El glifosato alza el vuelo. Análisis retórico del discurso en la prensa nacional de Colombia (2018-2019)*
The Glyphosate Takes Wing. Rhetorical Analysis of this Discourse in the Colombian National Press (2018-2019)
O glifosato levanta voo. Análise retórica do discurso na imprensa nacional da Colômbia (2018-2019)
Signo y Pensamiento, vol. 38, núm. 75, 2019
Pontificia Universidad Javeriana
Maryluz Vallejo Mejía a* maryluz.vallejo@javeriana.edu.co
Pontificia Universidad Javeriana, Colombia
Sandra Milena Agudelo-Londoño
Pontificia Universidad Javeriana, Colombia
Fecha de recepción: 28 Agosto 2019
Fecha de aprobación: 28 Octubre 2019
Fecha de publicación: 15 Noviembre 2019
Resumen: Desde 1984, Colombia ha asperjado glifosato como principal estrategia para el control de cultivos ilícitos. En 2015, las fumigaciones se suspendieron debido a sus efectos nocivos sobre la salud humana y el ecosistema. Pero en 2018, con el anuncio de su retorno por parte del Gobierno, se produjo un intenso debate público que recogieron los medios de comunicación. Con el fin de identificar los artefactos retóricos más eficaces usados por simpatizantes y detractores de la medida se analizaron 167 piezas, el total de las publicadas en cuatro medios de prensa nacional entre junio de 2018 y julio de 2019. El debate, que osciló entre la necesidad de la aspersión para combatir el narcotráfico y el deber estatal de proteger los derechos humanos y ecosistémicos, cesó temporalmente con una confusa declaración de la Corte Constitucional, que avaló las aspersiones. Este estudio demostró el potencial de la crítica retórica para comprender cómo se moldean las opiniones en los debates sociales.
Palabras clave: crítica retórica, artefactos retóricos, encuadre, glifosato, aspersión aérea, política sobre drogas.
Abstract: Since 1984, Colombia has carried out aerial spraying of glyphosate as the main strategy to stop the illegal crops. In 2015, glyphosate sprayings were halted due to their harmful effects on both the human health and ecosystem. But in 2018, when the Government announced they would be resumed, a hot public debate started and the media spread it. To identify the rhetorical artifices most efficiently used by both the detractors and sympathizers of this measure, 167 pieces were analyzed; all of them published in four national media outlets between June 2018 and July 2019. The debate, going from the need of the sprayings to fight against drug-trafficking to the State duty to protect both the environmental and Human Rights, ceased temporarily after a confusing statement by the Constitutional Court approving the sprayings. This study unveiled the potential of the rhetorical critic, in order to understand how opinions are shaped in the social debates.
Keywords: rhetorical critic, rhetorical artifices, framing, glyphosate, aerial spraying, drug policy.
Resumo: Desde 1984, Colômbia borrifou glifosato como principal estratégia para o controle de culturas ilícitas. Em 2015, as fumigações foram suspensas devido aos efeitos nocivos à saúde humana e ao ecossistema. Mas em 2018, com o anúncio do Governo do seu retorno, produziu-se intenso debate público que foi reunido pela mídia. Para identificar os artefatos retóricos mais eficazes usados por apoiadores e detratores da medida analisaram-se 167 peças, o total das publicadas em quatro mídias de imprensa nacional entre junho de 2018 e julho de 2019. O debate, que variou entre a necessidade da aspersão para combater o narcotráfico e o dever estatal de proteger os direitos humanos e ecossistêmicos, cessou temporariamente com uma confusa declaração da Corte Constitucional, que avaliou as aspersões. Este estudo demonstrou o potencial da crítica retórica para compreender como as opiniões são moldadas nos debates sociais.
Palavras-chave: crítica retórica, artefatos retóricos, enquadramento, glifosato, aspersão aérea, política sobre drogas.
Aquello que se dice, se muestra, nunca es aleatorio ni inocente y, menos aún, intemporal. Cualquier discurso o narración comporta necesariamente una forma de argumentar, con sus reglas, sus roles, su tópica, su retórica, su pragmática… y su momento. De ahí que, como expresión de su tiempo y de las personas que se sirven de ellos, los tipos de argumentación sean esenciales para el estudio del hombre social.
Arantxa Capdevila Gómez, El discurso persuasivo, 2004
Introducción: enmarcando el debate del glifosato en Colombia
Desde 1984, en Colombia, ha existido una política pública de control de los cultivos ilícitos basada, principalmente, en la aspersión aérea de herbicidas sobre los terrenos cultivados con matas de coca, en el marco de acuerdos con el Gobierno de Estados Unidos (Idrovo, 2004; Tickner, 2007). Esa política de defensa, inserta en la naturaleza misma del Estado colombiano y exacerbada por el conflicto armado, ha acompañado las posturas de los Gobiernos desde el expresidente Belisario Betancur, que inició las aspersiones, pasando por Álvaro Uribe Vélez, cuando se intensificaron las acciones con el Plan Colombia (Duncan, Vargas, Rocha y López, 2005; Ortíz, 2004; Tickner, 2007).
Fue durante el Gobierno Uribe que Ecuador denunció a Colombia ante la Corte Penal Internacional por los daños que sufrieron campesinos ubicados en la frontera, a consecuencia de las fumigaciones con glifosato (Cordovez, 2008); pero ni siquiera con este llamado de atención y su costo económico (“Colombia dará US $15 millones”, 2013) se suspendieron las aspersiones. De hecho, solo hasta 2015, Juan Manuel Santos, quien era ministro de defensa cuando Ecuador demandó, cambió la estrategia de lucha contra las drogas suspendiendo las aspersiones aéreas (Idrovo, 2015), promoviendo una política integral. En abril de 2017, la Corte Constitucional refrendó esa decisión, acogiendo el principio de precaución (Corte Constitucional de Colombia, 2017); así, la Corte falló en consonancia con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) debido a los riesgos que representa el glifosato como probable agente carcinogénico para humanos (grupo 2A) 1 (Guyton et al., 2015).
