por los mejores prosodistas, especialmente en las cuestiones relativas a sinalefa y hiato, que parecen agotadas por Bello. No pertenecen estos libros suyos al novisimo movimiento de la filologia historica, y ya bastarian sus fechas para indicarlo; pertenecen a la escuela analitica del siglo XVIII, pero a esta escuela en su mas alto grado de perfeccion, aplicada por un entendimiento vigoroso y sutilisimo, que logra defenderse de la abstraccion ideo- logica (a que facilmente conduce el abuso de las teorias gramaticales), merced a la observacion diaria y familiar del uso de los maestros de la lengua. Asi es que a el se debe, mas que a otro alguno, el haber emancipado nues- tra disciplina gramatical de la servidumbre en que vivia respecto de la latina, que torpemente se queria adaptar a un organismo tan diverso como el de las lenguas ro- mances; y a el tambien, en parte, aunque de un modo menos exclusive, el haber desembarazado nuestra me- trica de las absurdas nociones de cantidad silabica, que totalmente viciaban su estudio. Y aunque la Andlisis de los tiempos de la conjugaciun parezca a primera vista tra- bajo mas metafisico que practico, y mas adecuado para mostrar la admirable perspicuidad y fuerza de metodo de su autor en este ensayo de algebra gramatical, que para guiar al hablista 6 al escritor en el recto uso de las formas, accidentes y matices del verbo, y especialmente CXXVIII \ en la expresion de las relaciones temporales, todavia es grande el provecho que de el se saca, no solo como modelo de diseccion gramatical, sino como repertorio sintetico y autorizado de los valores, asi propios como metaforicos, de las formas verbales, sin cuyo exacto co- nocimientono es hacedero dar al lenguaje aquel grado de precision y transparencia que se requiere para que sea facil vehiculo de la idea. Los tratados gramaticales de Bello son, ciertamente, obras de transicion: traspasan los limites de la gramatica empirica (como lo era todavia la de Salva); pero no llegan a invadir los de la moderna gramatica comparativa; pertenecen al periodo interme- dio, al periodo razonador y analitico. Los defectos que en ellas pueden senalarse son defectos propios de la escuela de Beauzee, de Du-Marsais, de Condillac, de Destutt-Tracy, pero muy mitigados por el genial espiritu de Bello, que a cadapaso se sobrepone a las inevitables influencias de su educacion. Bello estudio aisladamente el castellano : le estudio por via discursiva y en su estado moderno: no pretendio hacer la gramatica historica de la lengua: no quiso, ni quiza hubiera podido, ponerle en relacion con las demas lenguas romances, pues aunque la Gramatica de Diez se habia publicado entre 1836 y 1842, los principios de su metodo no habian salido aiin de Alemania, y Bello no sabia aleman. Ademas, su ob- jeto no era erudito, sino esencialmente practice; queria restablecer la unidad lingiiistica en America y oponerse al desbordamiento de la barbaric neologica, sin negar por eso los legitimos derechos del regionalismo 6 pro- vincialismo. Y esto lo consiguio plenamente : fue aiin mas que legislador por todos acatado: fue el Salvador de la integridad del castellano en America, y al mismo CXXIX tiempo ensefio, y no poco, a los espanoles peninsiilares; perteneciendo al glorioso y escaso numero de aqiiellos escritores y preceptistas casi forasteros, como Capmany, Puigblanch, etc., de quienes pudieramos decir, como Lope de Vega de los hermanos Argensolas, «que vinie- ron de Aragon (6 de Cataluiia 6 de cualqiiiera otra parte) a reformar en Castilla la lengua castellana.» A los meritos eminentes de filologo corresponden en Bello otrcs, no menos positivos y memorables, de inves- tigador y critico literario. Hasta la publicacion de sus obras completas no se le ha hecho plena justicia en esta parte por lo disperso de sus trabajos y por ser de gran rareza en Europa, y aun inasequibles a veces, las revis- tas y periodicos en que primitivamentelos dio a luz. En las cuestiones relativas a los origenes literarios de la Edad Media y a los primeros documentos de la lengua castellana, Bello no solo aparece muy superior a la cri- tica de su tiempo, sino que puede decirse sin temeridad que fue de los primeros que dieron fundamento cienti- fico a esta parte de la arqueologia literaria. Desde 1827 habia ya refutado errores que todavia persistieron, no solo en los prologos de Duran, sino en las historias de Ticknor y Amador de los Rios: errores de vida tan dura, que, despues de medio siglo, todavia no estan definitiva- mente desarraigados, y se reproducen a cualquier hora por los fabricantes de manuales y resiimenes. Bello probo antes que nadie que el asonante no habia sido ca- racter peculiar de la versificacion espanola, y rastreo su legitima filiacion latino-eclesiastica en el ritmo de San Columbano, que es del siglo vi, en la Vida de la condcsa Matildc, que es del xi, y en otros numerosos ejemplos: le encontro despues en series monorrimas en los canta- cxxx res de gcsta de la Edad Media francesa, comenzando por la Cancion de Rolando; y por este camino vino a parar a otra averiguacion todavia mas general e impor- tante, la de la manifiesta influencia de la epopeya fran- cesa en la nuestra: influencia que exagero al principio, pero que luego redujo a sus limites verdaderos. Bello determino antes que Gaston Paris y Dozy, la epoca, el punto de composicion, el oculto intento y aun el autor probable de la Cronica de Titrpin. Bello nego constan- temente la antigiiedad de los romances sueltos, y con- sider© los mas viejos como fragmentos 6 rapsodias de las antiguas gestas epicas compuestas en el metro largo de diez y seis sllabas interciso. Bello no se engano ni sobre las relaciones entre el Poema del Cidy la Cronica General^ ni sobre el caracter de los fragmentos epicos que en esta aparecen incrustados y nos dan razon de antiguas narracionespoeticas analogas a las dos que con- servamos, ni sobre las relaciones entre la Cronica del CidyXdi General^ de donde seguramente fue extractada la primera, aunque quiza por virtud de una compilacion intermedia. Aun sin saber arabe, adivino antes que Dozy la procedencia arabiga del relato de la General en lo concerniente al sitio de Valencia. Comprendio desde la primera lectura el valor de la Cronica Ritnada, encon- trando en ella una nueva y robusta confirmacion de su teoria sobre el verso epico y sobre la transformacion del cantar de gesta en romance. Bello, con el solo esfuerzo de su sagacidad critica, aplicada a la imperfecta edicion de Sanchez, emprendio desde America la restauracion del Poema del Cid^ y consiguio llevarla muy adelante, regularizando la versificacion, explicando sus anomalias, levantando, pordecirlo asi, la capa del siglo xiv*, con que CXXXI el barbaro copista del manuscrito habia alterado las li- neas del monumento primitivo. En algiin caso adivino instintivamente la verdadera leccion del codice mismo, mal entendida por el docto y benemerito Sanchez. La edicion y comentario que Bello dejo preparada del Poema del Cid, infinitamente superior a la de Damas- Hinard, parece un portento cuando se repara que fue trabajada en un rincon de America, con falta de los li- bros mas indispensables, y teniendo que valerse el autor casi constantemente de notas tomadas durante su per- manencia en Londres, donde Bello leyo las principales colecciones de textos de la Edad Media, y aun algunos poemas franceses manuscritos. Pero en Chile ni siquiera tuvo a su disposicion la Cronica General^ y por mucho tiempo ni aun pudo adquirir la del CzV/ publicada por Huber. Cuarenta anos duro este trabajo formidable, en que ni siquiera pudo utilizar Bello la imperfecta repro- duccion paleografica de Janer, que solo llego a sus ma- nos en los ultimos meses de su vida; ni siquiera las conje- turas, muchas veces temerarias, de Damas-Hinard, cuya traduccion no vio nunca. Y, sin embargo, el trabajo de Bello, hecho casi con sus propios individuales esfuerzos, es todavia a la hora presente, y tomado en conjunto, el mas cabal que tenemos sobre el Poei7ta del Cid^ a pesar de la pretericion injusta y desdenosa, si no es ignorancia pura, que suele hacerse de el en Espana. No hay que decir las ventajas enormes que su Glosario lleva al de Sanchez, ni el valor de las concisas, pero muy funda- mentales observaciones sobre la gramatica del Poema. Un libro de este genero, que comenzado en 1827 y ter- minado en 1865, ha podido publicarse en 1881 sin que resulte anticuado en medio de la nipida carrera c}ue hoy CXXXII llevan estos estudios, tiene sin duda aquella marca de genio que hasta en los trabajos de erudicion cabe. El nombre de Bello debe ser de hoy mas, juntamente con los de Fernando Wolf y Mila y Fontanals, uno de los tres nombres clasicos en esta materia. Nunca tuvo tales adivinaciones y rasgos de genio la modesta crltica de D. Alberto Lista, con quien a veces, en su condicion de educador, se ha comparado a Bello. Pero es cierto que Bello, aunque muy superior en ori- ginalidady en riqueza de doctrina, tiene evidentes seme- janzas con Lista en la tendencia general de sus ideas lite- rarias, y en aquella especie de templado eclecticismo, 6 de clasicismo mitigado, que aplicaba al examen de la 11- teratura moderna. En este concepto, los Opiisciilos lite- rartos y criitcos del uno tienen cercano parentesco con los Ensayos criticos y liter arios del otro, obra que Bello tenia en grande estima. No rehuia Bello la critica de pormenor, la critica de preceptista y de gramatico, y gustaba de aplicarla, sobre todo, a los que hacian intole- rante ostentacion de ella. Asi trituro el pedantesco jui- cio de Hermosilla sobre Moratin y Melendez, con no menos caudal de humanidades y de buenas razones, aunque con menos donaire que simultaneamente lo hacia en Espana D. Juan Nicasio Gallego en ciertos dialogos inolvidables. Pero en general picaba mas alto, y, como Lista, gustaba de enlazar la critica parcial de las obras con las teorias literarias generales y con los prin- cipios del gusto, que eran en el los que podian esperarse de un filosofo escoces solido y sobrio y de un clasico a la inglesa: modo de entender el clasicismo que, aun en los periodos mas academicos, ha sido mucho mas amplio y mas favorable al libre vuelo de la fantasia que el sis- ex XX III tema de la escuela francesa. Asi es que Bello, traductor admirable de B^Ton y de Victor Hugo, y recto aprecia- dor de la antigua comedia espafiola y de la poesia epica de la Edad Media, no necesito, para hacer justicia a la poesia moderna, ni renegar de su antigua fe, ni quemar lo que habia adorado, ni tampoco incurrir en la manifiesta contradiccion en que, por bien intencionado patriotismo* solla incurrir Lista reprobando en Victor Hugo lo mismo que en Calderon admiraba. Bello no transigio nunca con los desmanes del mal gusto, ni con las orgias de la ima- ginacion; pero sin ser romantico en la practica, y con- servando sus peculiares predileccioneshoracianas y vir- gilianas, supo distinguir en el movimiento romantico todos los elementos de maravillosa poesia que en el iban envueltos, y que forzosamente tenian que triunfar y regenerar la vida artistica. Y ahora la consideracion del critico nospone en frente del poeta; a cuyas rimas es ya tiempo de atender, des- pues de esta digresion, acaso larga, pero que no juzgamos inoportuna para comprender que especie de hombre era Bello, y cual habia de ser el caracter dominante en su poesia, que no fue sino la flor del arbol de su cultura. Voz unanime de la critica es la que concede a Bello el principado de los poetas americanos; pero esto ha de entenderse en el sentido de mayor perfeccion, no de mayor espontaneidad genial, en lo cual es cierto que muchos le aventajan. La poesia de Bello es reflexiva, y no solo artistica, sino en alto grado artificiosa, pero con docto, profundo y laudable artificio, que en un espiritu tan cultivado venia d ser segunda naturaleza, Mas que el titulo de gran poeta, que con demasiada facilidad se le ha adjudicado, y que en rigor debe reservarse para los CXXXIV ingenios verdaderamente creadores, le cuadra el de poeta perfecto dentro de su gdnero y escuela, y en dos 6 tres composiciones unicamente. Bello, de quien no puede decirse que cultivara, a lo menos originalmente y con fortuna, ningimo de los grandes generos poeticos, ni el narrativo, ni el dramatico, ni el lirico en sus mani- festaciones mas altas, es clasico e insuperable modelo en un genero de menos pureza estetica, pero sembrado por lo mismo de escollos y dificultades, en la poesia cientifica descriptiva 6 didactica; y es, ademas, consu- mado maestro de diccion poetica, sabiamente pinto- resca, laboriosamente acicalada y brunida, la cual a toda materia puede aplicarse, y tiene su propio valor formal, independiente de la materia. En este concepto, mas res- tringido y tecnico, puede llamarse a Bello creador de una nueva forma clasica que, sin dejar de tener paren- tesco con otras muchas anteriores, muestra, no obstante, su sello peculiar entre las variedades del clasicismo es- panol, por lo cual sus versos no se confunden con los de ningun otro contemporaneo suyo, ni con los de Quin- tana y Gallego, ni con los de Moratin y Arriaza, ni con los de Lista y Reinoso, ni con los de Olmedo y He- redia. Las cualidades sustanciales de esta poesia ban sido apreciadas por Caro mejor que por ningun otro en las palabras siguientes: «hay en la poesia de Bello cierto aspecto de serena majestad, solemne y suave melanco- lia; y ostenta, el mas que nadie, pureza y correccion sin ssquedad, decoro sin afectacion, ornato sin exceso, ele- gancia y propiedad juntas, nitidez de expresion, ritmo exquisito: las mas altas y preciadas dotes de elocucion y estilo.» cxxxv Estos justos loores han de entenderse de aquellas es- casas poesias de la edad madura de Bello, en que su es- tilo llega a la perfeccion mas alta. Y para declarar ciia- les sean estas, conviene dividir sus Poesias en tres gru- pos 6 series, que corresponden exactamente a los tres grandes periodos de su larguisima vida: el de educacion en Caracas hasta 1810, el de estanciaen Inglaterra hasta 1829, y el de magisterio en Chile hasta 1865. Las poesias del primer periodo, que Bello segura- mente no hubiera publicado nunca, apenas tienen inte- res mas que como tanteos y ensayos, que nos dan la clave de la formacion de su gusto y de la vacilacion que for- zosamente habia de acompafiar los primeros pasos de su musa hasta que regiamente posase su sandalia de oro en las selvas americanas. Unas veces se le ve arrastrado por el prosaismo del siglo xviii, como en dos languidos, fastidiosos y adulatorios poemas en accion de gracias a Carlos IV por la benefica expedicion enviada a America a propagar la vacuna : poesia oficinesca y rastrera, in- digna por todos conceptos de su nombre, y mucho mas por la terrible comparacion que suscita con la grandiosa oda que aquel mismo acontecimiento inspiro simulta- neamente a Ouintana. El numen de Bello no puede volar todavia con alas propias; pero cuando traduce 6 imita, aparece facil, ameno y gracioso, como en las ele- gantes octavas en que parafrasea la egloga s'fegunda de Virgilio: en la linda y verdaderamente horaciana odita Al Ajiauco, y en el delicado y suave romancillo hepta- silabico que se titula imitacion de La nave de Horacio, y lo es, ciertamente, en cuanto a los pensamientos, pero no en cuanto al estilo, que esta evidentemente trabajado sobre el modelo de las Bargutlias de Lope. Los pri- CXXXVI meros origenes literarios de Bello quedan patentes con esto: Horacio y Virgilio y la escuela italo-espanola del siglo XVI, con algunos toques, aunque pocos y sobria- mente aplicados, de la manera del siglo xvii, mas inde- pendiente y fogosa. No en vano habia sido Bello lector asiduo de Calderon antes de someterse a la disciplina de Horacio. Un soneto, no mas que mediano, a la victoria de Bai- len pone termino a esta primera epoca literaria de Bello, el cual por trece anos, dedicados en Inglaterra a acriso- lar y depurar su gusto con el estudio de la lengua griega y de las literaturas modernas, guarda silencio (apenas interrumpido por los bellos tercetos de la epistola a Ol- medo, mas familiar de tono, pero no menos pulcra y limada que cualquiera de las de los dos hermanos Argen- solas), y solo le rompe para el publico en 1823 y 1827, publicando en las dos revistas que dirigio sus dos com- posiciones magistrales: muy desigual una de ellas, aun- que sembrada de trozos bellisimos, por lo cual nunca paso del estado de fragmentos: admirable de todo punto la otra, y tal, que por si sola vincula la inmortalidad al nombre de Bello. Estas dos composiciones son la Alo- ciicion a la Poesia^ mas propiamente intitulada Frag- mentos de un poema sobre America^ y la Silva a la Agriciiltura en la Zona Torrida. Una y otra se com- prenden bajo el rotulo generico de Silvas Americanas^ y si bien se repara, son partes de un mismo conjunto, y debieron entrar juntas en el plan primitivo. Pero publi- cada la Alocucion^ y convencido sin duda el mismo Bello de su desigualdad, fue enfriandose en la continuacion del poema, y determine aprovechar la parte descriptiva de los fragmentos publicados, para una nueva composicion CXXXVII de mas reducidas dimensiones, de mas unidad en el plan, y de tal perfeccion de detalles, que hiciera olvidar la obra primitiva, enriqueciendose con sus mas bellos des- pojos. Por eso en la Alocncion a la Poesia y en la Silva a la Agricultural son casi identicas las enumeraciones de los vegetales del Nuevo Mundo, y muy semejantes los epitetos con que estan caracterizados; y hasta hay dos 6 tres versos que se han conservado intactos: Donde Candida miel llevan las canas, Y animado carmin la tuna cria; Donde tremola el algodon su niez>e Y el ananas sazona su ambrosia; De sus racimos la variada copia Rinde el palmar, de azucarados globos El zapotillo, su manteca ofrece La verde palta, da el anil su tinta, Bajo su dulce carga desfallece El banano, el cafe el aroma acendra De sus albos jazmines, y el cacao Cuaja en urnas de purpura su altneiidra. Quien compare esta poetica enumeracion con la que luego se lee en la Silva a la Agricultural comprendera el lento y sabio artificio con que Bello no se cansaba de volver al yunque sus versos; y no dejara de advertir al mismo tiempo que el circulo de sus ideas poeticas no era muy amplio cuando tan facilmente caia en la tenta- cion de copiarse a si mismo. Pero, por una parte, la per- feccion de la segunda prueba es tal, que justifica esta especie de auto-plagio, si vale la frase; y por otra la Alocucion a la Poesia^ aun descartando de ella todo lo que con mejoras paso a la Zo7ia lorrida, tiene altisimas bellezas propias, asi historicas como descriptivas, que notaremos despues y que hacen deplorar mas amarga- mente que el buen gusto del autor no hubiese atenuado CXX XVIII la monotonia prosaica de algunos trozos, que parecen piira gaceta riinada, de infima calidad poetica. Son, pues, ambas Silvas dos hermanas de muy desigual be- Ueza, pero es imposible separarlas en el juicio, porque aun predominando en la una el caracter historico-geo- grafico, y en la otra el descriptivo y moral, vienen a for- mar juntas una especie de poema americano, en que se cantan el clima, el suelo, las producciones y los hom- bres, se ensalza a los guerreros de la independencia, y se dan consejos utiles y civilizadores para lo porvenir. El caracter de estas Silvas de Bello ha sido perfecta- mente definido por D. Miguel A. Caro, Uamandolas/o^- sia cientifica^ no en el sentido de que den la ensefianza de ningun arte 6 ciencia, en cuyo caso serian muy cien- tificas, pero no serian poesia; sino en el sentido de que dan bella y viva y concreta realizacion a ciertos concep- tos sobre la naturaleza, la moral y la historia, y se enga- lanan con hermosas descripciones de objetos naturales y de labores humanas, fielmente ajustadas a la precision y al rigor del conocimiento cientifico, pero interpre- tado y transformado este por el espiritu poetico, que es una manera ideal y bella de concebir, sentir y expresar las cosas, cualesquiera que ellas sean. Tal linaje de poe- sia es ciertamente tan legitimo como cualquier otro, cuando el poeta sabe encontrarle; y no hay razon para restringir los dominios del poeta, privandole de los go- ces de la contemplacion cientifica, que ya en si misma tiene a veces algo de estetica, y encerrandole en un sub- ;etivismo de pasion, que puede ser enfermizo y esteril. Lafacultad de convertir lo cientificamente entendido y contemplado en fuente de emocion poetica, esrarisima; pero por lo mismo es mas digna de alabanza en quien la { CXXXIX tiene, y no ha de confundirse de ningun modo con la exposicion rimada y pueril de ciialquier ensenanza. La ensenanza directa y formal podra ser incompatible con la poesia (aunque no lo fuera en las edades primitivas, en que la poesia fue el unico lenguaje humano), pero la ciencia no lo es ni lo ha sido nunca. Si se rechaza el termino de poesia didactica, aceptese a lo menos el de poesia cientifica, como no se quiera excluir del arte a algunos de los mas grandes poetas que en el mundo han sido. Cuando la contemplacion cientifico-poetica llega a su grado mas alto, todo el sistema del mundo cabe sinteticamente en los inmortales exametros de Lucre- cio. Cuando una musa mas apacible vaga por senderos mas risuenos, nace el arte divino de la descripcion vir- giliana, analitica y precisa; y a el pertenecen, aunque naturalmente a larga distancia, las dos Stlvas de Bello. Que su ambicion fue la de ser el poeta de unas Geor- gicas nuevas, bien claro lo dijo en aquellos versos de la Alociicion a la Poesia: % Tiempo vendra cuando de ti inspirado Algiin Maron americano, joh Diosa! Tambien las mieses, los rebanos cante, El rico suelo al hombre avasallado, Y las dadivas mil con que la zona De Febo amada al labrador corona Pero aunque no lo dijera, bien claro se deduciria de su estilo y de innumerables y patentes reminiscencias; aunque en las Silvas Ainericanas abunden tambien las imitaciones de otros poetas clasicos, y especialmente de Horacio. Uno de los mas hermosos y celebrados pasajes de la Agriciiltura en la Zona Torrida: aquellos versos de tan severa exhortacion moral a la juvcntud ameri- ' CXL cana: aquella pintura energica de la depravacion y li- cencia de la vida muelle y afeminada de las ciudades en contraste con los austeros y varoniles habitos de la vida rustica, es imitacion muy ajustada, y en los liltimos ver- sos llega a ser traduccion, de la oda 6.^ del libro 3.° del lirico latino Delicta Maiorum: Motus doceri gaudct lonicos Matura virgo, et fingitur artibus lam nunc, et incestos amores De tenero meditatur ungui. Crece En la materna escuela De la disipacion y el galanteo La tierna virgen; y al delito espuela Es antes el ejemplo que el deseo. Non his juventus orta parcntibus Infecit aequor sanguine punico, Pyrrumqiie et ingentem cecidit Antiochuni , Annihalcmque diriint: Sed rusticoruni mascula jnilitum Proles, sahellis docta ligonibus Versare glfbas, et severae Matris ad arbitrium recisos Portare fiistes No asi trato la triunfadora Roma Las artes de la paz y de la guerra; Antes fio las riendas del Estado A la robusta mano Que tosto el sol y encallecio el arado (i), Y bajo el techo humoso campesino (i) En este heimoso verso parece descubrirse tambien una reminiscen- cia de Quevedo en satira de asunto muy analogo, y hablando tambien del arado: Que un tiempo encallecio mznos reales, Y detras de ^1 los consules gimieron CXLI Los hijos educo, que el conjurado Mundo allanaron al valor latino. Pero el influjo de Horacio es siempre secundario e incidental en el arte de Bello, que nunca tiene la con- centracion lirica de su modelo, y que preferia sus Sdti- ras y Epistolas a sus odas. Bello no es en rigor poeta horaciano, sino poeta profundamente virgiliano. Y esto no solo por la traduccion casi literal de muchos versos, epitetos e imagenes de las Georgicas, que va incrus- tando en sus Si'/vas, y que por lo regular nunca han sido mejor traducidos, v. gr. : ///ius inmcjisac ruperiint horrca messes Y bajo el peso de los largos bienes Con que al colono acude, Hace crujir los vastos almacenes Satis jam pridem sanguine nostra Laomedonteae luimus perjuria Troja; jAsaz de nuestros padres malhadados Expiamos la barbara conquista (i). Sin contar con otros muchos en que las imagenes de la poesia antigua aparecen rejuvenecidas por el espec- taculo de un mundo nuevo, de un nuevo cielo y nuevas constelaciones: Maximus hie flcxii sinuoso elabitur Anguis Circum, per que duas in nwretnjliiininis Arctos , Arctos Oceani mctnentcs aequore tingi (i) Parece por el giro de la frase que Bello, ademas del texto, recordo aqui la traduccion de Fr. Luis de Leon: que ya asaz con muertes duras Pagamos las troyanas falsas juras CXLII Donde a un tiempo el vasto Drag6n del Xorte su dorada espira Desvuelve en torno al luminar inmovil Que el rumbo al marinero audaz senala; Y la paloma Candida de Arauco En las australes ondas moja el ala. Pero el espiritu del poeta de Mantua no revive solo en los detalles de las Silvas Americanas^ sino en el plan mismo, en la concepcion general de una y otra, que son dos pensamientos virgilianos. Bello canta la Zona To- rrida como Virgilio a Italia. El Salve feciinda zona , es un eco del Salve magna parens frit gum El poeta llama a los americanos a la labor del campo y a las artes de la paz, como Virgilio congregaba a los pueblos itali- cosdespues del sangriento tumulto de las guerras civi- les. La enumeracion triunfal de las ciudades y de los heroes en la Alocucion a la Poesia, recuerda en seguida el desfile de las sombras de los futuros romanos, que va mostrando a Eneas su padre Anquises en los Campos Eliseos. Y aun hay mas: el arte docto e ingenioso de la dic- cion de Virgilio: aquellos procedimientos suyos para in- jertar y transponer las bellezas ajenas: aquel artificio de la imitacion conipuesta, que (como noto delicadamente Sainte-Beuve), combina muchos elementos en una sola frase, y les da bajo esta forma definitiva un valor y un alma nueva, «dos 6 tres colores que vienen d fundirse en un solo rayo, dos 6 tres jugos diversos que no com- ponen mas que una sola miel», es el secreto mismo de la excelencia del estilo de Bello, que en lo descriptivo y georgico resulta, sin duda, el mas virgiliano de nuestros poetas, como Garcilaso lo es en lo bucolicoy qw las divi- nas bellezas de sentimiento. La poesia agricola de Bello CXLIII nacio, como la de Virgilio, del amor simiiltaneo a la na- turaleza y a los grandes poetas de otros tiempos ; en su varia y complicadisima urdimbre han entrado hilos de innumerables telas, y sin embargo, el color de la trama parece uno. En la poesia de Bello han de distinguirse dos elemen- tos distintos, pero no antagonicos. Por una parte, Bello es el ultimo discipulo de aquella escuela descriptivo- didactica, derivada de Virgilio y de nuestro Columela: continuada por los poetas humanistas del Renacimiento, como Fracastor, el mayor de todos a pesar de lo ingrato y repugnante de su asunto, como Vida en el poema Del jiiego del Ajedrez y en el de la Cria de los giisanos de seda^ como Pontano en el De Hortis Hesperidiun sive De citroriim cultu: tradicion que despues, con inspira- cion menos fresca y lozana, pero con notable habilidad para realzar lo prosaico y pequeno, «addere rebus an- gustis honor em»^ convirtieron en patrimonio suyo, poco menos que exclusivo, los versificadores latinos de la Compania de Jesiis, autores de innumerables y muy elegantes poemas didascalicos de materia botanica y agronomica, como los Huertos del P. Rapin, el Prae- diiun Riisticiim^ de Vaniere, el de Conniibiis floriun^ de La Croix, y otros muchos que cantan parcialmente algunas de las producciones celebradas por el mismo Bello, V. gr., el cafe (Faba arabica- Caffeum) , asunto de dos diversos poemitas de Tomas Bernardo Fellon y Gui- Uermo Massieu. Obra maestra de este genero es la Riis- ticatio Mexicana^ del guatemal'teco P. Landivar, que, como libro americano, no parece creible que fuese igno- rado por hombre de tan inmensa lectura como Andres Bello. De esta poesia latina jesuitica (Uamada asi con CXLI\- entero rigor, puesto que apenas se puede citar, aun en- tre sus cultivadores seglares, ninguno que no saliese de las aulas de la Compania (i), es una degeneracion la poesia descriptiva del siglo pasado en lenguas vulga- res, especialmente la que florecio en Francia con el abate Delille y sus discipulos. Pero este genero, que en latin se tolera, y aun divierte como una especie de gim- nasia recreativa, resulta pueril y enfadoso en una lengua vulgar, en que ni siquiera existe, 6 es mucho menor, el merito de la dificultad vencida. Versificar enteras la fi- sica, la historia natural, la agricultura y la jardineria, como pretendio Delille, era una tarea absurda, de la cual toda su habilidad de versificador, riqueza de vo- cabulario, y destreza en el uso de las perifrasis, no po- dian sacarle airoso. Asi es que Bello, que estimaba mu- cho el talento de Delille, y que tradujo medianamente un fragmento de sus '^ar dines ^ y admirablemente otro sobre La Liiz, que vale por cualquiera composicion ori- ginal, se guardo bien de imitar en sus propias Stlvas la taracea prolija y menuda de aquel habil mecanico de versos; y tratando el paisaje y la agricultura americana de un modo casi lirico, puso en el la emocion del deste- rrado, el severo magisterio del moralista, la pasion del ciudadano comprometido en lucha civil, la elevada y serena contemplacion cientifica, y otros elementos de interes humano, que en vano se buscarian en el arte frivolo del abate Delille: mero pasatiempo de sociedad sin jugo de ideal poetico. Lo que salvo a Bello del contagio de la falsa poesia di- (i) Por ejemplo, nuestro D. Ignacio Lopez de Avala, elegante autor de dos poemas latinos, uno sobre las termas de Archena y otro sobre la pesca de los atunes {Cetario7i). CXLV dactica, fiie, no solo sii virtud poetica, que era muy real aunque pareciese templada y modesta, sino el severo y formal estiidio de la ciencia del miindo fisico y de sus le- yes, al ciial se habia consagrado muy joven, estimulado por el ejemplo y los consejos de Humboldt. Y he aqui el segundo elemento cuya presencia reconocemos en las Silvas AmericanaSy y que templa y robustece el im- pulse literario, impidiendole degenerar en vano dilet- tantismo. Si algiin genero de creacion artistica puede reclamar como suyo el siglo xv^iri, es sin duda el con- sorcio de la literatura y de la ciencia, la invasion del es- piritu naturalista en la prosa de Buffon, de J. Jacobo Rousseau, de Bernardino de Sainte-Pierre ; sin contar con aquella especie de monismo poetico que centellea en algunas paginas de Diderot. El grande heredero de la tradicion cientifica del siglo xviii, y destinado a sobrepu- jarla muy pronto y a hacer entrar en nuevas vias el pen- samiento moderno, heredo tambien aquellas luminosas condiciones de exposicion; y desde el Viaje dc las rc- gioncs ecnatoriales hasta el Cosmos^ merecio por medio siglo el nombre de mago de la ciencia, juntando en rara armonia las cualidades de genio inventivo y las de expo- sitor animado y brillante. Humboldt tiene que recla- mar tambien su parte en el canto de Bello; y para no citar mas ejemplos, el bello mito de la diosa Huitaca y del civilizador Nenqueteba, y del despenamiento del Te- quendama y la inundacion del valle de Bogota, en