REVISTA DE INDIAS num 227 Revista de Indias, 2003, vol. LXIII, núm. 227 Págs. 49-64, ISSN: 0034-8341 R. I., 2002, n.º 224 ¿UNA PRIMERA EPIDEMIA AMERICANA DE VIRUELA EN 1493?* POR NOBLE DAVID COOK Florida International University Documentación dada a conocer últimamente descubre que varios indios tainos llevados por Colón a España para ser enseñados a los Reyes Católicos murieron de viruela en Cádiz al salir la segunda expedición en 1493. Por las condiciones sanitarias reinantes y la aglomeración a bordo, la infección pudo perfectamente afectar a más viajeros y a dar pie a una epidemia. El artículo aporta un elemento nuevo al debate sobre las causas de la rápida desaparición de la población indígena de la Española. PALABRAS CLAVES: Población indígena, viruela, epidemias, La Española. De toda la magna obra de Woodrow Borah y Sherburne F. Cook, lo más con- trovertido quizá sea la estimación de la población de la isla de Española previa al contacto europeo, famoso capítulo de sus Essays in Population History1. La cifra de 7.975.000 propuesta allí (con latitud entre cuatro a catorce millones) ha sido rebatida por muchos especialistas, con críticas a veces virulentas. Por desgracia, la magnitud alcanzada por la población taína es un problema inextricable, pues nunca se contaron a sí mismos y los cambios introducidos con la segunda expe- dición de Cristóbal Colón tuvieron un impacto tan profundo y rápido que nunca podremos conocer cuánta gente vivía pocos años antes. Esa imposibilidad no impide sin embargo especular. Son muchos los investigadores que han interveni- do en esa conjetura «científica». Las estimaciones oscilan entre un mínimo de ———— * Agradezco a William M. Denevan, Juan Gil, W. George Lovell, Nicolás Sánchez-Albornoz, Consuelo Varela, y Alexandra Parma Cook por sus comentarios sobre ésta y otras versiones del trabajo. Confío que sus sugerencias hayan servido para refinar el argumento; como siempre, la interpretación y los errores son míos. 1 Woodrow BORAH y Sherburne F. COOK, Essays in Population History, 3 vols., Berkeley, Universidad de California, 1971-79 (hay traducción al español, México, 1977-1980). NOBLE DAVID COOK R. I., 2003, n.º 227 50 unos 60.000, postulado por Verlinden (1968, 1973)2, y un máximo de catorce millones sugerido por Borah y Cook (1971). Angel Rosenblat (1967, 1976)3 y Amiama (1959)4 calcularon cien mil habitantes; Lipschutz (1966)5 la situó entre cien mil y quinientos mil; Córdova (1968)6 propuso aproximadamente quinien- tos; Moya Pons (1971, 1987)7 aceptó entre trescientos setenta y siete mil a seis- cientos mil habitantes en la época de los primeros contactos; N.D. Cook (1999)8 sugirió un margen de quinientos a setecientos cincuenta mil; y el estadístico bri- tánico Frank Zambardino (1978)9 estimó un millón de habitantes, con un margen de variación de, aproximadamente, un treinta por ciento (véase Cuadro 1.1). Aunque las estimaciones precedentes varíen, existe acuerdo sobre las cifras de los primeros años del siglo XVI. Miguel de Pasamonte informó que la pobla- ción fue en 1508 de, aproximadamente, sesenta mil almas. Al cabo de dos años bajó, según Diego Colón, a 33.523 habitantes. En 1514 en un supuesto «censo» arrojaba cerca de 26.334. La población bajó a dieciocho mil en 1518-19 y para 1542, no llegaba a los dos mil habitantes. Los colonizadores europeos comenza- ron a importar pronto esclavos africanos e indios de otras islas, para satisfacer la necesidad de mano de obra de la economía de la Española. Con independencia de que no sepamos el tamaño previo de la población indígena, las consecuencias del contacto no cambian. Medio siglo más tarde casi no quedaban sobrevivientes nativos, en una catástrofe que alteró para siempre el paisaje que Colón describió como un paraíso10. ———— 2 Charles VERLINDEN, «La population de l'Amérique précolombienne: une question de mé- thode», Méthodologie de l'histoire et des sciences humaines: mélanges en honneur de Fernand Braudel, Paris, 1973, pp. 453-62. 3 Angel ROSENBLAT, La población de América en 1492: Viejos y nuevos cálculos, México, 1967; «The Population of Hispaniola at the Time of Columbus», William M. DENEVAN (coord.), The Native Population of the Americas in 1492, Madison, Universidad de Wisconsin, 1976, pp. 43-66. 4 Manuel A. AMIAMA, «La población de Santo Domingo», Clio, Vol. CXV, 1959, pp. 116-34. 5 Alejandro LIPSCHUTZ, «La despoblación de los indios después de la conquista», América Indígena, Vol. XXVI, 1966, pp. 229-47. 6 Efrén CÓRDOVA, «La encomienda y la desaparación de los indios en las Antillas mayores», Caribbean Studies, Vol. VIII, 1968, pp. 23-49. 7 Frank MOYA PONS, Española en el siglo XVI, 1493-1520, Santiago, 1971; Después de Co- lón. Trabajo, sociedad y política en la economia del oro, Madrid, Alianza Editorial, 1987. 8 Noble David COOK, «Enfermedad y despoblacion en el Caribe, 1492-1518», W. George LOVELL y Noble David COOK (coords.), Juicios Secretos de Dios: epidemias y despoblación indí- gena en Hispanoamérica colonial, Quito, Abya-Yala, 1999, p. 36. 9 Rudolph A. ZAMBARDINO, «Critique of David Henige's «On the Contact Population of His- paniola: History as Higher Mathematics», Hispanic American Historical Review, Vol. LVIII, 1978, pp. 700-708. 10 N.D. COOK, [8], pp. 37. ¿UNA PRIMERA EPIDEMIA AMERICANA DE VIRUELA EN 1493? R. I., 2003, n.º 227 51 CUADRO 1.1. Estimaciones de la población indígena de Española, ca. 1492* FUENTE AÑO ESTIMACIÓN Verlinden (1973) 1492 60.000 Amiama (1959) 1492 100.000 Rosenblat (1959, 1976) 1492 100.000 Lipschutz (1966) 1492 100.000-500.000 Moya Pons (1987) 1494 377.559 Cordova (1968) 1492 500.000 N.D. Cook (1993) 1492 500.000-750.000 Moya Pons (1971) 1492 600.000 Zambardino (1978) 1492 1.000.000 Denevan (1992) 1492 1.000.000 Guerra (1988) 1492 1.100.000 Denevan (1976) 1492 1.950.000 Watts (1987) 1492 3.000.000-4.000.000 Borah & Cook (1971) 1492 7.975.000 * Noble David COOK, «Enfermedad y despoblación en el Caribe, 1492-1518», W. George LOVELL y Noble David COOK (coords.), Juicios Secretos de Dios: epidemias y despoblación indí- gena en Hispanoamérica colonial, Quito, Abya-Yala, 1999, p. 36. Las discrepancias con las estimaciones de Borah y S.F. Cook para la isla pro- ceden de direcciones: unas critican las fuentes y otras los métodos de proyección. Angel Rosenblat fue de los primeros en cuestionar las estimaciones de Borah y S.F. Cook sobre la población