El tema estuvo relativamente calmado en medios de comunicación hasta que a finales de junio de 2018, Santos anunció los avances del Gobierno para retomar la aspersión con glifosato, pero utilizando drones (equipos de aspersión teledirigidos a baja altura), que reduciría los daños colaterales en poblaciones y ecosistemas (Matador, 2018a; “Vuelve el glifosato”, 2018). Desde este discurso tecnófilo (la tecnología como solución a los problemas sociales), en el mes de julio, comenzó a agitarse el debate sobre el retorno de la aspersión y fue Iván Duque, una vez electo presidente, quien confirmó su disposición de volver al glifosato asperjado con drones, replicando la experiencia del departamento de Antioquia (“Iván Duque retomaría aspersiones”, 2018). De esta manera, respondía al aumento de los cultivos de coca en el país que, según el último informe de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de Estados Unidos, en 2017, alcanzaron 209 000 hectáreas, tendencia no vista en más de 15 años (Bolaños, 2018; Osorio, 2018).
Estos antecedentes estuvieron acompañados de gran eco en medios de comunicación y la atención de los colombianos nuevamente se ocupó del glifosato (Matador, 2018b; “Vuelve el glifosato”, 2018). Pero esta vez las discusiones pasaron por un tamiz diferente, producto del recién firmado proceso de paz que dejó un país polarizado (De la Rosa, 2018; Gómez, 2018), además del reconocimiento de nuevas posibilidades para combatir la droga. Esta relación entre medios de comunicación y poder político para la legitimación de las agendas públicas, ha sido ampliamente descrita, evidenciando como las posturas editoriales legitiman los intereses de los grupos de poder, equiparado, en este análisis, con los encuadres retóricos. Ello aunado a que los medios impresos están “menos limitados por la inmediatez informativa y de la imagen que la radio y la televisión. En este sentido, permiten una información más profunda y una mayor articulación de la opinión basada en las orientaciones políticas que el periódico representa” (Vallejo-Mejía y Montoya-Londoño, 2017, p. 17). En ese sentido, los impresos visibilizan más claramente la convergencia entre las agendas políticas y su discusión pública. Así, este trabajo surgió para abordar la coyuntura mediática y responder la pregunta: ¿cuáles fueron las figuras retóricas y los lugares comunes (topoi) a los que recurrió la prensa para enmarcar el debate sobre el glifosato en el primer año del Gobierno Duque?
El estudio aporta, así, desde lo teórico y metodológico en el uso de la crítica retórica de Kuypers (2016), a la identificación y análisis de las figuras retóricas y los topoi publicados en prensa, y se constituye en material de consulta para quiénes están interesados en el debate sobre glifosato en el país y el mundo, como evidencia de la construcción y moldeamiento retórico de los debates sociales a la luz de los medios de comunicación.
Enfoque teórico: artefactos retóricos y encuadres
No abundan en la literatura académica los estudios que apliquen el enfoque retórico, pero entre los que mejor dialogan con el presente estudio se encuentra el de Alarcón Hernández, Díaz y Vásquez (2018), que analiza dos columnas de opinión relacionadas con la educación pública en Chile desde la metáfora conceptual (Lakoff y Johnson, 1999) y demuestra cómo esta ayuda a caracterizar con precisión los puntos de vista de los autores sobre un tema social tan complejo. Diana Cristina Cabrera Prada (2015) también se ocupa de un tema de impacto social en su tesis sobre los encuadres retóricos de la política de control natal en Colombia (1965-1970), analizados en prensa liberal, conservadora y comunista. En ella, demuestra la utilidad del método de encuadre retórico propuesto por las profesoras Vallejo-Mejía y Montoya-Londoño (2017) para mostrar la pugna de encuadres a favor y en contra de esta política y cómo se terminó imponiendo el de la Iglesia católica. Y en Metáforas de una guerra perpetua, Fernando Estrada Gallego demuestra la degradación retórica de la guerra mediante usos distorsionados del lenguaje, particularmente de la metáfora. Según él, “las metáforas suelen condensar de forma peculiar una cierta forma de sesgar la realidad, de modificar los hechos conectándolos a esquemas conceptuales ambiguos a fin de justificar creencias colectivas o personales” (2004, p. 77). Las analiza, entonces, en sus usos perversos, aunque íntimamente ligados a la idiosincrasia colombiana.
Así, la categoría medular del análisis es la de artefactos retóricos, los cuales vehiculan hechos, verdades y presunciones como punto de partida de toda argumentación. En ellos, se fundamenta el método de la crítica retórica de Jim A. Kuypers (2016), que consiste en interpretar los artefactos más útiles para convencer a las audiencias, por ejemplo, de que una decisión política es más conveniente que otra. Este autor estadounidense concibe la retórica como una estrategia para persuadir y lograr la adhesión a una tesis, y la crítica, como un método humanístico para generar conocimiento, que involucra al investigador con su acervo intelectual, pero ante todo, su sistema de creencias y valores. Los valores son, de hecho, el fundamento de la retórica clásica, que distingue los abstractos y los concretos. Entre los primeros están los propios de las sociedades democráticas que, por ejemplo, defienden la justicia, y los segundos se asocian con instituciones o personas y garantizan el statu quo en sociedades conservadoras (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989).
A diferencia de otros métodos científicos, la crítica retórica concede ciertas licencias al investigador para reconocer y valorar las creaciones discursivas en su contexto sociocultural y político. En palabra de Kuypers (2016, p. 23), “la crítica es un arte, no una ciencia. No es un método científico; sino que utiliza los métodos subjetivos de argumentación; existe en sí mismo y no en conjunción con otros métodos de generación de conocimiento” [traducción libre de las autoras].
En esta perspectiva teórica, se tienen en cuenta las pruebas aristotélicas o enfoques persuasivos conocidos como ethos (la imagen que proyecta el hablante a su audiencia), logos (la forma cómo influye en la razón de la audiencia) y pathos (las pasiones que moviliza) para interpretar los artefactos retóricos, predominantes en el discurso (Leith, 2012). Por lo tanto, este estudio se enfocó en el examen de los medios de prueba más eficaces para la persuasión de las audiencias, entre las pruebas no técnicas (basadas en los hechos) y las técnicas (producto de la invención). Del arsenal de figuras o tropos (pruebas técnicas), el trabajo privilegió la metáfora como el artefacto más eficaz para movilizar ideas y sentimientos e influenciar los pensamientos y acciones de las audiencias, ya que funciona como un esquema cognitivo que ayuda a dar sentido a la realidad.
