key: cord-0830236-4yoopwcj authors: CHEN, Martha Alter; GRAPSA, Erofili; ISMAIL, Ghida; ROGAN, Michael; VALDIVIA, Marcela; ALFERS, Laura; HARVEY, Jenna; OGANDO, Ana Carolina; REED, Sarah Orleans; ROEVER, Sally title: COVID‐19 y trabajo informal: evidencia de once ciudades date: 2022-03-11 journal: Revista Internacional del Trabajo DOI: 10.1111/ilrs.12231 sha: 92bac41d4ffd07c8cc8040cb2a8995e2aa0a622a doc_id: 830236 cord_uid: 4yoopwcj Se presentan las conclusiones de un estudio dirigido por la red Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO), en el que se investigan las repercusiones de la crisis de la COVID‐19 en diferentes grupos de personas trabajadoras informales y en sus hogares en términos de empleo, ingresos, alimentación y hambre, cuidado y otras responsabilidades domésticas, así como las estrategias de afrontamiento de estas personas. Se comparan los roles de los gobiernos y de las organizaciones de personas trabajadoras informales en la prestación de diversas ayudas. Basándose en las reivindicaciones de estas personas, se plantean principios rectores para mejorar su situación en el futuro. Más del 60 por ciento del empleo mundial es informal. En los países en desarrollo, la proporción se eleva a cerca del 90 por ciento (OIT 2018) . En gran parte del Sur, el empleo informal es la «norma» y la economía informal es la economía real. En consecuencia, para analizar el impacto de la pandemia de COVID-19 y de los confinamientos y restricciones asociados en el empleo informal es necesario comprender cómo han afectado a los medios de sustento de las personas trabajadoras informales. Las peculiares características de la crisis actual, que se ha dado en llamar «recesión pandémica», proporcionan pruebas sólidas para cuestionar la suposición habitual de que durante las crisis o recesiones económicas la economía informal absorbe a los que pierden los empleos formales, ofreciéndoles un colchón al que recurrir (véase Verick 2010) . En términos generales, esta suposición no tiene en cuenta el impacto de las crisis en las personas que trabajan en la economía informal y en su capacidad para hacer frente a una mayor competencia (Horn 2009 ). En la coyuntura actual, desde el inicio de la pandemia a principios de 2020, las proyecciones sobre las pérdidas de empleo han puesto de manifiesto el impacto desproporcionado en el empleo informal tanto de la propia pandemia como de las restricciones gubernamentales asociadas. Según estimaciones de la OIT, 1600 de los 2000 millones de personas trabajadoras informales del mundo se encontraban entre las más afectadas por la crisis de la COVID-19; solo en el primer mes de pandemia, los ingresos de estas personas disminuyeron alrededor del 81 por ciento en África y América Latina. En los países de renta media-baja y baja, en abril de 2020 se perdió un escalofriante 82 por ciento de los ingresos procedentes del empleo informal (OIT 2020) . Estas cifras agregadas esconden diferencias en cuanto a los canales a través de los cuales se producen los efectos y al grado de impacto según los distintos grupos de personas trabajadoras informales. Aunque todas ellas, por definición, carecen de protección jurídica o social vinculada a su empleo, es importante hacer distinciones según las diferentes ramas y subramas de la economía informal en las que participan, sus modalidades de empleo, su lugar de trabajo y su sexo. Hasta la fecha, existen lagunas en nuestra comprensión de los diversos canales a través de los cuales los distintos grupos de la fuerza de trabajo informal mundial se han visto afectados por la crisis de la COVID-19. Se necesitan datos más matizados que reflejen la diversidad de modalidades de empleo y condiciones de trabajo en la base de la pirámide económica para comprender la verdadera escala y la naturaleza de la crisis del empleo y para identificar las políticas que se traducirán en una recuperación real para las personas trabajadoras informales. El presente artículo analiza los datos sobre los efectos de la recesión pandémica en las personas trabajadoras informales de once ciudades situadas en cinco regiones distintas del mundo, extraídos de la primera ronda de un estudio longitudinal realizado con métodos mixtos por la red Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO). 1 El componente cuantitativo consistió en una encuesta telefónica a 2009 personas de cuatro sectores principales del empleo informal -trabajadoras domésticas, trabajadoras/es a domicilio, vendedoras/es ambulantes y recicladoras/es-y de otros seis sectores en algunas ciudades. 2 El cuestionario se diseñó para recoger información sobre la posibili-1 El estudio de WIEGO incluye 12 ciudades: en Asia, Bangkok (Tailandia), Ahmedabad, Delhi y Tiruppur (India); en África, Accra (Ghana), Dakar (Senegal), Dar es Salaam (Tanzanía) y Durban (Sudáfrica); en América Latina, Ciudad de México (México) y Lima (Perú); en América del Norte, Nueva York (Estados Unidos); y en Europa del Este, Pleven (Bulgaria). Dado que el Gobierno de Tanzanía no reconoció la pandemia de COVID-19 y no impuso ninguna restricción, los datos de Dar es Salaam no se incluyen en el presente artículo. 2 Kayayei (mujeres porteadoras) en Accra; mototaxistas y masajistas en Bangkok; vendedoras/ es de mercados en Durban; canillas (vendedoras/es de periódicos) en Lima, y personas trabajadoras «no asalariadas» en Ciudad de México. [Nota de la traducción: Se toman las fórmulas de lenguaje no sexista utilizadas en los distintos informes del estudio de WIEGO en español, en concreto, los del Perú y México.] dad de trabajar, las horas trabajadas, los ingresos y las limitaciones específicas de cada sector en relación con los medios de sustento en tres momentos: mediados de 2020 (junio-julio) y dos periodos de referencia: abril de 2020, cuando casi todas las ciudades del estudio se encontraban bajo algún tipo de confinamiento o restricciones impuestas por los gobiernos en respuesta a la crisis, y febrero de 2020, como punto de referencia para las condiciones de trabajo anteriores a la crisis. 3 El cuestionario también se diseñó para recoger información sobre seguridad y salud en el trabajo, la seguridad alimentaria y el hambre, las responsabilidades y tensiones en el hogar y las estrategias de afrontamiento del hogar. Para ayudar a interpretar los datos de la encuesta, el estudio también incluyó entrevistas en profundidad con líderes de las personas trabajadoras informales y otras personas (informantes clave) de sus organizaciones, los gobiernos, la sociedad civil y el mundo académico. El estudio se llevó a cabo en colaboración con organizaciones locales de personas trabajadoras informales que ayudaron a constituir el equipo de investigación local y la muestra de cada ciudad. Estas muestras se compusieron en función de los diferentes grupos ocupacionales entre las y los afiliados a las organizaciones participantes mediante un muestreo por cuotas intencional (cuadro 1). Las muestras -y, por tanto, también los datosno pretenden ser representativas de las personas trabajadoras informales de cada ciudad, ni siquiera de las y los afiliados de cada organización. El objetivo del estudio era más bien recoger datos matizados sobre los canales por los cuales 3 El mes de referencia anterior a la COVID-19 en Bangkok fue diciembre de 2019. informales en once ciudades de cinco regiones del mundo diferentes. Además, también se pretendía identificar las fuentes de apoyo de estas personas y de sus familias durante la pandemia y considerar las principales enseñanzas que pueden extraerse de la crisis con miras a la recuperación, así como a las reformas políticas y normativas destinadas a proteger y promover a las personas trabajadoras informales. El resto del artículo está estructurado como sigue. En la segunda sección se hace una pequeña revisión bibliográfica de estudios sobre medición del impacto de la crisis en el empleo en general y en las personas trabajadoras informales en particular. En las cuatro secciones siguientes se resumen las conclusiones del estudio elaborado por WIEGO: los impactos agregados de la pandemia sobre las personas trabajadoras informales en los cuatro ámbitos ocupacionales, o sectores del estudio, por ciudad (sección 3); los diferentes canales y grados de