de México central y reiteró su crítica, con respecto a las de la isla11. Borah y S.F. Cook basaron sus análisis en el trabajo de otro especialista de la Universidad de California, Berkeley, el geógrafo Carl Ortwin Sauer. Al escribir The Early Spanish Main (1967), historia temprana de la Espa- ñola, Sauer revisó cuantos documentos y libros contenían información sobre la ecología y los cambios efectuados durante la primera generación. Sauer, y tras él Borah y S.F. Cook, aceptaron sin apenas crítica los «números» de almas, o habi- tantes, presentados por el dominico fray Bartolomé de las Casas. El fraile exage- ró sin embargo el tamaño de las poblaciones americanas en varios de sus escritos en defensa de los indios. Cualquier uso de las cantidades contenidas en sus traba- jos polémicos corre el alto riesgo de errar. La crítica de Rosenblat contaba por ello con cierto fundamento y David Henige emprendió, en una serie de trabajos, un ataque despiadado de las fuentes utilizadas por la llamada «Escuela de Berke- ley». Su posición es en resumidas cuentas de que falta información fiable sobre la ———— 11 A. ROSENBLAT, [3], pp. 43-66. NOBLE DAVID COOK R. I., 2003, n.º 227 52 población indígena temprana y cualquier método que se use para estimarla está condenado de entrada a fallar12. Un argumento hecho por varios investigadores es que no existe documenta- ción que explique qué desastres redujeron la población hasta las sesenta mil al- mas de 1508, mencionadas por Miguel de Pasamonte, o los 33.523 indios de Diego Colón en 1510. Sí abunda, en cambio, la documentación sobre la supuesta primera pandemia de viruela de 1518-19, que azotó a la isla, pasó a otras y alcan- zó, finalmente, a Tierra Firme. Al acabar esa epidemia, la población autóctona de la Española se redujo a sólo unas dieciocho mil personas. Sobre epidemias ante- riores, la documentación escasea. El supuesto brote de viruela en el primer dece- nio del siglo XVI, David Henige demostró que fue falso13. Ello no quita que tai- nos y europeos sufrieran, entre 1493 y 1518, enfermedades bien documentadas, según N.D. Cook14. El propósito de este ensayo es revisar brevemente las fuentes que parecen probar que hubo una enfermedad mortífera en los primeros meses y años del asentamiento europeo en la isla y, más aún, ponderar la información colombina dada a conocer recientemente. Ésta sugiere que la viruela entró en la isla tan pronto como diciembre de 1493. Lo pudo hacer en efecto al regresar los indios lenguaraces que Colón llevó a España y al desembarcar en la isla pasajeros infectados en Cádiz en el mes de septiembre o durante el viaje. De confirmarse esas noticias, las estimaciones más altas de la población de Española, no necesa- riamente las de Borah, saldrían reforzadas. En los años 80, el historiador de la medicina Francisco Guerra consideró en varios trabajos la posibilidad de que enfermedades europeas hubieran pasado al Caribe en el segundo viaje de Colón. Antes que él, algunos estudiosos habían postulado, en documentos poco fidedignos, la transferencia de patógenos del Viejo y Nuevo Mundo poco después del primer contacto. Más pruebas quedan de la infección de los marineros colombinos por sífilis americana, de su introduc- ción segura en Barcelona cuando Colón informó a los Reyes Católicos de su des- cubrimiento, y de su repentina propagación por Italia y Francia. Guerra fue pues el primero en tratar de identificar las enfermedades y las causas de mortalidad taina tras el segundo viaje de Colón a fines de 1493. Para él, se trató de influenza o peste porcina15. «La primera epidemia americana —escribió— fue descrita por ———— 12 David HENIGE, «On the Contact Population of Hispaniola: History as Higher Mathematics», Hispanic American Historical Review, Vol. LVIII, 1978, pp. 217-37; Numbers from Nowhere. The American Indian Contact Population Debate, Norman, Universidad de Oklahoma, 1998. 13 David HENIGE, «When Did Smallpox Reach the New World (And Why Does It Matter)?», Paul E. LOVEJOY (coord.), Africans in Bondage: Studies in Slavery and the Slave Trade, Madison, Universidad de Wisconsin, 1986, pp. 11-26. 14 Noble David COOK, Born to Die: Disease and New World Conquest, 1492-1650, Cambrid- ge, Universidad de Cambridge, 1998; y N.D. COOK, [8]. 15 Véase Francisco GUERRA, «La epidemia americana de influenza en 1493», Revista de Indi- as, Vol. XLV, Madrid, 1985, pp. 325-47; «El efecto demográfico de las epidemias tras el descu- brimiento de América», Revista de Indias, Vol. XLVI, Madrid, 1986, pp. 41-58; «The Cause of ¿UNA PRIMERA EPIDEMIA AMERICANA DE VIRUELA EN 1493? R. I., 2003, n.º 227 53 dos testigos presenciales en enero de 1494, Cristóbal Colón y Álvarez Chanca, en documentos auténticos, veraces e incontrovertibles»16. A continuación, reexami- naré las fuentes documentales que Guerra exhibió en apoyo de su tesis y revisaré sus conclusiones sobre la transmisión de enfermedades. Más aún, presentaré do- cumentos inasequibles cuando escribió Guerra. Cualquier argumento es fiable si viene respaldado por la calidad de las fuen- tes históricas. De la segunda expedición hay más noticias que de la primera, pero dejan que desear. Guerra echó mano de las cartas de Colón, su «diario» del pri- mer viaje, la famosa carta del doctor Diego Álvarez Chanca, las Décadas de Pe- dro Mártir de Anglería, escritas casi a la par de los hechos. También utilizó textos tardíos: fray Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo, la biografía de Hernando Colón y la crónica de Antonio de Herrera. Mientras Francisco Gue- rra expurgaba datos sobre enfermedades en esos textos, una nueva generación de investigadores de las letras coloniales reconsideró su veracidad. A fines de los 80 y principios de los 90, Walter Mignolo, Roberto González Echevarría, Rolena Adorno, y Margarita Zamora insistieron en que las historias de los cronistas se hallaban muy influidas por los patrones retóricos de la historiografía española humanista, que la distinción entre hecho real y la ficción no fue siempre precisa y, finalmente, que las narraciones exageraron mucho. Por lo demás, como las narraciones salían de la pluma de europeos que no conocían las lenguas indíge- nas, trazar una imagen fiable de los pueblos americanos fallaba por la base. Para algunos, las narraciones arrojan muy poca luz sobre la realidad de la época. Aje- no al debate historiográfico, Francisco Guerra aceptó como prueba las crónicas, las cartas, y los diarios17. ———— Death of the American Indians», Nature, Vol. CCCXXVI, núm. 6112, 1987, pp. 449-50; «The Earliest American Epidemic: The Influenza of 1493», Social Science History, Vol. XII, 1988, pp. 305-25; y del mismo autor, «The Dispute over Syphilis: Europe versus America», Clio Medica, Vol. XIII, Netherlands, 1978, pp. 39-62. Existe una bibliografía amplia sobre el sifilis; véase Bren- da J. BAKER y George J. ARMELAGOS, «The Origin and Antiquity of Syphilis», Current Anthropo- logy, Vol. XXIX, 1988, pp. 703-37. 