key: cord-0766845-6m2mvapx authors: SOARES, Sergei; BERG, Janine title: COVID‐19 y situación laboral: Quién resiste, quién no y con qué consecuencias en términos de desigualdad date: 2022-03-11 journal: Revista Internacional del Trabajo DOI: 10.1111/ilrs.12230 sha: 20b7288176780a643a503f3ea709eaaece22f0a4 doc_id: 766845 cord_uid: 6m2mvapx Las respuestas estatales ante la pandemia de COVID‐19 han diferido en cuanto a alcance y diseño, con importantes implicaciones para el mercado laboral en general, y para grupos específicos de trabajadores. Utilizando datos de encuestas de población activa de siete países de renta media y alta, se analizan las transiciones laborales entre los dos primeros trimestres de 2020 en comparación con las de 2019. Se observa que la pandemia exacerbó las desigualdades en los siete países; cuando se favorecieron los subsidios salariales frente a otras formas de apoyo a los ingresos se redujo la volatilidad del mercado laboral. La pandemia de COVID-19 está siendo devastadora para la humanidad. Hasta diciembre de 2021 se habían confirmado más de 263 millones de casos de la enfermedad, con el resultado de más de 5 millones de muertes comunicadas a la Organización Mundial de la Salud (OMS). 1 El impacto económico de la pandemia y de los confinamientos asociados no ha sido menos dramático. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la economía mundial se contrajo un 3,3 por ciento durante 2020, lo que supone la mayor caída desde la Segunda Guerra Mundial, que casi duplica la contracción del 1,7 por ciento de 2009 (FMI 2021). Según datos de la OIT, durante el segundo trimestre de 2020, que constituye el periodo de referencia del presente estudio, el 94 por ciento de los trabajadores y trabajadoras del mundo vivían en países donde se había producido algún tipo de cierre de centros de trabajo y las horas de trabajo habían caído un 17 por ciento en relación con el cuarto trimestre de 2019. Del mismo modo, los ingresos laborales cayeron un 10,7 por ciento durante los tres primeros trimestres de 2020 en comparación con el mismo periodo de 2019 (OIT 2020a). En todo el mundo, los gobiernos respondieron a la pandemia de COVID-19 interrumpiendo las actividades económicas en un intento de evitar la propagación del virus. Mientras que la mayoría de las crisis económicas y del empleo se deben a perturbaciones de la demanda, la decisión de los gobiernos, las empresas y los individuos de restringir sus actividades económicas para detener el contagio hizo que esta crisis comenzara con una drástica perturbación de la oferta que también afectaría a la demanda agregada. Los paquetes de políticas aplicados para apoyar a las empresas cerradas y a sus empleados difirieron tanto en su alcance como en su diseño. Cabe pensar que estas diferentes respuestas políticas, combinadas con las distintas características institucionales y culturales de cada mercado de trabajo, hayan llevado a resultados divergentes según los países en lo que respecta al empleo. La evaluación precisa de la magnitud de la catástrofe y de la eficacia de las políticas de mitigación es un reto para los investigadores de todo el mundo. Esperamos contribuir a los esfuerzos en este sentido examinando las transiciones laborales durante la pandemia de COVID-19 en siete países. En concreto, analizamos las transiciones de entrada y salida del empleo teniendo en cuenta las características de los individuos y del puesto de trabajo con el fin de obtener información sobre quiénes perduran y quiénes no, y las posibles implicaciones de ello en términos de desigualdad; además, evaluamos las medidas políticas aplicadas. Hay varias formas de cuantificar las transiciones laborales. Se pueden utilizar cortes transversales repetidos para comparar grupos de trabajadores y hacer así algún tipo de inferencia sobre las transiciones subyacentes, pero esto requiere muchas hipótesis. Por otra parte, las transiciones laborales pueden medirse directamente mediante las encuestas de población activa que siguen a los trabajadores de un trimestre a otro. Limitar nuestro análisis a los países que disponen de este tipo de encuestas, que permiten disponer fácilmente de los códigos de identificación intertemporal y que proporcionan datos para, al menos, el segundo trimestre de 2020, reduce en gran medida el alcance del análisis. Los siete países que cumplían todas estas condiciones en el momento de redactar el presente artículo eran el Brasil, Costa Rica, los Estados Unidos, México, Polonia, Portugal y el Reino Unido. No obstante, estos países ofrecen una interesante fuente de comparación, ya que difieren tanto en las estructuras de sus mercados laborales -se trata de países de ingresos medios y altos-como en sus respuestas políticas ante las perturbaciones del mercado laboral provocadas por la pandemia de COVID-19. Una pregunta a la que intentamos dar respuesta, al menos de forma preliminar, se refiere a las consecuencias que estas transiciones laborales tienen en términos de desigualdad dentro del mercado laboral. Una forma de hacerlo sería utilizar los datos anteriores a la COVID-19, simular un análisis completo de la distribución utilizando modelos de simulación estándar en la línea de Lustig et al. (2020) e integrar las transiciones laborales. Aunque se trata de un enfoque atractivo que permitiría una cuantificación y atribución completas, de nuevo requiere muchas hipótesis y presenta limitaciones debidas a la estructura endógena del mercado laboral en un país determinado o de las respuestas políticas Notas: T1 y T2 se refieren al primer y al segundo trimestre de cada año, respectivamente. La desocupación incluye el desempleo y la inactividad. Fuentes: Cálculos de los autores con microdatos de las encuestas de población activa de los países (BAEL, CPS, ECE, ENOE/ETOE, IE, PNADC; véase la sección 2). En el caso de la CPS, de los Estados Unidos, los datos de panel Ocupados en T2 específicas del país. Por este motivo, y dado que se sabe todavía muy poco sobre la COVID-19 y su influencia en las transiciones laborales, es más apropiado un enfoque basado en la medición directa de lo que realmente ocurre. En consecuencia, limitamos nuestro análisis a la medición directa de las transiciones laborales de los diferentes grupos de trabajadores entre el primer y el segundo trimestre de 2020, tomando como referencia las transiciones entre el primer y el segundo trimestre de 2019 para ver los efectos de la pandemia. El estadístico más importante que consideraremos es la diferencia entre las transiciones de 2020 y las de 2019. Por consiguiente, la hipótesis de