impacto por sector (sección 4); y el papel del Estado y de las organizaciones locales de personas trabajadoras informales en la mitigación de algunos de los impactos de la crisis en la vida y los medios de sustento (secciones 5 y 6). El artículo concluye con un análisis sobre las reivindicaciones de las organizaciones de personas trabajadoras informales comunes a las once ciudades del estudio. Se esbozan los imperativos de una recuperación económica desde abajo que ofrezca mejores perspectivas a estas personas, que conforman la mayoría de la población activa mundial. Tras las proyecciones de la OIT publicadas en abril de 2020, la evidencia del impacto de las restricciones y medidas de confinamiento en el empleo, los ingresos, la seguridad alimentaria y otros indicadores ha ido acumulándose. Citaremos como ejemplo datos procedentes de 16 encuestas realizadas a una muestra de 30 000 hogares en nueve países de tres regiones del mundo distintas (Egger et al. 2021) , según los cuales el porcentaje de personas que informaron de una disminución del empleo durante marzo de 2020 osciló entre el 5 y el 49 por ciento (con una mediana del 30 por ciento), y el de hogares que experimentaron una disminución de los ingresos osciló entre el 8 y el 87 por ciento (con una mediana del 70 por ciento). Algunos estudios han analizado los efectos de las medidas de confinamiento diferenciando entre personas trabajadoras formales e informales. Por ejemplo, basándose en encuestas realizadas en Burkina Faso, Malí y Senegal, Balde, Boly y Avenyo (2020) encontraron evidencia de que, a finales de abril de 2020, en estos tres países de África Occidental una cuarta parte de todas las personas trabajadoras había perdido su empleo o no podía trabajar, y más de la mitad había experimentado una disminución de sus ingresos. Estas encuestas revelaron que quienes trabajaban en la informalidad corrían un riesgo significativamente mayor. A finales de abril, en Burkina Faso, el 41 por ciento de las personas trabajadoras formales y el 48 por ciento de las informales estaban desempleadas, mientras que en Malí eran el 8 y el 32 por ciento, respectivamente, y en Senegal, el 8 y el 42 por ciento. Estos autores sostienen que esas grandes diferencias pueden atribuirse al hecho de que las personas que trabajan en la informalidad tienden a estar sobrerrepresentadas en actividades que se vieron desproporcionadamente afectadas por las medidas de confinamiento, como el comercio minorista, los restaurantes, el turismo, los servicios de peluquería y los de taxi. También hay cada vez más pruebas empíricas de las repercusiones de la COVID-19 en distintos grupos de personas trabajadoras informales, diferenciadas según su ocupación o su modalidad de empleo. En Bangladesh, el Power and Participation Research Centre y el BRAC Institute of Governance and Development estimaron el impacto de la pandemia y los confinamientos asociados en la principal fuente de ingresos de los hogares, en sus niveles de ingresos y en la seguridad alimentaria en 7236 hogares en abril y en junio/julio de 2020 en comparación con febrero de 2020 (Rahman et al. 2020) . En este estudio se constataba un drástico descenso de la actividad económica en abril, especialmente en las zonas urbanas. Esto había mejorado considerablemente en junio, después de que el estricto confinamiento se levantara, aunque no se había vuelto a los niveles anteriores a la COVID-19. Además, el 71 por ciento de las personas trabajadoras habían cambiado de trabajo y el 17 por ciento no habían podido reanudar sus actividades. El grado o la escala del impacto variaba, según el mismo estudio, entre el empleo formal y el informal, y dentro del empleo informal, en función de la ocupación. Los hogares que dependían principalmente del trabajo formal -trabajo en fábricas o empleos asalariados-fueron los que sufrieron el menor impacto en términos de empleo (entre el 10 y el 14 por ciento). Las trabajadoras domésticas sufrieron el mayor descenso, ya que más de la mitad (54 por ciento) seguía sin empleo en junio de 2020, mientras que el desempleo de las personas trabajadoras no calificadas sufrió un incremento del 20 por ciento. La mayoría de quienes cambiaron de ocupación encontraron trabajo no calificado, en general peor remunerado que su ocupación anterior a la COVID-19 (ibíd.). El grupo ocupacional con menos posibilidades de trabajar era predominantemente femenino: las trabajadoras domésticas. Entre los demás grupos, hubo diferencias significativas entre mujeres y hombres. Entre las personas propietarias de pequeñas empresas, un mayor porcentaje de mujeres (35 por ciento) que de hombres (16 por ciento) se quedaron sin trabajo. Y, entre las personas trabajadoras no calificadas, un mayor porcentaje de mujeres (16 por ciento) que de hombres (8 por ciento) se quedó sin empleo. En todas las ocupaciones, un mayor porcentaje de mujeres que de hombres permanecía en el desempleo en junio, y un mayor porcentaje de hombres que habían perdido el trabajo encontró otro empleo (ibíd.). Siguiendo con el mismo estudio de Bangladesh, tras el drástico descenso de abril, en junio de 2020 se había producido una importante recuperación de la actividad económica, pero solo una recuperación moderada de los ingresos. El ingreso promedio diario per cápita en junio, de 67 takas bangladesíes en las zonas urbanas y de 53 takas en las rurales, era considerablemente inferior al anterior a la COVID-19, de 108 y 96 takas, respectivamente, y seguía estando por debajo del umbral de pobreza (rural) tanto en los barrios marginales urbanos como en las zonas rurales. También se observó una diferencia significativa entre los hogares cuya principal fuente de ingresos era el trabajo formal -trabajo en fábricas y empleo asalariado-y los hogares cuya principal fuente de ingresos procedía de otras ocupaciones (principalmente informales) en lo que respecta a la recuperación de los ingresos, que fue del 84 por ciento en el caso de los hogares que dependían principalmente de empleos en fábricas y del 82 por ciento en el caso de los hogares dependientes de empleos asalariados, mientras que los hogares dependientes del trabajo en el sector del transporte o no calificado solo habían recuperado el 52 por ciento (Rahman et al. 2020). 4 Del mismo modo, un estudio sobre Ghana, realizado conjuntamente por el Institute of Statistical, Social and Economic Research (ISSER), la Universidad de Ghana/Legon y el Instituto Mundial de Investigaciones de Economía del Desarrollo de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-WIDER), estimó el impacto de la crisis de la COVID-19 en el empleo, los ingresos laborales y las horas traba-a tres problemas interrelacionados: la falta de trabajo, la falta de ingresos y la falta de alimentos. En todo el mundo, en el momento en que el confinamiento fue más estricto, quienes trabajaban informalmente expresaron un lamento común: «Moriremos de hambre, no por el virus». En primer lugar, los resultados del estudio dirigido por WIEGO confirman que el impacto de la crisis en la posibilidad de trabajar de quienes lo hacen en la informalidad ha sido contundente. En las once ciudades examinadas en el presente artículo, casi tres cuartas partes (74 por ciento) de las personas encuestadas declararon no haber trabajado en absoluto en abril de 2020, es decir, durante los confinamientos más estrictos. A mediados de 2020, con el levantamiento o relajación de las restricciones, la mayoría de las personas trabajadoras informales habían reanudado sus actividades, pero alrededor de una quinta parte (21 por ciento) seguía sin poder trabajar. La variación entre las ciudades (gráfico 1) refleja en gran parte el grado y la severidad de las restricciones gubernamentales y el tipo, la cantidad y la cobertura de las ayudas gubernamentales (véase el cuadro 2). La variación también refleja, hasta cierto punto, la composición de la muestra en cada ciudad (véase el cuadro 1). El descenso del empleo también se refleja en el promedio de días trabajados por semana. En todas las ciudades se observa una reducción del 77 por ciento de los días trabajados entre febrero y abril de 2020 (de 5,6 a 1,3 días semanales en promedio). A mediados de año, la situación mejoró en cierta medida, con un promedio semanal