Los maestros de la retórica (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989, pp. 610-611) definen la metáfora como un tropo, “es decir, un acertado cambio de significación de una palabra o de una locución. Incluso sería el tropo por excelencia”. Para Henry y Burkholder (Kuypers, 2016), la metáfora es la comparación entre dos términos (personas, cosas, eventos, lugares, situaciones) que pertenecen a diferentes clases de experiencia, y por hacer parte de la cultura popular, tienen alto poder de identificación (Mortara Garavelli, 1991, p. 164).
Según la perspectiva lingüística cognitiva de Lakoff (2007), las metáforas y las expresiones metafóricas evocan los marcos de comprensión del mundo compartidos por las audiencias porque parten de los lugares comunes (topoi) de la retórica clásica. En particular, las expresiones metafóricas gozan de popularidad y permiten entender complejos temas políticos, pero también implican riesgos al simplificar realidades complejas o terminar normalizándose en el discurso. Dice Perelman que, si bien nadie ha negado la importancia de la analogía como recurso esencial de la invención, “se la ha tratado con recelo tan pronto como se la quería convertir en un medio de prueba” (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989, p. 569).
Otro tropo que se tuvo en cuenta en este estudio fue la ironía (decir una cosa por querer decir otra), usada por caricaturistas y columnistas que eligen la argumentación por la vía cómica, en la tradición aristotélica. Perelman y Olbrechts-Tyteca admiten que el humor tiene un papel importante en el discurso argumentativo para lograr una empatía entre el orador y el auditorio, para criticar y, sobre todo, para ridiculizar al adversario (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989; Santibáñez, 2007).
La otra categoría utilizada es la de “encuadre” o framing, imprescindible en los abordajes del discurso político. Para este estudio, no se partió de las teorías fundantes E. Goffman (1974) y de R. Entman (1993), sino de la propuesta por Lakoff (2007), originada en la lingüística cognitiva y la comunicación política. El autor habla de marcos mentales —como se mencionó antes— equiparables a metáforas políticas, “que se utilizan para redefinir o resignificar una parte de la realidad social, reforzando o transformando sus connotaciones semánticas para legitimarla o descalificarla, enaltecerla o devaluarla, ampliarla o disminuirla, etc.” (Gil-Calvo, 2018, p. 147). Según Lakoff, estos encuadres se nutren de las matrices de pensamiento conservador-reaccionario y liberal-progresista, por lo que, en una suerte de espiral, en este estudio comienzan o terminan en los valores abstractos y concretos de la retórica clásica. Además, para “cada problema público aparecen diversos marcos o encuadres posibles capaces de interpretarlo en sentidos alternativos o contrapuestos, entablándose una batalla de marcos o encuadres (frames) en pugna por imponer a los demás la propia definición o interpretación de la realidad” (Gil-Calvo, 2018, p. 70).
Metodología
Desde el 23 de junio de 2018 hasta el 31 de julio de 2019, se recolectaron 167 piezas físicas entre noticias, entrevistas, reportajes, editoriales, columnas y caricaturas publicadas en la prensa nacional 2 (anexo 1) de los diarios: El Espectador (EE) y El Tiempo (ET) y, de las revistas Semana (RS) y Semana Sostenible (SS), constituyendo el corpus del trabajo.
El punto de inicio (Orozco, 2018) para la recolección de las piezas fue intencionado (Díaz, “Picho y Pucho”, 2019b), y se refirió al pico producido por las declaraciones del expresidente Juan Manual Santos anunciando el posible regreso de las fumigaciones con drones, en sintonía con las manifestaciones del entonces candidato a la presidencia Iván Duque. Asimismo, el punto final correspondió a las ambiguas declaraciones de la Corte Constitucional “avalando” el regreso de las fumigaciones con glifosato, cumpliendo ciertos criterios.
Las piezas seleccionadas constituyen, así, un censo del total de artículos físicos publicados en los impresos durante el periodo de estudio, todas ellas fueron leídas individualmente por las investigadoras. Cada una diligenció una matriz en Microsoft Excel® con ocho dominios para evaluar: la fecha y el medio de publicación, el nombre de la pieza, su autoría, el tipo de pieza, la dirección web donde la nota está disponible para consultas, las palabras y las frases seleccionadas como figuras retóricas o como evidencias de los argumentos y, finalmente, una valoración de la posición global de la pieza alrededor de las aspersiones con glifosato según fuera a favor, en contra, ambigua o equilibrada (datos no mostrados). Ambas tablas de análisis fueron contrastadas, discutidas y complementadas por las dos investigadoras para construir el universo de estudio y el conjunto final de datos para análisis descriptivo en el mismo paquete de cálculo. En este consolidado, se analizaron cronológicamente las crestas del debate sobre la fumigación con glifosato para establecer los acontecimientos que avivaron la deliberación sobre esta política pública y establecer las posiciones emergentes a partir de hechos y declaraciones oficiales, así como el sistema de evidencias y los giros inesperados en la discusión.
Las variables cualitativas se procesaron mediante el análisis de discurso periodístico, acudiendo a la perspectiva de la nueva retórica de Kuypers (2016), antes descrita. Gracias a la libertad que otorga el método, las piezas de análisis se organizaron y priorizaron a criterio de las investigadoras, siguiendo una secuencia cronológica para construir una narración detallada del debate a través de las figuras retóricas usadas por los autores. En la totalidad de las piezas se hizo una selección intencionada de aquellas con mayor carga retórica para el análisis. Esta se apoyó en los tropos en el discurso, o sea, aquellas figuras que aluden a la transferencia de significado de una expresión a otra (Mortara Garavelli, 1991). Para completar el panorama, de las 19 caricaturas publicadas en el periodo de estudio se priorizaron seis relativas a hitos del debate. En definitiva, el estudio propone un enmarque interpretativo del discurso alrededor de los hitos identificados en el tiempo, con apoyo en las caricaturas seleccionadas. Además de mostrar el despliegue y el enfoque que dieron al tema los medios analizados, se hizo un análisis de los artefactos retóricos con poder persuasivo, para finalizar con una discusión sobre la fuerza de los argumentos entre detractores y simpatizantes de la medida.