16 GUERRA, [15], p. 326. En 1999 Guerra cambió su posición, y enfatizó en la probable intro- ducción del tifus con la segunda expedición de Colón, «Origen y efectos demográficos del tifu en México colonial», Colonial Latin American History Review, Vol. VIII, 1999, p. 283. Véase N.D. COOK, «Sickness, Starvation, and Death in Early Hispaniola», Journal of Interdisciplinary Histo- ry, Vol. XXXII, 2002, pp. 349-86. 17 Véase, por ejemplo, Walter MIGNOLO, «El metatexto historiográfico y la historiografía in- diana», Modern Language Notes, Vol. XCVI, 1981, pp. 358-402; Roberto GONZÁLEZ ECHEVARRÍA, «Humanismo, retórica y las crónicas de la conquista», Roberto GONZÁLEZ ECHEVARRÍA (coord.), Isla a su vuelo fugitiva: ensayos críticos sobre literatura hispanoamericana, Madrid, 1983, pp. 9- 25; Rolena ADORNO, «Nuevas perspectivas en los estudios literarios coloniales hispanoamerica- nos», Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Vol. XIV, 1988, pp. 11-28; y Margarita ZA- MORA, «Historicity and Literariness: Problems in the Literary Criticism of Spanish American Colo- nial Texts», Modern Language Notes, Vol. XII, 1987, pp. 334-46, y ZAMORA, «'If Cahonaboa learns to speak...': Amerindian Voice in the Discourse of Discovery», Colonial Latin American NOBLE DAVID COOK R. I., 2003, n.º 227 54 Guerra centró su estudio en la segunda expedición que contó con diecisiete navíos y unos 1.500 hombres que zarparon del puerto de Cádiz el 25 de setiem- bre de 1493. La flota llegó a las islas Canarias el segundo día de octubre y a la Gomera el cinco del mismo mes. A bordo iban plantas y animales del viejo mun- do que los europeos llevaban para su sustento. Guerra descubrió documentos que revelaban la presencia en los barcos de unas ocho cerdas que habían sido carga- das en el puerto de la Gomera entre el 5 y 7 de octubre. Guerra sostuvo —y no he podido encontrar la fuente que utilizó— que hombres y animales enfermaron a bordo. El viaje de las Canarias al Caribe fue rápido gracias a los vientos propi- cios. La flota llegó ante la costa de la isla Dominica el 3 de noviembre de 1493. En Guadalupe, pasaron luego seis días, desembarcando unos hombres en busca de agua y leña. El 13 de noviembre, otro grupo desembarcó en St. Croix, y el día 18 anclaron ante la costa de Puerto Rico para conseguir bastimientos. Allí per- manecieron hasta el 21 del mismo mes. Según Guerra, los españoles llegaron finalmente a la Española el 28 de noviembre y desembarcaron cerca de la fortale- za de Navidad, donde Colón había dejado a los 38 hombres de la primera expedi- ción bajo protección del cacique Guacanagarí, señor de Marien. Ningún hombre de la primera expedición fue encontrado vivo. Todos ellos habían muerto de hambre, enfermedad o víctimas del odio taino. Al principio de diciembre, Colón mandó construir un asentamiento nuevo en la costa norte, con un puerto más seguro para la flota. Guerra sostuvo que la enfermedad llevada por la flota se extendió casi de in- mediato: «De pronto, al día siguiente 9 de diciembre de 1493, toda la gente co- menzó a caer enferma con temperaturas altas y gran postración, de forma que muy pocos escaparon y aún aquellos que habían salido a explorar, tuvieron que regresar al sentirse enfermos»18. Ganado y gente bajaron a tierra ya infectados. Guerra argumentó que la enfermedad debilitó a los españoles y, rápidamente, se extendió a la población indígena: «Los indios murieron después en número infi- nito»19. El almirante también se enfermó, tanto que no pudo escribir en su diario durante varias semanas. Fernando Colón, en la biografía de su padre, relata que el almirante dejó en blanco tres meses de su diario, desde el 11 de diciembre de 1493 hasta el 12 de marzo de 1494. También señala que, durante la construcción de Isabela hubo gran descontento entre los españoles por el trabajo, escasez de comida, enfermedad y la falta de riquezas fáciles20. ———— Review, Vol. VIII, 1999, pp. 191-205. Para el viaje de descubrimiento es útil la obra de David HENIGE, In Search of Columbus: the Sources for the First Voyage, Tucson, 1991. Véase también James C. MURRAY, Spanish Chronicles of the Indies: Sixteenth Century, New York, 1994, pp. 6-13. 18 GUERRA, [15], 338. 19 Idem. 20 Fernando COLÓN, The Life of the Admiral Christopher Columbus by his Son Ferdinand, Benjamin Keen (ed. y trad.), Brunswick, 1992, pp. 121-22. ¿UNA PRIMERA EPIDEMIA AMERICANA DE VIRUELA EN 1493? R. I., 2003, n.º 227 55 En 1985, Guerra se hallaba convencido de que las evidencias que manejaba eran sólidas: «Las descripciones coetáneas de la primera epidemia ocurrida en América, su concordancia en cuanto a los signos clínicos básicos, la confirma- ción de algunos detalles complementarios y los hechos epidemiológicos posterio- res que ahora se exponen permiten afirmar que la epidemia aparecida en la isla de Santo Domingo en 1493, principal responsable de la desaparición de los indíge- nas americanos en el cuarto siglo posterior al Descubrimiento, fue la influenza suina»21. De ahí, concluyó que los síntomas de las enfermedades provenientes de la documentación eran aceptables: «Todas las fuentes concuerdan en que la epi- demia que se desató en la Isabela el 9 de diciembre de 1493 era una enfermedad infecciosa aguda, extremadamente contagiosa y con breve período de incubación, que afectaba a grupos amplios de población simultáneamente y se caracterizaba por fiebre elevada, gran prostración y una mortalidad apreciable»22. Los síntomas descritos por Guerra pueden sin embargo responder a varias enfermedades y, en cambio, faltan aquellos asociados normalmente con la influenza. Guerra continúa que: «aunque en estas primeras descripciones no aparecen aún las manifestaciones respiratorias, a medida que la enfermedad pasa a la Tierra Firme, las narraciones van incorporando sintomatología