de 3,5 días trabajados para la muestra completa. Sin embargo, dicha cifra sigue representando una pérdida del 38 por ciento de días trabajados en promedio, en relación con el periodo de referencia anterior a la COVID-19, incluso después de la flexibilización o levantamiento de los confinamientos y restricciones. Como se ilustra en el gráfico 2, las pérdidas de días trabajados durante los primeros seis meses de pandemia no se experimentaron de manera uniforme. Dakar es un caso atípico dentro de la muestra, ya que solo se incluyó en su submuestra a recicladoras/es que trabajaban en un mismo vertedero, el cual permaneció abierto. En Bangkok, el confinamiento fue parcial y relativamente corto, y se permitió a las vendedoras/es de alimentos frescos seguir trabajando. En Ciudad de México, las restricciones afectaron a los diferentes grupos de forma distinta. Por ejemplo, aunque las recicladoras/es (18 por ciento de la muestra de la ciudad) no fueron designadas como trabajadoras esenciales, pudieron seguir trabajando durante el periodo de confinamiento junto con las personas que trabajaban en el sector formal de saneamiento, que sí fueron consideradas esenciales. En general, los datos sugieren que la pérdida de días de trabajo en abril fue grave y que, a mediados de año, ninguna de las personas encuestadas en ninguna ciudad había vuelto a sus niveles anteriores de trabajo. De hecho, en aproximadamente la mitad de las ciudades de la muestra, el promedio de días Febrero trabajados por semana en junio seguía siendo inferior a la mitad del promedio de días trabajados por semana antes de la pandemia. No es de extrañar que esta disminución del empleo se traduzca de forma directa en una disminución de los ingresos (gráfico 3). En el conjunto de la muestra, los ingresos declarados en abril representaban solo el 19 por ciento, por término medio, de los ingresos anteriores a la COVID-19. A mediados de año, este porcentaje solo había ascendido al 56 por ciento para el total de la muestra. Sin embargo, al igual que en el caso del empleo, las pérdidas de ingresos varían según la ciudad. La recuperación más lenta de los ingresos se registró en cuatro ciudades que sufrieron confinamientos nacionales generales y prolongados y donde las pérdidas de ingresos habían sido mayores en abril: Ahmedabad, Delhi, Lima y Tiruppur. En Tiruppur, donde toda la muestra estaba compuesta por personas que trabajaban en su domicilio para fábricas en régimen de subcontratación, y donde las fábricas dependían en gran medida de la demanda de exportaciones, los ingresos en abril y junio fueron solo del 6 y del 12 por ciento de los ingresos anteriores a la COVID-19, respectivamente. Sin embargo, en cuatro ciudades en las que el confinamiento a nivel nacional fue parcial o relativamente corto -Bangkok, Durban, Nueva York y Pleven-los ingresos fueron mucho más altos en junio en comparación con abril, pero todavía algo inferiores a los niveles anteriores a la crisis pandémica. En Durban, donde se decretó uno de los confinamientos más estrictos en abril, los ingresos promedio se redujeron a alrededor del 5 por ciento de los ingresos anteriores a la COVID-19. Tras la relajación de las restricciones al cabo de tres semanas, se produjo una recuperación de los ingresos hasta alcanzar, a mediados de 2020, aproximadamente las tres cuartas partes de los niveles anteriores al confinamiento. Dada la magnitud de las pérdidas en términos de posibilidad de trabajar, horas trabajadas e ingresos en toda la muestra, no es de extrañar que las trabajadoras y trabajadores y sus hogares tuvieran dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. En siete de las once ciudades, más de un tercio de las personas encuestadas declararon haber sufrido hambre en mayor o menor grado en su hogar durante los tres primeros meses de la recesión pandémica (véase el gráfico 4). En tres ciudades en las que se impusieron confinamientos nacionales generales y prolongados -Durban, Lima y Tiruppur-la mayoría de las personas encuestadas declararon haber sufrido hambre en sus hogares. En respuesta a la disminución -o pérdida-del trabajo y de los ingresos y a la necesidad de comprar alimentos y costear otros artículos de primera necesidad (alquiler, suministros, atención sanitaria y educación), las personas encuestadas y sus familias recurrieron a diferentes estrategias de afrontamiento. Las dos más frecuentes en toda la muestra fueron el préstamo y la utilización de los ahorros (gráfico 5). Incluso en Dakar, donde todas las personas encuestadas pudieron trabajar tanto en abril como en junio de 2020, más de la mitad de los hogares pidieron dinero prestado y más del 40 por ciento recurrieron a sus ahorros. Y en Bangkok, donde más de la mitad de las personas encuestadas pudieron trabajar en abril y todas estaban trabajando a mediados de 2020, el 35 por ciento de los hogares pidieron dinero prestado y el 48 por ciento recurrieron a sus ahorros. Es probable que tanto pedir prestado como recurrir a los ahorros tenga consecuencias a largo plazo para la recuperación de los medios de sustento y el bienestar de los hogares. Además, muchos hogares informales de todas las ciudades analizadas pospusieron el pago del alquiler, de las facturas de los suministros y de las tasas escolares, lo cual les generó una deuda creciente sujeta a intereses también crecientes. En general, los datos del estudio sugieren que, en ausencia de subsidios estatales integrales, quienes trabajaban en la informalidad tuvieron que amortiguar el golpe agotando sus (a menudo escasos) ahorros o endeudándose y, en algunos casos, hipotecando o vendiendo bienes físicos. En las dos ciudades con mayores pérdidas de trabajo y de ingresos, Ahmedabad y Tiruppur, la gran mayoría de las personas encuestadas declaró haber pedido dinero prestado. Es probable que muchas de las personas trabajadoras informales de estas y otras ciudades hayan contraído niveles insostenibles de deuda. Si bien el trabajo remunerado disminuyó durante la crisis, el tiempo dedicado al trabajo no remunerado aumentó. En seis de las ciudades analizadas, más de la mitad de las submuestras correspondientes, tanto de mujeres como de hombres, declaró pasar más tiempo limpiando que antes de la pandemia. Dado el cierre de escuelas y guarderías, una característica particular de la crisis de la COVID-19 es el tiempo adicional que exige dedicar al cuidado de los niños y niñas, entre otros para supervisar la escolarización en línea, cuando es posible y accesible. En ocho de las ciudades del estudio, al menos la mitad de las submuestras, tanto de mujeres como de hombres, declaró dedicar más tiempo al cuidado de los niños. Aunque cada vez hay más evidencia, y mayor reconocimiento, de que la pandemia, los confinamientos y las restricciones asociados están teniendo un impacto desproporcionado en las personas que trabajan en la informalidad, todavía tenemos pocos conocimientos de cómo la crisis está afectando a los distintos grupos ocupacionales dentro de la economía informal. En esta sección describimos los diferentes canales a través de los cuales la crisis de la COVID-19 ha afectado a cuatro sectores del trabajo informal: el trabajo doméstico, el trabajo a domicilio, la venta ambulante y la recolección y reciclado de residuos. El impacto de la crisis de la COVID-19 en las personas que trabajan informalmente no fue uniforme, ya que difiere entre las ciudades, así como entre los sectores ocupacionales y dentro de ellos (gráfico 6). Alrededor del 29 por ciento de las trabajadoras domésticas pudieron trabajar en abril y alrededor del 50 por ciento pudieron hacerlo a mediados de 2020. Quienes trabajaban desde su domicilio experimentaron una paralización casi total de la demanda y de la producción en abril, con un pequeño repunte a mediados de año. Las vendedoras/es ambulantes se enfrentaron a una disminución de la demanda y de las ventas incluso después de haber podido volver a trabajar. Las recicladoras/es se enfrentaron a una restricción del acceso a los residuos y de las salidas al mercado, así como a una disminución de los precios de los productos reciclados en ambos periodos. En general, en toda la muestra del estudio, las trabajadoras y trabajadores a domicilio y dedicados a la venta ambulante fueron