identificación es que 2019 fue en cierto modo un año «normal» y que cualquier diferencia entre los dos periodos analizados se debe a los efectos de la pandemia. El gráfico 1 ilustra las probabilidades de transición entre 2010 y 2019 para el Brasil, Costa Rica, los Estados Unidos, México, Polonia y Portugal. Este último país muestra una tendencia a largo plazo hacia menos transiciones del empleo a la desocupación (es decir, al desempleo o a la inactividad), y Costa Rica muestra una mayor volatilidad que los demás países, pero nada sugiere que 2019 haya sido de alguna manera diferente a años anteriores. Nuestro enfoque también difiere del de gran parte de los estudios que analizan los efectos de la pandemia según grupos específicos, como las mujeres o los jóvenes, porque comparamos los efectos en función de grupos definidos por características demográficas, pero también por tipos de participación laboral (en concreto, empleo por cuenta propia o por cuenta ajena). El resto del artículo se organiza de la siguiente manera. En la sección 2 se describen sucintamente los datos utilizados y el método empleado. En la sección 3 se ofrece una rápida revisión de las respuestas políticas de los siete países considerados y se resume la limitada literatura sobre la COVID-19 y las transiciones laborales. En la sección 4 se comparan tanto las cifras de empleo como las relativas a las transiciones hacia y desde el empleo antes y después de la pandemia para cada uno de los países analizados. En la sección 5, que constituye el núcleo del artículo, se comparan las probabilidades de transición según tres variables demográficas y ocho relacionadas con el puesto (ingresos, horas, tipo de contrato, etc.). En la sección 6 se evalúan las respuestas políticas a la luz de nuestro análisis de datos y se formulan algunas conclusiones. El presente artículo se centra en el impacto de la COVID-19 en las transiciones laborales, lo que supone observar a los individuos en dos momentos consecutivos. Esto restringe el número de países incluidos en nuestro estudio a aquellos que disponen tanto de datos longitudinales (es decir, paneles rotativos) como de datos para al menos el segundo trimestre de 2020. En el momento de redactar el artículo, en América Latina se había publicado la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicílios Contínua (PNADC) del Brasil y la Encuesta Continua de Empleo (ECE) de Costa Rica para los tres primeros trimestres de 2020. Los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de México solo estaban disponibles para el primer y tercer trimestres, pero el segundo trimestre estaba parcialmente cubierto por la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE). La ETOE es un sustituto imperfecto de la ENOE -se realizó por teléfono y utiliza una muestra más pequeña-, pero al menos permite estimar cómo les fue en el segundo trimestre a los trabajadores y trabajadoras observados en el primero mediante la ENOE. La Oficina del Censo de los Estados Unidos había publicado los datos mensuales de la Current Population Survey (CPS) hasta octubre de 2020. En este caso no hemos utilizado la totalidad del primer y segundo trimestres por la siguiente razón: dada la forma en que está configurado el panel rotativo de la CPS, hay individuos que son entrevistados en meses sucesivos; para evitar este problema, comparamos solo los puntos medios de cada trimestre, es decir, de febrero a mayo. En Europa también se disponía de datos de la Labour Force Survey (LFS) del Reino Unido y del Inquérito ao Emprego (IE) de Portugal para el tercer trimestre de 2020. Los datos de la encuesta de población activa de Polonia (Badanie Aktywności Ekonomicznej Ludności, BAEL) estaban disponibles hasta el segundo trimestre de 2020. Muchas otras encuestas de población activa también cuentan con paneles rotativos, pero o bien sus datos aún no se habían publicado o los códigos de correspondencia no estaban disponibles. Por todo ello, nuestro análisis se realizó para los siete países mencionados anteriormente: Brasil, Costa Rica, Estados Unidos, México, Polonia, Portugal y Reino Unido. Esto debería permitir una comparación entre países con diferentes niveles de desarrollo económico, diferentes enfoques en lo relativo a la regulación del mercado laboral, así como diferentes respuestas políticas para abordar las consecuencias de la crisis pandémica. Como se verá, los resultados también son bastante diferentes. En el cuadro 1 se proporcionan datos resumidos sobre las muestras con las que hemos trabajado. A pesar del desgaste del panel, mantienen un tamaño razonable. El panel más pequeño es de unas 15 000 personas (Costa Rica), y el más grande, de unas 322 000 (Brasil). Sin embargo, como estamos trabajando con diferencias en diferencias, se requieren muestras más grandes, por lo que en algunos casos se han obtenido valores de p elevados. En todos nuestros cálculos hemos utilizado las ponderaciones proporcionadas en las muestras de microdatos de cada encuesta. Como estas ponderaciones no se calculan teniendo en cuenta los paneles, no suman los totales de la población. Esto no representa un problema, ya que todas las cifras indicadas, aparte de los tamaños de las muestras, son relativas. Muestras Paneles Como se ha mencionado más arriba, la mayor parte de los análisis sobre los efectos de la COVID-19 en los diferentes grupos de trabajadores se han limitado a proporcionar una instantánea de los impactos al inicio de la pandemia en las personas en edad de trabajar. Sin embargo, el análisis exclusivo de las transiciones laborales del primer al segundo trimestre de 2020, aunque útil, también es limitado, ya que no sabemos si lo que estamos observando es algo habitual, dado el alto índice de transiciones laborales en general, especialmente en los países en desarrollo. Por lo tanto, nuestro enfoque consiste en comparar, siempre que sea posible, las transiciones observadas del primer al segundo trimestre de 2020 con las observadas un año antes, es decir, del primer al segundo trimestre de 2019. También intentaremos presentar nuestros resultados de esta manera, es decir, comparando lo que se observa habitualmente en cada mercado de trabajo con lo que cambió tras el inicio de la pandemia de COVID-19. Los países reaccionaron ante la COVID-19 adoptando una serie de medidas para proteger la salud pública y para mitigar los efectos económicos de las mismas. Según el Oxford COVID-19 Government Response Tracker, los siete países analizados aquí iniciaron la política de cierres de lugares de trabajo a mediados de marzo de 2020. 