adicional, romadizos, catarros, dolor de costado, y en México se mencionan por primera vez epistaxis»23. En realidad, los textos con síntomas claramente asociados con la influenza pertenecen a la segunda década del siglo XVI y a Tierra Firme y no a las islas. Para el continente encontramos enton- ces descripciones precisas y confiables que permitirían concluir a un médico mo- derno que se trata de una enfermedad respiratoria. La evidencia de que la influenza porcina entró en 1493 no convence pues a los detractores de Guerra. Existen documentos sobre el segundo viaje que se le escaparon a Guerra, unos publicados y otros descubiertos después. Con motivo del quinto centenario colombino, se editaron bastantes biografías del almirante y documentos de su vida y época24. En este aporte historiográfico, la obra de los historiadores Con- suelo Varela y Juan Gil resulta particularmente importante. En su colección de 1984 transcriben cartas a Colón, así como relaciones y otros documentos sobre el almirante. De la segunda expedición son la carta del doctor Chanca al cabildo de Sevilla, la relación de Guillermo Coma, una relación detallada de Miguel de Cú- neo, el texto de Pedro Mártir de Anglería, y media docena más de cartas y rela- ciones. La contribución más sustantiva se encuentra sin embargo en el libro de Gil y Varela, Cristóbal Colón. Textos y documentos completos, en edición de ———— 21 GUERRA, [15], pp. 325-26. 22 Ibidem, p. 338. 23 Ibidem, p. 339. 24 William D. PHILLIPS y Carla Rahn PHILLIPS, The Worlds of Christopher Columbus, Cam- bridge, Universidad de Cambridge, 1992; Miles H. DAVIDSON, Columbus Then and Now: A Life Reexamined, Norman, Universidad de Oklahoma, 1997; y Felipe FERNÁNDEZ-ARMESTO, Columbus, New York, 1991. NOBLE DAVID COOK R. I., 2003, n.º 227 56 1992 y posteriores25. En esta obra, Gil y Varela ofrecen nuevos documentos, incluida una «relación» del segundo viaje, cuyo texto no se hallaba disponible cuando Guerra escribió en 1985. La mayoría de los documentos proviene de un fondo en poder de un librero de la ciudad de Tarragona procedente de una familia de Mallorca. En diciembre de 1985, Mercedes Dexeus, entonces Directora del Centro del Tesoro Bibliográfico y Documental de España, invitó a Juan Gil y Consuelo Varela a inspeccionarlo, en particular las nueve cartas de Colón dirigi- das a los Reyes Católicos entre 1492 y 1503. Las cartas eran copias de mediados del siglo XVI. Seis de ellas eran desconocidas antes26. Establecida su autentici- dad, el gobierno español las compró y ahora se hallan depositadas en el Archivo General de las Indias en Sevilla. En un estudio reciente, Miles H. Davidson con- cluyó que «estudiosos españoles aceptan estos documentos del siglo XVI como copias de las cartas escritas por Colón»27. David Henige evaluó la primera carta del grupo de nueve y declaró que «Para fines de este artículo, su autenticidad se presume desde el principio, por más que un análisis posterior pueda llevarnos a reconsiderarla. La autenticidad nunca puede ser probada por completo con do- cumentación tardía»28. Los textos fueron editados en seguida en España29. ———— 25 En Juan GIL y Consuelo VARELA (eds.), Cartas de particulares a Colón y relaciones coetá- neas, Madrid, Alianza Editorial, 1984, hay por ejemplo una carta de Miguel Muliart a Colón, frag- mentos de cartas de Simón Verde, una carta de Juan de'Bardi, una probanza que Cuba era Tierra Firme, una carta de los Reyes Católicos a Sebastián de Olano, un memorial de la reina Isabela a Jua- noto Berardi, una carta de un Mosén a Colón. De la obra de Juan GIL y Consuelo VARELA (eds.), Cristóbal Colón. Textos y documentos completos, 2ª ed. ampliada, Madrid, Alianza Editorial, 1997; hay una primera edición de 1982, seguida por otra de 1984, en cuyo prólogo Varela indica haber introducido correcciones e incluido documentos, en especial el texto de Las Casas sobre la tercera expedición. En 1992, la misma editorial publicó una edición ampliada y revisada, con nuevo prólogo de Gil y Varela, reimpresa en 1997. La multiplicidad de ediciones ha confundido al punto de que varias bibliotecas no tienen la edición más importante, que es la segunda ampliada de 1992. 26 GIL y VARELA, [25], 1997, pp. 76-79. 27 DAVIDSON, [24], p. xxii. 28 David HENIGE, «Finding Columbus: Implications of a Newly Discovered Text», Cecil H. CLOUGH y P.E.H. HAIR (coords.), European Outthrust and Encounter: the First Phase, c.1400-c.1700, Essays in Tribute to David Beers Quinn on His Eighty-Fifth Birthday, Liverpool, 1994, p. 145. 29 Antonio RUMEU DE ARMAS (ed.), Libro copiador de Cristóbal Colón, 2 vols., Madrid, 1989. DAVIDSON, [24], pp. xxi-xxiii, escribe que «a facsimile and transcription of this copybook was published by César Olmos in two volumes, also in 1989». En una nota, Juan GIL, [25], 1997, pp. 77-78, critica que la edición de Rumeu de Armas de los nueve documentos nuevos de Colón es seriamente deficiente. Falta la edición, según Gil, «por incuria no sé de quién, al ángulo superior derecho de las páginas 63-72, roto que, aunque ya desgajado, se conservaba todavía en las fotoco- pias que pusieron a nuestra disposición.... Es lástima que la edición príncipe de las nuevas cartas colombinas no haga honor a la ciencia y sabiduría acreditada del ilustre historiador, que preparó a lo que parece el texto aprisa y corriendo, sin tratar de calar su verdadero significado ni de solucio- nar los problemas que plantea. A veces este apresuramiento hace que Rumeu entienda lo contrario de lo que dice el original». Gil lamenta que encontró en el texto: «monstruos tan bizarros o más que los susodichos piafan doquier sin freno ni castigo en la transcripción del Sr. Rumeu, para pasmo e ¿UNA PRIMERA EPIDEMIA AMERICANA DE VIRUELA EN 1493? R. I., 2003, n.