la Alocucion a la Poesia^ esta tomado de los Paisajes de las Cordilleras, y el mismo Bello lo declara asi en una nota. De la originalidad de la tentativa de Bello dentro de la literatura espafiola, no puede dudarse: lo cual no CXL\I quiere decir que carezca de algunos y muy calificados precedentes: la Grandeza Mejicana en lo descriptivo, el Poema de la Pintura, de Pablo de Cespedes, en lo di- dactico. Nada a primera vista mas remoto de la manera laboriosa y un tanto rigida de Bello que la abundancia despilfarrada del obispo Valbuena; pero la semejanza reside, no solo en la comunidad del tema americano, sino en ciertos detalles de labor fina y prolija que no deja de intercalar Valbuena en medio de la intempe- rante prodigalidad de sus descripciones. Pero porpunto general, es cierto que en ellas, lo mismo que en las del Ariosto, su maestro predilecto, domina lo fantdstico so- bre lo icdsiico, al reves de lo que acontece en Virgilio y en Bello. Cespedes pertenece a la escuelade estosiilti- mos, aunque en sus octavas, lo mismo que en sus cua- dros, la correccion del dibujante y el arte clasico de la composicion no empezca a lo brillante y armonioso del colorido. Cespedes, discipulo asombroso de Virgilio, si ya no rival y emulo suyo en episodios como la descrip- cion del caballo y el elogio de la tinta, tiene mas alma poetica, mas empuje y grandeza que Bello; pero el nu- men que le inspira es tambien el numen de las Georgi- cas, aunque aplicado a diversa materia; y fue sin duda el racionero cordobes uno de los principales maestros que ensenaron a Bello el arte divino de ennoblecerlo todo con los matices y lumbres de la diccion poetica, como el habia descrito y ennoblecido la cuadricula y la concha de los colores. El sentimiento de la naturaleza nunca ha sido muy poderoso en Espafia, ni tal que por si solo bastara a dar vida a un genero especial de poesia. El paisaje en nues- tros bucolicos es convencional, en los autores de poe- CXLVII mas caballerescos quimerico y arbitrario. Solo por lujo y gallardia de estilo se hacian alguna vez largas enume- raciones de plantas, frutos, aves y peces, caracterizan- dolos con epltetos pintorescos. Lope de Vega tiene mu- chas en sus comedias, y aun en composiciones liricas como el Canto del Gigante a Crisalda, inserto en la Arcadia. Al mismo genero de descripcion, pero con mas acentuado caracter de exactitud naturalista, per- tenece la egloga de Pedro Soto de Rojas, Marcelo y Fenijardo^ que seguramente Bello habria leido en el Parnaso Espanol^ de Sedano. Pero hay antecedentes mas inmediatos. Don Miguel A. Caro, autor del juicio mas profundo que conocemos sobre las obras poeticas de Bello, ha hecho notar no solo las analogias indudables, sino las deliberadas imita- ciones que el poeta venezolano hizo de algunos pasos del muy estimable poemita de Arriaza, Emilia 6 las Aries, obra que quedo incompleta y yace injustamente olvidada, con estar sembrada de elegantes versos y felices descripciones, y ser sin duda de lo mas limado que nos dejo su autor, renunciando por esta vez a sus habitos de improvisacion. El ingenio frivolo y ameno de Arriaza no alcanzo, sin embargo, a dar unidad ni tras- cendencia poetica a su obra, que se reduce a una serie de vistosos paisajes de abanico; por lo cual, y por otras razones, queda inferior a las Silvas Americanas; pero es cierto que Bello le imito «en ciertos toques descrip- tivos y en el arte de versificar», y aun en imagenes y comparaciones, como puede notarse en la siguiente, en que notoriamente la ventaja es del poeta espanol: CXLVIII ARRIAZA. Y como si en jardin de avaro dueno, Que entre sus flores vive aprisionado, Dama gentil se asoma, de halagOeno Mirar, que con su ruego y con su agrado Del severo guardian desarma el ceno; Que entra alegre, y se arroja, y el nevado Pecho reclina al suelo, y las hermosas Manos perdidas vagan por las rosas; Y escogiendo fragancia y colorido, En tantas flores parase indecisa; Mas codiciosa del botin florido, Son su despojo al fin cuantas divisa: Hasta que expira el plazo concedido, E involuntario el pie mueve remisa, Pareciendole al paso que se aleja Flores mas lindas las que atras se deja BELLO. Como en aquel jardin que ban adornado Naturaleza y arte a competencia, Con vago revolar la abeja altiva La mas sutil y delicada esencia De las mas olorosas flores liba; • La demas turba deja, aunque de galas Brillante, y de siiave aroma llena, Y torna, fatigadas ya las alas De la dulce tarea, a la colmena ;^ lY no habra fundamento para decir, aunque no se haya notado hasta ahora, que ciertas octavas de La Agresion Britdnica^ de Maury, publicada en 1806, contienen ya como el programa de La Agricultiira en la zona to- rrida, y pudieron y debieron influir en Bello, que tanto admiraba la pericia tecnica del vate malagueno, y que le tenia por uno de los mas primorosos artistas metricos de nuestra lengua? Pues Maury, en La Agresion, no solo CXLIX poetiza, con perifrasis de la misma familia que las de Bello, la cochinilla, el anil, el palo de campeche y la cana de azucar, sino que en robustisimas octavas canta la grandeza de los Andes, de la cual le parecen debil re- medo las Cordilleras de Europa: Si bien Pirene en puntas de diamante A las etereas auras se sublima, Y del golfo Tirreno al mar de Atlante Los recios brazos tiende y falda opima; La esmalta Ceres con pincel brillante Mientras marmorea nieve orla su cima, Y se derrumba en rugidor torrente, O se liquida saludable fuente: Si Apenino en su altiira excelso niega Que humano pie sus terminos transite, Y antes alia se espacia en grata vega, Que al delicioso Eden quiza compite; Y humillandose mas, rendido llega A perderse en la concha de Anfitrite, A un lado envuelto en olas espumosas, Al otro en frutos y odorantes rosas: Debil remedo son de la alta, ingente Sierra adusta y feraz, trono de Pales, Que alzando, en medio al Ecuador, la frente, Del Austro vio los vermes arenales, Y eslabonando fue la zona ardiente, Y va a encontrar las Osas boreales; Que tanto en montes se enrisco fecundo El hemisferio occidental del mundo. Donde, a par de la cumbre aspera, inculta, Horrida, veis hermosos bosques frios; Do los barrancos que el verdor oculta Abismos son y pielagos los rios; Y un monte y otro monte alii sepulta En cavernosos concavos sombrios El rojo mineral y tersa plata, A los hijos del sol dadiva ingrata. El arte de la descripcion americana, a lo menos de la descripcion por grandes masas, estaba adivinado, pero CL habia que descargarle de tanta pompa y fausto retorico, y este fue el triunfo de Bello, siempre mas sencillo y modesto, aun en sii majestuoso artificio. Pero no puede decirse que al imitar al poeta andaluz le mejorase siempre. Habia dicho Maury de la cochi- nilla y del anil : Mientras purpiireo el insectillo indiano Va del SI don io murice desdoro, Los albos copos a tenir se apresta Cual piidico rubor frente modesta. Se apresta el polvo que en pureza tanta Copia el zafiro del ceruleo cielo Y escribe Bello: Bulle carmin viviente en tus nopales Que afrentafuera al murice de Tiro, Y de tu anil la tinta generosa Emula es de la lumbre del zafiro. El segundo verso es casi identico, salvo poner Tiro en vez de Sidon. El car7nin viviejite es una de aquellas felicisimas invenciones de expresion pintoresca en que Bello no tiene rival; pertenece al mismo genero que los sarmientos trepadores, las rosas de oro y el vellon de iiieve del algodon^ las iirnas de purpura del cacao, y los albos jazrnines del cafe. Pero en su linea no vale menos la delicada comparacion del pi'idico rubor en que Maury enlaza de un modo tan feliz como inesperado lo fisico con lo moral. Y en la descripcion de la cafia de azucar triunfa tambien el vate de Malaga sobre el de Caracas. Los tres versos de Bello: Tii das la cafia hermosa De do la miel se acendra , Por quien desdena el mundo los panales •> CLI son compendio, pero no siistitucion ventajosa, de esta octava de La Agresion Britdnica: Mas cClLie otra planta en vastago lozano Predilecta del sol, frondosa crece, Y esclavo della el litil africano, Tal vez con ayes Idnguidos la mece? Liba la abeja almibares en vano A cuantas flores primavera ofrece: Con mas dulzura el tributario arbusto En nevado panal deleita el gusto. Y despues de esta diseccion, quiza en demasia prolija, dira alguno, ique 1^ queda propio a Bello, tributario de tantos poetas y prosistas distintos? A mi entender, le queda casi todo: le queda su niaravilloso estilo, del cual ha dicho el gran poeta colombiano Pombo que «es un manso rio cargado de riqueza y con el fondo de oro»: le queda aquel peregrino sabor, a la vez latino y americano, que al mismo tiempo que nos halaga el gusto con la quinta esencia del nectar clasico, estimula el paladar con el jugo destilado de las exoticas plantas intertropicales. En los cantos de Bello Uegan a nosotros los sones de la avena virgiliana y de la flauta de Sicilia, armoniosamente mez- clados con el j^^arraz^z' amoroso, que suenadesde ellejano taniboy mientras brillan en el cielo las cuatro lumbres de la Cruz Austral, y se perciben en el ambiente tibio y re- galado las luminosas huellas del cocuyo fosforescente. Le queda la fusion de lo antiguo y de lo novisimo; de la pre- cision naturalista y de la nostalgia del proscrito: el arte de dar cierto genero de vida moral a lo inanimado, per- sonificando al niaiz y'efe altanero de la espigada tribii»\ haciendo desmayar dulcemente al banano^ rendido bajo el peso de su carga; mostrandonos la solicitud casi ma- ternal con que el bticare corpulento ampara a la tierna CLir teobroma ; y poetizando, como ya noto Caro, la lucha por la existencia en las plantas a cuyas raices viene an- gosto el seno de la tierra. Y no le quedan solo detalles exquisites, sino cuadros de gran composicion clasica, como el incendio y la repoblacion de las florestas, que por cualquier lado que se le mire es digno de las Geor- gicas ; pinturas epicas e idilicas, como la edadde orode Cundinamarca y el salto audaz del Bogota espitmoso y la montafia abierta por el cetro divino de Nenqueteba. iQuiere esto decir que las Silvas Aincricanas carez- can de defectos? Toda obra del ingenio humano los tiene, por breve que sea su extension. La Zona Torrida se acerca a la perfeccion de estilo en cuanto cabe, pero todaviapuede notarse, en medio de tantos granos de oro puro, alguna muestra de metal mas vil, alguna perifrasis afectada y pseudoclasica; por ejemplo, aquella rebusca- disima hablando del cafe : Y el perfume le das que en los fesiincs La ficbre insana templara a Lico. La parte moral de la misma Silva comienza admira- blemente, pero se prolonga demasiado, tiene ciertas trazas de sermon, y solo la nobleza de la frase sostiene y realza algunos pasajes, que evidentemente fueron pen- sados de un modo prosaico. Pero donde la desigualdad llega a ser intolerable es en ciertos fragmentos de la Alocitcion a la Poesia. Al ponerla en esta coleccion, hemos cercenado Integra la segunda parte ; no en verdad per escrupulos patrioticos, puesto que las injurias que contiene contra Espana a nadie perjudican mas que a la memoria de su autor, y por otra parte estan tan floja y desmayadamente dichas, que no prueban gran conviccion CLIII en el animo de Bello, sospechoso en sii tiempo de tibio republicanismo, y de hacer un poco el papel del patriota por fuerza; ni pueden hacer gran mella en quien no tiene reparo en insertar y elogiar el Canto de Olmedo a Bolivar. Pero literariamente da pena (aunque por otra parte nos parezca a los espanoles justo castigo de un malo y descastado impulso) ver a tal hombre como Bello empleado en la afanosa tarea de tejer un catalogo historico de los libertadores y de sus hazanas, en versos que a veces (sin irreverencia sea dicho) nos parecen dignos de alternar con los disticos de la Historia de Espafia del P. Isla. iQuien diria que el delicioso poeta virgiliano tuvo valor para afear una de sus obras mas selectas con renglones de esta guisa?: Y la memoria eternizar desea De aquellos granaderos de a caballo Que mando en Chacabuco Necochea. Ni sepultada quedara en olvido La Paz, que tantos claros hijos llora, Ni Santa Cruz, ni menos Chuquisaca, Ni Cochabamba Ni tii de Ribas callaras la fama, A quien vio victorioso Niquitao, Horcones, Ocumare, Vijirima, Y dejando otros nombres que no menos Dignos de loa Venezuela estima «Muera (respondes) el traidor Baraya , Y que a destierro su familia vaya.» Ortiz, (}arcia de Toledo, expira, Granados, Amador, Castillo, mueren, Yace Cabal, de Popayan llorado Gutierrez, el postrero aliento exhala. CLIV Indudablemente no era tarea digna de Bello la de versificar este padron de vecindad, por mucho que na- turalmente halagase la vanidad de los Aquiles y Diome- des de la epopeya americana. Claro que no todo en la segunda parte de la Aloctt- cion es de este genero trivial y fastidioso; Bello no po- dia dormitar tanto tiempo seguido. Magnifico es, por ejemplo, y de emocion muy virgiliana, el recuerdo que tributa a su infortunado amigo y Mecenas, Javier Us- tariz: Alma incontaminada, noble, pura, De elevados espiritus modelo, Aun en la edad obscura En que el premio de honor se dispensaba Solo al que a precio vil su honor vendia, Y en que el rubor de la virtud, altivo Desden y rebelion se interpretaba. La Miisica, la dulce Poesia, iSon tu delicia ahora como un dia? iO a mas altos objetos das la mente, Y con los heroes, con las almas bellas De la pasada edad y la presente Conversas, y el gran libro desarrollas De los destinos del linaje humano? De martires que dieron por la patria La vida, el santo coro te rodea: Regulo, Traseas, Marco Bruto, Decio, Cuantos inmortaliza Atenas libre, Cuantos Esparta y el romano Tibre. Miranda, Roscio «de la naciente libertad no solo de- fensor, sino maestro y padre », San Martin y otros capi- tanes y proceres de la independencia, estan digna y de- corosamente celebrados. Y es grandiosa la imagen con que el poeta excusa la pretericion del elogio de Bolivar, el mas grande de sus heroes, pero no el predilecto de su alma: CLV Pues como aquel saman que siglos cuenta, De las vecinas gentes venerado, Que vio en torno a su basa corpulenta El bosque muchas veces renovado , Y vasto espacio cubre con la hojosa Copa, de mil inviernos victoriosa; Asi tu gloria al cielo se sublima, Libertador del pueblo colombiano; Digna de que la lleven dulce rima Y culta historia al tiempo mas lejano. Las poesias del tercer periodo de Bello se dividen naturalmente en dos grupos: el de originales y el de traducciones. Versos originales hizo pocos en Chile, y menos aun por iniciativa propia: algunas odas patrioti- cas, de las ciiales la mejor es la que compuso en 1841 "dS. Diez y ocho de Septiembre, correcta, elevada, llena de sabias ensenanzas politicas: un canto elegiaco y se- m\rrovci?intico., El Iiicendio de la Compania^ muestra palpable de que Dios no Uamaba a Andres Bello por los caminos del nuevo lirismo; algunas satiras literarias chistosas y de buena doctrina: bastantes composiciones ligeras, fabulas, versos de album y otras bagatelas. Nin- guna de ellas puede despreciarse, porque Bello es siem- pre gran maestro de lengua y estilo poetico; pero es cierto que no anaden ni una hoja de laurel a su corona. Donde volvemos a encontrar al excelente poeta de otros tiempos es en sus traducciones e imitaciones. La edad y los aridos y constantes estudios habian podido resfriar su vida poetica propia, que siempre fue menos ardiente que luminosa; pero en cambio le habian hecho comprender y sentir cada dia mejor la inspiracion ajena, y penetrar en el secreto de los estilos mas diver- sos. Gracias a eso, pudo un mismo hombre dar propia y adecuada vestidura castellana a obras de inspiracion tan CLVI diversa como el Riidens^ de Plauto, y El Sardandpalo y el Marmo Faliero^ de Byron; El Orlando enamo- rado^ de Boyardo; un fragmento de los Niebeliingen, y varias fantasias y Orientales^ de Victor Hugo. En es- tas traducciones 6 adaptaciones Bello hizo milagros, y, atendiendo a algunas de ellas, sobre todo al largo frag- mento del Sardandpalo y a los catorce cantos que dejo traducidos del poema de Boyardo refundido por el Berni, no se le puede negar la palma entre todos los tra- ductores poeticos de la pasada generacion literaria, que los tuvo excelentes en Espana y en America. Entrar en el mecanismo de estas versiones y compararlas con los originales, seri'a ciertamente tarea util y fecunda en gran- des enseilanzas de lengua y de versificacion; pero aqui no podemos ni intentarla siquiera. Las de Victor Hugo no son traducciones ni quieren serlo, sino imitaciones muy castellanizadas, en que Bello se apodera del pen- saraiento original, y le desarroUa en nuestra lengua con- forme a nuestros habitos liricos, a las condiciones de nuestra versificacion y a la idiosincrasia poetica del imitador. Y esto lo consigue de tal modo, que una de esas imitaciones, la Oracion por todos, es sabida de todo el mundo en America, y estimada por muchos como la mejor poesia de Bello, la mas humana, la mas rica de afectos; y no hay espanol que habiendo leido aquellas estrofas melancolicas y sollozantes, vuelva a mirar en su vida el texto frances sin encontrarle noto- riamente inferior. Habra acaso error de perspectiva en esto: yo no lo se, pero consigno el hecho como parte y como testigo. Lo mismo acontece con la titulada Moises en el Nilo, «bella en frances (dice Caro), mas bella, in- tachable en la version castellana de Bello». Y tratan- CL^'II dose de versiones poeticas, el voto de Miguel Antonio Caro me parece el primer voto de calidad en nuestra lengua. Para mi la obra maestra de Bello, como hablista y como versificador, es sii traduccion del Orlando ena- viorado, que incompleta y todo como esta, es la mejor traduccion de poema largo italiano que tenemos en nuestra literatura (i). Podra lamentarse que el inter- prete, en vez de ejercitarse en Boyardo, no hubiera empleado el tiempo en alguno de los tres epicos mayo- res; pero el gusto individual, la casualidad, el deseo de caminar por senderos menos trillados, bastan para expli- car esta predileccion. Por otra parte, el Boyardo fue gran poeta, de no menor fantasia y seguramente de mas invencion que el Ariosto, y merece bien este homenaje postumo de la musa castellana, que en el siglo xvi le debio inspiraciones muy felices. Bello ha encabezado todos los cantos con introducciones joco-serias de su propia cosecha, en el tono de las del Ariosto; y asi en ellascomo en la traduccion de las octavas italianas, de- rrama tesoros de diccion pintoresca, limpia y castiza, docil sin apremio ni violencia al freno de oro de una versificacion acendrada, intachable, llena de variedad y de armonia, dignisima de estudio en las pausas metricas yen la variedad de inflexiones, sin caer en aquel esca- broso y sistematico aliilo que hace de tan aspero acceso las octavas de Esvero y Almcdora^ unico poema de este siglo en que el prosodista ha ido acompaiiando cons- tantemente la labor del poeta. (i) Aqui, como en lo restantc dc este trabajo, prescindo de toda alusion a los autores vivos. CLVIII El dominio de la octava real que habia adquirido Bello merced a esta gran faena, quiso aplicarle luego a un cuento 6 leyenda original, en el genero de las de Mora, titulada El Proscripto^ en que a traves de una fabula sencilla y domestica se proponia describir tipos y costumbres de la epoca colonial. Pero este ensayo no paso del canto quinto, y aunque las octavas son general- mente magistrales y la narracion corre facil e intere- sante con bellos rasgos en la parte seria, hay que confe- sar que la parte comica esta muy lejana del donaire de Batres, con quien ningiin poeta americano puede com- petir en esto (i). (i) Para terminar este estudio acerca de Bello, demasiado extenso quiza para lo que tolera un prologo general, pero desproporcionado sin duda a la importancia de tal ingenio, debemos advertir que la Carta dc un americano a otro (Bello a Olmedo) aparece incompleta en esta Aniohg'ia, como en las ediciones anteriores, de las Pocsias de su autor, sin exceptuar la oficial chi- lena de 1883. Pero en los preliminares de esta misma edicion consigno don Miguel Luis Amunategui los tercetos que faltaban, y que pudo descubrir a ultima hora. Aqui los ponemos, tambien para completar tan linda pieza: Y Uegas, y te sientas, y Talia, Que al aureo cinto arregazo la falda, La copa te presenta de ambrosia: Y cine tu cabeza con guirnalda De siempre verde lauro, que matiza Purpurea flor, y azul. 5" roja v gualda. Y luego que las cuerdas armoniza, El coro celestial en nuevo canto Celebra tu llegada }• solemniza. «Alnia eterna del mundo, numen santo Tutelar del Peru (cantan ahora, Y su onda Castalia enfrena en tanto), »Envia sin cesar luz bienhechora; Que ceso de tu tierra la ruina, Y libre ves al pueblo que te adora. »La libertad. amable peregrina, Su templo alii planto; y alii su llama Hermosa arde otra vez, pura )' divina. »Y en todos sus oraculos proclama CLIX El nombre de Bello suscita inmediatamente en la me- moria el de otro venezolano, D. Rafael Maria Baralt, tambien filologo y poeta, honra de America por sii na- cimiento y educacion, benemerito de Espafia por haber escrito y publicado aqui sus principales obras (i). Pero Que al Magdalena y al Rimac turbioso Ya sobre el Tiber y el P'urotas ama.» A encontrar vuela el himno melodioso. La fuente de los vates inmortales. El cielo. el agua, el viento. el bosque umbroso; Y vestida de diafanos cendales, Ocupa el aire en torno al foco santo Bella vision de candidos cristales. Que con etdrea voz repite el canto. Por ultimo, debo adv^ertir que el soneto que empieza: Tiempo fud en que la dulce poesi'a no debe continuar en las ediciones de Bello, puesto que conocidamente es de Heredia, en cuyas poesias figura desde 1825, con el titulo de Rcniin- cimido a la Poesia, y nota en que su autor advierte haberle compuesto en Boston en 1823. (i) Nacio D. Rafael Maria Baralt en Maracaiboel 3 de Julio de 1810. Paso su infancia en Santo Domingo, y no regreso a Venezuela hasta 1821. En la Universidad de Bogota hizo sus estudios de latinidad y filosofia, v co- menzo los de jurisprudencia, que bubo de interrumpir para lanzarse en la revolucion venezolana de 1830, que definitivamente separo a Venezuela de Colombia. Entrando en el servicio militar, llego a capitan de artilleria. En 1841 se traslado a Paris con objeto de imprimir su Historia dc Venezuela; en 1843 paso a Espana con una Comision historico-diplomatica, y en Sevilla y en Madrid residio todo lo restante de su vida, adquiriendo nacionalidad es- panola y desempenando puestos importantes, como el de director de la Ga- ceta y administrador de la Imprenta Nacional. En 1853 tomo posesion de plaza de individuo de niimero de la Real Academia Espanola. Fallecio en Madrid el 4 de Julio de i860. La biografia mas e.xtensa que hay de el es la que escribio D. Juan Antonio Losada Pifieres en sus Setnblanzas Zulianas. Falta una colecci6n de sus escritos que seria importante. Muchos de ellos andan disperses en los varios periodicos de que fue director, redactor 6 co- laborador, tales como El Siglo XIX, El Tiempo y El Espectador. Como escritor politico figuro primero en el partido progresista y semi- democratico, y luego en la Union liberal. En 1849 publico, en colaboraci6n con D. Nemesio Fernandez Cuesta, una serie de foUetos pollticos, entre los cuales pertenece a Baralt soloel titulado Liberlad de Imprenta. CLX considerado como poeta, Baralt esta a gran distancia de Bello, aunque en cierto modo pertenezca a su esciiela. Hay en las poesias de Baralt constante nobleza y co- rreccion de estilo, buena y escrupulosa conciencia lite- raria, todos los primores que nacen del trato asiduo con los modelos, del conocimiento solido de la lengua, del buen juicio en el plan y en la distribucion de los pensamientos, del prudente y sobrio uso de cuantas figu- ras recomiendan los preceptistas; pero con rara excep- cion son versos sin alma, construidos de una manera exterior y mecanica, empedrados de reminiscencias de todas partes, revelando en cada estancia la fatiga que costaban al autor y que se comunica al lector irreme- diablemente, sin que todos los meritos que hemos reco- nocido basten a compensarlo. La frialdad de Baralt no es la frialdad del grande artista que por amor a la be- Ueza pura y marmorea se levanta sobre su propia emo- cion personal y la excluye de su obra; es la frialdad del gramatico que se ejercita en los versos como en un tema de clase. Su Oda a Cristobal Coloti, que tanto aplauso obtuvo cuando fue premiada por el Liceo de Madrid en Pero las obras mas importantes de Baralt son sii Resumen de la historia de Venezuela (Paris, 1841-1843, tres volumenes), en la cual tuvo por colabora- dor historico, no literario, a D. Ramon Diaz; el Diccionario de Galicismos (Madrid, 1855), el Diccionario Matriz de la lengua castellana, que no paso de las primeras entregas, y el discurso de recepcion en la Academia Espafiola. La coleccion de sus poesias, esmeradamente corregidas por el y dispues- tas para la prensa, vera la luz en breve, segiin acuerdode la Real Academia Espanola, a cuyo ilustre Secretario perpetuo debemos el haber podido exa- minarlas despacio. El cuaderno de Poesias de Baralt, impreso en Curazao en 1888 por la misma casa editorial (Bethencourt y Compania), que ha hecho el buen ser- vicio de reimprimir su Historia de Venezuela, no contienesino minima parte de sus obras poeticas. CLxr 1849, es, sin duda, pieza de excelente y prolija litera- tura, pero demasiado larga y metodica, poco lirica, en suma, y con demasiadas piececillas de mosaico, cuyas jimturas se ven muy a las claras. Aun la misma descrip- cion de America, hecha en ciiatro gallardas estrofas, que son quiza lo mejor de la oda, esta tejida, en parte, con pensamientos y frases conocidisimas de Arguijo, Gongora, y otros poetas nuestros. Pero aqui, por raro caso, lo que Baralt pone de su cosecha no vale menos que lo que traslada. Comparense estas dos estrofas: AUi raudo, espumoso, Rey de los otros r'los, se dilata Marafion caudaloso En crespas oiidas de lucientc plata^ Y en el seno de Atlaiite se dilata. Alii fierob volcanes, Emulo al ancho mar lago sonoro, Tormentas, huracanes: Son arboles y piedras un tesoro, Los montes plata, las arenas oro. Consideradas como ejercicio de imitacion y alarde de estilo, las poesias de Baralt tienen merito indudable, dentro de aquel movimiento de reaccion que contra los desenfrenos del lirismo romantico parecio iniciarse des- pues de 1840, volviendo por los hollados fueros de la lengua poetica y por la cultura y aseo del estilo, e inten- tando reanudar la tradicion de las escuelas salmantina y sevillana de principios del siglo. En este camino se fu6 quiza demasiado lejos, y por huir de lo desordenado, exuberante y monstruoso, vino a darse en lo timido y apocado; por aversion al desalino se cayo en lo rela- mido y artificioso; resucitaronse todo genero de inver- siones, perifrasis y latinismos; la majestad sonora se con- CLXII fundi6 muchas veces con la pompa hueca, con el enfasis oratorio y la rimbombancia, naciendo de aqui un genero de falso y aparatoso lirismo, que por miicho tiempo do- mino y aim domina en todos los versos que pudieramos llamar oficiales, en los poemas de certamen y en las odas de circunstancias. A vueltas de algunas composiciones recomendables en su linea, pero de todo punto inferio- res a los modelos de Quintana, Gallego y Lista, este neoclasicismo postumo, de tercera 6 cuarta mano, lini- camente ha servido para conservar ciertas tradiciones metricas de buen origen, cierto respeto a la sintaxis y a la prosodia, que nunca estan de mas y deben exigirse a todo el mundo. Baralt fue, no solo de los mejores hablistas, sino de los mas poetas entre los que siguieron esta tendencia. No le faltaba imaginacion: tenia caudal de ideas, y me- ditaba largamente el plan de sus odas. En ocasiones parece que solo le falta libertad para mover los brazos, y que con pequeno esfuerzo podria romper las ligaduras que voluntariamente se impone en cada frase. El, que escribia una prosa tan limpia, tan desembarazada, tan sabrosa, parece sometido en la poesia a un canon in- flexible, que le entorpece los mejores impulsos, que le enturbia los mas felices conceptos, que le aparta casi siempre de la expresion natural y le hace sudar por tro- chas y veredas desusadas en busca de un genero de per- feccion convencional y ficticia. La poesia de Baralt no carece de afectos humanos, limpios y generosos, ya de religion, ya de patria, ya de amistad; y cuando por rara excepcion deja correr con alguna libertad esta vena de sentimiento, como en la preciosa silva A una flor mar- chita^ que tiene algo de la melancolia y ternura de Cien- CLXIII fuegos, con una pureza de estilo que Cienfuegos no mos- tro nunca; 6 bien en las apacibles liras del Adios a la Patria, 6 en algun idilio en prosa como El Arbol del huen pastoj'j resulta mucho mas poeta que en las odas de aparato: por ejemplo, en la pomposa declamacion A Espaila^ donde no se ve otro proposito que el de acumular versos sonoros. No quisieramos haber sido demasiadamente duros con la memoria de tan insigne humanista, cuyo nombre es gloria indisputable de esta Academia. Fue gran literato y poeta mediano; pero no hay composicion suya, aun de las mas endebles, que como dechado de diccion no pueda recomendarse. Y ademas, fue poeta sensato, penetrado de la dignidad de su arte, incapaz de envilecerle en ob- jetos triviales 6 afearle con inmundo desalifio: sacerdote convencido de una religion literaria de muy austera ob- servancia: duro con las flaquezas de estilo de los demas, pero todavia masrigido consigo propio, como lo prueba el increible tormento que daba a sus ideas, hasta encon- trarles la forma que el creia mas perfecta: amanerado sin duda, pero con amaneramiento noble y decoroso: enamorado ferviente de un ideal tecnico; lo cual siem- pre es digno de respeto, y mas en dias en que la lengua y el gusto andaban por el suelo, y en que la cultura lite- raria parecia amenazada por un aluvion de traductores barbaros, de dramaturgos freneticos y de liricos destar- talados e incomprensibles. Si Baralt, como otros muchos, exagero la reaccion y fue a dar en la poesia academica del siglo XVIII, escuela que habia tenido sus grandes dias, pero cuya restauracion era ya inoportuna y tenia que ser infecunda, la misma dureza y extremosidad de la reaccion que simultaneamente con cl hicieron por CLXIV los anos de 1848 diversos criticos, prosistas y poetas, prueba la gravedad de aquel estado de anarquia, y la necesidad de ponerle algiin remedio. La educacion d Hasta la espaciosa plaza Llega, donde le saludan Los ancianos senadores, Y gracias mil le tributan. Mas ipor que veloz el heroe, Atropellando !a turba, Del palanquin salta y vuela Cual rayo que el eter surca ? Es, que ya del caracol Que por los valles retumba, A los prisioneros muerte El eco sonante anuncia. Suspende a lo lejos horrida La hoguera su llama fiilgida De humanas victimas avida Que bajan sus frentes mustias. Llega : los suyos al verle Cambian en placer la furia Y de las enhiestas picas Vuelven al suelo las puntas. «Perd6n» exclama, y arroja Su collar : los brazos cruzan Aquellos miseros seres Que vida por el disfrutan, «Tornad a Mejico, esclavos: Nadie vuestra marcha turba Y decid a vuestro amo , Vencido ya veces muchas, Que el joven Jicotencal Crueldades como el no usa, Ni