2 Como ilustra el gráfico 2, esta política se aplicó en diferentes grados: así, el cierre o el teletrabajo podían ser recomendados (grado 1), exigidos para algunos sectores o categorías de trabajadores (grado 2), o exigidos para todos los trabajadores excepto los esenciales (grado 3). La mayoría de estas medidas se prolongaron durante la mayor parte del segundo trimestre de 2020 (Hale et al. 2020 ). El hecho de que la mayoría de los países aplicaran medidas de contención durante la última o las últimas dos semanas del primer trimestre de 2020 dificulta un poco nuestra estrategia de identificación, ya que el primer trimestre no es «anterior» a la COVID-19 propiamente dicho, sino solo en parte. Desafortunadamente, solo en la ENOE mexicana se puede identificar la semana de la encuesta. 3 Dada esta imposibilidad de identificar la última o las dos últimas semanas del trimestre, nuestros resultados pueden interpretarse como límites inferiores de los efectos de la COVID-19 en las transiciones laborales. Si bien las medidas de contención fueron muy similares en los siete países, las de apoyo a las empresas y a los trabajadores han variado mucho entre unos y otros, tanto en su diseño como en su alcance. 4 Como muestra el cuadro 2, el gasto fiscal en respuesta a la pandemia como porcentaje del PIB varió desde un escueto 0,6 por ciento en México hasta un abultado 11,8 por ciento en los 2 Véase https://www.bsg.ox.ac.uk/research/research-projects/covid-19-government-response-tracker. 3 Hicimos el análisis para México excluyendo las dos últimas semanas del primer trimestre y los resultados no cambiaron. 4 La presente sección y toda la descripción de las medidas se basan en la base de datos de la OIT titulada COVID-19 y el mundo del trabajo: respuestas políticas nacionales. https://www.ilo.org/ global/topics/coronavirus/regional-country/country-responses/lang--es/index.htm (consultada en enero de 2021). Estados Unidos. La orientación del gasto también fue diferente, lo cual tuvo importantes implicaciones para el mantenimiento del empleo, especialmente durante el periodo estudiado. En cuanto a las medidas de apoyo, el Brasil, Polonia, Portugal y el Reino Unido se inclinaron por subsidios al empleo que permitían retener a los trabajadores en sus puestos de trabajo, mientras que los Estados Unidos y (a una escala mucho menor) Costa Rica optaron por subsidios a los trabajadores que perdían su empleo. En los demás países, así como en algunos estados mexicanos, también se tomaron algunas medidas de este tipo, además de los subsidios para retener a los trabajadores. De los países estudiados, el Reino Unido contó con el mayor programa de subsidios al empleo, el Coronavirus Job Retention Scheme, que preveía el pago del 80 por ciento de los salarios de los trabajadores despedidos, hasta 2 500 libras al mes. Esta política supuso un cambio con respecto a las aplicadas en recesiones anteriores, ya que permitía mantener a los trabajadores en sus puestos de trabajo, aunque estuvieran ociosos en casa. Como consecuencia, el descenso de la actividad económica no fue acompañado de una caída del empleo, sino de una reducción del promedio de horas trabajadas. El apoyo para el mantenimiento de los contratos de trabajo fue también uno de los pilares del paquete de ayudas en Portugal, donde el Gobierno utilizó los fondos de la seguridad social para pagar el 70 por ciento de los salarios, mientras que el empleador cubría el 30 por ciento restante. La medida fue menos generosa en Polonia, donde el Gobierno no pagó más del 40 por ciento del salario promedio mensual del trimestre anterior. Los Gobiernos polaco y portugués también instituyeron ayudas para los trabajadores que necesitaban quedarse en casa para cuidar a los niños pequeños que no podían ir a la escuela o a la guardería a causa de los cierres. En el Brasil, el mercado laboral se benefició de las políticas que ya estaban en vigor en el momento de la crisis, como el «banco de horas», que da a los empleadores flexibilidad para repartir las horas de trabajo a lo largo de un año. El Gobierno también instituyó el Benefício Emergencial de Preservação do Emprego e da Renda, que preveía la reducción proporcional de la jornada laboral y de los salarios o la suspensión temporal de los contratos de trabajo, mediante el pago de una contrapartida por parte del Gobierno Federal, previo acuerdo individual o colectivo. Según estimaciones del Gobierno, se conservaron más de 10 millones de puestos de trabajo gracias a este subsidio. Además, el Auxílio Emergencial proporcionó dinero en efectivo a los trabajadores informales a través de un programa de identificación negativa (es decir, de aplicación universal para todos los adultos que ni estuvieran empleados formalmente ni fueran beneficiarios de otra prestación estatal). facilitaba el despido. México, cuyo paquete de ayudas fue tan escaso que llegó a ser criticado por el FMI, tuvo dificultades para aumentar el gasto público, en gran parte debido a limitaciones constitucionales (lo que podría calificarse de deficiencia) que restringían la emisión de nueva deuda (ONU 2021; Martín Cullell 2020). La ayuda prestada se limitó en suma a la ampliación de las líneas de crédito, una medida que también ocupó un lugar destacado en los demás países estudiados. Los efectos del alcance y el diseño de estas políticas son evidentes en los resultados agregados del mercado laboral, que se analizan en la siguiente sección. Sin embargo, si se desagregan según el tipo de trabajador o el tipo de empleo, el panorama ya no está tan claro. Esta es la cuestión principal que abordamos en el presente estudio. Desde que se declaró la pandemia ha habido ya algunos análisis de esta cuestión. Uno de los primeros es el de Adams-Prassl et al. (2020), que comparan las repercusiones de la pandemia en el mercado laboral de Alemania, los Estados Unidos y el Reino Unido utilizando una encuesta ad hoc por internet. Estos autores observan que las pérdidas de empleo fueron elevadas en los Estados Unidos, bajas en Alemania -un país conocido por su programa de subsidios salariales a corto plazo, el Kurzarbeit-y se situaron en un punto intermedio en el Reino Unido. Observaron asimismo que las mujeres y los jóvenes de los tres países tenían más probabilidades de perder sus puestos de trabajo y que en los Estados Unidos y el Reino Unido las personas con un alto nivel de estudios tenían más probabilidades de conservar el suyo, pero esto no ocurría en Alemania. Llegaron a la conclusión de que la pandemia estaba teniendo repercusiones negativas en términos de igualdad en el mercado laboral, pero en menor grado en el caso de