quienes menos pudieron trabajar y quienes tuvieron los ingresos promedio más bajos tanto en abril como a mediados de 2020 (gráfico 6). Los efectos por sector ocupacional variaron considerablemente según las ciudades, en gran parte debido al distinto grado de rigor de las restricciones aplicadas, pero también a la dinámica del mercado o de la cadena de valor y a otras variables intrasectoriales. En Ahmedabad y Lima, las personas trabajadoras informales de los cuatro sectores analizados experimentaron una fuerte disminución del volumen de trabajo y de los ingresos en abril y una lenta recuperación a mediados de 2020 (WIEGO 2020a y 2021a). Sin embargo, en Delhi la situación difirió según el sector ocupacional (WIEGO 2020b). En el caso de las trabajadoras domésticas, solo el 11 por ciento pudo trabajar en abril, mientras que a mediados de año el 42 por ciento había reanudado el trabajo y percibía, en promedio, unos ingresos equivalentes al 75 por ciento de los anteriores a la COVID-19; en ese mismo momento, los ingresos de quienes trabajaban desde el propio domicilio se mantenían en torno a una quinta parte de los anteriores a la COVID-19. Cuando las trabajadoras domésticas pudieron desplazarse de nuevo y se les permitió volver a las colonias residenciales para trabajar, es de suponer que la demanda entre los empleadores seguía existiendo. En cambio, la demanda y los pedidos para quienes trabajaban desde el domicilio no se recuperaron entre abril y mediados de 2020, en parte porque los pedidos especiales de mascarillas que organizó la Self Employed Women's Association (SEWA) durante el confinamiento no se renovaron debido al aumento de la producción de mascarillas por parte de empresas comerciales. En abril de 2020, las restricciones gubernamentales a la circulación y a las actividades comerciales fueron citadas como la razón más frecuente por la que se dejó de trabajar en los cuatro sectores ocupacionales analizados, seguida de las disrupciones de la actividad de los mercados y de las cadenas de suministro. En el caso de las trabajadoras domésticas, a mediados de 2020, cuando las restricciones se habían suavizado, el volumen de trabajo de estas trabajadoras pasó a depender en mayor medida de las prácticas de contratación de los empleadores, ligadas a lo que también fue el factor más importante para quienes trabajaban en el domicilio y en la venta ambulante, las disrupciones en cadenas de suministro y mercados, mientras que para las recicladoras/es fueron los problemas de salud (cuadro 3). Cabe señalar que un pequeño porcentaje de las personas encuestadas declaró como obstáculo para trabajar las responsabilidades de cuidado y otras tareas domésticas, y que dicho porcentaje aumentó a mediados de 2020, cuando más personas pudieron volver a trabajar (especialmente en el caso de las vendedoras/es ambulantes y las recicladoras/es). Los ingresos promedio en los cuatro sectores varían considerablemente con respecto a las cifras anteriores a la COVID-19 tanto en abril como en junio de 2020 (gráfico 7). Las trabajadoras/es a domicilio registraron el mayor descenso relativo en abril y la menor recuperación a mediados de 2020, seguidas por las vendedoras/es ambulantes y de mercados. Las trabajadoras domésticas registraron el menor descenso en abril y las recicladoras/es la mayor recuperación a mediados de 2020. algo más de la mitad (52 por ciento) de estas personas pudieron trabajar y en promedio lo hicieron 3 días por semana, generando unos ingresos equivalentes a algo más de dos tercios (64 por ciento) de lo que ganaban antes de la pandemia. En ambos casos, la principal razón citada por quienes todavía no podían trabajar -en su mayoría, quienes lo hacían en régimen externo-eran las prácticas de contratación de sus empleadores (gráfico 8). Como informó una trabajadora doméstica de Delhi: «El confinamiento de tres meses fue tan difícil para nosotras […] en la situación en que estamos, aunque ahora se permita ir a trabajar, los empleadores no nos dejan entrar en sus casas; […] no hay diferencia entre el confinamiento y el desconfinamiento, es exactamente lo mismo». La posibilidad de trabajar de las trabajadoras domésticas durante el periodo de mayores restricciones (abril de 2020) y cuando comenzaron a levantarse (mediados de 2020) varió significativamente entre las ciudades del estudio. En abril, solo el 1 por ciento de las trabajadoras domésticas de Delhi, el 5 por ciento de las de Ahmedabad y el 16 por ciento de las de Lima pudieron trabajar, mientras que en Bangkok pudieron hacerlo el 80 por ciento (WIEGO 2020a, 2020b, 2021a y 2021b). Concretamente, en esta ciudad todas las trabajadoras domésticas internas, el 70 por ciento de las externas y la mayoría de las 15 migrantes de la muestra pudieron trabajar en abril. Según una informante local, esto se debió a que muchas trabajadoras domésticas de la muestra de Bangkok, incluidas las migrantes, eran jóvenes, tenían estudios y estaban contratadas por personas expatriadas o profesionales nacionales que podían trabajar a distancia. Aunque las trabajadoras domésticas fueron el grupo que más fácilmente pudo volver al trabajo en abril, las que perdieron su empleo en ese mes fueron las que menos posibilidades tuvieron de recuperarlo a mediados de año; solo el 16 por ciento de las trabajadoras domésticas que no pudieron trabajar en abril pudieron hacerlo en junio. Las actitudes y las prácticas de contratación de empleadoras y empleadores difieren significativamente en función de si las trabajadoras domésticas trabajan en régimen externo o interno. En general, a las internas se les permitía seguir trabajando siempre que no salieran salvo para hacer compras para sus empleadores, ni siquiera para visitar a sus familias. Una trabajadora doméstica de Lima describió la situación de forma sucinta: «Para las trabajadoras que se han quedado en Lima y que querían mantener su trabajo, sus empleadores han puesto condiciones: "Tú decides: si te vas, no vuelves, y si te quedas, no puedes salir de casa"». En cambio, a la mayoría de las trabajadoras externas no se les permitía trabajar, a menos que, como en Ahmedabad y Delhi, el hogar empleador se encontrara en una colonia residencial con un sistema de control diario. Este trato diferenciado se refleja en el hecho de que el 78 por ciento de las trabajadoras domésticas externas no trabajaron en abril, y el 51 por ciento seguían sin trabajar en junio (Chen et al. 2021) . Como consecuencia, las externas también experimentaron un descenso más acusado de sus ingresos, que en abril representaban, en promedio, la mitad de los que percibían antes de la COVID-19, y a mediados de 2020, el 60 por ciento aproximadamente. Tres cuartas partes de las trabajadoras domésticas cuyos hogares empleadores no les permitieron trabajar no recibieron ninguna compensación por parte de estos. En general, entre los cuatro grupos principales de la muestra, las personas que trabajan desde su domicilio fueron quienes menos pudieron trabajar durante los confinamientos o restricciones más estrictas, y quienes más tardaron en recuperarse. En las cinco ciudades en las que se encuestó a personas de este sector, 6 el 83 por ciento no pudo trabajar durante el mes de abril (porcentaje que llegó casi al 100 por cien en una de ellas, Pleven). A mediados de 2020, el 46 por ciento seguía sin poder trabajar. Como consecuencia, los ingresos medios en abril no llegaron al 10 por ciento de los anteriores a la COVID-19 y solo se recuperaron hasta un 41 por ciento a mediados de 2020. Las restricciones a la movilidad fueron la razón más citada para no poder trabajar en abril, mientras que a mediados de 2020 fue más bien la falta de empleo o de pedidos por parte de empleadores o contratistas (gráfico 9). Como dijo una trabajadora de Delhi: «Ahora mismo no estoy haciendo nada [...], solo estoy en casa sentada [...] , no hay trabajo en absoluto […] , no nos dan trabajo». Tiruppur, conocida como «la capital mundial de las camisetas», es un importante centro textil que produce el 90 por ciento de las exportaciones de prendas de punto de algodón de la India (según una informante local en 2021). La industria de las prendas de punto emplea a unas 350 000 personas, de las cuales 50 000 (el 14 por ciento) son trabajadoras y trabajadores a domicilio subcontratados que cobran por pieza (informante local en 2020). Estas personas subcontratadas suelen recibir pedidos regulares de las fábricas cuando estas tienen a su vez grandes pedidos para la exportación. Solo el 12 por ciento de las personas de Tiruppur que trabajan desde su domicilio pudieron hacerlo en abril, mientras que casi un tercio (32 por ciento) pudo trabajar en junio, cuando comenzaron a relajarse las medidas de confinamiento (WIEGO 2021c). Según un informante local, algunas de las que pudieron trabajar en junio habían sido contratadas para trabajar en las fábricas en sustitución de las personas migrantes que se habían marchado a sus pueblos de origen cuando comenzó el confinamiento. Además de las restricciones y la falta de tareas o de pedidos encomendados, algunas personas de este grupo informaron de la escasez de materias primas. Como explicó una trabajadora de Pleven: En general, la crisis afecta a todos los productos. Yo fabrico souvenirs, bordados. Pero durante la crisis la gente no pudo comprar o compró menos. La mayoría prefería comprar comida, pagar sus facturas [...]