con sangre de cautivos Asesino el suelo inunda. Que el cacique de Tlascala Ni batir ni quemar gusta Tropas dispersas e inermes, Sino con armas y juntas. Que arme flecheros mas bravos Y me encontrara en la lucha, Con solo una pica mia Por cada trescientas suyas; Que tema el dia funesto Que mi enojo al punto suba : Entonces ni sobre el trono Su vida estara segura. Y que si los puentes corta Porque no vaya en su busca, Con craneos de sus guerreros Calzada hare en la laguna.» Dijo y marchose al banquete Do esta la nobleza junta Y el nectar de las palmeras Entre victores se apura, Siempre vencedor despues Vivio lleno de fortuna ; Mas como sobre la tierra No hay dicha estable y segura, Vinieron atras los tiempos Que eclipsaron su ventura, Y fue tan triste su niuerte Que aun hoy se ignora la tumba De aquel ante cuya clava Barreada de aureas puntas Huyeron despavoridas Las tropas de Moctezuma. LA FLOR DE LA CANA. LETRILLA. Yo vi una veguera Trigueiia tostada, Que el sol envidioso De sus lindas gracias, O quiza bajando De su esfera sacra Prendado de ella . Le quemo la cara Y es tierna y modesta, Como cuando saca Sas primeros tilos — La flor de la cana. La ocasion primera Que la vide estaba De bianco vestida Con cintas rosadas ; Llevaba una gorra De brillante paja, Que tejio ella misma Con sus manos castas, Y una hermosa pluma Tendida, canaria, Que el viento mecia — Como flor de cana. Su acento es divino, Sus labios de grana, Su cuerpo gracioso, Ligera su planta ; Y las rubias hebras Que a la merced vagan Del cefiro, brillan De perlas ornadas, Como con las gotas Que destila el alba, Candorosa ri'e — La flor de la cana, El Domingo antes De Semana Santa, Al salir de misa Le entregue una carta, Y en ella unos versos Donde le juraba Mientras existiera Sin doblez amarla. Temblando tomola, De pudor velada - 78 - Como con la nieve — La flor de la cana. Hablela en el baile La noche de Pascua, Piisose encendida, Descogio su manta Y saco del seno Confusa y turbada, Una petaquilla De colores varias. Diomela al descuido, Y al examinarla He visto que es hecha — Con flores de cana. En ella hay un rizo Que no lo trocara For todos los tronos Que en el mundo haya; Un tabaco pure De Manicaragua Que ajusta la capn, Y en lugar de tripa Le encontre una carta, Para mi mas bella — Que la flor de cana, No hay ficcion en ella; Sino estas palabras: «Yo te quiero tanto Como tii me amas.» En una reliquia De rasete, blanca, Al cuello conmigo La traigo colgada, Y su tacto quema, Como el sol que abrasa En Julio y Agosto — La flor de la cana. Ya no me es posible Dormir sin besarla; — 79 - Y mientras que viv.i No pienso dejarla. Veguera preciosa De la tez tostada, Ten piedad del triste Que tanto te ama ; Mira que no puedo Vivir de esperanzas, Sufriendo vaivenes — Como flor de cana. Juro que en mi pecho Con toda eficacia Guardare el secreto De nuestras dos almas; No dire a ninguno Que es tu nombre Idalia, y si me preguntan Los que saber ansian Quien es mi veguera, Dire que te llamas Por dulce y honesta • — La flor de la cana. A LA SENORA DONA MARIA DE LAS MERCEDES SANTA CRUZ Y MONTALVO, CONDESA DE MERLIN. dA una sola voz suya, a una mirada Apaga Jove el iracundo ''ayo, Depone Marte la sangrienta espada.D QUINTANA. Salve, deidad del nuevo mundo; salve A tu preclara cuna, A tu nombre, a tu magia irresistible, A tu voz dulce, arinonica y sensible, Cuyo menor cautivo es la fortuna. — 8o — Salv^e a mi patria, que nacer te viera, A quien tan puros placemes arrancas, Como el disco genial de rosas blancas Que circunda tu negra cabellera. De mis lares honor, yo te bendigo; Bendigo el astro pio que alumbraba Tu feliz nacimiento. Bendigo de tornar el pensamiento A tu pais natal, que verte ansiaba. Y aun a las verdes olas que rompia -- Aligero el bajel, cuando impetuoso Tesoro tanto a Cuba conducia, De los mares hendiendo el cauce undoso, Las bendice tambien el. alma raia. Tu rostro mixto de azucena y grana, Velado en majestad y esplendor brilla Cual de Venus el astro en la manana, Cuando el alba con perlas engalana El vasto eden de la sin par Antilla: De la Antilla fecunda que te adora, Y no bien galas por tu vuelta viste, Cuando presagia querellosa y triste Que a partir vas, y anticipada llora. jVas a partir! ^Por que tan presto, bella, Del americo mar a la senora Desampara tu huella? ^No te aclamo su mas brillante estrella? Te dio sus dones al nacer, ;y ahora No halla placer tu corazon en ella? En ella que de lirios y azahares Formo el aura balsamica que aspiras; El fuego y brillantez esta en tus ojos De su luciente sol; son sus claveles Breves trasuntos de tus labios rojos, De su cielo tu risa, y el acento Con que leda extasiar sabes las almas, — 8j — Es abreviado en tu meloso aliento La voz de sus arroyos y siis palmas (l). De sus palmas que, al verte en la ribera Del Almendar fecundo, Clamaron impelidas Del cefiro sutil que las meciera: «j Salve, Corina del moderno mundo, A quien hoy electrizashechicera; Todo es cubano en ti; salv'e, habanera !» (jAngel de Santa Cruz y las olvidas? iSorda seras a sus dolientes quejas? ^Ouien, ornato en las fiestas mas lucidas De la Habana sera si tu te alejas? ([Puesque, Camajuani, cuya vertiente En nada cede a la hipocrenea fuente; El Sagua hondisonoso Que del alto Escambray nace a las plantas; Alostrando a sus riberas flores tantas Como arrastra en su fondo arenas de oro; El Agabama undoso, Y el Cauto dilatado y caudaloso Que de gigantes pinos se corona, Menos tu pecho generosoestima, Que el nebuloso clima Donde corren el Sena y el Garona? iPor que temer el tropical esti'o? Gozate en este sol resplandeciente, Queasi es tu corazon, sublime, ardiente, Y asi es tambien el entusiasmo mio. Siempre apacible y transparente el cielo, Banado el aire por la brisa pura, Siempre del mar serena la llanura, (I) Heredia. Siempre de floras alfombrado el suelo, (jXo te decideu a fijar tu estancia En la ignea zona qus tu estirpe aprecia? <;Es mas diafano el cielo de la Francia? >;Son mas bellos los campos de Lutecia? iLauros vas a buscar? Tiende la mano; Senalame a la boveda azulada ; A una sola voz tuya, a ima mirada^ Haras que al sacro templo de Memoria I.as alas de oro rebatiendo suba , Trayendoteal volver una de gloria, Aunque hay sabanas de laurel en Cuba. «Tente, iluso cantor; no es el deseo De lucir en brillantes reuniones El que me impele a repasar los mares, Ni yo desdeno los paternos lares Por lucir de Paris en los salones. La mas noble de todas las pasiones, El amor maternal , el que me hiciera Volar tambien d la Siberia fria, Es quien mi ausencia proxima reclama ; Pasion eterna, y de tan gran valia Por el fulgor de su divina llama , Que ni la puede minorar la fama, Ni la alcanza a pintar la poesia.* — jPor tus hij(ft ! Adios, parte y perdona; Busca en el cielo un lauro inmarcesible, Porque hallar en la tierra es imposible, A tan alta virtud digna corona. j Parte! no temas, y aunque el Ponto fiero Venga la nave a combatir, levanta Tu voz divina en tono lastimero ; Que la furia del liquido elemento Tornaras en letargico desmayo , Y veras a tu cantico doliente Soltar Neptuno el heridor tridente , Apagar Jove cl iraciindo rayo. - 83 - Llega felice, y al pisar la playa Que te espera de Europa al mediodia, Ciiie a tus hijos en fraterno lazo ; Despues del santo maternal abrazo, Otros les da que Cuba les envia, Y no olvides jamas tu patria amada, Esta tierra de paz y de ventura, Ante cuya beldad inmaculada Su antorcha apaga la discordia impura, Depone Marte la sangrienta espada. i Vas a partir, y para siempre acaso ! Vas a lucir del mar a la otra parte, Pero tu nombre en la cubana historia Se esculpira con letras diamantinas. Ya que el hado nos veda contemplarte, Oozaremos al menos la memoria De tus magicas gracias peregrinas; Y saboreando del placer la copa , Con noble orgullo contestar podremos A los artistas de la culta Europa: «Si al Ser Supremo conceder no plugo A la patria dichosa de Varela Un Virgilio, un Byron, un Victor Hugo, Cuando el acento magico resuena De la noble Merlin^ y su laureada Frente se ostenta de atractivos llena, Ni al Tamesis, ni al Po debemos nada; Nada tenemos que envidiar al Sena! PLEGARIA A DIGS. Ser de inmensa bondad, Dios poderoso, A vos acudo en mi dolor vehemente : Extended vuestro brazo omnipotente; Rasgad de la calumnia el velo odioso ^84- Y arrancad este sello ignominicso Con que el mundo manchar quiere mi frente. Rey de los reyes, Dios de mis abuelos, Vos solo sois mi defensor, Dios mio; Todo lo puede quien al mar sombrio Olas y peces dio, luz a los cielos, Fuego al sol, giro al aire, al Norte hielos, Vida a las plantas, movimiento al rio. Todo lo podeis vos, todo fenece O se reanima a vuestra voz sagrada; Fuera de vos, Senor , el todo es nada , Que en la insondable eternidad perece ; Y aun esa misma nada os obedece, Pues de ella fue la humanidad creada. Yo no OS puedo enganar, Dios de clemencia, Y pues vuestra eternal sabiduria Ve al traves de mi cuerpo el alma mia Cual del aire a la clara transparencia, Estorbad que humillada la inocencia Rata sus palmas la calumnia impia. Mas si cuadra a tu suma omnipotencia Que yo perezca cual malvado impio Y que los hombres mi cadaver frio Ultrajen con maligna complacencia, Suene tu voz y acabe mi existencia; Cumplase en mi tu voluntad, Dios mio. D; GERTRUDIS GOMEZ DE AVELLANEDA. D."* GERTRUDIS g6mEZ DE AVELLANEDA. A LA POESIA. jOh, tii del alto cielo Precioso don, al hombre concedido! jTu, de mis penas intimo consuelo, De mis placeres manantial querido! jAlma del orbe, ardiente Poesia, Dicta el acento de la lira mia! Dictalo, si; que enciende Tu amor mi seno, y sin cesar ansio La poderosa voz — que espacios hiende — Para aclamar tu excelso poderio; y en la naturaleza augusta y bella Buscar, seguir y senalar tu huella. jMil veces desgraciado Quien — al fulgor de tu hermosura ciego- En su alma inerte y corazon helado No abriga un rayo de tu dulce fuego! * Que es el mundo, sin ti, templo vacio, Cielos sin claridad, cadaver frio. Mas yo doquier te miro; Doquier el alma, estremecida, siente Tu influjo inspirador. El grave giro — 88 — De la pSlida luna, el refulgenle Trono del sol, la tarde, la alborada Todo me habla de ti con voz callada. En cuanto ama y admira Te halla mi mente. Si huracan violento Zumba, y levanta al mar, bramando de ira; Si con rumor responde sonoliento Placido arroyo al aura que suspira Tu alargas para mi cada sonido Y me explicas su mistico sentido. Al fervido verano, A la apacible y dulce prima vera, Al grave otono y al invierno cano Me embellece tu mano lisonjera: Que alcanzan, si los pintan tus colores, Calor el hielo, eternidad las flores. iQu6 k tu dominio inmenso No sujeto el Senor? En cuanto existe Hallar tu ley y tus misterios pienso: El universo tu ropaje viste, Y en su conjunto armonico demuestra Que tu guiaste la hacedora diestra. i Hablas ! Todo renace ; Tu creadora voz los yermos puebla; Espacios no hay que tu poder no enlace; Y rasgando del tiempo la tiniebla, De lo pasado al descubrir riiinas, Con tu magica voz las iluminas. Por tu acento apremiados, Levantanse del fondo del olvido, Ante tu tribunal, siglos pasados; Y el fallo que pronuncias — transmitido Por una y otra edad en rasgos de oro — Eterniza su gloria 6 su desdoro. - 89 - Tu genio independiente Rompe las sombras del error grosero; La verdad preconiza; de su frente Vela con flores el rigor severo; Dandole al pueblo, en bellas creaciones, De saber y virtud santas lecciones. Tu espiritu sublime Ennoblece la lid; tu epica trompa Brillo eternal en el laurel imprime; Al triunfo presta inusitada pompa; Y los ilustres hechos que proclama Fatiga son del eco de la fama. Mas si entre gayas flores A la beldad consagras tus acentos; Si retratas los timidos amores; Si enalteces sus rapidos contentos; A despecho del tiempo, en tus anales Beldad, placer y amor son inmortales. Asi en el mundo suenan Del amante Petrarca los gemidos; Los siglos con sus cantos se enajenan; Y unos tras otros — de su amor movidos- Van de Valclusa a demandar al aura El dulce nombre de la dulce Laura. i Oh ! No orgullosa aspiro A conquistar el lauro refulgente Que humilde acato y entusiasta admiro De tan gran vate en la inspirada frente: Ni ambicionan mis labios juveniles El clarin sacro del cantor de Aquiles. No tan ilustres huellas Seguir es dado a mi insegura planta Mas — abrasada al fuego que destellas — i Oh genio bienhechor ! a tu ara santa — 90 — Mi pobre ofrenda estremecida elevo , Y una sonrisa a demandar me atrevo. Cuando las frescas galas De mi lozana juventud se lleve El veloz tiempo en sus potentes alas, Y huyan mis dichas como el humo leve, Seras aiin mi sueno lisonjero, Y vere hermoso tu favor primero. Dame que pueda entonces, j Virgen de paz , sublime Poesia ! No transmitir en marmoles ni en bronces Con rasgos tuyos la memoria mia ; Solo arruUar, cantando, mis pesares, A la sombra feliz de tus altares. A LA MUERTE DEL CELEBRE POETA CUBANO DON JOSK MARIA DE HER EDI A. Le poete est semblable aux oiseaux de passage, Qui ne batisent point leur nid sur le rivage. Lamartine. Voz pavorosa en funeral lamento Desde los mares de mi patria vuela A las playas de Iberia; tristemente En son confuso la dilata el viento: El dulce canto en mi garganta hiela, Y sombras de dolor viste a mi mente. j Ayl que esa voz doliente, Con que su pena America denota Y en estas playas lanza el Oceano, «Muri6, pronuncia, el fervido patriota » — 91 — «Muri6, repite, el trovador cubano* ; Y un eco triste en lontananza gime, « jMurio el cantor del Niagara sublime ! » lY es verdad? <; Y es verdad? ^La muerte impia Apagar pudo con su soplo helado El generoso corazon del vate , Do tanto fuego de entusiasmo ardia ? (iNo ya en amor se enciende , ni agitado De la santa virtud al nombre late? Bien cual cede al embate Del aquilon sanoso el roble erguido, Asi en la fuerza de su edad lozana Fue por el fallo del destin-o herido Astro eclipsado en su primer manana, Sepultanle las sombras de la muerte , Y en luto Cuba su placer convierte. i Patria ! ; Numen feliz ! ; Nombre divino ! ; Idolo puro de las nobles almas ! j Objeto dulce de su eterno anhelo! Ya enmudecio tu cisne peregrino iQuien cantara tus brisas y tus palmas , Tu sol de fuego, tu brillante cielo? Ostenta , si, tu duelo, Que en ti rodo su venturosa cuna. Por ti clamaba en el destierro impio, Y hoy condena la perfida fortuna A suelo extrano su cadaver frio , Do tus arroyos, \ ay ! con su murmullo No daran a su sueno blando arrullo. ; Silencio ! de sus hados la fiereza No recordemos en la tumba helada Que lo defiende de la injusta suerte. Ya reclino su languida cabeza — De genio y desventuras abrumada — En el inmovil seno de la muerte. ^Que importa al polvo inerte, * — 92 — Que torna a su elemento primitivo, Ser en este lugar 6 en otro hollado ? i Yace con el el pensamiento altivo? Que el vulgo de los hombres , asombrado Tiemble al alzar la eternidad su velo; Mas la patria del genio esta en el cielo. Alii jam^s las tempestades braman , Ni roba al sol su luz la noche obscura, Ni se conoce de la tierra el lloro Alii el amor y la virtud proclaman Espiritus vestidos de luz pura , Que cantan el Hosanna en arpas de ore. Alii el raudal sonoro Sin cesar corre de aguas misteriosas , Para apagar la sed que enciende al alma ; — Sed que en sus fuentes pobres, cenagosas, Nunca este mundo satisface 6 calma. — Alii jamas la gloria se mancilla , Y eterno el sol de la justicia brilla. (J Y que, al dejar la vida, deja el hombre El amor inconstante; la esperanza, . Engafiosa vision que lo extravia ; Tal vez los vanos ecos de un renombre Que con desvelos y dolor alcanza ; El mentido poder; la amistad fria; Y el venidero dia — Cual el que expira breve y pasajero — Al abismo corriendo del olvido Y el placer, cual relampago ligero, De tempestades y pavor seguido Y mil proyectos que medita a solas, Fundados, jay! sobre agitadas olas? De verte ufano, en el umbral del mundo El angel de la hermosa poesia Te alzo en sus brazos y encendio tu mente; Y gra lanzas, Heredia , el barro inmundo — 93 — Que tu sublime espiritu oprimia, Y en alas vuelas de tu genio ardiente. No mas, no mas la mente Destino tal nuestra ternura ciega, Ni la importuna queja al cielo suba jjVIurio! A la tierra su despojo entrega, Su espiritu al Sefior, su gloria a Cuba; jQue el genio, como el sol, llega a su ocaso, Dejando un rastro fulgido su paso! EL GENIO POETICO, A MI RESPETABLE AMIGO EL EXCMO. SR. D. JUAN NICASIO GALLEGO. Parece , brilla, pasa la hermosura, Cual flor que nace y muere en la manana; Sombra es el mando, sueno la ventura, Humo y escoria la grandeza humana; Las moles de arrogante arquitectura, Con que su nombre en ensalzar se afana , Voraz el tiempo— que incesante vuela — Con la huesa del pobre las nivela. Ceden al peso de tan ferrea mano Torres soberbias, cupulas doradas i Los monumentos del poder humano Ya escombros son y ruinas mutiladas ! De Menfis y Palmira en polvo vano Se dispersan las glorias olvidadas; i Y de la antigua Grecia los prodigios Dejan apenas d6biles vestigios ! Pidlago sin riberas ni reposo , Hinchado de perennes tempestades, Sigue el tiempo su curso impetuoso — 94 — Siempre tragando y vomitando edades. A su impulse cediendo poderoso, En desiertos se truecan las ciudades , Y leyes, ara, purpura y diadema Se hunden al fallo de su ley suprema. Todo sucumbe a la eternal mudanza; Por ley universal todo perece ; El genio solo d eternizarse alcanza, Y como el sol eterno resplandece. Al porvenir su pensamiento lanza, Que con el polvo de los siglos crece, Y en las alas del tiempo suspendido , Vuela sobre las simas del olvido. La gloria de Maron el orbe llena; Aun suspiramos con Petrarca amante; Aun vive Milton, y su voz resuena En su querube armado de diamante. Rasgando nubes de los tiempos, truena El rudo verso del terrible Dante, Y desde el Ponto hasta el confin Ibero, Retumba el eco del clarin de Homero. Aun conservan las Musas cual tesoro La inspiracion de Sofocles profundo, Y ornado de su trigico decoro Se alza Racine, admiracion del mundo... Aun nos arranca Shakespeare el lloro; Aun nos cautiva Calderon fecundo; Que la palabra augusta del poeta ;A la ley de morir no esta sujeta! Pontifice feliz de la belleza, En cuyo amor purisimo se enciende. El domina del vulgo la rudeza, Y con soplo inmortal su culto extiende. Le ensena arcanos mil naturaleza, Y otra riistica voz, que el solo entiende; — 95 — Porque, huesped del mundo inteligible, Vive con lo existente y lo posible. De cuantos seres, de su ingenio hechura, Divinizo la griega fantasia, Y al nombre excelso de deidad mas pura Desparecieron del Olimpo un dia, Tan solo el culto inextinguible dura Del numen de la hermosa poesia, En cuyas aras el incienso humea Por cuanto cine el mar y el sol otea. jMil veces venturoso, ilustre amigo, Quien como tii merece sus favores, Y del lauro que ostentas y bendigo Se adorna con divinos resplandoresi Bien que de lejos, tus pisadas sigo, Llevando al ara mis humildes flores, Y al escuchar los ecos de tu fama, Siento que activa emulacion me inflama. A EL. En la aurora lisonjera De mi juventud florida, En aquella edad primera — Breve y dulce primavera, De tantas flores vestida — Recuerdo que cierto dia Vagaba con lento paso Por una floresta umbria, Mientras que el sol descendia Melancolico a su ocaso. Mi alma — que el campo enajena- Se agitaba en vago anhelo, - 96 - Y en aquella hora serena — De mistico encanto llena Bajo del torrido cielo — Me parecio que el sinsonte Que sobre el nido piaba; Y la luz que acariciaba La parda cresta del monte, Cuando apacible expiraba; Y el cefiro, que al capullo Suspiros daba fugaz; Y del arroyo el murmullo, Que acompanaba el arruUo De la paloma torcaz; Y de la oveja el balido, Y el cantico del pastor, Y el sonoliento rumor Del ramaje estremecido jTodo me hablaba de amor! Yo — temblando de emocion — Escuche concento tal, Y en cada palpitacion Comprendi que el corazon Llamaba a un ser ideal. Entonces jah! de repente, — No como sombra de un sueno, Sino vivo, amante, ardiente — Se presento ante mi mente El que era su ignoto dueno. Reflejaba su mirada El azul del cielo hermoso; No cual brilla en la alborada, Sino en la tarde, esmaltada Por tornasol misterioso. — 97 — Ni herculea talla tenia; Mas esbelto — cual la palma — Su altiva cabeza erguia, Que alumbrada parecia Por resplandores del alma. Yo, en profundo arrobamiento, De su halito los olores Cogi en las alas del viento, Mezclado con el aliento De las balsamicas flores; Y hasta su voz percibia — Llena de extrana dulzura — En toda aquella armonia Con que el campo despedia Del astro rey la luz pura. jOh alma! di: iquien era aquel Fantasma amado y sin nombre? iUn genio? ^Un angel? iUn hombre? ;Ah, lo sabes! era el: Que su poder no te asombre. Volaban los anos y yo vanamente Buscando segui'a mi hermosa vision Mas dio al fin la hora ; brillar vi tu frente: Y «es el», dijo al punto mi fiel corazon. Porque era, no hay duda, tu imagen querida — Que el alma inspirada logro adivinar — Aquella que en alba feliz de mi vida Mire para nunca poderla olvidar. Por ti fue mi dulce suspiro primcro; Por ti mi constante, secreto anhelar Yen balde cl destino — mostrandose fiero — Tendio entre nosotros las olas del mar. _ 93 - Buscando aquel mundo que en suenos veia, Surcolas un tiempo valiente Colon Per ti — sueno y mundo del anima mia^- Tambien yo he surcado su inmensa extension. Que no tan exacta la aguja al marino Seiiala el lucero que lo ha de guiar, Cual fija mi mente marcaba el camino Do hallar de mi vida la estrella polar. Mas jay! yo en mi patria conozco serpiente Que ejerce en las aves terrible poder Las mira, les lanza su soplo atrayente, Y al punto en sus fauces las hace caer. ^Y quien no ha mirado gentil mariposa Siguiendo la llama que la ha de abrasar?... ^O quien a la fuente no vio presurosa Correr a peraerse sin nombre en el mar ?... j Poder que me arrastras ! iSeras tii mi llama? iSeras mi oceano? ^Mi sierpe seras? iQue importa? Mi pecho te acepta y te ama, Ya vida, ya muerte le aguarde detras. A la hoja que el viento potente arrebata, (jDe que le sirviera su rumbo inquirir.? Ya la alee a las nubes, ya al cieno la abata, Volando, volando le habra de seguir. AMOR Y ORGULLO. I. Los negros cabellos Al viento tendidos, Los ojos hundidos, — 99 — March ita la tez, Hoy llora humillada La hermosa Maria, Ejemplo algiin dia De altiva esquivez. Su pecho acongoja Profundo quebranto; No alivia su llanto Su acerbo dolor; Que en triste abandono Su amante la deja, De bronce a su queja, De hielo a su ardor. El alba tres veces Ha visto su pena, La luna serena Tres veces tambien; Y lenta una hora Tras otra ha seguido, Sin que haya traido Ninguna a su bien. Ni un punto la noche Sus ansias sosiega, Que el sueno le niega Su efimera paz; Insomne a los vientos Les cuenta su historia Guardo mi memoria Su canto fugaz. IL «Un tiempo hollaba por alfombra rosas; Y nobles vates, dc mcntidas diosas Prodigabanme nombres; Mas yo, altanera, con orgullo vano, Cual aguila real al vil gusano, Contemplaba a los hombres.» «Mi pensamiento — en temerario vuelo — Ardiente osaba demandar al cielo Objeto a mis amores: Y si a la tierra con desd6n volvia Triste mirada, mi soberbia impia Marchitaba sus flores.» «Tal vez por un momento caprichosa Entre ellas revole, cual mariposa, Sin fijarme en ninguna; Pues de mistico bien siempre anhelante, Clamaba en vano, como tierno infante Quiere abrazar la luna.» «Hoy, despenada de la excelsa cumbre, Do ose mirar del sol la ardiente lumbre Que fascino mis ojos, Cual hoja seca al raudo torbellino, Cedo al poder del aspero destino i Me entrego a sus antojos ! » «Cobarde corazon, que el nudo estrecho Gimiendo sufres, dime: ique se ha hecho Tu presuncion altiva? iQue magico poder, en tal bajeza Trocando ya tu indomita fiereza, De libertad te priva?» «iMisero esclavo de tirano dueno; Tu gloria fue cual mentiroso sueno, Que con las sombras huye! Di, ique se hicieron ilusiones tantas De necia vanidad, debiles plantas Que el aquilon destruye?» — lOI — «En hora infausta a mi feliz reposo, ^No dijiste, soberbio y orgulloso: . f — Quien domara mi brio? jCon mi solo poder hare, si quiero, Mudar de rumbo al cefiro ligero Y arder al marmol frio ! — » «iFunesta ceguedad! jDelirio insane! Te grito la razon Mas jcuan en vano Te advirtio tu locura! Tii misma te forjaste la cadena, Que a servidumbre eterna te condena, Y a duelo y amargura.» «Los lazos caprichosos que otros dias — Per pasatiempo — A tu placer tejias, Fueron de seda y ore: Los que hora rinden tu valor primero Son eslabones de pesado acero, Templados con tu lloro.» <.v (Nota de l.uaces). — 149 — CAIDA DE MISOLONGI. (canto DE GUERRA DEL GRIEGO.) / Vengaiiza, griegos: Mtsolotigi en rtiinas Baj'o el alfanje de Ibrahim cay 6! I Halle siempre el muslin^ cual en sus miiros, Al griego muerto, pero esclavo no! Cayo el baluarte de la antigua Etolia Del fiero Islam en las sangrientas garras; Que ayudo a las infieles cimitarras, Aun mas que el hambre, criminal traicion. Vendidos nuestros miseros hermanos Reposan en sangrienta sepultura. jSiempre acompane, en su mansion obscura, Al nuevo Ephialtes nacional baldon! / Venganza, griegos etc. Yo he visto, combatiendo hasta la muerte, A las falanjes griegas valerosas, Primero que la mano a las esposas, Presentar al acero el corazon. jAy! Yo he visto a las ti'midas mujeres, Ardiendo en llamas de entusiasmo vivo, Antes que el cuerpo al vencedor lascivo, El alma dar con entereza a Dios. /Venganza, griegos , etc. En el campo murieron los soldados, Murio el etolio en la ciudad sagrada; Y fu^ tanta la sangre derramada, Que el mar, de verde, se troco en carniin. Cercado de cadaveres cristianos — 150 — De la llama a las rafagas ardientes «Exterminad, exterminad, creyentes!* Clamaba ronco el musulman chaik. / VeJiganza, griegos , etc. Ya son ruina y no mas aquellos muros, Altivas torres, solidos baluartes, Donde floto en soberbios estandartes Del Hombre-Dios la enrojecida cruz. jVenganza, griegosi iMisolongi ha side! jSangre por sangre, crimenes por crimen! jinfamia a los cobardes que se eximen De comprar, batallando, un ataiid! / Venganza^ griegos , etc. ^No ois, no ois el grito de venganza Que en Grecia toda repetir se escucha? jVenid, valientes! Renaci6 la lucha, jLa gloria siempre del osado fue! Si el turco se debate a vuestras plantas, Lanzad contra el, indomito, el caballo, Y rompa el ferreo y resonante callo La hurailde frente del postrado infiel. / Venganza^ griegos , etc. jAl arma todos! Al combate luego; Y que sepa Mahamud, nuestro verdugo, Que el griego sable, quebrantando el yugo, El yatagan del barbaro mello. jAl arma, al arma, desnudad el hierro! iQuebrantad las cabezas agarenas! jRompedles en las frentes las cadenas, Y que expiren de rabia y de baldon! jVenganza ^ griegos , etc. Las sombras ya palpitan de entusiasmo De vuestros nobles , bravos ascendientcs. ; AlH esta MaratonI ;Mirad, valientes, Donde Platea y Salamina estan! Cuando triunfantes del Islam impuro La santa cruz elevareis gloriosa , Rompiendo el marmol de la tumba honrosa, Philopemen la frente asomara. / Venganza , griegos , etc. El silencio responda a sus clamores; A sus alfanjes oponed espadas, Y a sus garzotas de color, preciadas, El gorro frigio audaces presentad. jAdelante, adelante! jHerid! ;Son vuestros! El Senor los entrega a la venganza. jSuene el clarin, y la nudosa lanza Cien cuerpos do clavarse encontrara ! /Venganza^ griegos , etc. Los Santos, los patriarcas consagrados, Por contrastar el infernal delirio, Con las sangrientas palmas del martirio Cineron bravos la modesta sien Si ban podido unos debiles ancianos Regar con sangre propia sus laureles, iXo podremos, muriendo, los donceles Alartirio santo recibir tambien } J Venganza ^ griegos , etc. Pensad, palideciendo, que esos viles Vuestras esposas, sin pudor robaron , Y con ellas las salas adornaron Del haren voluptuoso del Sultan. Y vuestras hijas pudorosos lirios, Por la fuerza brutal arrebatadas, — 1C2 Se vieron en los brazos arrojadas Del despotico y barbaro baja. jVenganza^ gricgos , etc. jVolad, volad! jBatid a los tiranos; Degollad al vasallo y los emires; Haced con los flotantes cachemires Gualdrapas al caballo vencedor! jRomped sus haces! jDerramad su sangre! jVtnganza por la patria dolorida! jY si es preciso que perdais la vida, Perdedla, griegos, en la lid feroz! / Venganza ^ griegos...,.