Alemania. Cowan (2020) utilizó los mismos datos de la CPS que nosotros para examinar las transiciones del mercado laboral en los Estados Unidos. Como es lógico, los efectos que encuentra son muy grandes: aumento del desempleo y disminución de la participación laboral. Además, constata que los trabajadores vulnerables, como las mujeres, los jóvenes y las personas con escasa formación, son los que experimentan las mayores pérdidas de empleo y de horas trabajadas. Según Montenovo et al. (2020) , la pérdida masiva y desigual de puestos de trabajo en los Estados Unidos se explica en gran medida por las características de las ocupaciones. En particular, estos autores observan que los trabajadores en ocupaciones con altos índices de trabajo presencial y bajos índices de trabajo a distancia tenían muchas más probabilidades de perder sus empleos. Las mujeres, los jóvenes y las personas con poca formación tenían más probabilidades de ejercer estas ocupaciones. Aunque se han realizado estudios previos a la pandemia sobre el Brasil (Hirata y Machado 2010), Costa Rica (Castro Vincenzi, Garita y Odio Zúñiga 2014), América Latina (Beccaria y Maurizio 2020) y Europa (Ward-Warmedinger y Macchiarelli 2013; Theodossiou y Zangelidis 2009) utilizando una metodología similar basada en las transiciones, y otros estudios han examinado los impactos de la crisis en diferentes grupos (véase OIT 2020b), el nuestro es el primer estudio que compara las probabilidades de transición según las características individuales y del empleo en diferentes regiones durante la pandemia. El punto de partida es la tasa de empleo, que es la relación entre el número de ocupados (incluidos los autónomos) y la población total en edad de trabajar. Los medios de comunicación se hicieron eco de los millones de personas que cayeron en el desempleo o la inactividad en los Estados Unidos, pero tales catástrofes parecen haberse mitigado en Europa, al menos durante la mayor parte de 2020. El gráfico 3 ilustra que, efectivamente, hay una diferencia considerable en la forma en que la tasa de empleo de cada país reaccionó ante la pandemia durante el periodo de nuestro estudio. En los países de América Latina y en los Estados Unidos se produjeron caídas masivas del porcentaje de personas que trabajaban tanto por cuenta ajena como por cuenta propia. La tasa de empleo cayó 6 puntos porcentuales en el Brasil, 8 en los Estados Unidos, 11 en México y 12 en Costa Rica. En cambio, el porcentaje de personas en edad de trabajar en Portugal solo disminuyó 2 puntos porcentuales. En el Reino Unido, la caída fue de solo 1 punto porcentual y en Polonia no se observó ninguna caída. En otras palabras: mientras que las reducciones de la tasa de empleo en América son grandes, las de Europa apenas se distinguen de las variaciones estacionales. Las variaciones del empleo son el resultado de dos flujos. El primero está formado por los trabajadores ocupados que pierden su trabajo (y entran en el desempleo o en la inactividad) y el segundo está formado por las personas que no tienen empleo y que lo encuentran. Con datos de panel, ambos flujos pueden medirse directamente. Los resultados se muestran en el cuadro 3; en las matrices de las dos primeras columnas se proporcionan estos flujos para 2019 y 2020, respectivamente, y en la tercera columna, «Diferencia», el efecto de la pandemia de COVID-19 en el mercado laboral si se mantiene la hipótesis de identificación de que 2019 fue un año «normal». La categoría «ocupados» (así como «empleo» en los cuadros subsiguientes, a menos que se indique lo contrario) abarca tanto a los asalariados como a los trabajadores por cuenta propia, y «no ocupados» (o «desocupación») abarca tanto a los desempleados como a los inactivos. Los países están ordenados (como en los cuadros posteriores) por latitud, de sur a norte. Independientemente de la COVID-19, los mercados laborales latinoamericanos se caracterizan por flujos de entrada y salida del empleo mucho mayores que los de los mercados laborales europeos. Solo el 49 por ciento de la población en edad de trabajar en el Brasil y Costa Rica estaba empleada tanto en el primer como en el segundo trimestre de 2019. Esto contrasta con el 53 por ciento en Portugal y Polonia, el 57 por ciento en los Estados Unidos y el 70 por ciento en el Reino Unido (aunque la cifra del Reino Unido no es comparable con las cifras de otras encuestas). 5 Por el contrario, solo el 35 por ciento de los costarricenses en edad de trabajar estaban sin empleo en ambos trimestres, mientras que el 45 por ciento lo estaban en Polonia. Es probable que esto se deba, al menos en parte, a los altos niveles de trabajo informal por cuenta propia. El indicador de inmovilidad, que es el porcentaje de personas en edad de trabajar que tienen la misma situación laboral en dos trimestres consecutivos, nos da una indicación respecto al ritmo de los flujos de entrada y salida del empleo. Mientras que el 98 por ciento de los polacos mantuvo la misma situación laboral tanto en el primer como en el segundo trimestre de 2019, esto era cierto solo para el 84 por ciento de los costarricenses. Según este indicador, los Estados Unidos se acercan más a los países europeos que a los latinoamericanos, ya que el 93 por ciento de los estadounidenses tenían la misma situación laboral en esos dos trimestres consecutivos. ¿Coinciden nuestros resultados con los análisis prepandémicos de los flujos del mercado laboral? A grandes rasgos, sí. Hirata y Machado (2010) y Cuco y Barreiro de Souza (2019), entre otros, analizan los determinantes de las transiciones laborales brasileñas. Si bien estudian principalmente las transiciones entre la formalidad y la informalidad, sus resultados son coincidentes con las cifras estimadas aquí. Tampoco los resultados obtenidos por Castro Vincenzi, Garita y Odio trimestres. Para el Reino Unido, los resultados de Gomes (2012) también son más o menos coincidentes con los de nuestro análisis. En lo relativo a los flujos laborales durante la pandemia, solo Cowan (2020) calcula cifras comparables a las nuestras y solo para los Estados Unidos. Mientras que nuestra tasa de empleo es del 50 por ciento, la suya es del 47 por ciento, y su tasa de trabajadores que permanecen no ocupados es del 36 por ciento, mientras que la nuestra es del 37 por ciento. Las cifras son bastante parecidas y sospechamos que la diferencia se debe a que él utiliza la categoría «ausente», que nosotros no utilizamos. Al igual que Cowan, también comparamos los meses centrales de cada trimestre. Una vez establecidas las diferencias entre los dos tipos de mercado