Resultados
Encuadre del debate en los medios y en la línea de tiempo
De las 167 piezas analizadas, EE publicó el 44,3 %, ET el 25,7 %, RS el 23,3 % y SS el 7 %. El 44 % de las notas fueron noticias, el 25,6 % columnas de opinión, hubo seis editoriales (cuatro del EE) y 19 caricaturas. El resto de notas fueron doce entrevistas y ocho reportajes o informes especiales. En 2019, las notas duplicaron el 2018 (111 vs. 56). En 2018, hubo picos en los meses de septiembre (9 piezas), noviembre y diciembre con 12 piezas cada uno. En 2019, el debate estuvo movido en marzo, con 30 publicaciones, y en junio con 22, terminando la observación con 41 notas de prensa, en julio. Así mismo, EE, en su lógica de tabloide, dedicó tres portadas al debate del glifosato; lo que no se vio en los otros medios.
Las notas de prensa publicadas por el EE se caracterizaron por hacer memoria del tema, recordando, por ejemplo, al líder del Chocó, Víctor Darío Luna, uno de los autores de la tutela que llevó a la Corte a emitir el criterio de precaución para el cese definitivo de las aspersiones aéreas con glifosato en 2017 (“’El tema no es la coca’”, 2019). Luna y otros paisanos denunciaron afectaciones a la salud debido a la exposición al herbicida, y solicitaron al Gobierno colombiano reforzar la erradicación voluntaria y la presencia del Estado en los territorios, pactados en los acuerdos de paz. Igualmente, antes de que lo hicieran otros medios, EE aportó evidencias sobre el impacto del glifosato, como la historia de la primera muerte por este químico, aceptada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de una mujer joven, con cuatro meses de embarazo, que se encontraba lavando en un río del Meta cuando fumigaron sobre ella; luego, le detectaron un cáncer y murió junto con el hijo que esperaba (Orozco, 2019).
El diario publicó entrevistas con los gobernadores opuestos a las fumigaciones de Caldas, Caquetá (Acero, 2018) y Nariño (“Vicepresidenta y gobernador de Nariño”, 2019). También en EE, Salomón Kalmanovitz, autoridad en materia económica, se preguntó por qué los estadounidenses y el Gobierno de Duque “creen que la estrategia de aspersión aérea, tan costosa y nociva como ineficaz, es preferible a atacar otros escalones de la cadena del narcotráfico que pueden tener un impacto más fuerte y duradero sobre el negocio” (Kalmanovitz, 2019). Aunque hubo también un par de columnas con posiciones contrarias (Montenegro, 2019; Prado, 2019).
Así, la línea editorial del EE fue más crítica y propositiva que la de los otros medios, con énfasis en dos ideas centrales: 1) sí hay evidencia sobre la relación entre cáncer y glifosato (Correa, 2018) por lo que se debe superar el secretismo que ha acompañado los datos y las cargas probatorias (Monsalve, 2019) y 2) existen alternativas integrales y diferentes a la aspersión aérea con glifosato para combatir los cultivos ilícitos (Tickner, 2019).
En ET, por su parte, Moisés Wasserman presentó una columna desde una reflexión ética que “depende del contenido de verdad de las premisas”. Frente al regreso de las aspersiones, citó a Rodrigo Uprimny: “ante una duda razonable debe aplicarse el principio de precaución” (lo que dijo Alejandro Gaviria), así, el que fumiga es quien tiene que demostrar inocuidad (Wasserman, 2019). Terminó diciendo que hay trabajos de científicos que sustentan las dos posiciones, “aunque hay más por la inocuidad”.
Llamó la atención sobre cómo un discurso tecnófilo impregnó las piezas con la promesa de que más tecnología traería seguridad y menos riesgos en el proceso de erradicación forzosa ―drones, helicópteros, otras moléculas, etc.― (“Después de usar drones”, 2018; Gómez, 2018; Méndez, 2018). Por ejemplo, en noviembre, se pedía innovar en las estrategias de erradicación de cultivos ilícitos, a propósito de un hallazgo “científico” sobre “el avance en pruebas de la molécula glufosinato de amonio como reemplazo al glifosato”, para regresar a las fumigaciones por vía aérea, dándole el espaldarazo al plan piloto con drones del gobernador de Antioquia (Méndez, 2018).
En marzo de 2019, se reavivó el debate con la audiencia que citó la Corte Constitucional para solicitar aclaraciones sobre los efectos del herbicida (“Buen mano a mano”, 2019). ET publicó un editorial en el que aludió a “respetadas organizaciones del mundo que subrayan que la evidencia no es concluyente, ni en un sentido ni en el otro”, y tras citar el refrán “Ante la duda, abstente”, sugirió que igualmente debía seguirse con los planes de erradicación manual y voluntaria. También se permitió sugerir a la Corte “abrirle la puerta a la aspersión aérea, que es la que garantiza que el mar de coca disminuya de tamaño en un tiempo relativamente corto”, y se evite la muerte de los erradicadores (cerca de 200 en los últimos años). En conclusión, la discusión en el diario ET fue más oficialista en su apoyo a la idea de combatir el gran mal de Colombia, el narcotráfico, con todas las armas posibles. En ese sentido, ET presentó argumentos sobre cómo mitigar los daños colaterales a sabiendas de que la aspersión era un mal necesario. Y no faltaron las loas al fiscal Néstor Humberto Martínez por “sus innovadoras y audaces ideas para contrarrestar los cultivos ilícitos” [¡!] (“El debate del glifosato”. Editorial, 2019).
Los otros dos medios RS y SS, de la misma casa editorial, presentaron menor cantidad de artículos y pluralidad de opiniones, sin ofrecer una posición contundente. En todo caso, la labor informativa de RS alrededor de los momentos coyunturales del debate contribuyó a dar voz a diferentes actores y a poner sobre la mesa otras formas de presentación del discurso (sátira, crítica y caricatura) que enriquecieron el debate, tensionaron sus relaciones políticas y los ejercicios de centralidad desde los cuales se leen los problemas de la “periferia” (Caballero, 2019; Duzán, 2019; Samper Ospina, 2019a). RS también proveyó datos para la discusión de la política antidrogas, explorando efectos, usos y posibilidades más allá del glifosato (“Lucha contra las drogas”, 2018). En SS, por su parte, llamaron la atención un par de noticias que ampliaron el panorama de la discusión, poniendo de relieve el efecto potencial del glifosato sobre los ecosistemas, especialmente en los casos de abejas y peces (“Con experimentos demuestran consecuencias”, 2019; “Abejas, el ser vivo”, 2019).