^ etc. iQue es la vida del griego? Lenta muerte, Vida de mengua y abyeccion infame, En que sucumbe 6. abatido lame La vil cadena que le cine el pie. ;0h manes de Trasibulo y Harmodio, Oh sombra gigantesca de Tirteo ! (Antes que viva deshonrado Alceo, Que el griego muera combatiendo haced! / Venganza , griegos , etc. La Grecia toda se despierta armada. jVenid, venid con reposado pecho! jQue asista Dios al de mejor derecho, Y nuestras frentes cenira el laurel! De Misolongi el pavoroso grito Con bronco estruendo repitio el Pireo: Salvo el jonico mar, salvo el Egeo, Y a Europa y Asia retumbando fue. j Venganza^ griegos , etc. Llego k las nubes el terrible acento, — 153 — y, en el cielo, se alzaron, por legiones, Depuestas de la tierra las pasiones, Los heroes griegos de remota edad. Con la sombra del bravo Aristomenes Las de Arato y Filipo se abrazaron y crujiendo las lapidas, saltaron De los califas que adoro Bagdad. / Ve7iganza ^ griegos , etc. ya la Bretana a combatir se arroja, Nos manda bravos la gentil Lutecia. iCual sol naciente se alzara la Grecia, Cual Misolongi caera Estainbul! Y cuando avance el moscovita fiero, y mire el turco su guerrera tropa, Ese tartaro estiipido de Europa Postrado en tierra adorara a Jesus. / Venganza , griegos: Misolongi en rninas Bajo el alfanje de Ibrahim cayo! I Halle siempre el muslin, cnal en sns mu70S, Al griego miierto^ pero esclavo no! LA LUZ. Cuando era el caos en obscura masa Los cuerpos y en confusa muchedumbre, La inmensidad llenaban del vacio. No obedecieron al calor ni al frio Los identicos atomos; Rechazabanse todos con desvio, Y la materia inerte, Sin mezclar sus iguales elementos, El germen confundiendo de la vida Con el terrible germen de la muerte, Vencedora una vez y otras vencida, — 154 — Con el ser y no str se eternizaba , Por la vida y la muerte combatida. Presidiendo al desorden espantoso En que todos los cuerpos se fundieron , Inmensa obscuridad solo reinaba Donde el poder activo divagaba. Por la «faz del abismo» Las opacas tinieblas se extendieron, Y con sus alas densas envolvieron La negra masa que a sus pies flotaba. Pero truena la voz omnipotente; Y al jhdgase la Inzf como un torrente Broto la luz; las masas se movieron, Y heridas con el rayo refulgente, Las sombras con pavor retrocedieron. jBroto la luz! Y luego en el instante Se pudo ver la creacion inmensa Que iba a. nacer al superior precepto Era el eter azul, diafano el ri'o, Dibujabase vago el horizonte, Al sol verdeaba el encumbrado monte, Y del mirar de Dios a las centellas La luna y las eslrdlas Tachonaban el concavo vaclo. De la concha el estupido habitante Torpemente arrastrabase en el suelo, Y el insecto dorado en sordo vuelo La miel libaba de la flor fragante; Mientras que altivo, noble, rozagante Con sonoroso callo, Batia la tierra indomito el caballo Y marchaba pesado el elefante. jSalve, salve la luz! Sin su destello Fuera el mundo una carcel tenebrosa. No pudiera el garzon, hebra por hebra, De la virgen hermosa Contar rizo el magnifico cabello. No vieramos la perfida culebra De brillantes y auriferas escamas, Ni la rayada piei del agil cebra Del bosque espeso antra las verdes ramas. En el color, igual fuara el zafiro A la radiante purpura de Tiro; La fiilgida esmeralda Del rudo monta a la escabrosa falda, Y en triste obscuridad, la noche umbria, Sin producir distintos los colores, Sobre el mundo y la luz imperaria. • Que suave sentimiento Henchido de consuelos apacibles, No inspira del mortal al pensamiento El rayo amarillento De la modesta luna, Rompiendo luminoso en la laguna Que apenas riza el adormido viento! jCuan divina aparece la hermosura De blanca vestidura, Cuando en los anchos pliegues del ropaje Con rayo melancolico fulgura El apacible astro! jOh! jCuanto mas aumcnta Su palida blancura Si detras del ramaja El candido cnntorno de alabastro A la beldad dormida acecha ardiente, Y haciando penatrar en la espesura Un rayo solamente, Mientras que el rostro permanece en sombra, Le da un toque de luz sobre la frente! Tal vez en playas dilatadas, solas La luna brilla en la mojada arena Plateando los arbustos que mds lejos Las ramas tienden en florido llano. - 156 - iHermosa reina entonces! Mas parece De mas severa majestad ornada Al rielar en los mares despenada En linea movil, que se busca en rano, Como ruta de fuego que en las olas A los Genios del mar brinda Oceano. En noche tenebrosa, Cuando sopla iracundo Boreas frio, Y la airada tor men ta borrascosa Los costados azota del navio, (Cuan fulgida y hermosa Al nauta que desmaya Aparece la luz que brota amiga En la extension del pielago desierto, Y anuncia alegre en la remota playa La entrada facil del nativo puerto! jTodo lo tine, todo lo inatiza El alma luz! Aligera, impalpable, El cristal atraviesa; Entre diversos cuerpos se interpone, Sus atomos unidos descompone Y otro cuerpo admirable Al impulso del rayo se produce. La luz incomparable Tine el tronco del arbol corpulento; Pinta las rosas, brilla en el rocio, Tiembla en las olas del Oceano frio, La claridad esparce vespertina, El minarete arabigo ilumina, Del coco juega en el penacho airoso; Y, en alas de su mismo poderio, Sube a la torre que defiende el foso Y al foso baja que circunda el rio. jEn todo esta la luz! Ya reverbera En el astro monarca de la esfera, Del Oceano fosforico en la orilla, Del cometa en la rubia cabellera. En el cocuyo esplendorosa brilla; Y en las talladas faces del diamante, Rompida en rayos mil, luce brillante. En las ondas del aspero torrente Luminosa resalta, Y en el vertice negro y espumante, En rapido cambiante, Brilla, chispea, se sumerge y salta. Vese en el hielo de la alzada cumbre; Que se agita parece Del siibito relampago en la lumbre; Y en septuples fulgores, Rompiendo de las aguas los vapores, En las Dubes se mece, Y en arco de vivisimos colores, Reflejada en el Iris resplandece. ;0h, bienaventurado el que disfruta La luz de las pupilas! Un espejo En el mundo vera do se retrata El poder de su Autor. Come el reflejo Revela del diamante la presencia, En el rayo postrero que en la altura Deja el sol al hundirse en Occidente, La huella mirara deslumbradora Que deja del Senor la vestidura. Vera en el rayo su vivaz mirada; Y al contemplar en todo difundida La luz apetecida, Dira con un suspiro: «;Porqueen la luz tus atributos miro »Que niega en vano el orgulloso ateo, »Senor, me postro, y en tu nombre creo!» Cuando al llegar el postrimero dia, Sin lumbre el sol ni la apacible luna, En el caos profundo De la nada sombria De nuevo lorne d sumergirse el mundo, De sus leyes rompida la armonia, <;Tambien te apagaras, luz refulgente? jAli, no, jamas! Cuando lucir no puedas En torrentes ni floras Ni en iris centellantes de colores, Del mundo viendo el funeral destino, Subiras al Empireo arrebatada Per radios mil de lustre diamantino: Y tu apacible transparente rayo De la inmortal Jerusalen celeste Alumbrara las perfumadas calles, y del Eden en los floridos valles Del mismo Dios la recamada veste. Y santos y profetas y doctores Exclamaran con misticos loores Como en un tiempo la nacion hebrea Del poder del egipcio libertada Por la mano de Dios. «iSantificado »Sea el nombre del Senor! jBendito sea, »Y por todos los siglos alabado !» ORACION DE MATATf AS. (canto biblico.) Senor, tu diestra inexorable alzada Cayo sobre nosotros ; Y en la corriente del Jordan sagrada Band el Asirio sus domados potros. De Benjamin y de Juda los justos Sollozan con espanto; Los debiles se postran, los robustos Se cubren la cabeza con el manto. — 159 — Los agiles de pies, a los desiertos Huyeron advertidos, Y los de fuertes brazos fueron muertos Y en afrentosas cruces suspendidos. No hay varon de saber que no se vea En torpe cautiverio; Y reina en las campinas de Judea La espantable quietud del cementerio. De tu pueblo, Senor, con los caudales Los crueles levantaron Un alcazar que barre los umbrales Del templo en que los justos te adoraron. Aplaude al contemplar la ciudadela El barbarc Idumeo, En tanto que el asirio centinela Rechaza de las aras al hebreo. El caliz de la afrenta, hasta las heces Nos dio a beber tu mano, Y solo vemos extranjeros jueces En vez del sacerdote y del anciano. Nuestro dueno vigila nuestras fiestas, Ya bailes, ya festines, Y apaga nuestras timidas orquestas Con el ruido triunfal de sus clarines. Donde quiera que el pueblo se alboroza Acuden los malvados, Y cuando el ^stil nuestra espalda roza, Nos vemos por sus risas afrentados i Senor, Senor, el caliz ya rebosa! iPiedad para tus hijos ! (Los dardos de tu ira temerosa Mire el tirano en sus entranas fijos! — i6o — iQue te sienta, y que tiemble, y palidezca; Y en sus brazos opresos Que la morbida carne se entumezca Que se hiele la medula en sus huesos! jQue el frigido sudor de la agonia Sus cabellos inunde; Y al entreabrir los ojos, noche umbria, Con el sol en el cenit lo circunde! jNo tengan, para el, llanto los ojos De libres ni de siervos; Disputense sus fiinebres despojos Las hienas, y los lobos, y los cuervosi iDadnos, dadnos, Senor, un varon fuerte Segiin nuestro deseo, Como el intonso que llevo la muerte Y el fuego y el terror al filisteol ; Senor, que vuele cual leon hambriento Que ataca los pastores; Que al soplo irresistible de su aliento Se postren de Judea los senores! ;Que pagando sus perfidas maldades Se abatan sus soldados, Y que busquen refugio en sus ciudades Por panico terror aguijoneados! jQue donde plante vencedora tienda Los invasores cieguen; Que al ronco ruido de marcial contienda Las dispersadas tribus se congreguen! ; Por el centfo hostigados y los flancos Perezcan los infieles ! iPrecipita, Senor, en los barrancos Jinetes, peones, carros y corceles ! — ]6i — jDadnos, dadnos, Senor, un varon fuerte Segun nuestro deseo, Como el intonso que llevo la muerte Y el faego y el terror al filisteo! Mas si acaso desoyes nuestras preces, Fortalece al anciano; jDale, Senor, de los antiguos jueces El firme pecho, la robusta mano! Mis hijos todos Judas el primero, De los viles azote, Ceniran los arneses del guerrero; Sera su capitan el sacerdote. Acaso moriran, porque tu brazo No aflige al enemigo; Pero al cumplir el invariable plazo, En tumba honrosa yaceran conmigo. Y algun valiente que el morir no arredra, Con funebres trofeos, Acaso grabe sobre tosca piedra : «iAqui duermen los ultimos hebreosI» •(Mas no! En la losa leera el Asirio, De rabia y pena loco: «iCubierto con las palmas del martirio, Aqui reposa el vencedor de Antioco!^ Pronto, muy pronto, entre clamor inmenso Reluciran las teas ; La misma diestra que te ofrece incienso Armada se alzara jBendito seas! l62 — EL TRABAJO. ODA PREMIADA POR EL LICEO DE LA HABANA EN LOS JUEGOS FLORALES DE 1 867. (FRAGMENTOS.) II «st encore des gloires a chanter Beranger. lUn lauro? jYo tambien! Dentro del seno, Que se levanta ardiente, Siento la inspiracion, como un torrente Despenarse y hervir Ya no refreno Su fuerza omnipotente; Que al indomito ardor que me transporta, En vano debatiendome resisto; Como en vano la Pithia contrastaba Al frenetico Dios Ya delirante Mi pecho fuego aspira Obedeciendo al genio que me inspira La cabeza imperterrita levanto; Y aunque mi acento sofocado expira, Me agito y lucho, y me revuelvo jy canto! En vano en fuego el Ecuador se inflama, Que agrieta prado y huerta; En vano el polo en su llanura yerta, Esteril hielo sin cesar derrama; En vano en la desierta Soledad del Sahara esparcen muerte Arenales candentes y movibles El carey y la boa desafian El ardor tropical; pieles velludas El armino y el oso, Del Boreas cruel al halito silboso, Oponen en los circulos polares; -. i6^. - Y arrostra el dromedario vigoroso, En ondeante arenal s6lidos mares. Pero ique oso decir? <:Do me arrebata La indocil fantasia, Calumniando la gran sabiduria Que comprendida mas, mis se aquilata? jPerdon de mi osadia! jDesheredado el hombre! ^El hombre libre, Tmagen de su autor? jMiradle inerme, Pero ostentando la brillante aureola Que la augusta razon pone en su rostro! Alza la frente noble Con la altanera majestad del roble, Y, cual risco que el mar en vano bate, Domina osado con pujanza doble La fuerza colosal que lo combate. Esa debilidad que sin defensa Condenarlo parece A cobarde impotencia, lo engrandece Haciendole abrazar orbita inmensa. La lucha lo endurece; Necisidad fatal hace que humille Del trabajo a la ley libertadora La altiva frente; y todo, desde entonces, Con su indomable voluntad subyuga. Las olas sublevadas Contempla en su bajel despedazadas; Y, ajeno el pecho de letal desmayo, En mengua de las nubes inflamadas, Desarma el cielo y aniquila el rayo Todo al trabajo Salvador invita Como a ley inviolable. Y iguay del pueblo que en quietud culpable Y en enervante ociosidad dormita! jMirad la feria estable — 164. — Del profanado golfo de Guinea! Alii, donde sus ramos vigorosos Extiende el boabab..... con anchos rios, Profundos lagos y altaneros monies, Bajo un sol esplendente. Perfumes aspirando en el ambiente; Selvatico, feroz, sordido, insano, Parece herido en la tostada frente De eterna maldicion el africano. Danle, en vano, sus tlerras a porfia Los frutos de mis precio, Que desdena, con rudo menosprecio, Su selvatica y riistica apatia. Opone al soplo recio Del austro abrasador la piel desnuda; «Derriba el drbol por lograr el fruto.» Y rendido a medroso vasallaje, Despota en el hogar, siervo en la plaza, Por esposas austeras Adopta esclavas, yermos por fronteras, Por victima aceptable, al menos fuerte, Monstruos por dioses, por monarcas fieras, Por codigo el terror, por juez la muerte. Volved, volved ahora la mirada Al pais de ventura Donde tiene en su templo la cultura La estatua del trabajo entronizada. El hombre se apresura, De las campanas al primer tanido, A emprender la fructifera tarea, Y del cincel responde al ruido leva El sonoro golpear del rudo mazo. . . . Los rapidos vagones Atraviesan del Natchez las regiones, Mil naves surcan el ruidoso puerto, Y uniendo con un hilo las naciones, La palabra veloz cruza el desierto. — i65 — Belgica adorna los vistosos trajes De altivas hermosuras, Recamando las regias vestiduras Con la espuma sutil de sus encajes; Ricas manufacturas Del algodon con las nevadas motas Ofrece al mundo la insular Bretana; La incognita Cathay hace que brote Crujiente seda de capullos toscos; Y alia do el Indo bebe, Sus ricos chales Cachemira embebe En indigo gentil, en verde arcilla, Y en la soberbia purpura que debe Al punzante nopal, la cochinilla. A Safo triste, a la feroz Medea El escultor da vida: El pintor, a Natura sorprendida, Aun con ser tan hermosa, la hermosea: La musa escandecida Del poeta conmueve al universo; Vidas arranca a la turbada muerte Hibil Galeno; el quimico profundo Destroza el velo al sigiloso crimen; Y la justicia armada, Cual electrica nube desatada, Truena en la voz del orador gigante, Y arranca la inocencia encadenada Al ferreo brazo del poder triunfante jOh Cuba, oh patrial Si a mi acento rudo Tan grave senda hollaras! Ve desiertos tus bosques seculares, Tus tierras despobladas, Tus faciles montanas nunca hoUadas, Sin explotar tus proceres pinares jCorre, pueblo, A bandadas: Traza, desmonta, surca, siega, trilla, — i66 — Y abastece tus avidos graneros ! A la sierra oriental arranca el cobre, El oro y plata al Escambray fragoso; El marmol que altaneras Encierran tus incognitas canteras, Talla con el cincel del estatuario; jY opon a las industrias extranjeras Apto competidor, digno adversario! Trabajo vencedor, ique no ha podido En su'tenaz constancia El humano alcanzar, con la arrogancia Que luchando y venciendo ha conseguido? Su audaz perseverancia Convierte en mar el arroyuelo humilde, Con ferreos puentes los abismos doma, Escruta las entranas de la tierra, Del eter mide la region vacia; Y rasgado el niisterio Con que se vela el concavo hemisferio, Tanto su propia magnitud excede, Que extendiendo la esfera de su imperio, Se acerca a Dios cuanto acercarse puede. Mas ya a la activa humanidad parece Del pastor trashumante Fatigosa la vida, y el cortante Docil arado su fruicion acrece. Alii, con hoz tajante, Del trigo abate la cargada espiga; Aqui, la oliva palida comprime; Am, convierte en perfumado nectar De la alta parra el liberal racimo; Y de Groelandia al Moro, Para hacer mas fructifero el tesoro Que de la madre tierra arranca al seno, Doma al caballo, disciplina al toro, Subyuga al llama y domestica al reno. — 167 — Y no contento aun, vedlo marino Y mercadante osado, Los rugidos del mar alborotado Menospreciar, por fin, en fragil pino; Al desierto abrasado Lanzar sus caravanas incansables, Y de Cartago a la remota Escitia, De Tule a Gades, de Getulia a Menfis, Trocar por los arabigos perfumes Las lanas de Mileto, Por el ebano grave y blando abeto, Joyeles ricos que la industria esmalta, Y por la blanca cera del Himeto, La plata ibera y el coral de Malta. i Pueblos, perseverad! No ya el trabajo, En degradante empleo, Se ve como el antiguo Prometeo, Martir eterno en escabroso tajo. A un regio devaneo No se encorvan las castas deprimidas, Ni expiran los obreros a millares, Ni se elevan con ayes los colosos, Ni se rompen con llanto las canteras. Tan viles tradiciones Se hundieron del olvido en las regiones iNo hay espartanos ya; ya no hay ilotas! • jNi diezman a Israel los Faraones, Ni humana sangre se derrama a gotas! Que, en fin, la humanidad engrandecida, Con manos liberales, Adorna con laureles inmortales Del obrero la frente ennoblecida. Con brazos paternales El hombre estrecha al hombre, y no sucumbe EI sabio ilustre en abrasante hogucra. (Milton y Shakspeare tienen mausoleos, FrankHn, Watt, Palissy, tienen estatuas! — lo8 — Con firmes fundamentos Se elevan al trabajo monumentos; Y el genio vence su contraria suerte, Conquistando con altos pensamientcs La gloria en vida y el panteon en muerte. jY ved los frutos, ved! A los tallados Monies artificiales, Por desnudos y miseros mortales Al crujir del azote levantados; A templos colosales Monolitos de solo una montana, Mayores obras nuestro siglo opone: Humeda arena, que en Ed6n convierte, Arranca al mar en fatigosa lidia, Con dique portentoso: En las aguas del Michigan famoso Alza en el tiinel colosal trofeo: Taladra a Suez, suprime al Tormentoso, Y al Ardbigo mar lanza el Egeo. jVenced esos prodigios! Agrupaos, jOh pueblos decaidos! Y hareis brotar mil rayos encendidos De la infecunda obscuridad del caos. Todos, todos unidos En el congreso universal, alcemos Al trabajo tenaz himnos triunfantes. jNingun reposo, obreros! Inflexibles Prosigamos con alma decidida La ruta comenzada jY la ciudad inerte 6 estragada Que a labor noble la inaccion prefiera, Por celeste anatema fulminada Viva en la infamia, y en la infamia muera! D. JUAN CLEMENTE ZENEA. D. JUAN CLEMENTE ZENEA. FIDELIA Et dans chaque feuille qui tombe Je vois un presage de mort. MiLLEVOTK. jBien me acuerdo! jHace diez anos! jY era una tarde serena! jYo era joven y entusiasta, Pura, hermosa y virgen ella! Estabamos en un bosque, Sentados sobre una piedra, Mirando a orillas de un rio Como temblaban las hierbas. — Yo no soy el que era entonces, Corazon en primavera, Llama que sube a los cielos, Alma sin culpas ni penas! iTii tampoco eres la misma, No eres ya lo que tu eras: Los destinos han cambiado: Yo estoy triste y tii estas muerta! Le hable al oido en secret© Y ella inclino la cabeza, Rompi6 a llorar como un nifio, Y yo ame por vez primera. Nos juramos fe constante, Dulce gozo y paz eterna, 172 y llevar al otro mundo Un amor y una creencia. Tomamos, jay! por testigos De esta entrevista suprema Unas aguas que se agotan Y Unas plantas que se secan! Nubes que pasan fugaces, Auras que rapidas vuelan, La musica de las hojas, Y el perfume de las selvas! No consultamos entonces Nuestra suerte venidera, Y en alas de la esperanza Lanzamos finas promesas; No vimos que en torno nuestro Se doblegaban enfermas Sobre los debiles tallos Las flores amarillentas; Y en aquel loco delirio No presumimos siquiera Que yo al fin me hallara triste! iQue tii al fin te hallaras muerta! Despues en tropel alegre Vinieron bailes y fiestas, Y ella expuso a un mundo vano Su hermosura y su modestia. La lisonja que seduce, • Y el engano que envenena, Para borrar mi memoria Quisieron besar sus huellas; Pero su arcangel custodio Bajo a cuidar su pureza, Y protegio con sus alas Las ilusiones primeras: Conserve sus ricos suenos, Y para gloria mas cierta En el vaso de su alma Guardo el olor de las selvas; — 173 — Guardo el recuerdo apacible De aquella tarde serena; Mirra de santos consuelos, Aloe de la inocencia — Yo no tuve angel de guarda, Y para colmo de penas Desde aquel mismo momento Esta en eclipse mi estrella; Que en un estrado una noche, Al grato son de la orquesta, Yo no se por que motive Se enlutaron mis ideas; Senti un dolor misterioso, Torne los ojos a ella, Present! lo venidero: jMe vi triste y la vi muerta! Con estos temores vagos Parti a lejanas riberas, Y alia bane mis memorias Con una lagrima acerba. Juzgue su amor por el mio, Entibiose mi firmeza, Y en la duda del retorno 01vid6 su imagen bella. Pero al volver a mis playas, iQue cosa Dios me reserva? jUn duro remordimiento, Y el cadaver de Fidelia! Baja Arturo al Occidente ■ Baiiado en purpura regia, Y al soplar del manso Alisio Las eolias arpas suenan; Gime el ave sobre un sauce Perezosa y sonolienta ; Se respira un fresco ambiente, Huele el campo d flores nuevas; Las campanas de la tarde Saludan a las tinieblas, — 174 — Y en los brazos del reposo Se tiende naturaleza! jY tus ojos se han cerrado! jY llego tu noche eternal jY he venido a acompanarte, Y ya estds bajo de tierra! jBien me acuerdo! jHace diez anos De aquella santa promesa, Y hoy vengo a cumplir mis votos, Y a verte por vez postrenal Ya he sabido lo pasado Supe tu amor y tus penas, Y hay una voz que me dice Que en tu alma inmortal me llevas. Mas lo pasado fue gloria, Pero el presente, Fidelia^ El presente es un martirio, jYo estoy triste y tu estas muerta! EL LUNAR. Dejo un arcangel las celestes salas Para verte nacer, y enamorado, Te toco junto al labio sonrosado Con la ligera punta de sus alas. Para aumentar tus naturales galas Oueda el lugar en que toco manchado, Y tantas gracias a tu rostro ha dado, Que al mismo autor de ese lunar te igualas. Yo, que te adoro, y que por dicha mia Amante soy de una mujer tan bella, Contemplandote a solas me embeleso; Y, para nada ambicionar, querria, Donde el arcangel te dejo esa huella, Dejarte el alma entre la miel de un beso. -- 175 — EL 15 DE ENERO. jAh! jCuantas veces — una vida entera— Al llegar este dia Despertaba mi hermosa companera Sonriendo de esperanza y alegria! Recordaba una fecha, consagrada Por nuestro amor ferviente, Cuando fue por mis manos colocada La corona nupcial sobre su frente. Y hoy, al abrir sus ojos, jque amargural jOh! iComo habra sufrido, Al comparar su inmensa desventura Con las delicias del hogar perdido! En bello porvenir albas hermosas Yo tierno le anunciaba, Y al renovar los lirios y las rosas Incienso y mirra en el altar quemaba. Era todo placer , fiesta solemne, Y un angel, Dios queria, Que avivase la lampara perenne Que ante la imagen de mi amor ardia. Nunca osamos turbar con ceiio adusto I^a paz del sentimiento, Y nos bastaban , bajo el Dios del justo, Modesta casa y corazon contento. La postrera ocasion que asi nos vimos, Libre el alma de enganos, En el gozo habitual nos prometimos Saludar el mejor de nuestros aiios; — 176 -^ Y asi seguir sin vanidad ni orgullo, Cuidados ni temores, Viendo el tiempo correr sin un murmullo, Como un agua que corre entre las floras: Y al'apagar la juventud su fuego, Ver en tarde callada El tibio sol de la vejez y luego Su tumba al lado de mi tumba helada. Y sonamos al fin de humanas cuitas Dos cruces y dos losas: Sobre mi cruz humildes margaritas, Sobre su cruz fragantes tuberosas. Mas no vimos en medio a las bondades Que prodigaba el cielo, Aves que presagiaban tempestades En pos de nuestro debil barquichuelo. jY Ilego la tormenta! Se ennegrecen Los densos nubarrones, Las olas con las olas se enfurecen, Siiban y braman rudos aquilones. Y nos hieren , mi bien , hados impi'os En un momento aciago, Y en el revuelto mar yo con los mios En esta noche de dolor naufrago. ENTONCES. (Oh! iQue grata seria Libre y feliz, sin pesadumbre alguna, Con la adorada mia Por la floresta umbria Vagar al rayo de esta blanca luna! — J77 — Y a orillas de la fuente Ver la nina soltar sus trenzas blondas AI aromado ambiente, Y al agua transparente Con su imagen jugar sobre las ondas! Y no con tanto anhelo, Harto el herido corazon de quejas Y amargo desconsuelo, Un pedazo de cielo Ponerme a mendigar desde estas rejas. ;0h ! jCuantas, dueiio amado, Noches tan llenas de esplendor, tan bellas, En tiempo afortunado Los dos hemos pasado Al tremulo brillar de las estrellas! Del espacio seiiora Con sus dardos de plata perseguia, Eterna \aajadora, La Diana cazadora Nube tras nube en la region vacia. Contaba sus dolores El ruiseiior A los favonios leves; Nos daban sus olores Las tempraneras floras Y un fresco soplo las postreras nieves. Y la suerte entretanto Tramaba convertir en un lamento El amoroso canto, Trocar la risa en llanto Y el gozo puro en sin igual tormento. jOuien entonces creyera Que tan pronto, mi bien, gimiendo a solas De ti, fiel companera, - 178 - Separado me viera Por dura carcel y profundas olas! lY quien pensar podria Que la ilusion del porvenir risueno, En no lejano di'a Volando pasaria Como una sombra en fugitive sueno? ^•Y ^stas son las hermosas Albas del porvenir? — jDelirio insano! jAy mis lirios y rosas! jOh dichas enganosas! jOh breves gozos del amor humano! A UNA GOLODRINA. Mensajera peregrin a Que al pie de mi bartolina Revolando alegre estas. iDe do vienes, golondrina? Golondrina, iadonde vas? Has venido d esta regi6n En pos de flores y espumas, Y yo clamo en mi prision Por las nieves y las brumas Del cielo del Septentrion. jBien quisiera contemplar Lo que tu dejar quisiste; Quisiera hallarme en el mar, Ver de nuevo el Norte triste, Ser golondrina y volar! Quisiera a mi hogar volver, Y alii, segun mi costumbre, — 179 — Sin desdichas que temer, Verme al amor de la lumbre Con mi nina y mi mujer, ;Si el dulce bien que perdi Contigo, manda un mensaje Cuando tornes por aqui, Golondrina, sigue el viaje Y no te acuerdes de mi! Que si buscas peregrina, Do su frente un sauce inclina Sobre el polvo del que fue, Golondrina, golondrina, jNo lo habra donde yo estel No busques volando inquieta Mi tumba obscura y secreta: Golondrina, ^ho lo ves? jEn la tumba del poeta No hay un sauce ni un cipres! D. RAFAEL MARiA DE MENDIVE. D. RAFAEL MARIA DE MENDIVE. YUMURI. Dos veces no mas mis ojos Se fijaron en tus ondas, Y desde entonces no puedo Apartar de la memoria El espejo de tus aguas Ni la espuma con que mojas De las flores de tu orilla Las perFumadas corolas ; Ni la luz de las estrellas, Que penetra hasta en las sombras De tu seno obscuro y frfo, lluminando radiosas El sepulcro donde encierras Las paginas de tu gloria. Adonde quiera que vuelvo Mis ojos, miro tus ondas; Y del alma se me escapan En lucha atormentadora, Suspiros, que por ardientes No hay pecho que los recoja, Ni labio que los repita, Ni corazon que los oiga; Pues parece que con ellos En comunion misteriosa, Con el6ctrica centella, _ i84- Que consume cuanto toca, Va el espiritu invisible De seres que ausentes lloran, Y cuyas endechas tristes Han repetido sonoras Con sus arpas los poetas , Los arboles con sus hojas, Y con sus quejas las fuentes , Y con su voz las canoras Aves, que vuelan perdidas, Como visiones hermosas, Buscando en las soledades Dulce paz y grata sombra. (Yumuri! De tus arenas Yo bien se la triste historia; De tus aguas los suspiros Repitenla a todas boras, Y en vano sera que el tiempo, Con su mano tenebrosa, Pretenda borrar sucesos Que viven en la memoria: Sigue lento y sigue suave En tu marcha silenciosa, Cristalino y fresco rio, Y a los ecos no respondas De las turbas que, en tus aguas Con alegres barcarolas, Y al reflejo de la luna En noches de Mayo hermosas, Invocar tan solo saben El nombre de la que adoran. Ni te plazcan las plegarias Que, en tus margenes, entona Con falsa voz la doncella A quien los celos devoran, Y lamentando sus penas, Con lagrimas mentirosas Tus claras aguas enturbia , Y tus recuerdos deshonra. Repitan, si, tus corrientes Las canciones melodiosas Del insigne Milanes, Que no canta, sino llora, Y al son del arpa se queja Con la «Fuga de la T6rtola»; Y de «Codos en el Puente» Ve cruzar sobre las ondas En la barca del progreso Las imagenes hermosas De las ciencias y la industria, De las artes y la historia. De Tolon las melodias Repite tambien sonoras, Con la magica ternura Y el almibar que atesoran; Pues de amor es un poema Cada paso en que te nombra, Cada rasgo en que te pinta, Cada estrofa en que te llora. Escucha, si, los suspiros Melancolicos de Acosta; Los himnos que el triste Heredia Eleva en playas remotas, Inflamado por el fuego De la patria y de la gloria; Y los cantares melifluos Y las dulcisimas trovas De Placido, cuyos versos Destilan la miel sabrosa De los esponjados lirios Y las blancas amapolas, Que en noches de Abril y Mayo Exhalan tan suave aroma. Y arrullado por los ecos De liras tan cadenciosas, Ahogando tristes recuerdos — 186 — Desliza tus claras ondas, Cual resbalan, manso rio, Por mi rostro gota a gota Las lagrimas con que escribo Suspirando estas estrofas. LA FLOR DEL AGUA. En urna de azules ondas Vives, joh flor! encerrada, Sin que el sol te de sus rayos, Ni sus perfumes el aura, Ni su lumbre las estrellas, Ni su miisica las palmas; Sin que vierta en tu corola Sus breves perlas el alba, Ni las aves te enamoren , Ni te riegue con sus lagrimas, Filomena de los bosques, Algun alma desgraciada Que buscando va entre sombras La estrella de su esperanza. Es de espuma el bianco lecho Donde erguida te levantas, Como ilusion de otra vida, Como estrella solitaria, Como sueno de otros mundos Que el poeta solo alcanza, Cuando, inspirado, desplega Del pensamiento las alas. Suenos, jay! que el alma adora Si tras ellos ve entusiasta, Avida de amor, las formas Poeticas y gallardas De una flor que peregrina Nace y crece sosegada, - i87 - Como tu, bajo la sombra De las corrientes mas claras. jEntonces se ve la imagen Del hello ideal que el alma En sus delirios se finge, Cuando suena enamorada Con la angelica ternura De la mujer que nos ama! Porque eterna en nuestra mente Vive su efigie grabada, Como vives tu, sujeta Al imperio de las aguas; Porque mora en el silencio De tu mansion encantada La dulce melancolia Que en ecos de amor se exhala, Y es perfume de los cielos Que de los angeles baja A inundar el corazon De suspiros y de lagrimas. Asi nacen misteriosas, Asi viven ignoradas Las primeras impresiones Que sentimos en el alma; Viven, como tu, tranquilas, Esperando la alborada De algiin dia placentero Que paso a la luz les abra, Y la niebla obscura y triste En que estan aprisionadas, Como sueiio se d'sipe, Como sombra se deshaga; Para entonce alzar el vuelo Impetuosas como el aguila, Y animar la fantasia, Como tu las tersas aguas, Cuando en circulos fugaces, Per la brisa columpiada, — i88 — Con tus petalos describes Con misteriosas palabras El arcano de tu vida. Mas ^que digo? jOh flor gallarda! |Si en mi la ilusion ha muerto, Si fuego no tiene el alma, Como en mas risuenos dias, Para ofrecerte, inspirada, Ternezas del corazon ' En cada acento del arpa! Mas recuerda que un poeta Que nacio entre hermosas palmas, Que sencillo amo las flores, Los campos, el sol y el aura, La caida de las hojas Y el murmullo de las aguas, Aqui te deja, sensible Al hechizo de tus gracias, Si no bellos pensamientos, Ni dulcisimas plegarias, Del pecho la flor mds pura En cada esirofa encerrada, Y en cada verso un suspiro, Y en cada suspiro el alma. A UN ARROYO. iCuan lento vas, arroyo cristalino, Con expresion sencilla Rizando en tu camino La verde alfombra de flotante lino, Que blando crece en tu espumosa orilla!. jCuan bellas corren, removiendo arenas, Cenidas de amapolas — i89 — y blancas azucenas, En breves giros las modestas olas Que acarician tus margenes serenas ! Cantando amor las aves melodiosas Se miran dulcemente, Cual visiones hermosas, En el espejo claro y transparente De tus humildes aguas silenciosas: La verde selva y la feraz llanura Te ofrecen regaladas Su plicida verdura; Y en grato son , las brisas perfumadas Tranquilas besan tu corriente pura. Suaves tedan los bosques sus aromas, Los valles sus primores, Las selvas sus palomas, Su sombra grata las enhiestas lomas, Y el cielo mismo su dosel de amores: Y en las de Mayo hermosas alboradas, Flotando en tus espumas, Te arrullan sosegadas Del bianco cisne las brillantes plumas, Las hojas por los cefiros llevadas Hijo, tal vez, de agreste pena dura, Tu manantial de plata Por la inmensa llanura, Como una cinta blanca se dilata, Cenida de riquisima verdura: Y ajeno de ansiedad y de pesares, Por selvas y palmares, Sin suspirar congojas, Tranquilo vas al seno de los mares Cubierto siempre de fragantes hojas. — 190 — Nino tambien me deslice inocente, Con paso indifereiite, Sin sonar en amores , Tras el vivo matiz de hermosas flores Y el limpido cristal de mansa fuente. Y libre, como garza voladora, Con infantil decoro Y gracia encantadora , Besando fui tus arenillas de oro Al tibio rayo de la blanca aurora. Entonces, j ay 1 j con cuan brillante arreo Agitaba mis alas En loco devaneo, Cercado siempre de celestes galas, Por los eternos campos del deseo! Mas, de entonces ahora jcuintos danos Han causado & mi vida Los tristes desenganos! jUna tras otra la ilusion perdida Bajo el peso terrible de los anos! Yo soy aquel infante candoroso De las guedejas blondas Y mirar carinoso, Que tantas veces se agito en tus ondas Como entre flores el sunsun hermoso: Yo soy el mismo; pero el alma mia Tristemente ha perdido Su inefable alegria, Y en vano busca en tu corriente fria La imagen bella de su Abril florido. Sigamos, jay! sigamos la Jornada, Llorando yo mis penas Con alma resignada, — 191 — Y tu besando el manto de azucenas Que se mece en tu margen sosegada. Tal vez manana, triste y abatido Por los placeres vanos, Aqui vendre perdido, De horrible tedio el corazon herido, Mustia la frente y los cabellos canos: Y sentado en tu margen fresca y grata, Con intima alegria, Vere cual se retrata Sobre tus ondas de color de plata La imagen, jay! de mi vejez sombria Prosigue, pues, arroyo, tu carrera Mientras voy aspirando, De hermosa primavera, El celestial