laboral analizados (el europeo y el americano), ¿cuál es la mejor manera de ver cómo cambiaron estos flujos con la llegada de la pandemia? El indicador obvio es la matriz de diferencias (tercera columna del cuadro 3), que no es más que la matriz de 2019 restada de la matriz de 2020. La ausencia total de cambios en Polonia y en el Reino Unido viene indicada por el hecho de que sus matrices de diferencias están muy próximas a cero. La matriz de diferencias de Portugal muestra una ligera reducción de los flujos de empleo a empleo, que se ha visto compensada por un aumento de los flujos de desocupación a empleo. Los Estados Unidos sufren una caída masiva de los flujos de empleo a empleo (7 puntos porcentuales) y una pequeña disminución de los flujos de desempleo e inactividad a empleo. Por último, todos los países de América Latina muestran una pauta similar: caídas tanto de las transiciones de empleo a empleo como de desocupación a empleo. La suma del valor absoluto de las entradas de cada matriz en la columna «Diferencia» sirve como indicador de la volatilidad del mercado laboral (la suma de los valores con sus signos siempre será igual a cero, ya que todos los individuos acaban en alguna situación laboral). Para Costa Rica, México y el Brasil, este indicador arroja 24, 19 y 12 puntos porcentuales, respectivamente. Para los Estados Unidos es igual a 16. Para Portugal es de 5, y para el Reino Unido y Polonia, de 1 punto porcentual, respectivamente. 6 Así pues, los flujos cambiaron poco con la pandemia en Europa, pero se vieron dramáticamente afectados en América. Cabe una última observación acerca de las matrices de transición, y es la diferencia en cuanto al tipo de flujo que explica la pérdida de empleo en los Estados Unidos y en los países de América Latina. En el primero, el 89 por ciento de la reducción del empleo se explica por la pérdida de puestos de trabajo y el paso del empleo al desempleo o la inactividad. Los flujos de salida de la desocupación hacia el empleo solo sufrieron modestas reducciones. Sin embargo, en los países de América Latina analizados la reducción de los flujos hacia el empleo fue tan importante como la de los flujos de salida del empleo. En el Brasil, el 62 por ciento de la reducción del empleo provino de un menor número de personas que entraron en el empleo en comparación con 2019. Por lo tanto, la pandemia interrumpió las transiciones normales de los mercados laborales brasileños, y de otros países latinoamericanos, en ambas direcciones. ¿Cómo afectaron estas transiciones a los distintos tipos de trabajadores? ¿Están determinadas características (covariables) asociadas a las transiciones? ¿Cómo afecta el hecho de ser mujer, tener un contrato de trabajo indefinido o ejercer una ocupación técnica o profesional a la probabilidad de transitar hacia determinada situación laboral? En lugar de proponer una enorme tabla con todas las covariables, desglosamos nuestro análisis por covariables, empezando por el sexo. Consideraremos también la edad y el nivel educativo como covariables individuales de las probabilidades de transición. También tenemos en cuenta los ingresos del trabajo, las horas trabajadas, el tipo de participación laboral (trabajo por cuenta propia o por cuenta ajena), el sector (público frente a privado), el tipo de contrato (temporal frente a indefinido), la formalidad frente a la informalidad, así como dos variables relativas a la ocupación: directivos, y profesionales y técnicos. Esto nos da once variables para analizar, no todas disponibles para todos los países: la BAEL de Polonia agrega la edad en franjas que no son utilizables; solo las encuestas latinoamericanas contienen preguntas sobre la informalidad; la IE de Portugal no incluye una pregunta sobre los ingresos y en la LFS del Reino Unido solo se pregunta sobre los ingresos a los asalariados. Utilizamos pues los datos disponibles. En todos los casos, las características se midieron en el primer trimestre de cada año. Esto significa que los datos del segundo trimestre se utilizaron únicamente para determinar a qué situación laboral (empleo o desocupación) transitaron las personas observadas. El panel superior del cuadro 4 muestra las diferencias en las probabilidades de permanencia en el empleo o tránsito al empleo según el sexo. Se proporcionan las probabilidades desagregadas del primer al segundo trimestre de 2019 y del primer al segundo trimestre de 2020, tomando 2019 como año de referencia. La columna que muestra el cambio entre 2019 y 2020 se interpreta como el impacto de la pandemia COVID-19, habiendo tenido en cuenta las transiciones «habituales» en el año de referencia, 2019. Por último, la columna que muestra el impacto diferencial de la pandemia de COVID-19 en las mujeres en comparación con los hombres se denomina ΔΔ. Esta es la columna que será objeto de nuestro análisis principal en lo sucesivo. El valor de p, proporcionado en la última columna, se refiere a la probabilidad de que esta diferencia sea igual a cero (un valor de p bajo significa que la diferencia es significativamente diferente de cero; un valor de p alto significa que la cifra es estadísticamente igual a cero). 7 A diferencia de recesiones anteriores, que tuvieron un efecto más negativo en los hombres -generalmente debido a los descensos del empleo en sectores económicamente sensibles, como la construcción y las manufacturas-, la recesión provocada por la COVID-19 ha sido especialmente dura para las mujeres (OIT 2020c). Nuestros resultados muestran que, en general, ellas tuvieron menos probabilidades de conservar su empleo durante la pandemia que ellos. En concreto, las probabilidades de conservar el puesto de trabajo disminuyeron para todos (excepto para los varones polacos), pero las de las mujeres disminuyeron más que las de los hombres (salvo en el Reino Unido, donde ambas disminuyeron 1 punto porcentual). Así pues, el estadístico clave sobre los impactos en la igualdad de género, ΔΔ, indica que la pandemia agravó la desigualdad en lo que respecta al mantenimiento del empleo en todos los países, con la excepción del Reino Unido. El otro flujo importante, que figura en el panel inferior del cuadro 4, es la transición de la desocupación al empleo. Dado que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de transitar hacia la inactividad en lugar de al desempleo, el hecho de agregar ambos estados en la categoría «no ocupado» es de especial importancia para esta estimación (Razzu y Singleton 2016). Una vez más, las mujeres desocupadas (desempleadas o inactivas) tienen menos posibilidades de encontrar un empleo en