. Y nuestros ingresos se están reduciendo ahora. No tenía suficiente suministro de materias primas porque todas las tiendas y almacenes estaban cerrados. Una trabajadora a domicilio de Ahmedabad describió la situación de las mujeres que trabajan a destajo en la confección: El mayor problema relacionado con el trabajo es sencillamente que las mujeres no consiguen ningún trabajo. Si preguntamos a los comerciantes por qué no dan trabajo a pesar de que en muchos aspectos se han levantado las restricciones, nos responderán que, en primer lugar, no tienen material y, en segundo lugar, los mercados textiles han permanecido cerrados. Para el trabajo de costura, los grandes comerciantes consiguen tela y, después de cortarla, la proporcionan a las costureras junto con una muestra para que podamos entender cómo hay que coserla. Pues nos dijeron que no estaban recibiendo ninguna tela, así que ¿cómo iban a darnos trabajo?». bargo, hubo variaciones significativas entre las ciudades. En Bangkok y Ciudad de México, donde el confinamiento fue parcial y la venta de alimentos frescos estaba autorizada, pudieron trabajar en abril la mitad de las vendedoras/es ambulantes y de mercados (WIEGO 2021b y 2021d). El confinamiento en Ciudad de México nunca se aplicó de forma tan estricta como en otras ciudades del estudio, entre las que cabe citar las tres ciudades indias, Durban y Lima. Por ejemplo, aunque se suponía que todos los mercados al aire libre de Ciudad de México debían cerrar, a las vendedoras/es de artículos de primera necesidad se les permitió operar. En cambio, en Durban y Ahmedabad, donde se aplicaron confinamientos generales, prácticamente nadie en este sector (97 y 95 por ciento, respectivamente) pudo trabajar en abril (WIEGO 2020a y 2021e). En Sudáfrica, a las vendedoras/es de alimentos frescos se les permitió, en principio, reanudar su trabajo una semana después del confinamiento a escala nacional. Sin embargo, el mercado de primera hora de la mañana de Durban, donde operaba la mayoría de las personas encuestadas para el presente estudio, permaneció cerrado por orden municipal. Las razones más citadas para no poder trabajar en abril de 2020 fueron las restricciones a la circulación o los confinamientos en el domicilio (85 por ciento), las disrupciones de los mercados o las cadenas de suministro (54 por ciento) y las preocupaciones y precauciones sanitarias (39 por ciento). Entre quienes intentaron trabajar durante el momento de confinamiento más estricto, alrededor de una cuarta parte (26 por ciento) declaró que la policía local o las fuerzas del orden se lo impidieron. En abril de 2020, bastante más de la mitad (59 por ciento) de las vendedoras/es ambulantes de Nueva York informaron de que la falta de compradores fue la principal razón por la que no pudieron trabajar en abril (WIEGO 2021f). Este fue también el caso de casi una cuarta parte (23 por ciento) de las vendedoras/es ambulantes en Ciudad de México (WIEGO 2021d). Entre quienes pudieron trabajar, muchas personas informaron de costes adicionales, especialmente relacionados con el equipo de protección personal (66 por ciento en promedio en las nueve ciudades, 86 por ciento en Accra y 70 por ciento en Ciudad de México), pero también con el transporte (37 por ciento en nueve ciudades, 76 por ciento en Accra y 54 por ciento en Lima). La imposibilidad de trabajar y de los costes adicionales tuvo un impacto neto en los ingresos diarios que hizo que en abril no llegaran en promedio más que al 16 por ciento de los ingresos promedio anteriores a la COVID-19 (febrero de 2020). A mediados de 2020, en nueve ciudades, alrededor de dos tercios (66 por ciento) de las vendedoras/es ambulantes y de mercados habían reanudado su trabajo (gráfico 10). Sin embargo, se observa una vez más una variación significativa entre las ciudades; en Nueva York, donde el confinamiento fue parcial y duró dos meses, solo el 26 por ciento de estas personas había reanudado el trabajo, mientras que más del 90 por ciento lo había hecho en Bangkok y Accra, donde el confinamiento fue corto y parcial (WIEGO 2021b . La razón más comúnmente señalada para no poder volver al trabajo fue el cierre permanente de los mercados y zonas de venta (34 por ciento de la muestra total, 28 por ciento de la muestra de Nueva York y 55 por ciento de la muestra de Delhi). La falta de compradores también se mencionó como motivo (24 por ciento en total), principalmente en Nueva York (46 por ciento) pero también en Delhi (29 por ciento) (Chen et al. 2021) . Aunque la mayoría de las vendedoras/es ambulantes y de mercados en el Warwick Junction Market de Durban pudieron volver a trabajar a mediados de 2020, sus ingresos siguieron siendo relativamente bajos debido a las continuas restricciones impuestas para acceder al área del mercado, situada entre el principal nodo de transporte y el distrito comercial central de la ciudad. Como explicó un comerciante del mercado de Durban: «Se cerraron cuatro de las entradas principales y solo quedó una abierta, lo que significó que todos los comerciantes situados en lugares alejados de esa entrada perdieron mucho dinero». En las nueve ciudades en las que se encuestó a recolectoras/es de residuos, 8 el 60 por ciento declaró no haber podido trabajar durante el periodo de confinamiento y restricciones de abril. Las tres razones principales citadas fueron las restricciones de movimiento y de trabajo (75 por ciento), los problemas de salud (40 por ciento) y las disrupciones de la cadena de suministro de residuos, incluyendo el cierre de los sitios de recolección, clasificación y distribución (37 por ciento). Estos cierres fueron citados como una razón por el 22 por ciento de las recolectoras/es de la muestra total (30 por ciento en Ahmedabad, 29 por ciento en Delhi y 43 por ciento en Durban) (Chen et al. 2021) . Por ejemplo, en Ahmedabad, solo el 2 por ciento de la muestra pudo trabajar en abril, ya que muchas de estas personas trabajaban en vertederos y basureros que permanecieron cerrados durante el confinamiento (WIEGO 2020a). Una recolectora en Ahmedabad explicó: Nuestro lugar de trabajo, que hacemos en Amraiwadi y Kankariya, en colaboración con la Corporación Municipal de Ahmedabad, está actualmente cerrado. Las compañeras tenían permiso y solían recoger basura para su sustento en estos lugares […] . Pero el permiso de la Corporación dado a estas mujeres para recoger residuos en los vertederos fue revocado y hoy día sigue revocado. Por lo tanto, las mujeres no pueden ir allí a trabajar. En Ciudad de México y Dakar, casi todas las recolectoras/es (97 y 94 por ciento, respectivamente) pudieron seguir trabajando, a pesar de que ninguna de las dos ciudades designó a estas personas como trabajadoras/es esenciales (WIEGO 2021d y 2021h). En Dakar, como se señaló anteriormente, la muestra estaba compuesta en su totalidad por recolectoras/es de residuos, que trabajaban y vivían cerca de un único vertedero, el cual permaneció abierto. En Ciudad de México, todas las recolectoras/es de la muestra, denominadas «personas trabajadoras voluntarias del servicio de limpia», trabajaban junto a las trabajadoras y trabajadores formales de ese mismo servicio en las mismas rutas. Estas personas «voluntarias» no reciben contratos ni prestaciones del ayuntamiento, por lo que dependen de las propinas de las y los clientes que utilizan sus servicios y de la venta de los materiales reciclables que recuperan. Durante la crisis, siguieron trabajando junto a las trabajadoras y trabajadores formales del servicio, quienes fueron declarados esenciales. 