aroma en tu ribera, Tus ondas con mis l^grimas mezclando: Que iguales en la vida y en la suerte, Uno sera el destino Inexorable y fuerte, Que i. los dos nos sorprenda en el camino, Y nos lleve al abismo de la muerte. LA GOTA DE ROCIO. A MI AMIGO RAM6n ZAMBRANA. jCuan bella en la pluma sedosa de un ave O en p6talo suave De Candida flor, Titila en las noches serenas de estio La diafana gota de leve roci'o Cual chispa de plata 6 estrella de amor! — — 192 — El alamo verde que el aura enamora, La fuente sonora, La concha del mar, La palma del valle, la ceiba sonante, Cual fiilgido rayo de niveo brillante La ven en sus hojas inquieta temblar. Llorando sus penas gallarda herraosura El caliz apura De aromas y miel ; Y el lago sus ondas azules levanta. El cisne se queja de amores y canta, Y todo en la tierra respira placer: — Resbala entre rosas fantastica y leve, Que es frdgil y breve Su hermoso existir; Cual son de la vida los suenos de amores, Y el beso de almibar que en copa de flores Nos brinda gozosa la edad infantil. Acaso de un angel la lagrima sea Que amor centellea Con luz celestial, La gota de alfojar de un nino que llora. La perla mas blanca que vierte la aurora Y el cefiro lleva con soplo fugaz. Entonces el alma suspira entusiasta, Y es pura y es casta Su bella ilusion; Como es inocente la luz que destella Radiante en los ojos de incauta doncella, Apenas concibe la imagen de amor. jOh noche! jOh misterio de eterna armonia! (Oh dulce poesia De sueno y de paz! — jPoema de sombras, de nubes y estrellas, — 193 — De rayos de oro, de imagenes bellas, Suspense entre el cielo, la tierra y el mar! — jOh, corao gozoso en las noches de Alaj'o Al tr6mulo rayo De luna gentil, Sentado en el tronco de un sauce sombrio, Tras gota apacible de suave rocio Pense de mi madre las huellas seguir! — Y alii con mis versos en paz deleitosa, Mis hijos, mi esposa, Mis libros y Dios, jHe visto las horas rodar sin medida, Cual rueda esa perla del cielo caida, Temblando en el caliz de timida flor! — jFeliz si, muriendo, mis tristes miradas De llanto banadas Se fijan en ti! — jFeliz si mi lira vibrante y sonora, Cual cisne amoroso, con voz gemidora Su queja poslrera te ofrece al morir! Tii al menos podras en mi gelida losa Con luz misteriosa Mi nombre alumbrar; jY el ave sedienta vera con ternura, De un pobre poeta la lagrima pura, Alii sobre el marmol tranquila brillar! LA ORACION DE LA TARDE. Ya de la tarde el manto misterioso Sobre el callado mundo se desploma; Ya de Venus gentil el disco asoma, Ya triste muere el sol. — 194 — Llevemos por el dspero camino Con religiosa fe la debil planta, Y oigamos la oracion que se levanta De lagrimas a Dios. Alcemos nuestro templo en la montana, Teniendo por techumbre el mismo cielo; Por luz la estrella, por alfombra el suelo, Y un arbol por altar. Oigamos de la fuente que murmura La desmayada voz, y el querelloso Armonico gemir del bosque hojoso Llamandonos a orar. El ambar de la flor sera el incienso, Y el suspiro del aura en lejania La plegaria de paz que a Dios envia Contrito el corazon ; Del organo sagrado el grave coro La musica sera de los torrentes, Y el canto de las aves inocentes La mistica oracion. Ya los profanos goces de la vida Del barro se desprenden terrenales; Ya escuchamos los ecos inmortales Del arpa de David. El cuerpo ya flaquea, y libre el alma De la materia vil que aqui la oprime, Ya se levanta esplendida y sublime A la mansion feliz. Sus alas bate el pensamiento y vuela Hasta que altivo y denodado alcanza A la duda veneer con la esperanza, Al error con la fe. — 195 — Y al torpe vicio la virtud se opone, Y en vasos de oro a la inocencia ofrece El celestial perfume que adormece Sus horas de placer. Ved como agitan sus gallardas pencas En nuestros valles las agrestes palmas. jDe cuantas tristes y olvidadas almas Imagenes no son! jDe cuantos seres que olvidados moran En solitarias tumbas no son ella?, Al blando lamentar de sus querellas, Tristisima expresion! jOh! ;Cuan dichosos, ;ay! los que exhalaron No lejos de la patria sus lamentos, Y en sus terribles ultimos momentos Pudieron contemplar Los vivos rayos de aquel sol tan bello Que luz y vida les brindo en la cuna, Consuelo en el dolor, y en la fortuna Feliz tranquilidad! Mas iay! que el alma para todos ticnes, En medio del silencio y del retire, Una amorosa lagrima, un suspiro, Alguna pobre flor, Que al despojarse lamentable hiere La cuerda del dolor que siempre llora, Y en palpitante endecha gemidora Les da su eterno adios. Ya de la tarde el manto misterioso Sobre el callado mundo se desploma; Ya de Venus gentil el disco asoma, Ya triste muere el sol. — 196 — Llevemos por el aspero camino Con religiosa fe la debil planta, Y oigamos la oracion que se levanta De lagrimas a Dios. D. ramOn velez herrera. D. ram6n velez herrera. LA PELEA DE GALLOS. Una manana de Pascua, Del Guanabal a la Ceiba, No quedo un aficionado Que a las Mangas no corriera A presenciar de los gallos Las celebradas peleas. Apenas la luz del alba Dora los montes risuena, Cuando de airosos jinetes Nuestros caminos se pueblan. Entre todos se distingue, Por su gallarda apariencia, Noble ademan, bella estampa, Juan Perez el de las Vegas. Monta el bizarro guajiro Un caballo de piel negra, Casco liso, fuerte pecho, Ojos vivos, crin espesa, Tan ligero en regatear, Que la cola en la carrera Oculta el ligero bruto Entre las delgadas piernas. El mancebo que lo rige Corriendo se gallardea, — 200 Y apenas toca al pasar A las puntas de las piedras. Sencillamente vestia De bianco, y en la cabeza Atado muestra un panuelo De listas, y calza espuela, Machete al cinto, terciado, Y de paja de la tierra Luce un sombrero tejido Que parece fina tela. Un gallo Ueva en la mano, Terror de Guara y Melena, Que cuando pica a un rival Muere al punto 6 aletea. Llega a las Mangas; las calles Se cubren de gente inquieta, Que del sangriento combate Solo la senal espera. Agolpanse los curiosos, Y cuando el galan pasea, Los ojos del pueblo fijos En la carrera se lleva. . — jEs Juan Perez! — gritan unos. — jEl gallero de la Ceiba! — Claman otros, y sonando Va Perez de lengua en lengua. Encaminose gallardo, Y soltando entrambas riendas, El intrepido jinete Se arroja de un salto en tierra. Pisa la valla, saluda, Y el pueblo le victorea Porque es el mozo mas rico Que hay de San Diego a la Ceiba. — jJuan Perez! —exclama absorta Al verlo la concurrencia, Formando un estruendo ronco Que al turbado mar semeja, Cuando con sordos bramidos 20J Azota nuestras riberas. Serenose la algazara Y con varonil presencia Rompe la turba apinada Juan Perez con faz serena. — Aqui esta el gallo, es valiente, Y con cien onzas se juega, Sin medir los espolones, Ni sujetarlo a la pesa. — Dice; y lo arroja orgulloso Con tan vigorosa diestra, Que al cier abre las alas Y ufano se gallardea. Era el bizarro animal De la raza de las sierras: Agil, intrepido, osado, Largo pico, pluma negra, Cuello erguido, corvas unas, Descarnada la cabeza; Clava los ardientes ojos, Escarba y pica la tierra , Sacude el cuerpo y cantando Con fiero ademan pasea. — Acepto el r^to: cien voces Se oyen a un tiempo y resuenan, Porque se admiran del gallo El brio y la gentileza: Un contrario le preparan Vencedor en diez peleas. Mas de improviso el gentio Rorape el gallardo Juan Mena, Mozo apuesto y agraciado, Dueiio de sitios y vegas, Avecindado en las Mangas, Gallero por excelencia, Aunque muy escaso de afios, En la valla se presenta. — Cien onzas mas, camarada, Doy a mi gallo, y lo suelta. — 202 — Era el animal la flor De los gallos de Cepeda: Talisayo, de alta estampa, Ancha cola, aguda espuela : Lo amarillo de las plumas Que con las negras se mezclan , Forma bellos tornasoles Que deslumbran y reflejan. Pero calmose el buUicio, La valla en silencio queda: Ni un acento ni un murmullo Turba un instante la escena, Y el temor y la esperanza Tiene la gente suspensa. Dada la senal, furiosos Se arrojan a la pelea Los dos terribles rivales, Combatiendo con fiereza, Como se lanzan dos tigres Al encontrarse en las selvas, Despedazandose audaces Con dobles garras sangrientas; Los sanudos adversarios Vuelven y luchan, se empenan: Los miembros ensangrentados, Las plumas al aire vuelan. Al parecer se fatigan Y abandonan la palestra. Pero encendidos de nuevo En la rabia que los ciega, Se embisten y se entrelazan, Pico d pico, espuela a espuela. El prieto se vuelve atras, El talisayo se acerca, Cuando de un vuelo el de Perez Salta y estrecha al de Mena: Clavale el pico, y de un golpe El corazon le alraviesa. Herido el gallo, vacila, — 20-, — Gira, y las alas sangrientas Abre y recoge inclinado En el suelo la cabeza. Pero se encarniza el prieto, Sobre el cadaver pasea, Lo pica, escarba y sacude, y aunque herido. canta y vuela. Oyese un sordo rumor, Se agita la concurrencia: Uno corre, otro maldice, Aquel jugador reniega; Unos cobran , otros pagan, Este con gritos atruena, Formando el estruendo ronco Del huracan de las selvas. Envaneciose Juan Perez Y al regocijo se entrega; Y entre los vivas y aplausos Que hasta en los montes resuenan, Al ver que sacan su gallo Victorioso en la pelea, Monta de un salto su potro, Y lanzado en la carrera Por las escabrosas calles De las Mangas atraviesa, Y al tender la obscura noche El manto de sombras negras, Con el gallo vencedor Entra triunfante en la Ceiba. EL COMBATE DE LAS PIRAGUAS. Cortando airosas los mares Vuelan las bellas piraguas Que a los combates conduce El cacique de Bahama. En el altar se arrodilla , 204 — Jura el guerrero venganza, Y su belicosa gente Encamina a nuestras playas. Pueblan con ecos sonoros Los aires y las montanas, Y con los remos y quillas Las olas atormentadas Nevados surcos de espuma Heridas del sol formaban. Son los guerreros feroces De las vecinas Lucayas ; Tifien el rostro severo Pintas negras y encarnadas, Y a la merced de los vientos Las rojas plumas flotaban. Un cacique los dirige Tan experto en las batallas, Que no hay islote en el golfo Que no cante sus hazanas. El invierno de la vida Aun su brazo no doblaba Y en los centellantes ojos Refleja el fuego del alma. Un magnifico carcax Cuelga del hombro a la espalda, Y en la alta mano suspende Una nudorosa maza. «Avancemos, companeros; El que espera nada aguarda. La prudencia hace al cobarde, El heroe ffa en la audacia.» Dice, y su gente furiosa Flechas y piedras dispara, Y avanzando en dobles lineas Cercan el puerto de Jagua. Aturde el ruido que forman Los guerreros en su marcha, Y el espanto y el terror En nuestras costas derraman. Y a lo lejos parecian Las infernales fantasmas Que en las tartareas regiones Entre las tinieblas vagan. Nuestras indias iiiocentes, Que los cerros coronaban, Despavoridas corrlan A las desiertas cabanas, Sueltos los negros cabellos En las desnudas espaldas, y en la cuna de sus hijos Los bellos ojos fijaban. Pero apenas el rumor Oye el cacique de Jagua, Al fiero Ornoya contia La salvacion de la patria. Todo es vida y movimiento, Hierve la gente en las playas, Resuenan los caracoles, Ciibrese el mar de piraguas, Y las lugubres bocinas Sordas el aire rasgaban. Vuela el cacique al combate, Y la juventud arrastra, Ya con el arco 6 la piedra, Ya con el remo 6 la maza. jOrnoya! El fiero guerrero, Flor de los heroes de Jagua, Cuyo brazo no vencido Era el cedro en la montana, Y cuya voz excedia Al trueno que ronco brama, Y al rayo que corta el aire En rapidez semejaba; Da la senal, y sangrientos Sus guerreros avanzaban, Y empenan la recia lid, Tinen de sangre las aguas, Chocan las naves, se estrellan — -o5 — . Y airadas se despedazan Las dos enemigas tribus Al soplo de la venganza. En medio de la pelea Ornoya el brazo levanta, Aqui hiere, alii extermina, Alia empunando la maza Abre a un rival la cabeza Y del cuerpo la separa. Pero al ver que el enemigo Dobla irritado su audacia, Con acento varonil A su hueste electrizaba. «Companeros, la victoria Corona nuestra esperanza; Combatamos, y seguidme; Que el que expire en la batalla, A la noche del sepulcro No bajara sin venganza. iQue temeis? Una es la muerte; Solo la deshonra infama; Los cuerpos del enemigo Nos serviran de mortaja, Al crujido de los huesos Que hollemos con nuestras plantas.» Dice; y las naves ligeras Miden furiosas las aguas, Cortan el aire las flechas, El mar sus ondas levanta, Y se amontonan cayendo Piedras, troncos, lenos, mazas; A los golpes se desploma Una entreabierta piragua, Y en las rocas puntiagudas Se oyen estrellar las tablas. Embravecida la lucha, Se estrechan y se entrelazan Combatiendo los rivales Con enfurecida sana. • 207 — En el craneo del vencido Las agudas unas clavan, Y en las orbitas vacias Los sangrientos ojos saltan. Arrancan la cabellera Del que cayo en la piragua; Y con la carne aun caliente Sobre los remos flotaban. Los guerreros semivivos Arroja el mar en las playas^ Y los funebres clamores El viento lleva en sus alas. Los tiburones roqueros En las olas aleteaban, Y a los heroes insepultos Con los dientes despedazan. Lago de sangre es el fondo De cada hundida piragua; Nadie vacila en la lucha, Y el laurel de la batalla Indecisa la victoria A los campeones negaba. Cuando rompiendo las olas En una hermosa piragua, Per las filas enemigas El audaz Ornoya avanza, Y al genio de las tinieblas Finge el guerrero en su marcha. Siguenle doce campeones Recios de miembros y espaldas, Agiles, vivos y osados, En cuya frente tostada Azules y blancas plumas Tintas en sangre flotaban. Enfurecidos se arrojan, Y en la enemiga piragua Acometen al cacique, Que fieramente luchaba Con el tropel de guerreros Por arrebatar la palma, Cuando clavan en sus sienes Una flecha emponzoiiada: El cacique lanza un grito, Vacila, cae, y la maza De la mano raoribunda Suelta al exhalar el alma, Exclamando en ronco acento: i Victoria! jMuerte! jBahama! Al ver caer al guerrero Infiel su gente desmaya, Y furioso el bravo Ornoya Rompe, desordena, mata, Filas enteras derriba, Y de piragua en piragua Como el rayo en la tormenta Atropella, desbarata; Y en el monton de cadaveres Su sombra se dibujaba Como el angel de la muerte Que el Universo amenaza. «i Victoria!* gritan cien voces; Y en la ruidosa algazara, jVictoria a Ornoya ! repiten Las indias en las montaiias. Huye aterrado el vencido, Baten los remos las aguas, Y en el vecino horizonte El sol las velas doraba ; Hierven las olas, los vientos Desplegan fieros las alas, Y en filas de dos en dos, Con las vencidas piraguas Y seis caciques rendidos Entra el vencedor en Jagua, D. MIGUEL TEURBE TOLON. D. MIGUEL TEURBE T0L6N. LA RIBERENA DE SAN JUAN. I. Triguena nina en cabello, Viva, alegre y donairosa, Sin adornos mas hermosa Que dama de la ciudad; Criada bajo la sombra Del pUtano y del bambu, Yo te conozco eres tii, Riberena de San Juan. Tu, que por espejo tienes Las claras ondas del rio, Y por lucido atavio Aguinaldos y jiba. Tu, cuya planta graciosa Entre flores se resbala, • ^Cual tu gentileza iguala, Riberena de San Juan? Apenas tras de las palmas Despierta risueno el dia , Sales, vertiendo alegria, Por la margen a vagar; Y ya tras sunsiin inquieto, C I 2 Ya tras linda mariposa, Corres vivaz y gozosa , Riberena de San Juan. O bien cuando ya se acuesta El sol entre nubes de oro, Y con su arruUo sonoro Llena el bosque la torcaz, De la blanca flor del mangle Haces corona luciente, Con que engalanas tu frente, Riberena de San Juan. jCuantas veces, triste y solo Navegando por el rio, Pare junto a tu bujio Mi barca, d verte no rods ; Y entre los espesos millos De la florida ribera Vi que pasabas ligera, Riberena de San Juan. ]0h! \Y cual eiividia mi alma Tu inocencia y tu alegria, Tu alma de poesia , Tu corazon virginal! Pero jay! guardate del mundo, No le conozcas si puedes; Guarte del mundo y sus redes, Riberena del San Juan. Nunca salio de tu labio Ningun suspiro doliente: Jamds empano tu frente La huella de algun pesar; Y aun conservas en tu seno Aquel osculo de amor Con que te marco el Senor, Riberena de San Juan. — 213 — Mas jay! los encantos mueren, Los suenos se desvanecen Y las espinas parecen Donde hoy las flores estan. Por eso guarte del mundo; Huye, doncella, sus brazos; Guarte del y de sus lazos, Riberena de San Juan. II. Un mes ha pasado ya Des que vi a la riberena: Ella era alegre y risuena, Y hora vedla como esta. Su rostro triste, sombrio, Perdio la color lozana Como una flor de sabana Herida de un sol de estio. En sus labios de coral No vaga dulce sonrisa, Como tampoco a la brisa Se mece la flor mortal. Aquella viva mirada , Toda luz y poesia, Ora languida y tardia Esta triste y apagada. iCuan otra, cuan diferente Esta la infeliz doncella ! i Antes alegre y tan bella, Hoy tan mustia y tan doliente! Ayer mi barca surcaba Las mansas ondas del rio, Y sentada en su bujio La vi que mucho lloraba: Dije al remero «deten», Y apenas dije, sentia — 214 — Que en mi mejilla corn'a Una lagrima tambi^n. Mas cual se suele notar Que, yendo 4 morir al nido, Canta algun pajaro herido, Porque no sabe llorar, Ella tambien, con acento Palpitante y lastimoso, Alzo su canto armonioso Al son del agua y del viento: — /Ay^ tirano cazador! /Ay, desventiirado dia! J Que he per dido el alma inia Yquedo muerta de amor/ «Claras ondas de este rio Que vais corriendo a la mar, iCuanto ha que soleis llevar Aguas de mi llanto frio? ^Cudnto ha que el acento mio Llama en vano a aquel traidor Que me enlazo con amor Y me abandono sin fe? jMe enganabas! y ipor qu^? /Ay, tirano cazador/ »Yo era sencilia, inocente, Pura como una azucena, Y mi alma, de amor ajena, Se retrataba en mi frente. Mas ;ay ! llego infelizmente La ocasion — desdicha impia Que su mirada y la mi'a Se encontraron, se entendieron... Y mis dichas ^donde fueron? /Ay desveiittcrado dia/ »E1 alab6 mi belleza. — 215 — Me hablo de dulces amores; Luego de pompa y honores Me conto, y de su riqueza. Tanto amor, tanta grandeza Me deslumbro: su falsia — jAy, triste de la que fia! — Robo mi mejor tesoro: Ved si con motive lloro, Que he per dido el alma mia. »iMas no! Calla, corazon, Calla tu triste gemido, Que en vano vaga perdido Por estos sitios su son. Cielos, tened compasion De tan profundo dolor |No, no! — doblad el rigor, C6lmese al fin la medida, Que el alma lloro perdida Y quedo imierta de amor.'* III. Callo— y el linguido acento De su postrero suspire Perdiose como el murmuUo Blando del sonante rio. Alia lejos se ocultaba El sol tras el Pan sombrio, Y ya d mas andar la noche El transparente zafiro Del cielo trocaba en sombras Entre jirones rojizos. Yo, que mi pecho sentia De amarga tristeza henchido, Volvi a la ciudad mi barca Y me alej6 del bujio. 2l6 — Pero la imagen llorosa De la Riberena vino A fijarse aqui en mi mente: Y su profundo suspiro A cada instante resuena Triste y languido en mi oido. Entonces vierto una lagrima Y, cual si la viera, digo: «Por eso guarte del mundo: Huye, doncella, sus brazos: Guarte del, y de sus lazos, Riberena de San Juan. A MI HERMANA TERESA. I. Seis veces ya las rafagas de olono Arrastraron, en valle y en colina, Las mustias hojas y las flores muertas Del olmo altivo y la soberbia encina: Seis veces la alba veste del invierno Vistio la creacion aletargada, Mientra al triste gemir de Boreas frio Doblabase mi frente atormentada: Seis veces la emigrante golondrina, Alegre al Norte retorno en verano, Con nuevas galas de gayadas plumas Tal vez doradas por el sol cubano : Seis anos, jay! en extranjera playa Y en triste lagrimar son ya pasados ; Seis anos de dolor, de luto y duelo, Hora tras hora por mi mal contados. II. Mas ni la rafaga helada Que al Hudson levanta espuma, — 217 — Ni el pardo manto de bruma En que se amortaja el sol, Jamas calmar ban podido De mi alma la fiebre ardiente, Ni nublar aqui en mi frente El recuerdo de tu amor. iCuantas veces apoyado, Por la tarde, en mi ventana, He visto un jiron de grana Que deja el sol al morir; Y aunque palidos y tibios Son aquI sus resplandores, Mi mente les da col ores Del cielo de Yumuri! Y con este amable engafio Hago que el alma recuerde Mi valle de gualda y verde, Mis glorietas debambu, Y que piense, al ver cual brilla La dulce luz de una estrella, Que es porque tienes en ella Fija la mirada tu. Que al sentir el bianco soplo De la susurrante brisa, Oiga tu armonica risa O tu dulce suspirar; Y crea que el suave aroma Que envuelto llega en el viento, Es el ambar de tu aliento Que me viene a embalsamar. Y al ver de Jersey las torres, Tras el ri'o, y i lo lejos, Temblar los aureos reflejos Del ya moribundo sol, vSienta y goce como cuando — 218 — En una tarde celeste, Sentado en el ahra agreste Veia k Matanzas yo. Mas jay! jqud triste me es luego No ver aquel techo mio En medio este caserio, Que es todo extranjero hogar; Ni aquella modesta torre, Ni aquel manso mar de plata En que gentil se retrata Mi pintoresca ciudad ! No ver alia en lontananza, Cual velo de gasa leve, Flotante bruma que mueve EI aliento del terral; Y tras ella un horizonte Donde la vista se pierde En el suavisimo verde De inmenso Canaveral. No embriagarme con perfume De candidos azahares, Ni divisar cien palmares De la sabana al confin ; No ver sobre mi cabeza Nubes de nacar y plata, Ni que a mis pies se desata Mi limpido Yumuri. III. Y mi pena mas aguda Cuando estoy pensando asi, Es que me asalta la duda De si te acuerdas de mi. Vuelvo las miradas mias — 219 — Hacia el Sur, donde esta Cuba, Como queriendo que suba Sobre las olas sombrias; Pienso verla, pienso verte Y es ilusion cuanto miro; Doblo la frente y suspiro iSera ausencia hasta la muerte? A EMILIA. Thou hast sown in my scrrow and must reap The bitter harvest in woe as real. Byron. iConque para siempre «adi6s».? iConque aquel amor primero, Hijo de un soplo de Dios, Como huerfano extranjero Muere entre nosotros dos ? jMuere!.... y de tu labio frio, Tumba de besos ardientes Que mil veces te dio el mio , Se desata amargo rio De sarcasmos inclementes. Mai astro, Emilia, lucia Cuando Dios unirnos quiso, Porque en aquel mismo dia Vino a anidarse una arpia En un bello paraiso. Al empezarte yo A amar Era un templo el alma mia, Y en el templo habia un altar, Mi corazon , donde ardia Fuego de amor sin ccsar. 2 20 — Y aquel fuego puro y santo, Encendido alia en el cielo Para dicha y para encanto De los dos en este Suelo, iHe de apagarle con llanto ? Y hecho sepulcro el altar, Sin luz el templo sombrio, ^He de postrarme a llorar En un hondo valle umbrio, Sin amor, patria, ni hogar? Y llegue mi hora postrera, Y en el lecho del dolor No oiga yo una voz siquiera, Que junto a mi cabecera Me hable de Dios con amor; jY cuando el cadaver yerto Lleven despu6s a enterrar En algiin rincon desierto, Nadie vaya a derramar Dos lagrimas por el muerto! Joven yo, con alma henchida De ilusion y luz de Dios, <:Por que con frente abatida Habre de decirle adi6s A la gloria y a la vida? El mundo es ancho, y mi mente, Aunque estrecho le encontrara Para mi ambicion ardiente, A otros mundos se elevara, Vedados a comun gente. A fe que no es tiempo, no, De postrarme en el camino Que el destine me marco: — 221 — Vencido sera el destine, Y el vencedor sere yo. Y aquel santo amor primero, Hijo de un soplo de Dios, Vivira, si yo no muero, Pues resucitarle quiero En un alma para dos. D. ramOn de palma. D. ram6n de palma. HIMNO DE GUERRA DEL CRUZADO. jGuerra! ;Guerra! La belica trompa En coraje los pechos inflama : A la guerra, a la guerra nos llama Del heraldo la energica voz, Levantando el corcel la cabeza Al oir resonar los clarines , Ya resopla y eriza las crines , Y piafando reliijcha feroz. Venga, venga mi noble caballo, Dadme pronto mi escudo y mi lanza; Sacudamos del cuerpo la holganza; Reanimemos del alma el valor. Harto tiempo en la paz ominosa, Entregados i. muelles placeres, Olvidamos los santos deberes Que de Dios nos impone el amor. Harlo tiempo en cobarde abandono Contemplamos al barbaro Oriente, Coronada de lauros la frente, El sepulcro de Cristo insultar. Harto tiempo, imemoria de oprobio!.. Del infiel el triunfante alarido 226 — Acallo con su estruendo el gemido Que lanzaba la santa ciudad. Mas ya suena el clamor de venganza, Y al batir de los roncos timbales, Se enardecen los pechos marciales, Los cobardes se hielan de horror. Mas no tiemblen 6 lidien temblando, Que aunque esquiven medrosos la guerra, Ya la paz no hallaran en la tierra Sino en tumba de eterno baldon. Pero no: de la belica trompa, iQuitn resiste al aliento guerrero? [Hurra! jHurra! Que brille el acero, Y volemos, cantando, a la lid. ^Donde estan los que al pie de las bellas De su intrepida fe blasonaban? iLa senal del combate no ansiaban? Pues, valientes, al campo venid. Ahora, en vez de feudales castillos Y en lugar de gentil vestidura, Cenireis la ferrada armadura, Vagareis por ardiente arenal. Mas ^que vale una holgada existencia Sin la luz que le presta la gloria? En la guerra, al clamor de ; victoria! No hay placer que se iguale en la paz. La fatiga, la lucha, el peligro, Son deleites que inundan el alma Del que busca en el triunfo una palma ; Que los riesgos mas lustre le dan. En el choque feroz de las armas, De la lid en los fieros clamores, Hay deliquios de gloria y de amores Que los heroes conocen no mas. — 227 — Pero ya de la Europa contempio Levantarse i una voz las naciones, Y flamear los heroicos pendones De los nobles que toman la cruz. jHurra! jHurra! Al estruendo de guerra Que del Norte al Levante retninbu, Los que usurpan de Cristo la tumba Menguar miran su luna sin luz. Menguar miran su luna entretanto Que la estrella de Cristo se asoma, Y los hijos de Omar y Mahoma La maldicen al ver su esplendor. Pero en vano con torpes blasfemias Heriran los lugares sagrados ; Que sus gritos bien pronto apagados Quedaran con los himnos de Dios. No mostrarle la espalda al Oriente Ha jurado el que noble se llama, Ni volver a los pies de su dama Sino lleno de gloria y honor De la Arabia los potros veloces A las lides traeran los infieles, Mas del Norte en los nobles corceles Chocardn con inutil furor. Y traeran para herir los malditos De Damasco los corvos alfanjes, Mas de Europa en las ferreas falaiiges Embotados sus filos seran; Y embriagarse en su sangre veremos Nuestras lanzas y mazas de guerra, Que hundir pueden de un golpe en la tierra Caballero y caballo a la par. 7 D. ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA. (CRISOFILO SARDANAPALO.) D. ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA (cris6fii.o sardanapalo.) LA SATANIADA. CANTO PRIMERO. -ArGUMENTO. — El poeta recibe la visita del augusto Satan, quien se le presenta comm'il /aut.— C2ir\hoso discurso del Principe y su simpatfa para con el poeta. — Ll^vale a su Metropoli ofreci^ndole proteccion. I. Del hombre triste la mortal caida, La de su yugo redencion felice, Canten otros en tonica escogida Que del arpa las cuerdas divinice; Yo contare una historia no sabida Que de pasmo y terror el vello erice. Lejos de mi la lira; suene el cuerno, Pues canto a Satan^s, canto el Tnfierno. II. Principe augusto, de mirar sombrfo, Sublime emperador: la rabia eterna Con que riges el Mundo a tu albedrio — 262 — Templese en mi favor: tu Gracia tierna Inspire, ;oh,gran Senor! al pecho mio, Que en tus aras humilde se prosterna, Cantos dignos de ti, cual soberano Que eres del Mundo y del Linaje huraano. iir. La noche con su manto tenebroso En brazos de los suenos dormitaba, En tanto que del cefiro amoroso Los besos y caricias disfrutaba: Sentado yo en sillon duroy nudoso, Que potro del desvelo semejaba, Con la mente sumida en loco empeno, Canseme de pensar, rindiome el sueno. IV. jOh, cuan feliz aquel que en lecho blando Se duerme al son de sus talegos graves, Sin que la voz del Albiones infando Hiera su oido en desacordes claves! jFeliz aquel que a la verdad tornando Despierta y cuenta los doblones suaves. En tanto que el que vive desvalido Los cuenta s61o cuando esta dormido! V. La herencia del poeta es el ensueno: En el sonar tan s6lo halla ventura; Mas, la cruda verdad con torvo ceno De aquel sonar ahuyenta la bermosura. Si nada en derredor mira risueno, Si todo en derredor brinda amargura, — 263 — iQnc mucho, joh, Dios! que el ente de que hablo Su musa celestial consagre al diablo? VI. Sonaba, pues, que hallabame en la cima De elevada montana prodigiosa, Brotando mas abajo, y de honda sima, Entre espumas corriente caudalosa, Que ya sesga 6 ya salta por encima De rispidos penascos buUiciosa, Perdiendose en un llano amarillento Con sereno y torcido movimiento. VII. Era aquel un desierto, cuya arena, Que a Id lejos sin fin se prolongaba, Ni al tosco junco ni a la planta amena El preciso alimento deparaba: A mi espalda la atmosfera serena En encumbrado azul se dilataba, Y entre los riscos el raudal naciendo Atronaba los aires con su estruendo. VIII. Formaban la montana rudas penas Cual oro, por brillantes y por duras; Eran, al parecer, como las breiias, De oro tambien las aridas llanuras; Y del propio metal, segiin las senas, Era el raudal naciente en las alturas, Ya que en sus giros, vueltas y cascadas Dejaba las arenas brillantadas. — 264 — IX. Yo dudo que jamas con tanto oro Se haya encontrado la hominal persona, Pues vale cada piedra alll un tesoro Suficiente a comprar regia corona. Quiza «E1 Dorado» es, do cada poro Un surtidor aurifero pregona. Extatico me hallaba aun en mi sueno: (iOuien de veneer su asombro fuera dueiio? X. Queriendo persuadirme, alee la mano: Tendida en derredor, tome un pedrusco. jPasmoso relucir! jdeleite humano! Lancele, resono, y al cheque brusco, En mas de cien pedazos rodo al llano. jDichoso parabien! Un nuevo Cuzco, Australia, California y Potosi, Risuenos se mostraban ante mi. XI. Y aun mas esta region, m5s atesora. En aquellas el oro da quebranto, Pues la tierra es alli mas guardadora: Cubre el metal con su negruzco manto, Obligando a la gente buscadora A gastar otra mina y afan tanto; Y aqui el oro, en riquisimo venero, Viene a buscar la mano lisonjero. XII. Oro, indispensable oro, no tu nombre Maldecira injurioso el labio mio: — 265 — Poderoso aguijon eres del hombre Y muestras por doquier tu poderio: Ya con tu brillo al universe asombre Del humano el soberbio desvario, Ya cuando, bienhechor, te riega el llanto, Ya cuando das la luz por medio tanto. XIII. Tan luego que me vi senor y dueno De esta insolita y magica grandeza, Ofreciose a mi vista, asaz risueno, Un panorama de sin par belleza: Mas iay! que aun en mitad de grato ensueno La miseria se brinda en su fiereza, Comparando por fuerza aquel tesoro Con mi habitual penuria y falta de oro. XIV. Con t'odo, era feliz porque sonaba, Pasada ya la desventura horrible Que la carencia de oro me causaba: jEl oro, vencedor de lo imposible! jCuantas y cuantas veces suspiraba Sumido en la inaccion mas insufrible, Sirviendo al pensamiento de barrera Ese metal, dulcisima quimera! XV. Hoy que en el mundo el infernal becerro, Que iracundo Jehovah derribo un dia, Eleva sus altares, con cencerro Invitando a la ciega idolatria, Y el mundo todo en lamentable yerro — 266 — Dobla en sus aras la rodilla impia, Y el bien sucumbe en la batalla ruda Si del oro el poder no le da ayuda; XVI. Hoy, que hasta el trono del Senor bendito Eleva el hombre la oracion profana, Oro pidiendo al Dios de lo infinito Con metalica voz y sed mundana, Yo ante el oro tambien mi animo excito Y demando placer y gloria humana. iQue vale la virtud en la indigencia? iQue vale sin metal la inteligencia? XVII. Gloria, placeres, de la incierta vida Desvanezcan el tedio y los dolores: Que por senda de amor, de gozo