los siete países, excepto en Polonia. Sin embargo, el efecto de la pandemia en esta probabilidad no está claro. Mientras que en Europa las transiciones femeninas al empleo cayeron más que las de los hombres, en América ocurrió lo contrario. El estadístico ΔΔ es negativo para los países europeos y positivo para los americanos. La principal conclusión de todo ello es que las mujeres parecen correr un mayor riesgo de perder su empleo, especialmente en América Latina, pero también en los Estados Unidos, aunque en menor medida. Sin embargo, este efecto se compensa parcialmente, para el conjunto de la población en edad de trabajar, por la menor caída de la probabilidad de que las mujeres pasen de la desocupación al empleo. Para analizar las consecuencias de la pandemia en los jóvenes, dividimos las muestras en dos grupos, uno con las personas de 15 a 25 años, y otro con las mayores de 25 años (26 en adelante). En la BAEL polaca, la edad se agregaba en categorías que no permitían la comparación con otros países. Los resultados relativos a la edad (que también es una aproximación, hasta cierto punto, de la experiencia) son claros (véase el cuadro 5). La edad protege a los trabajadores del desempleo y la inactividad en años normales y esta protección se hace más fuerte en relación con los trabajadores más jóvenes en el marco de la COVID-19. Las diferencias en la probabilidad de perder el empleo llegan a ser de 8 puntos porcentuales, lo que significa que la probabilidad de que los jóvenes permanezcan en el empleo se redujo en 8 puntos porcentuales más que la probabilidad de los trabajadores mayores de 25 años. Incluso en un país como Portugal, en el que las repercusiones de la COVID-19 en las transiciones laborales fueron limitadas, existe una diferencia de 6 puntos porcentuales en el impacto de la pandemia sobre la cohorte de mayores de 25 años y sobre la cohorte de jóvenes. Los resultados sobre la incorporación al empleo de los desocupados en el primer trimestre (segundo panel) también son claros, aunque las cifras no son tan elevadas. Con la excepción de Costa Rica, la experiencia laboral potencial también favorece a los que intentan acceder al empleo. La conclusión inevitable que se extrae de estas estimaciones es que la pandemia fue especialmente devastadora para los jóvenes, quienes han tenido muchas menos probabilidades de conservar su empleo, si lo tenían, y algo menos de encontrar un trabajo si se quedaban sin él. En la mayoría de los países, la educación superior es un pasaporte a los empleos mejor pagados. Analizamos los efectos de esta variable en las transiciones laborales durante la pandemia comparando las transiciones de las personas con educación superior con las de quienes tenían cualquier otro nivel educativo inferior. Como era de esperar, haber cursado educación superior hace mucho más probable que los trabajadores mantengan su empleo (cuadro 6). En el año de referencia, 2019, los trabajadores con educación superior tenían entre 1 y 7 puntos porcentuales más de probabilidades de mantener el empleo que aquellos con niveles educativos más bajos. Con la llegada de la pandemia de COVID-19, la probabilidad de permanecer en el empleo disminuyó más para los trabajadores con niveles educativos más bajos en los siete países. Las diferencias plasmadas por el indicador ΔΔ varían desde menos de 1 punto porcentual en el Reino Unido hasta 12 puntos porcentuales en Costa Rica; los resultados son en todos los casos positivos y también en todos, excepto en Costa Rica, estadísticamente significativos al 10 por ciento. El efecto sobre la transición de la desocupación al empleo es menos claro. El estadístico ΔΔ indica que las personas con educación superior tenían menos probabilidades de transitar al empleo en el Brasil, Portugal y Polonia, más probabilidades en Costa Rica, México y los Estados Unidos (aunque la diferencia era de menos de medio punto porcentual en el caso de los Estados Unidos) y no había ninguna diferencia significativa en el Reino Unido (valor de p del 23 por ciento). En conclusión, los diplomas de educación superior parecen proteger a los trabajadores de la pérdida de sus puestos de trabajo, pero el efecto sobre el tránsito de la desocupación al empleo no está tan claro. Con esto concluye nuestro análisis de las características individuales. Una segunda cuestión es si las características del puesto de trabajo también influyen en la probabilidad de que un trabajador permanezca en el empleo. La primera y más obvia cuestión relacionada con la desigualdad y las transiciones laborales es cómo influyen los ingresos en las mismas. Si los que ganan mucho tienen más probabilidades de conservar su empleo, entonces el impacto de la COVID-19 es desigualador. Si, por el contrario, los que ganan poco tienen más probabilidades de permanecer en el empleo, entonces la COVID-19 es igualadora. Consideramos que una persona tiene ingresos altos si se encuentra en el cuartil superior de la distribución de los ingresos laborales, y comparamos estos resultados con los de los trabajadores de los cuartiles primero a tercero (el 75 por ciento inferior). Solo utilizamos los ingresos del trabajo principal, no todos los ingresos laborales. Los resultados, que se muestran en cuadro 7, son claros una vez más: la COVID-19 exacerbó las desigualdades ya existentes, ya que los trabajadores del cuartil superior de ingresos tenían más probabilidades de conservar su empleo que los de los otros tres. El efecto es más fuerte en Costa Rica, con 12 puntos porcentuales. En el Reino Unido no es significativo, pero es elevado en el Brasil (4 puntos porcentuales), en México y en los Estados Unidos (6 puntos porcentuales). Notas: ΔΔ = diferencia en diferencias; pp = puntos porcentuales; C = cuartil de ingresos. Los datos sobre ingresos en el Reino Unido se refieren únicamente a las personas asalariadas. Fuentes: Véase el cuadro 3. El efecto de las horas trabajadas en la variación de la probabilidad de perder el empleo a causa de la COVID-19 es aproximadamente el mismo que el del cuartil de ingresos. Consideramos que la persona está a tiempo parcial si trabaja por término medio menos de 35 horas por semana, y a tiempo completo en caso contrario. Los trabajadores a tiempo parcial tenían más probabilidades de perder su empleo en 2019, y este efecto se ve exacerbado por la pandemia. Como es habitual, el efecto varía según el país, pasando de la altísima cifra de 11 puntos porcentuales en los Estados Unidos, donde los trabajadores a tiempo parcial son muy habituales en el sector de la hostelería y el comercio minorista, a menos de 1 