9 En general, a mediados de 2020, el 78 por ciento de las recicladoras/es había vuelto a trabajar. Una vez más, este promedio esconde una variación significativa entre las ciudades: en Accra, donde el confinamiento fue parcial y corto, el porcentaje ascendió al 92 por ciento, en comparación con solo el 27 por ciento en Lima, donde el confinamiento fue general y prolongado (WIEGO 2021a y 2021g). Las principales razones para no poder trabajar habían cambiado desde 8 Accra, Ahmedabad, Bangkok, Ciudad de México, Dakar, Delhi, Durban, Lima y Nueva York. 9 El servicio público de gestión de residuos en Ciudad de México está compuesto por 14 000 trabajadoras/es formales con contrato y 10 000 recicladoras/es informales sin contrato que viven del reciclaje informal y de las propinas de la ciudadanía. Aunque estas personas, denominadas «voluntarias», no fueron reconocidas ni declaradas esenciales durante la pandemia y los confinamientos, las autoridades locales no trataron de detenerlas, al reconocer que su papel como recicladoras/es era esencial para la ciudad. Esta ironía fue señalada repetidamente en los medios de comunicación, en gran parte porque el equipo local de WIEGO sensibilizó a la opinión pública sobre el tema. abril; a mediados de 2020, las preocupaciones de salud eran el motivo principal para la mitad de las recicladoras/es, seguidas por las continuas restricciones de circulación (46 por ciento) y las disrupciones del servicio en los emplazamientos de recolección y clasificación (22 por ciento) (gráfico 11). De los cuatro sectores analizados, el de la recolección y reciclaje de residuos fue donde más rápido se recuperaron los ingresos a mediados de 2020, con un porcentaje de recuperación equivalente al 70 por ciento de los ingresos anteriores a la COVID-19. En parte, esto se debe a que la mayoría de las personas que trabajan en este sector son autónomas y, a diferencia de las vendedoras/es ambulantes, pueden operar por debajo del radar de la administración municipal. Sin embargo, cabe señalar que, antes de la COVID-19, las recicladoras/es ganaban menos que las vendedoras/es ambulantes, en promedio. Con anterioridad a la pandemia, en las dos ciudades en las que se incluyeron los cuatro grupos, Ahmedabad y Bangkok, las personas trabajadoras a domicilio ganaban menos en promedio que las recicladoras/es, y las trabajadoras domésticas ganaban menos que las recicladoras/es en Ahmedabad pero más que en Bangkok (WIEGO 2020a y 2021b). Para ayudar a las personas a amortiguar el impacto de la crisis, hubo una rápida, aunque desigual, ampliación de las medidas de apoyo por parte de los gobiernos, en general dirigidas a los hogares o personas vulnerables, y algunas destinadas específicamente a las personas que trabajan en la informalidad. El cuadro 4 describe los diferentes tipos de ayuda gubernamental a los que accedieron al menos algunas de estas personas en las once ciudades analizadas entre marzo y julio de 2020. Varió mucho tanto el tipo de ayuda como su importe. En el caso de las ayudas en efectivo de los gobiernos nacionales, iban desde una suma única de 500 rupias indias (6,6 dólares de los Estados Unidos) en la India hasta un subsidio consistente en seis pagos de 350 rands (20 dólares de los Estados Unidos) en Sudáfrica, o tres pagos de 5000 bahts (159 dólares de los Estados Unidos) en Tailandia. Alimentos, incluyendo el sistema preexistente de raciones Agua gratuita durante 3 meses Notas: Equivalentes monetarios en dólares de los Estados Unidos. X = ayuda accesible a las personas trabajadoras informales de la muestra, pero no se conoce la cantidad, duración y frecuencia. En Ciudad de México, solo las personas trabajadoras no asalariadas remuneradas mediante tasas, comisiones, propinas y otras modalidades distintas de un salario o sueldo fijo o de los ingresos del empleo por cuenta propia podían acceder a los subsidios en efectivo en virtud de programas municipales de ayuda, mientras que las trabajadoras domésticas y las vendedoras/es ambulantes solo podían optar a préstamos en virtud de un programa nacional. Fuente: Chen et al. 2021. También se observaron diferencias en el acceso a la ayuda entre los distintos sectores ocupacionales y dentro de ellos. En Ahmedabad, las personas dedicadas al reciclaje de residuos fueron quienes más probabilidades tuvieron de recibir ayuda en efectivo y en alimentos porque se las consideraba especialmente necesitadas y solían vivir en asentamientos informales. Por el contrario, menos de un tercio de las trabajadoras domésticas de esta ciudad tuvieron acceso a la ayuda en efectivo (WIEGO 2020a). En Durban, las recicladoras/es fueron quienes menos acceso tuvieron porque la mayoría carecía de hogar (WIEGO 2021e). En Ciudad de México, un programa de ayuda en efectivo se extendió a las personas trabajadoras no asalariadas solo después de las manifestaciones generalizadas de estas trabajadoras y trabajadores al comienzo de la crisis (WIEGO 2021d). Es importante señalar que los subsidios en efectivo y la ayuda alimentaria, por muy bienvenidos y esenciales que fueran, no bastaron para cubrir las necesidades básicas. A propósito del relativamente generoso subsidio de emergencia de tres meses que recibieron muchas personas trabajadoras informales en Bangkok, un vendedor ambulante señaló que «para quienes alquilan un puesto, esta cantidad no cubre más que el alquiler, pero no da ni siquiera para los gastos de alimentación». Esta percepción se ve confirmada por los resultados del estudio. En la mayoría de las ciudades analizadas no se observa diferencia entre quienes recibieron ayudas en efectivo o alimentarias y quienes no las recibieron en las respuestas sobre el hambre sufrida en el hogar. Ahmedabad y Delhi fueron las excepciones, pues quienes recibieron ayudas alimentarias en ellas declararon hambre en el hogar con menos frecuencia. Esto puede explicarse probablemente por el hecho de que, en la India, la ayuda alimentaria incluía tanto paquetes de comida o alimentos cocinados como raciones gratuitas (por ejemplo, de cereales, aceite de cocina, azúcar o sal) a través del sistema de distribución pública preexistente. Por último, es importante destacar que, como señalaron líderes de las personas trabajadoras e informantes clave, las acciones punitivas del gobierno, como los desalojos, la destrucción de los lugares de trabajo, la confiscación de mercancías y la estigmatización, superaron con creces los beneficios de las medidas de ayuda. Desde el comienzo de la crisis de la COVID-19, las organizaciones de personas trabajadoras informales de todas las ciudades del estudio trabajaron con rapidez y creatividad en dos amplios frentes: la divulgación entre sus afiliadas y afiliados para ayudarles a hacer frente a la crisis y la labor ante los gobiernos para sensibilizarlos del impacto de la crisis en sus afiliadas y afiliados y dar a conocer sus necesidades. Posteriormente, en los casos en los que la ayuda gubernamental se puso a disposición de las personas trabajadoras informales, muchas de estas organizaciones posibilitaron que accedieran a dicha ayuda, o bien la complementaron cuando no se proporcionó o fue insuficiente. Así pues, desempeñaron un papel fundamental como mediadoras entre los gobiernos locales y nacionales, sometidos a tensiones y poco conscientes de las necesidades sobre el terreno de los grupos de trabajadoras y trabajadores vulnerables, y las personas trabajadoras informales, que carecían de información y, a menudo, de las herramientas necesarias para solicitar o acceder a la tan necesaria ayuda. Además, protegieron los medios de sustento de estas personas con iniciativas, entre otros, para que mantuvieran sus permisos de trabajo. Desde el inicio de la crisis, cuando los gobiernos se esforzaban por emitir orientaciones claras y la desinformación se extendía, las