henchida, Discurra como arroyo entre las flores: Siempre renazca la verdad querida Reviviendo el amor con sus amores; Y sonar y gozar, y de esta suerte Cuando muera el placer, venga la muerte. XVIII. Que el hombre a su pesar la faz humille Ante mi planta altiva y orguUosa; Prosternado ante mi se maraville Adorando mi magia poderosa: Que mi voz ante el caos fiilgida brille Y la noche disipe tenebrosa Oro y mas oro, con furor anhelo. Y renuncio por siempre al alto cielo. — 267 — XIX. «;Oro! — Si, lo tendras» — dijo a mi lado Una voz varonil cuanto sonora. Sorprendido qued^me y espantado De oir cerca de mi tan a deshora Tal promesa y tal voz, y vi asombrado A un hombre de presencia encantadora. Mire al punto, y juzgue al desconocido Un cortes caballero muy cumplido. XX. De ceremonia el frac llevaba airoso, Enlutado calzon, botas lucientes, Pechera en que el bordado primoroso Se esmaltaba con joyas refulgentes: Gallardo talle y ademan gracioso, Maneras y actitudes sorprendentes: Aire dando a su traje, lisonjero Su porte natural de caballero. XXI. A pesar de su edad, fruta madura En el arbol frondoso de la vida, La varonil belleza en el fulgura Al ideal sublime parecida. Era su frente de cincel hechura, Do inteligencia celestial se anida, Y sus ojos azules y harto bellos Reflejaban radiantes sus destellos. XXII. Cual de Apolo la rubia cabellera Su busto de belleza coronaba, Y su mirada viva y altanera Dulce y tierna a su vez se dilataba. En su semblante palidez ligera Cual sombra de pesar se aposentaba: Nube que de infernal melancoli'a Turbaba de su cielo la alegria. XXIII. «Lo tendras» — repitio, su vigorosa Mano puesta en mi hombro, y su mirada Fija en mis ojos, magica, ardorosa, Con fantastico brillo iluminada. — Miribale yo fijo, jhora penosa! En la suya mi vista embelesada, Mirando a mi pesar, magnetizado Y en 6xtasis extrano subyugado. XXIV. «Me llamo Lucifer» — exclamo luego Aquel hombre 6 vision electrizante. Su nombre al escuchar, de terror ciego, Salte queriendo huir todo tremante, Como asustado el timido borrego Ante lobo feroz; pero al instante Sentose y me calmo. — Su lastimera Historia me conto desta manera: XXV. «En aquellas regiones venturosas Do reinan celestiales alegrias, Donde abundan las flores aromosas, Do lucen siempre deliciosos dias, Donde el son de las arpas melodiosas — 269 — Derrama plancenteras armonias, Naci para mi bien, mas desterrado, Suspiro de aquel bien tan apartado. XXVI. »(iA quien que digan mi terrible nombre Lograra comprender la honda tristeza Que nunca pudo comprender el hombre, Pues jamas conocio tanta grandeza? El eco de mi voz tal vez asombre Al Universe entero, y con dureza Me maldiga, sin ver que, desvalido, Mi destino es llorar como nacido. XXVII. »A1 partir de mi Eden idolatrado Traje conmigo, como triste herencia, De llanto un manantial nunca agotado: Que la augusta divina inteligencia Me di6 por ley el mal, y condenado A combate infernal con la conciencia, Prodigo el mal, y con el mal me hiero, Y en el me gozo, y sufro, y desespero. XXVIII. »E1 Padre de la luz diome potente De angel excelso las doradas alas, A mis ojos dio luz resplandeciente, Ornome de lo bello con las galas, Fulgurosa diadema dio a mi frente Que deslumbro las inmortales salas; Mas iay! deje mi natural sumiso Y perdi para siempre el Paraiso. — 270 XXIX. »Desde entonces el Mundo es mi morada, El mal me cerca, fiero lo prodigo, Y en lucha desigual, desenfrenada, Hago gimiendo el mal y me maldigo. jCuan triste es maldecir! En la alborada Miro al naciente sol como enemigo, Y en la noche, si brillan las estrellas, Las aborrezco mas cuanto mds bellas. XXX. »En ellas, solo en ellas quiza mora El dulce encanto para mi perdido; De la patria feliz que el alma adora Despiertan el recuerdo entristecido. La deleitosa paz que se atesora En ellas jay! contemplo enfuiecido...., (JY por que no cegar, si solo enojos Miran doquiera mis dolientes ojos? XXXL »iOh, mortal que me temes y motejas, Perdona al triste que perdio el contento! Con amargo dolor tambien te quejas, Pues perdiste un Eden; el sentimiento, Con maldecir mi ser, de ti no alejas. Maldiciones al par demos al viento. El mal brota tambien de esa tu mano: Criatura de dolor, eres mi hermano.» D. JOSE GAUTIER BENlTEZ. D. JOSE GAUTIER BENITEZ. PUERTO RICO! jBorinquen! nombre al pensamiento grato Como el recuerdo de un amor profundo; Bello jardin de America el ornato, Siendo el jardin America del mundo. Perla que el mar de entre su concha arranca Al agitar sus ondas placenteras; Garza dormida entre la espuma blanca Del niveo cinturon dp tu^riberas. Tu, que das a la brisa de los mares, Al recibir el beso de su aliento, La garzota g'cntil de tus palmares; Oue pareces, en medio de la bruma, Al que llega a tus playas peregrinas, Una ciudad fantastica de espuma Que formaron, jugando, las ondinas; Un jardin encantado * Sobre las aguas de la mar que domas; Un bucaro de flores columpiado Entre espuma y coral, perlas y aromas. Tu, que en las tardes sobre el mar derramas, Con los colores que tu ocaso viste, Otro oceano de flotantes llamas; Tu, que me das el aire que respire, Y vida al canto que espontdneo brota, Cuando la inspiraci6n en raudo giro i8 — 274 — Con sus alas flamigeras azota La frente del cantor; joye mi acento! El santo amor que entre mi pecho guardo Te pintara su rustica armonia; Por ti lo lanzo a la region del viento; Tu amor lo dicta al corazon del Bardo, Y el Bardo en el su corazon te envia. iOyelo, patria! El ultimo sonido Sera, tal vez, de mi laud; muy pronto Partire a las regiones del olvido. Mi juventud efimera se merma, Y ya en su carcel habitar no quiere Un alma melancolica y enferma; Antes que llegue mi postrero dia Y mi cantar se extinga con mi aliento, ;Toma, patria, mi ultima poesia! jElla es de mi amor el testamento! iElla el adios que tu cantor te envia! Tres siglos ha que el hombre Encerrado en el viejo continente, Ni en ti sonaba, ni spno tu nombre; Tu ser fue una bellisima quimera A los que oian el confin del mundo De Thule en la fantastica ribera; Pero sono una hora en el gigante Relo que marca su existencia al orbe, Y abrio sus ondas el airado Atlante. El dedo del destino Toco de un hombft en la ardecida frente Y entre las ondas le mostro un camino; El tan solo queria, Cruzando las regiones de Occidente, Volver al sitio donde nace el dia; Al viento del azar tendio sus velas Desde el confin del tiirbido Oceano, Y la suerte llevo sus carabelas A chocar con el mundo americano. De ese mundo, belHsimo fragmento — 275 — Eres, [oh patria! que en el mar lanzara Un cataclismo al estallar violento ; Mas trajiste tan solo su belleza, Sin copiar del inmenso continente La pompa y el horror de su grandeza; Ni el tigre carnicero, Ni el leon, ni el jaguar en tu montana Lanzan su grito aterrador y fiero; Ni el boa se retuerce en la llanura, Ni entre las aguas de tu manso rio Turbar el onda transparente y pura Se ve al caiman indomito y bravio. Ni arrojas al Atlante, De la playa pacifica, el inmenso Rey de los rios, Maranon gigante. Ni tus montes, con riiido subitaneo Estremecidos en su base crujen, Cuando con ronco respirar titaneo El Orizaba y Cotopaxi rugen. Y no estremece un Niagara tu suelo Al desplomar la inmensa catarata En la que el Iris, el pintor del cielo, Une a las franjas de luciente plata, Oro, y carmin, y purpura y topacio, Mientras en los cristales se retrata Fiero el condor, monarca del espacio. Tienes la cana en la feraz sabana, Lago de miel que con la brisa ondea, Mientras su espuma, la gentil guajana, Como bianco pulmon se balancea. Y la palma, que mece en el ambiehte Encerrada en el anfora colgante La linfa pura de su aerea fuente. Y de tus montes en el ancha falda, Donde el cedro y la pendola dominan. Luce el cafeto la gentil guirnalda Del combo ramo que a la tierra inclinan Las bayas de carmin y de esmeralda. 'Tii tienes, si, sus noches voluptuosas, — 276 — Que amor feliz al corazon auguran, Y en un verjel de lirios y de rosas Manantiales de plata que murmuran: Tortolas que se quejan en los montes Remedando suspiros lastimeros, Palomas y turpiales y sinsontes Que anidan en floridos limoneros. Todo es en ti voluptuoso y leve, Dulce, apacible, halagador y lierno, Y tu mundo moral su encanto debe Al dulce influjo de tu mundo externo. Por eso, en aquel dia Que abordaron las naves castellanas A tus bellas riberas, patria mia, Tus tribus abon'genes, Dominando el temor que las !levara Al seno obscure de tus selvas virgenes, Tranquilas contemplaron, Regresando apacibles a tu orilla, Como los brazos de la cruz se alzaron Bajo el rojo estandarte de Castilla. Pura amistad, vehemenLe, Unio los hombres que aparto el abismo: Del indio rudo en la tostada frente Cayo el onda sagrado del bautismo. Despues, ya roto del temor el dique, La llama del amor lucio esplendente: La dulce hermana del primer cacique Llamo su esposo al paladin de Oriente. Y tu fuiste el joyel que traspasaba El casto beso de su amor primero, Del senorial cintillo de Agueynaba A la corona del monarca ibero. Y despues y despues nunca mi canto Pinte el hondo luchar de las pasicnes, Ni el exterminio, la crueldad y el llanto, Mancha de los humanos corazones. Borremos del error las hondas huellas — 277 — Que a la infeliz humanidad desdoran, Porque hombre soy y me avergiienzo de ellas. Llego un dia fatal de horror y duelo, En que, del oro tras el torpe lucre, La vil esclavitud mancho tu suelo; jY el huracan del golfo americano Dejo las naves abordar tranquilas A las riberas del jardi'n indiano! ]Y tu, patria, la perla de Occidente, No volvistes al seno de los mares Para lavar la mancha de tu frtnte! Mas no en vano en Judea Corrio la sangre de Jesus, sellando El triunfo santo de su santa idea ; Mas no en vano anhelante Camina el mundo por el ancha via Del progreso, adelante; Brillo una aurora de feliz memoria En que cesaron lagrimas y duelos, Borrandose una mancha de la historia, Y mil y mil acentos Dieron tu nombre, [libertad sagrada! A los montes, los valles y los vientos. jY ni una sola represalia impia, Ni una venganza profano tu suelo! jBendiciones y cantos, patria mia, Perdieronse en las bovedas del cielo! jExtrano cuadro: que en el ancha tierra Al veneer la opresion en lucha santa, De entre el lago purpureo de la guerra La libertad sangrienta se levanta ! Dios debio sonreir, viendo d su hechura Hacer del paria hermano carinoso Y del ingel tomar la investidura Al realizar un acto tan hermoso: Y bendecirte conmovido y tierno Porque solo en tu suelo hospitalario, Al dulce influjo de tu mundo externo Se vio la Redencion sin el Calvario. — 278 — Otro paso adelante , sin que vibres El arma fratricida ; En el concierto de los pueblos libres Se levanta tu voz; savia de vida Y juventud circula por tus venas, Cuando la noble Espana conmovida Quebranta del colono las cadenas. Ya no eres, patria, un atomo perdido Que al ver su propia pequenez se aterra; Ni un jardin escondido En un pliegue del monte de la tierra. Eres el pueblo que su voz levanta Si la justicia y la razon le abona, Que las exequias del pasado canta Y el himno santo del progreso entona. Tu no seras la nave prepotente Que armada en guerra, al huracan retando^ Conquista el puerto impavida y valiente, Las ondas y los hombres dominando; Pero serds la placida barquilla Que al impulso de brisa perfumada Llegue al remanso de la blanca orilla; Que ese es, patria, tu sino, Libertad conquistar, ciencia y ventura. Sin dejar en las zarzas del camino Ni un jiron de tu blanca vestidura. Y, patria si me engano, Si me reserva mi destino impio Llorar tu ruina y contemplar tu dano; Si he de escuchar tus ecos, Devolverme entre lagrimas y horrores El ronco acento de tus bronces huecos; Si fuera mi laud el destinado Para cantar tu pena y tu agonia, j Ah, "que le mire pronto destrozado En mis tremulas manos, patria mia! Y antes que el mal en tu recinto nazca Y contemplarlo con espanto pueda, iQuie disponga el Senor cuando le plazca — 279 — De este resto de vida que me queda! Mas si Jehova concedio al poeta , Al cantar a su patria y su destino La doble vista del veraz profeta; Si ha de unirse mi nombre con tu historia Para ser el cantor de tu alegria, Para ser el heraldo de tu gloria, Dios me conceda al verte, De Venturas y triunfos coronarte, ;Una vida sin fin para quererte, Y una lira inmortal para cantarte! VENEZUELA. D. ANDRES BELLO. D. ANDRES BELLO. EL ANAUCO. Irrite la codicia Por rumbos ignorados A la sonante Tetis Y bramadores austros; El pino que habitaba Del Betis fortunado Las margenes amenas Vestidas de amaranto, Impunemente admire Los deliciosos campos Del Ganges caudaloso, De aromas coronado. Tu, verde y apacible Ribera del Anauco, Para mi mas alegre Que los bosques Idalios Y las vegas hermosas De la placida Pafos, Resonaras continue Con mis humildes cantos; Y cuando ya mi sombra Sobre el funesto barco Visite del Erebo Los vailes solitarios, — 286 — En tus umbrias selvas Y retirados antros Errare cual un dia, Tal vez abandonando La silenciosa margen De los estigios lagos. La turba dolorida De los pueblos cercanos Evocara mis manes Con lastimero llanto; Y ante la triste turaba, De funerales ramos Vestida, y olorosa Con perfumes indianos, Dira llorando Fills: «Aqui descansa Fabio> jMil veces venturoso! Pero, tu, desdichado, Por barbaras naciones Lejos del clima patrio Debilmente vaciles Al peso de los anos. Devoren tu cadaver Los canes sanguinarios Que apacienta Caribdis En sus rudos penascos; Ni aplaque tus cenizas Con ayes lastimados La perfida consorte Cenida de otros brazos. A LA NAVE. IMITAC16N DE HORACIO. (0 navis referent ) iQue nuevas esperanzas Al mar te Uevan? Torna. — 287 — Torna, atrevida nave, A la nativa costa. Aun ves de la pasada Tormenta mil memorias, ^y ya d correr fortuna Segunda vez te arrojas? Sembrada esta de sirtes Aleves tu derrota, Do tarde los peligros Avisara la sonda. [Ah! Vuelve, que aun es tiempo, Mientras el mar las conchas De la ribera halaga Con apacibles olas. Presto erizando cerros Vendra a batir las rocas, Y ndufragas reliquias Hara a Neptuno alfombra. De flamulas de seda La presumida pompa No arredra los insultos De tempestad sonora. iQu€ valen contra el Euro Tirano de las ondas, Las barras y leones De tu dorada popa? iQue tu n ombre, famoso En reinos de la Aurora, Y donde al sol recibe Su cristalina alcoba? Ayer por estas aguas, — 288 — Segura de si propia, Desafiaba al viento Otra arrogante proa; Y ya padron infausto Que al navegante asombra, En un desnudo escollo Esta cubierta de ovas. jQue! (iNo me oyes? dEl rumbo No tuerces? <;Orgullosa Descoges nuevas velas Y sin pavor te engolfas? or perjuicios causados A sus nacionales en la ciudad de Coro. (A'o/rt t/e D. Josf Maria Rqjas.) - 5i« - Los cantos del trovador Eran para mi siiaves, Cual trino del ruisenor, Como el coro de las aves. Coro y aves ;0h Senor! He cometido un desliz Al nombrar aves y coro, Que son la causa infeliz Del reclamo de Vanritz: Me arrepiento y lo deploro. Dire, pues, ya que se ofrece Tan oportuna ocasion, Que, aunque medie esta cuestion, El senor Vanritz merece Toda nuestra estimacion. A pesar de los pesares, Siempre tuve la esperanza De que acabara la danza, Mds con dares y tomares Que con espada ni lanza. Mas demos llegado el caso De rompernos la cabeza: iQue hare yo en tal embarazo? Me atrinchero en el Parnaso, ;Y adios nacidn holandesa! (i) Volviendo d lo principal: Yo la vida abandone Desde el instante fatal En que atrevido aceptd La silla ministerial. Desde entonces, jmaldicion! (i) Consonante falso por descuido de pronunciacion local. — 5^9 - Paso los meses enteros Hablando de abolicion, De empresas mil, de un millon De caminos carreteros. Apenas dejo la cama, Ya Guardia la hace a mi puerta, Ya Bermudez toca y llama, Ya Pemarchan me reclama Y Jimenez me despierta. jOue mdsl En este momento Que llevo el vaso a la boca, Se ocupa mi pensamiento De ver como no les toca Ni el cero del diez por ciento. Y entre tanta algarabia, Y con tantos sinsabores, iTendra en la cabeza mia Cabida la poesia? jNo, senoresi jNo, senores! Pasemos, pues, a otra cosa: Bebamos, la copa henchida, Porque a Monagas, su esposa, Y su familia querida Conceda el cielo una vida Dilatada y venturosa. D. JOSE ANTONIO MAITIN. D. JOSE ANTONIO MAITIN. CANTO FUNEBRE CONSAGRADO A LA MEMORIA DE LA SRA. DONA LUISA ANTONIA SOSA DE MAITIN. (FRAGMENTOS.) IX. iCuan sola y olvidada, Cuan triste esta la huerta Hace poco por ella cultivada ! Su languida corola Tiene la flor apenas entreabierta, Y al ver los tallos secos e inclinados, Esta vegetacion ambigua, incierta; Al ver tanto abandono, Las hierbas devorando los sembrados, Sin humedad la tierra, sin abono, Dijerase que siente Esta familia hu^rfana su sucrte; Que lleva un negro luto Sobre su frente pilida prendido; Que espera ya la muerte, O que llorando esta lo que ha perdido. A vista de este cuadro — 524 — Tan vivo, de tristura Siento que el corazon se me destroza. Me lanzo a la ventura Por entre el laberinto Del follaje en desmayo y sin frescura; Maltrato, con el pie, de aquel recinto La iniitil hermosura. Cual maquina ambulante , Sin senda, sin camino conocido. Las manos extendidas, delirante , Buscan mis brazos algo que he perdido. Estrecho con amor cada sembrado, Corro del uno al otro Con paso desigual, precipitado; Me cubro el rostro ardiente con las ramas , Las llevo al pecho, de llorar cansado; Sobre ellas deposito Mi beso convulsivo y prolongado, Y al muro, y a las piedras, A las hojas, al tronco endurecido, A tanto objeto caro, inanimado, De mi dolor prestandole el sentido, Pareceme escuchar que me responden, Que sale de su seno hondo un gemido. Que el aire puebla un alarido ronco, Y en cada tierna flor que encuentro al paso, En cada arbusto, en cada negro tronco Que a la presion nerviosa de mi abrazo Convulso y animado, Con fuerte oscilacion tiembla y se agita, Pienso sentir el golpe acelerado De un corazon amigo que palpita. X. Aqui en este rincon pimpolla y sale Una tierna y gentil adormidera Que ayer no mas sembraste; Planta huerfana y fragil que dejaste Aun antes que naciera. Sobre la blanda tierra Por ti recientemente removida, Fresca, visible, clara, De tus dedos la huella esta esculpida. ^Quien hubiera pensado Que antes que esta semilla retonara, Tu vida en un suspiro, En un quejido leve terminara ; Que no vieran tus ojos Brotar este pimpoUo Que no esperaba mas que una bora, un dia, Para romper el germen Que su vida en prisiones contenia, La vida que, sin ti , sin tus cuidados, No tuviera tal vez? jOh! encierra, encierra, Planta inutil, tardia, Tu vastago otra vez bajo de tierra: La que buscas aqui ya es sombra fria. iRetonoI llegas tarde, No encuentras quien teriegue, Quien se afane por ti, ni quien te guarde. En vano, pobre arbusto. El aire buscas, la humedad, el dia, La noche fresca y la apacible luna; Perdistes en tu cuna La que daba a este sitio su alegria; Y esta pequeiia y limitada huerta Que pudo ser tu asilo de ventura, Sera una soledad triste y desierta, Tu pobre y tu callada sepultura. XL Mas ;ay! no moriris. Sobre tu tallo Inclinada mi frente de contino, Vigilare incansable, sin desmayo, Con empeiio incesante, tu destino. — 526 — Yoamparare tu juventud lozana; En ti clavados mis atentos ojos, La maleza, la espina, los abrojos, Apartar6 de ti tarde y manana. Y cuando tus verdores, Cuando tu pompa y majestad temprana Debas a mis cuidados protectores, Cuando florida estes , tus verdes ramos A su callada tumba De ofrenda serviran , y al colocarlos Sobre su sepultura solitaria, Postrado, enternecido, Su sombra evocare con un gemido, Un llanto de dolor y una plegaria. XII. Yo salgo tristemente Por los sitios mas solos y apartados Llevando mi dolor, mustia la frente, Y los ojos de lagrimas prenados. De pronto en mi camino, Debajo de la sombra de una rama , Debajo de un espino, Algiin mendigo encuentro De los que tantas veces socorria La que fue de los tristes el consuelo, La que mis ojos lloran noche y dia. Su brazo tembloroso Me tiende el pobre anciano desvalido. Recuerdo cuantas veces Fue por ella en sus penas socorrido; Y el pobre que ella amaba, El misero mendigo, Que en su bondad hallaba Favor, consuelo, proteccion y abrigo, No es para mi un extrano, Es un fiel companero, es un amigo. — 527 — Con alma enternecida Adonde esta me acerco, y en su mano, Por el hambre y la edad desfallecida, Mi socorro al poner, le digo: «Anciano, Esta limosna es otro quien la envia; No le la doy por mi , quien la da es ella. Esta virtud serafica no es mia; Esta era una virtud de su alma bella. Por su eterna salud ruega, mendigo; Que Dios tus oraciones ^ Escuchara con corazon amigo.» Entonces un torrente Se escapa de sus ojos Cual manantial de gratitud ardiente: Y cuando de llorar estan ya rojos, Me alejo lentamente, Llevando, consolado, En mi ulcerado pecho el santo gozo De aquella gratitud que ella ha inspirado, De aquel puro y simpatico soUozo. XIII. Lloroso, pensativo, Mis largas horas paso A la margen sentado de este rio. AquI todo contrasta Con mi pesar sombrio: En esta soledad solemne y vasta No hallo un dolor que corresponda al mio. Las hojas resplandecen Cargadas con las gotas de rocio; En la vecina altura. En la lejana cumbre, •Vestida de matices y verdura, Ostenta el sol magnifica su lumbre, Mientras que yo devoro En triste soledad mi pesadumbre. - 528 - ^Tan poco asi te mueve jOh pintoresco Choroni! mi pena? Tu soledad amiga, iPor que se muestra a mi dolor ajena? jYo, que en tus ilusiones me he mecido, Que el aire de tu selva he respirado, Que tu ultimo rincon he preferido Ala mejor ciudad, que te he cantado! Los seres entre si todos se estrechan Con secretas y ocultas relaciones, Se combinan , se buscan , se desechan Entre un mar de atraccion y repulsiones; Todo es combate, lucha, Accion y reaccion en cada hora. i Y yo, materia viva, Pensante, sentidora, Que aliento y me confundo De Dios en las eternas creaciones ; Parte de este conjunto De afinidad, de mutuas atracciones, En cuyo espacio giro, En cuyo seno moro, A cuya inmensa mole Por lazos invisibles me incorporo, No encuentro una senal que me revele La accion de mis pesares Sobre la calma eterna y maiestuosa De esta naturaleza silenciosa, De estos quietos, pacificos lugares! Todo serenoesta, todo reposa: Nada un dolor denuncia ni una pena. Bullente, estrepitoso corre el rio Sobre su lecho de brillante arena; El matizado insecto Con ardiente inquietud se agita y mueve; El follaje despide su murmullo Al soplo matinal del aire leve; Y las aguas, los montes y los vientos, — 529 — Y el ave inquieta que saluda el dia, Levantan con apatica indolencia Su himno sin fin, su eterna melodia. |Concierto disonante, Horrible, estrepitosa algarabia, Que suena a mis oidos, Como la befa amarga y la ironi'a De la implacable y cruel naturaleza, Para quien es lo mismo El content©, la dicha, la alegria De un ser que piensa 6 su mortal tristeza. XIV. Clara, brillante, hermosa, Ostdntase la noche De estrellas coronada, Y su atmosfera limpia y silenciosa Se carga de la esencia De las plantas, las hierbas y las flores. Todo es serenidad y transparencia; Todo frescura y suaves resplandores; Un murmuUo solemne y religiose Levanta por doquier blanda la brisa, Y en medio del cenit la movil luna Su luz nos manda languida, indecisa. Solo una nube irregular, obscura, Como la orla flotante de algiin velo Colgado de una tumba, Surca en medio de tantas claridades, De tanta luz, como un lunar del cielo. Sobre mi pobre techo, Sobre mi patio mudo y descuidado, Sobre el jardin estrecho, Sobre cuanto contiene mi cercado, La nube negra, inmovil, Proyecta su penumbra, En tanto que la luna despejada 34 — 530 — Bana la tierra con su luz plateada Y el valle todo en derredor al umbra. A vista de esta escena, Que me interesa mas que apesadumbra, Exclamo conmovido: «;iOh! gracias, gracias mil, Naturaleza, Que siquiera una vez has consentido En vestir el crespon de mi tristeza. No apartes esa nube Obscura, aislada, solitaria, espesa, De ese punto del cielo todavia. Con soplo premature No destruyas tan funebre armonia. Alejales tu brillo d mis hogares, Ayer tumba sombria Y hoy mansion de recuerdos y pesares> Pareceme que entonces Todo en la tierra a mi dolor responde. La luna compasiva Sus resplandores a mi vista esconde. De la palmera altiva Las ramas descolgantes languidecen; Y las espigas tiernas Ya en confuso temor no se estremecen. El aura, sin aliento, En torno no retoza de las hojas Que se inclinan en triste desaliento. En la naciente hierba Que la penumbra oculta, No relucen las gotas del rocio. Escucho a gran distancia Entre su lecho 5ollozar el rio: Y el ruido quejumbroso, Cual languida fatiga, Que forma al deslizarse su onda clara, Pareceme el adios de un alma amiga Que de mi para siempre se separa. — 531 - XV. Ya piso el cementerio Augusto, majestuoso, Con su solemnidad y su misterio. Estoy en la morada de la muerte, Donde el pequeiio, el grande, el flaco, el fuerte, Sin distincion sucumben Bajo un destino igual, bajo igual suerte. jMirad a lo que quedan reducidas Las miseras pasiones, El altanero orgullo, Las vanas ilusiones, De la lisonja el mundanal murmuUo, Tanta esperanza y tantas ambiciones! En este polvo encallan La astucia, las ficciones y el amano; Aqul hay sinceridad en los afectos, Llanto puro, verdad y desengano. ^Como contar el mar de tibias gotas Que sobre estos despojos se ha vertido, Que estas humildes cruces ha mojado, Que en estas inscripciones ha corrido, Que esta hierba naciente ha salpicado, Que el polvo de estas tumbas ha embebido; Lagrimas de una madre desolada, La compasion, la oculta analogia, La ardiente gratitud celeste y pura, El afecto, el amor, la simpati'a? jAh! Si se recogiese en una hora, En un instante dado, Esa lluvia de gotas encendidas, Ese raudal de lagrimas vertidas Que esos tristes despojos ha empapado, Pudierase formar una honda charca, Mar salido del mar de nuestros ojos, Que sepultase en sus ardientes olas Cuanto este sitio funeral abarca. — 532 — Inscripciones, osario, hierba, abrojos, Tumulo, cruces, tumbas y despojos. XVI. jSombra de la que ame; solo y perdido Quedo en la tierra. Timido, cansado, Un rumbo seguire no conocido, A la merced del vendaval airado, Tal vez per las borrascas combatido, Acaso por los hombres olvidado. El mundo es todo para mi un desierto. De mi existencia usada El proceloso mar surcare incierto, Cual nave destrozada Que lanza el huracan lejos del puerto. No se cual es la suerte que me aguarda, Obscuro el porvenir; mas imitando Tu ejemplo santo y raro, Siguiendo tus virtudes una a una, Inspirado por ti, bajo tu amparo, Contrastare el rigor de la fortuna; Me hare mejor, pensando En la existencia pura y bendecida Que junto a mi pasaste, y de esta suerte, Si debi mis contentos i tu vida, Debere mis virtudes a tu muerte. XVIT. Adios, adios. Que el viento de la noche, De frescura y de olores impregnado, Sobre tu bianco tumulo de piedra Deje, al pasar, su beso perfumado; Que te aromen las flores que aqui dejo; Que tu cama de tierra halles liviana. Sombra querida y santa, yo me alejo; Descansa en paz Yo volvere manana. — 533 — EL HOGAR CAMPESTRE. Araeno el campo ostenta su opulencia En su esplendido manto de verdura, Y regala el olfato con su esencia La flor que crece oculta en la espesura. jCuan dulce es ver las aguas cristalinas, Ir por el valle susurrando amores, Y salpicar las hojas purpurinas, Con sus blancas espumas, de las flores! Y ver como sin tregua y sin descanso, Con giros mil, la retozona brisa En ondu.lantes pliegues del remanso La transparente faz arruga y riza, Y cuando tardo el sol y esplendoroso Su lumbre cuelga en la mitad del cielo, Y con su rayo ardiente y caluroso Desl umbra y quema el fatigado suelo. jCuan dulce es reposar bajo la sombra De la ceiba ramosa y extendida, Y entre la hierba ver que el suelo alfombra Correr la fuente que a beber convida! jY esa rafaga ver, arrebolada, Manto oriental de purpura y de grana, Que el sol tiende en la boveda azulada, Al ocultar su lumbre soberana! Y cuando al aclarar, en Occidente Su luz sepulta al fin la ultima estrella, jCuan grato es ver en el opuesto Oriente La aurora despuntar, Candida y bella ! — 534 — Y ver las perlas, diafanas, redondas, Que la noche al pasar dej6 prendidas Sobre la abierta flor, colgando en ondas Al borde de las hojas suspendidas. Y entonces, escuchar en la espesura, De la paloma la sentida queja, Que mas que la expresion de su ternura Un lamento tristisimo semeja. Y al jilguero cantor que se estremece Al desatarse en duke melodia, Y que desde la rama en que se mece Con sus himnos de amor saluda el dia. jOh descuidado y bello pajarillo Que vagas libre en pos de tus amores! jAh! jcuanto envidio tu vivir sencillo, Tus colinas, tus bosques y tus flores! El trino encantador y apasionado Con que su amor tu compaiiera llora, El gorjeo sentido y delicado Tii puedes escuchar, ave canora. Tii eliges a tu gusto tus amores, Sin que te paren importunas leyes ; Que del aire los pUcidos cantores No ban menesteB repiiblicas ni reyes. Ni palacios, ni templos, ni mezquita Ni Senado, ni Bey, ni Capitolio, Ni mandatario altivo que dormita En alta silla 6 encumbrado solio. Ni hay banderas vistosas y lucidas Que flotan a merced del aire vago; Ni conoces las lanzas homicidas, Ni de la guerra el destructor amago. — 535 — No dice un rey: Soldados, a la gloria. La patria OS llama: a la batalla, os dIgo. BuSCAD la MUERTE 6 TRAEDME LA VICTORIA, Que la patria soy vo. Venid conmigo. Y en sangre del hermano desgraciado No vas tus plumas a manchar bermejas, Y cada al corazon golpe asestado Un triunfo no es que vencedor festejas. No dice un mirlo de golilla y toga: ESTA ES LA lev; A MUEKTE TE CONDENA, Y al cuello te echan la infamante soga, 6 arrastras, infeliz, dura cadena, Ni al dintel del alcazar opulento Vas a llevar tu palidez sombria, Para mezclar con tu apagado acento Las risas destempladas de la orgi'a. Que el campo para ti su gala ostenta, Y el grano encierra la ondulante espiga, Y el sabroso manjar que te sustenta En cada flor encuentras sin fatiga. Que para ti desde ese monte cano Se despenan las aguas destrenzadas, 6 mansamente corren por el llano En bella confusion desparramadas. Y su Candida faz esplendorosa La aurora asoma en el nevado Oriente, Para tenir de purpura y de rosa Tu plumaje riquisimo y luciente. Que para darte abrigo regalado La enredadera y el jazmin silvestre En el aire suspenden, festonado Su misterioso pabellon campeslre. - 536 - jOh descuidado y bello pajarillo Que vagas libre en pos de tus amores! jAh! jcuanto envidio tu vivir sencillo, Tus colinas, tus prados y tus flores! Yo buscare la dicha en tus cantares, En tus bosques la paz y la ventura, Y acallare la voz de mis pesares De quieta soledad en la espesura. LAS ORILLAS DEL RIO. Inquieto, transparente, Ya docil , ya bramando, En su lecho de plata refulgente Undoso el Choroni corre impaciente; Y sus ondas regando, Va sus verdes orillas matizando. jCuan diafano retrata Los techos de verdura Y los penascos en su linfa grata! Su blanca espuma se disuelve en plata, Y reluciente y pura La arena, en lo hondo, cual cristal fulgura. Ayer tal vez rugiendo For la borrasca hinchado, Con ronco son y pavoroso estruendo, Iba su linda margen convirtiendo En yermo desolado, Ahuyentando las aves y el ganado. Hoy gusta los olores Del aire gemebundo: Sosegado y gentil bulle entre flores: — 537 — Pasa festivo susurrando amores, Y libre y vagabundo Corre a su eternidad ; el mar