punto porcentual (pero aún significativamente diferente de cero) en el Reino Unido (cuadro 8). El modo en que el tipo de participación laboral afecte a la situación laboral en el marco de la crisis dependerá probablemente del paquete de políticas que se aplique, pero también de la propia naturaleza de los distintos tipos de participación. En particular, los trabajadores autónomos (incluidos los empleadores) tienen mayor agencia sobre las decisiones empresariales y pueden seguir trabajando incluso cuando sus ingresos caen en picado. Los trabajadores por cuenta ajena, en cambio, tienen menos capacidad de acción y su destino dependerá probablemente del diseño y el alcance de los paquetes de políticas y de las decisiones de las empresas, que podrían mantenerlos en nómina, incluso si el trabajo se ha agotado. Las encuestas de población activa utilizadas en el presente análisis consideran que los empleados que siguen recibiendo un salario pero que no pueden desempeñar sus funciones debido a las restricciones de la pandemia están «ocupados», aunque se encuentren inactivos en casa. Como puede verse en el cuadro 9, la influencia de las políticas aplicadas queda patente en nuestros resultados. En Portugal, el Reino Unido y, en menor medida, el Brasil, donde los subsidios para mantener a los trabajadores en nó- mina eran un componente destacado de los paquetes de políticas, la caída de las transiciones de empleo a empleo para los trabajadores por cuenta ajena de 2019 a 2020 es mucho menos grave (de 1 a 5 puntos porcentuales) que en Costa Rica, México y los Estados Unidos (de 9 a 12 puntos porcentuales), donde no existían tales subsidios directos. En el caso de los trabajadores por cuenta propia, los resultados son menos claros. Las fuertes caídas en Costa Rica y México pueden reflejar el rápido descenso de la demanda agregada como resultado de una respuesta fiscal mucho menor. En el Brasil, Portugal, el Reino Unido y, en menor medida, los Estados Unidos, los autónomos salieron mejor parados. Esto puede ser el resultado de una respuesta fiscal más decidida en estos países. Se suelen atribuir al trabajo en el sector público ventajas como que es más «resistente a las recesiones» (ya que dicho sector presta servicios necesarios que deben continuar incluso en tiempos de crisis), que no está sujeto a las mismas restricciones financieras que el sector privado y que ofrece una protección mayor contra el despido. De hecho, Fontaine et al. (2020) , en un estudio sobre los flujos en los sectores público y privado en España, los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, observan que durante el periodo 2003-2018, las tasas agregadas de despido en el sector público fueron menores que en el sector privado en los cuatro países, a pesar de las diferencias en cuanto al tamaño de sus sectores públicos respectivos. Sin embargo, las crisis pueden alterar estas tendencias, ya que las políticas de austeridad pueden provocar pérdidas de empleo en el sector público, al igual que las decisiones relativas a la privatización de los servicios públicos. De hecho, durante la crisis financiera mundial de 2008, el empleo en el sector público fue procíclico en Francia, pero anticíclico en los Estados Unidos, lo que refleja las direcciones políticas opuestas de los Gobiernos de uno y otro país. En el segundo trimestre de 2020, los movimientos de salida del empleo fueron iguales o mayores en el sector privado que en el sector público en los siete países analizados, pero cabe señalar, sin embargo, importantes movimientos de salida del empleo del sector público en Costa Rica, México y los Estados Unidos (cuadro 10). Como ya se ha mencionado, en México se aplicaron normas fiscales estrictas, que se tradujeron rápidamente en pérdidas de empleo en el sector público. En los Estados Unidos, las administraciones estatales y locales, que se enfrentaban a la disminución de los ingresos fiscales y a la falta de apoyo del Gobierno federal, también perdieron empleo, en su mayoría en el sector educativo. En efecto, con la enseñanza en línea se despidió a los ayudantes de los profesores y a otro personal auxiliar, incluidos los trabajadores de conserjería y cafetería, desde la enseñanza primaria hasta la superior (Wolfe y Kassa 2020). Los trabajadores temporales tienen, por definición, una mayor propensión a la inestabilidad de su situación laboral y a menudo transitan del empleo temporal al desempleo o a la inactividad, incluso en épocas de auge económico (OIT 2016). Especialmente en los mercados de trabajo con un alto grado de dualidad, como los del sur de Europa, la mayoría de los movimientos del empleo a la desocupación afectan a trabajadores con contratos temporales (Silva y Vázquez-Grenno 2013) . Por tanto, no es de extrañar que los trabajadores temporales tuvieran más probabilidades de perder su empleo durante el año de referencia, 2019, ni que durante la pandemia su probabilidad de permanecer en el empleo disminuyera considerablemente en comparación con los trabajadores con contratos indefinidos. Las diferencias son elevadas, y van desde 3 puntos porcentuales en el Brasil hasta 8 puntos porcentuales en Portugal (cuadro 11). Si bien el empleo informal -no declarado o «sumergido»-puede darse en los países de altos ingresos, es una práctica más común en los países en desarrollo, y por esta razón se sondea en las encuestas de población activa del Brasil, Costa Rica y México, pero no en las de los otros países de nuestro estudio. Los efectos de la informalidad estimados son los esperados y resultan bastante intensos: los empleados informales tenían más probabilidades de perder su empleo en el año Dado que los directivos son necesarios para que las empresas sigan funcionando, partimos de la hipótesis de que ser directivo proporcionaría cierta protección contra el despido durante la crisis pandémica. Los datos del cuadro 13 muestran que esto solo es parcialmente cierto, quizá porque muchos directivos, especialmente en las organizaciones más grandes, también tienen jefes, y porque los directivos de sectores como la hostelería y el comercio minorista, que se vieron gravemente afectados por la pandemia, quizá no pudieron protegerse de sus efectos. Aunque el estadístico ΔΔ es siempre positivo, no es estadísticamente diferente de cero en el Brasil y Portugal, y apenas lo es en México. Los directivos estadounidenses parecen haber sido los que mejor han conservado sus puestos de trabajo, con una tasa de 9 puntos porcentuales superior a la de los no directivos. Según ilustra el cuadro 14, los trabajadores en ocupaciones profesionales y técnicas en