organizaciones desempeñaron un papel fundamental proporcionando a sus afiliadas y afiliados información fiable y accesible sobre los protocolos de seguridad y salud, así como sobre las ayudas disponibles. Esta labor fue posible gracias a las relaciones de confianza que imperan en estas organizaciones entre líderes y personas afiliadas, al conocimiento que poseen de la economía informal y a sus amplias redes de comunicación (a menudo por WhatsApp u otras plataformas de este tipo). En todas las ciudades analizadas, el 40 por ciento de las trabajadoras domésticas, las vendedoras/es ambulantes y las recicladoras/es informaron de que sus organizaciones eran su principal fuente de información sobre el virus de la COVID-19 y sobre las directrices de protección. Como explicó un líder de las recicladoras/es de Accra: «No estamos recibiendo mucha formación de nadie; nadie nos dice nada sobre el vertedero. Así que todo lo que escuchamos, también tratamos de comunicarlo a nuestras afiliadas y afiliados». Los y las líderes de estas organizaciones recopilaron información de primera mano sobre las experiencias, los riesgos y las necesidades de las personas trabajadoras informales, que posteriormente compartieron con las administraciones locales. En Accra, Dakar, Durban, Lima y Pleven nos informaron de las iniciativas realizadas para entablar relaciones y resolver los problemas con las administraciones locales y los ministerios en relación con las necesidades de las personas trabajadoras en los mercados y los espacios públicos, donde las deficiencias de larga data en cuanto a acceso a las infraestructuras básicas agravaron los riesgos para la salud y la seguridad generados por la pandemia. Esta comunicación constante con sus afiliadas y afiliados permitió a las organizaciones cumplir una función crítica adicional: proporcionarles apoyo emocional y moral e infundirles tranquilidad en un momento de miedo, incertidumbre y pérdidas devastadoras. Una trabajadora a domicilio de Pleven reconoció la importancia de este apoyo moral: «La verdad es que la única persona que se interesó por nuestras vidas es el presidente de la organización. El apoyo moral es muy importante para todos nosotros […] . Es esencial [que] alguien nos apoye a nosotros y a lo que hacemos». Como se ha señalado más arriba, existían importantes obstáculos para el acceso a las ayudas, entre los que se incluye la falta histórica de datos sobre las personas trabajadoras informales, los complicados procedimientos administrativos que conlleva el proceso de solicitud, así como el acceso limitado a las tecnologías digitales y los bajos niveles de alfabetización digital entre las personas trabajadoras informales. Las organizaciones de Ciudad de México y Lima trataron de compensar la ausencia de datos ofreciéndose a proporcionar a los gobiernos sus registros de afiliación. Las organizaciones de Accra, Ahmedabad, Ciudad de México, Delhi y Lima ayudaron a sus afiliadas y afiliados a presentar solicitudes informándoles de los planes de ayuda a medida que se publicaban, orientándoles sobre los procedimientos de solicitud y, en algunos casos, rellenando las solicitudes en su nombre. En los casos en los que no se proporcionó ayuda gubernamental -o en los que esta no fue suficiente-, muchas organizaciones la complementaron recaudando fondos, proporcionándose apoyo mutuo o recurriendo a fuentes no gubernamentales y canalizando las ayudas de estas hacia sus afiliadas y afiliados. Más de la mitad (53 por ciento) de las personas trabajadoras de todas las ciudades analizadas declararon haber recibido ayuda alimentaria de su organización o a través de ella. La crisis y los confinamientos y restricciones asociados han supuesto un riesgo sin precedentes para las actividades de subsistencia informales, sobre todo porque la respuesta de las administraciones locales en algunas ciudades ha sido reprimir aún más a las personas trabajadoras informales excusándose en la gestión de la crisis, la salud pública o la recuperación económica. En respuesta, las organizaciones defensoras de estas personas se han esforzado por poner de relieve el carácter esencial del trabajo informal y por garantizar el derecho al trabajo -así como el derecho a trabajar con seguridad-de sus afiliadas y afiliados. Por ejemplo, en Durban, las y los líderes de las vendedoras/es de mercados facilitaron la solicitud del permiso de trabajador esencial a otras personas dedicadas a la venta. Como explicó un vendedor: «Viajar a diario a la ciudad para tramitar los papeles era bastante costoso, por lo que ellos [líderes de la organización] nos ayudaron muchísimo, de modo que cuando llegamos a las oficinas [de la unidad de apoyo a las empresas], sabíamos exactamente todos los documentos necesarios y los procesos que había que seguir». Para las personas trabajadoras a domicilio que no recibían pedidos de sus contratistas, las fábricas o las empresas de la cadena de suministro, las organizaciones de Ahmedabad, Bangkok, Delhi y Pleven negociaron pedidos para la producción de mascarillas o facilitaron la formación en línea para que las trabajadoras y trabajadores a domicilio adaptaran sus habilidades a la producción de nuevos bienes. Para las trabajadoras domésticas que habían sido despedidas sumariamente por sus empleadores sin indemnización ni ayudas, el sindicato de trabajadoras domésticas de Ciudad de México proporcionó asesoramiento legal para ayudarles a presentar reclamaciones por despido improcedente, y amplió este servicio a las no afiliadas durante la crisis debido a la gran demanda que había. En Ahmedabad, la SEWA se asoció con la Corporación Municipal de Ahmedabad en un innovador plan denominado «Verduras sobre ruedas», que permitió a 65 afiliadas de dicha organización que trabajaban como vendedoras de frutas y verduras vender en zonas designadas desde carretillas eléctricas proporcionadas por el municipio. Gran parte de esta labor para asegurar los medios de sustento durante los inicios de la crisis se incorporó luego a los programas de reivindicaciones para la recuperación a largo plazo y para las reformas en apoyo de los medios de sustento informales. Los resultados de la primera ronda del estudio de once ciudades dirigido por WIEGO confirman que las personas trabajadoras informales se vieron afectadas de forma desproporcionada por la pandemia y los confinamientos y restricciones asociados, y amplían nuestra comprensión de los diferentes canales y grados de impacto en los distintos grupos de personas trabajadoras informales. Dichos resultados también subrayan cómo la capacidad de recuperación de las personas trabajadoras informales y sus hogares se vio triplemente obstaculizada por la crisis de la COVID-19: en primer lugar, les impidió seguir generando sus escasos recursos, obligándolas a recurrir a sus ahorros o a empeñar o vender bienes para cubrir las necesidades básicas; también tuvieron que incrementar su nivel de endeudamiento, pidiendo préstamos para cubrir las necesidades básicas (incluida la compra de alimentos a crédito) y aplazando los pagos (a menudo con intereses compuestos) de alquileres, facturas de suministros y matrículas escolares; por último, se enfrentaron a restricciones constantes, e incluso intensificadas, y a otras medidas punitivas con efectos sobre sus medios de sustento, incluida la destrucción de sus lugares de trabajo y de sus infraestructuras. De cara al futuro, la recuperación de los medios de sustento informales es esencial para reducir la pobreza y aumentar el crecimiento económico. Las personas que trabajan en la informalidad tienen más probabilidades de pertenecer a hogares pobres, y las personas trabajadoras de hogares pobres, más probabilidades de trabajar en la economía informal que las personas trabajadoras de hogares más acomodados (OIT 2018) . Sin embargo, a pesar de esta asociación entre empleo informal y pobreza, los ingresos del empleo informal contribuyen relativamente más a la reducción de la pobreza que los ingresos del empleo formal (Rogan y Cichello 2020) . Incluso cuando la pandemia acabe remitiendo, es probable que los medios de sustento informales tarden más en recuperarse que los formales. Está claro que la magnitud de las pérdidas de ingresos de las personas trabajadoras informales a lo largo de la pandemia ha exacerbado la pobreza mundial y seguirá haciéndolo durante algún tiempo a menos que la recuperación tenga en cuenta a las personas trabajadoras informales y sus medios de sustento. En la segunda ronda del estudio de WIEGO (Reed et al. 2021 ) -que tuvo lugar después de la aceptación del presente artículo-se añadió como periodo de comparación la situación de las personas trabajadoras informales a mediados de 2021. 