En la figura 1, se presentan seis caricaturas de las 18 recolectadas, que evidencian los hitos más significativos del debate en el periodo estudiado. La primera de Betto (2018) da cuenta de la relación intrínseca entre la aspersión aérea con glifosato y las presiones, recomendaciones e historicidad de la política antidrogas con Estados Unidos. En ese sentido, vale mencionar que la preocupación por la descertificación en el Gobierno no era menor: “quedar en esta lista de países que no cooperan es un golpe político que trae consecuencias migratorias, con la restricción de entrega de visas, y, sobre todo, un gran impacto económico” (“Mar de coca estable”, 2019). Y, así, el 9 de agosto, una semana después de la última fecha de observación, Colombia se recertificó como país colaborador de Estados Unidos en la lucha antidrogas con el compromiso de retomar la aspersión aérea (“Gobierno celebra certificación”, 2019).
En la segunda y tercera imagen, Matador presenta las inconsistencias del Gobierno cuando está fuera y dentro de casa (Matador, 2019); de hecho, del espacio aéreo colombiano para adentro es interesante que el Estado, según los reclamos de líderes locales (en Nóvita, el municipio chocoano que tuteló al Estado en 2017 no tiene ni centro de salud), no está presente en sus territorios (Sarralde, 2019), sino una presencia a distancia, recurriendo a drones (Matador, 2018a), camiones oruga, helicópteros o aviones y, por supuesto, mucho glifosato. Matador tensiona el debate sobre el glifosato al “personalizar los drones”, aludiendo a la necesidad de desplazar la discusión hacia las comunidades asperjadas para que, en palabras de Noé Ochoa (2019), “la presencia del Estado no sea rociada”.
La caricatura de Picho y Pucho en la cuarta posición (Díaz, “Picho y Pucho”, 2019b), vuelve sobre uno de los temas más controversiales del debate, que se tratará en detalle en el siguiente apartado: las analogías del glifosato. En relación con la inclusión del herbicida en la clasificación de probablemente carcinogénico de la OMS, junto con otros elementos, alimentos y compuestos, han pululado los topoi que minimizan el efecto del glifosato en la salud humana y en el medio ambiente, así como la calidad de la evidencia disponible. Acá, hábilmente, el caricaturista utiliza la analogía para satirizar: si ambos son nocivos, glifosato y longaniza, primero denles comida a los campesinos.
La quinta imagen traza un puente entre el punto previo y uno de los elementos centrales del debate: el rol de los medios de comunicación. Vladdo representó una conversación ficticia entre Paloma Valencia y el periodista Julio Sánchez Cristo, poniendo de relieve, primero, la analogía entre glifosato y quimioterapia para el cáncer (en la misma línea de la longaniza de Picho y Pucho) y, segundo, aunque menos explícita, la potencia política de este debate según los bandos de opinión y los sectores políticos (Vladdo, 2018). Así, en la última caricatura, cierra con María Isabel Rueda en clave de crítica a sus polémicas columnas sobre la inocuidad del glifosato y la necesidad de retomar la aspersión como el “mal menos peor”. Vladdo alude a la ligereza y falta de rigurosidad en el ejercicio periodístico de María Isabel, que partió de una fuente discutible, descuido que le pasó factura a su credibilidad (Vladdo, 2019b) y, por extensión, al rol de los medios.
Artefactos retóricos que apuntalaron el debate
Desde que el Gobierno de Santos suspendió las aspersiones aéreas con glifosato a finales de 2015, el entonces procurador Alejandro Ordóñez usó una expresión metafórica e hiperbólica que se quedó instalada en el discurso de los opositores de esa medida: “Estamos nadando en coca” (“‘Estamos nadando en coca’”, 2015). Nuevamente, acudió a ella cuando fue nombrado embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos para justificar el regreso del glifosato en el Gobierno de Duque que, de inmediato, acogió la expresión. En septiembre de 2018, el recién posesionado ministro de Defensa, Guillermo Botero, se erigió en argumento de autoridad (ethos), al declarar que él como agricultor no había conocido mejor herbicida, desconociendo, además, su potencial cancerígeno (Rodríguez, 2018a). Seguidamente, en una columna, Rodríguez (2018b) dijo que al ministro solo le interesaba el sector privado y por eso gobernaba “como si el país fuese su finca”, símil que refuerza su intención crítica. También reaccionó Matador desde ET con una caricatura titulada “La metamorfosis de Mindefensa”, en la que lo dibujó con patas de insecto y nariz de cerdo declarando en un atril: “Yo he fumigado con glifosato en mi finca... y es completamente seguro” (Matador, 2018b).
No hay que olvidar que su antecesor en la cartera de Defensa, Juan Carlos Pinzón, afirmó como embajador de Colombia en Estados Unidos: “El debate no es glifosato o no glifosato. Aquí el debate es si permitimos que el terrorismo y la criminalidad resurjan” (“‘El debate no es glifosato’”, 2019). Argumento basado en la personificación 3 que acogió el nuevo Gobierno en su lucha contra el narcotráfico: un asunto de defensa nacional, no de salud pública. Así, Duque acudió a un hábil entimema 4 : la coca es una amenaza para la paz, ergo, es necesario fumigar con glifosato los cultivos ilícitos.
“Receta venenosa” tituló Pascual Gaviria (2018) la columna donde rememoró la historia de la fumigación con glifosato, que comenzó en 1978 en la Sierra Nevada de Santa Marta con el temido Agente Naranja, usado por Estados Unidos como arma de guerra en Vietnam, pasando por todos los Gobiernos hasta el de Santos, que suspendió las aspersiones. Pero “ahora Iván Duque pretende volver a la vieja receta” y “arrodillarse puede ser popular, pero no útil”, concluye Gaviria.