su conjunto obtuvieron mejores resultados que los directivos. En todos los países, el estadístico ΔΔ es positivo para estos trabajadores, aunque varía desde 7 puntos porcentuales en el caso de Costa Rica hasta menos de 1 punto porcentual en el Reino Unido. Dada la facilidad con la que la mayoría de los trabajadores profesionales y técnicos pueden teletrabajar, esto no es una sorpresa. Además, agrava las desigualdades existentes, ya que estos trabajadores tienen más probabilidades de conservar su empleo y sus ingresos son más elevados. En nuestro análisis empírico hemos examinado tres características individuales -sexo, edad y nivel educativo-, así como ocho características del empleo: ingresos, horas trabajadas, tipo de participación laboral, empleo en el sector público frente al privado, trabajo temporal o indefinido, empleo asalariado formal o informal, así como dos tipos de ocupaciones privilegiadas (directivos, y profesionales y técnicos). En casi todos los casos, la pandemia de COVID-19 exacerbó las desigualdades existentes. Las mujeres, los jóvenes y las personas con menor nivel de estudios aparecen con menos probabilidades de conservar su empleo que los hombres, los trabajadores de mayor edad y los que tenían estudios superiores, y las diferencias aumentaron con el inicio de la pandemia de COVID-19. Las personas que se encuentran en el cuartil más alto de ingresos, los trabajadores a tiempo completo, los trabajadores fijos, los trabajadores formales, los directivos y los trabajadores en ocupaciones profesionales y técnicas tenían más probabilidades de conservar sus puestos de trabajo que los que se encontraban en los cuartiles inferiores de la distribución de ingresos, los trabajadores a tiempo parcial, los trabajadores temporales, los trabajadores informales y los de otras ocupaciones. No se observa ningún efecto sistemático en el caso de los trabajadores por cuenta ajena frente a aquellos por cuenta propia. Ser trabajador del sector público ofrece cierta protección, pero el efecto se debilita en algunos países. La conclusión ineludible es que la pandemia exacerbó efectivamente las desigualdades en lo que respecta a las transiciones laborales. Si bien este efecto fue proporcional al impacto de la pandemia en los mercados de trabajo, más mitigado en Europa en comparación con América, se observa en todas partes. Sin embargo, es necesario hacer algunas advertencias. El tamaño de las muestras era demasiado pequeño para realizar un análisis multivariante. Así pues, nuestros análisis son univariantes, por lo que los efectos estimados no tienen por qué sumarse. Los efectos del nivel educativo, de los ingresos y de la ocupación, por ejemplo, pueden estar amalgamados. Una segunda advertencia es que se trata de efectos a corto plazo, ya que estamos comparando las transiciones del primer al segundo trimestre de 2020. La pandemia continuó haciendo estragos a lo largo de 2020 y 2021; por tanto, los efectos pueden haber diferido con el tiempo, especialmente a medida que aumentaba la presión fiscal. La irrupción de la pandemia de COVID-19 provocó una paralización de las actividades «no esenciales» con efectos drásticos en las economías y en sus mercados laborales. A diferencia de otras crisis, causadas por una perturbación de la demanda agregada, la actual fue inicialmente generada por una perturbación de la oferta. Reconociendo su peculiaridad, muchos países en Europa, pero también en otros lugares, como el Brasil, se esforzaron por moderar los despidos ofreciendo subsidios salariales a los empleadores para que mantuvieran a los trabajadores en nómina. La esperanza era que, cuando la pandemia estuviera controlada y las empresas pudieran reanudar sus actividades, estas volvieran a contratar a sus trabajadores con mayor facilidad, evitando así los costes de la recontratación. El resultado de estas políticas es evidente en las matrices de transición analizadas en el presente estudio, que muestran cómo dichas políticas mitigaron la volatilidad del mercado laboral en los países que las favorecieron frente a las medidas de apoyo a los ingresos. Sin duda, esto fue beneficioso para los trabajadores y trabajadoras, ya que no tuvieron que enfrentarse a las inseguridades asociadas a la pérdida del empleo, ni a los conocidos efectos de cicatriz causados por el desempleo en las trayectorias laborales. Además, es probable que tal política permitiera a estas personas quedarse en casa, disminuyendo así la propagación del virus. Nuestro estudio indica que las repercusiones inmediatas en el mercado de trabajo variaron drásticamente según los países y dentro de los mismos, y que el sufrimiento causado no se repartió por igual. Los trabajadores que ya eran más vulnerables vieron aumentar su vulnerabilidad como consecuencia de la pandemia. Así, las desigualdades en el mercado laboral aumentaron en detrimento de las mujeres, los jóvenes, las personas con menores niveles educativos, los menos acomodados y los trabajadores con contratos temporales e informales. Esta conclusión reitera la importancia del diseño y el alcance global de las medidas, dado que el impacto de cualquier empeoramiento de los mercados laborales no se reparte por igual. En consecuencia, una mejora del mercado laboral es también una mejora para los grupos vulnerables. Pero también parece clara la necesidad de políticas laborales, así como de otras intervenciones de política social y económica, que puedan igualar los resultados del mercado laboral entre los grupos. Un posible enfoque tiene que ver con las características de los propios empleos. Nuestros resultados muestran que los trabajadores con contratos temporales e informales obtienen peores resultados; las normativas y políticas que fomentan el uso de contratos formales e indefinidos pueden disminuir la volatilidad del mercado laboral. Como las mujeres, los jóvenes, las personas con menor nivel educativo y las menos acomodadas tienen más probabilidades de trabajar con contratos temporales e informales, estos esfuerzos pueden beneficiar directamente a estos grupos. Inequality in the Impact of the Coronavirus Shock: Evidence from Real Time Surveys», CESifo Working Paper No. 8265. Munich: Munich Society for the Promotion of Economic Research -CESifo GmbH «Rotación laboral en América Latina: Intensidad y diferencias entre países Jonathan Garita Garita y Mariana Odio Zúñiga. 2014. «Análisis sobre la dinámica de transición y duración del desempleo en Costa Rica Short-Run Effects of COVID-19 on U.S. Worker Transitions», NBER Working Paper No. 27315. 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