profundo! Con rapidez extrema Rodando sus cristales , Es de la vida fragil el emblema, Que arrastrando consigo su anatema, A abismos eternales Va A deponer sus glorias y sus males. jBellisimas mansiones! iPacificos lugares Tan Uenos de quimericas visiones! iPor que vibran tan dulces vuestros sones? ^Llorais vuestros pesares, Rios, que vais a hundiros en los mares? iO es el eterno beso De rusticas deidades Quien da sus tonos al follaje espeso? ^Quieu puso y para que tanto embeleso En estas soledades , Y prodigo a las aguas sus bondades? ^Sobre estos bordes frios, Ou6 numen bondadoso Puso estos verdes arboles sombrios? iQu€ espiritu de paz mora en los rios, Y duerme voluptuoso, Al son de su concierto melodioso? No pienso con locura Que el eco peregrino Con que la onda pacifica murmura, Que suena al corazon con la dulzura De un cantico divino, Murmura sin razon y sin sentido. - 538 - iQue importa la alegria Con que la tierra alienta, Si esta agreste, selvatica armonia Muere y se pierde en la ribera umbria; Si no hay, cuando la ostenta, Vista que goce y corazon que sienta? Oculta inteligencia Acaso se recrea En este blando asilo de inocencia: Del bosque aspira la fragante esencia, Sus bovedas pasea, Y el fresco de sus sombras saborea. Acaso el manso vie nto Que en la floresta gira, O en torno de las ondas, es su aliento. Tal vez este rumor con cuyo acento La soledad suspira, Es la musica eterna de su lira. Arcangel invisible Que vaga en la espesura; Por quien suspira el cefiro apacible; Espiritu intermedio entre el temible Autor de la natura, Y su fragil y humana criatura. El sabe si el ambiente Que hora manso resuena, Es el mismo que, a veces inclemente, Y vuelto tempestad, brama impaciente En la floresta amena, Y de ruina y destrozo el campo llena. El entiende el idioma De la onda que se aleja, El arruUo de amor de la paloma; Sabe donde su olor halla la aroma. — 539 — Y si la encina aiieja, Cuando arma su clamor, canta 6 se queja. El sabe quien marchita La flor que nace apenas: En qu6 cavernas lobregas habita El eco solitario: quien agita Las auras de olor Uenas: Donde y como germinan las arenas. Y este angel solitario, La tierra que murmura Convirtiendo en magnifico incensario, Presenta a Dios este lamento vario Como la esencia pura Que a su Criador ofrece la natura. Y este clamor del suelo, Que se alza por doquiera, Este himno universal, tomando vuelo, Sube de sol en sol, de cielo en cielo, Y de una en otra esfera Llega al trono de luz do Dios inipera. Tus genios 6 tus fadas, jOh! dime d6nde habitan, Hermoso Choroni. ^Son sus moradas Tus flotantes y verdes enramadas Que nunca se marchitan, 6 en tu onda sobrenadan y se agitan? ^Habitan de las penas Los antros tenebrosos, 6 vagan en tus mdrgenes risuenas? iSe baflan en las aguas que despeiias, 6 danzan tumultuosos Bajo tus frescos drboles frondosos? — 540 — ^En rapida barquilla De nacar reluciente, Con mastil de oro y con dorada quilla, No van surcando tu frondosa orilla, O en brazos del ambiente No se dejan llevar de tu corriente? jFeliz, feliz quien mira Tus margenes serenas, Y con tu paz fantastica delira; Quien mezcla los acordes de su lira Al ruido con que suenas Cuando arrastras tus limpidas arenas! Pacifico, contento, Perdido en tus riberas, Mi discordante voz soltare al viento; Y libre alii del cortesano aliento, Tus linfas pasajeras Seran mi amor, mi mundo y mis quimeras. Me serviran de alfombra Las hojas que derrama El arbol colosal bajo su sombra; De templo, ese infinito que me asombra; Y la menuda grama, De mullido cojin 6 blanda cama. Preparare gozoso Mi cana y mis cordeles, Y bajare 4 tu margen delicioso; Sera mi alcazar tu javillo umbroso, Sus ramas mis doseles, Y tu rustica orilla mis verjeles. El dulce pajarillo Reposara su vuelo Bajo la espesa rama del javnllo; En tanto que el plateado pececillo. — 541 — Incauto y sin recelo, Vendri el mismo i, prenderse en el anzuelo. Con paso acelerado Acaso me encamine A tu orilla gentil; alli sentado El libro celestial leere arrobado Del tierno Lamartine, Su canto oyendo hasta que el sol decline. Asi la dulce vida Pacifica y Hgera, Bajo tu sombra pasara escondida; No entre el placer que brinda fementida La corte lisonjera, Para acabar mas presto mi carrera; Como la fragil rosa Cortada en los jardines Para adornar la frente de una hermosa, Que entre miisica blanda y sonorosa, Damascos y cojines, Perece antes de tiempo en los festines. D. FERMlN DEL TORO. D. FERMIN DEL TORO. A LA NINFA DEL ANAUCO. jTodo cede a la que mora En palacio de cristal, Y perlas cine y coral A su frente seductora ! jCedan sus grutas, sus prados Las celebradas ondinas, Que en las aguas cristalinas Mojan los pies nacarados! jDel canto el divino coro Suspended, silfides bellas, Que a la luz de las estrellas Concertais las arpas de oro! jDep6n el arco y la vira, Imagen que el alma adora, Cuando el pecho se acalora De un amante que delira! jLas que privais en Oriente, Odaliscas y sultanas, Las deidades musulmanas, Inclinad todas la frente! - 546 - Que la ninfa se divisa Por la luz de negros ojos, Y el fuego de labios rojos, Y el dardo de dulce risa. Ella vence al ramillete En gentileza y finura, Cuando mide su cintura Con su estrecho brazaleLe. Ni hay flores en un jardin Que perfumen tanto el viento, Pues le da mas dulce aliento Que el azahar y el jazmin. Y si prendida la falda , El pie en la hierba humedece, Un bianco lirio parece En un vaso de esmeralda. De negros rizos cubierta Se duerme en lecho de rosas , Y las deja mas hermosas Cuando el amor la despierta. ♦ Es como el cielo inconstante, Como el aura caprichosa, Altiva como una diosa , Hechicera como amante. Temo, temo que mi culto Apasionado la ofenda: Por eso, humilde mi ofrenda Entre las flores oculto. Con pluma de un colibri Y la tinta del zafiro, Calentandola un suspiro, En una rosa escribi : — 547 — Te adoro y te he de adorar; Mi pecho amor te tributa; Sera mi templo tu gruta, Y tus pies seran mi altar. D. CECILIO ACOSTA. D. CECILIO ACOSTA. LA CASITA BLANCA. EN UN ALBUM. jLuzcan tus tardes de zafir y grana; Rosal disfrutes de tu mano injerto; Goces, en medio a perfuinado huerto, Las auras frescas de gentil manana! jNo insomnios turben tu tranquilo sueno; No sombra empane tus ensuenos de oro, Deesos que suben hasta el almo coro, 6 infiltran en la sien dulce beleno! jPalomas bajen a picar tu suelo, Que al lado este de tu casita blanca, Y a poco veas que su vuelo arranca La turba inquieta hacia el azul del cielo! i Mires cual sitio de encantada Ninfa Tersa laguna cual a veces vemos, Y Ansares niveos de pintados remos Cortando lentos la argentada linfa! — 552 — jHaya no lejos alfombrada loma, Que se alee apenas a la tierra liana, y alii subas a ver cada manana vSi el alba rie, 6 cuando el sol asoma? jHaya manto de verde y de rocio En el momento que los campos dora La pura luz de la rosada aurora; Y en calle de naranjos que va al rio, Y se abre al pie de la felpuda falda, Cesped encuentres para muelle alfombra, Follaje rice para fresca sombra; Y fruta en que el color es de oro y gualda! jA un lado este la vega; el campo raso; Los ya formados sulcos por la reja; El ultimo que traza y detras deja La tarda yunta en perezoso paso; Y montado en el sauce culminante El canario gentil ser rey presuma, Y, ajustando la de oro regia pluma, A vista de su imperio gloria cante! jLa partida de caza vocinglera La quinta deje al despuntar el dia; Agil saiga y festiva la jauria, Atraviese del valle i. la ladera, Recorra sin ser vista la canada, Y tras de trasmontar los altos cerros, Saltando observes los pintados perros, Entre alegres ladridos, la quebrada; Y despues de subir agrio repecho, De la cima en los altos miradores, Divisen los cansados cazadores Alzarse el hurao del pajizo techo! — 553 — jAl terminar el dia, el afan duro Del campo cese, que el vigor enerva; Llegue buscando la feliz caterva Descanso en el hogar libre y seguro! jLa parda luz de la tranquila tarda Apague de la noche al fin el velo; A poco luzca en el remoto cielo De las estrellas el vistoso alarde ! jY mientra el aura entre las hojas suena, Haya para el placer bebida helada, En barros de primor blanca cuajada, Y en medio a bromas mil rustica cena! jCerca este del cortijo la vacada Que a las veces se sienta estar bramando, Y al tiempo del ordeno, en eco blando, Se queje la paloma en la hondonada! jVenga en totuma con su pie dc plata La blanca leche a rebosar la artesa, Que el aire luego con su soplo espesa, Temblar haciendo la movible nata! [Que el ave matinal tus pasos siga, Vuele confiada a tu graciosa mano, Y alii pique atrevida el rubio grano Que tu propia tomaste de la espiga! iQue tengas frutas que en sazon maduren, Y vayas con tu cesta d recogerlas; Que tengas fuentes que salpiquen perlas; Que tengas auras que al pasar murmuren! jMurmuren cantos bellos, celestiales, Que sirvan a borrar fieras congojas, De esos que forman al temblar las hojas, O el arroyo al mover de sus cristales! — 554 — jAnte el altar que en sacras llamas arde, Por ti tu madre su oracion eleve, Que grato Dios hasta su trono lleve; Y El mismo en urna misteriosa guarde! (No la mla separes de tu historia; No mis deseos mas te sean ignotos; Ni olvides nunca mis fervientes votos, Ni me apartes jamas de tu memorial LA GOTA DE ROCIO. POESIA DEDICADA A MI DtSTINGUIDO AMIGO Y SABIO COLEGA DON MIGUEL ANTONIO CARO. «No hay brillo como el mio», Dijo ufana la gota de rocio, Al verse aclamar bella En medio al campo en que el ornato es ella; «Ni quien cual yo, galana, Sea orgullo y primor de la manana. En globo pequenuelo, Sobre hoja que ya dora La prima luz de la rosada aurora, Soy breve suma del fulgor del cielo, Que, en vastos horizontes, Se ve en valles lucir, y se ve en monies; Y soy tambien, para mayor decoro De mi almo origen y mi cuna de oro, Delicado vapor que en ondas sube, Llega tal vez a la flotante nube, Tal vez instable de la altura baja, Y en el aire suspense en perla cuaja. Bordo a veces las flores, Para de ellas bebsrme los colores, Y en forraas mil distintas, — 555 — Cada cual de por si fijable apena En el mudar de la movible escena, Del iris tomo las variadas tintas. El aura me regala Con los aromas que el verjel exhala, Y, por verme temblar, con ala leve Jugando me conmueve. Yo nazco con el dia, Tengo palacio en la arboleda umbn'a, Y en aguas bellas de matiz cambiante, Ya semejo al cristal, y ya al diamante.* Asi la gota en su discurso ciego, A tiempo que de rafaga impelida, De la hoja desprendida, Llego A caer y disiparse luego. Tal vi una vez en mi jardin acaso; Y prueba asi este caso. Que el mundano esplendor es de un momento, La vida nada, y el orgullo viento. EL VESPERO. A MI SOBRINA LA SENORITA SOLEDAD ACOSTA ORTIZ, EN SU ALBUM En flamigero carro Que en ejes lude en que restalla el fuego, Y con vivo esplendor al orbe inunda, Baja cual rey el sol, y cuando luego, Entre torrentes de su luz fecunda, El aureo curso acaba, Aun le quedan reflejos, Morir queriendo con real decoro, Para lucir de lejos Y pintar cada varia, nivea nube, Cuya belleza asi realza y sube, Con franjas decarmin y rosas de oro; - 556 - Hasta que al cabo en el supremo instante, Ya vestido de purpura esplendente, Despidese el gigante Y en el mar se sepulta de Occidente. No hay ya en el horizonte El variado matiz ni el colorido Con que dora la luz el arduo monte; Solo palidas quedan blancas huellas De un fulgor que ya es ido, Y con silencio santo Se extiende luego el azulado manto, Descubridor del mundo y las estrellas. Este casto color que nadie nombra, Por lo indeciso y vago, Sino con formas de expresion distintas, La ausencia muestra de vivaces tintas, La lucha de la luz y de la sombra. Baja la calm a al suelo, En lo alto reina la tranquila tarde; Y en el azul del cielo, Cual diamante engastado, Venus arde. jOh Vespero inmortal! ^Quien confidente De secretos te hizo Y amorosas querellas, Sagrada para ti la menor de ellas? Si acaso llama ardiente De afecto bien sentido y mal pagado, El ambicioso corazon calcina, Tii arrancas al dolor la aguda espina, Derramas miel en la doliente alma, Y con callada voz que habla de lejos, Envias»tus consejos Y restituyes la perdida calma. iQue de veces tambien logre la mi'a Contigo hablando! Enfurecido el viento, Sin velamen, sin jarcias y aun sin rumbo La nave en medio del fragor crujia, Yendo de tumbo en tumbo, Y negra noche y negras briynas solas Eran fiinebre palio de las olas En el pielago inmenso: tal la imagen, Tal fu6 el horrible temporal deshecho Que una vez contrasto mi fl^bil pecho.. Y asi de triste estaba, Tanta era mi amargura, Que alzando el ruego a la sublime altura, Transido de dolor, per paz clamaba. Y la halle al fin en tu benigno influjo Y en los suaves destellos de tu disco, Que semeja en su luz a toda hora La mirada de un angel cuando adora. Te vi tranquilo en el confin remoto, Despues de cien borrascas siempre inmoto, Y al notar tu valor y paz serena, Disiparse senti mi amarga pena. No me olvides jamas, astro divino, Se propicio a mi suerte; Y cuando venga el viento airado, fuerte, A torcer en los mares mi camino, Se el piloto en mi rumbo y mi destino. D. JOSE RAMON YEPEZ. D. JOSE ram6n yepez. LA MEDIA NOCHE. A IJV CLARIDAD DE LA LUNA. En ningiina parte la Naturaleza nos penetra mas del sentimiento de su grandeza : en ningunp. parte nos habla mas y mas fuertemente , que bajo el cielo de America. Opacos horizontes, Y rumor de airecillos y cantares, Y sombras en los montes, Y soledad dulcisima En la tierra infeliz de los palmares; Y alia lejos la luna que se encumbra, Y un cielo azul de porcelana alumbra. Y en el lago sin brumas La onda medio caliente entumecida, Coronada de espumas, Sonando melancolica: Y como tregua 6 sueno de la vida En el hogar del hombre; y como inerte La creaci6n , y el sueno como muerte. La gran naturaleza, O vacila 6 se ascmbra, y muda y grave, ■if' A — 562 — Pdlida de tristeza , Ve sus astros inmoviles Suspension de la vida, que no sabe, Maravillada el alma, si le asusta, O le place por quieta 6 por augusta. Tal es, sobre su coche Que silencioso por el orbe rueda, La extrana media noche De las regiones indicas: Asi, al taner de la campana, queda, Su voz oyendo por el aire vago, La ciudad de las palmas en el lago. Aqui empieza el imperio De esas visiones sin color ni nombre Que en inmortal misterio Guardan las noches torridas. Aqui no alcanza a comprender el hombre La cifra 6 la razon de cuanto mira, O si despierto esta, sueiia 6 delira. Tanta tremula estrella Cue de rubies el espacio alfombra, Tanta roja centella Que con la luna palida Penetra y brilla en la nocturna sombra, Causa son de terror, causa de duelo, Si ya la media noche sube al cielo. <",Ouien sabe por que crece Entonces el penacho de esa palma, Y el viento la remece Y la despierta siibito, Y a su voz el concierto y dulce calma De la noche se rompe, cual si fuera Hablando una palmera a otra palmera? ;Quien sabe por que luego — 563 — Se vuelven las conchuelas con la luna Margaritas de fuego, Y cuando boga rapido, Sonriendo de su esplendida fortuna , Nauta feliz que ansi'a por cogerlas, Ni conchas halla ni radiantes perlas? iQuien sabe, quien alcanza Por que se cierne la nocturna nube Con monstruosa semblanza, Y envuelta en sombras tetricas Desciende al llano, a la colina sube, Para mostrar despues, como un tesoro, El plateado cendal con fimbria de oro? jMentira! bajo el peso De tanta maradlla, grita el mundo: Acaso sera eso Puede que los fantasticos Prestigios de la luz, tras el profundo Rumor que alzan los vientos que campean, Finjan visiones, y mentiras sean. Pero algo esta escondido Que bulle y vive y liigubre se extiende Al solemne tanido De ese cristiano simbolo. Algun prodigio el hombre no comprende En esas altas horas: algo existe De indefinible, pavoroso y triste. No es que la noche ayude Los Genios a salir de sus recintos; Ni la mar se sacude, Ni murmuran los cefiros, Ni del santuario los dorados plintos Caen sonando, ni la sombra pasa, Ni el trueno zurnba, ni la luzabrasa. — 564 — Mas, con todo, a tal hora Brota, se desvanece, canta, gime, Brilla, se descolora, Azota el aire tremulo, Empafia el eter, la materia oprime Una sombra, una luz, un ser, jquien sabe! Que llena el orbe y que. en la chispa cabe. Entre el hombre que piensa Y los astros que alumbran , se descorre Como una cosa inmensa, Impalpable, magnifica; Y cuando la pardusca y vieja torre Su postrimera campanada vibra, De eso como infinito iquien se libra? Salve, ;augusto misterio, Oue encierras tan hondisimos arcanos! En tu silente imperio De sonidos insolitos, Y de palidas luces, y de vanos Pavorosos fantasmas , todo es triste Y se transforma todo cuanto existe. Mas la razon del hombre, Al impulso inmortal del sentimiento Instintivo y sin nombre, Penetrara recondita, 6 explicarse querra con noble aliento, Ese mundo invisible que reposa Oculto entre la noche silenciosa. Soledad de desierto Y rumor de airecillo en los fragantes Limonares del huerto; Y en el azul vivisimo Rubias estrellas, fuegos vacilantes, Y claridad de luna que se encumbra Y hasta el sombrio limonar alumbra. - 565 - Tal es, sobre su coche Que silencioso sobre el orbe rueda , La extrana media noche De las regiones indicas ; Asi, al taner de la campana, queda, Su voz oyendo por el aire vago, La ciudad de las palmas en el lago. LA RAMILLETERA. Ramilletera de estos alcores, Siempre vendiendo llenos de cintas, De cintas verdes, ramos de flores; Si ya vendiendo Te siguen siempre los ruisenores, No es por las flores de gayas pintas, Si por el seno do van las cintas. Del huertecillo de los manzanos Dicen que quieres, ramilletera, Los olorosos lirios enanos; ^Por que los quieres, Cuando no hay lirios como tus manos? jNo por la fama, que es volandera. Si por ser lindas, ramilletera! Tienen tal magia tus ojos pardos, Que el Dios con venda sobre los ojos, Entre verbenas , mirtos y nardos Guardo su venda, Rompio la aljaba, rompio los dardos, Queriendo solo que en sus enojos, Sirvan los dardos que hay en tus ojos. Como andas siempre por los rosales Y esas tus trenzas son hebras de oro, Dicen no hay otras trenzas iguales. — 566 - Porque en tus trenzas, A los suspiros primaverales, Van ocultando como un tesoro Las mariposas su polvo de oro. Segun repiten las zagalejas Por las encinas de boca en boca, Mientras dormias so las aiiejas, Altas encinas, Poso en tus labios tropel de abejas, Y, al despertarte, la turba loca Panal del Hibla llamo tu boca. iQae mas? El dia que en las junqueras, Cogiendo flores, quedo tu talle Preso entre juncos y enredaderas Llenas de flores, Se dijo a gritos en las praderas , Que entre los juncos del hondo valle No hay junco verde como tu talle. No, pues, te engrias, dulce paloma, Vendiendo incauta tus ramilletes: Es que no hay flores de tanto aroma , • Como la incauta Que baja al valle, sube d la loma, Dejando toquen sus brazaletes. Mientras le compran sus ramilletes. HIMNO EPITALAMICO. KSCRITO PARA IGNACIO PLAZA. No en esa estancia penetreis divina; Sobre el ara de aromas, Palida de pasion, llevo Ericina — 5^7 — Sus risuenas palomas. jAtrds! iNo veis que hasta el dorado plinto Cae el flotante velo? La diosa ha descendido a ese recinto En un rayo del cielo. Velad tanto esplendor: oculte Apolo La luz de sus mananas; Que d la estancia nupcial penetren solo Las flores por galanas. La Madre del Amor descine estrecho El cenidor de oio, Roja la boca y palpitante el pecho Del oculto tesoro. Suelte temblando, al seductor desvio, La crencha perfuniada jCuan divina estaras, rosa de Chio, Asi medio velada! Fortunado amador, la diosa esbelta Ya besa al dulce nifio; Mirad como el rapaz sonriendo suelta Su tunica de armino. jSilencio! Ni un suspiro en el imperio De los castos amores; No temais que una flor rompa e! misterio; Oue mudas son las flores. PASTOR I L, I. Para can tar al nino Rey de los cielos, Me pides villancicos De gracia llenos; Cuenta, zagala, Con estas canturias De madrugada. - 568 - Yo se que en las aldeas, Por Navidades, Esa es costumbre vieja De los zagales; Mas por lo mismo Yo se de esas costumbres Lo que me digo. ;Un cantarcico pides! No tal pidieras Cuidando en los rediles De tus ovejas; ;Pero son Pascuas En que se cantan misas Antes del alba! Con ser la noche opaca Te he visto anoche Con rojas lumbraradas Buscando flores. jComo que ignoras Que se encandilan aves Con luces rojas! Y bien en poco estuvo Por esas misas El convertirse en humo Tus alegrias; Digalo el lobo Que aullaba olfateando Cercano al soto. Desde que Alicio toca Su caramillo, Las mas extraiias cosas Dicen de Alicio. jComo se mudan En hogano los tiempos! jBien dice el Cura! — 569 — No hay pastora en los prados A la redonda, Que a la misa de gallo Veloz no corra. De tanta prisa Mas de una zagaleja Saldrd corrida. Mira, pues, pastorcica, Que temo mucho, Tras esas alegrias Tan de tu gusto, No se te anublen Los ojos, cual los cielos. Del mes de Octubre. II. Gaarda tus villancicos, Ya no los quiero: Claveles tiene y lirios El Rey del cielo. jBien reza el Cura Que ninguno esta libre De la calumnia! Si, cual dices, lo sabes, Que en las aldeas Cantan por Navidades Las zagalejas; <;Por que te admiras. Cuando, madrugadoras, Vamos a misa? Para zagal son tristes Tus pensamientos, Pues segiin lo que dices, Tu tiencs celos, — 570 — • y ves fantasmas En nuestras canturias De madrugada. Si anoche sail al prado Con luces rojas. No fue Acres buscando, Si no palomas; Dos montaneras Que al hino con sus cintas Lleve en ofrenda. Y bien por nuestras luces Estuvo en poco Que a Alicio el del adufe Cogiera el lobo; Pues escondido Lo descubrio en la vega De los olivos. Desde que Alicio canta Los villancicos, Son, pastor, tus miradas De basilisco. Madre asegura Que andas, como los lobos, Aulla que aulla. En alcores y prados Y en luengas tierras, Al nino en su sagrario Todos le rezan ; Y es una dicha Como caen las lluvias A maravilla. Mira, pues, pastorcico, Que vas zaguero En el amor del nino — 571 — Reyde los cielos: Si no me escuchas, Temo que tu garganta Se quede muda. A LA ESTRELLA DE LA TARDE. L Campanita de plata De tan gran templo, Tretnula y solitaria Sobre los cielos: Yo te diviso Suspendida en los campos Del infinite. Cuando a la fin del di'a La tarde asoma, Eres la campanita Que a duelo toca; Asi los angeles Saben alia en el cielo Cuando es de tarde. Campanita te llamo Siendo un lucero, Mientras voy suspirando Con mis recuerdos; Es que asimismo Te llaraaba en mi patria Cuapdo era nino. Al perder mis fecundas, Ricas visiones, Dicen que se me anublan Porque soy hombre. — 572 — ^Sera eso cierto? ^Como, pues, me acompanan Las que estan lejos? Porque tu eres ahora Lo que en mi infancia, Cuando buscaba conchas De playa en playa: Chispa 6 lucero, Que entre gasas de purpura Brilla en lo inmenso. Todo, pues, se reduce, Tras luengos dias, A los suenos que se hunden Llamar mentiras; Y a los estables , Aunque medie un abismo, Llamar verdades. Per eso mientras pasan Cual viento y humo Las dulces esperanzas Que inspira el mundo, Siempre conmigo Van las santas visiones Que suena el nine. Campanita, si el duelo Tocas del dia, Tras mis dolores creo Tocas d vida; Mientras a gloria Hay otras campanitas Que tambien tocan. — 573 — II. Estrella, que despides Al sol que muere En lagos de rubies Resplandecientes; Tu, que te inundas En sus luces y sabes Donde es su tumba; Estrella de las sombras, (jComo es que siempre A esta fiesta mortuoria Te hallas presente? iComo es que sales, Hija tii de la noche Siempre de tarde? Entre risuenas nubes Tii centelleas Como en aguas azules Palida perla. ' ^Tendran acaso Las aguas siiperiores Por perlas astros? Atomo de ese polvo Que en las alturas Como neblina de oro Todo lo alumbra, Todo lo llena De mundos rutilantes, Soles y estrellas; Tal vez se llegue un dia Que del espacio Como una vieja cifra Seas borrado; — 574 — Y el Rey del cielo Brote acaso otros mundos Y otros luceros. Si, los astros que existen Son suenos, sombras.. Atomos invisibles Ante su gloria; Si, todo muere; Solo el Dios infinito Vivira siempre. Lejana campanita, Cuando yo muera, Recibe el alma mia Tocando a fiesta. iTe pido mucho? No, que las almas suben Al cielo en triunfo. D. LUIS ALEJANDRO BLANCO. D. LUIS ALEJANDRO BLANCO. LA TRIBULACION DE JOB. jQuien me diera volver a mi pasado De paz y de alegrias, De juventud, cuando, por Dios guardado, Bellos eran mis dias; Cuando en secreto, Dios omnipotente En mi tienda moraba, Y en mi familia, Candida, inocente, Su gracia derramaba; Cuando de pura luz rayo divino Mis noches alumbraba, Y de la vida incierta en el camino Su mano me guiaba; Cuando sus puertas la ciudad me abri'a, Y jovenes y ancianos Con respetuoso amor me recibian, De mi justicia ufanos, Y en medio de sus plazas, preferencia Al magnate me daban, Excelsa era mi gloria; i. mi presencia Los principes callaban. - 578 - Si cual rey cortejado sonreia A la gente un instante, Sobre la dura tierra no caia La luz de mi semblante. Mas falsa fue mi dicha; se deshizo Mi fantasma de gloria; Que retirar de mi su mano quiso El Dios que da victoria. Come el arbol altisimo arrancado De raiz, yo he caido; Del oprobio mi frente ha ya tocado El polvo envilecido. De mi infortunio huyeron los que un dia Mis gracias imploraron; De mi acerbo dolor, de mi agonia Los hombres se mofaron. Me calumnio el amigo; mis hermanos La espalda me volvieron; A mis hijos rogaba, y ruegos vanos Para mis hijos fueron. De mi vida en el aspero sendero, Sin luz, sin mano amiga, Errante en mi vacio, el dolor fiero Punzante me fatiga. Consuela joh Dios! mis dias, 6 mi vida Impele hacia su ocaso; jY halle descanso mi anima afligida En el mortal regazo! Mas jay mi Dios! que en la miseria hundido Tii me has abandonado; Y no escuchas, Seiior, mi hondo gemido Ni mi ruego inflamado — 579 - Mas desde el fondo de mi negro abismo Donde el rayo se apaga de tu cielo, Donde el rugir de la tormenta mismo Un eco no despierta en mi consuelo; Do no hay acento; do ahogase el gemido En las tinieblas de su seno frio Yo te adoro, Senor, siempre rendido, Y alabo tu justicia y poderio. Tu eres, Senor Dios mio, omnipotente; Los cielos ante ti resplandecieron ; El abismo temblaba; en el su frente Los angeles rebeldes escondieron. iOmnipotente Dios! Tu acento solo Hizo brotar el mundo de la nada; Helaronse las aguas en el polo; La montana lanzo su onda inflamada. Diste a la nube el rayo; le marcaste Lindes al mar soberbio y revoltoso, Y el camino del fuego senalaste En el inmenso espacio al sol radioso. Si tendiste, Senor, tu diestra airado, La alta cerviz de bronce del tirano Rompi6se con fragor, y despenado Cayo el impi'o; su poder fue vano; Y sus haces, caballos, caballeros Que contra ti sus frentes levantaron, De orgullo henchidos, de potencia fieros, Del rojo mar las ondas los tragaron. Vertio d tu voz la roca dulce fuente, Y detuvose el sol en su camino; El mar huyendo paso dio a tu gente Oue alimcntaste del mana divino. — 58o — Yo te adoro, Senor omnipotente: Los cielos ante ti resplandecieron ; El abismo temblaba; en el su frente Los angeles rebeldes escondieron. jVuelve, mi Dios, tu paternal mirada Hacia tu siervo que en tu amor se fial jProtegeme, Senor; mi alma angustiada Libra de su dolor, de su agonia! D. JEStS MARiA MORALES MARCANO. D. JESUS MARIA MORALES MARCANO. ODA 11 DEL EPODON DE HORACIO. ♦ jFeliz quien de negocios alejado (i), Cual fu^ de los mortales La gente primitiva, Con sus bueyes cultiva, De usura ajeno y de usureros libre , El campo de sus padres heredado! Que ni le altera con cruel tanido El clarin de la guerra; ni le espanta El mar embravecido ; Y el foro evita, y no del potentado Eft el soberbio umbral pone la planta ; Mas, contento en su rustica tarea, Une el alamo erguido Con la vid en fecundo maridaje; Y de iniitil ramaje El tirbol poda y vastagos mejores Ingiere; 6 bien desde la loma otea De mugidoras vacas su rebano (i) Con este mismo verso comienza tambidn la bella, si en algunos pasajes de- masiado sucinta, traduccinn de Burgos. Noes plagio nuestro, sinofeliz coincidenria; por eso lo hemos conservado sin escru[iulo, y porque todas las variantes, mas 6 menos hiibiles, que hemos ideado, en el empefio de no aparecer copistas , son inferiores a este dlstico, que traduce fielinente el gran yambico latino. — (M del A.) - 584 - Que en el sinuoso valle pace errante; O en anforas aseadas Guarda la miel que del panal destila; O bien la oveja desmedrada esquila. »Y cuando otono en frutas sazonadas La sien cenida ostenta En la alegre campina, jcual va ufano Peras injertas recogiendo y uvas En matiz de las purpuras rivales! Primicial oblacion que d ti presenta, [Oh Priapo! y a ti, sacro Silvano, Guarda fiel de los limites rurales. O a la sombra tal vez de anosa encina, Ocioso se reclina, O en la mullida grama , Do, con fragor, de altos manantiales Vividas linfas el raudal derrama, Y el ave en la espesura Sus trinos melancclicos apura, O entre guijas la fuente alza escondida Blando murmullo que a dormir convida. »Mas cuando ya de truenos y de nieve Y recio viento y lluvia tempestuosa El invierno su sequito remueve, Ora rigiendo innumera jauria Al jabali feroz lanza y acosa En redes que a su fuga oponen valla; Ora en ligeras pertigas extiende Trampa a voraces tordos, fina malla; Y la gruUa errabunda en lazos prende Y la timida liebre; y satisfecho, Con opimo botin vuelve a su techo. »iOuien, de vida tan pura En medio a tanta placida faena, No se olvida y abjura De tus males job amor! y tu cadena? — :?03 — jPues si la esposa en providente celo Divide entre domesticas labores Y la dulce progenie su desvelo, Cual la e6caz sabina, O, atezada del sol a los rigores, La del agil pulles consorte honesta; Y al divisar que lento se encamina, De su ruda Jornada fatigado, A sus tranquilos lares el marido, Atenta a su regalo, con gran fiesta Aviva del hogar el sacro fuego ; Y el alegre ganado De ovejas entre zarzos aprisiona, Y el lacteo licor apetecido A sus henchidas ubres roba luego; Y en fresco vino de gustosa cuba Limpio cdntaro llena Y adereza y sazona Con no compradas viandas, grata cena : iQue a mi entonce el regalo peregrino De las preciadas ostras de Lucrino; Ni opiparos manjares, como el raro Rodaballo exquisito, el rico escaro , Si de las procelosas de Levante Lanzado a nuestra mar alguno arriba? Ni fueranme mas placido sustento El ave de Numidia 6 suculento El francoli'n de Jonia, que la oliva De ramos fecundisimos colgante Que yo mismo en los arboles cogiera; O la salubre malva; 6 la acedera, De los prados amante; O cebada cordera A Termino en sus fiestas inmolada; O cabrito arrancado aun palpitante De fiero lobo al sanguinario diente. »Y en medio a tal festin jcuanto no agrada Mirar como regresa diligente, - 586 - Repastada al redil la alegre oveja; Y el cansado buey, que trae paciente En languida cerviz con mansedumbre Del arado al revis vuelta la reja ; Y de esclavos mirar la muchedumbre Que, en la opulenta habitacion nativa, Del refulgente hogar cercan la lumbre! » Asi discurre y su designio aviva De hacerse labrador Alfio el logrero; Y su eficacia en consumarlo act'iva, Reccge por los I'dus su dinero: Mas luego a las kalendas con premura De nuevo emprende colocarlo i usura. D. JEStS MARiA SISTIAGA. DON JESUS MARIA SISTIAGA. UNA CORRIDA DE TOROS. Yo que naci , senores, Muy lejos de la tierra de los lores, Y que no soy tudesco, ni en mi^ porta Muestro tener parientes en el Norte, Pues en mi sangre siento De la raza moruna el ardimiento ; Yo que, a decir verdad, tengo