Por su parte, el gobernador Luis Pérez, para vender a la opinión pública su experimento de aspersión con drones, utilizó el lema “Antioquia piensa en grande” (“Después de usar drones”, 2018). Y en sintonía de marcos metafóricos, Duque nombró su política integral antidrogas “Ruta Futuro” (“Lucha contra las drogas”, 2018). Pero cuando fracasó la estrategia de los drones, no hubo más etiquetas ni declaraciones rimbombantes.
En ET, uno de los escasos columnistas que cuestionaron abiertamente el regreso de la aspersión con glifosato fue Luis Noé Ochoa. Con estilo paródico, arranca así su columna: “Parece que en Casa de Nari, en diciembre pasado se entonó, con guitarra y pandereta de El Ubérrimo: ‘Ábranse los cielos / y llueva de lo alto / malhechor rocío / como glifosato’”. Además, afirmó categórico: “es un veneno […] porque hay serios estudios con resultados recopilados en 17 países, que muestran que es potencialmente cancerígeno, que conlleva problemas dermatológicos, respiratorios y abortos espontáneos”. Al final echa su pulla: “Hasta hemos llegado a que los amigos de fumigar casi nos digan que toman el whisky con glifosato”. Y recuerda a Santos, quien dijo que a los campesinos había que darles herramientas, no envenenarlos (Ochoa, 2019).
El expresidente Santos y el presidente Duque acudieron a la cita de la Corte para defender sus posiciones. “Duelo de titanes” (2019) tituló RS, parafraseando el clásico filme de los años cincuenta. A partir de esa audiencia, se regaron como verdolaga en playa las expresiones metafóricas. El fiscal Néstor Humberto Martínez dijo (“La coca es a Colombia”, 2019) que “la coca es a Colombia como las siete plagas a Egipto” (analogía fallida, por demás, ya que la historia sagrada habla de diez plagas). Ante la Corte, el fiscal insistió en las ventajas del glifosato, que garantiza en un 80 % la destrucción de la coca y señaló que su peligrosidad está en la misma categoría que las carnes rojas, el aceite de cocina y los tintes de cabello: “Y nadie ha hecho valer el principio de precaución sobre estos otros productos”, apuntó con ironía.
Otras analogías efectistas que surgieron en la arena pública fueron: tan dañino es el glifosato como una copa de vino cada tres meses, según el controvertido estudio de la Universidad Sergio Arboleda (Samper Ospina, 2019b). O como 100 vasos de agua, según declaró la vicepresidenta Martha Lucía Ramírez en Washington (“‘Si se toma 100 vasos de agua’”, 2019). Más elaborado fue el símil de la senadora Paloma: “El glifosato es como una quimioterapia: no es lo mejor para la salud, pero sirve para atacar el problema”. Analogía que originó la réplica del columnista Nicolás Rodríguez (2018c) para quien la comparación “no es cualquier confusión” porque “las metáforas tienen consecuencias” y pone como ejemplo a Tumaco, víctima de las lógicas policivas de la guerra contra las drogas. “Con este (el glifosato), para que Paloma se haga una idea de lo que implica su quimioterapia, escaseará la alimentación porque el vapor no más va secando todo”, según explican los lugareños.
Ante esos exabruptos, también reaccionaron los caricaturistas y humoristas: Vladdo (2019a), bajo el título “Un fiscal tragicómico”, dibujó una botella de veneno con la leyenda: “El glifosato es tan dañino como las carnes rojas…y el cianuro como el agua embotellada” 5 . Tola y Maruja, por su parte, escribieron en la columna de EE: “Y qué me dice de lo que dijo Paloma Valencia: ‘¡Ay, Tola!, le hizo metástasis la bobada...’” (“Tola y Maruja están de regreso”, 2018). Daniel Samper Ospina no desperdició la oportunidad y tituló: “Un vaso de agua para... Martuchis” (Samper Ospina, 2019a), y cuenta que decidió comprobar en carne propia el experimento de tomar 500 vasos de agua “prácticamente uno por cada metida de pata del Gobierno”. Por su parte, la columnista estrella de RS, María Jimena Duzán (2019), se engolosinó con la ironía en su columna titulada como la canción: “Volver… volver… volver”: “Si es cierto que el glifosato es tan inofensivo como una copa de vino, el presidente Duque debería dar el ejemplo y convertirlo en la bebida para ofrecer en sus recepciones del Palacio de Nariño”.
Otra voz fuerte fue la de Cristina de La Torre, que tituló provocadoramente su columna de EE: “Rebelión contra el glifosato” (De la Torre, 2019). Allí, celebra la valiente postura del gobernador de Nariño en contra de la aspersión y la audacia del gobernador de Caldas, quien logró reemplazar la coca por cultivos alternativos: “Ebrio en los soñados efluvios del glifosato, ignora el Gobierno experiencias que, de generalizarse, cortarían por lo sano […] No. Anda Duque desvariando en la economía naranja, fantasía infantil para el hada Campanita de Peter Pan”, afirmó con filuda ironía.
En el mismo diario, EE, Armando Montenegro (2019), de la línea proglifosato, utilizó la metáfora del país “maniatado” por no poder erradicar los cultivos ilícitos, considerando la casi imposibilidad de la erradicación involuntaria contemplada en los acuerdos de paz. Otro columnista defensor del glifosato en ese diario, Mario Fernando Prado, ironizó sobre el “criminal herbicida”, que “se viene utilizando desde hace décadas en gran parte de los cultivos de los pequeños y grandes agricultores de nuestro país y no hay registro alguno de campesinos y consumidores que hayan muerto por culpa de este matamalezas”. En cambio, dice que con la erradicación manual ha resultado “peor el remedio que la enfermedad” (Prado, 2019).
Cuando esa tempestad pasó, en su edición del 30 de junio de 2019, RS tituló: “Mar de coca estable”, apelando a la ya manida metáfora. “La Casa Blanca informó que el pico histórico en siembra de cultivos ilícitos se mantuvo. Detener la tendencia al alza puede ser el mejor salvavidas que tiene el Gobierno para evitar una descertificación de Estados Unidos”. El informe de RS en cuestión, reconstruye cómo ha influido la figura de la certificación —temida en el escenario geopolítico—, creada en 1986 para presionar a los Gobiernos en su lucha antidrogas. Así, con un tranquilizador anuncio por parte de Estados Unidos, el 18 de julio de 2019, la Corte Constitucional permitió el regreso de la fumigación con glifosato, que había prohibido en 2017, bajo el cumplimiento de seis condiciones.