10 Las estimaciones con estos nuevos datos indicaron que la recesión pandémica estaba lejos de haber terminado para las trabajadoras y trabajadores informales, que constituyen la mayoría de fuerza de trabajo mundial, por lo que se necesitan medidas de recuperación económica inclusivas, así como mejores políticas y normativas aplicables a estas personas en el futuro. 11 En concreto, la mayoría de las personas encuestadas a mediados de 2021 no había recuperado totalmente su capacidad de trabajo, el 20 por ciento no podía aún trabajar y quienes podían lo hacían en promedio 4 días por semana, en comparación con 3,4 días a mediados de 2020 y 5,5 días antes de la COVID-19. Los ingresos seguían estando muy por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. A mediados de 2021, la trabajadora o trabajador típicos ganaban solo dos tercios (64 por ciento) de los ingresos anteriores a la crisis. 12 El 62 por ciento de las vendedoras/es ambulantes, el 42 por ciento de las recicladoras/es y el 28 por ciento de las trabajadoras domésticas seguían ganando menos del 75 por ciento de sus ingresos previos a la pandemia. Las trabajadoras/es a domicilio fueron el sector más afectado, con diferencia. A mediados de 2021, los ingresos típicos de este grupo representaban solo el 2 por ciento de los niveles anteriores a la pandemia, reflejo de la ausencia de pedidos por parte de clientes y cadenas de suministro. Asimismo, la inseguridad alimentaria amenazaba a los hogares de la muestra. Casi un tercio de las personas encuestadas a mediados de 2021 declaró que alguien en su hogar (persona adulta o menor) había pasado hambre durante el mes anterior. El 57 por ciento declaró haber reducido la calidad o variedad de los alimentos consumidos o haberse saltado comidas. Casi una cuarta parte declaró haber tenido que reducir su gasto en alimentos. Esto se debió en parte a que las medidas de ayuda se habían estancado o estaban disminuyendo: el porcentaje de personas encuestadas que recibió subsidios en efectivo o ayudas alimentarias gubernamentales entre mediados de 2020 y mediados de 2021 fue inferior al de quienes los habían recibido durante los tres primeros meses de la pandemia en 2020, y los porcentajes de personas trabajadoras que habían disfrutado de exenciones de pagos de alquileres, suministros o matrículas escolares fueron de un solo dígito. En términos generales, las medidas de recuperación no se destinaron ni llegaron a las personas trabajadoras informales. El 48 por ciento de las encuestadas a mediados de 2021 necesitaba capital para reanudar su trabajo, pero solo el 7 por ciento había recibido préstamos gubernamentales a tal fin. Además, muchos gobiernos estaban haciendo más daño que bien. Más de una cuarta parte de las vendedoras/es ambulantes y de mercados y el 16 por ciento de las recicladoras/es denunciaron acoso por parte de la administración local o de la policía, incluidos desalojos de sus lugares de trabajo o demolición de los mismos. Así pues, la crisis continúa obligando a las trabajadoras y trabajadores informales a recurrir a estrategias de afrontamiento potencialmente problemáticas. En los doce meses anteriores a la encuesta de 2021, el 46 por ciento de las personas encuestadas se habían visto obligadas a pedir un préstamo, el 35 por ciento, a recurrir a sus ya escasos ahorros, el 26 por ciento, a reducir el gasto familiar en artículos no alimentarios, y el 23 por ciento, a reducirlo en alimentos. Teniendo en cuenta estas constataciones, ¿qué tipo de medidas de recuperación necesitan las personas trabajadoras informales para reactivar sus actividades económicas? Las organizaciones que colaboraron en el estudio de once ciudades aquí presentado formularon reivindicaciones comunes para la fase de recuperación y etapas posteriores que pueden clasificarse de la siguiente manera: ayuda financiera para pagar las deudas y restablecer los activos y niveles de ahorro; subvenciones en efectivo, paquetes de estímulo -inclusive mediante contratación pública-para recuperar los medios de sustento y las empresas informales; reformas de políticas y jurídicas para crear un entorno propicio a la economía informal; y una protección social integral universal que proporcione tanto seguridad social como asistencia social a las personas trabajadoras informales (WIEGO s.f.). Para los diferentes grupos de personas trabajadoras informales, los programas de recuperación deben centrarse en los canales específicos de impacto, descritos en la sección 4 supra, previendo la reducción de las restricciones, la promoción de políticas y normativas más inclusivas y de apoyo, el cambio o la regulación de las prácticas de contratación de los empleadores, y la promoción de condiciones de empleo y de comercio más justas. La toma de conciencia durante la crisis de la COVID-19 de que la mayoría de las personas trabajadoras informales son trabajadoras y trabajadores esenciales debería traducirse en un programa de cambio transformador, como se ha señalado anteriormente, para proteger y apoyar a estas personas y promover sus medios de sustento. Para garantizarles un mejor trato en el futuro, la comunidad mundial, los gobiernos nacionales, las administraciones locales y otras personas con autoridad política deberían seguir tres principios rectores: 1. No hacer daño: detener el acoso, los desalojos, la confiscación de bienes y la criminalización de las personas trabajadoras informales y de sus actividades de subsistencia. 2. No dejar a nadie atrás: en los planes de recuperación de la crisis de la COVID-19, prever apoyo empresarial a empresas de cualquier tamaño y prestaciones por desempleo a todo tipo de trabajadoras y trabajadores. 3. «Nada para nosotras sin nosotras»: invitar a las personas que lideran las organizaciones de personas trabajadoras informales a los procesos de elaboración de políticas y normativas para establecer los mecanismos de recuperación, los planes de estímulo empresarial, la protección social, los planes económicos y los planes de desarrollo local. Ninguno de estos principios rectores exige grandes inversiones financieras. Lo que requieren es un cambio de mentalidad y voluntad política: el reconocimiento de que las personas trabajadoras informales y sus actividades de subsistencia representan la base de la economía, pues producen bienes y servicios esenciales no solo para las personas de bajos ingresos, sino también para el público en general y para la economía formal. Concluiremos afirmando la imperiosa necesidad, tanto para reducir la pobreza como para el crecimiento económico, de que la recuperación se construya desde la base, minimizando el daño a las personas trabajadoras informales y a sus medios de vida, orientando los paquetes de estímulo a los medios de sustento informales e invitando a las y los líderes de las personas trabajadoras informales a participar en los procesos de elaboración de políticas. «Las personas trabajadoras en empleo informal y la respuesta de protección social a la COVID-19: ¿Quién recibió medidas de alivio? ¿Cómo? ¿Marcaron la diferencia?», La crisis de la COVID-19 y la economía informal Mohamed Boly y Elvis Avenyo. 2020. «Labour Market Effects of COVID-19 in Sub-Saharan Africa: An Informality Lens from Manchester: Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando Antoinette Van der Merwe, Attie van Niekerk e Isabel Günther. 2021. «Managing the COVID-19 Pandemic in Poor Urban Neighborhoods: The Case of Accra and Johannesburg Doug Parkerson et al. 2021. «Falling Living Standards during the COVID-19 Crisis: Quantitative Evidence from Nine Developing Countries» Sin colchón que amortigüe la caída: La crisis económica global y los trabajadores de la economía informal Mujeres y hombres en la economía informal: Un panorama estadístico. 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