º 227 57 Esta «relación del segundo viaje» constituye el documento crítico en favor de nuestro argumento, al que se suman varias cartas. Esta relación contiene la pri- mera noticia sobre la existencia de viruela en Cádiz durante los preparativos del viaje. El almirante escribió que, cuando la segunda flota se acercó a la zona de Samaná, él mandó una caravela para «que pusiese allí en tierra uno de los cuatro indios que allí avía tomado el año pasado, el cual no se avía muerto como los otros de viruelas [subrayado mío] a la partida de Cáliz,..»30. El texto original es taxativo y designa a la viruela por su nombre. Si el documento es auténtico, al menos tres de los cuatro indios embarcados en Cádiz el día 25 de setiembre de 1493 para la Española se hallaban infectados con viruela. El término «a la parti- da» es sin embargo discutible, pues puede referirse a una acción en progreso, sin especificar si se sitúa al principio, en medio o al final del trayecto. Igual cabe pensar que los muertos perecieron en los preparativos para la salida, al entrar en los barcos, o al salir del puerto. Aunque alguno pudo fallecer antes de abordar el barco, es probable que otros murieran durante el trayecto, Si hubieran muerto en el puerto, Colón seguramente habría escrito murieron «en Cádiz, antes de la par- tida». Por lo que sabemos de la etiología de viruelas, habría sido difícil no infec- tar a sus compañeros a bordo31. La relación del segundo viaje y otros textos nos mueven a reconstruir la his- toria de los indios que Colón llevó a España para autentificar ante los reyes sus «descubrimientos», jóvenes varones lucayos y haitianos a quienes intentó enseñar español para que sirvieran de lenguaraces a su retorno al Caribe. Gonzalo Fer- nández de Oviedo, nacido en Madrid en 1478, y nombrado paje al servicio del Príncipe Juan a la edad de trece en la corte de los Reyes Católicos vió a estos indios al llegar. Años después recordó que en su decimoquinto año, «estuve en Barcelona cuando fué ferido el Rey como he dicho; e vi allí venir al Almirante, don Cristóbal Colom, con los primeros indios que destas partes fueron en el pri- ———— intranquilidad del lector. Y lo que es peor, esas variantes falsas y aberrantes encuentran de vez en cuando anatema precipitado o defensa inportuna». 30 GIL y VARELA, [25], 1997, p. 242. 31 Hay varios documentos en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla que ayudan a aclarar la diferencia entre los términos «a la partida», y «de partida». En la sección de Protocolos por ejemplo, hay docenas de documentos cada año sobre fletamiento de naos para las Indias. Los viaje- ros firmaron los contratos semanas antes de la salida de la flota, cuando las naos se hallaban surtas en Sanlúcar de Barrameda. La flota en preparativos es referida como «de partida». Un ejemplo: el 12 de junio de 1585 el licenciado Pedro Martínez de Guadalupe y su esposa doña Maria de Solis firmaban una obligación con el Capitán Pedro de Meraz, debiendole 170 ducados «los cuales son por razon de los fletes que aveis de aber e nos llevais... a Nueva España... en vuestra urca en esta presente flota que esta de partida para la dicha Nueva España» (nº 2380, 555v-57v). Cuatro dias después [14 de junio de 1585] Diego Gómez dió poder al Capitán Pedro Sánchez Escudero para llevar a Nueva España para vender allí a «una mi esclava negra llamada Catalina... que yo llevaba cargada en la nao La Catalina que se perdió a la salida de la barra de Sanlúcar de Barrameda y la pueda pasar en otra cualquier nao» (nº 2380, 587r-v). Es así más factible que el término «a la sali- da», o «a la partida», indicó que ya estaba en progreso el viaje, en su primera fase. NOBLE DAVID COOK R. I., 2003, n.º 227 58 mero viaje e descubrimiento. Así no hablo de oídas en ninguna destas cuatro cosas, sino de vista....»32 Oviedo escribe que Colón regresó de Española con «nueve o diez» indios con la intención de presentarles a los reyes, y para que ellos «viesen la tierra de los cristianos e aprendiesen la lengua, para que cuando aquestos acá tornasen, ellos e los cristianos que quedaban encomendados a Goa- canagarí, y en el castillo que es dicho de Puerto Real, fuesen lenguas e intérpretes para la conquista e pacificación e conversión destas gentes»33. Oviedo relató que uno de los indios murió en el viaje a España. Después de desembarcar en Palos, Colón dejó uno o dos que se hallaban dolientes y llevó consigo a la corte en Bar- celona «los seis que iban sanos»34. Bartolomé de las Casas, nacido en Sevilla en 1474, vio también, a los dieci- nueve años, la llegada de los indios americanos a España. Años después escribió que Colón había salido para Barcelona con siete indios «que le habían quedado de los trabajos pasados, porque los demás se le habían muerto; los cuales yo vide entonces en Sevilla y posaban junto al arco que se dice de las Imágenes, a Sant Nicolás»35. El cronista Andrés Bernal [Bernáldez], clérigo de la Villa de los Pa- lacios entre 1488 y1513 y capellán del arzobispo de Sevilla, Diego de Deza, es posible que igual los viera. Tuvo acceso a las cartas de Colón y a la carta del doctor Chanca. «Descubierta la tierra susodicha por el dicho Cristóbal Colón, se vino á Castilla, —escribió— e llegó a Palos á veinte y tres de marzo, año de 1493 años, y entró en Sevilla con mucha honra á treinta y uno de marzo, Domingo de Ramos, bien provada su intencion, donde le fué fecho buen recibimiento; trujo diez indios, de los cuales dejó en Sevilla cuatro, y llevó á Barcelona á enseñar á la Reyna y al Rey seis, donde fué muy bien recibido....»36 Fernández de Oviedo refiere, por su parte, las actividades de los indios en Barcelona. Seis de ellos, «de su propia voluntad, e consejados», pidieron ser bau- tizados. El Rey Fernando y la Reina Isabela fueron sus padrinos, junto con el primogénito, el príncipe Juan. Uno de los indios, «que era el más principal de- llos», pariente del cacique Guacanagarí, le bautizaron con nombre del rey; le llamaban Fernando de Aragón. A otro le llamaban Juan de Castilla en honor del príncipe Juan, el cual pidió quedarse en servicio del príncipe, y se puso bajo la protección del mayordomo del príncipe, un tal Patiño. Según Fernández de Ovie- ———— 32 Gonzalo FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Historia general y natural de las Indias, Juan PÉREZ DE TU- DELA BUESO (ed.), 6 vols., Madrid, 1959, Vol. I, p. 30; MURRAY, Spanish Chronicles, pp. 100-101. 33 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, [32], Vol. I, p. 28. 34 Ibidem, Vol. I, p. 29. 35 Bartolomé de las CASAS, Historia de las Indias, Agustín MILLARES CARLO y Lewis HANKE (eds.), 3 vols., México, 1952, Vol I., p. 332. 36 Andrés BERNÁLDEZ, Historia de los reyes católicos D. Fernando y Doña Isabel, 2 vols., Sevi- lla, 1870, Vol I, pp. 368-69; Juan GIL, «Noticia de Andrés Bernal, cura de los Palacios», Juan GIL y Consuelo VARELA (eds.), Temas colombinos, Sevilla, 1986, pp. 1-5, nos da el apellido correcto del cronista; por las fuentes de Bernal, véase GIL y VARELA, [25], 1984, pp. 20-23. ¿UNA PRIMERA EPIDEMIA AMERICANA DE VIRUELA EN 1493? R. I., 2003, n.