Debido al ambiguo fallo de “no, pero sí” de la Corte, se produjeron interpretaciones encontradas. ET tituló con la ya conocida metáfora: “Corte allana el camino para que el Gobierno vuelva a usar el glifosato” (2019), mientras EE editorializó bajo el título “Una decisión venenosa” (2019) y tras usar la figura de “abrir la puerta” manifestó que la Corte “decidió distanciarse del debate, por no decir que se lavó las manos”.
Pero fue la polémica columnista de ET, María Isabel Rueda, quien logró el mayor escalamiento retórico del debate con una seguidilla de piezas controversiales. En la primera columna, titulada “Glifosato: ¡pongámosle sensatez!” (2019a), citó un estudio de la Universidad Sergio Arboleda, según el cual el glifosato lejos de ser agente cancerígeno era prácticamente inofensivo. Entusiasmada con su descubrimiento, al día siguiente presentó en el mismo diario una extensa entrevista con el decano de Economía de la citada universidad. Dado el escándalo que se desató, Rueda publicó una segunda columna en su defensa, bajo el título “Bañada en glifosato…” (2019b) y una tercera, en la que matizó sus anteriores planteamientos admitiendo: “No existe evidencia científica irrefutable de que el glifosato sea dañino para la salud, así como tampoco existe la contraria, de que sea inocuo” (Rueda, 2019c). A raíz del pronunciamiento de la Corte, dice que, sin ‘patrasearse’ de su sentencia anterior, esta aclaró que el Gobierno debe meterle toda la buena fe posible a la minimización de los riesgos. Como a ella le parece una solución regia, termina con esta coletilla: “Balance de la decisión de la Corte: no cambiamos nada, pero vayan y asperjen”.
Ante estos desatinos de Rueda, llovieron rayos y centellas, pero la caricatura de Vladdo (2019b) titulada “Libertad de aspersión” fue la más potente. En los globos (paratexto) se lee: “Extra, un sensato estudio demuestra que el glifosato es menos tóxico que una columna de María Isabel Rueda”, “El glifosato es de Monsanto, Monsanto es de Bayer, y si es de Bayer es bueno”, aludiendo así al imbatible silogismo de los creativos de Bayer, asimilado en el mundo entero como un lugar común (topos).
Entre sus detractores más calificados estuvo Francisco Gutiérrez Sanín (2019), de EE, que con su proverbial agudeza se refirió a Rueda como “combinación perfecta de frivolidad y mala fe”, y añadió que “ha querido defender tal plan posando de química para descrestar calentanos, terminando después con el hueco argumento de que ‘toca hacer algo’”. Menciona irónicamente la intención del Gobierno de “fumigar a nuestros campesinos con glifosato, pese a la evidencia aplastante de que significa un riesgo prohibitivo para la salud”, y concluye: “Tratar a la gente a la brava no es un buen sistema de Gobierno. Y además tiene consecuencias. Meterse eso en la cabeza es clave y tiene la ventaja de ser más fácil de entender que las fórmulas químicas de María Isabel”.
También pulió sus armas de Caballero (2019) ironista el columnista de RS, que escribió: “Nuestra vicepresidenta Marta Lucía Ramírez no está sola con su comparación sobre ser rociado desde un avión con glifosato y beber 100 vasos de agua. La acompaña la academia, representada por la Universidad Sergio Arboleda”. Cita a su decano de Economía, Alberto Schlesinger, quien afirmó: “Más cancerígeno que el glifosato es trabajar en peluquería o ingerir bebidas calientes a más de 65 grados”. Para Antonio Caballero, el documento enviado por esta universidad a la Corte “sí redondea el asunto con otra cita científica sobre la inofensividad del glifosato: la exposición de pesticidas en la dieta significa un riesgo equivalente a tomar una copa de vino cada tres meses”.
No desperdició la ocasión Daniel Samper Ospina (2019b) con su columna titulada “Fumiguemos con glifosato el Parque de la 93” donde a propósito del elogio del glifosato hecho por Rueda se preguntó: “¿a cuenta de qué se deben reservar los beneficios de este elixir de ensueño a las zonas rurales de Colombia? Si este saludable remedio es tan provechoso, ¿por qué permitir que gocen de sus fantásticos beneficios únicamente los campesinos colombianos, desde la comodidad de sus regiones?”. Entonces sugirió asperjar glifosato desde una avioneta por los exclusivos barrios del norte de Bogotá: Rosales, Chicó, Santa Ana Oriental, así como los parques del Virrey y de la 93. Para compartir así “sin distingos de clase los beneficios de ese líquido vital que disfrutan en Nariño, Chocó, y otros cuantos departamentos privilegiados”.
Para redondear la discusión, Yesid Reyes Alvarado (2019) tituló su columna de EE con un eufemismo usado desde la guerra de Vietnam: “Glifosato y daños colaterales”. Sostiene que, con el fin de disminuir rápidamente el número de hectáreas de coca, el Gobierno ignora los impactos de la medida en el ambiente, las personas, los animales y los cultivos lícitos. Después del fallo de la Corte sobresalió la metáfora del camino. “El largo camino para volver a la fumigación aérea con glifosato” (2019) fue el titular de un informe de ET, que recogió la versión del Gobierno sobre la presentación de un nuevo protocolo para uso del químico. La imagen de la “pequeña ventana” que abrió la Corte Constitucional —y que utilizó RS (“Corte Constitucional: ¿revivirá las aspersiones aéreas con glifosato?”, 2019) cuando analizó la sentencia T-236 de 2017— volvió a circular con este último auto. El debate se cerró —provisionalmente— con el dicho o expresión popular “a grandes males grandes remedios”, equiparable al maquiavélico principio “el fin justifica los medios”, que enmarcó los discursos de los defensores del regreso de la fumigación aérea.