cuuiplida Casi media centuria de mi vida, Y que, por consiguiente, Nadie puede tacharme de imprudente (Ya que en aqueste tiempo turbulento Por los afios medimos el talento, Pues nos basta ser viejos 6 callados Para ser unos sabios consumados), Voy a llenar el mundo De un asombro profundo Cantando la terrible batahola De los toros lidiados por la cola. Era la tarde de un hermoso dia En que todo con vida a la alegria; El sol recoge un tanto Su comburente manto, Y por los aires trina — 590 — Sus cantos lastimosos En dejos amorosos La tierna golondrina: Mil bellezas galanas Adornan las ventanas De cuatro calles reales Cercadas por los puntos cardinales. Ello es que habia novillos Con lazos en los cuernos , amarillos, Juntos en el toril , como en chiquero. La tarde , lo olvidaba , era de Enero. Pues, senores, al caso: Veinte potros al paso, Rucios, zainos, overos, Van montados por sendos caballeros, Llamados en la silla hacia adelante. Con un aire triunfante, Como que en tales sustos y tropeles Han de segar manojos de laureles. El uno alia en la esquina Requiere una pretina, Y ajusta por entero La robusta cintura con un cuero; El otro que la cincha siente floja, Del caballo se arroja, Y alzando la coraza con la frente La aprieta fuertemente; Que es cosa dura y de muy mal agiiero Salirse por las ancas de un trotero; Cual, viendo a su querida Tras la reja escondida, Ase del hierro con robusta mano, Sobre un estribo, ufano, Descuelga el cuerpo todo Con garbo , y de tal modo, Que escuche la querella De su amorosa bella Para que no se exponga de tal suerte A recibir la muerte; Todo con gran secreto. Que es hombre el coleador asaz discrete. Mas iay! que ya revienta, Enhiesta la cerviz, alta la cola, Cual bala de pistola, Un novillo de cuenta, Rasgando el aire con la hendida planta Con tal velocidad, con furia tanta, Que la calle despeja y todo el mundo ceja Huyendo cual bandada de palomas; Que la fiera , por Dios , no esta de bromas, [Oh! Si me diera el numen que me inspira, La sonorosa lira Con que del mismo infierno Saco un marido tierno A su mitad querida (Gran maravilla de una edad que es ida), O siquiera el salero De Pindaro I'l Homero, Para que resonara la voz mia En Rusia, en Australasia y en Turqufa (Y no hablo aqui de chanza, Que bien valen dos cuernos una lanza). (jQuien un toro que cuenta seis abriles No contempla en la colera de Aquiles? lY arrastrando a un jinete, No hiciera el toro al fin con el pobrete Lo que el griego inhumane Hizo por gusto al capitan troyano? Pues como iba diciendo de mi cuento, Mds ligero que el viento Corn'a desalado Un novillo encerrado, Y detras, cual cohetes, Un grupo de jinetes — 592 — Disputando con voces y con mafia La cola de la rapida alimana: Horrible trance, fiero, Para el toro , caballo y caballero. En ese crude instante No hay nada que no espante A los espectadores, Ni que arredre a los bravos coleadores. Que para ver contentas A sus damas Son hombres que se arrojan a las llamas. Firmes en los arzones, Recogido el aliento, Sin compasion ni tiento Aguijan sus bridones Y aprietan las rodillas Y crujen de los potros las costillas; Que les va en su destreza El puntillo de honor y la cabeza. jOh Jupiter tonante ! Tii que, a mas de ser Dios, fuistes amante, Y amante tan ladino, Que andabas de contino Saciando tus pasiones Con mil transformaciones; Tii que, por mas decoro, Te convertiste en toro Por libar del placer la dulce copa Con la divina Europa: Haz que mi musa timida Me inspire cantos epicos Y encienda el eslro belico Bajo apariencia insipida, Para que el mundo extatico Halle versos magnificos, Punzantes y dram^ticos Y un si es no es satiricos, Pues i por tu nombre ! que llego el momento En que yo he menester tu valimiento! — 593 — Dejamos, cual azores Tras el ave altanera, Persiguiendo la fiera A rauchos coleadores. Tres descuelgan los brazos Expuestos a morir en mil pedazos; Mas el que lleva el toro a la derecha, La ocasion aprovecha Y hace suya la gloria, Porque mira segura la victoria. Empuja su corcel , tiende la mano, Toma la cola de que esta sediento, Y Ueno de ardimiento, Jura entre dientes no soltarla en vano; Y dobla la carrera. Que llegan de la valla a los confines; Ase con la siniestra de las crines Que acarician las astas de la fiera, Y con la fuerza ingente De un semidios potente, Tira con tal empuje y tanto cierra, Que va rodando el animal a tierra; Y al estruendo que causa la caida De la bestia vencida, Un grito clamoroso Resuena en aquel coso, Proclamando al autor de tal coleada El rey de la Jornada. En tanto el vencedor detiene el potro, Mira a un lado y a otro, Y lo revuelve al paso Al lugar del fracaso, Mirando de soslayo Los cascos de su bayo Y flotante la negra cabcllera; Que el sombrero volo con la carrtra. No se detiene alii; sigue y pasea La calle en que colecj, porque desea Que quien le viera en tan temido instante, — 594 — Ora contemple su triunfal semblante, O mas que todo, porque su Narcisa Le regale al pasar una sonrisa. Quede, pues , entretanto El fuerte coleador envanecido Con el triunfo obtenido, Y vuelvo yo a mi canto; Que alia miro a sus otros companeros Convertidos ahora en rejoneros, Pues tal fue la caida. Que triste y abatida Yace la res mugiente Con el dolor que siente: Zafadas las pezunas, No hay palancas ni cunas Que obliguen a la fiera A lanzarse de nuevo a la carrera; Mas, ique importa que el toro lastimado Yazga en el empedrado, Desangrandose el misero a torrentes, Si quedan por colear aun otras gentes? iNo fuera al hombre en mengua Mostrarse compasivo Al dolor excesivo Que no expresa la fiera con la lengua? ; Alza ! ; arriba, animal ! — gritan en coro, Las turbas que se apinan junto al toro; Hincanle con mil puntas aceradas, Y su Sana inclemente Hierve en imprecaciones y pedradas. El animal paciente Lanza al aire mugido lastimero; Procura levantarse, mas en vano; Que ya perdido su vigor primero . No puede complacer a su tirano ; Y es mucho que no deje por despojos Liquidos los cristales de sus ojos. Vuelven, pues, al toril : sale un lebruno — 595 — Que al mismo destapar ensarta a uno; Y es gusto ver entonces las ventanas Cuajadas de le vitas y sotanas Y, salvando la piel en los zaguanes, Damas acicaladas, ganapanes, Ministros y manolas; En fin , las calles solas, Pues , como llevo dicho, A todos infundio respeto el bicho. El misero corneado, A una casa vecina trasladado, Pide en su desventura Los auxilios del medico y del cura : iEmpeiio vaiio I pues, por mas que quiera, No hay medio de salvar la talanquera. En tanto las carreras y los gritos, Los tambores y pitos Y un chubasco de frases coloradas Aturden las cabezas mas templadas; Y para hacer mayor la barahunda, La gente vagabunda Echa fuera del coso Un torito barroso, Bichito de cosquillas, Que un caballo cogio por las costillas. En fin , la misma escena Se repite mil veces; Se rompen los jaeces; La musica resuena; Aqui se ve un herido Y mas alii un contuso; Pero no hay que asombrarse : ese es el uso Y lo mas halagiieno y divertido. Mas i oh dolor I del negro manto el broche Va soltando la noche; Ya suenan las viguetas desatadas De las empalizadas; — 5^6 — Se lie van el ganado Sangriento y aporreado, Que al dia siguiente en condiciones tales Se engulliran los miseros mortales ; Y por postre y final se escucha el bando. Cornetas y tambores, Y voces y clamores, Acompanados de instrumentos raros Que llaman en la tierra giiarataros. Van por todas las calles proclamando Los capitanes que en el dia siguiente Se ban de encargar de divertir la gente. Tres son nombrados para Ids novillos, Y tres para la miisica y cohetes ; Luego damas que adornen los jinetes Con lazos colorados 6 amarillos , Y tres personas mas , las mas cuitadas , Se encargan de poner empalizadas; Dando por fin aquella chamuchina Un viva , en cada esquina, A los claros varones Que ban merecid<5 tales elecciones. ;Oh distraccion preciosa La mds grata y sabrosa Que pueden contemplar humanos ojos! Casi me dan antojos De retar a los pueblos de la Europa, Que marchan viento en popa, A que digan si puede haber cultura Donde no hay coleadura, O si pueden marchar artes y ciencias, Sin aquestas torunas emergencias. Yo, pues, que solo he sido Un narrador cumplido, Doy gracias al Eterno, Pues que , por su bondad 6 su clemencia , Escribo aqui donde la misma ciencia No vale tanto como vale un cuerno. D. ELOY ESCOBAR. D. ELOY ESCOBAR. LOS DOS ANGELES. Era aquel fugaz instante. En que, con triste sonrisa, La noche se desvanece Ante el alba luz del dia; Y en el lejano horizonte, Como errantes avecillas, Juntaronse dos celajes Sobre una suave colina: El uno cual la azucena Blanca que al monte suspira, Y el otro como la rosa, Rosa del valle festiva. Eran dos angeles bellos, Si bien de esferas dislintas: Aquel, cual nitida lagrima, Y este, cual dulce sonrisa, — j Salve a ti, el alma risuena! — j Salve i ti, la doloridal Dijeronse, susurrando; Como las tremulas brisas. — ^Fuiste al valle de la tierra? — Si, fui con la noche iimbria. <;Y tii? — Yo tambien con ella, Aunque me fue siempre esquiva. — 6oo — — Pienso que te vi, Natzul. — Y yo a ti tambien , Alila. Y el uno se sonrosaba Y el otro palidecia. — iTu estuviste en aquel tempio Lleno de Candidas ninfas, Cefiidas de gasas leves Y flores y pedrerias? — Lleno de angeles estaba, Que al son de musicas vivas Suspiraban dulcemente, Dulcemente sonreian — jAy! iPor que fui yo, Natzul? — [Ay! iPor que no ir, Alila? Y el uno se sonrosaba» Y el otro palidecia. Sentaronse luego juntos En una nube cenida De aquellos tenues albores Que anuncian que viene el dia, Y asi hablaban, susurrando, Como las tremulas brisas. NATZUL. Yo, con el vivido celo De mi esencia celestial, Vi una virgen terrenal Como una virgen del cielo. De una gasa nebulosa, Como la Candida nieve, Cenia su talle leve Aquella virgen hermosa. Y del seno alrededor, En rizo encaje calado. — 6oi — Serpeaba hilo encarnado Que ato sin duda el amor. Dos alas de leve tul Turqui, cual la onda del mar,. Llevaba, como a. volar A nuestro almo cielo azul. Yo me baje, y a. su aliento Mi roseo labio ponia, jAy! y en el mi alma bebia Este ardoroso content©. ALILA. Oye, que yo vi tambien, En daiio A mi esencia pura, Una gentil criatura Como una flor del Ed6n. De una gasa nebulosa El movil talle cenia, Mas no blanca, sino umbria, Niebla de la noche undosa. Y no alrededor llevaba Del seno un hilo encarnado, Sino lazos donde atado Tremulo amor suspiraba. ;Ay! que en aquel corazon, Vivo, como ardiente rosa, En una nube olorosa Vagaba tierna pasion. Los ojos garzos y bellos Timidamente volvia, Y en rizos mil le caia La onda de sus cabellos. — 6o2 — Su levisima cintura Cenian purpureas galas, Entreabiertas, como alas, Para volar a la altura. Yo me baje, y a su aliento Mi ardiente labio ponia , I Ay! y en el mi alma bebia Estos dolores que siento. Mi espiritu conturbado Y con ignoto desvelo — Calla, Alila, que en el cielo Suena el organo sagrado, Los angeles la sombria Region huyeron doliente, Y las gasas del Oriente Jfintreabrio la luz del dia. E L E G I A A LA MUKRTK DE J. \ . CAMACHO. (jPor que cuando los ojos Volver solia Donde vaga entre flores La onda del Rimac, El sol de Huaina Cenido de aureas rosas Se levantaba? ,; Y ahora, cuando acaso Los ojos vuelvo; La onda no murmura, Suspira el viento, — t)03 — Y el sol inmoble Cenido esta de nieblas Como la noche? Bien lo saben mis ojos Que tienen Idgrimas, Y lo sabe, que tiene Muchas, mi alma, Como mi pluma Que va cual sobre el marmol De helada tumba. (A que dones y galas, Naturaleza, Tu cielo azul , tus mares Y tus estrellas ; Cuando la vida Bajo la muerte pdlida Tiembla y expira ? ^Que valen de tus virgenes Las sonrosadas Flores que va entreabriendo Festiva el aura ; Si el aura fria Las toca, y al tocarlas, Caen marchitas? ^Y que, la blanda, tremula, Encantadora Voz, que a los aires vuela Como la alondra; Si en hora breve, jAy, tambien los poetas Callan y mueren ! Asi tii, que moriste, Mi dulce amigo, Mds alia de la linde — 6o4 — Del sol native, iQut, no volastes Al seno que te abria La pobre madre? ;Por que, cuando la llama Palideciendo Iba , la diste al soplo De helados vientos, Y no a la tierna Brisa de amor que espira La patria selva? Patria selva , del nino Tan conocida, Cuando con 6l la infancia Vagando iba, Y prado y monte Cenianles con bandas De alegres flores. Dulces prendas que pronto, Tu estro divino Cambio por verdes lauros Y blando mirto, Y la severa Parca, por esa mustia Funebre adelfa. ^Quien dira del infante La bora festiva? <;Ouien del joven poeta Los claros dias? Y I quien del hombre Esta muda, solemne Y eterna noche! No a mi, sino en las cuerdas Del alma lira. — t)05 -T Herir 6stas que cantan Las elegias; A el aire dando Honda voz de gemiJos Y voz de llanto. Llorad, mis tristes ojos: jSensibles almas, Derramad vuestro caliz Lleno de lagrimas! jindianas musas, Cubrid con mustias flores Su helada tumba! A SAN VICENTE DE PAUL. ^Quien sobre el aureo trono Del tiempo impera? iQui^n remueve las gentes Sobre la tierra, Cual impetuosa Brisa, del ancho bosque Las leves hojas? Es el Numen del siglo Que tiende el cetro, Y d la dicha y la gloria Andan los pueblos; lY por que entonces El desierto no acaba Y el sol se pone? iFoT que la trompa bdlica, En lontananza — 6o6 — Siiena, y aca en silencio, Corren las lagrimas?. Huestes convoca La ambicion en tumulto.. jY la ley sola! iPor que, como sucede, Cuando en el Ponto Sopla el vibrante cuerno El viejo Eolo, Las populares Ondas, alza y encrespa Y azota el hambre?... Los ninos desfallecen Y los ancianos; Las madres y las virgenes Rompen en llanto; Y la onda baja ;Ay, cual baja en el Etna La hirviente lava! Y siguen los afanes El nuevo dia, Movimiento y riiido Y ansiosa vida ; Nubes humeantes Vuelan, y el viento rompen Carres y naves. Aqui las Artes nobles, Y alia las Ciencias Hablan: quienes maldicen. Quienes blasfeman, Y Ciencias y Artes Se embriagan con el vino De sus altares. For doquiera se mueven — 6o7 — Las multitudes, La alta torre resuena, Golpea el yunque, Cual sierpe silba La maquina enroscada.. ;Y la codicia! Y en movimiento y ruido Y ansia las gentes, Como del mar las masas Suben }• crecen, Y en tempestades Rompen : ; oh Senor, salva La nueva nave! ^No ves que el Numen fuerte Con ansia loca, Del mar humano empuja Olas y olas, Y en el conflicto Se cierne el impio cuervo Del egoismo? Los cielos obscurece La cruel enjambre De avarientas y duras Necesidades, Y desesperan Senor, y con tumulto Tiembla la tierra 11. Mas, ique luz resplandece, Que imagen casta Bajo el arco del iris Como iris baja, El inflamado — 6o8 — Corazon como un bello Cirio en la mano? Tu, caridad divina, Hija del Cristo, Salva tus pueblos, madre, Del hondo abismo; Que ante ti sola Cede la hirviente sirte Tumultiiosa Ya los campos se cubren De espigas de oro, Y en las eras, temblando Fallece el monstruo, Que en su cruel ansia Vivio de amargos duelos Y amargas lagrimas. Y la verde mar rizan Rompientes flotas, Y los aires inundan Blancas palomas: Y la paz reina, Y derrama sus arcos Sobre la tierra. Y las Artes celestes Brillan y cantan..... Y a los cielos, las Ciencias Vuelven las alas; Resuena el templo, Y el eter claro nublan Nubes de incienso. Y cual de abejas ricas, Ondas volubles, Van con rumor de fiesta Las multitudes, — 6o9 — Y entre ellas, solo Miro como un anciano, Como un apostol. La caridad le alumbra Bajo sus alas, Y regando sus dones El, anda y anda, Y en su camino Vagan, cual mariposas, Candidos ninos. Aquel lleva seguro Ya al hombre puesto, Y el que asio de la raano Salta sonriendo, Y al hogar santo Viene ya de los huerfanos Con pronto paso, Miradle, el es; bendita Tu imagen sea, Tu , gran padre y apostol, Luz de la Iglesia, Y sean gracia Tu fe, tus caridades Y mi esperanza: Si, yo espero que un di'a De amor eterno, Hermanas las Virtudes De tierra y cielo. Almas Potencias Den , en el cielo gloria, Gloria en la tierra. 39 D. FRANCISCO S. PARDO. DON FRANCISCO S. PARDO. A MEJICO. ODA A VICTOR HUGO. Why rise Heaven to set on Earth? Byron. Ne faites point, de coups d'une bride rebelle , Cabrer la Liberie qui vous porte avec elle; Soyez de votre temps, ^coutez ce qu'on dit, Et tachez d'etre grands, car le peuple grandit. VfcTOR Hugo. Hijos del Sur de America, Hidalgos corazones, De funebres crespones Vestid la Libertad. Sus p6rfidos apostoles No por su culto abogan ; Que en lode y sangre ahogan Su excelsa majestad. Del mejicano pielago La ensangrentada ola Rueda, desquicia, viola La ley, la Religion. Contra ese torpe escandalo, Toda alma noble y libre — 6i4 — Tremendo rayo vibre De eterna maldicion. ^Do estan las glorias, M^jico , De tu brillante liza ? Tus timbres son ceniza, Humo tu honor triunfal ; Tus defensores inclitos, De libertad sagrada, Al envainar la espada Blandieron el punal. De la extranjera cuadriga Al destrozar el yugo, El heroe fue el verdugo, El victo el vencedor, Y de la turba estolida Ante el feroz delirio Divinize el martirio Al regio usurpador. Tenido en sangre el labaro , Marchitas tus coronas ; Si libre hoy te pregonas Del despota imperial, Caerds, oh tierra misera Que el propio ser desgarras, Entre las corvas garras Del aguila boreal. De tu infantil Repiiblica Al erigirse el templo, Dio a America alto ejemplo De oprobio y de baldon. AUi tu honor, tus titulos , Tu nombre, tu hidalguia, Mancho la cobardia Confunebre borron. — 6i5 — Ruge, Orizaba ignivomo, Con iracundo trueno; El humo de tu seno Entenebrezca el sol; jEl lobrego patibulo En roja luz sepulta! Alii a la muerte insulta El b^rbaro Ahuitzol (l). Colima, arde flamigero; Tu tromba ignea levanta, Mientras la turba canta De Apsburgo en el panteon. Asi elevaba, al tetrico Fulgor de inmensa pira, De la pagana lira Sus cdntigas Neron. jOh Juarez! cuando inddmito Sobre el corcel salvaje Guiaba tu plumaje Tu raza i combatir, Y bajo el iris fiilgido De la inmortal bandera, Tu noble ensena era Triunfar alii 6 morir, Yo del laurel del Avila Guirnaldas te ofrecia iAy! a su trono uncia Tu carro el invasor ; Hoy de desprecio y colera Siento inflamarse el alma.. Si al heroe di la palnia, Maldigo al matador. No fue cast'go al invido (I) Jefe mejicano.-En i486 sacrifico 72.C00 prisioneros. — 6i6 — Amago de los reyes; Ultraje fue a las ieyes La torpe iniquidad. jCuanta leccion de crimenes Ve el alma sorprendida, Bajo tu augusta egida, Oh santa Libertad! jHugol tu voz altisima, Tu generoso acento Se evaporo en el viento, Como fugaz rumor; Solo a la noble suplica Responde el eco «en vano», Y cruza el Oceano Vibrando gemidor. Mas no en las verdes margenes Do el mar Caribe truena, Cisne inmortal del Sena, Tu voz ha de morir: No, que del Sur de America La estirpe heroica, enhiesta, Dara al crimen protesta, Dara fe al porvenir. Lleva, sonoro Atlantico, Mi canto en tus espumas A las flotantes brumas De la opulenta Albion; Y di al poeta oli'mpico Que esta indomable raza Los crimenes rechaza, Si execra la opresion. _ 6i7 - INTRODUCCION DE UN POEMA INEDITO , A VENEZUELA. CARACAS. Venir vedrami al tuo diletto legno E coronanne allor di quelle foglie, Che la matera e tu mi farai degno, Dante.— Pararfw. jGenios de luz de las etereas salas! jEspiritusde amor y de armonia! jAves canoras de encendidas galas! Auras de Abril que en la arboleda umbria Al son del agua adormeceis las alas, Dad vuestra tierna voz al arpa mia, Y el nombre tuyo, en generoso verso Ira, ciudad gentil, al universe. II. iCiudad del corazon! bajo tu cielo Aun vagan mis primeras ilusiones, De tanto amor las l^grimas, el duelo Y el eco de mis timidas canciones; Aqui la voz del paternal anhelo Me enseiio de virtud altas lecciones, Y aqui tu cuerpo bajo losa fria Duerme el eterno sueno, madre mia. HI. Brisa fugaz que cuando el alba asoma Bebes la esencia que en las rosas mana; — 6i8 — Azucenas silvestres que en la loma El rocio aspirais de la manana, Henchid mi corazon con el aroma Que OS brinda la floresta americana, Y diran mis cantares como brillas, Emperatriz del mar de las Antillas! IV. Dir6 cudl bajo sauces y palmares Que entoldan el azul del firman^.ento, Entre huertos de blancos azahares, Do enamorado serpentea el viento Y desatan las aves sus cantares, Sobre florida alfombra alzas tu asiento, Y del Avila al pie la frente inclinas, Teji^ndote guirnaldas sus colinas. V, Dire cual se desatan bullidores, En trenzas mil por la campestre falda, Tus arroyos en limpios surtidores Rodando sobre cuencas de esmeralda, Hasta poblar tus carmenes de flores, Que el sol matiza de zafiro y gualda, A donde agita entre olorosas brumas La suelta garza sus nevadas plumas. VI. Dir6 como en las aguas de esas fuentes Que bajan de las cumbres susurrando Con inquieto girar , en sus corrientes Vivos iris de luz reverberando, Sus tiernos picos y alas transparentes Sumergen las palomas revolando. Y al onda fian, de rubor ajenas, Los talles de alabastro tus sirenas. — 6i9 VII. Venid, las que a los rayos de la luna, El cabello en flotantes espirales, Al borde de la fuente 6 la laguna, Contemplais vuestra sombra en sus cristales; Venid en mi redor; que la fortuna Dio a mi laiid los himnos tropicales, Que mas que el agua en su corriente pura Cantaran vuestra esplendida hermosura. VIII. Venid las que a las danzas y alegrias Impele el mundo y el deleite llama, Hermosas que a la luz de las bujias El seno dando que el placer inflama, Al son de vaporosas armonias EI eco CIS que vuestro amor reclama: Yo OS pintare en mis cantigas de amores El aspid escondido entre sus Acres. ■ IX. Venid tambien en torno a mis canciones, Fecundos bardos del solar nativo, Los que buscais indianas tradiciones En viejos fastos de olvidado archive : Yo OS contare las guerras, las pasiones, La indolencia, el amor, el ceno esquivo De aquella raza que en la lid desecha Quebro en sus arcos la salvaje fiecha. X. Vereis, bajo los indicos cocales Coronados de flecos cimbradores, Sus virgenes sin tocas ni cendales, — 620 — ■ Desnudos los hechizos tentadores, Que orladas de madejas de corales, Tendidas en columpios de colores, Suenan bajo sus moviles cortinas Al eco de las gaitas campesinas. XI. Venid , vereis sus horas cual corrian Entre aromas y languida pereza, I>as plumas que del cinto se prendian, Las flores que adornaban su cabeza, Las sartas y aderezos que cenian Al cuello y brazos de gentil pureza, Cuando al muelle rumor de sus festines Danzaban sobre rosas y jazmines. XII. [Venid! Para volar a esas edades Fin encontrando a mi ambicioso anhelo, Sus alas me daran las tempestades O el condor de los tropicos su vuelo: Y OS dire cual perdio sus libertades La extinta prole y defendio su suelo, Hasta rodar bajo el sangriento dique De sus tribus el ultimo cacique. XIII. Cayeron sus penates y sus lares, Se secaron sus rios y sus huertos, Cenizas son sus placidos hogares, Sus jardines esteriles desiertos; Que otra raza erigiendo otros altares Sobre los huesos de los victos muertos, Alii grabo de su poder las marcas Con «la ultima razon de los monarcas». — 621 — XIV. iSacra ciudad! Escritas en tu escudo De ambas razas tii guardas las memorias, Donde se admira cual la errante pudo De la culta a la par lucir sus glorias; Mas si se odiaron con instinto rudo Muerte y ruinas sembrando en sus victorias, Luego en una las dos su sangre unieron Y heroica estirpe al uni verso dieron. XV. Dire como en tu tierra ensangrentada Tras tanto encono y odio tan profundo, La de Europa a la indica enlazada Esa progenie alzo , que arbol fecundo Al subir por tu atmosfera abrasada Fue a obscurecer el sol del viejo mundo, Por frutos dando en su vigor potente La libertad del nuevo Continente. XVL (La Libertad! planeta esplendoroso, Ilumino tus huertos y arenales, Y de su disco al rayo generoso Fueron mieses y flores tus eriales; La Ley sobre su trono luminoso Al siervo y al senor proclama iguales, Y hoUando las vetustas tradiciones Deja en el polvo timbres y blasones. xvn. La Virgen de la paz en tus comarcas Poso su vuelo , y sacudiendo leda Los germenes fecundos de sus areas, — 622 — Poblo de aves canoras tu arboleda, Tus anchos rios de ligeras barcas; Y en tus nopales a eclipsar la seda De la purpura asiatica tenida, El fulgido carmin broto a la vida. XVIII. Entonces, en tus prados florecidos, Mas dulce el aura suspiro en las fuentes: El cisne y las palomas en sus nidos Murmuraron arrullos mas ardientes; Perlas dieron tus mares extendidos, Corales sus abismos transparentes, Tus argentinos rios un tesoro, Tus campos lirios, tus montanas oro, XIX. Tu sol de fuego ilumino sus ojos Con luz estiva 6 resplandor sereno, Segun suspiran de placer 6 enojos; Nev6 tu escarcha su turgente seno, Tu murice encendio sus labios rojos, Y el aire blando de perfumes lleno, Que en torno vaga a tu arboleda umbria, Divinizo su tierna canturia. XX. Y alarde hac'endo de su encanto bello Las ninfas de la estirpe americana, Su talle esbelto y el ebiirneo cuello, Su nivea faz que matizo la grana, Los sueltos rizos del sutil cabello, El pie ligero de estatura enana, Eclipsaron la magia y el aroma De las buries que sono Mahoma. — 623 — XXI. El torrido fulgor de tus llanuras Presto a tus hijos varonil aliento; De tus tinieblas tremulas y obscuras Se elevaron las artes y el talento; Y luz brotando tus doctrinas puras, Libre ya como el aire ei pensamiento, Diste al mundo tus inclitos varones, Y de ciencia y virtud altas lecciones. XXII. Tii diste cuna al vencedor atleta, Cuyo circo triunfal fue el patrio suelo, Genio inmortal que en su ambicion inquieta Hasta el trono del sol llevo su vuelo, Y no encontrando a su carrera meta, Fue a arrebatar el iris hasta el cielo Que en igneas orlas en su fuerte brazo Las cumbres alumbro del Chimborazo. xxin. jVenid a ver el sueno del Gigante! jColombia la inmortal I Sobre su tumba Saldra a mi voz su sombra palpitante Del seno de la abierta catacumba, Y oir^is los ecos del canon tonante Que en su durea cuna con fragor retumba, Arrullando triunfal la ignea corona Que al universo su poder pregona. XXIV. i Venid ! Voy a narrar la excelsa historia Del suelo patrio a la futura gente; Los hechos dignos dc inmortal mcmoria — 624 — De la remota edad y la presente; Y arrojando en la trompa de la Gloria El soplo que me anima, alta la frente, Con fuerte voz, mas sin cobarde insulto, Rendir6 a la verdad austero culto. XXV. Venid a oir los himnos que otros dias Alzo a la gloria mi laud terreno, Que Dios para cantar las armonias, Latentes, Patria , en tu fecundo seno, Me dara sonorosas melodias Y el ronco estruendo con que ruge el trueno. Ya obedezco su voz, pulso la lira, Y el hombre escuche lo que Dios me inspira. INDICR Pagina::, INTRODUCCION. IV.— Cuba I V. — Santo Domingo lx VI. — Puerto Rico i.xxxv VII. — Venezuela ex ISLA DE CUBA. D. Manuel dc Zcqucira y A rango. A la pina 5 D. Manuel jfusto de Ruvalcaba. Soneto. — A Nise bordando un ramillete 11 D. jfose Maria Ilercdia. A la estrella de Venus 15 En el Teocalli de Cholula 17 A la Religion ... 21 Atenas y Palmira 25 A mi caballo 27 Versos escritos en una tempestaci 28 Niagara 29 TOMO II. ^o 626 — Paginas. Himno al Sol 34 Muerte del toro 37 Al Oceano 38 La estacion de los Nortes 41 Al cometa de 1825 43 Ultimos versos 44 D. Jose jfacitito Milanes. Cancioncilla. — El nido vaclo 49 Cancion. — La fuga de la tortola 50 El beso 51 De codos en el puente 53 La madrugada 56 Vagos paseos 59 Bajo el mango 61 La guajirita de Yumuri 63 D. Gabriel de la Concepcion Valdes. {Placido). Soneto. — A una ingrata 69 Soneto. — A la muerte de Jesucristo 69 Soneto. — Muerte de Gesler 70 Soneto. — A la fatalidad 70 Soneto. — Aniversario de la muerte de Napoleon 70 Romance. — Cora 71 Jicotencal 74 Letrilla. — La flor de la cana 76 A la Sra. D.^ Maria de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlin 79 Plegaria a Dios 83 Doha Gertriidis Gomez de Avcllaneda. A la Poesia 87 A la muerte del celebre poeta cubano D. Jose Maria de He- rediia ; 90 Al genio poetico 93 A el 95 Amor y orgullo 98 Soneto. — Imitando una oda de Safo 104 La venganza. — Invocacion a los espiritus de la noche 105 — 627 — Paginas. A 107 La pesca en el mar 108 Plegaria. — A la Virgen iii Cantico. — Imitacion de varies Salmos 114 La Cruz 117 D. Joaquin Lorenzo Ltiaccs. La Naturaleza 125 Canto de Kaled 136 Soneto. — La muerte de la Bacante 139 El ultimo dia de Babilonia. — Mane-Tecel-Phares 139 Caida de Misolongi. — Canto de guerra del griego 149 La luz 153 Canto biblico. — Oracion de Matatias 158 El trabajo 162 D. Juan Clemente Zenea. Fidelia 171 Soneto. — El lunar 174 El 15 de Enero. .. . -. 175 Entonces 176 A una golondrina 178 D. Rafael Maria de Mendive. Yumuri 183 La flor del agua 1 86 A un arroyo 188 La gota de rocio 191 La oracion de la tarde 193 I). Ramon Vl-lez ITerrcra. La pelea de gallos 199 El combate de las piraguas 203 D^ Miguel Teurhe To Ion. La riberena de San Juan 211 A mi hermana Teresa 216 A Emilia 219 — 628 — Paginas. D. Ramon de Pabna. Himno de guerra del Cruzado 226 El fuego fatuo 228 D. Jose Fornaris. Mi vuelta a Cuba 235 I SLA DE SAXTO DOMIXGO. D. Francisco Miihoz Delmojite. El verano en la Habana 245 A la muerte de mi amigo y condiscipulo D. Jose Maria Heredia. 249 ISLA DE PUERTO RICO. D. Alejandro Tapia y Rivera. (^Crisqfilo Sardandpalo.) La Sataniada (Canto primer 0) 261 D. Jose Gail tier Ben'itez. jPuerto Rico! 273 VENEZUELA. D. Atidrc'S Bella. El Anauco 285 A la nave 286 Alocucion a la Poesia 288 Silva americana. — La agricultura en la zona torrida 301 La Luz 312 Carta escrita de Londres a Paris por un americano a otro 321 A Olimpio 326 La oraciin por todos 340 \ 629 — ?inas. Moises salvado de las aguas 348 La moda 353 Miserere 364 El proscrito 366 D. Rafael M. Baralt. A Cristobal Colon '. 387 La Anunciacion 395 Oda. — A la desesperacion de Judas 400 A una flor marchita 404 Oda. — A Espana 410 Soneto. — A Dios 418 Soneto. — Al sol 418 Soneto. — Al mar 419 Oda. — Adios a la patria 419 Oda. — Al ano de las grandes esperanzas, 1830 422 D. Afitonio Ros de Olano. En la soledad 429 Recordando el entierro de Espronceda. . . , 431 Soneto. — El simiin 432 Soneto. — Progresion . 432 Lenguaje de las estaciones 433 D. J. Heriberto Garcia de Ouevedo. Delirium (fragmentos) 457 Oda. — i A Italia! 469 APioIX 473 A Italia 477 Meditacion 480 Oda a la libertad 484 El nino perdido 485 Predicacion del Evangelic 49^ La Ascension 493 D. Domingo del Monte. Epistola a Elicio Cundamarco, poeta jimcricano 499 Su voz 501 — 630 — Paginas. D. Abigail Lozano. Bolivar 505 Crepusculos 5°° Dios 510 A la noche 51^ D. Rafael A rvelo. Brindis 5i7 D. Jose Antonio Maitin. Canto fiinebre S'^S El hogar campestre 533 Las orillas del rio 53^ D. Fcrm'in del Toro. A la ninfa del Anauco 545 D. Cecilio Acosta. La casita blanca 551 La gota de rocio 554 El vespero 555 D. Jose Ramon Yepez. La media noche 561 La ramilletera 565 Himno epitalamico 566 Pastoril 567 A la estrella de la tarde 571 D Lids Alcjandyo Blanco. La tribulacion de Job 577 D. Jesus Maria Morales Marcano. Oda II del Epodon de Horacio 585 -631 - Pagin as. D. Jesiis Maria Sistiaga. Una corrida de toros 589 D. Eloy Escobar. Los dos angeles 599 Elegia a la muerte de J. V. Camacho 602 A San Vicente de Paul .... 605 D. Francisco S. Par do. A Mejico. — Oda a Victor Hugo 613 Introduccion de un poema inedito, a Venezuela 617 ERRATAS QUE SE HAN NOTADO EN EL PROLOGO. pAgina. LINEA. DICE. LEASE. LXV 8 extenso vasto. LXXVI 10 jurista prosista. XCIII 10 formal verdadera. » 13 primacias primicias. CVIII 6 Rodriguez Borinquen. CXVI 20 ingresos ingenios. jUTHtRIiREGlU'jALLlBhVHtJ- AA 000 948 088