º 227 59 do, «al cual indio yo vi en estado que hablaba ya bien la lengua castellana; e des- pués, dende a dos años, murió»37 y agrega: «desde a pocos días, se lo llevó Dios para í....»38 Un tercer indio tomó el nombre de Diego Colón, como el hijo del almirante. A principios de 1493, estos indios habían pues sobrevivido, a pesar de la falta de comida y de la dificultades del viaje a España. Uno había muerto ca- mino de Europa39. Varios testigos del segundo viaje coinciden en que siete de los diez indios americanos traídos a España, embarcaron en Cádiz el 25 de setiembre de 1493 con destino a la Española40. La mayoría murieron antes de llegar al Caribe. En la «relación del segundo viaje», Colón anota que acercándose a la costa de la isla decidió dejar a uno de los cuatro lenguas de Samaná que fueron cautivados el 15 de enero de 1493 y que llevó consigo de regreso a Europa41. Por este texto nuevo, sabemos que tres de los cuatro indios de Samaná habían fallecido, víctimas de las viruelas. De los siete isleños que zarparon de España cinco murieron en el viaje, por lo que quedaron dos para intérpretes: «los cuales avían quedado vibos de siete que metimos en el puerto, que los çinco se nos murieron en el camino, los cuales escaparon a uña de caballo»42. El doctor Chanca, autor de las líneas ante- riores, conocía bien el número de indios que salieron de Cádiz. Tal vez viajó en el mismo barco que ellos. La carta dirigida al cabildo de la ciudad de Sevilla fue mandada en la flota de Antonio de Torres que salió de la Española a fines de enero de 1494. Los españoles procuraron preservar la salud de los intérpretes, puesto que contaban con ellos para el éxito de la expedición. Para la historia de la medicina americana, es lástima que el doctor Chanca no describiera los síntomas de los indios que enfermaron. Recuérdese que estos indios habían sobrevivido a un viaje por mar a España y a dos por tierra, de ida y vuelta a Barcelona. Debie- ron pues ser fuertes y hallarse bien alimentados. Es pues de suponer que fueron contagiados por una o más enfermedades antes de salir o que los bastimientos se hallaban contaminados. ———— 37 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, [32], Vol. I, p. 31. 38 CASAS, [35], Vol. I, p. 343. 39 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, [32], Vol. I, pp. 46-47. 40 FERNÁNDEZ DE OVIEDO, [32], Vol I, p. 31, relata que seis estuvieron abordo. 41 «Después que todo lo ovieron resgatado, vinieron diz que cuatro mancebos a la caravela, y pareciéronle al Almirante dar tan buena cuenta de todas aquellas islas que estavan hazia el Leste, en el mismo camino qu'el Almirante avía de llevar, que determinó de traer a Castilla consigo». El dia siguiente los dos barcos tomaron vela, en dirección de España. El almirante, en la versión de Las Casas, escribió que zarparon temprano en la mañana de miércoles, del golfo de las Flechas, y que: «La derrota diz que le avía(n) mostrado unos indios de aquellos cuatro que tomó ayer en el puerto de las Flechas». GIL y VARELA, [25], 1997, p. 198. Al cruzar el Atlántico, y entrar al puerto de Lisboa, Colón firmó una carta el dia 4 de marzo de 1493 a los Reyes Católicos con la noticia de sus descubrimientos. Al final de la carta, el almirante escribió: «E agora traigo indios conmigo que an estado en las unas y en las otras y saven la lengua y las costumbres». id., p. 235. 42 GIL y VARELA, [25], 1984, pp. 171. NOBLE DAVID COOK R. I., 2003, n.º 227 60 El cometido principal del doctor Chanca era preservar la salud de los euro- peos durante el viaje y en la isla. En carta a los reyes, Colón certificó los esfuer- zos realizados por el médico. Su dedicación no quita que el doctor Chanca inter- viniera además en la segunda expedición por interés propio pues también era hombre de negocios, como tantos otros médicos de la época43. Su sabiduría abar- caba también el arte de los metales y le interesaban las minas y su riqueza. En carta al cabildo de Sevilla, describió la gente, flora, fauna y riquezas de la isla. Sus referencias en la carta a enfermedades no son profundas. Sólo se refiere a la salud de los europeos y a las dificultades con que tropezaron al principio hasta que se acostumbraron al nuevo ambiente. Al final de su carta, después de descri- bir las minas de oro de Niti y Cibayo dice que hubieran producido más oro, a no ser: «porque la gente a adoleçido en cuatro o çinco días el terçio della. Creo la mayor causa d'ello a sido el trabajo e mala pasada del camino, allende de la di- versidad de la tierra, pero espero en Nuestro Señor que todos se levantaran con salud»44. ¿Por qué murieron los taino y otros indígenas? Cinco de los siete indios salidos de Cádiz hacia la Española fenecieron. De ellos, al menos tres de los cua- tro indios de Samaná cayeron víctimas de viruelas. Otro sobrevivió y regresó a su pueblo. Al decir de Colón, «Este se fue a la tierra muy alegre, diziendo qu'él bien hera muy fuerte porque era christiano y que tenía a Dios en sí y rezando el Ave María y Salve Regina y diçiendo que, luego qu'él estuviese tres días en su casa, qu'él bernía a Çibao adonde yo estuviese»45. El almirante agrega un dato signifi- cativo para la posible difusión de una epidemia: «Le di muy bien de vestir y otras cosas qu’el disese a sus parientes»46. El doctor Chanca al referirse a la provincia de Samaná escribió que Colón puso en tierra «uno de los indios qu'el otro viaje avían llevado, bestido e con algunas cosillas qu'el Almirante le avía mandado dar»47. El cronista Andrés Bernal repite esta noticia, tal vez copiando la carta de Chanca48. Pedro Mártir usó, en abril de 1494, las relaciones que hicieron los via- jeros a su regreso a España, y reitera que Colón se detuvo en Samaná y que «Desde allí había zarpado el Prefecto a la vuelta de su primer viaje con aquellos diez indígenas que mencionamos arriba. De ellos sólo quedaban tres con vida, al haber perecido los demás por la mudanza nociva de tierras, clima y alimenta- ción»49. Mártir escribió que Colón decidió desembarcar uno de los indios, y «los otros dos, por la noche, se tiran al mar a escondidas, y escapan a nado».50 Mártir ———— 43 Ibidem, p. 170. 44 Ibidem, p. 173. 45 GIL y VARELA, [25], 1997, p. 242. 46 Idem. 47 GIL y VARELA, [25], 1984, p. 165. 