Conclusiones
Después de revisar las 167 piezas, se infiere que los defensores de la medida fueron más estratégicos en el uso de artefactos retóricos para enmarcar los escenarios catastrofistas que querían mostrar: un país inundado por la coca, con cientos de víctimas de la erradicación manual y, encima, descertificado e inseguro. Por su parte, los opositores más hábiles eligieron la vía de la argumentación cómica con sus caricaturas y columnas de opinión satíricas, no exentas de un verídico sistema de pruebas. Y en la concurrencia de expresiones metafóricas cargadas de ironía y presentadas en relación analógica, se alcanzó la máxima resonancia del discurso, que en la lógica informativa de los medios de comunicación se tradujo en titulares altamente persuasivos y en caricaturas con explosivo poder.
En la observación, se encontró un claro contraste en el cubrimiento que le dieron al tema los dos diarios nacionales de referencia, EE y ET. El primero hizo un seguimiento estrecho con tres portadas y cuatro editoriales, buscó fuentes propias, desengavetó documentos y se enfocó en los peligros de la fumigación aérea mediante la voz de las comunidades afectadas, las autoridades de esas regiones y expertos nacionales e internacionales. ET, por su parte, mantuvo frente a este tema una posición cercana al oficialismo, como se puede comprobar en los dos editoriales y en las tesis defendidas por la mayoría de los columnistas y entrevistados. En términos de eficacia retórica, los columnistas de EE, así como los de la RS, lograron posicionar mejor sus argumentos con el uso de tropos persuasivos, en particular los cargados de ironía (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989; Santibáñez, 2007).
Por último, se identificó una idea emergente en el discurso oficial, que merece ser explorada más en detalle: la construcción del narcotráfico como el nuevo gran enemigo, desde un lenguaje guerrerista históricamente dirigido hacia las FARC pero agotado ahora en el posconflicto. Fue alrededor de la coca, necesario adversario, y no del glifosato, que en la balanza retórica del debate quedaron, al mismo nivel, los valores concretos asociados a la matriz de pensamiento conservador y los valores liberales, propios del pensamiento progresista (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1989). Esto es, la lucha contra las drogas para garantizar un territorio libre de coca junto con la recertificación de Estados Unidos, frente a la protección del derecho a la salud y el medio ambiente, en el marco del principio de precaución recomendado por la OMS. En ese contexto disonaron, también, algunas voces más amplias sobre el problema estructural del narcotráfico, en contra del glifosato y en favor del desarrollo rural y la industrialización agrícola como alternativas para los campesinos (“Cinco casos de erradicación”, 2019).
Así, ante la falta de acuerdo social sobre la peligrosidad o la inocuidad del químico en Colombia como “la mejor estrategia” para combatir las drogas ilícitas (Monsalve, 2019), la Corte Constitucional optó por “abrir una ventana”, “una puerta” o “allanar el camino” para la fumigación aérea. De modo que, en ambos platillos de la balanza, “la ciencia nos quedó debiendo el debate del glifosato” (Monsalve y Calle, 2019) porque no fue posible concluir la verdad sobre los hechos y argumentos y evidencias que no estaban en el mismo nivel, parecieron estarlo. Al final, el mensaje en el aire es que fumigar es lo más fácil, lo que parece más efectivo y cortoplacista; porque, en palabras del ministro de Defensa: “el glifosato es sistémico” y va a la raíz de las plantas (“Colombia se prepara”, 2018), mientras el Estado pareciera que puede pasar por encima de las poblaciones, sin ir a la raíz de los problemas.
Este manuscrito fue escrito siguiendo un estilo orientado a rescatar las figuras retóricas y los topoi que resultaron más efectivos, a juicio de las autoras, para persuadir a los lectores. Este ejercicio intencionado, hace parte de una apuesta por incluir el método de la crítica retórica orientado al análisis discursivo en los estudios de periodismo. De esta manera, desde la metáfora de Henry y Burkholder (Kuypers, 2016) se siguieron los tres primeros pasos: 1) identificar los artefactos retóricos más utilizados por simpatizantes y adversarios de la política de aspersión 2) ubicar el texto en su contexto histórico y 3) crear un marco de interpretación para los argumentos predominantes en el debate. Quedó pendiente el cuarto paso sugerido por los autores: evaluar el efecto de estos tropos en las audiencias, que requeriría un nuevo estudio en redes sociales digitales donde los ciudadanos deliberan con descontrolada emotividad sobre temas coyunturales.
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Anexo 1
Piezas periodísticas analizadas, impresas entre junio de 2018 y julio de 2019 en El Espectador, El Tiempo, Semana y Semana Sostenible. Colombia
Notas
1
Sentencias T-236 del 2017 y la T-300 del 2018 según las cuales existen elementos para afirmar, provisionalmente, que el glifosato es una sustancia tóxica que, dependiendo del nivel de exposición, puede causar cáncer u otras afectaciones a los seres humanos.
2
Excepcionalmente, se mencionan un par de notas digitales porque dan seguimiento y/o ampliación a la nota impresa. De hecho, al revisar las páginas virtuales de los medios seleccionados, se constató que la producción de notas en prensa digital superó, en todos los casos, las publicaciones físicas. Así, para contrastar la distancia entre unas y otras, se revisaron aleatoriamente varias notas digitales y se encontró que, en general, fueron bastante constantes y congruentes con las notas de prensa impresas, dando cuenta de la línea editorial de los medios.
3
La personificación o prosopopeya es un tipo de metáfora que consiste en atribuir propiedades humanas a un animal o a un objeto, al cual se hace reaccionar como una persona.
4
Forma abreviada del silogismo donde se suprime una de las premisas de la cadena argumentativa, entendiendo el silogismo como el paradigma del razonamiento lógico (Leith, 2012).
5
En alusión al suicidio de Jorge Enrique Pizano, testigo del caso Odebrecht, y del envenenamiento posterior de su hijo, quien tomó agua de la botella que encontró en el estudio de su padre.
*
Artículo de investigación científica.
Notas de autor
* Las autoras declaran no tener ningún conflicto de interés.
a Autora de correspondencia. Correo electrónico: maryluz.vallejo@javeriana.edu.co
Información adicional
Cómo citar este artículo: Vallejo Mejía, M., y Agudelo-Londoño, S. M. (2019). El glifosato alza el vuelo. Análisis retórico del discurso en la prensa nacional de Colombia (2018-2019). Signo y Pensamiento, 38(75). https://doi.org/10.11144/Javeriana.syp38-75.gava