48 BERNÁLDEZ, [36], Vol. II, p. 19; «echó el Almirante en tierra uno de los indios que el otro viaje habia traido á España, vestido y con algunas cosillas». 49 GIL y VARELA, [25], 1984, p. 56. 50 Idem. ¿UNA PRIMERA EPIDEMIA AMERICANA DE VIRUELA EN 1493? R. I., 2003, n.º 227 61 anota que el almirante no se preocupó demasiado de la huida, porque no conocía todavía lo pasado con los españoles dejados en Navidad en el primer viaje. Pensó que varios de ellos estarían allí para servir de lenguaraces. Los síntomas que producen las viruelas eran conocidos entonces y los espa- ñoles del siglo XVI los anotaron en sus textos de medicina. Los españoles solían consultar la obra «clásica» del médico persa, Rhazes (ca. 865-923 or 932 AD), autor de un tratado De variolis et morbillis que identificaba correctamente el sarampión y las viruelas51. Los médicos españoles de la época de Colón también eran capaces de distinguir entre casos concretos de sarampión o de viruelas. El lexicógrafo Sebastián de Covarrubias Orozco, nacido en Toledo en 1539, incluyó las dos enfermedades en su diccionario, señalando que las dos eran normalmente enfermedades de los niños52. La tasa de mortalidad producto de las viruelas solía ser alta, variando con la forma, condiciones de salud, edad y sexo. En mujeres embarazadas era especialmente elevada. Cabe incluso pensar que la viruela fue endémica en grandes ciudades europeas como Barcelona o Sevilla. En tales con- diciones, sus brotes afectaban mayormente a la población pre-adulta. La viruela es una enfermedad viral transmitida por contacto directo con materias portadoras del virus, que entra en el cuerpo humano por el tracto respiratorio y tiene un pe- ríodo de incubación de ocho a diez días, aunque algunos especialistas le atribu- yan hasta dieciséis días. El tiempo entre el primer contacto con el virus hasta una cura completa puede durar un mes, pero las costras conservadas en buenas condi- ciones pueden contagiar hasta un mes más. Hay quien postula aún más en el es- puto seco. Los síntomas clínicos de la viruela, tal como los conocemos, son fie- bre, malestar y en el tercer día, una erupción general que desarrolla desde pápulas hasta pequeñas vejigas y, finalmente, pústulas. Quienes sobrevivían a un ataque de viruela solían quedar con la piel marcada de hoyos. Muchos eran los que asi- mismo quedaban ciegos. La viruela se transmite fácilmente entre seres humanos por individuos enfermos o convalecientes a través de secreciones de la garganta y de la nariz o por lesiones. Un solo tosido dispersa el virus entre muchos pasajeros en navíos como los usados en la segunda flota de Colón. La viruela es contagiosa hasta que las lesiones sanan por completo y las costras caen53. En una población que nunca ha estado en contacto con las viruelas, como fue el caso de los indíge- nas americanos, casi el 100 por ciento de la población es susceptible de contraer- las. En un estudio de la epidemia de viruelas que estalló en Arequipa, Perú, en 1589, Joralemon estimó que aproximadamente el 80 por ciento de los indios fue- ron infectados. La tasa de mortalidad registrada fue de treinta por ciento. La ———— 51 BORAH, [1], «Introducción», p. 20. 52 Sebastián de COVARRUBIAS OROZCO, Tesoro de la lengua castellana o española (1611), Madrid, 1994. 53 Roderick E. MCGREW, Encyclopedia of Medical History, London, 1985, p. 313; C.W. DIXON, Smallpox, London, 1962. NOBLE DAVID COOK R. I., 2003, n.º 227 62 misma epidemia azotó la comunidad indígena de Aymaya, Charcas, en 1590. Brian M. Evans notó que en ese año registraron 194 entierros, de los cuales 147 fueron causados por la viruela. Evans calcula que «entre el veinte y el veinticinco por ciento de la población total» murió en esa epidemia54. ¿En que momento fueron contagiados los taino de Samaná? ¿Mientras residieron en España? Algu- nos mostraron ya síntomas mientras deambulaban por Cádiz. Cuatro o cinco murieron antes de regresar a su tierra. Colón especificó que tres de los cuatro de Samaná murieron por viruelas. El doctor Chanca informa paladinamente que siete estuvieron mortalmente enfermos en el viaje de regreso al Caribe y que solo dos apenas sobrevivieron. La salud de los lenguaraces era fundamental para el éxito de la expedición. Colón cuidó de llevar consigo indígenas jóvenes para enseñarles la lengua castellana. Les daban comida, ropa y les curaba para que sobrevivieran. A pesar de todo, tres de los cuatro indios de Samaná murieron, víctimas de viruelas. Cinco de siete murieron en la travesía a las Indias. Por otra parte, ahora sabemos que hubo un foco de infección en Cádiz en setiembre de 1493. Según lo que conocemos de su modo de propagación, la facilidad y rapidez de la transmisión del virus, hay que suponer que algunos jóvenes europeos tam- bién fueron contaminados por el virus en Cádiz. Si hubo tres indios infectados de viruelas mientras duraban los preparativos del viaje en Cádiz, hubiera sido casi imposible que no hubieron contagiado a otras personas de los 1.500 pasajeros listos en un contacto asiduo e intenso, para embarcar en 17 barcos. Entre ellos debió haber algunos susceptibles a contraerla55. Las preguntas se acumulan, pero la documentación es poco locuaz. Cabe su- poner que el virus se halló presente en uno o más de los navíos de la segunda expedición y que algunos pasajeros cayeron enfermos. Para evitar la pérdida de los siete lenguaraces de una vez el almirante debió repartir los indios entre al menos dos barcos.56 En una flota de más de 1.500 personas es factible que viajara gente nunca infectada con viruelas antes. Para que estallara un brote existe pues probabilidad estadística. De todos modos, los regalos que Colón entregó a los parientes y amigos del lenguaraz desembarcado en Samaná, en particular la ropa, pudieron transmitir el virus a la población indígena de la isla. La desaparición de los indígenas de las islas del Caribe es compleja y nunca se llegará más que a una aproximación a la realidad. Testimonios hay que prue- ———— 54 Donald JORALEMON, «New World Depopulation and the Case of Disease», Journal of Anthro- pological Research, Vol. XXXVIII, 1982, pp. 108-27; y Brian M. EVANS, «Muerte en Ayamaya, Alto Perú, 1580-1623», LOVELL y COOK (coords.), [8], p. 174. 55 Adultos susceptibles también enferman de viruelas. Hay varios ejemplos: la reina Elizabeth de Inglaterra, enfermó de viruelas en octubre de 1562, y sobrevivió. La reina Mary, esposa de William of Orange, murió en diciembre de 1694, solo una semana después de mostrar los síntomas de viruelas, véase Donald R. HOPKINS, Princes and Peasants. Smallpox in History, Chicago, 1983, pp. 1-3; 38-39; 258. 56 GIL y VARELA, [36], pp. 17-23. ¿UNA PRIMERA EPIDEMIA AMERICANA DE VIRUELA EN 1493? R. I., 2003, n.º 227 63 ban la introducción temprana de enfermedades europeas a la cuenca del Caribe. No es pues imposible que la segunda flota de Colón introdujera la viruela en la Español. El almirante menciona viruelas y modorra en la relación de la segunda expedición. El doctor Chanca y otros hacen referencias a fiebres, dolencias, en- fermedades, hambre, pero sin usar términos exactos. La viruela, como tal, no figura en los textos, pero su falta no debe sorprender por las condiciones y las circunstancias del momento. Al aludir a enfermedades, los europeos se interesan más por las suyas que por las de las comunidades indígenas. Tres décadas más tarde, la viruela fue mencionada al pasar a la costa mexicana. La pandemia ini- ciada en 1518 en el Caribe, que terminó en los Andes sudamericanos es bien conocida. Son muchas las descripciones coetáneas de los síntomas, del impacto y de los niveles de mortalidad. En cuanto a las dolencias, es posible que algunos indios hayan sido víctimas de la influenza porcina, como sostuvo Francisco Guerra. Quizá fuera otra, el tifus llevado por soldados o marineros infectados antes de embarcar en Cádiz o, si no, una encephalitis lethargica. El agua, y las viandas contaminadas o los parásitos intestinales las hayan podido causar o que las viruelas fueran transmitidas por un lenguaraz, así como por la ropa u otros objetos regalados a sus paisanos. Tampo- co podemos descartar que uno o más de los europeos de la flota se hallara infec- tado en Cádiz y llevara las viruelas al Caribe. No existe por consiguiente causa única de la mortalidad de los taino y de los europeos en los primeros años, sino que se sumaron a este efecto aflicciones e infecciones, amén de la escasez de comida, el trabajo forzado, más el enfrentamiento armado. De los primeros desaparecieron más que de los segundos. Bartolomé de las Casas, cuyo padre y tío estuvieron con Colón en la segunda expedición, y con larga experiencia personal en la isla, en 1502, describió lo ocurrido allí en los primeros años. En su Brevísima relación..., describe las matanzas, las calamidades experimentadas en las minas, la agonía en suma de una población indígena al borde de su extinción. Pero no se traba sola- mente de crueldad: «Vino sobre ellos [indios] tanta de enfermedad, muerte y mise- ria, de que murieron infelicemente de padres y madres y hijos, infinitos. Por mane- ra que con las matanzas de las guerras y por las hambres y enfermedades que pro- cedieron por causa de aquéllas y de las fatigas y opresiones que después sucedieron y miserias y sobre todo mucho dolor intrínseco, angustia y tristeza, no quedaron de las multitudes que en esta isla de gentes había desde el año de 1494 hasta el de 1496, según se creía, la tercera parte de todas ellas»57. Desde el primer momento, los europeos temieron por la supervivencia de los indios. En una carta que Morelletto Ponzone escribió a la Marquesa de Mantua en Ferrara, Italia, el 11 de junio de 1494, se refiere a los indígenas y a su condi- ción: «Sono homini de statura nostra,... e tuti vano nudi, homini e donne; e ne à ———— 57 Bartolomé de LAS CASAS, Historia de las Indias, Vol. I, pp. 419-20; Brevísima relación de la destrucción de las Indias, Consuelo VARELA (ed.), Madrid, 1999. NOBLE DAVID COOK R. I., 2003, n.º 227 64 menato a lo re de Spagnia.12. e.4. donne; e sono tanto debili de natura, se ne infirmò.2. in Sivillia per modo che li medici non intendeno sua infirmità e non ge trovano polso, e sono morti»58. La mención que Bartolomé de las Casas hace en su Historia de las Indias de que desde 1494 y 1496 «no quedaron de las multitu- des..., la tercera parte de todas ellas» proviene, como se inclina a creer Gil y Va- rela, de una de las cartas nuevas editadas por ellos. Al describir los acontecimien- tos de fines de 1495, Colón escribió que en el distrito de Çibao habían unos 50.000 naborías, pero hasta ahora no habían tributado, y «mas la neçesidad y hambre a sido causa de la muerte de más de los dos terçios d'ellos, y no es acava- do ni [se save] cuándo se puede esperar el fin,....»59 Al final de su informe, Colón señala que en el Çibao «arranacaron los indios los panes y destruyeron la tierra, pensando que la neçesidad nos hecharía». Mas adelante continúa que «las aguas del çielo no les an acudido a sus panes y simientes y, çierto, faltan las tres o cua- tro partes de la provinçia,...»60. Las causas del desastre que Colón y su entorno recogen en cartas y relaciones incluyen todos los factores posibles. Si la caída fue como la describen, la isla debió contar con una población bastante densa a la llegada de los españoles. Ahora bien, su magnitud es poco probable que llegara a los casi ocho millones postulados por Borah y Cook, ni a cuatro millones, pero tampoco a los 60.000 o 100.000 propuestos por otros investigadores. Aunque el tamaño de esa población resulte discutible y nunca podrá ser conocida con certe- za, Borah y Cook han contribuido a estimular el debate y la búsqueda de nueva documentación sobre la Española. We analyze the current debates about the origins of humans in the Western Hemisphere. The work of physical anthropologists and geneticists have forced archeologists to re-examine tradi- tional hypotheses. The dating of the mankind’s migration across the Bering Straits has been pushed back another 10,000 to 15,000 years before the present. At the same time the ties between Paleoindians and East Asians has been further supported and the model of big game hunting as the original pattern of mankind’s socio-economic organization in the Americas has been chal- lenged by new research from South American sites. KEY WORDS: Indigenous population, smallpox, epidemies, La Española. ———— 58 Raccolta di documenti e studi pubblicati dalla R. Commissione Colombina nel quarto cente- nario della scoperta dell'America, Rome, 1892 y ss., Vol. III, núm. 1, p. 169. Una sección del texto está incluida en GIL y VARELA, [25], 1984, p. 258; doy la gracias a los profesores Gil y Varela por la copia italiana. 59 GIL y VARELA, [25], 1997, p. 321. 60 Ibidem, pp. 328-29.